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ENTRE ORACIÒN Y DESESPERACION

Por José Miguel Rojas Martínez

Cuando sufrimos, y somos quebrados en el corazón, por un dolor o una


pérdida, cuando una muerte nos sorprende, sentimos que no hay salida,
llegamos a pensar que no tenemos esperanza.
Nos hemos quedado en silencio, aunque todavía siguen resonando en
nuestra mente las necesidades y peticiones, nuestros labios se han quedado
a la espera de una respuesta, atentos a la màs mínima señal. Sabemos que
aunque Dios calle, habrá una respuesta, vienen a nuestra mente frases como:
Todo sucede para el bien de los que aman al Señor… Aunque nos resistimos a
cambiar nuestra expectativa, estamos firmes en nuestra petición, sabemos
que como Padre Dios nos puede dar: lo que le pedimos, o algo mejor. El
tiempo, las fuerzas, aùn la desesperación comienza a dar sus efectos, ya
estábamos quebrados, pero sentimos que no podemos màs.

Què pasò con aquella mujer que seguía a Jesùs gritando por la enfermedad
de su hija, ella decía: mi hija es atormentada por un demonio. Puede haber
una urgencia màs clara. La hija està a punto de morir, y no hay poder sobre la
tierra que pueda detener ese fatal desenlace. Sin embargo había una
esperanza, Jesùs había demostrado tener poder sobre toda enfermedad, y
aùn sobre la muerte. Pero algo sucedìa: Jesùs no respondìa, y ante la
insistencia de sus discípulos Jesùs no la sano. Què pretendía Jesùs? Que
pretende Jesùs en mi vida cuando yo clamo noche y dìa suplicándole una
respuesta, sanidad, prosperidad, libertad, etc.

Escuchè el silencio de Dios mientras mi Papà estaba en estado de coma,


clamaba, oraba, ayunaba, cadenas de oración. No comprendìa ese silencio.
Esperaba una respuesta y las horas pasaban y los días avanzaban. Ese silencio
Divino nos hace desconectarnos prácticamente de todos nuestros recursos,
afanes, estrategias, estamos solos frente al Señor. Por què no nos diò una
respuesta rápida, por què no despachò aquel bien o servicio solicitado?
Porque querìa establecer una relación personal conmigo, no sòlo darme, sino
darse a mi. Iniciamos una relación personal con Jesùs, esto es entre Èl y yo. Es
una gran ventaja no solo recibir un milagro, sino estar en comunión con el
hacedor de milagros, aquel que el Camino, Verdad y Vida.

La respuesta de Jesùs, ante la insistencia de sus discípulos fue: No he sido


enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Es tan clara esta
respuesta, aplicada a lo que vivimos, vemos la bendiciòn de otros, còmo
sanan, como son bendecidos. Le dan vìa a los 10 carros que estàn adelante
de nosotros y a nosotros nos hacen el alto. Escuchamos testimonios
impactantes de sanaciòn, de provisiòn, unos milagros que parecen magia al
instante. Y cuando vemos nuestras propias vidas nos cuestionamos: Y yo
què? Es en este momento que abrimos nuestros ojos, los dirigimos al Señor,
los clavamos en èl y le pedimos nuestra porciòn. Dios quiere bendecirme,
pero espera que yo desarrolle mi caràcter, el dolor y sufrimiento es el mejor
training (entrenamiento) para el cristiano.

Nada como la tercera respuesta: No se debe echar a los perritos el pan de los
hijos, Por un lado puedo pensar que aunque sea como perrito, pero me
conformo con alguna migaja. Dios me quiere humilde pero me quiere
levantar, aùn en ese momento, ella podìa humillar màs, podìa manifestar
toda la fe y la humildad que se necesita para que su hija sane. Por otro lado,
puedo pensar, Quiero superar mi situaciòn actual de marginado, de enfermo,
de caìdo, de olvidado, ya no quiero estar como estoy. Las palabras de Jesùs
son liberadoras, no me insultan, me hacen pensar y actuar con toda la
humildad posible, esta serà la ùltima prueba, el ùltimo paso para alcanzar el
milagro. Y las palabras de Jesùs lo confirman: Mujer, ¡qué grande es tu fe!
Que se cumpla tu deseo.» Y en aquel momento quedó sana su hija. Sanò su
hija, pero tambièn ella no solo alcanzò el milagro, sino descubriò que ella
misma recuperaba su identidad, su dignidad como mujer. Su actitud es
admirada aùn por Jesùs, su expresiòn es de triunfo, un gran triunfo has
alcanzado, ante una situaciòn sin salida, ella se abre paso con la fe en medio
de la multitud y sobre todo en el corazòn de Jesùs.

Sigue orando, con màs fe cada hora, cada dìa, cada año, aunque
escuches ese frìo y oscuro silencio. Persevera, insiste, te volveràs un experto
en clamar, en orar, en conectarte a diario con Dios, al final veràs ese
maravilloso milagro y descubriràs que el mayor milagro se realizò en tu
corazòn, sanando, liberando y restauràndose con el poder del Espìritu Santo.
Animo cada paso te acerca al milagro, cada palabra, cada cosa que ves y que
no ves, es Jesùs animàndote, dicièndote sigue, avanza, no te detengas, vale la
pena. “Deseo que seas prosperado en todo asì como prospera tu alma.” (1 Jn
3).
Hasta los grandes artistas llevaron su dolor y desesperación en el
corazón para esas grandes inspiraciones, muchas veces esta tragedia saca de
nosotros lo mejor, nos conectamos con esa fuerza interior, que a su vez será
luz para otros cuando tengan que pasar por el dolor, y nosotros estemos
cerca para consolar y fortalecer sus corazones, así que ánimo, no estás solo,
recuerda que en tu debilidad se perfecciona el poder de Dios.

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