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Giovanni Sartori
Tomado de Graziano, I-uigl (edil.). La seicma poHiica ¡n Italia. Bilancio e prospciíive. Milano, Fnnco
Angelí, 1984, pp. 98-114. Traducción de Císar Cansino y Eduardo Bamza.
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serán Cassirer y Kclsen. Cuando joven, desembarqué (aún se iba por mar) en
Estados Unidos en el año 1949.Quien más me atraía a la Columbia era Lazarsfeld
(nacido en Viena), y el autor que más escribía y daba de qué hablar en Harvard
era Cari Friedrich. Americanizándose, Karl había devenido Cari, pero por lo
demás era difícil encontrar un catedrático más teutónico que Friedrich. Entonces,
la hegemonía de la cultura norteamericana de la segunda posguerra que vino, al
menos en aquellos años,a sustituir la hegemonía de la cultura alemana(no puesta
en duda hasta 1914 y después destruida por Hitler)era en parte solamente harina
de un nuevo mundo;diría,aun más,que su fulgor resultaba del trasiego en nuevos
barriles del viejo vino europeo. Alrededor de 1950 la "nueva cultura" venía,
ciertamente,de Estados Unidos como sede territorial, pero era fruto de una nueva
fusión, en tierra norteamericana, de una sólida fuga y concentración de cerebros
europeos.'
Esta precisión se liga a la primera observación que estoy por hacer. Aquello
que más me inquieta al retroceder con la memoria y al confrontar los años
cincuentas con los años ochentas es la desaparición de los "grandes", de los
grandes autores. En los años en los cuales leía mucho y escribía poco(en lugar
de escribir mucho y leer poco como me ha sucedido al envejecer) existían, sin
sombra de duda,autores obligados que en verdad eran "grandes". ¿Quiénes eran?
En 1980 la revista Governmenl and Opposition publicaba un fascículo cónme-
morativo dedicado a "una generación del pensamiento político".^ En su contri
bución, Ralf Dahrendorf observa que en la generación en cuestión "el más
cercano a la estatura de Max Weber sería Raymond Aron"; recuerda entre otros
máximos autores a Daniel Bell, S.M. Lipset, Edward Shils, y concluye que los
años setentas no han producido, frente a los nuevos problemas y a las nuevas
fuerzas de aquella década, "nada ni siquiera vagamente semejante" a cuanto
había producido la literatura del periodo precedente.^
En el mismo fascículo, el sociólogo Julius Gould agrega a los nombres de
Lipset, Bell y Shils los de Bendix y Smelser, para después comentar: "podía
' Cfr. Laura FcrmI, Iliiislríoiis Imnúgrants: Tlic íntcUcctual Migration from Europc 1930-1941. Univcrsity of
Chicago Prcas,2a. cd., t972.
^ "A Gcncration of polllicat Thoughl", vol. 15, pp. 3-4, 1980 de Governmenl and opposition.
^ **Twcnly-fivc yeats of socio-poliiical analysis; notes and rcflcclions", loe. cil., p. 314, 318 y passim.
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estimaba a los autores de éxito y los mantenía con vida, es decir, en el mercado.
Benedetto Croce era Benedetto Croce; pero sin Laterza no hubiese sido posible
acceder a su fascinación, y si fuese visto hoy en Nueva York y cayese en manos
de un editor que ocupa un rascacielos, que debe sacar al mercado diez volúmenes
diarios, y que a su vez está dominado por una multinacional farmacéutica (el
ejemplo es imaginario, pero son casos que se dan), en tal caso, muy bien podría
suceder que de Benedetto Croce nadie se percatara.
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buenos datos presuponen una buena teoría; que un texto brillante es tal porque
su teoría sobrepasa su erapiria. Y es entonces cuando el gran autor no envejece
(aun cuando sus datos sean viejos) porque ha sabido pensar, por la teoría que
contiene. Un buen ejemplo es el de los clásicos de la economía. La economía es
ciencia empírica; el economista está apegado a los"fenómenos",a las cosas que
se ven; y sin embargo, los grandes economistas se leen siempre con provecho;
quien ha hecho escuela continúa siendo leído no porsus datos,sino porsu escuela.
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Cfr. Robcrt T. Hoil; John E. Turncr(comps.) The mcthodology ofComparailve Rescarch, Frec Press, Ncw
York, 1970, p. 58. Cfr. cap. 2(de Holl y Riciiardson), csp. pp. 58-65,"Alhcoreiic Approacfics". La tesis
aquí es que son los datos los que generan la ciencia.
