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El método catártico no pierde valor por ser sintomático y no causal. Una terapia causal no es sino
profiláctica, suspende el ulterior desarrollo de la afección , pero no necesariamente elimina con
ello los productos que ha dado hasta el momento. No le quita todo consuelo en cuanto al futuro,
por lo que atañe a la posibilidad de una recidiva. Con la terapia catártica uno cura solo lo que es
susceptible de curación espontanea, o en ocasiones también otras cosas que espontáneamente no
se habrían solucionado.
El método requiere un gran interés por los hechos psicológicos y al mismo tiempo, una simpatía
personal hacia los enfermos. Las condiciones que se les exigen no son menores; por debajo de
cierto nivel de inteligencia el procedimiento es absolutamente inaplicable y cualquier
contaminación de debilidad mental lo dificulta de manera extraordinaria.
Algunos enfermos no eran hipnotizarles, aunque el diagnostico indicaba histeria y declarara
probable la vigencia del mecanismo psíquico. Se rehusaban al intento de hipnosis.
Entonces, se ordenaba a los enfermos acostarse y cerrar los ojos deliberadamente para
concentrarse, lo cual ofrecía al menos cierta semejanza con la hipnosis. Un mero esforzar podría
hacer salir a la luz las series de representaciones patógenas; la misma fuerza psíquica coopero en
la génesis del síntoma histérico y en aquel momento impidió el devenir consciente de la
representación patógena. Todos ellos de naturaleza penosa, que provocaban dolor psíquico. De
ella se desprendía, naturalmente, la idea de defensa. Es decir, entonces, que el no saber de los
histéricos era en verdad un “no querer saber”.
Se servia entonces, en primer termino de un pequeño artificio técnico. Se anticipaba al enfermo
que le aplicaría una presión sobre la frente y le aseguraba que, mientras dure esa presión y al cabo
de ella, vería ante si un recuerdo.
Por medio de el se disocia la atención del enfermo de su búsqueda y meditación conscientes,
como quedar absorto en una bola de cristal.
Con frecuencia emerge una representación que dentro de una cadena asociativa es un eslabón
entre la representación de partida y la buscada, patógena; pero cuya aparición le causa asombro
porque ha olvidado su vinculo con la representación de partida. Este vinculo se comprueba con
la ulterior trayectoria del análisis. El enfermo intentara desmontarlas, por así decir, al trasponerlo
en palabras. Es signo de una defensa lograda de las representaciones patógenas, tornando débil la
representación fuerte, arrancándole el afecto. Entonces, para hallar la dirección por la cual debe
avanzar el trabajo, uno se orienta siguiendo la propia imagen mnémica.
Entre las tareas del análisis se encuentra la eliminación de un síntoma susceptible de
acrecentamiento en su intensidad o de retorno. El síntoma en cuestión reaparece, o surge con
intensidad reforzada, tan pronto como uno ha entrado en la región de la organización patógena
que contiene la etiología de este síntoma y desciende tras una declaración completa.
La terapia no consiste entonces en extirpar algo sino en disolver la resistencia y así facilitar a la
circulación el camino por un ámbito antes bloqueado. Es totalmente infructuoso avanzar en forma
directa hasta el núcleo de la organización patógena. Y aunque uno fuera capaz de colegirla, el
enfermo no sabría que hacer con el esclarecimiento que se le obsequia, ni seria alterado
psíquicamente por este ultimo.
PSICOTERAPIA DE LA HISTERIA
Cuando intenté aplicar a una serie mayor de enfermos el método de Breuer para la
curación de síntomas histéricos por vía de busca y abreacción en la hipnosis, tropecé con
dos dificultades, persiguiendo las cuales di en modificar tanto la técnica como la
concepción. 1) No eran hipnotizables todas las personas que mostraban síntomas
inequívocamente histéricos y en las cuales, con toda probabilidad, reinaba el mismo
mecanismo psíquico. 2) Debí tomar posición frente al problema de saber qué, en verdad,
caracterizaba a la histeria y la deslindaba de las otras neurosis.
Hasta donde se podía hablar de una causación por la cual las neurosis fueran adquiridas,
la etiología debía buscarse en factores sexuales.
La neurosis de angustia sobreviene por la acumulación de una tensión psíquica que es,
por su parte, de origen sexual; tampoco esta neurosis tiene un mecanismo psíquico.
Hay una segunda barrera para la eficacia del método catártico: no influye sobre las
condiciones causales de la histeria, y por tanto no puede impedir que en lugar de los
síntomas eliminados se generen otros nuevos.
Etiología de las neurosis à su génesis las más de las veces está sobredeterminada.
Mediante mi trabajo psíquico yo tenía que superar en el paciente una fuerza que
contrariaba el devenir-conciente (recordar) de las representaciones patógenas. Se me
ocurrió que esa podría ser la misma fuerza psíquica que cooperó en la génesis del
síntoma histérico y en aquel momento impidió el devenir-conciente de la representación
patógena.
Ante el yo del enfermo de había propuesto una representación que demostró ser
inconciliable, que provocó una fuerza de repulsión del lado del yo cuyo fin era
la defensa frente a esa representación inconciliable. Esta defensa prevaleció de hecho, la
representación correspondiente fue esforzada afuera de la conciencia y del recuerdo, y
en apariencia era ya imposible pesquisar su huella psíquica. Empero, esa huella tenía
que estar presente. Cuando yo me empeñaba en dirigir la atención hacia ella, sentía
como resistencia a la misma fuerza que en la génesis del síntoma se había mostrado
como repulsión.
El no saber de los histéricos era en verdad un no querer saber, más o menos conciente,
y la tarea del terapeuta consistía en superar esa resistencia de asociación mediante un
trabajo psíquico, mediante un esforzar, orientar la atención de los enfermos hacia las
huellas de representación buscadas.
Es signo de una defensa lograda que las representaciones patógenas hayan de aparecer
como de tan escasa sustancia en su reafloramiento; de ahí uno puede inferir en qué
consistió el proceso de la defensa: en tornar débil la representación fuerte, arrancarle el
afecto.
Las más de las veces no se tiene un síntoma histérico único, sino un conjunto de ellos en
parte independientes entre sí, en parte enlazados. No se debe esperar un único recuerdo
traumático y, como su núcleo, una única representación patógena, sino que es preciso
estar preparado para encontrarse con series de traumas parciales y encadenamientos de
ilaciones patógenas de pensamiento.
Un tercer tipo de ordenamiento, el más esencial y sobre el cual resulta más difícil
formular un enunciado universal, es el ordenamiento según el contenido de
pensamiento, el enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, enlace al cual en
cada caso puede corresponderle un camino irregular y de múltiples vueltas. Ese
ordenamiento posee un carácter dinámico, por oposición al morfológico de las dos
estratificaciones antes mencionadas.
Obstáculo externo à Este caso sobreviene cuando el vínculo del enfermo con el médico
se ve perturbado, y significa el más enojoso obstáculo con que se pueda tropezar. Si esa
relación de la enferma con el médico es perturbada, también se deniega su buena
disposición; cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, a la enferma
se le cruzará la conciencia de los cargos que se han acumulado contra aquel. Hasta
donde llega mi experiencia, ese obstáculo sobreviene en tres casos principales: