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Maestría en investigación psicoanalítica / Seminario de conceptos I

Texto: El yo y el ello (1923) Apartado I / Autor: Sigmund Freud


Relatoría de la clase del 9/05/19
por: Sebastián Patiño Villegas
Fecha: 16/05/19

Luego del comentario del primer apartado del texto El yo y el Ello, surgen diversos interrogantes
que apuntan a descifrar los planteamientos que nos trae Freud. Así, nos preguntamos, por
ejemplo, ¿qué tipo de superyó es el que le interesa al psicoanálisis? Sin duda, por ahora se nos
muestra como un concepto indistinguido del examen de realidad y, de la misma manera, solidario
al proceso de constitución del yo. De modo que, aun cuando a posteriori Freud pueda revelarnos
un fragmento considerable de la función de esta noción en su teoría, es menester otorgarle
constantemente actualidad a la pregunta que ahí nos hemos planteado.

Ahora bien, en lo que concierne al segundo capítulo, se intentó precisar aquellos puntos que
operan como transformaciones a nivel de la teoría psicoanalítica freudiana. Para nuestro
propósito, tomamos como referencia la 32a conferencia, titulada La descomposición de la personalidad
psíquica (1932). En el sistema representacional que allí consigna, se vislumbra exiguas pero
intrigantes modificaciones respecto del modelo gráfico propuesto en El yo y el ello: la ausencia del
casquete auditivo, la aparición del superyó, y las líneas que apuntan del yo al superyó, quizás las
tres más relevantes. Sobrevienen más preguntas: ¿hasta qué punto, si se quiere, se funda una
suerte de transformación respecto a los planteamientos que hasta aquí acompañaban la teoría?
¿Se mantienen, o no, los elementos de la primera tópica? ¿Qué giro conceptual puede acaso
divisarse?

Dice Freud (1923) “los restos de palabra provienen en lo esencial de percepciones acústicas. A
través de lo cual es dado un particular origen sensorial, por así decir, para el sistema prcc. La
palabra es entonces, propiamente, el resto mnémico de la palabra oída” (p. 23). Tomando en
consideración afirmaciones de esta índole, y recordando el apéndice C (sobre las afasias),
concertamos en el supuesto de que la metapsicología sigue aún latente, aunque expuesta bajo
otra forma, en las elucidaciones propuestas por Freud en esta época. Es evidente, por ejemplo,
que las nociones localizacionales (profundidad, superficie) reclaman aún considerable interés.
Asimismo, situamos en el centro de debate la interpelación freudiana ¿cómo algo deviene prcc?
De ella se desprenderá, como vimos, una acotación fundamental en relación a la dinámica
psíquica de los sentimientos y sensaciones. Estas últimas, a diferencia de las percepciones-Cc,
no deben a las representaciones-palabra su devenir consciente, sino que “devienen tales de
manera directa”. Si bien se advierte una distinción ya plasmada por Freud anteriormente, a saber,
entre una porción desconocida Icc, y otra articulada a la representación-palabra en el plano del
Prcc, no se reafirma el devenir consciente del material inconsciente, y sí su devenir preconsciente.
Así, las huellas mnémicas, como contenidas en sistemas inmediatamente contiguos, se inscriben
en el sistema Prcc-Icc, y la clave para hacer preconsciente lo inconsciente, será el
restablecimiento, mediante el trabajo analítico, de aquellos eslabones intermedios
preconscientes.

Llegados a este punto, nos entregamos a la tarea de discernir lo que en este enunciado pudiese
estar refiriendo Freud: “El papel de las representaciones-palabra se vuelve ahora enteramente
claro. Por su mediación, los procesos internos de pensamiento son convertidos en percepciones.
Es como si hubiera quedado evidenciada la proposición: «Todo saber proviene de la percepción
externa».” (p. 25). ¿De qué saber se trata? ¿proviene éste exclusivamente de la percepción
externa? No dejan de ser preguntas con cierto halo de misterio e incertidumbre; sin embargo,
nos atrevimos a pensar que lo que Freud intenta denunciar, es el carácter cuasi-alucinatorio
de la certeza. Esta, según la idea de nuestro autor, proviene de la sobreinvestidura de los
propios pensamientos, que entonces son tenidos por percepciones y, por ende, verdaderos.
En efecto, aún cuando tengamos algo por verdadero, no habremos escapado del terreno del
engaño y, en esa medida, de la apropiación de un saber edificado a partir de la conciencia de
sí. Habrá, en todo caso, que desembrollar mejor este asunto.

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