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Diplomado

 en  intervención  social  con  la  comunidad  gitana  

MÓDULO 4. La igualdad de trato y la lucha contra la


discriminación.
Modelos de respuesta ante la diversidad cultural

TEMA 1. DEL RACISMO A LA DIVERSIDAD

Dr. D. José María Uribe Oyarbide


Departamento de Sociología y Trabajo Social
Universidad Pública de Navarra

Título  propio  Universidad  Pública  Navarra  en  convenio  con  Fundación  Secretariado  Gitano.  
Diplomado  en  intervención  social  con  la  comunidad  gitana  

ÍNDICE.  

1. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL RACISMO. 3


1.1. Racismo: Naturalización de las Diferencias. 4

1.2. Ciencias sociales y racismo. 6

1.3. Raza, racismo y radiación. 8

1.4. Del viejo al nuevo racismo. 8

1.5. Pero ¿qué hace falta para que haya racismo? 12

1.6. Prerrequisitos y desencadenantes del racismo. 14

2. CONTEXTOS DEL RACISMO CONTEMPORÁNEO. 16


2.1. Los espacios del racismo. 17

2.2. Vigencia de la racialización. 20

2.3. Conflictos de las relaciones racializadas. 21

3. BIBLIOGRAFÍA. 26

4. RECURSOS ELECTRÓNICOS DE INTERÉS. 28

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“El auge de las identidades, el comunitarismo, el nacionalismo contemporáneo,
el racismo de un cierto estilo, o las pasiones que estallan entre los intelectuales en
cuanto se pronuncian palabras tales como “diferencia cultural”, “multiculturalismo”.
“minorías”, no remiten a cuestiones completamente nuevas. Sin embargo, su
intensidad y su centralidad crecientes en la vida colectiva son indisociables de un
cambio de historicidad donde simultáneamente están cuestionadas la unidad y la
división del cuerpo social” (Wieviorka, 2009: 278)

1. La construcción social del racismo.

“El racismo consiste en caracterizar un conjunto humano mediante atributos


naturales asociados a su vez a características intelectuales y morales aplicables a
cada individuo relacionado con este conjunto y, a partir de ahí, adoptar algunas
prácticas de inferiorización y exclusión” ( Wieviorka, 2009:19)

El racismo no es un fenómeno del pasado, ni solo característico de la


sociedades menos desarrolladas o ancladas en un pasado colonial y primitivo. El
racismo está entre nosotros y constituye uno de los grandes desafíos del presente y
del futuro de Europa.

Algunas ideas para enmarcar la situación actual del mismo:

Para M. Wieviorka (2009) ”el racismo es un desafío que no hay que tratar ni
por exceso haciendo de él una plaga masiva o dramatizando los acontecimientos que
lo traducen, ni por defecto, banalizándolo o minimizándolo”

Autores clásicos en el análisis de las desigualdades en el ámbito del trabajo y


la producción material coinciden en destacar la discriminación racista como la nueva
rejilla para interpretar las relaciones sociales de la sociedades centrales en la
economía mundo globalizada: “el racismo está en progresión en nuestro mundo
contemporáneo porque cada vez mas se categoriza a la humanidad en diferentes tipos
o categorías y esa clasificación lleva a la jerarquía que conduce al racismo con gran
facilidad.” ( Balibar y Wallerstein ,1991)

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En España tan solo de una decena de años a esta parte comienza a estar el
racismo en la agenda política, y eso a pesar de la larga trayectoria de discriminación
y racismo clásico perpretado hacia la comunidad gitana e incluso hacia los
extranjeros venidos del norte de África. En el imaginario social parece que el
racismo sea sólo cuestión de la ultraderecha. Según la experta Teresa San Román
parecería que la reflexión sobre el racismo y la discriminación racialista todavía sólo
se manifiestan en la academia y que falta ponerlo en la arena política; en esa
añoranza de los hechos que ella rememora, queriendo que se pase de la academia y la
universidad a la realidad cotidiana de la trama social, censura a los académicos el
desinterés por los trabajos empíricos, es decir, por “salir a la calle a intentar
averiguar qué pasa, y si pasa lo que decíamos que pasaba” ( San Román, 1996:151).

Siguiendo a Gramsci, el problema fundamental para analizar el racismo es el


cotidiano acrítico del mismo (Crehan, 2004); esa interiorización que desde la
socialización cultural hemos asumido de la necesidad de la clasificación y la
jerarquización de la realidad en base a necesarios parámetros científicos,
normalmente de inspiración biológica, vale decir naturales.

1.1. Racismo: Naturalización de las Diferencias.

La cuestión del racismo entendido como el rechazo, persecución y violencia y


maltrato a otros tiene su origen según algunos autores (Chebel, d´Apollonia, 1998)
en un sistema explicativo jerarquizado con arreglo a criterios aristotélicos del valor
específico y relativo de cada pueblo o minoría. Tal sistema explicativo marcado por
encontrar un soporte en la Physis, en la fuerza de la naturaleza, al comportamiento
social habría inducido en la cultura occidental a una obsesión naturalista por la
clasificación de los seres vivos, que se habría extrapolado al mundo de los seres
humanos. De facto, el análisis histórico nos muestra que el trato desigual y la
consideración de superioridad o inferioridad hasta la modernidad, y sus aportaciones
desde la biología, tenían mas bien una base política o cultural. La diferencia venía de

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ser parte o no de un grupo pero no implicaba, no había, una jerarquía entre unos
grupos y otros, unos hombres y otros.

