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De los SONIDOS a los SENTIDOS

Introducción al lenguaje
Josefina García Fajardo
Editorial Trillas
Motivos
Este trabajo tiene una larga historia.* Al inicio de la década de los ochenta, acababa de
regresar de la Universidad de Massachusetts y me invitaron a dar un curso introductorio
a la lingüística durante el verano. Mi primera respuesta fue que yo no creía en los cursos
intensivos. Me ahorro los detalles de la forma de convencimiento que me hizo aceptar, un
poco a regañadientes. Ya ahí, en la ciudad de Campeche, con un grupo de maestros que
estaban fundando (¡estábamos fundando!) una escuela de educación especial, recibí una
de las mejores lecciones de mi vida.
Las condiciones estaban lejos de ser las óptimas para la concentración y el trabajo
placentero. Los alumnos, maestros de niños pero también míos, me fueron enseñando, en
cada uno de los diez veranos que participé con ellos, a compartir el trabajo de ir abriendo
caminos. Allí chapeamos juntos, formamos equipo, con la dirección de Laura González
Guerrero, una maestra en la vida de compromiso con la educación, guiada por una bella
conjunción de sensibilidad e inteligencia.
En Campeche fue naciendo la idea de hacer este libro. Comenzó por ser unas hojitas de
"textos de apoyo" que se fotocopiaban. Eran esquemitas raquíticos que fueron
engordando. Al embarnecer lo puse a consideración de amigos dedicados al magisterio y
de otros dedicados a la lingüística. Su entusiasmo agilizó mi pluma. Leonardo Manrique
le dedicó generosamente tiempo y deliciosas reflexiones. Como el pan de levadura, lo hacía
reposar; de vez en cuando lo sacaba, lo rehacía y lo ponía otra vez a reposar. Así pasó de
la época del papel sobre la madera del escritorio a la de pantallas llenas de lucecitas de
colores. Pasó de mis tiempos en el Instituto Nacional de Antropología e Historia al de los
actuales, en El Colegio de México.
Desde sus inicios, cuando este trabajo era un proyecto pensado para los maestros, claro
que se me presentaron inmediatamente, en el recuerdo, los míos de primaria, en especial
las maestras Graciela García Cruz y Aurora Servín. No sé dónde están; pero de alguna
manera están también en este texto. Y así, recordando a los primeros, viene a mi mente
que Zoila Balmes y Antonio Millón, cuando comenzaba a fascinarme con los principios
que estructuran las palabras, me mostraron que en el lenguaje también hay un
encantador misterio.
Ya casi listo el texto, un domingo por la noche ocurrió un accidente cibernético que
parecía conducir a perderlo todo, a borrarlo. Pero llegaron Margarita Báez y Juan
Francisco Meza al rescate amoroso. Y aquí está… para usted, amable lector, amable
lectora.
* Elaboré la primera versión de este trabajo siendo investigadora del Departamento de Lingüística
del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Realicé la presente versión, como investigadora del
Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. En ambas instituciones recibió
el apoyo de mis directores; en total cuatro, en orden de aparición: Leonardo Manrique Castañeda,
Susana Cuevas Suárez, Beatriz Garza Cuarón y Rebeca Barriga Villanueva.
Índice de contenido
Motivos 5
Cap. 1. La estructura del sistema que todo hablante conoce 9
Un juego. Reflexiones básicas, 9. Observando el habla podemos conocer el sistema de la
lengua, 12. Los elementos y las reglas del sistema, 15. Estructu-ración del sistema, 22.
Cap. 2. Características del sistema de la lengua que se basan en su estructuración y
en las relaciones entre sus registros 27
La doble articulación y la economía del sistema, 27. El signo lingüístico. Sus
características, 35. Oposición, valor, paradigma y sintagma, 41.
Cap. 3. La facultad natural de adquirir una lengua 43
Algunas peculiaridades del funcionamiento de la lengua, 43. La base que permite la
adquisición de la lengua, 48. La adquisición de la lengua en el uso cotidiano, 51.
Cap. 4. El componente fonológico 55
Iniciamos con la fonética, 55. Puntos y modos de articulación de las consonantes, 60. Guía
para un trabajo práctico, 65. Las vocales del español, 69. Para llegar a la fonología, 71. La
adquisición de los fonemas, 77.
Cap. 5. El componente sintáctico 8 1 Del análisis a los registros mentales, 81. Marcas
perceptibles, 91. La adquisición del componente sintáctico, 95.
Cap. 6. El componente semántico 1 0 1 ... y utilizamos esos mecanismos para construir
significados, 101. ¿Qué contiene el componente semántico?, 107. La adquisición del
componente semántico, 113.
Apéndice A. Distintos enfoques en el quehacer lingüístico117 Estructura del sistema
y acción social, 117. Especialidades que enfocan un nivel, 130. Disciplinas que enfocan la
relación entre el lenguaje y otro tipo de realidad, 136. Apéndice B

1 La estructura del sistema que todo hablante


conoce
UN JUEGO. REFLEXIONES BÁSICAS
Imagínese usted, amable lector, amable lectora, la siguiente situación: dos personas están
jugando un juego que usted no conoce y quisiera participar en él. Le hacen saber que
esperan que usted juegue con ellas, que comience observando. A partir de los datos que
obtenga de la observación, llegará a saber cómo actuar en el juego. Las dos personas que
juegan no se lo explicarán: usted tiene que descubrir cómo hacerlo.
Suponga que comienza a observar y se da cuenta de que una de las dos personas dice una
palabra y que la otra le contesta con otra palabra; de esta manera van alternando su
participación. Por ejemplo:

PERSONA 1: -rosa PERSONA 2: -Elena PERSONA 1: -alcatraz PERSONA 2: -Daniel PERSONA 1: -jirafa
PERSONA 2: -alcoba PERSONA 1: -elefante PERSONA 2: -acento PERSONA 1: -amapola PERSONA 2: -Inés
PERSONA 1: -jabalí PERSONA 2: -espejos

Usted se da cuenta de que cada


10 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA UN JUEGO. REFLEXIONES BÁSICAS 11
vez que la persona 1 dice el nombre de una flor, la persona 2 responde con un nombre de
persona; y que cuando la persona 1 dice el nombre de un animal, la persona 2 responde
con un nombre de cosa inanimada. Entonces usted decide participar en el juego:

PERSONA 1: —crisantemo USTED: —Luisa

¡En ese momento le dicen que se equivocó! Usted respondió con un nombre de persona cuando el jugador 1
dijo el nombre de una flor. Sin embargo, hubo un error. Por consiguiente, la hipótesis a la que había usted
llegado no era adecuada. Vuelve usted a observar
PERSONA 1: —encendedor PERSONA 2: —Raúl
PERSONA 1: —Trini
PERSONA 2: —avispas

Ahora se percata de que la persona 2 siempre responde con un nombre del mismo género que el nombre
que dice la persona 1 (masculino o femenino), mientras que usted no hizo lo mismo cuando se equivocó.
Llega usted a la hipótesis de que la clave es el género de los nombres y vuelve a participar:

PERSONA 1: —ropero USTED: —abrigo


¡Parece que va bien! Continúa:
PERSONA 2: —ángel
PERSONA 1: —lámpara USTED: —mariposa

¡Nuevamente le dicen que se equivocó! Las dos personas siguen el juego y usted continúa
investigando para encontrar alguna relación entre las pálabras que dicen los jugadores:
PERSONA 1: —Eduardo
PERSONA 2: —Ángeles

PERSONA

PERSONA

PERSONA

PERSONA

PERSONA

PERSONA

PERSONA

PERSONA

1: —espalda
2: —anteojos
1: —Luis
2: —ceniza
1: —andén
2: —ferrocarril
1: —sapo
2: —ajo

Llega usted a una nueva hipótesis y la pone a prueba:


PERSONA 1: —equilibrista
USTED: —antifaz PERSONA 2: —Cristina PERSONA 1:

—árbol

USTED: —cenicero PERSONA 2: —empleado PERSONA 1: —arroz


USTED: -Sol
PERSONA 2: —canica PERSONA 1: —alcohol
USTED: —perro PERSONA 2: —objeto

¡Su hipótesis funcional ¿Qué tuvo usted que hacer según lo narrado, para poder
participar en el juego? De acuerdo con que tuvo que pasar por un proceso de
conocimiento para saber cómo se. jugaba. Pero, concretamente, ¿qué cosas del juego tuvo
que conocer? Imagínese a usted en el inicio de su observación. En primer lugar, se dio
cuenta de que los nombres que decían las personas eran los elementos pertinentes del
juego; es decir, no resultaba importante tomar en cuenta los gestos, el tono de la voz, las
posiciones de los brazos, para poder participar en este juego. Además, se percató de que
había alguna regla para relacionar el nombre que decía uno de los jugadores con el
nombre que decía el otro.
Por consiguiente, para saber cómo jugar, usted tuvo que conocer cuáles eran los
elementos del juego y sus reglas.
Ahora bien, usted podrá darse cuenta de que para llegar a conocer los elementos y las
reglas del juego, tuvo que tener acceso a los datos necesarios, mediante la observación a
los participantes —escuchándolos—. Analizó los datos y construyó una hipótesis sobre
los elementos y las reglas del juego; los participantes le manifestaron que su hipótesis no
era adecuada.

12 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMAEL SISTEMA DE LA LENGUA 13


1

Siguió obteniendo datos y modificó su primera hipótesis para llegar a construir la


segunda. Al poner a prueba su nueva hipótesis, supo que tampoco era adecuada. Su
posterior observación le confirmó la inadecuación y llegó asía construir una tercera
hipótesis sobre el sistema del juego. En resumen, usted necesitó conocer el sistema del
juego para poder participar. Esto implicó descubrir los elementos y la regla del juego. A
este descubrimiento llegó usted analizando los datos que le aportaron las dos personas al
jugar y construyendo sus propias hipótesis. Cada vez que usted construyó una hipótesis,
la puso a prueba participando y volviendo a observar los datos. Mediante su participación
y la obtención de nuevos datos, usted fue modificando sus hipótesis hasta llegar a
construir un sistema equivalente al que conocían los dos jugadores.
Una realidad de la que es muy importante tomar conciencia es el hecho de que cualquier
persona que observe un juego como el de la situación imaginaria mencionada y que
realmente intente descubrir lo necesario para jugar, estará realizando unos procesos
intelectuales que culminarán en la construcción de hipótesis –no necesariamente
adecuadas desde el primer momento.

OBSERVANDO EL HABLA PODEMOS CONOCER EL SISTEMA DE LA


LENGUA
Ahora bien, si en lugar de observar un juego observamos el habla de un grupo de
personas, nos damos cuenta de que el habla está constituida por sonidos; es decir, por
fenómenos físicos de la misma naturaleza que el que se produce cuando golpeamos con
los nudillos la madera de nuestro escritorio. Nos percatamos, además, de que esos
sonidos hacen posible cierta comunicación entre las personas; éstas obtienen significados
a partir del habla. Pero los significados son de una naturaleza muy distinta de los
sonidos. Se producen sonidos y obtenemos significados...
¿Cómo sucede lo anterior? ¿Será que los significados "viajan" de una persona a otra junto
con las cadenas de sonidos que constituyen el habla? Si grabamos el habla de una
persona en una cinta magnetofónica, al reproducir ésta, podemos interpretar significados;
sin embargo, sabemos que la grabadora sólo registra las ondas sonoras; es decir, los
fenómenos físicos llamados sonidos. Por tanto, puesto que nos consta que al escuchar el
habla grabada obtenemos significados, tenemos que reconocer que los significados no
«vienen* con las cadenas de habla (la grabadora sólo puede reproducir lo que ha
registrado: sonidos).
Supongamos que grabamos el habla que escuchamos durante un día y la analizamos.
Imaginemos que no sabemos nada de los análisis gramaticales que enseñan en las
escuelas. Nos enfrentamos así a las cadenas de sonidos, como a cualquier otro objeto de
observación y análisis, con la peculiaridad de que en este caso se trata de cadenas de
habla de nuestra misma lengua. Lo que vamos a encontrar es que las secuencias de
sonidos no están producidas al azar, sino que podríamos hacer agrupaciones de palabras
con base en los lugares en los que aparecen dentro de las cadenas. Si esto es posible,
quiere decir que las cadenas de habla tienen estructuras determinadas, son sistemáticas.
Encontramos que, aunque el habla de una persona no es predecible (porque no sabemos
de antemano qué va a decir exactamente ante determinada situación), las cadenas de
sonidos que se producen al hablar resultan sistemáticas.

Esa sistematización de los lugares que ocupan las palabras se mantiene en la infinita
variedad de cadenas que producen los distintos hablantes de una misma comunidad
lingüística.
De lo anterior podemos deducir que al hablar emitimos una secuencia de sonidos
sistematizados de tal manera, que permiten cierta comunicación. Enfoquemos bien este
fenómeno del habla: se trata de sonidos sistematizados y permite alguna comunicación
(esto no es una definición; su valor está sólo dentro de este punto de la reflexión que
estamos realizando usted y yo).
Si en las cadenas de distintos hablantes hay una misma sistematización, quiere decir que
éstas se producen a partir de un sistema. Y si al escuchar esos sonidos sistematizados,
los hablantes de la misma comunidad interpretamos significados que permiten alguna
comunicación entre nosotros, y estos significados no vienen con los sonidos (recordemos
el caso de la grabación), quiere decir que compartimos el sistema. Este sistema nos da las
cla-ves para producir las cadenas de habla y la base para interpretarlas. Pero, ¿en dónde
se encuentra ese sistema? Al hablar o al interpretar, en situaciones normales, no tenemos
que acudir a algo externo a nosotros para obtener las claves que nos indiquen cómo
hacerlo. Ni siquiera somos conscientes de que recurrimos a un sistema cada vez que
hablamos o interpretamos. Por consiguiente, reconocemos que se trata de un sistema que
está en nosotros y que no es consciente: un conocimiento no' consciente. Este sistema
tiene, entonces, una base en el cerebro de los hablantes, como todo conocimiento.'
' Sobre la concepción de una base neurofisiológica del conocimiento, véase el apartado *El lenguaje
y sus correlatos neurofisiológicos', del Apéndice A.
14 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
¿Cómo investigar la realidad del sistema de la lengua? Nuestras percepciones sensoriales
no tienen acceso directo a él, por ser un conocimiento (no lo olemos, no lo vemos ni
tocamos... ). Sin embargo, podemos observar las producciones que se basan en él, para
descubrir cómo es. Esto es lo que hacemos en lingüística:' a partir de la observación y el
análisis de las realidades del habla, construimos hipótesis que intenten describir el
sistema de la lengua, al que no podemos observar directamente. Construimos estas
hipótesis con la idea de que el sistema de la lengua debe ser de tal manera que, con base
en él se producen las realidades del habla que estamos observando. Así, partimos de los
datos empíricos, los analizamos, construimos nuestras hipótesis y, posteriormente,
regresamos a los datos empíricos para ver si esas hipótesis son adecuadas para explicar
la producción de fenómenos del habla que observamos. Si resultan adecuadas,
consideramos que estas hipótesis describen algún aspecto del sistema de la lengua.
Podemos dejar de construir hipótesis y describir las cadenas de habla, pero entonces no
intentamos explicar cómo se realizan; en este caso, nuestro objeto de estudio no sería el
sistema de la lengua, sino las producciones basadas en él.
Espero que esté de acuerdo en que usted y yo podemos, en este punto, concluir lo
siguiente. Un sistema de lengua es un conocimiento no consciente que comparten los
hablantes de una comunidad lingüística. Este conocimiento le permite a cada persona
estructurar sus cadenas de habla e interpretar el significado de éstas. Es posible saber
cómo es el sistema mediante la construcción de hipótesis basadas en las evidencias que
ofrece el habla.
Puesto que se trata de un conocimiento del que no tenemos conciencia, sabemos que no
es un conocimiento escolar. Además, si fuese escolar, ninguna persona no escolarizada
podría hablar, y esto no sucede: en condiciones normales, toda persona llega a hablar
independientemente de que sea escolarizada o no. Es cierto que resulta común que la
adquisición de una segunda (o tercera, o cuarta...) lengua se realice escolarmente, ya se
trate de una lengua extranjera o del mismo país. En el caso de México, por ejemplo, lo
más usual es que los hablantes cuya primera lengua es nativa de nuestro territorio
adquieran el español, como segunda lengua, en la escuela; pero tanto ellos como
cualquier persona de cualquier lugar del mundo, en condiciones normales, adquieren su
primera lengua o "lengua materna" sin ningún tipo de entrenamiento escolar.
'En el Apéndice A se describen distintos enfoques en el quehacer lingüístico.

ELEMENTOS Y REGLAS DEL SISTEMA 15


Si nos encontramos con un adulto normal que no pueda estructurar de manera adecuada
el español, podemos suponer, acertadamente, que el español no es su lengua materna y
que hablará su lengua con toda la estructuración adecuada.

