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Confusión de las lenguas en la torre de Babel

Este relato, que es la última de las narraciones de la historia primitiva antes de que llegue a escena
Abraham, muestra la extensión posterior del caos dentro del mundo de Dios. Su patrón literario
cuidadoso ilustra el crescendo y el decrescendo del narrador, formando un paralelo con la pleamar
y la bajamar de las aguas del Diluvio. Partimos de una comunidad con un idioma Esto nos lleva a
un viaje y a un asentamiento en la tierra de Sinar (que es Babilonia,). El pueblo elabora adobes y
comienza a levantar una torre. El punto culminante llega en el versículo 5, cuando el Señor
desciende para ver y se forma una opinión sobre lo que está pasando. Entonces, todo empieza a
ralentizarse y el patrón se invierte. Cesa la construcción y los pueblos se dispersan. Al final, no
tenemos una comunidad cohesionada por un mismo idioma, sino la confusión de las lenguas.

Gordon Wenham refleja esto con un esquema muy útil:

Toda la tierra hablaba la misma lengua (v. 1)

Allí (v. 2)

Unos a otros (v. 3)

Fabriquemos ladrillos (v. 3)

Hagámonos (v. 4)

Una ciudad y una torre

Y el Señor descendió… (v. 5)

La ciudad y la torre

Que habían edificado los hijos de los hombres

Vamos… confundamos (v. 7)

Desde allí (v. 8)

Sobre la faz de toda la tierra (v. 9)

Desde cierto punto de vista, esta historia se relata para llevarnos al versículo 9: «por eso…». Es
decir, que su propósito es dar sentido a la palabra «Babel», y a la importancia que para Dios tenía
Babilonia. Ahora bien, como sabemos, Babilonia era el centro de la civilización del mundo antiguo.
El Enuma Elish hace referencia a la construcción de Babilonia y a la torre de su templo. Von Rad
dice que «en la antigüedad, Babilonia, sobre todo en el siglo II a. C., era el corazón del mundo
antiguo y su centro de poder». Las poderosas torres de Babilonia, los zigurats, eran muy
conocidas. Desde el punto de vista del logro humano, Babilonia era la cumbre. Para los babilonios,
la palabra «Babel» significaba «puerta de los dioses».
¡Qué irónica resulta, entonces, esta historia en Génesis 11! Porque existe un término hebreo que
suena como «babel» y que significa «mezclar», y para el narrador de Génesis 11:9, la importancia
de «Babel» — la relevancia de la gran Babilonia desde la perspectiva de los atrios celestiales de
Dios —no es más que «una mezcla», una «confusión».

En este párrafo, detectamos una ironía ulterior. La torre no es la puerta de los dioses: ¡es tan
pequeña, que Dios tiene que acercarse para verla (11:5)! En cuanto a los materiales de
construcción, quizá el versículo 3 contenga una sugerencia de desdén, de menosprecio. Vendría a
ser como decir: «Mientras que nosotros usamos piedra y mortero, ¡estos babilonios sólo disponen
de ladrillos y brea!». Los propios materiales que usaban estaban destinados a deshacerse.

Por tanto, Génesis 11 nos invita a reflexionar sobre el significado de la comunidad humana, el
éxito y el orgullo del hombre desde el punto de vista ventajoso de los propósitos que tiene Dios
para el bienestar humano, y el juicio divino sobre otro intento humano más de pasar del «lugar del
hombre» al de Dios.

La historia de la torre de Babel es una triste descripción de la fractura de una comunidad, de la


pérdida de la comunión, del fracaso en la comunicación, del aumento del aislamiento y de la
confusión. Todo nace del fracaso comunitario de vivir dependientes de Dios, de la insistencia en
alcanzar los cielos y de ceder, en cambio, al orgullo frente al éxito y el poder humanos, así como
de la determinación del ser humano de ser la fuente de su propia seguridad. ¿Quizá esto transmite
una advertencia sobre la salud social que el mundo tiene que escuchar, tanto entonces como
ahora?

Atkinson, D. (2010). El Mensaje de Génesis 1–11: Los albores de la Creación (pp. 227–228).
Barcelona: Andamio.

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