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Introducción al lenguaje
Josefina García Fajardo
Editorial Trillas
Motivos
Este trabajo tiene una larga historia.* Al inicio de la década de los ochenta, acababa de
regresar de la Universidad de Massachusetts y me invitaron a dar un curso introductorio
a la lingüística durante el verano. Mi primera respuesta fue que yo no creía en los cursos
intensivos. Me ahorro los detalles de la forma de convencimiento que me hizo aceptar, un
poco a regañadientes. Ya ahí, en la ciudad de Campeche, con un grupo de maestros que
estaban fundando (¡estábamos fundando!) una escuela de educación especial, recibí una
de las mejores lecciones de mi vida.
Las condiciones estaban lejos de ser las óptimas para la concentración y el trabajo
placentero. Los alumnos, maestros de niños pero también míos, me fueron enseñando, en
cada uno de los diez veranos que participé con ellos, a compartir el trabajo de ir abriendo
caminos. Allí chapeamos juntos, formamos equipo, con la dirección de Laura González
Guerrero, una maestra en la vida de compromiso con la educación, guiada por una bella
conjunción de sensibilidad e inteligencia.
En Campeche fue naciendo la idea de hacer este libro. Comenzó por ser unas hojitas de
"textos de apoyo" que se fotocopiaban. Eran esquemitas raquíticos que fueron
engordando. Al embarnecer lo puse a consideración de amigos dedicados al magisterio y
de otros dedicados a la lingüística. Su entusiasmo agilizó mi pluma. Leonardo Manrique
le dedicó generosamente tiempo y deliciosas reflexiones. Como el pan de levadura, lo hacía
reposar; de vez en cuando lo sacaba, lo rehacía y lo ponía otra vez a reposar. Así pasó de
la época del papel sobre la madera del escritorio a la de pantallas llenas de lucecitas de
colores. Pasó de mis tiempos en el Instituto Nacional de Antropología e Historia al de los
actuales, en El Colegio de México.
Desde sus inicios, cuando este trabajo era un proyecto pensado para los maestros, claro
que se me presentaron inmediatamente, en el recuerdo, los míos de primaria, en especial
las maestras Graciela García Cruz y Aurora Servín. No sé dónde están; pero de alguna
manera están también en este texto. Y así, recordando a los primeros, viene a mi mente
que Zoila Balmes y Antonio Millón, cuando comenzaba a fascinarme con los principios
que estructuran las palabras, me mostraron que en el lenguaje también hay un
encantador misterio.
Ya casi listo el texto, un domingo por la noche ocurrió un accidente cibernético que
parecía conducir a perderlo todo, a borrarlo. Pero llegaron Margarita Báez y Juan
Francisco Meza al rescate amoroso. Y aquí está… para usted, amable lector, amable
lectora.
* Elaboré la primera versión de este trabajo siendo investigadora del Departamento de Lingüística
del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Realicé la presente versión, como investigadora del
Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. En ambas instituciones recibió
el apoyo de mis directores; en total cuatro, en orden de aparición: Leonardo Manrique Castañeda,
Susana Cuevas Suárez, Beatriz Garza Cuarón y Rebeca Barriga Villanueva.
Índice de contenido
Motivos 5
Cap. 1. La estructura del sistema que todo hablante conoce 9
Un juego. Reflexiones básicas, 9. Observando el habla podemos conocer el sistema de la
lengua, 12. Los elementos y las reglas del sistema, 15. Estructu-ración del sistema, 22.
Cap. 2. Características del sistema de la lengua que se basan en su estructuración y
en las relaciones entre sus registros 27
La doble articulación y la economía del sistema, 27. El signo lingüístico. Sus
características, 35. Oposición, valor, paradigma y sintagma, 41.
Cap. 3. La facultad natural de adquirir una lengua 43
Algunas peculiaridades del funcionamiento de la lengua, 43. La base que permite la
adquisición de la lengua, 48. La adquisición de la lengua en el uso cotidiano, 51.
Cap. 4. El componente fonológico 55
Iniciamos con la fonética, 55. Puntos y modos de articulación de las consonantes, 60. Guía
para un trabajo práctico, 65. Las vocales del español, 69. Para llegar a la fonología, 71. La
adquisición de los fonemas, 77.
Cap. 5. El componente sintáctico 8 1 Del análisis a los registros mentales, 81. Marcas
perceptibles, 91. La adquisición del componente sintáctico, 95.
Cap. 6. El componente semántico 1 0 1 ... y utilizamos esos mecanismos para construir
significados, 101. ¿Qué contiene el componente semántico?, 107. La adquisición del
componente semántico, 113.
Apéndice A. Distintos enfoques en el quehacer lingüístico117 Estructura del sistema
y acción social, 117. Especialidades que enfocan un nivel, 130. Disciplinas que enfocan la
relación entre el lenguaje y otro tipo de realidad, 136. Apéndice B
PERSONA 1: -rosa PERSONA 2: -Elena PERSONA 1: -alcatraz PERSONA 2: -Daniel PERSONA 1: -jirafa
PERSONA 2: -alcoba PERSONA 1: -elefante PERSONA 2: -acento PERSONA 1: -amapola PERSONA 2: -Inés
PERSONA 1: -jabalí PERSONA 2: -espejos
¡En ese momento le dicen que se equivocó! Usted respondió con un nombre de persona cuando el jugador 1
dijo el nombre de una flor. Sin embargo, hubo un error. Por consiguiente, la hipótesis a la que había usted
llegado no era adecuada. Vuelve usted a observar
PERSONA 1: —encendedor PERSONA 2: —Raúl
PERSONA 1: —Trini
PERSONA 2: —avispas
Ahora se percata de que la persona 2 siempre responde con un nombre del mismo género que el nombre
que dice la persona 1 (masculino o femenino), mientras que usted no hizo lo mismo cuando se equivocó.
Llega usted a la hipótesis de que la clave es el género de los nombres y vuelve a participar:
¡Nuevamente le dicen que se equivocó! Las dos personas siguen el juego y usted continúa
investigando para encontrar alguna relación entre las pálabras que dicen los jugadores:
PERSONA 1: —Eduardo
PERSONA 2: —Ángeles
PERSONA
PERSONA
PERSONA
PERSONA
PERSONA
PERSONA
PERSONA
PERSONA
1: —espalda
2: —anteojos
1: —Luis
2: —ceniza
1: —andén
2: —ferrocarril
1: —sapo
2: —ajo
—árbol
¡Su hipótesis funcional ¿Qué tuvo usted que hacer según lo narrado, para poder
participar en el juego? De acuerdo con que tuvo que pasar por un proceso de
conocimiento para saber cómo se. jugaba. Pero, concretamente, ¿qué cosas del juego tuvo
que conocer? Imagínese a usted en el inicio de su observación. En primer lugar, se dio
cuenta de que los nombres que decían las personas eran los elementos pertinentes del
juego; es decir, no resultaba importante tomar en cuenta los gestos, el tono de la voz, las
posiciones de los brazos, para poder participar en este juego. Además, se percató de que
había alguna regla para relacionar el nombre que decía uno de los jugadores con el
nombre que decía el otro.
Por consiguiente, para saber cómo jugar, usted tuvo que conocer cuáles eran los
elementos del juego y sus reglas.
Ahora bien, usted podrá darse cuenta de que para llegar a conocer los elementos y las
reglas del juego, tuvo que tener acceso a los datos necesarios, mediante la observación a
los participantes —escuchándolos—. Analizó los datos y construyó una hipótesis sobre
los elementos y las reglas del juego; los participantes le manifestaron que su hipótesis no
era adecuada.
Esa sistematización de los lugares que ocupan las palabras se mantiene en la infinita
variedad de cadenas que producen los distintos hablantes de una misma comunidad
lingüística.
De lo anterior podemos deducir que al hablar emitimos una secuencia de sonidos
sistematizados de tal manera, que permiten cierta comunicación. Enfoquemos bien este
fenómeno del habla: se trata de sonidos sistematizados y permite alguna comunicación
(esto no es una definición; su valor está sólo dentro de este punto de la reflexión que
estamos realizando usted y yo).
Si en las cadenas de distintos hablantes hay una misma sistematización, quiere decir que
éstas se producen a partir de un sistema. Y si al escuchar esos sonidos sistematizados,
los hablantes de la misma comunidad interpretamos significados que permiten alguna
comunicación entre nosotros, y estos significados no vienen con los sonidos (recordemos
el caso de la grabación), quiere decir que compartimos el sistema. Este sistema nos da las
cla-ves para producir las cadenas de habla y la base para interpretarlas. Pero, ¿en dónde
se encuentra ese sistema? Al hablar o al interpretar, en situaciones normales, no tenemos
que acudir a algo externo a nosotros para obtener las claves que nos indiquen cómo
hacerlo. Ni siquiera somos conscientes de que recurrimos a un sistema cada vez que
hablamos o interpretamos. Por consiguiente, reconocemos que se trata de un sistema que
está en nosotros y que no es consciente: un conocimiento no' consciente. Este sistema
tiene, entonces, una base en el cerebro de los hablantes, como todo conocimiento.'
