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descubrimiento e incertidumbre
SUBSERCRETARÍA DE EDUCACIÓN
FOTO DE PORTADA
Susana Colín Contreras
“Organizando los aprendizaje y maestros y
aprendices”
Impreso en México
Agradecimientos
PRESENTACIÓN 7
ÁNGELES EN DIFICULTADES
Un ángel o un diablillo 14
Susana Colín Contreras
Un niño problema 36
Christian Yeremi Cruz Torres
6
Un desorden inesperado 40
Jaret Crystely Zárate Ramos
MESTROS Y APRENDICES
El peor maestro 64
Brenda Isela Vera Velazquez
7
Presentación
Presentación
Presentación
Historias afines
sobre una letra en específico y los niños ni siquiera las conocían. Era
evidente que la actividad era improvisada y los niños al no saber
qué hacer se acercaban a la maestra para preguntarle qué era lo
que debían hacer y ella respondía enfadada: ¡recorta los dibujos y
pégalos en tu libreta!, ¿eso no lo entienden?
La maestra se enojaba cada vez más porque los niños se acercaban
a preguntarle lo mismo, llegó a tal grado que los llamó burros y
torpes, buenos para nada, además de un sinfín de comentarios más,
esto afectaba la autoestima de los pequeños. Escuchar todo esto
me hacía sentir mal y aunque de manera indirecta le comentaba a
la maestra el gran daño que les causaba a los niños ella se excusaba
diciendo “sino los trato así, no obedecen”.
Mientras tanto Ángel se limitaba a rayar su libreta y cuando me
acerqué a tratar de orientarlo rápidamente la cubrió diciéndome que
no quería hacer nada, que lo dejará de molestar; justo en ese instante
sonó la chicharra anunciando que el recreo había comenzado.
Al salir vi que unos niños jugaban al famoso “lobo”, les pedí que
me dejaran jugar con ellos. Sabía que Ángel estaba viéndome y que
tarde o temprano el chiquillo se sentiría atraído. Así fue, él pidió ser
el lobo y a partir de ese momento comencé a relacionarme con el
pequeño diablillo y a ganarme su confianza.
Es momento de bailar
El siguiente día fue demasiado corto pues la maestra citó a los padres
de familia para platicar de algunas cosas relacionadas con sus hijos.
Mientras hablaba con ellos yo jugaba con los niños involucrando
siempre al pequeño diablillo tratando de ganarme su confianza, él
parecía contento y después de un rato finalmente se acercó para
pedirme que le diera dinero porque tenía hambre, en su casa no
había desayunado y no tenía dinero para comer.
Acepté y desayuné con él, le pregunté si su mamá estaba en la
junta y él dijo que no, noté su molestia; poco a poco y con ciertas
preguntas, conocí la historia de ese pequeño. Entendí que su rebeldía
se debía a que vivía con su abuela porque su mamá trabajaba y no se
responsabilizaba de él, además lo veía como un problema y prefería
dejarlo con su abuela y ella decía que era vieja para hacerse cargo
del niño y lo educaba maltratándolo física y psicológicamente, por
eso el pequeño desquitaba su coraje con sus compañeros.
El niño a pesar de ser tan pequeño se daba muy bien cuenta de
que ninguna de las personas que lo rodeaban le demostraban amor,
que lo veían como un problema o estorbo, y además su maestra,
lejos de ayudarlo, le mostraba también desprecio, jamás se había
interesado en lo que él vivía.
19
La despedida
tan necesitados de amor que no podían ver más allá y darse cuenta
cuanto necesitaban uno del otro, tal vez si los dos no hubieran sido
tan orgullosos sus circunstancias hubieran sido tan distintas.
Hasta el día de hoy no sé nada de Ángel ni de aquella maestra.
Lo único que sé es que aprendí, y principalmente de Ángel, que
detrás de su rebeldía existía un ser hermoso que tan sólo quería
amor, cuidado y comprensión, pedía que existiera alguna persona
que le regalara unos cuantos minutos para que lo escucharan, lo
orientaran y le dijeran cuanto lo amaban.
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para decir apodos, groserías, dar uno que otro golpe, pararse a
molestar a los compañeros, salir, tomar una siesta o jugar.
Lamentablemente estaba frente a un caso de la educación
“tradicionalista” en donde, el maestro lo es todo y el discípulo debe
llenarse de conocimientos. Pero, por si no hubiera sido suficiente,
encontré un problema mayor, el caso de Pepe que debido a su
desmotivación no participaba en clases, mucho menos cumplía con
las tareas propuestas para la casa, además su conducta violenta
provocaba el rechazo por parte de sus compañeros. Esta situación
me impulsó para demostrar que enseñar y aprender no es aburrido
además de poder integrar a Pepe al entorno escolar.
