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El concepto

Es básica y fundamental una buena preparación teórica.


¿Cómo se consigue esto? De varias maneras: llegar a ser
maestro de ajedrez cuesta sacrificio y voluntad. Cada Cada vez más
los grandes maestros conceden una importancia decisiva a la
preparación en las aperturas, con el objeto de obtener ventaja
desde el principio y conseguir el punto en litigio.
Yo aconsejo a todas aquellas
aquell as personas que quieran
qui eran progresar
progre sar
que se especialicen en una sola defensa con negras o en una
apertura con blancas. Recuerdo con satisfacción a varios
grandes maestros españoles como Alfonso Romero, que se
especializó en la variante del Dragón de la defensa Siciliana,
Miguel Illescas, que hizo lo mismo con la variante Paulsen de
dicha defensa, Arturo Pomar, célebre por conocer a fondo la
defensa Caro-Kann, José Luis Fernández, experto en la
apertura Española tanto con blancas como con negras, David
García Ilundain, gran conocedor
conocedor de la variante Richter-Rauzer
Richter -Rauzer
de la defensa Siciliana... La lista
lista sería interminable. He tenido
la suerte de conocerlos y coincidir con ellos en muchos
torneos.
Pero sigamos con nuestro tema. Actualmente disponemos
de muchos medios para conseguir información de las
aperturas y defensas que nos interesan:
interesan: Internet, boletines de
torneos, «Informator» yugoslavos, revistas soviéticas,
enciclopedias de aperturas, revistas nacionales e
internacionales, programas informáticos, etc. Otra valiosa
fuente de información es nuestra propia participación en
torneos o consultar a maestros sobre líneas determinadas que
nos interesan.
Con el transcurso del tiempo, cada vez jugamos mejor esas
variantes concretas;
concretas; sin embargo, es importante
importante no caer en la
rutina y seguir investigando a fondo las novedades teóricas
que se produzcan. La mayor
mayor experiencia y técnica
téc nica acumuladas
gracias a la participación en torneos a lo largo de los años y
nuestros análisis de laboratorio pueden ayudarnos a ello.
No obstante, hay hoy en día un valor importante que nos
falta: el tiempo. Recuerdo una famosa frase: «el tiempo es
oro». A mí particularmente, me ha costado muchas horas de
estudio llegar a donde estoy,
estoy, más aún teniendo en cuenta que
he tenido que trabajar y no he podido dedicarme
exclusivamente
exclusivamente al ajedrez; sin embargo, la satisfacción
satisfacción de ver
el recono
rec onocimiento
cimiento de la gente por el trabajo que uno hace y el
esfuerzo
esfuerzo realizado compensa el tiempo invertido.
Toda la preparación teórica debe practicarse
continuamente en torneos, partidas de entrenamiento,
partidas
parti das amistosas,
amistosas, etc,
etc , y comprobar los errores con programas
informáticos que valoren las posiciones. Es muy importante
saber qué tipo de juego nos conviene más según nuestro
carácter; un buen entrenador nos dirá qué líneas podemos
emplear que sean acordes con nuestra personalidad. Para ello
es necesario analizar a fondo la persona y el juego que el
alumno va desarrollando.

Por lo que se refiere al ajedrez, se equivoca todo aquél que


crea que simplemente jugando llegará a ser un buen jugador:
esto es completamente falso. Sólo algunos llegan a maestro,
mientras que una inmensa mayoría no lo consigue. El estudio
es fundamental.
Hay diversos
di versos tratados
tratad os extraordinarios
extra ordinarios que nos han dejado los
grandes pedagogos del juego-ciencia. Recuerdo que cuando
empezaba a destacar (tenía aproximadamente 12 años)
recomendé en un artículo que hice para mi primer club de
ajedrez
ajedr ez el libro
lib ro «Mi sistema», de Aaron Nimzowitsch.
Nimzowitsc h. Este librolibro
ejerció mucha influencia sobre mi juego. Lo estudié y asimilé
cuidadosamente y pronto empecé a descubrir las maravillas
que esconde el ajedrez. Nimzowitsch debió de sentirse muy
orgulloso y realizado al escribir esta obra maestra sobre el
concepto en el ajedrez.
He ganado muchas partidas simplemente por tener «más
concepto» que mi adversario: ganar ganar un tiempo en la apertura
o en el medio juego, dominar una columna principal, situar
«bien» las piezas y los peones, estudiar psicológicamente al
contrario, concentración en los momentos clave... Éstas y otras
ideas las
l as he ido «puliendo»
«pulie ndo» a lo largo de los años con voluntad,
sacrificio y tenacidad.
El maestro de ajedrez sabrá en cualquier posición qué
jugadas tiene que realizar y elegirá el mejor plan de juego
gracias a su imaginación, inventiva, creatividad y talento. Todo
ello mediante el estudio de posiciones. Obtendrá así una
fuerza incuestionable. Sus adversarios
adversarios lo temerán,
t emerán, respetarán
y sentirán curiosidad por saber muchas cosas cosas sobre él.
El camino que recorrer es largo y difícil, y es importante
contar con el asesoramiento de expertos. Es conveniente
estudiar con varias personas que tengan un nivel parecido al
nuestro y con gustos parecidos por lo que se refiere a la
elección de variantes.
El ajedrez
ajed rez entraña muchos
muc hos misterios: está lleno de magia,
mag ia, una una
magia que q ue a veces
vece s nos puede parecer
parec er fuera de nuestro alcanc
alcance, e,
pero nada más lejos de la realidad. Podemos aprender mucho
analizand
anali zando o las part
p artida
idass de maestros
maestros de renombre
renomb re mund
mundia ial.l. Si hay
hay
algo que no entendemos, no debemos dejarlo de lado, como
tampoco tenemos que desmoralizarnos si perdemos muchas
parti
par tidas;
das; por el cont
c ontrar
rario,
io, debe
debemos
mos sobre
sobrepo
poner
nerno
noss a las
las derro
derrotas
tas,,
tenemos que saber encontrar el porqué de nuestros errores,
estudiarlos y corregirlos
c orregirlos para no volver a cometer otra vez los
mismos fallos.
He hablado antes del tiempo en el sentido de dedicación
dedic ación al
ajedrez; ahora vamos
vamos a verlo aplicado a la partida. Hoy en día,
muchísimas personas malogran posiciones claramente
ventajosas a causa de los apuros de tiempo: no saben
administrar correctamente las horas de que disponen y eso los
lleva a la derrota. Es éste un defecto que debe corregirse con
método y paciencia.
Con estudio y dedicación mejoraremos progresivamente y
llegaremos a sentirnos satisfechos de nuestro juego.
Personalmente, a lo largo de todos estos años he sentido una
gran satisfacción al ganar una partida después de dura lucha,
y también orgullo por el juego desplegado.

En el medio juego es de capital importancia elegir


correctamente el plan según la naturaleza de la posición. Por
eso, es fundamental salir de la apertura con ventaja o, por lo
menos, con igualdad, lo que nos dará confianza para ir
progresando paulatinamente.
Es importante la concentración, el ánimo de ganar y la
voluntad de esforzarse
esforzarse durante la partida. Hay que ir situando
las piezas en posiciones favora
favorables
bles de cara
c ara a la tercera
terc era fase de
la partida: el final.
Al analizar una partida, no debemos limitarnos
limitarnos simplemente
simplemente
a mirar su apertura y medio juego: debemos dar un paso p aso más y
estudiar en los «Informators» posiciones parecidas a la que se
nos ha presentado. En el ajedrez, las personas que desean
progresar no regatean esfuerzos en analizar, estudiar y
comprobar posiciones.
La experiencia es un grado. A lo largo de mi carrera he
conocido a muchas personas que tienen el gravísimo
graví simo problema
de no saber pasar correctamente de la apertura al medio
juego. Para solucionar este defecto, muchas personas se fían
de los programas informáticos y cualquier posición que no
comprenden se la «dan» al ordenador para que la analice. Es
éste un método que yo no comparto
comparto en su totalidad, ya que la
máquina carece de sentimientos,
sentimientos, creatividad y fantasía,
fantasía, y esas
personas van cayendo paulatinamente en un juego similar, frío
y automático, que a la larga
larg a les
l es resulta monóton
monótono. o. Sí, estoy de
acuerdo en que se utilice para valorar si una continuación es
forzada, o para calcular variantes de varias jugadas. Yo
recomiendo el uso del ordenador más bien para «cazar» a un
adversario comprobando
c omprobando su juego
jueg o y viendo
viend o los
los posible
posibless errores
que ha cometido.
En el medio juego es recomendable dosificar las fuerzas. Los
finales son difíciles y requieren una buena técnica. Es posible
que al llegar a él notemos el cansancio acumulado en las fases
anteriores de la partida. Hay que señalar que el ajedrez supone
un desgaste físico importante, hasta el punto de que a lo largo
de un torneo puede llegarse incluso a perder peso.
Cuando se participe en un torneo a ronda diaria, sugiero que
se «fotografíen» mentalmente posiciones del medio juego de
partidas de posibles adversarios u otros jugadores. Es
conveniente fijarse en los mejores jugadores y comparar más
tarde el plan que ellos han seguido y el que hubiésemos
seguido nosotros. Así obtendremos un doble beneficio: por un
lado, mejoraremos nuestro juego; por otro, descubriremos
muchas lagunas en el juego de otras personas y nos será fácil
decidir cómo tenemos que jugar con nuestro futuro
adversario, si hemos de practicar un juego posicional o táctico.
Si nuestro adversario es un maestro, recomiendo jugar de
manera combinativa: un juego posicional a la larga es mucho
más fácil para el maestro, ya que tiene una gran experiencia
como profesional del ajedrez.

En este capítulo abordaré la dificultad que muchas personas


tienen en el tramo final de partida: se suelen malograr y perder
muchas posiciones por apuros de reloj. Para jugar bien un final
se necesita una disposición tranquila y una técnica
matemática.
Jugar bien un final de torre o dama, por ejemplo, es un
camino lleno de espinas, puesto que se necesita tener las ideas
muy claras y rozar la perfección, lo que trae consigo un
excesivo desgaste mental y físico. Recuerdo gratamente algún
final de este tipo que he ganado a algún gran maestro, después
de horas de encarnizada lucha, pues el adversario pone en
juego toda su destreza para evitar la derrota.
Personalmente, si sé que voy a tener una partida difícil,
como por ejemplo la última partida de un torneo donde me
juego la clasificación final, acostumbro a tomar algún alimento
o bebida para compensar el tremendo desgaste mental y
nervioso. Ayuda, también, el practicar alguna otra actividad
para dominar los nervios: yoga, Tai chi, etc.
Para llegar a jugar bien los finales de partida es
recomendable estudiar los conceptos que nos han legado los
célebres tratadistas del ajedrez: Lucena, Phillidor, Réti, etc. Sus
estudios han dado la vuelta al mundo y hoy en día todavía los
usan, entre otros, los rusos estadounidenses. Si se asimilan
estos perfectos estudios se consigue una fuerza impresionante
y seguridad en los momentos clave.
Mucha gente se pregunta ¿qué puedo hacer para progresar
en un final de partida? La respuesta es bien sencilla: hay que
hacerse con un buen entrenador, una persona que sea un buen
maestro con experiencia y que haya dedicado muchos años de
su vida a asimilar todo tipo de posiciones. Es éste el camino
más rápido y fiable que conozco . En las mejores escuelas del
mundo se consigue que los alumnos suplan la experiencia que
les falta con un buen entrenador que les enseñe, en mucho
menos tiempo, el concepto interior de la posición.
Es conveniente no dejar de lado las lagunas que podamos
tener en algunos finales y buscar el apoyo de un entendido en
este campo que nos ayude a superar otra de las muchas
barreras que tiene el ajedrez.
Muchos son los objetivos perseguidos por un jugador desde
el inicio de la partida: ventaja de material, pareja de alfiles en
posición abierta, caballos en posiciones bloqueadas, peones
pasados y no doblados, ocupar las columnas abiertas, tener el
rey activo, ventaja de espacio, enroque bien protegido, piezas
activas, ocupación de la séptima fila con las torres, etc.
Realizar todas estas ideas depende siempre de qué posición
tengamos, pero llegar a conocer correctamente estos
fundamentos compensa plenamente el sacrificio que supone
su estudio y nos reportará grandes satisfacciones.

Es éste un apartado muy sutil, en el que voy a dar unos


consejos prácticos que favorecerán a todo aquél que quiera
superarse continuamente.
No basta ir a jugar una partida de cualquier manera; hay que
dormir las horas suficientes (unas 8 horas); hay que frenar la
euforia después de un triunfo y no hay que subestimar nunca
al contrario, aunque se tenga una posición muy ventajosa, pues
la relajación y la confianza son muy traidoras y juegan muchas
malas pasadas; hay que evitar el alcohol, llevar una vida lo más
sana posible, intentar relajar y controlar los sentimientos de
uno y «darlo todo» durante la partida. Ya he mencionado que
un torneo de ajedrez comporta mucho desgaste físico y
mental. Una vida sana y una dieta equilibrada son
imprescindibles. Tomemos el ejemplo de Kaspárov. El
excampeón del mundo incluye en su dieta el salmón y otros
pescados básicos que aportan las vitaminas y nutrientes
necesarios para que pueda desplegar su talento y creatividad.
El pescado, en general, pero sobre todo el azul, como la
sardina, es una buena fuente de vitaminas y minerales, y está a
nuestro alcance. Otro alimento importante es la miel, que por
sus propiedades curativas favorece el organismo.
También es conveniente descargar la tensión. Recuerdo que
Arturo Pomar, persona muy sencilla a quien conocí siendo yo
un muchacho, antes de cada partida daba largos paseos.
Pasear es muy beneficioso, pues despeja la mente.
No es recomendable poco antes de la partida visualizar
muchas posiciones, ya que se contribuye así a cansar la mente:
nuestros ojos realizan un esfuerzo excesivo que repercutirá
negativamente durante la partida.
Sin subestimar al adversario, hay que tener también
confianza en uno mismo. Puede decirse que muchas personas
han perdido a veces la partida antes de empezar, pues
consideran a su rival muy fuerte por el mero hecho de ser
maestro; otras se sienten intimidadas por las miradas y gestos
del adversario. Es necesario contrarrestar todo esto
potenciando al máximo la autoestima y la confianza en
nosotros mismos. Hay que «darlo todo» e intentar ganar a esa
persona con todas nuestras fuerzas.
El buen jugador de ajedrez será el que sepa más ajedrez que
el adversario, lo que no significa que sepa más aperturas, pero
sí que tendrá más experiencia, lo que decantará la balanza en
su favor, y no por suerte.
Debemos conocer cuáles son nuestras deficiencias y pulirlas
hasta eliminar «los puntos débiles del yo». Solo así
conseguiremos progresar, por nuestro bien y el del ajedrez.

En un jugador de ajedrez es muy importante el espíritu de


lucha, el ansia de ganar y la voluntad de superación constante.
A lo largo de los años he conocido a personas que lo dan todo
en competición, pero también me he encontrado con
jugadores que se levantan constantemente, hablan y se
distraen mucho, perjudicándoles esta actitud en la puntuación
final del torneo. No se esfuerzan como los primeros y malogran
muchas posiciones.
Al ajedrecista hay que motivarlo desde la infancia. Está
demostrado que el ajedrez desarrolla la inteligencia:
pedagógicamente, es esencial para los niños. Hay que saber
enseñar y mostrar al niño las maravillas de esta ciencia, y esto
se consigue sabiendo qué puede estimular a un alumno a
progresar. Al niño le fascinan aquellos aspectos del ajedrez
que son espectaculares, como las simultáneas o exhibiciones
con o sin reloj, con blancas y negras al mismo tiempo, o los
torneos de partidas rápidas en los que se demuestran los
reflejos de cada persona. Viajar a pueblos y ciudades es
sinónimo de cultura y muy recomendable para todos. Los
gastos pagados o las ventajas económicas que reciben los
mejores jugadores determinan la necesidad de conseguir que
esa persona se esfuerce al máximo para lograr su objetivo.
Los padres y amigos han de tener en cuenta que en el ajedrez
se mezclan todo tipo de profesiones y de personas de diferentes
niveles culturales.
Los primeros años de formación son muy importantes y es
fundamental no desmoralizarse, porque puede tener
consecuencias inmediatas desfavorables. Hay que saber
enseñar para poder luego sentirse satisfecho del trabajo
realizado y de los resultados obtenidos.
He conocido a grandes jugadores que han estado años sin
jugar cuando aún no tenían mucha experiencia. Es el caso, por
ejemplo, de Alfonso Romero (GM), compañero de club durante
muchos años, que creía que era normal quedar siempre en los
primeros lugares de los torneos. Su sorpresa fue mayúscula
cuando en un torneo quedó en última posición. Se desmoralizó
tanto que estuvo dos años sin jugar, pero después volvió porque
se dio cuenta de que siempre hay que luchar por alcanzar la meta
deseada.
Claro que puede que no la alcancemos. En ese caso nos
queda la satisfacción personal de haberlo intentado,
satisfacción que siempre será positiva y que nos dará un mayor
«empuje» para abordar empresas posteriores.

Es muy importante sorprender a nuestro adversario en las


primeras jugadas, lo que puede conseguirse de varias maneras.
En los torneos de ronda semanal es mucho más fácil porque
tenemos varios días que pueden servirnos para buscar el punto
débil del contrario. Si lo conocemos personalmente y hemos
jugado contra él en varias ocasiones, aunque haya sido en una
simple partida rápida, es conveniente recordar esos momentos
y ver qué particularidades tiene; en los torneos de elite
siempre resulta más provechoso enfrentarse a alguien a quien
conocemos que a otra persona de la cual no sepamos que
esquemas practica.
Hay que prestar muchísima atención a las primeras jugadas,
porque si hacemos una incorrección de buen principio contra
un jugador de mucha calidad, lo pagaremos durante el resto
de la partida.
Recomiendo, en particular, buscar todas las partidas posibles
del adversario y ponerse en su lugar, para distinguir alguno de
sus mecanismos de pensamiento. Ahora bien, esto no es siempre
fácil. Por ejemplo, yo a lo largo de mi carrera he jugado varias
veces contra muchos maestros y, normalmente, suelo cambiar de
esquema para sorprenderlos; en contadas ocasiones se ha
repetido la misma posición en las primeras jugadas.
Si a veces se repiten los mismos esquemas, se debe a que el
contrario nos quiere preparar una trampa, o bien que ha
experimentado una mejora con respecto a una partida anterior
que habrá estudiado en sus análisis caseros.
Para conocer el juego del adversario, recomiendo dirigirse a
la federación a la que cada cual pertenezca y pedir la totalidad
de partidas disponibles en fotocopias o CD rom; otra fuente de
información es Internet, con sus bases de datos. Es muy
importante recordar las partidas que haya jugado en torneos
para ver su estilo de juego al enfrentarse a otros jugadores.
Otra posibilidad es, al jugar un campeonato, pasearse por las
otras mesas observando a los futuros adversarios y sus
planteamientos. Ante una partida importante y decisiva, es
conveniente consultar con el entrenador u otra persona de
confianza que nos dé una opinión sincera sobre el
planteamiento y sobre cómo jugar contra el adversario. Si
vemos que durante el transcurso de la partida nuestro
contrario va apurando el tiempo considerablemente,
tendremos la sensación de que, psicológicamente, hemos
acertado en el plan de juego que hemos puesto en marcha.
Esto demuestra, por otra parte, que el esfuerzo que hemos
hecho al analizar su juego no ha sido en vano, siendo un
estímulo más para sentirse satisfecho y mejorar día a día en el
estudio del ajedrez.

