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Caso Práctico
CHINA: superpotencia mundial y
el mayor mercado de la historia
© FUNDACIÓN UNIVERSITARIA IBEROAMERICANA - 2016
Foto: Vista del Pudong, el distrito financiero de Shanghai, la capital económica de China y
ciudad más poblada del país. Con más de 20 millones de habitantes y una alta renta per
cápita, esta cosmopolita y modernísima megalópolis puede considerarse un gran
mercado con entidad propia, constituyendo el destino más atractivo para la inversión y el
comercio internacional, aunque también el más competitivo y saturado.
La República Popular de China, país más poblado del mundo y segunda superpotencia
global (solo superada en influencia internacional por Estados Unidos) es una gigantesca
nación plural, compleja y con grandes contradicciones en su seno. Su cultura milenaria
convive con un régimen comunista y un ambicioso progreso de mercado, tanto hacia el
exterior como hacia el interior. Son tres caras de una misma moneda, la China actual.
Tras siglos de régimen imperial y una muy convulsa primera mitad del siglo XX, el Partido
Comunista de China (PPCh) es el guía supremo del país desde 1949. Sin embargo, hay
dos etapas muy distintas: el gobierno totalitario de Mao Zedong y la transición a un
modelo autoritario caracterizado por una economía mixta que emprendieron sus
sucesores. Y aunque actualmente ya no se distingue a China como un régimen comunista
ortodoxo, el PCCh sigue controlando todo el poder político-militar y gran parte del
económico.
compraventa.
China, como principal potencia comercial del mundo, es el país que más importa y
exporta. Pero también constituye el mayor mercado interno del planeta, con una clase
media urbana consumista que supera los 300 millones de personas, y que precisa de
bienes y servicios provenientes de todo el mundo, lo que da pie a ingentes oportunidades
para comerciantes e inversores del extranjero. Pero dichas oportunidades no le hace un
mercado fácil. Al contrario, China es un país complejo, un mercado de mercados y con
grandes barreras y obstáculos por diversas razones institucionales, comerciales y
culturales. Es posible hacer negocios con China, cientos de miles de empresas y
profesionales del exterior ya lo hacen, pero no es sencillo, ni mucho menos.
Por otra parte, algunos Estados como Paraguay y varios de Centroamérica y El Caribe
mantienen relaciones diplomáticas con la República de Taiwan, y no con la República
Popular de China. Para la gran China, Taiwan es una provincia, si bien mantiene una
independencia de hecho. Y todo país que tenga relaciones con este territorio, no puede
ser reconocido por el gigante asiático. Con todo, y pese a la inexistencia de vínculos
diplomáticos y políticos, algunos países de los citados sí mantienen relaciones
comerciales con la República Popular, e incluso con una proyección muy creciente.
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MACIÓN DE INTERÉS
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MAESTRÍAS DEL ÁREA ACADÉMICA DE EMPRESA Y DERECHO
LECTURA COMPLEMENTARIA:
Foto: Li Keqiang, primer ministro chino, y Ollanta Humala, presidente de la República del
Perú, simbolizan, con su apretón de manos, la buena marcha de la relación entre sus
respectivas naciones. Tanto en los vínculos institucionales como en los negocios
privados, el estricto cuidado por el protocolo y la consideración a los símbolos y la cultura
son aspectos fundamentales para los funcionarios y empresarios del gigante asiático.
Los chinos tienen, por tradición milenaria, un agudo sentido del comercio, y ello se
aprecia en su capacidad negociadora y visión empresarial. Sin embargo, hemos de
indicar que, obviamente, tales cualidades se muestran en términos generales: en China
hay, como en cualquier otra nación, personas abiertas e introvertidas, con soltura en los
negocios y sin ella. Por ello, hablaremos en global, aunque afirmando que, por los
precedentes y actual panorama, podemos denominar a los ciudadanos del gigante
asiático como “negociadores natos” en su conjunto.
El Imperio del Centro fue durante milenios la nación económicamente más pujante del
mundo, gracias en parte al carácter emprendedor y negociante de los chinos, impulsores
de la mítica Ruta de la Seda, entre otros itinerarios comerciales internacionales. Sin
embargo, a partir de mediados del siglo XIX, China vivió un siglo convulso de invasiones
coloniales europeas y japonesas, guerras civiles y todo tipo de calamidades internas. El
país recobraría su poder y soberanía con la proclamación de la República Popular.
