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SCC 26-5-2010
Ponencia del Magistrado Luís Antonio Ortiz Hernández. Exp. 09-
532, dec. 187:
Cambio de criterio sobre suposición falsa por desviación ideológica:
puede referirse a una conclusión del juez
En el presente caso, el formalizante señala como hecho positivo y
concreto que la recurrida, derivado de un erróneo análisis del acta de
asamblea de accionistas de fecha 29 de octubre de 1999, de la sociedad
mercantil denominada Desarrollos Valle Arriba Athletic Club C.A.,
distorsionó el vocablo acreencia y a fuerza de interpretación se
estableció que equivale a aporte.
Al respecto esta Sala, con ponencia del mismo Magistrado que con tal
carácter suscribe la presente decisión, en su fallo Nº RC-174, de fecha
27 de marzo de 2007, Exp. Nº 2006-588, ratificado mediante
sentencia N° RC-307 del 3 de junio de 2009, Exp. N° 2008-487, en torno
al vicio de suposición falsa reiteró que: “...Para que exista el vicio, éste
tiene que consistir en una afirmación del hecho positivo y concreto. Así
ha dicho la Sala. “El falso supuesto se caracteriza por el error
material. Pero nunca el de raciocinio o apreciación de la
prueba”. (Sentencia del 17-5-60, G.F. Nº 28, Seg. Etapa Pág. 139); “No
es falso supuesto el eventual desacierto de los jueces en
apreciaciones que corresponden a su soberanía”. (Sentencia del 1-2-
62. G.F. Nº 35, Seg. Etapa. Pág. 32).
La Sala también ha señalado al respecto lo siguiente: “Está exponiendo
no un hecho concreto, sino una conclusión a la cual llegó luego de
examinar las pruebas; por lo tanto, tratándose no de un hecho sino
de una conclusión del Juez, la misma no es atacable como
suposición falsa”. (Sentencia de esta Sala del 22 de marzo de 2002,
Fallo N° RC-188, Exp. N° 2000-461-2000-300, caso: firma Mercantil
FERLUI C.A. contra la Sociedad Mercantil INVERSIONES TEKA 2850 C.
A.).
También se ha pronunciado al respecto expresando lo siguiente: “En
otras palabras, como lo señala la doctrina de la Sala, en la sentencia
dictada el 5 de mayo de 2009, caso: Zoila Mercedes Acosta (...) si del
contenido de las actas que cursan en autos se evidencia que el
establecimiento de ese hecho tiene soporte probatorio como
acontece en el sub iudice (...) tal hecho no puede resultar falso
como lo afirma el recurrente, sino que constituye una conclusión
del juez luego de analizar las pruebas (...) en consecuencia no
habría suposición falsa (...) lo que se hace en la denuncia es señalar
el hecho positivo y concreto como la conclusión del juez respecto
de una mención que se encuentra en la prueba analizada. (...) “El
vicio de suposición falsa no puede recaer sobre apreciaciones o
conclusiones respecto a las consecuencias jurídicas de los hechos,
que aunque sean erradas, las mismas no constituyen el
establecimiento de un hecho sino la consecuencia de la actividad
intelectual que hace el juez, luego de establecer los hechos, que, en
su criterio, se producen desde la perspectiva de la cuestión que se
debate. En consecuencia, no es cierto, como sostiene la denuncia,
que haya incurrido el sentenciador de alzada, en una suposición
falsa. (Sentencia de esta Sala del 22 de octubre de 2009, Fallo N° RC-
558, Exp. N° 2009-304, caso: sociedad mercantil PANTA
CINEMATOGRÁFICA C.A., contra la Sociedad Mercantil BANCO
CONSOLIDADO, C.A., S.A.C.A., y otra).
Ahora bien, sería muy fácil para esta Sala decir que tal afirmación
corresponde a las conclusiones jurídicas a las que arribó la juez
luego de analizar y valorar los medios probatorios aportados por las
partes. Pero la verdad no es así.
En el presente caso, quedó probado y reconocido en la sentencia
recurrida, que el ciudadano Vicente Emilio Capriles, parte demandante,
en su calidad de socio, entregó a la sociedad mercantil Desarrollos Valle
Arriba Athletic Club C.A., parte demandada, la cantidad de doscientos
cuarenta y tres mil quinientos quince dólares de los Estados Unidos de
Norte América ($ 243.515,00).
El juez de alzada luego de dar por probada tal situación, concluyó que
tal suma de dinero lo recibió la sociedad mercantil demandada como un
“aporte” singular del socio y no como un préstamo. Para ello, el juez le
dio un giro interpretativo al acta de asamblea de accionistas de fecha 29
de octubre de 1999, de la sociedad mercantil denominada Desarrollos
Valle Arriba Athletic Club C.A., donde se menciona la palabra acreencia
del socio Capriles, y concluyó que acreencia no siempre es obligación o
préstamo a interés, “...sino que la misma constituye un genérico que
debe entenderse como todo derecho que tiene una persona para pedir o
exigir el cumplimiento de una obligación de dar, hacer o no hacer...”.
Entiende esta Sala, que independientemente del esfuerzo del juez
superior en disminuir el peso específico de la palabra acreencia, tratando
de diluirlo e interpretarlo como “cualquier cosa”, concluyendo que el
ciudadano Vicente Emilio Capriles, parte demandante, en su calidad de
socio, entregó a la sociedad mercantil Desarrollos Valle
Arriba Athletic Club C.A., parte demandada, la cantidad de doscientos
cuarenta y tres mil quinientos quince dólares de los Estados Unidos de
Norte América ($ 243.515,00), como un simple aporte a cambio de nada,
que dicha afirmación es inaceptable y es una cuestión que no puede
pasar por alto este máximo Tribunal del país, dado que es insostenible
que el juez le conceda dicho monto como un aporte del socio sin
obligación de nada ni contraprestación alguna, sin restituirlo, sin
reconocerlo al menos como acciones de la sociedad a favor del
demandante.
