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Capítulo Dos El auge de masas desde el Cordobazo 1969-1976 El Cordobazo marcó un

hito en la historia de la clase obrera argentina. Como tal es aun hoy tema de
debate1. Una parte de esa discusión es de índole académica, pero, en su mayor
parte, tiene un carácter político. La valoración y las conclusiones a las que se
llega sobre el Cordobazo tienen importancia para la caracterización global de la
clase obrera argentina, su desarrollo, su conciencia y su potencial revolucionario.
Nosotros coincidimos con Beba Balvé y su equipo al plantear que el Cordobazo ocurre
en “el eslabón débil del capitalismo argentino. Lo suficientemente débil como para
recibir con mayor crudeza y profundidad las crisis que afectan al país, y lo
suficientemente fuerte como para poder reaccionar.”2 Esta caracterización tiene
significados múltiples. Por un lado, implica una nueva etapa en las formas de lucha
de la clase obrera argentina. Esta etapa se vio signada por el recurso a la
violencia (tanto guerrillera como popular) por parte de las masas. También, fue
marcada por el planteo del socialismo como una alternativa viable de poder popular.
Fue la primera vez en la historia argentina que la clase obrera se postuló como
clase dirigente de otros sectores sociales en el proceso histórico nacional, en un
desafío claro a la burguesía. Por otro lado, la caracterización también significa
que la clase ha realizado una experiencia durante el período anterior que ahora se
sintetizó en un salto en la conciencia. Esto se expresó con mayor claridad en
nuevas formas de organización obrera, en el surgimiento de una nueva camada de
dirigentes políticos obreros caracterizados como “clasistas” que representaron un
quiebre con las tradiciones políticas del peronismo, y en un crecimiento de
organizaciones políticas que representaban los intereses históricos de la clase.
Debería quedar claro que el desarrollo de la conciencia de clase es planteado aquí
de la manera más alejada posible de las formas positivistas (o sea, no es un camino
ininterrumpido y ascendente hacia el socialismo) sino que se trata de un proceso
dinámico y heterogéneo, con marchas y contramarchas y con contradicciones. De ser
correcto lo anterior, deberíamos replantear algunas de las afirmaciones más comunes
de la historiografía y la política actual. Por un lado, debería quedar claro que el
avance sintetizado por el Cordobazo implicó que el peronismo, como alternativa
política de la clase obrera, quedó a la derecha y por detrás del progreso histórico
de la clase. En este sentido, no sólo significaba un freno a la profundización de
las luchas y de la conciencia
1

Véase por ejemplo la discusión entre James Brennan y Nicolás Iñigo Carrera en
Anuario IEHS, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro,
números 12 (1997) y 13 (1998). En esta discusión Iñigo demuestra fehacientemente la
endeblez del estudio de Brennan sobre el Cordobazo. 2 Beba Balvé et alia. Lucha de
calles, lucha de clases. Elementos para su análisis (Córdoba 1971-1969) (Buenos
Aires: Ediciones La Rosa Blindada, 1973), pág. 158.
obrera, sino que su evolución hacia opciones revolucionarias aparecía como una
imposibilidad histórica. El planteo de Evita por el cual “el peronismo será
revolucionario o no será nada”, se había resuelto claramente porque no sería nada.
Así, las organizaciones que conformaron la Tendencia Revolucionaria del peronismo,
lucharon denodadamente, con grandes sacrificios y gran heroísmo, por una
alternativa que no era la que ellos pensaban. En este proceso contribuyeron a
sembrar confusión entre los trabajadores y, más de una vez, a dar aire a un estado
capitalista acosado por las luchas populares. Queda claro que los sectores
peronistas que se declararon “revolucionarios” (aun sin serlo objetivamente) no
fueron los únicos que tuvieron estos problemas. Distintos sectores de la izquierda
reformista también aceptaron la idea de “Perón como camino a la revolución”. El
resultado fue que las filas de la izquierda se dividieron, profundizando el
sectarismo, y poniendo un límite concreto al desarrollo de las luchas populares a
través de la fragmentación y el espontaneísmo. A pesar de plantearse como
“vanguardia de la clase obrera”, la mayoría de las organizaciones izquierdistas
actuaban más atrás y sin comprender la experiencia que estaba realizando la clase
obrera. I. A mediados de 1968, problemas atinentes a las tácticas políticas y la
orden de Perón de proceder a la reunificación de las “62” (todo esto unido a una
intensa represión) redujeron la base de sustentación de la CGT-A.3 A pesar de ello,
sus regionales encabezaron diferentes movilizaciones populares contra el gobierno,
asumiendo la defensa de los obreros tucumanos, los petroleros de Ensenada y Berisso
y otros. Desde fines de 1968 y comienzos de 1969 se fueron dando toda una serie de
conflictos (huelga de YPF en La Plata, Fabril Financiera, Citroen) que indicaban,
por sus características, una creciente combatividad y politización obrera.4 En este
proceso, las nuevas camadas de militantes y activistas de izquierda se fueron
contactando con la clase obrera, a través de la participación en los conflictos, y
lo más politizado del activismo peronista se fue acercando a ideas izquierdistas,
aún sin romper con su ideología. Este proceso fue acelerado por la crisis de mayo
de 1969, que se sintetizó en el “Cordobazo”. Según Rouquié, “el Cordobazo recordó a
los gobernantes improvisados que la política no es ni un lujo ni un mal, sino una

Lorenzo Pepe (UF) atribuye el fracaso de la CGT-A a “los errores de su conducción


central” puesto que “no hubo una línea coherente en la conducción”. En Osvaldo
Calello y Daniel Parcero, De Vandor...Op.Cit. p. 115. Más factible es la agresión
sostenida por parte del Estado argentino, las burocracias sindicales, y la
burguesía internacional. Esto último es lo que indica la carta de Ramón Elorza en
la que se jacta de haber reducido “la CGT de Ongaro a cero” y pide cien mil dólares
a la AFL-CIO. Ramón Elorza a Andrew McLellan, 27 de marzo de 1969. IAD. 1969. Box
15. Folder 6. GMMA. 4 El conflicto en Fabril Financiera demostró los límites del
accionar de la CGT-A y, en particular, de R. Ongaro por el pobre desempeño en el
mismo.
irreductible realidad. Desterrada por la fuerza se impone por la violencia en justa
compensación”.5 En mayo de 1969, confluyeron una serie de circunstancias que
conformaron la coyuntura de la cual surgió el Cordobazo.6 El día 13 de mayo, la
dictadura derogó los regímenes especiales que existían para el descanso del sábado
inglés en la provincias de Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán y
Córdoba.7 Esto se agregó a los descuentos zonales, vigentes desde principios de
1969, que permitían a los patrones de estas provincias pagar salarios 11%
inferiores a los de Buenos Aires. El gremio mecánico cordobés convocó una asamblea
general para el día siguiente. Más de 5.000 obreros concurrieron y abuchearon al
Secretario Nacional de SMATA, Dirk Kloosterman. En respuesta, la policía “a las
16:00 horas exige el desalojo del local. Los obreros lo hicieron en orden pero
cuando ya estaban en la calle se oyeron manifestaciones de protesta en alta voz y
la policía inició una enérgica represión para dispersarlos. Se entabló entonces una
lucha entre los agentes del orden, que disparaban sus pistolas lanzagases, y los
obreros que se defendían con piedras y otros objetos contundentes [...]” 8 Al día
siguiente, metalúrgicos y transportistas de Córdoba comenzaron una huelga de 48
horas. Mientras tanto, en la ciudad de Corrientes, sede de la Universidad del
Nordeste, se generó una movilización estudiantil a raíz de la privatización del
comedor universitario. Esta fue reprimida en forma violenta, resultando muerto el
estudiante Juan José Cabral. En horas de la noche, la policía procedió a detener
numerosos estudiantes. En respuesta, la CGT de Corrientes y la federación de
comerciantes cumplió un paro de repudio. En Rosario, los estudiantes universitarios
decidieron suspender las clases y organizar un acto para el día siguiente. En este
acto, la represión policial cobró una nueva víctima, el estudiante Adolfo Ramón
Bello. Movilizaciones similares en Tucumán y La Plata también desembocaron en
violentos enfrentamientos con la policía. La CGTA de Rosario convocó a un paro
general para el día 23 de mayo. El 20, Ongaro encabezó una Marcha de Silencio en la
Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, que fue reprimida con un saldo de
20 heridos y 160 detenidos. Se sucedieron los enfrentamientos callejeros entre la
policía y los estudiantes en Tucumán, La Plata, Resistencia, San Juan y Salta. Fue
muerto, en Rosario, el estudiante de 15 años y obrero metalúrgico Luis Norberto
Blanco.

5 6

Alain Rouquié. Poder militar y sociedad política, pág. 285. Esto se basa sobre todo
en Beba Balvé, Op.Cit. 7 El “sábado inglés” era una costumbre que permitía a los
obreros trabajar medio día los sábados cobrándolo como jornada completa. Los
“descuentos zonales” eran supuestos incentivos para atraer inversión industrial. 8
La Prensa, 15 de mayo de 1969.
La situación amenazaba con desbordarse. El día 22, la CGTA llamó a la realización
de un paro general. Y el 23, la CGT de Rosario lo decretó, el acatamiento fue casi
unánime. En Córdoba, un grupo de estudiantes se atrincheró en el centro de la
ciudad en el Barrio Clínicas, pero fue desalojado por la policía después de fuertes
combates callejeros. El movimiento obrero de Córdoba decretó un paro general de 37
horas para el 29 de mayo, con la adhesión de los estudiantes. Mientras tanto,
continuaban los conflictos en Tucumán y Rosario. Al final, el 29 de mayo, los
obreros cordobeses abandonaron sus puestos de trabajo en cumplimiento del paro.
Encolumnados, marcharon hacia el centro de la ciudad. Dirigidas por el sindicato
mecánico, a los que se fueron sumando estudiantes, empleados y vecinos, las
columnas de las fábricas fueron llegando a la ciudad. Allí las atacó la policía,
que intentó dispersarlas. Desde las 11 hasta las 14 horas se produjeron violentos
enfrentamientos en diversos puntos de la ciudad. Por la tarde, la mayoría de los
testimonios coinciden en que la policía apenas controlaba las diez manzanas en
torno al Departamento de Policía. Hacia las 17 horas, el Ejército se dispuso a
entrar en acción. Esa noche, el Ejército ocupó el centro de la ciudad y comenzó la
tarea de recuperarla. Un obrero mecánico recordó años más tarde: “A eso de las
cuatro de la tarde me cansé de estar dando vueltas con grupos de gente por el
centro de la ciudad, y me fui a casa. Ahí estaba, tomando mate, cuando escuché por
la radio que venía el Tercer Cuerpo [de Ejército]. Lo pensé un rato mientras mi
mujer lloraba y lloraba. Fui al armario y saqué la 22. Me metí una caja de balas en
el bolsillo. Cuando oscureció me fui al centro y busqué un edificio no muy alto.
Subí a la azotea y me fumé un negro cara al cielo. Todavía me acuerdo del sabor de
ese negro como si fuera ayer. Un par de horas más tarde escuché un jeep que pasaba
despacito por la calle. Me preparé y … fah, dos tiros, justito cuando pasaba por
debajo. Tiraron con la ametralladora a todos los edificios vecinos. Un rato más
tarde pasó otra y… dos tiros. A eso de la medianoche escuché a alguien que tiraba
desde el edificio de enfrente. Había otro compañero. No estaba solo. Unas horas más
tarde me quedé sin balas. Desarmé la 22 y la metí en una chimenea. Me dormí un rato
y a eso de las seis esperé en el zaguán a que pasara gente. Me puse a caminar con
ellos. Un par de cuadras más allá me paró el Ejército. ‘¿A dónde va?’ ‘A trabajar’,
les dije. Y me dejaron pasar. […] La verdad es que no se si le pegué a algo, pero
había que hacer algo ¿no?”9

Testimonio de “Martín”, registrado por Cecilia Castelar, Nueva York, 27 de mayo de


1979 (mimeo). Según, el testimonio (no comprobado) “Martín” contó lo mismo al Grupo
Cine de la Base en el documental Tiempo de Violencia.
En el Cordobazo pudo observarse la superación de las direcciones políticas,
sindicales y estudiantiles. La clase obrera y el pueblo, enfrentando a la policía
primero y luego directamente a las Fuerzas Armadas, otorgaron a estos hechos el
carácter de un hito histórico. Desde los acontecimientos protagonizados por el
movimiento obrero en 1919 no se producía una insurrección con luchas en las calles,
con fogatas y levantamientos de barricadas, con francotiradores y enfrentamientos
masivos contra la policía (que se vio obligada a replegarse). Además, es importante
observar el papel desempeñado por los vecinos de los barrios que, en el repliegue
ante la entrada del ejército, apoyaron y cuidaron de los manifestantes callejeros.
Si el Cordobazo fue, por un lado, expresión de una exacerbación de las
contradicciones sociales después de 1955, en sus consecuencias resultó una
verdadera inflexión, un cambio cualitativo en las luchas obreras y populares. Entre
las múltiples discusiones que ha generado el Cordobazo se encuentra el debate
acerca de si fue organizado o espontáneo. Aquellos que reivindican su carácter
organizado hacen énfasis en el papel jugado por Agustín Tosco, la CGT-A, y la
izquierda. Por su parte, los “espontaneístas” plantean que la movilización rebalsó
ampliamente las expectativas y que la toma de la ciudad sorprendió a políticos y
sindicalistas. De alguna manera esta discusión encierra otra. Para los
espontaneístas existió un divorcio entre la izquierda, sobre todo la guerrilla, y
la clase obrera “peronista”. De alguna manera, la espontaneidad del Cordobazo
confirmaría las hipótesis insurreccionalistas y haría innecesaria la guerrilla que,
según esta interpretación, surgió externa a la clase (desde la pequeña burguesía) y
sin comprender a la misma. En cambio, para los “orgánicos”, su hipótesis
refrendaría el papel de vanguardia de la izquierda política y sindical. La realidad
es mucho más compleja. Queda claro que nadie llamó a “tomar la ciudad”, pero al
mismo tiempo que esta combatividad no surgió de la nada. Asimismo, la relación
entre izquierda y pueblada fue que ambas se potenciaron mútuamente. La militancia
de izquierda tenía una inserción de masas en Córdoba, y el Cordobazo sólo se puede
entender si partimos de una relación dialéctica entre militantes partidarios,
activistas sindicales, obreros y vecinos sin organización. Por ende el Cordobazo
tuvo ambas características: organización y espontaneidad. Por último, volvamos a
Córdoba como “eslabón débil”, tal como lo planteamos al principio de este capítulo.
La industrialización cordobesa en las décadas de 1940 y 1950 significó el flujo de
trabajadores desde otras partes del país y desde el campo hacia las nuevas
fábricas. Esto significó un caudal de experiencia muy variada que se iría
sintetizando lentamente en los lugares de trabajo. Al mismo tiempo, puso en claro
que tanto la burocracia sindical como el peronismo como ideología eran más débiles
(“en solución”)
en Córdoba que en zonas como Buenos Aires,10 y que, por otra parte, estos obreros
cordobeses eran la síntesis de procesos históricos nacionales. Así, si bien Córdoba
tenía características propias, también expresaba un proceso complejo y dialéctico
del conjunto nacional que se repitió luego en varias ciudades del interior. En todo
lo anterior la izquierda jugó un papel fundamental, tanto en el proceso que llevó
al Cordobazo, como en su desarrollo y en sus efectos posteriores. La labor de la
izquierda en las décadas previas posibilitaron el Cordobazo. En todo momento, la
izquierda sirvió como vaso comunicante entre zonas, sectores y experiencias
disímiles. A la vez, fue elemento de difusión, debate y síntesis de la experiencia.
Y por último, fue la única que intentó (con muy variado éxito) profundizar el
Cordobazo y sus lecciones en formas de organización y lucha, como fueron las
coordinadoras de gremios en lucha o el Movimiento Sindical Combativo de Córdoba.
Las consecuencias del Cordobazo fueron múltiples. En lo inmediato, se mostraron los
límites de la implementación de una política económica que sólo venía a satisfacer
los intereses de la burguesía monopólica. El ministro de Economía Adalbert Krieger
Vassena fue sustituido, y si bien su sucesor intentó continuar una política
similar, ésta ya estaba condenada al fracaso. En cuanto a los trabajadores, se
observaron varios fenómenos y procesos. El Cordobazo marcó el inicio de un auge de
masas que se reflejó en la oleada de insurrecciones y puebladas que se sucedieron
entre 1969 y 1972.11 Puede considerarse como la culminación de la etapa en que el
movimiento obrero se encontró a la defensiva desde las derrotas ocurridas en 1959-
1960. Asimismo, demostraba que las variantes de “izquierda” o “combativas” de la
tradicional dirigencia sindical comenzaban a ser superadas como antes había
ocurrido con el vandorismo. Era evidente que se había producido un profundo corte
horizontal con las conducciones sindicales en el ámbito de las organizaciones de
tercer grado. Todas las tendencias sindicales, antes mencionadas, se
10

