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La literatura chicana es la literatura escrita por el grupo étnico de los chicanos que no
están dispuestos a renunciar a su propia identidad cultural y que defienden que su literatura
contribuye al enriquecimiento de la naturaleza caleidoscópica de la literatura norteamericana y
a la creación de un puente entre esa literatura y las letras hispanoamericanas, ya que la
literatura chicana se escribe tanto en inglés como en español, o en una combinación de ambas
lenguas. La población chicana se asienta en el suroeste de Estados Unidos, en la frontera norte
de México. Desarrollaron su propia cultura de frontera, moldeada por los conflictos cotidianos
con los pueblos nativos. Los colonos de las que ahora son zonas fronterizas desarrollaron,
desde el principio, actitudes diferentes y un sentido de pertenencia a un lugar distinto del de los
habitantes de otras regiones de México. Con el paso del tiempo, se formó una tradición literaria
singular, que se ha preservado de manera ininterrumpida hasta hoy.
1. POESÍA
En la poesía hay que señalar que a partir de los años 60 se produjeron cambios
importantes, que se extendieron hasta la década de los 80: interiorización de la poética y
preferencia por los intereses individuales sobre los colectivos. Los poetas parecen más
propensos a recalcar en sus obras las diferencias entre las diversas comunidades chicanas, en
vez de las esencias comunes previamente buscadas por otros. Empezaron a sobresalir en sus
obras variaciones de clase y género sexual, así como diferentes conceptos de la poesía. El
idioma inglés se prefiere, en general, al español, pero el bilingüismo sigue siendo una opción
común. Fue durante estos años cuando las escritoras, por primera vez en bloque, empezaron
a publicar extensivamente y se propusieron crear sus propios lugares de publicación y sus
círculos literarios. Por primera vez, también, las obras literarias empezaron a ser producidas
por escritores chicanos de las grandes áreas urbanas del oeste medio, particularmente
Chicago.
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La poesía de los años 80 en adelante siguió casi tantos
senderos como poetas ha habido. Entre las voces más
innovadoras hay que destacar las obras de Juan Felipe
Herrera y Francisco Alarcón. Herrera fue la voz más
importante de la tendencia indigenista de los 70, pero, en
los 80, cultivó un tipo de poesía experimental que se
aproxima a las artes visuales en sus Exiles of Desire (1985),
Facegames (1987) y Akrílica (1989), donde el cine, el
diseño gráfico y la pintura se convierten en puntos de
referencia necesarios.
2. NARRATIVA
En los Estados Unidos, un país formado por grupos étnicos y culturales muy diversos,
los propios latinos no constituyen un todo homogéneo, y lo mismo cabe decir de sus
manifestaciones lingüísticas y literarias, pero es común a todos ellos -sean de origen mexicano,
puertorriqueño, cubano u otro- la preocupación por los orígenes, por las señas de identidad, así
como por la autoexploración permanente.
La literatura chicana contemporánea, nacida en los años 60 del siglo XX al calor de la
reivindicación política y social del Movimiento Chicano, cuenta ya con una considerable
tradición. Con el inicio de la década de los ochenta, los postulados del movimiento van a ser
puestos en cuestión a partir de sus propios márgenes, a partir de aquellos o, mejor dicho, de
aquellas mujeres que habían quedado en mayor o menor grado excluidas. Los chicanos
aparecen a menudo confinados al barrio, y las mujeres, dentro del barrio, a un espacio más
reducido, la casa; las mujeres están, así, doblemente marginadas, oprimidas también por una
sociedad tradicionalista y patriarcal como la chicana, y tratan de rebelarse contra el orden
establecido. Escriben desde el margen para reivindicarse, mediante la exploración de nuevas
estrategias narrativas que critiquen las representaciones tradicionales de lo femenino desde
una perspectiva de género, pero también de clase y raza. De ahí que el fenómeno más
importante de la narrativa chicana se produzca en los años 80 con la irrupción en el panorama
literario de muchas escritoras que tratan de dar su propia visión del mundo en el que viven,
desde el punto de vista de la clase obrera, pero, sobre todo, desde el feminismo, concibiendo la
literatura como un servicio a los demás.
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SANDRA CISNEROS
Sandra Cisneros nació en Chicago en 1954, siendo la única mujer en una familia de
siete hijos. La familia Cisneros viajaba con frecuencia entre Chicago y México para visitar a la
familia, y en ocasiones se instalaban en una casa nueva cada vez que volvían, siempre en los
barrios populares pobres del South Side (El Lado Sureño) de
Chicago. Cuando era joven, su familia logró una meta que se
habían propuesto mucho tiempo atrás al comprar una casa,
que ella consideró fea y desbaratada. El efecto de estos
cambios, temprano en la vida de Sandra en cuanto a su
sentido de hogar y comunidad, quedarían expresados
muchos años más tarde en su obra La casa en Mango Street.