A este respecto cabría preguntarse, ¿entonces dicho aporte a capital de
la compañía que finalidad tenía?, es incomprensible para esta Sala, que
simplemente, el juez lo haya convertido en una donación del demandante
y que este entregó dicha suma de dinero y la perdió, así de simple, tesis
jurídica que es inaceptable para esta Sala.
Ahora bien, en diversas oportunidades ha señalado esta Sala que los
jueces son soberanos en la interpretación de los contratos, salvo que se
equivoque en su calificación o incurra en la desnaturalización o
desviación intelectual de su contenido.
Asimismo, la Sala ha establecido que ‘...el límite entre la soberana
interpretación del contrato y la tergiversación o desnaturalización
de la voluntad contractual está constituido por la compatibilidad de
la conclusión del Juez con el texto de la mención que se interpreta.
Si el establecimiento de los hechos por el Juez es compatible con la
expresión de la voluntad de las partes, estamos en la esfera de la
interpretación; si, por el contrario, la conclusión del sentenciador
no es compatible con el texto, estaríamos en presencia de una
desnaturalización del contrato...”
En este sentido, el fallo N° 241 del 30 de abril de 2002, caso: Arturo
Pacheco Iglesia y otros c/ Inversiones Pancho Villas, C.A.,
expediente N°: 00-376, estableció lo siguiente:
“La Sala considera que los jueces de instancia están facultados para
establecer la calificación jurídica que consideren apropiada a las
relaciones contractuales existentes en los juicios en los que están
llamados a conocer, con independencia de la calificación que al respecto
hubieren hecho las partes, siempre y cuando no distorsionen los hechos
que hubieren sido alegados por ellas. Así, la calificación jurídica de una
determinada relación contractual constituye un pronunciamiento de
derecho, sólo cuestionable a través de la correspondiente denuncia de
fondo, que le es dable al juez como consecuencia del
principio iuranovit curia”
De igual forma se sentenció en fallo N° 57 del fecha 27 de febrero de
2003, caso: Manuel Rocha Pita c/ Quirino José Montaggioni Ortiz,
Expediente N°: 02-072, en el que se estableció:
“El artículo 12 del Código de Procedimiento Civil, establece:
‘...En la interpretación de contratos o actos que presenten oscuridad,
ambigüedad o deficiencia, los jueces se atendrán al propósito y a la
intención de las partes o de los otorgantes, teniendo en mira las
exigencias de la ley, de la verdad y de la buena fe...’
El anterior precepto normativo le atribuye a los jueces de instancia la
interpretación de los contratos, quienes realizan la labor de indagar la
voluntad e intención de las partes contratantes al establecer
determinadas obligaciones y derechos. Los Tribunales del fondo son los
únicos que pueden establecer lo que cada una de las partes ha dado o
prometido, el alcance y extensión de las respectivas prestaciones y hasta
las consecuencias que pudieron ser previstas al tiempo de celebrar el
convenio. En consecuencia, la interpretación de los contratos es materia
reservada a los jueces de instancia, de la cual, sólo puede conocer esta
Sala, cuando se denuncie la comisión por el Juez de una suposición falsa
o un error en la calificación del contrato; motivo por el cual las
conclusiones que aquéllos sostengan en ese campo, escapan a la
censura de casación, salvo que se alegue alguna de las situaciones
excepcionales en que esta Suprema Instancia, pueda extenderse al
establecimiento y apreciación de los hechos o al fondo de la
controversia”.
De los anteriores criterios jurisprudenciales se desprende que si bien los
jueces de instancia son los facultados para interpretar y calificar los
contratos, tal actividad no puede, de ninguna manera, distorsionar los
hechos que hubieren sido alegados por ellas, pues su labor es la de
indagar la voluntad e intención de las partes contratantes al establecer
determinadas obligaciones y derechos, y en caso de incurrir en tal
infracción, esta Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia,
estará facultada –previo cumplimiento de los requisitos necesarios del
escrito de formalización-, para descender a las actas del expediente y
conocer los errores de hecho al juzgar los hechos en que hubiese
incurrido el juez de alzada.
En este caso, el formalizante enfocó su denuncia a través de la figura de
la tergiversación intelectual, que sería la única forma posible de hacerlo.
Pues no hay otra, dado que lo que se combate es precisamente la
delicada tarea del juez superior que “hilando fino” descontextualizó la
palabra acreencia, le suprimió el peso específico y la transformó en una
frase hueca, sin fuerza jurídica.
Se está aseverando, como lo constató la Sala de la lectura del acta de
asamblea que contiene el contrato y del fallo recurrido antes transcrito, la
desviación intelectual, no una suposición falsa en sentido estricto. Sólo
que la doctrina de la Sala exige “pedir prestado” en sentido analógico el
primer caso de suposición falsa, pero no para combatir un hecho sino
realmente un ejercicio intelectual producto de múltiples razonamientos
del juez. Lógicamente no se combate un hecho puro y simple, sino el
razonamiento final de la recurrida producto del “travisamento” italiano, o
la desnaturalización por desviación intelectual o ideológica y
el “mal juge” de la doctrina francesa, como ya se explicó en este fallo.
Y esto no es otra cosa, que atacar la conclusión del juez. El criterio de
combatir el hecho y no la conclusión jurídica está bien para la denuncia
de suposición falsa “estrictu sensu”, pero no para la denuncia por
desviación intelectual, pues, allí nunca se controlarían hechos sino
conclusiones jurídicas inexactas. No se puede exigir en la denuncia de
desviación intelectual que sólo se combata un hecho puro y simple, por
cuanto ello es imposible.
