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“Asiste a aquéllos que ya no

están en donde estaban y no han


llegado hacia donde van.” Nor Hall

Psicología
del
Eneagrama
SEMINARIO VIRTUAL

Docente y autora:
Lic. Virginia Gawel

CENTRO TRANSPERSONAL
DE BUENOS AIRES
www.centrotranspersonal.com.ar

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- SEMINARIO SOBRE PSICOLOGÍA DEL ENEAGRAMA –

MÓDULO 1
Eneatipo Uno:
El Perfeccionista
Eneatipo Uno:
El Perfeccionista

Ítems a desarrollar en este Módulo:

El Perfeccionista, El Reformador, El Controlador, El Organizador... Su nú-


cleo estructural. El Uno en los personajes del cine. Impresión general del
Uno. Su tarjeta de presentación. Estilo emocional del Uno. El Uno y su au-
tocontrol. El disfrute, el deseo y la culpa. El Uno y su enojo. Estilo mental
del Uno. El Juez y el Corrector. El detalle y la obsesión. Estructuración de
ideas: abriendo la “caja fuerte”. La relación del Uno consigo mismo.
Mecanismo estructurante del Uno. El Uno y su cuerpo. Debilidades y for-
talezas del Uno: a modo de síntesis.♣................................................

“Siempre es el momento correcto


para hacer lo que es correcto.”
MARTÍN LUTHER KING

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El Reformador,
El Controlador,
El Organizador...

Dado que este es el primer


eneatipo que abordaremos juntos,
quisiera recordar un concepto que
valdrá para éste y para todos los
restantes: vamos a utilizar un
verbo incorrectamente a lo largo
de todo el Seminario, y lo hare-
mos porque por convención así se
aplica, dado que resulta más práctico. Se trata del verbo “ser”. Decimos
que alguien “es un Uno”... pero es importante no perder de vista que
nadie “es” un eneatipo, sino algo profundo, complejo, misterioso...

Del mismo modo es oportuno recordar que muchos enunciados son


taxativos: “El Uno es así”. Bien: cada enunciado tiende a ser una aseve-
ración, mas estará teñido de las múltiples variantes que ofrece la reali-
dad, dado que, un Uno en general, por ejemplo, tenderá a la rigidez;
pero cierto Uno en particular (un determinado individuo) quizás ha tra-
bajado mucho con esa rigidez, por lo cual la ha superado en buena medi-
da. Esto implica que cada enunciado debe ser revisado con criterio am-
plio, y, más allá de lo que digan mis palabras o las de cualquier otro es-
pecialista, le sugiero que Ud. mismo haga sus propias constataciones de
cada caso.

Por otra parte, los eneatipos jamás se presentan en estado “pu-


ro”: todos “somos”, en verdad, una combinación de eneatipos, que en
parte será estructural (permaneciendo bastante estable durante nuestra
vida) y en parte será funcional (es decir, variando según influencias ex-
ternas, etapas de la vida, etc., etc.).

Las distintas descripciones han sido expuestas predominantemente


en género masculino por una razón meramente idiomática (sabrán com-
prender mis “colegas de género”!...). En cada Módulo abordaremos las
mismas variables de cada eneatipo (la impresión general que produce, su
estilo emocional, su estilo mental, etc.). Y en los encuentros grupales
complementaremos cada semana esta información, agregando la que no
se haya expuesto en los Módulos, y respondiendo a las preguntas que
surjan grupal e individualmente.

Entonces: más allá de que en cada Módulo Ud. pueda seguramente


encontrar definiciones precisas que describan a personas de su entorno o

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de su pasado, lo más importante es advertir que todos tenemos ras-
gos de cada uno de los eneatipos. De manera que, ojalá, cada Módulo
pueda servir para autorreferir la información y ampliar la conciencia
que se tenga de sí mismo, pues es más fácil ver y comprender en el
afuera lo que uno ha visto y comprendido primero en su propia interio-
ridad.

Ahora sí: vayamos hacia el Uno...

 Su núcleo estructural:

Llamaremos “núcleo estructural” al conjunto de rasgos funda-


mentales que sustentan el funcionamiento de un eneatipo: aquéllos sin
los cuales ese eneatipo dejaría de ser tal.

En el Uno un rasgo nodal es la sensación de tener un acceso es-


pecial al sentido exacto de “como tendrían que ser las cosas”: de algún
modo el “sabe” (o cree saberlo) qué es lo correcto, cuándo es el momento
para algo, qué está de más, qué es “lo justo”, y, por ende... qué ideas,
personas, actitudes... están equivocadas (en algunos casos, con acierto, y
en otros con total parcialidad subjetiva, aunque quizás no la reconozca).

Su preocupación más persistente es estructurar su vida en base a


ese ideal interno de como las cosas “deberían ser”: eso le torna alta-
mente meticuloso para consigo mismo, en una actitud de permanente
vigilancia que observe la corrección o pureza de sus actos: la búsqueda
de virtud o perfección sostiene la direccción de sus decisiones. Pero esta
observancia no termina en sí mismo: conscientemente o no, siente tener
la misión de rectificar a quienes se desvían de lo que él considera “lo bue-
no”, “lo correcto”, “lo virtuoso” “lo ético”...

Ahora bien, el Uno se apoya en el concepto de


...”lo correcto” generalmente adoleciendo de una fa-
...lla básica: la de creer que hay un único punto de
..vista que responde a esa definición. Puede costarle
..mucho ampliar la mirada y admitir desde cuántas
..ópticas diferentes y válidas puede considerarse
...un mismo tema. Tiende a ubicarse en la pola-
.....ridad bueno / malo, con ciertas dificultades para
...aceptar los términos medios... Y muy frecuente-
mente necesita lograr que los demás se den cuenta
de que están equivocados si piensan de un modo
diferente.

