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2.

LA COMUNICACIÓN LINGÜÍSTICA1

2.1. EL ESQUEMA DE JAKOBSON

Se ha hecho tradicional comenzar cualquier reflexión sobre el problema de la


comunicación verbal recordando cómo Jakobson (1963, p. 214) encara su funcionamiento a
partir de la enunciación de sus diferentes elementos constitutivos:
“Los diferentes factores inalienables de la comunicación verbal pueden representarse
esquemáticamente de la siguiente manera:

CONTEXTO

DESTINADOR MENSAJE DESTINATARIO

CONTACTO
CODIGO

Cada uno de estos seis factores da origen a una función lingüística diferente...”

Es igualmente frecuente proseguir con una crítica más o menos radical y


fundamentada del esquema que acabamos de mencionar. Es así que se ha podido cuestionar
a Jakobson con motivo de la extensión que le da al término “código”, el cual, aplicado a las
lenguas naturales, no denota evidentemente, como lo hace en cibernética, un conjunto de
reglas de correspondencias estables y biunívocas entre significantes y significados. Por
ejemplo, Ducrot ataca el término de “código” (1972 a pp. 2-3 y 4-5):
“Sucede a menudo que se restringe el sentido de la palabra ‛comunicación’ forzándola
a designar un tipo particular de relación intersubjetiva: la transmisión de la información.
Comunicar sería ante todo hacer saber, poner al interlocutor en posesión de conocimientos
de los que no disponía antes.”
Ahora bien, para Ducrot tal concepción es demasiado reductora, como lo demuestran
los “filósofos de Oxford”, quienes “estudian los actos de lenguaje como prometer, ordenar,
interrogar, aconsejar, elogiar, etc. (...) considerándolos tan intrínsecamente lingüísticos como
el acto de hacer saber”. Conclusión:
“Se dejará, pues, de definir a la lengua, a la manera de Saussure, como un código, es
decir, como un instrumento de comunicación. Se la considerará, en cambio, como un juego
o, más exactamente, como dando las reglas de un juego, y de un juego que se confunde en
gran parte con la existencia cotidiana.”
Estas consideraciones, sin cuestionar en forma fundamental el modelo comunicacional,
invitan simplemente a integrar en la competencia lingüística un componente pragmático y a
admitir entre las significaciones susceptibles de inscribirse en el mensaje a los valores
ilocutorios, es decir, a las intenciones que el emisor tiene al realizar el acto de habla (en todo
caso, nada hace pensar que para Jakobson sean solamente informaciones las que se
intercambian en el curso del acto comunicativo).

2.2. CRITICA DE ESTE ESQUEMA

Se puede realizar una crítica al reduccionismo de este esquema, considerando los


siguientes aspectos:

1
Adaptación, resumen y notas realizada por Jacqueline Giudice. Se puede consultar la obra traducida, en
Kerbrat-Orecchioni, C: La enunciación: de la subjetividad en el lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1986, pp
17-38
2.2.1. El código

Dentro de este esquema, el código aparece formulado en singular y suspendido en el


aire entre emisor y el receptor. Lo cual plantea dos problemas y sugiere dos críticas:

(α) Problema de la homogeneidad del código

Es inexacto que los dos participantes de la comunicación, aún si pertenece a la misma


“comunidad lingüística”, hablen exactamente la misma “lengua”, y que su competencia se
identifique con “el archiespañol” de un “archilocutor-alocutario”. ¿Qué amplitud pueden
tener las divergencias existentes entre los dos (o más) idiolectos presentes? Respecto de este
punto se dan dos actitudes rigurosamente antagónicas: por un lado, la de Jakobson,
optimista, que afirma (1963, p. 33) que el emisor se adapta al código que maneja el receptor,
mimetizándose con el de éste, de manera tal que el código común sería así el del
destinatario. Esta actitud deja de lado con demasiada facilidad las ambigüedades, las dudas y
los fracasos de la comunicación. Otros, por el contrario, tienen una postura más pesimista o
crítica a esta aparente unicidad del código. Tal es el caso de Pierre Bourdieu (1975), quien
estima que el empleo de ese artificio teórico (que es la noción de “lengua común”)
desempeña un papel ideológico bien preciso: sirve para enmascarar bajo la apariencia
euforizante de una armonía imaginario la existencia de tensiones, enfrentamientos y
opresiones muy reales. Negar la existencia de estas tensiones y mecerse en “la ilusión del
comunismo lingüístico” significa de hecho un intento de conjugar, por el desvío del
lenguaje, las diferencias sociales.
Vemos, pues, que las opiniones difieren , tanto respecto del fenómeno mismo como de
su interpretación ideológica. Nos guardaremos muy bien de tomar posición sobre el segundo
punto. En cuanto al primero, diremos prudentemente que la verdad está en el medio Es
verdad “todo palabra quiere decir lo que yo quiero que signifique, pero al mismo tiempo
“toda palabra quiere decir lo que quiere decir” (hay un sentido en la lengua). Hablar es
precisamente procurar que coincidan esas dos intenciones significantes, esos dos “querer
decir”.
Pero los dos enunciados, aun están dispuestos a conformarse al sentido en la lengua,
no tienen necesariamente de él la misma concepción. Por esta razón, después de haber
admitido en primer lugar que la comunicación verbal autorizaba una intercomprensión
Parcial, a continuación debemos insistir sobre el hecho de que esa intercomprensión no
puede ser sino parcial.
Es preciso admitir, entonces, que la comunicación se funda sobre la existencia, no de
un código, sino de dos idiolectos; por consiguiente, el mensaje mismo se desdobla, al menos
en lo que concierne a su significado.

(b) Problema de la exterioridad del código

El código no es exterior a los interlocutores, sino que su conocimiento es interno


(implícito) a ellos: es un conjunto de aptitudes que los sujetos han internalizado. Habiéndose
multiplicado por dos el constituyente “código”, los generadores individuales que se obtienen
deben insertarse ahora uno en la esfera del emisor y el otro en la del receptor.
Nosotros preferimos la siguiente presentación: llamaremos “competencia de un sujeto”
(competencia lingüística) a la suma de todas sus posibilidades lingüísticas, al espectro
completo de lo que es susceptible de producir y de interpretar. Esta competencia, concebida
muy extensivamente, se encuentra restringida en el caso en el cual el sujeto, cuando funciona
la comunicación, se encuentra en posición de codificador, y también por la acción de
diversos filtros. 2

2.2.2. El universo del discurso

Es inexacto, en efecto, representarse al emisor como alguien que para confeccionar su


mensaje elige libremente tal o cual ítem léxico, tal o cual estructura sintáctica, tomándolos
del stock de sus aptitudes lingüísticas y abreva en este inmenso depósito sin otra restricción
que “lo que tiene que decir”. Aparecen limitaciones suplementarias que funciona como otros
tantos filtros que restringen las posibilidades de elección (y orientan simétricamente la
actividad de decodificación); filtros que dependen de dos tipos de factores:

(1) las condiciones concretas de la comunicación (situación de comunicación): los


datos situacionales, y en particular la naturaleza escrita u oral del canal de transmisión, y la
organización del espacio comunicacional, objeto de la reflexión “proxémica” (Hall,
Moscovici). Conviene precisar que todos estos datos no son pertinentes más que bajo la
forma de “imágenes”, de representaciones, que los sujetos enunciadores construyen a partir
de ellos, y que es necesario en particular admitir en su competencia cultural de imágenes (I)
que el emisor (A) y el receptor (B) se forman de ellos mismo y de su interlocutor, es decir,
los cuatro elementos que Michel Pécheux (1969) simboliza de la siguiente manera:

IA (A) (Imagen de A para A): “¿quién soy yo para hablarte así?”


IA (B) (Imagen de B para B): “¿Quién es él para que yo le hable así?”
IB (B): “¿quién soy yo para que él me hable así?”
IB (A): “¿quién es él para que me hable así?”

(2) los caracteres temáticos y retóricos del discurso, es decir, grosso modo, las
restricciones de “género” (imitaciones estilístico-temáticas).
Por ejemplo para analizar el discurso de un profesor de lingüística hay que tener en
cuenta:
1. La naturaleza particular del locutor (donde entran en juego numerosos
parámetros); la naturaleza de los alocutarios (su número, su edad, su
“nivel”, su comportamiento); la organización material, política y social del
espacio en que se instala la relación didáctica, el canal empleado, etc.
2. El hecho de que se trata de un discurso que obedece a las siguientes
restricciones: discurso didáctico (restricción de género) que se refiere al
lenguaje (restricción temática).

Finalmente proponemos, con respecto al modelo de Jakobson, las dos mejoras o, más
modestamente, los dos principios siguientes de enriquecimiento (2.2.3. y 2.2.4.
respectivamente)

2.2.3. Las competencias no lingüísticas

A las competencias estrictamente lingüísticas (y paralingüísticas), en las dos esferas


del emisor y del receptor, agregamos:

2
Por ejemplo, supongamos el caso de un sujeto que maneje una lengua extranjera más fácilmente en el laboratorio que en la vida real.
Llamaremos “competencia” lingüística de ese sujeto a su competencia de laboratorio y diremos que la situación de comunicación normal
funciona como un filtro que limita sus aptitudes lingüísticas.
• sus determinaciones psicológicas y psicoanalíticas, que desempeñan
evidentemente un papel importante en las operaciones de
codificación/decodificación, incidiendo en la elección lingüística (se lo
puede rastrear en el uso de los deícticos, por ejemplo)
• sus competencias culturales (o “enciclopédicas” el conjunto de los
conocimiento implícitos que poseen sobre el mundo) e ideológicas (el
conjunto de los sistemas de interpretación y de evaluación del universo
referencial) que mantienen con la competencia lingüística relaciones tan
estrechas como oscuras y cuya especificidad contribuye todavía más a
acentuar las divergencias idiolectales.3

2.2.4. Los modelos de producción y de interpretación

Los modelos de competencia lingüística explican el conjunto de conocimiento sobre su


lengua que tienen los sujetos; pero cuando esos conocimientos se movilizan con vistas a un
acto enunciado efectivo, los sujetos emisor y receptor hacen funcionar reglas generales que
rigen los procesos de codificación y decodificación y cuyo conjunto, una vez explicado (lo
que todavía dista de ser el caso), constituiría “modelos de producción y de interpretación”.
Admitimos provisoriamente la hipótesis de que, a diferencia del modelo de competencia
lingüística, esos modelos son comunes a todos los sujetos hablantes, vale decir que todos
utilizan los mismo procedimientos cuando emiten/reciben los mensajes.

3
La autora aclara en una obra posterior de esta competencia:
Si la competencia lingüística permite extraer las informaciones intraenunciativas (contenidas en el
texto y en el contexto), la competencia enciclopédica se presenta como un vasto reservorio de informaciones
extraenunciativas que se apoyan en el contexto (conjunto de saberes y de creencias compartidos, sistema de
representaciones, interpretaciones y evaluaciones del universo referencial llamados “axiomas de creencias”,
“bagaje cognitivo” , informaciones previas, “sistema cognitivo de base”, “asunciones contextuales previas”,
“universos de creencias”, etc).
Estas informaciones enciclopédicas pueden ser según los casos:
•! generales o específicas
•! relativas al mundo (se habla entonces de informaciones situacionales) o
•! relativas a los actantes de la enunciación: intervienen ciertas imágenes que el locutor se hace de sí mismo y
del alocutario en la encodificación y las que a su vez el alocutario se hace de sí mismo y del locutor (ahora
alocutario)
•! “competencias ideológica” del sujeto hablante: la constituyen el conjunto de informaciones evaluativas
(juicios de valor trasmitidos por expresiones axiológicas, “lugares” cristalizados en máximas y proverbios,
que pueden ser más o menos “endoxales” o “para-doxales”).
Se trata de una competencia de naturaleza extralingüística, como todos los componentes de la competencia
enciclopédica. –Adaptado de C. Kerbrat-Orecchioni (1986), L’implicite, París Armand Colin
2.3. REFORMULACIÓN DEL ESQUEMA DE LA COMUNICACIÓN SEGÚN
KERBRAT-ORECCHIONI

Presentamos a continuación, tras estos comentarios anticipados, la reformulación del


esquema de Jakobson que propone Kerbrat-Orecchioni:

Competencias Competencias
lingüísticas y lingüísticas y
paralingüística paralingüística

REFERENTE

EMISOR Codifi- -MENSAJE- decodi- RECEPTOR


Competencias
Competencias cación canal ficación Ideológica
Ideológica y cultural
y cultural

Determinaciones Determinaciones
“psi” “psi”

restricciones restricciones
del universo del universo
del discurso del discurso

Modelo de Modelo de
producción interpretación

Observaciones:
*Nos parece imposible disociar las competencias lingüísticas y paralingüística (mímica
y gestos) en la medida en que, por lo menos oralmente, la comunicación es “multicanal”:
para transinitrir las significaciones, los apoyos fonemáticos y paralingüísticos –que por lo
demás se intersectan a nivel de los hechos prosódicos –se prestan mutuamente su concurso.
*Cabe realizar una autocrítica a este modelo: dado su estatismo y esquematicidad, no
permite dar cuenta de las propiedades de reflexividad, simetría y transitividad características
de la comunicación verbal. “En efecto, y dado todo emisor o destinador de un mensaje es al
mismo tiempo su primer receptor o destinatario, la comunicación es reflexiva. Por otra parte,
y en la medida que el receptor funciona al mismo tiempo como emisor en potencia, la
comunicación lingüística es simétrica. Esto no significa evidentemente que los interlocutores
desempeñen siempre alternativamente los papeles de emisor y receptor: esta no es más que
una simplificación, aceptable como mucho cuando de lo que se trata es solo de los
comportamientos verbales. De hecho, cuando se tienen en cuenta los otros tipos de
comportamientos que intervienen en nuestros intercambios lingüísticos cotidianos, se
observa que al mismo tiempo que del lado del emisor entran en juego su competencia verbal
de codificación y su competencia para verbal de codificación y decodificación de los
comportamientos (activos) del receptor, del lado de este último interviene no solo su
competencia verbal de decodificación (pasiva) sino también su competencia para verbal de
decodificación y codificación. Finalmente, y respecto de la transitividad de la comunicación,
esto es de la posibilidad de que un emisor χ pueda transmitir a un receptor y un cierto
contenido c, y este receptor y pueda a su vez en tanto emisor transmitir c a otro receptor z,
subrayaremos que es esta propiedad la que explica que el lenguaje humano pueda funcionar
como instrumento privilegiado para la transmisión del saber.
Específicas de la comunicación verbal, estas tres propiedades permiten oponerla a
otros tipos de comunicaciones semióticas. Considérese, por ejemplo, el caso de los mensajes
que se leen en los carteles de señalización urbana: la comunicación aquí no es ni reflexiva –
un cartel no se habla nunca a sí mismo-, ni simétrica –la respuesta del receptor no se produce
a través del mismo código-, ni mucho menos transitiva”.4
*En la categoría de receptor se puede introducir la distinción siguiente:

Receptor

alocutario no alocutario
o destinatario directo

previsto por
el locutor:
destinatario indirecto

no previsto por el locutor:


receptores adicionales

4
García Negroni, Marta, y Marta Tordesillas Colado, La enunciación en la lengua, Madrid, Gredos, 2001.
Los destinatarios directos e indirectos pueden estar físicamente presentes o ausentes,
pueden tener o no la responsabilidad de responder, y la respuesta puede ser inmediata o
diferida (como en el intercambio epistolar).
Podemos diferenciar cuatro clases de receptores:

presente + locuente (intercambio oral cotidiano)


presente + no locuente (conferencia magistral)
presente + locuente (comunicación telefónica)
presente + no locuente (la mayor parte de las comunicaciones escritas)

En muchos casos los destinatarios integran capas de recepción: en las entrevistas


radiofónicas, el entrevistado y los oyentes; en la comunicación teatral, los otros actores y el
público, etc.
El receptor puede ser también real, virtual o ficcional. Se convierte en un ser de
ficción cuando al lector virtual se le atorgan los poderes de un ser real, como el don de la
palabra, y responde o dialoga con el narrador.
• El estatuto del referente es bastante complejo. Por una parte es exterior al mensaje y
rodea la comunicación. Pero al mismo tiempo se inserta en ella; una parte está
concretamente presente y es perceptible en el espacio comunicacional (en general es lo se
entiende por situación de discurso); otra parte (que puede coincidir parcialmente en el
discurso de situación con la anterior) es convertida en contenido del mensaje, y finalmente
el referente se refleja en la competencia ideológica y cultural de los sujetos.
• El canal es el soporte de los significantes (estos últimos soportes de las
significaciones), pero funciona al mismo tiempo como filtro suplementario ya que la
naturaleza del canal no deja de tener incidencia en las elecciones lingüísticas.
• A medida que se desarrolla la comunicación se va dando una modificación recíproca
de los protagonistas, que se manifiesta en una tendencia a modelar (en proporciones
extremadamente variables), adaptar o ajustar su código al del otro. Todo acto de habla
supone un esfuerzo para ponerse en el lugar del otro.

* En cuanto al “universo del discurso”, sus límites internos son tan borrosos como sus
límites externos, dado que:
• las restricciones retóricas están en parte determinadas por los datos situacionales;
• se puede considerar que el emisor y el receptos son parte integrante de la situación de
comunicación;
• finalmente, la situación integra una parte del referente. Pero ¿cuál? ¿Lo que ven el
hablante y el oyente? ¿Lo que pueden ver si modifican su campo visual sin desplazarse? ¿O
desplazándose? Pero entonces, ¿dónde fijar el referente de la situación?
No podríamos responder a todas estas preguntas. Nuestro esquema tiene al menos el
mérito de plantearlas, de mostrar que los diferentes parámetros extralingüísticos no ocupan
aquí de ningún modo un lugar marginal, y de permitir circunscribir las tareas que le esperan
a la lingüística “de segunda generación”, como dice Benveniste: investigar cómo se articulan
entre ellas las diferentes competencias; cómo actúa, en la codificación y en la
decodificación, ese filtro complejo que es el universo del discurso; cómo se efectúa, en una
situación determinada, la puesta en referencia del mensaje verbal; tratar, en fin, de elaborar
esos modelos de producción y de interpretación que permiten la conversión de la lengua en
discurso.

Adaptado de C. Kerbrat-Orecchioni, La enunciación: de la subjetividad en el lenguaje,


Buenos Aires, Hachette, 1986

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