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Cicutsch ha sido después el prologista de Probicnts of WorldModcUng: Polillcal and Social Implicaiions.
Ballinger, Cambridge Mass., 1977.
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En los inicios de los años setentas, veinte años después del cambio de curso
de 1950, era ya fácil advertir que la revolución behaviorísta y el ansia cuantifi-
cadora eran contraproducentes por tres efectos. Primer inconveniente: "en la
medida en que es la naturaleza de los datos(cuantitativos o no)la que establece
cuáles son los problemas, la Ciencia Política logra descubrir "más" en lugar de
"menos": de volverse precisa, más aún exacta, sobre cosas triviales. Bien por el
lado estadístico; pero el hecho de ser datos expresables en números no [...]
constituye un criterio de relevancia". Segundo inconveniente:"las definiciones
operacionales [planteadas para coligar teoría e investigación] desarrollan la
extensión o denotación de los conceptos en detrimento de su intención o conno
tación, de lo cual se deriva que un operacionismo obsesivo y mal entendido
atrofia la teoría, es decir, la fecundidad teorética de los conceptos". Tercer
inconveniente:"En el progreso de la ciencia hace de contrapeso el retroceder del
objeto, es decir, de la política [...] Necesitamos datos; si son cuantificables es
mejor; y si constan de grandes números es todavía mejor. Ahora bien, el grueso
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de los datos de esta clase está constituido por los datos socio-económicos
relevantes para los estadísticos [...] este tipo de información prcconstituyc la
interpretación: de los datos económico-sociales, es un juego de poder recabar
explicaciones de tipo económico-social [...]. La política se vuelve un explanan-
dum cuyoexplanans es foijado, y preconstituido, por datos que podríamos llamar
hipo-políticos, de bajo tenor de politicidad.""
Cito de mi capítuto,"L.a scicnza polilica" en Sloria Hclle ideepoUtiche, economiche esociaVi (dirigida por
Luigi Firpo), vot. VI, Ulel, Torino, 1972, pp. 699,703,704, 706. Aquct texto es aliora reproducido en La
política, op. cli., pp. 189-245(donde los psajes citados están en pp. 234-235,239-240, 241, 244-245). A
decir de G. Pasquino,en la Ciencia Política de los años sesentas tiabfa venido surgiendo "el paradigma de
la separación de la autonomía de lo político"; pradigma que alcanza su punto más alto con Easton y que
es puesto en tela de juicio por el sesenta y ocho,a tal grado que "el punto de partida de los años setentas
esta constituido por la retirada de la política"("Dalla separatezza alia rilevanza dclla política" en Varios
autores La sclema política In ¡talla; niaíerlall per un bllanclo. Quadcmi Fondaziones Feltrinelli, Angelí,
Milano, 1984, pp.23-25). A mi parecer, no hubo separación de la política en los años sesentas. En el escrito
remitido en el texto explicaba la "desaparición de la política"(lo exactamente opuesto de cuanto sostiene
Pasquino)así:"el movimiento bchaviorista se declara intcrdiseiplinario, no 'reduccionista'; pro contiene,
explícita o implícitamente, un ptencial reduccionista. No hay duda, pr ejemplo,que el bchaviorismo haya
contribuido a la 'soeiologizaeión de la plítica'..."(La política, p. 242). Y éste llltimo es un tema que
dcsanollo a fondo en el escrito "Classi e sociología dclla plítica", ahora recogido en Teoría del partiii c
caso Italiano SugitCo, Milano, 1982,cap. 5. Disiento también sobre Easton,como diré más adelante, nota
23).
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Una compilación que representa muy bien,en F.stados Unidos,las psiciones del grup replicante(el Caucus
de la Asociación Americana de Ciencia Política) es: Markin Surkin, Alan Wolfe (comp.), An End ta
Polltical Sclence: The Caucus Fapcrs. Basic Books, New York, 1970.
"Para mi psición e interpretación de la wcbcríana "libertad del valor" efr. La política, op.cit., pp. 45-49 y
235-239.