' Sobre la concepción de una base neurofisiológica del conocimiento, véase el apartado *El lenguaje
y sus correlatos neurofisiológicos', del Apéndice A.
14 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
¿Cómo investigar la realidad del sistema de la lengua? Nuestras percepciones sensoriales
no tienen acceso directo a él, por ser un conocimiento (no lo olemos, no lo vemos ni
tocamos... ). Sin embargo, podemos observar las producciones que se basan en él, para
descubrir cómo es. Esto es lo que hacemos en lingüística:' a partir de la observación y el
análisis de las realidades del habla, construimos hipótesis que intenten describir el
sistema de la lengua, al que no podemos observar directamente. Construimos estas
hipótesis con la idea de que el sistema de la lengua debe ser de tal manera que, con base
en él se producen las realidades del habla que estamos observando. Así, partimos de los
datos empíricos, los analizamos, construimos nuestras hipótesis y, posteriormente,
regresamos a los datos empíricos para ver si esas hipótesis son adecuadas para explicar
la producción de fenómenos del habla que observamos. Si resultan adecuadas,
consideramos que estas hipótesis describen algún aspecto del sistema de la lengua.
Podemos dejar de construir hipótesis y describir las cadenas de habla, pero entonces no
intentamos explicar cómo se realizan; en este caso, nuestro objeto de estudio no sería el
sistema de la lengua, sino las producciones basadas en él.
Espero que esté de acuerdo en que usted y yo podemos, en este punto, concluir lo
siguiente. Un sistema de lengua es un conocimiento no consciente que comparten los
hablantes de una comunidad lingüística. Este conocimiento le permite a cada persona
estructurar sus cadenas de habla e interpretar el significado de éstas. Es posible saber
cómo es el sistema mediante la construcción de hipótesis basadas en las evidencias que
ofrece el habla.
Puesto que se trata de un conocimiento del que no tenemos conciencia, sabemos que no
es un conocimiento escolar. Además, si fuese escolar, ninguna persona no escolarizada
podría hablar, y esto no sucede: en condiciones normales, toda persona llega a hablar
independientemente de que sea escolarizada o no. Es cierto que resulta común que la
adquisición de una segunda (o tercera, o cuarta...) lengua se realice escolarmente, ya se
trate de una lengua extranjera o del mismo país. En el caso de México, por ejemplo, lo
más usual es que los hablantes cuya primera lengua es nativa de nuestro territorio
adquieran el español, como segunda lengua, en la escuela; pero tanto ellos como
cualquier persona de cualquier lugar del mundo, en condiciones normales, adquieren su
primera lengua o "lengua materna" sin ningún tipo de entrenamiento escolar.
'En el Apéndice A se describen distintos enfoques en el quehacer lingüístico.
Sobre los principios estructurantes que se concretan con la concepción de reglas sintácticas y otras
alternativas formales, consúltense los trabajos citados en el apartado «La noción de reglas y el
comportamiento sintáctico", del Apéndice B; también puede verse el apartado *El sistema en sí
mismo", del Apéndice A.
20 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
El hecho que acabo de mencionar se realiza debido al nexo entre esos tipos de registros
que forman parte del conocimiento inconsciente que constituye el sistema de la lengua;
en cambio, el hecho de que una persona pueda definir el significado de un término
implica cierto nivel de conciencia. Por ejemplo, si a una persona se le dificulta definir el
significado de algún término (que no es lo mismo que identificar sus referentes), no sería
válido deducir que carece de los registros del elemento léxico y del significado
correspondientes, ambos relacionados. En este punto es importante considerar que la
distinción entre los tipos de registros resulta útil para comprender algunas realidades del
funcionamiento de la lengua; pero igualmente importante resulta tener presente que no
se trata de registros independientes.
El conjunto de elementos léxicos y significados que ha registrado una persona en un
momento determinado depende de su propia experiencia. Es de suponer que entre dos
personas estos conjuntos no serán idénticos. Sin embargo, el hecho de que al hablar
logren entenderse medianamente prueba que hay un núcleo importante de elementos
léxicos y significados relativamente compartidos entre las dos.
En sexto lugar, si los hablantes de una lengua cualquiera conocieran inconscientemente
sólo los elementos y las reglas que hemos reconocido en los párrafos anteriores, podrían
producir cadenas de habla estructuradas e interpretar significados; pero estas
interpretaciones serían muy distintas de las que realmente hacemos en cualquier lengua
del mundo. Consideremos, como ejemplo, el caso del español. Como hablantes de esta
lengua, podemos reconocer la diferencia de significado dhtré- los siguientes pares de
ejemplos:
Con esta forma de esquematizar la competencia pretendo que se refleje una realidad que ya hemos
reconocido: los registros del componente sintáctico están relacionados con los registros del componente
semántico. Es decir, a cada elemento léxico (a cada registro que nos permite reconocer un elemento de
nuestro vocabulario), le corresponde un registro del componente semántico, el cual nos permite interpretar
el significado del elemento léxico (el registro de un elemento léxico sin su correspondiente registro de
significado sólo nos permitiría reconocer dicho elemento al escucharlo y producir la secuencia de sonidos
con que se realiza al hablar; pero no nos permitiría saber qué quiere decir; por consiguiente, no podría tener
una función lingüística para nosotros); y a cada regla sintáctica (que nos permite combinar los elementos
léxicos formando las estructuras del habla) le corresponde una regla semántica (que nos permite combinar
los significados léxicos para interpretar las secuencias de habla según el lugar que ocupa cada elemento
dentro de una estructura). Los componentes fonológico y sintáctico corresponden a los registros del plano
de la expresión; y el componente semántico corresponde al plano del contenido. Los dos planos son
indisociables en su realidad lingüística.
Hay excepciones: existen sustantivos que no tienen ese último lugar para s con
significado; por ejemplo, la palabra análisis no tiene un lugar para expresar plural o
singular, se mantiene invariable; su s final no es, por tanto, una unidad que exprese
pluralidad, no tiene significado: resulta sólo una unidad a nivel de elementos sin
significado y no una unidad a nivel de elementos con significado; a diferencia de la s final
de muchachas, que es una unidad en cada uno de esos niveles.
Continuemos con nuestro análisis de las unidades con significado de la palabra
muchachas. Con ella sabemos que se nos está hablando de personas de sexo femenino.
¿Cómo sabemos que las personas de las que se nos está hablando son de sexo femenino?
¡Por supuesto estoy preguntando cómo lo sabemos mediante la palabra! ¿Qué pasaría si
en el penúltimo lugar de la palabra apareciera o en lugar de a? Tendríamos la palabra
muchachos y enton-ces sabríamos que las personas a las que se refieren incluyen, por lo
menos, una de sexo masculino, ¿verdad? Por consiguiente, a y o podemos sustituirlas
entre sí en el penúltimo lugar de algunas palabras –de algunos sustantivos y adjetivos– y
estas unidades expresan que se nos está hablando sólo de femenino o también de
masculino –refiriéndose al sexo si las palabras completas tienen como referente personas
o algunos animales, o relacionándose sólo con una clasificación que tenemos de las
palabras (y de las cosas), por su género, cuando su referente son objetos o algunos
animales–. Así es que a y o funcionan en ese lugar de algunas palabras como unidades
con un tipo de significado.
Ahora bien, con la palabra muchachas sabernos que se nos está hablando de seres
humanos jóvenes; este significado se mantiene en las palabras muchacha y muchacho;
por consiguiente, dicho significado no se expresa a través de la última unidad: presencia
o au-sencia de s, ni de la penúltima unidad: a u o, porque al modificar estas unidades se
mantiene el significado 'seres humanos jóvenes':
muchachas muchacha muchacho
Al darnos cuenta de que en las tres palabras anteriores se conserva la parte muchach y
que al conservar esta parte se mantiene el significado 'seres humanos jóvenes',
concluimos que esta parte de la palabra es una unidad con significado; es la parte que
expresa de qué conjunto de individuos –físicos o imaginarios, seres vivos u objetos
inanimados, abstractos o concretos– se nos está hablando.