Al crecer en una casa donde las credenciales de la
biblioteca eran cosa obligada, Sandra se refugió en los libros
y empezó a expresarse a través de la poesía. Fue en la
preparatoria St. Josephinum de Chicago que Cisneros
encontró una oportunidad y descubrió que su creatividad
Sandra Cisneros tenía una audiencia. Cisneros fue motivada por un maestro
para seguir escribiendo poemas y ella se mostró abierta a compartir su trabajo con sus
compañeros. Trabajó en una revista literaria escolar de la que se convirtió en editora. Cisneros
siguió sus estudios de posgrado en la Universidad Loyola de Chicago y en 1978 recibió la
Maestría en Bellas Artes en redacción creativa del renombrado taller de escritores de la
Universidad de Iowa.
Al graduarse del taller de escritores, Cisneros regresó a Chicago y trabajó como
maestra en la Latino Youth Alternative High School, una institución para personas que han
dejado los estudios. En su tiempo libre escribía y enviaba poemas a publicaciones
especializadas, consiguiendo un cierto éxito. Sandra leía sus poemas ante personas en clubes
y cafeterías, consiguiendo eventualmente el reconocimiento a nivel local.
En 1982 Cisneros recibió una beca de la Fundación Nacional para las Artes, con la que
tuvo la oportunidad de ir a Europa, donde escribió La casa en Mango Street. Como resultado
de la falta de pertenencia que sintió cuando era una
niña, en el libro se pinta una imagen vibrante de la
idealización que una niña forma en cuanto al concepto
de “hogar”. La casa que se menciona en el título es un
mosaico de las muchas viviendas que ocupó Cisneros
con su familia, frecuentemente en el área de Humboldt
Park, aunque en el libro se ubica en Mango Street,
donde su familia de hecho nunca vivió. Esta historia
recoge un año en la vida de una niña, casi una
adolescente, Esperanza. Vive con su familia en Mango
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Street, un gueto chicano de Chicago en una casa pequeña, roja y destartalada. Su ilusión es
escapar pronto de allí.
La escritora nos deja una serie de viñetas cortas que descubren la vida diaria del
arrabal, como se comportan sus gentes, como hablan, como sufren. El libro se publicó en 1984
y consiguió el reconocimiento internacional, haciendo a Cisneros acreedora al premio Before
Columbus American Book Award. Hoy en día La casa en Mango Street es una lectura requerida
en las escuelas en todo el país. Fue traducida al español por Elena Poniatowska.
En 1985 vino la publicación de Antojitos (Arte Publico) y The Rodrigo Poems (Third
Woman). En 1987 se revisó y amplió la tesis de maestría de Cisneros, My Wicked, Wicked
Ways, obra que luego fue publicada por Third Woman Press. Esta colección de poemas toca
una variedad de temas, entre los que se cuentan la emancipación, la amistad y la auto-
identidad de las mujeres.
Con la obra Woman Hollering Creek and Other Stories (1991) Cisneros se convirtió en
la primera autora chicana en ser firmada por una editorial americana importante - Random
House. En el libro se describen las vidas de las mujeres chicanas en el área de San Antonio, y
este trabajo consiguió tanto la aclamación de la crítica como la del público, con lo que esta
autora pudo conseguir la estabilidad financiera necesaria para dedicarse al oficio de tiempo
completo.
En la muy esperada segunda novela de Cisneros, Caramelo (2002), se pinta un relato
ficticio de la familia de la autora, resaltando un viaje entre Chicago y México y el paso del
personaje principal entre la niñez y la edad
adulta. Caramelo fue seleccionado como
libro notable del año por los periódicos
The New York Times, Los Angeles Times,
San Francisco Chronicle, Chicago Tribune
y Seattle Times. En el año 2005 Caramelo
recibió el Premio Napoli y estuvo entre los
finalistas para el premio Dublin
International IMPAC Award. Los libros de
Sandra Cisneros han sido traducidos a
más de doce idiomas, incluyendo español,
gallego, francés, alemán, holandés,
italiano, noruego, japonés, chino, turco,
griego, tailandés y serbo croata. Cisneros
ha sido invitada a muchas universidades,
incluyendo la Universidad de California en
Berkeley y la Universidad de Michigan en
Ann Arbor, y actualmente es la escritora residente en Our Lady of the Lake University en San
Antonio. Los novedosos y originales trabajos de Cisneros la han hecho acreedora a numerosos
premios y becas, incluyendo la MacArthur Foundation Fellowship en 1995. Ella es la presidenta
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y fundadora de la Fundación Macondo, una asociación de escritores dedicada a la participación
social. También dirige la Fundación Alfredo Cisneros Del Moral, la cual otorga fondos a los
escritores de Texas.
