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¿Qué es literatura?

LUCILA FÉVOLA 11 de octubre de 1997 - San Bernardo, Provincia


Aproximaciones al Texto Literario de Buenos Aires. Argentina. Auspicio: Dirección
Conferencia de Cultura del Municipio de la Costa.
Organización: Poesía en el Tulgún
Revista literaria TAMAÑO OFICIO: www.gema.com.ar/toficio, recuperado en febrero de 2016

APROXIMACIONES AL TEXTO LITERARIO, van a ser aproximaciones evidentemente porque el tema es


muy rico y muy complejo. Cualquier aspecto que tomemos desde el concepto: ¿qué es literatura?,
promueve polémicas entre distintos autores. Yo voy a presentar algunas posturas, inclusive encontradas, y
luego trataré de sacar mis propias conclusiones.

Analicemos, entonces un poco uno los términos del título: Literatura. ¿Qué es Literatura? Acá ya tenemos
el primer inconveniente, porque de acuerdo a lo que en Sociología de la Literatura ha señalado Roger
Escarpit: “Literatura es todo aquello que se basa en el empleo o el uso de la letra oral o escrita.” Y esta
definición, que de por sí parecería que limitara el concepto de literatura, lo complica porque lo amplía
enormemente. Desde este criterio, el concepto de literatura sería entonces aplicable a una obra literaria
importante, trascendente, de creación, también a una gacetilla periodística, también a ensayos o por
ejemplo a libros de cocina.

Sin embargo, gran parte de los autores insiste en que literatura y concepto de literatura debe estar
asociado al concepto de creación. Por ende, hay que incluirle un concepto estético. Aquél que nos remite
a la literatura como el uso de la letra, considera, por supuesto, a la letra en su aspecto de cosa o de
objeto, es decir su aspecto formal, plástico y también como signo en sentido de la significación.

Hay un autor que acepta esta definición, no sin asombros, de lo que hay que incluir en este concepto de
literatura desde este punto de vista, que es Francisco J. Hombravella. Pero causa un poco de gracia, una
pregunta que hace el autor. Dice lo siguiente: “¿quién, póngase por ejemplo, se atrevería a fijar la exacta
línea divisoria que se intercala entre lo que realmente es literatura y lo que no es otra cosa que pura
grafomanía? Entiéndase por grafomanía esa tendencia maniática hoy tan de moda de escribir por escribir
sin aportar nada nuevo.” Con lo cual este mismo autor vuelve al concepto de literatura como creación.

En el libro “De la Narrativa contemporánea”, de Patricia Rubio y Juan Carlos Lértora, leemos: “La literatura
es una de las posibilidades que el hombre tiene para manifestar su potencialidad artístico-creadora - acá el
concepto es bien claro - mediante ella puede aprehender estéticamente el mundo, expresar su propia
individualidad y plasmar la sensibilidad de una época.” Luego dice: “Nunca ha tenido asidero verdadero la
concepción que sostenía que la literatura copia e imita fielmente la realidad. Los componentes básicos del
mundo real adquieren en la obra su propia organización y alcanzan una especial significación. Desde el
instante en que el creador literario opera con su pluma sobre la realidad, allí mismo nace el mundo ficticio”-
y sobre este término vamos a volver- “Aunque éste puede asemejarse al mundo real, su única condición
de obra literaria reside en la organización de su material lingüístico. Mediante el lenguaje empleado en ella
se ha creado un mundo autónomo, válido en, y por sí mismo, autosuficiente y autoexplicable” -surge aquí
otro problema que se da entre los autores que consideran que la obra literaria es autosuficiente,
autoexplicable, un mundo cerrado, y quienes consideran que esto deja directamente al lector afuera, sobre
esto volveremos también.

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Estos autores, Patricia Rubio y Juan Carlos Lértora, que consideran a la literatura, entonces a la obra,
como un mundo cerrado dicen, en primera instancia: la obra constituye un mundo cerrado en sí mismo,
pero la lectura posibilita la interpretación desde distintos puntos de vista, sociológico, histórico,
fenomenológico, psicológico, no literarios, dicen, en sentido lato.

