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Liborio L. Hierro
Universidad Autónoma de Madrid
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1. Presentación
(1) Que evidentemente son la misma pregunta. Y, por ello, el método jurídico
es sólo uno que sirve para conocer el Derecho y para aplicarlo. Esta
sería la “contestación del profesor de esquí” (Vds. se habrán percatado
de que todos los profesores de esquí esquían muy bien). Si yo le explico
qué es esquiar - dice el profesor de esquí - Vd. aprende a esquiar.
Esquiar es sólo hacer aquello en lo que consiste esquiar. Del mismo
modo, aplicar un Derecho determinado es hacer aquello que dice ese
determinado Derecho que hay que hacer. Conocer y aplicar es lo mismo.
El conocimiento rige la decisión siempre y cuando, naturalmente, uno
quiera decidir “conforme a Derecho”.
(2) Que evidentemente son preguntas distintas. Y, por ello, el método
jurídico es doble. Hay un método de conocer y otro método de aplicar.
Esta sería la “contestación del entrenador de fútbol” (Vds. se habrán
percatado de que la mayoría de los entrenadores juegan muy mal al
fútbol). Yo sé cómo hay que jugar al fútbol - dice el entrenador de fútbol -
pero no sé hacerlo. Yo entiendo mucho de fútbol pero no sé practicarlo.
Conocer y aplicar no es lo mismo. El conocimiento no rige la decisión.
Entre otras razones porque el método científico para conocer un
Ordenamiento Jurídico es el mismo sea cual sea el ordenamiento a
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conocer, y el método para tomar decisiones conforme a un Orden Jurídico
determinado es el que en ese orden se acostumbra a seguir o está
establecido que se siga. El primero es "externo" al sistema jurídico y el
segundo es "interno" a él.
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ésta se podía reproducir en un sistema conceptual que Savigny se atrevió a
llamar “Sistema del Derecho Romano actual”. Y, por citar un último ejemplo,
hace unas cuantas décadas una gran parte de los señores que defendían que
los jueces creaban libremente el Derecho defendían al mismo tiempo que el
Derecho era el espíritu popular y que ese espíritu se había encarnado en un
cabo de la Werhmacht. Así que, como podrán ver, la cuestión metodológica es
una cuestión muy poco clara.
2. Invitación al realismo
En nuestro ambiente una gran parte de estos problemas parecen resueltos por
este paradigma dominante que nos dice que conocer el Derecho de un país es
conocer las normas jurídicas vigentes en ese país, que las normas son
prescripciones, y que aplicarlas es hacer lo que esas normas dicen que hay
que hacer. El único problema - aunque ya sea bastante problema - es saber
qué quieren decir las normas y, para solucionarlo, hemos desarrollado un fuerte
aparato dogmático que constituye una especie de diccionario de la Real
Academia de la Lengua Jurídica. Esto nos mantiene en un terreno
relativamente firme. En definitiva, al aplicar el Derecho, ni pretendemos juzgar
moralmente a Ladybird, ni pretendemos solucionar los conflictos psicosociales
de ella y de sus hijos; si la cuestión jurídica que se plantea es decidir si los hijos
de Ladybird están en desamparo, se trata sólo de saber qué connotación tiene
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el término “desamparo” en la ley inglesa y, una vez establecido esto, resulta
fácil decidir si los hijos de Ladybird están o no están en situación de desamparo
y por ello deben pasar a la asistencia social o o deben permanecer bajo la
guarda de su madre.. Se trata de despejar P. Y si P, entonces Q.
Yo les voy a invitar a rechazar esas dos respuestas: que el Derecho son
normas (expresiones prescriptivas o el sentido de ellas) y que se aplican
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deductivamente. Y les voy a invitar a aceptar en su lugar algunas verdades
casi evidentes para salir de conceptualismo, el formalismo, el textualismo, la
dogmática positivista o como quieran Vds. llamar a esa cultura “dominante”.
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Me gustaría saber si esta programa no les parece bastante más moderno,
bastante más sugerente, bastante más científico y bastante más útil
socialemente que las discusiones conceptuales, los silogismos y los
formalismos. Si es así, podría decirles que son Vds. “realistas”. Porque ni una
sóla de las diez propuestas que les he hecho es mía ni es muy moderna. Salvo
la primera, que es una conocida afirmación pronunciada por el juez Oliver
Wendell Holmes a principios de este siglo, las otras nueve son una selección
casi completa del programa que Karl N. Llewellyn atribuyó al movimiento
“realista” que agrupó a infinidad de jóvenes juristas en los Estados Unidos
durante los años treinta.
Este movimiento tuvo, por cierto, un gran éxito. Cabe incluso decir que murió
de éxito. Y mi propósito es contarles ahora a grandes rasgos en qué consistió
el realismo jurídico.