Para hablar del “estilo” de negociación de los profesionales chinos no sólo reiteraremos
lo importante del carácter de cada persona; también indicaremos que China es un país
muy plural, con distintas culturas en su seno e idiosincrasias regionales y étnicas muy
diversas. Sin embargo, y como decimos, de algún modo hemos de hablar a grandes
rasgos. En este sentido, no es difícil hallar puntos comunes, sobre todo entre la etnia
Han, el 91 por ciento de la población china.
Lo primero que hemos de tener en cuenta no son las habilidades que suelen mostrar los
chinos a la hora de afrontar una negociación comercial, sino la coyuntura actual que les
favorece indiscutiblemente. Nos referimos al poderío y potencial de mercado de China y
su músculo financiero; no en vano, los chinos son obviamente conscientes del interés
creciente de los occidentales en su nación. Cada vez son más los europeos o americanos,
del sector público o privado, que quieren posicionarse en el gigante asiático, lograr un
acuerdo con proveedores locales, ganar prestigio en el país o incluso solicitar créditos.
Más allá del actual contexto que tanto les beneficia y les hace fuertes, los chinos son
habitualmente duros en varios sentidos. Por un lado, suelen acudir a las negociaciones
con firmeza y posiciones muy decididas, no dejan espacio a la improvisación. También
son muy hábiles a la hora de manejar la información, la saben omitir o emplear cuando
mejor les conviene. Asimismo, tienen costumbre y pasión por regatear, controlan muy
bien los términos monetarios ya sean grandes o pequeñas cantidades.
La cuestión del tiempo también es fundamental. Su visión de este concepto, tanto en las
negociaciones como en el desarrollo de los negocios, no suele coincidir siempre con los
parámetros de los profesionales occidentales, algo que suele impacientarles, sobre todo
si no conocen bien la cultura china. No en pocas ocasiones la lentitud en los avances es
atribuible a que los chinos necesitan su tiempo para tomar decisiones al estar muy
condicionados por una cultura corporativa altamente jerarquizada.
La influencia de la cultura
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Hay muchos aspectos que conviene tener en cuenta, valores tradicionales que son
todavía muy influyentes en la China de hoy. Conceptos como el colectivismo, la jerarquía,
la autoridad o el guanxi (la importancia de las redes de contactos) son relevantes, pero a
la hora de una negociación comercial hay que ser especialmente cuidadosos con la
dignidad de las personas chinas, lo que viene a denominarse mianzi (rostro), cuestión no
sencilla de identificar y comprender entre los occidentales.
A pesar de que los chinos son, habitualmente, hospitalarios y simpáticos, tienen una gran
sensibilidad por el valor que, en público, se le da a su propia reputación, tanto de ellos
como de su país, no en vano suelen ser, además, muy patriotas. Tienen un alto sentido
del honor, mayor del que practicamos en Occidente. Y por ello hemos de ser
especialmente mesurados en la cortesía, la conversación, el respeto por la cultura
nacional y la consideración al país en su conjunto.
La historia cuenta que la intérprete Tang Wensheng, asistente del primer ministro Chou
Enlai, a la sazón número dos de Mao Zedong, tuvo una labor muy ardua durante las
conversaciones que dichos líderes chinos mantuvieron con el presidente estadounidense
Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger. Corría el año 1972 y Nixon
había llegado de visita oficial a Beijing para abrir una nueva etapa en las relaciones sino-
norteamericanas.
Sirva como conclusión sobre este aspecto: además de un buen profesional del ramo,
armémonos de paciencia, la complejidad del idioma chino y su interpretación pueden
dificultar y retrasar muy considerablemente los avances en toda relación o negociación.
La actitud
Y es cierto que antes del comunismo de Mao sucedió un siglo de influencia extranjera,
aunque de carácter forzosa y colonial, a diferencia de la internacionalización actual,
proveniente del impulso soberano del régimen y la voluntad de muchos ciudadanos
chinos que han decidido abrirse a los negocios con otros países. El interés económico y el
valor de los bienes y servicios que se comercialicen priman por encima de todo, pero muy
importante es también la actitud de los propios occidentales que buscan triunfar en un
mercado tan complejo.
Al mismo tiempo, y sin tener que contradecirse con lo anterior, hemos de mostrarnos
decididos y muy seguros de nosotros mismos. La confianza no es soberbia, ni mucho
menos. Hemos de tener en cuenta que los chinos saben aprovechar cualquier atisbo de
debilidad o descuido en nosotros, no en vano son muy hábiles a la hora de identificarlos y
más aún para que tales carencias las sepan llevar a su terreno y resulten útiles para ellos
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Anteriormente hemos observado pautas y hemos aportado consejos; sin embargo, no hay
que obsesionarnos con dogmas, lo más importante en toda negociación o relación
comercial con chinos – y con cualquier nacionalidad – es el sentido común. Y a ello hay
que unir la visión empresarial y la experiencia en el sector exterior, claves para poder
emprender negocios en el gigante asiático y en todo país extranjero.
