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Del
Paisaje urbano
Desde mi punto de vista, estas pieles generadas de publicidad son en sí mismas paisaje, ese
que no solo se observa, sino que se crea desde la interacción y se recrea con la intervención.
Al estar en lugares de tránsito, a la intemperie del espacio público, este se contamina, se
moja, se rompe, se cae, pierde color, lo arrancan y hasta lo orinan, convirtiéndose en un
desecho o una ruina.
Cada una de las capas de cartel consolida una memoria impenetrable, una muestra de
paisaje. Esta masa sin contenido alguno, a diario solamente es observada en su superficie y
con el tiempo se convierte en un nuevo desecho de la ciudad y de la sociedad que la crea,
disfruta y olvida ya sea en Bogotá, o en el Distrito Federal. Este fenómeno marca un punto
de partida para mí. En palabras de Margarita Monsalve “sobre la ruina como el paisaje que
casi es inherente a nuestra cotidianidad”.
Para el caso del DF, yo era una viajera, turista o solo una extranjera; la forma más
inmediata de acercarme a la ciudad y conocerla era por medio del mapa y de las rutas del
metro, esta fue la forma más rápida y sencilla de desplazarme y conocer. A partir de ellos
recorrí el lugar y socialicé con él, lo observe y construí. Y del mismo modo que en Bogotá
centré mi mirada en los carteles publicitarios del lugar, los cuales eran notablemente
diferentes por los colores empleados la tipografía y el tipo de composición.
Estos paisajes de carteles llenos de color e imágenes hablan del lugar donde se encuentran,
y del público al que se dirigen, así como también de quienes en realidad conviven con él, y
también de los que habitan en el no lugar donde se encuentran ubicados o expuestos.
Esta acumulación de capas de papel, desecho de cada ciudad, genera un nuevo mapa en mí
y una nueva forma de estructurar la ciudad y a sus individuos, una nueva forma de
interactuar con el entorno, un nuevo modo de hacer y ver paisaje. Genero un nuevo
recorrido que quizás no es transitable como el que realizo para encontrar estas paredes
cubiertas, sino táctil, bañado de texturas, relieves, formas, cortes, colores e incluso errores,
cual si fuera un accidente topográfico que se crea a diario en el lugar, el cual puedo
intervenir e incluso arrancar, no hay límite en tierra de nadie, proponiendo una experiencia
con que va mas allá de su superficie y de lo que simplemente se ve (acción de
desprenderlos de la pared, arrancarlos y coleccionarlos).
Imágenes de pruebas de texturas (experimentación con papel y tintas)
La idea de abordar el paisaje observarlo y habitarlo, desde sus mínimas partes y luego
desde un plano general
Los fragmentos de carteles siempre me remitieron al mapa es por esto que siempre los
asocié con este, luego descubrí que el mapa y el paisaje siempre se relacionan ya sea como
forma de referencia, representación o interpretación. Del mismo modo que existen
diferentes tipos de mapa que no siempre están asociados a la conformación física y real de
un lugar determinado.
Aun así, existen quienes se apropian de estos lugares y los habitan, están ahí casi todo el
tiempo y son los que desde mi punto de vista también influyen en la conformación de este
paisaje urbano. Sin embargo, son personas para las cuales no está diseñado el espacio, ni el
cartel que es puesto ahí, estas personas que por lo general son los vendedores ambulantes,
los mendigos, y los sin casa, con sus carretas, talegos y bolsas, ellos inevitablemente son
indispensables en este trabajo ya que hacen parte de la ciudad, del estar en ella y de la
cotidianidad aun cuando la sociedad no los tiene en cuenta y los ignora.
México DF
4Javier Maderuelo, “paisaje y pensamiento”. Abada Editores. Madrid. 2006, Nicolás Ortega Cantero.
La ciudad como yo la veo:
“el diario vivir en comunidad entre humanos, avances tecnológicos y el
tiempo, han hecho del hombre un foco de estrés y tensión, donde los
ritmos de vida son cada vez mas acelerados, las relaciones mas limitadas
y el tiempo más corto.
El contacto es cada vez menos usual y poco práctico, en ocasiones se torna más
que placentero, el ruido es asfixiante y la comunicación no fluye; la
nueva era exige ir un paso más adelante que el anterior y la incertidumbre
por el futuro y el miedo al error, hacen que el presente se olvide tras la
idea de una tarea sin terminar, una hora perdida, malas calificaciones, el no
llegar a tiempo a cenar, no ver un gol o la estrella de un campeonato, cuentas
por pagar y correos por escribir.
La idea de la espera y la calma se hacen más lejanas a diario, ya no hay tiempo
para eso, para conocer gente nueva, para simplemente ceder el puesto o ayudar
a alguien a cruzar la calle, no hay tiempo para ofrecer la hora ni mucho menos
para indicar coordenadas sobre una dirección, la tensión está presente, el
presiona la espalda y la ira está a punto de explotar tras los dientes y nudillos,
todo se concentra en un solo lugar pero demostrarlo es inmoral, poco ético
o falto de buenos modales, así que ignoras. Cierras los ojos, piensas en que
harás mañana y continuas sin mirar a nadie, solo, en silencio, esperando
que la escalera eléctrica sirva y el micro o bus no se detenga, intentando callar el ruido
que llega a tus oídos del tic-tac, pitos, tic-tac, conversaciones, tic-tac, ambulancias,
tic-tac, sanitarios, tic-tac, radios, tic-tac, vendedores, tic-tac, precios de todo tipo.” 5
Trabajando sobre lo más relevante en mi proyecto, cartel, paisaje, mapa y habitante empecé
a hacerme muchas preguntas: ¿cómo ser un habitante y no un transeúnte? ¿Basta con
caminar y recolectar fragmentos, basta con recorridos y seguimientos? ¿Cómo marcar
puntos de encuentro en una ciudad desconocida?
Con los carteles y las piezas que hago siento que logro consolidar un paisaje, que deambula
entre lo real y lo ficcional, generando nuevos mapas que hablan de mi experiencia, de mis
construcciones y de mi búsqueda personal, por ubicarme en un lugar-tiempo y conocer un
territorio basándome en los elementos y medios tradicionales propios del mismo.
Para el caso de Bogotá, son replicas traslucidas sobre papeles transparentes y dibujos a tinta
que generan una especie de transparencia brumosa que no deja ver completamente lo que
hay detrás, porque siento que el bogotano ignora que no se detiene, que no observa, es
como si estuviesen dentro de una bruma permanente que les permite no tener en cuenta su
alrededor.
“El paisaje, como forma, presenta no sólo un volumen y una configuración: también posee
un rostro, que es el aspecto externo, visible de un estructura territorial”6. El rostro del lugar
que habito y estoy conociendo es el cartel publicitario, es el color y la información a la que
estoy expuesta a diario.
Aunque quisiera no lo puedo fijar ni consolidar, la imagen al igual que el mundo no es fija
ni única, es por ello que las formas al igual que el lugar y sus habitantes varían, no es finito,
6 Javier Maderuelo, “paisaje y pensamiento”. Abada Editores. Madrid. 2006, Nicolás Ortega Cantero. pág.133
al contrario es infinito, incontenible e inexpresable desde mi punto de vista, tan solo
replicable aun sabiendo que no será idéntico, ‘ni real’, ya que mi percepción por mas que
quiera no se aleja de mi forma de entender el mundo, ni de la descripción que hago de él,
no es más que la idea que yo tengo sobre el paisaje y el cartel que lo crea y muta. “ninguna
imagen podrá jamás, aunque se multiplique de forma indefinida, representar
verdaderamente nuestra realidad, puesto que ésta no es representable ni siquiera por
nosotros mismos. Sólo abandonándose al flujo de la experiencia directa de las cosas es
posible aprehender la verdad, pero también esta experiencia resulta inaprensible: sólo dura
un instante; y además se agota en la conciencia del sujeto que la vive desde su propio y
exclusivo punto de vista”7 ¿Cómo hacer esta experiencia directa, común y múltiple? Creo
que este interés en si mismo es imposible de lograr pero puedo propiciar la sensación o
generar una situación similar haciendo énfasis en los puntos que quiero trabajar; para que el
papel arrancado deje de ser una imagen final y se vuelva un medio para hablar del paisaje
urbano (relación entre el no lugar y su habitante), la descontextualización total del cartel, a
partir de la acumulación, y la réplica.