Si bien los estudios han enfatizado el Cordobazo como hito, lo mismo se podría
decir del Rosariazo. Rosario en 1969, también se reveló como otro “eslabón débil”
del capitalismo argentino. 11 Existen diferencias apreciables entre las
insurrecciones y las puebladas. Las movilizaciones en Córdoba, Rosario, Tucumán y
Mendoza partían del movimiento obrero hacia otros sectores sociales. En el fondo no
sólo cuestionaban el régimen sino también ponían en tela de juicio el sistema. En
síntesis, eran un índice de un nuevo momento histórico en la Argentina. A
diferencia de insurrecciones como el Cordobazo, las puebladas fueron mucho más
limitadas. Su eje era cuestionar el régimen marcando la búsqueda de nuevos canales
de participación. Las puebladas partían de reivindicaciones locales y se expresaban
a través de los vecinos y organismos comunales. Sus soluciones eran limitadas:
cambio de intendente u otras autoridades, ayuda económica del gobierno nacional a
la zona. Por último, en términos de participación social, la pueblada contaba con
los notables de la localidad y con el pueblo en general, con una tendencia a que
éste último rebasara a los primeros y éstos a su vez pusieran límites a la
movilización popular. Cipolletti, Casilda, General Roca, Malargüe y otras
poblaciones tuvieron “puebladas” muy combativas; pero --en esencia-- distintas, en
su significado y contenido de clase, de las insurrecciones. Laura Azcoaga y Pablo
Pozzi. Una aproximación al Rocazo (julio de 1972) (Buenos Aires: DONAC, 1986).
hallaban cuestionadas. Su accionar no sólo se encontraba limitado por el Estado
(como venía sucediendo desde 1967) sino también por la profunda impugnación de su
base social. Sin embargo, esta ruptura no alcanzó al poder gremial de algunas
seccionales que, por el contrario, lograron ponerse a la cabeza de estos
acontecimientos como fue Luz y Fuerza de Córdoba. En este sentido, la
radicalización del proletariado y su definición “clasista” prosiguió pero a través
de direcciones y organismos locales.12 Esto implicó la conformación de un nuevo
grupo de dirigentes sindicales, independientes de la burocracia al frente de la
CGT, que condujo las movilizaciones de los gremios que llegarán a ser denominados
“combativos”, “clasistas” o “de liberación”. Además, de esta pérdida de control
sobre las medidas de fuerza por parte de las direcciones gremiales, y de la
agudización de las luchas intrasindicales, surgió por primera vez la violencia
contra la burocracia incluyendo la muerte de dirigentes y activistas a manos de sus
contrarios peronistas. Ejemplo de esto último fue la muerte de Vandor un mes
después del Cordobazo.13 En el seno de las organizaciones de izquierda, la
ejecución de burócratas generó una intensa discusión que fue saldada con la
decisión casi uniforme en contra de este tipo de accionar. El criterio era que la
burocracia sindical debía ser desplazada por la lucha de las masas y no por el
accionar armado. Esto se sustentaba en una visión ideológica por la que no había
que substituir por las armas a las masas. Pero también, tenía un fundamento
pragmático: si las masas no estaban preparadas para desplazar al burócrata,
entonces el desarrollo de su conciencia no era lo suficientemente profundo como
para aceptar la ejecución, y si lo era, entonces no hacía falta ejecutarlo. La
postura de las organizaciones peronistas era bastante distinta ya sea por tradición
(de alguna manera muchos de sus activistas se formaron de la mano de la burocracia
sindical e incorporaron muchos de sus criterios) o simplemente porque la política
era percibida como un problema de espacios y no de masas. En este sentido, lo
importante era la actitud de Perón y no la de millones de trabajadores. De ahí que
los Montoneros ejecutaran a José Rucci, como parte de la lucha política en torno al
vetusto general, sin importarles la reacción negativa del conjunto de la clase
obrera, incluyendo la de los combativos e izquierdistas opositores del burócrata de
la UOM.14
12

Ver: Daniel James, "The Peronist Left, 1955-1975", Journal of Latin American
Studies Vol. 8, No. 2 (1976). 13 Es interesante considerar que, dentro de la
izquierda, se debatía si la muerte de los burócratas sindicales era algo correcto
o, si por el contrario, debían ser desplazados por el movimiento de masas. La AFL-
CIO nunca tuvo dudas al respecto. Tanto en el caso de Vandor, como en el de Rucci y
el de Kloosterman, acusaron sus muertes como duros golpes a cuadros de dirección
captados, formados y capacitados durante años. Para los norteamericanos, no era
fácil reemplazarlos y de hecho les tomó un tiempo lograr dirigentes que les
respondieran con la misma efectividad que los muertos. Ver informes en los archivos
de la AFL-CIO. IAD, Argentina 1966-1970. The George Meany Memorial Archive
(Washington, D.C.) 14 Si bien el ERP ejecutó a un burócrata de la FOTIA, lo hizo no
como parte de su política sindical, sino porque éste colaboraba con los escuadrones
paramilitares.
El crecimiento de la izquierda a partir del Cordobazo lo reflejó un informe del
Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (AIFLD), el
instrumento principal de la AFL-CIO y el Departamento de Estado norteamericano para
impregnar con su política los sindicatos argentinos. La nueva situación fue
analizada, en 1971, por el representante interamericano de la AFL-CIO, Michael
Boggs, y reflejaba la nueva preocupación. Explicó Boggs: “La mayoría de los
observadores objetivos del movimiento obrero argentino dicen que si bien [Ongaro y
Tosco] tienen cualidades mesiánicas, no representan un número importante de
sindicalistas. En Córdoba, muchos de los jóvenes peronistas de izquierda no son
peronistas, sino comunistas que se aprovechan del momento político para tratar de
obtener seguidores. Hasta pintan consignas con errores de ortografía para que
parezca que lo hicieron obreros y no el Partido Comunista. “Aquí está el peligro.
Si el movimiento peronista no es canalizado hacia una acción política legítima
[...] será una tarea relativamente simple reorientarlo por otras líneas, una vez
que no exista la posibilidad de una auténtica expresión del peronismo”.15 Este
crecimiento, fue también explicado por el historiador Daniel James: “A continuación
del Cordobazo, la crisis tanto del régimen militar como de la cúpula sindical,
sumada a la creciente agitación de las bases, sobre todo en el interior,
proporcionaron un espacio donde los activistas políticos de extrema izquierda
pudieron moverse y alcanzar en importantes sectores de la clase trabajadora, una
influencia que les era negada desde hacía treinta años. Maoístas, peronistas
revolucionarios, comunistas y una variedad de grupos marxistas de la nueva
izquierda alcanzaron, en el lapso 1969-1973, considerable influjo en el movimiento
de oposición interna de las filas sindicales. Muchos de los grupos dirigentes que
surgieron consistían en coaliciones de tendencias de izquierda…”16 Es evidente que
una buena parte de la izquierda se vio potenciada por los acontecimientos de mayo
de 1969. El levantamiento popular puso a la orden del día numerosas discusiones
teóricas, confirmando algunos análisis y desechando otros. Esto no significó que se
había agotado la discusión; por el contrario, esta se desarrolló con una riqueza
inusual. Lo que significó fue que los debates dentro de la izquierda se basaron,
desde entonces, en una práctica militante cada vez más acelerada y en una
movilización popular que nadie podía ignorar. Aunque la misma presentó diferentes
lecturas. Otro resultado fue que, durante el período pre Cordobazo, muchos grupos
tuvieron una vida
15

Michael Boggs, “Impressions of the Argentine Labor Movement”; AFL-CIO Trade Union
News vol. 26, no. 9 (septiembre 1971), pág. 6. 16 James, Resistencia e integración,
op. cit., 309.
efímera. El auge de masas transformó esto. Por un lado, implicó un crecimiento
sostenido de las organizaciones más significativas; por otro, presionó a muchos de
los grupos más pequeños a fusionarse en los más grandes. También, pareció confirmar
la postura de aquellos que reivindicaban la lucha armada como parte de las vías
para la toma del poder. A partir de mayo de 1969, se desarrollaron no pocas
organizaciones armadas. Docenas de grupos pequeños y medianos se lanzaron al
accionar militar viéndolo como complemento de la lucha de masas.17 Por otra parte,
distintas organizaciones no armadas también sintieron confirmada su postura en
torno al crecimiento de la conciencia de la clase obrera y la posibilidad de
acceder al poder por otras vías, como por ejemplo la insurreccional. Organizaciones
como el Partido Comunista fueron atravesadas por clivajes profundos, afectando su
crecimiento con la pérdida de militantes hacia otras organizaciones. En todos los
casos, la izquierda se volcó hacia la clase obrera con renovada fuerza. Ésta a su
vez encontró respuesta a su combatividad en la izquierda y el apoyo en sectores del
estudiantado radicalizado. Por último, con los nuevos activistas surgieron
criterios que encontraban sus antecedentes tanto en los anarquistas como en la
Resistencia Peronista y en la CGT de 1936. Las luchas llevadas a cabo por los
obreros de la construcción en El Chocón (Neuquén), el nacimiento de los sindicatos
clasistas SITRAC/ SITRAM y las huelgas de las automotrices en el Gran Buenos Aires
fueron algunos de los ejemplos más representativos. Todos estos conflictos
nutrieron a la izquierda. El caso de SITRAC-SITRAM18 fue el más trascendente. Ambos
gremios fueron conformados en 1965 en las fábricas cordobesas de Fiat-Concord y
Fiat-Materfer con el objetivo de debilitar a los sindicatos nacionales que podrían
haber organizado estas fábricas, tanto al SMATA como a la UOM. Entre 1965 y 1970,
las comisiones directivas de los respectivos sindicatos se desenvolvían en total
acuerdo con los deseos empresarios. En marzo de 1970, el Secretario General del
SITRAC insistió en firmar un convenio con la empresa que había sido rechazado por
tres asambleas generales. Surgió un movimiento de base que lo desplazó y tomó la
fábrica para lograr el llamado a elecciones limpias. En el mismo mes, se produjo un
proceso similar en SITRAM.19
17

Hubo una inmensa variedad de grupos y de posturas. Algunos tuvieron una clara
inspiración foquista, otros los veían como una parte integral de la lucha política.
En todo caso, la aparición de la lucha armada puso sobre la mesa de la discusión
política de la izquierda la cuestión de las vías para la toma del poder como nunca
antes. Todas las organizaciones se vieron obligadas a definir no sólo su postura en
torno a este tema sino también a definir cómo pensaban que se iba a llegar a la
revolución y cuándo. 18 El SITRAC (Sindicato de Trabajadores de Concord) tenía
2.500 afiliados. El SITRAM (Sindicato de Trabajadores de Materfer) tenía 1.200.
Ambos sindicatos mantenían su independencia de la CGT tanto local como nacional. Si
bien, la participación de ambos gremios en el Cordobazo fue mínima, en el Viborazo
fue destacada. Balvé, et al., op. cit., 105. 19 Beba Balvé, et al., op. cit., 105-
106.
Explica un delegado del SITRAC de esa época: “Había muchos obreros jóvenes. Gente
que venía de otras provincias y gente, como yo, que venía del campo cordobés.
Estábamos hartos de las componendas y los negociados, que nos vendieran y nos
traicionaran. Queríamos cambiar todo ya. Nuestra consigna era ‘Ni golpes ni
elección: revolución’. Y nos lanzamos a una movilización de base que generó una
participación muy alta de los compañeros. Ubicamos a los enemigos como la
dictadura, la patronal y la burocracia sindical. Pero no supimos bien juntarnos con
el resto de la clase. Pensábamos que íbamos a hacer la revolución desde el
sindicato; o peor aún desde Fiat nosotros solitos. Y así nos aislaron, hasta que
después del Viborazo nos disolvieron los gremios. Pero fue una escuela, allí se
formaron camadas enteras de activistas y militantes. Y también se aprendió que el
gremio no es substituto del partido revolucionario. Y que la revolución la hacemos
entre todos o no la hacemos. Fuimos producto de una época y fuimos madurando a los
golpes.”20 El caso de SITRAC-SITRAM es un buen ejemplo para ilustrar la relación
dialéctica entre la izquierda y la clase obrera. Como señaló antes el testimonio de
Gregorio Flores (en el capítulo anterior), existía un trabajo de la izquierda que,
en apariencia, no tenía eco. De manera paralela al desarrollo de la situación
nacional e internacional, los distintos factores hicieron síntesis y produjeron un
salto cualitativo en la conciencia de los trabajadores de esas fábricas. La
izquierda fue uno de los factores determinantes en este proceso. A su vez, se
nutrió de ello. Ambos sindicatos brindaron una cantidad importante de militantes
obreros a distintas organizaciones izquierdistas. Hombres como Flores, Massera,
Bissi, Páez, Oropel, Castelo implicaron un avance en la relación izquierda-clase
obrera. Por otra parte, la mera existencia del clasismo de SITRAC-SITRAM potenció a
la izquierda y a otros sectores obreros, como por ejemplo Villa Constitución o la
zona fabril de San Lorenzo. Inclusive, es notable como el clasismo influenció
profundamente a un sector del peronismo: el Frente Revolucionario Peronista (FRP),
liderado por Armando Jaime, fue instrumental en la conformación de la CGT clasista
de Salta. Como parte de este proceso, en 1970 y 1971, se desarrollaron toda una
serie de tendencias y agrupaciones que reflejaron el clasismo emergente. Por
ejemplo, entre los trabajadores mecánicos se desarrolló una tendencia sindical
conocida como TAM (Tendencia de Avanzada Mecánica) que impugnó en forma abierta la
conducción de Kloosterman en el gremio.21 Las luchas por los convenios colectivos,
durante 1971, en Chrysler y Citröen, significaron un punto máximo de conflicto
entre esta corriente clasista,
20 21