Paul Valéry tiene una posición también muy definida. Nos dice en su “Introducción a la Poética” “La
literatura es y no puede ser otra cosa que una suerte de extensión y de aplicación de ciertas propiedades
del lenguaje” - ya entonces vemos que tiene un concepto también estético de la literatura, y sigue: “ella
utiliza por ejemplo, para sus propios fines, las propiedades fónicas y las posibilidades rítmicas del habla
que el discurso ordinario descuida.” Valéry está diferenciando el discurso ordinario o común del discurso
literario que tiene propiedades específicas. Paul Valéry se refiere especialmente a la poesía y entonces
tenemos que hacer un pequeño paréntesis para decir que si de la poesía hablamos, hablamos de lo que
los lingüistas consideran un lugar privilegiado del lenguaje. Dentro de todas las manifestaciones de la
literatura, en la poesía se crea lenguaje. Piensen ustedes: se parte del lenguaje, común u ordinario, para
crearse un lenguaje propio; es lo que algunos autores llaman un metalenguaje.

A partir del lenguaje común, la poesía crea lenguaje recurriendo a todas las propiedades que le posibilitan
hacerlo. Ritmo, música, sonoridad, etc... Esto quiero aclararlo porque, lamentablemente, mucha gente
considera que poesía es solo una descarga de sentimientos, y es bastante más complicado que eso, es la
creación de una realidad a través de la creación del lenguaje, metáfora, símbolos, imágenes, para decir
algo que el lenguaje común no alcanza a abarcar. Por eso la poesía procura el silencio, que no es el
silencio de la nada sino que es el silencio creador. A partir de la palabra se llega a él. Es el silencio de lo
indecible.

Volviendo entonces a esta concepción, dice Valéry que: “el poeta que multiplica las figuras no hace pues
más que reencontrar en sí mismo el lenguaje en estado naciente.” Sigue diciendo: “El arte literario, pues,
es aquél en que la convención desempeña el mayor papel, en que la memoria interviene a cada instante
por cada palabra.”- Y luego afirma: “Es, de todas las artes, aquélla que utiliza el número más grande de
partes independientes, sonidos, formas sintácticas, conceptos, imágenes etc...” Y aquí apareció otra
palabrita interesante, convención.

Entre el autor y el lector se establece una relación muy particular, a esto lo llamamos convención. Lo cual
está relacionado con el concepto de ficción, que paso a desarrollar. Cuando hablo de autor y de lector no
hablo de las personas, la persona del autor, la persona del lector, hablo de roles y de funciones. El lector
está incorporado desde el principio al texto como rol. Tiene una actividad recreadora y la de completar el
texto ya previsto por el autor, que no es la persona del escritor sino que es el autor en función de un texto.
Esta convención hace que surja un mundo muy especial, al que solemos llamar un mundo de ficción. El
concepto de ficción, nos lleva inmediatamente a pensar en engaño, mentira. Pero desde el punto de vista
de lo creado, dentro del arte en general, no sólo de la literatura, ficción implica la aparición de una nueva
realidad.

