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23rd January 2013 EL EGO Y EL ALMA

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 INTRODUCCION

 Lo más importante en la naturaleza, dentro de la evolución tanto del ser 


humano como de todo organismo viviente, es el aspecto alma.
Alma, del latín ánimus, es la energía que nos anima, la que nos impulsa, la que
lucha porque vayamos conociendo todo cuanto nos rodea y a través de ese
impulso maravilloso que nos ofrece el entorno, que surja como resultado la
experiencia que ha de convertirse finalmente en consciencia.
Todo cuanto existe es parte de las llamadas energías del Alma del Mundo,
aquella fuerza inconcebible e incomprensible para nuestra imaginación, pero
que es la razón misma de ser de todo cuanto existir pueda.
Para los Rosacruces el Alma del Mundo es la Vida del Universo.  Ella se
concreta en pequeños vórtices, chispas de vida, Mónadas o Espíritus
Virginales, los cuales progresivamente a lo largo de la evolución, a través del
tiempo y del espacio, han de ir convirtiéndose en Egos, es decir en centros de
auto—senso-consciencia.

EL EGO Y EL ALMA

El cuerpo es el templo del Espíritu, y siendo él de una importancia


incalculable en el esquema evolutivo, lo mantenemos casi que
completamente olvidado, dejándolo que actúe únicamente gracias a la
presión que ejercen nuestras necesidades biológicas, para obtener a través de
ellas lo que deseamos o lo que necesitamos, además de la respectiva
experiencia.
Debemos aprender a cuidar y a apreciar el cuerpo denso en su valiosa
magnitud, porque él nos permite adquirir la experiencia necesaria, para que el
alma vaya convirtiendo todas las experiencias, en la relativa consciencia
diferenciada que hemos de obtener a través del tiempo y del espacio.
Por eso, al cuerpo hay que conocerlo relativamente hasta donde nos sea
posible, en sus aspectos anatómico y fisiológico, para poderlo nutrir con los
alimentos que realmente necesitemos, y no con los que caprichosamente
queramos consumir, desintoxicándolo oportunamente, y permitiendo así que
las energías del Alma del Mundo, de la Vida Cósmica, puedan circular
libremente por todos y cada uno de nuestros órganos, para lograr una mayor
durabilidad de nuestra encarnación, aprovechando al máximo las experiencias
que la vida nos ofrece.
Pensamos que la encarnación o lo que llamamos vida, es muy larga, pero
no lo es tanto.  Comenzamos nuestra infancia, pero no nos interesa nada más
que jugar porque somos apenas seres que estamos inmersos en la
consciencia infantil tratando de adquirir experiencia. 
Viene luego la adolescencia, y la locura de la emoción y la fuerza del
instinto, presionan nuestra vida interior por lo que nos interesa más satisfacer
los impulsos efímeros de la emoción y del instinto que van acicateando
nuestra vida interior, que dirigir nuestra vida por el sendero de la reflexión y de
la armonía.  Pero al darle salida a la emoción y al instinto, el resultado es el
sufrimiento consiguiente, la desilusión de la futilidad en la satisfacción de los
sentidos, y comprender que tenemos siempre que seguir madurando,
evolucionando.
Llegamos a la etapa adulta, y la mente racional piensa que lo más
importante es la ostentación, la vanidad, el racionalismo, la intelectualidad y el
aparentar a través de una personalidad totalmente inadecuada, cosas que
realmente no somos.  Y así prosigue nuestra vida.
Y cuando de un momento a otro despertamos de este maremagnum de
trivialidades y queremos dedicarnos a la vida interior, nos damos cuenta que
ya estamos ancianos y que lo que podemos hacer para adquirir la verdadera
sensibilidad y consciencia es muy poco, porque la sensibilidad con la cual
nacimos que se hace ostensible en los bebés a través de su ternura, en los
niños en su espontaneidad, su alegría y su maravillosa expresión de felicidad,
se va perdiendo a medida que se crece, se van anquilosando nuestros
vehículos (cuerpos), especialmente en todo lo que tiene que ver con el estrato
del alma, que es el estrato de la sensibilidad, de la belleza, de la ternura, de la
inspiración y de la armonía espiritual.
Los niños viven en el mundo de la sensibilidad.  Por eso el Señor Jesús
haciendo referencia a ese estado decía:  "Dejad que los niños vengan a mí y
no se los vedéis porque de ellos es el reino de los cielos", no un lugar situado
en el espacio ni en el tiempo, sino un estado interior, por eso llevamos “el
cielo o el infierno” a donde quiera que vamos.
La felicidad no depende de nada externo a nosotros, sino de lo que nos
hayamos cultivado en lo interno, en lo sutil, en el alma.  Cada vez que nos
esforzamos por cultivarnos en el campo anímico y moral estamos en el
paraíso.  Cada vez que cultivamos la felicidad, la armonía, la bondad, el
servicio, el altruismo y, que tratamos de ser felices consciente y