El racismo se basa en una representación simbólica, en la que se apele a la


raza o no, se habla de diferencias racializadas que se estima como invariables; en este
sentido el racismo puede proclamar la existencia de diferencias insalvables entre
grupos estereotipados vinculados o no a la raza, simplemente aludiendo a algún tipo
de esencialismo histórico cultural, eso sí, inalterable.

Las clasificaciones que Bufón y Linneo realizan en el siglo XVII ordenando y


caracterizando los diversos grupos humanos que se van descubriendo van a tener su
eco máximo en el siglo XIX con el éxito del concepto biológico de raza. En un
contexto científico y social caracterizado por la progresiva influencia del
darwinismo, la raza se convierte en la clave explicativa de la heterogeneidad
irreductible de la humanidad. Incluso los propios europeos empiezan a señalar y
matizar diferencias entre latinos o eslavos. Colette Guillaumin (1995) apunta a tres
ejes fundamentales para entender el éxito y fuerza con la que irrumpe la ideología
racista:

a) la constatación por parte de los ilustrados de la diversidad cultural y de la


unidad psíquica de la especie humana.

b) el desarrollo de ciencias como la biología, sociología y la antropología,


todas ellas ocupadas en la clasificación, ordenación y explicación de la diversidad,
tanto natural como humanas.

c) el auge y desarrollo de la tecnología industrial y del colonialismo.

Al construir la modernidad con sus logros técnicos-científicos y sus intereses


políticos y económicos, se construye un único espacio de encuentro y se fuerza una
relación de poder desigual que debe legitimarse encontrando en la ciencia, y mas en
concreto en la raza, su punto de apoyo.

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1.2. Ciencias sociales y racismo.

Rastrear el comienzo del interés o atención de las ciencias sociales sobre el


racismo nos hace poner la mirada en los años 20 del siglo XX alrededor de y ante la
descripción y caracterización del melting pot estadounidense así como la
construcción del antisemitismo del nazismo alemán en Europa. Hasta los año 60 sin
embargo va a quedar circunscrito el análisis de este proceso de marginación a un
ámbito académico muy especializado. La eclosión actual de interés y visibilidad de
la reflexión sobre los racismos de distinto tipo y consecuencias es fruto de los años
80 del siglo XX y mas específicamente de nuevas reivindicaciones identitarias fruto
bien de minorías nacionales que se sienten maltratadas, de grupos que reclaman el
reconocimiento de sus identidades y de colectivos culturales que por las migraciones
transnacionales fijan su residencia , regularizada o no, en países del norte ideológico
de la europa central y meridional y estados unidos de norteamérica.

Según L Dumont (1970) el racismo es fruto del individualismo que caracteriza


a nuestro modelo de sociedad occidental. “El racismo propiamente dicho, es decir, la
idea de una diferencia esencial, inscrita en la naturaleza misma de los grupos
humanos, o sea, en sus características físicas, no comienza realmente a difundirse
sino a finales del siglo XVIII y en el siguiente” ( Wieviorka, 2009: 24).

De un lado, la colonización y el imperialismo, del otro la nación y los


nacionalismos europeos, fuerzan que las clasificaciones raciales se elaboren en un
doble movimiento de expansión europea y de desarrollo de las identidades
nacionales. Estas remiten tanto a las razas mas o menos lejanas, definidas ante todo
por el color, como a la razas presentes en el suelo colonial.” En la raza, y en la
posible traducción en un elemento de identificación visible, se encuentra la respuesta
a una pérdida; o, alternativa y complementariamente, es la mera presencia de lo
diferente lo que explica la pérdida o la degeneración de la realidad noble europea
frente al ascenso de nuevas clase económicas y nuevas prácticas y pensamientos.

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El racismo encuentra un favorable caldo de cultivo en el positivismo científico
del siglo XIX. El positivismo ejerce una influencia bastante fuerte sobre los autores
que buscaban en las ciencias naturales la explicación de los procesos históricos o
políticos, lo que abre la vía a posturas explícitamente racistas. Desde la correlación
capacidad mental y forma craneal hasta el poligenismo de la especie humana que
postula distintos orígenes para la variantes humanas. A lo anterior se une una lectura
sesgada de las aportaciones de Darwin y nos encontramos ante los proyectos
eugenésicos – de mejora social por la manipulación o eliminación de característica
de orden morfológico y/o biológico- de las primeras décadas del siglo XX.

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1.3. Raza, racismo y radiación.

El postulado de un vínculo entre el comportamiento y las capacidades de un


individuo, su superioridad o inferioridad, y sus atributos naturales, es decir raciales,
constituye una denegación de la ciencia. Y entonces se puede hablar de razas sin
avalar el racismo e incluso combatiéndolo. Así es como el sociólogo Michel Banton
(1967) en los años sesenta y setenta del siglo XX, pudo abogar para que el racismo
desapareciera del utillaje conceptual de la sociología, mientras desarrollaba el
concepto de racialización para designar el uso de la raza como representación o
percepción , es decir, como categorización de algunas poblaciones por otras.