Si continuamos nuestro análisis de la palabra muchachas, ya dividida en las unidades
con significado muchach, a, s, encontraremos dentro de ella elementos más pequeños
pero sin significado, por ejemplo: m, u, etc. Quizá alguien podría pensar que dentro de
muchach hay una parte más pequeña con significado: mucha; esta unidad es una palabra
que expresa 'cantidad grande', a diferencia de poca, que expresa 'cantidad pequeña'. Pero
resulta que mucha, como unidad con significado, no tiene una función dentro de la
palabra muchachas; la prueba está en que el significado de mucha no forma parte del
significado (consciente) de muchachas. Por consiguiente, mucha, como unidad con
significado, no tiene ninguna función (en esta línea de análisis) dentro de la palabra
muchachas.
Así, hemos encontrado las unidades mínimas con significado de esta palabra: muchacha,
s. A las unidades mínimas con significado de cualquier lengua se les llama morfemas.
Los morfemas son de dos clases: a aquéllos mediante los cuales expresamos a qué
conjunto de objetos (humanos o no) nos referimos (por ejemplo, al conjunto de serles
humanos de corta edad, con el morfema niñ), se les llama lexemas; a la otra clase de
morfemas se les llama gramemas.
En los sustantivos y adjetivos, así como en los verbos, los gramemas delimitan el
concepto expresado por el lexema (así, el concepto expresado por muchach se delimita por
a y por s, puesto que con estos elementos se reduce la posibilidad de referencia, de todo
el conjunto de seres humanos jóvenes, a los que son del sexo femenino y más de un
individuo). Estos gramemas, en español, expresan género (masculino o femenino) o
número (singular o plural), en sustantivos y adjetivos; y en los verbos expresan persona
(primera: se refiere, en términos generales, al autor de un enunciado; segunda: se refiere
a la(s) persona(s) a quien(es) se dirige quien habla; o tercera: se refiere a alguien o algo
que no se identifica ni con el autor ni con el destinatario del enunciado), número (singular
o plural), tiempo y modo (presente, pasado, etc., indicativo, subjuntivo). No menciono de
manera exhaustiva los tipos de gramemas del español; podemos encontrar otros, como
por ejemplo los de aumentativo y diminutivo, en los sustantivos y en algunos adjetivos.
Volviendo a nuestro primer ejemplo, de los tres morfemas que contiene la palabra
muchachas, uno es un lexema y dos son gramemas.
Tomemos, ahora, la palabra viajaron; en ella encontramos que la unidad aron expresa la
persona, el número, el tiempo y el modo del verbo. Es decir, con esta parte sabemos que
la persona que utiliza tal palabra no se está refiriendo a algo que le aconteció a ella
misma, pues si así fuese, utilizaría la unidad é: viajé; ni a algo que le aconteció al
destinatario (la persona a quien se dirige al hablar), pues en este caso utilizaría la unidad
aste: viajaste; por consiguiente, entendemos, mediante la unidad aron, que lo referido en
la otra parte de la palabra le aconteció a una tercera persona (esto quiere decir que no es
ni el autor del enunciado ni tampoco el destinatario de él).
Sabemos también, mediante la unidad aron, que la persona que emplea la palabra,
viajaron no se está refiriendo a algo que le aconteció a un solo individuo, pues si fuese así
utilizaría la unidad ó: viajó, sino que se refiere a algo que les aconteció a varios
individuos: número plural; asimismo sabemos que no se refiere a algo que esté
sucediendo en el mismo momento en que el autor del enunciado utiliza la palabra, pues
en este caso utilizaría una forma compuesta: están viajando, sino que se refiere a algo que
aconteció en algún momento anterior al tiempo en que se utiliza la palabra: a un tiempo
pasado en relación con el momento en que se habla. Con la unidad en cuestión sabemos
que el autor del enunciado no está expresando un caso hipotético, sino un caso real; si
fuese un caso hipotético utilizaría la unidad asen o aran: viajasen o viajaran (por ejemplo,
en: me gustaría que las muchachas viajasen en tren; aunque los gramemas asen, aran
también pueden utilizarse en algunas construcciones que suponen casos reales, como en:
no me gustó que las muchachas viajasen en tren).
Por consiguiente, en la palabra viajaron encontramos el gramema aron. Además, nos
podemos dar cuenta de que al ir cambiando el gramema que expresa persona, número,
tiempo y modo, otra unidad permanece invariable: viaj. Eáte es el lexema; mediante este
morfema se nos expresa un proceso de movimiento: el desplazamiento de un lugar a otro
(note usted que en cada construcción específica puede enfocarse el proceso de
movimiento como algo con un principio y un fin, como el caso del ejemplo citado; o puede
enfocarse el estado de cosas habituales, como en las muchachas viajan en tren... desde
niñas). Los lexemas de otros verbos pueden referirse a estados, procesos o actividades,
realizaciones. En los verbos llamados irregulares, el lexema del verbo es variable en su
forma.
Tanto los lexemas como los gramemas son elementos que constituyen nuestro léxico. Los
gramemas que he ofrecido como ejemplos dependen de su combinación con un lexema
para poder constituir una palabra y se llaman gramemas dependientes. Existen otros
gramemas que, en los enunciados aparecen como palabras (no como parte de ellas); a
éstos se les ha llamado gramemas independientes; expresan, entre otras cosas,
distintos tipos de relaciones entre conceptos o entre referentes (resalto: "entre otras
cosas", porque en el capítulo 6 sobre el componente semántico podremos ver algunos
ejemplos en los que se relacionan otras cosas), como las preposiciones y las conjunciones
del español (el libro de mi buen amigo, llovió y todo se inundó); algunos de ellos, como los
artículos del español, delimitan los conceptos expresados por el sustantivo y, a la vez,
funcionan como instrucciones para combinar el significado del sustantivo con otro
significado (veremos al-gunos ejemplos en el capítulo 6 sobre el componente semántico).
No estoy exponiendo una clasificación exhaustiva de los gramemas del español,
recordemos que el punto de partida al comenzar a hablar de los lexemas y de los
gramemas era, simplemente, encontrar las unidades mínimas con significado que
aparecen en una oración; y... ¡las hemos hallado!
En resumen, al hablar en cualquier lengua del mundo (sea de prestigio social o no, tenga
escritura o no la tenga, de cualquier rincón del mundo, sea cual sea el número de sus
hablantes), producimos expresiones que tienen estructura de oración; las construimos
mediante las reglas sintácticas, que están registradas en nuestra competencia en relación
con las reglas semánticas; es por esto que las oraciones tienen significado, lo mismo que
las frases
y las palabras. Todas éstas son construcciones formadas mediante elementos léxicos (los
morfemas) y, puesto que éstos también están registrados en la competencia en relación
con un significado, resulta que los morfemas expresan también significados: son las
unidades mínimas con significado. A la vez, las cadenas de sonidos, en las que son
convertidas las oraciones, son secuencias de unidades de sonido, cada una de estas
unidades se produce con base en un fonema, y, debido a que éstos están registrados en
nuestra competencia sin relación alguna con los elementos del componente semántico,
cada unidad de sonido, como tal, de manera aislada, no tiene significado. Los fonemas
son las unidades mínimas sin significado. Es por esto que la lengua humana es
doblemente articulada; en la primera articulación encontramos oraciones, frases,
palabras y morfemas y en la segunda articulación encontramos sílabas y fonemas.
El hecho de que tengamos registradas unidades mínimas sin significado —los fonemas—
y que al combinarlas, obtengamos secuencias que corresponden a unidades léxicas (cada
unidad léxica en relación con un significado), ocasiona que la lengua humana tenga una
característica muy importante, pues resulta que un mismo fonema puede intervenir en la
formación de miles de elementos con significado, incluso puede intervenir más de una vez
en la secuencia que constituye un elemento con significado (por ejemplo, en la palabra ojo
se utiliza dos veces el fonema /o/). Así, con sólo tener que distinguir entre unos cuantos
fonemas (en cada lengua se distinguen aproximadamente de 20 a 30 fonemas), es posible
contar con un elevadísimo número de elementos con significado; esto implica que
podemos expresar miles de conceptos a partir de la distinción de unos cuantos fonemas.
$¡ en las lenguas, las 20 o 30 unidades de sonido las tuviésemos registradas cada una
relacionada con un significado, cada lengua sólo podría expresar unos 20 o 30 conceptos
(básicos); entonces, nuestra estructura conceptual estaría muy limitada y la
interpretación de nuestras expresiones dependería, de manera muy desbalanceada, de los
contextos de comunicación. 0, si se mantuviera el número de conceptos (básicos) que
normalmente manejamos, relacionado cada uno con una unidad de sonido, sería
necesario distinguir entre miles de unidades de sonido; se complicarían nuestra
pronunciación y audición, para poder distinguir entre todas esas unidades de sonido.