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sol hacen sombra las nubes, a la razón las pasiones". Así Hobbes:"sin gufa'las
pasiones son a lo sumo pura locura". Así La Rochefoucauld:"la pasión a menudo
vuelve estólido al más hábil de los hombres, y hábiles a los más tontos". La
voluntad general de Didcrot y de Rousseau presuponía (al no ser ni cognoscitiva
ni general)"el silencio de las pasiones". La máxima que desde siempre rige la
conquista del saber es sine ira ei siudio. Máxima que el sesentaiochismo
desarrolla. En el 69 denuncié los hechos como "asnocracia". Fue mi párrafo más
célebre (en II Corriere), que me redituó una buena cantidad de injurias y la
excomunión urbi et orbi por parte de los iluminados de aquel tiempo. Pero me
mantuve en la misma posición. En el 70, a propósito de las "filosofías sociolo-
gizantes a la Marcarse y de la Escuela de Frankfurt" observaba que dichas
filosofías"no por casualidad encontraban en Italia el aplauso entusiasta no sólo
de losJóvenes(hasta aquíel fenómeno es generacional y universal),sino también
de los ancianos,encantados de reencontrarse en el terreno de sus propios pecados
de Juventud; aquel simplismo dialéctico, aquella orgía de palabronas oscuras, y
aquella insolencia verbal que resuelve todos los problemas en palabras...".'"* De
toda aquella embriaguez en Italia y más allá, hoy sobrevive solamente Habermas
(que no me impresiona demasiado); pero hubo escasez y sus consecuencias, si
bien atenuadas, perduran.'"'
Entonces,¿a dónde va la Ciencia Política? Después de haber repartido grandes
golpes de espada a diestra y siniestra, no quisiera dejar a quien me escucha con
la impresión de que soy un laudatorio del buen tiempo antiguo, o bien de que
reconstruyo treinta años de camino como un ir de mal en peor. No. En realidad,
la Ciencia Política ha ido y está yendo en sentido diverso. Lo que implica que
entre los dos extremos por mí criticados —la ciencia de estricta observancia
positivista cuantitativa por un lado, y la no-ciencia ideologizante y filosofante
por el otro— existe un filón intermedio, ajeno a ambos excesos, que ha trabajado
y continúa trabajando con seriedad y provecho. Por citar a un observador no
Aiilologia di scldua política a cargo de G.Sarlori, Bologna, II Mulino, 1970,"Inlroduzione", pp. 18-19.
Diría que el país que ba quedado más marcado por el scscnlaiochismo es Alemania, donde Francia lia
exhibido el contraataque más eficaz. En Estados Unidos un sondeo de 1976 indicaba que el 69% de los
politólogos norteamericanos consideraba al bchaviorismo "el paradigma predominante" pero sólo el 48%
se identificaba con él. Lo descontado entre los dos valores puede ser leído como una erosión debida a la
campus rcvolution (con lo que no pretendo sugerir que la mitad de los politólogos norteamericanos sean
hijos y aprueben la "ciencia valorativa"). Cfr. en general John Dreijmanis,"Political Seience in the Unitcd
Stales:líie discipline and the profession".GovcrnmeniandOpposíiion,primavera de 1983(del cual recabo,
en la pag. 209,los valores del sondeo de 1976).
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sospechoso (ni de indulgencia, ni de americanismo) como S.E. Finer: "pese a
todo, el estudio de la política está hoy en condiciones mucho mejores de cuanto
no lo estuvo cuando yo me topé con ella"."' Ciertamente, esto es verdad para
Inglaterra, para Italia y para el grueso de Europa. También en Estados Unidos,
alrededor de 1950, por debajo de los grandes teóricos y de las grandes universi
dades se abría un abismo: el grueso de los politólogos era de muy modesto nivel.
Treinta años después no encontramos más ni cimas ni simas. La profesión se ha
aplanado, pero el balance se coloca sin duda en un nivel más alto que antes.'^
Hoy la profesionalización es sólida y el nivel medio es bueno, pero es también
en promedio uniforme.
Volviendo de Estados Unidos a Italia, para nosotros el progreso del cual habla
Finer ha sido clarísimo. Cuando yo exhortaba y comenzaba agitarme en pro de
la Ciencia Política era joven e ingenuo, y me parecía tener en la bolsa un
knock-down argiiment. Derrotando las salidas de los barones del tiempo, pregun
taba: ¿cómo es que producimos licenciados en Ciencia Política los cuales,
después de haber aprobado veinticuatro exámenes,no saben absolutamente nada
de política? ¿Las políticas en plural no incluyen (al menos en una vigesimocuarta
parte) también la política en singular? ¡Ay de mí!, el argumento ni siquiera los
tocaba. Eran ellos los que tenían el argumento válido. Me respondían: la política
(lo deberías saber) es arte, y por lo tanto no puede ser ni ciencia ni enseñada.