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Algo más sobre su núcleo estructural: el Uno quiere pensar que la
verdad que enuncia es objetiva, para lo cual trata de ubicarse en un
lugar ecuánime, como si su enunciado se apoyase en una lógica lim-
piamente racional. Tendrá que trabajar para darse cuenta de que eso
“objetivo” puede estar muy cargado de su subjetividad, y que el motor de
sus conductas reformatorias no es la razón, sino la pasión por lo que
predica. Como luego veremos, trata de que no se note esa pasión como
algo personal, sino como la fuerza misma de las ideas que propugna.

ENEATIPOS EN EL CINE:Ud. irá viendo que cada eneatipo aparece


representado con claridad en las distintas películas que el cine
ha plasmado. Quisiera recomendarle algunas a lo largo del
Seminario. Para estudiar este aspecto del Uno le sugeriría ver
“Juana de Arco”, en la versión más conocida de 1999
del director Luc Besson. Es interesante cómo este film
no solamente describe al personaje histórico (quien
debió haber sido una Uno, probablemente): también
expresa los aspectos psicológicos que se ponen en
juego en esta personalidad al ser cuestionado el factor
subjetivo (las pasiones y traumas psicológicos de Jua-
na) versus la verdad objetiva que ella dice enarbolar.
Después, si quiere, me cuenta qué le pareció mirarla a
la luz de lo que veamos en este Módulo.

 Impresión general del Uno:

Cuando Ud. se acerca a un Uno por primera vez posiblemente note


ciertos rasgos que resaltan por sobre otros: se lo ve más formal que el
común de la gente, -tanto en el vestir como en su modo de saludar, de
presentarse, en las palabras que selecciona para hablar...-. Es más: si se
trata de alguien joven parece “adultecido”, o bien de una generación an-
terior a la propia. Pulcro hasta el detalle, sin nada extravagante o des-
cuidado.

Suele estar muy serio (a veces con el ceño fruncido, como en es-
tado de eterna preocupación). Puede no obstante tener una fácil sonrisa
cortés... aunque de menos fácil reír: las situaciones de broma o de juego
le resultan algo embarazosas, y no siempre sabe cómo comportarse ante
ellas. Puede parecer frío; sin embargo, como veremos, en su interior bulle
un enorme caudal de emociones estrictamente contenidas.

Su presencia general en general irradia firmeza, seguridad, convic-


ción, solidez: siempre parece saber cómo las cosas deberían ser hechas.

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Es el tipo de persona cuya eficiencia, responsabilidad, puntualidad, cum-
plimiento, pronto puede despertar la confianza de quien lo trata: se ve a
alguien de principios bien instituidos (y sabe cómo marcar esa impresión
de sí en los demás, a través de gestos o de palabras).

TARJETA DE PRESENTACIÓN: Nos demos cuenta o no, todos los se-


res humanos usamos “tarjetas de presentación”, y quisiera ir es-
bozando cuál se corresponde con cada eneatipo. A qué me re-
fiero? A que, conscientemente o no, procuramos imprimir una determi-
nada imagen nuestra en el otro, hacerle llegar lo principal de quienes so-
mos, para que nos identifique y también para despertar resonancia en las
personas afines: formas de hablar, gestos, estilo de ropa, actitudes, los
accesorios que usamos (tipo de lapicera, de agenda, de cartera...), todo
habla de nosotros; por ello solemos elegir aquellos ingredientes que
subrayen aquella que sentimos que es nuestra identidad. (Es como si,
entre líneas, dijéramos: “Miren que soy confiable”, u “Observen cuán di-
vertido soy”, o “Cuidado: he aquí una persona digna de temer!”, o “Soy
muy, pero muy sensible...”. Así, suma y sigue.

Cuál es la tarjeta de presentación del Uno? Si se pusiera en pala-


bras diría:

“Soy responsable, no importa el sacrificio


que tenga que hacer para ello: mi palabra es
como un documento. Me exijo al máximo para
que todo salga como tiene que salir: esperen
de mí excelencia, porque no cejaré hasta que
todo esté perfecto. Cumpliré en tiempo y for-
ma. Creo que el mundo tiene que cambiar ha-
cia valores más rectos, por eso yo trato de se-
guirlos a rajatablas, y procuro que los demás
también los tengan en cuenta, enderezando lo
torcido. No me permito ningún vicio, y perma-
nentemente vigilo cualquier error personal para poder corregirlo con
perseverencia, cueste lo que cueste...”

Se ve Ud. reflejado en esta descripción de sí? Cómo escribiría, aquí


y ahora, su propia “tarjeta de presentación”? Qué impresión personal se
da cuenta de que procura generar en los demás, -sobre todo cuando se
presenta ante alguien desconocido-? (Puede ser útil que le dé forma hoy,
para que luego la coteje con lo que vayamos viendo de cada eneatipo.)

 Estilo emocional del Uno:

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Podríamos definir el concepto de “estilo emocional” como aquella ma-
nera en que un individuo experimenta y administra su sentir: su pa-
sión, su enojo, su ternura, su alegría, su amor... Iremos recorriendo el
estilo de cada eneatipo en cada Módulo. Vayamos ahora al Uno...

Un punto neurálgico de la afectividad del Uno es que hace un e-


norme esfuerzo por resultar racional: puede ser extremadamente
contenido, en su búsqueda de ser objetivo e imparcial en el seguimiento
de esa Verdad a la cual adscribe (cualquiera que sea).

• El Uno y su autocontrol:

Todo su sistema emotivo está signado por el autocontrol: es como


si tuviera un “aduanero interno” que requisa todo lo que pasa por su in-
terior, y da visado o no a aquello que “tenga permiso de salida”. Pero es
un aduanero sumamente meticuloso, que revisa una y otra vez qué dejar
salir y qué no, cómo, cuánto y cuándo, para que sea en la medida
justa.

Hay una inevitable resultante de este mecanismo: la carencia de


espontaneidad. Le cuesta simplemente soltar-
se y ser el que es. Notaremos entonces que pue-
de resultarle embarazoso bromear o ser abrazado
(quizás nos encontremos con alguien agarrotado
entre nuestros brazos!). Le será mucho más acce-
sible también expresar una admonición que un
halago, decir “Esto pudiste haberlo hecho mejor” a
manifestar algo así como “Te quiero”, “Te amo”,
“Cuánto bien me hace estar contigo!”. Puede ser
cortés (pues entra dentro de lo que “es correcto
ser”), pero muchas veces su cortesía resulta fría,
carente de vida, o acartonada.

