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Componente Sociopolítico

Por: Tito La Cruz

Objetivo: Motivar al participante a comprender, desde una perspectiva teórica, histórica


y vivencial, las características sociopolíticas de su entorno local y nacional para luego
integrarlas a su formación como líder universitario

Presentación del Componente

Las sociedades nacionales de América latina presentan aún muchos déficits en la


consolidación de sus instituciones y en la capacidad de brindarles a sus ciudadanos, de
una manera equitativa, niveles de bienestar social justo. Al igual que muchas sociedades
en desarrollo en el mundo, los países latinoamericanos suelen mostrar altos contrastes en
la vida cotidiana: sectores altamente industrializados y competitivos a nivel internacional
contra economías de subsistencia; población altamente capacitada y profesional contra
mano de obra muy precaria similar a la de los países menos desarrollados. Paralelo a los
sistemas productivos y características demográficas, corre también el sistema político, y
en particular la democracia. La vivencia reciente de dictaduras militares y de guerras
civiles ha marcado profundamente la cotidianidad de muchos latinoamericanos, de hecho
en algunos países aún se respira la herencia de períodos más oscuros de su pasado
reciente.

Todo esto conforma un plano muy complejo, pero a la vez muy cotidiano, para el
latinoamericano común: economías en crecimiento con pobreza persistente y
democracias que aún viven con parte del pasado dictatorial a lo cual se suma una agenda
pendiente en materia de derechos humanos.

Pudiéramos enumerar buena parte de estos déficits

La democracia ha sido una larga búsqueda de nuestras sociedades, herederas aún de la


impronta militar de nuestras independencias y, en algunos casos, de nuestras guerras
civiles pasadas y recientes. La formación de un estamento militar fuerte frente a una
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sociedad civil embrionaria permitió la presencia activa de las FFAA en la vida política de
nuestros países. De hecho, en muchas sociedades latinoamericanas la noción de élite pasa
por la comprensión histórica de estos estamentos militares y sus alianzas con otros grupos
sociales. Tal es el caso de las alianzas con grupos industriales, a tal punto de que una parte
del proceso de industrialización de la región se realizó bajo gobiernos militares. Ello
permitió que, sumado al control de los gobiernos sobre las economías monoproductoras
de la región, los sectores militares se establecieran por cierto tiempo, si no dentro del
gobierno, muy cercano a él. Por tanto, la debilidad de la sociedad civil frente al estamento
militar ha sido, en unos casos más en que en otras, una marca profunda en la
funcionalidad del sistema político.Muchas de las democracias de la región apenas tienen
algunas décadas y, por tanto, la generación adulta aún guarda un recuerdo cercano de la
vida en regímenes militares a tal punto de que algunas heridas aún perduran, como es el
caso de los registros y juicios pendientes por torturas y desapariciones. En medio de esta
historia, ha sido muy emblemático que antiguas víctimas de regímenes militares son hoy
presidentes de repúblicas latinoamericanas. Para algunos casos, estas historias de
regímenes militares se combina también con otras historias relacionadas a conflictos
armados como es el caso de la guerra civil en Centroamérica, las luchas armas en la zonas
andina contra grupos irregulares y el narcotráfico. Estos procesos no han hecho sino
reforzar la presencia militar dentro o cerca del poder político y justificar una democracia
“tutelada”.

Para algunos autores, ciertos procesos políticos recientes pueden leerse como un
retroceso en algunas democracias de la región o en un retraso de la consolidación de la
democracia en tanto que han apuntalado lo que pudiéramos entender como la paradoja
de la democracia en América latina: los populismos caudillistas. Ello ha abierto espacio
para hablar de los autoritarismos electorales, un concepto relativamente nuevo para
identificar aquellos gobiernos donde el sistema electoral y su entorno a fin de evitar
resultados electorales adversos. La comprensión de estas “democracias” requiere una
lectura muy detallada de sus sistemas y procesos electorales.

En fin, si nos atenemos a una conceptualización más dinámica de la democracia, es decir,


definir la democracia a partir de los procesos históricos reales de cada sociedad, nos
vemos en la obligación de remitirnos a la historia de nuestros países para poder tener
una idea de la democracia que esperamos. En todo caso, esta lectura tampoco puede
dejar de lado los logros de las democracias en la región pues son parte fundamental
precisamente para entender este proceso. La época de las dictaduras militares férreas

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pareciera quedar atrás y, aun cuando es un actor clave, los estamentos militares deben
aprender cada vez más a compartir el poder con los actores políticos civiles. Esta
perspectiva histórica y partículas de la democracia en América latina es un ejercicio clave
para poder discernir la individualidad de los procesos políticos, de sus momentos y de sus
actores.