Juan José Saer, en un libro que les recomiendo: “El concepto de ficción”, dice, “El rechazo escrupuloso de
todo elemento ficticio, no es un criterio de verdad. El concepto mismo de verdad es incierto y su definición
integra elementos dispares y a veces contradictorios.” En cuanto a la no-ficción dice: “Su especificidad se
basa en la exclusión de todo rastro ficticio, pero esta exclusión no es de por sí garantía de veracidad. Aun
cuando la intención de veracidad sea sincera y los hechos narrados rigurosamente exactos, lo que no
siempre es así, sigue existiendo el obstáculo de la autenticidad de las fuentes, de los criterios
interpretativos y de las turbulencias de sentido propias de toda construcción verbal.”
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Hacemos acá un paréntesis, y nos preguntamos qué es realidad. Hay libros escritos sobre qué es realidad
y los autores no se ponen de acuerdo. La filosofía tiene diferentes teorías desde hace cientos de años,
pasando por los extremos, materialismo, idealismo y todas las concepciones intermedias. ¿Qué es
realidad? Podemos apelar a la ciencia. La ciencia se cuestiona seriamente el concepto de realidad, hoy
más seriamente que nunca. Cuando pensamos en todo aquello que se refiere a la teoría cuántica, es
decir, de las partículas elementales de energía, los científicos han comprobado que estas partículas tienen
un comportamiento imprevisible porque actúan de acuerdo a cada observador. Entonces es imprevisible
su comportamiento. La masa misma del observador está influyendo en ellas; entonces, esto relativiza la
existencia de una realidad absoluta y constante. Seguimos extendiendo el concepto de subjetividad con
respecto a nuestra aproximación a lo que llamamos realidad.

Pero aun así, pongamos por ejemplo, un ejemplo elemental: vamos al cine, hay una escena de amor, pero
le faltan los violines, le falta la música, no está completa esa escena, nosotros lo sentimos. Pero en la vida
real eso no existe. ¿O sí? ¿Hay una música interna, una vibración especial que no percibimos con los
oídos? Para dar ejemplos: hoy decía en la radio, estuve brevemente en un programa, que está
comprobado que esta mesa, señores, tal como la percibimos, no existe. La percibimos a partir de nuestros
condicionamientos, así como hay sonidos que no escuchamos. Los colores tampoco existen como los
percibimos. Esta mesa es un conjunto de átomos moviéndose vertiginosamente. Es decir: estamos
percibiendo el mundo desde lo que somos, biológica y psíquicamente. Inclusive el científico que pone su
ojo en un microscopio, hecho para su ojo, o en un telescopio, sabe que el universo que está observando
ha desaparecido hace millones de años. Lo que pasa es que lo sigue viendo como existente porque la luz,
demora mucho en llegar. Ese universo que está observando desapareció.

Y podríamos seguir dando ejemplos, pero voy a citar algo que es muy interesante, que es de un artículo
del diario Clarín del 28/06/1992, es una entrevista a Alberto Maturana, notable biólogo y cibernetista, que
nos dice, “no hay nada afuera de la mente” - Maturana afirma en un momento dado - “No podemos decir
sobre algo independiente de nosotros por la forma que estamos determinados en nuestra estructura, ni
siquiera tiene sentido decir que exista una realidad como referencia. Y no sólo eso: pienso que lo que se
vive no es una de las muchas realidades posibles sino la única posible. En cada instante vivimos lo único
posible. ” Entre paréntesis, Maturana es un biólogo doctorado en la Universidad de Harvard , investigador
asociado del Instituto Tecnológico de Massachusetts, profesor visitante de las Universidades de Illinois, en
Estados Unidos, de Bremen , en Alemania y actualmente es profesor de Biología en la Universidad de
Chile.

Maturana cuestiona la existencia de toda pared. El periodista le comenta que una pared está allí y no la
podemos atravesar. Maturana sostiene: “No, nosotros concebimos una pared, grosor, resistencia color,
etc... es lo que podemos percibir, pero en realidad allí lo único que hay es una experiencia se detiene el
movimiento.” Luego, el periodista, le dice: “yo le pregunté al epistemólogo Heinz Von Foerster...” -“qué le
contestó.” “Que no lo podemos saber, tal vez ondas electromagnéticas.” Replica Maturana, “en cambio, yo
le digo que no hay nada porque no tiene sentido preguntar por algo que no podemos conocer sin
configurarlo. Porque conocer es configurar", y luego dice algo bastante significativo: “Nuestra convivencia
con lo real es un delirio en la convivencia. En cambio, la locura es un delirio en la soledad. Lo que
hacemos nosotros no lo llamamos delirio precisamente porque nos coordinamos en el convivir.” Y
finalmente llegamos a una parte que nos interesa para lo que estamos diciendo. Nos dice Maturana que
sin el lenguaje no hay realidad, el universo es verbal.