Si se trata de un Uno evolucionado, con capacidad de autoobserva-


ción, es bien posible que sufra enormemente esta situación interna:
querer jugar y no saber cómo, desear manifestar el amor y sentirse refre-
nado desde adentro, mirar hacia atrás y ver cuánta ternura quedó sin ex-
presarse, cuánto cariño sin decirse, cuánta risa por reír...

• El disfrute, el deseo y la culpa:

Otra consecuencia simultánea de ese excesivo autocontrol va a ser la


necesidad de aprender a disfrutar: no es algo que al Uno le salga solo.
Pero aquí tengo que señalar otras complejidades: al Uno le cuesta dis-

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frutar, en parte, por su excesivo autocontrol. Pero hay otro factor conca-
tenado: la culpa. La culpa es un sentimiento de honda raíz en el Uno:
como luego veremos, son tan altos sus estándares de excelencia en todo
lo que espera de sí mismo, que nunca alcanza ese rango para el cual se
autoexige. Pero además esa raíz culposa está relacionada con dos cre-
encias inconscientes:

 Si es disfrutable, seguramente ha de llevar al vicio (o sea, es peli-


groso para el ideal de perfección), con lo cual el disfrutar es malo
o pecaminoso en sí mismo, y es necesario resistir a esa tenta-
ción. Demasiado disfrute es ajeno a la espiritualidad y a la recti-
tud.

 No está mal disfrutar, porque es parte de la vida, pero los mo-


mentos de gozo deben ser merecidos: primero cumplir con to-
das las obligaciones, sin dejar nada pendiente; recién entonces
uno puede permitirse disfrutar.

La primer creencia puede generar hondas luchas interiores, como la


de quien tuviera que contener el entusiasmo de un gran perro juguetón
que debe vivir en un departamento: disciplina! Una parte quiere... vivir!
Pero la otra la contiene, no la deja, la reprime.

La segunda creencia lleva a un mecanismo tal que el Uno siempre


tiene la agenda llena de obligaciones: es como si temiera a su tiempo
libre, y no supiera qué hacer con él. Va entonces postergando las si-
tuaciones de disfrute, porque... está muy ocupado: “Cuando entregue
este trabajo entonces sí descansaré”, “Cuando vengan las vacaciones sí
que saldremos”, “Cuando termine de
cortar el pasto entonces me recos-
taré a tomar sol”... En verdad, se
justifica a sí mismo: no sabe cómo
vivir la no-obligación (y necesitará a-
prenderlo!!).

Dentro de sí es posible que ha-


ya perdido de vista el “Yo quiero es-
to”, habiéndolo reemplazado tempra-
namente por “Yo debo hacer eso y
lo otro”. Le es difícil reconocer sus deseos, y, si los reconoce, puede expe-
rimentar una enorme ansiedad entre satisfacerlos (y disfrutar!) o reprimir
su satisfacción (ya sea postergándola, o bien eliminándola definitiva-
mente, con todos los costos que eso implique en su salud psicofísica y en
sus relaciones...).

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Una pseudo-solución a este “tironeo interno” que algunos Uno im-
plementan es la de generar una doble vida: en su faceta más visible se
muestran tal como esperan ser vistos, en función de la imagen de sí que
necesitan sostener, y en una segunda veta oculta se permiten vivir lo
que intrínsecamente está “prohibido” (lo cual puede ir desde darse un
atracón cuando no hay nadie en casa, a irse de juerga, tener una amante
o lo que fuere, para experimentar lo que pulsa más allá de la represión).

La tremenda represión a la que el Uno puede someterse tiene su


contracara mecánica que es la compulsión: se siente impelido a hacer lo
que no quisiera, resultándole difícil de desactivar. La tarea consistirá en
desrreprimir lo reprimido, trabajándolo terapéuticamente, para que no
tenga tanto poder desde el Inconsciente.

INVITACIÓN A LA EXPERIENCIA: Si Ud. reconoce este rasgo de pos-


tergar el disfrute, -sea Ud. un Uno o no-, le invito a que, en es-
ta semana, observe esta característica e implemente momentos
específicos en los que pueda simplemente relajarse y hacer algo
que le guste, pero para lo cual nunca se da tiempo ni permiso.

Tenga en cuenta esta posible trampa: muchas veces el Uno dice:


“Bien, ahora sí voy a disfrutar”, pero lo que hace es convertir el placer en
una nueva responsabilidad: si sale, va a sólo a Museos para “aprovechar
el tiempo y de paso aprender”, organiza “vacaciones didácticas” o toma
tantísimos recaudos formales que un picnic puede convertirse en un
asunto de estado. Relájese. Juegue. Goce de quienes ama, de la vida y de
sí mismo...

• El Uno y su enojo:

...Y aquí llegamos a un tema crucial en la conformación psicológica


del Uno: la contención del enojo y su mortificante expresión. Recién le
decía que un problema del Uno es que trata de verse a sí mismo como
alguien fundamentalmente racional (y de comportarse
como tal: mesurado, razonable, sensato... controlado).
Sin embargo, la naturaleza intrínseca del Uno es de una
fuerte impulsividad emotiva. De modo que su esta-
do interno podría semejarse al que se ilustra en la oc-
tava carta del Tarot (en su connotación simbólica más
que predictiva): en este caso, una mujer logrando do-
minar la fiereza de un león, por lo cual se le llama a
esta figura “La Fuerza”.

Dentro de sí, el Uno tiene maniatado a su león


con una soga muy tirante... Porque, para sus párame-

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tros de autoexigencia, él no debe enojarse. Y si lo hace por alguna razón
personal, siente luego culpa, mortificación: ha fallado a su Ideal. De
manera que el Uno vive como un rifle de aire comprimido, en el cual,
cuando sale el balín, puede provocar enorme estampida, a veces des-
proporcionada para el caso. Y es que la emoción está allí, siempre lista
para salir: el Uno puede vivir en estado de irritación crónica, con una
ira contenida y ocultada que, como veremos más adelante, es su defecto
principal.