LOS ELEMENTOS Y LAS REGLAS DEL SISTEMA


Así como el observador de un juego puede llegar a descubrir los elementos y las reglas de
éste al analizar la manera en que es jugado y hacer hipótesis sobre el sistema en el que
está basado, podemos emular, en este momento, la investigación lingüística, tratando de
llegar a hipótesis adecuadas sobre la lengua. Intentemos, pues, usted y yo, saber cómo es
el sistema de la lengua, reflexionando sobre las evidencias que tenemos en las realidades
del habla.
Comencemos teniendo presente que es importante no perder de vista lo que aparenta ser
evidente, trivial y sencillo en la realidad que investigamos. La mayor parte de las veces, en
la historia de las investigaciones, el reconocimiento serio de algún dato que parecía
secundario, por resultar demasiado evidente, ha tenido la función de iluminar la
comprensión del objeto estudiado. Con el fin de llegar a una explicación adecuada, no
tengamos, pues, miedo de describir de manera explícita las realidades que nos parezcan
más simples. A veces la base para solucionar un problema es algo muy concreto que
tenemos frente a nosotros, como pueden ser los sonidos con los que empiezan y con los
que terminan las palabras del juego imaginario con el que comenzamos; pero en
ocasiones buscamos algo más complejo, más sofisticado o más abstracto que lo que
tenemos frente a nosotros.
En primer lugar, podemos darnos cuenta de que cualquier hablante reconoce los sonidos
de su lengua y los distingue de otros sonidos –de un estornudo, por ejemplo–; y, lo más
importante en este aspecto, entre los diferentes sonidos que pronuncia y que escucha de
los hablantes de su comunidad lingüística, reconoce cuándo la diferencia de una unidad
de sonido repercute en un cambio en la interpretación del significado. Por ejemplo, entre
las dos secuencias de sonidos que se producen al pronunciar las palabras caña y cana,
sólo hay una unidad de sonido que cambia; y este cambio es suficiente para que
interpretemos una secueUcia con un significado distinto del de la otra. Esto nos conduce
a afirmar que una clase de elementos que conoce todo hablante, y que forma parte del
sistema de su lengua, son los registros que le permiten distinguir las unidades de
sonido de su lengua.

Recordemos que al hablar de los "saberes" que conforman el conocimiento de la lengua,


nos estamos refiriendo a un conocimiento no consciente.
Es probable que usted, por su exigencia de rigor lógico, piense que no es necesario
suponer que tenemos unos registros que permiten distinguir el sonido / ñ / del sonido /
n /, puesto que los dos son "objetivamente diferentes" y, por tanto, sólo hace falta poseer
una percepción auditiva normal para distinguirlos. Ante lo cual, podría yo solicitar su
paciencia, aduciendo que en el capítulo 4 sobre el componente fonológico va a darse
cuenta usted de que sí es necesario pensar en la existencia de registros de unidades de
sonido. Sin embargo, a reserva de poder profundizar un poco más sobre el asunto en el
capítulo mencionado, motivada por la reflexión de usted, le haría pensar en esas
unidades de sonido que son totalmente ajenas a nuestra lengua española y que
pertenecen a otras lenguas –como el sonido producido por un chasquido en la boca, que
aparece en algunas lenguas–. Un sonido así, no sólo lo percibimos como distinto de / n
/, sino que además sabemos que no pertenece a nuestra lengua, mientras que el sonido /
n / sí pertenece. Frente a esta realidad es posible pensar que cada hablante reconoce los
sonidos de su lengua y los diferencia de los que no pertenecen, debido a que tiene
registrados los primeros. Pero el punto más convincente, y al que entraremos con más
detalle en el capítulo sobre el componente fonológico, es el siguiente: una diferencia entre
dos unidades de sonido puede cambiar el significado en una lengua y en otra no; y cada
persona sabe cuáles son las diferencias entre las unidades de sonido que sí cambian el
significado en su lengua.
A los registros de las unidades de sonido que cada hablante tiene de su lengua se les
llama fonemas, los cuales no son los sonidos del habla sino que son registros internos
–mentales-3 que forman parte del conocimiento inconsciente que cada persona tiene de
su lengua. Esos registros le permiten distinguir las unidades de sonido más pequeñas
que son aislables en una secuencia de habla.
3Sobre distintas posturas para ubicar una realidad llamada *mental», véanse los apartados del
Apéndice A, titulados «El lenguaje y su dimensión psicológica' y 'El lenguaje y sus correlatos
netirofisiológicos'. Sobre distintas concepciones acerca de la ubicación del fonema, con respecto a la
realidad, véase el apartado 'El fonema', del Apéndice B.
ELEMENTOS Y REGLAS DEL SISTEMA 17
En segundo lugar, todo hablante puede reconocer y producir las combinaciones
desonidos que forman sílabas concebibles en su lengua. Es decir, aunque un hablante no
tuviese un conocimiento consciente de lo que es una sílaba, tendría el conocimiento
inconsciente que le permitiría combinar los sonidos propios de su lengua estructurando
las distintas clases de sílabas que también son propias de su lengua.
Este mismo tipo de conocimiento eslo que ocasiona que nos cause extrañeza escuchar
una sílaba en la que la combinación de las unidades de sonido no sea posible en nuestra
lengua, aunque cada una de esas unidades sí pertenezca a ella. El tipo de conocimiento al
que me estoy refiriendo no es el que permite reconocer las palabras que hemos registrado,
sino el que permite reconocer una secuencia de sonidos que podría ser una palabra de
nuestra lengua aunque no la tuviésemos registrada como tal; y permite distinguir las
secuencias de sonidos que no siguen los patrones de las palabras de nuestra lengua
(extrañas como secuencias, aunque cada unidad de sonido fuese reconocible y familiar).
Por ejemplo, al escuchar algo como prúsasigna, podemos saber que no es una palabra
española; a cualquier hablante de nuestra lengua le causaría extrañeza; esto se debe a
que la secuencia de sonidos que corresponde a prtlsa no sigue los patrones de una sílaba
del español, ni tampoco la secuencia signa. t',n cambio, al escuchar algo como tamirón,
aunque no sea una palabra de mi vocabulario, podría pensar que quizá se trate de una
palabra del español que desconozco. La interrogante que le surgiría a cualquier hablante
del español al escuchar tamirón no sería del mismo tipo que la extrañeza que le causaría
escuchar prtlsaslgna.
Estas evidencias nos conducen a afirmar que, como parte del conocimiento que todo hablante
tiene de su lengua –cualquiera que ésta sea–, existe un tipo de reglas que permiten
combinar los sonidos de la lengua para formar sílabas y reconocer las combina-ciones de
sonidos posibles en su lengua. Se trata de reglas de combinación de fonemas.
Un tercer tipo de conocimiento que forma parte del sistema de cualquier lengua es quizá
el más fácil de reconocer desde la reflexión más superficial: el conocimiento de elementos
del léxico. No se trata, como en lo considerado en párrafos anteriores, del conocimiento
que le permite a un hablante distinguir todas las posibles secuencias de sonidos que
podrían formar una palabra, sino que se trata de su propio vocabulario registrado de
hecho, que le permite reconocer los vocablos que pertenecen a él, cuando los escucha.
Esta parte del sistema de la lengua, el léxico, se mantiene abierta a todo lo largo de la
vida de cada persona. Seguramente usted habrá experimentado, igual que todo hablante
de cualquier lengua, que en el transcurso de la vida incorporamos nuevos términos a
nuestro vocabulario.
Al hablar de esta clase de elementos de la lengua, no me refiero al registro de los
significados de los elementos del vocabulario, que nos permiten interpretar cada
palabra, sino a un tipo de registro que nos permite reconocer los elementos en sí del
vocabulario. Para tener más claro este tipo de registros, sería útil pensar en algún
término que hubiésemos escuchado y que pudiésemos recordar y reconocer al volver a
escucharlo, y del cual desconociésemos su significado. Seguramente usted, como yo, ha
experimentado alguna vez lo anterior. Eso que nos ha permitido reconocer el término
cuyo significado desconocemos es de la misma naturaleza que el registro de un elemento
léxico. Por supuesto que mientras tengamos un registro así, desligado de cualquier
significado, no podremos utilizarlo lingüísticamente: no tendría valor lingüístico; un
registro de este tipo deberá relacionarse con el registro de un significado para que pueda
utilizarse con valor lingüístico.
En cuarto lugar observamos que en las cadenas de sonidos que producen todos los hablantes de una
lengua cualquiera, los elementos que podemos relacionar con un significado, es decir, los elementos
léxicos, aparecen siempre ocupando determinados lugares dentro de una estructura. ¿Qué quiere decir
esto? Si nosotros anotásemos las cadenas de habla –de una misma lengua– que escucháramos durante
todo un día –en situaciones normales de comunicación– y analizásemos las secuencias en que aparecen
los elementos léxicos, nos daríamos cuenta de que, si bien la cadena de habla que produce un hablante
en un momento determinado es impredecible (normalmente no podríamos asegurar qué es lo que va a
decir una persona en cada momento), hay entre todas las cadenas algo sistemático: los elementos
léxicos pueden clasificarse de acuerdo con los lugares en que aparecen formando estructuras. Si esto es
así, sólo puede deberse a que cada hablante tiene registrados todos los elementos léxicos de manera
clasificada y unas reglas que le permiten combinar los elementos léxicos que seleccione,
ubicándolos en un lugar determinado según su categoría. De esta manera se explica que las
cadenas de habla revelen una construcción de estructuras en las cuales cada elemento léxico ocupa un
lugar determinado (sobre las distintas maneras de marcar estos lugares hablaremos en el capítulo
5 sobre el componente sintáctico).
ELEMENTOS Y REGLAS DEL SISTEMA 19
Es decir, además de tener registrados los elementos léxicos de manera clasificada,
cualquier hablante de cualquier lengua tiene registradas unas indicaciones para
combinar los que él seleccione –al hablar– de acuerdo con la clase a la que pertenece cada
uno. Por esto es que en condiciones normales de habla, ningún hablante de español diría
algo como: tarde la vamos en vernos a; en cambio si podría decir: en la tarde vamos a
vernos. A las indicaciones que todo hablante tiene registradas y que le permiten combinar
sus elemen-tos léxicos formando estructuras, en lingüística les llamamos reglas
sintácticas.4
La clasificación de los elementos léxicos y el registro de las reglas para combinarlos
forman parte del conocimiento inconsciente de todo hablante. Esto podríamos probarlo en
cualquier lengua y descubriríamos que en cada una hay clasificaciones y reglas que
comparten todos sus hablantes (distintas de las que comparten todos los hablantes de
otra lengua), aunque no tengan la menor conciencia de ello. Así, vamos a encontrar que
aunque una persona no tenga un estudio elemental de gramática, aun si fuese
analfabeta, si bien es cierto que utilizará, como cualquier otra persona, algunas
expresiones que predominen en su grupo social, compartirá con todos los hablantes de su
misma lengua el uso de ciertas estructuras básicas; por ejemplo, si su lengua es el
español, en situaciones normales, no sería probable que dijese una secuencia del tipo: la
a cuando casa llover llegué a empezó, pero sí podría decir una secuencia del tipo: llegué a
la casa cuando empezó a llover. Si analizamos las cadenas de habla de distintas lenguas y
las comparamos, descubriremos que las clasificaciones de los elementos léxicos de una y
sus reglas de combinación son distintas de las de las otras lenguas.
Un quinto tipo de conocimiento corresponde a uno al que ya hemos aludido y cuya
prueba de existencia salta a la vista al reconocer que todo hablante utiliza los elementos
de su propio léxico de manera congruente con sus significados. Esto quiere decir que
tenemos registrado el significado de cada elemento léxico y en cada sistema de lengua
están relacionados los registros de los elementos léxicos con los registros de sus
significados. Ésta es la razón por la que una persona puede utilizar un elemento léxico y
logra que otra persona de su misma comunidad lingüística sepa a qué se refiere la
primera: ambas tienen el registro de ese elemento léxico relacionado con el registro de su
significado (aun si el significado que una persona ha registrado no es totalmente idéntico
al de la otra). El primer registro mencionado (el elemento léxico) permite reconocer la
secuencia correspondiente dentro de las largas cadenas de sonidos del habla –no es la
secuencia de sonidos de cada palabra, sino los registros mentales que permiten reconocer
dichas secuencias de sonidos–; el segundo registro mencionado (el significado léxico)
permite hacer la relación con un referente -por ejemplo, emplo, el significado de la
palabra puerta es un registro que nos permite relacionar el elemento léxico con los objetos
(o nuestras representaciones de ellos) llamados «puerta"–. El hecho de que una persona
logre relacionar un término con su referente (el objeto –físico o imaginario– del mundo, al
cual se refiere) muestra que tiene relacionados el registro léxico que corresponde a ese
término y el registro de su significado; este último es el vínculo entre un elemento léxico y
su referente (en cada contexto en que se use).

Sobre los principios estructurantes que se concretan con la concepción de reglas sintácticas y otras
alternativas formales, consúltense los trabajos citados en el apartado «La noción de reglas y el
comportamiento sintáctico", del Apéndice B; también puede verse el apartado *El sistema en sí
mismo", del Apéndice A.
20 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
El hecho que acabo de mencionar se realiza debido al nexo entre esos tipos de registros
que forman parte del conocimiento inconsciente que constituye el sistema de la lengua;
en cambio, el hecho de que una persona pueda definir el significado de un término
implica cierto nivel de conciencia. Por ejemplo, si a una persona se le dificulta definir el
significado de algún término (que no es lo mismo que identificar sus referentes), no sería
válido deducir que carece de los registros del elemento léxico y del significado
correspondientes, ambos relacionados. En este punto es importante considerar que la
distinción entre los tipos de registros resulta útil para comprender algunas realidades del
funcionamiento de la lengua; pero igualmente importante resulta tener presente que no
se trata de registros independientes.
El conjunto de elementos léxicos y significados que ha registrado una persona en un
momento determinado depende de su propia experiencia. Es de suponer que entre dos
personas estos conjuntos no serán idénticos. Sin embargo, el hecho de que al hablar
logren entenderse medianamente prueba que hay un núcleo importante de elementos
léxicos y significados relativamente compartidos entre las dos.
En sexto lugar, si los hablantes de una lengua cualquiera conocieran inconscientemente
sólo los elementos y las reglas que hemos reconocido en los párrafos anteriores, podrían
producir cadenas de habla estructuradas e interpretar significados; pero estas
interpretaciones serían muy distintas de las que realmente hacemos en cualquier lengua
del mundo. Consideremos, como ejemplo, el caso del español. Como hablantes de esta
lengua, podemos reconocer la diferencia de significado dhtré- los siguientes pares de
ejemplos:

la. Manuel trabaja antes de comer


lb. Manuel come antes de trabajar
2a. Siempre respiramos mientras dormimos
2b. Siempre dormimos mientras respiramos
3a. Caín mató a Abel
3b. Abel mató a Caín
4a. El testigo vio al ladrón
4b. El ladrón vio al testigo
5a. La niña observaba el cielo desde la rama de un árbol
5b. La rama de un árbol observaba a la niña desde el cielo
Si en nuestro conocimiento inconsciente de la lengua sólo tuviésemos registrados los
tipos de elementos y de reglas mencionados anteriormente, podríamos distinguir y
producir las palabras de los ejemplos anteriores; entenderíamos el significado de cada
una de ellas; al hablar, podríamos combinar estas palabras formando frases y oraciones
como las de 1 a 5 y seríamos capaces de –inconscientemente– reconocer las diferentes
ubicaciones de las palabras en las estructuras de estas frases y oraciones al escucharlas.
Pero no podríamos obtener la interpretación total de cada oración, porque no tendríamos
ningún conocimiento que nos indicase cómo combinar los significados de sus elementos
léxicos.
Recordemos que los elementos léxicos y sus significados son cosas diferentes. De manera
paralela a esta diferencia, las reglas sintácticas nos indican cómo combinar los elementos
léxicos para formar estructuras; otra cosa sería algún tipo de instrucción para com-binar
los significados. Sin un tipo de conocimiento que nos indicase cómo combinar los
significados de esos elementos dentro de las estructuras, sólo podríamos interpretar los
significados de cada elemento léxico de manera aislada. Siendo así, ¿de qué nos serviría
poder combinar los elementos léxicos? Sin poder combinar los significados, la
construcción de estructuras al hablar no tendría ninguna función lingüística, no serviría
para construir significados más allá de los elementos léxicos. Para que la construcción de
estructuras tenga una función lingüística, es necesario que al combinar los elementos
léxicos mediante reglas sintácticas, combinemos también sus significados.
Si no tuviésemos un tipo de conocimiento que nos indicase cómo combinar los
significados léxicos, para interpretar estructuras mayores, sólo entenderíamos conceptos
aislados. Sin este tipo de conocimiento, con oraciones como las del primer par de
ejemplos anteriores, entenderíamos que se refieren a una persona llamada Manuel y a las
actividades de trabajar y de comer; sin ninguna relación entre estos conceptos, la, y lb,
significarían lo mismo.
22 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
Además, los términos «antes» y "de" no tendrían sentido. En un sistema así –que es sólo
imaginario, porque no podría corresponder a ninguna lengua del mundo– en el que no
fuera posible relacionar los significados de las estructuras producidas, seguramente no
existirían en el léxico términos como estos dos. En consecuencia, cada par de ejemplos
como los anteriores significarían lo mismo, por contener los mismos elementos léxicos.
Sin embargo, cualquier hablante de español, en condiciones normales, encontrará una
diferencia de significados entre los miembros de cada par de los ejemplos anteriores; y lo
que interprete en cada uno de ellos no serán conceptos aislados. En cualquier lengua de
cualquier rincón del mundo podría probarse lo mismo (por supuesto, entre una lengua y
otra serían distintos, no sólo los elementos léxicos y su pronunciación, sino también las
estructuras de frases y oraciones).
Por consiguiente, estamos ante una evidencia de que en nuestro sistema de lengua
tenemos registrado un tipo de conocimiento que nos permite combinar los
significados léxicos interpretando las secuencias de éstos según el lugar que ocupa
cada elemento léxico dentro de una estructura –y todo hablante de cualquier rincón
del mundo posee este tipo de conocimiento, como parte de su sistema de lengua–. Así
como todo hablante puede estructurar sus elementos léxicos con base en sus reglas
sintácticas, al mismo tiempo puede combinar los significados de esos elementos léxicos
mediante sus reglas semánticas.
Con base en nuestra experiencia cotidiana del uso de la lengua, hemos identificado, a
través de nuestras reflexiones, seis tipos de conocimiento que constituyen el sistema de
cualquier lengua del mundo –las pruebas de la existencia de cada uno de estos tipos de
conocimiento pueden obtenerse diseñando una pequeña investigación y tomando como
informante a un hablante de cualquier lengua del mundo; obviamente, las reglas y los
elementos específicos serán distintos entre una lengua y otra; pero en ellos
reconoceremos los seis tipos que hemos hallado.
ESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA
Para realizar los estudios del sistema de la lengua –al enfocar las características
específicas de una lengua en particular o las características universales de la lengua
humana–, en lingüística se ha concebido a este sistema como una estructura formada por
tres componentes –algunos autores los llaman «niveles»–. Las descripciones basadas en
esta estructuración han resultado congruentes y adecuadas para explicar los fenómenos
empíricos que se pueden observar en el uso de la lengua. Se concibe al conjunto de
conocimientos inconscientes que constituye el sistema de la lengua conformado por tres
subconjuntos, cada uno de ellos con características distintas de los otros.
Los fonemas y sus reglas de combinación presentan características afines entre ellos y
distintas de las características que presentan los elementos léxicos y sus reglas de
combinación; y tanto unos como los otros presentan características distintas de las que
pueden apreciarse en los significados léxicos y sus reglas de combinación. Por
consiguiente, consideramos que los fonemas y sus reglas de combinación constituyen un
componente, al que se le ha llamado fonológico; los elementos léxicos y sus reglas de
combinación constituyen el componente sintáctico; los significados léxicos y sus reglas de
combinación constituyen un componente al que se le ha denominado semántico.-,
Cualquier persona, en condiciones normales, llega a hablar una lengua –por lo menos
una– desde temprana edad. Si analizamos su habla, nos damos cuenta de que se trata de
una producción que sólo podemos explicar reconociendo que dicha persona posee un
sistema de lengua constituido por los seis tipos de conocimiento inconsciente: los
elementos y las reglas que hemos mencionado anteriormente; y que éstos pueden
describirse en los tres componentes, también mencionados. Al describir alguno de estos
componentes en un trabajo de investigación, suele utilizarse el término «sistema»; por
ejemplo, es común hablar de un "sistema fonológico", debido a que los elementos y las
reglas de cualquier lengua –independientemente de que tenga mucho o poco prestigio
social– presentan, dentro de cada componente, características de estructuración y de
funcionamiento que permiten concebirlos como registros relacionados entre sí que forman
un sistema. Pero esto no implica que cada componente sea un sistema independiente; la
interacción entre los tres es lo que permite que cualquier persona, en condiciones
normales, pueda hablar estructurando significados, ubicando un elemento léxico en cada
lugar de la estructura y expresando estas estructuras mediante sonidos. Al reflexionar
sobre la adquisición de la lengua, en el capítulo 3, veremos con mayor claridad el
funcionamiento de los tres componentes actuando de manera correlativa.
'Con respecto a la ubicación de un componente morfológico, véanse los apartados 'La ubicación de
la morfología'y «Especialidades que enfocan un nivel», de los Apéndices By A, respectivamente.
24 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
Si consideramos los elementos del componente fonológico, los fonemas, nos damos
cuenta de que son elementos que carecen de significado: los utilizamos para saber cómo
producir cada sonido de los elementos léxicos que seleccionamos al hablar; y, al
escuchar, los empleamos para identificar cada uno de estos sonidos y, mediante esto,
identificar, a su vez, cada elemento léxico. Pero cada uno de ellos no está relacionado, en
el sistema de la lengua, con un significado; por esto es que si utilizamos uno de ellos para
producir una unidad de sonido, con esta unidad no logramos que se interprete un
significado; a menos que exista en el componente sintáctico de nuestra lengua algún
elemento léxico que se realice, al hablar, mediante un solo fonema; por ejemplo, en
español, la conjunción y, que, al hablar, se produce mediante un solo elemento
fonológico.
No es lo mismo considerar el valor sintáctico de la conjunción y que el valor del fonema al
que está asociada. En las cadenas de habla, podemos escuchar varias veces el mismo
sonido con que se pronuncia y, como unidad mínima de sonido, no es interpretable,
porque las unidades mínimas de sonido de cualquier lengua están basadas en los
fonemas, que, dentro del conocimiento inconsciente, no están relacionados con
significados. Sólo por su función dentro de una estructura sintáctica, en las cadenas de
habla, podemos identificar –inconscientemente– algunas veces la realización de ese sonido
con un elemento registrado en nuestro componente sintáctico: con una conjunción, es
decir, un elemento léxico, y, como tal, podemos interpretarlo, porque en nuestro
conocimiento inconsciente, como todo elemento léxico, estará relacionado con un
significado. La conjunción es un tipo de elemento léxico cuyo significado no nos remite a
un referente, sino que nos proporciona las instrucciones para relacionar los significados
de los elementos que vincula.
Cada elemento léxico tiene un significado. Estos elementos están registrados en el
componente sintáctico y cada uno de ellos está relacionado con un significado, que, a su
vez, está registrado en el componente semántico. Además, cada regla del componente sin-
táctico, que permite estructurar secuencias de elementos léxicos, está relacionada con
una regla del componente semántico, que permite interpretar las combinaciones de
significados léxicos, según la manera como estén estructurados.
ESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA 25
De acuerdo con lo que hemos reflexionado hasta el momento, sabemos que cada persona
que habla y que interpreta los significados del habla, lo hace grábiás a su cono;imié'nto
inconsciente de la lengua; que ese conocimiento, independientemente de la lengua
particular de que se trate, está integrado por seis tipos de registros estructurados en tres
componentes. A ese conocimiento inconsciente que cualquier hablante tiene de su lengua,
se le llama competencia.
Podríamos esquematizar la estructura de la competencia de cualquier lengua de la
siguiente manera:

Con esta forma de esquematizar la competencia pretendo que se refleje una realidad que ya hemos
reconocido: los registros del componente sintáctico están relacionados con los registros del componente
semántico. Es decir, a cada elemento léxico (a cada registro que nos permite reconocer un elemento de
nuestro vocabulario), le corresponde un registro del componente semántico, el cual nos permite interpretar
el significado del elemento léxico (el registro de un elemento léxico sin su correspondiente registro de
significado sólo nos permitiría reconocer dicho elemento al escucharlo y producir la secuencia de sonidos
con que se realiza al hablar; pero no nos permitiría saber qué quiere decir; por consiguiente, no podría tener
una función lingüística para nosotros); y a cada regla sintáctica (que nos permite combinar los elementos
léxicos formando las estructuras del habla) le corresponde una regla semántica (que nos permite combinar
los significados léxicos para interpretar las secuencias de habla según el lugar que ocupa cada elemento
dentro de una estructura). Los componentes fonológico y sintáctico corresponden a los registros del plano
de la expresión; y el componente semántico corresponde al plano del contenido. Los dos planos son
indisociables en su realidad lingüística.

2 Características del sistema de la lengua que se


basan en su estructuración y en las relaciones
entre sus registros
LA DOBLE ARTICULACIÓN Y LA ECONOMÍA DEL SISTEMA'
Al hablar utilizamos inconscientemente la competencia; sin ella no podríamos hablar ni
entender lo que otro dice. Cada vez que habla una persona, en dondequiera que se
encuentre, un pueblo pequeñito o una ciudad enorme, cerca o lejos de nosotros, en una
lengua que abarque varios países o en una que se circunscriba a unos cuantos
kilómetros, en una lengua que tenga escritura o en una que no la tenga, se refleja la
estructura de la competencia. Por eso producimos oraciones (estructuras formadas con
elementos léxicos combinados mediante reglas sintácticas) convertidas en secuencias de
unidades de sonidos (producidas con base en los fonemas y sus reglas de combinación).
Las cadenas de sonidos son interpretables, gracias a que nuestros registros del
componente fonológico nos permiten reconocer las unidades de sonido y, de las
secuencias de éstas, los registros del componente sintáctico nos permiten reconocer los
elementos léxicos y la estructura que forman al combinarse. A su vez, los registros del
componente semán-tico nos permiten interpretar el significado tanto de los elementos
léxicos como de toda. Si consideramos la manera en que se usa una oración de cualquier
lengua, en primer lugar reconoceremos que tiene un significa-
‘Puede encontrar la exposición original de la doble articulación y la economía de la lengua en la
obra de André Martinet citada en el apartado "La doble articulación", del Apéndice B.

28 CAP. 2. Características DEL SISTEMA DE LA LENGUA


cado; al analizarla, encontraremos que dentro de ella hay unidades menores que también
tienen un significado, las frases y, dentro de éstas, los elementos léxicos; además, dentro
de los elementos léxicos hay unidades más pequeñas sin significado; las más pequeñas de
ellas son las unidades de sonido que corresponden a los fonemas. Así es como nos damos
cuenta de que las oraciones están articuladas; es decir, formadas por unidades menores
que constituyen la secuencia.
Por la manera en que están articuladas las oraciones que se producen en cualquier
lengua, se dice que la lengua es doblemente articulada: encontramos la primera
articulación al analizar, a partir de la oración, las unidades con significado: la oración
misma, las frases y los elementos léxicos; la segunda articulación la encontramos al
seguir analizando y descubrir las unidades sin significado: las sílabas y los fonemas;
estos últimos son las unidades mínimas sin significado.
Podemos, entonces, enfocar una oración y analizar en ella las unidades que pertenecen a
la primera articulación; es decir, las unidades con significado. Reconoceremos que la
oración misma tiene un significado; dentro de ella podremos encontrar frases, cada una
de las cuales tendrá también un significado (por supuesto que no el mismo de la oración
completa); y dentro de las frases podremos encontrar palabras, cada una también con su
propio significado. Pero si somos cuidadosos con nuestros análisis y nos fijamos bien, nos
daremos cuenta de que dentro de las palabras podemos encontrar unidades más
pequeñas que también tienen significado. Veamos esto en un ejemplo:
Estas muchachas viajaron en tren
Tratemos de encontrar en esta oración las unidades más pequeñas que expresen algún
tipo de significado. Para ello, tomemos la palabra muchachas. ¿No hay dentro de ella
unidades que expresen alguna parte del significado de la oración? Con esta palabra
sabemos que se nos está hablando de unas personas, ¿verdad? ¿Cómo sabemos que se
nos habla de varias personas y no de una sola? ¿De cuántas personas se nos estaría
hablando si la palabra fuese muchacha? De una-sola, ¿verdad? ¿En qué se diferencian las
palabras muchachas y muchacha? Seguramente está usted de acuerdo en que se
diferencian en que la primera tiene s al final.
Recuerde que no estamos haciendo una reflexión sobre el sistema de escritura, sino sobre
el sistema de la lengua; éste refleja las características que estamos buscando más
directamente en el
habla que en la escritura; por consiguiente, pensemos en la unidad de sonido s (y no en
la letra). Usted ya sabe que, como unidad de sonido del habla, s corresponde a un
fonema, registrado en la competencia, y que, como tal, carece de significado. Sin embargó,
'si' nos cuestionamos sobre esa unidad en cuanto a su función en la palabra muchachas,
en el nivel de los elementos con significado, reconoceremos que esta unidad es la que
expresa que se está hablando de varias y no de una sola persona. La ausencia de esas, en
cambio, expresaría que se está hablando de una sola: muchaclia. Por consiguiente, dentro
de estas palabras, el último lugar –de izquierda a derecha si está escrita la palabra; y el
último lugar en el tiempo si analizamos la secuencia de sonidos que se producen, uno
después de otro, al hablar– expresa un tipo de significado: si en este lugar aparece s,
sabemos que se nos está hablando de más de una; si en este lugar no aparece s, sabemos
que se nos está hablando de una.
Así es que tanto la presencia como la ausencia de s funcionan como una unidad con un
tipo de significado en el último lugar de algunas palabras –de sustantivos y de adjetivos.

Hay excepciones: existen sustantivos que no tienen ese último lugar para s con
significado; por ejemplo, la palabra análisis no tiene un lugar para expresar plural o
singular, se mantiene invariable; su s final no es, por tanto, una unidad que exprese
pluralidad, no tiene significado: resulta sólo una unidad a nivel de elementos sin
significado y no una unidad a nivel de elementos con significado; a diferencia de la s final
de muchachas, que es una unidad en cada uno de esos niveles.
Continuemos con nuestro análisis de las unidades con significado de la palabra
muchachas. Con ella sabemos que se nos está hablando de personas de sexo femenino.
¿Cómo sabemos que las personas de las que se nos está hablando son de sexo femenino?
¡Por supuesto estoy preguntando cómo lo sabemos mediante la palabra! ¿Qué pasaría si
en el penúltimo lugar de la palabra apareciera o en lugar de a? Tendríamos la palabra
muchachos y enton-ces sabríamos que las personas a las que se refieren incluyen, por lo
menos, una de sexo masculino, ¿verdad? Por consiguiente, a y o podemos sustituirlas
entre sí en el penúltimo lugar de algunas palabras –de algunos sustantivos y adjetivos– y
estas unidades expresan que se nos está hablando sólo de femenino o también de
masculino –refiriéndose al sexo si las palabras completas tienen como referente personas
o algunos animales, o relacionándose sólo con una clasificación que tenemos de las
palabras (y de las cosas), por su género, cuando su referente son objetos o algunos
animales–. Así es que a y o funcionan en ese lugar de algunas palabras como unidades
con un tipo de significado.

