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Tulku,

Ringu (2010-09-16).
Daring Steps: Traversing the Path of the Buddha (p. 15-20).
NBN_Mobi_Kindle. Kindle Edition.

Las enseñanzas de Buda son la expresión de su propia experiencia, que transmitió de acuerdo
a las diferentes necesidades de cada persona en particular. Los seres humanos difieren mucho
unos de otros en cuanto a niveles de desarrollo espiritual, capacidades, mentalidades y
actitudes, y enseñar de una sola y única manera nunca satisfaría por igual a todas las personas.
Por esta razón, Buda otorgó muchas enseñanzas y facilitó una cantidad inmensa de diferentes
enfoques. Empezó con las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Óctuple Sendero, y luego
procedió a exponer un nivel de filosofía y meditación más avanzado. Seguidamente lo
presentó de una forma más directa y profunda en un tercer ciclo de enseñanzas.

Por consiguiente, las enseñanzas de Buda se escribieron y quedaron expuestas en diferentes


sutras y tantras, y cada uno de ellos presenta el contenido específico de un tema a un cierto
nivel. El mismo Buda no hizo una clasificación de sus enseñanzas, sino que se han dividido en
categorías diferentes para facilitar su estudio y entendimiento. Esto ha dado como resultado
tres conjuntos de enseñanzas conocidos como Shravakayana, Mahayana y Vajrayana. En
nuestros días, en Occidente, al Shravakayana se le llama por lo general “el Hinayana.” Este
término no es muy apropiado a pesar de todo, porque significa literalmente “el vehículo
pequeño o inferior,” por lo que se le atribuye equivocadamente una connotación
infravalorada. Desde el punto de vista budista, estos tres yanas o vehículos no están separados
uno del otro. Constituyen, en su integridad, la enseñanza única y completa que Buda otorgó.
Esta enseñanza en su totalidad fue originalmente escrita en sánscrito y más tarde se tradujo al
tibetano. En Tíbet se conserva en ciento uno o ciento tres volúmenes, dependiendo de los
diferentes sistemas de presentación. Estos volúmenes tienen diferentes grosores, con una
diferencia en extensión que va de las seiscientas páginas a más de mil doscientas, y que en su
conjunto son conocidas en tibetano como el Kangyur. Todas constituyen la enseñanza
completa de Buda, que se presenta en términos de tres yanas o vehículos. Y a sus respectivos
seguidores se les llama actualmente budistas theravadas, mahayanas y vajrayanas.

De todos ellos, los theravadas basan solo y exclusivamente su enseñanza y práctica en los
sutras Shravakayana. Hay una ligera diferencia entre los términos “Shravakayana” y
“Theravada,” si tenemos en cuenta la forma en la que se originó el nombre “Theravada”.
Después del Parinirvana de Buda, o de su desaparición física y visible de este mundo, se
adoptó como disciplina entre los monjes el recitar el Vinaya cada quince días, el conjunto de
normas que una persona ordenada debería observar. Hubo división de opiniones entre los
monjes con respecto a adoptar esta tradición. Los más ancianos querían recitarlo en pali, una
forma más coloquial del sánscrito, mientras que los más jóvenes y eruditos preferían recitarlo
en sánscrito. El término “thera” significa monje anciano y por tanto el nombre “Theravada”
vino a hacer referencia a estos monjes ancianos. Desde India, el budismo Theravada se
trasladó principalmente hacia el sur y ahora se le puede encontrar en Sri Lanka, Tailandia,
Birmania y otros países. El budismo Mahayana, basado en los sutras Mahayana, se extendió a
China, Corea, Japón y Vietnam. El budismo Vajrayana se desarrolló principalmente en Tíbet y
Mongolia, y con menos intensidad en Japón, China y Corea.