voluntariamente, no importa en qué lugar del planeta geográficamente
estemos, estaremos en paz, llevaremos con nosotros el cielo, y seremos
análogos a los niños como en la parábola del Señor Jesús.  Por eso él
también añadió:  "Si no os volviereis como niños no entraréis en el reino de los
cielos".  Si no volvemos a tener las características de los niños siendo alegres,
espontáneos, sensibles, tiernos, espirituales, no podremos estar en ese
estado maravilloso de la felicidad y armonía interior.
A medida que se entra a la adolescencia y que el impulso genitor se
despierta, la emoción descontrolada forma parte de nuestra vida, y luego en la
edad adulta, la mente racional inhibe la libre expresión de nuestro ser interno,
por lo que nos vamos alejando de la divina sensibilidad y nuestros vehículos
se van “endureciendo”, ya no tenemos los tejidos flexibles que tiene el niño, ni
es amable, alegre, espontáneo y feliz nuestro rostro, como lo tienen los niños;
entonces nos vamos volviendo rígidos de cuerpo, de mente, de rostro, de
emoción y de sensibilidad.
El alma, la parte mística, sensible, bella, también se va cristalizando poco a
poco, y vemos al adulto adusto, irritable, y al anciano que no quiere saber de
nada ni de nadie; ya nada le importa, ha perdido el sentido de la estética, ha
perdido el sentido de lo bello, ha perdido el sentido de lo espiritual. 
Debemos conscientemente cultivar la mayor armonía posible en todos los
momentos de nuestra existencia.  ¿Y cómo hacerlo?  A través de la
sublimación estética para la educción del Cristo en nosotros, buscando tomar
contacto en nuestro corazón con el Alma del Mundo, con la Vida Cósmica a
través del amor.
Cuando hablamos de amor, no nos referimos a la atracción física de
naturaleza psicosexual que ocurre entre el hombre y la mujer, que siendo un
proceso natural y por lo tanto divino, es otra fase del alma, pero es una fase
netamente psicosexual.  No es tampoco el amor filial que sentimos por
nuestros seres queridos.  Es un amor cada vez más espiritual y
espiritualizante el que debemos llegar a sentir hacia toda vida y hacia todo
ser.
Debemos evitar a toda costa que nuestra vida se cristalice más, que
nuestra alma se endurezca. retornando a la niñez, no en la inconsciencia de la
infancia y de la juventud, sino en la naturalidad que exteriorizan los niños,
porque ellos siendo naturales, dicen lo que sienten realmente, porque lo ven
desde un punto de vista anímico y espiritual.  No es que criticar pueda ser una
virtud o un vicio, porque no es volvernos criticones, sino naturales.
Los adolescentes se pasan el tiempo sonriendo; para ellos todo es
jocosidad, todo es chiste, todo es alegría.  Nosotros también debiéramos
volver a conquistar esa alegría espontánea que ellos tienen, ver en todo la
parte bella, disfrutar con ellos las sonrisas, la alegría, y con los niños la
ternura y espontaneidad, para ir educiendo la inspiración espiritual que es lo
que nos falta.  Debemos cultivar el alma que es la parte de la Vida Cósmica,
del Alma del Mundo que es la gran razón de ser de nuestra vida y que actúa en
nosotros como vitalidad, emoción, mente, imaginación y sentimiento.
Para el ocultista Dios no es la máxima consciencia del Universo.  Es la
máxima consciencia de un sistema de mundos, como lo es por ejemplo el
Sistema Solar.  De tal suerte, que en cada punto del Universo donde haya un
Sistema Solar, existe también una consciencia de inmensa evolución llamada
Logos, quien depende de la Consciencia Cósmica, del Alma del Mundo, del
Absoluto, razón de ser de todo cuanto existe y existir pueda, de aquello que es
toda consciencia en sí, pero no auto-senso-consciencia.
La finalidad de aquella energía Absoluta, Omnipotente del Universo, fue
multiplicarse en miríadas de chispas de evolución, y a través de millones y
millones de años de trabajo permanente en el auto-reconocimiento de su
propia Divinidad y esencia, ir educiendo auto-consciencia tal como la estamos
educiendo relativamente los humanos y tal como la han educido también
relativamente los Logos solares llamados por las religiones Dios.  Son
esquemas de consciencia, son esquemas de evolución, son esquemas de la
vida y del Ser.
Lo más importante por lo tanto es la Vida, que se manifiesta en el más
insignificante microorganismo, que se convierte en belleza, colorido, variedad
y policromía en los vegetales, que es emoción, instinto y en movimiento en los
animales, que se convierte en gallardía, belleza, carácter, inteligencia,
genialidad, etc., en el ser humano y en todas las infinitas posibilidades que se
encuentran latentes en la interioridad de nuestro ser, pero que aún no las
hemos despertado por falta de conocimiento, por falta de experiencia, por
falta de dedicación a lo más importante que tenemos que es el alma.

