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Reporte de lectura: Nostalgia del Absoluto

Paola Gabriela Jiménez Andrade


Sexto semestre. Facultad de Filosofía. Filosofía. UAQ
28 de febrero de 2019

En este escrito, Steiner propone una reflexión acerca de cómo hay energías y
realidades que tratan de sustituir a los sistemas religiosos formales en Occidente,
pues su decadencia ha generado un vacío, un hambre, que precisa llenarse. Estas
nuevas antiteologías o metarreligiones del siglo XIX y XX -que devienen en
mitologías, a través de la creación de un lenguaje propio, un conjunto particular de
imágenes emblemáticas, gestos, rituales y símbolos esenciales- pretenden la
totalidad, es decir, ser un sistema o explicación total para la condición humana:
historia, sentido de la vida, esperanzas, en fin, un cuadro completo del hombre en
el mundo. Steiner presenta nueve de éstas: marxismo, psicoanálisis, antropología
(de cierta forma ‘mayores’ y con precisa sistematización para dar cuenta de la
historia, naturaleza y futuro del hombre; además de judíos los tres, como revancha
al cristianismo -ahora decadente- que lo destituyó), astrología, ovnis, ocultismo,
orientalismo, uso de drogas (de cierta forma ‘menores’ como corrientes de
irracionalismo) y la ciencia o la búsqueda de la verdad.
El Marxismo traduce la doctrina judeocristiana de la caída y la redención final
a términos sociales e históricos. Marx adopta inconscientemente el hecho de una
infancia perdida, desgracia, abandono del Edén, pero no logra responder en qué
consiste eso o por qué sucedió. Se adhiere, a su vez, un tono mesiánico-utópico
furioso por la justicia y por el drama y lógica de la historia; en similitud con los
escritos del libro de Isaías, Marx apela al intercambio de amor por amor, confianza
por confianza, prometiendo que la historia es racional al final del día. Se identifica
con el Prometeo salvador: es una promesa de redención que en realidad produjo
más terror burocrático que liberación, además de que ya cayó en cierta decadencia,
un dios que fracasó.
Una pseudociencia (en términos de Popper, ya que no puede refutarse)
llamada escuela freudiana de psicoanálisis. Inspirada y limitada a las específicas
condiciones de la vida burguesa en Europa central y occidental, que se han
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cumplido en otros ámbitos a fuerza de alteración para satisfacer estas expectativas.
Arroja verdades de orden estético e intuitivo filosófico-literario que guarda estrecha
relación con el mito e imaginario poético-literario, con construcciones metafóricas,
dramas arquetípicos encarnados y trasmitidos en mitos. Freud se identifica y
autoproyecta en la figura de Moisés, al buscar conducir a la humanidad a la tierra
prometida de la racionalidad, equilibrio psíquico y verdad científica. Su relato del
pecado original es más específico que en Marx: el parricidio, castración o asesinato
del padre por parte de los hijos, lo que es un crimen original del que ‘llevamos
marca’. Su intento continuo es reconciliar al hombre con una realidad sin Dios,
haciéndola soportable, proponiendo una liberación final: el reposo de la muerte. En
opinión de Steiner no se ha cumplido y al contrario.
Lévi-Strauss busca mejorar los trabajos de Marx y Freud. La antropología es
la ciencia del hombre, cuyos antecedentes son la investigación marxista de las
fuerzas sociales y las coordenadas freudianas de la conciencia. Strauss también es
un creador de mitos, pues a su consideración son los instrumentos de la
supervivencia del hombre como especie pensante y social, es decir, el hombre es
un primate mitopoético. El mito justo es la codificación coherente de la realidad,
acuerdo armónico entre el cerebro y la lógica del mundo externo. Hay un conjunto
binario Naturaleza-Cultura, donde Strauss especifica mejor que los dos antecesores
el asunto del pecado original: la transición del estado natural al cultural fue un paso
destructivo; el control del fuego rompió con el mundo animal, causando que el
hombre se encontrase ahora en una relación no natural con el entorno y sus propios
orígenes animales. El que el hombre pudiera erguirse lo ha dejado desequilibrado.
La cuestión del incesto en Edipo es el inicio de las categorías de parentesco,
semántica de la existencia humana.
Asimismo, hay vestigios del Jardín del Edén en culturas que no tienen el
extrañamiento con el entorno natural tan marcado, cosa que el hombre occidental
busca destruir, como impulsado por la furia de haber sido expulsado de ahí. Por esa
razón el hombre occidental va a estudiar pueblos y culturas, por el afán de dominio
técnico y psicológico. Ya que destruya todos los vestigios del Jardín, el depredador
se volcará hacia sí mismo para continuar la destrucción. La antropología culmina en