Vamos a hablar ahora de un campo de posibilidades


ilimitado como consecuencia de la modernización, a una
velocidad sorprendente de la tecnología.
Cada vez surgen nuevos programas que demuestran que, en
el futuro, la máquina ganará al ser humano. Recuerdo un
encuentro famoso entre Kaspárov y Deep Blue en el que el
entonces campeón del mundo perdió frente a la máquina.
Sobre este programa hay que decir que uno de sus
«preparadores» fue el GM Miguel Illescas. Él y el resto de
colaboradores hicieron un trabajo sobresaliente. Además, era
la primera vez que Kaspárov caía derrotado en un encuentro y
este acontecimiento fue de alcance mundial. Millones de
personas siguieron las partidas, incluso personas que no eran
aficionadas al ajedrez.
Estos programas, que se van modernizando día tras día,
tienen ventaja con respecto a los humanos. En primer lugar,
calculan mucho más rápido miles de jugadas en un espacio de
tiempo muy reducido; en segundo lugar, psicológicamente
son muy superiores, pues nunca se ponen «nerviosos» ante los
apuros de tiempo o posiciones desventajosas, ni tampoco los
impresiona enfrentarse a los mejores jugadores del mundo.
Quiero destacar, sin embargo, la falta de creatividad e
imaginación que muestran actualmente estas máquinas. La
originalidad que posee el ser humano a la hora de poner en
práctica planteamientos insospechados es una de las pocas
ventajas que tiene contra la máquina. Por ello, y basándome
en mis propios progresos realizados al enfrentarme a estos
programas, recomiendo a las personas que jueguen contra
ellos que no cometan el error de jugar mecánicamente y caer
en un juego anodino y monótono. Estas máquinas están muy
preparadas y la experiencia demuestra que en muchas
ocasiones en que han ganado material le ha sido muy difícil al
humano superarlas. Cada vez se las ve más en los grandes
torneos de ajedrez y muchas veces ganan incluso a maestros
de primera fila. Debo decir, también, que el esfuerzo de
muchas personas por mejorar el nivel de estos programas es
digno de admirar, por la gran cantidad de tiempo y trabajo que
invierten en ello.
He jugado contra varias máquinas que movían ellas mismas
las piezas, y es realmente impresionante. Las buenas máquinas
de ajedrez indican la valoración de la posición, quién está
mejor y por qué, muestran planes de juego, analizan millones
de jugadas en segundos, «ven» un jaque mate con muchas
jugadas de antelación, etc. Y esto es sólo el principio. Estos
programas nos deparan nuevas sorpresas en el futuro y son un
profundo motivo de satisfacción para sus creadores.
Hay varias maneras de prepararse contra el adversario. La
principal, ya la he citado antes: estudiar el juego del oponente.
A lo largo de mi carrera, he jugado muchos torneos
internacionales y, más de una vez, al comentar la partida, me
he enterado de que mi adversario se había preparado la
partida estudiando y analizando partidas mías que he
comentado para alguna revista. Otro ejemplo de preparación
son los maestros que recorren el mundo jugando torneos y
llevan consigo su ordenador personal cargado de información
acumulada de varios torneos.
En mi caso particular, siempre que intuyo una continuación
que ya he experimentado en otras ocasiones, suelo comprobar
alguna posible variante que pueda dar ventaja a mi
contrincante.
Quiero recalcar que no sólo hemos de prepararnos para una
partida, sino que tenemos que mejorar continuamente nuestro
ajedrez. Para ello, un método que da muy buenos resultados
consiste en analizar las partidas de los mejores jugadores del
mundo e intentar comprender el porqué de sus jugadas. A ser
posible tenemos que elegir un maestro que nos convenga por
el estilo de su juego o nos guste por la brillantez de sus
combinaciones. Hemos de tener una sólida preparación
teórica e ir siempre en busca de nuevos horizontes para
demostrarnos a nosotros mismos que vamos avanzando en el
largo camino que conduce a la maestría en ajedrez. No es nada
fácil ganar un torneo de ajedrez y estar entre los mejores. Sólo
nosotros sabemos las muchas horas que empleamos en el
estudio y lo mal remuneradas que están, por lo que nos
compensa la satisfacción personal por haber conseguido los
objetivos y el refuerzo de nuestra voluntad de progresar cueste
lo que cueste.
Cada vez con más frecuencia destacan nuevos jugadores
bien preparados física y mentalmente. Aspiran a ser maestros
y la mayoría dispone de un buen entrenador que los orienta
con rapidez hacia la meta. La preparación psicológica es
fundamental en una competición de ajedrez. Hay que tener
mentalidad ganadora e ir siempre en pos del triunfo. Aunque
algunas veces, por respeto o temor nos pidan tablas, si vemos
la más mínima posibilidad debemos luchar por la victoria. Sólo
así conseguiremos mejorar y establecer una férrea disciplina
que nos obligará a ser más duros con nosotros mismos y nos
producirá satisfacciones que, a largo plazo, serán muy
beneficiosas.

Se nos presenta una situación difícil, complicada.


Imaginemos que dentro de unos días vamos a jugar contra un
jugador experimentado. Tenemos que recurrir a la astucia.
Debemos analizar su juego para encontrar una fisura o su
«talón de Aquiles». Es necesario prestar mucha atención a su
repertorio y es importante no entrar en una línea de juego que
ya haya experimentado otras veces con buen resultado.
Además, tendrá la experiencia que le hayan proporcionado
muchas horas de estudio, práctica y análisis «post-mortem».
Tal vez haya encontrado una mejora y quiera ponerla en
práctica contra nosotros. Tenemos, pues, que ser cautos e
intentar estudiar alguna variante que lo incomode. El factor
sorpresa es muy importante, pues nos aporta seguridad y
confianza en nosotros mismos y lleva la incertidumbre y los
apuros de tiempo al contrario, lo que a corto plazo siempre nos
beneficiará.
He preparado partidas a compañeros que tenían un
compromiso difícil y algunas han dado muy buen resultado.
Una vez un amigo se enfrentaba a un maestro que jugaba
siempre la misma línea, así que decidimos prepararle lo que se
suele llamar un «cilindro» (trampa teórica). Aconsejé a mi
amigo que entrase en una línea determinada, pero que no
jugase rápidamente, sino todo lo contrario. Tenía que mostrar
cara de preocupación y pensar más que el adversario. El ardid
dio resultado y el maestro, cuyo nombre me abstendré de citar
por deferencia profesional, entró en nuestro análisis y
abandonó en 25 jugadas en una línea muy agresiva que
habíamos analizado a partir de varias partidas modelo. Ahora
bien, nuestra sorpresa fue descomunal cuando supimos que se
había metido en la boca del lobo... ¡sin saberlo! Se limitó a
efectuar todas las jugadas de una partida que se había
publicado hacía años.
La explicación de esta estrategia es bien sencilla: si contra un
adversario conocido y experimentado jugamos una línea que él
ya conoce y la jugamos rápidamente y levantándonos
constantemente de la silla, nuestro oponente intuirá que hemos
preparado la partida e intentará salir de la teoría a la primera
ocasión, esquivando así el duelo teórico y haciendo inútil toda
nuestra preparación. Debo señalar, no obstante, que
normalmente no alcanzaremos resultados tan contundentes
como el del ejemplo citado, pero sí conseguiremos logros
positivos en las primeras jugadas, cosa que nos puede reportar
ventaja en la apertura para ganar más tarde la partida.
Deberíamos entonces, sentirnos, muy satisfechos de la labor
realizada.

Es muy importante tener una disciplina rigurosa: estudiar


regularmente será beneficioso a la larga. Es conveniente
dedicar un mínimo de tiempo al día insistiendo en los aspectos
particulares del juego que no se dominen muy bien.
A algunos quizá les convenga más el estudio general del
medio juego, poniendo especial interés en el plan una vez
concluida la fase de apertura. Hay personas a las que les cuesta
más estudiar por sí mismas y necesitan de un buen entrenador
que les proporcione unas pautas metódicas para estudiar con
eficacia. En general, todo depende del estilo de juego de la
persona. En mis clases suelo seleccionar temas e ideas
determinados basándome en estudios pedagógicos con
métodos revolucionarios que consiguen un progreso
asombroso del alumno en poco tiempo.
A todos aquéllos que realmente no tengan tiempo, les sugiero
que realicen prácticas de ajedrez sin tablero, visualizando
posiciones o reproduciendo partidas, problemas y estudios
publicados en diarios y revistas especializadas SIN COLOCAR
LAS PIEZAS. Esto, que al principio es muy difícil, redundará en
beneficio del aficionado, que incrementará su nivel «a ciegas».
Yo mismo he probado este método durante los largos viajes
por carretera entre torneo y torneo y me ha dado buenos
resultados.
Ya he mencionado antes que no es conveniente en los
torneos de ronda diaria esforzarse mucho recordando y
mirando posiciones antes de la partida, pues esto suele
provocar un cansancio que puede hacerse notar ya en la
primera fase del juego. Un buen paseo antes de comenzar y la
mente despejada son mucho más saludables que haber estado
recordando hipotéticas posiciones cuyo único mérito es
proporcionarnos desasosiego.

Por lo general, a nadie le gusta perder, aunque hay que


reconocer que existe una minoría que se lo toma con filosofía
e intenta aprender de sus derrotas. Creo que siempre hay que
encontrar el lado positivo de una partida perdida. El buen
jugador de ajedrez analizará el porqué de la derrota: sólo así
podrá enmendar sus errores en partidas futuras.
Un error muy común es confiarse y creer que tenemos la
victoria asegurada. Yo mismo he caído en esto muchas veces y
puedo asegurar, por experiencia propia que, hasta que el
contrario no ha abandonado, el punto sigue en disputa, por
más ventaja que tengamos.
Muchas son las partidas y las posiciones que se malogran en
los apuros de tiempo. Más de unas «tablas fotográficas»
(repetición de la misma posición tres veces en una partida,
sean seguidas o no) se han dado en tales circunstancias. Es
necesario corregir este defecto antes de que se convierta en
un vicio crónico.
Un factor que también hay que tener en cuenta son los
desplazamientos largos, que condicionan nuestro sistema
nervioso. ¿Quién no ha llegado tarde alguna vez? Una huelga
de transportes, un coche que se estropea, el despertador que
no suena o el cambio de horario son «problemillas» que
pueden hacernos llegar tarde a una partida y jugar nerviosos.
Es conveniente, pues, salir con tiempo más que suficiente:
«hombre prevenido vale por dos».
Es importante concentrarse bien y no levantarse durante las
primeras jugadas, y hay que adoptar una actitud y una
disposición férreas combatiendo con uñas y dientes. Muchas
personas cometen el error de levantarse y charlar
continuamente con otros jugadores, creando situaciones de
relajamiento y confianza que los adormecen y hacen que no
profundicen en la posición.
Por último, recalcaré que no hay que desanimarse nunca por
más derrotas que suframos. Lo que debe hacerse es superarse
siempre porque sólo así conseguiremos tener una mentalidad
de victoria que nos beneficie en el futuro.

Normalmente son muy pocos los que consiguen el título de


maestro de ajedrez, pero nada es imposible si se mentaliza uno
para ello.
Personalmente, recuerdo que a mí me asesoraron y
animaron muchas personas; recuerdo con nostalgia aquellas
calurosas mañanas de verano que pasaba estudiando: el
sacrificio mereció la pena. Otros no están dispuestos: que no
se lamenten luego de su bajo nivel.
En este libro, el lector encontrará algunos secretos de la
práctica magistral experimentados a lo largo de años de
esfuerzo. Sólo pretendo abrir los ojos a las personas para que
comprendan que para llegar a ser maestro de ajedrez se
necesita un buen entrenador y mucho tesón.
Hay que ser consciente de las propias posibilidades. Hay que
intentar superarse en el estudio de las aperturas, escogiendo
aquéllas que se acomoden con su estilo de juego. Hay que
intentar encontrar siempre el mejor plan, no uno cualquiera, y
hay que estudiar finales: éstos nos proporcionarán una valiosa
experiencia para años venideros.
Para mejorar en el aspecto deportivo no hay necesariamente
que jugar muchos torneos o partidas «de café». Es preferible
jugar pocos torneos, pero seleccionados cuidadosamente, y
adoptar un plan de estudio serio y razonado. Sólo los más
duros, tenaces, voluntariosos y con muchas ganas de progresar
lo lograrán. La recompensa se obtiene a lo largo de los años.
Junto a la sabiduría adquirida se conoce a personas
distinguidas y de diversidad de culturas, se viaja a bonitos
lugares y se adquiere mayor experiencia y conocimientos.
Es necesario hacerse una buena biblioteca de ajedrez.
Cuantas más fuentes de información tengamos, más fácil nos
será comprobar la veracidad de los planteamientos que
adoptamos. Debo señalar aquí que muchas personas muestran
un perjudicial desprecio hacia los libros, dejándose llevar por
ilusorias aperturas «modernas» que sólo les producen
sinsabores. Lo grave es que no saben dónde han fallado y por
qué.
El entrenador es la persona cualificada que asesora a otra en
la mejora de su nivel de ajedrez. Le enseña los métodos
secretos que nadie quiere desvelar: es, precisamente eso, lo
que yo pretendo hacer con este libro. A lo largo de mi carrera
pedagógica de entrenador de ajedrez, he guiado a muchas
personas por el camino recto hacia la maestría y he tenido la
satisfacción de ver como, con mi ayuda, alcanzaban los
objetivos que se habían fijado.
Yo obtuve el título de maestro a los 19 años y, aunque esté
mal que lo diga, no me esforcé mucho para ello. Creo que tenía
una predisposición innata para este juego, puesto que mi
padre fue un buen jugador y un artista creador en su oficio. En
cierto modo, siempre he creído que heredé de él esta faceta
creativa y el talento necesario para llevarla a la práctica. A lo
largo de los años me he convencido de que el ajedrez debe
difundirse entre los más jóvenes, pues es una época de la vida
en que uno se siente llamado a grandes empresas.
Es conveniente que todo aquél que quiera mejorar en este
juego busque entrenador. Naturalmente, también puede uno
«ir por libre»; sin embargo, recorrerá el camino con más
lentitud y tardará muchos años en aprender lo que un buen
entrenador puede enseñarle en meses. Por ello es aconsejable
que todos aquéllos que quieran mejorar su juego se dejen
guiar por personas especializadas en esta materia: ganarán
años de estudio y juego, y disfrutarán plenamente de los
conocimientos que se les ofrecerán.

Según las características de la persona, su nivel de juego y su


modus vivendi hay que establecer un entrenamiento serio y
seguirlo a rajatabla.
Para remediar las carencias en los aspectos estratégicos y
tácticos, el mejor remedio es el estudio de posiciones para
ejercitar la creatividad, la imaginación y la capacidad
combinativa. Es fundamental dominar conceptos como
encaminamiento, ventaja de espacio, persecución, pieza
sobrecargada, jugada intermedia, ataque, «rayos X»,
promoción del peón, peón pasado, bloqueo, interceptación,
desviación, demolición de la estructura de peones, etc. Es a
partir del estudio concienzudo de unas 100 posiciones cuando
la persona empieza a subir de nivel. Pero para conseguir esto
es necesario trazar un plan de trabajo bien equilibrado. Hay
que empezar la casa por los cimientos y abordar después el
tejado.
El plan depende, claro está, de la persona, del tiempo libre
de que disponga, de su situación laboral y familiar. He
realizado pruebas psicotécnicas en un determinado plazo de
tiempo para comprobar hasta dónde pueden llegar mis
alumnos. Para que esto pueda funcionar es necesaria una
confianza absoluta entre aspirante y entrenador. Mencionaré
también que es útil y provechoso leer otros libros distintos de
los de ajedrez, a fin de ensanchar la mente y enriquecer la
propia personalidad. El cerebro dispone de muchísimo espacio
para almacenar conocimientos y su capacidad para asimilar y
racionalizar toda esta experiencia cultural es primordial en
cualquier momento de nuestra existencia; sin embargo, ya
Einstein advertía que sólo utilizamos una mínima parte del
cerebro, lo que dificulta su desarrollo. El ajedrez contribuye a
revelar su verdadera potencia.

El saber comportarse durante una partida, el respeto por el


adversario y la observancia de las normas elementales de
educación no son sólo algo exigible a cualquier persona, sino
que contribuyen a dar una impresión gratificante del ajedrez.
El ajedrez es un deporte entre caballeros. Por desgracia,
muchas veces he presenciado acciones que eran más propias
de fulleros que de aficionados al noble juego. En los finales de
partida, durante los controles de tiempo y en otras ocasiones,
hay individuos que no controlan los nervios y se comportan de
una manera grotesca y grosera que va en detrimento del
propio ajedrez. Cuando hablé de ganar a toda costa me
refería, naturalmente, de manera noble; no obstante hay
individuos que quieren ganar a cualquier precio y consideran
que todos los medios son lícitos para ello. No se dan cuenta de
que, aunque a veces perdamos, siempre ganamos el conocer a
un futuro amigo, siempre aprendemos algo diferente que nos
enriquece.
Hasta aquí el respeto como norma de convivencia social;
pero hay otro tipo de respeto que quiero considerar. A veces,
la suerte del emparejamiento nos depara enfrentarnos a una
persona a la que se considera favorita para ganar el torneo por
su talento, por su buen momento de forma o por su alto nivel
de juego. En este caso, ahora sí, debemos «perderle el
respeto». Debemos medirnos contra él de igual a igual,
teniendo confianza en nuestras posibilidades y esforzándonos
al máximo. Nada tenemos que perder, salvo la partida. Si
ganamos podremos darnos por satisfechos por el esfuerzo
realizado. Por otra parte, cuanto más tesón pongamos, la
partida será de mayor interés y podremos aprender todavía
más en los análisis «post mortem».
A lo largo de mi carrera he conseguido vencer o empatar con
rivales que teóricamente eran más fuertes que yo. Lo conseguí
gracias a que previamente «les había perdido el respeto».
La mayoría de los aficionados cree que jugar una partida de
ajedrez es similar a jugar una de cartas, dominó o parchís.
Nada más lejos de la realidad. En ajedrez hay muchos
profesionales que necesitan ganar para poder subsistir y
ponen en el tablero sus seis sentidos. Esto determina la dureza
de muchas personas en los torneos de ajedrez de todo el
mundo.