La propia biología en los 60 ya desautoriza el uso del concepto de raza:_”el


concepto de raza ha perdido cualquier valor operativo y no puede sino fijar nuestra
visión de una realidad incesantemente novedosa; el mecanismo de transmisión de la
vida afirma que cada individuo es único, que los individuos no pueden ser
jerarquizados y que la única riqueza es colectiva, está hecha de diversidad, todo lo
demás es ideología” (Jacobs, 1999)

1.4. Del viejo al nuevo racismo.

El racismo es propio de las sociedades modernas, individualistas, igualitarias


y universalistas. Todo un conjunto de filosofías, propuestas de reformas, y hallazgos
científicos tratan de reducir a claves orgánicas la explicación de la diferencia. Junto a
ello la idea de decadencia, de contaminación, es una constante que acompaña la
búsqueda de una taxonomía clara y definida que encuentre en la biología, en la
anatomía o en alguna marca empírica excusa para la evitación y la relación de poder.
El llamado racismo científico surge en el contexto de los procesos de colonización,
junto a los movimientos románticos y la utilización de ciertas aportaciones de la
ciencias sociales. Este racismo clásico se basaba en las diferencias biológicas que se
establecieron entre diferentes razas. Aunque este concepto de razas se desacredita
después de ciertos trabajos de la UNESCO, sin embargo el concepto de raza es

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reincidente en el discurso racista. Que científicamente no sea sostenible no evita que
se use y utilice en los medios de comunicación.

“Las razas no tienen un fundamento biológico sino que son relaciones de


grupos naturalizadas. En ese sentido no sólo existen sino que son (re)construidas
socialmente una y otra vez” (Wieviorka 2009: 97)

Esta ideología tan mecánica encuentra a partir de mediados del siglo XX


versiones alternativas; encuentra otros recursos que probar para, en ultima instancia,
mantener el problema de relación entre los diferentes. Siguiendo a Alfonso García
Martinez (2004) podemos hablar de:

-el racismo institucional que ve en las lógicas del funcionamiento


institucional la desigual adaptación de unos grupos y otros. Digamos que
nuestro modelo de institución está pensado para ciertos tipo de culturas y
grupos y no para otros. Unos podrán utilizarlas y se beneficiarán de ellas y
otros quedarán siempre en una posición de subalternidad. (Wieviorka, 2009)
El problema ya no es la existencia de doctrinas o de ideologías que apelan
mas o menos explícitamente a la ciencia, ni siquiera lo que piensa la gente o
los contenidos de los argumentos que utilizan eventualmente para justificar
sus actos racistas. El problema radica en el funcionamiento mismo de la
sociedad, de la cual el racismo constituye una característica estructural
inscrita en los mecanismos rutinarios que aseguran la dominación y la
minimización de las minorías , sin que nadie necesite teorizarlos o trate de
justificarlos mediante la ciencia.

“El racismo se presenta, por tanto, como un sistema generalizado de


discriminaciones que se alimentan o se informan unas a otras” (Wieviorka
2009:37)

Mas que de doctrinas e ideologías, el foco está presente en las prácticas


que aseguran la reproducción de la dominación. Distintas intenciones pueden
llevar a prácticas de facto racistas; al igual que el sexismo de nuestras
instituciones más allá de todas las declaraciones igualitaristas.

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Este racismo estructural puede tener a su vez dos tipos de
manifestaciones:

-un racismo manifiesto que se puede traducir en la idea de que hay base
genética para explicar la diferencia de unos frente a otros; o en su versión
menos acentuada, el mantenimiento de la distancia hacia el otro evitando el
contacto en la medida de lo posible

-un racismo tenue, entendido como forma de racismo menos detectable


que se ampara aparentemente en la defensa de los valores tradicionales
recelando de lo nuevo y exagerando el grado de las diferencias culturales

-el racismo cultural que parte de un supuesto relativismo extremo de las


culturas. En los años 80 en Gran Bretaña aparece el llamado con diferentes
nombres como “nuevo racismo”. Se marca así el paso de la inferioridad
biológica a la diferencia cultural como elemento de legitimación del discurso
racista. A partir de ese momento la argumentación racista ya no se funda en
ninguna jerarquía que coloque a unos por encima o con mas derechos que otros
sino sobre la diferencia. Ya no son los atributos naturales del grupo
“racializado” sino su cultura, su lengua y sus costumbres lo que justifica la
inferioridad y la exclusión. El nuevo racismo insiste en la amenaza que la
diferencia de ciertos grupos supone para la identidad del grupo dominante o
hablante. Según este punto de vista que da nuevo impulso al discurso y práctica
racista “cada comunidad, étnica o nacional, constituye una expresión particular
de la naturaleza humana, ni superior ni inferior, sino diferente “ (Wieviorka
2009:42).

El nuevo racismo del que se puede hablar como racismo cultural pasa de
la inferioridad biológica que legitima el trato y consideración desigual a la
diferencia cultural que ordena simbólicamente las diferentes tradiciones
culturales de los grupos-.