En este caso, como ya se explicó el juez de la recurrida con su forma de
proceder y en un esfuerzo por disminuir el peso específico de la palabra
acreencia, tratando de diluirlo e interpretarlo como “cualquier cosa”,
concluyó que el ciudadano Vicente Emilio Capriles, parte demandante,
en su calidad de socio, entregó a la sociedad mercantil Desarrollos Valle
Arriba Athletic Club C.A., parte demandada, la cantidad de doscientos
cuarenta y tres mil quinientos quince dólares de los Estados Unidos de
Norte América ($ 243.515,00), como un simple aporte a cambio de nada,
lo cual constituye un clásico caso de tergiversación intelectual o
desnaturalización conceptual por desviación ideológica de los términos
del contrato, y apartándose de esta manera de la intención de los
contratantes, derivado de un erróneo análisis del acta de asamblea de
accionistas de fecha 29 de octubre de 1999, de la sociedad mercantil
denominada Desarrollos Valle Arriba Athletic Club C.A., distorsionando el
vocablo acreencia y estableció que era un aporte. Así se declara.
Por las anteriores consideraciones, esta Sala de Casación Civil, declara
con lugar la presente denuncia de suposición falsa del primer tipo por
desviación ideológica o intelectual en la interpretación del contrato. Así se
establece.
SCC 25-2-04
Ponencia del Magistrado Franklin Arrieche G. Exp. Nº 01-464, dec. Nº 88:
Regla de valoración de los documentos emanados de tercero y ratificados
por testimonio
Caso de un peritaje extrajudicial
En interpretación y aplicación de esta norma, la Sala ratificó el precedente
jurisprudencial y dejó sentado que “...La inclusión del artículo 431 en la reforma
del Código de Procedimiento Civil vigente desde 1987 tuvo por objeto aclarar
que los documentos privados emanados de terceros que no son parte en el
respectivo juicio ni causantes de las partes que contienden en él no se rigen
por los principios de la prueba documental, por lo que no le son aplicables a
tales documentos las reglas de los artículos 1.363 y 1.364 del Código Civil,
sino que para ser admitidos y valorados como un medio de prueba idóneo en
un juicio en el cual no sean partes los otorgantes de tales documentos, ellos
deben ser traídos al juicio como una mera prueba testimonial, no siéndoles
atribuibles más valor que el que pueda resultar de su ratificación por el tercero
al cual se le presenten como un simple auxilio de precisión, para que entiendan
mejor lo que se le pregunta...”. (Sentencia de fecha 15 de julio de 1993,
Corporación Garroz C.A. c/ Urbanizadora Colorado C.A., ratificada el 28 de
abril de 1994, Hernán Valecillos c/ Nelson Troconis).
En correspondencia con ese criterio, el autor Román José Duque Corredor ha
expresado que no se trata de una prueba documental, sino un testimonio, que
debe ser apreciado por las reglas de valoración de la prueba de testigo prevista
en el artículo 508 del Código de Procedimiento Civil, y no de acuerdo con las
de los documentos privados a que se contrae el artículo 1.363 del Código Civil.
(Apuntaciones Sobre el Procedimiento Civil Ordinario, pág.
216. Edt. Alva S.R.L. Caracas).
En igual sentido, Arístides Rengel Romberg ha indicado que “...no se aplican
aquí las reglas relativas al reconocimiento de instrumentos producidos por una
parte en juicio... porque el documento no emana de la otra parte, sino de un
tercero (testigo), razón por la cual el tratamiento procesal establecido en la ley
es el de la prueba de testigos, dada la naturaleza de la declaración contenida
en el documento, asegurándose así el contradictorio en esta etapa de la
instrucción del proceso, mediante las repreguntas que puede formular la parte
contraria al testigo, quedando así la valoración de la prueba sometida a la regla
general de apreciación de la prueba de testigos...”. (Tratado de Derecho
Procesal Civil Venezolano, Vol. IV, Pág. 353).
Acorde con esas opiniones doctrinarias, el autor Jesús Eduardo Cabrera ha
señalado que “...No es esta la situación con los documentos que conforme al
artículo 431 del Código de Procedimiento Civil (207), el testigo puede ratificar
dentro del proceso. Ellos no van a obrar como prueba documental y su
cuestionamiento sólo podrá hacerse como parte del control de la prueba
testimonial, de ser ello posible. (Las menciones del testigo sobre dichos
documentos, se ratificarán o aclararán con las repreguntas)...”.(Contradicción y
Control de la Prueba Legal y Libre, Tomo II. Pág. 225).
No obstante, la Sala recientemente modificó su criterio y estableció que de
conformidad con lo previsto en el referido artículo 431 del Código de
Procedimiento Civil, la ratificación mediante testimonio es un presupuesto de
eficacia del documento emanado de tercero, razón por la cual constituye una
norma jurídica expresa para el establecimiento de la prueba documental.
(Sentencias de fecha 20 de diciembre de 2001,
Vicente Geovanny Salas Uzcategui c/ Luis Alfonso Urdaneta Goyo, y 30 de
abril de 2002, Fundación Poliedro de Caracas c/ Water Brother Producciones
de Venezuela, C.A.).
Y con mayor precisión en el examen y decisión de las denuncias de silencio de
prueba del testimonio del tercero que ratifica el documento emanado de él, ha
indicado que dicha ratificación sólo persigue otorgar eficacia a dichos
documentos, por lo que de ser éstos examinados, en definitiva no se produce el
vicio denunciado. (Fallo de fecha 15 de noviembre de 2000, American Sur, S.A.
c/ Pedro Añez Sánchez).