Entrevista con Julio Oropel (México, 12 de marzo de 1982). El TAM estaba orientado
por el PRT-LV. Sus integrantes formaban parte de la dirección de las Comisiones
Internas de Citroen, Chrysler y Mercedes Benz y tenían influencia en Peugeot.
la dirigencia del SMATA y las empresas automotrices.22 En Córdoba se conocieron los
primeros pasos de lo que sería la Agrupación Sindical Primero de Mayo, conducida
por Salamanca y el Partido Comunista Revolucionario (PCR), y se establecían las
bases del Movimiento Sindical de Base conducido por el PRT El Combatiente, mientras
que, en zonas como San Lorenzo, militantes del Peronismo de Base y del Socialismo
Revolucionario establecían el clasismo en Petroquímica Argentina (PASA).23 Estos
casos ejemplificaron el desarrollo de la época. Se dio una profunda crisis en torno
a las dirigencias sindicales. Eran incapaces para controlar y detener los reclamos
de las bases. Según Guillermo O'Donnell: “El surgimiento de las postergadas
demandas laborales canalizaba su acción hacia lo que estaban mejor preparados para
hacer: ponerse al frente de demandas económicas inmediatas, con un tono altisonante
que no bastaba para su simultáneo intento de absorber la activación popular y las
metas más radicales que de ella estaban surgiendo.”24 A esto se debe agregar que lo
fundamental del período fue la fusión de las demandas laborales con las tendencias
izquierdistas de la época. De ahí el surgimiento de “metas más radicales”. Con el
visto bueno del régimen, y con el apoyo de Perón, la conducciones sindicales se
abocaron a la tarea de reunificación y normalización de la CGT. Esto se logró a
mediados de 1970, con una central gremial hegemonizada por los sectores
“participacionistas”.25 Sin embargo, aunque fortalecida a nivel de cúpula, la
burocracia no logró detener la movilización de base. El caso de José Rucci fue
revelador del problema generalizado en la conducción sindical. Rucci había llegado
a la secretaría general de la CGT en 1970, después de la muerte de Vandor. Ya que
era un dirigente metalúrgico de segunda línea, su ascenso fue el resultado de un
compromiso concertado entre dirigentes más poderosos. En un contexto en el cual la
CGT estaba debilitada y muy cuestionada, los principales jefes sindicales
prefirieron no exponer su liderazgo frente a una organización sin poder. Sin
embargo, frente al desafío de la insurgencia en la base y a la crisis de
legitimidad del liderazgo sindical, cobró renovada importancia el papel de Perón y
del peronismo. Nunca antes fue tan real la cita de Vandor: “Si me saco la camiseta
peronista, pierdo el gremio en una semana”.26 Fue el apoyo del general desterrado
el que catapultó a Rucci por encima del poderío de otros sindicalistas. De esta
manera el dirigente de segunda línea cobró una
22

Los trabajadores perdieron durante el primer conflicto. En cambio, el segundo fue


favorable para los obreros mecánicos. 23 En Córdoba fue notable que Agustín Tosco,
quizás influenciado por el Partido Comunista, tuviera una relación conflictiva con
el clasismo. 24 O'Donnell, op. cit., 259. 25 J. Correa, op.cit., 47 y Rotondaro,
op.cit., 358 26 Citado en Rodolfo Walsh. ¿Quién mató a Rosendo? (Buenos Aires:
Editorial de la Flor, 1986), pág. 158.
importancia inesperada producto de la coyuntura y de la necesidad del líder
proscrito de imponer el “verticalismo” en el seno del sindicalismo. Con escaso
margen de maniobra frente al régimen, presionada por las bases y con una crisis de
legitimidad creciente, la cúpula sindical se abroqueló en el peronismo. Los
agrupamientos y tendencias político-gremiales, tan comunes entre 1958 y 1968,
pasaron a segundo plano. Se fortalecieron las “62 organizaciones”, donde
confluyeron todas las tendencias sindicales peronistas, para poder enfrentar en
mejores condiciones al desafío de “los zurdos”.27 En este sentido no se
equivocaban. La unidad de todas las tendencias del peronismo, en torno al modelo de
1946-1955 y el retorno del general Perón, intentaba frenar la creciente influencia
de la izquierda en el seno de la clase obrera. El discurso peronista, por momentos
con palabras progresistas, encerraba un macartismo larvado que tenía como objetivo
aislar a los sectores radicalizados y canalizar el movimiento de masas por vías
institucionales. A esto contribuyó toda una serie de militantes peronistas de
izquierda y revolucionarios que creían en el discurso del militar exiliado.
Incluso, esto era aún más problemático a nivel ideológico. El modelo peronista era
populista, autoritario, y capitalista; no socialista, en cualquier acepción del
término. De ahí que la Tendencia Revolucionaria del peronismo generara, al mismo
tiempo, expectativas y confusión al plantear que el retorno del General Perón era
la vía hacia el socialismo argentino. II. El gobierno, a pesar de la intensa
represión puesta en práctica, parecía cada vez más incapaz de sofocar la protesta
popular. El día 8 de junio de 1970, los tres comandantes de las Fuerzas Armadas
solicitaron a Onganía su renuncia y ante la negativa de éste lo derrocaron. Las
Fuerzas Armadas colocaron en la presidencia de la República al general Roberto
Levingston, representante argentino en la Junta Interamericana de Defensa en
Washington. Durante su breve período de gobierno, Levingston intentó reconquistar
bases sociales estableciendo alianzas con sectores no contemplados por el anterior
dictador.28 A ello condujo la política económica que comenzó a implementar el
ministro de Economía, el Radical Intransigente Aldo Ferrer. Este, intentó reactivar
el mercado interno y restablecer un cierto proteccionismo para favorecer a la
burguesía industrial.29 Asimismo, trató de

27

Así designaba la burocracia sindical no sólo a la izquierda marxista sino a todas


las tendencias democráticas y combativas del peronismo. 28 Para una caracterización
más profunda de Levingston y su proyecto, ver Alain Rouquié. Poder militar..., pág.
287. 29 Para una discusión del plan económico ver: Mónica Peralta Ramos.
Acumulación de capital y crisis política en la Argentina, 1930-1974 (México: Siglo
XXI, 1978), págs. 210-221. También Oscar Braun y Ricardo Kesselman, "Argentina
1971. Estancamiento estructural y crisis de coyuntura", en Oscar Braun, comp. El
capitalismo argentino en crisis (Buenos Aires: Siglo XXI, 1973), págs. 45-72.
lograr acuerdos con las organizaciones políticas y sindicales.30 El resultado
inmediato de esto fue reactivar la espiral inflacionaria. En lo político, el nuevo
programa presentado por el presidente, generó un fuerte descontento en un sector de
las Fuerzas Armadas. Con respecto a los partidos políticos tradicionales, también
se encontraban preocupados por el cariz que estaba tomando la lucha de clases en la
Argentina. En este sentido vieron con buenos ojos la iniciativa de Levingston y
profundizaron su compromiso. Si durante el régimen de Onganía docenas de políticos
radicales, intransigentes y peronistas habían servido de funcionarios de facto,
durante el régimen de su sucesor esto se amplió hasta incorporar notorios
dirigentes en los ministerios y abrir el diálogo con la intención de encauzar la
conflictividad social dentro de los marcos institucionales. Era claro que se
iniciaba una carrera entre los sectores procapitalistas de la sociedad argentina y
la izquierda para ver quién lograba canalizar las demandas populares, si dentro de
los marcos institucionales del sistema o hacia una salida revolucionaria. En marzo
de 1971, hubo en la ciudad de Córdoba una nueva insurrección: el “Viborazo”. La
misma reflejó cuánto había avanzado la situación desde 1969. Así llamada por las
declaraciones del nuevo gobernador de la provincia,31 esta nueva insurrección fue
más organizada y menos espontánea que su antecesora. No sólo participaron gremios
como Luz y Fuerza sino que se agregaron SITRAC/ SITRAM. Sin embargo, lo más
importante fueron los elementos que apuntaron a un desarrollo y a los límites de la
conciencia de clase entre los trabajadores. Balvé y su equipo se encontraban en
Córdoba durante el Viborazo y aprovecharon para entrevistar a distintos obreros. En
una entrevista con un obrero de SITRAC se desarrolló el siguiente diálogo: “P: Hay
gente que dice que la nueva comisión, ésta, está formada por marxistas. Usted, los
obreros, ¿qué cree que piensan? R: No, no. Nosotros decimos que no es un marxismo.
Nosotros somos nacionalistas, nosotros no tenemos nada que ver con otra política.
Que nosotros creemos que lo que tiene que venir acá es un socialismo, sí, pero
nacionalista, no marxista como dice la gente que somos. P: ¿Qué quieren decir
cuando ellos dicen por ejemplo que son clasistas? R: Bueno, yo interpreto que
clasista es el elegido por las bases y opino que clasista quiere decir que estamos
por un socialismo. P: ¿Y los obreros podrían tomar el poder?
30 31

Rouquié, Poder militar..., 288. El nuevo gobernador, nombrado por Levingston,


Camilo Uriburu, ex diputado conservador incorporado al peronismo en 1946, declaró
que: “[...] confundida entre la múltiple masa de valores morales que es Córdoba por
definición, se anida una venenosa serpiente cuya cabeza le pido a Dios, me depare
el honor histórico de cortar de un solo tajo”. De ahí el nombre de “Viborazo”.
Citado en Balvé, op. cit., 24.
R: No creo que un obrero pueda tener capacidad para ser presidente. Tenemos gente
capacitada, como ser para dirigir una CGT clasista, estaría capacitado. Ahora como
le digo, eso, no más. P: Ahora, ¿qué entendería usted por socialismo? R: [...]
Bueno, yo creo... yo interpreto un socialismo como quien dice acá somos... acá el
socialismo tiene que ser de izquierda, ¿no? El que venga un socialismo de
derecha... de centro, no... es lo mismo... que cualquier otro partido... Yo
considero que un socialismo... que la gente quiere... quiere tener trabajo... que
trabajemos todos, no solamente que trabajemos 4 o 5, porque la gente cree que el
socialismo está bien un sector y el otro sector... este va a vivir panza arriba ¿no
es cierto? Yo opino que no, que en el socialismo hay que trabajar todos en conjunto
para hacer producir la nación... ¿no es cierto? O sea que si uno va a un hospital,
uno necesita un remedio... que realmente esté el remedio, que tenga una cama.
Porque ahora uno va al hospital y no se lo atiende. ¡Pero no porque estén en
huelga, sino porque no hay ni una pastilla, ni un geniol hay! Según eso le puedo
decir..., yo opino que en un socialismo todo eso no existe. Hay una igualdad de
clases... no sé cómo interpretarán eso. Y eso para mí es el socialismo.”32 Lo que
refleja la entrevista es que ha surgido el “clasismo” como alternativa a la
política sindical del “vandorismo”. Es evidente que el socialismo es entendido en
términos generales, no como un tipo de sociedad distinto sino más bien como mejoras
en la forma de vida del trabajador. En la práctica, esto conforma una especie de
poderoso programa de transición, a través del cual la visión socialista entronca
con la vida cotidiana del trabajador. Con claridad, he aquí un resultado del
trabajo gris y cotidiano de miles de izquierdistas durante años: el vínculo entre
socialismo e izquierda que refleja el testimonio implica un comienzo de quiebre con
la visión peronista del socialismo nacional y con la visión reformista de los
viejos socialdemócratas como Américo Ghioldi. Asimismo, la entrevista refleja los
límites en el desarrollo de la conciencia. Si bien constituía un desafío a la
cúpula sindical y al control de la producción por parte de la patronal, no alcanzó
a tener suficiente desarrollo y profundidad como lo expresan las ambigüedades del
testimonio anterior. Inclusive, esto se expresó en la principal consigna del
Viborazo: “luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y
popular”. La consigna en sí reflejaba una profunda impugnación al sistema; pero, a
su vez, el hecho que no tuviera continuidad después de finalizada la movilización
significaba tanto un problema de la izquierda para hacerse eco de consignas
populares como de los propios participantes que no lograron trasladar esta
reivindicación a las distintas organizaciones políticas y sociales.
32

Balvé, op. cit., 34-35.


Los efectos del Viborazo sobre la superestructura política fueron tan contundentes
como los del Cordobazo. A fines de marzo, Levingston fue destituido. Su lugar pasó
a ser ocupado por el comandante en jefe del Ejército general Alejandro Lanusse. Las
profundas convulsiones sociales caracterizadas por las puebladas no sólo abarcaron
las grandes ciudades del país como Córdoba. Su alcance se extendió hasta los
lugares más recónditos, revelándose imparables hasta la apertura de 1973.33 Con
solo revisar los diarios de junio y julio de 1972 se puede evidenciar que el país
entero estaba en conflicto. Las centrales obreras del interior organizaban paros
lanzando a las calles miles de obreros y empleados que sitiaban las casas de
gobierno y las municipalidades, atrincherados tras barricadas para resistir la
represión. Como la policía no alcanzaba para contener la movilización popular, se
agregaban unidades militares especiales. Las calles de Tucumán, Rosario, La Plata,
San Luis, Mendoza, Bahía Blanca, Corrientes, eran patrulladas a toda hora. En este
proceso la prensa cotidiana reflejó el crecimiento de la participación e influencia
del conjunto de la izquierda. Durante esos meses, diversos gremios y comisiones
internas dirigidos --en parte-por organizaciones de izquierda intentaron dar una
respuesta clasista y unificada a esta situación. Como consecuencia de la misma se
realizó el Primer Congreso de Sindicatos Combativos, Agrupaciones Clasistas y
obreros revolucionarios. En este congreso participaron centenares de trabajadores y
delegados que aspiraban a conformar una tendencia clasista a nivel nacional, por
ejemplo miembros de SITRAC/SITRAM, de la CGT regional de Corrientes, la Comisión
Interna del Banco Nación, delegados ferroviarios de Tafí Viejo. El plenario votó
una serie de medidas. Primero una declaración política donde se denunciaba las
“falsas opciones” de la “burguesía” representadas en el “GAN”, “La Hora del Pueblo”
y el “Encuentro Nacional de los Argentinos”; a su vez, expresaban la necesidad de
la “destrucción” del “capitalismo” para la “construcción del socialismo”. Segundo,
aprobaron un plan de lucha por la “libertad” de los presos “gremiales,
estudiantiles y políticos”; demandaban “aumento salarial”; “ derogación del estado
de sitio” y de “toda la legislación represiva”. Por último se convocó a un nuevo
plenario y a una “jornada nacional de lucha”.34 Sin embargo, las profundas
diferencias entre los grupos

33

Dos estudios sobre las puebladas y las insurrecciones son: Lidia Aufgang. Las
puebladas: dos casos de protesta social. Las ciudades de Casilda y Cipolletti
(Buenos Aires: CICSO, 1979). Beba Balvé y Beatriz Balvé. De protesta a rebelión
(Rosario, mayo de 1969) (Buenos Aires: CICSO, 1985). 34 En: “Plan de Lucha”.
Córdoba, 29 de agosto de 1971. Una reunión preparatoria para el segundo plenario
había acordado el nombre como empezaba a ser conocido este encuentro: MOSICLA
(Movimiento Sindical Clasista).
políticos integrantes sumadas a la represión gubernamental hicieron que esta
coordinación de fuerzas tuviese una efímera vida.35 El vínculo desarrollado desde
principios de la década de 1960 entre el estudiantado y la clase obrera implicó que
los estudiantes también hicieron su parte. El 22 de junio, la represión del paro de
los empleados judiciales de Tucumán invadió el comedor estudiantil con gases,
bastonazos y detenidos. Comenzó así una semana de lucha estudiantil, obrera y
popular: la toma de la Quinta Agronómica; el asesinato del estudiante Víctor
Villalba, de 20 años, herido en la cabeza por una granada de gases; el segundo
“Tucumanazo”.36 La constante movilización popular llevó a que algunos activistas de
los partidos políticos tradicionales, impulsados por la izquierda reformista,
coordinaran su accionar antidictatorial. Así se organizaron, en el mes de abril de
1972, las Juventudes Políticas Argentinas.37 Estas, hegemonizadas por el Partido
Comunista, convocaron a una movilización el 28 de junio en Plaza de Mayo y las
principales capitales de provincia para repudiar a la dictadura bajo la consigna
“Unamos nuestros brazos por un Argentinazo”.38 Los acontecimientos de la semana que
la precedieron parecían indicar que la consigna no tenía nada de pretenciosa: más
de treinta facultades tomadas en diez días en todas las universidades nacionales;
paros de médicos, maestros, judiciales, municipales, empleados universitarios,
mineros. Hubo miles de detenidos.39 El general Lanusse en una reunión de mandos,
convocada para analizar la situación y dar instrucciones a las fuerzas de
seguridad, dijo: “Es mejor tener ciudades ocupadas militarmente que ciudades
incendiadas”. El 26 de junio de 1972, Clarín editorializaba: “Masivas luchas en
todo el país”. La jornada del 28 fue el pico más alto del enfrentamiento, pero no
el fin de la “agitación” como esperaba el gobierno militar, que ese día tomó las
ciudades como un ejército de ocupación.40 Dos días más tarde, la batalla seguía con
la toma de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad del Comahue, en Cinco
Saltos, Neuquén; el paro de 48 horas de la CGT de Santa Fe; la Marcha de Hambre de
los mineros mendocinos. A su vez se realizaba en todo el país una huelga de hambre
de los presos políticos y sus familiares, que en Santiago del Estero desató
enfrentamientos con la policía con decenas de detenidos.
35