Es recomendable jugar partidas «a ciegas» siempre que ello


no suponga mucho esfuerzo y no se jueguen muchas a la vez.
La escuela soviética recomienda que se practiquen, pero no
excesivamente. El récord del mundo en esta modalidad lo
tenía el desaparecido gran maestro argentino Miguel Najdorf.
Recuerdo en mis años mozos, cuando iba en compañía de
otros maestros a participar en el campeonato de España u
otros torneos, que jugaba con el mejor jugador que España ha
dado, Miguel Illescas, «a ciegas». Nos ayudaba a matar el tedio
durante el viaje. Jugábamos, claro está, sin tablero. Así
podemos familiarizarnos con más posiciones sin forzar la vista.
Muchos maestros suelen recordar planes o posiciones sin
necesidad de tablero ni piezas.
Un error muy frecuente en esta modalidad de juego es no
recordar dónde estaba un peón u otra pieza, por lo que es
necesario prestar mucha atención y jugar aperturas conocidas
que dominemos para comprender mejor las posiciones del
medio juego que se nos presenten. Hay quien intenta hacer
trampas al enfrentarse al jugador «ciego»; sin embargo, un
buen método para detectarlas es reproducir mentalmente la
partida hasta ese momento. Por supuesto, es absolutamente
necesario que en la sala en que se desarrolle este
acontecimiento reine el silencio.

Esta actividad ha de realizarse de manera ordenada. Deben


apuntarse las partidas en su totalidad, para luego poder
analizar minuciosamente los errores cometidos. Es provechoso
establecer también unos controles de tiempo y ver en qué
momentos gastamos más o menos tiempo. Conviene también
inscribirse en torneos de apertura obligada, cosa que favorece
el estudio de líneas determinadas. Desgraciadamente, no hay
muchos torneos de este tipo.
La persona debe saber qué tipo de juego adoptar, de
acuerdo con sus preferencias. Si es un jugador al que le gustan
las posiciones abiertas, tendrá que escoger planteamientos
arriesgados; si, por el contrario, le gusta el juego posicional,
tendrá que jugar planteamientos sólidos como la apertura
inglesa o del peón dama. Lo mismo ocurre con la defensa:
según el carácter de la persona se le recomendará una defensa
táctica, sólida o posicional, incluso algún gambito, que
siempre les causa sorpresa a muchos jugadores.
En lo que quiero insistir es en que no hay que «dejarse llevar»
por el juego del contrario, sino intentar hacer el nuestro. Si la
línea que utilizamos es objetivamente buena y clara, no
tenemos nada que temer.

Es evidente que hay algunos alumnos que tienen más


cualidades que otros para el ajedrez. Esto puede deberse a
muy diversos factores. Así, por ejemplo, la situación familiar
puede ser decisiva en este sentido. Hay personas que gozan de
una sólida posición económica y han podido dedicarse por
completo al ajedrez. La excampeona mundial de ajedrez,
Maya Chiburdanitze es un caso típico: sólo estudiaba ajedrez.
Evidentemente, quienes pueden dedicarle al ajedrez todo su
tiempo, tienen más facilidades para progresar. Por ello hay
que destacar el esfuerzo de aquellas otras personas que, sin
poderse dedicar por entero al noble juego, consiguen
progresar estudiando y abriéndose a nuevas ideas.
En mi juventud tenía mucha facilidad para memorizar. Rara
vez estudiaba porque retenía las explicaciones del profesor sin
dificultad alguna; sin embargo, aunque unas personas tengan
unas condiciones innatas que les permiten aprender más
rápidamente que otras, en el fondo es fundamental tener un
buen maestro. No hay que confundir la figura del buen jugador
con la del buen pedagogo. Un buen pedagogo sabrá motivar
al niño, estimularlo y valorar sus cualidades. Todos sabemos lo
importante que es ver sonreír a un niño, ver si es feliz, si se
siente a gusto. El buen pedagogo es además buen psicólogo y
sabe encauzar al niño y hacer que aflore su talento.

Recuerdo que cuando conocí al gran maestro Arturo Pomar


me asombró la facilidad con que ganaba a sus adversarios. Yo
tenía por aquel entonces 10 años y el escenario era el torneo
de Sant Feliu de Guíxols (Gerona). El elegante juego de
personas como Szabo, Jakobsen, Cebalo, etc., que
participaban en aquel torneo, y la sencillez de sus movimientos
me parecieron un espectáculo sin igual. Pomar solía dar largas
caminatas por el paseo marítimo antes de jugar. Le ayudaban
a disminuir la tensión antes de la partida. Su riqueza de ideas y
su gran experiencia en competiciones hacían de él siempre
uno de los favoritos al primer premio. De él aprendí el
concepto de sencillez: un juego inexpugnable en la apertura,
jugadas de desarrollo cuidadosamente seleccionadas y unos
finales de partida que ganaba con suma facilidad.
En una partida de ajedrez, hasta el más mínimo detalle es
importante, tanto los datos puramente formales (ELO del
jugador, club al que pertenece, etc.) hasta los más psicológicos
(si tiene costumbre de levantarse con frecuencia durante el
juego, se relaja, etc.).
En la apertura hay que colocar las piezas en sus casillas más
eficaces con jugadas sencillas. Hemos
Hemos de saber marcar el ritmo
de la partida, es decir, saber si nos conviene plantear una
partida posicional o táctica, pero si intentamos complicar
excesivamente
excesivament e el juego,
jueg o, tenemos que contar
c ontar con la posibilidad
posibilidad
de que
q ue al contrario
c ontrario le gusten las complicaciones
c omplicaciones.. A menudo lo
mejor suele ser también lo más sencillo.

En este epígrafe hablaré de partidas que acaban en pocas


jugadas: las miniaturas. Suelen producirse a causa de graves
errores cometidos
cometidos por el contrario; sin embargo, también hay
muchas trampas teóricas que pueden originarlas. En la
segunda parte ded e este libro transcribo algunas miniaturas que
tienen un considerable interés teórico y otras posiciones
curiosas
curiosas por su alto valor temático y de estudio.
Podemos sospechar que quieren ganarnos rápidamente si
vemos que nuestro adversario juega con mucha rapidez.
Entonces deberemos intentar recordar posiciones similares
que hayamos jugado con anterioridad. Podemos tener la
certeza de que nuestro contrario se ha preparado la partida y
nos prepara alguna trampa. También puede ayudarnos
observar su mirada, si denota confianza o no. Hay que cuidar
mucho el aspecto psicológico.
Ahora bien, hay que contener la euforia si vemos que el
adversario se adentra en el juego que hemos preparado. Es
conveniente, entonces, hacer las jugadas pausadamente y
repasando el esquema. Tenemos que procurar que nuestro
contrario no intuya la preparación a la que lo hemos sometido.
Tener presentes estas orientaciones nos ayudará en esta fase
tan importante del principio de partida.
Quienes pretendan confundir al contrario, tendrán que
poner cara de «jugador de póquer», mostrar frialdad e
indiferencia para hacerle caer en la trampa. Es conveniente
tener toda la información posible del adversario para poder
prepararle una buena celada. Los maestros de alto nivel
conceden gran importancia a una buena preparación teórica
que reporte ventaja desde el principio de la partida.
Las miniaturas suelen ser galardonadas con premios de
belleza. Cada vez se prodigan más los premios en los torneos a
las partidas mejor jugadas, más bellas, más cortas y más
impactantes que se hayan producido. Es conveniente estudiar
tales partidas cuando se publiquen y dejarse conmover al
mismo tiempo por el talento y la creatividad desplegados en
ese premio de belleza. El ajedrez avanza a un ritmo
impresionante y es muy importante seleccionar no mucha
cantidad de material de estudio, sino poca, pero de calidad. Al
comprender el significado de esas jugadas siguiendo los
consejos de un buen entrenador, los éxitos no tardarán en
llegar.

Este capítulo es de importancia vital para aquéllos que


practican el ajedrez. Es sabido que el ajedrez necesita tiempo
y dedicación. Absorbe muchas horas en la vida de una pareja,
de la familia, y esto no siempre se comprende bien. Hay
matrimonios o noviazgos que se han roto por el ajedrez. En
Cataluña en 1999 hubo aproximadamente un 47 % de
separaciones matrimoniales. Ignoro si alguna se debió al
ajedrez, pero el caso es que es una cifra muy alta y es una
lástima que cada vez haya menos compenetración entre las
parejas. A veces, el ajedrez se convierte en una válvula de
escape de los problemas personales, ya sean familiares o
laborales. El ajedrecista deja a un lado todas sus
preocupaciones, las tensiones del trabajo, se desentiende de
la realidad presente y entra en un mundo virtual inexplorado
que le hace olvidar, por ejemplo, una mala relación.
Sugiero que, si éste es el caso de muchos ajedrecistas, se
intente llegar a un pacto a tres bandas (hombre, mujer y
ajedrez). Muchas mujeres no aprueban
aprueb an que el marido «pierda»
«pierda»
horas de estudio en el ajedrez.
ajedrez . Sencillament
Senci llamente,
e, no lo entienden;
entienden;
sin embargo, es necesario que cada persona sea feliz consigo
misma y, para ello, lo lógico es que haga aquello con lo que
disfruta. Un poco de comprensión y de cesión por ambas
partes sería muy beneficioso para todos.
En los niños las cosas no suelen ser tan dramáticas, aunque
hay algunos que pueden sentirse tentados a estudiar sólo
ajedrez y lo que crea los consabidos problemas familiares.
Creo que debería tenerse el ajedrez como una «asignatura»
secundaria, y ha de inculcarse al niño que, cuanto más
preparado y más conocimientos tenga, más fácil le será
avanzar por el duro camino de la vida.
También hay que ocuparse de los solitarios. Aquellas
personas que, por circunstancias de la vida, se encuentren
solas hallarán en el ajedrez un compañero insustituible e
infatigable. Les dará la oportunidad de viajar (cosa que
recomiendo encarecidamente) jugando torneos de ajedrez.
Visitarán nuevos lugares y culturas y nunca más estarán solos.
Hay un refrán que dice «da
«d a y recibirás». En el caso
c aso del ajedrez
es muy cierto:
cie rto: compensa
compensa con creces
c reces el esfuerzo realizado para
comprenderlo y practicarlo.

Es imprescindible aprovechar el tiempo. Los años pasan muy


rápidamente y no perdonan. Es conveniente hacerse un
horario de las diversas actividades que se desea practicar
(dependiendo, naturalmente, de las disponibilidades de cada
persona).
En el caso del ajedrez, para jugar bien se necesita tener
tranquilidad y la mente despejada. Hay que planificarse y no
jugar en exceso, pues esto puede revertir en un derroche de
tiempo y energías.
energ ías. Como
Como afirma Vladímir Kramnik,
Kramnik, el reciente
y flamante campeón mundial, hay que tener la energía
suficiente, por lo que hay que dosificar la participación en
torneos.
Hay que saber emplear bien el tiempo, como hacen los
grandes maestros. Por ejemplo, Miguel Illescas Córdoba, una
persona en alza cons
c onstante
tante y voluntariosa,
voluntariosa, estudia diariamente
más de ocho horas. Lo conozco desde que éramos niños y
puedo asegurar que q ue ha dado su vida por el ajedrez. La mayoría
mayoría
de las personas sólo ve a los maestros en algún queq ue otro torneo.
No puede ni imaginarse el tremendo sacrificio que supone el
estar entre los
l os mejores jugadores.
jugadores.
Todo lo que aprendamos nos será útil en la vejez. He
conocido a muy buenos jugadores de ajedrez, que son ya
personas
personas de edad avanzada. Tienen la experiencia y sabiduría
que dan tantos años de vida. Todos llegaremos a esa fase vital.
Entonces, reflexionaremos sobre nuestra vida y nos
preguntaremos en qué nos hemos equivocado, en qué hemos
acertado, qué es lo que nos gustaría haber hecho y si hemos
hecho lo que queríamos.
queríamos.
Por nuestra manera de jugar al ajedrez podemos darnos
cuenta de cómo actuamos en la vida. Así, un jugador
jug ador que tiene
por costumbre jugar posicionalmente, no suele arriesgarse
arriesgarse en
la vida. Por el contrario, el que prefiere
pr efiere las combinaciones, los
los
sacrificios y el juego complicado acostumbrará a llevar una
vida más bien agitada. El juego de cada aficionado dice mucho
de sí mismo ante la vida.
Hay que saber corregir los defectos cuando todavía estamos
a tiempo. Rectificar es de sabios y rectificar a tiempo puede
llevarnos a la consecución de metas insospechadas que nos
llenarán de satisfacción
satisfacción y alegría.

Es muy importante creer en uno mismo, tener la autoestima


necesaria para confiar en nuestras posibilidades. Tenemos que
aspirar siempre a lo más alto. En los torneos, muchos aspirantes
a maestro no están bien asesorados cuando juegan contra un
maestro de renombre, lo que condiciona su juego. Dicho
claramente, tienen miedo de jugar
j ugar con esa persona
persona y ya antes
de empezar se han rendido psicológicamente. Este problema
tiene que superarse
superarse con motivación y concentración.
conc entración.
Si tuviera que decir qué momentos de mi carrera
ajedrecística me han proporcionado mayor satisfacción, sin
ningún género de duda diría que aquéllos en los que me he
sacrificado al máximo durante una partida, «clavándome» en
la silla, dándolo todo. Después, al estudiar esa partida, he
reflexionado y comprendido que el esfuerzo había valido la
pena, que era el máximo premio al que se puede aspirar.
Muchas veces se piden tablas en alguna partida de
campeonato, pero una persona que tenga mucha confianza en
sí misma, por muy poco tiempo de que disponga, por mala que
sea su posición y tenga desventaja material, intentará ganar si
ve alguna posibilidad de victoria. Hay que ir a ganar siempre.
Es de admirar la gran fuerza interior que poseen los maestros
de primera fila. He tenido el honor de enfrentarme a algunos
de ellos y he podido comprobar personalmente que no se
rinden ante nada. Es como si se jugaran la vida. Claro que,
económicamente, dependen de sus victorias para subsistir; sin
embargo, estas personas han aprendido a ser luchadores
incansables. Tienen gran confianza en sí mismas y eso sólo se
consigue con una gran preparación espiritual y potenciando la
autoestima.
Como conclusión diré que hay que ir a ganar siempre. Hay
que arriesgar aunque se pierda, porque perder significa
aprender de nuestros errores. Ya recordaremos sus enseñanzas
cuando más adelante ganemos. No hay que ser conformista,
hay que intentar alcanzar la meta por muy lejos que esté. Sólo
así mejoraremos nuestro «yo interior».

Este capítulo complementa, en cierto modo, el anterior. Una


cualidad importante en ajedrez es ser perseverante, ser
metódico en el concepto que se estudia y voluntarioso a la
hora de cumplir con el programa fijado.
A lo largo de mi carrera he conocido a numerosos jugadores
que, gracias a su entrega y voluntad en las partidas, han
logrado remontar muchas posiciones inferiores y anotarse el
punto. Hay quien, incluso, llega a quedarse corto de tiempo a
propósito, mostrando en esos momentos decisivos un tesón y
una concentración impresionantes.
En mi práctica de entrenador profesional intento inculcar a
mis alumnos esta voluntad y confianza. Creo que todos pueden
llegar a maestro, si bien no para todos son válidos los mismos
métodos. Todos los caminos llevan a Roma, pero dependiendo
siempre de las cualidades personales de cada uno. Creo que
no hay que limitarse a hacer las clases normales: soy partidario
de que entre el entrenador y el alumno haya una estrecha
colaboración y comunicación, que redundará en beneficio del
aspirante. Siempre estoy dispuesto a resolver una duda o
cualquier otro problema que pueda planteársele.
El número de buenos jugadores que aspiran a ser maestros
aumenta cada día; en cambio, escasean los buenos
entrenadores. Se está trabajando a fondo para paliar esto,
pero el camino será largo, hasta que las instituciones lo apoyen
decididamente.
El ajedrez es muy positivo en la educación infantil: enseña a
pensar, a razonar, a perseverar tanto dentro del tablero como
en la vida misma, a estar en armonía con nosotros mismos y a
disfrutar del lado hermoso de la vida.

Un buen jugador de ajedrez puede apreciar por detalles


insignificantes cómo se encuentra psicológicamente el rival:
por la rapidez y seguridad con que efectúa las jugadas, por la
mirada que dirige a otra persona que está observando la
partida, etc.
Los verdaderos profesionales no juegan tan rápidamente:
ponen cara de circunstancias para ocultar su conocimiento de
la variante que se está produciendo. Para no caer en sus
engaños, hay que desarrollar el sexto sentido, esa intuición
que nos avisa del peligro. Así, es fundamental comprobar las
variantes que queremos jugar y familiarizarnos a fondo con
ellas.
También hay que saber evitar las fullerías. Se han dado casos
de individuos que jugaban con auriculares u otros aparatos de
radio. No escuchaban precisamente música: resulta que una
persona de más nivel le «recomendaba» las jugadas que tenía
que hacer. Otros pícaros escondían sus apuntes en los
servicios; luego volvían mucho más relajados y seguros de sus
posibilidades. Otros tenían incluso el descaro de jugar con un
ordenador al mismo tiempo que jugaban la partida de
campeonato. Otros, en fin, se levantan y piden lisa y
llanamente consejo a sus amiguetes.
Hay que luchar contra todos estos fraudes e intentar
erradicarlos. Hay que saber aceptar que nos pueden vencer y
felicitar sinceramente a la persona que nos ha ganado
honestamente. Pero mientras se sigan dando estas fullerías, el
ajedrecista deberá saber intuir cuándo se «la están jugando».
Hay que ser, pues, muy observador. Tenemos que estudiar a
nuestro rival sin mirarlo, sin que se dé cuenta. Observar cómo
apunta las jugadas, si anota el tiempo consumido, si es muy
meticuloso o si se va sintiendo incómodo por nuestro juego,
nos ayudará a catalogarlo bien.
El buen entrenador de ajedrez suele preparar a sus alumnos
en este tipo de actitud psicológica.

De joven, me gustaba mucho la literatura que explicaba la


concepción oriental de la vida: estudié la sabiduría de los
lamas, leí historias sobre el Tíbet y llegué a comprender la gran
fuerza espiritual que poseen los monjes tibetanos.
Actualmente, al preparar una partida me dejo llevar por mi yo
interior que me recomienda cómo tengo que jugar, y muchas
veces, por decirlo así, se me ilumina la mente y construyo
líneas interesantes y novedosas que desconocía hasta ese
momento.
Una persona tiene una gran capacidad psíquica, pero la
mayoría de la gente no sabe utilizar su fuerza cerebral. El
famoso Einstein no se cansaba de decir que él mismo usaba
muy poco su cerebro. ¡Y era Einstein!.
Un buen jugador de ajedrez tendrá un coeficiente de
inteligencia más alto, y hay test psicotécnicos que la miden; sin
embargo, con el paso de los años suele perderse algo, así que
es conveniente compensarlo reforzando el yo interior.
Así, cuando juguemos torneos de ajedrez, tendremos
vibraciones especiales, crearemos jugadas de gran talento. El
ajedrez es mágico. Nos promete una lucha especial contra un
adversario al que muchas veces no conocemos hasta el
instante en que estrechamos su mano y empieza la lucha y los
nervios. De ellos depende nuestra estabilidad y concentración.
Más adelante, volveré sobre esto.