3. Contra el formalismo
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hacer afirmaciones sobre el universo en conjunto ni a la construcción de un
sistema comprensivo”) (ibidem, 45-46).
Los problemas y las respuestas que son comunes a estas diversas corrientes
antiformalistas (tales como la relación entre la validez de las leyes y su
aplicación efectiva, la relación entre el Derecho y la fuerza o el análisis de la
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función creadora de los jueces) encuentran un desarrollo relativamente
sistemático en dos escuelas que han sido identificadas con la expresa
denominación de “realistas”: el realismo jurídico americano y el realismo
jurídico escandinavo. Algunos autores (Friedmann 1967, 304; Finch 1977, 203)
han señalado que la similitud entre ambas escuelas no es relevante y que, por
tanto, la común denominación como “realistas” es una coincidencia puramente
verbal. Otros (Tarello 1967, 923-933; Lumia 1971, 188; Hierro 1981, 68), por el
contrario, han destacado tanto los presupuestos filosóficos comunes como las
similitudes en el tratamiento de temas centrales de la Teoría del Derecho, no
sólo para justificar su común denominación, sino incluso para proponer una
acepción de “realismo jurídico” como alternativa al dilema iusnaturalismo-
positivismo (Pattaro 1971). En este sentido amplio (que pretende incluir tanto al
realismo jurídico norteamericano como al escandinavo, así como a los
movimientos que les preceden y a los nacidos de su respectiva influencia)
cabría aceptar la definición de Giuseppe Lumia: “el realismo jurídico constituye
el encuentro, en el terreno de los estudios sobre el Derecho, de los puntos de
vista epistemológicos del neopositivismo con las doctrinas psicosociológicas,
comportamentistas y pragmatistas dominantes en la cultura americana y no
extrañas a ciertos ambientes europeos. Del neopositivismo de la Escuela de
Viena el realismo jurídico repite los presupuestos metodológicos de la Ciencia
del Derecho; pretende en efecto borrar de la Ciencia del Derecho cualquier
referencia al deber-ser, no sólo en el significado trascendental que a este
término daba la doctrina del derecho natural, sino también en el significado que
le atribuye Kelsen, de mera categoría lógico-trascendental; e intenta reducir el
conocimiento jurídico a términos de enunciados sobre la realidad (is-
propositions)” (Lumia 1971, 188).
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Karl N. Llewellyn, Herman Oliphant y Max Radin. Llewellyn (“Some Realism
about Realism”, 1931) afirmó, en aquel mismo momento, que “no hay escuela
realista. Ni posibilidad alguna de que llegue a existir tal escuela. Hay, sin
embargo, un movimiento en el pensamiento y en el trabajo jurídico”; y le
atribuyó nueve puntos de partida comunes: (1) una concepción dinámica del
Derecho, (2) una concepción instrumental (el Derecho como un medio para
fines sociales), (3) una concepción dinámica de la sociedad, (4) el divorcio
temporal, a efectos metodológicos, entre ser y deber-ser, (5) la desconfianza
en las reglas y conceptos jurídicos tradicionales como descripción de lo que
hacen los Tribunales y la gente, (6) la desconfianza en que las reglas
prescriptivas sean el factor protagonista en la decisión judicial, (7) la creencia
de que los casos y situaciones jurídicas deben ser agrupados en categorías
más limitadas que las tradicionales, (8) una valoración de todos los sectores del
Derecho por sus efectos y (9) una investigación programática de los problemas
jurídicos sobre la base de todas estas líneas.
Frente a una opinión bastante extendida que considera que este movimiento
sólo puede llamarse “realista” en un sentido vago y vulgar (Tarello 1962, 3;
Rumble 1968, 44), cabe subrayar que los fundamentos filosóficos presentes (y
que se ponen de manifiesto en los nueve puntos de Llewellyn) lo caracterizan
como un cierto desarrollo del positivismo epistemológico y metodológico propio
del realismo filosófico contemporáneo (Linares 1951, 10; Hierro 1981, 102-
106). Resulta, en efecto, que -aunque los realistas eran juristas, y no filósofos,
y nunca explicitaron sistemáticamente sus fundamentos- es incuestionable la
presencia del pragmatismo (recibida de William James y el Club Metafísico, al
que había pertenecido Holmes), de la lógica instrumental de John Dewey, de la
Teoría del Derecho de Ihering (principalmente a través de Roscoe Pound) y del
método analítico de Wesley N. Hohfeld.