La represión militar se dio desde la convocatoria del primer plenario cuando


treinta y cinco delegados de la Intersindical de San Lorenzo (Santa Fe) fueron
detenidos no pudiendo asistir al encuentro hasta la propia disolución de
SITRAC/SITRAM realizada, semanas más tarde, por el gobierno y la burocracia
sindical. 36 La Opinión, 23 de junio de 1972. Sobre los acontecimientos vividos en
Tucumán durante esos años puede consultarse: Emilio Crenzel. El Tucumanazo (1969-
1974). (Buenos Aires: Ceal, 1991). 37 Las JPA fue un interesante intento de
movilización juvenil, sobre todo estudiantil, desde la izquierda reformista.
Nucleaba a la Juventud del Encuentro Nacional de los Argentinos, a la Federación
Juvenil Comunista, a la Juventud Radical Revolucionaria, y a sectores de la
Juventud Peronista. En distintos momentos otras organizaciones políticas
participaron de la misma. 38 La Razón, Crónica y El Cronista Comercial, 27 de abril
de 1972. 39 La Opinión y Crónica 22, 24 y 25 de junio de 1972. 40 La Razón, 1 de
julio de 1972 y Clarín, 2 de julio de 1972.
En la Universidad de Buenos Aires, los estudiantes tomaron las facultades de
Medicina, Ciencias Económicas y Filosofía y Letras. La situación de las
universidades era tan ingobernable que los rectores se reunieron para decidir si
continuaban las clases o daban por terminado el cuatrimestre sin más, acusando de
la situación a “los conocidos grupos de agitadores” e indignándose ante la
“indiferencia” de la “mayoría” del estudiantado. El Dr. Raúl Matera tuvo una
entrevista con el general Perón, en Madrid. Se rumoreaba que era portador de un
mensaje del Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas solicitando al
“Viejo” que interceda ante los jóvenes y desaliente las movilizaciones. La
respuesta de Perón fue escueta: “Lo que sucede es consecuencia de su política”.41 A
mediados de 1972, el programa de la burguesía estaba en crisis, ante todo porque la
lucha de masas había rebalsado, en forma amplia, todas sus previsiones. Esto
provocó una ruptura de las alianzas que podrían haber dado base social a la
implementación del proyecto. Enfrentados por la radicalización del movimiento
obrero y popular, los partidos políticos tradicionales y las instituciones que
habían servido para control social se encontraban sin respuesta ante la situación.
Es por esto que, tanto la CGT como los principales gremios nacionales estuvieron
ausentes de todo el proceso de movilización social que se inició con el Cordobazo.
El Viborazo, además, había mostrado diferencias cualitativas en relación con el
primer Cordobazo. La principal de ellas era que durante el segundo Cordobazo, el
protagonismo de la izquierda, sobre todo de las organizaciones armadas y los
organismos clasistas, fue notable. El período aparecía así con caracteres críticos.
Esto es, la política tanto económica como social puesta en práctica por los
gobiernos militares anteriores, había tenido la virtud de exasperar las
contradicciones sociales hasta un grado realmente explosivo; se trataba ahora de
controlar, en un marco político legítimo, sus efectos más peligrosos. La
“liberalización” de Lanusse no trajo en modo alguno una suavización de la represión
al movimiento obrero y popular. Por el contrario, la represión se hizo más activa,
sistemática y eficaz, aunque también más selectiva, centrándose sobre todo en la
izquierda y en la guerrilla. En cambio, se dio un lugar cada vez mayor a las
organizaciones políticas tradicionales, nombrándose Ministro del Interior al
político Radical del Pueblo Arturo Mor Roig. Esta “apertura” hacia los partidos
alcanzó también al peronismo llamado “moderado”, es decir, a la cúspide de la
burocracia política del movimiento.

41

La Nación, 4 y 5 de julio de 1972 y La Prensa, 6 de julio de 1972. Es notable que


la postura política de Perón recuerda a la que sustentó entre 1943 y 1945.
Imposibilitado de detener el auge de masas se propuso liderarlo, con un lenguaje en
apariencia izquierdista, para poder llevarlo en la dirección contrarrevolucionaria
que él deseaba.
La necesidad de descomprimir la situación condujo al gobierno a modificar su
política hacia los trabajadores. Se eliminaron los “topes salariales” y se
restablecieron las convenciones colectivas de trabajo. Al mismo tiempo, se
institucionalizó el sistema de minidevaluaciones generando alzas en las tarifas de
los servicios públicos. En este último caso, el aumento de las tarifas eléctricas,
sirvió como detonante de un nuevo movimiento popular: el “Mendozazo”. Por otro
lado, en noviembre de 1970, se había lanzado una amplia coalición política llamada
“La Hora del Pueblo”. Su objetivo era oponerse a la política económica del régimen
y lograr una mayor apertura política para reencauzar la lucha popular por los
caminos tradicionales (y poco peligrosos) de la democracia electoral. A su vez, el
gobierno de Lanusse lanzó el Gran Acuerdo Nacional (GAN). La intención de éste era
aislar aquellas organizaciones que, potenciadas por el auge de masas, planteaban la
revolución social. Tenía como finalidad la constitución de un amplio “frente
nacional” que incluyera tanto a los políticos peronistas como a los radicales, a
sectores de la izquierda reformista, y a un amplio arco progresista, con miras a
dar una solución política pacífica de amplia base social a la crisis de dominación.
Por su parte, la izquierda reformista encabezada por el Partido Comunista, no le
iba a la zaga.42 Esta, intentó canalizar el descontento social a través de una
coalición política que llamaba a la “unidad nacional” entre civiles y militares. En
este sentido lanzó una coalición llamada el “Encuentro Nacional de los Argentinos”
(ENA) en el mes de noviembre de 1970.43 Sin embargo, la lucha de clases en el país
había alcanzado tal nivel de radicalización que hizo que todos estos paliativos
fueran inviables. El fracaso de la propuesta del GAN obligó a la burguesía a
recurrir, una vez más, a Perón como el único con suficiente peso social para
revertir lo que se visualizaba como un sostenido avance revolucionario.44 III.

42

El Partido Comunista, fiel al etapismo stalinista, caracterizaba a la revolución


argentina como antiimperialista, basándose en la supuesta existencia de una
burguesía nacional llamada a “completar la revolución burguesa”. Así, consideraba
que no existían las bases materiales para el socialismo y que estas debían llegar
por un proceso de reformas que eliminaran las características feudales de la
formación socioeconómica. Por debajo, existía la realidad de que el PCA hacía tres
décadas que funcionaba como un partido más del sistema político burgués. Por ende,
su caracterización justificaba su política reformista y permitía que la dirección
lo mantuviera dentro de los estrechos límites del sistema político. 43 Para un
análisis de sus bases programáticas y de sus primeros integrantes puede consultarse
el siguiente folleto: Junta Directiva Central. Por una alternativa popular de poder
efectivo. Encuentro Nacional de los Argentinos. (Buenos Aires: s/e, 1971). 44 Para
algunos estudiosos del período el GAN fue un éxito en el mediano plazo puesto que
“logró aislar a las tendencias revolucionarias”. En la práctica esto no fue así. El
auge de masas y el crecimiento de la izquierda continuaron de forma sostenida hasta
1975, a pesar de todos los esfuerzos realizados por los partidos políticos
tradicionales por canalizarlos por las vías democráticas burguesas. Si el GAN
hubiera sido exitoso, no hubiera sido necesario el golpe de estado de 1976.
La movilización obrera y popular, aunque con percepciones y expectativas
divergentes, aun opuestas y contradictorias, siguió canalizándose en su dimensión
política, sobre todo a través del peronismo. Millones de trabajadores argentinos
identificaban la solución de los problemas del país con el retorno del general
exiliado, dejando a la vista, una seria debilidad en el fortalecimiento de la
conciencia de la clase obrera. A pesar del importante pero limitado desarrollo del
clasismo y de la radicalización de posturas entre los trabajadores, “este fue sólo
un quiebre parcial en el monopolio del peronismo”.45 Es así que, durante todo el
período considerado, este movimiento apareció como la gran fuerza política capaz
--a pesar de sus luchas internas-- de mantener un ascendiente significativo sobre
las masas, de movilizarlas pero, también, de orientar esa movilización. En este
sentido, los llamados por parte de la dirigencia sindical a la ortodoxia y
verticalidad peronista fueron un recurso, basado en la identidad política de los
trabajadores, que generó confusión y fue por lo tanto efectivo para limitar la
movilización. A su vez, esto se reforzó con las actitudes y declamaciones que
desarrolló la “izquierda” de este movimiento político, en particular, sus grupos
juveniles. Estos, empleando un lenguaje y un discurso radicalizado, llamaron a
confiar en el viejo líder como solución de los problemas. Expresión de ello fue
cómo categorías analíticas y terminologías conceptuales propias de la izquierda
fueron apropiadas y resignificadas por la Juventud Peronista. No obstante, el
crecimiento de las tendencias izquierdistas significaba un desafío permanente a la
dominación peronista de las masas. Para la burguesía monopólica, el peronismo no
dejaba de presentar un margen de riesgo. Sin embargo, en el período tenía algunas
ventajas. La principal era la de constituir una posibilidad de contener el
desarrollo del movimiento obrero y popular, de controlarlo burocrática e
ideológicamente, frente a la impotencia mostrada hasta entonces por la represión
desnuda. En este sentido, la burguesía tenía conciencia de que el movimiento
dirigido por el viejo general era, a lo sumo, una variedad de capitalismo
reformista. Su base obrera y popular lo sometía a presiones indeseadas; sin
embargo, al mismo tiempo, lo presentaba como el único agente histórico capaz de
sofrenar y encauzar una movilización que ya desbordaba los límites del sistema. En
la práctica se demostró correcta la caracterización hecha por el PRT-ERP en 1971:
el peronismo es de derecha en el gobierno “y en la oposición se roza frecuentemente
con comunistas y socialistas y habla de marxismo y socialismo en sus discursos”.46
Se inició así, con el gobierno de Lanusse, una apertura hacia el peronismo. El 17
de noviembre de 1972 Perón retornó por pocas semanas para constituir el Frente
Justicialista
45 46

James. Resistencia e Integración, op. cit., 310. Julio Parra. El peronismo (Buenos
Aires: Ediciones El Combatiente, agosto 1971); en Daniel De Santis. A vencer o
morir. Documentos del PRT-ERP (Buenos Aires: EUDEBA, 1998), pág. 248.
de Liberación Nacional (FREJULI). Dado que las disposiciones electorales permitían
que se presentara el peronismo, pero no que el líder fuera candidato, el FREJULI
postuló a Héctor J. Cámpora y al conservador popular Vicente Solano Lima. En las
elecciones de marzo de 1973, la fórmula obtuvo el 49,59% de los votos emitidos.47
La CGT y el sindicalismo retaceó su apoyo a la candidatura de Cámpora al cual veían
como representante de las tendencias radicalizadas del peronismo, sobre todo, de la
juventud. Para estos sindicalistas, lanzados en una lucha a muerte con la izquierda
y las tendencias combativas, el camporismo les disputaba los espacios de poder y,
más aún, se podía convertir en una vía de mayor infiltración de la izquierda en el
movimiento obrero. La política de la cúpula sindical era dirigida, en particular,
por Lorenzo Miguel quien había sucedido, en la titularidad de la UOM, a Vandor;
presentándose como el continuador del vandorismo. Sus objetivos inmediatos por
entonces, eran replegarse ante el avance de los sectores combativos, y buscar su
legitimación a través de la figura de Perón para poder desarrollar una
contraofensiva sobre los sectores juveniles del movimiento. La masacre ocurrida en
Ezeiza en junio de 1973 ejemplifica, en toda su dimensión, este subterráneo
proceso.48 La muerte de Rucci, meses más tarde, no afectó para nada esta estrategia
que fue continuada por sus sucesores al frente de la CGT, primero Adelino Romero
(AOT) y después Casildo Herreras (AOT), quienes compartían --a grandes rasgos--el
pensamiento de Miguel. Las elecciones de 1973 revelaron que, si bien se había
avanzado en relación con la década anterior, la izquierda tenía profundas
divergencias y debilidades. Algunos sectores, como Vanguardia Comunista (VC) y el
PCR, optaron por el voto en blanco. La izquierda reformista se nucleó en torno a la
Alianza Popular Revolucionaria. Por otra parte, el Partido Socialista de los
Trabajadores (PST) se presentó solo con una lista integrada por activistas que
habían participado en las luchas de ese período. Mientras que el PRT-ERP dejó en
libertad a sus militantes. Si bien la dictadura de Onganía-Lanusse había acercado
al conjunto de organizaciones, la apertura electoral de 1973 volvía a poner en el
primer plano
47