Es muy frecuente en los torneos que tal o cual jugador esté


enfrentado con tal otro, que sienta tanta animadversión o
envidia hacia él que desee que pierda, llegándose a extremos
insospechados. A veces, esta rivalidad mal entendida se
produce a causa de una derrota que no se ha sabido «digerir».
Por esto, quiero dedicar unas líneas a este punto.
Hay que saber perder. Nadie es perfecto, e incluso los
mejores jugadores del mundo han sufrido amargas derrotas.
No se trata de la cantidad de errores cometida, sino de su
calidad. Como dice Miguel Illescas, no pierde quien comete
más errores, sino quien comete el último. Hay que saber
valorar, comprender y corregir nuestros errores, y no echarle
al contrario la culpa de nuestro mal juego. Sólo así
conseguiremos mejorar.
Por lo que a mí respecta, me consta que a algunos jugadores
les habían ofrecido primas para ganarme. Quienes así obran,
lo hacen porque ellos mismos carecen del valor y del espíritu
de sacrificio necesarios para ganar ellos mismos. En el ajedrez,
como en otros deportes, hay grupos organizados, verdaderas
«mafias» que abusan de su poder en beneficio propio y de sus
amigos. Por fortuna son minoría, pero hacen mucho daño. Yo
mismo he sufrido situaciones injustas y a veces pienso que
resulta inútil todo cuanto se haga contra ellos.
Puede que algunos se hayan arrepentido en alguna ocasión
de sus acciones. Les aconsejo que rectifiquen y que tengan el
valor de enmendar lo que ellos mismos han provocado.
En el ajedrez, la preparación mental tiene que ir
acompañada de una buena preparación física. Mens sana in
corpore sano , dice la antigua cita latina. Mente y cuerpo están,
en efecto, íntimamente relacionados.
En torneos de nueve días he visto cómo muchos jugadores
perdían peso. Cuando se aplazaban las partidas, una sesión
podía durar hasta 10 horas o más, lo cual es una barbaridad y
suponía un desgaste físico y mental enorme. Una vez empecé
una partida por la tarde y no la acabé ¡hasta la mañana del día
siguiente! El resultado fue tablas, cosa que me llenó de
satisfacción porque el contrario era mejor que yo. Salí
reforzado de tan dura prueba. Pero ¡cuántas personas se
desmoralizan después de haber perdido en una sesión tan
larga! Llegan incluso hasta el extremo de abandonar el torneo.
Así no se soluciona nada.
Para ir bien preparado físicamente a un torneo, lo primero
que debe hacerse es dormir unas ocho horas diarias. No se
debe trasnochar, hay que irse a dormir siempre a la misma
hora. En segundo lugar, debe seguirse una buena dieta, con
abundantes zumos de frutas, verdura y pescado, más que
carne. En tercer lugar, es conveniente una preparación suave
contra el adversario de turno por la mañana, pero previamente
hay que practicar algún deporte, por ejemplo, tenis o natación.
Antes de la partida es conveniente dar un largo paseo y
relajarse. Por supuesto, hay que desayunar pronto. Es
absolutamente desaconsejable jugar inmediatamente
después de comer, al estar en pleno proceso digestivo. Es
conveniente tomar un pequeño refrigerio a media partida de
cara a fortalecernos en el final.
En las competiciones de ajedrez que se desarrollan por las
mañanas, es conveniente tomar un desayuno ligero y algún
bocadillo a media mañana para aguantar más la tensión de la
partida.
Por supuesto, no hay que descuidar la condición psicológica.
Debemos ir a jugar con la moral muy alta y adoptar una férrea
voluntad de ganar. No debemos temer la derrota, otro día ya
lo haremos mejor, pero lo que no podemos permitirnos es ir a
jugar con la moral baja. Si ponemos empeño, ya conoceremos
los triunfos, y con la perspectiva que da el tiempo veremos la
conveniencia de este proceder.

Con respecto a la alimentación, señalaré que es importante


comer de todo y, según los casos, seguir una dieta
personalizada en la que nunca deben faltar las vitaminas, pues
éstas proporcionan refuerzos indispensables para la mente.
En los torneos que se celebran en lugares lejos de nuestra
residencia habitual, aconsejo no beber agua del grifo, sino
embotellada. Esto, que puede parecer trivial, no lo es, ni
mucho menos. Recuerdo que en los primeros años de mi
carrera, al recorrer España jugando torneos, hice caso omiso
de esta regla y sufrí las consecuencias. En un Campeonato de
España por equipos en Benidorm, llegué a tener 40 grados de
fiebre debido a una intoxicación por agua en mal estado. Hice
tablas rápidamente y estuve tres días sin comer hasta que mi
organismo «depuró» el agua que había bebido.
En la final de un campeonato juvenil de Cataluña en Vilanova
i La Geltrú fue mi contrincante quien pagó las consecuencias
de una intoxicación alimentaria: a media partida se puso rojo,
se le hinchó la cara y tuvieron que llevarlo inmediatamente al
hospital.
Así pues, hay que controlar mucho lo que se come. Cualquier
olor o sabor sospechosos debe ponernos en guardia, ya que
podemos encontrarnos ante alimentos en mal estado.
Recomiendo comidas suaves, aunque siempre según las
inclinaciones de cada cual. Así, las personas vegetarianas
renuncian al consumo de carne y pescado. Es una lástima, pues
opino que el pescado es un alimento esencial para cualquier
ajedrecista. El pescado azul, como, por ejemplo, la sardina,
compensa el enorme desgaste de energía mental que sufrimos
los ajedrecistas en nuestras partidas. Recomiendo en general
todo tipo de pescado y marisco.
Las comidas ligeras unidas a una buena masticación
favorecen la digestión, aspecto y fundamental, sobre todo si
tenemos partida por la tarde. Es aconsejable comer con el
tiempo suficiente para «dejar reposar» la comida antes de
empezar a jugar. Una mala digestión puede costarnos, si
tenemos suerte, medio punto o incluso la partida entera,
además de los desagradables momentos que experimentamos
y que, si son continuas, pueden conducirnos a una úlcera de
estómago.

Pero los alimentos básicos no son suficientes. Aconsejo


tomar suplementos vitamínicos de venta en farmacias o
centros dietéticos. Uno de los productos naturales que más
vitaminas aporta es la miel, que nos protege contra los
resfriados y refuerza nuestro sistema inmunitario. En general,
cualquiera de los complejos vitamínicos que hay en el mercado
nos favorecerán. No cito nombres por no perjudicar a ningún
producto en beneficio de otro. Todos son muy buenos.
Un té o una manzanilla a media tarde son muy aconsejables
para relajar la tensión acumulada durante el día. Las bebidas
con azúcar nos mantienen despiertos y alerta durante los
apuros de reloj. No debe tomarse café, pues si bien es cierto
que es un excitante, también es perjudicial para nuestro
organismo. Por supuesto, el tabaco es totalmente
desaconsejable.
Cada persona ha de reflexionar sobre cuáles son sus
carencias y utilizar los productos que mejor puedan
compensarlas.
Es básico dormir bien un mínimo de horas necesarias para
estar al 100% al día siguiente. Ayudan a tener un buen sueño
los preparados de mandarinas y eucalipto, mientras que el
azahar va muy bien para el sistema nervioso.
En resumen: para jugar bien al ajedrez es muy importante
comer bien, descansar las horas suficientes y compensar el
desgaste físico y mental con suplementos vitamínicos
adecuados.
No siempre se es joven, y llegará un momento en que el
cuerpo empiece a sentir el paso del tiempo. Es entonces
cuando las personas mayores pueden servirnos de modelo en
la preparación de torneos, pues hacen todo aquello que les
garantiza una mejor calidad de vida. Con la sabiduría que les
proporciona la experiencia, se convierten en nuestros guías en
este sentido. Más tarde, nosotros lo seremos de las
generaciones venideras.

Otro aspecto importante es el estado mental. Para


enfrentarnos con éxito a una partida de ajedrez tenemos que
centrar la mente exclusivamente en la partida. Hay que
olvidarse de todo y prestar atención a las piezas.
Claro que, en esto, tiene mucho que ver el carácter de cada
uno. Está estadísticamente demostrado que los hombres de
carácter tranquilo viven muchos más años que los de
temperamento nervioso. A los primeros su carácter les
favorece a todos los niveles en la práctica del ajedrez. Les hace
ser más cautos, prevenidos y reposados, y por esto se
concentran más.
En las mujeres, en cambio, es al revés. Son las nerviosas las
que viven más años. Con esto quiero decir que es importante
conocer la naturaleza de cada uno y aprovecharla en la
práctica del noble juego.
En alguna partida importante, he llegado con diez minutos
de retraso, he cruzado rápidamente la sala y he empezado a
jugar totalmente concentrado. Es vital concentrarse en la
posición y no ponerse a hablar con otros jugadores ni dejarse
seducir por sus halagos ante el brillante juego desplegado en
días anteriores. Una buena concentración predispone a una
motivación positiva y da lugar a una necesaria toma de
conciencia sobre el esfuerzo diario que supone un torneo de
ajedrez.
Hay muchos adversarios que pretenden desestabilizarnos
mentalmente. Nos acosan a preguntas sobre nuestro país,
club, ELO, etc., o nos piden tablas varias veces en el transcurso
del juego. Otros van más lejos: colocan mal o tiran las piezas,
nos dan «pataditas» por debajo del tablero, nos miran
fijamente para ponernos nerviosos, se levantan
continuamente de la silla haciendo mucho ruido, hablan con
otros jugadores delante de nuestra mesa con tono seguro y
sonríen para aparentar que están tranquilos. Pues bien, la
mente debe estar apartada de todo eso y concentrarse en la
partida para ganarla. Como el respeto debe ser mutuo, en
estos casos recomiendo no comentar los errores del adversario
después del juego. Estas personas no merecen que les
enseñemos a mejorar su nivel.

En una partida de ajedrez se sufre mucho: la inseguridad en


uno mismo hace que se malogren posiciones prometedoras,
los nervios nos traicionan, jugamos peor debido a la tensión
acumulada y acabamos perdiendo.
Tras la derrota, analizamos con calma la posición y no
entendemos cómo pudimos cometer tal o cual error que nos
condujo al desastre. Si no se toman medidas eficaces, este
problema puede convertirse en crónico y conducir a la
desmoralización.
En mis años de juventud, también yo caía en estas
adversidades, hasta que reaccioné y me puse a solucionar este
problema de raíz. Aprendí técnicas de yoga y relajación. Me
abrieron un mundo nuevo y me dieron más confianza en mis
posibilidades, al tiempo que me enseñaban a templar mis
nervios.
Una de las mayores fuentes de sufrimiento son los apuros de
tiempo. Éstos deben evitarse en la medida de lo posible. Para
tal fin, es recomendable apuntar junto a las jugadas un control
de tiempo especial, sobre todo para las últimas.
Cuando se juega contra un ordenador, el efecto psicológico
se nota muchísimo: la persona juega más relajada y se suelen
obtener mejores resultados.
Es importante saberse controlar y dominar estos problemas.
Es impresionante ver jugar a los maestros en posiciones
inferiores para ellos: no se inmutan, ponen cara de jugador de
póquer. Esto llega a desorientar al contrario, que comete los
fatídicos errores.
En este sentido, cabe señalar que muchos jugadores
empiezan a sufrir cuando ven que se enfrentan a un jugador
conocido de mucho nivel. Le tienen demasiado respeto y
juegan atemorizados y con sensación derrotista. Hay que
descartar estos pensamientos y jugar siempre a ganar, sin
importar el nombre del contrario. Sólo así conseguiremos
elevar la moral y mejorar nuestra autoestima. Esto nos
motivará aún más y experimentaremos el ansia de ganar. Todo
depende de nosotros y vale la pena intentar hacer este
esfuerzo.

La angustia prevalece en muchas personas que se ven


afectadas por el resultado de la partida.
He llegado a presenciar cosas increíbles. En un campeonato
por equipos, uno de los jugadores había ganado por tiempo
seis jugadas antes del control, pero no se dio cuenta y el rival
hizo las jugadas con la bandera caída. Los compañeros del
«derrotado» los rodearon para que nadie pudiera avisar al otro
de que había ganado por tiempo. Otros casos se han dado en
que jugadores inexpertos acuerdan tablas sin consultar con el
capitán del equipo, contribuyendo así a la incertidumbre del
resultado final. Recuerdo un caso en que faltaban dos partidas
por acabar. Una estaba perdida para nosotros, pero si se
hacían tablas en la otra, nuestro equipo ganaba. Pues bien, el
jugador del otro equipo no pudo soportar la tensión, la
angustia de tener la responsabilidad de puntuar y pidió tablas
a mi compañero, que aceptó rápidamente. La «bronca» que le
«echaron» sus compañeros fue monumental y con razón,
porque tenía que haber seguido la partida y en última
instancia, forzar el desenlace final.
En competiciones individuales he comprobado que muchas
personas estaban angustiadas por la preparación de la
apertura, no habían dormido bien pensando en las variantes
que iban a hacer en la próxima partida.
Hay que saber relajarse y controlar la mente, y cuando llega
el momento de la verdad, es decir, la partida, darlo todo con
la concentración, energía y la voluntad de querer ganar
siempre.
Puede resultar útil leer algún libro de psicología para
conocer mejor el carácter de las personas. Si somos buenos
observadores, analizaremos a nuestro contrincante con la
rapidez necesaria para saber a qué atenernos y podernos
aprovechar de sus debilidades para doblegarlo.
Todo esto requiere, por supuesto, muchos años de esfuerzo
y sacrificios que no todos están dispuestos a realizar. Los más
voluntariosos llegarán a la meta, y no sólo habrán ganado el
prestigio de ser maestros, sino que también se conocerán
mucho mejor y podrán tener en la vida una organizada
disciplina que les permitirá acometer empresas más altas.

Los buenos reflejos son síntomas de una buena coordinación


en los momentos clave. La rapidez al efectuar las jugadas
denota seguridad y acierto, pero debemos estar alerta en todo
momento, ya que cualquier imprecisión puede costarnos la
partida.
Yo aconsejo a mis alumnos que, antes de hacer la jugada,
repasen una por una la secuencia de jugadas, pues siempre
existe el riesgo de omitir un movimiento del contrario.
Cada vez más, los torneos son más breves, las partidas se
juegan de manera más rápida. Esto tiene ventajas e
inconvenientes. Antiguamente, una partida no tenía una
duración determinada y solía prolongarse bastantes horas, con
el consiguiente malestar general en las familias. Actualmente,
en un día o una mañana puede acabarse un torneo con muchos
jugadores inscritos. Se gana así en «paz social», pero se pierde
profundidad en el análisis de posiciones y se empobrece el
ajedrez; sin embargo, no hay duda de que se ha ganado en
espectacularidad, lo que atrae a nuevas generaciones que
garantizan la continuidad y progreso del ajedrez.
Un consejo general que puede darse a todos aquéllos que
piensan demasiado en muchos planes para luego elegir el más
problemático es que piensen en términos de sencillez. La
sencillez y la lógica son fundamentales en el concepto interno
de nuestro «yo». Hay que intentar ser breve y conciso en la
posición. Es el contrario el que se tiene que apurar de reloj, no
nosotros.
Por supuesto, si se da el caso de que nos apuramos por
tiempo, no tenemos que apuntar las jugadas si nos quedan
menos de cinco minutos. Hay personas autorizadas que
apuntan estas jugadas a fin de poder reconstruir la partida
después del control de tiempo. Por ello, lo que hay que hacer
siempre que se esté apurado por tiempo son rayas que nos
indiquen que vamos progresando en las jugadas. De esta
manera, ganaremos un tiempo precioso de cara a
concentrarnos en los momentos difíciles y de mucha tensión.
En casos de apuros de reloj, he podido comprobar altercados
entre personas que pierden los nervios diciéndose lo que no
deben. Por el bien del ajedrez y de la convivencia, muchos
aficionados deberían pulir estos defectos de su
comportamiento y ser más respetuosos.

Saber concentrarse puede ser útil en muchas situaciones de


la vida diaria, en momentos estresantes o en situaciones de
ansiedad y nerviosismo. Una partida de ajedrez puede durar
hasta seis horas, pero el jugador que realmente hace lo que le
gusta, al sentarse ante el tablero puede llegar a concentrarse
de tal manera que esas seis horas parezcan seis minutos.
Un aspirante a maestro debe recordar, cuando está jugando
una partida, posiciones similares y las últimas ideas que haya
estudiado en las partidas de grandes jugadores. Cuando todo
esto se ha conseguido, se agrandan las capacidades del
cerebro y resulta más fácil la concentración. Hay grandes
jugadores que asombran al mundo al jugar casi mentalmente,
sin mirar el tablero y sin forzar la vista. Hay que tener en cuenta
que un buen jugador profesional estudia más de ocho horas
diarias para mantenerse en un nivel óptimo, y esto produce un
desgaste visual y mental considerable.
Un buen entrenador incidirá en la importancia de la
concentración de cara a preparar una partida. Hay que tener
en cuenta que nuestro objetivo es la victoria, y todo esfuerzo
tiene su premio a corto o largo plazo. Lo importante es ser
constante y no darse nunca por vencido. Hay que buscar la
victoria independientemente del color que a uno le haya
tocado en suerte. Hay quien busca la victoria con blancas y las
tablas con las negras, o según el rival, hacer tablas con uno y
sentirse obligado a ganar al otro. Lo importante no es el color
de las piezas ni la categoría del rival, sino la calidad de nuestro
juego. Y para desplegar un juego de calidad es fundamental
saberse concentrar y hacerlo bien.

Éste es un factor poco tenido en cuenta por los ajedrecistas


y, a mi modo de ver, muy significativo. En los torneos en que se
juega por las mañanas, muchos jugadores no profundizan al
hacer los primeros movimientos y obvian unas buenas
continuaciones. Esto puede considerarse normal, ya que la
mente no está tan despierta de buena mañana como por la
tarde. Así, se pierden partidas simplemente por empezar mal
desde el principio: posiciones que revierten en peones
doblados que pesan decisivamente en el final, por ejemplo.
Esto se puede evitar haciendo caso de los consejos ya
mencionados antes: dormir las horas necesarias, desayunar
bien, levantarse un rato antes para estudiar moderadamente,
a fin de que el cerebro se vaya poniendo en marcha. Es muy
importante avanzar en lo que yo llamo nuestro concepto
interior: ser más meticuloso y ordenado cada día que pasa. Si
seguimos estas pautas, llegaremos a la partida con nuestras
facultades intactas y mejoraremos nuestros resultados.
Es frecuente que en torneos en los que las horas de juego son
por la tarde, por razones de organización u otros motivos, la
última ronda se juegue por la mañana. En esa decisiva jornada
se decide nuestra clasificación final. Por esto, debemos
extremar las precauciones.
Hay jugadores que duermen pocas horas antes de las
partidas transcendentales, se alimentan mal y se confían
simplemente porque creen ser mejores que el contrario o
porque juegan con blancas. Esta sensación es engañosa.
Otra fuente de despistes era la cargada atmósfera que había
en muchos clubs a causa del tabaco. Los locales eran pequeños
y se concentraba mucho humo, lo que dificultaba la
concentración. Afortunadamente, ya se ha prohibido fumar en
los locales de ajedrez, pero hay muchos inconscientes que
continúan quemando su salud y su economía.

