Ruhén Moreno Valenzuela

1LA 1i1BLIA
1JBE <!?ASPAR
NOVELA

!>\ancho l
JI.as
'Voces ~ •.
Ciudad .Juárez
Primera Edición: Enero de 2012

D.R. Rubén Moreno Valenzuela

D.R. !\ANCHO lLASl>OCES, editores. 2012

Diseño de portada ymaqueta: ALT 0150 Diseño'.''

Fotografía de portada, forros, contra portada e interiores: Jaime
Moreno Valenzuela

~l señor
!\ancho lLas Yoces
Callejón Cuauhtémoc# 831 Ricardo Torres Alcántara
Barrio Cuauhtémoc ( q. e. p. d.)
Ciudad Juárez, Chihuahua
C.P. 32010
México
Tel (656) 632-2928
Correo electrónico: rancholasvoces@gmail.com

't-lECHO EN,
~¡; ~
\.... MEXICO .J

Este libro se terminó de imprimir en Enero de 2012

en los talleres gráficos de Publicor Impresores
Cd. Juárez, Chih.
<f 1único demonio del cual los hombres deben ser
redimidos es el «yo»,el «yo»inferior.

Le vi
 ¡1

1 11

Primer Libro de Kaspar

comúnmente llamado

~ÉNESIS

/tr'ªpítulo 1
~ 1 En el principio era el Caos.
2 Y Dios era su Verbo. 'I

Capítulo 2
1 El Árbol fue vencido por la Serpiente.
2 Y Adán y Eva nunca lo supieron.

Capítulo 3
1 Y fue Abel pastor de ovejas, y Caín fue labrador de tie-
rra.
2 Y aconteció, anclando el tiempo, que Caín trajo del fru-
to de la tierra una ofrenda a Jehová.
3 Y Abel trajo también de los primogénitos elesus ovejas,
y de su grosura. Y miró -Iehová con agrado a Abel y a su ofrenda;
4 Mas no miró propicio a Caín y a la ofrenda suya. Y en-
sañase Caín de gran manera. y decayó su semblante.
5 Entonces Jehová elijoa Caín: ¿Por qué te has ensañado,
y por (\ué s~ h~ inm_u.tadotu rostro? . . .
J 6 S1 bien lucieres, ¿no seras ensalzado? Y si no hicieres
bien, el pecado está en la puerta: con todo esto, a ti será su de-
seo, y tú te enseñorearás de él.
7 Y Caín se levantó contra -Iehová y lo mató.
 Capítulo 4
Capítulo 7
1 Y después hubo un diluvio.
1 Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él,
y se volvió estatua de sal.
Capítulo 5
1Era entonces toda la tierra de una lengua y unas mis- Capítulo 8
mas palabras.
1 Lot subió de Zoar, y asentó en el monte, y sus dos hi-
2 Y aconteció que, como se partieron de Oriente, hallaron
jas con él; porque tuvo miedo de quedar en Zoar; y se alojó en
una vega en la tierra de Shinar, y asentaron allí.
una cueva él y sus dos hijas.
3 Y dijeron los unos a los otros: Vaya, hagamos ladrillo y
2 Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es
cozámoslo con fuego. Y fuéles el ladrillo en lugar de piedra, y el
betún en lugar de mezcla. viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras confor-
me a la costumbre de toda la tierra.
4 Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una to-
3 Ven, demos de beber vino a nuestro padre, y durmamos
rre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si
con él y conservaremos de nuestro padre generación.
fuéremos esparcidos sobre la faz de la tierra.
4 Y dieron a beber vino a su padre aquella noche: y en -
5 Y tal nombre fue Babel.
tró la mayor, y durmió con su padre: más él no sintió cuando se
6 Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que
acostó con ella, ni cuándo se levantó.
edificaban los hijos de los hombres.
5 El día siguiente dijo la mayor a la menor: He aquí yo
7 Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos estos
dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino tam-
tienen un lenguaje y han comenzado a obrar; y nada les retrae-
bién esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos
rá ahora de lo que han pensado hacer.
de nuestro padre generación.
8 Ahora pues descendamos y confundamos allí sus len-
6 Y dieron a beber a su padre también aquella noche; y
guas, para que ninguno entienda el habla de su compañero.
9 Y así obróJehová; levantóse la menor, y durmió con él; pero no echó de ver cuándo
se acostócon ella, ni cuándo-se levantó:
10 Mas la confusión de los hijos del hombre le causó mi- 7 Y concibieron las dos hijas de Lot, de su padre.
sericordia;
11 Y para compensarlos Jehová inventó el dinero. Capítulo 9
Capítulo 6 1 Y Jacob levantóse aquella noche, y tomó sus dos mu-
jeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc.
1 Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y oro.
2 Tomólos pues, y pasólos el arroyo, e hizo pasar lo que
2 Y Jehová dijo:
tenía.
3 Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el com- 3 Y quedóse Jacob solo, y luchó con él un varón hasta
prado por tu dinero, y estará mi pacto en vuestra carne para que rayaba el alba.
alianza perpetua.
4 Y dijo: Déjame, que raya el alba. Y él dijo: No te dejaré
si no me bendices.

2
3
 5 Y él dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel:
porque has peleado con Dios y los hombres y los has vencido.
6 Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora
tu nombre. Y él respondió: ¿Por qué preguntas mi nombre? Y ben-
díjolo allí.
7 Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar Peniel: porque
vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.
Capítulo 10
1 Y todas las vacas muy gordas y hermosas, y las vacas
de fea vista y enjutas; soñaban con un Faraón.
Capítulo 11
1 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para
que vaya a Faraón y salve de Egipto a los hijos de Israel?
2 Y él le respondió: Ve, porque yo seré contigo; y esto te
será por señal de que yo te he enviado: luego que hubieres saca-
do este pueblo de Egipto, serviréis a Dios sobre este monte.
3 Y dijo Moisés a Dios: He aquí, llego yo a los hijos de
Israel, y les digo, el Dios de vuestros padres me ha enviado avo-
sotros; y si ellos me preguntaren; ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les
responderé?
4 Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y dijo:
Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.
5 Y Moisés dijo: YO SOY.
Capítulo 12
1 Y para Josué, Dios era el Dios Viviente.
2 Y para Gedeón, Dios eran las trompetas que abatieron
Jericó.
3 Y para Samsón, Dios era su cabello.
4 Y para Noemí, Dios era su nieto.
5 Y para Samuel, Dios era una voz.
6 Y para David, Dios era la Guerra.
4 5
7 Y para Salomón, Dios era la sabiduría, o la hija del
Faraón.
8 Y para Elías, Dios era el fuego que se lo llevó.
Capítulo 13
Un Salmo
1 Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas,
muéstrate.
2 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mien-
tras me dicen: ¿Dónde está tu dios?
3 Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira:
acabamos nuestros años como un pensamiento.
4 Soy semejante al pelícano en el desierto; soy como el
búho de las soledades.
Capítulo 14
1 Y los Profetas profetizaron.
Capítulo 15
1 Yo,Kaspar, hijo de Hitler, hijo de la Máquina de Vapor,
2 Hijo de la Espada, hijo del Trigo,
3 Hijo del Bisonte, hijo de la Luna, hijo del Tiempo;
4 Yo, Kaspar, he venido a dar mi testimonio.
.....•. ·----..
~-.---·-·-----·-·····--····--·-····•"-····· ---- ..•..
 11
1LOS BUENOS
LUTERANOS
~or Mercurio, el de los alados pies! [Dimitros Papadakis! Se
...fPtrata de cinco mil dólares ...-exclama a solas el hombre gor-
do detrás del escritorio.
Última fumada al puro y lo coloca en el cenicero; luego
vierte un poco de bourbon (Jack Doniels¡ en la taza con café.
Lleva la botella a guardar en un compartimiento del li-
brero.
Vuelve a ocupar el sillón, anuda su corbata y deposita
dos pastillas de menta en la boca.
Observa un rectángulo de cielo nublado en la ventana.
Opaca luz matinal.
-Cinco mil dólares ...
El rumor de un automóvil que transita -abajo- sobre la
humedad de la avenida Montana.
El Paso, Texas. 30 de enero de 1990.
Oficina de Dimitros Papadakis, detective.
Sonríe y susurra en la bocina del teléfono:
-Hágalos pasar, por favor, señora Muñoz ....
Entran dos hombres.
Un joven alto, de cuerpo atlético y aspecto de mormón
de Utah. El otro es viejo, pequeño, canoso y de mirada firme,
casi agresiva, que le espeta en inglés:
-Buenos días, yo soy el doctor Holtz de Miniápolis. El
caballero es el reverendo Stugger, pastor de la Saint Paul Lu-
theran Church.
-Papadakis -dice el gordo, los saluda de mano y les ofrece
asiento-. ¿Loscaballeros apetecen algo de beber? ¿Un café, tal vez?
6 7
-No, gracias -responde Holtz.
-Bien, conversé con el detective Burroughs de Chicago y
me dio algunos antecedentes del caso. Ustedes desean localizar
a una persona ...
Holtz lo mira: desconfianza y resignación.
-Reverendo Stugger, permítame la carpeta. Holtz abre
el expediente y lo coloca sobre el escritorio, a la vista de Papa-
dakis.
-Su nombre es Edelweiss. Kaspar Edelweiss. Alemán,
nacionalizado estadounidense. Tiene cuarenta y dos años de edad.
Catedrático de teología en la Universidad de San Pablo en Mi-
niápolis ...
Aguda y diáfana. Una peculiar demencia trasciende desde
la mirada de ojos claros. Retrato de Edelweiss. Una fotografía de
8 x 10 pulgadas. Blanco y negro. Tres cuartos de perfil, corbata
y saco oscuros, rostro sajón, de frente amplia y facciones regulares,
está detenido en un gesto adusto, apenas suavizado por la inci-
piente sonrisa. Severa disciplina. Típica bestia germana.
-El viernes 22 de abril de 1986 despareció de la univer-
sidad. Dejó todas sus pertenencias y simplemente se marchó. No
avisó a nadie de su decisión, ni siquiera dejó una nota por escrito...
Otras fotografias. Polaroid. Escenas de la vida cotidiana
de Edelweiss, profesor de teología. Retrato en el campus con alum-
nos. Retrato en la biblioteca al lado del rector, el mismo doctor
Holtz. Retrato con desconocidos en la explanada de una iglesia.
Las fotos a color muestran a un sujeto alto, fornido, de cabello
pajizo, entrecano, que refleja una sobria humildad. Los lentes
(armazones negros, conservadores) filtran su mirada, tal vez es-
quiwide.
-Desde entonces lo hemos venido buscando. Sólo había-
mos obtenido rumores. Todos coincidían en una versión imposible:
un Edelweiss, el reverendo Edelweiss, entregado a una vida de
depravación. Alcohólicoy vago y estafador. Lo situaban en Atlantic
City, en Nuevo Orleáns, en Las Vegas, donde se supone que se
dedicóuna temporada al negociode los matrimonios. Hasta que tu-
 \

vimos noticia de él gracias al reverendo Stugger ...