7 Manuel Martí Eskenazi, “Sistema de las imágenes” liguori Editores, 2003. Italia. pág.22
Mapas Bogotá
Desde mi percepción personal, Nicolás Ortega Cantero hace referencia al poder de civilizar
que tiene el paisaje, al igual que habla de una adquisición cultural en la medida que el
individuo encuentra puntos de relación y sensibilización con el espacio, es por ello que lo
relaciono con mi investigación. Para mí el cartel en las paredes es el paisaje de la ciudad en
la que me encuentro, no es el único que existe pero es el que yo elijo y el que yo asumo, y a
partir de éste no solo se habla del cartel, se va mas allá, habla de una comunidad en
determinado lugar con sus características, formas y procesos. Según las palabras de Ortega
“también participan en este papel civilizador las imágenes de los paisajes construidas por
sus representaciones culturales, las que lo traducen y cualifican, las que nos hacen ver, las
educadoras de las miradas, las que dotan de nuevos sentidos a los lugares, y a las formas
geográficas. Esto es así porque los paisajes no tienen sólo configuración en el paisaje
geográfico, sino también un cuerpo paralelo cualificado, que le otorga valores añadidos con
los que adquiere su identidad competa y a veces sus significados más profundos” 8. En
cuanto a lo anterior siento que afirmo mi idea inicial en la que hablo de la mutación del
paisaje ya que este varia siempre que es habitada respondiendo a las necesidades de su
población, es por eso que se me hace fundamental el cartel y reproducirlo, pues en él está
contenido el cambio y las características de la sociedad que lo habita y consume; mas allá
de ser una imagen expuesta, es un cuerpo plástico con memoria y esencia que se contamina
y envejece pero que se renueva a casi a diario.
“Los paisajes son, efectivamente, los rostros de la tierra, la faz de los hechos geográficos.
Los hechos geográficos, que obedecen combinadamente a estructuras o sistemas y a
dinámicas naturales, históricas, sociales y económicas, se formalizan en configuraciones
territoriales que llamamos paisajes. Cualquier panorama responde a una forma. Si nos
acercamos al panorama, se entra en dicha forma y, si la analizamos, comprobamos que ésta
reproduce, es efecto de una estructura grafica y su evolución. Si en esto consistió el primer
paso solido del concepto geográfico de paisaje, en el que lo afinca en la objetividad
territorial, el que lo completa es el que añade la imagen.
Ese término responde así, explicativamente a toda la secuencia que va desde las causas y
las fuerzas generadoras de formas territoriales a la concreción material de éstas, a la faz
final que presentan, incluso a sus cambios y a sus percepciones y representaciones. Recoge
pues, toda la complejidad física y humana del espacio geográfico: el paisaje aparece como
una acumulación y como un testigo histórico-geográfico. Un resultante y un documento”9
Durante la realización de todo el trabajo mi mente siempre se preguntó por el personaje que
sería yo misma según esta situación que plantea Walter Benjamín en su texto Dirección
Única donde en uno de sus cuentos expone lo siguiente:
“La fuerza de una carretera varía según se la recorra a pie o se la sobrevuele en aeroplano,
Así también la fuerza del texto varía según sea leído o copiado. Quien vuela solo ve como
la carretera va deslizándose por el paisaje y se desdevana ante sus ojos siguiendo las
mismas leyes del terreno circundante. Tan solo quien recorre a pie una carretera advierte su
dominio y descubre como en ese mismo terreno que para el aviador no es más que una
llanura desplegada, la carretera en cada una de sus curvas, va ordenando el despliegue de
lejanías, miradores, calveros y perspectivas como la voz de mando de un oficial hace salir a
los soldados de sus filas. Del mismo modo, sólo el texto copiado puede dar órdenes al alma
de quien lo está trabajando, mientras que el simple lector jamás conocerá los nuevos
paisajes que, dentro de él, va convocando el texto, esa carretera que atraviesa su cada vez
más densa selva interior: porque el lector obedece al movimiento de su yo en el libre
espacio aéreo del ensueño, mientras que el copista deja que el texto le dé ordenes.” 10
Por lo que cada una de las piezas a ver fueron construidas replicando pequeños trozos de
cartel que fueron arrancados de las calles del DF en la Ciudad de México y Bogotá, fueron
reproducidos de un original que yo seleccioné, éstas no son replicas exactas de los
fragmentos de cartel, ya que hacerlo o pretender hacerlo sería imposible, del mismo modo
hacen parte del proyecto que describí, el cual continua realizándose y ampliándose, al igual
que el paisaje del cual hace parte.
Jean-Marc Besse. Las cinco puertas del paisaje. Ensayo de una cartografía de las
problemáticas paisajeras contemporáneas. Artículo, 2006