Debido a que en todas las lenguas del mundo existen unidades en los dos niveles de
articulación, en el de los elementos sin significado y en el de los elementos con
significado, y que a partir de las secuencias de los primeros se expresan los segundos, es
suficiente que los hablantes logremos pronunciar y percibir un sistema de sonidos basado
en unas cuantas distinciones para poder expresar un elevadísimo número de elementos
con significado. Y, debido a que tenemos registradas reglas sintácticas relacionadas con
reglas semánticas, es posible que un hablante de cualquier lengua del mundo cree un
número ilimitado de construcciones con significado. Por esto se dice que la doble
articulación de la lengua hace de ésta un sistema económico.
Entre una lengua y otra, los fonemas específicos y sus reglas, registrados por los
hablantes, son distintos; por eso es que al escuchar que alguien habla maya, francés,
tzeltal, ruso, alemán, yaqui, catalán, zapoteco, árabe, etc., percibimos algunas unidades
de sonido y algunas combinaciones entre éstas que no utilizamos en español. Los
morfemas también difieren de una lengua a otra; quizá lo más evidente en esta diferencia,
aun sin hacer un análisis al respecto, lo encontremos en las secuencias de fonemas que
constituyen cada lexema: un lexema que tengamos registrado en español para referirnos a
un objeto determinado generalmente será distinto del que tengan registrado los hablantes
de otra lengua para referirse al mismo objeto.'
Si analizamos las palabras de distintas lenguas, encontramos que no sólo cada lexema o
gramema difiere de una lengua a otra, sino que la manera como están clasificados, tanto
los lexemas como los gramemas, difiere también entre las lenguas. Por ejemplo, en
español los sustantivos contienen gramemas de género y de número, entre otros,
mientras que en maya sólo los sustantivos que designan personas pueden llevar
gramemas de género y esta lengua tiene gramemas de otras clases que no se encuentran
en el español; y viceversa. Lo mismo sucede al comparar cualquier par de lenguas,
aunque las diferencias sean más evidentes en unos casos que en otros.
Las reglas sintácticas de una lengua también son distintas de las de otra lengua; por eso
es que las estructuras de las oraciones difieren entre ellas. Por ejemplo, en unas lenguas,
el sujeto puede aparecer antes o después del verbo; en otras, necesariamente antes; en
algunas, necesariamente después. En unas lenguas, el adjetivo aparece necesariamente
antes del sustantivo; en otras, después; en algunas, antes o después. No sólo en relación
con el orden de los elementos varían las reglas sintácticas de una lengua a otra, sino
también por las clases de elementos que constituyen la estructura de una frase, porque
no son las mismas en todas las lenguas. Y, puesto que los elementos y las reglas del
componente sintáctico están relacionados con los elementos y las reglas del componente
semántico, también estos últimos varían de una lengua a otra.
2Hablar de un mismo objeto del mundo en dos lenguas distintas no garantiza que se estén
utilizando los mismos conceptos; al respecto, véase el apartado »El signo lingüístico y sus
características', del Apéndice B.
La diferencia entre una lengua y otra consiste, por consiguiente, en diferencias entre los
elementos específicos (y su clasificación) y entre las reglas específicas que tienen
registrados los hablantes en cada componente de la competencia. Esto es lo que ocasiona
que dos personas, cada una con una lengua distinta, no se entiendan entre sí al hablar.
Pero los seis grandes tipos de registros –no cada registro específico ni la clasificación
dentro de cada tipo– estructurados en tres componentes son comunes a todas las
lenguas; en todas encontramos fonemas y sus reglas de combinación, elementos léxicos y
reglas sintácticas, significados léxicos y reglas semánticas.
‘Sobre esta discusión, véase el apartado "El signo lingüístico y sus características", del Apéndice B.
Nuestra visión del mundo cambia, el mundo cambia, aparecen para nosotros nuevos
objetos, nuevas realidades, nuevas clasificaciones de las cosas; por consiguiente, con el
tiempo se modifica nuestra estructura de signos lingüísticos. Esto quiere decir que
nuestra capacidad de transformación en la visión del mundo implica una modificación en
la estructuración de los signos lingüísticos. Lo que hace singular el uso de un término, en
el nivel de la expresión o en el del contenido, puede tener una repercusión social y el
grado de esta repercusión está en relación directa con su normalización en la lengua. La
relación necesaria entre visión del mundo y estructuración de los signos lingüísticos,
aunada a nuestra capacidad de cambio en la visión del mundo, permite la mutabilidad
del signo lingüístico. La flexibilidad de la lengua para cambiar se debe a que resulta
permeable a las variaciones que ocurren en el uso. Cuando un uso distinto se registra y
se extiende en la sociedad, ahí hay un posible cambio: un nuevo valor, una nueva
ubicación de los elementos que tendrá probabilidades de mantenerse (relativamente,
hasta que se perciba un nuevo cambio).
Es claro que un signo puede cambiar radicalmente en el transcurso de muchos años,
conforme se va garantizando el uso común; pero también podemos observar en un
momento determinado inicios de posibles cambios. En el plano del contenido, por
ejemplo, cotidianamente se logra comunicar, mediante una expresión, significaciones que
no son exactamente las compartidas socialmente para esa expresión, pero que se asocian
con ella. Cuando esa variación, que tiene una base en el sistema, pero que constituye una
creación a partir de él, comienza a compartirse, puede pasar a ocupar un significado
básico del sistema. Es por esto que pensamos que las variaciones del uso corresponden a
creatividades que tienen una base sistemática en la lengua (con lo cual nos imaginamos
una relación que vacíela lengua al uso) y que, a la vez, esas variaciones del uso pueden
modificar las bases sistemáticas de la lengua (una relación que va en dirección del uso a
la lengua). Esta interacción se nos presenta como resultado de una característica esencial
de la lengua: un principio que hace posible (y necesario) el cambio. El cambio lingüístico
alcanza cualquier elemento o regla de cualquier componente de la lengua
Con respecto a las imágenes acústicas o significantes, hemos visto que se trata de los
elementos léxicos que nos permiten reconocer las palabras al escucharlas y utilizarlas al
hablar; es decir, al hablar, convertimos las imágenes acústicas en secuencias de sonidos.
Si observamos cómo se realiza la secuencia de sonidos que corresponde a una imagen
acústica, nos daremos cuenta de que, independientemente de que se hable muy rápido o
despacio, se pronuncia primero una unidad de sonido, después otra y así sucesivamente;
por supuesto, en el habla natural la secuencia que corresponde a una imagen acústica se
pronuncia sin aislar una unidad de sonido de otra, enlazando el final de una unidad con
el principio de la siguiente; pero ni el hecho de que estén enlazadas (y que algún rasgo de
una se traslape con los de la siguiente) ni el hecho de que se hable muy rápido nos
impiden reconocer que primero se pronuncia una unidad de sonido y después otra.
Con un reloj que mida centésimas de segundo, podemos registrar el tiempo que
transcurre mientras una persona pronuncia la secuencia de sonidos que corresponde a
una imagen acústica; es decir, registramos el tiempo transcurrido desde que la persona
pronuncia la primera unidad de sonido hasta que pronuncia la última. En la cultura
occidental —por lo menos— concebimos el transcurso del tiempo como una secuencia de
momentos que fluyen constantemente uno tras otro; solemos imaginar esa secuencia de
momentos como una línea, uno de cuyos puntos es el presente; a un lado de ese punto
ubicamos los hechos pasados y al otro lado, el porvenir. En un segmento muy pequeñito
de esa recta —microscópico o macroscópico, según la escala que elijamos— estarían
representadas las centésimas de segundo que transcurren mientras pronunciamos una
secuencia de sonidos correspondiente a una imagen acústica. Nuestras realidades de
habla tienen lugar en la dimensión del tiempo; es decir, ocupan un segmento en el tiempo
—o, visto desde otra perspectiva, requieren del transcurso del tiempo para existir—. Al
observar esto desde una concepción lineal del tiempo, concluimos que la realización de la
secuencia de sonidos que corresponden a una imagen acústica es lineal.
'Puede encontrarse una breve bibliografía sobre el tema del cambio lingüístico en el apartado «El
cambio lingüístico«, del Apéndice B.