Holtz voltea a mirarle.
-Sí -afirma Stugger-. Yo lo vi antes de esta pasada na-
vidad. El día 21 de.diciembre. El doctor Edelweiss acudió:a mi
parroquia. Usted debe conocerla. Está aquí mismo: en 'la calle
Montana. El doctor Edelweiss me dijo que era un ministro de la
iglesia luterana y que había pasado algún tiempo buscando su
misión; y que Dios lo había iluminado. Estableció al otro lado de
la frontera, en Juárez, una clínica de rehabilitación para droga-
dictos. «La Gracia», así la llamó en español. Casi me obligóa que
lo acompañara a cruzar a México.Fuimos en miautomóvilhas-
ta un barrio pobre al poniente de Juárez y me mostró la casa que
fungía comoclínica. Me dijo que había estado, por' su voluntad,
separado de su congregación y que pensaba regresar a ella; pero
que mientras eso ocurría necesitaba dinero para remediar un pro-
blema urgente. Me pidió que le ayudara. Yo le contesté que, por
razones de presupuesto, no podía disponer de dinero de manera
inmediata, pero que estudiaría la manera de ayudarle. Le sugerí
que se comunicara lo antes posible con su congregación. Le pedí
que me visitara en una semana. Le proporcioné de mi bolsillo 30
dólares y lo dejé en el puente. Edelweiss no regresó. Investigué
quién era y me comuniquécon el doctor Holtz, quien me pidió que
lo buscara de inmediato. Con dificultad hallé la clínica. La casa
había sidc abandonada y vandalizada. Nadie supo decirme el pa-
radero del reverendo Edelweiss... El domicilio de fa clínica está
incluido ahí...
Papadakis termina de revisar el expediente ylo cierra.
-También incluye -dice Holtz-, comoya lo habrá notado,
un reporte muy completodel caso, elaborado por el detective Bu-
rroughs.
-Dígame una cosa, doctor Holtz. ¿Por·qué es tan impor-
tante el señor Edelweiss? ·
-¿Será capaz de entenderlo, señor Papadakis?
-Lo voy a intentar. Es mi trabajo. Supongo que su oveja

8
 perdida no ha cometido delito alguno. Según Burroughs, el señor
Edelweiss no sufre problemas psicológicos.No existen antecedentes
~ que lo documenten y tampoco hay testimonios de conducta anormal.
El hombre simplemente los dejó. ¿Por qué es tan importante pa-
ra ustedes encontrarlo?
-Mire, señor Papadakis. El doctor Kaspar Edelweiss es
uno de los teólogos más lúcidos del mundo cristiano ... Vivimos tiem-
pos difíciles, señor Papadakis. No voy a abundar en razones ni
voy a condenar las creencias erróneas ni a los falsos profetas. El
.•''t' hecho es que nuestra religión está en crisis. Y si cada vez son
menos nuestros feligreses, todavía son mucho menos los hombres
devotos que dedican sus vidas a la teología. Nuestros enemigos
se multiplican. Aún dentro del cristianismo. Mire, gente como
Baur, von Harnack y Schweitzer ya nos habían hecho suficiente
f~ f
,..,.,.,
daño. Luego vino Bultmann ...
-¿Bultmann?
-Richard Bultmann, un alemán que propuso que los tex-
~ tos del Nuevo Testamento eran esencialmente míticos. En 1941
publicó un ensayo, Offenbarung und Heilsgechehen; en el cual ex-
puso la necesidad de expurgar, desmitificar, los textos sagrados
para presentarlos en términos comprensibles al lenguaje del
hombre moderno. No obstante que él afirma que desmitificar el
Nuevo Testamento es un camino al kerygma, a la revelación; la in-
fluencia de la filosofía existencialista es evidente. Pues bien,antes
de marcharse, el doctor Edelweiss estaba preparando una refu-
tación de la teoría de Bultmann. En todo el planeta sólo él podía
hacerlo. ¿Comprende ahora por qué es tan importante? Aparte
del afecto que le tengo, necesitamos encontrar a Kaspar y, de ser
posible. recuperarlo. De lo contrario será una gran pérdida, una
sentidísima pérdida, no sólo para la iglesia luterana, sino para
el cristianismo en general ...
Papadakis levanta la carpeta y la pone en el escritorio,
frente a ellos.
-Disculpe la rudeza -dice-; pero ahora quisiera hablar
sobre asuntos más mundanos.

B
. 1r:

Papadakis deja el sillón y pasea lentamente su parsimo- 111

nia detrás del escritorio .
.l -Éste es un servicio caro. Tome en cuenta que usted me
está pidiendo que localice a una persona en un país extranjero,
en una frontera como Juárez, el lugar perfecto para que un hom-
bre se esconda de la justicia tanto humana como divina. Mire,
para llegar a Juárez basta cruzar el río Bravo. Las autoridades
mexicanas no le solicitan a uno identificación para entrar a la
ciudad. Así que es muy fácil residir ahí y perderse entre el mi·
llón y medio de sus habitantes, muchos de ellos procedentes de
lugares inimaginables, de hecho en Juárez habitan varios pró-'
fugas y...
-No disponemos de una fortuna, pero ...
La voz de Holtz pierde energía.
-Estamos dispuestos a pagar lo que sea necesario.
-Seis mil dólares más gastos. La mitad por anticipado.
De preferencia en un cheque de un banco local. La otra mitad
cuando lo encuentre y los lleve hasta él. Si desean que se los trai-
ga a domicilio,están hablando con la persona equivocada. Acudan
con J. J. Armes. Yo me comprometo a llevarlos con él, ya sea que
esté vivo o muerto. No creo que sea necesario un contrato. Estamos
entre caballeros y hombres de religión. Pero si ustedes prefieren ...
-Sí, es preferible =dice Holtz con calma y se pone de pie-.
Hágale llegar al pastor Stugger el contrato lo antes posible. Yo
debo partir hoy mismo a Miniápolis, pero deseo estar enterado
de cada avance de la investigación.
Estrecha con fuerza la mano del detective, mansedumbre
en la mirada.
-Gracias y que nuestro señor -Iesucristo lo guíe.
Papadakis cierra la puerta tras ellos y acude al
escritorio para encender el puro.
-Y que los dioses del Olimpo te asistan, Dimitros Papa·
dakis.
~ANTA SHIVA
"]'f luvia electrónica. Miles de puntos multicolores estallan en
::J.',..1a pantalla como burbujas astrales.
El tiempo dejó de existir.
Súbitas moléculas ígneas.
Jus divinum.
El televisor está encendido. No hay señal.
El hombre acostado observa sus pies desnudos. No hay
señal.
Sheol. Hades. Gehenna. Abysson.
El zumbido proveniente del televisor. Una neblina violácea
que asciende suavemente hasta el techo, sobre la habitación del
hotel, con dos colchonessobre el suelo, en uno de ellos yace un hom-
bre que está mirando hacia arriba.
Un ruido parecido al silencio se instala.
Creación, Redención y Justificación.
Antes del advenimiento de la nueva era. Antes vendrá
una de ellas con la dosis de heroína. Antes. No hay señal.
El espacio dejó de existir. Soy la penumbra.
Herr Schwelle.
El señor del Umbral.
Un eón después los puntos lumínicos siguen estallando
en la pantalla del televisor.
Santa Shiva.
Alguien abre la puerta lentamente y permite la entrada
de un incendio azul.
La silueta de una mujer a contraluz.
Habla. Su voz también es azul.
-Aquí le traigo su chiva, Lutero querido, amado Gaspar.

10 11
 N El Club La Unión estuvo ubicado cierto tiempo en el la-
mAx
1'1T"'reintade enero de 1990. Esta mañana recibí la visita de los
\Utbuenos luteranos, el doctor Holtz y el pastor Stugger -dicta
Papadakis a la grabadora-. Compungidos y consternados. Andan
en busca de un tal Edelweiss, teólogo y oveja descarriada, que o-
culta sus pecados en el otro lado de la frontera. [Por las infinitas
flechas de Apolo! [Habrá que encontrarlo! El contrato es de seis mil
dólares. Recomendación del tío Bill en Chicago. Mi primer movi-
miento consistirá en solicitar la colaboración del viejo Max en
Juárez.
Papadakis oprime un botón y deja el aparato sobre el
escritorio. Se acomoda en el respaldo a fumar su puro.
Apacible rumor nocturno.
Una pequeña lámpara ilumina una carpeta, rotulada:
Genovés, Max.
A u11_c9st_aclo
de la (!arpe_ta,u_I1Vª§9con whiskey y el
amplio cenicero en el cual deposita el puro.
Extrae una hoja de la carpeta y toma la grabadora.
Record-play.
-Sobre mi amigo, el viejo Max, conservo un expediente en
el cual llevo una minuta de mi relación con él. Allí encontré esta
hoja, escrita hace ya bastantes años, cuyo texto no resisto a leer
ahora que, con la anuencia de los semidioses, y si Max acepta, ten-
dré el gusto de que trabajemos juntos otra vez. La hoja dice esto:
Para los viejos residentes de Juárez, el abogado Max Ge-
novés es el dueño de una cantina en el centro de la ciudad: El Club
La Unión.
El bar más que un negocio es un espacio público que Ge-
novés comparte con sus amigos.
12
do poniente de la avenida Juárez, en la vieja colonia Bellavista,
' rodeado por prostíbulos, cervecerías, cantinas baratas y picaderos.
Cuando Genovés rentó el permiso, estableció el bar al o-
riente de la avenida Juárez, en el callejón Manuel Doblado, a un
costado de la Ferrocarril.
Es un lugar elegante y cómodo, equiparable sólo con el
Kentucky y El Recreo.
La mayoría de la clientela somos nosotros, los diversos
conocidos y amigos de Genovés, una tribu de delincuentes de las
más diversas profesiones y oficios.
El Club La Unión es atendido por Lita y don Chilo.
Lita es una cantinera de mediana edad. Guapa y esbelta.
De hecho es una suerte de socia de Genovés, empeñada en poner
orden y reglas de juego.
- -De las cavidades de la historia retorna el matriarcado
-le reprocha él cuando discuten.
-Mire, licenciado Genovés -le responde enfatizando la
palabra licenciado-. Una cantina es un negocio. Un negocio se-
rio. Yo sé de esto. Déjeme manejar las cosas a mi manera.
Don Chilo es un barman experto. Cordialmente nos a-
tiende. Ha trabajado en ese oficio-en la avenida Juárez y sus
alrededores- toda su vida.
En los años de bonanza de la IIGuerra Mundial laboró
en el Lobby, en el Chinese Palace y otros cabarets.
Genovés es un abogado muy eficiente.
Tiene la fama de resolver cualquier problema concerniente
a derecho penal, que es su especialidad y principal negocio.Aunque
a menudo atiende asuntos de derecho laboral en favor de los tra -
bajadores.
Es un hombre maduro, con más de cincuenta años a cues-
tas. Delgado, de cara angulada. Elegante y tranquilo. Siempre usa
trajes impecables y tiene marcadas las arrugas de una vieja son-
risa. Usa el acicalado sombrero de los años cuarenta que su padre
le regalara en herencia.
13
 Quienes lo conocen saben que su oficio es tan paradójico
que parece una broma. El viejo Max vive de litigar y a la vez es
de creencias anarquistas. V
Además ejerce, pese a sus convicciones, un poder sobre
sus clientes y amigos, porque ninguno sabe cuándo va a reque- Segundo libro de Kaspar
rir de sus servicios. comúnment.e llamado
Quienes mejor lo conocen especulan sobre su fortuna en
dólares. . ~ODOMA
Solamente sus mejores amigos conocen de su vicio por
trabajar como detective privado.

{!Capítulo 1
1 He aquí, que yo, Kaspar, llegué a Gomarra,
2 Y crucé el vado y habité en 'Sódoma. ..
3 En aquel tiempo Bisha era rey de Gomarra y Bera era
rey de Sodoma.

Capitulo 2
1 Y en Sodoma probé el néctar de la adormidera,
2 Y conocí la prevaricación y la iniquidad,
3 Y fui pastor de tres ovejas.

