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La Batalla de Lepanto

Durante el verano de 1571, las escuadras navales de la Liga Santa se fueron


concentrado en el puerto de Mesina sin que nadie, salvo don Juan de Austria,
supieran su verdadero destino. Mientras los espías de Felipe II, diseminados por
toda la costa enemiga, confundían a las gentes del sultán con informaciones
contradictorias.
En total la flota cristiana se formó con 204 galeras, 6 galeazas, 26 fragatas,
50.000 infantes y 4.500 jinetes. la fuerzas procedía mayoritariamente de España y
de la República de Veneciana. También participaron los Estados Pontificios,
Génova, Saboya y las Órdenes de Malta .
El 16 de septiembre la flota de la Liga salió de Mesina con dirección al golfo de
Lepanto, al frente iba Don Juan de Austria en su nave , luciendo el estandarte de
Nave Real. La Nave Real, tenía 47 metros de eslora con 360 remeros, en 30 hileras y
alrededor de 400 soldados.

El 6 de octubre salió del puerto de Patrás la flota Otomana con objeto de derrotar en
combate naval a la fuerza naval cristiana. Estuvo formada de 216 galeras, 64
galeotas, 74 fustas y 47.000 soldados. Al frente de la inmensa flota iba Alí Pacha en
su nave Sultana, con 300 jenízaros y 100 arqueros.

La mañana de ese domingo 7 de octubre se dijo misa con especial solemnidad a


bordo de las naves cristianas. La flota de la Liga se deslizó a lo largo de la costa norte
del golfo de Patras; procedente del este, la flota de Alí Bajá sumaba 274 naves, de las
cuales poco más de 200 eran galeras. Uluch Alí instó a Alí Bajá a evitar una batalla,
pero fue apartado por el presuntuoso Kapudan, quien afirmó que las órdenes del
sultán estaban claras: buscar y destruir al enemigo donde se hallara. Ondeando en la
capitana de Alí estaba la bandera verde del Profeta, que garantizaría la victoria
contra los «infieles»

Consecuencias

Uluch escapó con una bandera maltesa, aunque sus 13 galeras eran todo lo que
quedaba de la antes orgullosa flota otomana. A las 16.00, la batalla había terminado.
Don Juan nunca censuró públicamente a Doria por su conducta y errores, y Felipe
II fue capaz, tal vez, de disculpar a su almirante; sin embargo, el papa, ciego de furia,
dejó claro que el genovés no debía poner los pies en Roma nunca más, so pena de
ser colgado como un perro. Fue una completa victoria cristiana, aunque con un
precio elevado. La Liga perdió a 7.000 hombres y 12 galeras, pero habían liberado a
12.000 galeotes cristianos. Solo 10.000 turcos sobrevivieron a la batalla, en la que
perdieron 25.000 hombres y 180 galeras. Los turcos tardarían años en recuperarse, y
Europa estaba segura; por ahora.

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