Los orígenes y posturas políticas tanto de Cámpora como de Solano Lima deberían
haber sido reveladores para la izquierda del peronismo. Ambos provenían del
conservadurismo, y ninguno de los dos tenía una trayectoria que pudiera ser tildada
siquiera de mínimamente progresista. Cámpora, lejos de ser un demócrata, tuvo una
larga trayectoria como aparatchik. Esto queda claro si consideramos que su única
legitimidad como dirigente político y como candidato presidencial se lo daba el
apoyo de Perón. Sólo un revisionismo histórico intencionado, como el que plantea
Miguel Bonasso en El presidente que no fue, (Buenos Aires: Editorial Planeta,
1997), puede intentar presentar a Cámpora como un demócrata de izquierda. Los
resultados de la elección fueron: FREJULI 5.907.464; UCR 2.537.605; Alianza Popular
Federalista 1.775.867; Alianza Popular Revolucionaria 885.201; Alianza Republicana
Federal 347.215; otros 220.000. César Reinaldo García. Historia de los grupos y los
partidos políticos (Buenos Aires: Sainte Claire Ed., 1983), 161. 48 El mejor
estudio sobre la masacre de Ezeiza es el de Horacio Verbitsky. Ezeiza (Buenos
Aires: Editorial Contrapunto, 1985). En esta obra queda clara la responsabilidad y
los objetivos políticos que perseguían los sindicalistas y Perón.
el problema del poder y las vías para la revolución. En este sentido se profundizó
un riquísimo debate entre distintas corrientes y pensadores que no llegará a hacer
síntesis puesto que será truncado por el golpe de 1976 y la muerte o el exilio de
sus principales protagonistas. Toda esta discusión y actividad fue marcada --en
general-- por la caracterización que cada organización de la izquierda tenía del
peronismo y su relación con la clase obrera. Si bien varios pronosticaron, de
manera correcta, que habría una profundización de las contradicciones entre los
obreros peronistas y las políticas pro capitalistas del nuevo gobierno, había
escasa coincidencia en torno a la política a seguir. De ahí que para algunos (el
PRT-ERP) la táctica fue mantener un nivel de enfrentamiento alto, para otros (el
PC) se buscó un acomodo e inclusive la participación en el gobierno, otros más se
definieron por incorporarse al peronismo para “no desvincularse de las masas” (las
FAR), otros llegaron a niveles de inmovilismo reivindicándose peronistas pero no
apoyando al gobierno (el PB-FAP), en tanto, otros (el PST) concentraron su
actividad en las fábricas para captar la nueva vanguardia que surgía, y algunos
profundizaron su nacionalismo minimizando su orientación marxista (el PCR). Todo
esto en un contexto de sostenido crecimiento, puesto que miles de personas se
incorporaron a la militancia. El resultado de las elecciones fue considerado como
un triunfo popular por la mayoría de la población. “La victoria electoral y las
expectativas que generó provocaron una oleada de rebeliones fabriles que por
primera vez inundaron el cinturón industrial del Gran Buenos Aires. [...] Así, a
pesar de una política oficial de consenso y conciliación a nivel político, en
términos sociales el período vio una agudización del conflicto de clase.”49 La
forzada apertura y la movilización electoral de 1973, junto con el retroceso
político de las direcciones sindicales sirvieron para descomprimir la situación.
Esto no impidió que la ola de agitación anti-burocrática que venía conmoviendo las
fábricas de Córdoba y del Litoral se extendiera a Buenos Aires. Fue en el marco de
esta generalización de los conflictos laborales que el peronismo, en el gobierno,
conformó su política hacia los trabajadores. El programa del FREJULI postulaba el
desarrollo de un capitalismo autónomo enfrentando al imperialismo --entendido éste
como un “factor externo” de dominación y no como una “fase” del desarrollo
capitalista-- y a los sectores más tradicionales del bloque de clases dominante, en
particular, contra los terratenientes. Sus líneas generales podrían ser ubicadas en
lo que suele entenderse hoy por “tercermundismo” y una “no alineación”. En términos
sociopolíticos, el programa suponía el restablecimiento de la conciliación de
clases característica de los primeros gobiernos de Perón. Es decir, el eje
49

James, Resistencia e Integración, op. cit., 323.


fundamental del proceso era la alianza del empresariado nacional con el
proletariado, con la subordinación de este último a aquella clase. El mantenimiento
de la alianza implicaba concesiones a los sectores populares pero, a su vez,
suponía impedir el desarrollo de la organización autónoma del proletariado. En
términos de medidas concretas, esto se dio a conocer con el nombre de “Pacto
Social”. Este fue un acuerdo realizado entre tres partes: el gobierno, la
Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica, asumiendo,
el presidente de esta última el cargo de Ministro de Economía. El hecho que el
ministro José Ber Gelbard fuera militante del aparato financiero del Partido
Comunista muestra parte de los problemas de la izquierda frente al peronismo.50
Inclusive, peor aún, el Pacto intentaba con claridad frenar las demandas obreras en
función de proteger un “capitalismo nacional”. De acuerdo a Torre, el Pacto
“consistía básicamente en una política de ingresos concertada entre los sindicatos,
los empresarios y el Estado. Las líneas centrales de dicha política procuraban
compatibilizar los objetivos redistribucionistas de la nueva administración con la
situación de coyuntura por la que atravesaba la economía argentina a mediados de
1973.”51 Entre sus normas, disponía no modificar la política salarial por
convenciones colectivas de trabajo y corregir los desniveles en junio de 1974 y
1975.52 O sea, habría un rezago salarial con relación a los precios. Sin embargo, a
través de las dos décadas anteriores se había venido registrando una profunda
polarización de la sociedad argentina. Las políticas llevadas a cabo por Frondizi y
las dictaduras militares posteriores, en particular durante Onganía, habían dado
una decisiva presencia en la escena nacional a la burguesía monopólica. De hecho,
la burguesía media nacional había perdido peso y se encontraba debilitada, sobre
todo en relación con la primera época peronista.53 Por su parte, la clase obrera y
el movimiento popular en general venían de casi veinte años de represión y
resistencia y de cuatro años de intensas movilizaciones. El día de la asunción del
mando por el nuevo presidente, las reacciones populares se convirtieron en
incontenibles manifestaciones callejeras. Una de los acontecimientos más notables
del momento fue la liberación de los presos políticos. El Devotazo (que en realidad
ocurrió a nivel nacional) fue gestado y conducido por distintas
50

Nótese el peso que llegó a tener el partido Comunista. Gelbard fue afiliado al
mismo durante años. Ver la biografía de María Seoane. El burgués maldito (Buenos
Aires: Editorial Sudamericana, 1998). La autora aporta una inmensa cantidad de
información, aunque no coincide con esta caracterización. Más aún, el PC otorgó su
“apoyo activo a los aspectos progresistas del PLAN” como lo señala la declaración
pública manifestada en enero de 1974. Al respecto se puede consultar: “Opinión del
Partido Comunista sobre el Plan Trienal de Gobierno para los años 1974-77”. En:
Problemas de Economía. Nº34, 1er Trimestre de 1974. 51 Torre, op. cit., 49. 52
Santiago Senén González. El Poder Sindical (Buenos Aires: Editorial Plus Ultras,
1978), pág. 43. 53 Para un planteo que cuestiona la existencia de una burguesía
nacional, con características antiimperialistas, en la Argentina ver Milcíades
Peña. Industria, burguesía industrial y liberación nacional (Buenos Aires:
Ediciones Fichas, 1974).
organizaciones de izquierda ante las vacilaciones del nuevo presidente y los
rumores de que sólo serían liberados los presos políticos peronistas. La apertura
que implicó el gobierno de Cámpora, creando una escena política democrática, abrió
nuevos cauces para el desarrollo de la lucha de clases en el país. Esta no sólo no
se detuvo, sino que en muchos aspectos se agudizó. Verbigracia, entre junio y
septiembre de 1973, el 43% de las huelgas tuvo lugar con ocupación de fábrica,
índice de la radicalización del estado de movilización.54 La izquierda de conjunto
creció a pasos agigantados. En general, se tiende a minimizar el crecimiento
orgánico de las fuerzas de izquierda. Miles de personas se incorporaron a la
militancia y al activismo, tanto de los partidos legales como de los clandestinos.
Un ejemplo de esto fue el partido Comunista que llevó adelante la campaña para la
afiliación de 200.000 personas, y en 1975 proclamó haberlas logrado. Asimismo,
tanto el PRT-ERP como el PST duplicaron su militancia. Esto, a su vez, generó
serios problemas. Por un lado, la incorporación de nuevos militantes dotó a la
izquierda de recursos, energía y presencia. Pero, al mismo tiempo, le creó un serio
problema en cuanto a la formación y encuadramiento. La mayoría de las
organizaciones de izquierda eran bastante pequeñas en 1971. Dado que las formas
organizativas leninistas que se planteaban la mayoría de las formaciones
izquierdistas implicaban un crecimiento cualitativo y no cuantitativo, los viejos
cuadros se vieron rebasados para poder dirigir y formar a las nuevas camadas de
militantes. Esto no conlleva menospreciar la creatividad, sacrificio y arrojo con
el que los nuevos miembros se volcaron a la actividad revolucionaria. En cambio, lo
que sí revela es que la falta de cuadros experimentados se haría sentir cuando la
situación de la lucha de clases se tornara más compleja. Por lo pronto, el
desarrollo de la izquierda en la clase obrera había brindado algunos frutos
notables. En SMATA Córdoba había triunfado la lista conducida por René Salamanca
del PCR. Asimismo, en Salta y en la zona de San Lorenzo (Rosario) se habían
constituido CGTs clasistas. El Movimiento Sindical de Base, conducido por el PRT-
ERP, ejercía junto con Tosco una posición de liderazgo en Córdoba. En numerosas
fábricas, como Swift de Rosario, Propulsora Siderúrgica, y Petroquímica Argentina
(PASA) habían surgido agrupaciones clasistas que amenazaban las conducciones
burocráticas. En Buenos Aires, habían surgido fuertes agrupaciones conducidas por
la izquierda en numerosos gremios, por ejemplo, en telefónicos (PRT), construcción
(PC), el vidrio (PB), cerveceros (PB) y mecánicos (PST). En la UOM Villa
Constitución comenzaba la lucha de la Lista
54

Adolfo Gilly, "La anomalía argentina", Cuadernos del Sur No. 4 (Buenos Aires:
Marzo-Mayo 1986); pág. 29.
Marrón conducida por Alberto Piccinini que triunfaría en 1974; en tanto, en este
último año, el PST intentaba organizar una lista de oposición (la Gris) entre los
metalúrgicos de la zona norte del Gran Buenos Aires, pese a la oposición de algunos
sectores de la JTP, la burocracia sindical conducida por el vandorista Gregorio
Minguito y el Ministerio de Trabajo. IV. La dinámica política adquirió de pronto
caracteres críticos. Esta situación llevó a la renuncia de Cámpora y Solano Lima el
13 de julio de 1973. A través de una maniobra asumió la presidencia interina el
titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, hombre de la derecha del
movimiento. La depuración comenzó de inmediato, reemplazando a distintas figuras
progresistas dentro del gobierno mientras que la represión sobre las fuerzas de
izquierda se incrementó. Es evidente que, además de las ambiciones personales de
Perón y la desestabilización ejercida por la burocracia sindical peronista, la
caída del nuevo presidente se vio apresurada por la imposibilidad de frenar tanto
la lucha de clases como la agitación izquierdista.55 La izquierda intentó
aprovechar la nueva coyuntura electoral planteando una alternativa propia. En el
cuarto congreso del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS)56, realizado en
Tucumán, un conjunto de fuerzas intentaron levantar la candidatura de Agustín Tosco
y Armando Jaime.57 En ese congreso participó un arco de organizaciones que incluyó,
entre otros, al PRT-ERP, al PST, al FRP, El Obrero, Socialismo Revolucionario,
además de numerosos representantes de organismos barriales y sindicales. Las
diferencias entre los convocantes, junto con la prescindencia de organizaciones
como el PCR y la oposición del PCA (que había decidido apoyar la candidatura Perón-
Perón) llevaron esta iniciativa al fracaso. De nuevo, la izquierda se presentó
dividida en las nuevas elecciones. Las mismas dieron el triunfo, el 23 de
septiembre, a la fórmula Juan Perón-María Estela Martínez de Perón (Isabel),
quienes asumieron el día 12 de octubre. El programa del FREJULI continuó
implementándose. Los ministros de Economía, José Ber Gelbard, y el de Bienestar
Social, José López Rega, continuaron con sus respectivas funciones. Más aún,
55

Es de notar que, a pesar de las numerosas críticas y de la discusión de si su


política fue o no acertada, el PRT-ERP respetó al gobierno de Cámpora. El
copamiento al Comando de Sanidad, en Capital Federal, ocurrió el 6 de septiembre de
1973, durante el gobierno interino de Lastiri. 56 El congreso fue llamado por el
Frente Antiimperialista Antidictatorial que en el mismo adoptó el nombre FAS. Su
quinto congreso fue realizado en el Chaco, con una convocatoria más numerosa, y el
sexto y último congreso se realizaron en Rosario con unas treinta mil personas
presentes. El FAS se constituyó así en uno de los principales polos socialistas de
aglutinamiento, sobre todo en el interior del país. 57 La candidatura de Tosco
había sido ya propuesta por el PST para la elecciones de marzo de 1973. En esa
oportunidad, al igual que en septiembre, la respuesta fue negativa.
la relación de fuerzas dentro del gobierno favoreció, en forma plena, a la derecha
del movimiento. Esta dinámica reflejaba como el peronismo estaba cediendo en su
modelo de acumulación a las presiones de los grupos económicos más concentrados,
aunque continuara siendo fuertemente presionado por su base obrera. Todo lo
anterior se reflejó en importantes aspectos de su política económica y social,
sobre todo, en lo referente a su política laboral; que se centró en mantener un
estricto control sobre el movimiento obrero al limitar sus reivindicaciones.58 Ello
fue visible en las disposiciones legales que establecieron la congelación de
salarios y la fijación anual de éstos por el gobierno no según el alza del costo de
la vida sino de acuerdo al aumento de la productividad en el trabajo. También en la
restricción en los hechos del derecho de huelga, dejando en manos del Ministerio de
Trabajo la decisión última sobre los conflictos laborales. Y por último, en el
reforzamiento de las direcciones sindicales al reformar la Ley de Asociaciones
Profesionales. La nueva Ley prolongaba de dos a cuatro años el mandato de las
conducciones gremiales, no establecía representación para las minorías, permitía a
los dirigentes revocar el mandato de los delegados de fábrica y autorizaba a las
federaciones a intervenir los sindicatos afiliados a ellas.59 Con estas últimas
medidas se fortaleció el poder de la “cúspide” de la burocracia sindical, toda ella
inscripta en la derecha del movimiento. Asimismo, se limitaron y restringieron las
posibilidades de acción de los cuadros medios y de los sindicatos del interior
donde, como hemos mencionado, se hallaban los sectores más combativos. De hecho, a
través de la Ley, Perón se aseguró la exclusión de los “infiltrados” en el
movimiento obrero.60 Esto se acompañó, a la fuerza, con una inusitada represión
sobre la clase.61 No fue un accidente que, durante esos años, fueron escasas las
seccionales sindicales ganadas por la izquierda. Otro problema serio fue que las
organizaciones de la Tendencia Revolucionaria peronista, sobre todo, la JP y la
Juventud Trabajadora Peronista (JTP), prestaron su apoyo a la política laboral del
gobierno, en un vano esfuerzo por no romper con el general, si bien esto le causó
bastantes problemas con sus propios cuadros sindicales que, en varios casos, no
acataron las directivas orgánicas.62 En este sentido, los sectores más combativos
del peronismo junto con el Partido Comunista contribuyeron a generar confusión en
el seno de la clase obrera con una actividad que, a
58

Para la relación entre el proyecto de poder de Perón y el sindicalismo ver: Liliana