14 15
 VI
'1ilAR LA UNIÓN
1Ltablemente
a felicidad es un Cheoy 56. Pulcro, intacto, corriendo es-
sobre una autopista onírica.
La felicidad también residía en estar ahí.
Club La Unión. Juárez. Otoño de 1988.
Raymundo estaba sentado en su lugar predilecto de la
barra. Desde su banco captó el anochecer, manifestado por el
desfallecimiento de la luz solar a través de los translúcidos
vitrales amarillos.
Ése era además el mejor sitio para contemplar los cua-
dros que Genovés, el dueño, había ordenado colgar en la pared
opuesta a la barra.
Reproducciones de pinturas de mujeres, elaborados por
célebres pintores; que alternaban con fotografias históricas de
Juárez.
(La Venus durmiente de Giorgione. Porfirio Díaz y Taft
en las escalinatas de la aduana. El retrato de Cecilia Gallerani
de Leonardo da Vinci La avenida Juárez en los años 30. Rolla de
Gervez. Soldados villistas frente a una finca de adobe. La Venus
de Velázquez. Un tranvía cruzando el puente Santa Fe en los años
60. Una dama envuelta en una estola de El Greco. Una ceremo-
nia cívica en el monumento a Benito Juárez. El nacimiento de
Venus de Boticelli. La antigua Plaza de Armas. Las tres musas
de Grün).
Raymundo podía incluso, desde un ángulo muy sesgado,
admirar algunos de los pequeños objetos antiguos que colmaban
la contrabarra, que, a su vez, era una fina pieza de ebanistería.
Según don Chilo, el cantinero, esa contrabarra la trajo
un destilador de whiskey, en 1933, desde Saint Louis, Missouri.
16
-¿Le sirvo igual? -le ofreció don Chilo.
La noche quedó instalada.
La tenue iluminación de la cantina adquirió su intensi-
dad definitiva.
Raymundo escuchó el impacto de dos bolas de billar. Vol-
teó y miró a los hombres que jugaban en el rectángulo verde de la
mesa. La bola blanca golpea a la bola 3.
Observó a Lita, la patrona, como le dicen con cariño los
parroquianos, que introdujo pesetas en la rocola.
La atmósfera ha comenzado a poblarse de conversaciones
y ruidos de cristal.
-Aquí tiene -me dice don Chilo.
El Chevy 56 avanza por la carretera en el sur de Nuevo
México.
Raymundo sonrió. Traía 8 billetes de 50 dólares consigo.
Spending money.
Recién había vendido, al propietario de una galería en
Santa Fe, Nuevo México, el Chevy 56 que él mismo había restau-
rado.
Ahora ya no era un simple vendedor de autos usados, si-
no un comerciante de autos antiguos.
Con .tan buena suerte- que el señor .Assid., que- recorría
con frecuencia el estado de Chihuahua, como agente de ventas
de un laboratorio farmacéutico, lo había citado a las siete en el
Club La Unión para platicarle de un Cadillac 60 que había visto
a la venta en Parral.
Ya eran las 7:10.
Raymundo reconoció el rostro de apache de El Farol, con
su paliacate ceñido en la cabeza y cargado de su caja de cartón
repleta de cajetillas de cigarros gabachos.
El cigarrero vino hasta él y lo miró con su único ojo útil.
-Ese mi Mundo, tengo un mensaje para usted. De parte
del señor Assid. Dice que tiene una reunión con unos médicos.
En el Virginia' s.
-¿En un prostíbulo?
17
-Simón. Y dice que si fueras tan amable de ir con ellos.
La velocidad del Chevy 56 incrementó. VII
~L SERMÓN DE
LOS GNÓSTICOS

,Q'...algo del Club La Unión.

~ Estival noche lunificada.
Decido dejar estacionado aquí el carro y caminar hasta
el Virginia' s.
Avanzo por el callejón Manuel Doblado y doy vuelta a la
derecha en la calle Tlaxcala.
Me incorporo al luminoso ambiente de la avenida Juárez.
Incipiente bullicio festivo.
Entre las discotecas,bares, licorerías, tiendas de curiosida-
des, consultorios de dentistas; una caterva de fronterizos, turistas
gringos y forasteros de diversas latitudes, han comenzado aren-
dir culto a la santa noche del Jueves. Baco redivivo.
Virginia's: leo el enorme letrero de luz verde.
_Cruzola calle OcaI11pQ y entro. Reviso el alllbümte del pros-
tíbulo. Casa llena. Degradante negocio carnal.
Me dirijo a la barra. No veo al señor Assid y sus amigos.
-Haben Sie eine Botschaft? -me interpela un hombre de
aspecto sajón, de oscuro traje sucio, sin afeitar y con una ígnea
mirada azul.
-Lo siento. Yo no hablo el alemán -le respondo.
-Oh, no se preocupe. Pregunté si usted tenía algún men-
saje para mí. Usted disculpe.Me llamo Edelweiss,Kaspar Edelweiss.
Teólogoluterano. Estoy en espera de un mensaje de alguno de los
dos...
Luego apunta con el pulgar hacia arriba y hacia abajo.
-Sí, de Dios o del Diablo. Pero en realidad no me impor-
ta, ¿sabe? Estoy a la expectativa por mera curiosidad. Porque no

18
19
 importa. Porque yo, lo mismo que usted, pertenecemos a la gran
raza de los Malditos ...
-¿Qué le sirvo, amigo? -me pregunta el cantinero tras la
barra.
-Una Bohemia, por favor.
El hombre no ha dejado de mirarme. Me produce una
extraordinaria curiosidad.
-Mi nombre es Raymundo, ¿gusta tomar algo?
-Se lo agradeceré.
-¿Entonces qué, papito? Vamos al cuarto -me invita u-
na chavalilla morena y muy pequeña. Demasiado ebria o pasta
o ambas cosas. Se vería mejor sin el enjarre de maquillaje.
-Ahorita no. Tal vez al rato.
-Píchame un pisto.
Le doy dos dólares y volteo hacia el alemán.
-¿Así que malditos?
-Sí, malditos. Nosotros jamás accederemos a la Gloria
de Dios. Estamos condenados por los siglos de los siglos.
-Y, ¿cómo sabe usted que estamos malditos?
-Yo no lo digo. Ya desde el siglo V se sabía de nuestra
maldición. La suya, la mía y la de los demás. Agustine de Hippo
o San Agustín, .comoprefiera, fue quiM-recihió la revelación.
El hombre me ve como si dispensara simpatía a un igno-
rante. Su demencia -si la padece- no tiene fisuras.
-¿Cómo sabe usted eso?
.El hombre guarda silencio un momento. Me mide.
-Si realmente quiere que le comparta mi conocimiento,
demuéstrelo.
Pago por ver. En un acto casi reflejo, movido por mera
intuición, extraigo de la cartera un billete de cinco dólares y lo
colocosobre la barra, junto a su vaso.
El hombre somíe y, sin retirarme la mirada, recoge el
dinero,
-Bueno, si tiene oídos para oír, oiga: El africano Agus-
tine de Hippo o Aurelius Agustinus o San Agustín, comoprefiera
20
llamarle, nació en el año 354 en Tegaste, actualmente Souk-
Ahras, Argelia. El Imperio Romano agonizaba entonces. TeodosioI,
el emperador que promulgó el cristianismo como la religión oficial
de sus dominios, sólo dilató la ya franca decadencia del Imperio.
Los sucesores del primer emperador cristiano ya no podrían con-
tener a las hordas de los bárbaros. Salud. ¿No tiene un cigarro?
Le ofrezco y enciendo uno para mí.
-En aquellos tiempos -prosigue el alemán- el cristianis-
mo era preservado por obispos diseminados por toda la cuenca
del mar Mediterráneo. Los obispos estaban afanados en unificar
el credo y episcopado de la iglesia. Aquellos que no coincidían
con la mayoría eran señalados comoherejes. Las grandes herejías
antiguas fueron el gnosticismo, el monarquianismo, el monta-
nismo, el arianismo, el apoloniarismo, el nestorianismo, el
monofitismo, el maniqueísmo, el monadelitismo y la santa here-
jía del monje Pelagius ¿En qué consistían estas herejías? Bien,
empecemos con los gnósticos. El gnosticismo fue la boda entre la
filosofía griega y la tradición mística judía. Una boda adornada
con elementos provenientes del pensamiento religioso de Babilo-
nia, Irán, Egipto y la India. El gnosticismo es anterior a·Cristo.
Tal vez surgió en Alejandría, antes llamada Al Iskandiraya, la
ciudad que fundara Alejandro el Magno cuando conquistó el nor-
te de Egipto en el siglo IV antes de Cristo. Según los gnósticos,
Dios, el Gran Dios Desconocido, no fue el creador. El universo es
un error, la trágica consecuencia de la caída y la dispersión den-
tro de la deidad. El hombre espiritual es ajeno al mundo de la
naturaleza, su esencia es divina; y sólo es consciente de su más
profundo Ser cuando escucha las palabras de la revelación. En
la actualidad algunas sectas buscan redimir al Ser de la materia,
para reintegrarlo a Dios, mediante la práctica de ceremonias
iniciáticas, ritos, misterios y magia. Para los gnósticos la causa
del Mal no es el pecado ni la culpa, sino la inconciencia.
Una de las mujeres llega con el alemán. Lo abraza y lo be-
sa. Le entrega algo a escondidas. Quizá dinero. Lo vuelve a besar
y se retira. El alemán es un reverendo padrote.
21
 -Lo siento debo irme -me dice-. Si usted no tiene incon-
veniente, proseguiremos mañana. Lo espero aquí a la misma hora. VIII
¡¡,OR ZEUS!

!"7Y tiendan, gentilhombres, el espíritu helénico ha llegado! -

~exclama Genovés tras la barra del Club La Unión-. El ate-
niense nos visita.
El Pachuco, un viejo vendedor de billetes de lotería ves-
tido precisamente como pachuco, voltea hacia la puerta.
-Que los dioses del Olimpo y su divina progenie sea con
ustedes esta noche -contesta Dimitrus El Griego Papadakis mien-
tras llega hacia ellos.
-Ése, mi Greek. Wache lo que tengo-aquí-dice El Pachüee
y le muestra una tira de billetes: el 37903. La diosa Suerte te hizo
venir, bato. Éste es el bueno. Aquí don Max ya compró. 'Esta
serie es el premio mayor.
-¿Lo jura por Pluto, el dios mineral?
-Simón, mi Greek.
-Entonces déme un billete.
-¿Le sirvo lo de siempre, señor Papadakis? -inquiere
don Chilo.
El Griego asiente y le paga a El Pachuco.
-Gracias, mi Greek. Ahí lo wacho, don Max.
Don Chilo sirve el vaso con whiskey y lo coloca sobre la
barra.
-Por el gusto de verlo -brinda Genovés.
-Igualmente.
Papadakis bebe y luego dice:
-Jehová, el dios de los judeo-cristianos, me ha encomen-
dado una misión. Mira ...
Extrae una foto de una carpeta y se la muestra a Genovés.
-Kaspar Edelweiss. Teólogoluterano. Catedrático univer-

22
23
 sitario. No se tenía noticia de él desde hace cerca de tres años,
cuando desapareció de Miniápolis, en forma por demás inexplicable. IX
Hace un mes se presentó con el pastor Stugger, de una iglesia
luterana en El Paso. Trajo a Stugger a Juárez y le mostró la clí- e r, SERMÓN DE LOS GNÓSTICOS
nica para rehabilitación de drogadictos que había instalado, le 11
pidió dinero y Stugger le pidió tiempo. Cuando el pastor se enteró
de la identidad de Edelweiss, fue a buscarlo. La clínica había
sido abandonada y no supieron decirle su paradero.
El Griego hace una pausa para beber.
::4'C\ o regresé al Virginias para ver al alemán. Su historia me
-El tío Bill de Chicago me recomendó y ha venido el doc- ~fascinó, deboadmitirlo. No supe discernir si era un embustero,
tor Holtz en persona desde Miniápolis a solicitar mis servicios.
un sicótico o si decía la verdad. En todo caso no tomé en serio su
Desean que los encamine hacia su oveja perdida. ¿Por qué es tan
compromiso.
importante este fugitivo de la iglesia de Martín Lutero? Holtz
Vine al Virginia's porque el señor Assid me había llamado
argumentó cierta escasez internacional de neuronas teológicas.
por teléfono. Me pidió una disculpa y dijo que él y los médicos de
Yo no le creí. Pero sí creí en el dinero que nos dieron de anticipo.
Madera, un par de conocidos suyos a quienes estaba mostrando
Necesito tu ayuda profesional, Genovés. Ofrezco mil dólares a-
la ciudad, habían salido del Virginia' s a cenar. Por esa razón nó~
horita y otros mil cuando sea localizado. Debemos encontrar al
habíamos coincidido. Me invitó de nuevo esta noche.
hijo pródigo de los luteranos. Dios así habló. -
Vine antes de la hora que acordamos.
-No, Demetrio, gracias. Trabajar para la iglesia de Cris-
Assid y los médicos de Madera no han llegado todavía. Pe-
to o de cualquier denominación, para mí, es inmoral. Además, ¿qué
me importa? ro en la barra está el alemán.
Me reconoce desde su azul mirada metálica. Lleva pues-
-¿Dos mil dólares?
toel mismo traje oscuro;
-No se trata de dinero, Demetrio. Simplemente no me en-
-Los gnósticos -le recuerdo.
tusiasma emplear mi tiempo en encontrar a un pinche pastor
luterano ... -Ah, sí. Los gnósticos. La visión del profeta Ezequiel. La
realidad del demiurgo.
-Hazlo por orgullo profesional, por morbo.
Toma una servilleta y escribe varias palabras:
-No, Demetrio.
Aeones, Pleroma, Hysterema, Soter, Pneumatikoi,
-Entonces, [por Zeus y la ira de sus rayos! [Por la sabi-
Psichikoi, Hylics, Saklas.
duría marina de Neptuno! ¡Por el perfume de Venus! [Por las
Luego me indica que me acerque y me habla al oído.
flechas de Apolo y por los alados pies de Mercurio! [Por favor!
-Cuando los gnósticos infiltraron el cristianismo procla-
maron que Dios, el Gran Dios Desconocido, es abstracción pura,
un abismo insondable.
Su voz es un rápido susurro nítido.
-Del Gran Dios Desconocido emanaron potencias divinas