EL EGO Y EL ALMA

El Ego es Consciencia,
El Alma es amor,
Y la Vida es la esencia,
Del sentir y del dolor.

El vivir nutre al Ego,


El amar crece al alma,
Y la vida es la fuerza,
Que impulsa y da calma.

CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU


De este divino ternario cósmico surge el ternario microcósmico: el ser
humano como síntesis que se sintetiza en Ego, Alma y cuerpo.  El cuerpo de
naturaleza netamente formal, es la resistencia que permite que el alma vaya
obteniendo la experiencia necesaria que ha de convertirse en Ego, que es
consciencia, que unida a la sensibilidad, lleva a que las experiencias de la vida
no se olviden jamás.
Podemos olvidar relativamente muchas cosas que hemos aprendido, pero
aquello que de alguna manera ha afectado la esfera del alma, no se olvida,
bien sea aquello que haya influido en la esfera de la sensibilidad como una
felicidad intensa, como un dolor moral profundo o bien sea aquello que haya
impactado nuestra sensibilidad fisiológica como una enfermedad, un dolor,
una lección o un accidente.
La única manera de llegar a la consciencia es a través de la sensibilidad, la
única manera de iluminar al Ego es a través del alma.  El Ego no puede
iluminar al alma, porque él se obtiene su experiencia de todos los sucesos de
la vida.  El alma corresponde a la sensibilidad, que saeteada por situaciones
de felicidad o de tristeza, han de convertirse en consciencia, que es Ego. 
Actualizar consciencia significa que ha concluido la experiencia por el sentir, y
que algún día habremos  de llegar a la Consciencia Cósmica que es la unión
con lo divino, con Dios, en etapas superiores de evolución.
 DIOS, LA NATURALEZA Y EL HOMBRE
      En la correspondencia de este ternario, Dios, la naturaleza y el hombre,
Dios, la vida cósmica, la naturaleza, es la misma vida en todo cuanto nos
rodea, y el hombre, la síntesis entre Dios y la naturaleza.
Se dice que el hombre es el mediador entre la Divinidad y toda la creación:
exactamente, porque el ser humano es un Dios en formación.
El ser humano está progresivamente educiendo las divinas cualidades de
Dios, el Logos, la Divinidad de quien fuimos emanados lo que
progresivamente va permitiendo que vayamos conquistando la sensibilidad y
la consciencia, que son los más extraordinarios logros en la evolución,
derivado de las experiencias de nuestro cuerpo denso.
Un ocultista haciendo referencia a los tres estratos del Alma del Mundo en
la naturaleza del hombre, decía estas palabras:  "Ego somos, cuerpo tenemos,
pero nos falta trabajar el mediador, el alma”, la energía que nos anima, aquella
fuerza omnipenetrante que se manifiesta como salud a través de la vitalidad,
como instinto (de supervivencia, de alimentación y genitor), como acción
fecunda a través de la emoción y el deseo, como mente, como imaginación y
como sensibilidad.
CONSTITUCIÓN FÍSICO—PSÍQUICO Y ESPIRITUAL DEL SER HUMANO