Sandra Cisneros sigue escribiendo poesía y prosa, y actualmente se encuentra
trabajando en una colección de obras de ficción titulada Infinito, un libro para niños con el título
Bravo, Bruno y un libro acerca del oficio de escribir al que va a llamar Writing in My Pajamas.
Actualmente vive en San Antonio, Texas, en su famosa "Casa Morada", en el distrito
histórico King William de San Antonio, llamada así por el color de los códices aztecas con los
que pintó la fachada. Esta acción provocó una controversia entre sus vecinos y le atrajo
atención de los medios de comunicación. Según Cisneros, "El asunto es mayor que mi casa. La
cuestión es de inclusión histórica. Quiero pintar mi casa de un color tradicional, pero por favor
denme una paleta más amplia que pardo "carreta", azul "sevres", verde "espino", café
"pionero", y gris "Peñasco Plymouth".... Pensaba que había pintado mi casa de un color
histórico. Morado es histórico para nosotros. Sólo alcanza unos tales mil años atrás hasta las
pirámides. Se encuentra en los códices Nahua, libro de los Azteca, como el color turqués que
uso para los ribetes de mi casa; el color anterior indicando realeza, la última, agua y lluvia.".
Puso en venta su casa de Texas a principios de 2012 y se mudará pronto a México
"escuchando la voz de mis antepasados", en palabras de la propia autora.
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ACTIVIDADES
Siempre decían que algún día nos mudaríamos a una casa, una casa de verdad, que fuera nuestra para
siempre, de la que no tuviéramos que salir cada año, y nuestra casa tendría agua corriente y tubos que sirvieran. Y
escaleras interiores propias, como las casas de la tele. Y tendríamos un sótano, y por lo menos tres baños para no
tener que avisarle a todo mundo cada vez que nos bañáramos. Nuestra casa sería blanca, rodeada de árboles, un
jardín enorme y el pasto creciendo sin cerca. Ésa es la casa de la que hablaba Papá cuando tenía un billete de lotería
y ésa es la casa que Mamá soñaba en los cuentos que nos contaba antes de dormir.
Pero la casa de Mango Street no es de ningún modo como ellos la contaron. Es pequeña y roja, con
escalones apretados al frente y unas ventanitas tan chicas que parecen guardar su respiración, los ladrillos se hacen
pedazos en algunas partes y la puerta del frente se ha hinchado tanto que uno tiene que empujar fuerte para entrar.
No hay jardín al frente sino cuatro olmos chiquitos que la ciudad plantó en la banqueta. Afuera, atrás hay un garaje
chiquito para el carro que no tenemos todavía, y que luce todavía más chiquito entre los edificios de los lados.
Nuestra casa tiene escaleras pero son ordinarias, de pasillo y tiene solamente un baño. Todos compartimos
recámaras, Mamá y Papá, Carlos y Kiki, yo y Nenny.
Una vez, cuando vivíamos en Loomis, pasó una monja de la escuela y me vio jugando enfrente. La
lavandería del piso bajo había sido cerrada con tablas arriba por un robo dos días antes, y el dueño había pintado en
la madera SÍ, ESTÁ ABIERTO, para no perder clientela.
¿Vives allí?
Allí. Tuve que mirar a donde ella señalaba. El tercer piso, la pintura descarapelada, los barrotes de Papá
clavados en las ventanas para que no nos cayéramos. ¿Vives allí? El modito en que lo dijo me hizo sentirme una
nada. Allí. Yo vivo allí. Moví la cabeza asintiendo.
Desde ese momento supe que debía tener una casa. Una que pudiera señalar. Pero no esta casa. La casa
de Mango Street no. Por mientras dice Mamá. Es temporario, dice Papá. Pero yo sé cómo son estas cosas.
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GLORIA ANZALDÚA
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Por su trabajo, Anzaldúa ha sido muy laureada por This Bridge Called My Back:
Writings by Radical Women of Color con el reconocimiento de "Before Columbus Foundation
American Book Award" en 1986. Borderlands/La Frontera: The New Mestiza es reconocido
como uno de los 38 mejores libros de 1987 por Library Journal y uno de los 100 mejores libros
del siglo, por Hungry Mind Review. En 1991, Anzaldúa es honrada con el National Endowment
for the Arts como reconocimiento por su trabajo de ficción en 1991.