Con base en estas reflexiones sobre los signos lingüísticos hemos llegado a varias
conclusiones. En primer lugar, cada signo lingüístico es la unión de dos tipos de
registros: una imagen conceptual y una imagen acústica. Las dos imágenes tienen que
estar relacionadas para que se constituya un signo lingüístico. Por el tipo de relación que
existe entre las dos caras (o imágenes) que constituyen cada signo lingüístico, se ha dicho
que éste tiene tres características: es arbitrario (o inmotivado, en cuanto a las imágenes
específicas que se unen en cada lengua, característica que resulta discutible si se
considera la relación entre los signos dentro de cada cultura); es inmutable, como
tendencia que surge de la cohesión social y que permite un uso relativamente estable
durante algún tiempo, y es mutable, como posibilidad que surge de nuestra propia
transformación y se extiende a un grupo social, a través del tiempo. Por la dimensión que
ocupa en la línea del tiempo la secuencia de sonidos en la que se convierten las imágenes
acústicas al hablar, cada signo tiene una característica en su realización, en el habla: es
lineal.
Podemos graficar un signo lingüístico con sus dos caras y con la relación que tiene cada
cara con los objetos externos al sistema de la lengua, de la siguiente manera (su
representación en forma de figura elíptica es ya tradicional):
En la figura 2.1, la línea diagonal discontinua señala el límite entre los registros que
constituyen un sistema de lengua y los objetos externos a él.' Es importante recordar que
estamos concibiendo el sistema de la lengua con seis tipos de registros, de los cuales, las
dos imágenes que constituyen cada signo lingüístico corresponden sólo a dos de ellos: los
elementos léxicos y sus significados. En el cuadro 1.1 (pág. 25), están esquematizados los
seis tipos de registros que constituyen el sistema de la lengua.
Observe usted el cuadro 1.1. Dentro de la competencia, ¿en dónde se ubicarían los signos
lingüísticos? Puesto que las caras de los signos lingüísticos llamadas imágenes acústicas
son los registros de los elementos léxicos, éstas se localizarían en el componente
sintáctico; y, debido a que las caras llamadas imágenes conceptuales son los significados
de los elementos léxicos, éstas se localizarían en el componente semántico (al reflexionar
sobre el componente semántico, en el capítulo 6, veremos que existen otros significados
además de los conceptuales). Estos dos componentes constituyen las dos facetas de la
primera articulación.
PECULIARIDADES DE LA LENGUA 45
El hecho de que en el humano se refleje, a través del uso de la lengua, una subjetividad
en su manera de concebir el mundo nos conduce a pensar que la conducta lingüística no
consiste en una simple respuesta determinada por estímulos. Hay una realidad interna
en cada sujeto, que se construye en la lengua, por lo que ésta constituye un proceso de
transformación del sujeto. No se trata, pues, de un simple medio de comunicación, sino
de la construcción de su interpretación de, la realidad y, al mismo tiempo, es la base que
da forma a sus propias expresiones.
Los humanos, mediante el uso de la lengua, podemos comunicarles a otros individuos de
nuestra misma comunidad lingüística experiencias desconocidas para ellos. Por supuesto
que no quiero decir que necesariamente nuestros oyentes, en el momento de la
comunicación vivan la misma experiencia que les relatamos, sino que pueden interpretar
el significado de lo que les estamos diciendo, aunque se refiera a una experiencia que no
hayan tenido ellos previamente.
Por ejemplo, un astronauta puede tener la experiencia de contemplar, desde una nave, la
periferia de nuestro planeta, de manera brillante, en medio del fondo oscuro del espacio.
Al regresar a la Tierra, puede platicarnos, en español, su experiencia, describiendo el
asombroso panorama que tuvo ante sus ojos. Al escucharlo, quizá no sintamos
exactamente la misma emoción que él tuvo al asombrarse en el momento de su
contemplación, pero sí vamos a poder interpretar el significado de sus frases descriptivas
–o narrativas–. Y, mediante estas interpretaciones, puede suceder que nosotros lleguemos
a construir un conocimiento nuevo sobre el mundo. No importa tanto si la novedad para
nosotros se basa en un pequeño detalle o en algo mayor. Lo más importante es el
maravilloso hecho de que, por medio de la lengua, una persona le pueda expresar a otra
un punto de vista nuevo y que esta última, a partir de ello, pueda construir nuevos
conocimientos del mundo y hasta modificar su concepción de él, aunque no tenga
previamente la experiencia referida.
‘Puede encontrarse una bibliografía básica de las investigaciones sobre las diferencias culturales en
la estructuración conceptual en el apartado "Lengua y sociedad», del Apéndice A.
Especificar reglas—; y sólo mediante esta modificación de su sistema irá modificando su
interpretación del habla de otras personas y sus propias construcciones de habla.
En los procesos de adquisición de la lengua intervienen, por tanto, una base
neurofisiológica necesaria y el desarrollo cognoscitivo. Una neuropatología o un trastorno
en el desarrollo cognoscitivo se reflejarán en los resultados de la adquisición. Hay otro
factor más que interviene en el logro lingüístico: la afectividad. Postular el amor como
origen del lenguaje no es puro romanticismo, ni supone ingenuamente que sólo
expresamos amor (¡qué tan lejos de la realidad!), sino que se trata de un principio que
orienta el deseo de vincularse con él otros
4. El componente fonológico
INICIAMOS CON LA FONÉTICA
¿Cómo podemos saber cuáles son los fonemas que están formando parte del sistema de la
lengua de una persona?
Suponemos que los elementos y las reglas del sistema de la lengua tienen alguna base
neurofisiológica.' Sin embargo, sabemos que no ha sido posible encontrar la relación
exacta entre los valores lingüísticos y las bases ne ti ro fisiológicas. El camino para
conocer los elementos fonológicos de un sistema particular no puede recorrerse a partir
de la observación del cerebro, para de allí deducir cuáles son los fonemas de ese sistema.
Aun si contásemos con las técnicas y los instrumentales más finos para registrar los
procesos neurológicos, se requeriría un análisis lingüístico para poder determinar qué
diferencias entre los procesos químicos y eléctricos corresponden a valores pertinentes en
el sistema de una lengua.
Puesto que sabemos que de los fonemas registrados depende la manera como se utilizan
las unidades de sonido del habla, y como a los sonidos del habla tenemos acceso directo,
escuchándolos y distinguiendo uno de otro, entonces es posible, al analizar la manera
como una persona utiliza los sonidos del habla, llegar a conocer qué fonemas tiene
registrados esa persona.'
‘Sobre la relación entre el sistema de la lengua y el sistema neurofisiológico, véase el apartado «El
lenguaje y sus correlatos neurofisiológicos', del Apéndice A.
‘Acerca de distintas maneras de concebir la realidad del fonema, véase el apartado 'El fonema', del
Apéndice B. En el apartado «Especialidades que enfocan un nivel', del Apéndice A, se encuentra una
bibliografía básica sobre fonética y fonología.
A cada unidad de sonido del habla se le llama fono. La producción de cada fono, con la
voz, está basada en el registro de un fonema en el sistema lingüístico. Podemos investigar
los distintos fonos que se utilizan en una lengua, tornando nota de cada uno de ellos, al
escucharlos (transcribiéndolos), y describiéndolos, según sus características. A este tipo
de estudio de los fonos se le llama fonética.
Una vez descritos los distintos fonos que se utilizan en una lengua (diferenciándolos
hasta donde nuestra percepción y nuestros criterios lingüísticos nos indican), podemos
hacer una serie de análisis con ellos para conocer cuáles son los fonemas que tienen
registrados las personas que producen dichos fonos al hablar. A la disciplina que lleva a
cabo una serie de análisis destinados a conocer el sistema de fonemas de una lengua se le
llama fonología.
Así pues, la fonética es una disciplina destinada a describir los fonos que se producen al
hablar una lengua; y la fonología es una disciplina destinada a describir el componente
fonológico. La fonética tiene como objeto de estudio un aspecto del habla, mientras que el
objeto de estudio de la fonología es un componente del sistema de la lengua. Los estudios
fonológicos requieren como base los estudios fonéticos.
Para describir los fonos que se utilizan en una lengua podemos observar la manera como
utilizamos nuestros órganos anatómicos al producirlos. En este caso trabajamos
mediante la fonética articulatoria. También, podemos describir los fonos fijando nuestro
punto de vista en sus características físicas; es decir, ese tipo de características de los
sonidos que se estudian en física; en este caso trabajamos mediante la fonética acústica.
Las moléculas del aire se desplazan debido a la vibración de un objeto, produciendo
movimientos en forma de ondas. Este fenómeno físico es percibido por nuestro oído e
interpretado por nuestro cerebro como sonido (o como ruido si no encontramos
periodicidad en los movimientos ondulatorios).
Los movimientos de cada molécula de aire alcanzan una distancia máxima (desde su
posición original hasta un punto en el que tiende a regresar a su posición original).
