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La Tabla Planetaria
Los planetas se clasifican en base a la motivación de las tres grandes leyes universales
(Espíritu-Materia Conciencia, o Brahma-Shiva-Visnhu, Padre-Hijo-Espíritu Santo) que en
astrología conocemos como Cardinal, Fijo y Mutable. Y los tres planetas de la personalidad,
cada uno pertenece a una de las mismas: Sol (Cardinal), Saturno (Fijo), Luna (Mutable).
En la carta natal se dibujan en rojo para que recordemos su importancia. Con esos tres
planetas nos identificamos a nosotros mismos; nos proporcionan el sentido de individualidad,
y a través de ellos nos vivimos como individuos. El Sol proporciona el conocimiento de uno
mismo a través de la mente (conciencia del yo), Saturno hace lo propio a través del cuerpo
(conciencia corporal), y la Luna nos hace percibir este conocimiento a través de las emociones
(conciencia del tu).
Si colocáramos los planetas dentro del diagrama de Assagioli, tendríamos que los planetas
herramienta, funciones de mantenimiento de la vida, Venus, Marte, Mercurio y Júpiter se
encuentran entre el nivel 1 y 2. Funcionan desde el mismo momento de nacer, los
compartimos con el reino animal. Los traspersonals, imágenes guía, se situarían en el
Inconsciente Superior, estadio 3. Y los de la personalidad en el campo de conciencia, el 4
dentro del diagrama de Assagioli.
La Luna siempre está a cargo del proceso emocional del ser humano. Esta área puede dividirse
en superior e inferior. El eje de los sentimientos AC/DC está formado por dos niveles: uno
corresponde a la forma de funcionamiento menos consciente o más emocional, y el otro se
trata de una percepción más consciente y sensible llamado sentimiento. El sentimiento está en
el área consciente, la emoción en el área inferior, inconsciente. Mercurio y Júpiter pueden
controlar la parte superior, Marte y Venus vivencian la parte inferior, pero todos ellos son
instintos y conductas que aseguran la supervivencia.
La Luna es especialmente variable y casi nunca se mantiene en el centro, tal como el diagrama
sugiere. Va mecánicamente hacia arriba, hacia abajo, y hacia los lados del ánfora, como si
mirara por una ventana. Observa las escenas que ocurren en el exterior, se identifica con ellas,
cambia de actitud según las circunstancias, e incluso llega a sentir en sus pieles como propias,
aquellos eventos que se suceden ajenos a ella. Por todo ello, la Luna no desarrolla su
verdadera identidad.
El Sol en cambio, domina la parte superior y es bastante consciente de su posición. Aquí, justo
en el límite del cuello del ánfora, está saliendo del área de los sentimientos para entrar en otra
dimensión. El Sol materializa y da vida a la mente consciente, al Yo que es consciente de sí
mismo. Con el Sol (voluntad), podemos separarnos de todos los vínculos e identificaciones,
viendo, detrás de lo aparente de la Luna, la esencia de la realidad. En esta situación, y con la
conciencia en el centro, somos individuos que pensamos libremente.
Mientras voy hacia Urano, el Sol (voluntad) con su brillante poder, puede expresarse no sólo
de manera inteligente, sino también independiente y autoconsciente. La tarea del Sol consiste
en averiguar quién soy sin tener que seguir normas ni directrices establecidas, ya que lo sé por
mí mismo; pienso, luego existo. El Sol aporta auto-afirmación y seguridad de que puedo hacer
cualquier cosa, no sólo pensar, aunque sea típico de esta área, pero además puedo ser
creativo y consciente de lo que hago. En
realidad, el Sol no necesita que nadie le
dirija ni precisa de intermediarios, ni saber
si una cosa está bien o mal. El Sol dispone
de un conocimiento que me hace fuerte,
afirmativo, y me proporciona una
personalidad independiente. Este es un
paso importante. Cuanto más se acerca
uno a conseguirlo, más cerca está de
Urano.
Urano es el poder de la libertad y de la
independencia. Es tan independiente que
puede ir más allá de los límites naturales
del pensamiento. Dispone de
conocimiento relámpago y de visiones
desde lo universal, transportándolas en
términos que resulten terrenales al resto
de los humanos, aportando ideales y
enfoques globales que no son sólo para lo
personal sino para toda la humanidad.