24 25
 llamadas Aeones, cuya suma conforma el Pleroma, el Todo, el
mundo ideal de la Luz.
Conforme nombra las palabras las va señalando en la
servilleta.
-Sofía, la sabiduría, provocó un disturbio en la armonía
del Pleroma y cayó en el Hysterema, el amorfo caos del Más A-
llá. A través de la materia, Sofía dio nacimiento a un demiurgo:
Jehová.
-'¿Qué gusta tomar, amigo? -interrumpe el cantinero.
-Al señor sírvale igual, para mí una Bohemia.
El cantinero se retira.
-¿Demiurgo?
El alemán vuelve a hablarme al oído.
-Demiurgo: el dios creador. Según la versión de Valentino,
un gnóstico educado en Alejandría en el segundo siglo, Sofía ca-
yó en la pasión y la desgracia y ocasionó la emisión de la materia,
con la cual el demiurgo Jehová dio forma al mundo. La redención
ocurre cuando son rescatadas las semillas de luz divina esparcidas
en la oscuridad; así es conseguida la restauración de la armonía
del Pleroma. Esto es posible por la acción de Soter, el más perfecto
Aeón, que entra en Jesús en el baustismo y lo deja antes del cal-
vario. Cristo cumple su misión al enseñªr el conocimiento, la
gnosis, que es recibida por unos cuantos elegidos:los pneumatikoi,
los espirituales. La otra clase de hombres, los psichikoi, los psí-
quicos, deben conformarse con la fe, entre estos hombres se
encuentran los cristianos. Los hombres inferiores son los hylics,
los materialistas, quienes se preocupan exclusivamente por a-
suntos mundanos ...
-Son dos dólares -exige el cantinero mientras deposita
las bebidas.
Dos dólares pagados son.
-Salud.
-Prost! -responde el alemán.
Con incomodidad, con asombro, empiezo a sentir que le creo.
Bebemos y el susurro prosigue.
26
-De acuerdo a los primeros padres de la iglesia, el fun-
dador del gnosticismo fue Simón Magus, un hechicero samaritano,
del cual habla el mismo San Pablo en el Nuevo Testamento. Pue-
de consultarlo en el libro de Hechos, capítulo 8, del versículo 9
al 24. De acuerdo a Simón Magus, Sofía, la esposa del Señor, tam-
bién era llamada Espíritu Santo y la Primera Idea de Dios, la
madre de todo. Habiendo ella descendido a las regiones inferiores
y después de engendrar a los ángeles que crearían el universo,
ella fue retenida y oprimida por los poderes mundanos y no pu-
do retornar a su residencia. Incluso ella encarnó y reencarnó en
cuerpos humanos como el de Helena de Troya. Finalmente, Sofía
devino en una prostituta en un burdel de Tiro en Fenicia, donde
él, Simón Magus, la encontró y la liberó. Ése era Simón Magus,
el Gran Poder de Dios, como se hacía llamar. Su sucesor fue otro
samaritano, Menander, él y sus discípulos mantuvieron muy a·
tareados a los teólogos cristianos durante los primeros cuatro
siglos de nuestra era. La creencia gnóstica del demiurgo proviene...
El alemán suspende el susurro.
Levanta la mirada y revisa el denso ambiente. Observa
con atención a un hombre parado en la entrada del prostíbulo. Es
gordo y malencarado. Inspecciona el lugar y se va.
-Debo estar-a la expectativa. Siempre. No se sabe cuándo
enviarán al mensajero ...
El alemán me olvida. Queda flotando en el ambiente. A-
tento a cada movimiento de los parroquianos y las prostitutas.
-¿La creencia gnóstica del demiurgo?
Me observa. Fuego azul.
-La creencia gnóstica del demiurgo proviene de la visión
del profeta Ezequiel. Lo puede leer en el Antiguo Testamento. Li-
bro de Ezequiel, capítulo 1, versículo 26. El profeta Ezequiel
relata cuando tuvo la aparición de la Gloria del Señor en persona.
La figura era a la vez Luz y Hombre. Los gnósticos judíos como
el mismo Simón Magus y Cerinthus afirmaron que el demiurgo,
al que identificaban con Jehová, era de hecho un ángel del Señor,
27
que todavía no se había revelado contra Dios. En el libro apócrifo
de Juan, este ángel es nombrado Saklas, que significa tonto en
arameo, porque este dios no sabía de la existencia de otro dios su-
perior a él.
La misma chavalilla de anoche. Morena, ojos claros, es-
belta. De imprecisa edad. Viste un bikini con lentejuelas azules.
Me ve y luego repite el mismo acto. Abraza al alemán, prolonga
un beso y -casi en secreto- le entrega algo en la mano.
El alemán voltea y me dice:
-Ella es una de mis ovejas. También pertenece a la raza
de los Malditos. Se llama Sofía.
La risa de ambos contiene un humor de complicidad.
-Lamento dejarlo, pero debo retirarme. Apelo a su pa-
ciencia. Regrese mañana. Le contaré de las otras herejías.
* Burdas casas de cemento. Escasas ventanas enrejadas. Graffiti
He regresado.
El maldito alemán no aparece y tampoco he visto a su
maldita oveja. Me dispongo a partir. La conversación con esta
pirujilla ya me tiene harto. Sospecho que nunca sabré el final de
la exposición del teólogo luterano. Nunca sabré por qué estoy
maldito. Y, maldita sea, eso me fastidia.
28
X
l\ E L Á M P A G OS D E A R E N A
~or Zeus! [Esto parece el aliento mismo de las furias! --excla-
....fPmóEl Griego-. ¡Que Tisífone, Magaera y Alecto nos dispensen
su piedad!
Relámpagos de arena. La tolvanera ocasionó que los au-
tomóviles encendieran los faros de sus vehículos.
Genovés subía en su Mercedes Benz 77 por las altas lo-
mas desérticas del área poniente de Juárez. Aridez. Gris y ocre.
cholo. La arquitectura de la pobreza mental.
-Tal parece que los vientos de febrero se adelantaron es-
te año, Demetrio -.
-¿Falta mucho?
-Ya llegamos a la colonia Insurgentes. Aquí adelante es-
tá la calle Higueras.
El carro entró en una calle sin pavimento.
-Ahí está --dijo Genovés.
Era una vieja finca de adobe. Vandalizada. La Gracia,
Centro de Rehabilitación para Drogadictos. El letrero pintado
en un rectángulo de madera pendía de un solo clavo y la tolva -
nera lo haría caer pronto.
Los hombres se apearon, sosteniendo sus respectivos som-
breros, y caminaron con los ojos entrecerrados hasta la casa.
Entraron y constataron el deterioro. Vidrios rotos. Rui-
nas de muebles. Basura y excremento. Las paredes, cuando no
mostraban su piel de adobe, estaban pintadas con graffiti de le-
tra chola con alusiones religiosas: 1/jabilonia l\ifa.
Una esquina de la finca había sido quemada. El techo
seriamente averiado. La tolvanera recorría la casa con un ágil
29
 movimiento de serpiente terregal.
Genovés advirtió los residuos de una fogata.
Los escasos vecinos que consintieron abrir la puerta y
hablar con ellos se mostraron reticentes.
-¡Que Afrodita nos resguarde! -dijo Papadakis con los
labios impregnados de arena cuando cerró la puerta del Mercedes-
. ¿Qué hacemos ahora?
-La información es una cualidad del poder. Vamos a la
iglesia del barrio.
Los recibió el padre Talamantes, párroco de la Iglesia de
la Cruz. Católico. Joven, gordo, blanco, afeminado.
-Mire, la clínica funcionó casi un afio. Luego supe que el
alemán la abandonó. Eso es todo lo que sé. Gracias a Dios.
-Comprendo que para ustedes, la santa iglesia católica,
apostólica y romana, los luteranos son sus peores enemigos. Lo
que yo vengo a tratar es un asunto laico; de carácter merameñte
legal. Si usted tuviera algún dato ... Le agradecería ...
El silbido arenisco de la tolvanera golpea la ventana..
-Mire -dice el padre Talamantes ya sin su máscara bea-
ta -, se dice que todavía se reúnen en la clínica los pacientes del
alemán. Otros afirman que es el mismo alemán el que acude. Quién
sabe. Eso ocurre de noche.
'.¡1,
'~:i
:30
XI
e r, SERMÓN DE LOS HEREJES
76aben Sie fünf Dollarsb ..1···tt·····e,?
....-..m
....··e·p······r·····:·
gunta el alemán al
Rverme en la cervecen~ El ArbQbto. \
No hay cinismo en su sonrisa, sólo embriaguez.
-Disculpe, pero usted sabe que yo no hablo alemán.
Lo invito a tomar asiento.
-Pregunté si tiene cinco dólares consigo.
Me gana la risa.
-Me está resultando caro saber la razón por la cual es-
toy maldito.
-Por tratarse de usted, puedo aceptar la mitad. Quiero
una cerveza, por favor. _
Dos billetes de dólar y dos pesetas sobre la blanca super-
ficie metálica de la mesa. El ascenso del humo en el cenicero. La
mano del alemán que recoge el dinero. Las dos botellas que nos
traen de la barra.
-¿En qué nos quedamos?
-Hace un mes usted hablaba de las antiguas herejías.
-¡Ah, los magníficos herejes! La noche es propicia para
recordarlos, y no sólo eso, sino también para brindar por ellos.
Sea entonces. Brindemos por los monarquianistas del siglo III.
Brindemos por Alogi, Theodotus, Actemón y Pablo de Samosata,
quienes decían que Jesús era un mero mortal a quien Dios invistió
de Sus poderes. Brindemos por Noetus, Callistus, Beryllus, Pra-
xeas, Epigonus y Sabellius, quienes decían que el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo no eran tres personas sino tres modos de la
actividad de Dios. Prost!
-Salud.
-Brindemos por el impaciente frigio Montanus, y sus pro-
:31
fetisas Priscilla y Maximilla, que en el siglo II declaró ser el ins-
trumento prometido por Cristo y desde la ciudad de Papuza, en
Frigia, anunció el inmediato establecimiento del milenio. Prost!
-Salud.
-Brindemos por Mani, el mártir de Persia, el último y
más grande profeta, quien enseñaba que el Reino de la Luz y el
Reino de la Oscuridad habían estado en conflicto desde la eternidad.
Que Satán y sus huestes, engendros del reino de la Oscuridad,
aprisionaron a elementos de la Luz, lo que motivó la formación
del mundo, por mandato de la deidad, para poder rescatar a la
luz prisionera, mediante Jesús impatibilis, quien nos mostró el
camino del estricto ascetismo. El mundo será consumido en una
conflagración. Prost!
-Salud.
-Brindemos por Arius, el iluminado sacerdote de los su-
burbios de Alejandría, para quien Dios era una entidad abstracta,
inmutable e inefable, que por su naturaleza tuvo que crear a un
ser intermediario para que a su vez formara el mundo. Este ser
intermediario es el Verbo, llamado Hijo; que no es realmente Dios
ni es eterno. Prost!
-Salud.
-Brindemos por el obispo sirio Apollinaris de Laodicea,
que predicó que Cristo no tuvo alma humana sino que lo movía
el Verbo. Prost!
-Salud.
-Y finalmente brindemos por el monje celta Pelagius, el
sacerdote de la voluntad, nuestro frustrado salvador. Prost!
-Salud.
32
XII
~L FAROL
l'.t? sa misma noche Genovés y Papadakis rondaron las ruinas
"1.;de la clínica.
Alas 21:16 horas acudieron por primera ocasión.
La tolvanera había cedido a un ligero viento, frío y are-
noso, que arrastraba lejanos rumores de tránsito urbano.
Genovés apagó los faros y el Mercedes Benz avanzó len-
tamente frente a La Gracia.
Ladridos en la cercanía.
Un hombre viejo, con gorra de beisbolista, vieja chamarra
gastada, pantalón cuadrado y tenis, desconfió de ellos desde la
esquina.
-No hay nadie.
-No, no hay.
Regresaron a las 22:34 horas.
El ligero viento se había convertido en soledad.
Genovés decidió estacionar el vehículo a corta distancia de
la clínica. Se agazaparon en el asiento y aguardaron. Diez minutos
después optaron por irse.
Volvieron casi a medianoche y por fin vieron un indicio
dentro de la casa. Los reflejos de una fogata.
-Que Marte nos acompañe -susurró El Griego.
Cerraron las puertas del automóvil procurando no hacer
demasiado ruido. Caminaron despacio hasta la casa. Papadakis
sacó su 38. Era obvio que alguien o algunos habían encendido u -
na fogata. Cruzaron el umbral y se precipitaron hacia el cuarto
de donde procedía el fuego.
-¡Arriba las manos, cabrones! -gritó El Griego.
33
 Detrás de la fogata, en una esquina, estaba sentado un El crispante ruido de la fogata. El silencio arde.
hombre de aspecto indígena, de cabello largo y con un paliacate -¿Quién más pudiera saber? -preguntó Papadakis desde
amarrado en la cabeza. la puerta, sin dejar de apuntarle con el revólver.
No se pertubó. -No sé si el doc Ruiz Palafox lo sepa. Aunque no lo creo.
Permanecía absorto -con su único ojo útil- ante la coreo- -¿Dónde tiene su consultorio ahora?
grafía del fuego. Después de un momento levantó la cabeza y los -Nel, no sé.
miró. El hombre volvió a contemplar el fuego.
-Y ustedes, ¿qué?, batos. ¿Son de carne, de espíritu o de -Dime, mi Farol: ¿cómoconociste a Edelweiss? -indaga
policía? Genovés.
-¿Farol? ¿Eres tú? -No recuerdo. En el Paraíso, el Lux, el Árbolito, el
-¿Quién pregunta? Virginias, en alguna cantina de ésas.
~Max Genovés, el abogado, el dueño del Club La Unión ... -¿Y luego?
-¿Qué anda haciendo, don Max? -Se la pasaba en el pisto y en la shiva. Era un padrote.
-Estamos buscando a esta persona ~enovés le muestra Vivía de tres morras. Las ovejas. Decía que la entrada al cielo es-
una fotografía-. Se llama Kaspar Edelweiss. ¿Lo conoce? taba destinada a unos cuantos. Que no había conocido todavía a
-Sí, lo coloreo. un elegido. Que éramos una raza maldita por toda la eternidad.
El juego de sombras producido por el fuego movía la in- Que ya vivíamos en el infierno. Decía que para entretenerse es-
diferencia en su rostro. taba escribiendo otra vez la Biblia. Su Biblia. Era un transa. Le
El ojo detenido. Un hielo interno. bajaba la feria al que se apendejaba. Lb dejé de ver. Buti tiempo.
-¿Dónde está? Luego supe que había visto la luz. Que puso una clínica para pa-
-No sé. Chance y en el infierno. checos. Nos alivianó a mí y a otro huato. Nos introdujo con Je-
Genovés se sentó en cuclillas-ante la fogata. Diez-dólares. sús. Hasta que cierto día lo encontraron dándose un shot. Dijo
Le entregó el billete al hombre que lo sostuvo en sus manos sin que había sido engañado. Que el diablo lo había engañado. Que
entusiasmo. no hay salvación para nosotros. Que estamos malditos.
-Son diez bolas, ése -le dijo Genovés señalando con un El hombre enmudeció.
movimiento de cabeza la hipodérmica desechable sobre el piso-. -Gracias, bato -se despidió Genovés y salieron.
Los vas a necesitar. Sólo quiero información. ¿Dónde está? El Farol continuó observando la fogata, en seguida vio el
-No sé. Neta. billete que sostenía en la mano y lo arrojó sin violencia a las llamas.
-¿Quién sabrá?
-Cincho La Shina.
-¿Quién es La Shina?
-LaShina es una pusher.
-¿Dónde la encuentro?
-En un hotelillo vacío, a un lado del canal, por la Mejía,
cruzando la Mariscal...