Ahora bien, los anteriores criterios de la Sala se apartan de los antecedentes
jurisprudenciales que motivaron la incorporación del artículo 431 del Código de
Procedimiento Civil, así como de las opiniones doctrinarias sostenidas por
reconocidos juristas patrios, y favorece la formación de documentos y pruebas
en componenda de alguna parte con terceros, los cuales carecen de fecha
cierta y, por ende, permiten la posibilidad de crear obligaciones anteriores a la
relación jurídica discutida, pruebas éstas que a pesar de ser anticipadas,
adquieren la eficacia probatoria del documento privado reconocido u auténtico,
la cual es mayor que otras pruebas simples, creadas en el proceso, con
participación del juez y mediante el efectivo control y contradicción por las
partes.
El mecanismo previsto para el reconocimiento de documentos privados, sólo
rige para aquellos emanados de la parte a quien se opone, lo que encuentra
justificación en su desinterés de que se fabriquen pruebas que podrían
desfavorecerle, lo que no se cumple respecto del tercero, quien podría
pretender beneficiar a alguna parte, aún a sabiendas de que se está
desfigurando la verdad de los hechos ocurridos en el caso concreto y que
conforman el tema a decidir.
Por esa razón, la Sala expresamente abandona los expresados criterios y
retoma el anterior, de conformidad con el cual el documento emanado de
tercero, formado fuera del juicio y sin participación del juez ni de las
partes procesales, no es capaz de producir efectos probatorios. Estas
declaraciones hechas por el tercero que constan en dicho documento,
sólo pueden ser trasladadas al expediente mediante la promoción y
evacuación de la prueba testimonial, que es la única formada en el
proceso, con inmediación del juez y con la posibilidad efectiva de control
y contradicción, en cuyo caso, por referirse el testimonio a su contenido,
de ser ratificado, las declaraciones pasan a formar parte de la prueba
testimonial, las cuales deben ser apreciadas por el juez de conformidad
con la regla de valoración prevista en el artículo 508 del Código de
Procedimiento Civil.
Ahora bien, cabe advertir que en el caso concreto no se trata de un
documento negocial emanado de tercero, sino de un informe técnico o
pericial extraprocesal.
En efecto, el ajuste de pérdidas contiene las declaraciones de conocimiento
emitidas por expertos sobre hechos percibidos por ellos y su valoración técnica,
la cual consta por escrito en respuesta al requerimiento de una o ambas partes,
de forma anticipada al juicio. El fin perseguido es la comprobación del siniestro,
las posibles causas, los daños sufridos y su valoración en dinero.
El ajuste de pérdidas sólo puede ser practicado por personas previamente
autorizadas por el Ministerio de Hacienda, a través de la Superintendencia de
Seguros, de conformidad con lo previsto en los artículos 2 de la Ley de
Empresas de Seguros y Reaseguros y 1º de su Reglamento.
La concesión de la referida autorización requiere la previa demostración de que
el solicitante tiene una experiencia mínima de tres años como ajustador de
pérdidas auxiliar, o de que ha efectuado estudios sobre la materia o tiene los
conocimientos prácticos que, a juicio de la Superintendencia de Seguros, sea
suficiente para considerar que está calificado o capacitado profesionalmente en
determinados ramos de seguros, de conformidad con lo previsto en el artículo
177 del Reglamento General de la Ley de Empresas de Seguros y Reaseguros.
Cabe advertir que si bien la Ley de Empresas de Seguros y Reaseguros fue
modificada mediante Decreto Presidencial N° 1.545, reimpreso por error
material en Gaceta Oficial N° 5.561, extraordinaria, de fecha 28 de noviembre
de 2001, sus efectos fueron suspendidos en sentencia dictada por la Sala
Constitucional en fecha 18 de septiembre de 2002, lo cual determinada la
aplicación y vigencia de las normas referidas precedentemente.
Ahora bien, este informe técnico extraprocesal, por el hecho de estar
documentado, no trasmuta su esencia para adquirir la del medio que es capaz
de representarlo históricamente, pues su naturaleza está determinada por las
declaraciones de conocimiento que dicho instrumento contiene.
Sin embargo, no existe norma especial que regule la eficacia jurídica del ajuste
de pérdidas. En relación con ello, la Superintendencia de Seguros en dictamen
Nº 14, proferido en el año 1999, estableció que “...no existen garantías del
mérito probatorio que se le pueda asignar al mencionado ajuste... ya que tales
aspectos quedan sujetos a la valoración del juez que conozca del asunto...”.
Resulta de importante consideración, la opinión sostenida en la doctrina
respecto de este tipo de dictámenes periciales, rendidos sin intervención de un
funcionario judicial, fuera del proceso, y sin diligencia previa, mediante encargo
privado de la persona interesada y por experto escogido por ésta.
En este orden de ideas, es oportuno considerar el criterio sostenido
por Devis Echandía, de acuerdo con el cual “...Este dictamen vale como
testimonio, en cuanto a la relación de hechos verificados por expertos en el
desempeño del encargo privado, siempre que se entienda que debe ser
ratificado, con las formalidades legales del testimonio judicial, en el curso del
proceso, en cuyo caso tiene valor de testimonio técnico, y en modo alguno le
otorga valor probatorio al dictamen extraprocesal...”. (Teoría General de la
Prueba Judicial, Tomo 2, 356 a 358).
En igual sentido, Jesús Eduardo Cabrera Romero sostiene que “...El
dictamen extraprocesal escrito es un documento en sentido genérico, pero en
particular, es una pericia, la cual para que tenga fuerza de tal, según el CPC,
debe ser ordenada y evacuada en juicio, y sólo así el juez podrá valorarla por
la sana crítica. Si estos dictámenes extraprocesales se pretenden hacer valer
en una causa, a quienes los hicieron habrá que promoverlos como testigos, a
fin de que los ratifiquen o no como parte de su testimonio...”. (Contradicción y
Control de la Prueba Legal y Libre. Tomo I. Pág. 321).