El budismo Vajrayana pretende presentar la totalidad de las enseñanzas de Buda. Las


enseñanzas del Shravakayana y del Mahayana no se consideran separadas del Vajrayana. Los
tres vehículos forman un sistema integral de instrucciones, y se presentan en diferentes
categorías solo por el mero hecho de hacer más fácil su entendimiento. El Shravakayana
contiene las enseñanzas más básicas. Sin esta base no es posible comprender el Mahayana o el
Vajrayana. La relación que existe entre los tres yanas se puede ilustrar en términos de tres
círculos concéntricos. El círculo más externo es el Vajrayana. Abarca e incluye a los otros dos.
El siguiente es el Mahayana, que abarca al Shravakayana que está situado en el centro. Otra
forma de ilustrar la relación entre ellos puede ser mostrar los diferentes niveles de una
montaña. En esta metáfora, el Shravakayana forma la base de la montaña, el Mahayana es la
masa montañosa en sí, y el Vajrayana la cima. Sea cual sea la forma de mostrarlas, ni las
enseñanzas Mahayana, ni las Vajrayana rechazan el sistema Shravakayana. Más allá de eso, se
muestran asequibles y se revelan para abrir el camino a nuestro entendimiento y de esta
manera poder desarrollarse a niveles más profundos hasta alcanzar la verdad más recóndita.

Las enseñanzas de los tres yanas no deberían debatirse o ser presentadas solo a nivel
académico o intelectual. Hacerlo así sería algo muy simplista. Es mucho más difícil explicarlas
de manera que inspiren una experiencia personal y un entendimiento, y que nos sea posible
ponerlas en práctica. A pesar de esto, deberíamos asumir el reto. Si yo explicara
académicamente los tres yanas, transmitiéndolos solo en términos de conocimiento
intelectual, no me resultaría muy difícil hacerlo. Por otra parte, sería algo muy árido y sin
mucho sentido. Se produciría un entendimiento intelectual en nuestras mentes y solo
habríamos memorizado una cierta cantidad de información. Pero en lugar de eso, tenemos
que aprender a darle un uso práctico a las enseñanzas que recibimos, saber cómo llevarlas a
nuestro camino e integrarlas en nuestras vidas diarias. Especialmente en Occidente, donde
entramos en contacto con tantas enseñanzas a todos los niveles, con tanto Maha Ati,
Mahamudra, Tantra y demás. La información es tan sobreabundante que podemos hacernos
fácilmente un guiso con ella. Todos los ingredientes estarían tan mezclados que ya no se
podrían distinguir unos de otros. Como plato estaría sumamente delicioso, pero en cuanto a
entendimiento, un atracón así de información podría resultar algo confuso, y podría ser
también mucho más de lo que realmente necesitamos.

Por tanto, lo que se requiere es una percepción clara para entender cómo estos tres niveles de
enseñanzas se apoyan y entrelazan unos con otros, ocupando cada instrucción su lugar. Esto
hay que entenderlo de manera vivencial. Una comprensión intelectual no es suficiente. Una
práctica de Dharma auténtica y verdadera no ocurre en el intelecto. La práctica tiene sentido
solo si trabajamos en nosotros mismos. Con frecuencia me preguntan si es posible practicar de
manera simultánea diferentes áreas, por ejemplo combinar Zen y prácticas de Mahamudra, o
la sadhana de Avalokiteshvara y la práctica de mantener la calma mental. Les respondo con
otra pregunta: ¿Qué es la práctica? No es la de Avalokiteshvara y otras. Eres tú mismo. Tú eres
tu práctica, entonces practica la que te sea de más ayuda. Si la práctica de Zen te ayuda a
mejorar, utiliza este método. Deberíamos utilizar lo que contribuya a nuestro mejoramiento,
sea lo que sea. Si nos centramos en nuestra práctica y trabajamos en nosotros mismos, no hay
nada que sea contradictorio. No hay ningún conflicto con nada. Si pudiésemos entender esto,
tendríamos una base sólida. Con frecuencia nuestro entendimiento está muy fragmentado y
por esta razón no tenemos una base sólida. Casi todo el tiempo estamos obteniendo
información de aquí y de allá, ya sea para el estudio o para la práctica, y luego queremos
estabilizarnos sin éxito sobre esta superficie tan variable.