Dentro de los escasísimos permisos que el Uno se da para expresar


sus emociones, el enojo requerirá generalmente de una condición: hallar
una causa justa e impersonal que dé razón a su descarga: una injusti-
cia, algo que la otra persona está haciendo mal, una violación a los Valo-
res... entonces el Uno podrá, sí, soltar al león (a veces casi con las mis-
mas consecuencias que si de un león real se tratara!)

Por qué hay tanta irritación latente? En principio, lo que suele


sostener ese fuego encendido es la frustración: mantener siempre a ra-
ya los propios deseos, la vitalidad, y aún la expresión mesurada del
enojo, genera un estado muy secreto de resentimiento (a veces, hacia
figuras castradoras del afuera o del pasado, pero con más frecuencia, -si
no se proyecta ese sentimiento hacia otros-, el Uno está enojado consigo
mismo: con ese “aduanero interno” que oficia de severa institutriz, de
policía, de carcelero. Quiere vivir y no lo dejan, no se deja a sí mismo...

En segundo lugar, el Uno vive en una constante comparación entre


lo que es y lo que podría (o mejor debería) haber sido, y todo lo que
está por debajo de su ideal de excelencia también le genera una frus-
trante insatisfacción. Esto hace que suela padecer de intolerancia hacia
los demás: hacia sus errores, hacia su mala voluntad, sus defectos, o aún
hacia el permiso que el otro sí se da para reír y para disfrutar (puede que
esto último catalice una fuerte crítica de parte del Uno, sostenida por esa
misma irritación).

A medida que el Uno se permite descomprimir su interioridad, va


encontrando que es capaz de dosificar la expresión de su enojo, sin
ser tan duro o severo, y dando lugar a lo que necesita, a lo que desea,
más allá del “deber ser”.

MIRANDO HACIA ADENTRO: Antes de seguir le pido que busque


dentro de sí mismo si existe un rasgo de intolerancia similar al
que acabamos de ver en el Uno. Revise los últimos días (o
quizás necesite ir más atrás). Le pido que, una vez que detecte alguna
escena, la visualice tal cual fue, tratando de verse como desde afuera.
Qué le irritó o qué le irrita habitualmente? Qué hace con esa irritación?

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Si Ud. tuviera un fuerte componente Uno, le sugiero que al mo-
mento de “pescarse” en situación de intolerancia vuelva consciente su
respiración, y, -aún mientras interactúa-, se centre en volverla abdo-
minal, más lenta y profunda, procurando relajarse luego de cada ex-
halación. Quizás pueda comprobar que es un modo natural de “ablan-
darse”, y, con frecuencia, soltar no sólo los músculos, sino también
puntos de vista que tal vez necesiten mayor flexibilidad, más amplitud...

 Estilo mental del Uno:

La estructura interna del Uno implica un universo mental donde pre-


valece la organización: el mismo control que ejerce sobre sus emocio-
nes quiere instituirse sobre sus ideas, de manera que nos encontramos en
general con una mente que tiene conceptos bien definidos, estructura-
dos, siempre seguros y delineados, -para bien o para mal, según cuán sa-
no sea el Uno en cuestión-.

 El Juez y el Corrector:

Un eje nodal será la búsqueda de objetividad: el Uno tiene una


escala de valores y criterios de realidad en función de lo cual juzgará a los
eventos, a las demás personas y a sí mismo. Y esa palabra es importante:
“juzgar”. La mente del Uno tiende a funcionar como la
de un Juez en todos los ámbitos: hay una Ley que
ese Uno ha tomado como parámetro interno,
como si mirara todo el tiempo dentro de sí
mismo qué es lo que marca “la Ley”, y en
función de ella clasificará la realidad pola-
rizadamente: bueno / malo, correcto / inco-
rrecto...

Hay una cualidad mental muy preciada por la Psicología de Oriente:


el discernimiento. El En el Uno esta cualidad necesita ejercerse como
parte de su idiosincrasia. Entonces, cuál es el principal trabajo que el Uno
tendrá que hacer en el plano mental? Lo sintetizaría con una sola palabra:
flexibilizarse. Si el Uno se descuida, tiende a tener puntos de vista muy
rígidos, con alta dificultad para ubicarse en un punto de vista que no sea
el suyo. De modo que más que ideas tiene convicciones (y toda con-
vicción podría definirse como una idea emocionalmente cargada de un
modo intenso).

Así, en una discusión o debate, un Uno promedio utilizará distintas


estrategias para corregir a los demás respecto de sus ideas equi-
vocadas, arguyendo con pasión los fundamentos de su propia postura

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(ya se trate de una postura razonable o meramente de una actitud dog-
mática e intransigente). Si está investido de poder, y se trata de un Uno
no muy sano, esto puede hacerle autoritario y hasta fundamentalista.

Cuando habla, lo hace con vehemencia, y hasta puede ser que su


manera tan taxativa de afirmar lo que dice resulte intimidante: con fre-
cuencia su expresión no es “Yo pienso que eso es así”, sino más bien:
“Eso es así.”

 El detalle y la obsesión:

Otro aspecto importante del estilo mental del Uno es la obsesión:


el control que necesita ejercer se extiende hacia el universo de las ideas.
Se pelea con sus pensamientos, trata de que se comporten según su
propia voluntad, y tiene una característica que puede ser tanto un defecto
como una virtud: la capacidad de focalizarse en el detalle, y dentro de
esa focalización, de especializarse en aquellos detalles que quitan
perfección a un asunto: es un gran
corrector de lo que quedó mal o ina-
cabado, aunque sea imperceptible a
los ojos de los demás. Este rasgo lo
habilita para funciones en que tal con-
dición es necesaria, así como en lo
personal a veces le genera cierta a-
margura: ver predominantemente lo
que falta, lo que no hay, puede ser
fuente de constante insatisfacción.