En el taller, templo o laboratorio de evolución llamado cuerpo, mientras


estamos despiertos y activos, constantemente el alma va actuando en los
diferentes estratos, siendo el instinto el más bajo de todos.
Dijo el Adepto K.H., que “la sensibilidad es la razón de ser del instinto en
plantas y animales y de la auto-consciencia en el hombre”.  Es decir, que el
alma se manifiesta como instinto, para que los microorganismos, vegetales,
animales y humanos luchen por la supervivencia (instinto de conservación), y
para que a través de la generación (instinto de reproducción), pueda la vida
continuar su derrotero evolutivo manifestándose permanentemente a través
de nuevos cuerpos, de nuevas formas.
El instinto es totalmente natural, es el estrato más bajo de la naturaleza del
alma.  El ser humano se deja guiar por el instinto y gracias a él somos eternos
a través de la generación, permitiendo que otros Egos puedan encarnar y
continuar la evolución. 
Somos tan eternos a través de la semilla, que muy probablemente seamos
descendientes de alguien que en algún  remoto pasado estuvo en Grecia, en
Egipto, en Persia o en la India, probablemente en línea directa a alguno de
nosotros genéticamente hablando, relacionándonos directamente con el
poder de la semilla (el ADN).  Es probable también que hayamos engendrado
a alguien que sucesivamente en esa secuencia de eternalidad a través de la
semilla, hoy, al volver a encarnar después de miles de años, seamos
descendientes directos de nosotros mismos.
La vida es el mediador entre todo cuanto existe tanto en el macrocosmos
Dios—Naturaleza—hombre, como en el microcosmos Ego—Alma—cuerpo.  De
manera que somos hijos de nuestro pasado a través de la semilla, a través del
instinto genitor, pero ese instinto genitor, siendo natural en los
microorganismos, vegetales y animales, siendo usado únicamente en esos
reinos cuando llega el momento en que el aspecto femenino está preparado
para ser fecundado, en el hombre, en el ser que algún día llegará a ser un Dios,
es usado generalmente para satisfacer las más bajas pasiones, agotando
progresivamente la savia del árbol de la vida del cuerpo humano,
convirtiéndose en un ser cada vez menos inteligente, menos armonioso,
menos sensible, menos saludable, menos consciente.
El gran problema del ser humano es que no quiere liberarse de la esfera del
instinto en su aspecto mundano.  Pero el instinto guiado por el amor entre el
hombre y la mujer en un maravilloso abrazo de ternura y espiritualidad,
permitirá que Egos de mucha evolución puedan renacer.
Es por eso que sólo ocasionalmente seres de gran evolución como el Señor
Jesús, Buda, Platón, Pitágoras, o los grandes y virtuosos maestros en
cualquier campo, pueden encarnar, porque es el instinto psicosexual el que
acicatea la generación universal y no la divina armonía espiritual.
Más sutil que el instinto está la emoción, que es la fuerza del deseo que
nos impulsa constantemente a buscar aquello que necesitamos en un
momento determinado, bien sea para calmar nuestra hambre, buscar
protección o porque nos hemos apegado a algo que deseamos.
La emoción se convierte en pasión, en una fuerza arrolladora, tremenda,
que nos impulsa a obtener aquello que se desea o que relativamente se
necesita.  Pero ni la emoción ni la pasión son negativas; son energías
solamente, y siendo natural en nosotros, debemos aprovecharla para
apasionarnos por la sabiduría, por la belleza, por la espiritualidad, por el
conocimiento, por el servicio, por el arte, etc.
Aprovechar la fuerza de la emoción canalizando esa energía del deseo
siempre para obtener lo que realmente necesitamos y no lo que
caprichosamente queremos obtener, generalmente lacerando la sensibilidad,
y a través el dolor, obteniendo desafortunadamente la relativa consciencia.
Instinto y emoción, es lo que marca la evolución de las razas en sus