La Sala comparte los anteriores criterios doctrinales, y en consecuencia,
deja sentado que el informe técnico o pericial es documento en sentido
amplio, y por esa razón debe ser ratificado en el juicio de conformidad
con lo previsto en el artículo 431 del Código de Procedimiento Civil, en
cuyo caso la prueba que se forma en el proceso es la testimonial. Por
cuanto el informe técnico queda comprendido en el testimonio, respecto
del que las partes pueden interrogar y repreguntar, el contenido de éste
pasa a integrar la prueba testimonial formada en el proceso, por lo que
ambos –informe e interrogatorio- deben ser apreciados de acuerdo con lo
previsto en el artículo 508 del Código de Procedimiento Civil.
SCC 16-9-03
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 02-530, dec. Nº 508:
Comunidad de la prueba
De una lectura exhaustiva relacionada con el contexto generalizado del escrito
de formalización presentado por el recurrente de cuyo contenido se ha
transcrito una parte, la Sala constata que, salvo las documentales que expresa
acompañó con el libelo de demanda, el resto del material probatorio que acusa
como silenciado, está circunscrito a las pruebas que promovió su contraria (el
demandado), toda vez que él, no promovió prueba alguna en el lapso
correspondiente. Respecto a estos supuestos y en relación al principio de la
comunidad de la prueba la Sala en sentencia N°.194 de fecha 28 de abril de
2003 Exp.01-102 del juicio de Andrés Borbollo contra auto Escuela Chacaito,
señaló:
“...Ahora bien, del texto de la decisión recurrida se constata que, la testimonial
del ciudadano Eduardo Luis Pachano Calderón, fue promovida por el
demandado no recurrente, la Sociedad Mercantil Microsoft Corporation. Sin
embargo, en fundamento a la doctrina anteriormente transcrita, las pruebas
legalmente incorporadas al proceso pertenecen a las partes que lo
protagonizan, independientemente de quien las haya promovido. Asimismo, la
Sala pudo comprobar que el recurrente no promovente en ningún momento en
la instancia señaló el objeto de lo que pretendía probar con la testimonial
promovida por su contraparte, de manera que al no señalar el objeto del medio
probatorio del cual quiere valerse –de conformidad con lo sostenido por la
Sala en las dos primeras denuncias- no puede traducirse cuál es el interés del
recurrente en la testimonial del ciudadano Eduardo Luis Pachano Calderón.
Por lo tanto, por razones de economía procesal y en fundamento a la
necesidad de la estabilidad de los procesos, la Sala considera que, la nulidad
de la decisión recurrida no puede tener su causa en los errores de las partes,
sino exclusivamente en aquellas faltas del tribunal que sean contrarias al orden
público o perjudiquen los intereses de las partes litigantes, lo cual lleva a
concluir a esta Sala, que la falta de indicación en la instancia por parte del
recurrente no promovente del objeto perseguido con la prueba testimonial del
ciudadano Eduardo Luis Pachano Calderón, ya sea en el acto de evacuación
del testigo o en informes -que constituye la última actuación de las partes
donde se resumen sus pretensiones y contradicciones y señalan sucintamente
al sentenciador la finalidad del acervo probatorio en que fundamentan sus
intereses-, lleva a concluir a esta Sala que la parte recurrente
no promovente carece de interés procesal para denunciar el silencio de
pruebas en la declaración de la testimonial objeto de la denuncia.
Por consiguiente, al no señalar el recurrente en la instancia el objeto del medio
probatorio que denuncia, la Sala no puede verificar el interés procesal del
recurrente en su condición de parte agraviada por el acto para invalidar la
decisión recurrida,...” (El resaltado es de lo transcrito)
En el caso particular se verifica que el hoy recurrente no indicó en la instancia
el objeto perseguido con la prueba que dice fue silenciada, razón por la cual en
atención a la doctrina transcrita la denuncia sobre este punto debe
desestimarse por improcedente. En cuanto a la documentación que dice
acompañó al libelo, especialmente las copias del juicio penal es evidente que al
no haber promovido pruebas en el lapso correspondiente, en principio pudieran
considerarse igualmente sin motivaciones u objetivos probatorios para también
desestimarlas, no obstante sobre estos supuestos pudieran tenerse como tales
los alegatos esgrimidos en
SCC 24-9-03
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 00-039, dec. Nº 553:
Cómo debe proceder el Juez al examinar la prueba de testigos
En ocasión al punto que ha sustentado el recurrente en su denuncia,
esta Sala encuentra la oportunidad para abordar con profundidad
pedagógica el tema relacionado con la estructuración y valoración de
la prueba testimonial, por parte del juez. Al respecto, a nivel de este
Máximo Tribunal se han tejido innumerables considerandos, que lejos
de establecer una determinación constante y definitiva, sin lugar a
duda sólo han generado incertidumbre tanto en los jueces como en
los justiciables y sus abogados. Esta situación en la actualidad viene a
ser atemperada por los principios y garantías previstas en los artículos
26 y 257 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
con lo cual es necesario que la justicia, sin apartarse de las reglas
mínimas de la “contienda”, logre alcanzar los efectos inmediatos y
obligantes, como lo es declarar definitivamente el fin del conflicto o la
controversia.
Para una mejor inteligencia de este análisis la Sala estima pertinente
transcribir extractos relevantes sobre algunas de las decisiones
dictadas en relación con la valoración de la prueba de testigo.
Veámoslos:
La Sala en sentencia del 7 de agosto de 1991 reiterada el 2 de marzo
de 1995, ya se había inclinado en señalar:
“...La prueba testimonial exige que los jueces expresen los elementos
intelectuales mínimos que le han servido para valorar esta prueba.