Rebatía,cuando menos en última instancia: pero hasta el arte se enseña. El pintor
va a la escuela de diseño, el músico estudia música, etc. Pero era como golpear
en una puerta de ladrillo, mejor aún, de concreto. ¿Cómo fue, entonces, que al
final aquella puerta se abrió? No fueron las buenas razones. No fueron los grupos
de presión. Ahora ya han pasado tantos años que la verdadera historia, el cómo
sucede verdaderamente, lo puedo contar (si se me consiente una digresión
autobiográfica que agregue a la casuística unas astucias de la razón).
Corría —no estoy muy seguro—el año de gracia de 1954(o quizá 1955); me
sentía perdido, pero siendo entonces un valiente o,como quiera que sea,testarudo
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ayudante de profesor decidí enfrentar ai león en su propia cueva: pedí y logré ser
recibido por Cario Antoni. En aquellos años la Universidad italiana estaba
gobernada por el Consejo Superior de Educación, en el cual Antoni tenía
autoridad sobre las Facultades de Ciencias Políticas y, por lo tanto, sobre sus
modifíeaciones de estatuto (la introducción de nuevas materias). Mi Facultad
—la Cesare Aiíleri de Florencia— había pedido la modificación del programa
de Ciencia Política más que nada para librarse de un fastidio(es mía la petulan
cia); pero sabía muy bien que ninguno de mis compañeros habna movido un
dedo. Entonces debía ir con Antoni. Lo apreciaba como estudioso, pero lo sabía
"crociano" de mirada estrecha, y para Croce la Ciencia Política era un anatema.
Entre en el estudio de Antoni pensando para mis adentros que en algo peor no
podía estar metido, y cuando lo ví(no lo conocía del todo)sentí el último golpe
al corazón. Quien lo recuerda sabe que Antoni era transparentemente tímido, y
los tímidos, cuando son sacados de sus casillas, tienden a arrinconarse aún más
(y quizá se defienden atacando). De hecho, el diálogo ensordeció y continuaba
como un diálogo entre sordos. Ambos confundidos, imprevistamente rae vino a
la mente la osadía de decir: "profesor, usted enseña Filosofía de la Historia,
materia que para Croce no debcna existir exactamente como la Ciencia Política;
consienta a otro que no existe ponerse a lado de usted". No digo que ví a Antoni
reir, pero ciertamente sonreía. El pacto fue tácitamente estrecho sobre aquel
aspecto. Antoni, que era un hombre noble, hizo pasar la modificación del
programa al Consejo Superior. En 1956, Rorcncia me confirió el encargo del
programa de Ciencia Política. Quedó muy pequeño y sólo duró algunos años.'®
El camino recorrido de entonces a la fecha es, lo atestigua este coloquio,
nutridísimo y fecundo.'" ¿Por qué, entonces, la mayor parte de lo que he dicho
hasta ahora tiene reservas más que elogios? ¿Quizá porque veo a la Ciencia
Política italiana como una feliz isla de Arturo rodeada por tierras y continentes
infelices? Un poquito, quizá, es así. No lo admito ni yo mismo, más el eorazón
late siempre por la patria. Pero la razón por la cual mi estado de ánimo es
globalmente aprehensivo es una razón que debo aún ilustrar.
"Ljonda dclos recuerdos meobliga a recordar y suhrayarquc fue.sobre lodo NoibcrloBobbio,con su prestigio
indiscutible, quien contribuyó a la legitimación de la reción nacida disciplina. Debo recordar también con
gratitud al, pobre Bruno Lconi y a Giuseppc Maranini.
"IjO atestigua otro tanto el bien documentado y ya citado volumen de La sdenzapolítica ¡n Italia; matcríali
per un biiancio.