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entropología: ciencia de la extinción, apocalipsis creado por el mal humano,
devastación provocada por los hombres.
La astrología es el síntoma del clima psicológico y social infectado por la
superstición e irracionalismo, que mueve 25 millones de dólares al año. Los ovnis
apelan al mirar fuera de la tierra, infantil pero comprensible satisfacción de deseos,
confiando desesperadamente en una benevolente ayuda del exterior que no
permitiría que la especie humana se extinga. El ocultismo, como pseudociencia que
apela a una versión animista del universo, donde opera la dicotomía (absurda para
Steiner) de alma-cuerpo. Basura satánica que chantajea y juega con los miedos y
miserias humanas. El orientalismo que denota una idealización de los valores
excéntricos o contrarios a Occidente, crisis de desconfianza. El consumo de drogas
como búsqueda de realidades alternativas, para refugiarse en el trance y el éxtasis.
Para Steiner, todo esto ha fracasado, es mera ilusión, no saciará el hambre de
Absoluto.
La fundamentación personal de la existencia personal en la búsqueda de la
verdad científica objetiva que pretenden las ciencias no sólo exactas sino también
filosóficas es la última sobre la que reflexiona Steiner. La ciencia debería satisfacer
las aspiraciones del hombre en cuanto a orden, belleza, moral, superando la religión
revelada. Irónico que se inspire en Jn 8, 32: “La verdad os hará libres”. Esa promesa
evangélica es el artículo esencial del racionalismo secular y el liberalismo político.
Pero la búsqueda de la verdad más bien es una persecución, una caza o conquista.
Sin embargo, ¿qué se entiende por verdad, la revelada por intervención divina? No,
más bien la variable compleja dependiente de los objetivos políticos y sociales, que
ejerce control intelectual y tecnológico sobre la sociedad. ¿Acaso no hay un desfase
entre este tipo de verdad y la supervivencia humana? ¿Se seguirán los cursos de
las investigaciones si tienen tan malévolo fin? La verdad más que hacernos libres
nos destruirá. No nos cansaremos de hacer preguntas, de buscarla, y una vuelta a
una vida simple es imposible a nivel social. La verdad tendrá futuro, que el hombre
lo tenga, no está claro.
Relacionando esto con lo que atañe a nuestra clase, me parece que tiene un
peso considerable: si nuestro asunto es la crisis de la modernidad, bien cierto es

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que uno de sus principales sellos es la laicización y aparente asesinato de lo
trascendental. ¿Pero qué tan cierto es? ¿Qué tan cierta era la promesa kantiana de
autonomía y del poder de la Razón por sí misma? Nos proclamamos autónomos e
inmanentes y resultó que los asesinos de asesinos otro dios hubieron de inventar.
Personalmente ya sospechaba desde semestres atrás cómo a veces la filosofía
daba sospechas de ser una religión racional encubierta que pretendía dar sentido a
la existencia y me parece que si presume tanto de la crítica, análisis, rechazo al
dogmatismo y demás, simplemente es intolerable que devenga en catecismo
mientras lo niega fervientemente.
El hambre de Absoluto, de Infinito no se reduce a ser una tendencia o
inclinación molesta, es justamente un hambre recalcitrante que no puede arrancarse
de la condición humana con un par de manifiestos; y me parece que por esta línea
iba Pascal. Aunque él opta por la religión cristiana, claro, la que surge de la crisis,
la muerte de Dios, del sentido auténtico de Cruz, en fin, el salto de fe (la religión de
veras, pues) y no de convención cultural o cortesía que es cosa de superficie. Al
menos Pascal no lo oculta ni lo pretende disimular con la máscara de ‘la filosofía’.
Quizá deberíamos seguir su ejemplo de sinceridad y no ‘vender gato por liebre’
creyéndonos inocentes.
Finalmente, como una reflexión y como ‘poner las cartas sobre la mesa’, me
parece bien lo que nos dice Steiner, pero sólo se queda ahí. Y aún queda preguntar
si el análisis que nos presenta no son parcialidades y reduccionismos. En fin, si
preguntamos por una alternativa, otro camino a seguir o algo por el estilo, no lo
encontraremos en él.

Bibliografía:
Steiner, G. (2001). Nostalgia del Absoluto. Madrid: Siruela.

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