Y en este sentido, es imprescindible que se indique, así sea en
forma resumida, los particulares acerca de los cuales fueron
repreguntados los testigos, las respuestas que dieron, así como
también los hechos pertinentes que el sentenciador da por
demostrados con la evacuación de dicha prueba, todo ello a los fines
de declarar si la acción a la excepción ha sido bien fundada en los
hechos...” (Lo resaltado es de la Sala)
En sentencia N° 49, de fecha 27 de marzo de 1996, Exp. N° 95-834 en
el juicio intentado por Catalino de Jesús Aldasoro, expresó:
“...El acto de examen del testigo, entre otros requisitos, debe contener.
A) las contestaciones que el testigo haya dado al interrogatorio; y b)
las preguntas que le haya dirigido la parte contraria, su representante
o el juez y las respectivas contestaciones. (...) debe ser sumamente
cuidadoso en trasladar a la sentencia la parte más importante de la
misma (...) Si no diere cumplimiento a estos requisitos, resultará
sumamente difícil para el juzgador, analizar la prueba y estimarla
(...Omissis...)
es indispensable que el juez traslade a la sentencia la motivación
suficiente que le permita a la Sala controlar la prueba testimonial. De
lo contrario, como ha acontecido en el caso de autos, el fallo carece
de fundamentación, debido al traslado incompleto y parcial del
interrogatorio y de las repreguntas (...)
La Sala debe reiterar su criterio, que el juez no está obligado a
exponer sus razones por las cuales aprecia y valora la declaración del
testigo, pues como antes se indicó, sólo cuando desecha el testigo,
debe fundamentar su determinación...”
El contexto jurisprudencial trascrito, fue ratificado en sentencia N° 381
de fecha 30 de junio de 1999 Exp.99-182 en el juicio de María
Auxiliadora Cols Matheus contra Centro Clínico Panamericano C.A.,
en la cual la Sala, concluyó:
“...Al no haberse mencionado en la recurrida las preguntas y
repreguntas formuladas por ambas partes a los testigos
señalados, ciertamente se quebrantó el ordinal 4° del artículo 243
del Código de Procedimiento Civil, siendo inmotivado el fallo, y
en consecuencia, deberá declararse procedente esta delación...”
(Negritas de la Sala)
Dentro de ese mismo estilo en sentencia N°RC-0133, de fecha 22 de
mayo de 2001, Exp. 00002 del juicio de Ferrum C.A.
contra Sidero Galvánica C.A., con ponencia del Magistrado que con
tal carácter suscribe ésta, se resolvió:
“’...la recurrida no indica, ni siquiera en forma resumida, las
preguntas formuladas y respuestas dadas por los testigos (...) en
la evacuación de la prueba testimonial, así como tampoco indica
si fueron o no repreguntados.
Se limita a indicar los hechos que quedaron demostrados a
través de la referida prueba, obviando tales conclusiones, lo que
hace prácticamente imposible el control de la prueba testimonial
al no trasladar a la sentencia la motivación suficiente por falta de
indicación del interrogatorio, así como sus respuestas....’
Aplicada la doctrina transcrita, al caso de las testimoniales
delatadas como silenciadas, se colige que efectivamente, como
se denuncia, la recurrida deja de analizarlas ya que, en éllas (sic)
no se redacta, ni de manera resumida, las preguntas formuladas y
respuestas dadas por los testigos....” (Negritas de la Sala)
La doctrina imperante en esta Sala Civil, como puede observarse
instituye un híbrido que lleva a considerar que el juez debe transcribir
a la saciedad y trasladar toda el acta de evacuación del testigo, y a la
vez habla de resumen de los particulares de las preguntas y
repreguntas que se le formulen y las respuestas dadas, de este modo
existe una dicotomía que a juicio de la Sala debe ser claramente
establecida dentro de los preceptos actuales de nuestra constitución.
En ese estilo se concentra la doctrina de la Sala de Casación Social
de este Tribunal Supremo de Justicia, que sobre ese mismo tema,
ratificando el criterio establecido el 22 de marzo de 2000 en el Exp.
99-235, en fecha 24 de octubre de 2001, sentencia N° 264 Exp.
01390, caso de Ricardo Minakowski contra Canteras de Oriente C.A.,
estableció:
“...considera que al pronunciarse con respecto a la declaración de un
testigo, el juez no está obligado a transcribir integra ni resumidamente
el contenido de las preguntas y repreguntas con sus respuestas, pues
su deber es indicar las razones por las cuales estima o desestima,
según el caso, lo dicho por el testigo, es decir, debe señalar
expresamente lo que lo lleva a la convicción de que éste le merece fe
o por el contrario considera que incurrió en reticencia o falsedad...”
En ese orden de ideas, esta Magistratura de un detenido y
profundo estudio, en relación a la carga impuesta
al jurisdicente de instancia, por vía de la doctrina comentada, en
cuanto a la valoración testimonial, estima que es inadecuado y
contrario a la celeridad y simplicidad de la administración de
justicia exigirle, que el mismo consigne tediosamente en su
sentencia el cúmulo de preguntas y repreguntas que se le
formulen al testigo, así como cada una de las respuestas a la cual
se contrae la evacuación de dicha probanza, tales requerimientos
atentan contra los mentados principios, palpables cuando se
trata de casos del foro judicial en los cuales hay un sinnúmero
exagerado de testigos promovidos y evacuados, siendo
contraproducentes al sentido y alcance de lo previsto en el
ordinal 3° del artículo 243 del Código de Procedimiento Civil.