Y es que, más allá de pautas comunes y generalidades, la realidad nos muestra que las
situaciones a las que nos podamos enfrentar a la hora de negociar con chinos pueden
llegar a ser muy distintas e incluso sorprendentes. Es importante conocer en lo posible la
cultura de China así como el carácter de sus nativos y necesario es también conocer lo
fundamental del protocolo empresarial y social. Pero la marcha de toda negociación
dependerá más aún del carácter de la persona, el contexto de la negociación y la fuerza
de los intereses respectivos.
Un empresario, conocido de quien escribe estas líneas, mantuvo una reunión con dos
profesionales chinos, uno de ellos residente en España hace años, y el otro, recién
llegado de Beijing. A él le acompañaban dos directivos, uno de ellos propietario de la
empresa que hacía de anfitriona. Los chinos ya tenían conocimientos sobre la compañía,
pero el máximo responsable hizo una presentación de la misma. En el ecuador del
“discurso”, el de Beijing interrumpió al empresario, indicándole que ya conocían esa
información, pues se habían documentado antes.
El directivo se tomó de buen humor esa rotunda interrupción y le restó importancia. Sin
embargo, el hispano-chino reprendió más tarde a su colega y le indicó que había de tener
paciencia con los españoles, pues es habitual que se repitan informaciones e incluso
conversaciones, amén de que cortar la palabra de esa forma no procede en un contexto
como aquel.
Este es un ejemplo de que, en ocasiones, los chinos quieren enfocarse muy directamente
con las cuestiones importantes, y de ahí la actitud apresurada del citado amigo. Pero
otras veces las reuniones se alargan y complican, y la comunicación no resulta
precisamente fluida. Todo depende, insistimos, de la situación concreta y las respectivas
idiosincrasias tanto de chinos como de occidentales. La negociación no es una ciencia
exacta, es una disciplina humana y las variables son muchísimas, tanto en China como en
otras latitudes.
Los profesionales chinos necesitan construir una relación considerable de confianza con
su interlocutor antes de avanzar con el negocio, algo que a los occidentales,
acostumbrados a ir “más al grano” nos llama la atención. La confianza, en este sentido,
es complementaria e inseparable de la formal actitud de respeto del que hablamos
anteriormente.
Pero no sólo se trata de una confianza que facilite la distensión e incluso la amistad, los
chinos necesitan comprobar con un alto grado de análisis, hasta qué punto una persona
es responsable y honrada, y si será así capaz de cumplir los compromisos adquiridos. Por
ello, no debe extrañarnos gestos como las preguntas directas y personales que en
Occidente resultan incómodas por lo general. Interrogar sobre la edad, estado civil,
ingresos económicos o cuestiones que rozan lo íntimo es habitual. Pero no es
descortesía, ello muestra el interés de nuestros colegas chinos en conocernos de veras.
Para lograr tal confianza los chinos son dados a organizar banquetes donde comer y
beber mucho es lo habitual. Si estamos en China y la relación de negocio o profesional
marcha a buen ritmo, es muy probable que nos quieran invitar a cenar. Incluso tal ágape
puede suceder en las primeras fases de la relación, es una forma de aumentar la
confianza. Y los chinos son muy hospitalarios y generosos en este ámbito, a veces hasta
extremos sorprendentes para un occidental.
Resulta de interés reproducir aquí un caso que cuenta el sinólogo, abogado y escritor
Laurence Braham en su libro “Cómo negociar en China: 36 estrategias”:
Cuando se celebra una reunión formal con funcionarios, el encuentro suele ser seguido
por un banquete. Un gobernador provincial era famoso por su capacidad de beber
enormes cantidades de alcohol en los banquetes. Al organizar la reunión formal con su
personal, preguntaron al coordinador de la delegación extranjera: “Sabemos que ustedes
van a pagar por el banquete, pero ¿quieren organizar el evento, o lo hacemos nosotros?”
Cuestionamientos
3. Exponga los pros y contras de su propuesta de negocio. Tenga en cuenta los factores
y variables (legales, económicos, de mercado, culturales y de negociación) que un
país como China ofrece en forma de oportunidades y obstáculos.