Podemos penetrar en la “cáscara del
huevo” con Urano y llegar a unas ideas que
no están controladas por mi pequeña
voluntad de sobrevivir, ni por mi necesidad
egoísta de ser el centro de la creación.
investigadores son uranianos, “perforan la cáscara del huevo”, permitiéndonos que salgamos
de nuestra pequeñez hacia un conocimiento y una mayor comprensión.
Parece ser una evidencia que cuanto más una persona ama el conocimiento, menos ama a la
gente; son incapaces de compartir y tener contactos humanos, levantando así una barrera
infranqueable difícil de superar: la falta de amor. Se trata del cuello de la botella u obstáculo
del ánfora. Existe cierto punto en nuestro desarrollo personal de la conciencia en el que
debemos considerar que el conocimiento no lo es todo y que tiene sus propios límites. Si
persistimos en la búsqueda de más conocimientos el cuello de la botella será incapaz de
contenerlo todo y él mismo se ahogará en su proceso. Cada vez será más limitador y nuestra
esencia natural se perderá al igual que el sentido de identidad. Al saberlo todo no sabemos
nada, pues ya no existe ningún punto de orientación. El Doctor Fausto es un excelente ejemplo
de ello. Sólo hay una forma de superar el bloqueo del cuello de botella, y es aprendiendo la
lección de que Neptuno representa el amor.
Neptuno es el poder de la comunión con el Tú, cualquiera que sea el orden o la cualidad que
tenga, ya sea una piedra en la carretera, un ser humano, un animal o una planta. El
conocimiento tiene sus límites, sin embargo, el amor puede desarrollar comprensión. Con el
amor podemos comprender a los que nos rodean porque entendemos el punto de vista ajeno,
y sabemos que las circunstancias nos ayudan a poder descubrir este amor a través de las
relaciones humanas identificándonos con ellos. Tal identificación trasciende el conocimiento,
pues no es el hecho de identificarse con el otro dejando de ser uno mismo, sino el sentimiento
de estar unido a él y con todo lo que nos rodea. Se trata de la energía unificadora que no ve la
separatividad aunque cada uno sea una entidad aislada en un cuerpo, sino de vivir la unidad
como un conjunto en el que todos somos parte de una entidad mayor.
El único planeta que aparece dos veces, y fuera del
ánfora, es Neptuno. Para experimentar a Neptuno,
es preciso trascender su propia esfera y abandonar
el área donde creíamos estar tan seguros. Toda la
experiencia que hemos vivido antes con Urano,
necesitando adquirir nuevos y originales
conocimientos, no nos da la profunda seguridad
que necesitamos, pues con Urano incluso se la
puede perder.
A menudo la experiencia es similar a la de Saturno:
los dispositivos de seguridad a la larga no
funcionan. Tanto con Urano como con Saturno
puede darse esta pérdida de identidad personal, y
la forma de volver a encontrarla es sabiendo llegar
a los demás con amor impersonal. El amor
impersonal, es decir, no egoísta ni manipulable, es
el estado que nos permite conectar con la
verdadera esencia, con el Yo interno, con el centro.
Es el sentimiento que nos acerca al amor divino.
Para ello no hay que abandonarse, moviéndose al
son que los demás exijan, sino comprendiendo a
cada ser humano mediante la identificación como apertura de conciencia. Realmente es muy
difícil explicarlo con palabras, es algo que tiene que experimentarse y entonces el cuello de
botella se abrirá, a la vez que abriremos nuestro corazón a una dimensión mayor, y podremos
conectar con la propia autoidentidad consciente. Neptuno es quien nos lleva a sentir la
comunión con el todo.
Para alcanzar la altura de Plutón, requerimos utilizar de nuevo la voluntad, pero aquí ya no se
trata de la pequeña y egocéntrica voluntad personal, sino la voluntad unida al propósito.
Plutón es una dimensión diferente, es el Sol superior, el Sol transpersonal. No está guiado por
el Yo, o por la necesidad de la importancia personal. Su impulso es para la perfección del ser y
todo lo que no está en dicha sintonía, es destruído. Este es el gran poder de Plutón, como diría
Alice Bailey (de 1º rayo de poder o voluntad) y su función es la de construir una nueva
conciencia para llegar a perfeccionarse. Si para ello es necesario destruir lo caduco y
contingente, Plutón con su poder, y regido por la ley cósmica, saboteará todo impedimento
que el ser humano disponga a fin de que no se estanque la evolución. Plutón dirige el mundo
del “pneuma” o Divinidad, y en Él no pueden ni deben entrar nuestras pequeñas
personalidades.
Act. 04/12/2009