Ahora bien, con la palabra muchachas sabernos que se nos está hablando de seres
humanos jóvenes; este significado se mantiene en las palabras muchacha y muchacho;
por consiguiente, dicho significado no se expresa a través de la última unidad: presencia
o au-sencia de s, ni de la penúltima unidad: a u o, porque al modificar estas unidades se
mantiene el significado 'seres humanos jóvenes':
muchachas muchacha muchacho
Al darnos cuenta de que en las tres palabras anteriores se conserva la parte muchach y
que al conservar esta parte se mantiene el significado 'seres humanos jóvenes',
concluimos que esta parte de la palabra es una unidad con significado; es la parte que
expresa de qué conjunto de individuos –físicos o imaginarios, seres vivos u objetos
inanimados, abstractos o concretos– se nos está hablando.
Si continuamos nuestro análisis de la palabra muchachas, ya dividida en las unidades
con significado muchach, a, s, encontraremos dentro de ella elementos más pequeños
pero sin significado, por ejemplo: m, u, etc. Quizá alguien podría pensar que dentro de
muchach hay una parte más pequeña con significado: mucha; esta unidad es una palabra
que expresa 'cantidad grande', a diferencia de poca, que expresa 'cantidad pequeña'. Pero
resulta que mucha, como unidad con significado, no tiene una función dentro de la
palabra muchachas; la prueba está en que el significado de mucha no forma parte del
significado (consciente) de muchachas. Por consiguiente, mucha, como unidad con
significado, no tiene ninguna función (en esta línea de análisis) dentro de la palabra
muchachas.
Así, hemos encontrado las unidades mínimas con significado de esta palabra: muchacha,
s. A las unidades mínimas con significado de cualquier lengua se les llama morfemas.
Los morfemas son de dos clases: a aquéllos mediante los cuales expresamos a qué
conjunto de objetos (humanos o no) nos referimos (por ejemplo, al conjunto de serles
humanos de corta edad, con el morfema niñ), se les llama lexemas; a la otra clase de
morfemas se les llama gramemas.
En los sustantivos y adjetivos, así como en los verbos, los gramemas delimitan el
concepto expresado por el lexema (así, el concepto expresado por muchach se delimita por
a y por s, puesto que con estos elementos se reduce la posibilidad de referencia, de todo
el conjunto de seres humanos jóvenes, a los que son del sexo femenino y más de un
individuo). Estos gramemas, en español, expresan género (masculino o femenino) o
número (singular o plural), en sustantivos y adjetivos; y en los verbos expresan persona
(primera: se refiere, en términos generales, al autor de un enunciado; segunda: se refiere
a la(s) persona(s) a quien(es) se dirige quien habla; o tercera: se refiere a alguien o algo
que no se identifica ni con el autor ni con el destinatario del enunciado), número (singular
o plural), tiempo y modo (presente, pasado, etc., indicativo, subjuntivo). No menciono de
manera exhaustiva los tipos de gramemas del español; podemos encontrar otros, como
por ejemplo los de aumentativo y diminutivo, en los sustantivos y en algunos adjetivos.
Volviendo a nuestro primer ejemplo, de los tres morfemas que contiene la palabra
muchachas, uno es un lexema y dos son gramemas.
Tomemos, ahora, la palabra viajaron; en ella encontramos que la unidad aron expresa la
persona, el número, el tiempo y el modo del verbo. Es decir, con esta parte sabemos que
la persona que utiliza tal palabra no se está refiriendo a algo que le aconteció a ella
misma, pues si así fuese, utilizaría la unidad é: viajé; ni a algo que le aconteció al
destinatario (la persona a quien se dirige al hablar), pues en este caso utilizaría la unidad
aste: viajaste; por consiguiente, entendemos, mediante la unidad aron, que lo referido en
la otra parte de la palabra le aconteció a una tercera persona (esto quiere decir que no es
ni el autor del enunciado ni tampoco el destinatario de él).
Sabemos también, mediante la unidad aron, que la persona que emplea la palabra,
viajaron no se está refiriendo a algo que le aconteció a un solo individuo, pues si fuese así
utilizaría la unidad ó: viajó, sino que se refiere a algo que les aconteció a varios
individuos: número plural; asimismo sabemos que no se refiere a algo que esté
sucediendo en el mismo momento en que el autor del enunciado utiliza la palabra, pues
en este caso utilizaría una forma compuesta: están viajando, sino que se refiere a algo que
aconteció en algún momento anterior al tiempo en que se utiliza la palabra: a un tiempo
pasado en relación con el momento en que se habla. Con la unidad en cuestión sabemos
que el autor del enunciado no está expresando un caso hipotético, sino un caso real; si
fuese un caso hipotético utilizaría la unidad asen o aran: viajasen o viajaran (por ejemplo,
en: me gustaría que las muchachas viajasen en tren; aunque los gramemas asen, aran
también pueden utilizarse en algunas construcciones que suponen casos reales, como en:
no me gustó que las muchachas viajasen en tren).
Por consiguiente, en la palabra viajaron encontramos el gramema aron. Además, nos
podemos dar cuenta de que al ir cambiando el gramema que expresa persona, número,
tiempo y modo, otra unidad permanece invariable: viaj. Eáte es el lexema; mediante este
morfema se nos expresa un proceso de movimiento: el desplazamiento de un lugar a otro
(note usted que en cada construcción específica puede enfocarse el proceso de
movimiento como algo con un principio y un fin, como el caso del ejemplo citado; o puede
enfocarse el estado de cosas habituales, como en las muchachas viajan en tren... desde
niñas). Los lexemas de otros verbos pueden referirse a estados, procesos o actividades,
realizaciones. En los verbos llamados irregulares, el lexema del verbo es variable en su
forma.
Tanto los lexemas como los gramemas son elementos que constituyen nuestro léxico. Los
gramemas que he ofrecido como ejemplos dependen de su combinación con un lexema
para poder constituir una palabra y se llaman gramemas dependientes. Existen otros
gramemas que, en los enunciados aparecen como palabras (no como parte de ellas); a
éstos se les ha llamado gramemas independientes; expresan, entre otras cosas,
distintos tipos de relaciones entre conceptos o entre referentes (resalto: "entre otras
cosas", porque en el capítulo 6 sobre el componente semántico podremos ver algunos
ejemplos en los que se relacionan otras cosas), como las preposiciones y las conjunciones
del español (el libro de mi buen amigo, llovió y todo se inundó); algunos de ellos, como los
artículos del español, delimitan los conceptos expresados por el sustantivo y, a la vez,
funcionan como instrucciones para combinar el significado del sustantivo con otro
significado (veremos al-gunos ejemplos en el capítulo 6 sobre el componente semántico).
No estoy exponiendo una clasificación exhaustiva de los gramemas del español,
recordemos que el punto de partida al comenzar a hablar de los lexemas y de los
gramemas era, simplemente, encontrar las unidades mínimas con significado que
aparecen en una oración; y... ¡las hemos hallado!
En resumen, al hablar en cualquier lengua del mundo (sea de prestigio social o no, tenga
escritura o no la tenga, de cualquier rincón del mundo, sea cual sea el número de sus
hablantes), producimos expresiones que tienen estructura de oración; las construimos
mediante las reglas sintácticas, que están registradas en nuestra competencia en relación
con las reglas semánticas; es por esto que las oraciones tienen significado, lo mismo que
las frases
y las palabras. Todas éstas son construcciones formadas mediante elementos léxicos (los
morfemas) y, puesto que éstos también están registrados en la competencia en relación
con un significado, resulta que los morfemas expresan también significados: son las
unidades mínimas con significado. A la vez, las cadenas de sonidos, en las que son
convertidas las oraciones, son secuencias de unidades de sonido, cada una de estas
unidades se produce con base en un fonema, y, debido a que éstos están registrados en
nuestra competencia sin relación alguna con los elementos del componente semántico,
cada unidad de sonido, como tal, de manera aislada, no tiene significado. Los fonemas
son las unidades mínimas sin significado. Es por esto que la lengua humana es
doblemente articulada; en la primera articulación encontramos oraciones, frases,
palabras y morfemas y en la segunda articulación encontramos sílabas y fonemas.
El hecho de que tengamos registradas unidades mínimas sin significado —los fonemas—
y que al combinarlas, obtengamos secuencias que corresponden a unidades léxicas (cada
unidad léxica en relación con un significado), ocasiona que la lengua humana tenga una
característica muy importante, pues resulta que un mismo fonema puede intervenir en la
formación de miles de elementos con significado, incluso puede intervenir más de una vez
en la secuencia que constituye un elemento con significado (por ejemplo, en la palabra ojo
se utiliza dos veces el fonema /o/). Así, con sólo tener que distinguir entre unos cuantos
fonemas (en cada lengua se distinguen aproximadamente de 20 a 30 fonemas), es posible
contar con un elevadísimo número de elementos con significado; esto implica que
podemos expresar miles de conceptos a partir de la distinción de unos cuantos fonemas.
$¡ en las lenguas, las 20 o 30 unidades de sonido las tuviésemos registradas cada una
relacionada con un significado, cada lengua sólo podría expresar unos 20 o 30 conceptos
(básicos); entonces, nuestra estructura conceptual estaría muy limitada y la
interpretación de nuestras expresiones dependería, de manera muy desbalanceada, de los
contextos de comunicación. 0, si se mantuviera el número de conceptos (básicos) que
normalmente manejamos, relacionado cada uno con una unidad de sonido, sería
necesario distinguir entre miles de unidades de sonido; se complicarían nuestra
pronunciación y audición, para poder distinguir entre todas esas unidades de sonido.
Debido a que en todas las lenguas del mundo existen unidades en los dos niveles de
articulación, en el de los elementos sin significado y en el de los elementos con
significado, y que a partir de las secuencias de los primeros se expresan los segundos, es
suficiente que los hablantes logremos pronunciar y percibir un sistema de sonidos basado
en unas cuantas distinciones para poder expresar un elevadísimo número de elementos
con significado. Y, debido a que tenemos registradas reglas sintácticas relacionadas con
reglas semánticas, es posible que un hablante de cualquier lengua del mundo cree un
número ilimitado de construcciones con significado. Por esto se dice que la doble
articulación de la lengua hace de ésta un sistema económico.
Entre una lengua y otra, los fonemas específicos y sus reglas, registrados por los
hablantes, son distintos; por eso es que al escuchar que alguien habla maya, francés,
tzeltal, ruso, alemán, yaqui, catalán, zapoteco, árabe, etc., percibimos algunas unidades
de sonido y algunas combinaciones entre éstas que no utilizamos en español. Los
morfemas también difieren de una lengua a otra; quizá lo más evidente en esta diferencia,
aun sin hacer un análisis al respecto, lo encontremos en las secuencias de fonemas que
constituyen cada lexema: un lexema que tengamos registrado en español para referirnos a
un objeto determinado generalmente será distinto del que tengan registrado los hablantes
de otra lengua para referirse al mismo objeto.'
Si analizamos las palabras de distintas lenguas, encontramos que no sólo cada lexema o
gramema difiere de una lengua a otra, sino que la manera como están clasificados, tanto
los lexemas como los gramemas, difiere también entre las lenguas. Por ejemplo, en
español los sustantivos contienen gramemas de género y de número, entre otros,
mientras que en maya sólo los sustantivos que designan personas pueden llevar
gramemas de género y esta lengua tiene gramemas de otras clases que no se encuentran
en el español; y viceversa. Lo mismo sucede al comparar cualquier par de lenguas,
aunque las diferencias sean más evidentes en unos casos que en otros.
Las reglas sintácticas de una lengua también son distintas de las de otra lengua; por eso
es que las estructuras de las oraciones difieren entre ellas. Por ejemplo, en unas lenguas,
el sujeto puede aparecer antes o después del verbo; en otras, necesariamente antes; en
algunas, necesariamente después. En unas lenguas, el adjetivo aparece necesariamente
antes del sustantivo; en otras, después; en algunas, antes o después. No sólo en relación
con el orden de los elementos varían las reglas sintácticas de una lengua a otra, sino
también por las clases de elementos que constituyen la estructura de una frase, porque
no son las mismas en todas las lenguas. Y, puesto que los elementos y las reglas del
componente sintáctico están relacionados con los elementos y las reglas del componente
semántico, también estos últimos varían de una lengua a otra.
2Hablar de un mismo objeto del mundo en dos lenguas distintas no garantiza que se estén
utilizando los mismos conceptos; al respecto, véase el apartado »El signo lingüístico y sus
características', del Apéndice B.
La diferencia entre una lengua y otra consiste, por consiguiente, en diferencias entre los
elementos específicos (y su clasificación) y entre las reglas específicas que tienen
registrados los hablantes en cada componente de la competencia. Esto es lo que ocasiona
que dos personas, cada una con una lengua distinta, no se entiendan entre sí al hablar.
Pero los seis grandes tipos de registros –no cada registro específico ni la clasificación
dentro de cada tipo– estructurados en tres componentes son comunes a todas las
lenguas; en todas encontramos fonemas y sus reglas de combinación, elementos léxicos y
reglas sintácticas, significados léxicos y reglas semánticas.

EL SIGNO LINGÜÍSTICO. SUS CARACTERÍSTICAS


Cada elemento léxico está relacionado con el registro de su significado formando una
unidad a la que se le ha llamado signo lingüístico (en el capítulo 6 sobre el componente
semántico consideraremos la complejidad del registro del significado). Fácilmente
podemos comprender que ésta sea la razón por la cual se dice que el signo lingüístico
tiene "dos caras": una es el registro del elemento léxico y la otra es el registro de su
significado. Al hablar del signo lingüístico, tradicionalmente se han utilizado los términos
de imagen acústica y de significante para referirse a lo que nosotros ya conocemos
como el registro de un elemento léxico; y los términos de imagen conceptual y de
significado para referirse a lo que hemos descrito como el registro del significado de un
elemento léxico.3
Se requieren las dos caras (significante y significado) para que exista signo lingüístico;
esto es así por algo que habíamos notado anteriormente: el registro de una cadena de
sonidos sin un registro de significado no podría usarse con función lingüística. El registro
de cada signo lingüístico implica el registro de un elemento riamos que del concepto con
el cual se relacionaba no surgía una motivación que necesariamente lo ligara con esa
imagen acústica con la que se relacionaba.
`Sobre la concepción original del signo lingüístico, véase el apartado 'El signo lingüístico -v sus
características', del Apéndice B.
Por esto se dice que el signo lingüístico es inmotivado o arbitrario: ésta es una
característica de la relación entre la imagen acústica y la imagen conceptual. La
arbitrariedad del signo lingüístico ha sido discutida por distintos autores, básicamente
desde dos criterios: la estructura del sistema en sí misma y la realidad social de la
lengua.'
Ahora bien, la relación entre imágenes conceptuales e imágenes acústicas es la base
sobre la cual se constituye el vocabulario de cada comunidad lingüística. Si bien la
formación de un concepto con el registro de su imagen acústica ocurre en el interior de
cada individuo, resulta que esta formación de signos lingüísticos se hace a partir de la
comunicación intersubjetiva; así que a pesar de las experiencias individuales que
pudieran conducir a conceptos divergentes entre un individuo y otro, el uso social regula
las relaciones entre los dos tipos de imágenes que constituyen los signos, limitando las
divergencias. A pesar de las diferencias en el acervo del vocabulario entre los individuos
(algún subconjunto compartido con unos, otro subconjunto con otros), la comunicación
asegura un núcleo de vocabulario compartido en una comunidad lingüística. Este uso de
vocabulario compartido, por una parte, pone límites sobre la potencialidad individual de
quien está adquiriendo un nuevo signo lingüístico, y, por otra parte, enriquece la
construcción del individuo al participar en la comunicación con otros. Es decir, hay unos
límites que surgen de relaciones ya establecidas entre imágenes acústicas y conceptuales,
en cada comunidad lingüística, y hay, al mismo tiempo, una apertura al cambio que
proviene de las realizaciones particulares del uso. Estos límites y enriquecimiento
funcionan como tales para cada uno de nosotros, en la medida en que el uso social del
vocabulario resulta un objetivo cuando se intenta una comunicación. Al considerar la
tendencia a mantener los vínculos ya establecidos socialmente entre imágenes
conceptuales y acústicas específicas, se ha dicho que el signo lingüístico es inmutable.
Pero nos damos cuenta de que la interacción social mediante la lengua, que garantiza
cierta comunicación a partir de bases ya establecidas en el sistema, provoca
constantemente la modificación del mismo sistema, a partir de la expresión subjetiva.
Es probable que usted conozca algunas palabras de nuestra lengua que antiguamente se
decían de manera un poco diferente; o, tal vez recuerde que algún objeto se identificaba,
en generaciones pasadas, con un nombre distinto del que ahora tiene; incluso puede
usted saber que alguna palabra que actualmente se utiliza para expresar cierto concepto
antes significaba otra cosa diferente. Si esto ha sucedido, quiere decir que una de las
caras de un signo lingüístico ha cambiado, constituyendo un nuevo signo lingüístico (al
cambiar una de las caras, se transforma en otro signo: esto sucede cuando el vínculo que
une cierta imagen acústica se ha ido deslizando en la cadena conceptual, alejándose del
núcleo conceptual en donde originalmente caía ese vínculo; o bien, cuando ese
deslizamiento ocurre por el lado acústico del vínculo).