Sobre estos considerandos, la Sala, en esta oportunidad,
puntualiza su doctrina en el sentido de interpretar como alcance
adecuado a los nuevos postulados constitucionales, que en
principio la obligación del Juez o Jueza es realizar un análisis
sobre bases claras y determinantes de su apreciación del
testimonio en relación a los hechos que resumen la procedencia
o no de las pretensiones de los litigantes, atendiendo la
normativa del artículo 508 eiusdem, traduciendo con su
exposición, el propio interés de la sentencia en bastarse a sí
misma; no siendo en todo caso, obligante ni limitativo que
considere, en el colorido de su argumento valorativo, consignar
las deposiciones del testigo; esta última exigencia tiene mayor
relevancia y es obligatoria cuando el testimonio es desestimado,
en cuyo caso debe expresarse la fuerza legal, procesal y
valorativa por la cual lo hace; no así, se repite, para los casos en
los cuales lo aprecie como un testigo hábil y conteste, para lo
cual bastará que enmarque dicha valoración sobre la base de los
señalamientos expresados anteriormente, que de no ser ciertos
pueden ser cuestionados en esta jurisdicción, por el mecanismo
de la valoración de los hechos o de las pruebas, y contra esto
puede emerger el argumento relativo al control de la prueba
testimonial, que en principio sería sólo posible realizarla,
trascribiendo a la sentencia las preguntas y repreguntas
contenidas en la evacuación del testigo, lo cual como se indicó
atenta contra la simplicidad referida. Esta dificultad de control
pierde vigencia con la nueva doctrina sobre la técnica para
denunciar el vicio por silencio de prueba, que permite considerar
la importancia de la misma en el resultado del dispositivo de la
sentencia, aunando a ello la determinación del objetivo
probatorio perseguido por su promovente lo cual determina la
obligación del jurisdicente en su valoración, pudiendo la Sala de
una u otra forma revisar el testimonio, siendo en todo caso de
relevancia y obligación, que el juez exprese los elementos
intelectuales mínimos que le han servido para valorar la prueba,
indicando en forma resumida los particulares acerca de los
cuales fueron repreguntados los testigos las respuestas que
dieron, así como los hechos pertinentes que el sentenciador da
por demostrados con la evacuación de dicha prueba.
EN ESTE SENTIDO LA SALA, CON LOS ARGUMENTOS
EXPRESADOS PRECISA LA DOCTRINA ECLÉCTICA IMPERANTE
Y QUE HASTA AHORA VENÍA ACATÁNDOSE, RESPECTO A LA
FORMA DE ESTRUCTURAR Y CONSIGNAR EN LA SENTENCIA
EL ANÁLISIS Y LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA DE TESTIGO
POR PARTE DEL JURISDICENTE, SIENDO QUE SU APLICACIÓN
LO SERÁ A PARTIR DE LA PUBLICACIÓN DE ÉSTA. ASÍ SE
ESTABLECE.
SCC 12-6-03
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. N° 02451, dec. N° 283:
Documento no registrado
Señaló el formalizante que conforme a la sentencia, el documento autenticado
que contiene la partición de los bienes de la comunidad de la unión no
matrimonial permanente "...constituye prueba suficiente de la propiedad por un
acto jurídico válido;..." para suspender el embargo; que, la recurrida al darle
valor "erga omnes" al referido documento y declarar con lugar la oposición,
infringió por errónea interpretación en cuanto a su alcance y contenido los
artículos 546 del Código de Procedimiento Civil y el 1.924 del Código Civil, ya
que desconoció que tal instrumento no puede ser oponible a terceros y
solamente tiene valor entre las partes.
Ahora bien, la Sala, en su fallo de 5 de abril de 2001,
caso: Doris Elena Lozada Pérez contra Marbella Rosa Pérez de González,
expediente N° 99-836, sentencia N° 64, con ponencia del Magistrado que
con tal carácter suscribe la presente, señaló:
"... En el caso de autos, la opositora hizo oposición al embargo del bien
inmueble, involucrado en el presente asunto, con la copia certificada de una
sentencia que no ha sido registrada, ignorando el juzgador que las decisiones
judiciales tienen efectos "RES INTER ALIOS IUDICATA" es decir que
solamente tiene efectos entre las partes, y no daña ni aprovecha a terceros.
EL artículo 1.924 del Código Civil, es muy claro al respecto cuando expresa:
`Los documentos, actos y sentencias que la Ley sujeta a las formalidades del
registro y que no hayan sido anteriormente registrados, no tienen ningún efecto
contra terceros, que por cualquier título, hayan adquirido y conservado
legalmente derechos sobre el inmueble.
Cuando la Ley exige un título registrado para hacer valer un derecho, no puede
suplirse aquél con otra clase de prueba, salvo disposiciones especiales.'
Por tanto, no es válida jurídicamente la sentencia que acuerde el derecho de
propiedad sobre un inmueble, si ésta no ha sido autorizada con la solemnidad
del registro para que pueda ser oponible a terceros.
En consecuencia, estima la Sala, en la recurrida se infringe el artículo 1.924 del
Código Civil, en su interpretación y alcance, al declarar con lugar la oposición al
embargo de un bien inmueble con la presentación únicamente de la sentencia
que acuerda el derecho, sin que previamente se hubiere protocolizado en la
oficina de Registro Público correspondiente.
En relación con la denuncia del artículo 546 del Código de Procedimiento Civil,
por errónea interpretación, la Sala la considera procedente por cuanto, al
declarar el juez de la recurrida con lugar la oposición al embargo del bien
inmueble dándole valor "erga omnes" a la copia de la sentencia sin protocolizar,
desconoció, que dicho título no puede ser oponible a terceros y solamente tiene
valor entre las partes... ".