Es éste un aspecto nuevo en el ajedrez. Las federaciones de


ajedrez disponen de informes de productos cuyo consumo no
está autorizado.
Respecto al consumo de productos excitantes, como el café,
el alcohol y el tabaco, vale lo ya comentado en capítulos
precedentes. Es cierto que hay jugadores que, por su estado de
ansiedad, «necesitan» tomar estos excitantes, pero yo les
recomiendo que se abstengan de hacerlo.
En caso de estar bajo un tratamiento que requiere el
consumo de cierto tipo de medicamentos, conviene informar
al director del torneo e ir provisto de certificados médicos que
avalen la veracidad de lo que se dice.
Por otra parte, cabe considerar la otra cara de la moneda en
el consumo de estas sustancias: una vez que disminuyen sus
efectos, el organismo puede resentirse muy seriamente.
Además, en algunos casos se ha comprobado que generan
adicción.
Las instituciones desean la práctica noble y honesta del
deporte. Por esta razón, las sanciones contra el dopaje pueden
llegar a ser muy duras, desde cuantiosas multas según la
infracción cometida hasta la inhabilitación a perpetuidad.
Así pues, desaconsejo totalmente la ingestión de tales
productos. A corto o a largo plazo siempre provocan
problemas. Hay que vivir en armonía y en paz con uno mismo
y los demás para tener una mejor calidad de vida.

Los finales de torre son los que se dan con más frecuencia en
la práctica. Un estudio concienzudo de dichos finales nos
sacará de apuros en muchas ocasiones. No se trata aquí de
estudiarlos a toda prisa, atiborrándonos de conceptos, sino de
estudiar las ideas principales que recomendaron los maestros
de antaño. No es cuestión de jugarlos rápido, sino con técnica,
y ésta sólo se adquiere con el paso de los años.
Los conceptos fundamentales que hay que dominar en este
tipo de finales son los de rey activo y pasivo, torre activa y
pasiva, el «puente», el «tapón» de torre, la posición Philidor,
la ocupación de la sexta, séptima y octava filas, qué peones son
mejores de cara a un final de torres, el concepto de rey con el
paso cortado, los lados largo y corto, los métodos de ataque
lateral, los métodos combinados de victoria, el Zugzwang , los
ataques frontales, la lucha por las casillas clave, etc.
Con estas ideas bien claras, llegaremos a tener un juego de
calidad en los finales de torre, pero sólo con la experiencia
quedarán bien asentadas, pues incluso hoy en día se siguen
encontrando sutilezas en estos complejos finales. El
conocimiento de las ideas clave también disminuye el riesgo
de error por cansancio. Después de largas horas de juego, es
posible cometer alguno de estos errores que eche a perder una
buena posición. Por esto, es clave asimilar las ideas
fundamentales para no cometer errores de concepto.
He estudiado durante años los finales de torre, lo que me ha
proporcionado importantes triunfos en partidas que
normalmente deberían haber acabado en tablas. El
desconocimiento que de estos finales mostraron mis rivales
fue decisivo. A veces disponían de varias continuaciones, pero
solamente una de ellas era la correcta para empatar.
Así, es fundamental estudiar los finales de torre, con mayor
motivo aún los que hemos perdido. Muchos jugadores, al
perder uno de estos finales, no se molestan en analizarlos. De
esta forma, se condenan a cometer en el futuro los mismos
errores y no progresan en su juego.
La solución a las lagunas que tengamos en este tipo de
finales no es otra que el estudio de posiciones concretas y de
los secretos que encierran. Todo lo que se aprenda de ellas
merece la pena, pues son conocimientos que nunca quedan
anticuados, valen para toda la vida. Hoy en día abundan los
programas informáticos y los tratados sobre este tipo de
finales. Ambos elementos son necesarios si uno quiere
adentrarse con seguridad en los vericuetos de los finales de
partida.

Se han realizado estudios importantes sobre estos finales,


cuyos conceptos principales son los siguientes: casillas críticas
o clave, puntos de invasión, separaciones, oposiciones, casillas
conjugadas, peones pasados, peones ligados, peones aislados,
peones doblados, sistema rectangular, regla del cuadrado y el
triángulo, sistema de las ocho casillas, sistema T, paso a finales
de dama, la rapidez del camino en diagonal, peones alejados,
ley de las dos casillas, sacrificios de peones, maniobras y otros
procedimientos técnicos y de cálculo.
Todos estos conceptos son básicos y hay que saber
distinguirlos. Cuando alcancemos este punto, habremos dado
un paso muy importante en la comprensión de estos finales.
Para esto, la práctica es, de nuevo, fundamental, unida al
estudio.
«Los peones son el alma del ajedrez», dijo el gran Philidor.
En efecto; cuando un jugador domina el arte de jugar los
peones, se convierte en extremadamente peligroso para el
contrario. El avance atinado de los peones en la apertura ha
producido hermosas miniaturas. Al avanzar los peones
adquirimos ventaja de espacio, cosa que a la postre puede
resultar decisiva. Claro que también hay otros métodos de
jugar los peones. Hay quienes prefieren una estructura
estática hasta llegar al final y empezar entonces a movilizarlos.
Todo depende de nuestra dedicación a su estudio y de nuestro
propio estilo de juego.

Los finales de damas son los que mayores dificultades causan


a los aficionados a la hora de jugarlos. Y no digamos ya
aquéllas posiciones con tres o más damas sobre el tablero. Los
finales de damas no se dan con frecuencia, pero es
conveniente conocerlos y estudiarlos. Un ejemplo de final de
damas virtuosamente jugado es el que Fischer jugó contra
Spassky en su disputa por el título mundial.
Los temas fundamentales en este tipo de finales son los
siguientes: la fortaleza real, la centralización de la dama,
promoción de una segunda dama, control de los jaques del
adversario, apoyar el avance del peón con la dama, la escalera
(este tema se da con mucha frecuencia en posiciones de medio
juego), jaques por retaguardia que suelen dar lugar a
encaminamientos, casos de promoción de dos damas (como el
que se ve en la película En busca de Bobby Fischer ), reforzar la
posición, etc.
De los tratados más actuales sobre esta clase de finales cabe
destacar el tomo correspondiente de la Enciclopedia
yugoslava que abarca muchas interesantes posiciones dignas
de estudio.
En estos finales, las posibilidades de hacer tablas son
grandes; sin embargo, requieren mucha paciencia y calma
tanto por parte del que tiene ventaja como del que aspira al
empate.
Para acabar este capítulo sólo mencionaré que la dama
dispone de una movilidad increíble en diagonales y rectas, y es
la pieza más codiciada por los jugadores de ajedrez. No
obstante, debe tenerse presente la posibilidad de sacrificarla
por tres piezas siempre que pueda lograrse una buena
coordinación entre ellas. Estos cambios pueden dar lugar a
finales muy interesantes.

Los finales de alfiles y caballos nos ayudan a manejar con


soltura estas piezas y deben por ello estudiarse
cuidadosamente.
En posiciones con igualdad de peones en ambos flancos, si
no hay razones concretas que determinen lo contrario, es
preferible el alfil al caballo, debido a la rapidez de movimiento
del alfil, capaz de recorrer grandes distancias en pocas
jugadas. El caballo, en cambio necesita más tiempos para
alcanzar su objetivo. Dos alfiles suelen representar una ventaja
muy grande con respecto a dos caballos. Por su parte, los
caballos acostumbran a ser más valiosos en posiciones
bloqueadas.
Hay ejercicios muy interesantes y prácticos para dominar el
manejo de las piezas menores. Suele empezarse por el mate
con los dos alfiles, para pasar a continuación a estudiar el mate
con el alfil y el caballo, cuya dificultad la agrava el hecho de
que debe realizarse en un número determinado de jugadas.
Las piezas menores ofrecen muchos recursos en posiciones
inferiores: por ejemplo, los alfiles de distinto color dan muchas
posibilidades de tablas. A veces, el sacrificio de nuestra pieza
por el único peón del contrario nos garantiza el empate. Un
caso en que esto puede hacerse es la posición de rey contra
alfil y peón de torre de diferente color que el alfil, siempre y
cuando nuestro rey llegue a tiempo a la casilla del rincón.
Hay jugadores que, pese a lo expuesto, prefieren el caballo
al alfil y son más diestros en el manejo del primero,
descuidando el del segundo. Esto debe corregirse, pues un
manejo adecuado de los alfiles hace del jugador un peligroso
enemigo, tanto en el medio juego como en el final. Se
considera que ambas piezas equivalen cada una a tres peones,
pero esto siempre depende de las características de la
posición: posibilidades de ataque al rey, dominio de columnas,
etc.

Éste es un capítulo que reviste especial dificultad para el


aspirante. En la segunda parte de esta obra el lector
encontrará ejemplos de mi práctica ajedrecística contra
jugadores experimentados.
Para poder realizar con éxito un sacrificio de esta naturaleza,
ya se pretenda sacrificar sólo una torre o las dos, se necesita
dominar completamente el manejo de las piezas menores y
conocer sus posibilidades, además de tener en la posición una
ventaja tangible (por ejemplo, algún peón pasado, un enroque
enemigo que sea vulnerable a un ataque, etc.). Entre los
grandes maestros había uno en especial que era un virtuoso de
esta clase de sacrificios: me refiero a Petrosian, cuyas partidas
muestran ejemplos muy bellos de estos sacrificios.
En la práctica magistral, a veces se dan sacrificios de calidad
a cambio de dos peones, que en el final suelen resultar
decisivos. Estos sacrificios suelen ser especialmente
desconcertantes durante los apuros de tiempo y contribuyen a
poner nervioso al adversario, pues no puede prever todos los
«dobles» que un buen caballo centralizado puede dar. He
podido comprobar que muchos jugadores, enfrentados a uno
de estos sacrificios con un escaso margen de tiempo en el reloj,
han acabado perdiendo la partida, independientemente de
que el sacrificio fuera correcto o no. El hecho es que tuvieron
que perder el poco tiempo que les quedaba valorándolo.
Si es nuestro contrario quien nos sacrifica la calidad y
obtiene así la iniciativa, un buen método para contrarrestarla
suele ser devolverla. De esta forma, se restablece el equilibrio
material y posicional.

Ya he hablado en otros capítulos del carácter y la psicología


de los adversarios. Aquí solo me ocuparé de algunos aspectos
concretos.
Un verdadero problema psicológico son los apuros de
tiempo en los que se desaprovecha una gran cantidad de
posiciones ventajosas a causa del nerviosismo. Los apuros de
tiempo son un recurso a la desesperada. Suelen emplearlo los
jugadores experimentados para inducir al contrario a
equivocarse, «contagiándolo» de la rapidez que ellos
muestran. Si el contrario cae en la trampa y empieza él
también a jugar rápido, aun disponiendo de tiempo suficiente,
lo más probable es que se equivoque y que el jugador que ha
caído voluntariamente en apuros de reloj acabe anotándose el
punto. Es importante, no caer en este tipo de trampa
psicológica y aprovechar el tiempo que se tiene para pensar la
mejor jugada. En la parte final de la partida hay que ser muy
templado y no dejarse llevar por los nervios. Muchos jugadores
se ponen nerviosos al llegar los momentos decisivos. Este
nerviosismo aumenta más al agolparse en torno a la mesa gran
cantidad de curiosos que atosigan a los jugadores menos
experimentados. En estos decisivos momentos, es vital no
dejarse influir por comentarios malintencionados o miradas
amenazadoras que pueden dificultar nuestra concentración.
Ya he dicho antes que, cuando no conozcamos al rival que
nos ha deparado el sorteo, es conveniente examinarlo con
lupa: sus expresiones, sus miradas, cómo apunta, cómo escribe
los números, si hace anotaciones especiales, si juega
rápidamente o con lentitud. Todos estos detalles son
importantes y su observación debe ayudarnos en nuestra
decisión sobre qué estrategia tenemos que adoptar.
Hay que documentarse todo lo posible sobre el rival para
poder plantear una lucha psicológica correcta.

A veces, nos toca jugar en un club que no conocemos, en el


que nuestro rival intenta utilizar todos los recursos que tiene a
su disposición, aunque no sean correctos. Hay personas que
intentan intimidar al contrario de muy diversas maneras.
Reúnen a un grupo de amigotes que miran descaradamente al
recién llegado y que, sin ningún pudor, comentan las jugadas
de la partida y golpean la silla en la que se sienta el
desconocido. Por supuesto, fuman sin ningún miramiento en la
sala de juego. Además, las peores piezas son para él. A veces,
me he visto obligado a pedir al árbitro o a la persona
encargada el cambio de piezas. De todo esto debe dejarse
constancia en el acta correspondiente. No hay que encararse
nunca con la gente del lugar. El acta llegará a la Federación de
todos modos y es ésta la que tiene que tomar las medidas para
que estos hechos no se vuelvan a producir. Insisto: hay que
anotarlo todo en el acta y luego personarse en la Federación
explicando exactamente lo que ha sucedido.
Aunque los hechos que acabo de mencionar son muy
infrecuentes, se ha dado algún caso. Estos comportamientos
antirreglamentarios también se dan en competiciones
privadas, en las que los organizadores intentan favorecer
descaradamente a los jugadores locales, falseando sorteos y
resultados. Esto debe denunciarse públicamente y hay que
dejar constancia de ello por escrito. Sólo así podrán
erradicarse estas actitudes que no por poco frecuentes dejan
de ser dañinas y perjudiciales para el ajedrez y la convivencia.

A medida que pasa el tiempo vamos desarrollando nuestra


manera de jugar, adquirimos unos hábitos de juego que, dados
los avances actuales en lo que se refiere a la preparación
contra el adversario, nos hacen muy vulnerables ante un
jugador que nos examine y se prepare contra nosotros.
Debemos ser cautos en este punto.
Es muy importante la primera fase de juego, la apertura.
Debemos hacer el esfuerzo de estudiar variantes nuevas día a
día, no estancarnos jamás. Hay que estudiar, analizar y
comprobar todo aquello que se quiera jugar. Yo, por ejemplo,
empecé mi carrera practicando las aperturas del peón de rey.
Más tarde, cuando consideré tener un conocimiento suficiente
de los juegos abiertos, pasé a practicar las aperturas de peón
de dama y de flanco. Me encontré con un tipo de juego
totalmente diferente, más posicional, más cerrado, en el que
una pérdida de tiempo no suele ser decisiva a diferencia de las
partidas abiertas. Del juego abierto al cerrado media un
abismo y hay muchas personas que tienen miedo de hacer este
cambio tan importante; sin embargo, puedo asegurar que es
muy necesario, por la sencilla razón de que las posibilidades
del ajedrez son infinitas y que cuanto más nos adentremos en
él, más conoceremos de sus misterios y secretos,
convirtiéndonos en jugadores más completos de forma que no
nos estancaremos.
Este conocimiento también nos ayudará en el medio juego.
En esta fase tenemos a nuestra disposición una multitud de
planes, pero sólo uno es el mejor, y para poderlo diferenciar
de los demás necesitamos un amplio bagaje de conocimientos
de todo tipo de aperturas.
En los finales de partida, sólo el estudio constante puede
evitar que caigamos en una fase de apatía y estancamiento.
En resumen, lo importante para progresar es tener muy claro
hasta dónde queremos llegar. Si lo que se pretende es
progresar, deberían seguirse los consejos que hasta aquí se han
ido dando y estar dispuesto a sacrificarse mucho.

En las horas finales, el agotamiento físico y mental se hace


notar. Es conveniente tomar alguna bebida energética para
paliar esta contingencia, junto con algún alimento ligero.
También debe descansarse el día anterior las ocho horas
recomendadas por los médicos. No rendirá igual aquél que
esté despierto a las cuatro de la mañana que quien haya
descansado toda la noche. Por cierto, que según algunos
estudios, esta hora es el punto profundo de la relajación
interior durante el sueño.
En los torneos que se juegan por la tarde, es necesario
adelantar la hora de la comida. En la mayoría de los países
europeos, la primera comida del día es la más fuerte, pues es
la que nos da la energía necesaria para tener una buena
jornada, mientras que al mediodía la comida es más bien
ligera. En España esto es al revés, de forma que se podría ir a
jugar con el estómago lleno. Estos hábitos deben corregirse.
En los torneos nocturnos suele acabarse de madrugada.
Recomiendo un descanso previo de unas dos horas, si puede
ser durmiendo, ayudándonos para tal fin de música relajante
que nos adormezca. Así se evitará el cansancio de las horas
finales. La cena debe ser ligera, tanto para facilitar la digestión
como para no tener molestias durante la partida.

Les gusta principalmente a las personas que prefieren un


juego tranquilo y seguro. Aunque se tarda más en ganar que
en el juego abierto, muchas personas lo practican porque tiene
la ventaja de que se pueden afrontar las partidas sin necesidad
de estar muy preparado teóricamente. Además, es difícil que
pueda perderse en plena apertura.
Con blancas, la presión se va ejerciendo paulatinamente
desde la apertura, lo que obstaculiza el juego de las negrasque
siempre van a remolque del sólido plan realizado por las
blancas. Una dificultad muy frecuente en este tipo de juego
para las negras es la pasividad del alfil de casillas blancas.
Muchas partidas se pierden por no poder desarrollar dicho
alfil. También hay que dedicar una atención especial al juego
de los fianchettos, a la disposición de los peones en la
apertura, a la situación de los flancos y a la manera de no
perder tiempos con las piezas.
Cada vez se buscan más métodos de defensa para
contrarrestar las aperturas posicionales, pero esto no es nada
fácil. Defensas como la India de Rey o de Dama, el Gambito de
Dama, etc., están muy analizadas. El único recurso fiable es
buscar en el laboratorio personal de cada uno, estudiando las
partidas del contrario y su manera de jugar.
Parece haber un consenso entre los maestros que afirman
que, en caso de un juego posicional de las blancas, una sola
jugada imprecisa basta para que el negro iguale, pero nada
más. En cambio, en el juego abierto, un único error puede
decidir el resultado de la partida.
Otra de las ventajas del juego posicional es que pueden
realizarse rápidamente las primeras jugadas. Por esto, es muy
aconsejable para las personas que experimentan apuros de
tiempo. Claro que también exige una técnica precisa para ir
acumulando pequeñas ventajas hasta forzar el desenlace final.
Para adquirirla conviene estudiar las partidas de los grandes
jugadores que han influido decisivamente en la formación de
este tipo de juego. Conceptos como el ataque de minorías,
mayoría de peones en un flanco, etc., deben estudiarse y
asimilarse con el objetivo de proporcionar a nuestro juego la
progresión técnica que se requiere para ser un buen jugador
posicional.