Esta distancia máxima, o "amplitud de la vibración", es el factor principal que va a
determinar la intensidad del sonido. Al número de veces en que una molécula recorre, en
un segundo, el camino desde el punto de origen hasta el punto más alejado de él, se le
llama frecuencia. De ésta depende el tono del sonido. Puesto que las características
físicas de los sonidos, como su intensidad y su tono, dependen de fenómenos de
movimiento de las moléculas del aire, es posible, mediante aparatos registradores, captar
las vibraciones del aire (generalmente por medio de algún tipo de membrana elástica) y, a
través de conexiones mecánicas, traducir cada tipo de vibración en una gráfica sobre
papel. Con aparatos registradores de sonido –y también con productores artificiales de
fonos (habla sintética) – se llevan a cabo trabajos experimentales dentro del campo de la
fonética acústica.
Los órganos anatómicos que ocasionan las vibraciones de las moléculas de aire,
produciendo los fonos del habla, constituyen el aparato fonoarticulador. Al ubicarnos en
la perspectiva de cómo se utiliza el aparato fonoarticulador, entramos a la fonética
articulatoria.
Imaginemos un globo de hule, de los que se inflan con aire. En la boca del globo está
conectado un tubo. A cierta distancia del inicio del tubo, en su interior, está colocada una
membrana elástica en forma de liga (fig. 4.1).
Si el globo está lleno de aire y lo apretamos con las manos, el aire sale por el tubo. Si la
membrana en forma de liga está suelta, sin ninguna tensión, el aire pasa por en medio de
ella sin ningún obstáculo que haga vibrar sus moléculas. Pero si la membrana está tensa,
estirada de tal manera que sus lados se acerquen, como cuando estiramos una liga, al
pasar el aire, éste encuentra un obstáculo; al golpear las orillas de la membrana, ésta
comienza a vibrar y las moléculas del aire, al chocar, también empiezan a vibrar antes de
pasar al otro lado de la membrana, produciendo un sonido característico.
Si el tubo, poco antes de su extremo final, contieneptra membrana, en forma de lengüeta,
uno de cuyos extremos está unido a una porción del interior del tubo, de tal manera que
el otro extremo quede suelto, la cavidad interior del tubo puede irse modificando con el
movimiento de la membrana. Al salir el aire, éste encontrará un obstáculo en la
membrana y se desviará en su camino golpeando en algún punto el interior del tubo.
Según la posición que tome la lengüeta será el punto del tubo hacia donde el aire será
desviado. Al golpear las moléculas de aire la membrana y el punto del interior del tubo
hacia donde se dirijan, entrarán en vibración y producirán distintos tipos de sonido
dependiendo del punto hacia donde la membrana las haga golpear.
Si la membrana se mueve obstruyendo totalmente la salida del aire, éste se comprime a
presión. Si la membrana regresa con un movimiento rápido a su posición original, el aire
sale de golpe produciendo un sonido característico (fig. 4.2).
Si la membrana, al acercar su extremo suelto a una porción de la pared interior del tubo,
tensa dicho extremo, el aire, al salir, golpea el extremo tenso y lo hace vibrar; esta
vibración de la membrana, a su vez, hará vibrar las moléculas de aire produciendo un
sonido característico Supongamos que el tubo se dobla perpendicularmente en un punto
anterior a la segunda memo rana; y que, en el mismo punto del doblez, surge otra salida
(¡el tubo, hacia arriba, que también se dobla. Imaginemos que hay una puertita móvil que
puede impedir o permitir el paso del aire a la salida superior (fig. 4.3).
El sonido producido por la acción de las dos membranas (la de forma de liga y la
lengüeta) puede salir por el acceso inferior, teniendo como cavidad de resonancia las
paredes de este extremo; o, si la puerta móvil deja pasar el aire hacia la salida superior, el
sonido producido tendrá como caja de resonancia la cavidad del extremo superior. Así, la
producción final de sonido puede tener timbres distintos dependiendo de la cavidad que
funcione como resonador.
Si una de las salidas tiene su extremo blando y elástico, este extremo puede tener una
función semejante a las membranas y así modificar también el sonido (fig. 4.4).
La producción de sonidos en el tubo bifurcado que sale del globo, con las dos
membranas, la puertita y el extremo blando, es semejante a la producción de los fonos en
el aparato fonoarticulador.
En nuestro organismo, la función del globo con aire la ejercen los pulmones; las manos
que aprietan el globo serían el diafragma. El tubo sería la tráquea, la laringe y la faringe;
la cavidad bucal sería la salida inferior del tubo, y la cavidad nasal sería la salida
superior: dos cavidades que, por tener formas distintas, ocasionarán distinta resonancia.
La membrana en forma de liga corresponde a las cuerdas vocales; el agujero de en medio
de la membrana sería la glotis; la membrana en forma de lengüeta, la lengua; la puertita
móvil, la úvula (parte final del interior de la bóveda bucal). El extremo blando y elástico
sería nuestros labios. Los movimientos de los órganos en el aparato fonoarticulador
obedecen a las instrucciones cerebrales correspondientes a los fonemas.
Al pasar el aire por la cavidad bucal, si el ápice de la lengua o la superficie superior de la lengua que está
contigua al ápice (predorso) se eleva hacia los alveolos, se produce un sonido llamado alveolar.
Con la superficie superior de la lengua en su parte media (dorso) elevada hacia el paladar
duro, al paso del aire, se produce un sonido llamado palatal (fig. 4.9).
Si la superficie superior de la lengua en su parte trasera (pos-dorso) se eleva hacia el velo
del paladar (retrayéndose hacia atrás, dejando caer el ápice hacia abajo), al paso del aire,
se produce un sonido llamado velar.
Para cada fono que deberá usted articular, indico su símbolo fonético entre corchetes ese
símbolo es el que deberá usted ubicar en el cuadro. Notará usted que unas veces el
símbolo fonético se escribe igual que la letra con la que se representa ese sonido en la
escritura del español, pero otras veces no es igual. Cuando un mismo fono se representa,
en nuestra escritura española, con distintas letras (por motivos etimológicos); o, a la
inversa, cuando dos fonos distintos pueden escribirse ortográficamente, con la misma
letra, en ambos casos vamos a encontrar que alguno de los fonos se representa en
fonética de una manera distinta de la ortografía del español. El criterio de base es el
siguiente: par"- cada fono distinto, un solo símbolo fonético distinto. Esto es así
necesariamente para poder hacer la descripción fonética (y la fonológica) de las lenguas.
Recuerde usted que en cada número, de la guía hay que concentrarse en el fono (sonido)
en cuestión no en la letra ortográfica, pues estamos tratando de describir lob fonos del
español de México y no de investigar su sistema de escritura.
Cuando usted no esté seguro del punto de un fono, articule otro cuyo punto ya conoce y
después el que quiere localizar, tratando de sentir si la lengua se mantiene en el mismo
punto o s( mueve; y al moverse sienta si es hacia adelante o hacia atrás Repita esta
operación comparando el punto del fono que está tratando de describir con los puntos de
otros fonos ya conocidos cada vez que sea necesario, hasta ubicar el punto en cuestión.
De cada fono que se indique, pronúncielo y trate de encontrar (con base en las
descripciones del apartado anterior) sus modos y punto de (articulación, siguiendo el
siguiente orden:
1. Si es oral o nasal (recuerde hacia dónde va la yema del dedo)
2. De los orales: si es sonoro o sordo (recuerde dónde colocar los dedos).
3. De los sordos: si es oclusivo o fricativo (¿puede prolongarse no?).
4. De los sonoros: si es vibrante o no (sienta las vibraciones del ápice de la lengua; los
sonidos vibrantes del español pueden tener varias vibraciones: «vibrante múltiple"; o una
sola vibración `vibrante simple").
5. Su punto de articulación: labial, dental, alveolar, palatal o velar.
Una vez que encuentre los modos y el punto de articulación del primer fono que se
indique a continuación, colóquelo en el lugar que le corresponda del cuadro 4.1. Entonces
trabaje de igual manera con el segundo, y así sucesivamente.
Después de tomar aire, articule [a] y mueva su lengua lenta mente hacia [i] (su boca se irá
cerrando un poco), sin dejar de producir sonido. Trate de reconocer la vocal que se escucha en medie
del recorrido de la lengua. ¿Ya la escuchó?; ¿no? Vamos a hacerlo ( otra vez: necesita
lograr que el recorrido de la posición para [a] a l posición para [i] no sea abrupto, sino
mediante un movimiento lento. Tome suficiente aire y repítalo hasta que distinga qué
boca produce entre el sonido [al y el sonido [i]. Posteriormente hay algo semejante, pero
recorriendo la lengua de la posición de (a a la posición de [u]. ¿Qué vocal se escucha entre
[a] e [i]? ¿Cuál entre [a] y [u]?
