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LA MAGICA ETIQUETA DE LO
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O DE COMO LA PSICOLOGIA
ES PERSEGUIDA POR UN
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En 1956. uno de los investigadores más lúcidos e intuitivos de la Psico
logía Norteamericana, George M illcr, publicaba un articulo en Psychological
Review, que comenzaba con la confesión de una extraña inquietud: se sentía
perseguido por un dígito. Treinta años después, aquellos primeros síntomas
de inquietud se han desarrollado hasta tal punto que es la propia Psicología,
en sus aspectos científicos e institucionales, la que se ve perseguida por un
término. El dígito era, naturalmente, el «mágico número siete mas/meños
dos»?y hacía referencia a una posible limitación del sistema humano de pro
cesamiento de la i nformación. El término es, obviamente, la mágica etiqueta
de lo más o menos cognitivo, y hace referencia al paradigma psicológico por
el cual consideramos al propio sujeto humano como un sistema de procesa -
miento de la información. ^ ---------- -
Los números tienen una cosa buena: que, como diría Piaget, «se conser
van», y no cambian por mucho que nos persigan. Pero los términos que nos
acosan se desgastan por el uso, llegan a saturarse, y corren el peligro de per
der cualquier significado preciso. Ello es especialmente cierto en el caso de
las etiquetas y nociones centrales de los paradigmas en expansión, que ter
minan por colapsarse y vaciarse de sentido en el intento de dar cuenta de fe
nómenos muy alejados de su ámbito explicativo originario, como destacaba
perspicazmente Vygotski (1926) en su ensayo sobre El significado histórico
de la crisis en Psicología. Y el adjetivo «cognitivo», que ha invadido nuestras
instituciones académicas y laboratorios, nuestras teorías e interpretaciones de
los datos, nuestras prácticas de explicación e intervención, nuestras publica
ciones y disertaciones, remite, indudablemente, a un paradigma en expan
sión. Pocos son los psicólogos que no hacen, en uno u otro momento, decla-
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14 El sujeto de la Psicología Cognitiva
Capítulo 1
EL CONCEPTO DE
PSICOLOGIA COGNITIVA
Cuando nos enfrentamos a ta tarea de definir el tejido epistemológico
a partir del cual se ha desarrollado la Psicología Cognitiva, nos encontramos
con dificultades relacionadas con el carácter difuso del concepto que quere
mos definir. El intento de establecer unos atributos comunes a los distintos
«subparadigmas» (M ayor, 1980) del estudio psicológico del conocimiento pue
de tener unos resultados tan decepcionantes como ios que tiene el esfuerzo
por determinar cuáles son los atributos comunes a todos los muebles, a partir
del concepto natural que las personas tenemos de ellos: suelen ser de made
ra, pero los hay metálicos o de cristal, susceptibles de ser movidos, excepto
cuando son armarios empotrados, útiles cuando no exclusivamente ornamen
tales, etc. Del mismo modo, los atributos con que podemos caracterizar del
modo más general a la Psicología Cognitiva deben entenderse como «tenden
cias», o rasgos que suelen darse en los ejemplares teóricos más típicos, pero
que no son compartidos necesariamente por todos los subparadigmas, y cuya
definición exige que nos situemos en un nivel de abstracción muy alto, tra
tando de establecer los aspectos más comunes, es decir aquellos que deter
minan un cierto «parecido familiar» entre los ejemplares teóricos más típicos
de la Psicología Cognitiva. Hechas estas salvedades, podemos enfrentarnos a
nuestra elusiva tarca.
Probablemente, lo más general y común que podemos decir de la Psico
logía Cognitiva es que refiere la explicación de la conducta a entidades men
tales, a estados, procesos y disposiciones de naturaleza mental, para los que
reclama un nivel de discurso propio, que es distinto de aquel que se limita al
establecimiento de relaciones entre eventos y conductas externas (tal como
se da, por ejemplo, en el análisis experimental de la conducta) y del referido
22 El sujeto de la Psicología Cognitiva
variaciones de las energías físicas del mundo y las variaciones de las conduc
tas del organismo. En otras palabras, por muy «ecológico», adaptativo y rea
lista que sea lo que el organismo «pone de su parte» en la actividad de co
nocim iento, lo cierto es que pone algo de su parte, que organiza y estructura,
que extrae regularidades que van más allá de la variación «aquí y ahora» de
los parámetros de energía con que se describe físicamente eLjjigdi^.