En los vínculos interpersonales, si aplica operativamente esta cuali-


lidad puede ser un eficiente rectificador y educador en valores. En las
relaciones más íntimas requerirá de un cuidado especial para no volverse
un crítico permanente: no es difícil que le cueste más expresar un elogio
que una crítica (y en las relaciones de afecto esto puede ser... fatal!)

 Estructuración de las ideas: abriendo la” caja fuerte”:

La estructura mental del Uno promedio puede funcionar como una


verdadera caja fuerte: es como si fuera metálica, sellada en sí misma,
soldada en su criterio de realidad y en sus parámetros axiológicos (va-
lores). Y para los demás, entrar en su mundo interno implicará conocer
su clave de acceso y acceder solamente si se la aplica (sus códigos, sus
creencias, sus posturas ideológicas...)

Si trabaja sobre sí mismo, en cambio, podrá volverse más recep-


tivo a la realidad ajena, pues de lo contrario permanecerá refractario

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a toda influencia: entrar en su sistema puede ser sumamente difícil!
Abrirse le salva de la estrechez de visión y de la tozudez que caracteriza-
ría al Uno menos evolucionado. En cambio, permanecer permeable y
apostando a la vez a sus convicciones más sanas puede convertir al Uno
en un elemento de cambio social importante, trabajando por valores que
hacen a una sociedad más recta, más veraz, más noble.

Entrenarse en abrir esa caja fuerte puede valer la pena: esa es-
tructura mental sobredefendida del Uno suele guardar dentro de sí algo
tierno pero asustado: como un niño que se aferra a lo que le parece se-
guro (convicciones) porque si se soltara de ello se sentiría perdido. Es im-
portante señalar aquí que, -como veremos luego en el encuentro grupal-,
el Uno suele tener como antecedente vital una niñez adultizada, donde le
fue inevitable desarrollar una madurez precoz. Allí estableció los criterios
que le darían sensación de seguridad. Abrir desde adentro esa caja fuerte
ya de adulto, y hacer una revisión profunda de esas creencias que sos-
tienen su estructura mental implicará un acto de suma valentía... que
quizás todos, en mayor o menor medida, nos vemos llamados a hacer.

INVITACIÓN A LA EXPERIENCIA: Tal vez esto que recién le he des-


cripto tenga poco que ver con Ud.... o quizás mucho. Le propon-
go que practique en su vida cotidiana el estar atento a cualquier
señal de rigidez mental que se le presente interiormente.
Cuando esto sucede desde la característica del Uno hay una fuerte fricción
interna por la cual uno necesita como algo vital tener razón y que el otro
cambie de idea. Nos cuesta soltar la necesidad de convencer al otro, y
desperdiciamos una enorme cantidad de energía en forcejear con sus
enunciados, tratando de rectificarlos con nuestros argumentos.

Si se “pesca” a sí mismo en esa circunstancia, obsérverse, sin pe-


learse con lo que le pasa. Simplemente dese cuenta de su mecanismo,
y vuelva a su respiración. Tome conciencia de sí: de su postura corporal,
de las emociones que se le movilizan, y de cómo la mente se abroquela
defensivamente para no cambiar. Quizás a partir de esa observación
pueda soltar, y considerar si vale la pena
todo ese despliegue de energía. También
ver cuánto aporta al vínculo ese aparente
intercambio de ideas (y digo aparente
porque no pueden intercambiarse ideas
con otro si uno no relativiza las propias y
se procura comprender la óptica ajena).
Sobre todo cuando se trata de vínculos
cercanos, sólo si podemos ponernos en el
lugar del otro llegaremos a acceder a su

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punto de vista. Hay una frase que no sé quién dijo y que cabría aquí: “Si
te doy una moneda y me das una moneda, ambos tendremos una
moneda; pero si te doy una idea y me das una idea, ambos tendremos
dos ideas”. Y yo agregaría... quizás tres.

Por último, algo muy pero muy importante para el Uno: investigue
dentro de sí para encontrar el circuito del sentido del humor (si es que
no lo ha hallado aún). Le regalo otra frase, esta vez de Henry Beecher,
muy apropiada para un Uno: “Una persona sin sentido del humor es como
un coche sin amortiguadores: salta ante cada piedrita del camino.”

 La relación del Uno consigo mismo:

El Uno tendrá que hacer un especial trabajo para llevarse bien consi-
go mismo: así como puede ejercer un rol de juez para con los demás,
algo mucho más persistente es una actitud juzgativa para con sus propios
procesos internos, sus deseos, sus decisiones... Es como si tuviera den-
tro de sí una instancia “educadora” que “lo tiene a raya”, bajo mucha es-
trictez, una fuerte severidad. Al decir del Psicoanálisis, la instancia super-
yoica del Uno tiene una fuerte actividad de control!

El Uno vive en permanente ansiedad por no violar las reglas que


él mismo ha adoptado como válidas: siente que esas Verdades a las
que ha adscripto deben ser ejemplificadas a través de su propia conduc-
ta, siendo su propia vida un modelo de rectitud, congruencia, honestidad,
pureza, corrección, etc., etc.. Sumado a esto, se impone con frecuencia la
misión de cambiar a los demás, de reformarlos para que sean mejores, y
es por eso mismo que le es vital ser ejemplar. Guau! Cuánta presión!

En aras de lo que espera de sí, puede exigirse cualquier tipo de sa-


crificio: será austero al máximo, disciplinado, moralmente intachable, es-
casamente autogratificado... No es que quiera sobresalir por competitivi-
dad y ansia de lucimiento: lo que desea es que a
través de él se pruebe la validez de sus valo-
res: será menos importante ser “Fulanito, el me-
jor alumno” que demostrar mediante su logro el
valor de la dedicación y del esfuerzo en estudiar;
será el más sacrificado en actividad de servicio no
para gloria personal, sino para subrayar la im-
portancia de la solidaridad o, quizás, de la religión
que ha elegido.