Esto me recuerda lo que ha dicho Octavio Paz, poeta: por la palabra el hombre se ha creado a sí mismo,
pero por la palabra el hombre es una metáfora de sí mismo. Según Maturana: “nombrar las cosas es
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darles una entidad real.” Esto alcanza para relativizar ese concepto tan absoluto de que la única realidad
es la inmediata. No es así.

Volviendo a Saer, “la ficción, desde sus orígenes, ha sabido emanciparse de esas cadenas. Pero que
nadie se confunda : no se escriben ficciones para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que
exige el tratamiento de la verdad, sino justamente para poner en evidencia el carácter complejo de la
situación, carácter complejo del que el tratamiento limitado a lo verificable implica una reducción abusiva y
un empobrecimiento. Al dar un salto hacia lo inverificable, la ficción multiplica al infinito las posibilidades de
tratamiento. No vuelve la espalda a una supuesta realidad objetiva: muy por el contrario, se sumerge en su
turbulencia desdeñando la actitud ingenua que consiste en pretender de antemano cómo esa realidad está
hecha. No es una claudicación ante tal o cual ética de la verdad, sino la búsqueda de una un poco menos
rudimentaria.”

En un debate que hubo en Francia en 1965, entre intelectuales de izquierda, en el cual intervenían,
Simone De Beauvoir y Jean P. Sartre, cuando se hablaba de literatura , Jean Paul Sartre saltó y dijo :
“pero entonces habría que dejar afuera los ensayos” , porque se insistía en este concepto de la literatura
como de creación. Esta conferencia fue luego impresa en nuestro país en el libro, “¿Para qué sirve la
Literatura?” De todo lo que se ha dicho allí, yo voy a extraer algunos conceptos. Por ejemplo de Jean
Ricardou: “Este acto de escribir hace surgir un mundo nuevo cuya estructura es la del lenguaje. Y este
mundo ficticio, obtenido por el ejercicio de la escritura, opone su estructura propia a la de nuestro mundo,
y de tal manera lo pone en duda. La literatura es lo que dice al mundo: ¿eres lo que pretendes ser? O, si
se quiere, nos lo hace ver mejor, casi como si nos lo revelara. La literatura es lo que pone en duda al
mundo, sometiéndolo a la prueba del lenguaje.”

Ricardou, cita una carta de Franz Kafka. En ella, Kafka dice: “mi puesto de funcionario me resulta
intolerable porque contradice mi deseo único y mi única vocación, que es la literatura. Como no soy otra
cosa que literatura, como no puedo ni quiero ser otra cosa, mi puesto nunca podrá exaltarme, por el
contrario, podrá desquiciarme por completo.” -Y más adelante: “Todo lo que no es literatura me aburre, lo
odio, inclusive las conversaciones sobre literatura.” He aquí el caso de Kafka y de algunos otros que han
constituido a la literatura en su única realidad. También cito, de este debate, una reflexión de Jean-Pierre
Faye: "¿La literatura? Es el poder de decir por medio de qué signos viene hacia nosotros nuestra realidad.”

Y finalmente, Simone de Beauvoir dice que: “la función de las palabras es la de restituir su generalidad a lo
que tenemos de más singular: al paso del tiempo, al sabor de nuestra vida a la muerte, a la soledad.” Y
algo muy importante, y viene con la globalización también; lo decía hace más de veinte años, “Proteger
contra las tecnocracias y contra las burocracias lo que hay de humano en el hombre, entregar el mundo en
su dimensión humana, es decir, tal como se revela a individuos a la vez vinculados entre sí y separados:
creo que esta es la tarea de la literatura y lo que la vuelve irremplazable.” Podríamos decir que esto es
función del arte todo.

Y ahora bien, pensemos nuevamente en esa convención de la que hablamos hace un rato y en los tres
elementos que la constituyen: la obra, el autor y el lector. Decíamos que son roles, los del autor y el lector.
Podemos entonces afirmar que el autor y el lector son creadores del texto y a la vez son creados por el
texto, en tanto tales, y a condición de que la obra desaparezca. Esto es bastante extraño y yo diría que
casi mágico. Piensen ustedes: el autor está escribiendo, está en el acto en sí de escribir: el lector, en el
acto en sí de leer, integrados a una obra que mientras los está sosteniendo debe desaparecer como tal,
para que se produzca esa fusión. Uno al comienzo, cuando escribía, el otro luego, cronológicamente.

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No podemos estar entregados a una experiencia artística cortando permanentemente el hecho de
alienación y entrega a lo que estamos viendo. Y si nos detenemos en sucesivos distanciamientos críticos -
qué bien ha escrito esta palabra, qué bien resolvió esta imagen- , hacemos cortes de interpretación, que
no son los que se refieren al acto literario en sí, de total fusión de los tres elementos. Autor y lector ni
siquiera se conocen. Y así, se dan en acto estos personajes de ficción, pues son personajes ficcionales
tanto el autor como el lector en el momento de la percepción, su única condición de existencia.

En una entrevista que publicó la revista de literatura “Tamaño Oficio”, que dirijo, en donde siempre nos han
preocupado estos temas, en una entrevista, decía, que le hicimos a Noé Jitrik, profesor de la Universidad
de Buenos Aires, él ha dicho : “el punto de partida es que el texto crea al lector” - y agregó :- “El lector no
está ya hecho y no se trata de enviarle simplemente mensajes para que los decodifique de acuerdo con
este intercambio de saberes. Si se piensa que el lector es construido por el texto, ya en el texto están las
posibilidades de despojarlo de estos saberes previos y se instala allí un acto de lectura que entonces va a
encontrar su propia zona de libertad.” - Se pregunta Noé Jitrik: “¿qué pasa con la lectura de un texto
filosófico en un ómnibus, por ejemplo? El resultado va a ser muy diferente del de la lectura de ese mismo
texto en un gabinete. El lector tiene una cultura, mayor o menor información, una historia personal. La
lectura entonces requiere de ciertas condiciones bien definidas y diferentes para producirse. Cada lector
hace la suya desde lo que es, desde lo que comprende. De ahí que aquellas hipótesis de que el lector
crea el texto, que es el otro extremo, son muy precarias, débiles, falsas, es poner todo en una especie de
ideología de la recepción, como si fuera el lugar de lo sagrado; la proyección de cierta subjetividad forma
parte de esas condiciones.”

En este sentido, Paul Valéry, es tajante. Él llama productor al escritor y consumidor al lector. Afirma:
“productor y consumidor son dos sistemas esencialmente separados. La obra es para uno, el autor, el
término y para el otro, el lector, el origen de desarrollos que pueden ser tan extraños como se quieran el
uno del otro. La acción del primero y la reacción del segundo no pueden nunca confundirse. Las ideas que
uno y otro se hacen de la obra son incompatibles. Resultan de ello sorpresas muy frecuentes de las cuales
algunas son ventajosas. Hay malentendidos creadores.” - Y luego dice, volvemos otra vez a la obra en sí
misma: “Queda la obra misma, en tanto que cosa sensible. Es esa una tercera consideración, bien
diferente de las otras dos. Todo lo que he dicho aquí se encierra en estas pocas palabras: la obra del
espíritu no existe sino en acto.” Eso lo que decíamos: el autor en el momento de escribir, el lector en el
momento de leer. Sigue: “Fuera de este acto, lo que queda no es más que un objeto que no ofrece con el
espíritu ninguna relación particular.”

Volviendo a Jitrik, sostiene: “No leemos de la misma manera, ni nos contentamos con el modo de lectura
que nos precedió. Siempre habrá nuevas lecturas, porque el sentido que persigue la lectura es alejarse
siempre. Cuando ya no se aleja, cuando se cosifica, no sirve para nada. Da lugar a una
“monumentalización” que es propia de la relación de los poderes con la cultura: ciertos grupos que
esencializan su propio ser y lo confunden con lo que es la realidad misma también para otros. Por eso la
lectura es tan importante, ya que su ejercicio conduce a una relación con el sentido, que es y puede ser
refrescante, que puede darse permanentemente de nuevo. Pero que, realizada de determinada manera,
tiende a bloquear y a procurar una reproducción. Esta reproducción es ya un uso político de la lectura y es
una tentativa del poder para fijar sentidos.” - Y concluye con algo que es fundamental para mí: “Si la
lectura no es una aventura del saber, en la cual se ponen en cuestión todos los saberes anteriores, pues
no es una lectura.”

Por experiencia me ha preocupado siempre, -somos por supuesto subjetivos, percibimos de acuerdo a lo
que somos,- pero me ha preocupado siempre este acercamiento del lector desde su subjetividad. No se
abre a lo nuevo y diferente que la obra le propone. Lo he observado muchísimas veces con preocupación.

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Pienso que el llegar a la lectura es para abrirse a otros modos de ver el mundo y de pensar y tendríamos
que estar realmente abiertos a eso. Comúnmente, el lector pone vallas desde sus condicionamientos o
prejuicios, o porque no quiere, o no llega a concebir que otro piense diferente y esto debe reverse
permanentemente. Porque lo mejor que nos puede pasar es que se nos pongan en cuestión en cada
lectura, todos los saberes previos; eso sería un enriquecimiento y una maduración constante. Para eso
vale la pena la lectura.

Finalmente, Noé Jitrik, que es precisamente el autor del prólogo del libro que les señalé: “¿Para qué sirve
la literatura?”, de su edición argentina, ese prólogo dice: “el hecho literario es básicamente un hecho-
puente entre dos conciencias.” Recordemos el significado de la palabra conciencia: propiedad del espíritu
humano de reconocerse en sus atributos esenciales. Entonces, afirma: “Es un hecho-puente entre dos
conciencias que las reúne, y permite que en ese plano se produzca el estallido.”

Ahora bien, José Bravo, también en un artículo aparecido en la Revista “Tamaño Oficio”, refiriéndose
específicamente a la obra teatral, pero lo adaptamos porque es lo mismo ; es decir, en este caso: obra
teatral-obra literaria, espectador-lector, apela también a esta toma de conciencia , pero él nos dice que : “
tanto el autor, que puede estar buscando la eternidad, lo que busca siempre es expresar su actualidad y el
lector también busca su actualidad, aun cuando lea autores de otras épocas.” Pero Bravo se pregunta,
“Qué sabemos del Neo- Clásico, por ejemplo, ¿podemos abarcar esa época totalmente cuando leemos a
un autor que no es contemporáneo? ¿Cuántos malentendidos se producen? Por otra parte, aun entre
autores contemporáneos, ¿no se producen malentendidos? ” Entonces concluye diciendo, de una forma
bastante escéptica, que: “cada espectador o lector lee su propia obra o asiste a la obra teatral que él ve.”
Pero la conclusión a la que arriba me parece muy importante porque apela a la utopía: “La utopía
permanente del arte es la toma de conciencia, y éste sería su gran vehículo, su gran motor y su gran razón
de ser.”

Vamos a ahora a citar a Jean Paul Sartre, con quien coincido mucho, en este aspecto, la cita pertenece al
encuentro de escritores de izquierda, al que ya me referí: “El problema consiste en saber, qué se exige de
mí como lector. ¿Soy un medio, un colaborador o un creador? ¿Qué quiere decir hoy esa frase: ‘la obra es
su propio fin, su propia lección.’? La obre literaria, - dice Sartre- no es un sueño, sino un trabajo. Por
consiguiente, es una lucha con la realidad, con una realidad perfectamente verbal, lo reconozco, pero que
no por ello deja de ofrecer la mayor resistencia.” “Y luego el autor tiene un objetivo cuando escribe,
inclusive si llega a él en forma muy imperfecta.” “Si en la literatura la palabra no es simplemente un signo,
sino un signo que se duplica, de todas maneras significa algo.”