A medida que nos acercamos a los momentos decisivos del


final de la partida, tenemos que estar muy atentos a nuestra
posición y al reloj. Mirar alternativamente al reloj y a la
posición nos obliga a realizar una gimnasia visual que es muy
beneficiosa para nuestros reflejos.
En posiciones inferiores y con un margen de tiempo inferior
a cinco minutos, debemos dejar de anotar las jugadas y
escribir, en su lugar, rayas. Esto nos permitirá concentrarnos
mejor. Es muy frecuente en estos casos que el contrario se
confíe ante la perspectiva de ganar por tiempo y juegue
descuidadamente, no obstante, soy de la opinión de que hay
que intentar en lo posible no llegar a estos extremos y
acostumbrarnos a administrar bien el tiempo.
En los apuros de tiempo, hay que tener en cuenta varios
factores. En primer lugar, tenemos que procurar que todas
nuestras piezas formen un grupo homogéneo, es decir, que
todo nuestro ejército esté bien coordinado, que no juguemos
con piezas no defendidas; todo ha de ser muy compacto y
nuestro juego sólido para no descubrir las debilidades al
contrario. En segundo lugar, debemos tener muy presente la
seguridad del rey: el enroque debe estar bien protegido y, en
caso de que tengamos el rey en el centro, debemos vigilar bien
el área que rodea al monarca. En tercer lugar, tendremos que
considerar la conveniencia de materializar una amenaza o no.
La explicación de esto radica en que al no ejecutar la amenaza,
estamos provocando que el rival consuma más tiempo
pensando en cómo puede evitarla. Puede incluso verse
abrumado ante tal posibilidad mientras nosotros hacemos
jugadas que nada tienen que ver con ella.
Saber jugar estando en inferioridad de tiempo es muy difícil.
Hay en esto verdaderos especialistas que hacen hasta quince
o veinte jugadas en un par de minutos. Por el contrario, hay
quienes, yendo bien de tiempo pero teniendo peor posición,
piden tablas a un adversario al que le queda muy poco tiempo,
tablas que normalmente suelen aceptarse. Sólo los más
preparados psicológicamente pueden rechazar estas ofertas
sin inmutarse y obtener la victoria.
Aunque, por regla general, son posiciones más bien «feas»,
las situaciones con tres peones doblados no dejan de ser un
capítulo atractivo para el estudio del concepto interior.
Indudablemente, son favorables al bando que no tiene los
peones doblados de cara al final, pero en el medio juego la
cosa no es tan clara. En la segunda parte de este libro
encontrará el lector algunos ejemplos de peones doblados.
Si bien los peones doblados resultan ser cada vez más débiles
al avanzarlos, no es menos cierto que controlan un buen
número de casillas adyacentes que quedan vedadas al
enemigo y sirven de trampolín para que las piezas propias
asalten el campo del rival. Normalmente, una mala
configuración de peones no se produce a cambio de nada:
suele compensarse al haber obtenido un alfil por un caballo, la
pareja de alfiles, el dominio de columnas abiertas o
semiabiertas para que las piezas mayores puedan
desencadenar un ataque al rey o, simplemente, un juego más
activo que el del adversario con la iniciativa en la acción.
Para dominar estas posiciones es conveniente, pues, estudiar
detenidamente los tratados de finales de peones y los
conceptos que he mencionado anteriormente en este
capítulo. Cuanto más sepamos sobre las diferentes
configuraciones y centros de peones, más facilidad tendremos
para elegir la apertura que más se adapte a nuestros gustos e
inclinaciones.

El ajedrecista experimentado deberá conocer todas las


posibles trampas de las aperturas que integran su repertorio.
Hay trampas en las aperturas que se componen de más de diez
jugadas. Para estudiarlas es útil cualquiera de los múltiples
tratados que existen sobre el tema. En la segunda parte del
libro comento algunas que se han dado en mi práctica.
No hay que dejarse seducir por la posibilidad de una
ganancia de material demasiado evidente: normalmente se
trata de una celada. Habrá que profundizar en la posición y
efectuar un juego preciso. Muchos son los aficionados que
preparan trampas al adversario, trampas que a veces son falsas.
Desaconsejo totalmente este método de juego. Cuando se
prepare una trampa al contrario, habrá de hacerse valorando
las réplicas de que dispone. Si el contrincante tiene a su
disposición una continuación buena, es preferible hacer otra
jugada. Hay que jugar siempre con lógica; en caso contrario,
no progresaremos.
También es un error analizar e investigar nuevas jugadas o
trampas para emplearlas con adversarios «flojos». Es
preferible reservarla para alguna partida importante. Es
entonces cuando obtendremos todo el rendimiento de
nuestro estudio.
La vida del maestro de ajedrez suele ser bastante dura; no
obstante, hay momentos que se recuerdan con alegría y
simpatía, sobre todo las ocasiones en las que los aficionados
muestran su reconocimiento por la espectacular manera de
jugar que uno ha ido cultivando a lo largo de los años.
Otra fuente de satisfacción es la posibilidad de enfrentarse
a los mejores. A lo largo de mi carrera, he tenido la
oportunidad de jugar contra varios campeones del mundo.
Recuerdo con especial deleite una partida con Kárpov (que el
lector puede encontrar en la segunda parte de la obra) en la
que desaproveché una posición ganadora. También he podido
jugar muchos torneos internacionales, como el Campeonato
de Europa de clubes de ajedrez y otros en los que he tenido el
placer de jugar con grandes maestros (y a veces ganarlos). He
participado también en muchos torneos de rápidas y
maratonianos de 24 horas, en campeonatos de España
individuales y por equipos. Todo esto me ha proporcionado
muchas horas de placer y disfrute.
Otros grandes momentos se viven al viajar por todo el
mundo y conocer lugares y personas extraordinarias.

Pero el mejor momento es el de subir al podio en las


entregas de premios de los torneos. En los instantes en que nos
dirigimos al escenario donde va a tener lugar el reparto de
premios, oímos los aplausos y vemos cómo se nos felicita por
nuestra actuación y se nos agasaja con regalos y se nos tributan
ovaciones. Es en esos momentos cuando uno siente que todo
el esfuerzo realizado no ha sido en balde, que ha merecido la
pena. Estos momentos son un acicate más para seguir
estudiando y progresando.
Por otra parte, también contribuye a este sentimiento de
orgullo la cada vez mayor cobertura informativa que los
medios de comunicación social dedican al ajedrez. Esta
valoración del juego-ciencia ayuda a inspirar un estado de
ánimo muy positivo que impulsa a luchar por alcanzar nuevas
metas.
Pero junto a la gloria externa, está la gloria interna. Me
refiero a la satisfacción de uno mismo por el trabajo realizado.
Recientemente, he conseguido el título de Maestro de la FIDE.
En los momentos en que hice la puntuación necesaria, me sentí
rodeado de gloria y de orgullo al ver que todo mi intenso
trabajo y sacrificios continuos habían sido recompensados.
A lo largo de toda esta obra intento transmitir que, con un
esfuerzo continuado y una dedicación plena, cualquier
persona que esté dispuesta a darlo todo puede alcanzar la
maestría. Hay muchos que lo intentan, pero acaban
abandonando para acabar diluyéndose en la monótona
existencia del trabajo y la vida familiar. Esto no quiere decir
que no haya que priorizar la familia y el trabajo, sino que no
hay que dejar el ajedrez. Si lo abandonamos, rechazamos una
fuente inagotable de sabiduría que nos puede dar muchísimas
satisfacciones.

Para progresar, hay que jugar torneos. Es indudable que


cuanto más se juega, más se aprende, siempre y cuando se
analicen las derrotas. Podemos obtener una clasificación mala,
mediocre, buena o extraordinaria en un torneo. Sobre las
últimas no hay nada que decir; sin embargo, sí quiero recalcar
sobre las primeras: no hay que desmoralizarse nunca por haber
jugado mal en un torneo, sino prepararse con más ahínco para
el próximo. Si nos desmoralizamos, no sólo no progresaremos,
sino que nuestros resultados empeorarán. Debemos ir siempre
con moral de victoria, aprender de nuestros errores analizando
las partidas que hemos perdido, detectar el fallo y corregirlo
para no volverlo a cometer.
A la hora de jugar torneos hay que tener una cosa en cuenta.
Desaconsejo totalmente jugar varias competiciones a la vez.
Eso produce un desgaste y un cansancio físico y mental
enorme. Hace muchos años jugué partidas por
correspondencia y, a veces, tenía que preparar más de veinte
partidas diarias. El cansancio no se hacía esperar.
He comentado anteriormente que cuantos más torneos se
jueguen más se aprenderá. Los torneos por correspondencia
son una posibilidad, pero hoy en día Internet ofrece muchas
posibilidades. Basta con conectarse desde casa y jugar torneos
por todo el mundo. En todo caso, sea cual sea el tipo de torneo
que se juegue o la modalidad de ajedrez que se practique, no
hay que desanimarse nunca y seguir estudiando siempre.

Preparar una partida decisiva, en la que nos jugamos el «ser


o no ser» en un torneo, depende de varios factores. En primer
lugar, del tipo de torneo (semanal o de ronda diaria). Después,
del rival (si lo conocemos y hemos jugado ya con él; de la
puntuación que nos separe). Por último, de si jugamos con
blancas o con negras.
El jugador que lleva las blancas tiene ventaja en este tipo de
partidas: puede plantear el juego e intentar mantener la
iniciativa. Esto le proporciona también mayor confianza
psicológica. Lo que es común a ambos jugadores es intentar
mantener los nervios en calma y procurar efectuar los mejores
movimientos. En mi juventud, yo no siempre seguía esta regla:
hacía jugadas muy arriesgadas que daban a mis adversarios
oportunidades de contraatacar y, en consecuencia, de victoria.
Muchas veces, cuando me ofrecían tablas, las rehusaba,
llegando a perder. Los años le enseñan a uno a ser más cauto y
menos ambicioso. Hay que ir a ganar siempre, pero también
hay que saber cuándo no se puede ganar y es mejor
conformarse con el reparto del punto. En todo caso, lo que sí
debe hacerse en estas partidas es «clavarse» en la silla,
concentrándose al máximo y levantarse sólo en caso de
urgente necesidad.
El jugador que lleve negras tendrá que ser muy cauteloso y
haberse preparado bien contra el rival, habiendo buscado toda
la información posible sobre el contrario.
Un aspecto muy curioso de este tipo de enfrentamientos y
que se ha dado en la práctica magistral es el de ofrecer tablas,
aunque en realidad no se deseen. Esto tiene una explicación
psicológica. A veces, el maestro puede ver, en función del
juego desplegado hasta entonces por el adversario, si hay
posibilidades reales de victoria ante ese rival. Al analizar su
juego, el maestro se da cuenta de que no será posible vencer a
ese contrario a menos que éste arriesgue. Es, entonces, cuando
urde esta pequeña trampa psicológica. A veces sale «mal» y el
rival acepta las tablas ofrecidas; pero, otras veces, al adversario
le parece esa petición un gesto de debilidad o inseguridad, le
hace creer que su posición es mejor de lo que en realidad es.
Entonces se confía, adelanta sus líneas y la lucha se transforma
completamente. Es en ese momento cuando el maestro
impone su mayor experiencia, que muchas veces es
determinante en el resultado final.

En algunas ocasiones, se produce un hecho curioso sobre el


tablero. Nuestro adversario está pensando varias
continuaciones y vemos una que nos sobrecoge. Empezamos
entonces a angustiarnos por la posición y comenzamos a
valorar si ha valido la pena la preparación. De ahí, pasamos a
pensar en lo que hemos hecho durante la semana, qué vamos
a hacer después de la partida y acabamos descentrándonos. Lo
que debe hacerse en estos casos es no pensar en nada que no
sea la posición e intentar recordar partidas anteriores e ideas
que sean acordes con la posición que estamos jugando, así
como serenarnos. Es necesario estar muy equilibrado para
hacer frente a las adversidades que puedan surgir. Tenemos
que creer en nosotros mismos, en nuestras posibilidades, en
nuestro yo interior y sobreponernos a la situación.
Otro tipo de espera angustiosa es el que se produce cuando
el contrario no aparece por la sala de juego a la hora fijada del
inicio de la partida. Entonces, empezamos a pensar que vamos
a ganar por tiempo y, cuando ya creemos tener la victoria en
las manos, aparece el rival acabando brutalmente con nuestra
ilusión de triunfo fácil. Puede que el retraso se deba a causas
accidentales; sin embargo, hay algunos jugadores que llegan
tarde intencionadamente para poner nervioso al adversario.
Bobby Fischer empleaba esta táctica con frecuencia. Llegaba
tarde y luego efectuaba rápidamente varias jugadas con esa
gran seguridad que lo caracterizaba. Es ésta una táctica
psicológica importante y hay que estar preparado para luchar
contra ella.

Cada persona tiene su estilo de juego, y cada vez abundan


más los jugadores defensivos, caracterizados por tener un
juego sólido y no arriesgar casi nunca. Suelen prever
fácilmente las combinaciones y les gusta jugar posiciones
tranquilas. Son conformistas y van a «no perder», sobre todo si
se enfrentan a jugadores teóricamente más fuertes por su ELO.
El jugador defensivo suele adoptar aperturas y defensas
conocidas por su solidez. Con blancas, les gusta jugar la
apertura Inglesa, el fianchetto de rey y las aperturas de peón
dama. Con negras les complace la Caro-Kann y la apertura
Española, entre otras. Prefieren posiciones con centros de
peones estáticos y muchas veces con peones retrasados. Les
gusta maniobrar por los flancos y, en caso de apuros de reloj,
intentan repetir varias veces la posición, cuidándose siempre
de no caer en el error de hacer tablas fotográficas.
Contra estos jugadores suele ser un suicidio arriesgarse en
exceso y atacar abiertamente. Al hacerlo así, dejamos nuestra
retaguardia al descubierto y nadie mejor que ellos sabría
aprovecharlo. Además, lanzarse en tromba contra tales
adversarios propicia el juego defensivo al que están
acostumbrados. Las combinaciones dudosas y los sacrificios
incorrectos de nada sirven contra ellos. Lo único que se
consigue es que desplieguen un juego más sólido, que origina
un mayor desgaste en el atacante, que se cansa y acaba él
mismo por causar su propia derrota El mejor método para
enfrentarse a este tipo de jugador estriba en realizar jugadas
sólidas, pero siempre con el objetivo de ganar espacio para ir
avanzando paulatinamente hasta quedar con ventaja. Lo que
no debe hacerse nunca es realizar jugadas rutinarias, porque
corremos el riesgo de quedarnos sin plan en el medio juego y
caer entonces en su manos.
Así, hay que prestar mucha atención a esta manera de jugar,
que nos costará mucho doblegar. Contra ésta, hay que buscar
la chispa de talento que llevamos dentro y mostrar la
creatividad que tenemos en nuestro juego. Sólo así
conseguiremos derrotar, normalmente en la fase final de la
partida, a estos jugadores.
Todos tenemos una puntuación ELO que nos sitúa en un
determinado lugar en la clasificación de los ajedrecistas. Esta
puntuación se utiliza para darnos un número de orden en los
torneos en que participamos. Hay jugadores que, en teoría,
parten con ventaja por este hecho, y en los torneos en que
ocupan el primer lugar por número de orden, acaban también
ganando el primer premio; sin embargo, no siempre sucede
esto. Y no siempre sucede porque muchas veces, el jugador
que se sabe emparejado con otro en teoría más fuerte, se
esfuerza mucho por obtener la victoria, mientras que el
«favorito» se confía y acaba sufriendo, a veces, una
contundente derrota.
Por otra parte, hay jugadores que se confían más, al jugar por
segunda vez con un adversario al que ya derrotaron en su
primer encuentro. Esto es un grave error que indica falta de
experiencia, y del que ni siquiera los maestros están a salvo. En
cierta ocasión, jugué en un torneo de rápidas con un gran
maestro extranjero que me derrotó con facilidad, pues yo no
estaba en condiciones de jugar y cometí unos errores
clamorosos. Se marchó con la satisfacción en el rostro. Al cabo
de cierto tiempo, quiso el destino que volviéramos a
enfrentarnos en un torneo semanal a seis horas de juego,
correspondiéndome a mi las piezas blancas. Me preparé la
partida y entré en su laberinto siciliano que tantas
satisfacciones le había proporcionado. Practiqué un juego
combinativo y preciso. Además, mi adversario se había
confiado mucho y cuando quiso darse cuenta del vendaval que
se abatía sobre su posición ya fue demasiado tarde: no le di
ninguna oportunidad y rematé la partida en gran estilo. Él
estaba completamente desmoralizado, no podía creerse lo
que le había sucedido. A mi, en cambio, me felicitaban, pues
no era normal que yo le hubiera ganado de una manera tan
contundente.
En otras palabras, en ajedrez no hay enemigo pequeño. Hay
que entregarse siempre al máximo, sin importar la
aparentemente escasa entidad del rival. No hay que confiarse
nunca, ni bajar la guardia. Aunque quizás existe un momento
en el que sí podemos confiarnos: cuando el adversario
abandona y firma la planilla.

Es un arma de doble filo, pero bien utilizado puede dar


buenos resultados. El mejor método para desconcertar a un
adversario es emplear un sistema novedoso a fin de plantear la
lucha en un terreno desconocido para él. Yo mismo he sufrido
estas tácticas y puedo asegurar que son muy eficaces. Hace
años me enfrenté a un gran maestro sueco que jugó una
defensa extraña para mí (él llevaba las negras). Sus originales
jugadas me descentraron y no pude recuperarme ni en el
medio juego ni en el final, fases en las que mi rival continuó
sorprendiéndome con audaces movimientos. Como supe
después de la partida, yo no fui el primero en caer ante su
juego. Lo felicité sinceramente y él, amablemente, me explicó
métodos análogos a los que había puesto en práctica contra
mí. Siempre recuerdo con agrado ese día tan especial, pues,
aunque perdí, aprendí muchas cosas que me sirvieron en los
años venideros.
En torneos de partidas rápidas y semirrápidas he tenido la
ocasión de conocer otros trucos para desconcertar. Los
maestros yugoslavos son grandes especialistas en la modalidad
del ajedrez rápido, llegando a pulsar el botón del reloj ¡con la
muñeca! Uno de sus ardides para desconcertar al adversario
consiste en coger una pieza y simular que la van a dejar en una
casilla determinada; en el último instante, la colocan
velozmente en otra. Esto lo hacen repetidas veces, obligando
al adversario a perder importantes minutos que pueden
resultar decisivos en el desenlace final. Son, pues, auténticos
especialistas, acostumbrados también a hacer exhibiciones
teniendo una estricta limitación de tiempo, lo que contribuye
a que ejerciten sus reflejos. Para vencerlos hay que jugar «con
los seis sentidos».