Gran parte de las tareas pendientes para el fortalecimiento de la democracia pueden


ubicarse en la esfera de la vida política. Sin embargo, si nos limitamos a una concepción
básica de la democracia como una forma de autogobierno de una sociedad, ella implica
necesariamente un mínimo de igualdad de condiciones de los miembros de dicha
sociedad para el ejercicio de ese autogobierno. Es la noción que contrapone la
democracia contra otras “cracias” como la aristocracia, la plutocracia o incluso la
teocracia. En esta línea de ideas, la democracia puede entender como el esfuerzo de crear
contrapesos a las formas, digamos naturales, de concentración del poder y por ello
muchas de las reglas de los regímenes democráticos (la separación de poderes, la
alternancia en el poder, la transparencia electoral…) no buscan sino evitar la
concentración del poder, entre otro fines.

Por ello, la relación de la democracia con el sistema económico es crucial para


comprender la profundidad real de la vida democrática. Y así podemos verlo en el mundo
occidental, la principal debilidad de la democracia se encuentra en su capacidad o
incapacidad de producir bienestar social de manera suficiente (nótese que no se habla de
riquezas). Podemos explicarlo de otra manera. La creación del Estado providencia y toda
la intervención pública con la intención de crear un mínimo de condiciones de igualdad
puede entenderse como el esfuerzo para crear una base que posibilite una democracia
real y funcional pues, viendo la historia del desarrollo económico, no existe fuerza que
impida más una igualdad de condiciones que las desigualdades del mercado.

La lucha contra la pobreza y el fortalecimiento de la democracia son tareas que realmente


no tienen una prioridad una sobre la otra: ambas son prioritarias. La existencia de la
pobreza será siempre un obstáculo de partida para la profundización de una democracia
real; los déficits democráticos siempre atentarán contra los sectores más vulnerables y sus
condiciones para superar la pobreza.

Sin embargo, los problemas estructurales de las sociedad latinoamericanas pueden hacer
que tengamos sistemas productivos eficientes y competitivos pero con poca capacidad
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para distribuir bienestar social. En este sentido, la pobreza como expresión social de los
sectores de la población que no han sido alcanzados totalmente por nuestros procesos
modernizadores o de crecimiento económico, se ha instalado en nuestras formas vidas
que, a su vez, se cruzan con las formas de vida tradicional de nuestros países. De esta
manera, la pobreza es más que un síntoma de la deuda social hacia amplios sectores de la
población, se asocia también a una forma de concebir la vida social y sus elementos. La
lucha contra la pobreza requiere una aproximación muy antropológica a las formas de
vida de la población: pobreza, tradición, pueblo son conceptos que pueden cruzarse en la
realidad y muchas veces se presta a entender que la lucha contra la pobreza es el
desarraigo de ciertas formas de vida tradicional de nuestro pueblo. Pero también en
ciertos discursos a favor de la tradición popular, se esconde una intención de no
superación de la pobreza, es decir, una intención ideológica de conservar las mismas
estructuras de poder. Y ello ocurre tanto en gobiernos de derecha como de izquierda.

La pobreza se ha entendido casi siempre desde una perspectiva de ingresos, o mejor


dicho, de insuficiencia de ingresos. Los estudios sobre la pobreza a lo largo de décadas
han identificado ciertos elementos que están a la base de esta insuficiencia que no es sino
el síntoma más evidente de la exclusión social y económica. De estos elementos podemos
destacar la calidad del trabajo, el nivel educativo, las condiciones de vida, las
oportunidades socioeconómicas a los cuales se pueden sumar elementos más
estructurales. Partiendo de una mirada más compleja sobre los problemas relacionados a
la pobreza, se incluye el concepto de vulnerabilidad social que apunta más a la
probabilidad de que un individuo, una familia o un grupo social se vea expuesto a una
situación de indefensión o exclusión producto tanto de un déficit en sus capacidades
como de una deficiencia en la estructura de oportunidades. La noción de vulnerabilidad,
así como la de estructura de riesgos que se trabaja en conjunto con esta, permite una
mirada más integral donde se conjugan lo macro (oportunidades) con lo micro
(capacidades).

Paralelo a la búsqueda de la democracia, y en camino que muchas veces se cruza con ella,
las sociedades latinoamericanas también han estado tras la reivindicación de los derechos
humanos. Bajo el signo de las dictaduras militares, en gran medida la reivindicación de
estos derechos tuvo su prioridad en la agenda política: derecho al voto, derecho a la
libertad de expresión, derecho a la opinión, derecho a la asociación, etc. Sin embargo, a
medida que la búsqueda de la democracia dio paso a la lucha contra la pobreza y otras
formas de exclusión, la construcción de la agenda por los derechos humanos se amplió a

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los temas sociales, económicos y culturales. Para algunos autores, de hecho, no son
derechos diferentes, aun cuando sus luchas se han manejado en otros planos y en otros
momentos, sino que existen simplemente “los derechos humanos” como una unidad y
dentro de ellos están tanto la lucha contra la pobreza como la consolidación de la
democracia.

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