‘Sobre esta discusión, véase el apartado "El signo lingüístico y sus características", del Apéndice B.
Nuestra visión del mundo cambia, el mundo cambia, aparecen para nosotros nuevos
objetos, nuevas realidades, nuevas clasificaciones de las cosas; por consiguiente, con el
tiempo se modifica nuestra estructura de signos lingüísticos. Esto quiere decir que
nuestra capacidad de transformación en la visión del mundo implica una modificación en
la estructuración de los signos lingüísticos. Lo que hace singular el uso de un término, en
el nivel de la expresión o en el del contenido, puede tener una repercusión social y el
grado de esta repercusión está en relación directa con su normalización en la lengua. La
relación necesaria entre visión del mundo y estructuración de los signos lingüísticos,
aunada a nuestra capacidad de cambio en la visión del mundo, permite la mutabilidad
del signo lingüístico. La flexibilidad de la lengua para cambiar se debe a que resulta
permeable a las variaciones que ocurren en el uso. Cuando un uso distinto se registra y
se extiende en la sociedad, ahí hay un posible cambio: un nuevo valor, una nueva
ubicación de los elementos que tendrá probabilidades de mantenerse (relativamente,
hasta que se perciba un nuevo cambio).
Es claro que un signo puede cambiar radicalmente en el transcurso de muchos años,
conforme se va garantizando el uso común; pero también podemos observar en un
momento determinado inicios de posibles cambios. En el plano del contenido, por
ejemplo, cotidianamente se logra comunicar, mediante una expresión, significaciones que
no son exactamente las compartidas socialmente para esa expresión, pero que se asocian
con ella. Cuando esa variación, que tiene una base en el sistema, pero que constituye una
creación a partir de él, comienza a compartirse, puede pasar a ocupar un significado
básico del sistema. Es por esto que pensamos que las variaciones del uso corresponden a
creatividades que tienen una base sistemática en la lengua (con lo cual nos imaginamos
una relación que vacíela lengua al uso) y que, a la vez, esas variaciones del uso pueden
modificar las bases sistemáticas de la lengua (una relación que va en dirección del uso a
la lengua). Esta interacción se nos presenta como resultado de una característica esencial
de la lengua: un principio que hace posible (y necesario) el cambio. El cambio lingüístico
alcanza cualquier elemento o regla de cualquier componente de la lengua
Con respecto a las imágenes acústicas o significantes, hemos visto que se trata de los
elementos léxicos que nos permiten reconocer las palabras al escucharlas y utilizarlas al
hablar; es decir, al hablar, convertimos las imágenes acústicas en secuencias de sonidos.
Si observamos cómo se realiza la secuencia de sonidos que corresponde a una imagen
acústica, nos daremos cuenta de que, independientemente de que se hable muy rápido o
despacio, se pronuncia primero una unidad de sonido, después otra y así sucesivamente;
por supuesto, en el habla natural la secuencia que corresponde a una imagen acústica se
pronuncia sin aislar una unidad de sonido de otra, enlazando el final de una unidad con
el principio de la siguiente; pero ni el hecho de que estén enlazadas (y que algún rasgo de
una se traslape con los de la siguiente) ni el hecho de que se hable muy rápido nos
impiden reconocer que primero se pronuncia una unidad de sonido y después otra.
Con un reloj que mida centésimas de segundo, podemos registrar el tiempo que
transcurre mientras una persona pronuncia la secuencia de sonidos que corresponde a
una imagen acústica; es decir, registramos el tiempo transcurrido desde que la persona
pronuncia la primera unidad de sonido hasta que pronuncia la última. En la cultura
occidental —por lo menos— concebimos el transcurso del tiempo como una secuencia de
momentos que fluyen constantemente uno tras otro; solemos imaginar esa secuencia de
momentos como una línea, uno de cuyos puntos es el presente; a un lado de ese punto
ubicamos los hechos pasados y al otro lado, el porvenir. En un segmento muy pequeñito
de esa recta —microscópico o macroscópico, según la escala que elijamos— estarían
representadas las centésimas de segundo que transcurren mientras pronunciamos una
secuencia de sonidos correspondiente a una imagen acústica. Nuestras realidades de
habla tienen lugar en la dimensión del tiempo; es decir, ocupan un segmento en el tiempo
—o, visto desde otra perspectiva, requieren del transcurso del tiempo para existir—. Al
observar esto desde una concepción lineal del tiempo, concluimos que la realización de la
secuencia de sonidos que corresponden a una imagen acústica es lineal.
'Puede encontrarse una breve bibliografía sobre el tema del cambio lingüístico en el apartado «El
cambio lingüístico«, del Apéndice B.
Con base en estas reflexiones sobre los signos lingüísticos hemos llegado a varias
conclusiones. En primer lugar, cada signo lingüístico es la unión de dos tipos de
registros: una imagen conceptual y una imagen acústica. Las dos imágenes tienen que
estar relacionadas para que se constituya un signo lingüístico. Por el tipo de relación que
existe entre las dos caras (o imágenes) que constituyen cada signo lingüístico, se ha dicho
que éste tiene tres características: es arbitrario (o inmotivado, en cuanto a las imágenes
específicas que se unen en cada lengua, característica que resulta discutible si se
considera la relación entre los signos dentro de cada cultura); es inmutable, como
tendencia que surge de la cohesión social y que permite un uso relativamente estable
durante algún tiempo, y es mutable, como posibilidad que surge de nuestra propia
transformación y se extiende a un grupo social, a través del tiempo. Por la dimensión que
ocupa en la línea del tiempo la secuencia de sonidos en la que se convierten las imágenes
acústicas al hablar, cada signo tiene una característica en su realización, en el habla: es
lineal.
Podemos graficar un signo lingüístico con sus dos caras y con la relación que tiene cada
cara con los objetos externos al sistema de la lengua, de la siguiente manera (su
representación en forma de figura elíptica es ya tradicional):

En la figura 2.1, la línea diagonal discontinua señala el límite entre los registros que
constituyen un sistema de lengua y los objetos externos a él.' Es importante recordar que
estamos concibiendo el sistema de la lengua con seis tipos de registros, de los cuales, las
dos imágenes que constituyen cada signo lingüístico corresponden sólo a dos de ellos: los
elementos léxicos y sus significados. En el cuadro 1.1 (pág. 25), están esquematizados los
seis tipos de registros que constituyen el sistema de la lengua.
Observe usted el cuadro 1.1. Dentro de la competencia, ¿en dónde se ubicarían los signos
lingüísticos? Puesto que las caras de los signos lingüísticos llamadas imágenes acústicas
son los registros de los elementos léxicos, éstas se localizarían en el componente
sintáctico; y, debido a que las caras llamadas imágenes conceptuales son los significados
de los elementos léxicos, éstas se localizarían en el componente semántico (al reflexionar
sobre el componente semántico, en el capítulo 6, veremos que existen otros significados
además de los conceptuales). Estos dos componentes constituyen las dos facetas de la
primera articulación.

OPOSICIÓN, VALOR, PARADIGMA Y SINTAGMA 7


Hemos visto que en la competencia tenemos registrados distintos elementos y reglas. Los
hablantes de cualquier lengua podemos distinguir cada elemento de nuestro sistema,
diferenciando lo de los demás elementos, porque hemos registrado cada uno de ellos
mediante sus rasgos característicos. Dos elementos cualesquiera de un mismo
componente (fonológico, sintáctico o semántico) podrán compartir algunos de sus rasgos,
pero uno de ellos siempre tendrá, por lo menos, un rasgo que el otro elemento no tiene; si
no fuera así, si no hubiera por lo menos una característica distinta, es obvio que no
serían dos elementos diferentes, estarían registrados como un solo elemento. Por
consiguiente, cada elemento de la competencia está constituido por varios rasgos
característicos y estos rasgos son los que hacen que esté registrado como un elemento
distinto de los otros del mismo componente:
'Acerca de las distintas concepciones de los límites entre lo que pertenece a la lengua y lo
extralingüístico, véase el apartado 'Distintos enfoques en el quehacer lingüístico", del Apéndice A.
'Puede encontrarse la primera exposición sistemática de estos conceptos, en el trabajo de Ferdinand
de Saussure que aparece citado en el apartado "El sistema en sí mismo", del Apéndice A.
Estos rasgos ocasionan que cada elemento esté registrado en oposición a los demás
elementos del mismo componente (por ejemplo, cada fonema se opone a los demás
fonemas; cada elemento léxico se opone a los otros y cada significado también).
El hecho de que cada elemento esté registrado mediante características que, al mismo
tiempo que lo hacen semejante a otros, lo diferencian de cualquiera de ellos, implica que
el valor de cualquier elemento, en el sistema, depende de la estructura que conforman
todos los elementos del mismo componente. Por ejemplo, el hecho de adquirir un
elemento más en un componente, conduce a una reorganización de la estructura de ese
componente y esto tiende a modificar los valores de los demás elementos de la misma
clase, puesto que en ellos se estarán registrando características para diferenciarse del
nuevo elemento.
Veíamos que dos elementos de un mismo componente pueden compartir algunos de sus
rasgos característicos –y siempre habrá, por lo menos, un rasgo que los opone–. Esto
origina que nuestros elementos estén registrados conformando clases o conjuntos,
mediante rasgos compartidos; de esta manera, tenemos distintas clases de fonemas, de
elementos léxicos y de significados. En consecuencia, así como la competencia está
estructurada en tres componentes (fonológico, sintáctico y semántico), cada componente
tiene también una estructura interna que depende de la manera como estén clasificados
sus elementos. De una lengua a otra varían las estructuraciones específicas de los
componentes.
En el componente fonológico tenemos distintas clases de fonemas; en el sintáctico,
distintas clases de elementos léxicos, y en el semántico, distintas clases de significados.
Cada una de estas clases o conjuntos se ha llamado, en lingüística, paradigma.
Los hablantes de cualquier lengua tenemos registrados, en cada componente, varios
paradigmas de elementos y las reglas para combinar un elemento de un paradigma con
otro elemento de otro paradigma del mismo componente. El resultado de estas
combinaciones producidas por las reglas es una cadena que se llama sintagma –aunque
este término se ha utilizado, preferentemente, para denominar sólo a las cadenas de
elementos léxicos, construidas con base en las reglas sintácticas; es decir, enfocando las
construcciones producidas por el funcionamiento del componente sintáctico.

3. La facultad natural de adquirir una lengua


ALGUNAS PECULIARIDADES DEL FUNCIONAMIENTO DE LA LENGUA
En el análisis de las expresiones de habla de cualquier humano en condiciones normales
(es decir, cualquier humano que viva en un grupo social, sin importar si se trata de una
sociedad semejante a la nuestra o muy distinta; y sin graves trastornos psíquicos o
neurológicos) podemos encontrar las evidencias de que el sistema en el que se basa es
doblemente articulado y que tiene una estructura que podríamos describir tal como
hemos descrito la competencia lingüística.
En la búsqueda de las características que nos muestren lo que es peculiar, único, de la
lengua humana, se han realizado varios estudios que analizan y contrastan nuestra
actuación lingüística con las señales que emiten los animales y que se relacionan con la
presencia de algún estímulo de la situación en que se encuentran.
Con las observaciones obtenidas se puede concluir que la diferencia central entre la
lengua humana y los sistemas de señales de los animales no se basa en el medio de
expresión (sonidos, movimientos, secreciones químicas), sino en las posibilidades y
maneras de construir significados y expresarlos. Esto es una consecuencia de la
estructuración del sistema de la lengua y de su funcionamiento.
Algunos autores presentan sus conclusiones mostrando una serie de diferencias radicales
entre animales y humanos. A otros les ha interesado discutir las evidencias que obtienen
en cada punto de comparación, procurando encontrar y mostrar características
compartidas en cierto grado entre humanos y algunas otras especies animales, y precisar
lo que es propio de la lengua humana. La finalidad de enfocar los estudios de las
características de la lengua de esta manera, como una comparación con los sistemas de
señales de los animales, generalmente se orienta a la investigación dirigida a conocer en
qué consiste la capacidad con la que el humano nace y que le permite adquirir una
lengua.
El criterio que permite la comparación entre los sistemas animales de señales y la lengua
humana consiste en considerar que ambos producen formas (visuales, acústicas,
olfativas, táctiles o correspondientes a otros medios de percepción) cuya presencia
coincide sistemáticamente con la existencia de otra cosa. En pocas palabras, en el caso de
los humanos, esta otra cosa sería un significado; en el caso de los animales, un estímulo.
Si observásemos las conductas de distintas especies animales –desde una amiba hasta el
humano–, nos daríamos cuenta de que en los organismos más sencillos, los sistemas de
señales informan algún aspecto del exterior del animal y de su interior; pero conforme
observemos organismos cada vez más complejos, notaremos que esa imbricación entre
interior y exterior adquiere diferencias entre un individuo y otro de la misma especie.
El humano construye su propia representación del mundo en un sistema de dos caras;
por un lado estarían los registros de nuestras formas de expresión y sus reglas de
combinación, y por el otro estaría nuestra conceptualización del mundo; dos caras de una
misma cosa: la lengua. Esas dos dimensiones de la lengua se han llamado,
respectivamente, plano de la expresión y plano del contenido (como mencionamos en el
capítulo 1); pero resulta importante no imaginarlas como si fueran planas pues, como
podremos ver más adelante, cada una tiene a su vez distintos niveles y dimensiones.
Puesto que el plano del contenido estructura nuestra conceptualización del mundo, y hay
una correspondencia determinada entre los elementos y las reglas del plano de la
expresión y los del plano del contenido, no es posible expresar algo del mundo sin
expresar algo de nosotros, de nuestro interior, de nuestra visión del mundo, de nuestros
pensamientos. Y más aún, si tomamos en cuenta que en los valores de contenido hay
también una carga afectiva y no sólo conceptos propiamente dichos, comprendemos que
al usar nuestras formas de expresión, además de aquello de lo cual hablamos
explícitamente, nuestros deseos, nuestros sentimientos también se expresan
implícitamente.
Al analizar el uso de la lengua, pueden encontrarse diferencias de una cultura a otra, no
sólo en cuanto a las formas de expresión y sus reglas de combinación, sino también en
cuanto a la representación del mundo; y semejanzas entre los individuos de la misma
cultura.' Pueden encontrarse también las diferencias que existen entre los distintos
individuos en su manera de representarse el mundo.

PECULIARIDADES DE LA LENGUA 45
El hecho de que en el humano se refleje, a través del uso de la lengua, una subjetividad
en su manera de concebir el mundo nos conduce a pensar que la conducta lingüística no
consiste en una simple respuesta determinada por estímulos. Hay una realidad interna
en cada sujeto, que se construye en la lengua, por lo que ésta constituye un proceso de
transformación del sujeto. No se trata, pues, de un simple medio de comunicación, sino
de la construcción de su interpretación de, la realidad y, al mismo tiempo, es la base que
da forma a sus propias expresiones.
Los humanos, mediante el uso de la lengua, podemos comunicarles a otros individuos de
nuestra misma comunidad lingüística experiencias desconocidas para ellos. Por supuesto
que no quiero decir que necesariamente nuestros oyentes, en el momento de la
comunicación vivan la misma experiencia que les relatamos, sino que pueden interpretar
el significado de lo que les estamos diciendo, aunque se refiera a una experiencia que no
hayan tenido ellos previamente.
Por ejemplo, un astronauta puede tener la experiencia de contemplar, desde una nave, la
periferia de nuestro planeta, de manera brillante, en medio del fondo oscuro del espacio.
Al regresar a la Tierra, puede platicarnos, en español, su experiencia, describiendo el
asombroso panorama que tuvo ante sus ojos. Al escucharlo, quizá no sintamos
exactamente la misma emoción que él tuvo al asombrarse en el momento de su
contemplación, pero sí vamos a poder interpretar el significado de sus frases descriptivas
–o narrativas–. Y, mediante estas interpretaciones, puede suceder que nosotros lleguemos
a construir un conocimiento nuevo sobre el mundo. No importa tanto si la novedad para
nosotros se basa en un pequeño detalle o en algo mayor. Lo más importante es el
maravilloso hecho de que, por medio de la lengua, una persona le pueda expresar a otra
un punto de vista nuevo y que esta última, a partir de ello, pueda construir nuevos
conocimientos del mundo y hasta modificar su concepción de él, aunque no tenga
previamente la experiencia referida.
‘Puede encontrarse una bibliografía básica de las investigaciones sobre las diferencias culturales en
la estructuración conceptual en el apartado "Lengua y sociedad», del Apéndice A.
Especificar reglas—; y sólo mediante esta modificación de su sistema irá modificando su
interpretación del habla de otras personas y sus propias construcciones de habla.
En los procesos de adquisición de la lengua intervienen, por tanto, una base
neurofisiológica necesaria y el desarrollo cognoscitivo. Una neuropatología o un trastorno
en el desarrollo cognoscitivo se reflejarán en los resultados de la adquisición. Hay otro
factor más que interviene en el logro lingüístico: la afectividad. Postular el amor como
origen del lenguaje no es puro romanticismo, ni supone ingenuamente que sólo
expresamos amor (¡qué tan lejos de la realidad!), sino que se trata de un principio que
orienta el deseo de vincularse con él otros