De nuevo, este segundo atributo de autonomía funcional vuelve a situar
nos ante concepciones que encajan con gran dificultad en el significado clá
sico del término «Psicología Cognitiva» y que, incluso, se apartan intencio
nadamente de ella. Me refiero, naturalmente, a las teorías de Gibson y los
gibsonianos sobre la percepción y otras funciones (vid., por ejemplo, G ib
son. 1950, í 966 y 1979, y Turvey, et. al., 1981). Para Gibson, el mundo y los
organismos están constituidos de forma que éstos obtienen la información que
necesitan para su adaptación de una forma «directa», extrayéndola de las ri
cas variaciones de las energías del medio. Por ejemplo, cuando percibimos
objetos en un espacio de tres dimensiones, la información espacial relevante
está ya en la luz, y no es necesario in fe rir distancias, o relacionar inform a
ciones de dislintos sentidos, o recurrir a la experiencia pasada para percibir
la tercera dimensión. No es preciso recurrir a procesos de «inferencia incons
ciente» como los que proponía Hem holtz. El propio estímulo contiene sufi
ciente información como para explicar que el medio sea percibido en tres d i
mensiones. Un estímulo que no se concibe simplemente en términos de la
energía puntual que se transduce por los receptores, sino como estructura ob
jetiva relacionada con las invariantes y relaciones a que da lugar la reflexión
de la luz en las superficies, ángulos, etc. de los objetos (Fernández Trespa-
lacios, 1985). En definitiva, e! mundo físico contiene un grado de estructura
ción suficiente comojDara explicar muchos de los fenómenos perceptivos que
tradicionalmente se han atribuido a organizaciones impuestas por el sujeto
que percibe. Podríamos decir, metafóricamente, que éste lo que tiene que ha
cer (como la propia Psicología) es «abrir los ojos» y extraer esa estructura ob
jetiva, en vez de inventar o construir una estructura subjetiva.
Como ha señalado Fernández Trespalacios, «la concepción de Gibson es
una concepción ecológica y una teoría de la percepción directa. La estimula
ción que el organismo consigue operando en el mundo es función del medio
ambiente y la percepción es función de la estimulación» (1985, p.74). En este
sentido, Gibson se opone explícitamente a los intentos de explicar la percep
ción en términos de computaciones y representaciones de naturaleza cons
tructiva y, desde el momento en que el paradigma computacional-represen-
tacional es el que suele considerarse como «prototipo» de la Psicología Cog-
jnitiva, se opone también a ese paradigma y está muy lejos de considerarse a
sí mismo como un psicólogo cognitivo.
Prescindiendo ahora de los aspectos específicos de la teoría ecológica de
El concepto de psicología cognitiva 25
h a S , /x /W fa j ; jlx flk fv J
El concepto de psicología cognitiva 27
del sujeto: un sujeto que, para hablar o comprender emplearía sus conoci
mientos tácitos de las reglas morfo-sintácticas de la gramática generativo-
transformacional (M iller y McKcan, 1964; Savin y Perchonock, 1965; Meh-
ler, 1963; McMahon, 1963; Slobin, 1966; Gough, 1965, 1966, etc.), cuya evo
lución cognitiva podría describirse en términos de estructuras cada vez más
poderosas y reversibles, que le acercarían progresivamente a un «modelo fi
nal» de sujeto competente en esquemas de inferencia definidos por la lógica
de clases, proposiciones y relaciones (Inhelder y Piaget, 1955), un procesa
dor óptim o de la información (Levine, 1966, 1969, 1975), que construiría
«conceptos limpios», semejantes a las clases lógicas, mediante estrategias ac
tivas de formación y comprobación de hipótesis (Bruner, Goodnow y Austin,
1956), y realizaría operaciones lógicas sobre la información al razonar (Hun-
ter. 1957), un sujeto que ajustaría sus juicios de semejanza al modelo m étri
co euclidiano (Atneave, 1950; Torgerston, 1965; Shepard, 1962) y sus predic
ciones intuitivas a las leyes bayesianas del cálculo de probabilidades (Ed-
wards, 1968; Peterson y Beach, 1967), etc.
En los últimos años, ese sujeto ha cambiado tanto que resulta práctica
mente irreconocible: las estructuras con que produce y comprende el lengua
je están agujereadas de difusas influencias semánticas y pragmáticas (C lark y
Clark, 1977), su competencia final en el manejo de tareas lógicas es más bien
limitada y específica de ciertos campos (Wason, 1966, 1968), sus categorías
difusas y de límites imprecisos (Rosch, 1978), su razonamiento frecuentemen
te alógico (Evans, 1972) y guiado por «modelos mentales» más que por- re
glas formales (Johnson-Laird, 1983), y sus estimaciones de semejanzas y pre
dicciones iniuitivas están influidas por sesgos irreprescntables en la métrica
euclidiana o el cálculo de probabilidades (Tversky, 1977; Kahneman y
Tversky, 1973). A medida que ha crecido, el sujeto de la Psicología C ogniti
va se ha hecho menos lógico, más difícil de form alizar, quizá más impredic-
tible y divertido también. Si el interés fundamental de los psicólogos cogniti-
vos de la primera generación parecía residir en demostrar a toda costa la ló
gica seriedad formal de las competencias cognitivas de su sujeto, el interés
de los psicólogos de la segunda generacióTTpETcce residir, en gran parte, en
mostrar sus sorprendentes limitaciones y sesgos, las deformaciones (en un sen
tido muy literal, de divergencia con respecto a las formas pretendidamente
normales) con que procesa la inform ación del medio.
¿Quiere decir esto que la Psicología Cognitiva ha renunciado a determ i
nar las formas de organización atribuibles al sujeto, o su estructura de cono
cimiento? Creo que no. La creciente divergencia con respecto a los form alis
mos de la lógica y la lingüística, el descubrimiento de sesgos en el modo de
procesar o representar el conocim iento, son, por el contrario, muestras evi
dentes de la intervención activa de las formas de organización de la acción,
el conocimiento y el sujeto. Manifestaciones del hecho de que las funciones
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