El momento de conocerlos…
El gran reto…
haber dicho lo anterior cuando una niña llamada Nayelli, que por
cierto era repetidora y la más grande del salón, se levantó de su
asiento diciendo: “maestro me gusta trabajar por equipos pero
quisiera pedirle que no ponga en mi equipo a Ángel porque no
trabaja y le gusta andar molestando”. Este fue el inicio de una serie
de declaraciones en contra de Ángel, él solo se defendía diciendo
que podía trabajar solo. Mi prioridad entonces en ese momento
era que Ángel fuera aceptado por los demás.
La primera semana fue difícil, Ángel empezaba a conocerme y
no le gustaba nada la idea de trabajar por equipos, se mostraba
indiferente a mis indicaciones y siempre las contradecía;
trabajaba más lento que sus compañeros y le encantaba pararse
a molestarlos. Tenía amigos pero sólo para hacer desastres pero
cuando había que hacer las tareas se quedaba solo, tristemente.
Había un grupo de niñas que trabajaban muy bien y pensé
que ahí estaba la oportunidad de integrarlo; después de platicar
un poco con ellas y negociar la integración de su compañero
finalmente accedieron. Ahora era el turno de convencer a Ángel
de trabajar con sus compañeras pero no pude conseguirlo pues se
aferró a la idea de trabajar solo.
Fátima, una de las niñas de ese equipo me propuso obligarlo,
pensé hacerlo pero me detuve porque estaba seguro que de esa
forma no daría resultado. Me sentía muy nervioso y alterado, ese
niño parecía un pequeño diablillo que le gustaba sacarme de mis
casillas, parecía disfrutar de los regaños y de los jalones de oreja,
pero yo sabía que esa no era la solución. Había días en los que me
daba por vencido y dejaba que se saliera del salón, un día estuve a
punto de dejarlo a cargo del maestro.
Pero de regreso en mi casa con la mente más despejada y sin el
ruido de los 39 niños me proponía volver a intentarlo. Me dí cuenta
que a Ángel le incomodaba hablar acerca de él y de su familia, sin
embargo una vez mientras jugábamos, me comentó que vivía con
sus padres pero que los dos trabajaban. Esto me hizo pensar en la
falta de atención por parte de ellos y que quizás ésa fuera la causa
principal del problema.
30
Mi mayor aprendizaje…
Conociendo mi grupo
ahí. Intenté que se calmaran pero ellos seguían discutiendo así que
tuve que levantar la voz para que me escucharan, así lo hicieron y
continuaron trabajando. Me quedé en ese lugar para evitar que se
repitiera la situación y poder trabajar un rato con Eduardo.
Mientras realizaba junto con él algunas operaciones matemáticas
de sumas y restas me pude percatar de que le ponía mucho empeño
a su actividad pero por no saber contar muy bien se le dificultaba
resolver los ejercicios, en ese momento comenzaba a frustrarse y
dejaba el ejercicio a un lado para ponerse a jugar o hacer otras cosa.
A Eduardo le gustaba trabajar mucho conmigo pero algunas
veces eso me traía muchos problemas porque solo quería que
centrara mi atención en él. Si estaba ayudando a alguno de sus
compañeros llegaba y comenzaba a jalarme para que le hiciera caso
a él o si estaba explicando alguna actividad se paraba enfrente del
grupo y exigía que le explicara tirándome de la camisa para que lo
ayudara.
Al ver todo este comportamiento tuve que tomar medidas pero
cometí un error que a mi parecer fue muy grave: crearme prejuicios
sobre el pequeño. Pensé que era un niño sin interés, muy agresivo
y que molestaba a sus compañeros por el simple hecho de llamar la
atención, por puro gusto; también consideré que era muy impulsivo
ya que en una ocasión golpeó a una niña del salón porque pensó
que ella le había robado su borrador pero lo había guardado en su
pantalón.
Debido a su conducta la gran mayoría de los otros alumnos no
querían trabajar con él en equipo, todos decían que no hacía nada,
que solo se la pasaba platicando, que se peleaba con los integrantes
del equipo; incluso no les agradaba la idea de participar con él en
algún juego ya que, como decían los niños, se metía de una manera
muy pesada y tenían miedo de que los lastimara. Claro, todo esto
provocaba que rápidamente se generara un ambiente de descontrol
que costaba mucho trabajo revertir.
Aunque también hay que decir que no en todo momento se
comportaba de esa manera, por ejemplo: en la clase de educación
física ponía más atención que los demás pues le gustaba mucho
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y quería participar los más que pudiera; ahí sí hacia caso desde la
primera llamada de atención para no tener problemas y que no lo
regresaran al salón. Claro que también en esta clase se generaba
desorden pero era iniciado por otro grupo de niños.