Si la lógica del racismo clásico era la pura jerarquización, universalista,


si se prefiere, que disuelve la raza en las relaciones sociales, hace del grupo

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caracterizado por la raza una clase social, una modalidad extrema del grupo
explotado, y de la cuestión de la raza en realidad una cuestión social, la lógica
que incorpora el nuevo racismo es una lógica de pura diferenciación que
tiende a rechazar los contactos y las relaciones sociales, remite a la imagen de
la exterioridad radical de los grupos humanos considerados, que en el límite no
tienen mayor espacio común donde desplegar la nueva relación, sea racista o
no. El nuevo racismo se basa en la inconmensurabilidad o imposibilidad de
comunicación e incompatibilidad entre los supuestos valores y características
culturales entre grupos”

El nuevo racismo ha substituido el referente biológico (las razas) de los


planteamientos racistas tradicionales por un referente sociológico como es la
cultura. Como señalan Balibar y W (1991) el racismo actual se inscribe en el
marco de un “racismo sin razas“; un racismo cuyo tema dominante no es la
herencia biológica, sino la irreductibilidad de las diferencias culturales. Un
racismo que a primera vista no postula la superioridad de determinados grupos
o pueblos respecto a otros, sino simplemente la nocividad de la desaparición de
las fronteras, la incompatibilidad de las forma de vida y de las tradiciones. Esto
es: lo que se ha podido llamar, con razón, un racismo diferencialista (Taguieff,
1988)”

Otra forma de abordar este giro en la estrategia discriminatoria ha sido


considerarla como fundamentalismo cultural (Stolcke, 1998). El
fundamentalismo cultural es una ideología de exclusión colectiva basada en la
idea del otro como extranjero, extraño al cuerpo político. En su núcleo la
igualdad política formal presupone una identidad cultural, y por tanto esa
igualdad cultural es un prerrequisito esencial para acceder a los derechos de
ciudadanía. En el fundamentalismo cultural, o sea, en la estrategia de segregar
espacialmente las culturas al no considerarlas equiparables, se basa en el
soporte ideológico de una supuesta constante antropológica en los seres
humanos: el comportamiento xenófobo. Superada la raza, se busca un rasgo
actitudinal entendido interesadamente como intrínseco a la especificidad
humana.
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La vinculación entre este fundamentalismo cultural y el anterior racismo
clásico de corte biologicista, parte de la base común de querer naturalizar la
tematización de las relaciones político económicas entre la culturas, desde una
postura eurocéntrica. La diferencia existente entre ambas es que mientras el
racismo científico validó la falacia biologicista de la jerarquía existente entre
clases/razas, el actual fundamentalismo cultural ha escondido esta misma
deriva biologicista bajo el argumento de una simetría antagónica entre las
diferentes culturas. En un caso, la igualada y la diferencia entre las distintas
culturas ha quedado expuesta a merced de una jerarquía biologicista, mientras
en otro, el caso del fundamentalismo cultural, ambos principios, jerarquía y
antagonismo, han quedado incorporados bajo el argumento de la pluralidad
cultural.

Estas nuevas versiones refuerzan la tesis de que el racismo moderno se


basa mas en la diferencia, esto es, en la inconmensurabilidad de las culturas,
que sobre la desigualdad; se aparta de las diferencias naturalizadas para
centrarse en la imposibilidad de intercambio entre culturas diferentes.

1.5. Pero ¿qué hace falta para que haya racismo?

Más allá de la defensa de la propia cultura, para que haya racismo hace falta
que exista la idea de que “nacemos en una cultura, y no de que ésta se puede adquirir,
hace falta que la cultura sea concebida como un atributo que remite al pasado en
común al cual algunos pertenecen y otros no, sin que se pueda producir realmente un
tránsito sin que haya inclusión”.

Taguieff (1988) plantea que el racismo clásico, científico, y el racismo


contemporáneo o cultural, son dos racismos diferenciados. El paso de uno a otro se
da a partir de los años 50 del siglo XX. El racismo clásico pretendía ser universalista
y estaba dominado por la jerarquía de razas. Se atribuía a los grupos un lugar en la
sociedad dentro de las relaciones de dependencia, tanto en la explotación colonial

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como en las desigualdades en la metrópoli. El nuevo racismo es diferencialista y
tiende a rechazar , a apartar y a negar lo diferente.

Frente a eso están los que piensan como Michel Wieviorka que lo que existe
son dos lógicas copresentes en cualquier práctica racista. Dos fórmulas de
jerarquización y diferenciación que podemos caracterizar. Una lógica de pura
jerarquización que disuelve la raza en las relaciones sociales y hace del grupo
caracterizado por la raza una clase social. La raza se convierte en cuestión social; el
racismo no es mas que un manifestación de una justificación de una forma de
explotación. El racismo se corresponde con un principio de inferiorización del grupo
racializado, que le convierte en un discriminador negativo. El grupo víctima puede
tener un lugar en la sociedad con la condición de dedicarse a las mas bajas tareas y
no visibilizarse.

Y una lógica de diferenciación que rechaza los contactos y las relaciones


sociales. Mientras haya distancia y separación no hay conflicto.

En definitiva, el racismo implica una voluntad de rechazo y exclusión. El


principio rector es la diferenciación.

Si la lógica de la discriminación negativa remite a los atributos naturales del


grupo, a como es; la lógica diferencialista pone el acento en las características
culturales del grupo racializado considerándolo una amenaza. De modo tal que si el
objetivo de la lógica anti-igualitaria es la discriminación y se mantiene en el marco
de las relaciones sociales, el de la lógica diferencialista es la segregación, buscando
mas la separación que la opresión”. Como insiste Wierkova et al (1992) el racismo
estabilizado como el del apartheid , por ejemplo, solo se produce si se suman ambas.

Esto implica que :

-donde predomina el principio de desigualdad y explotación la cuestión racista


parece disolverse en la cuestión social y,

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-donde solo existe distancia cultural, el espacio del racismo se encoge puesto
que se desvanece la amenaza suscitada por la presencia del grupo culturalmente
distinto.

En todo caso, en la práctica real el racismo en diferente grado, incluye a ambas


lógicas.