Tal como se señala en la jurisprudencia anteriormente citada, cuando el registro
es ad probationem, el acto no registrado no surte efectos contra terceros que
por cualquier título, hayan adquirido y conservado legalmente derechos sobre
el inmueble.
En este sentido, cuando el artículo 546 de la Ley Adjetiva Civil, señala que el
opositor debe presentar "pruebas fehaciente de la propiedad (...) por un acto
jurídico válido", hace referencia a un documento que cumpla con la formalidad
del registro, con lo cual podrá ser opuesto a terceros y tener
efectos erga omnes.
Sin embargo, en el sub-iudice, la recurrida aceptó como documento fehaciente
para demostrar la propiedad del inmueble a embargar una documental
autenticada de una partición de comunidad de unión no matrimonial
permanente, con lo cual infringió los artículos 1.924 del Código Civil y 546 del
Código de Procedimiento Civil, al darlo como prueba suficiente para suspender
el embargo y declarar con lugar la oposición, sin que conste la solemnidad del
registro, requisito impretermitible para que la propiedad tenga
efectos erga omnes.
SCC 13-3-03
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 93-176, dec. Nº 90:
Regla de valoración de la prueba de testigos
Esta doctrina fue abandonada por Sentencia Nº 160 de fecha 25-6-97, Exp. Nº
93-176. Caso Juan José Martínez y otra contra Gilberto de Jesús Roa Vivas, en
el cual se expresó:
“...La Sala, atemperando su doctrina existente sobre el alcance del artículo 508
del Código de Procedimiento Civil, reitera una jurisprudencia de vieja data del
autor patrio Dr. Luis Loreto, del 30 de junio de 1977, en la cual se expresó; ‘el
artículo 367 (hoy 508), sí es una disposición en la cual el legislador ha
establecido el modo como los jueces deben apreciar la prueba de testigos, y es
por consiguiente, una norma de valoración de su mérito sobre cuya aplicación
por los jueces puede ejercer la Sala su control de legalidad.’
En este orden de ideas, la Sala aprecia que la frase ‘regla legal expresa para
valorar el mérito de la prueba’, tiene relación con el tradicional sistema de tarifa
legal, que ha venido siendo desplazado con la incorporación a los textos
legales de las reglas de la sana crítica y de la libre convicción. Por tanto, la
inclusión en las normas jurídica de las reglas de la sana crítica, transforma a
éstas en un método de valoración impuesto al juez por disposición de la ley, en
el que el mérito de la prueba lo obtiene el juzgador después de utilizar en su
análisis las reglas del correcto entendimiento humano, como también lo
expresa Rengel Romberg, citado en el texto de la obra de Márquez Áñez, ‘El
Recurso de Casación, la cuestión de hecho y el artículo 320 del Código de
Procedimiento Civil’.
Por todos los argumentos expuestos, la Sala abandona la doctrina imperante
desde el 23 de mayo de 1990, estableciendo que a partir del presente fallo el
artículo 508 del Código de Procedimiento Civil, debe ser considerado como
regla de valoración de la prueba testimonial.
En consecuencia, es obligatorio para el Juez:
1) 1) Hacer la concordancia de la prueba testimonial entre sí y con las demás
pruebas, cuando esa concordancia sea posible pero el resultado de esa labor
corresponde a la soberanía del juez, quien no podrá ser censurado en casación
sino sólo cuando haya incurrido en suposición falsa o haya violado una máxima
de experiencia.
2) 2) EL Juez deberá desechar la declaración del testigo inhábil o del que
apareciere no haber dicho la verdad. Con respecto a este punto, el juez tiene el
deber legal de desechar el testigo mendaz, o el que incurre en contradicciones,
y el resultado de esta labor corresponde a su libertad de apreciación de la
prueba, por lo que ésta sólo podría ser censurada en casación cuando el
juzgador incurra en suposición falsa o haya violado un máxima de experiencia.
3) 3) En el proceso mental que siga el juez al analizar y apreciar una prueba
de testigos deberá aplicar las reglas de la sana crítica (artículo 507), debiendo
estimar cuidadosamente los motivos de las declaraciones y la confianza que
merezcan los testigos por su edad, vida y costumbres, por la profesión que
ejerzan y demás circunstancias.
SCS-SENTENCIA 22-2-01.
PONENCIA DEL MAGISTRADO DOCTOR OMAR ALFREDO MORA
DÍAZ. JUAN DE LA CRUZ RODRÍGUEZ contra CÁNDIDO RAMÓN
RODRÍGUEZ. Exp. Nº 00-391, sentencia Nº 26:
Al respecto esta Sala observa, que si bien las reglas de la sana crítica
deben regir al Juzgador a los fines conducentes de apreciar y valorar las
pruebas, y que en caso de su relajación está permitido a esta Sala
extender su examen al establecimiento y valoración de los hechos, tal y
como lo establece el segundo aparte del artículo 320 del Código de
Procedimiento Civil, es oportuno recordar al recurrente que dichas pautas
o reglas están delimitadas en función de la valoración de la prueba y del
convencimiento del juez acerca del mérito de ésta, por lo que y como lo
ha sostenido la jurisprudencia sentada por este Supremo Tribunal, la
sana crítica se infringe cuando la sentencia se limita a describir los
elementos de autos sin analizarlos en absoluto en su virtualidad
probatoria, o cuando su valoración de las pruebas esté en franca
contradicción con las pautas lógicas que rigen la investigación de la
verdad, o cuando se hacen aseveraciones apodícticas para el
establecimiento de los hechos, de forma que revele una prematura o
irreflexiva formación de la convicción del juez; de tal forma que ha debido
el formalizante especificar de qué manera el Sentenciador vulneró las
reglas de la sana crítica, para así estar facultado esta Sala a extenderse
al examen del establecimiento y apreciación de los hechos o de las
pruebas.