En una situación así es muy importante empezar por el principio. A título personal, mientras
más enseñanzas recibía, más me regresaba al inicio. Cuando recibí instrucciones de Maha Ati y
Mahamudra, pensé: “Es maravilloso, pero no puedo practicarlas sin haber dado el paso
anterior”. Así que desanduve lo ya andado hasta regresar al mismo punto de partida. Al
principio buscamos que se produzca un cambio externo y nos sentimos atraídos por las
enseñanzas que nos dicen: “Si practicas esto por la mañana lograrás la iluminación por la
noche, y si practicas esto por la noche lograrás la iluminación por la mañana”. Cuando estas
afirmaciones se malinterpretan, pueden surgir falsas expectativas. Nos hacen creer en un
resultado inmediato y en una forma fácil de conseguirlo.

Esto es lo que le ocurrió a Milarepa. Al principio había sido un hechicero poderoso e influyente
que practicaba la magia negra y podía desatar tormentas de granizo y demás. Finalmente se
arrepintió de sus actos malvados y quiso practicar el Dharma. El primer maestro al que acudió
estaba iniciado en una práctica muy elevada y de gran eficacia. Sintiéndose un poco orgulloso
de este logro, le dijo a Milarepa: “Eres muy afortunado. Mi enseñanza es tan importante que a
quien la practique por la mañana le hará alcanzar la iluminación por la noche y viceversa”.
Milarepa se sintió muy halagado con esto, y pensó: “Realmente soy una persona muy especial.
Primero fui un hechicero de magia negra y con solo hacer un pequeño esfuerzo pude obtener
grandes poderes. Y ahora la práctica del Dharma me resultará incluso más sencilla. ¡Soy un
genio!” Después de habérsele concedido las instrucciones necesarias, el maestro le aconsejó
practicar. Una semana más tarde, se presentó en el lugar donde Milarepa hacía su retiro y
quiso comprobar los resultados. Milarepa le replicó: “Ya que tus instrucciones producen unos
resultados tan rápidos, ni siquiera me ha dado por practicarlas aún. Me lo he estado tomando
con mucha calma”. Entonces el maestro se dio cuenta de que había sido muy imprudente y le
dijo: “Estaba tan apegado a mi práctica que he me he portado como un fanfarrón. No estás
preparado para estas instrucciones. Debes marcharte y encontrar a Marpa”. Al escuchar este
nombre, Milarepa confió al instante y siguió su consejo. Luego, cumpliendo con esto, Marpa le
hizo pasar por muchos malos momentos antes de ni siquiera aceptarlo como discípulo. Por
tanto, puede ocurrir que alguien practique por la mañana y logre la iluminación por la noche,
pero tiene que lograrlo con mucho esfuerzo de su parte. Se necesita empezar por el principio.

La mayoría de nosotros tiene que aplicárselo. Si no empezamos por el principio, podremos


lograr algún entendimiento, pero no habremos establecido las bases. Ese problema se hace
especialmente evidente cuando hablamos de maestros. Es relativamente fácil hablar de
“asuntos elevados”. Con una cita de aquí y otra de allá no es difícil crear un escrito académico.
Pero esta forma de aproximarse al tema no funciona en lo que respecta a lo fundamental. Para
hablar de estos temas, tenemos que situarnos al nivel de nuestras vidas cotidianas. Tenemos
que trabajar con las premisas que construimos todo el tiempo y sobre las cuales actuamos y
funcionamos. Si no podemos ver si son correctas o equivocadas, es que no hay un trabajo de
base. Disipar todas nuestras premisas falsas es la parte más difícil de la tarea que tenemos por
delante […]

Tulku, Ringu (2010-09-16). Daring Steps: Traversing the Path of the Buddha (p. 15-20).
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