El racismo precisa de una condición en su base y es la naturalización de una


categoría social; como lo que tiene de condición o atributo no modificable al tener
que ver con la naturaleza del sujeto o del grupo y no con los logros o invenciones
socioculturales. Es la no posibilidad de cambio el apoyo nuclear del racismo, lo sea
con herramientas naturalistas (razas) o no (culturas)

La cristalización de ambas lógicas toma su reflejo extremo en el racismo


biologicista, ya mencionado, y en la xenofobia de corte mas cultural. Cabe así hablar,
aunque sea exagerando un tanto la separación de los conceptos, de un racismo sin
xenofobia (los gitanos como inferiores aunque nadie ponga en discusión que han sido
son y serán, por ejemplo, parte de nuestra historia europea desde hace siglos); y, en
sentido contrario, de una xenofobia sin racismo, como es el caso de la consideración
de los extranjeros como invasores, aunque puedan ser vistos como superiores (el
ejemplo de la americanizacion decadente o la europeización que acabe con los
valores nacionales españoles o de lo español)

1.6. Prerrequisitos y desencadenantes del racismo.

Como elementos necesarios para que el racismo pueda desarrollarse podemos


señalar dos tipos de factores previos: los psicológicos y los culturales. En relación a
los primeros cabría aquí mencionar todo el abanico de los prejuicios y estereotipos
raciales así como los mecanismos de búsqueda de chivos expiatorios que encuentran
en el otro el responsable de ciertos reveses. A ello se une la desconfianza ante lo
desconocido, constituyendo un abanico de procesos y mecanismos psicológicos que
aparecen con cierta facilidad en las sociedades ante lo nuevo o desconocido.

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No obstante los factores predisponentes necesitan de elementos que actúen de
catalizadores positivos como resortes de acción. Los elementos clásicos de este paso
del prejuicio y la ideología a la práctica se nuclean alrededor de factores económicos
y políticos. El objetivo de explotar al otro se legitima si le acompaña una necesidad
de racializarlo; marcando una distinción previa que da justificación a la diversidad en
el trato productivo (Gimenez, 2003). Asimismo, el reclamo a la identidad nacional o
a al riesgo para la integridad del Estado y sus logros son otras tantas estrategias
políticas que sirven de justificantes del paso del discurso a la práctica. O dicho con
mayor exactitud, hacer ver el carácter preformativo del discurso al constatar que la
difusión de ideas y mensajes condiciona y modifica las acciones de los actores
sociales segregando, apartando, negando y no considerando a los otros como iguales.

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2. Contextos del racismo contemporáneo.

Michel Wieviorka (2009) contextualiza la producción contemporánea del


racismo en torno a tres grandes registros sociales, institucionales y culturales: el fin
de la sociedad industrial, la crisis de las instituciones y el aumento de las identidades
culturales.

-el fin de la sociedad industrial.

En los años 60 la crisis del sistema industrial hace que el crecimiento


económico se ralentice y se agudicen los fenómenos de disolución social con el
incremento del paro, de la precarización y de la exclusión social. La pérdida de
referente del modelo laboral genera ambigüedad. La ambigüedad y la incertidumbre
genera sospecha sobre el diferente, sobre el otro. No obstante no hay que creer en el
racismo como algo sólo creado por la crisis; la relación es biunívoca, el deterioro de
las relaciones sociales suele acabar derivando en crisis institucional relacional y
económica.

“Más que de causa y efecto habría que hablar de acción recíproca de la crisis y
del racismo en la coyuntura: es decir, hay que calificar y especificar la crisis social
como crisis racista, investigar sobre las características del racismo de crisis que
aparece en un momento dado en una formación social determinada”. (Balibar y
Wallerstein, 1991: 80)

- La crisis de las instituciones, sobre todo de la escuela y los servicios


públicos.

Pero la crisis también afecta a las instituciones responsables de la seguridad


social y de la solidaridad que tienen que abordar realidades nuevas y diversas en
medio de la escasez de personal y de recursos financieros y sin la preparación
adecuada, lo que lleva a la pérdida de la noción de servicio público y a la posible
denostación de los empleados de estos servicios.

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- El aumento de las identidades culturales.

Una de las manifestaciones mas notoria es el incremento de las corrientes


xenófobas y racistas. Las identidades culturales ante la presión de la globalización y
el incremento de la incertidumbre laboral y/o institucional se multiplican: son
susceptibles de provocar en todas partes tensiones culturales o intercomunitarias que
derivan fácilmente en racismo de tipo diferencialista.

2.1. Los espacios del racismo.

La modernidad incluirá pues las referencias al progreso y a la razón, postulados


por los ilustrados, pero también supone elementos tales como la subjetividad y la
identidad nacional. Parece que la modernidad presente en un doble nivel, con una
doble cara, la del progreso y la razón y la que alude a la subjetividad de la cultura de
la identidad y de la nación (Touraine, 1997).

Wievorka (2009) vincula racismo y modernidad, al situarlo como uno de los


frutos de la existencia del Estado Nación que hace u obliga a vivir juntos en un
mismo espacio jurídico y político a grupos diferentes.

Universalismo

Racismo Racismo antimoderno


Universalista

Modernidad Identidad
Individualista comunitaria

Racismo de Racismo interétnico


exclusión

Diferencialismo

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Esta organización de un producto colectivo como el Estado Nación en una
sociedad de marcado énfasis individualista hace moverse a los individuos y a los
grupos entre la identificación global con todos los otros como yoes potenciales y la
afirmación defensiva del mantenimiento de lo propio so pena de disolución en un
mundo globalizado.