Es muy importante saber aparentar tranquilidad al jugar una


partida de ajedrez. Los jugadores no experimentados denotan
esta falta de técnica, lo que los hace vulnerables al dejar al
descubierto facetas de su juego y personalidad.
Hay verdaderos especialistas en desorientar al contrario.
Hay maestros que hacen gala de una frialdad impresionante,
incluso en los apuros de reloj. Hacen su jugada con gran
seguridad, miran fijamente al rival y se levantan para perderse
por la sala. El jugador novel mira y comprueba la posición y, de
repente, empieza a ver «fantasmas» y a ponerse nervioso. En
ese momento, el maestro vuelve y, con una ligera sonrisa en su
semblante, se sienta de nuevo. Su rival se muestra cada vez más
indeciso, comete un desliz y acaba perdiendo,
independientemente de que su posición fuese buena o mala.
Simplemente, le ha faltado la confianza necesaria para no caer
en los manejos del maestro.
Esto funciona incluso estando con peor posición y hasta
teniendo una posición perdedora. Estos jugadores, al no
mostrar nerviosismo, supieron dar un vuelco a la partida
trasladando la presión sobre el oponente. Nuevamente queda
demostrada la eficacia de la preparación psicológica.
En este aspecto, hay una técnica que a mí me gusta
especialmente y que denomino «técnica de fijación». Consiste
en concentrar -aparentemente- la atención sobre un flanco de
manera ostentosa, para que el adversario lo note. Eso hace que
el rival dirija su atención hacia dicho flanco, sin percatarse de
que en realidad estamos estudiando el modo de irrumpir en el
otro extremo del tablero, que es donde se decidirá la batalla.
Otra forma de no revelar los propios temores es lanzar
frecuentes miradas a la sala o a otros jugadores cuando nos
toque jugar. Así, inducimos al adversario a creer que somos la
solidez en persona, con lo que surge la desconfianza en él
sobre su propia posición. Esto puede resultar decisivo en el
transcurso posterior de la partida.

Los desplazamientos largos son un problema constante,


sobre todo en las competiciones de los domingos por la
mañana, sean por equipos o individuales. Hay que descansar
bien la noche anterior para poder soportar aceptablemente el
viaje.
Por otra parte, a veces es el medio de transporte el que falla.
En cierta ocasión casi pierdo por incomparecencia al llegar a
la sala minutos antes de que venciera el límite de tiempo
reglamentario (1 hora) para jugar. Por eso, recomiendo muy
encarecidamente que se salga con tiempo más que suficiente,
no sólo para llegar puntual al lugar de juego, sino también para
poder pasear un poco previamente y poder tener así la mente
despejada de cara a concentrarnos mejor. Además, así
evitaremos también los apresuramientos que pueden provocar
accidentes y que convertirían un domingo que se suponía
festivo en un día trágico. En todo caso, es preferible llegar
tarde y perder la partida que no llegar.
Por lo que se refiere al despertador, recomiendo tener no
uno, sino dos que, además, no estén conectados a la corriente,
sino que dispongan de pilas alcalinas colocadas a intervalos
diferentes para que no se gasten al mismo tiempo. Así, siempre
sonará por lo menos un despertador. En este punto debe
tenerse también muy en cuenta el cambio de horario: conozco
más de un caso en que se ha perdido la partida por no haberse
enterado de que se había cambiado la hora. Si hay que
desplazarse muy lejos, es incluso recomendable marcharse el
día anterior para evitar tener que dormir pocas horas y no
llegar en condiciones óptimas.

Las personas somos máquinas imperfectas que pasamos algo


así como la mitad de la vida durmiendo. Para garantizar un
buen rendimiento ajedrecístico es conveniente dormir unas
ocho horas. El ajedrez exige un gran esfuerzo mental y físico.
Es fundamental llegar descansado, sobre todo en las
competiciones que se jueguen por la noche. Está demostrado
que los ajedrecistas que siguen este régimen de sueño
puntúan más que los demás. Hay quien pretende compensar
esta falta de sueño tomando fármacos, pero como ya he
apuntado en el capítulo sobre el dopaje, estos productos son
dañinos para la salud y además causan adicción.
Hay en el mercado productos naturales para tomar por
inhalación antes de irse a dormir. Quienes experimenten
dificultades para conciliar el sueño, pueden darse una ducha
templada. También es conveniente no cenar
abundantemente. Así facilitamos la digestión y no tendremos
dificultades adicionales para dormir.
Un cuerpo que haya reposado bien garantiza un enfoque
práctico y optimista de las cosas, algo muy necesario cuando
jugamos al ajedrez.

Uno de los caminos para superar nuestros nervios es


aprender métodos de relajación. Aquél que no sepa dominar
los nervios caerá rápidamente en desventaja psicológica con
respecto de los que sí saben relajarse. Un jugador tiene que
tener temple, y esta estabilidad debe ser constante, no puede
haber temporadas en que uno esté nervioso y otras en que no
lo esté. Si es éste el caso, se convertirá en un jugador irregular,
incapaz de progresar. Los entrenadores de los jugadores de
elite dan un valor trascendental a todo este tipo de
preparación psicológica tendente a controlar los nervios y las
propias emociones.
No es menos importante saber percibir el estado nervioso y
emocional del rival. En los torneos, como ya he comentado
antes, además de mostrar una imagen de seguridad y
confianza, tenemos que observar cuidadosamente a nuestros
adversarios en busca de su talón de Aquiles. Siempre es posible
apreciar algún punto débil. Una vez detectado, hay que
intentar explotarlo al máximo.
Hay jugadores que se ponen nerviosos según les toquen
blancas o negras. Es cierto que con negras se es más vulnerable
que con blancas, debido a que la iniciativa suele estar en
manos del primer jugador, pero también hay jugadores que se
sienten incómodos con las blancas porque no les gusta llevar
la iniciativa. El papel del entrenador suele ser determinante
para establecer qué tipo de juego puede ir bien a unos y a
otros. En todo caso, hay que saber sobreponerse a la situación,
aunque nos hayan tocado las piezas que no nos gustan.
Hay quien se desespera al no poder encontrar un buen plan
en el medio juego. Tampoco hay que ser tan dramáticos. Sólo
hay que relajarse y concentrarse bien. Con respecto a los
apuros de reloj vale lo ya comentado en anteriores capítulos.
Quienes se pongan siempre nerviosos en los apuros de reloj,
deberán concentrarse en solucionar este problema, pues
puede convertirse en crónico, lo que supone un gravísimo
contratiempo para el progreso del jugador.
A lo largo de todo el libro vengo diciendo que hemos de
tener confianza en nosotros mismos y mostrar seguridad en
nuestro juego. Ahora bien, hemos de tener el suficiente
discernimiento como para no caer en triunfalismos absurdos
que, en definitiva, lo único que hacen es conducirnos a la
derrota. Frecuentemente, ante una buena posición, siempre
hay alguien que nos anima con frases como «ya la tienes
ganada», «¡qué posición tienes!», «¡estás fuerte!», «¡cómo
juegas!», etc. Estos comentarios pueden hacernos creer
ficticiamente que todo está ya hecho y, en consecuencia,
hacernos olvidar que cuando alguien se ve acorralado, pone
en juego todos sus recursos para salvarse. Lucha entonces
desesperadamente y está atento a cualquier error que
cometamos, por pequeño que sea, y lo castiga sin
contemplaciones.
Otro caso de confianza perdedora es jugar con negligencia
contra un adversario al que ya hemos derrotado
anteriormente. Psicológicamente tenemos ventaja, pero lo
más probable es que él se haya preparado bien y esté deseoso
de puntuar contra nosotros.
Como ya le debe de haber quedado claro al lector en otro
capítulo, no hay enemigo pequeño. Tenemos que tener plena
confianza en nosotros mismos, pero no caer en la falsa
confianza de tener la partida ganada de antemano, ni de que
jugamos contra un rival débil.
Si en algún momento de la partida experimentamos
cansancio, es mejor levantarse e «ir a repostar», es decir, tomar
algún alimento ligero o bebida refrescante. Así podremos
afrontar el resto de la partida en condiciones. Es absurdo
pensar que no necesitamos hacer esto porque el rival sea
«flojo». No hay que bajar la guardia nunca, ni caer en la
confianza perdedora.

El desprecio de que quiero tratar aquí está relacionado con


el tema de la confianza perdedora, pero va un poco más allá.
Empezaré por lo estrictamente ajedrecístico. A veces, un
jugador se encuentra con la partida ganada y comienza a jugar
fanfarroneando: juega de pie, realiza sus jugadas con una
mirada malévola y trata a su rival de inferior. Esto puede llegar
a producir situaciones tensas que no deberían darse nunca,
pues el ajedrez es un juego entre caballeros en el que deben
observarse las normas de la buena educación y respetar a los
demás, de la misma manera que a uno le gusta que lo respeten.
En ocasiones, este desprecio se manifiesta incluso
negándose a jugar con el contrario por conveniencia. Pero a
veces esto se paga, como le ocurrió a uno de los protagonistas
de la siguiente anécdota.
Hace años, a dos conocidos les tocó enfrentarse en un
torneo. Uno de ellos no podía asistir por razones personales y
así se lo hizo saber a su adversario, que se negó a jugar la
partida otro día. Pudo más la ambición de ganar que la
amistad. Se enemistaron de tal modo que cuando coincidían
en torneos no se hablaban, lo que generaba situaciones muy
violentas.
El caso es que uno de ellos, el que había ganado por
incomparecencia, se quedó sin trabajo, y quiso el azar que su
busca de empleo le llevase a una entrevista en la que el
entrevistador era precisamente aquella persona que no había
podido jugar la partida. Al encontrarse ambos se quedaron
asombrados, pero el entrevistador no desaprovechó la ocasión
para echarle en cara su anterior comportamiento y, por si eso
no bastara, negarle el trabajo. El entrevistado se marchó
apesadumbrado, posiblemente arrepentido de su anterior
proceder. Pero la historia no acaba aquí. A la semana de la
entrevista, el entrevistador fue a ver en persona a su antiguo
conocido y le ofreció el trabajo.
En fin, nunca debemos dejarnos llevar por la tentación de la
fortuna y cometer acciones que un día se nos puedan
recriminar. El respeto o, si se quiere, no desprecio hacia los
jugadores y las reglas del jugar noble deben presidir toda
relación entre ajedrecistas, por principio. Quien no lo crea así,
por lo menos que respete a los demás por conveniencia,
porque nunca se sabe lo que puede pasar.

En ajedrez, la persona que es creativa, original e inventiva


tiene mucho ganado. La creatividad es como un diamante en
bruto. Su acabado final dependerá de cómo lo tallemos. Todo
depende del esfuerzo que estemos dispuestos a realizar para
desarrollar esta facultad.
Todos los campeones mundiales han dado muestras de una
gran creatividad. Desarrollaron esta capacidad mediante el
estudio del legado ajedrecístico transmitido por autores de
todo el mundo y todas las épocas. El estudio de sus
sensacionales partidas ayudará al lector a ver las cosas desde
otra perspectiva y a encontrar posibilidades insospechadas.
En la segunda parte de este libro, encontrará el lector
combinaciones inverosímiles que, con un detenido estudio y
voluntad de superación, también él podrá realizar.

Dejarse llevar por la imaginación puede reportarnos


sensaciones mágicas. Podemos soñar que ganamos un torneo
venciendo todas las partidas; podemos imaginar que ganamos
a los mejores jugadores del mundo. Puede ser un sistema de
relajación muy adecuado para dormir por las noches y lo
recomiendan expertos en la materia.
Pero la imaginación que nos interesa aquí es la que puede
ayudarnos a desarrollar posiciones. Es un método que va de
delante hacia atrás. Por ejemplo, imaginemos que tenemos
una posición de ataque contra el enroque adversario. Tenemos
que intentar visualizar una posición ideal en varias jugadas y
buscarla. Entonces, descubriremos recursos insospechados
que pueden ayudarnos a obtenerla. ¡Cuántas veces sucede que
un bando gana por una jugada intermedia surgida en un
momento de inspiración! ¡Cuántos jugadores ven un mate
creativo y original! Es a partir de esa visión cuando preparan el
plan para intentar materializar aquello que han visto. Hay
quien utiliza otro método muy curioso: intenta imaginar qué
jugaría el campeón del mundo en esa posición, se concentra y
descubre una jugada magistral.
Al pasear por la sala del torneo, a veces nos llamará la
atención alguna curiosa posición y pensaremos en tal o cual
jugada. Si nos fijamos con detalle, es posible que nosotros
mismos empecemos a vislumbrar ideas interesantes que nos
descubrirán algo nuevo en esa posición que estamos
observando. En esos momentos, estamos analizando e,
indirectamente y al mismo tiempo, estamos mejorando
nuestro nivel de juego. La imaginación también se cultiva con
el esfuerzo diario y el estudio continuado.
Cuando empezaba a jugar, una de las primeras partidas de
torneo que jugué fue con mi profesor. Imaginé que nos
encontraríamos algún día en otro torneo, cosa que sucedió
años más tarde. Él ya no se acordaba de mí, tal era la cantidad
de alumnos que había tenido. A medida que avanzaba la
partida, mi posición mejoraba hasta que gané. En ese
momento, me sentí muy feliz: empezaban a cosecharse los
frutos de mi dedicación y estudio constantes desde la infancia.

Cualquier persona que quiera avanzar con paso firme y


seguro por el camino del ajedrez debe concienciarse de que
ha de recopilar toda la información que le sea posible. Es
conveniente disponer de una buena biblioteca de libros y
revistas de ajedrez de actualidad. Así podremos preparar las
líneas que más nos interesen. En este sentido, es también útil
jugar por correspondencia, ya que se progresa bastante en el
análisis de posiciones. Esto nos permitirá avanzar en la
elaboración de planes en el medio juego más profundos y
estructurados. Al subir de nivel, también mejoraremos,
inconscientemente, nuestra capacidad para hacer buenos
planes, lo que nos permitirá abordar el final con mayor
confianza.
En fin, es importante hacerse una buena biblioteca de
ajedrez y dedicar tiempo a preparar nuestras propias aperturas
y esquemas de juego. Si no reforzamos nuestro laboratorio
personal, nos quedaremos estancados, pues el ajedrez
evoluciona a una velocidad fantástica y la aparición de
novedades es constante. Internet y los programas informáticos
han dado un impulso decisivo a la difusión del ajedrez y son
también una valiosísima fuente de información.
Un consejo final: no se trata de adquirir cualquier libro de
ajedrez que pase por nuestras manos para que luego acabe
siendo un objeto decorativo en un bonito mueble. Hay que ser
selectivo, comprar buenos libros y amortizar nuestra inversión
estudiándolos profundamente y asimilando sus ideas y
recomendaciones con provecho.

A medida que se avanza en el estudio y la práctica del


ajedrez, uno va adquiriendo la técnica necesaria para tener un
buen desarrollo en sus partidas. Cuando estaba empezando a
jugar, casi siempre me encontraba en la apertura con
posiciones de peones doblados, llegando invariablemente a
finales perdedores. Mis preparadores detectaron el problema
y pude ponerle remedio; sin embargo, tardé mucho aún en
aprender a situar bien las piezas: siempre perdía tiempos
importantes, sobre todo en posiciones de juego abierto. Fue
estudiando las partidas de grandes maestros como, con tesón
y voluntad, llegué a mejorar mi concepción del juego. La
práctica de partidas rápidas me ayudó tanto a mejorar mis
reflejos como a aprender a desarrollar bien las piezas, por la
gran cantidad de temas combinatorios que se producían.
Para llegar a desarrollar bien las piezas es necesario dominar
una serie de temas, a saber: clavadas, jaques dobles,
interceptación, bloqueo, jaque a la descubierta,
encaminamiento, temas de rayos X, actividad del rey, etc.
Muchas son las horas que hay que pasar estudiando para
adquirir una notable fuerza ajedrecística. El concepto es
primordial para saber cómo tenemos que desarrollar las
piezas. La única manera de adquirirlo es a través del estudio y
la práctica.

Muchos aspirantes a maestro tienen una fe ciega en


manuales, libros, revistas, etc. Esto es comprensible, pero es
conveniente que nosotros mismos comprobemos las variantes
que jugamos, porque de lo contrario podemos encontrarnos
con una mejora o una refutación. Por otra parte, a veces se
encuentran erratas en los libros de apertura que inducen a
confusión. En estos casos, puede hacerse un beneficio al
ajedrez notificando el error a la editorial que ha publicado el
libro. Pero esto es otro tema.
Lo que comento es que hay que repasar las variantes que
están anotadas en las Enciclopedias de aperturas. Hay casos
concretos en que la valoración que dan esos tratados de una
línea determinada es errónea y confiar ciegamente en esos
análisis puede acarrearnos la pérdida de la partida.
Así, el estudio en el propio laboratorio de las variantes que
vamos a practicar, junto con la observación del adversario
teniendo en cuenta los factores que se han apuntado en
anteriores capítulos (rapidez de juego, manera de apuntar,
etc.) es lo único que puede garantizarnos posibilidades de
victoria.

Es una modalidad muy espectacular y que cada vez está más


en alza. Se organizan regularmente torneos al aire libre y
siempre gozan de mucho público.
Hay quien se prepara especialmente para estos torneos. Yo
mismo, por ejemplo, preparo variantes para emplearlas
exclusivamente en estos campeonatos. Esto tiene la ventaja de
anular la posible preparación que el adversario haya realizado
sobre mi juego. Al adoptar líneas poco habituales en mí, obligo
al contrario a pensar y tener que innovar rápidamente, cosa
más bien difícil y peligrosa en las partidas rápidas.
Aparte de conocer bien las aperturas, un método para jugar
con más rapidez de la acostumbrada y adquirir velocidad es
jugar partidas dando ventaja de tiempo al rival. Así, se gana
soltura en el juego. También es importante, una vez que se ha
acabado un torneo, repasar y reconstruir mentalmente todas
las partidas. Después hay que analizarlas y clasificarlas. De esta
forma, se consigue confeccionar un archivo de datos que
puede resultar fundamental para la preparación de futuros
torneos. Además, siempre debemos tener presente la
posibilidad de cambiar de variante para sorprender al rival,
cosa que podremos hacer cuanto más rico sea nuestro archivo.
Las partidas rápidas también sirven para agilizar el cálculo
de variantes y desarrollar la memoria. Ahora bien, las partidas
rápidas verdaderamente importantes son las de
entrenamiento. En éstas se preparan variantes que se ponen
en práctica después, en las competiciones de ritmo normal.
Haré una reflexión final sobre este tema. Pese al auge que
experimenta la modalidad de partidas rápidas a cinco minutos,
y aunque están planteándose modalidades de ritmo todavía
más rápido, el ajedrez puro es aquél que puede practicarse con
el tiempo necesario para que ambos jugadores puedan
producir un juego de calidad que les satisfaga
intelectualmente. Y es esta modalidad la que favorece
realmente el desarrollo de la inteligencia.
La gran ventaja de esta modalidad (generalmente partidas a
30 minutos) es que en uno o dos días se realiza un campeonato,
y se puede participar en otro casi inmediatamente.
Al igual que en las partidas rápidas, en estos torneos no hace
falta apuntar las jugadas; sin embargo, yo suelo hacerlo hasta
que sólo me quedan cinco minutos. El objetivo es el mismo que
he apuntado más arriba: estudiarlas una vez acabado el torneo
para mejorar el juego y, además, enriquecer el archivo
particular.
También aquí es fundamental la preparación teórica y la
ventaja de la salida, pues las blancas son las que se suelen
imponer con más frecuencia. De aquí se deriva que en estos
torneos hay que reforzar el repertorio con negras. Con blancas,
en estos torneos se ven muchas aperturas del peón dama o de
flanco. Esto es debido a que son aperturas muy sólidas, sin
grandes complicaciones teóricas y que permiten realizar las
veinte primeras jugadas con relativa rapidez. Las negras, por
su parte, deben buscar el equilibrio, esto es, igualar la posición
e intentar conseguir la iniciativa, pero cuidando siempre de no
confiarse ante el juego aparentemente vacío del contrario ni
contagiarse de su rapidez.
Por cierto, que en estos torneos es cuando menos confianza
o miedo se debe tener del ELO del adversario. El ELO es
simplemente una escala de la fuerza ajedrecística de un
jugador, pero (aparte de que puede haber personas que
juegan pocos torneos al año y su ELO no refleja entonces su
verdadera fuerza) no hay que olvidar que esta puntuación se
realiza según los torneos de ritmo normal.
Por último, diré una cosa que no por obvia deja de ser
importante: hay que leer el reglamento con atención y, en caso
de duda, consultar con los organizadores. Así se evitarán
sorpresas desagradables.