4. El componente fonológico
INICIAMOS CON LA FONÉTICA
¿Cómo podemos saber cuáles son los fonemas que están formando parte del sistema de la
lengua de una persona?
Suponemos que los elementos y las reglas del sistema de la lengua tienen alguna base
neurofisiológica.' Sin embargo, sabemos que no ha sido posible encontrar la relación
exacta entre los valores lingüísticos y las bases ne ti ro fisiológicas. El camino para
conocer los elementos fonológicos de un sistema particular no puede recorrerse a partir
de la observación del cerebro, para de allí deducir cuáles son los fonemas de ese sistema.
Aun si contásemos con las técnicas y los instrumentales más finos para registrar los
procesos neurológicos, se requeriría un análisis lingüístico para poder determinar qué
diferencias entre los procesos químicos y eléctricos corresponden a valores pertinentes en
el sistema de una lengua.
Puesto que sabemos que de los fonemas registrados depende la manera como se utilizan
las unidades de sonido del habla, y como a los sonidos del habla tenemos acceso directo,
escuchándolos y distinguiendo uno de otro, entonces es posible, al analizar la manera
como una persona utiliza los sonidos del habla, llegar a conocer qué fonemas tiene
registrados esa persona.'
‘Sobre la relación entre el sistema de la lengua y el sistema neurofisiológico, véase el apartado «El
lenguaje y sus correlatos neurofisiológicos', del Apéndice A.
‘Acerca de distintas maneras de concebir la realidad del fonema, véase el apartado 'El fonema', del
Apéndice B. En el apartado «Especialidades que enfocan un nivel', del Apéndice A, se encuentra una
bibliografía básica sobre fonética y fonología.
A cada unidad de sonido del habla se le llama fono. La producción de cada fono, con la
voz, está basada en el registro de un fonema en el sistema lingüístico. Podemos investigar
los distintos fonos que se utilizan en una lengua, tornando nota de cada uno de ellos, al
escucharlos (transcribiéndolos), y describiéndolos, según sus características. A este tipo
de estudio de los fonos se le llama fonética.
Una vez descritos los distintos fonos que se utilizan en una lengua (diferenciándolos
hasta donde nuestra percepción y nuestros criterios lingüísticos nos indican), podemos
hacer una serie de análisis con ellos para conocer cuáles son los fonemas que tienen
registrados las personas que producen dichos fonos al hablar. A la disciplina que lleva a
cabo una serie de análisis destinados a conocer el sistema de fonemas de una lengua se le
llama fonología.
Así pues, la fonética es una disciplina destinada a describir los fonos que se producen al
hablar una lengua; y la fonología es una disciplina destinada a describir el componente
fonológico. La fonética tiene como objeto de estudio un aspecto del habla, mientras que el
objeto de estudio de la fonología es un componente del sistema de la lengua. Los estudios
fonológicos requieren como base los estudios fonéticos.
Para describir los fonos que se utilizan en una lengua podemos observar la manera como
utilizamos nuestros órganos anatómicos al producirlos. En este caso trabajamos
mediante la fonética articulatoria. También, podemos describir los fonos fijando nuestro
punto de vista en sus características físicas; es decir, ese tipo de características de los
sonidos que se estudian en física; en este caso trabajamos mediante la fonética acústica.
Las moléculas del aire se desplazan debido a la vibración de un objeto, produciendo
movimientos en forma de ondas. Este fenómeno físico es percibido por nuestro oído e
interpretado por nuestro cerebro como sonido (o como ruido si no encontramos
periodicidad en los movimientos ondulatorios).
Los movimientos de cada molécula de aire alcanzan una distancia máxima (desde su
posición original hasta un punto en el que tiende a regresar a su posición original).
Esta distancia máxima, o "amplitud de la vibración", es el factor principal que va a
determinar la intensidad del sonido. Al número de veces en que una molécula recorre, en
un segundo, el camino desde el punto de origen hasta el punto más alejado de él, se le
llama frecuencia. De ésta depende el tono del sonido. Puesto que las características
físicas de los sonidos, como su intensidad y su tono, dependen de fenómenos de
movimiento de las moléculas del aire, es posible, mediante aparatos registradores, captar
las vibraciones del aire (generalmente por medio de algún tipo de membrana elástica) y, a
través de conexiones mecánicas, traducir cada tipo de vibración en una gráfica sobre
papel. Con aparatos registradores de sonido –y también con productores artificiales de
fonos (habla sintética) – se llevan a cabo trabajos experimentales dentro del campo de la
fonética acústica.
Los órganos anatómicos que ocasionan las vibraciones de las moléculas de aire,
produciendo los fonos del habla, constituyen el aparato fonoarticulador. Al ubicarnos en
la perspectiva de cómo se utiliza el aparato fonoarticulador, entramos a la fonética
articulatoria.
Imaginemos un globo de hule, de los que se inflan con aire. En la boca del globo está
conectado un tubo. A cierta distancia del inicio del tubo, en su interior, está colocada una
membrana elástica en forma de liga (fig. 4.1).
Si el globo está lleno de aire y lo apretamos con las manos, el aire sale por el tubo. Si la
membrana en forma de liga está suelta, sin ninguna tensión, el aire pasa por en medio de
ella sin ningún obstáculo que haga vibrar sus moléculas. Pero si la membrana está tensa,
estirada de tal manera que sus lados se acerquen, como cuando estiramos una liga, al
pasar el aire, éste encuentra un obstáculo; al golpear las orillas de la membrana, ésta
comienza a vibrar y las moléculas del aire, al chocar, también empiezan a vibrar antes de
pasar al otro lado de la membrana, produciendo un sonido característico.
Si el tubo, poco antes de su extremo final, contieneptra membrana, en forma de lengüeta,
uno de cuyos extremos está unido a una porción del interior del tubo, de tal manera que
el otro extremo quede suelto, la cavidad interior del tubo puede irse modificando con el
movimiento de la membrana. Al salir el aire, éste encontrará un obstáculo en la
membrana y se desviará en su camino golpeando en algún punto el interior del tubo.
Según la posición que tome la lengüeta será el punto del tubo hacia donde el aire será
desviado. Al golpear las moléculas de aire la membrana y el punto del interior del tubo
hacia donde se dirijan, entrarán en vibración y producirán distintos tipos de sonido
dependiendo del punto hacia donde la membrana las haga golpear.
Si la membrana se mueve obstruyendo totalmente la salida del aire, éste se comprime a
presión. Si la membrana regresa con un movimiento rápido a su posición original, el aire
sale de golpe produciendo un sonido característico (fig. 4.2).
Si la membrana, al acercar su extremo suelto a una porción de la pared interior del tubo,
tensa dicho extremo, el aire, al salir, golpea el extremo tenso y lo hace vibrar; esta
vibración de la membrana, a su vez, hará vibrar las moléculas de aire produciendo un
sonido característico Supongamos que el tubo se dobla perpendicularmente en un punto
anterior a la segunda memo rana; y que, en el mismo punto del doblez, surge otra salida
(¡el tubo, hacia arriba, que también se dobla. Imaginemos que hay una puertita móvil que
puede impedir o permitir el paso del aire a la salida superior (fig. 4.3).
El sonido producido por la acción de las dos membranas (la de forma de liga y la
lengüeta) puede salir por el acceso inferior, teniendo como cavidad de resonancia las
paredes de este extremo; o, si la puerta móvil deja pasar el aire hacia la salida superior, el
sonido producido tendrá como caja de resonancia la cavidad del extremo superior. Así, la
producción final de sonido puede tener timbres distintos dependiendo de la cavidad que
funcione como resonador.
Si una de las salidas tiene su extremo blando y elástico, este extremo puede tener una
función semejante a las membranas y así modificar también el sonido (fig. 4.4).
La producción de sonidos en el tubo bifurcado que sale del globo, con las dos
membranas, la puertita y el extremo blando, es semejante a la producción de los fonos en
el aparato fonoarticulador.
En nuestro organismo, la función del globo con aire la ejercen los pulmones; las manos
que aprietan el globo serían el diafragma. El tubo sería la tráquea, la laringe y la faringe;
la cavidad bucal sería la salida inferior del tubo, y la cavidad nasal sería la salida
superior: dos cavidades que, por tener formas distintas, ocasionarán distinta resonancia.
La membrana en forma de liga corresponde a las cuerdas vocales; el agujero de en medio
de la membrana sería la glotis; la membrana en forma de lengüeta, la lengua; la puertita
móvil, la úvula (parte final del interior de la bóveda bucal). El extremo blando y elástico
sería nuestros labios. Los movimientos de los órganos en el aparato fonoarticulador
obedecen a las instrucciones cerebrales correspondientes a los fonemas.

PUNTOS Y MODOS DE ARTICULACIÓN DE LAS CONSONANTES


Si, al pasar el aire por la laringe, las cuerdas vocales se encuentran flojas, el sonido que
se produce se llama sordo.
Si las cuerdas vocales están tensas, sus extremos se acercan. Si en estas condiciones
pasa el aire, las cuerdas vibran produciendo un sonido que se llama sonoro.
Al pasar el aire por la faringe, si la úvula se encuentra en posición baja, dejando libre el
paso por la cavidad nasal, se produce un sonido nasal.
Si, al paso del aire, la úvula se encuentra arriba, tocando la cara posterior de la faringe y,
por consiguiente, cerrando el paso hacia la cavidad nasal, el aire saldrá por la cavidad
bucal produciendo un sonido llamado oral.
Si, al paso del aire, uno de los "órganos activos" (lengua o labios) cierra la cavidad bucal
obstruyendo totalmente la salida en algún punto de la bóveda, el aire se acumula detrás
de ese punto aumentando su presión; al abrirse la cavidad con un movimiento rápido del
órgano activo, el aire sale de golpe produciendo un sonido llamado oclusivo.
Si, al paso del aire, uno de los órganos activos estrecha la cavidad bucal en algún punto
de la bóveda, sin cerrarla por completo, el aire rozará la cavidad en ese punto
produciendo un sonido fricativo.
Al pasar el aire por la cavidad bucal, si uno de los órganos activos estrecha dicha cavidad
y se tensa, ocasiona vibraciones, produciendo un sonido vibrante.
Si no se tensa y, por consiguiente, no vibra ningún órgano activo al paso del aire por la
cavidad bucal, el sonido que se produzca será no vibrante.
Las maneras descritas de producción de sonidos constituyen los modos de articulación:
son cuatro parejas de posibilidades de sonido; en cada pareja una posibilidad se opone a
la otra; es decir, un mismo sonido no puede ser al mismo tiempo sonoro y sordo, ni puede
ser oral y nasal, ni oclusivo y fricativo, ni vibrante y no vibrante. En cambio, un elemento
de, una pareja sí puede darse al mismo tiempo que otro elemento de otra pareja; por
ejemplo, un mismo sonido puede ser oral, sordo y oclusivo.
Hemos visto cómo se realiza cada modo de articulación. Para que usted, amable lector,
amable lectora, pueda probar empíricamente de qué modo produce cada fono, puede
realizar las actividades que se describen a continuación.
Para probar si un fono es sonoro o sordo, colocamos suavemente las yemas de los dedos
de una de nuestras manos al frente del cuello, más o menos a la mitad de su altura (en
donde algunas personas, sobre todo los varones, tienen una pequeña protuberancia
llamada coloquialmente "manzana de Adán"). Si, al producir un fono sentimos que esta
parte del cuello vibra, entonces se tratará de un sonido sonoro; en caso contrario, se
tratará de un sonido sordo. Hay que tener cuidado de no confundir un movimiento que
realizan las cuerdas vocales al comenzar la articulación, con lo que serían realmente
vibraciones. Para contrastar, compare usted, mediante la prueba descrita, el primer
sonido de la palabra bonito con el primer sonido de la palabra saco (cuide de pronunciar
cada uno sin el sonido de la vocal que le sigue). Compare usted, ahora, de manera
semejante, el primer sonido de gato con el primero de casa.
Para probar si un sonido es nasal u oral, acercamos nuestro dedo índice a los orificios de
la nariz, con la yema hacia abajo. Si, al producir el sonido, sentimos que el aire sale por
dichos orificios, es decir, si el aire roza el dorso de nuestro dedo (no la yema, pues sería
aire salido por la boca), entonces es un sonido nasal; sino sentimos que salga por allí,
acercamos nuestro dedo a la boca; si el aire sale por ésta al producir el sonido en
cuestión, éste es oral. Compare usted el primer sonido de la palabra morado con el
primero de bonito.
No podemos alargar un fono oclusivo de manera continua, sin interrupción, puesto que
en su producción el aire sale de golpe, cuando el órgano activo abre la cavidad bucal. Un
fono fricativo, en cambio, sí podemos alargarlo, ya que para su producción el órgano
activo no cierra previamente la cavidad bucal, sino que sólo la hace más estrecha en
algún punto, por lo que el aire sale como un continuo. Por consiguiente, para probar si
un fono es oclusivo o fricativo, debemos tratar de alargarlo como un continuo, sin que
cambie a otro sonido distinto. Si podemos alargarlo, será fricativo; si no, será oclusivo.
Puede usted comparar el primer sonido de la palabra puente con el primero de sal.
En español, el único órgano activo que produce fonos vibran-les es la lengua. La punta de
ésta se eleva acercándose a la bóveda de la cavidad bucal, se tensa y vibra a la salida del
aire. Para probar si un fono es vibrante, tenemos que sentir que en su producción la
punta de la lengua, elevada, vibra. Hay que tener cuidado para no confundir la sensación
de cosquilleo que produce en las papilas de la lengua la salida del aire, con auténticas
vibraciones (movimientos cortitos y muy rápidos) de la punta de la lengua. Compare el
primer sonido de la palabra rápido con el primero de lago.
En la fonética articulatoria, cada fono consonántico se clasifica con base en dos criterios:
el modo de articulación (llamado también "modo de producción") y el punto de
articulación. Veamos cómo se producen los puntos de articulación.
En primer lugar, consideremos la configuración de la cavidad bucal. En la parte baja
tenemos ese órgano móvil llamado lengua, que permite modificar la configuración inferior
de la cavidad. En el extremo exterior tenemos los labios, también móviles. En la parte
superior tenemos la bóveda, constituida, en el extremo más cercano al exterior, por los
dientes superiores; detrás de ellos, un pequeño abultamiento carnoso que podemos
sentir tocándolo con la punta de la lengua: son los alveolos. Si deslizamos la punta de la
lengua hacia atrás, sin dejar de apoyarla en la bóveda, sentiremos una región amplia,
carnosa y dura, que se va elevando: el paladar duro: si la deslizamos hacia la parte más
interna de la bóveda, sentiremos una región carnosa y suave que baja de altura: el
paladar blando, llamado también "velo del paladar". Amable lector, o lectora, íno le
recomiendo intentar tocar con la lengua el final de la bóveda!; además de que sería una
posición muy incómoda para su lengua, podría causarle una sensación desagradable. En
cambio, puede verlo reflejado en un espejo, si abre la boca como cuando el médico le
examina la garganta. La bóveda finaliza en un cuerpo carnoso en forma de gota de agua:
la úvula (fig. 4.5).
En el momento en que va a salir el aire de la cavidad bucal, si el labio inferior sube hacia
el labio superior, o hacia los dientes superiores, el sonido que se produce es labial
(bilabial en el primer caso, labiodental en el segundo; ambos son labiales) (fig. 4.6).
Cuando el aire pasa por la cavidad bucal, si la punta de la lengua (llamada "ápice") se
eleva hacia los dientes superiores, se produce un sonido dental.

Al pasar el aire por la cavidad bucal, si el ápice de la lengua o la superficie superior de la lengua que está
contigua al ápice (predorso) se eleva hacia los alveolos, se produce un sonido llamado alveolar.

Con la superficie superior de la lengua en su parte media (dorso) elevada hacia el paladar
duro, al paso del aire, se produce un sonido llamado palatal (fig. 4.9).
Si la superficie superior de la lengua en su parte trasera (pos-dorso) se eleva hacia el velo
del paladar (retrayéndose hacia atrás, dejando caer el ápice hacia abajo), al paso del aire,
se produce un sonido llamado velar.