primeras etapas, y si nos referimos a los aborígenes que viven aún en un
estado relativamente salvaje, nos damos cuenta que viven únicamente en
éstos dos campos: de la emoción y del instinto.  Solamente viven para
reproducirse o para satisfacer su impulso genitor, y a través de la emoción
para obtener sus alimentos y protegerse de las inclemencias del tiempo, y de
sus enemigos.  En ellos aún por secuencias de evolución no actúa
adecuadamente la mente.
La mente ha sido y es importante, porque gracias a ella hemos llegado a las
conquistas que la tecnología y la ciencia nos han mostrado hasta los actuales
momentos de evolución.  La mente es importante en el mundo tridimensional
para conocer, para ayudarnos, para obtener muchas cosas que necesitamos,
pero es solamente un estrato del alma,  un estrato inferior de los peldaños que
tenemos que lograr.
La mente tan relativamente “luminosa e importante” para el occidental,
lleva a que muchas personas se vanaglorian de todo el conocimiento que
obtuvieron en la universidad, pero ese conocimiento no les pertenece, no es
más que información que otras personas se esforzaron por obtener y que uno
simplemente derivó de aquellos, habiendo logrado memorizarlos
parcialmente.  Tener buena memoria o tener un intelecto brillante, no nos
hace seres superiores; quizás superiores a aquellos humanos aborígenes que
se encuentran en  estado salvaje, pero todavía nos falta mucho camino  por
recorrer.
Hay que alcanzar a aquellos que lograron investigar, conocer, saber, todas
aquellas cosas con las cuales han iluminado nuestra mente, para que
obtuviéramos el conocimiento que ahora nos parece tan maravilloso.
Otro estrato del alma es la imaginación.  Cuando hablamos de ella, nos
referimos a un poder maravilloso que como humanos tenemos, y que
solamente están trabajando muy pocos seres en la evolución.  Aquellos que
en su meditación constantemente y persistentemente están imaginando
conocer alguna ley, conocer algún secreto de la naturaleza, saber algo
diferente de lo que la humanidad conoce, está entrenándose en el campo de
la imaginación.  El arquitecto, el ingeniero, el sabio, el investigador, el artista, el
poeta, el escritor, el músico, comienzan su trabajo en éste campo.
Lo que queramos saber, lo que queramos conocer, debemos primero
utilizarlo como un germen que la imaginación implanta en la psique, para que
nuestra alma, pueda tomar contacto con el vórtice gigantesco de consciencia,
de vida y de poder que es el Alma del Mundo, que se manifiesta en nuestro
sistema a través del Logos Solar, y a través del subconsciente en algún
momento la sensibilidad iluminará nuestra consciencia y la inspiración habrá
de aflorar necesariamente mostrándonos el camino.
Es lo que hacían los grandes inventores.  Tomás Alba Edison imaginaba
persistentemente algo que él quería llegar a conocer, se entregaba al sueño y
de un momento a otro despertaba con la solución de aquello que tan
persistentemente había imaginado.  A través de la imaginación lograba tomar
contacto con la sensibilidad cósmica del Alma del Mundo, y así inspiraba su
endo-consciencia (consciencia interna) y de ésta afloraba la información a la
consciencia racional a través de los sueños.
Cada vez que se tengan problemas que resolver o cuando se necesite saber
de algo que se ignora, se debe imaginar el problema, la situación, aquello que
se quiere conocer, con persistencia, varias veces a lo largo del día, pero no
permanentemente.  Meditar e imaginar unos momentos, y luego abandonar
esa imagen, dedicándose a las ocupaciones rutinarias.  Rato después,
traemos nuevamente la imagen a nuestra psique, para abandonarla de nuevo,
y antes de entregarse al sueño, imaginar otra vez la situación mientras se va
quedando dormido.
En cualquier momento de los días siguientes a través del sueño o durante el