No es imposible, sin embargo, que aquél


Uno que cumple a rajatabla con su código de ex-

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celencia, se sienta circunstancialmente superior a los demás: más co-
rrecto, más veraz, más coherente, más eficiente... Sin embargo, pronta-
mente es posible que aparezca “la institutriz interna”, con actitud severa,
y le recrimine ácidamente ser “tan despreciable” como para sentirse su-
perior a los demás.

Así, un Uno que no ha trabajado en la relación consigo mismo suele


estar atrapado en un circuito de autotortura: se exige, se presiona, con-
trola la optimización de todos sus actos, y puede castigarse severamente
por no estar a la altura de los estándares que ha fijado para sí mismo;
naufraga en la autodecepción, por lo cual se inculpa y redobla el es-
fuerzo por ser mejor... para volver a decepcionarse, pues, en el fondo, el
Uno es algo que él mismo ha olvidado: un ser humano! Ni más ni me-
nos.

Esta conflictiva interna implica un importante desgaste psicológico,


de modo que la tarea principal del Uno será descubrir un mecanismo cen-
tral en su dinámica personal. Lo vemos juntos?

 El mecanismo estructurante del Uno:

La matriz del conflicto del Uno podría describirse mediante este grá-
fico:

EL IDEAL

BRECHA
COMPARATIVA

REALIDAD
MANIFESTADA
ÉL MISMO LAS COSAS LOS DEMÁS

El Uno tiene en su interior un Ideal de cómo deberían ser las cosas,


los demás, y él mismo. Su Ideal implica la Perfección (ya se trate de un
valor excelso, como puede serlo la Verdad, o de cómo limpiar un mueble
sin que quede ni una sola mota de polvo). Cuando el Uno confronta con lo
que observa en cualquiera de esas tres instancias, automáticamente, de
un modo inconsciente, lo que hace es compararla con el Ideal (es de-
cir, con cómo tendría que ser o como debería haber sido). Y, claro, el

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Ideal está en el mundo de los Arquetipos. Cuando se baja al mundo
de lo manifestado, ese traspaso dimensional no puede sino tener una
significativa brecha: nada es Perfecto si se lo compara con ese Ideal.

Bien: el Uno siente y obra como si esa brecha fuera salvable, y lo


que se da en el mundo de lo manifestado pudiera llegar a ser tal como en
el Ideal. De este modo, permanentemente forcejea con la realidad,
sin aceptarla tal cual es. Por eso se le llama también El Reformador. Esa
comparación constante le trae sufrimiento, pues siente que dependería
de él que esa brecha no exista: si él se esforzara lo suficiente, si lograra
que los demás lo hagan, si perseverara tanto como fuera necesario para
que las cosas dejaran de ser como son... Así, su vida es una obligación
permanente, una exigencia constante.

Si el Uno es muy sano, trabajará en una medida sensata para


acortar esa brecha entre el Ideal y lo manifestado (no para eliminarla),
lo cual redundará en un mejoramiento del mundo y de sí mismo. Pero lo
hará sin la obligación neuróticamente autoimpuesta de que lo manifes-
tado alcance la excelencia del Ideal. El Ideal será solamente una fuente
de inspiración para orientar la acción a seguir, un parámetro orientativo.
Ésa es la actitud que logran quienes han podido mejorar la condición
humana apoyándose en un Ideal.

El primer paso será aplicar ese principio en el trabajo sobre sí; el


Uno necesita aprender a tratarse bien, a desarrollar lo que en el Yoga se
conoce como Maitri: amistad incondicional consigo mismo. Autoaceptación
de quien se es, tal como se es. El Uno ejerció durante toda su vida una
autoparentalización: ha sido su propio criador (más allá de que los
haya habido afuera), pero un criador admonitivo, severo, señalándole
constantemente el imperdonable pecado de no estar a la altura del Ideal.

La madurez del Uno puede traerle la comprensión de que aún hasta


lo imperfecto quizás sea perfecto, tal como es. Y así, aceptándose a sí
mismo, puede ir aceptando las limitaciones de los demás, de las cosas, de
la vida misma... sin forcejear para querer cambiarlo todo. Como decía
aquella canción de los Beatles, “Déjalo ser”...

MIRANDO HACIA ADENTRO: Como Ud. bien puede ver, toda la


tarea interna a la cual le voy invitando implica un entrena-
miento en el arte de la autoobservación (práctica central en la
Psicología de Oriente y, por ende en el enfoque Transpersonal).

En el intento de mirarse a sí mismo, el Uno tiene un desvío que le


es propio y que necesita advertir para no embrollarse en una trampa: se

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observa, pero acto seguido juzga lo que observa en sí mismo. Se enoja
consigo por ser como es. Y se enoja también si ha olvidado observarse (lo
cual es sumamente natural: la observación permanente requiere de mu-
cho, pero mucho entrenamiento...).

Hay una palabra que tal vez me ha es-


cuchado o me escuchará, y que deviene de
prácticas budistas laicas: cuando se hacen
ejercicios de autoobservación se insta al prac-
ticante a que, por ejemplo, se desperece
gentilmente; a que observe sus pensamien-
tos, sus emociones, sus actitudes, y aún su
distracción, gentilmente. Y es que toda gen-
tileza que uno pueda volcar hacia el afuera
debe provenir del modo en que nos vincula-
mos con nosotros mismos.

No se trata de algo para aprender de


aquí a mañana: es un Intento de cada día,
toda la vida. Yo procuro hacerlo cada vez que advierto falta de gentileza
hacia mí misma, y sé que, por mi estructura, puedo llegar a ser mucho
más amorosa con el afuera que con mi adentro: lo segundo ha requerido
y requiere de una permanente actitud de autoobservación. Me acompaña?

Nota: El haber abordado cómo el Uno se vincula consigo mis-


mo, lleva a la necesidad de comprender cómo el Uno se rela-
ciona con los demás: sus vínculos de afecto más íntimos y aún
las relaciones profesionales o circunstanciales. Es tan importan-
te este ítem que, tal como lo haremos con el resto de los eneatipos, lo
trataremos cuando estemos todos juntos, en nuestro próximo encuentro
grupal on line, de modo que podamos interactuar a través de preguntas
que surjan de este ítem tan vital, tan emotivamente cargado...