De Riz. Retorno y derrumbe del último gobierno peronista (México: Folios Ediciones,
1981), pág. 94. 59 Senén González, op. cit., 78. Torre, op. cit., 74-75. 60 De Riz,
op. cit., 109. 61 Ver el planteo de Miguel Bonasso sobre la decisión de Perón de
lanzar un “somatén” que limpiara la Argentina. Miguel Bonasso. Op. Cit. 62 El caso
del Peronismo de Base fue mucho más complejo, particularmente porque no era una
organización homgénea. El PB de Rosario al igual que los de Córdoba eran menos
“peronistas” y más marxistas que los de Buenos Aires. En este sentido, el PB tendió
a enfrentar el Pacto Social y, en alianza con la izquierda, a criticar la política
del gobierno peronista.
veces, era indistinguible de la desarrollada por la burocracia sindical. A pesar de
todo, se puede decir que no tuvieron éxito en aislar a la izquierda del movimiento
de masas si bien lograron frenar su desarrollo y dificultar su crecimiento. El
malestar interno en los sindicatos se agudizó debido a que, desde la firma del
Pacto Social hasta febrero de 1974, los salarios reales habían caído un 7%. Era
evidente que la tregua salarial impuso un incesante desgaste a los dirigentes
sindicales. Inclusive, de autorizarse el traslado de los mayores costos de los
insumos importados a los precios, el malestar de los trabajadores habría de
agravarse aún más. Explica Torre: “Los compromisos adquiridos [por los dirigentes
sindicales] con la política de ingresos los había privado de la posibilidad de
‘monetarizar’ el descontento popular y de reconquistar, de este modo, cierta
credibilidad frente a sus bases”.63 Esto desató una fuerte lucha social.
Proliferaron así las tomas de fábrica, las huelgas por “tiempo indeterminado”, las
ocupaciones con mantenimiento de rehenes, la demanda de elecciones libres dentro de
los sindicatos y el reconocimiento oficial a las comisiones internas y cuerpos de
delegados surgidos de la lucha de las bases contra las conducciones sindicales.
Sobre el particular, analiza Peralta Ramos: “Las expectativas frustradas del
movimiento obrero frente a un gobierno que prometió la redistribución de ingresos
hacia los asalariados y efectivizó una política que expresa la ofensiva de los
intereses de la fracción más poderosa de la burguesía, se traducirá en la
multiplicación de los conflictos sociales al margen de las conducciones sindicales,
en un movimiento de protesta de las bases obreras que trasciende el plano de las
reivindicaciones meramente económicas para poner en cuestión el propio proyecto de
poder del peronismo en el gobierno.”64 En este estado de movilización permanente la
izquierda y los sectores combativos buscaban crear una estructura sindical activa
dentro de la fábrica, revitalizando las comisiones internas.65 De hecho, estos
organismos de representatividad obrera recuperan un protagonismo como no habían
tenido desde 1960. En este sentido los conflictos comenzaron por iniciativa de los
movimientos reivindicativos lanzados por los propios trabajadores de las empresas,
al margen del liderazgo sindical nacional y con independencia de la intervención de
“agitadores externos”. De este modo, el activismo obrero recurría y recreaba nuevas
instancias u organismos de participación. Uno de estos eran las “comisiones de
reclamos”. En ellas numerosos activistas de izquierda elegían “conducciones
paralelas” a los delegados avalados por el sindicato. Otra instancia de
63 64

Torre, op. cit., 78. Peralta Ramos, op. cit., 432. 65 De Riz, op. cit., 95.
“doble poder” que también se empleó fue la designación de delegados paritarios.
Estos, en las grandes fábricas, se encargaban de integrar junto con los delegados
“oficiales” las conversaciones sobre los convenios colectivos. Estos organismos, al
igual que los “comité de lucha”, surgían al calor de la movilización. Su
reconocimiento era de facto, dado sobre todo por los propios trabajadores, más que
por los legos del gremio o del gobierno. En idéntico sentido, como observa Torre,
mientras que la lucha por el reconocimiento estuvo empantanada por la acción de la
burocracia, la asamblea general de empresa actuó como una estructura sindical
paralela encargada de formular los planteos laborales y de adoptar las medidas de
fuerza.66 Si bien la colaboración del Estado con la patronal y la burocracia
dificultó la llegada de tendencias izquierdistas a la conducción de seccionales, la
participación de las mismas en las comisiones internas experimentó un crecimiento
notable. Daniel De Santis describió cómo se conformó la comisión interna de
Propulsora Siderúrgica: “Al amanecer mateamos y la actividad continuó. Me vinieron
a ver el Turco Cherri y Roberto Lopresti. Me dicen: ‘Te buscamos toda la noche
porque queremos saber tu opinión. Creemos que al cuerpo de delegados y al
movimiento en su conjunto hay que darle una dirección centralizada. Los estatutos
establecen que para esta fábrica corresponde un comisión interna de cinco
compañeros, la cual tendría que estar integrada por nosotros dos de Montoneros, el
Pato Rave del Peronismo de Base, el Pampa Delaturi del Partido Comunista y vos del
Partido Revolucionario de los Trabajadores, ¿qué opinás?’. Les respondí que me
parecía bien. Pero, insisten, el problema es que no sabemos cómo hacer la
propuesta. Les respondo que: ‘es muy fácil, se convoca al cuerpo de delegados, se
hace la propuesta y se vota. Luego esta resolución se lleva a una asamblea como
propuesta del cuerpo de delegados’. En el curso de esa mañana se propuso y se
aprobó esta propuesta. La composición de la Comisión Interna representaba a los
compañeros que habíamos organizado el movimiento y a las fuerzas políticas
populares que existían en la fábrica. Dentro de la fábrica había gran actividad,
pero el aspecto más destacado era la realización permanente de asambleas para tomar
las decisiones, todo se discutía y resolvía colectivamente. Se inició así una rica
experiencia de democracia obrera la que con altibajos se mantuvo hasta marzo de
1976. Es necesario recalcar por qué por parte de la patronal, la burocracia y los
servicios se ha intentado ocultar y tergiversar esta situación. Fueron los
activistas encuadrados en las organizaciones revolucionarias los que impulsaron y
educaron

66

Torre, op. cit., 94.


a sus compañeros en la democracia obrera, ya que el sistema de explotación y la
burocracia no lo hacía.”67 A pesar del elevado nivel de conflictividad y del
crecimiento sostenido de la izquierda, en vida de Perón se pudo mantener un
relativo grado de unidad en el seno del peronismo y por ende la burguesía retuvo un
cierto control sobre las contradicciones que escindieron a la sociedad argentina.
Sin embargo, ese control fue cada vez más inestable. La muerte del general, desató
una sorda lucha por el poder entre el entorno de la presidente Isabel, dirigido por
el ministro López Rega, el sindicalismo, dirigido por Lorenzo Miguel y las
agrupaciones nucleadas en la Tendencia Revolucionaria hegemonizadas por Montoneros.
Quizás, lo más significativo del momento, era que las disputas tanto en el
peronismo y la izquierda como entre las propias organizaciones izquierdistas se
reproducían en un grado mucho menor a nivel de las bases obreras. Para muchos
trabajadores estas disputas eran incomprensibles, ya que se daban, en la práctica,
una cantidad importante de trabajos conjunto. Recuerda un Peronista de Base,
delegado en Transax (Córdoba): “Para nosotros no era importante ser peronista. Lo
importante era cambiar el sistema. Que los derechos del laburante... la gente
identificaba que las leyes del viejo Perón lo tutelaban en pleno. Con el tiempo se
aprende que la ley no tutela. Nos empezamos a llamar Peronistas de Base en la
fábrica: ‘nosotros somos peronistas de base’, decíamos. Porque había otros que se
decían peronistas, que eran residuos de la burocracia. Ellos nos pusieron Peronismo
de Base. Por ahí ellos conocían a los de Buenos Aires. Eramos como diez activistas
que se decían todos peronistas. Y los otros decían que no éramos peronistas, sobre
todo a mí. En la carrera por ser más peronista nos decían ‘sos peronista de base’ y
yo decía que sí, porque yo soy obrero. Montoneros no había. Los del PB éramos
cuatro delegados. PRT sí había, simpatizantes tenían. Creo que tenían un delegado,
y le pasaban la Estrella Roja. El PCR tenía tres o cuatro delegados, era lo que más
había. Éramos un grupo de fierro en Transax. En dos años hicimos un quilombo.
Hacíamos cosas por la libre. La Comisión Interna eran Mondino del PB, otro
compañero de PB y uno del PCR. Íbamos a todas las fábricas a transmitir la
experiencia de Transax y a organizar el cuerpo de delegados. Se revolucionó el
cuerpo de delegado, todos quién más quién menos pertenecían a algún grupo de
izquierda. Y se ganó la fábrica hacia 1972. Me eligieron delegado por

67

Daniel De Santis, “Testimonio y memoria. La lucha obrera en Propulsora Siderúrgica


(1974-1975)”. Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política 5 (Buenos Aires:
AECS, noviembre 1997), pág. 125.
80% del voto. A Mondino siempre lo tuve por peronista. Supe que era radical cuando
caímos presos.”68 En síntesis, observamos que los meses que precedieron a la muerte
de Perón evidenciaron el resquebrajamiento de su proyecto de poder. A su vez, el
Pacto Social también había significado un alto costo para la cúpula sindical. De
hecho, el sindicalismo no podía cejar en su lucha por la redistribución del ingreso
sin pagar el precio de ver recortados sus recursos de poder. Durante muchos años,
el general logró subordinar a los sindicalistas a su proyecto, tanto por su peso
político como por la amenaza de reemplazarlos con la izquierda peronista como
aliados políticos fundamentales. Si Perón estuvo consciente de necesitarlos, ellos
estuvieron aún más conscientes de que su poder, en un momento tan difícil y
complejo, dependía de la legitimación que les podía otorgar el viejo caudillo. En
su última gestión presidencial, Perón lanzó una guerra de guerrillas sobre la
izquierda y la Tendencia Revolucionaria del peronismo. La Alianza Anticomunista
Argentina (Tres A) junto con otras fuerzas parapoliciales, digitadas desde el
Ministerio de Bienestar Social, lanzaron una campaña de asesinatos y terrorismo
dirigidos, sobre todo, a cortar los nexos entre los revolucionarios y el movimiento
de masas. Así, activistas y delegados de fábrica, abogados, parlamentarios
revolucionarios e intelectuales comprometidos se convirtieron en blanco del
accionar gubernamental. La respuesta del conjunto de la izquierda adoleció de
inexperiencia ante una coyuntura tan compleja. El PRT-ERP respondió profundizando
su accionar militar, con ataques a cuarteles militares, una guerrilla en el monte
tucumano y numerosos ataques menores planteando un nivel de enfrentamiento para el
que no estaban preparados ni la sociedad ni el conjunto de la izquierda.69 Por su
parte, el PST se refugió en el trabajo sindical y reivindicativo, criticando
duramente a la guerrilla. Por su parte, el PCR se volcaba cada vez más a una
política nacionalista y sectaria que tomaba como blanco principal al resto de la
izquierda. Y el PCA enfatizaba sus características de partido reformista
tradicional, denunciando a la “subversión” y alejándose de la conflictividad social
en aras de mantener la legalidad. La falta de unidad entre las distintas
organizaciones, basada en diferencias tácticas, estratégicas y de caracterización
de la coyuntura, dificultaron una respuesta adecuada al terrorismo de Estado. A
pesar de todo, la conflictividad social se fue agudizando, aún en vida de Perón.
Con su fallecimiento, el primero de julio de 1974, la burguesía perdió una de las
principales
68 69

Entrevista con Mario, Buenos Aires 28 de febrero de 1994. Para esto tampoco estaba
preparado el PRT-ERP, puesto que cada ataque a un cuartel implicaba numerosas bajas
y problemas con los aliados políticos de la organización.
vallas de contención a la radicalización del movimiento de masas. Como consecuencia
extremó los intentos represivos por eliminar a las tendencias de izquierda y
combativas en la clase obrera. Esto último no fue fácil. La oposición gremial era
representativa de sus bases. René Salamanca, por ejemplo, acababa de ser reelecto
al frente del SMATA de Córdoba por el 52% del voto.70 En Luz y Fuerza, Tosco venía
triunfando desde 1962 y en la última elección había recibido el 64% del voto.71 Sin
embargo, entre agosto y octubre de 1974, los principales sindicatos independientes
o liderazgos gremiales disidentes fueron eliminados. El SMATA de Córdoba; el
sindicato gráfico, con Ongaro a la cabeza; Luz y Fuerza de Córdoba; y FOETRA de
Buenos Aires, cuyo secretario general era Julio Guillán, fueron todos afectados por
expulsiones o intervenciones.72 Asimismo, la represión, que nunca había cejado
durante el período democrático, se extendió en forma acelerada. Docenas de
militantes y activistas de izquierda eran encarcelados o muertos diariamente.
Además de la terrible pérdida humana, esto implicaba que numerosos izquierdistas
tenían que pasar a la clandestinidad consumiendo muchos de los escasos recursos y
dificultando el nexo con el movimiento de masas. Los trabajadores respondieron con
nuevas formas de lucha. A principios de 1975 se desató un ola de ausentismo que
llegó a un 20% de la fuerza laboral, convirtiéndose en un canal alternativo de
expresión del descontento.73 Los conflictos fabriles, que habían disminuido entre
noviembre de 1974 y marzo de 1975, como consecuencia de la nueva legislación
represiva, comenzaron a aumentar. El sindicalismo combativo y la militancia de
izquierda intentaron canalizar el descontento. Una de las instancias más
importantes de la fusión entre la izquierda y la clase obrera fue el caso de la UOM
Villa Constitución. Después de varios años de trabajo político y sindical en la
zona se logró conformar la Lista Marrón, que salió triunfante en la elecciones de
la seccional en 1974. En ella confluían una cantidad importante de militantes de
organizaciones de izquierda, incluyendo a Vanguardia Comunista, al PRT-ERP y a
Poder Obrero. La reacción de la burocracia, la patronal y el Estado no se hizo
esperar. A partir del 20 de marzo de 1975 se desató una oleada represiva sobre la
zona con la detención de gran parte de la conducción gremial; no obstante, la clase
obrera de Villa Constitución se lanzó a la huelga enfrentando la represión. A pesar
de lo denodado de la lucha, los trabajadores fueron derrotados. Como observa Andrea
Andújar:
70