34 35
 XIII
Tercer Libro de Kaspar
comúnmente llamado
~GUSTÍN
{!Capítulo 1
1 Agustín nació en Tagaste, después llamada Souk-
Ahras, en el norte de África.
2 Y habían transcurrido 354 años del nacimiento de
Jesús, el Mesías.
3 El pagano Patricius era su padre.
4 Y Agustín fue a estudiar a Madaurus y a Cártago, don-
de tuvo una concubina con quien procreó un hijo, a quien llamó
Adeodatus, que significa Regalo de Dios.
5 Y Agustín se convirtió en un Retórico y también abogó
la ley de los hombres.
6 Y Agustín leyó las Escrituras Cristianas y consideró
que era literatura inferior a la latina.
7 Y luego fue un Filósofo.
Capítulo 2
1 Agustín fue a Roma y en Milán trabajó como Orador
Público de la Corte.
2 Y conoció a Ambrosio, el patricio obispo de Milán,
quien le enseñó que la Biblia era una alegoría de Dios.
3 Pero Agustín deseaba prosperar en la Corte;
4 Y despidió a su concubina y le fue arreglada una boda
con una moza de Milán.
5 Antes de la boda Agustín tomó otra concubina; porque
36
le era difícil ser casto.
6 Y Agustín vivía en tribulación;
7 Y Jehová vino a él en la voz de un niño que le dijo: To-
ma y lee.
8 Y Agustín tomó la Biblia y leyó:
9 Andemoscomode día, honestamente: no en glotonerías y
borracheras; no en lechos y disoluciones, no en pendencias y en-
vidias.
10 Mas vestidos del Señor Jesucristo, y no hagáis caso
de la carne y sus deseos.
Capítulo 3
1 Ambrosio bautizó a Agustín.
2 Y Agustín se convirtió en un filósofocristiano y regresó
al África, y fue nombrado obispo de Hippo Regius, que hoy seco-
noce como Annaba, en Argelia.
3-Yescribió sus Confesiones, y luchó contra las herejías
y su palabra fue conocida por todo aquel que leía latín en el Im-
perio Romano.
4 Habiendo transcurrido 430 años después del nacimiento
de Nuestro Señor Jesucristo, Agustín murió.
5 Pero sus canas no fueron enterradas en paz;
6 Porque antes de morir, Agustín ... (ilegible)...
7 Y reconoció en su corazón que el hereje Pelagius decía
verdad; y pidió a Dios perdón por no haberlo recibido en Hippo,
cuando Pelagius lo fue a buscar en el año 410.
8 Y Agustín no recibió la Gracia de Dios.
37
 XIV
1LA MALDICIÓN
,O;;...heol.Ladridos que muerden el silencio. Rabiosos perros ro-
~jos. El Chevy 56 embestido por un trailer en la carretera
del Desierto. La baba de un demente. La luna de Sodoma. El ca-
dáver que flota boca arriba en las turbias aguas de la Acequia
Madre: es Samuel. El canal también es un río. El río de la muerte.
Flujo de miasmas. Un hedor insoportable. La barca en la que na-
vegamos es frágil. Aquí es donde tú te quedas, me dice el remero y
me empuja. Espeso líquido negro.
Raymundo despertó agitado.
Dejó la cama de su dormitorio y fue a la sala. Abrió una
ventana.
El frescor de la madrugada, el familiar ambiente de su
hogar, el Cadillac 60 en el garage, lo fueron reconfortando.
«Edelweiss», pensó.
-Eso es lo que quería saber, ¿no es así? ¿Por qué perte-
nece usted a la raza de los Malditos?
El alemán -el pastor Edelweiss- me mira.en la penumbra
alcohólica de Ja cantina.
Raymundo recordó el encuentro con Edelweiss la noche
anterior.
-El monje Pelagius. No se sabe con certeza si el monje
Pelagius nació en Irlanda o en la Gran Bretaña. Tampoco se sabe
si fue en el año 354 o en el 360. Se le ubica como asceta en Roma
en el año 400. En el 411 se traslada a Cártago y luego a Palestina,
en donde es expulsado en el 418. Se desconoce qué sucedió con él
después, Desaparece para la historia ...
Dunasdeáréfiacubreii la avenida Juárez.
La soledad es el único ruido de la noche.
38
Las luces de los letreros insisten.
Curley' s. Neón rojo. Open.
-Pelagius y sus seguidores mantenían que la naturaleza
del hombre no se depravó a consecuencia de la Caída, sino que no-
sotros todavía permanecemos en nuestro original estado de indi·
ferencia. Por lo tanto, dependemos de nuestra voluntad individual;
o libre albedrío, si lo prefiere; para desarrollar la semilla moral
de nuestra naturaleza y así podremos ser salvados. La gracia i-
rresistible y la predestinación absoluta no encajan en este sistema;
como tampoco son necesarias la gracia y la redención por Cristo.
Edelweiss toma uno de mis cigarros y lo enciende. De-
trás de la neblina química que expele está el brillo azul de sus
ojos.
Y cuando los Nazarenos llegaron a Jerusalén, Poncio
Pilato, gobernador de Judea, los hizo prisioneros y los acusó de
sedición."
Y los llevaron al lugar llamado la Calavera y los cruci·
ficaron.
-Celestius, amigo de Pelagius, fue excomulgado en el
411 por un sínodo en Cártago por sostener las siguientes creen-
cias: Que Adán habría muerto aún cuando no hubiera pecado,
es decir, que Adán no era inmortal; que el pecado de Adán le a-
fectaba a él mismo y no le atañe a su progenie; que los recién
nacidos existen en el mismo estado que Adán se encontraba an-
tes de la Caída; que no es verdad que la humanidad murió en
Adán y nació en Cristo; que la Ley conduce a la salvación tanto
como los Evangelios y que antes de Jesucristo hubo hombres li-
bres de pecado.
-Ése Mundo.
Morán me saluda y desde su troca que detiene, en doble
fila, en la avenida Juárez.
Una preocupación lo embarga.
-¿Qué pues, bato? ¿Qué pasó?
-¿Sabes qué? Se robaron la motocicleta de Samuel. Vengo
de buscar a El Chamuco. No estaba, pero dejó dicho que volviera
mañana.
39
 Una cantinera nos deja dos botellas de cerveza.
-Salud.
Edelweiss bebe sin prisa, con un reposado entusiasmo.
La mirada retorna.
-Las creencias de Pelagius en el libre albedrío como camino
a la salvación y que cualquier hombre puede entrar al reino de
Dios, contradecían a Agustine de Hippo o Aurelius Agustinus o
San Agustín, como usted prefiera, el brillante teólogo de los obis-
pos de África. Porque para Agustinus todos los hombres vivimos
en el pecado como consecuencia de la Caída de Adán, y sólo me-
diante la Gracia en Cristo podemos ser redimidos. Esta Gracia
atrae a la voluntad depravada del hombre de una manera irre-
sistible. Pero no todos seremos redimidos. Sólo los que Dios elija.
Aquellos a quienes ha dotado de fe en su Gracia, A los demás
Dios, de acuerdo a su justicia, nos abandonará a la maldición
perenne.
Un billete de diez dólares consumido por las llamas.
-Satanísimo Satán de todos los infernales diablos, Amo
y señor de las tinieblas y del azufre embotellado marca Fausto.
Anticristo elemental y tequilero. Vengo a venderle my soul.
-¡Pinche Mundo! Estás igual de orate. Tu alma, ni ma-
dres.
-Agustinus escribió 15 libros para rebatir la herejía del
pelagianismo. La controversia continuó después de la muerte de
sus protagonistas. Los discípulos de ambos religiosos debatieron
casi un siglo, hasta que en el 530 el papa BonifacioII se pronunció
en favor de agustinismo. La razón por la cual esta Gracia sólo es
concedida a una parte de la humanidad es un misterio. Según mi
profesor de teología obedece a un eterno, divino, inexplicable y
absolutamente libre decreto, el decretum absolutum de Dios. Pe-
ro en las sagradas escrituras no se encuentra respuesta a esta
cuestión.
Sheol. Tartarus. Ladridos que muerden el silencio. Ra-
biosos perros rojos. La Avenida Juárez deshabitada y llena de
montículos de arena. Conforme hollaba la arena sus pies se hun-
40
dían. Vio el anuncio de El Curley's y entró.
Edelweiss.
La energía de plata bulle detrás de sus pupilas.
-Entonces vino la revelación. Yo era un teólogo,catedrático
de una universidad en Miniápolis. Mi vida transcurría en devota
paz. En ese tiempo me dedicaba a escribir un ensayo en contra
de las tesis de Rudolf Bultmann. Sin embargo,la duda me devoraba
internamente, porque sabía o creía saber que Pelagius tenía
razón. Sentía que yo sólo obtendría la salvación mediante mi
libre albedrío y admitirlo equivalía a abjurar de las doctrinas de
mi iglesia. Fue cuando vino la revelación. La verdad estaba en
Agustine de Hippo. Sólo algunos serían elegidos por Dios y yo
no era uno de ellos. Mi vida fue entonces un naufragio. Ya nada
tenía importancia. Hacer el mal o hacer el bien es lo mismo. Só-
lo me resta esperar el infierno de mi maldición. Y no me pregunte
los pormenores de mi revelación. Eso debe perdurar como otro
de los arcanos de Dios.
Metálica es la risa del alemán.
La oscuridad recibe un ruido. Y otro. Es tierra. Raymundo
encerrado dentro de un cajón. Entierro. Réquiem in pace. Ray-
mundo grita y entonces siente que cae en un espeso líquido negro.
Otra vez Raymundo despierta goteando sudor.
-Como yo estoy maldito me resulta fácil detectar a mis
semejantes. Y usted es uno de ellos.
-Le voy a pedir que me contesté algo, por favor, señor
pastor.
Le anticipo la burla.
-¿Dios existe?
Súbita sonrisa daga.
-El que no existe eres tú. No eres más que una ficción.
Ésa fue la última vez que vi a Edelweiss.
41
 XV
1LA SHINA
1]'( a Shina es un cadáver.
"JI,.,., La luz del mediodía entra por la ventana del hotel e ilu-
mina sus pies de muerta.
Una mujer sin edad definible. Enjuta y pálida. Rasgos
orientales. Mirada de pescado.
-¿Golpes? -pregunta Núñez, Departamento de Homici-
dios. Policía Judicial del Estado.
Su ronca voz suena a fatiga.
-No -responde el fedatario. Departamento de Averigua-
ciones Previas.
-Sobredosis. Se sabrá con la autopsia. ¿Testigos?
-No hay.
-Ni se apuren. De todas maneras nadie la va a reclamar.
Va a terminar en la fosa común.
Núñez mira a Genovés.
-Ésta era La Shina, licenciado ... Así que usted también
anda buscando al alemán. Unos agentes de Gobernación estuvieron
preguntando por él.
-Señor Núñez, ¿sabe usted dónde está el consultorio del
doctor Ruiz Palafox?
El viejo y cansado Núñez sonríe:
-El doctor Ruiz Palafox, ahora hermano en Cristo, es el
único que los puede ayudar. Siempre y cuando la Biblia lo autorice
y que ustedes acepten ser bautizados.
La risa del viejo policía es íntima.
-Coyoacán 810.
42
XVI
<fLÁNGEL
'7/L\entro del desierto del tiempo.
~ Dunas de arena cubren la avenida Juárez.
La soledad es el único ruido de la noche.
Las luces de los letreros insisten.
Curley's. Neón rojo. Open.
La arena también ha invadido el recinto.
Sólo hay dos parroquianos sentados ante la barra.
Un hombre de sombrero, traje y zapatos blancos, que
disfruta de un whiskey; y Edelweiss.
-Hace tiempo que no nos veíamos -dice el ángel.
-La última vez fue en Nuevo Orleáns, me parece.
-Sí, así es. Salud -brinda el ángel.
-Pros t.
Edelweiss bebe un trago.
-Y bien -dice-, ¿qué hay de nuevo?
-Le traigo un aviso. Su encuentro con Satanás es in -
minen te.
43
 XVII
Cuarto Libro de Kaspar
comúnmente llamado
<!EL EVANGELIO
(!Capítulo 1 3 Jesús el Luminoso, dijo:
1 Habiendo muchos tentado a poner en orden la historia
de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
2 Como nos las enseñaron los que desde el principio los
vieron por sus ojos, y fueron ministros de la palabra;
3 Me ha parecido también a mí, Kaspar, después de ha-
ber entendido todas las cosas desde el principio con diligencia,
escribírtelas por orden, oh, muy buena Sofía,
4 Para que conozcas la verdad de las cosas en las cuales
has sido enseñada.
Capítulo 2
1 Y aconteció en aquellos días que salió edicto de parte
de Augusto César, que toda la tierra fuese empadronada.
2 Este empadronamiento primero fue hecho siendo Cirenio
gobernador de la Siria.
3 E iban todos para ser empadronados cada uno a su
ciudad.
4 Y subió José de Galilea de la ciudad de Nazaret, a Ju-
dea, a la ciudad de David, que se llama Bethlehem, por cuanto
era de la casa y familia de David:
5 Para ser empadronado con María su mujer, desposada
con él, la cual estaba encinta.
6 Y aconteció que estando ellos allí se cumplieron los días
44
en los que ella había de parir.
7 Y parió a trillizos y fueron conocidoscomolos Nazarenos.
8 Y uno era Jesús el Luminoso; y el otro Jesús el Hombre;
y el tercero era Jesús el Oscuro.
9 Y los tres era uno y el uno era tres.
Capítulo 3
1 Los Nazarenos obraron milagros por toda la tierra de
Judea;
2 Y predicaban con parábolas.
4 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no.
seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
5 Y Jesús, el Hombre, dijo:
6 Porque no hay cosa oculta, que no haya de ser mani-
festada; ni cosa escondida, que no haya de ser entendida, y de
venir a luz.
7 Y Jesús, el Oscuro, dijo:
8 Mira pues, si la lumbre que en ti hay, es tinieblas.
Capítulo 4
1 Y cuando los Nazarenos llegaron a Jerusalén, Poncio
Pilato, gobernador de Judea, los hizo prisioneros y los acusó de
sedición.
2 Y los llevaron al lugar llamado la Calavera y los cruci-
ficaron.
3 Y se supo que uno de ellos resucitó; pero nadie supo
cuál de los tres.
45
 XVIII
1LAS OVEJAS
Y EL PASTOR
'71T"'reseran las ovejas del pastor.
\LV" Shita, Daisy y Sofía.
La oveja Shita. Una niña malandra. Armada y peligrosa.
Sólo usa minifaldas. Adicta al olor al dinero y a la cocaína. Perse-
guida por la muerte.
La oveja Daisy. La gringa loca. Neo-mexicana. La hija
pródiga de papá Stein, narcotraficante. Luna del desierto.
La oveja Sofía.También conocidacomoLuzina, la bailarina.
Prostituta y artista. Alma añeja y cuerpo siempre-adolescente.
Habitante de sus pesadillas.
* Sniff Sniff. Más nieve para la niña Shita.
Las lenguas de la noche.
Lentas lenguas crispadas.
Lenguas que recorren el terciopelo de la carne.
Lenguas eléctricas. Lenguas siamesas. Lenguas ofidias.
Dulces lenguas lánguidas.
Lenguas que bucean en las profundidades del deseo.
Insumisas lenguas nocturnas.
* -Y a continuación, desde el Ceasar's Palace en Las
Shita despierta y ve a Edelweiss a un costado suyo.
El alemán reposa en el piso, con las manos enlazadas
detrás de la nuca, sobre la cadera de Sofía, que duerme en un
colchón contiguo.
El perfil de Edelweiss iluminado por el televisor. Bugs
Bunny.
Shita se despereza. Siente el suave cuerpo desnudo de
Daisy, la gringa loca, con quien compartió el colchón.
46
La luminosidad del día atraviesa el trapo rojo, que fun -
ge como cortina, en la única ventana del cuarto del hotel.
Santuario nuestro.
No logra calcular la hora.
A su lado Daisy emite un quejido como una hoja que cae
de un árbol.
Percibe la gris mirada de Edelweiss y se apoya en sus
codos para alcanzar a besarlo y disipar su ambigua sonrisa.
-Buenos días, Lutero, mi amor; ¿qué hora es? -pregunta
y rueda sobre Edelweiss para llegar al piso.
Se incorpora y camina entre el desorden de ropa y objetos.
Sobre la cómoda una metálica cajita redonda. Repleta de
coca.
Hunde la larga uña de su dedo meñique y aspira con
fruición. Un par de veces en ambas fosas nasales.
Alquímico destello neuronal.
-¿Qué hora piensas que es?
-Las dos o tres de la tarde.
-Vamos todos a desayunar, Lutero.
Repentino entusiasmo.
-Kilos de camarones y litros de cerveza. Me fue muy
bien anoche, Despierta a las niñas, Lutero.
Toma una toalla y entra al cuarto del baño.
Edelweiss oye el ruido del agua y enseguida la ve
reaparecer en la puerta.
Vegas... Tenemos el gusto de presentar a nuestra exclusiva
bailarina ... La divina Shita ...
Ella tararea una melodía y lleva el ritmo tronando los
dedos. Comienza a bailar comouna profesional, después de varios
pasos, desliza suavemente el calzoncilloy se lo lanza a Edelweiss.
-Esto me enseñó Sofía -su voz llega entre el sonido del
agua y el de su risa.
47
 111