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Vivir en la Frontera significa que tú
ya no te está hablando,
un nuevo género;
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OTRAS NARRADORAS
Las dos novelas de Ana Castillo, The Mixquiahuala Letters (1986) y Sapogonia (1990)
la consolidaron como una de las principales voces de la narrativa chicana de la década de los
90. The Mixquiahuala Letters es una novela epistolar, abierta a varias lecturas posibles
sugeridas por la autora. En ella se hace una crónica de los viajes, físicos e imaginarios, de dos
amigas, una mujer chicana y una anglo-americana, a medida que se embarcan en la búsqueda
de sí mismas, la relación perfecta, y una experiencia/encuentro cultural con México. Sapogonia
es una metáfora para referirse a una tierra natal común a todos los mestizos, una especie de
seguimiento de la idea de Aztlán con una connotación menos nacionalista, posiblemente debido
al hecho de que Castillo creció en Chicago, una comunidad donde los latinos forman un grupo
heterogéneo que, hasta cierto punto, trasciende las barreras de la nacionalidad.
Otras escritoras que han obtenido el elogio de la crítica son Denise Chávez y Helena
María Viramontes que se distinguen por sus respectivas obras:
The Last of Menu Girls (1986), una colección de cuentos que se
leen como una novela sobre la llegada a la mayoría de edad de su
protagonista, y The Moths and Other Stories (1985), que construye
una rica galería de personajes femeninos enfrascados en una
lucha constante por la afirmación, en contra de las fuerzas
sociales superiores así como de sus propios errores.
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circunstancias de una muerte violenta ocurrida dentro de la comunidad. La segunda novela es
Paletitas de Guayaba (1991) de Erlinda Gonzales-Berry, que también reconstruye críticamente
los despertares político, sexual y social de su protagonista a medida que viaja al sur (a México)
en un tren.
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TEXTO
(1) El foco (headlight) tuerto (one-eyed) del viejo y destartalado (dilapidated) tren penetraba la
noche oscura y devoraba lenta, pero definitivamente, las millas vacías en su larga jornada a la ciudad
macrocefálica (macrocephalic, large headed, o sea swollen with population). El traqueteo (clattering) de
acero sobre acero no le permitía dormir. Se sentó en la camilla (cot), se inclinó sobre (bent over) las
almohadas (pillows), encendió cigarrillo tras cigarrillo, y empezó a escribir en su cuadernito:
.....Dios de la vida, ¿por qué sigo con esta porquería (garbage)?
(2) Lo peor es que seguramente algún día moriré de cáncer de los pulmones. Los encontrarán
todos a carbonados (carbonaceous), podridos (rotton), chamuscados (singed), asquerosos (disgusting) al
hacer la autopsia. Tiene razón papi. ¡Qué hábito tan cochino (filthy)! Pero ni modo (too bad), mi adicción
es incurable e irremediable. A lo mejor allá pueda dejarla; la remplazaré con tequila y Tecate —y limón.
¿Por qué será que el limón siempre me recuerda mi niñez? No mi niñez sino mi niñez allá, digo, en
México. México, Jalisco, Guadalajara, la calle Simon Bolívar, los departamentos de la señora Jaramillo.
Departamentos para gringos. Puros gringos, con la excepción de nosotros que también vivíamos allí, pero
no éramos gringos. De cierta manera sí lo éramos, bueno, no gringos (qué bárbara, cómo pensarlo), pero
norteamericanos sí. ¿Cómo negar eso? Aunque habláramos español, aunque fuéramos morenitos,
éramos de allá, digo del otro lado. Ni modo de cambiar eso. Y los amigos de papi, más bien los
compañeros de la AFTOSA, todos güeros, y yo haciéndome la muy mexicanita, afectando la entonación
del español de mis amiguitas. Y quiénes son esos gringos que van a tu casa me preguntaban, y yo que no
sé, que no los conozco, que no me importa. Ustedes son de allá, ¿verdad? No. Somos de aquí. Es que mi
padre tiene algunos conocidos, por su trabajo, sabes.
(3) Y mi hermana mayor. Pinche pocha (Americanized girl). Nomás con las tejanas asquerosas
(disgusting) andaba. No sé por qué se metió con ellas. Quizá por su edad no quería perder su identidad.
Era demasiado tarde para que ella se volviera mexicana. Yo sí. Yo soñaba con nacer de nuevo, con
renacer mexicana. BORN AGAIN MEXICAN. Cuando se fueron del colegio, sin permiso, ella y las dos
gringas tejanas, yo como que no la conocía. Oye, ¿no es tu hermana la que viene arrastrando (dragging)
la Mis Beti? ¡SUÉLTENLAS! ¡QUE SE VAYAN A CASA! (gritaba el decano (dean) por el portavoz
(loudspeaker)).
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