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Había dejado el hilo de mi discurso observando que la Ciencia Política se ha
desarrollado, después del periodo de la hegemonía norteamericana, ventajosa y
difusamente. En referencia a los años ochentas,el cuadro en conjunto yo lo vería,
a vuelo de pájaro, así. Primero, Estados Unidos y Europa (Inglaterra y Francia
se mantienen poco más o menos donde estaban) han vuelto a separarse, y ya no
hay más, a través del Atlántico, un flujo dominante. Del viejo al nuevo mundo
viaja solamente,o sobre todo,el marxismo.Por lo demás —demás que es todavía
mucho— ha venido a menos tanto la "deferencia" en las confrontaciones de
Europa que ha caracterizado la cultura norteamericana hasta aproximadamente
1939, como la deferencia inversa de la nueva Ciencia Política europea statu
nascendien las confrontaciones de la norteamericana.Segundo,la configuración
de las relaciones entre nuevo y viejo mundo es asimétrica. Los norteamericanos
son(como lo eran los ingleses en su tiempo) monóglotas;se leen casi solamente
a sí mismos,son relativamente homogéneos y hacen su propio continente. Los
europeos están fragmentados, son políglotas, leen a los norteamericanos, y así
gozan de una ventaja que los norteamericanos están perdiendo: la cross-feriili-
zatioiij la fecundación cruzada. Lo que no interrumpe, tercero, que el grueso de
los recursos, de los números, y de las universidades que realmente funcionan a
alto nivel, permanezcan concentrados en Estados Unidos.^
Junto al artículo de Dreijmanis arriba cit.ido. noU 15, r/r. la nueva y ampliada de A.Somit,J. Tanenhaus,
The Devclopnient ofAmcr'tcan Poliiical Scictiee. Irvinglon, New York, 1982. El punto mis alto de la
Asociación Americana de Ciencia Política ha sido,en 1971, de casi 18,000 miembros. Diez años después,
en 1981, los inscritos habían bajado a 12,000(con seis mil estudiantes que aproximadamente ascendían a
dos mil); lo que no obstante representa cuando menos tres cuartas partes del total mundial.
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estabilizado. Se han dejado fascinar por la doctrina (tan falsa como suicida)'de
que las palabras son "convenciones" dejadas a la libre "estipulación"; no han
considerado hacerse de piernas metodológicas(lo han dejado hacer,en su tiempo,
a los Max Webcr. a los Lazarsfeld, a los Merton); y cuando se han constituido,
hace treinta años, como cultores de una ciencia conductista se han arrojado
cabizbajos hacia la investigación y hacia la cuantificación sin consolidar primero
su propio recorrido. Han caminado lo mismo, pero sus piernas son de arcilla, y
la arcilla ahora ya revela sus grietas.
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prefacio a TfiePolitics ofthe DevelopingAreas de 1S)60, los artículos de los años
cincuentas ahora recopilados en Political Developmení: Essays in Heuristic
Theory{\91Qi),hasta el capítulo que introduceCr/j¿s, ClioiseandChanga(1913),
todosson escritos que en verdad han lanzado y posibilitado la política comparada.
Almond no es un autor riguroso:su discurrir es dehilvanado,a menudo impreciso,
y. lógicamente en desorden, pero el ingenio es estimulante e innovador. Y
llegamos a Deutsch. Easton, Dahl y Almond, representan la gran politología
estadunidense de formación autóctona, pero no son de ningún modo versados en
números y estadísticas y, como behavioristas, no lo son (cuando lo son) a
ultranza. Deutsh lanza, por el contrario, el Yate Political Data Program, pero
nace en Checoslovaquia,proviene dchSudetenland, y cumple todos sus estudios
universitarios en Praga, la cual deja en 1938 para ir a Harvard. En 1942, en el
Massachusetts Institute of Technology, se vuelve amigo de Norbert Wiener
(nacido en Norteamérica, pero educado en Cambridge y en Gottinga), quien
ejerció—escribe Dcutsch—"una profunda influencia sobre mi pensamiento",^'*
lo cual se comprende, visto que su libro más importante es una teoría cibernética
de la política: TheNerves ofGovernment(1963). Dcutsch es entonces el cuanti-
tivista del grupo, pero es y por mucho el menos americano y porta ciertamente
consigo,al llegar a Estados Unidos, una rica y variada cultura europea que nunca
abandona.Su erudición es tan proverbial como su memoria.Y,entonces,Deutsch
no demuestra todavía lo que el cuantitivista hace, o puede hacer, con sus propias
piernas.
Los autores arriba recordados son por mucho los últimos de su especie.
¿Cómo es posible? Mi explicación (la mejor que puedo imaginar) es que los
primeros"especialistas" nunca son del todo especialistas. La generación que hoy
ha alcanzado los sesenta años proviene aún de un pasado cultural pre-cspecialista.
Los maestros de la generación de Dahl (el más joven de los arriba recordados)
llegaron al estudio de la política desde otras orillas, enriquecidos por aportes
cxógenos.^ Las generaciones sucesivas están por el contrario cada vez más en
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Y,¿entonces cómo asombrarse de que los grandes ya no existan más? Y ¿cómo
asombrarse, paralelamente, del empeoramiento de la disciplina en su conjunto?