¡,,,

1111

* La realidad se esfuma y sólo queda Ll1zina-Sofíabailando 1111

Gusanos internos. Epifanía del silencio. Gusanos internos que mira a los ojos de la otra Luzina-Sofía que baila en el espejo.
incrustados en esqueletos lunares. Finas partículas de luz-plata Sólo queda el espejismo. 11

que descienden ondularmente y ella está acostada sobre la lim- * 111

pidez de la sábana, en la cama de aquel hotel barato. Desnuda, Ominosas nubes de vientre oscuro.
exhalando un tierno aliento de paz. Habían consumido cuantos camarones gustaron, afición
La Diosa duerme. que todos compartían, y mientras bebían libremente (Shita, vino
La hija de Stein. blanco; Sofía, cerveza y tequila; y Daisy y Edelweiss, whiskey y
Abajo, a través de la ventana del segundo piso, fluye el agua mineral), habían escuchado a Shita relatar excitada el golpe.
tránsito festivo de los noctámbulos. . Entonces Edelweiss les dijo:
4 de mayo de 1982. -Brindemos, ovejas mías, brindemos. Ésta es nuestra úl-
Sábado en Juaritos. tima cena.
* Las tres voltearon a mirarlo.
-Room service. Las tres sintieron un escalofrío de desgracia.
La uña ofrece cocaína. -Un ángel ha venido a mí con la revelación: voy a unirme
Sofía se inclina e inhala varias dosis. a la oscuridad ...
Sigue con la mirada a Shita ya metida en un vestido ne-
gro de minifalda y. con el cabello aún húmedo.
Daisy está abrazada de Edelweiss.
-Room service, Daisy.
La uña ofrece cocaína.
Daisy sonríe gratitud.
Shita extrae de su bolso un grueso fajo de dólares. Billetes
de 20, 50 y 100. Los esparce entre carcajadas.
-Somos otra vez ricos y vamos a celebrar ... Ya es hora
que nos mudemos a un hotel más elegante. ¿No te parece, Lutero?
Entonces Sofía advierte el gesto de Edelweiss y recuerda
un paisaje de infancia.
Ominosas nubes de vientre oscuro. Presagio de tormenta.
*
Ella -como siempre- baila para sí misma, inmune a las
miradas que de antemano la están desnudando, refugiada en la
mentira de creerse una verdadera bailarina profesional, escudada,
fortalecida en la indiferencia.