“Pero el lector, dice Sartre, no volverá la espalda a la realidad sino simplemente para superar el signo
material y el conjunto de los signos y dirigirse a una significación global de la obra, que es, por otra parte,
el silencio, pues el lector es quien debe componer la unidad de todas las palabras que se encuentran en
un libro para hacer de ellas: un objeto, un objeto que ya no es otra cosa que el silencio que rodea el
lenguaje.” - Y agrega : “ Estoy de acuerdo con Simone De Beauvoir, cuando dice que lo que el autor capta
es siempre una visión del mundo y no es el contenido anecdótico lo que cuenta sino, a través de ese
contenido anecdótico, la captación del mundo.”

La obra es una unidad. Indudablemente, cada autor tiene una visión personal del mundo que no es la
visión personal de otro autor. Borges no es Cortázar. Solemos leer en forma fragmentada, también es un
poco como solemos percibir la realidad, fragmentadamente, como nos han educado, por percepciones
fragmentarias. Una obra es una totalidad y, por ende, es intransferible el universo de Borges con respecto
al universo de otro autor. Tendríamos que tratar de pasar a través del texto para llegar a esa visión global
del universo. Por lo tanto, yo empleo la palabra del texto, es decir la historia, el argumento, y mucha gente
se detiene en eso nada más, y requeriría pasar a través de él para una lectura de juicios de valores,
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porque toda obra es un sistema de fuerzas encontradas que se resuelven en equilibrio. Eso sería un pre-
texto, la anécdota, la historia, el argumento, en el doble sentido de la palabra, pre-texto como un texto
previo o como una excusa para poder decir cosas mucho más fundamentales. Y a esto indudablemente se
refiere Sartre con su afirmación.

Finalmente, ¿qué es una obra literaria? Raúl H. Castagnino, la ha definido muy bien: “Una obra literaria, o
sea resultado de trabajo, operación, arquitectura, construcción es obra, porque exhibe una forma externa
sostenida por una estructura interna o forma interior que responde a un proceso de composición. Es la
estructura de un artificio o artificio ella misma. Las formas de la obra son múltiples, variables; pero, por ser
obra, no pueden dejar de responder a una estructura.”

En el mismo sentido, Herbert Reed dice: “El arte es la facultad de que está dotado el hombre para separar
una forma del caótico torbellino de sus sensaciones y contemplarla en su singularidad.” La obra está
compuesta de formas que se van cerrando y se van abriendo a otras formas y la estructura está
sosteniendo todo esto. La estructura que sostiene todo este movimiento, todo este dinamizarse de la obra,
se expresa a través de una forma literaria determinada, y así podemos decir que la obra es forma. El autor
se va formando al leerla y el lector también. Por ende, podríamos decir también que el estilo es un modo
de formar, a través de ese trabajo de composición que hace el autor.

Termino esta charla, por lo menos en lo específico del tema, con dos afirmaciones: una de Jorge L. Borges
y una del ya citado Valéry, que me gustaría que relacionáramos. Jorge L. Borges pulveriza la noción de
creador, artista original y muestra el revés del tapiz literario como un tejido de textos engendrados por
otros textos que a su vez producen nuevos textos, “escribir es plagiar, según Borges, consciente o
inconscientemente. La única expiación posible de este error interminable, comenzado hace treinta mil
años, es inventar autores que no existen y atribuirles lo que no escribieron.” Cosa que él hizo, por otra
parte.

