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Debía crearse un organismo que equilibrara de una manera más justa el poder,
que fuese representativo de las fuerzas dentro de la coalición primigenia. Cada
una de las facciones que la componían seguía respondiendo a sus fuerzas de
origen, por lo que se comenzó a debatir la posibilidad de cambiar el nombre
del partido para darle un sentido más simbólico y de pertenencia inequívoca.
Para fundamentar esto la autora utiliza el diario El Día, ya que en septiembre
de 1946 se corrió el rumor de que se estaría buscando el cambio de nombre
del Partido Único, provocando la ira de Reyes ante las versiones que
indicaban que se volvería sobre el nombre Partido Laborista. Cf. El Día (la
plata), 15 de septiembre de 1946.
El Consejo Superior temía que sin el aporte obrero dentro del orden
institucional partidario, en la dirección y en la afiliación de adherentes, el
peronismo se convirtiera en otro partido más con el agregado de los
consabidos vicios de la política criolla. Es probable que Perón no estuviera de
acuerdo con este sistema de doble afiliación, aunque le proporcionaba una
base de sustentación importante. En varios discursos, y ante quien quisiera
oírlo, clamaba que “la política había que hacerla en los comités” y que debía
estar ausente en los sindicatos, en la escuela, en la universidad, en la
administración y el gobierno. Fuera de los comités la política no era útil para
el país. Fuente: El Día (la plata), 14 de julio de 1947.
Todos los caminos conducían a que Perón fuera el árbitro nuevamente de las
situaciones conflictivas, y monopolizaba, en última instancia, el control sobre
las zonas de incertidumbre de la organización y, por tanto, la distribución de
incentivos. Quince diputados nacionales y un grupo de dirigentes políticos de
distintas jerarquías, coincidieron en hacer un llamado a Perón, a través de un
manifiesto, para que se hiciera cargo personalmente de la conducción del
movimiento y caducaran todas las autoridades partidarias debido al egoísmo y
la actitud personal de “quienes no han comprendido que entre Perón y la
masa no hay dirigentes. Fuente: La Nación, 14 de octubre de 1947. Con esta
frase la autora quiere demostrar la poca trascendencia que tenía el Partido
Peronista, en donde su fin era buscado a través de la relación que tenga Perón
y la masa. Para la autora el partido pasa a ser como un instrumento
exclusivamente electoral.