Wieviorka construye el mapa de su territorio en base a dos ejes: un eje


horizontal que va de la modernidad individualista hasta la nueva subordinación a la
identidad colectiva del grupo; y un eje vertical que tiene como extremos el
universalismo y el diferencialismo.

Desde ahí se construyen cuatro tipos ideales o tipos puros sociológicos del
racismo.

- el racismo universalista.

Vinculado a la modernidad, todo obstáculo que se levante en el camino de la


inclusión en la modernidad por parte de aquellos que se supone que se van a
beneficiar es susceptible de ser combatido con categorías raciales que permitirán a la
vez denunciar el oscurantismo, destruir las resistencias mas sistemáticas de unos y
justificar la explotación de otros, precio que cabe pagar por estos últimos para una
entrada por abajo en el mundo moderno. Se busca una nación universal. El
colonialismo de la mano del evolucionismo ha representado este tipo de racismo; se
pretendía, y de ahí su universalismo, integrar en la modernidad a los pueblos a los
que afecta, y disolverlos allí por asimilación asegurando a cada persona un trato
individual, igualitario, el de los derechos del hombre y del ciudadano”.

-el racismo de la exclusión social.

Este es un racismo fruto de la dinámica de nuestro modo de vida moderno cada


vez con mas espacios y mayor número de interacciones ente personas pertenecientes
a grupos diferenciados. Este racismo ve el peligro en los otros, cuanto mas similares
socialmente mas, pues se les ve como potenciales y directos competidores: “el racista
aquí es el que pierde su estatuto o su posición social o teme perderlas, o quiere

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protegerse de los riesgos de la caída. Su racismo aquí apunta prioritariamente a
aquellos que están más próximos socialmente” (Wieviorka 2009:55)

El racista se alimenta de una representación inversa del grupo apuntado: para él


el otro está ganando puntos mientras él se ve a sí mismo en plena caída o se siente
singularmente amenazado. “Este racismo no es un rechazo de la modernidad, sino un
rechazo a ser expulsado de ella, que se revuelve contra los grupos acusados de
penetrar en ella” (Wieviorka, 2009:56). El racista construye su identidad pensando en
un porvenir modernizador solo alcanzable hundiendo sus raíces en el pasado.

- El racismo antimoderno.

Suele ser una manifestación del nacionalismo que se ve amenazado en su


identidad étnica o religiosa. Se suma casi siempre una cierta duda sobre la
vinculación con una posible situación de exclusión como fruto de esa modernidad
antitradicional que amenaza las bases identitarias de la comunidad imaginada
nacionalista. Esta oposición implica preservar una identidad que puede perderse ante
lo moderno y se traduce en un repliegue sobre si mismos dando lugar en muchas
ocasiones a fundamentalismos varios, no solo y exclusivamente religioso, también
políticos y/o culturales.

-El racismo interétnico.

“Corresponde a actitudes y conductas desplegadas en nombre de una identidad


cultural, contra grupos que se definen a sí mismos como culturalmente distintos” (
Wieviorka, 2009:59). Aquí, el racismo surge en el marco de tensiones interculturales
o interétnicas, en las que puede tener lugar una dialéctica de las identidades en la que
cualquier afirmación identitaria puede provocar en efecto la exacerbación identitaria
de otros. Se suele dar una espiral de afirmaciones identitarias reflejo de la sensación
de amenaza mutuamente sentida. Estos procesos se ven favorecidos por la fuerte
visibilidad de los grupos que participan en ellos.

No obstante, la realidad mezcla y modifica estos tipos de racismo señalados y,


es mas, no es preciso ni tan siquiera la copresencia de los factores señalados para que
el racismo aparezca; como dice Wieviorka es posible “un antisemitismo sin judios”
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(2009:61). Los medios de comunicación nos trasladan imágenes esencialistas y
naturalizadas de otros grupos como separados y fragmentados de los demás lo cual
apela y encuentra un fácil asiento la razón del racismo biológico que también aislaba
diferencias, las separaba y clasificaba.

2.2. Vigencia de la racialización.

Ese recurso a la reducción a uno o dos factores a poder ser biológicamente


vinculables pero en todo caso tomados como innatos a los grupos es otra
manifestación de lo que se ha llamado racialización. Esta operación sobre lo
diferente es fruto de la aplicación de un pensamiento sencillo y homogeneizante que
nos ha ido formando científica y socialmente desde el éxito del positivismo. La
necesidad de un pensamiento complejo para dar cuenta de un mundo de interacciones
y novedades constantes resulta todavía un esfuerzo que exige clarificación y
educación. No obstante lo que se nos presenta como distinto no hay que darle sentido
y lugar en nuestra forma de entender el mundo. En este sentido apelar a lo étnico o a
lo cultural tiene ventajas evidentes; se está apelando al sentido común para constatar
que hay diferencias entre grupos humanos. “Utilizaré el término étnico en vez de
raza pero sin dejar de insistir en su carácter innato e introducir de nuevo el principio
de desigualdad para establecer una jerarquía no ya de razas sino de producciones
culturales supone ser participe y estar respaldado por una ciencia que desestimó la
condición animalista de los seres humanos para significar el carácter de inventor, eso
sí diferencialmente dotado en su producción imaginativa. La diferencia no sólo
termina teniendo un lugar sino que se utiliza el aval de la ciencia.