Jerome Frank distinguió dentro del movimiento dos grandes grupos: los “rule-
skeptics” y los “fact-skeptics”. Para los escépticos sobre las reglas (Llewellyn,
Bingham, Cook, Oliphant...) el principal interés estriba en diferenciar las reglas
de papel de las reglas efectivas; sólo estas últimas componen realmente el
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Derecho y permiten formular predicciones, científicamente fundadas, sobre las
decisiones de los Tribunales. Llewellyn hizo clásica una renovada afirmación
holmesiana: “Lo que estos funcionarios hacen acerca de los litigios es, en mi
opinión, el Derecho mismo” (“The Bramble Bush”, 1960, 9). Sin embargo,
posteriores matizaciones del mismo Llewellyn permiten aclarar que no se
pretende una negación total de la función de las normas, sino establecer cuál
es su función real en cada caso y cuál la incidencia de otros factores que
intervienen sistemáticamente en las decisiones judiciales. Frente a la
inseguridad que el mito tradicional del silogismo encubre, se pretende alcanzar
una certeza en las predicciones sobre la base de un estudio científico (esto es,
empírico) de la efectiva conducta de los Tribunales. Se trata de sustituir la
dogmática formalista por un conductismo judicial o, dicho de otra manera,
sustituir la criticada seguridad normativa por una efectiva seguridad descriptiva.
Con ello, la Ciencia del Derecho se centra en el análisis de las motivaciones y
los comportamientos judiciales; pero precisamente este mismo propósito
condujo a una posición “todavía más radical e iconoclasta” (Finch 1977, 229) a
los escépticos sobre los hechos.
Dos son las razones por las que Frank (y, con él, Radin, Arnold, Green...)
estiman insuficiente el análisis crítico anterior: en primer lugar, porque una gran
cantidad de casos se resuelven en los Tribunales de primera instancia, sin
ulterior recurso; y, en segundo lugar, porque generalmente los hechos quedan
determinados en la primera instancia, de tal modo que la apelación y demás
recursos sólo conocen un aspecto (la aplicación de la regla) que ya ha sido
predeterminado por la selección de los hechos relevantes. Puesto que es
imposible predecir en qué forma el juez de instancia o el jurado determinarán
los hechos, es imposible predecir la decisión, ya sea sobre la base de un
precedente o regla formal, ya sea sobre la base de una pretendida regla real
obtenida mediante el estudio de la conducta judicial. Los escépticos sobre los
hechos pusieron el acento, en consecuencia, en el funcionamiento del
procedimiento.
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No puede pasarse por alto que el movimiento realista fué, antes que un
movimiento teórico, un movimiento de reforma desarrollado en el contexto del
enfrentamiento entre la política del New Deal y la resistencia conservadora del
Tribunal Supremo. Por ello la separación -temporal y metodológica- entre ser y
deber-ser estaba conscientemente puesta al servicio de objetivos prácticos,
tanto críticos (la denuncia de una cierta dogmática formalista como encubridora
de decisiones judiciales conservadoras) como constructivos (el propósito de
adaptar el Derecho a la dinámica social), objetivos que abarcaron desde la
inclinación de Llewellyn en favor de la política codificadora (“Restatement of the
Law”) del American Law Institute hasta las propuestas de reforma procesal
formuladas por Frank.
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la escuela corresponde en realidad a Hägerström o más bien a sus discípulos
Phalén y Karl Hedvall, la figura más influyente ha sido, sin duda, Hägerström y
en todo caso fué él quien, desde su cátedra de Filosofía Práctica, dió lugar a
una escuela de pensamiento jurídico que ha sido denominada “realismo jurídico
escandinavo”. La Filosofía de Uppsala, aunque prácticamente desconocida
fuera de sus fronteras hasta después de la Segunda Guerra Mundial, tiene una
notable coincidencia con el neopositivismo que se manifiesta en la crítica al
idealismo (que comparte con el neorrealismo de Moore), la crítica a la
metafísica (que comparte con el Círculo de Viena) y la negación del carácter
cognoscitivo de los juicios de valor (que comparte con el neopositivismo en
general y, particularmente, con el emotivismo). Una diferencia, sin embargo,
reside en esta inmediata influencia que la Filosofía de Uppsala tuvo -a
diferencia del neoempirismo o neopositivismo- en la Filosofía y la Teoría del
Derecho. Y ello tanto porque el mismo Hägerström se ocupó ampliamente de
problemas filosófico jurídicos, como porque, desde sus enseñanzas, se
constituyó un amplio núcleo de juristas que, normalmente, se encuadran en
esta escuela tales como Vilhelm Lundstedt, Karl Olivecrona, Alf Ross, Per Olof
Ekelöf y Tore Strömberg, entre otros. Mientras que hasta los años sesenta no
puede hablarse de una repercusión del neopositivismo (en concreto, de la
filosofía analítica) en el pensamiento jurídico, que se pone de manfiesto en
“The Concept of Law”, de Hart (1961), y en la llamada “crisis del positivismo”
en Italia, el realismo jurídico escandinavo tenía ya entonces un notable
desarrollo, lo que ha permitido afirmar que “las premisas de la filosofía
neoempirista son premisas adoptivas para el positivismo jurídico, mientras que
para el realismo jurídico escandinavo son premisas naturales” (Pattaro 1971,
76).