26 • ♦ • •
La mejorconrinnación de este paso abrupto eslii en la ripida transformación de lai4/ner/V<2ri PoUtlcaíScicnee
Review, por mis de una década,en una revista sobre todo monopolizada por valientes pedazos estadíslico-
cuantitativos.
Recupero las citas de Knight, Kelvin y Viner en Merton et. al.,"The Kelvin Dictura and Social Science",
Journal ofÚieHistory ofthc Behavioraí Science. October. 1984, pp.31- 319.
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nuestro tiempo es pues que cuanto más hemos entrado en la era de los cerebros
artificiales y de la informática, menos nos hemos dado cuenta,cuando menos en
las ciencias del hombre,de cual sena su imperativo lingüístico. Ciertamente, la
computadora es hoy un millón de veces más rápida que la mente humana, pero
sigue siendo una máquina millones de veces más estúpida que la mente humana.
La computadora simplemente obedece las instrucciones que recibe. Para la
computadora no hay, no puede haber, nada sobreentendido, nada implícito, nada
intuitivo, nada que "vaya por sí mismo" (sin necesidad de decirlo). Lo «^ual
equivale a decir que el ordenador no admite saber lo no expresado, no se ayuda
de un bagaje de "saber personal", y no puede ajustar automáticamente(como lo
hace a cada segundo el homo loquax) las palabras al contexto en el que son
empleadas. Si las instrucciones no lo explicitan, el ordenador no distingue entre
can —animal doméstico— y can —constelación—; entre "bueno" en sabor y
"bueno" en ética. Respecto al muy meticuloso, sistemático definir pedido por la
máquina, mi antigua insistencia sobre las definiciones es un ejercicio que apenas
basta para los estudiantes de escuela elemental. No obstante, misjóvenes colegas
aferrados a la estadística no parecen darse cuenta de todo esto. Mientras ellos
duermen, Kinlax trabaja. En la mañana se encuentran, muy bien por cierto,
preparados como para correr armados de tijeras, y esto más que nada para ver
dónde y cuánto cortar. Lo que ha sucedido durante la noche en la "caja negra"
no lo saben, no pueden (aunque queriéndolo) saberlo, y como quiera que sea
importa poco. Así, y a este paso,la celebrada era de la informática corre el riesgo
de volverse cada día más la era de la desinformación, de pseudodatos y pseudoa-
gregados que cada vez nos inundan más, y que surgen sin que nadie esté en
posibilidad de desenredarlos y controlarlos.Lo repito,la computadora ha llegado
para nosotros demasiado pronto: y en el encuentro entre hombre y máquina,en
esta ocasión es el hombre el que queda destruido.^
¿Exagero? Esta vez lo admito plenamente; sí, estoy exagerando. Pero sin
exageración las campanas de alarma no se escuchan. Y de tanto insistir el
campanario será escuchado; de igual manera estoy listo a reconvertirme del
pesimismo al optimismo. Sí, estoy convencido que el grueso de la Ciencia
Política (aquélla que veo y vivo en Estados Unidos)no va, de diez o quince años
Cfr. los primeros dos capítulos de "La política", op.eit. y otra vez G. Sartori el. al.Jhc tower ofBabel.
Inlcni.-)tional Studics A^ociation, Pitisburgh, Í975, passim; y, por dltimo, "Guidelines for Concept
Analysis", en SocialScicncc Concepts,op. cil., pp. 15-22.
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a la fecha, mejor, sino peor. Pero permanezco también convencido que no se
necesitana mucho para remediarlo. Bastaría advertir que nuestra debilidad está,
hoy,en nuestras piernas metodológicas. Y para enderezarlas bastaría preocupar
nos por ellas, bastana advertir el problema. No se nos pide descubrir la piedra
filosofal o el elíxir de la eterna Juventud. Es necesario solamente que la prepara
ción del politólogo(y del sociólogo) perciba y reaccione ante los vacíos produ
cidos por los desconcertantes cambios de las últimas décadas. También el
crecimiento produce descompensaciones: hemos crecido, y ahora debemos re
compensar. La lógica existe: estudiémosla. El lenguaje no debe inventarse:
mejorémoslo conscientemente. Hay un método implícito en las técnicas estadís
ticas: desenterrémoslo. Hablo de cosas que están al alcance de la mano. Basta
que la mano no sea atrofiada por la digitalización,que permanezca aprisionadora,
y que sepa qué aprisionar.
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