¡Cuántas partidas se malogran por no llevar un seguimiento


adecuado de las últimas jugadas antes del control de tiempo!
Para evitar los apuros de tiempo, la preparación es
fundamental. En más de 30 años de carrera ajedrecística, no
habré perdido más que dos partidas por esta circunstancia, y
las perdí cuando era todavía inexperto y estaba empezando a
descubrir los misterios del ajedrez.
Lo primero que debe hacerse es comprobar si el reloj (en
caso de que no sea digital) funciona correctamente o si, por el
contrario, la banderita cae antes de lo normal. En ese caso, o
el reloj es defectuoso o está trucado.
A continuación, hay que distribuirse el tiempo. El sistema
tradicional es hacer unas divisiones especiales en la planilla
antes de empezar la partida, determinando un cierto periodo
de tiempo para cada serie de jugadas.
Por último, señalaré que sólo hay que apurarse de tiempo en
aquellos casos en que sea estrictamente necesario. La falta de
tiempo altera el sistema nervioso y ocasiona la pérdida de
numerosas partidas.

A lo largo de la historia del ajedrez, hay jugadores que han


destacado por estos sacrificios. Bent Larsen, Botvinnik (que
cuenta en su haber con varios sacrificios de dama por dos
piezas, para después imponerse en el final de manera técnica).
Tal (el genio de Riga, cuyas combinaciones maravillaban a
todos los aficionados) y, también, por supuesto, Fischer,
Kárpov y Kaspárov.
Para que un sacrificio de dama resulte eficaz hay que
dominar muy bien el manejo de las piezas menores para
asegurarse de que puedan compensar la ausencia de la dama.
Hay que calcular la diferencia matemática de los valores de las
piezas, pero además hay que ver si la posición tiene otras
compensaciones. Por ejemplo, yo efectúe este sacrificio en
cierta ocasión a cambio de las dos torres y un peón en una
apertura Inglesa. La naturaleza de la posición aconsejaba
hacerlo y fue precisamente ese peón el que me condujo a la
victoria. En la segunda parte del libro presento algún ejemplo
en el que las dos torres compensaron la actividad de la dama.
Los ejemplos típicos que se producen son el cambio de la dama
por las dos torres, por tres piezas menores y algún peón, torre
y caballo y peón pasado, entre otras.
Hay muchos ejemplos registrados en los «Informators»
yugoslavos y en las obras de tratadistas como Pachmann. Es
conveniente estudiarlos profundamente, aunque nos lleven
más tiempo que otro tipo de posiciones, ya que proporcionan
una visión del juego muy interesante, ayudando a fomentar la
creatividad y la originalidad: por ejemplo, en posiciones de
enroques opuestos, nos puede dar posibilidades de victoria, o
en los finales, sacrificar la dama por torre, caballo y peón, si la
posición es favorable, puede llevarnos al triunfo.

Actualmente, algunas personas han obtenido a muy corta


edad el título de gran maestro: Judith Polgar, E. Bacrot, P.
Leko, etc. Son superdotados que tienen una mente
privilegiada y grandes cualidades para la práctica del ajedrez.
La categoría de gran maestro es la máxima aspiración de
todo jugador de ajedrez. Es la cima que todos quieren escalar.
Para lograrlo, hay que invertir muchas horas en el estudio del
ajedrez y tener buenos entrenadores. Todos los grandes
maestros españoles que conozco (Pomar, Illescas, Romero,
García Ilundain, Magem, Comas, etc.) se han dedicado con
todas sus fuerzas sacrificando su vida personal para conseguir
su objetivo.
Llegar a gran maestro significa la confirmación de que uno
domina todos los temas estratégicos, tácticos y psicológicos
que he venido mencionando a lo largo del libro. El gran
maestro no nace, se hace año tras año, estudiando más que
jugando. Algunos se han especializado en varias aperturas que
han llegado a dominar después de muchos años de estudio. El
mérito de estas personas es aún mayor si tenemos en cuenta
que los distintos países no facilitan el que uno pueda dedicarse
al juego rey. La compensación para el país por el esfuerzo
realizado en la promoción de estas personas que tienen
cualidades para el ajedrez, vendría después en las olimpiadas,
cuando al representar a su país obtuviesen, si no el primer
puesto, sí una clasificación honorable.

Hay quien confunde la amistad y pretende que, al


enfrentarse a un amigo, se acuerden tablas enseguida; sin
embargo, ser buenos amigos no quiere decir que las personas
tengan que hacer tablas cada vez que les toca jugar entre ellas.
Lo correcto es jugar honestamente la partida y, sea cual sea el
resultado, comentar después las jugadas clave y continuar la
buena amistad. A nadie le gusta perder, pero esto es
inevitable. Hay quien se dedica a hablar mal a espaldas de
alguien después de ser derrotado. A estos hipócritas debemos
ignorarlos, pues manchan con sus actos el buen nombre del
ajedrez, por más elevada posición social de que disfruten.
Este tipo de individuos suele aparecer en los grupos
organizadores de torneos. Faltan a la palabra dada, no pagan
algún premio estipulado o el pago fijo establecido con el
maestro. Es difícil desenmascararlos porque tienen las
espaldas bien cubiertas, pero en caso de dar con alguno de
estos sujetos conviene divulgar su proceder para que otras
personas no caigan víctimas de sus engaños. Hemos entrado
ya en el siglo XXI, pero en algunas cosas estamos atrasadísimos,
y estas personas que sólo velan por sus intereses, aunque éstos
sean ilegítimos, no contribuyen en nada a mejorar las cosas.

Ya en anteriores páginas he hablado de la importancia del


yoga como método de relajación. Con el yoga, puede llegarse
a un estado de relajación y tranquilidad tal que el que lo
practica puede quedarse dormido sin proponérselo. El yoga es
excelente para dominar nuestro sistema nervioso. Más arriba
he hablado de la necesidad de «ser templado» para jugar bien
al ajedrez. El yoga nos ayuda a conseguirlo.
Cuando nos enfrentamos a un adversario, no sabemos si
vamos a ganar o a perder. Ahora bien, cuanto más nos
conozcamos, cuanto más sepamos el alcance de nuestros
conocimientos y nuestra fuerza, más oportunidades
tendremos de obtener un resultado positivo.
Así, junto con el estudio de las líneas de aperturas que más
se adaptan al estilo de jugar de cada uno, la observación de los
consejos psicológicos que he venido dando hasta ahora y la
necesaria confianza en las posibilidades propias, es
conveniente practicar el yoga con el objetivo de dominar uno
de los mayores obstáculos para llegar a la maestría: los nervios
descontrolados. Sólo así puede seguirse adelante.

Tenemos que exigirnos más a nosotros mismos


constantemente, sacrificarnos y no cejar en la consecución de
nuestra meta. Así, conseguiremos fortalecernos y ser más
duros que el rival.
Durante la partida, hay que buscar el mejor plan, profundizar
en la posición en busca de combinaciones ocultas. Hay que
efectuar la jugada más pertinente, aquélla que sea acorde con
el espíritu de la posición. No debemos dar al adversario el
menor respiro. Esto no son consejos vacíos. A lo largo de mi
carrera, he remontado posiciones en las que tenía una
situación inferior gracias a la fe que tenía (y tengo) en mis
posibilidades, a la fuerza innata de mi yo y a la preparación
psicológica que había llevado a cabo. Hay que poner todos los
sentidos en la partida para facilitar la eclosión de nuestro yo
interior. Se trata de dar lo mejor que hay en cada uno de
nosotros en pos del triunfo.
Si perdemos, no debemos desmoralizarnos ni desfallecer.
Hay que aceptar las cosas como son y tener la suficiente
entereza para seguir estudiando con tenacidad al día siguiente
y poder contrarrestar esa derrota con otras victorias.
Las victorias que más satisfacción nos causan son aquéllas en
las que el triunfo se ha producido después de un esfuerzo
tenaz y agotador, y más aún si hemos vencido a un jugador de
renombre. Estas victorias compensan todos los esfuerzos y
sinsabores que hayamos podido experimentar y deben
servirnos de acicate para mantener el rumbo que nos hemos
fijado.

No me refiero aquí al jugador de nervios templados, sino a


aquél que, por una u otra razón, no puede ponerse a jugar
inmediatamente, sino que necesita un «calentamiento»
previo. Este calentamiento previo es el entrenamiento que
debe realizarse antes de jugar la partida. En mi caso concreto,
yo soy un jugador «frío». Necesito un poco de «rodaje» para
estar bien despierto en las primeras jugadas. Para esto, lo que
suelo hacer es intentar solucionar algún problema sin ver el
tablero y sigo avanzando en grado de dificultad hasta
encontrar algunos realmente difíciles.
Es importante que el tiempo que empleemos en estudiar
antes de la competición no sea excesivamente largo, ya que
entonces nos provocaría un cansancio que sería muy
perjudicial.
Por último, hay jugadores que no son «fríos»: pueden estar
semanas sin tocar las piezas y ni lo notan; pero la especie no es
abundante.

A medida que se va estudiando ajedrez, se abren puertas que


nos dan acceso a nuevos ámbitos de conocimiento y que
conviene retener en la mente. Una de las cualidades del buen
ajedrecista es la memoria fotográfica. A veces, alguno de mis
adversarios me ha comentado que en tal o cual ocasión ya
habíamos jugado. Su sorpresa es mayúscula cuando le digo el
año y el torneo, la apertura empleada y el resultado. En
ocasiones he conseguido incluso reconstruir mentalmente
partidas que he perdido por alguna circunstancia (un traslado
de domicilio, etc.). Esto es posible gracias al trabajo continuo
y tenaz en el estudio de posiciones durante muchos años. Con
todo esto quiero decir que el poder de la mente es infinito y
que no lo usamos como debiéramos. Cuanto más hagamos
trabajar al cerebro, cuanta más información almacenemos en
él, mejor será su funcionamiento y más positivos los resultados.

He hablado en otro capítulo de los mejores momentos.


Desgraciadamente, en la vida de todo jugador de ajedrez
aparecen también los malos momentos. Con la ayuda del
entrenador, tenemos que ser capaces de minimizarlos.
Así, si tenemos un trabajo muy duro, será conveniente
pensárselo dos veces antes de jugar un torneo los viernes por
la noche. Es posible que, si decidimos jugarlo, no hagamos
precisamente un buen torneo. Yo mismo he preferido
abstenerme de jugar un torneo por razones físicas: me di
cuenta a tiempo de que podía resultar un verdadero desastre.
Conviene no «buscar» esos malos momentos. Los jugadores
que más puntúan suelen ser los que están más descansados o
tienen un trabajo que no es excesivamente duro.
Pero a veces, sin más, notamos un «bajón» en nuestro juego.
En esas épocas, lo mejor es quizás dejar el ajedrez durante una
temporada, guardar el tablero y las piezas hasta que sintamos
verdadera necesidad de jugar. Hay jugadores que empalman
constantemente un torneo con otro, hasta que llega un
momento en que no rinden como en ellos es habitual. Están
saturados de ajedrez. Es conveniente, entonces, dosificar las
energías y tomarse un descanso.
Hay quien piensa que da lo mismo, que más tarde ya se
recuperará, pero entonces se ve obligado a jugar torneos de
inferior calidad debido a la gran cantidad de puntuación ELO
que ha perdido al hacer tan mal papel en los campeonatos en
que ha participado. Juega con adversarios de menor calidad y
aprende menos, con lo que puede llegar a estancarse.
Otro de los factores que pueden provocarnos un mal
momento es el exceso de confianza tras unas buenas
actuaciones. Es la confianza perdedora de la que he hablado
anteriormente.
En consecuencia, aparte de los consejos dados en este
apartado, lo mejor para evitar estos malos momentos es dar
siempre todo lo que llevemos dentro, jugar siempre según el
espíritu de la posición e intentar apoderarse de la iniciativa
aprovechando a fondo el elemento sorpresa. El esfuerzo y la
voluntad de vencer nos recompensarán a la larga del duro
trabajo realizado en los torneos.

Cuando se es joven, se tiene la ilusión de «comerse el


mundo» y de triunfar en alguna actividad. En mi caso, el
mundo del ajedrez me fascinó, sobre todo al contemplar los
torneos internacionales donde jugadores de todas las
nacionalidades aportaban su grano de arena al desarrollo del
noble juego.
Todo maestro se ha formado necesariamente en un club. En
él empieza a dar sus primeros pasos y a él se siente
emocionalmente unido. Justo es reconocer la importante
labor que han hecho muchos clubes para fomentar el ajedrez
y formar auténticos campeones. En mi caso concreto, ese club
fue la U.G.A. De niño, cuando mi afán por estudiar ajedrez
empezaba a revelarse, mi padre me hizo socio de un gran club
barcelonés, la Unión Graciense de Ajedrez (U.G.A.), donde me
formé como ajedrecista y coseché mis primeros éxitos.
Recuerdo con agrado un torneo del año 1977 en el que vencí,
superando a jugadores que tenían mucha más categoría que
yo. A partir de entonces, varios maestros de este club me
honraron con su magisterio y así pude progresar rápidamente.
Eran Arturo Pomar, José Luis Fernández, Javier Ochoa, etc.
A lo largo de los años he podido jugar en este club junto a
Miguel Illescas, Jordi Magem, Alejandro Bofill, Jesús de la
Villa, Guillermo Buxadé, Gil González, Antonio Torrecillas,
Maroto, Hernando, y otros destacados maestros
latinoamericanos, como Óscar Castro, Sisniega, Vera,
Tempone, Ribera, etc.
De este club, que tantos esfuerzos ha hecho por fomentar el
ajedrez, han salido valores como Alfonso Romero, Antonio
Gual y Santiago Beltrán. Ha dado al ajedrez también grandes
organizadores como el tristemente fallecido Jordi Puig
Laborda, incansable organizador de torneos internacionales y
gran propagandista del ajedrez.
Quiero mencionar aquí a dos excelentes personas de este
club con quienes me unía una gran amistad: Joaquín Serra y el
doctor Velasco.
He tenido también la suerte de poder contribuir a sus
grandes éxitos en los Campeonatos de España y de Cataluña
por equipos y me enorgullezco de ser parte de la historia de un
club con tanta tradición y que no ha regateado esfuerzos para
ofrecer a sus asociados las máximas posibilidades de progresar
y disfrutar del ajedrez. Creo sinceramente que la U.G.A. es un
modelo que debe imitar todo club que quiera alcanzar los
máximos éxitos ajedrecísticos.

Actualmente, los clubes ya no son los únicos centros de


formación de ajedrecistas. Cada vez hay más escuelas
dedicadas a la enseñanza y difusión del ajedrez. Una de las más
innovadoras es EDAMI, fundada y dirigida por el gran maestro
español Miguel Illescas, primer jugador español que consiguió
llegar a los 2.600 puntos ELO. El centro está ubicado en el
popular barrio barcelonés de Gracia, al lado de la U. G. A.
La escuela organiza actividades en todo el mundo, utiliza la
informática e Internet en la enseñanza del ajedrez, ofrece
cursos de formación a profesores, clubes y universidades,
colabora con empresas e instituciones de todo el mundo,
realiza programas de difusión del ajedrez en las escuelas y de
detección de jóvenes talentos, ofrece cursos a monitores y
entrenadores, organiza sesiones de conferencias y
exhibiciones de ajedrez, y es un punto de encuentro entre
jugadores nacionales y extranjeros.
Es un honor para mí contarme entre sus colaboradores, pues
me une a Miguel Illescas una fuerte amistad cimentada desde
la infancia.
Es sabido que la práctica del ajedrez desarrolla la
inteligencia y potencia las facultades mentales. El ajedrez nos
hace más precavidos, curte el carácter y mejora la autoestima.
Por esto, resulta gratificante la aparición de escuelas como
EDAMI, gracias al entusiasmo y el sacrificio de un grupo de
personas cuyos objetivos son contribuir a la difusión del
ajedrez. Estos centros son un auxiliar muy valioso para todos
aquéllos que desean practicar el ajedrez de manera
sistemática y convertirse en maestros. Por otra parte, conviene
recordar que está comprobado que la práctica del ajedrez
previene la terrible enfermedad de Alzheimer.
Junto a los clubes y las escuelas, el ajedrecista tiene también
otros medios para ir adquiriendo la destreza necesaria en el
juego. Uno de ellos es la biblioteca.
En toda biblioteca de ajedrez, hoy en día, no pueden faltar
los «Informators» yugoslavos y la Enciclopedia de aperturas.
Hay que tener en cuenta que, en la actualidad, se presta
mucha importancia a la teoría de aperturas. Los principales
teóricos del mundo analizan sin descanso las variantes más
populares de aperturas y defensas, y conviene estar
preparado. Estas obras nos informan de las últimas novedades
producidas en los torneos de todo el mundo que, además,
vienen comentadas por grandes maestros de primerísima fila.
Lo importante es tener libros sobre todas las fases del juego,
sin importar su idioma original: el sistema de notación
algebraica facilita el acceso a partidas y comentarios, aunque
las explicaciones restantes estén en un idioma que
desconozcamos.
Junto a este material, tenemos que crear nuestro propio
archivo de partidas, confeccionar un fichero personalizado
que nos proporcione datos sobre cualquier adversario con el
que hayamos jugado y sobre nuestros hipotéticos rivales en el
futuro.
Así, para progresar en este juego es imprescindible
proveerse de una buena biblioteca y sacarle el máximo
provecho. El ajedrez es sinónimo de cultura y todas las horas
que se dediquen a su estudio se verán ampliamente
recompensadas al participar en torneos y ver cómo los
adversarios sucumben a nuestra preparación.

Hace años, las partidas duraban más porque había


aplazamientos. Uno de los jugadores efectuaba una jugada
llamada «secreta» y la partida se reanudaba horas más tarde.
Esto exigía un dominio completo del arte del análisis.
Normalmente, siempre se analizaba con otra persona; se solía
coger papel y lápiz e ir apuntando las variantes que surgían
para luego cotejarlas cuidadosamente. A veces, se daba el caso
gracioso de que los análisis de ambos adversarios coincidían.
En la práctica, el resultado final de la partida dependía de un
buen análisis.
Hoy en día, con un ritmo cada vez más rápido y menos horas
de juego, los análisis han quedado circunscritos prácticamente
al ajedrez por correspondencia y a los potentes programas
informáticos que calculan millones de jugadas en segundos.
Pero todavía queda una esfera personal para analizar las
partidas: el laboratorio del jugador. Es ahí donde debemos
analizar las líneas que nos interesan, los errores cometidos y

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