Pero de otro modo lo dice Valéry: “Una historia profundizada de la literatura, debería ser comprendida no
tanto como una historia de los autores y de los accidentes de su carrera sino como una historia del
espíritu, en tanto que produce o absorbe ‘literatura’, y esa historia podría llegar a ser hecha sin que ni
siquiera el nombre de un escritor fuera mencionado.” Valéry se refiere a que estamos siempre escribiendo
una misma historia, esta es la verdad, en procura de esa utópica toma de conciencia de la que habíamos
hablado anteriormente. Y establece, Valéry, una importante distinción, “la de las obras que son creadas
por su público, del cual colma la expectación y son así determinadas por el conocimiento de ésta.” Y de las
más exigentes, las de los grandes creadores, las de los genios, las obras que, por el contrario, tienden a
crear su público, porque su público no estaba creado cuando fueron concebidas. Los genios suelen
adelantarse a su época. Y agrega : “Todas las cuestiones y contiendas nacidas de los conflictos entre lo
nuevo y la tradición, los debates sobre las convenciones, los contrastes entre “minoría” y “mayoría”, las
variaciones de la crítica, la suerte de las obras en la duración y en los cambios de su valor pueden ser
expuestos a partir de esta distinción.”

¿Cómo incluir este tema en aquel que nos congrega como ciclo, que sería el de la globalización?

Puedo arriesgar que este fenómeno voluntarista de terminar con las utopías, es en sí una utopía. Pienso
que la globalización sigue siendo una utopía; no niego la existencia de la tecnología, es un hecho la
cibernética, la informática, es imposible discutir lo que es. Lo que me preocupa es, quién lo maneja.
Siempre el espíritu parece estar detrás de los hallazgos de tipo material, tecnológico etc... Y cada vez
más. Entonces eso es preocupante, porque la utopía se centra en la evolución espiritual del ser humano.

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Por otra parte, no tenemos perspectiva. El fenómeno de la globalización es móvil; hay mecanismos de
defensa entre países para repartirse un poco el planeta; ahí intervienen factores de tipo político, de tipo
económico y están cuestionados todos los valores, los valores de nación, los valores de cultura. Ya
preocupa tanto a los países europeos como, ni hablar, a los países eufemísticamente llamados “en vías de
desarrollo”.

Esto está haciéndose... y hoy van surgiendo voces de sociólogos, historiadores replanteándose
seriamente la situación actual del planeta en todos los órdenes. ¿Y el escritor? Pregunta que me formulé
en mi artículo “Escritor y Cultura”, también publicado en la revista “Tamaño Oficio”. Y cito un fragmento a
modo de respuesta: “Por supuesto, también arrinconado, ni significante, desasido. Pero, como siempre,
creador de una cultura marginal, aquélla que amenaza todo esquema, todo acomodamiento, todo intento
de mutilación o desvirtualización de lo humano, todo intento de estratificación del poder. Aquel que indaga
y se indaga movido por las permanentes rebeliones configuradoras del sentido.”

Y en ese artículo citaba unas palabras de Friedrich Dürrenmatt, pertenecientes al prólogo de su narración
“El Desperfecto”, publicada hace ya varios años: “El destino ha salido del escenario donde se presenta la
función, para atisbar detrás de las bambalinas, al margen de la dramaturgia en vigor. En el primer plano
todo se vuelve accidente, las enfermedades o las crisis.” “Por lo tanto ya no nos amenaza ningún dios,
ninguna justicia, ninguna fatalidad. Como en la Quinta Sinfonía, sino fallas de construcción, explosión de
una fábrica de bombas atómicas, producidas por un ayudante de laboratorio distraído, incubadoras mal
reguladas. A ese mundo de los desperfectos conduce nuestro camino.” Dürrenmatt, comenzaba ese
prólogo preguntando: “¿Habrá aún historias posibles, historias para escritores?”

Un escritor surge de una cultura determinada, de un espacio geográfico determinado, para universalizarse.
Porque debe partir de esa cultura para pasar a través de ella. Proteger culturas, proteger identidades, que
de hecho son diferentes, es materia que puede dar a una larga controversia y que no da para una utópica
globalización. Apoyo en este sentido una sola globalización posible, con la síntesis del Papa: “Una
Globalización de la solidaridad.”

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