GUÍA PARA UN TRABAJO PRÁCTICO


Si usted, amable lector, amable lectora, es estudiante de la carrera de lingüística, o es
una maestra o un maestro que se está especializando para trabajar con niños que tienen
problemas de lenguaje; o bien, por cualquiera que sea su motivación, quiere aprender a
manejar la descripción fonética, debe comenzar a distinguir usted mismo, de manera
empírica, con su propia pronunciación, los modos y los puntos de articulación de sus
fonos consonánticos.
La base para lograr esto es la descripción del apartado anterior, sobre la manera como se
prueba cada modo y como se produce cada punto. El otro factor necesario es que
pronuncie usted el sonido de cada consonante que utiliza al hablar, procurando no
distorsionarlo mucho de cómo normalmente lo pronuncia y sensibilizándose, con
concentración, en la posición de su lengua y de sus labios. Al pronunciar cada
consonante, hágalo de manera aislada, sin unirla a un sonido vocálico. Le recomiendo
que, para lograr este conocimiento de fonética, no vea ningún cuadro de las consonantes
del español (ni de México ni de otro sitio), en donde se encuentre ubicada cada
consonante según su punto y su modo de articulación. Sobre todo: no intente
memorizarlo, pues esto le obstaculizaría el aprendizaje de la descripción fonética. Este
aprendizaje, por la propia naturaleza del objeto de estudio, requiere que sea empírico. Por
consiguiente, debe usted conseguirlo por medio de la práctica guiada; de preferencia en
un curso de lingüística o en un taller de trabajo que usted mismo puede organizar,
siguiendo esta guía; no hay ningún impedimento para que realice la práctica usted, de
manera individual, permitiéndome guiar sus observaciones a través de estas líneas. Un
tipo de práctica que ha mostrado logros efectivos y rápidos –hasta donde mi experiencia
me permite saber– es el que corresponde a la guía que aquí presento, para la cual se
ofrece un cuadro (cuadro 4.1) en donde usted podrá ubicar cada consonante, según el
punto y los modos de articulación que descubra.
A continuación le ofrezco primero, algunas advertencias que podrán serle útiles cuando
tenga dificultades; segundo, el orden en que usted deberá encontrar el modo y el punto de
articulación de cada fono; tercero, el cuadro 4.1 en donde usted deberá ubicar cada
símbolo fonético, según los modos y los puntos que haya descubierto de cada fono; y
cuarto, en una secuencia estratégica, los fonos que deberá usted pronunciar para
ubicarlos.
Mientras no recuerde bien cómo se articula cada punto y modo, tenga usted a la vista la
descripción de ellos que ofrecí en el apartado anterior; puede resultarle más práctico
tener a la vista unas anotaciones que usted haga y en las que incluya los datos que le
parezcan claves de ese apartado.
Recuerde que debe articular cada fono de manera aislada (sin los otros sonidos de la
palabra). Para distinguir entre sonidos alveolares y dentales, puesto que los dos puntos
están muy cercanos, tenga presente que, al articular los alveolares, lo que sube hacia los
alveolos puede ser el ápice de la lengua o el predorso. Cuando es el predorso el que sube,
el ápice se dobla hacia abajo y a veces toca los dientes de abajo; en este caso el sonido no
es dental porque la cavidad por donde sale el aire se hace más estrecha entre los alveolos
y el predorso, y es aquí por donde pasa el aire.

Para cada fono que deberá usted articular, indico su símbolo fonético entre corchetes ese
símbolo es el que deberá usted ubicar en el cuadro. Notará usted que unas veces el
símbolo fonético se escribe igual que la letra con la que se representa ese sonido en la
escritura del español, pero otras veces no es igual. Cuando un mismo fono se representa,
en nuestra escritura española, con distintas letras (por motivos etimológicos); o, a la
inversa, cuando dos fonos distintos pueden escribirse ortográficamente, con la misma
letra, en ambos casos vamos a encontrar que alguno de los fonos se representa en
fonética de una manera distinta de la ortografía del español. El criterio de base es el
siguiente: par"- cada fono distinto, un solo símbolo fonético distinto. Esto es así
necesariamente para poder hacer la descripción fonética (y la fonológica) de las lenguas.
Recuerde usted que en cada número, de la guía hay que concentrarse en el fono (sonido)
en cuestión no en la letra ortográfica, pues estamos tratando de describir lob fonos del
español de México y no de investigar su sistema de escritura.
Cuando usted no esté seguro del punto de un fono, articule otro cuyo punto ya conoce y
después el que quiere localizar, tratando de sentir si la lengua se mantiene en el mismo
punto o s( mueve; y al moverse sienta si es hacia adelante o hacia atrás Repita esta
operación comparando el punto del fono que está tratando de describir con los puntos de
otros fonos ya conocidos cada vez que sea necesario, hasta ubicar el punto en cuestión.
De cada fono que se indique, pronúncielo y trate de encontrar (con base en las
descripciones del apartado anterior) sus modos y punto de (articulación, siguiendo el
siguiente orden:
1. Si es oral o nasal (recuerde hacia dónde va la yema del dedo)
2. De los orales: si es sonoro o sordo (recuerde dónde colocar los dedos).
3. De los sordos: si es oclusivo o fricativo (¿puede prolongarse no?).
4. De los sonoros: si es vibrante o no (sienta las vibraciones del ápice de la lengua; los
sonidos vibrantes del español pueden tener varias vibraciones: «vibrante múltiple"; o una
sola vibración `vibrante simple").
5. Su punto de articulación: labial, dental, alveolar, palatal o velar.

Una vez que encuentre los modos y el punto de articulación del primer fono que se
indique a continuación, colóquelo en el lugar que le corresponda del cuadro 4.1. Entonces
trabaje de igual manera con el segundo, y así sucesivamente.

A continuación ofrezco la secuencia de fonos para que usted encuentre, en su propia


pronunciación, los modos y los puntos, siguiendo el orden que presenté antes del cuadro.
1. El primer fono de la palabra mono: [m].
2. El primer fono de la palabra taco: [t].
3. El primer fono de la palabra lona: [1].
4. El primer fono de la palabra yegua: (es el mismo que el primer fono (sonido) de la palabra llama;
pronúncielos y escúchese): [y]. S. El primer fono de la palabra casco (es el mismo fono que el
primero de la palabra queso y también es igual al primero de la palabra kilogramo; pronúncielos y
escúchese): [k].
6. El primer fono de la palabra dedo: [d].
7. El tercer fono de la palabra niña: [ñ].
8. El primer fono de la palabra niña: [n].
9. El primer fono de la palabra bote; es el mismo que el primero de la palabra vaso en el español
general (salvo casos aislados, no hay constancia de algún lugar de habla española donde se
mantenga sistemáticamente una diferencia entre b y v en la pronunciación, aunque haría falta una
investigación en algunas zonas en las que se ha hallado, de manera no sistemática, esta diferencia,
sin influjos de hipercorrección): [b].
10. El primer fono de la palabra rojo (es el mismo que el tercero de la palabra carrera; pronúncielos
y escúchese): nr li. El primer fono de la palabra gota (es el mismo que el primero de la palabra
guerra; pronúncielos y escúchese): [g].
12. El primer fono de la palabra peso: [p].
13. El primer fono de la palabra cisne (es el mismo que el primer fono de la palabra sobre;
pronúncielos y escúchese): [s].
14. El tercer fono de la palabra cara: [r].
15. El primer fono de la palabra faro: ffi.
16. El primer fono de la palabra gente (es el mismo que el primero de la palabra jamón;
pronúncielos y escúchese): [x] (no confunda el símbolo fonético [x], que representa al primer sonido
de las palabras anteriores, con la letra x).
17. El primer fono de la palabra chamaco: [é]. Si está usted haciendo la práctica en grupo, quizá no
se pongan de acuerdo en si es oclusivo o es fricativo, debido a que este fono tiene un primer
momento oclusivo y un segundo momento fricativo (la lengua, después de obstruir la cavidad bucal,
la abre con un movimiento rápido, pero manteniéndose en una posición cercana a la bóveda,
mientras sigue saliendo el aire); por ser así, se llama africado. Puede usted colocarlo en el cuadro
dentro de los oclusivos; pero añádale el nombre 'africado".
18. El primer fono de la palabra Xola, segundo de la palabra Uxmal (pronunciándolo a la manera
mexicana, no como turista estadounidense) y tercero de la palabra mixiote. Éste es un fono de
origen iláhuatl y maya que ha pasado, dentro de algunas palabras, al español de México: [1] (no
siempre la letra ortográfica x representa ese fono: pronuncie y escuche la diferencia entre Xola,
México y examen. En el primer caso representa al fono [1]; en el segundo, al fono [x]: como el
primero de jitomate; en el tercero, a la sucesión de fonos [k] + [s]).

LAS VOCALES DEL ESPAÑOL


Las vocales del español pueden describirse mediante tres criterios: posición de la lengua,
abertura de la cavidad bucal y redondea-miento de los labios. Los dos primeros son
suficientes para distinguir cada una de las vocales del español, aunque en su realización
interviene también la forma que toman los labios.
Mantenga usted su lengua abajo, en la posición de reposo y abra bien la boca (sin
exagerar: lo más que llega a abrirla al hablar); en esta posición intente producir una
vocal, a ver cuál sale. ¿Está bien abierta la boca?, ¿la lengua está en posición de reposo,
abajo? En esta posición usted producirá la vocal [a]. Ahora, partiendo de la posición de
reposo, eleve la parte media del dorso de la lengua hacia el paladar duro, hasta tocarlo
(mantenga el ápice de la lengua hacia abajo); repita la operación varias veces, sintiendo
bien su lengua. Bien, vuelva a hacer este movimiento varias veces hasta que logre sentir
bien su lengua, pero ahora sólo acercándola al paladar duro, sin tocarlo (fig. 4.11).
Partiendo de la posición de reposo, eleve el pos dorso (parte trasera del dorso) de la lengua
hacia el velo del paladar, hasta tocarlo (la lengua se contraerá con el ápice hacia abajo);
repita varias veces el movimiento desde la posición de reposo. Ahora haga lo mismo, pero
sin llegar a tocar el velo del paladar, repitiendo la operación hasta que usted logre sentir
con claridad el movimiento de su lengua (fig. 4.12).
Articule usted (al y en seguida [i], sintiendo el movimiento de su lengua. Después articule
[a] seguida de [u], sintiendo su lengua. ¿Hacia dónde se movió su lengua al articular [i], y
hacia dónde, al articular [u]? Repita los movimientos a partir de [a] hasta que pueda
concentrarse en percibir su lengua. Es importante que al articular cada vocal sienta usted
relajada su lengua; si la siente dura, seguramente no estará pronunciando las vocales con
naturalidad. Trate de pronunciarlas como usted normalmente lo hace. Es normal, sin
embargo, que al pronunciar un fono de manera aislada, fuera de contexto usual y
fijándose en los movimientos de su aparato fonoarticulador, resulte un poco artificial la
pronunciación; pero puede tratar de evitar esto. Trate de responder la pregunta que
aparece casi al inicio de este párrafo antes de continuar leyendo.
Al articular [i], la lengua se eleva hacia el paladar duro; al articular [u], hacia el velo del
paladar.

Después de tomar aire, articule [a] y mueva su lengua lenta mente hacia [i] (su boca se irá
cerrando un poco), sin dejar de producir sonido. Trate de reconocer la vocal que se escucha en medie
del recorrido de la lengua. ¿Ya la escuchó?; ¿no? Vamos a hacerlo ( otra vez: necesita
lograr que el recorrido de la posición para [a] a l posición para [i] no sea abrupto, sino
mediante un movimiento lento. Tome suficiente aire y repítalo hasta que distinga qué
boca produce entre el sonido [al y el sonido [i]. Posteriormente hay algo semejante, pero
recorriendo la lengua de la posición de (a a la posición de [u]. ¿Qué vocal se escucha entre
[a] e [i]? ¿Cuál entre [a] y [u]?
Al articular [el, el dorso de la lengua se eleva un poco, desde su posición de reposo, hacia
el paladar duro; la cavidad bucal s cierra menos que para [i]. Al articular [o], el pos dorso
de la lengua se eleva un poco, desde su posición de reposo, hacia el M del paladar; la
cavidad bucal se cierra menos que para (u].
El triángulo que aparece en la figura 4.13 (basado en uno ¡de¿ do por Hellwag, en 1781)
esquematiza las posiciones de la lengua la abertura de la cavidad bucal.

Como sabemos, en el idioma español tenemos cinco vocale que describimos en el


apartado anterior.
Cuando usted pasaba de la posición de [a] a la posición de 1 (como le pedí en el apartado
anterior), sin dejar de producir sor do, habrá usted escuchado, más o menos a la mitad
del recorrido e
la lengua, que estaba pronunciando [e]. Con esta misma actividad, poniendo especial
atención a la audición, podría distinguirse un sonido intermedio entre [a] y [e] (al mover
lentamente la lengua de [a] a [e]). Voy a graficar este sonido así: [E], por razones prácticas
de imprenta.
Podríamos pensar que cuando hablamos español sólo producimos cinco sonidos vocálicos
(además de las consonantes). Sin embargo, atendiendo especialmente a la audición,
podríamos darnos cuenta de que al hablar normalmente, cuando decimos terquedad,
nuestra pronunciación de la primera e no resulta idéntica a la de la segunda.
Generalmente, pronunciamos la primera e con un sonido que se acerca al fono [E] que
describí en el párrafo anterior, mientras que la segunda se parece más a [el.
Si no supiésemos cuántos y cuáles son los fonemas vocálicos que tiene registrados
cualquier hablante de español (o si lo supiésemos y quisiéramos comprobarlo), podríamos
hacer lo siguiente.
En primer lugar describiríamos los distintos fonos vocálicos que lográsemos distinguir en
el habla de un cierto número de hispanohablantes (una muestra de ellos). Entre ellos,
estarían el fono [e] y el fono [E]. Tendríamos que probar si en español cada uno de ellos
pertenece a un registro fonológico distinto (es decir, si cada uno de ellos se produce con
base en un fonema distinto) o si los dos pertenecen a un mismo registro fonológico (es
decir, si son dos realizaciones distintas de un mismo fonema: dos pronunciaciones, un
poco distintas una de la otra, basadas en un mismo registro mental). Para ello, en primer
lugar, trataríamos de encontrar en el habla hispana dos palabras que fuesen idénticas en
toda la secuencia de sus unidades de sonido, a excepción de que en el lugar donde se
escucha [e] en una palabra, se escucha [E] en la otra; y que a este cambio de sonido
correspondiese un cambio en el significado: cada palabra con un significado distinto (los
pares de palabras de este tipo se llaman pares mínimos). Si encontrásemos algo así, sería
suficiente para saber que, en español, [e] y [E] corresponden a distintos fonemas, porque
al cambiar uno por otro en el mismo contexto fonético, cambia el significado. Sin
embargo, en la realidad no es así: no encontramos en español dos palabras, cada una con
un significado distinto, cuya única diferencia fonética se base en la distinción entre [e] y
[E]. En cambio, podemos darnos cuenta de que (e] aparece en unos contextos fonéticos,
mientras que [E] aparece en otros. En la palabra que mencioné anteriormente (terquedad),
por ejemplo, se escucha [E] seguida de [r] en la misma sílaba: éste es un contexto distinto
de aquel en el que se escucha [e], el cual aparece como último elemento de sílaba
precedido por [k]. Este tipo de evidencia, con Varios ejemplos más, nos hace pensar que
los fonos [e] y [E] son dos alófonos de un mismo fonema: el Registro mental que funciona
.