Al articular [el, el dorso de la lengua se eleva un poco, desde su posición de reposo, hacia
el paladar duro; la cavidad bucal s cierra menos que para [i]. Al articular [o], el pos dorso
de la lengua se eleva un poco, desde su posición de reposo, hacia el M del paladar; la
cavidad bucal se cierra menos que para (u].
El triángulo que aparece en la figura 4.13 (basado en uno ¡de¿ do por Hellwag, en 1781)
esquematiza las posiciones de la lengua la abertura de la cavidad bucal.
como la base para su pronunciación es un mismo fonema, pero se realiza como [e] en
unos contextos fonéticos distintos de aquéllos en los cuales se realiza como [E].
Para terminar la prueba de que [e] y [E] pertenecen a un mismo fonema, podríamos
pronunciar una palabra del español que contenga [E], tal como normalmente se
pronuncia, y después pronunciar la misma secuencia, pero con [e]; por ejemplo: [tErko] y
[terko]. Las pronunciaríamos ante los hispanohablantes de nuestra muestra y les
preguntaríamos qué significan. Si nos responden que significan lo mismo, y obtenemos la
misma respuesta con varios pares de ejemplos, entonces hemos terminado la prueba de
que, para los hispanohablantes, la diferencia entre [e] y [E] no cambia el significado de las
palabras, con lo cual llegamos a la conclusión de que [e] y [E] pertenecen al mismo
fonema en español: los hispanohablantes, en su sistema de lengua, no tienen (no
tenemos) registrada una oposición entre [e] y [E].
En otras lenguas, en cambio, sus hablantes pueden tener registrada una oposición entre
[e] y [E]: cada uno corresponderá a un fonema distinto, por lo que, para ellos, la diferencia
entre [el y [E] será suficiente para cambiar el significado de las palabras. Esto sucede, por
ejemplo, en el amuzgo de San Pedro Amuzgos, Oaxaca.3
El comentario anterior sobre [e] y [E] es sólo un ejemplo para aclarar que al hablar
producimos un número muy elevado de fonos distintos. Pero muchos de ellos
corresponden a un mismo fonema de nuestra lengua; es decir que son distintos sonidos
producidos con base en un mismo registro fonológico. Esto hace que la mayor parte de las
veces ni siquiera nos demos cuenta de que estamos pronunciando sonidos distintos. No
nos percatamos fácilmente de las diferencias fonéticas que no nos sirven para distinguir
significados; estas diferencias fonéticas no corresponden a distinciones registradas en el
sistema de la lengua que hemos adquirido: no son oposiciones fonológicas. Las
diferencias que sí nos resultan fáciles de distinguir, sin necesidad de entrenamiento
técnico, son las que corresponden a las oposiciones fonológicas de nuestro propio sistema
(es decir, las diferencias entre dos fonos que corresponden a fonemas distintos). Y estas
oposiciones no son las mismas para los hablantes de una lengua que para los de otra,
Lengua.
3 En el apartado 'Especialidades que enfocan un nivel", del Apéndice A, puede encontrarse una
breve bibliografía de investigaciones de los sistemas fonológicos de lenguas nativas de México.
En otras palabras: puede haber muchísimos sonidos diferentes en el habla; sin embargo,
no todas las diferencias entre ellos están marcadas como tales en el sistema de lengua
que hemos registrado mentalmente. Los hablantes de una lengua tienen registradas unas
diferencias y los de otra lengua, otras. Por esto es que una diferencia entre dos fonos
puede cambiar el significado en una lengua y en otra no.
Un fonema, entonces, puede realizarse a través de muchos sonidos distintos; pero todos
ellos tenderán a mantener ciertas características (aunque no puede decirse de manera
categórica que siempre mantengan el mismo núcleo de características invariable) que nos
permiten reconocerlos inconscientemente, al escucharlos, como fonos del mismo fonema.
Es como si el registro cerebral de cada fonema nos diera la clave para poder asociar a él
distintos fonos; y, al mismo tiempo, nos marcara los límites para reconocer cuándo un
fono ya pasó los terrenos acústicos de ese fonema y, por tanto, pertenece a otro fonema.
El cambio de un fono que pertenece a un fonema por otro que pertenece a otro fonema
nos hace reconocer que el elemento léxico también ha cambiado y que, por consiguiente,
puede estar asociado a otro significado. En esto consiste la función fundamental de los
fonemas en cualquier sistema de lengua: son unidades lingüísticas sin significado; pero
nos sirven para diferenciar un elemento léxico de otro y, por tanto, para diferenciar la
expresión de un significado de la expresión de otro significado.
Tenemos registrado cada fonema mediante sus características fundamentales, cada una
de las cuales tiene la función de oponer (distinguir) ese fonema a los demás. A cada
característica fundamental de un fonema se le llama rasgo pertinente o rasgo distintivo.
Si hiciésemos un estudio fonético del español de México, mediante el cual obtuviésemos
una descripción de los distintos fonos que producen los hablantes; y después
considerásemos de dos en dos los distintos fonos encontrados, para realizar con ellos los
análisis ejemplificados anteriormente con [e] y [El, descubriríamos cuáles fonos
pertenecen a un mismo fonema, cuáles pertenecen a otro, así como cuántos y cuáles
fonemas tienen registrados los hispano-hablantes mexicanos. De esta manera
obtendríamos los fonemas que aparecen represelitados en el cuadro 4.2 y la figura 4.14. Es
decir, al resultado de la descripción fonética se le aplican ciertos métodos y análisis del
tipo de los ejemplificados con [el y [E], con lo cual ya estamos en el campo de la fonología,
rama de la lingüística que nos permite conocer los fonemas de una lengua. En este
capítulo, hasta el momento, cuando he hablado de conocer los fonemas me he referido al
conocimiento consciente que ocurre al investigar algo, y no al conocimiento inconsciente
que, como hablantes, obtenemos de los fonemas en nuestra infancia. En el próximo
apartado analizaremos este conocimiento inconsciente.
Un cuadro fonológico puede considerarse como una manera de representar los elementos
que tenemos registrados mentalmente en el componente fonológico.
Habíamos visto que los rasgos pertinentes son las características de cada fonema que sirven
para diferenciarlo de los demás. Suponemos que esos rasgos están registrados en el cerebro por
algún medio neurofisiológico. Hay otras características que también se presentan
sistemáticamente al realizar los fonos de un fonema, además de los rasgos pertinentes, y que no
se deben a la influencia de un contexto fonético, por lo que suponemos que también se
encuentran registradas. Al pensar en la función distintiva de los rasgos pertinentes (sirven para
distinguir cada fonema de los demás), descubrimos que los otros rasgos que se presenten son
redundantes; es decir, sin ellos, por lo menos aparentemente, podrían distinguirse entre sí los
fonemas; sin embargo, vienen a ser como especie de relevos para diferenciarlos –aparentemente
son innecesarios, pero no resultan así en la realidad de las distintas situaciones comunicativas
en las que puede haber afecciones de la voz, de la trasmisión de las ondas sonoras o de su
percepción; y en los distintos contextos fonéticos que condicionan las realizaciones de los
fonemas.
En un cuadro fonológico, un investigador pretende mostrar cómo se diferencia cada fonema de
los demás mediante los rasgos pertinentes, sin representar los rasgos que resultarían
redundantes. De dos características de un fonema, entre las cuales hay redundancia (es decir
que al funcionar una de ellas, la otra no haría falta para distinguir el fonema de los demás), no
siempre es muy claro saber cuál de ellas considerar rasgo pertinente y cuál redundante. Ésta es
una de las razones por las que pueden presentarse distintos cuadros fonológicos para una misma
lengua. Algunos de los criterios que, considerados de manera combinada, sirven de base para
decidir qué rasgos tomar como pertinentes son: la simetría del cuadro, que estaría reflejando la
productividad funcional de las oposiciones en la organización del sistema, y la economía, es
decir, el menor número posible de rasgos que sea suficiente para distinguir cada fonema, que
reflejaría la productividad funcional de los rasgos.
En español, los fonemas /b/, /d/ y /g/ se realizan como fonos oclusivos en unos contextos
fonéticos y como fricativos en otros contextos (en la mayor parte de las comunidades
hispanohablantes). Esto, y el hecho de que no son necesarios los rasgos oclusivo y fricativo
para distinguir cada uno de los fonemas ya mencionados, constituyen la razón para (¡ue no
aparezcan esos rasgos para ellos. El fonema /y/ se realiza africado en unos contextos y
fricativo en otros.