día, se obtendrá la respuesta a nuestra inquietud, bien sea solucionando la
situación o encontrando la forma de resolverlo.  Nuestro Ego habiendo sido
iluminado por la imaginación y la sensibilidad a través de la inspiración, ha
tomado contacto con la Mente Cósmica que tiene la solución a todos
nuestros problemas, y ella tomando contacto con nuestra consciencia interna
—subconsciente diría la psicología—, endo-consciente como dicen los
Rosacruces, progresivamente iluminará la consciencia, teniendo la respuesta
a nuestros problemas.
Miremos hasta dónde la humanidad ha venido trabajando, hasta dónde
viene nuestra evolución, pero todavía lo que falta por trabajar es mucho y de
mucha trascendencia.
El Señor Jesús, quien había logrado tomar contacto consciente con los
diferentes estratos del alma hasta el mundo de la sensibilidad, mostró la
magnitud de lo que es educir el Cristo interno, tomando contacto con el átomo
del Cristo en el corazón.  En él todo era sensibilidad que manifestaba como
ternura, bondad, amor, compasión y como divina inspiración espiritual.  Por
eso la humanidad no olvida ni olvidar puede a un ser de tal magnitud.
Pero si había logrado tal magnitud trabajando hasta el nivel de la
sensibilidad, ¿cómo llegará a ser de importante, de trascendente el ser
humano cuando haya logrado trascender hacia el mundo de la consciencia o
del Ego, y después tomar contacto con la ultra-senso-consciencia que es la
consciencia cósmica, la unión definitiva con Dios?
¿Cómo podemos entrenarnos en el campo de la imaginación?  Hay una
práctica que enseñan los gnósticos Rosacruces, que es realizar una
meditación con una semilla real, genuina, de cualquier planta, colocada en la
palma de la mano.  Palparla, sentirla, intentando percibir y comprender que en
esa semilla está durmiendo la vida, que es la mediadora entre Dios y el
hombre, entre la Vida Cósmica y el poder germinal maravilloso qué encierra en
sí.
Con la imaginación llevamos esa semilla a un sitio donde vamos a plantarla,
la colocamos en tierra, le echamos agua, imaginamos cómo la vida que se
encuentra en esa semilla, tomando contacto con la mente cósmica, permite
que cada una de las células, moléculas y átomos de ella entren en actividad,
en vibración, absorbiendo el agua, asimilando las sales químicas que se
encuentran en la tierra, fijando el aire que como molécula la penetran y
recibiendo el calor solar, para que a través de todo ese proceso maravilloso
despierte la vida, haciendo que las células crezcan, se desarrollen,
emergiendo la raíz y la pequeña plántula, creciendo hasta convertirse en un
portentoso árbol, el cual ha de producir flores que liberarán un aroma
maravilloso que incluso parece percibirse, porque al tomar contacto con el
Alma del Mundo, tomamos contacto con la planta, con el árbol, de la cual esa
semilla es solamente una parte y psíquicamente percibiremos el aroma de la
flor.
Continuando con la imaginación en ese trabajo maravilloso, observamos
cómo a la flor llegan insectos, aves, el viento, etc., que producirán la
polinización, luego la flor cae, pero queda el fruto que va creciendo y que
habrá de producir nuevas semillas.
De ésta manera vamos comprendiendo que el germen, la semilla, es lo más
importante que puede existir, porque con una semilla se puede producir otro
cuerpo y ese cuerpo habrá de producir semillas y más cuerpos.
Cuando ya estemos entrenados en esta práctica, llegará el momento en que
ayudados con la imaginación creadora, iremos a nuestra propia esfera
germinal, para meditar en el poder de la semilla en nosotros.  Imaginar cómo
el hombre y la mujer y en un abrazo de ternura, de amor, de espiritualidad, de
dulzura y de cariño, al fusionar sus cuerpos, sus gérmenes también tendrán la
posibilidad de hacerlo.  Imaginar cómo la Vida Cósmica, el Alma del Mundo, lo
Divino, que en ese momento es UNO con el ser humano, les permite engendrar