 El Uno y su cuerpo:

Las características psicológicas que ya hemos visto llevan a deducir


qué le pasa, a un Uno generalmente, con su cuerpo: suele estar en per-
manente tensión. A ver... haga un simple experimento. Observe un ob-
jeto que esté a un metro de distancia, e imagine que lo va a tocar con su
mano derecha. Simultáneamente, imprima en su brazo el impulso de
hacerlo, y a la vez la retención de ese impulso. Intensifique ambas
fuerzas contrarias. Qué sucede? Si lo lleva al máximo, puede que hasta
tiemble. Tensión, tensión extrema: el cerebro envía dos impulsos, uno

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aferente y otro eferente (de expresión y de represión de esa expresión).
Ése es el estado más común en el Uno.

Retiene su enojo, busca controlar sus emociones y dosificarlas de


un modo “correcto”, inhibe sus deseos... Y es que, por temperamento, en
el Uno hay un fuerte impulso agresivo, y también una fuerte sexua-
lidad con la que tiene que aprender a relacionarse (para no resultar
represivo de ella).

Las resultantes más reportadas por los Uno respecto de ello son:
bruxismo (rechinar los dientes, sobre todo al dormir, debido a la tensión
maxilar) contracturas en la espalda y las cervicales, caída del cabello (por
tensión en el cuero cabelludo), calambres en las
piernas, y no son inusuales los trastornos diges-
tivos (gastritis, úlceras, intestino irritable...).
También, ya más extremamente, síntomas cardí-
acos, debidos, igualmente, a la represión emo-
cional.

Para sanar o conservar la salud, el Uno ne-


cesita poner en palabras lo que siente, espe-
cialmente en un contexto terapéutico (donde es
más fácil que no se sienta juzgado). No sólo por la
catarsis que eso implica, sino también porque al
Uno le cuesta reconocer que está afectado emo-
cionalmente (sobre todo si está enojado o resen-
tido!), tendiendo a proyectar esos sentimientos, o bien a justificarlos (“Yo
no estoy enojado! Lo que pasa es que ellos son inoperantes!!”)

No es raro que el Uno necesite trabajar con dificultades en su


sexualidad, dado que su naturaleza cuenta, por sí misma, con una intensa
energía de ese orden, no siempre reconocida... y mucho menos autori-
zada a manifestarse! Vuelve a darse la misma dinámica que recién le
describí respecto de los músculos: una parte necesita expresarse, y otra
la inhibe (por represión en base a creencias vinculadas al control de ese
“impulso animal”).

La resultante puede ser la inhibición del goce y la generación de


trastornos funcionales (anorgasmia, dificultades eréctiles, frigidez, etc.).
Trabajando con el permiso para disfrutar y la aceptación de lo no-ra-
cional de su naturaleza (tan valioso como lo racional), el Uno puede
encontrar no sólo una sexualidad intensa y sana, sino también, quizás,
hasta Sagrada... pues al Uno, trabajándose, le es posible acceder a la no-
ción de que el cuerpo mismo lo es.

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Es común que, en su afán de perfección o pureza, de optimización
del rendimiento corporal, o bien por querer cuidar la salud, el Uno expon-
ga a su cuerpo a disciplinas muy severas, forzándolo a cumplir con rutinas
de ejercicios muy exigentes, dietas, ayunos, o aún a privaciones “para no
enviciarse”. Una vez más, el trabajo que el Uno con estas características
tendrá que hacer se vincula con el concepto de maitri.

MIRANDO HACIA ADENTRO: Hay un antiguo relato budista que dice


que estaba Siddharta en la orilla de un río, meditando y ayu-
ndando desde hacía incontables días; estaba ya a punto de
desfallecer por la exigencia con que estaba tratando a su cuerpo en busca
de la Iluminación. Una niña, al verlo tan demacrado, le había ofrecido un
plato de arroz, pero él no lo aceptó.

En ese momento, pasó por el río un bote a bordo del cual iban un
maestro de música y su discípulo. Y Siddharta escuchó cómo el maestro
instruía a su alumno sobre la correcta afina-
ción de la cuerda de un instrumento: “Muy
tensa no, porque se corta. Muy floja no, por-
que no sirve”. Fue tan alto el impacto de Sid-
dharta al escucharlo, que comprendió cuánto
estaba tensando la cuerda de su cuerpo y de
su psiquismo. Y que su tarea sería encontrar
el camino del medio.

Esta historia podría aplicarse a muchos


aspectos de cómo el Uno se trata a sí mismo
y a su cuerpo. Le pido que en este momento,
antes de proseguir, busque dentro de sí, recorriendo los distintos as-
pectos de su vida, y procure constatar lo siguiente: ¿tensa su propia cuer-
da al punto de que casi se corte? (en cuanto a autoexigirse en cualquier
sentido, más allá de los límites saludables y sensatos).

Si es así, regístrelo, para, cuando suceda nuevamente, ver si quiere


mantener la cuerda tan tensa, o bien aflojarla hasta el punto medio. (El
Uno siente que si afloja su autoexigencia todo se irá al polo opuesto, pues
piensa en términos extremos, de blanco / negro: “Si no soy exigente y lo
suficientemente severo con mi hijo se va a descarriar y echará a perder
su vida”, “Si dejo de correr siete kilómetros diarios me volveré fofo y pe-
rezoso”, “Si como dulces me haré adicto a los hidratos de carbono”...).

Tiene que ver esto con Ud.? O bien, quizás, si Ud. es terapeuta, to-
das estas pautas le sirvan en el trabajo con sus pacientes. Y si no, con
sus seres cercanos... siempre que no se comporte como un Uno, querien-

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do cambiar compulsivamente a los demás! Le regalo, al respecto, una
frase que es de uno de los Unos más notables: el Mahatma Gandhi: “He
tomado sobre mis espaldas el monopolio de mejorar sólo a una persona,
y esa persona soy yo mismo, y sé cuán difícil es conseguirlo.”

