- Encienda el incienso. - Encienda la vela negra y piense en la mala costumbre a superar. - Encienda las velas 1, 2, 3 y 4 pensando cómo se desmorona la mala costumbre y como, finalmente, es derrotada. Luego diga las siguientes palabras:
(Salmo 26)
“Júzgame, ¡oh, Señor!,
porque he ofendido mi integridad: Confío en ti, Señor, por tanto no me desviaré. Examíname, pruébame del corazón a los pulmones, Señor. Porque tu amor está ante mis ojos, tu camino de verdad que lleva mis huellas. No me he sentado junto a personas vanas, ni me he unido a hipócritas: La asamblea de hombres enfermos que odio, a la que esquivo. Mis manos son inocentes, Señor, las lavaré y purificaré. Luego, iré ante tu altar sagrado y lo rodearé: Y, con voz agradecida, publicaré y declararé, y contaré todas tus enormes obras y cuán grandes y milagrosas son. La habitación de tu casa, Señor, que tanto he amado; si, en este lugar puedo disfrutar porque ahí mora tu honor. No junto mi alma con pecadores, y esa sangre será derramada: Aquellas manos que conspiran el mal, se llenarán de soborno y corrupción. Pero yo, llevaré delante mi integridad: redímeme, Señor, ten piedad de mí. Mis pies se apoyan en un lugar igual que una plaza fuerte: Como fiel del Eterno, bendíceme”.
Siéntese un cuarto de hora antes de apagar las velas; la negra primero.
Repita el ritual cada semana a la misma hora, pero, cada vez, mueva las velas blancas 2 o 3 unos centímetros hacia la vela negra. Prosiga semana tras semana hasta que las velas blancas toquen la negra.