48 49
 ¡111

-Mi voluntad es de Jehová. Consultemos con él.

XIX El médico abre al azar una Biblia y lee:
-Proverbios, capítulo 16, versículo 3. Encomienda a
JEHOVÁ Y EL Jehová tus obras y tus sentimientos serán afirmados.
MÉDÍCO

/~ sa misma tarde Genovés y Papadakis fueron a buscar al

"1.--doctor Ruiz Palafox.
-Es un viejo zorro. Comerciaba con la medicina. No me
sorprende saber que se volvió cristiano. Típico malandro arrepen-
tido.
-Una ofensa para el gran dios Pan -dice El Griego.
-Aquí es.
Arribaron a la casa marcada con el número 810 de la
calle Coyoacán.
Una construcción de los años 40 en el viejo barrio Cuauh-
témoc.
-¿Para qué quieren al pastor Edelweiss?
-Su congregación lo está buscando -responde Genovés.
Ruiz Palafox los observa un instante. Bondadosa malicia.
-Miren, él fue quien me mostró el camino hacia Cristo y
por ello le estaré siempre agradecido.
-¿Usted sabía de la clínica? -preguntaPapadakis.
-Sí. Yo era el médico responsable de la clínica La Gracia.
Además yo pagaba la renta. Fueron tiempos de bienaventuranza.
Hasta que el pastor fue captado por Satanás.
-¿Dónde está?
El médico se recarga en su sillón, detrás del escritorio, y
los observa un momento.
La sonrisa de burla.
-No sé. Pero conozcoa una mujer llamada Sofía. Es muy
probable que ella lo sepa. A ella la pueden localizar en...
La sonrisa otra vez.