Jorge Winter, "René Salamanca", Hechos y protagonistas de las luchas obreras


argentinas (Buenos Aires: Ed. Experiencia, 1985), pág. 31. 71 Roldán, op. cit.,
168. 72 Senén González, op. cit., 28. De Riz, op. cit., 121. 73 Torre, op. cit.,
119.
“El 19 de mayo de 1975 la clase obrera de Villa Constitución salía derrotada de la
huelga iniciada dos meses antes. Sin embargo, el enfrentamiento mantenido por los
trabajadores con el aparato represivo estatal, la burguesía y la burocracia
sindical había comenzado mucho tiempo antes. […] Algunos autores han sostenido que
Villa Constitución fue ‘[...] el último enclave, donde en ese período, se manifestó
el clasismo [...]’. Un movimiento de carácter clasista es aquel que cuestiona la
estructura de poder de la sociedad --las relaciones de clase--, reconociendo la
existencia de contradicciones antagónicas entre la clase obrera y la burguesía. Los
trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución pusieron en cuestión la estructura
verticalizada del poder sindical. Generaron un movimiento que, plasmado en la Lista
Marrón, se basó en la democratización de la estructura gremial a partir de la
participación, organización y movilización de las bases. El nivel de combatividad
de los obreros villenses fue tan elevado que posibilitó disputar y obtener el
control de una de las seccionales del gremio cuya incidencia política y
preeminencia sindical era indiscutible: la Unión Obrera Metalúrgica. A esto se debe
agregar otro elemento: ni Alberto Piccinini ni el Secretario General de la Regional
de Villa Constitución de la CGT, Tito Martín, provenían del peronismo. Por el
contrario, ambos dirigentes eran de extracción ideológica de izquierda. Esto no
implicaba que los trabajadores de Villa Constitución hubieran renegado de su
ideología peronista. Pero sí demostraba que el peronismo ya no daba las respuestas
que las bases obreras demandaban y no podía controlar como antaño los canales por
los cuales esas demandas se expresaban, si bien esta crisis de legitimidad, al
menos en el nivel sindical, se manifestaba de formas totalmente contradictorias.
“Este proceso fue sumamente importante e inquietante para la burocracia sindical y
la patronal metalúrgica de Villa Constitución. Pero sería un error confundirlo con
un movimiento orientado a la destrucción de las relaciones de explotación. La Lista
Marrón se declaraba en su programa como antipatronal. Pero ello no significaba el
cuestionamiento de la existencia de la patronal. De hecho, lo que los trabajadores
pretendían era mejorar su condición de tales a través de mayores salarios y mejores
condiciones de trabajo. Sin embargo, en tanto la conciencia de clase está ligada a
la experiencia y ésta, a su vez, a las prácticas de lucha, también sería erróneo
suponer que la represión que se desató sobre ellos fue producto del pedido de ‘una
ambulancia y un policlínico’. En ese sentido cabe señalar que así como no existen
movimientos clasistas ‘puros’, los movimientos combativos tampoco constituyen
fenómenos homogéneos. En su seno encierran también demandas conflictuales diversas
y elementos de la lucha de clases que atacan al modo capitalista como tal. A lo
largo de este proceso, los trabajadores de Villa Constitución desarrollaron algunos
de estos elementos. Las tomas de fábrica, los planteos de control obrero del
anteproyecto para las paritarias, la aparición de agrupaciones obreras que se
reivindicaban clasistas, eran sintomáticas en cuanto al avance del carácter de las
reivindicaciones y las luchas. La nacionalización del conflicto conscientemente por
los activistas de la UOM-VC y el intento de realizar alianzas con las tendencias
sindicales más definidas ideológicamente en su enfrentamiento con el sistema
capitalista (Luz y Fuerza y SMATA Córdoba, por ejemplo), eran indicadores de la
crisis de representatividad del peronismo y por lo tanto, del fracaso en el intento
de generar una hegemonía perdurable por parte de la clase dominante que tuviera a
éste como interlocutor válido. […] La represión desatada sobre los trabajadores de
Villa Constitución fue no solamente para destruir lo existente, sino que también
tuvo un carácter preventivo. La conciencia de la clase obrera villense no era
revolucionaria. Pero su nivel de combatividad y sus reservas organizativas
(demostradas luego de la detención de sus dirigentes sindicales el 20 de marzo de
1975), a lo cual se sumaba la presencia de las organizaciones de izquierda y
progresistas, la tornaban peligrosamente indisciplinada ante el capital. Esta
situación cobra aún más relevancia si se toma en cuenta que los obreros de Villa
Constitución ocupaban un lugar estratégico en el aparato productivo nacional. Y a
ello puede agregarse que ‘[...] la dirección socialista de un proceso se mide más
por las posibilidades objetivas que tenga el mismo de alentar la movilización
existentes en el interior de las masas explotadas por el sistema capitalista
dependiente, que por la perfección de los programas o la prolijidad de los métodos
de organización’.”74 La derechización del gobierno, orientada con creciente
influencia por el ministro de Bienestar Social, se manifestó en diferentes planos
de su conducción. En lo económico, el “Pacto Social” resultó insuficiente para la
burguesía monopólica. La caída del ministro Gelbard, en octubre de 1974, llevó a
una sucesión de figuras al frente de la cartera de Hacienda. Con oscilaciones, la
política ministerial implicó una reedición de las políticas económicas de Frondizi
y de Onganía. Así, el Ministro Celestino Rodrigo, hombre de confianza de López
Rega, anunció al asumir en junio de 1975 un “tratamiento de shock” para la economía
argentina. El peso se devaluó en un 100%; las alzas de combustible alcanzaron en el
caso de la gasolina un 174%, las de tarifas eléctricas un 40%, el gas doméstico un
50% y el transporte ferroviario hasta un 120%.75 Esto desató conflictos en
numerosos gremios con ocupaciones de fábrica y movilizaciones a través del mes.

74

Andrea Andújar. “Combates y experiencias. Las luchas obreras en Villa Constitución


(1974-1975)”. Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política 6 (Buenos Aires:
AECS, abril 1998), págs. 138-140. 75 Anzorena, op. cit., 341.
Negociando por su cuenta la UOM y la AOT obtuvieron de las patronales aumentos de
130 y 125% cada uno, que el Ministro de Economía rehusó homologar.76 Paralelo a
ello, durante todo ese mes, se vivía en numerosas fábricas de Córdoba, Rosario, La
Plata, Capital Federal y Gran Buenos Aires un fuerte estado de asamblea y de
agitación con paros, abandonos de los lugares de trabajo y movilizaciones a los
sindicatos de las seccionales locales. Primero, fue la paralización de las
paritarias y luego, el rechazo de la homologación de los aumentos, provocaron la
formación de las Coordinadoras de Gremios en Lucha. Estos organismos zonales fueron
los que encabezaron y lanzaron la movilización contra el plan del gobierno.
Mientras los líderes sindicales hacían una última tentativa para evitar la
confrontación, miles de trabajadores comenzaron a abandonar sus fábricas y
talleres. La Coordinadora de Zona Norte de Buenos Aires organizó una marcha de
15.000 obreros que fue interceptada por la policía.77 La de Zona Sur llevó a miles
de obreros metalúrgicos, mecánicos y textiles hasta la Plaza de Mayo.78 En tanto,
en Mendoza, manifestaron 1500 metalúrgicos encabezados por la UOM, la CGT y la “62”
locales junto con los empleados de comercio.79 El 27 de junio de 1975, más de
100.000 personas se congregaron bajo la lluvia frente a la casa de gobierno
reclamando la renuncia de Rodrigo y López Rega.80 A principios de julio, cesaron
sus labores metalúrgicos, mecánicos, textiles, ferroviarios, bancarios, judiciales,
empleados administrativos nacionales y provinciales, maestros, obreros de la
construcción. El 7 de julio, la CGT ante la presión de las bases declaró una huelga
general de 48 horas; la primera realizada bajo un gobierno peronista. A treinta y
siete horas de iniciada la medida de fuerza, la CGT levantó la misma al conocerse
la resolución del Poder Ejecutivo que homologaba las paritarias.81 El triunfo
continuó con las renuncias de Rodrigo y López Rega; este último fue enviado fuera
del país. En términos de experiencias, lo más importante del período fue el
nacimiento de las coordinadoras. Las más conocidas fueron las del Gran Buenos
Aires, aunque también existieron en zonas del interior como Córdoba y San Lorenzo.
Las coordinadoras representaron el punto máximo de enfrentamiento a que se había
llegado contra el gobierno de Isabel.82 Las mismas nucleaban a importantes
comisiones internas, delegados y activistas
76 77

Senén González, op. cit., 90 y La Opinión, 29 de junio de 1975 Anzorena, op. cit.,
341 y La Opinión, 17 de junio de 1975. 78 Entrevista con Lucio (Quilmes, 17 de mayo
de 1988). 79 La Opinión, 17 de junio de 1975. 80 Entrevista con Oscar (San
Fernando, 20 de agosto de 1991). Los relatos de los acontecimientos se encuentran
en: Ultima Hora, 27 de junio de 1975; La Razón, 27 de junio de 1975; La Opinión, 28
de junio de 1975; entre otros medios periodísticos. 81 Mario Baizán y Silvia
Mercado. Oscar Smith: El sindicalismo peronista ante sus límites. (Buenos Aires:
Puntosur, 1987), pág. 63 82 Esta generó una fuerte preocupación para la burguesía y
sus políticos. Todos los analistas periodísticos comentaban esta situación. En
otros, Rodolfo Terragno observaba: “...el país vive [...] en ‘estado de
desobediencia civil colectiva’. La disciplina de trabajo y la productividad se han
resentido tan marcada como
opuestos a las direcciones de sus respectivos gremios. La mayoría de estos
participantes pertenecían a la izquierda y a la JTP. Las características centrales
de las coordinadoras fueron su democracia obrera y su alto nivel de combatividad y
de organización.83 El testimonio de un activista obrero de Política Obrera
recuerda: “Las coordinadoras es algo que fue surgiendo naturalmente. Ante el hecho
que la burocracia sindical sistemáticamente boicoteaba y obstruía el movimiento, la
gente rápidamente hace experiencia y se empieza a dar la coordinación del
activismo. Primero entre las fábricas del mismo gremio y después se hace más
general. El eje allá [en La Plata] lo hacen las fábricas metalúrgicas.”84 Las
coordinadoras tuvieron su apogeo durante los acontecimientos de junio y julio.
Después, durante el segundo semestre de 1975, su actividad se redujo aunque,
mantuvieron los rasgos antes citados, sobre todo porque fueron un blanco predilecto
de la represión. Uno de los obreros del PST que participaba de las reuniones de la
Coordinadora de zona norte del Gran Buenos Aires recuerda: “P: ¿A los trabajadores
se les informaba cuando hacían las reuniones? R: Había una política. Se sacaba
algún tipo de boletín. Se hizo un tiempo. Los boletines los imprimían en el
sindicato de los ceramistas en Villa Adelina. Se utilizaba mucho lo que tenía el
sindicato. Estaban bastante al servicio de la coordinadora [...] P: ¿Duraban muchas
las reuniones de la coordinadora? R: Y duraban. Se hacían a la tarde generalmente.
Cada uno traía, te diría que los sectores traían las posiciones elaboradas. P:
¿Participaban mujeres? R: Participaban. Había mujeres que dirigían. P: ¿En qué
fábrica? R: Y Squibb dirigía, no me acuerdo si Cristina se llamaba. Una compañera
que dirigía, que era de Squibb. Era montonera [....] había mujeres que
participaban, iban algunas compañeras que iban a escuchar. P: ¿Había compañeros que
iban a escuchar? R: Que participaban, algunos iban. Con los grupos que llevaban
[barra], generalmente muy ligada a la dirección. A los compañeros de dirección
[...] se hacía con barra o cuando había que tomar algunas decisiones importantes se
hacía con barra. Para que participaran muchos más compañeros.
explicablemente. La presión de las bases está empujando a las dirigencias
sindicales, y en junio, puso a la CGT en la obligación de adherirse a un paro ya
declarado, en los hechos, por sus representados...” Revista Confirmado, agosto de
1975. 83 Durante 1974 surgió un intento de coordinación entre diferentes secionales
de sindicatos como la F.G.B, la FOTIA, Luz y Fuerza y SMATA (ambas de Córdoba), ATE
(Rosario) y la UOM (Villa Constitución). Las nuevas coordinadoras fueron
completamente distintas, sin lazos orgánicos con las anteriores. 84 Entrevista con
Pata (La Plata, 7 de julio de 1988).
P: ¿La barra no votaba? R: No. Después el último período se hacía solo... porque
eso creaba... era bastante complicado para tomar algunas decisiones. Entonces hubo,
solamente había dos o tres compañeros de cada fábrica, de cada lugar. P: ¿Qué eran
esos compañeros delegados o activistas? R: No, no. La mayoría eran delegados porque
sino no se podía... ese era el problema. Si en verdad dirigís, si tomas una medida
la tenés que llevar adelante. En eso estaba la diferencia. Si tomabas alguna
medida, de algún tipo, se podía garantizar. Aunque fuese un paro de quince minutos.
Si vos no dirigís la fábrica por más buen activista que seas, lo podes hacer si el
conjunto de la gente está en hacerlo. Pero si no lo podés garantizar a través de
asambleas es medio complicado.” No obstante, como señaláramos su actividad tendió a
decaer tanto por las diferencias políticas entre las tendencias como por la
disminución de los niveles de conflictividad laboral. El mismo entrevistado
reflexiona sobre estos hechos: “...en ese momento se daba un proceso a nivel
nacional. Entonces las coordinadoras no son sólo, para mí, de lograr la solidaridad
que, por lo general, el trabajador la tiene. La solidaridad, en aportar algo, en
ayudar con algo, con víveres... Nosotros decimos la coordinación significa la
coordinación en la lucha para derrotar a la política de la patronal. Eso significa
la coordinación y en ese momento fue esa lucha. [...] Llegamos a un punto de
acuerdo, en que teníamos un objetivo común, que era enfrentar a la patronal en que
no aplicara esos planes, planteando unas reivindicaciones sindicales, si se quiere.
Y política también. Porque eran contra el gobierno. Pero, en la política había
grandes diferencias, la JTP daba apoyo al gobierno, ellos planteaban solamente las
reivindicaciones salariales. También había provocaciones. [...] Había un sector de
los montos que hacían una reunión separada [...] aparte, con bastante rechazo al
conjunto de la izquierda, una posición bastante dura [...] Había provocaciones,
decían ‘ustedes son zurdos’, ‘ni yanquis ni marxistas’... Esas posiciones que
tenían los montos que eran horribles. Eran bien de derecha. Esas eran las
diferencias profundas, parecería simple pero son muy profundas.”85 Las
coordinadoras volvieron a presentarse como opción sindical en las semanas previas
al golpe de estado de 1976. Durante esos días, las luchas contra las medidas
económicas del ministro Mondelli, las erigieron, de nuevo, en el centro de la
escena.86 El 24 de marzo y sus consecuencias interrumpieron las experiencias que
estaban llevando a cabo.

85 86

Entrevista con Oscar, San Fernando, 7 de febrero de 1999. Boletín de Informaciones


del PST, Nº 1, 16 de marzo de 1976.
Después de las jornadas de junio de 1975, el sucesor de Rodrigo en el ministerio
fue elegido con el apoyo de Lorenzo Miguel. La táctica de Antonio Cafiero, el nuevo
ministro, era tratar de descomprimir la situación a través de una indexación
general y gradual de los salarios, los precios y la tasa de cambio.87 Esta política
tuvo el mérito de evitar tensiones mayores, pero implicaba la impotencia del
gobierno para definir la lucha económico-social. Junto con una represión cada vez
más violenta y con la falta de alternativas políticas viables, las nuevas medidas
económicas contribuyeron a desacelerar el ritmo de los conflictos fabriles. Estos
pasaron de un promedio de 33 por mes entre julio y agosto de 1975, a 31,2 entre
septiembre y enero de 1976, a 17 mensuales entre febrero y marzo.88 Sin embargo,
esto no significó que los conflictos disminuyeran en intensidad. La demora en el
pago de los aumentos acordados, las nuevas demandas salariales y las disputas
intrasindicales hicieron que los conflictos fabriles fueran más largos y de más
difícil solución. El aumento en la cantidad de tomas de fábrica son testimonios
irrefutables de esta situación.89 Al mismo tiempo, la sangría entre los militantes
de izquierda era inmensa. Una cantidad importante de militantes habían sido
muertos, estaban presos o habían pasado a la clandestinidad. Para casi todas las
organizaciones se planteaba el dilema de retirar a sus militantes de los lugares de
trabajo, puesto que si no lo hacían podía costarles la vida. El siguiente relato
refleja cómo la represión peronista produjo la desestructuración en las fábricas:
“Tres veces intentan echarme y la tercera lo logran...de alguna manera lo logran.
Empieza la cosa con la triple A, agosto del ‘75, a los compañeros de La Plata,
cuando los matan. A partir de ahí, la línea del partido [el PST] es que los
compañeros del partido que están bastante jugados en la fábrica es la de irse. Yo
me tengo que ir. Me acuerdo que le planteo al burócrata a ver si me daba permiso
gremial por un tiempo, a ver que pasaba. Me dice: ‘pero si... Barrita, ándate
tranquilo, con vos no hay ningún problema te damos permiso gremial’. Claro, al otro
día me llegó el telegrama... desde ya. Me acuerdo que mi viejo va a hacer un lío en
el sindicato, porque yo le cuento al viejo todo lo que pasaba, bueno me tengo que
ir, me acuerdo que me fui a Azul mis viejos eran de ahí entonces me guardo unos
quince días allá y en ese lapso de dos, tres días, me mandan el telegrama, mi viejo
por su trayectoria en Berisso un tipo muy conocido, conocía a muchos dirigentes y
entonces a defender al hijo.., ahí se termina todo.”90