otro ser, a través de la fecundación.
Imaginar cómo esas semillas duplicándose por mitosis, van originando un
pequeño embrión que se habrá de convertir en feto, y éste, en un bebé que
saliendo al mundo a través de la puerta de la creación, el canal que la
naturaleza tiene adecuado para ese proceso, viene a este mundo
tridimensional a proporcionarnos alegría, felicidad y plenitud espiritual, porque
como progenitores amamos a ese ser que con amor hemos engendrado.
Siguiendo en la meditación con la imaginación, le vemos crecer, ganar en
aptitudes, aprender mil cosas, convertirse en un ser de carácter, de voluntad,
de decisión, observando como se convierte en niño, luego en adolescente y
después en un adulto pleno de inteligencia, de bondad, de amor, de
espiritualidad, en un prohombre de la raza, o en una mujer bella, dulce,
sensible, inteligente y espiritualmente maravillosa también, en seres que
habrán de ser especialísimos para la evolución del mundo.
Al entrenarse en ese proceso mágico—magnético de la imaginación a
través de la meditación, cuando llegue el día en que se vaya a ser progenitor,
el trabajo hecho durante la meditación con la imaginación, canalizará las
energías del Alma del Mundo en nuestra propia naturaleza, permitiendo que
ese proceso sutil y maravilloso de engendrar un nuevo ser, pueda cumplirse
en ese mismo estado espiritual en el cual se ha trabajado durante la
meditación, y así por fin, seres de más evolución espiritual que nosotros
habrán de renacer; habrán de venir a mostrarnos el camino del
perfeccionamiento interno, porque tienen un mayor nivel de evolución.
Los Rosacruces cultivan el alma; son almistas ciento por ciento, saben que
es un trabajo interno, que no es creyendo pasivamente lo que los demás
quieren hacernos creer, que el desarrollo interno es un trabajo
permanentemente, sutil y divino, que ha de darse a través de encarnaciones
sucesivas de trabajo espiritual.
Fijémonos en cuál estrato del alma estamos trabajando o en cuál nos
mantenemos con mayor frecuencia.  Así sabremos nuestro nivel de evolución;
pero debemos llegar más allá, aspirando a la meta que el Señor Jesús
expresó: "Lo que yo hago lo haréis vosotros pero cosas más grandes haréis",
es decir, llegar al estrato superior del alma, la divina sensibilidad.  Pero él con
su sabiduría infinita sabía que faltaba llegar al estrato del Ego y luego hacia la
Consciencia Cósmica, las energías del Alma del Mundo, que es la finalidad de
la evolución.
Y ¿para qué tanto trabajo, para qué tanto perfeccionamiento?  Para algún
día convertirnos en Logos, en dioses, en creadores, emanando de nosotros
por nuestro propio poder y voluntad, nuevas chispas divinas, nuevas almas
que habrán de convertirse en pequeños vórtices de consciencia llamados
Egos, y con toda la experiencia acumulada por millones de años de evolución,
ayudarles a que recorran un camino análogo, más no igual, al que hemos
recorrido, y mientras tanto proseguir ese sendero de perfeccionamiento hasta
el infinito, porque el perfeccionamiento no tiene no puede tener fin.
Esa es la labor de la evolución queramos hacerlo o no, aceptémosla o no. 
No es venir a conseguir fortuna, aunque es necesaria para tener una vida
digna.  No es tener los más hipertrofiados músculos en un cuerpo que tarde o
temprano habrá de volverse viejo y deberemos abandonarlo.  Ni tampoco
llenarnos de vanidad intelectual con conocimientos ajenos, sino entrar al
templo interno, comulgar con el alma, la divina sensibilidad en nuestro
corazón, y de allí derivar el conocimiento que se ha ido acumulando a través
de millones de años de evolución.  Esa es la labor, esa es la finalidad infinita
que tenemos como seres humanos.

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Publicado 23rd January 2013 por Orden Rosa Cruz Kabalista De Colombia

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