 Debilidades y fortalezas del Uno: a modo de síntesis

Según lo vimos hacia el final del Módulo 0, cada individuo desarrolla


en su vida los aspectos más evolucionados o los menos evolucionados de
su eneatipo. Así, podrían determinarse tres franjas: muy sano, sano pro-
medio, o malsano. Todos tenemos potencialmente las cualidades de las
tres franjas. En nuestro mejor estado, predominan las de la franja
superior (muy sano), en tanto que cuando estamos bajo situación de
stress, o por cualquier razón se nos activa lo menos evolucionado de
nuestro eneatipo nos deslizamos hacia la banda inferior.

Atención: sé por experiencia docente que abordar los rasgos menos


evolucionados de cualquier eneatipo suele ser incómodo, pues cada per-
sona puede senti que los del propio son los más difíciles o desagradables.
Tenga en cuenta que, si Ud. está allí, del otro lado de mis palabras, es
porque, como yo y como tantos otros, está comprometido en el esfuerzo
cotidiano de vivir desde los mejores rasgos de su eneatipo.

Las debilidades de cada eneatipo (sus cualidades menos evolucio-


nadas), agudizadas y en alta predominancia, determinarán la franja in-
ferior, así como el predominio de sus fortalezas (cualidades más evolu-
cionadas) implicarán el florecimiento de la franja superior. En el pro-
medio estaría quien trata de desarrollar la franja de arriba, en tanto
trabaja para que la inferior no le gane. Allí vamos, entonces, a sintetizar
lo que hemos visto en el Uno...

 Debilidades del Uno:

Tensión. Rigidez. Crítica. Autocrítica ex-


trema. Crítica a los otros. Comparación neuró-
tica con el Ideal. Sarcasmo. Sentimiento de
superioridad moral. Represión. Compulsión.
Obsesión. Irritación permanente. Intolerancia.
Fariseísmo. Conservadorismo rutinario. Exce-
siva seriedad. Amargura. Tozudez. Puntos de
vista fijos. Refractario a lo nuevo. Inadapta-
bilidad. Dogmatismo. Hipercontrol del otro y de
sí mismo. Dificultad para delegar. Exceso de
responsabilidad. Ira contenida y disimulada.

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Autocastigo para purgar deseos o errores. Fácil enjuiciamiento del otro.
Resentimiento. Sensación de ser indigno (vergüenza de sí). Culpa fácil.
Dificultad para expresar el afecto. Postergación del placer. Masoquismo
por excesiva autoexigencia, austeridad, privación de placer, auto-tortura.
Necesidad perentoria de “tener razón”, sentirse “dueño de la verdad”.
Puritanismo. Prejuicioso. “Inquisidor”. Punitivo. Trabajólico. Proyección.
Estrictez. Anulación del deseo personal. Estrechez en sus puntos de vista.
Sobreesforzado. Pseudorracionalidad. Justificación de su agresividad. Fun-
damentalismo. Fanatismo. Atención focalizada en el detalle disfuncional,
en el defecto, lo que falta.

 Fortalezas del Uno:

Conducta apoyada en Valores. Capaci-


dad de sacrificio por causas nobles. Perse-
verancia. Incentivo para que los otros ac-
túen desde su mejor lugar. Cortesía. Con-
fiabilidad. Lealtad. Denunciar socialmente lo
corrupto, con valor y dignidad. Alto rendi-
miento. Acicate para el mejoramiento de la
realidad. Responsabilidad. Capacidad de
cumplir con la palabra dada. Compromiso
con causas nobles. Rectitud. Aptitudes para
educar. Habilidad para encontrar los de-
talles a rectificar. Búsqueda de pureza in-
terna. Sencillez. Humildad. Laboriosidad.
Capacidad de ahorro. Prudencia. Previsión.
Disposición a ayudar a quien puede menos,
brindando su capacidad de trabajo. Alto rendimiento. Talento para la
organización. Optimización del rendimiento de su tiempo. Ejercicio in-
negociable de la veracidad. Acciones concretas para la implementación de
los valores en los que cree, con el correlativo mejoramiento de su entorno
social. Abnegación. Valor para luchar contra las injusticias. Integridad.
Servicialidad. Eficiencia. Precisión. Emociones superiores vinculadas con lo
Transpersonal.

Tanto en el Foro de la semana próxima como en nuestro primer


encuentro grupal completaremos esta descripción del Uno.

Del mismo modo, en los Módulos posteriores al 9 redondearemos el


perfil de cada eneatipo con elementos indispensables de ser tenidos en
cuenta (alas, direccionalidades, etc..). Particularmente las alas determi-
nan dos subtipos bien definidos en cada eneatipo, como luego veremos.
Será un gusto transitar juntos este camino... ♣

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ILUSTRACIONES DE ESTE MÓDULO:

 Pág. 2: Mandala vajrayana.


 Pág. 3: “Obssesive-compulsive”, de Don Tatro.
 Pág. 6: “Retrato”, de María de Riva.
 Pág. 7: “Il Dottore Francoise”, de Amedeo Modigliani.
 Pág. 8: "Más allá del deseo”, de David Trujillo.
 Pág. 12: “Todo se escapa”, de David Trullo.
 Pág. 18: “Torso”, Enrique González.
 Pág. 19: Antiguo fresco budista.
 Pág. 20: “El crítico”, antiguo grabado japonés.
 Pág. 21: “Gandhi”, de Rosse Korn.♣

Este Seminario sobre Psicología del Eneagrama es ofrecido


mediante la modalidad de enseñanza a distancia registrada como Feel e-learning
(aprendizaje desde la sensibilidad a través de medios virtuales).
El mismo forma parte del cuerpo de módulos de nuestro
Programa de Formación Continua en Psicología Transpersonal.
Se permite la reproducción de fragmentos breves de este material
(hasta 500 palabras), citando la fuente del mismo modo en que se hace con los libros.
Para reproducciones de mayor extensión
será indispensable solicitar autorización escrita por parte del Centro Transpersonal
de Buenos Aires y de Ediciones Transpersonales del Sur,
así como para reproducir la estructura didáctica de su programa,
ya sea en formato virtual como presencial.

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