87 88

Pablo Kandel y Mario Monteverde. Entorno y caída. (Buenos Aires: Planeta, 1976).
Pág. 95. Torre, op. cit., 63. 89 La cantidad de conflictos que incluyeron la toma
de la fábrica tuvo la siguiente secuencia: Julio-Agosto 1975, 4%; Sep. 1975-Enero
1976, 9%; Feb.-Marzo 1976, 7%. Torre, op. cit., 63. 90 Entrevista con Barrita,
Buenos Aires 18 de julio de 1998.
Por otro lado, la lucha entre el peronismo y la izquierda había llegado al punto
que la tensiones se traducían en una fragmentación de la conflictividad obrera.91
Esto significaba una agudización del macartismo, pero también que había numerosos
sectores que estaban llegando a un quiebre con el peronismo: es lo que parecería
indicar la experiencia de las coordinadoras e inclusive el alejamiento de
Montoneros del movimiento.92 Llegado a este punto, el deterioro del gobierno de
Isabel se hizo total. La conflictividad obrera acentuó la incapacidad gubernamental
para implementar un plan que pudiera conciliar los encontrados intereses de las
distintas fracciones y resolver la crisis económica.93 La burocracia sindical,
único sustento del gobierno, se encontró con que carecía de respuestas para
afrontar la crisis. Acostumbrados a estar en la oposición, nunca manejaron bien el
dilema de ser sindicalistas y gobierno al mismo tiempo. Los dirigentes percibían
los problemas asociados con su participación en el poder. Por un lado, se
encontraban rebasados por las bases; por otro, en forma abierta, con el respaldo de
un gobierno desprestigiado a nivel popular. Como nunca antes, necesitaban del
Estado para enfrentar a la insurgencia izquierdista; sin embargo, también
necesitaban tomar distancia para poder aparentar que estaban al frente de los
reclamos y de la movilización. El crecimiento de la izquierda y de las
movilizaciones obreras había encontrado su límite en las jornadas del Rodrigazo.
Los meses posteriores vieron un reflujo en el movimiento de masas (si bien un
aumento en la violencia de enfrentamientos y conflictos fabriles) y un cansancio
muy grande en la población. A su vez, la izquierda intentó distintas propuestas que
no encontraron eco en el movimiento de masas. El PCA lanzó su propuesta de
“compromiso cívico-militar”, en la práctica llamando a una variante de golpe de
estado.94 En cambio, el PCR realizó el tránsito hacia la derecha y optó por
defender a la presidente, incluso atacando tanto a los Montoneros como a los
partidos de izquierda. El PRT-ERP llamó a una asamblea constituyente para reformar
la constitución. Por su parte, el
91

Pensamos que la clase no se fracturó, sino que la heterogeneidad política de la


misma junto con las disputas en los niveles de organización hicieron que la oleada
de conflictos fuera contradictoria y con tendencia a existir en cada lugar de
trabajo. Las coordinadoras intentaron brindar un nivel de coordinación (valga la
redundancia) a esta conflictividad, sin embargo tanto las contradicciones entre las
distintas tendencias políticas como la represión a los activistas dificultaron
esto. Un resultado fue que los conflictos descendieron en cantidad pero se tornaron
más violentos. Muchas de las huelgas realizadas después de julio de 1975 fueron
largas con tomas de fábrica y rehenes. 92 Es la época en la cual Montoneros plantea
que el peronismo es sucedido, históricamente, por el “montonerismo”. Si bien, esto
demuestra una gran cuota de soberbia y una mala caracterización del momento,
también refleja que entre la vanguardia obrera había fuertes presiones para romper,
de forma definitiva, con el peronismo. 93 En octubre de 1975 se aprobó la Ley de
Seguridad Nacional que efectivamente cercenaba el derecho de huelga. Esta fue una
de las razones por que descendió el total de conflictos mientras que aumentaba la
violencia de los mismos. 94 Véase: Declaración del Comité Central del Partido
Comunista, 9 de marzo de 1976.
PST, planteó la renuncia de Isabel e interinato de un diputado obrero designado por
un Congreso de Bases junto con la convocatoria a una asamblea constituyente.95
Mientras que otros sectores reclamaban adelantar las elecciones presidenciales. En
la práctica ninguna de estas propuestas concitó apoyo popular. De hecho, la
cantidad de propuestas disonantes, conflictivas entre sí, y de compleja aplicación
generaron confusión entre los trabajadores. El resultado fue que, sin una salida
positiva y clasista que uniera al conjunto de las fuerzas anticapitalistas, la
clase obrera acusó muestras de cansancio y de desmovilización. Se había llegado a
una situación en la cual el gobierno se había desgastado y no ejercía poder, el
capitalismo estaba desprestigiado antes amplias capas de la población, pero no
existía una acumulación de fuerzas ni una unidad entre los revolucionarios que
plantearan una alternativa viable.96 El deterioro de la situación y la inminencia
de un golpe de estado, que a fines de 1975 era un secreto a voces, llevó a muchos
burócratas sindicales a tratar de tomar distancia frente al gobierno. El ministro
de economía Antonio Cafiero renunció en enero de 1976 terminando la vinculación
directa entre los gremialistas y el gobierno. El sindicalismo se escindió en dos.
Por un lado, los verticalistas, liderados por Lorenzo Miguel, definían su apoyo al
gobierno. Por otro, los antiverticalistas, dirigidos por el caudillo metalúrgico y
gobernador de Buenos Aires, Victorio Calabró, insistían en apoyar el golpe de
estado.97 Por último, y ante la creciente incapacidad de controlar el movimiento de
masas por medios “normales”, el golpe militar se hizo inevitable, consumándose en
la madrugada del 24 de marzo de 1976. V. Uno de los elementos que subyacen a las
discusiones en torno a la izquierda, en la actualidad, tiene que ver con la
percepción, cuasi idealista, de que si la línea de tal o cual organización hubiera
sido otra entonces no hubiera ocurrido el golpe de 1976. Más allá de problemas
existenciales, como el opinar que la izquierda es la culpable del golpe, esta
visión tiene dos problemas. Por un lado, que a todas las tendencias políticas les
fue mal. Fueran éstas de izquierda, peronistas o radicales. La Argentina cambió
entre 1976 y 1999 hasta el punto que el panorama político actual sería
irreconocible hace 25 años. Pero más aún, esta visión no considera que el golpe se
dio no por los errores sino por los aciertos de la izquierda. Durante el período
examinado la izquierda creció en número, avanzó en
95 96

Comité Nacional del PST, 10 de octubre de 1975. También, habría que plantearse que,
si bien el Estado se encontraba rebasado por el movimiento de masas, hasta dónde la
sociedad civil argentina había sufrido un quiebre con sus expectativas en el
capitalismo. 97 Entre los antiverticalistas se contaban la Unión Obrera Molinera, o
los gremios de la Carne, Aguas Gaseosas, Municipales (COEMA), Papeleros, Navales.
Eran en total 40 organizaciones, con apoyo de 18 seccionales de la UOM. Senén
González, op. cit., 135.
experiencia y, sobre todo, profundizó sus vínculos con la clase obrera como nunca
antes en la historia argentina, incluyendo la década de 1930. Es inexplicable el
surgimiento del clasismo, del sindicalismo de liberación, las coordinadoras, la
oleada de luchas, la politización de los trabajadores, y el cuasi quiebre con el
peronismo si dejamos de lado la labor de la izquierda. En este sentido el golpe de
estado de 1976 puede ser concebido como un ataque a una clase obrera politizada por
la izquierda, y no por el peronismo. Así hizo falta reprimir a los trabajadores a
fin de desarrollar un nuevo modelo de acumulación, pero además para frenar el
crecimiento de tendencias revolucionarias. La clase obrera no sólo dificultaba el
desarrollo capitalista sino que avanzaba hacia encontrar su propia solución en
tanto clase revolucionaria. Si bien la izquierda tuvo muchos errores, también
generó grandes aciertos. Por un lado, los errores se debieron al sectarismo, a su
fragmentación, a su inexperiencia y a la juventud de la mayoría de sus nuevos
militantes; pero, por otro, la principal prueba de sus aciertos lo constituyó su
masificación. A pesar de los errores, la izquierda, durante los años de 1969-1976,
fue producto de la experiencia de la clase obrera y se desarrolló en profunda
ligazón con la misma. En este sentido, fue no sólo producto de su época, sino
también el nivel más alto que ha alcanzado la lucha de clases en la Argentina hasta
el día de hoy. Considerando que los ciclos de acción de masas son limitados en el
tiempo aunque los sindicatos y los partidos de trabajadores se desarrollan en los
momentos de auge, deben funcionar durante largos períodos en un ambiente conformado
por niveles bajos de actividad obrera.98 En esos momentos, los intentos de expandir
la lucha más allá de una esfera limitada en general no tienen éxito. En los
períodos de reflujo, el carácter restringido y minoritario de la actividad de la
clase obrera parece ser su estado natural y permanente. No figuran entre los
objetivos amplias ofensivas sobre los privilegios de los capitalistas ni, mucho
menos, la transición al socialismo. Por ende, la mayoría de los trabajadores
concluyen que deben aceptar las reglas del juego del sistema capitalista, en
particular el requisito de la rentabilidad como base del sistema. Es la aparente
incapacidad para desafiar la propiedad y el estado capitalista que forman la
necesaria, aunque insuficiente, condición para la amplia aceptación por la clase
del reformismo. O sea, de una visión del mundo que acepta el sistema de propiedad
capitalista como algo inmutable; pero, enfatiza en los intereses especiales de los
obreros dentro del mismo, sobre todo, el “derecho” de los trabajadores de recibir
una “proporción
98

Los conceptos vertidos en esta conclusión son desarrollados en profundidad por Leo
Panitch, Working Class Politics in Crisis. Essays on Labour and the State (Londres:
Verso, 1986); y Robert Brenner, "The Paradox of Social Democracy: the American
Case", en Mike Davis et al. The Year Left. An American Socialist Yearbook 1985
(Londres: Verso, 1985), pág. 41.
justa” del producto total. A su vez, dado que tiende a consolidarse en períodos
cuando sus organizaciones son --por momentos-- débiles, las estrategias reformistas
casi siempre requieren escasa o nula movilización de los trabajadores; haciendo
hincapié en huelgas simbólicas, en negociaciones institucionalizadas y,
principalmente, en el camino electoral. Imposibilitados para desarrollar la lucha
de clases en profundidad, los trabajadores buscan formas alternativas para defender
sus intereses. Sin embargo, el reformismo, como cualquier otra estrategia, sólo
puede obtener una amplia aceptación con la condición de que demuestre resultados
positivos. Por ende, aún con una mínima organización obrera, el reformismo es
atrayente en momentos de prosperidad porque en esos períodos la amenaza de una
limitada resistencia obrera puede obtener concesiones del capital. Puesto que
mantener la producción sin interrupciones es la prioridad, los capitalistas estarán
más dispuestos a hacer concesiones a los trabajadores. Esta contradicción se ve
superada en los momentos de auge de masas. Estos auges no surgen de la nada, son
producto del trabajo de años por parte de cientos de militantes y activistas
revolucionarios. En esos lapsos, durante los que aparentemente “no pasa nada”, se
va gestando la experiencia y acumulación de fuerzas necesarias que hacen posible el
auge. En los momentos de auge de las luchas es cuando la izquierda crece, surgen
nuevas formas de lucha y organización, y se tornan posibles los objetivos
revolucionarios. En la Argentina esto es lo que ha ocurrido entre 1955 y 1969. Por
un lado tenemos al vandorismo. Surgido a principios de la década de 1960, a raíz de
la expansión económica del desarrollismo frondizista y de las luchas obreras de la
Resistencia Peronista, el vandorismo se guió por la táctica “golpear para
negociar”. En épocas de expansión económica esto fue muy efectivo, convirtiendo a
los principales sindicatos vandoristas, metalúrgicos y Luz y Fuerza, en fuertes
organizaciones cuyos afiliados tenían los mejores convenios. A cambio de esto, los
dirigentes vandoristas garantizaban la paz gremial, purgando a los militantes
radicalizados y erigiéndose en una valla insalvable a todo conflicto no controlado
por la cúpula sindical. Durante ese período un alto porcentaje de trabajadores
aceptaban el vandorismo como lo único posible. Pero, por otro lado, se
desarrollaban luchas aparentemente sin éxito; los militantes y activistas de
izquierda desarrollaban una silenciosa tarea gris y cotidiana que fructificaría
años más tarde. La contracción económica junto con la represión iniciada durante la
dictadura del general Onganía, y esa labor de años de la izquierda, fueron los
elementos necesarios para el auge de masas iniciado en 1969. Las luchas sociales de
principios de la década de 1970 y el cuestionamiento desde la base por el clasismo
y la izquierda profundizaron el deterioro del vandorismo que no cumplió su función
como dique de contención al cuestionamiento
anticapitalista de la clase obrera. Fue el golpe de estado de 1976 el que impidió
tanto la maduración de la conciencia revolucionaria como la superación definitiva
del vandorismo por una clase obrera radicalizada. Los cambios en el modelo de
acumulación y la represión desatada entre 1976 y 199399 han significado retrocesos
organizativos para la clase obrera; aunque, al mismo tiempo abren el camino para
avances más sólidos y sostenidos que antes. Las tradicionales formas de
organización política y sindical de la izquierda en la Argentina se han agotado, al
igual que el vandorismo. Y no es sorprendente ya que fueron el producto de
condiciones y coyunturas históricas específicas, y sería poco dialéctico esperar
que cristalizaran en un modelo permanente. Esto no quiere decir que hayan
desaparecido, o que algunas de sus ideas y prácticas no se mantengan y continúen
siendo relevantes y efectivas en ciertas circunstancias. Significa que la clase
obrera está desarrollando nuevas formas y una nueva substancia como teoría y como
organización. Estamos ante una nueva fase del desarrollo obrero; la confusión y la
crisis que marca nuestra época sólo pueden ser vistas bajo esta luz. Sin perder de
vista el difícil proceso del desarrollo de la conciencia de los trabajadores
argentinos podemos plantear que hoy en día estamos viviendo no sólo los cambios y
la crisis que generan los desarrollos a nivel económico en la Argentina de los
últimos cuarenta años, sino también las transformaciones que se gestaron en la
conciencia de los trabajadores, sobre todo, entre 1969 y 1976. Casi a nivel
intuitivo aprehendieron los límites del estado capitalista, mientras se buscaba
promover el pensamiento sobre las estructuras democráticas necesarias para un
estado al servicio de los trabajadores. Reencontrarse con esta promesa y avanzar
más allá depende en gran parte, aunque no sólo, de la lucha de los trabajadores. A
su vez, significa la revitalización y reconstitución de una identidad política y
cultural de la clase obrera. Este proceso, complejo y arduo, implica no acomodar
--de manera pasiva-- la política a un fatalismo pragmático; sino más bien, lleva a
concentrarse en la inserción y la ayuda para ampliar y profundizar la experiencia
colectiva de los trabajadores, de la cual esa nueva identidad crece y se nutre. El
hecho de que las ocupaciones manuales tradicionales hayan declinado en números
relativos no significa que la explotación haya cambiado de carácter. La insistente
recomposición de clases efectuada bajo el capitalismo resalta la importancia de
este objetivo en una política de los trabajadores. En este sentido, en la coyuntura
histórica de fines del siglo XX, las lecciones que la experiencia de la década de
1970 dejó se convierten en la base de la recomposición de la autonomía de los
sindicatos así como también de otras organizaciones
99

Consideramos que fue en 1993 cuando todos los elementos del nuevo modelo de
acumulación se habían definido y consolidado. Véase Pablo Pozzi y Alejandro
Schneider. Combatiendo al capital. Crisis y recomposición de la clase obrera
argentina, 1983-1993, op. cit.
primarias que puedan llegar a expresar al trabajador colectivo, mientras avanzan en
la gestación de un proyecto político propio.

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