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Zugleich Prolegomena zu einer Kritik der Rechtswissenschaft” de Ross (1933).
La segunda, desde la Guerra hasta mediados los años 60, se caracteriza por la
recepción de la filosofía analítica, con una consecuente pérdida de la ortodoxia
empirista inicial, y por la influencia de este grupo en el pensamiento jurídico
oocidental (en particular a través de sus polémicas con Kelsen, Hart y Bobbio,
así como -en Argentina- por un acercamiento desde la teoría egológica [El
hecho del Derecho”, 1956] y una influyente visita de Alf Ross en 1960). Esta
segunda etapa se manifiesta en obras como “The problem of the monetary
Unit” (1957) y “Legal Language and Reality” (1962) de Olivecrona, o “Towards
a realistic Jurisprudence. Criticism of the dualism in Law” (1946) y “On Law and
Justice” (1958) de Ross. Cabe hablar de una tercera etapa, desde 1965 hasta
finalizados los 70 (Ross falleció en 1979 y Olivecrona en 1980) en que el
realismo escandinavo pierde sus contornos como escuela para incorporarse al
desarrollo del positivismo analítico, al mismo tiempo que empieza a ser objeto
de atención generalizada como una de las corrientes más significativas del
pensamiento jurídico contemporáneo. Expresión de esta etapa serían, de un
lado, “Directives and Norms” (1968) de Ross y la nueva versión de “Law as
Fact” (1971) de Olivecrona así como, de otro lado, las monografías aparecidas
en Alemania (Vogel 1972), Italia (Castignone 1974 y Pattaro 1974), Francia
(Strömholm-Vogel 1975) y España (Hierro 1981).
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Derecho permite, por otra parte, que iusnaturalismo y positivismo compartan
una misma concepción sobre la existencia de las normas jurídicas, que
consistiría en su “validez”, esto es en su fuerza obligatoria. Ross afirmó que
este tipo de positivismo -en el que incluye a Kelsen- es, en realidad, un
iusnaturalismo disfrazado al que mejor deberíamos denominar “cuasi-
positivismo”.
Otra cuestión fue el intento de elaborar una Ciencia del Derecho que se
ajustase a las exigencias empiristas, es decir en la que resultase aplicable el
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principio de verificación. Ross, que había tenido una primera etapa de
influencia kelseniana (Hernández Marín 1982, 175 y ss.), propuso un esquema
conforme al cual las aserciones científico jurídicas no se refieren a la validez
(fuerza obligatoria) de las normas sino a su vigencia, entendiendo como tal la
ocurrencia de ciertos hechos sociales. Tratando de superar las explicaciones
psicologistas y las conductistas Ross llega a la conclusión de que este hecho
social en que consiste la vigencia de una norma es su efectiva consideración
como obligatoria por los Tribunales y órganos ejecutivos (elemento psicológico)
y su efectiva aplicación por ellos (elemento conductista). Las proposiciones de
la Ciencia del Derecho son proposiciones del tipo “D es Derecho vigente”, y su
verificación estriba en la observación de las decisiones judiciales y su
motivación. Un esquema verificacionista tan simplificado y reducido
injustificadamente al ámbito de las decisiones judiciales ha servido para
fundamentar buen número de críticas contra el modelo propuesto por Ross. Sin
embargo, su análisis de las implicaciones normativas de la idea de “validez” y
de la consecuente concepción kelseniana de la Ciencia Jurídica fueron, en gran
parte, el punto de apoyo de la crítica al positivismo tradicional llevada a cabo
por Hart y de su reelaboración de la noción de “validez”, al distinguir entre el
punto de vista externo y el punto de vista interno.
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que “el realismo continúa ejerciendo una importante influencia sobre el
ambiente académico-jurídico americano por su capacidad para establecer la
agenda, para definir las cuestiones que requieren contestación” (Fisher-
Horwitz-Reed 1993, XIV). Cabe así entender que son hijos legítimos del
realismo americano todos los movimientos que han dado algún tipo de
desarrollo a su “programa constructivo”, lo que incluye -además de los antes
citados- en décadas más recientes movimientos como el “Law and Society” y el
“Law and Economics”. Asímismo, y precisamente criticando este vinculación
exclusiva al programa constructivo de los realistas (el derecho como
instrumento ) la más reciente corriente de los “Critical Legal Studies” reclama
también su filiación realista, si bien vinculada a la recuperación del programa
crítico del realismo, el que -a su decir- se perdió posteriormente: la crítica de la
indeterminación radical del Derecho y la investigación de su papel ideológico
legitimador.
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científico jurídicos , etc. son aportaciones críticas que provocaron la revisión del
positivismo, incluso en su formulación kelseniana, y abrieron paso al
normativismo analítico.
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