En español, todas las consonantes nasales se realizan sonoras, por lo que este rasgo no sirve
para oponer cada nasal de las demás; y no resulta necesario para oponer a ninguna de ellas de
las no nasales, pues el rasgo nasal lo hace.
El fonema /1/ se realiza lateral: el aire pasa a los lados de la lengua (para algunas personas, de
preferencia por el lado izquierdo; para otras, por el derecho).
Por economía no se distingue entre labiodental (para /f/) y bilabial (por ejemplo, para /p/);
además algunas personas pronuncian /f/ bilabial. Esto hace suponer que la oposición bilabial-
labiodental no es necesaria en español.
Debido a que el fonema /1/ se utiliza en relativamente pocas palabras que han pasado al español
de México, procedentes del maya, del náhuatl, del inglés y del francés, algunos autores no lo
incluyen en su cuadro fonológico.
Todas las vocales del español de México son sonoras; sólo en algunas regiones se ensordecen al
pronunciarlas en determinados contextos fonéticos.
Al pronunciar cualquier vocal, la cavidad bucal se abre más que al pronunciar cualquier
consonante. Es decir que, aunque la lengua se eleve hacia el paladar duro o hacia el velo del
paladar, entre dichas zonas de la bóveda y la lengua queda una distancia más grande que la que
queda al pronunciar una consonante cualquiera.
Tal vez usted cuestione por qué el cuadro fonológico de las consonantes del español de México
(que supone un análisis fonológico) coincide con el cuadro que usted elaboró atendiendo
únicamente a una descripción fonética. La respuesta se halla en el hecho de que los rasgos que
le pedí que identificara para cada fono, en la guía práctica, corresponden a los rasgos
pertinentes de los fonemas hispano mexicanos. Es decir, ese análisis "empírico" estaba
conducido para que usted obtuviera el cuadro al que llegó (los criterios de la guía están basados
en análisis fonológicos previos: ¡un caso que muestra claramente que los resultados de los
análisis llamados empíricos dependen de alguna concepción previa, consciente unas veces,
otras nol). Los argumentos que sustentan la concepción de ese cuadro los expresé en los
párrafos precedentes.
Algo semejante nos ocurría entre los fonos consonánticos orales y entre los fonos
vocálicos, pues las únicas oposiciones qu habíamos registrado hasta entonces eran:
vocal-consonante y no sal-oral. Por tanto, en esta etapa contábamos con tres foiiem¿
registrados: un fonema vocálico (que, en potencia, por lo menos podíamos realizar
mediante cualquier fono vocálico, aunque en' práctica hubiésemos tenido preferencia por
pronunciar alguno,, un fonema consonántico nasal (cuya realización también podía s( de
cualquier punto de articulación) y un fonema consonántico oral (las distintas variaciones
en modo y en punto de articulación(' correspondían al mismo fonema). Así, habremos
podido prono-, ciar pa y ta indistintamente, es decir que no podíamos asociar para un
significado distinto al que asociábamos para ta. Y al escuchar 1, voces de las otras
personas, la diferencia entre sus fonos [p], [t]
Las demás consonantes orales tampoco nos podrían servir para distinguir significados;
papa y tata podían significar lo mismo para nosotros.
De esta manera, conforme los niños descubren las oposición que sirven para distinguir
significados, van registrando sus foil más, al mismo tiempo que elementos léxicos que se
distingan p las oposiciones fonológicas registradas, y, con cada elemento léxico, su
significado.
Cada vez que los niños registran una nueva oposición, lo q; antes era un solo fonema se
convierte en dos. Por ejemplo, retoí-r mos el momento que estábamos describiendo de
nuestra adquisición, con tres fonemas; en la siguiente etapa, registramos, para 1
consonantes, la oposición interno-externo, con lo cual nuestro anterior fonema
consonántico oral se convierte en dos: un foner
consonántico oral externo, que podíamos realizar como un fo[p] o [b], y un fonema
consonántico oral interno, que podían realizar como [t], [k], [g] u otros fonos. Asimismo
nuestro anteri fonema consonántico nasal también se convierte en dos al registrar esa
oposición: una fonema consonántico nasal externo, c realización [m], y un fonema
consonántico nasal interno, cuya nasalización podía ser [n] o [ñ].
Así como el niño va registrando gradualmente los fonemas, Descubrir,
inconscientemente, las oposiciones significativas en habla de los demás, va registrando
también sus reglas fonológicas para poder construir sus sílabas al haNar. No en todas las
lenguas se pueden hacer las mismas combinaciones entre consonantes y vocales para
formar una sílaba. El niño descubre, gradualmente también, cuáles son posibles en su
lengua. Al principio no utilizará, para sus elementos léxicos, combinaciones de cuatro
consonantes con una vocal en medio, como en traes, pero sí podrá utilizar combinaciones
de dos consonantes con una vocal en medio, como en pam. La etapa de adquisición de
reglas fonológicas influye en la pronunciación de sus fonos a tal grado, que, con mucha
frecuencia, podemos observar que los niños no pronuncian algún fono que corresponde a
un fonema ya adquirido, pues se trata de una sílaba compleja cuya regla de formación no
han adquirido; y para adecuar esta sílaba a sus reglas adquiridas, reducen el número de
fonemas de la sílaba, o los cambian por otros.
De la manera como hemos concebido que se adquieren los fonemas, concluimos que en el
momento en que se registran los primeros elementos fonológicos (los primeros fonemas),
necesariamente se están registrando, al mismo tiempo, los primeros elementos del
componente sintáctico (los primeros elementos léxicos del niño) y los primeros elementos
del componente semántico (los primeros significados basados en las primeras
conceptualizaciones del niño, asociados a sus respectivo elementos léxicos). Por consi-
guiente, las primeras expresiones con valor lingüístico aparecen cuando se han registrado
los primeros elementos en cada uno de los tres componentes de la lengua (aunque las
primeras expresiones con valor comunicativo, analizables en sus distintas funciones,
aparecen en etapas anteriores, como se menciona en el capítulo 6 sobre el componente
semántico).
4
5. El componente sintáctico'
DEL ANÁLISIS A LOS REGISTROS MENTALES
Este capítulo no está planeado para practicar el análisis sintáctico del español, sino para
reflexionar, a partir de algunos ejemplos del español, sobre la realidad que permite
concebir la existencia de estructuras y categorías sintácticas en cualquier lengua del
mundo.
Si analizamos los discursos que producimos al hablar o al escribir, en situaciones
formales (por ejemplo, al dar una conferencia) o informales (por ejemplo, al conversar con
un amigo), en cualquier lengua, encontraremos que las palabras no aparecen
indistintamente en cualquier parte de las cadenas del discurso, sino que hay un lugar
especial para cada palabra según la clase a la que pertenece. Esto permite que
descubramos, mediante nuestro análisis, que al interior del cualquier plática (formal o
informal) las palabras aparecen formando estructuras lineales; estructuras constituidas
por la sucesión de palabras de distinta clase.
frecuencia, podemos observar que los niños no pronuncian algún fono que corresponde a
un fonema ya adquirido, pues se trata de una sílaba compleja cuya regla de formación no
han adquirido; y para adecuar esta sílaba a sus reglas adquiridas, reducen el número de
fonemas de la sílaba, o los cambian por otros.
De la manera como hemos concebido que se adquieren los fonemas, concluimos que en el
momento en que se registran los primeros elementos fonológicos (los primeros fonemas),
necesariamente se están registrando, al mismo tiempo, los primeros elementos del
componente sintáctico (los primeros elementos léxicos del niño) y los primeros elementos
del componente semántico (los primeros significados basados en las primeras
conceptualizaciones del niño, asociados a sus respectivo elementos léxicos). Por
consiguiente, las primeras expresiones con valor lingüístico aparecen cuando se han
registrado los primeros elementos en cada uno de los tres componentes de la lengua
(aunque las primeras expresiones con valor comunicativo, analizables en sus distintas
funciones, aparecen en etapas anteriores, como se menciona en el capítulo 6 sobre el
componente semántico).
4
5. El componente sintáctico'
DEL ANÁLISIS A LOS REGISTROS MENTALES
Este capítulo no está planeado para practicar el análisis sintáctico del español, sino para
reflexionar, a partir de algunos ejemplos del español, sobre la realidad que permite
concebir la existencia de estructuras y categorías sintácticas en cualquier lengua del
mundo.
Si analizamos los discursos que producimos al hablar o al escribir, en situaciones
formales (por