Gracias a una charla que tuve con los padres de Eduardo pude
entrever algunos motivos de su comportamiento, por desgracia
solo quedaban un par de días de prácticas y no pude hacer mucho
más para trabajar con él con la debida atención y comprensión que
se merecía sin hacer a un lado a los otros niños ya que también
merecen una atención especial.
El último día del periodo de prácticas docentes fue uno de los
más tranquilos, trabajé con los niños un proyecto de español que
consistía en realizar un periódico escolar. Me gustó ver esa situación
ya que todos los niños se encontraban trabajando muy a gusto y se
ayudaban entre ellos, incluso Eduardo estaba trabajando muy bien y
ayudaba en lo que podía.
A pesar de todo el estrés que viví con ese grupo, especialmente con
Eduardo, debo admitir que me encariñé mucho con todos los niños
de ese salón y de vez en cuando recuerdo los buenos momentos
que pasé con ellos, como cuando jugábamos basquetbol contra
los alumnos de cuarto grado, ¡lo mucho que nos divertíamos! En
especial recuerdo cuando Eduardo me regalaba un poquito de su
tiempo para enseñarme a jugar canicas.
También me llevo muchas experiencias de esta jornada de
prácticas, ahora tengo una idea de cómo comenzar a trabajar con
niños con problemas de aprendizaje y el tipo de trato que se les debe
brindar. Pero sobre todo logré entender que antes de etiquetar a un
niño por el comportamiento que demuestre primero hay que saber
qué provoca su conducta; para lograr esto es necesario ganarse la
confianza del niño y hacerse su amigo.
36
Un niño problema
Un niño problema
que a la hora del recreo íbamos a la cocina a tomar café con leche
junto a los demás maestros y el director.
Pero todo ese entusiasmo lo perdí porque desde un principio
todo salió mal: me regresaron mi planeación unos días antes de
ir a practicar, me faltaba materiales que terminar y los tiempos
me ganaron. Reconozco que en esos momentos fracasé como
docente por los distintos problemas que se presentaron y además
porque tenía una maestra muy exigente… vi que todo el mundo se
hundió bajo mis pies.
El grupo tenía cerca de treinta niños: unos altos y otros bajitos,
unos que platicaban mucho y dos hermanos que no hablaban para
nada con sus compañeritos.
También había un niño con una necesidad educativa especial:
hiperactividad. Tengo muy presente el nombre de este niño:
Moisés Imanol. Sólo andaba molestando a sus compañeritos,
nunca trabajaba en las actividades, se aburría rápidamente y se
salía del salón sin explicaciones. En los días que él no asistía el
salón de clases estaba tranquilo, sin gritos o quejas.
Además tenía en ese grupo a otros dos niños, Jorge y Luis
Ángel que también eran difíciles de controlar: andaban a ratos
parados o molestando a los compañeros de lado; sin embargo no
era nada fuera de lo normal para un niño de esa edad... al menos
el desorden que ellos provocaban se quedaba corto frente a la
magnitud del desorden que hacia Moisés Imanol.
Una tarde después de clases me quedé un momento más en
la comunidad para realizar una visita a la casa de este alumno
y platicar con su mamá. Él pensaba que iría a quejarme con la
señora y no me esperó a pesar que le había pedido que lo hiciera.
Sin embargo lo seguí hasta llegar a su casa y ahí me recibió muy
amablemente la madre.
Me comentó que su hijo en el momento del parto “venia
moradito” y que después había sufrido asma pero con el tiempo
se había controlado, que hasta la fecha Moisés Imanol ya no tenía
dicha enfermedad. Después de haber tenido esta plática con su
mamá mi relación con el niño cambió, como si hubiéramos hecho
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Un desorden inesperado
Un desorden inesperado
Se generó el desorden
Un desorden inesperado
Algo que ayuda mucho son las observaciones que hacen los
docentes al terminar la práctica, en lo personal le pedí al docente
que me las hiciera pero claro que no pudo porque nunca estuvo y no
logré rescatar mucho de esta experiencia docente.
Conociendo al grupo
El trabajo en el aula
MAESTROS Y APRENDICES
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la casa más cercana para preguntar por el maestro o alguien que nos
pudiera abrirla escuela; casi en frente había una casita muy sencilla,
ahí preguntamos por el maestro y una señora amablemente se
ofreció a abrir la escuela para que pasáramos y nos explicó que el
profesor había ido a Cintalapa y que todavía no regresaba.
Un caso de desconcierto
El peor maestro
El peor maestro
El peor maestro
DIRECTORIO