El término inmigración se ha convertido en el nombre actual de la raza por


excelencia. Nombre nuevo pero funcionalmente equivalente a la apelación antigua; al
igual que antes inmigrante, aislando o esencializando una característica de la
movilidad de los tiempos, es la principal variable que permite clasificar a los
individuos dentro de una tipología racista (Chabel d´Apolllonia, 1998)

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Parafraseando a Simmel, Lorenzo Cachón (2008) al hablar del otro racializado
en España afirma que nosotros desde el siglo XV hemos tenido un otro muy
racializado que eran los gitanos; ahora la nueva raza se llama inmigración (Cachón,
2008: 806).

Para Balibar y Wallerstein(1991) la inmigración aparece como elemento


funcional substitutivo de raza en el modus operandi racista tras los procesos de
descolonización y los flujos inmigratorios en el norte y centro de Europa y tras la
Segunda Guerra Mundial.

Se podrían señalar que antes de la crisis económica de los años setenta la


inmigración aparece sobre todo, como un fenómeno de clase: los inmigrantes
aparecen como trabajadores extranjeros y son definidos, sobre todo en términos
sociales, por su posición en la estructura social. Tras la crisis comienzan a ser
extranjeros, trabajadores o no. Y así comienza a producirse un proceso de
racialización de la clase inmigrante.

Nuestras razas actuales, incluyendo a ciertos colectivos a los que sumadamente


y en paralelo se ha convertido en fenotípicamente diferenciables en cuanto a sus
estereotipos, como se suelen adscribir a los gitanos o colectivos con religiones o
culturas aparentemente muy distintas como los judíos o los árabes, también se les ha
racializado, están sometidos a estos procesos de raciación para inferiorizar su
comportamiento, sus ideas y sus potencialidades.

2.3. Conflictos de las relaciones racializadas.

Esos espacios del racismo se articulan con diferente peso, énfasis y visibilidad
tácticas que van desde la discriminación del otro, bien legal o social, manifestando
así un trato desigual frente al correligionario, hasta la eliminación cultural, el
etnocidio, o aniquilación física, el genocidio. En un punto intermedio encontramos
un amplio abanico de fórmulas de segregación del otro, de obstaculización de la
accesibilidad a diferentes sectores o espacios físicos o sociales. Las dificultades de
armonizar definiciones de sesgo racialista han obligado a estructurar dichas
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relaciones redefiniendo la identidad, tratando de mirar a las culturas de forma no
naturalizada ni esencializada. Aquí veremos sobre todo las fórmulas conflictivas de
esta forma de ordenar las relaciones para en el siguiente tema acercarnos a modelos
mas fructíferos y realistas de atender a la diversidad cultural.

Muchos de los conflictos hoy existentes en las sociedades plurales se producen


en torno a las exigencias de reconocimiento tanto jurídico como social de los
derechos y roles sociales de los culturalmente “diferentes”; estas situaciones suelen
derivar en no pocas ocasiones en situaciones de conflicto. Ante estos conflictos
nuevos en su dimensión cuantitativa y en su cercanía geográfica podemos encontrar
un conjunto de respuestas que se han ido pergeñando históricamente para intentar
solucionar, en general, problemas derivados del contacto entre grupos diferentes con
reivindicaciones diferenciadas, bien sean fruto de minorías autóctonas que no se
sienten representadas, bien de minorías étnicas que no acceden en igualdad de
condiciones a ciertos derechos sociales o bien de grupos que han llegado fruto de la
inmigración a nuestras sociedades.

a) la asimilación supone un mecanismo de repliegue al marco


cultural y forma de vida de la sociedad mayoritaria de acogida; el grupo
minoritario ha de asimilarse a la mayoría renunciando a su especificidad
cultural considerada bien como una rémora o atraso para la sociedad, bien
como una forma de vida atrasada para la situación histórica y social. Eso
implica un proceso de pérdida cultural del grupo minoritario. La aculturación
producida por la minoría, esto es la aceptación y asunción de una nueva
cultura, supone la imposición de un marco cultural sobre otro. Los otros no
han de ser como son y se transforman en lo que otros son.

b) La segregación o aparición de guetos. La separación u


obstaculización en el acceso puede serlo bien a espacios institucionales, como
el impedimento para el ejercicio de ciertos derechos o las dificultades para
ello, o bien espacial; esto es, la delimitación de espacios públicos
diferenciados, los llamados guetos. Con la idea de gueto, sea físico o social,
se hace referencia a la disposición de los espacios físicos o sociales según

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grupos culturales diferenciados sin la posibilidad de comunicación ni
desplazamiento entre ellos. El gueto puede ser impuesto por la mayoría a la
minoría o ser un mecanismo de defensa de repliegue sobre si mismo en un
grupo diferenciado. El objetivo es evitar el contacto bien sea para no
desvirtuar lo que se es o se cree ser por contacto con el otro, bien para
defenderse de posibles ataques fruto de la amenaza percibida por la mayoría
por la mera relación y copresencia en el espacio social o cultural. Evitación
de contacto o defensa pueden ser estrategias tanto de mayorías como de
minorías según situación y contexto.

c) el sincretismo cultural o melting pot propone la fusión de las


distintas culturas en una suerte de cultura común superadora de las
diferencias y anuladora de la señas de identidad previas de las culturas de las
que previamente partíamos. La búsqueda de una supuesta igualdad de punto
cero se manifiesta en realidad como la imposición de una cultura dominante
que prefigura el sincretismo a construir desactivando las posibilidades de
éxito de la cultura minoritaria o discrepante.