como la base para su pronunciación es un mismo fonema, pero se realiza como [e] en
unos contextos fonéticos distintos de aquéllos en los cuales se realiza como [E].
Para terminar la prueba de que [e] y [E] pertenecen a un mismo fonema, podríamos
pronunciar una palabra del español que contenga [E], tal como normalmente se
pronuncia, y después pronunciar la misma secuencia, pero con [e]; por ejemplo: [tErko] y
[terko]. Las pronunciaríamos ante los hispanohablantes de nuestra muestra y les
preguntaríamos qué significan. Si nos responden que significan lo mismo, y obtenemos la
misma respuesta con varios pares de ejemplos, entonces hemos terminado la prueba de
que, para los hispanohablantes, la diferencia entre [e] y [E] no cambia el significado de las
palabras, con lo cual llegamos a la conclusión de que [e] y [E] pertenecen al mismo
fonema en español: los hispanohablantes, en su sistema de lengua, no tienen (no
tenemos) registrada una oposición entre [e] y [E].
En otras lenguas, en cambio, sus hablantes pueden tener registrada una oposición entre
[e] y [E]: cada uno corresponderá a un fonema distinto, por lo que, para ellos, la diferencia
entre [el y [E] será suficiente para cambiar el significado de las palabras. Esto sucede, por
ejemplo, en el amuzgo de San Pedro Amuzgos, Oaxaca.3
El comentario anterior sobre [e] y [E] es sólo un ejemplo para aclarar que al hablar
producimos un número muy elevado de fonos distintos. Pero muchos de ellos
corresponden a un mismo fonema de nuestra lengua; es decir que son distintos sonidos
producidos con base en un mismo registro fonológico. Esto hace que la mayor parte de las
veces ni siquiera nos demos cuenta de que estamos pronunciando sonidos distintos. No
nos percatamos fácilmente de las diferencias fonéticas que no nos sirven para distinguir
significados; estas diferencias fonéticas no corresponden a distinciones registradas en el
sistema de la lengua que hemos adquirido: no son oposiciones fonológicas. Las
diferencias que sí nos resultan fáciles de distinguir, sin necesidad de entrenamiento
técnico, son las que corresponden a las oposiciones fonológicas de nuestro propio sistema
(es decir, las diferencias entre dos fonos que corresponden a fonemas distintos). Y estas
oposiciones no son las mismas para los hablantes de una lengua que para los de otra,
Lengua.
3 En el apartado 'Especialidades que enfocan un nivel", del Apéndice A, puede encontrarse una
breve bibliografía de investigaciones de los sistemas fonológicos de lenguas nativas de México.
En otras palabras: puede haber muchísimos sonidos diferentes en el habla; sin embargo,
no todas las diferencias entre ellos están marcadas como tales en el sistema de lengua
que hemos registrado mentalmente. Los hablantes de una lengua tienen registradas unas
diferencias y los de otra lengua, otras. Por esto es que una diferencia entre dos fonos
puede cambiar el significado en una lengua y en otra no.
Un fonema, entonces, puede realizarse a través de muchos sonidos distintos; pero todos
ellos tenderán a mantener ciertas características (aunque no puede decirse de manera
categórica que siempre mantengan el mismo núcleo de características invariable) que nos
permiten reconocerlos inconscientemente, al escucharlos, como fonos del mismo fonema.
Es como si el registro cerebral de cada fonema nos diera la clave para poder asociar a él
distintos fonos; y, al mismo tiempo, nos marcara los límites para reconocer cuándo un
fono ya pasó los terrenos acústicos de ese fonema y, por tanto, pertenece a otro fonema.
El cambio de un fono que pertenece a un fonema por otro que pertenece a otro fonema
nos hace reconocer que el elemento léxico también ha cambiado y que, por consiguiente,
puede estar asociado a otro significado. En esto consiste la función fundamental de los
fonemas en cualquier sistema de lengua: son unidades lingüísticas sin significado; pero
nos sirven para diferenciar un elemento léxico de otro y, por tanto, para diferenciar la
expresión de un significado de la expresión de otro significado.
Tenemos registrado cada fonema mediante sus características fundamentales, cada una
de las cuales tiene la función de oponer (distinguir) ese fonema a los demás. A cada
característica fundamental de un fonema se le llama rasgo pertinente o rasgo distintivo.
Si hiciésemos un estudio fonético del español de México, mediante el cual obtuviésemos
una descripción de los distintos fonos que producen los hablantes; y después
considerásemos de dos en dos los distintos fonos encontrados, para realizar con ellos los
análisis ejemplificados anteriormente con [e] y [El, descubriríamos cuáles fonos
pertenecen a un mismo fonema, cuáles pertenecen a otro, así como cuántos y cuáles
fonemas tienen registrados los hispano-hablantes mexicanos. De esta manera
obtendríamos los fonemas que aparecen represelitados en el cuadro 4.2 y la figura 4.14. Es
decir, al resultado de la descripción fonética se le aplican ciertos métodos y análisis del
tipo de los ejemplificados con [el y [E], con lo cual ya estamos en el campo de la fonología,
rama de la lingüística que nos permite conocer los fonemas de una lengua. En este
capítulo, hasta el momento, cuando he hablado de conocer los fonemas me he referido al
conocimiento consciente que ocurre al investigar algo, y no al conocimiento inconsciente
que, como hablantes, obtenemos de los fonemas en nuestra infancia. En el próximo
apartado analizaremos este conocimiento inconsciente.
Un cuadro fonológico puede considerarse como una manera de representar los elementos
que tenemos registrados mentalmente en el componente fonológico.

Habíamos visto que los rasgos pertinentes son las características de cada fonema que sirven
para diferenciarlo de los demás. Suponemos que esos rasgos están registrados en el cerebro por
algún medio neurofisiológico. Hay otras características que también se presentan
sistemáticamente al realizar los fonos de un fonema, además de los rasgos pertinentes, y que no
se deben a la influencia de un contexto fonético, por lo que suponemos que también se
encuentran registradas. Al pensar en la función distintiva de los rasgos pertinentes (sirven para
distinguir cada fonema de los demás), descubrimos que los otros rasgos que se presenten son
redundantes; es decir, sin ellos, por lo menos aparentemente, podrían distinguirse entre sí los
fonemas; sin embargo, vienen a ser como especie de relevos para diferenciarlos –aparentemente
son innecesarios, pero no resultan así en la realidad de las distintas situaciones comunicativas
en las que puede haber afecciones de la voz, de la trasmisión de las ondas sonoras o de su
percepción; y en los distintos contextos fonéticos que condicionan las realizaciones de los
fonemas.
En un cuadro fonológico, un investigador pretende mostrar cómo se diferencia cada fonema de
los demás mediante los rasgos pertinentes, sin representar los rasgos que resultarían
redundantes. De dos características de un fonema, entre las cuales hay redundancia (es decir
que al funcionar una de ellas, la otra no haría falta para distinguir el fonema de los demás), no
siempre es muy claro saber cuál de ellas considerar rasgo pertinente y cuál redundante. Ésta es
una de las razones por las que pueden presentarse distintos cuadros fonológicos para una misma
lengua. Algunos de los criterios que, considerados de manera combinada, sirven de base para
decidir qué rasgos tomar como pertinentes son: la simetría del cuadro, que estaría reflejando la
productividad funcional de las oposiciones en la organización del sistema, y la economía, es
decir, el menor número posible de rasgos que sea suficiente para distinguir cada fonema, que
reflejaría la productividad funcional de los rasgos.
En español, los fonemas /b/, /d/ y /g/ se realizan como fonos oclusivos en unos contextos
fonéticos y como fricativos en otros contextos (en la mayor parte de las comunidades
hispanohablantes). Esto, y el hecho de que no son necesarios los rasgos oclusivo y fricativo
para distinguir cada uno de los fonemas ya mencionados, constituyen la razón para (¡ue no
aparezcan esos rasgos para ellos. El fonema /y/ se realiza africado en unos contextos y
fricativo en otros.
En español, todas las consonantes nasales se realizan sonoras, por lo que este rasgo no sirve
para oponer cada nasal de las demás; y no resulta necesario para oponer a ninguna de ellas de
las no nasales, pues el rasgo nasal lo hace.

El fonema /1/ se realiza lateral: el aire pasa a los lados de la lengua (para algunas personas, de
preferencia por el lado izquierdo; para otras, por el derecho).
Por economía no se distingue entre labiodental (para /f/) y bilabial (por ejemplo, para /p/);
además algunas personas pronuncian /f/ bilabial. Esto hace suponer que la oposición bilabial-
labiodental no es necesaria en español.
Debido a que el fonema /1/ se utiliza en relativamente pocas palabras que han pasado al español
de México, procedentes del maya, del náhuatl, del inglés y del francés, algunos autores no lo
incluyen en su cuadro fonológico.
Todas las vocales del español de México son sonoras; sólo en algunas regiones se ensordecen al
pronunciarlas en determinados contextos fonéticos.
Al pronunciar cualquier vocal, la cavidad bucal se abre más que al pronunciar cualquier
consonante. Es decir que, aunque la lengua se eleve hacia el paladar duro o hacia el velo del
paladar, entre dichas zonas de la bóveda y la lengua queda una distancia más grande que la que
queda al pronunciar una consonante cualquiera.
Tal vez usted cuestione por qué el cuadro fonológico de las consonantes del español de México
(que supone un análisis fonológico) coincide con el cuadro que usted elaboró atendiendo
únicamente a una descripción fonética. La respuesta se halla en el hecho de que los rasgos que
le pedí que identificara para cada fono, en la guía práctica, corresponden a los rasgos
pertinentes de los fonemas hispano mexicanos. Es decir, ese análisis "empírico" estaba
conducido para que usted obtuviera el cuadro al que llegó (los criterios de la guía están basados
en análisis fonológicos previos: ¡un caso que muestra claramente que los resultados de los
análisis llamados empíricos dependen de alguna concepción previa, consciente unas veces,
otras nol). Los argumentos que sustentan la concepción de ese cuadro los expresé en los
párrafos precedentes.

LA ADQUISICIÓN DE LOS FONEMAS


Hemos visto que los fonemas nos sirven para poder diferenciar elementos léxicos y éstos,
a su vez, nos sirven para poder expresar distintos significados. Lo anterior tiene como
resultado dos consecuencias: por una parte, mientras no se hayan registrado los primeros
fonemas, no se registrará ningún elemento en los otros componentes (sintáctico y
semántico); y, por otra parte, para poder registrar los primeros fonemas, es necesario
descubrir que la oposición entre sus rasgos puede funcionar diferenciando ciertos
elementos léxicos y que éstos sirven para expresar distintos significados. De esto último
concluimos que no es posible registrar ningún fonema sin descubrir que la diferencia de
pronunciación entre dos o más elementos léxicos distintos sirven para poder expresar
diferencias de significado.
Por todo lo anterior, entendemos que registrar los fonemas no consiste simplemente en
poder percibir las diferencias entre sus respectivos fonos, ni en poder pronunciarlos, sino
en registrar entre ellos las oposiciones necesarias en el sistema de la lengua, para que
tengan un valor lingüístico; es decir, para que puedan utilizarse con la función de
diferenciar significados (a través de la diferenciación de elementos léxicos).
Para ejemplificar la manera como adquirimos los fonemas de nuestra primera lengua, en
la infancia, a continuación voy a seguir el inicio de la secuencia que el lingüista Roman
Jakobson propuso como hipótesis general de la adquisición de las lenguas.
La primera distinción que registramos es entre vocales y consonantes, es decir, entre las
articulaciones más abiertas y las más cerradas. Con esta distinción obtenemos la base
para el primer patrón silábico que se obtendría al combinar una consonante con una
vocal. Pero todavía no habremos adquirido propiamente ningún fonema, pues no hemos
registrado ninguna oposición entre distintas vocales rú entre distintas consonantes, por
lo que todavía no podemos distinguir una vocal de otra ni una consonante de otra; en
consecuencia, aún no nos es posible distinguir un elemento léxico de otro.
Posteriormente registramos, entre las consonantes, la oposición nasal-oral; es decir que
las características nasal y oral comienzan a funcionar como rasgos pertinentes. En el
momento en que esto sucede, nos habremos dado cuenta de la diferencia entre dos
elementos léxicos que habíamos estado escuchando en contextos normales de uso;
elementos que podrían ser, para nosotros, algo parecido a ma y pa; éstos podrían haber
sido los primeros elementos léxicos que registramos, muy probablemente con los
significados de 'mamá' y 'papá' respectivamente (o, más bien con significados parecidos a
éstos). En esta etapa quizá pronunciábamos un fono consonántico nasal con más
preferencia que otros fonos del mismo tipo; pero si pronunciábamos uno u otro, para
nosotros tenían el mismo valor, es decir que la diferencia entre dos nasales (por ejemplo,
entre [n] y [m]) no era significativa para nosotros, porque n, habíamos registrado ninguna
oposición entre una nasal y otra; por tanto, la diferencia entre dos fonos nasales distintos
no nos sirve para distinguir significados.

Algo semejante nos ocurría entre los fonos consonánticos orales y entre los fonos
vocálicos, pues las únicas oposiciones qu habíamos registrado hasta entonces eran:
vocal-consonante y no sal-oral. Por tanto, en esta etapa contábamos con tres foiiem¿
registrados: un fonema vocálico (que, en potencia, por lo menos podíamos realizar
mediante cualquier fono vocálico, aunque en' práctica hubiésemos tenido preferencia por
pronunciar alguno,, un fonema consonántico nasal (cuya realización también podía s( de
cualquier punto de articulación) y un fonema consonántico oral (las distintas variaciones
en modo y en punto de articulación(' correspondían al mismo fonema). Así, habremos
podido prono-, ciar pa y ta indistintamente, es decir que no podíamos asociar para un
significado distinto al que asociábamos para ta. Y al escuchar 1, voces de las otras
personas, la diferencia entre sus fonos [p], [t]
Las demás consonantes orales tampoco nos podrían servir para distinguir significados;
papa y tata podían significar lo mismo para nosotros.
De esta manera, conforme los niños descubren las oposición que sirven para distinguir
significados, van registrando sus foil más, al mismo tiempo que elementos léxicos que se
distingan p las oposiciones fonológicas registradas, y, con cada elemento léxico, su
significado.
Cada vez que los niños registran una nueva oposición, lo q; antes era un solo fonema se
convierte en dos. Por ejemplo, retoí-r mos el momento que estábamos describiendo de
nuestra adquisición, con tres fonemas; en la siguiente etapa, registramos, para 1
consonantes, la oposición interno-externo, con lo cual nuestro anterior fonema
consonántico oral se convierte en dos: un foner
consonántico oral externo, que podíamos realizar como un fo[p] o [b], y un fonema
consonántico oral interno, que podían realizar como [t], [k], [g] u otros fonos. Asimismo
nuestro anteri fonema consonántico nasal también se convierte en dos al registrar esa
oposición: una fonema consonántico nasal externo, c realización [m], y un fonema
consonántico nasal interno, cuya nasalización podía ser [n] o [ñ].
Así como el niño va registrando gradualmente los fonemas, Descubrir,
inconscientemente, las oposiciones significativas en habla de los demás, va registrando
también sus reglas fonológicas para poder construir sus sílabas al haNar. No en todas las
lenguas se pueden hacer las mismas combinaciones entre consonantes y vocales para
formar una sílaba. El niño descubre, gradualmente también, cuáles son posibles en su
lengua. Al principio no utilizará, para sus elementos léxicos, combinaciones de cuatro
consonantes con una vocal en medio, como en traes, pero sí podrá utilizar combinaciones
de dos consonantes con una vocal en medio, como en pam. La etapa de adquisición de
reglas fonológicas influye en la pronunciación de sus fonos a tal grado, que, con mucha
frecuencia, podemos observar que los niños no pronuncian algún fono que corresponde a
un fonema ya adquirido, pues se trata de una sílaba compleja cuya regla de formación no
han adquirido; y para adecuar esta sílaba a sus reglas adquiridas, reducen el número de
fonemas de la sílaba, o los cambian por otros.
De la manera como hemos concebido que se adquieren los fonemas, concluimos que en el
momento en que se registran los primeros elementos fonológicos (los primeros fonemas),
necesariamente se están registrando, al mismo tiempo, los primeros elementos del
componente sintáctico (los primeros elementos léxicos del niño) y los primeros elementos
del componente semántico (los primeros significados basados en las primeras
conceptualizaciones del niño, asociados a sus respectivo elementos léxicos). Por consi-
guiente, las primeras expresiones con valor lingüístico aparecen cuando se han registrado
los primeros elementos en cada uno de los tres componentes de la lengua (aunque las
primeras expresiones con valor comunicativo, analizables en sus distintas funciones,
aparecen en etapas anteriores, como se menciona en el capítulo 6 sobre el componente
semántico).
4

5. El componente sintáctico'
DEL ANÁLISIS A LOS REGISTROS MENTALES
Este capítulo no está planeado para practicar el análisis sintáctico del español, sino para
reflexionar, a partir de algunos ejemplos del español, sobre la realidad que permite
concebir la existencia de estructuras y categorías sintácticas en cualquier lengua del
mundo.
Si analizamos los discursos que producimos al hablar o al escribir, en situaciones
formales (por ejemplo, al dar una conferencia) o informales (por ejemplo, al conversar con
un amigo), en cualquier lengua, encontraremos que las palabras no aparecen
indistintamente en cualquier parte de las cadenas del discurso, sino que hay un lugar
especial para cada palabra según la clase a la que pertenece. Esto permite que
descubramos, mediante nuestro análisis, que al interior del cualquier plática (formal o
informal) las palabras aparecen formando estructuras lineales; estructuras constituidas
por la sucesión de palabras de distinta clase.
frecuencia, podemos observar que los niños no pronuncian algún fono que corresponde a
un fonema ya adquirido, pues se trata de una sílaba compleja cuya regla de formación no
han adquirido; y para adecuar esta sílaba a sus reglas adquiridas, reducen el número de
fonemas de la sílaba, o los cambian por otros.
De la manera como hemos concebido que se adquieren los fonemas, concluimos que en el
momento en que se registran los primeros elementos fonológicos (los primeros fonemas),
necesariamente se están registrando, al mismo tiempo, los primeros elementos del
componente sintáctico (los primeros elementos léxicos del niño) y los primeros elementos
del componente semántico (los primeros significados basados en las primeras
conceptualizaciones del niño, asociados a sus respectivo elementos léxicos). Por
consiguiente, las primeras expresiones con valor lingüístico aparecen cuando se han
registrado los primeros elementos en cada uno de los tres componentes de la lengua
(aunque las primeras expresiones con valor comunicativo, analizables en sus distintas
funciones, aparecen en etapas anteriores, como se menciona en el capítulo 6 sobre el
componente semántico).
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5. El componente sintáctico'
DEL ANÁLISIS A LOS REGISTROS MENTALES
Este capítulo no está planeado para practicar el análisis sintáctico del español, sino para
reflexionar, a partir de algunos ejemplos del español, sobre la realidad que permite
concebir la existencia de estructuras y categorías sintácticas en cualquier lengua del
mundo.
Si analizamos los discursos que producimos al hablar o al escribir, en situaciones
formales (por

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