d) La yuxtaposición cultural se traduce en la revalorización de


las culturas minoritarias. Se busca un mosaico cultural que no cuestiona la
presencia desigual de una jerarquía cultural. Esa yuxtaposición implica
caminos culturales paralelos que evitan la mezcla cultural. El
multiculturalismo tiende a generar esta separación entre culturas. El
multiculturalismo que nació para superar la anulación cultural que supone la
asimilación puede fácilmente caer en una mera yuxtaposición. El debate a
favor y en contra del mismo tiene que ver con la renuncia al individuo como
protagonista fundamental de nuestra sociedad o a la comunidad como
interlocutor válido. El multiculturalismo se puede entender bien como “un
conjunto de iniciativas publicas destinadas a reconocer, y propiciar la
diversidad de culturas en una sociedad mediante la garantía de ciertos
derechos de prácticas y ejercicio cultural y social a grupos minoritarios, pero
también se puede entender como el ejercicio de activación y movilización

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social de grupos que consideran que deben reconocérseles derechos
especiales o un trato preferencial” (García Martinez 2004, 174) .

Ese movimiento desde el respeto a la minoría hacia la pugna


reivindicativa de la minoría tiene que ver con la forma de entender la cultura:
rígida, diferencialista, sacralizadora y estática. Siguiendo a Dolores Juliano
(1993) los sesgos culturalistas introducidos han partido de :

–hacer un hincapié abusivo en lo que cada cultura tiene de


diferente dejando de lado lo que comparte con las demás y subrayando
lo específico frente a lo común.

–uniformar cada cultura, la propia y las otras, como si no tuvieran


contradicciones internas sacralizando así a las culturas como
respondiendo a un único modelo inalterable al paso del tiempo y al
encuentro con otros.

–presuponer que los actores de esas otras culturas viven


obsesionados con mantener su cultura cono algo intocable e inalterable.

Esta concepción de la cultura ha generado un modelo de sociedad en el


que las culturas diferenciadas se desarrollan por separado luchando por sus
reivindicaciones de identidad en forma separada y sin mezcla alguna.

La relación escindida entre reivindicación de la minoría y desconfianza


de la mayoría produce una doble situación. De una parte el multiculturalismo
defiende el desarrollo de las propias culturas de las minorías y por otra apoya
sin quererlo las dinámicas racistas al reforzar la inconmensurabilidad práctica
entre las diferentes culturas que coexisten en un espacio social. El racismo
diferencialista, también llamado neorracismo o racismo sin raza, ha podido
asimilar como propios ciertos postulados del multiculturalismo, tales como el
derecho a mantener intactas las diferencias culturales, como si las culturas
fuesen inmutables o solo pudiesen desarrollarse en su propio y exclusivo
espacio físico o simbólico, sin vinculación alguna con las demás.

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En palabras del A. Garcia Martinez:

“Se corre el riesgo de que el multiculturalismo se convierta


directamente o permita el desarrollo de una forma de racismo negada,
invertida y autorreferencial, una especie de racismo con distancia que, en
efecto, respeta la identidad del otro, concebido como una comunidad
automática y cerrada, con lo que el defensor del multiculturalismo mantiene
una distancia que se hace posible gracias solo a su posición universal
privilegiada que le permite ser, si fuera preciso, condescendiente” (2004:184)

e) El modelo intercultural busca la integración de la población


autóctona con las venidas de fuera en un proceso dinámico y reciproco que
no anule a ninguna de las dos partes ni elimine, más bien lo contrario,
fomente, la síntesis o mestizaje cultural. Visto que en los modelos previos
tanto la eliminación de alguna de las manifestaciones de diferencia
encontradas como la búsqueda de un mínimo común denominador cultural
que vacía identidades previas tiene efectos conflictivos reiterados, la mirada
se traslada hacia el seno de la diferencia en vez de trabajar sobre lo común.
Se intentará encontrar guías de convivencia a través de lo diferente, de lo que
a todos nos caracteriza que es nuestra diferencia de los otros.

Las bases de la interculturalidad prefiguran la posibilidad de nuevos


constructos sociales en los que la diferencia no sea equiparada a lo negativo,
ni la uniformidad se corresponda con lo positivo.

El binomio diferencia/igualdad es, entonces, objeto de una nueva


lectura. De un lado la diferencia es reconocida como un valor enriquecedor de
nuestras manifestaciones culturales, históricamente originadas, desarrolladas
y modificadas, y como un derecho de los individuos y de los grupos a
situarse en cada contexto social. De otra, la igualdad se representa como un
derecho de los individuos y grupos a no ser discriminados a la hora de
construir su propia identidad y de disfrutar de los derechos y asignaciones
sociales que les correspondan, independientemente de su pertenencia grupal o
cultural.
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3. Bibliografía.

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• CREHAN, K., 2004, Gramsci.Cultura y antropología, Bellaterra, Barcelona

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4. Recursos electrónicos de interés.

http://www.sosracismo.org

Asociación SOS racismo

http://www.mugak.eu/gunea

Documentación sobre racismo y xenofobia

http://www.cidob.org

Centro de investigación y documentación internacional de barcelona

http://www.fra.europa.eu

Observatorio europeo de racismo y xenofobia

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