51
50
 XX
Quinto Libro de Kaspar
comúnmente llamado
3/0B
(![:apítulo 1
1 Hubo un varón en tierra de Hus, llamado Job; y era
este hombre perfecto y recto, y temeroso de Dios y apartado del
mal.
2 Y naciéronle siete hijos y tres hijas.
3 Y su hacienda era siete mil ovejas, y tres mil camellos,
y quinientas yuntas de bueyes, y quinientas asnas, y muchísimos
criados; y era aquel varón grande más que todos los orientales.
Capítulo 2
1 Y un día vinieron los hijos de Dios a presentarse delante
de Jehová, entre los cuales vino también Satán.
2 Y dijo Jehová a Satán: ¿De dóndevienes? Y respondiendo
Satán a Jehová, dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
3 Y Jehová dijo a Satán: ¿No has considerado a mi siervo
Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto,
temeroso de Dios, y apartado de mal?
4 Y respondiendo Satán a Jehová, dijo: ¿Teme Job a Dios
de balde?
5 ¿No le has cercado tú a él, y a su casa, y a todo lo que
tiene en derredor? Al trabajo de sus manos has dado bendición;
por lo tanto su hacienda ha crecido sobre la tierra.
6 Mas extiende ahora tu mano, y toca a todo lo que tiene,
y verás si no te blasfema en el rostro.
52
7 Y dijo Jehová a Satán: He aquí todo lo que tiene está
en tu mano; solamente no pongas su mano sobre él.
Capítulo 3
1 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y be-
bían vino en casa de su hermano el primogénito.
2 Y vino un mensajero a Job que le dijo: Estando arando
los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
3 Acometieron los Sabeos, y tomarónlos, e hirieron a los
mozos a filo de espada: solamente escapé yo para traerte las nue-
vas.
4 Aún estaba hablando éste y vino otro que dijo: Fuego
de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y los mozos y los con-
sumió: solamente escapé yo para traerte las nuevas.
5 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los
Caldeos hicieron tres escuadrones y dieron sobre los camellos, y
tomáronlos, e hirieron a los mozos a filo de espada: y solamente
escapé yo para darte las nuevas.
6 Entre tanto que éste hablaba vino otro que dijo: Tus
hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo en casa de su her-
mano el primogénito.
7 Y he aquí un gran viento que vino del lado del desierto,
e hirió las cuatro esquinas de la casa, y cayó sobre los mozos, y
murieron y solamente escapé yo solo para traerte las nuevas.
8 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y trasquiló
su cabeza, y cayendo en tierra adoró:
9 Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo
tornaré allá Jehová dio, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová
bendito.
10 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Diosdespropósito
alguno.
Capítulo 4
1 Y otro día aconteció que vinieron los hijos de Dios para
53
presentarse delante de Jehová, y Satán vino también entre ellos,
apareciendo delante de Jehová.
2 Y dijo Jehová a Satán: ¿De dónde vienes? Respondió
Satán a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
3 Y Jehová dijo a Satán: ¿No has considerado a mi siervo
Job, varón perfecto y recto, temeroso de Dios; apartado del mal,
que aún retiene su perfección, habiéndome tú incitado contra él,
para que lo arruinara sin causa?
4 Y respondiendo Satán dijo a Jehová: Piel por piel, todo
lo que el hombre tiene dará por su vida. . Satán.
5 Mas extiende ahora tu mano, y toca a su hueso y a su
carne, y verás si no te blasfema en el rostro.
6 Y Jehová dijo a Satán: He aquí, él está en tu mano: mas
guarda su vida.
7 Y salió Satán de delante de Jehová, e hirió a Job de una
maligna sarna desde la planta de su pie hasta la mollera de su ca-
beza.
8 Y tomaba una teja para rascarse con ella, y·estaba sen-
tado en medio de ceniza.
54
XXI
JLA TE N TAC 1 Ó N
jfl¡l i nombre es Eddy Gurf, trabajo como chofer de tráilers en
JJ ti-'- Estados Unidos. Tome asiento. Lo estaba esperando-dijo
El Curley's. Avenida Juárez. Noche de viernes. Algarabía
alcohólica.
-Sírvale aquí al pastor Edelweiss -ordena Satán a un me-
sero.
El demonio es un hombre fuerte y corpulento. Lleva pues-
ta una chamarra negra de cuero. Tiene una enorme cabeza calva,
bigotes gruesos y retorcidos en las puntas
Está sentado ante una mesa.
Detrás de él, Edelweiss contempla a las parejas, en su
mayoría cholos, que bailan en la pista. Música (rock--oldie) que
ejecutan los Night Twisters.
Sucia atmósfera rojiza.
Rojiza también es la mirada del diablo.
-¿Eres tú Satanás?
-Sí y no. Lamento desilusionarlo si esperaba encontrar
a una figura con cuernos y con aroma de azufre ...
Cristales rotos. Su risa.
-Soy y no soy -agrega-. Porque soy uno y soy muchos.
Porque cuantiosas son mis máscaras.
-Ése, mi Eddy, ¿qué patada?
-Suave, todo suave, mi Tirilón -le contesta al hombre
que pasa a un costado de la mesa y se pierde entre Jos
parroquianos.
-Bien sabes que no te temo -afirma Edelweiss-. Incluso
no me importa si me llevas contigo. ¿A qué has venido?
55
 -Vengo a ofrecerle un pacto. Si no lo aceptas quién sabe
dónde vaya a terminar. Porque yo no voy a permitir que usted
entre a mi morada. Usted no. Lo que me interesa es su alma. La
quiero. Únase a nosotros. A cambio de su alma le ofrezco la jn -
mortalidad.
-No, gracias- responde Edelweiss-. Además, yo sería un
necio si creyera en la palabra de la mentira.
-Le hablo con la verdad, pastor Edelweiss. No tengo en
nombre de qué jurarlo, pero es la verdad. Mire, no precipite su de-
cisión. La oferta está vigente. Tómese el tiempo que necesite.
No hay prisa. ¿Gusta otra cerveza?
-Sí, gracias. Eso sí le acepto.
J Beben callados entre el bullicio. Cuando Edelweiss termi-
na la cerveza, se pone de pie. Siente la pesadez de su borrachera.
De improviso el ambiente se torna denso. Un amasijo de sensa-
ciones.
-Antes que se vaya, mire hacia arriba -le dice Satán des-
de su mirada de piedra roja.·
Edelweiss voltea; pero no ve el techo sino el cielo po-
blado de estrellas.
Baja la cabeza y se encuentra sentado ante una fogata,
en un desierto colmado de dunas de arena. Inmóvil mar blanco.
Samalayuca.
Parado frente a la hoguera está un hombre de prominente
abdomen. Viste un saco de cuadros rojiblancos y pantalones car-
mesí, la corbata floja. Su rostro es mofletudo, fuma un puro y la
cabeza está coronada por un sombrero. Parece un gringo vende-
dor de automóviles usados.
Satanás otra vez.
-Escuche, Kaspar -dice amable-. Ya lleva cuarenta días
de ayuno, el tiempo suficiente para convencerse de la bondad de
nuestra oferta. No la desaproveche.
-No.
-Entonces salte y muera para que vea lo que ocurre.
56
Y ahora están al borde de un risco en la cima del Cerro
Bola.
-No. Yo vivo la vida terrenal como un turista. No tengo
pnsa.
-Pero observa. Todo esto puede ser tuyo.
Y ahora están sobre el techo del Hotel San Antonio.
El gordo extiende los brazos y señala hacia la alfombra
de lucecillas que los rodea.
-La inmortalidad es aburrida.
-Viejo, no sabes lo que estás diciendo. No sabes lo que te
estás perdiendo. Lo lamentarás. Pero si así lo deseas, regresa en-
tonces.
.• Y ahora Edelweiss está solo en la avenida Juárez, des-
habitada y llena de montículos de arena.
Avanza hacia el norte, conforme va hollando la arena sus
piesse hunden. Ve el anuncio de El Curley's y entra.
Un joven le sonríe desde un banco ante la barra.
Es moreno, delgado y de músculos fuertes, Lleva el cabello
recogido en una coleta. Usa bigote y piocha.
Ve a Edelweiss con la barbilla levemente alzada.
El alemán advierte entonces el brillo de la navaja en su
mano.
-¿Sabes qué, ése? Creíste que podías pelarte de mí. Es-
tás jodido.
Satanás otra vez.
-Pudiste maderearte a esos dos pendejos. Pero conmigo
te la vas a pelar.
Se pone de pie. A un paso de Edelweiss.
-Porque yo no vine a teoriquear contigo.Yote vengo a shin-
gar.
El trayecto de la navaja hacia su cuerpo.
-Meine Got! -exclama Edelweiss y coloca el antebrazo
como defensa ante el metal y cae al suelo, cuando Satanás se dis-
pone a propinar el segundo golpe, se escucha un súbito griterío.
57
 Y los sacaborrachos
sarma.
-¡Pinche Tirilón!
-Llamen a la patrulla.
Edelweiss yace en el sucio piso del Curley's. Viernes por
la noche. Algarabía alcohólica.
Siente dolor en el antebrazo. Observa brotar por la he-
rida sangre. Real, viva, roja.
sujetan al joven y un policía lo de- XXII
QCLOTRO
CHAMUCO
f~l Diablo hizo también una aparición en El Carrusel a finales
"1...-delos años sesenta, en los tiempos en que la música de ese
salón de baile aún estaba a cargo de Fili Muñoz y su orquesta.
Según coinciden las crónicas, El Carrusel era frecuentado
por las mujeres más hermosas de Juárez y El Paso.
Cierta noche de sábado una pareja que bailaba levitó so-
bre la pista.
La joven vio horrorizada que su compañero tenía una pa-
ta de chivo y otra de gallina. Lava en los ojos.
El Diabfo se esfumó.
Azufre hedor flotando en la atmósfera.
Sus manos quedaron marcadas en la cintura de la joven.
Piel·quemada.
Huellas de su estancia en la frontera.
*
Los faros de la troca abren un atrofiado camino de asfalto,
bordeado por lomas pardas, coronadas por casuchas de cemento:
Lomaland County.
Un bote de Técate.
-¿Quieres otra cerveza?-le pregunto a Morán.
-No, mi Mundo, ya vamos a llegar.
El silencio asume el sonido de polvo rodado.
Vamos al infierno mismo en pos del mismísimo Chamuco.
En el yonke de El Chamuco, Morán había guardado lamo-
tocicleta de Samuel los últimos 16 años.
La motocicleta es para cada uno de nosotros, sus amigos,
un símbolo personal.
58 59
 Para Morán simboliza su convicción de que Samuel aún
está vivo.
Samuel desapareció en 1973.
Cierta madrugada hallaron la motocicleta abandonada
en el cruce de la 16 de Septiembre y Constitución.
Desde aquel aciago día ninguna persona había tenido no-
ticia de Samuel.
Algunos creían que a Samuel lo habían asesinado y que
luego habían arrojado su cuerpo al canal, porque tiempo después
apareció el cadáver de un joven en avanzado estado de putrefac-
ción. Otros creían que Samuel simplemente se había marchado
y no dudaban que algún día regresaría.
Y ahora, años después, la motocicleta ha sido robada.
Llegamos al yonke.
Aparcamos la camioneta frente a la pequeña casa que
funge como la oficina de El Chamuco. No contestaron a los to-
quidos en la puerta.
-Debe estar en la cantina -dice Morán.
Caminamos al costado de la larga barda. Recorrimos las
grandes letras =pintura vieja- que dicen YONKE RODRÍGUEZ,
perseguidos a cada paso por los ladridos de los perros.
Supuse tras ella una muy amplia extensión de terreno
desértico, repleta de chatarra de todo tipo de automóviles, un
cementerio de fierros retorcidos, oxidados, expuestos a la luz de
la luna llena.
En la esquina una casa pintada de rojo. El Chamuco's
Place.
Subimos un par de escalones y entramos en la frágil at-
mósfera explosiva.
Nuestro arribo reúne las miradas de los parroquianos: los
que están sentados ante la barra, los que beben en las mesas me-
tálicas con anuncios de Carta Blanca, los que juegan billar en la
mesa de terciopelo roído y sucio. Yonqueros y malandros.
-¿Quihúbole, batos? ¡Qué milagro! -exclama El Chamuco
60
con su gran voz que rebota por toda la cantina, instaurando de
nuevo la confianza, la violenta paz.
Casi al mismo tiempo, la rocola suelta la voz de James
Brown,
-Ése, mi Morán.
El Chamuco se levanta para estrechar nuestras manos
cordialmente.
~¡Qué milagro que te dejas wachar, ese! ¿Cómo has es-
tado, recabrón? -me dice efusivamente.
Está igual que la última vez que lo vi: chaparro, fornido,
con una redonda panza de cervecero asiduo, el cabello casi rubio,
largo, cachetón y con las pupilas rojísimas, mismas que origina-
ron su apodo, que tan alegremente él acepta.
-Satanísimo Satán de todos los infernales diablos, Amo
y señor de las tinieblas y del azufre embotellado marca Fausto.
Anticristo elemental y tequilero. Vengo a venderle my soul.
-¡Pinche Mundo!Estás igual de orate. Tu alma, ni madres.
-¿Por qué no? Si es puro rock'ri roll.
-¡Pinche Mundo, qué gusto verte! Pero siéntense -dijo
acercando unas sillas a la mesa, donde una chavalilla gringa (bue-
na como el pan) nos observa con curiosidad.
-¿Qué quieren? ¿Un pisto? ¿Una birria? Nos tomamos u-
na y luego ~ce bajando el tono de su voz- vamos a la officepara
arreglarnos. ¿Entonces qué? ¿Una birria? ¡Lucy!
Una mujercilla flacucha, que atiende detrás de la barra,
viene hasta nosotros con su ridículo vestido de cabaretera
-A ver, mamacita, sírvale a mis compas.
La mujercilla nos mira con fastidio desde sus ojos extra-
ñamente verdes. Pedimos cerveza.
El· Chamuco señala a la gringuilla.
-Ésta es Helen. Helenita de Troya ... Helen, these fellows
are good friends of mine. Morán y Mundo.
Intercambio de sonrisas.
Uno de los hombres que juega billar saluda a Morán.
-Ahorita retacho ~ce Morán y va con él.
61
 -Pinche Satanás, te voy a nominar para el Porfirio Díaz
Excellence Award. No tendrías contendientes.
-¡Ah, cabrón! ¿Por qué?
-¿Cómo que por qué? Mira nomás, explotas a toda esta
bola de cabrones, luego les obligas a que gasten el poco jando que
les pagas en tu propia cantina. Don Porfirio estaría orgulloso.
El Chamuco acepta la broma con risa
-This guy is crazy -le informa a Helen-. Mira, ése. 1 am
just a businessman, that's ali, a businessman. Además, cabrón, yo
soy más decente que tú. Yo cuando menos acepto que vendo par-
tes de automóvil de la chatarra. Tú, en cambio, vendes chatarra
como automóviles buenos ...
-Pinche Chamuco, no en balde eres el amo del infierno.
Pero te equivocas. Ahora soy un comerciante de autos antiguos.
-Mira-mira ... A propósito, ¿cómo está la raza?
-El Bala en Los Ángeles, El Sheto de bodeguero en El
Paso, La Muñeca de supervisor en una maquila. Los demás
siguen practicando oficiosrespetables como sacamuelas, abogáng-
sters, medicoides, ingenieros maquiladores, burrócratas o narcos.
O si no, administrando los negocios heredados, o por heredar, de
papi. Todos venerando al Becerro de Oro. Un asco.
-What's Becero de Oro? -pregunta Helen.
-Sí, ¿qué es eso?
-Oh, come on, man. You should know. You are the Devil
-le digo y Helenita levanta las cejas contemplando a El Chamuco
como si fuera cierto-. The tale of the Golden Calf is in the Bible.
You know, this fellow named Moses went up to a mountain to re-
ceive from God sorne sort of Table of Commandments; so, when
he got back, he found his people celebrating because they have
a made a fine Calf gold sculpture. They really were having fun,
drinking wine, smoking pot, and listening to the Rolling Stones.
Things got hotter and hotter and the party was tuming into an
orgy. You can imagine poor Moses' face when he saw that. «Oh,
no!»he cried. «Stop, stop at this very moment, you can't go on li-
62
ke this, you are doing things wrong, you are doing things wrong, 1
1
got here the Table of Commandments, 1 got here the sacred
rules». And the people stopped and asked him: «What rules do
you got there, Moses?»And Moses replied: «The rules of the orgy,
you bunch of stupid Jews!»
Unísona carcajada.
Helen quizá ha recordado a su maestra de escuela bíblica
dominical y El Chamuco tal vez la película con Charlston Hes-
ton que vio en su infancia.
-Voy al baño.
De regreso observo que Morán escucha tranquila, seria-
mente, a los hombres en tomo a la mesa de billar.
-Bueno, bato -me dirijo a El Chamuco sin preámbulos-;
ya regrésale la motocicleta a Morán. No seas cabrón.
El semblante de El Chamuco endurece.
-¡Cavernario! -le grita a un chavalito cholo que acude di:
ligente a su llamado-. Mire, vaya con don Chente y dígale que
venga a la oficina. En caliente.
El cholillo obedece.
-¡Chuy! -le grita a uno de los hombres que platica con Mo-
rán-. ¿Sabes qué? Tráigame un par de caguamas y véngase a la
oficina. Let's go-le ordena a Helen.
Agradezco el aire fresco. Abajo, en el horizonte, las dimi-
nutas luces de ambas ciudades parpadean.
Esta noche le pertenece entera a Rosa. Consulto mi reloj.
Se está haciendo tarde.
El Chamuco abre la puerta y entramos a su oficina.
Más bien parece un diminuto departamento de soltero.
Una mesa redonda, barata, las sillas forradas de plástico estam-
pado con flores, un sofá-cama, una pequeña estufa grasienta y el
fregadero colmado de platos sucios.
Colgadosen las paredes un par de cuadros de panilla negra.
En uno la faz del diablo y en el otro una mujer afroamericana
desnuda.
El cuartel general del Infierno.
63
 -Mire, Chuy, por ahí hay vasos. Sírvanos -ordena El
Chamuco escombrando la superficie de la mesa y nos invita a
tomar asiento.
Del baño trae un espejo que coloca al centro de la mesa
y esparce cocaína sobre él. Con una navaja pulveriza la droga y
forma varias líneas. Extrae un grueso fajo de billetes y seleccio-
na uno de veinte dólares, el más nuevo. Lo enrolla, lo aproxima
a una de sus fosas nasales y aspira una línea. Nos convida a los
demás.
Chuy acomoda nuestros respectivos vasos de cerveza,
mientras que El Chamuco enciende el cigarro de marihuana
que ha tomado de su cajetilla de Winston.
Inhala tres fumadas con fervor y luego se lo entrega a
Helen que lo recibe con una sonrisa de júbilo.
-¿Sabes qué, Morán? -dice, conteniendo todavía el humo,
inflando los cachetes, con la voz distorsionada-. Yono me chingué
la moto. Neta. Es más te la pago...
-No, no se trata de eso -dice exculpándolo.
-Yo sé -continúa El Chamuco--. Nomás quiero que que-
de bien claro que no fui yo. Samuel también era mi amigo. Y no
me he olvidado de su asesinato. Algún día voy a dar con los ca-
brones que lo mataron.
-Pero, ¿qué pues, ése? -protesta Morán-. ¿Cómo fue que
se la robaron? ¡Dieciséis años y no había ocurrido nada!
-~-No sé, Morán. Y la verdad es que esta bronca me tiene
encabronado. Alguien entró al infierno sin pedir permiso. Eso no
tiene perdón. Tengo tanto o más interés que tú en esclarecer es-
te robo. No creo que haya sido mi gente. Conozco a mi raza -le
lanzó una mirada escrutadora a Chuy-. ¿O no, Chuy? A ver, ¿qué
chingaos tiene que decir usted sobre este asunto? You are my
main man, Chuy. You are responsable for security around here.
=No,don Cha -dice con la cabeza en alto-. Usted sabe que
la gente es leal. Va mi pellejo por medio. Nadie sabe nada, jefe.
-Sí, ya estuvieron teoriqueando conmigo -condesciende
Morán.
64
De pronto alguien está tocando la puerta.
-¿Quién es? -grita El Chamuco.
-Soy yo, don Cha. Aquí le traigo al ruquito.
El Chamuco hace un ademán y Chuy empuña la pistola y
se asoma con cautela. Deja entrar a un hombre muy viejo, de as-
pecto campesino, de rostro moreno, ajado, los ojos nublados por
incipientes cataratas.
-Buenas noches -dice con el sombrero en la mano.
-Buenas noches, don Chente. Venga para acá. Mire, éste
señor es el señor Morán. Él es el dueño de la motocicleta. Explí-
quele lo que pasó.
Morán se incorpora para ofrecerle su asiento, pero el vie-
jo lo rehúsa.
-Dígame, don Chente. ¿Qué hora era cuándo sucedió el
robo?
-Como las cinco de la madrugada, porque al ratito ya es-
taba clareando.
-¿Y luego?
-Yo estaba dormido en la cantina. De pronto escuché u-
nos ruidos. Cuando salí el fulano ya iba trepado en la motocicleta...
· -¿Cómo era? -preguntó Morán-. ¿Era alto? ¿Era blanco
o moreno?
-Usted habrá de disculpar. Mi vista no es buena. Era un
fulano grande, de cabello largo y güero, traía una chamarra negra ...
Nomás alcancé a disparar un tiro ...
-Gracias -dijo Morán y regresó a la mesa.
-Eso es todo, don Chente, Ya puede irse ~le indica El Cha-
muco.
-Con permiso.
Chuy mira a El Chamuco buscando su consentimiento y
luego le dice a Morán:
-La rata forzó el candado de la puerta de alambre y entró.
La otra puerta, la del cuartillo de la bodega, creo que la botó a
patadas.
Una incómoda pausa.
65
 1
1111

-Con el personal de vigilancia que tienes, también serías ñada. Voy a obligarlo a que baje. A rendir cuentas. Mientras tan-
un buen candidato para el Dick Tracy Security Award, mi estima- to, y para que este pinche Mundo no me levante falsos de mal
do y mefistofélico Chamuco -le digo. patrón, las nalguitas de Helen van a servir esta noche de in-
Las carcajadas dispersan el denso humor. centivo para los mejores empleados de la semana.
-No acapares a los mercenarios, deja algo para el mer- Su risa suena más auténtica, más afín a su naturaleza.
cado internacional. Siento una repentina náusea. Un gringo loco de Kentucky.
-¡Pinche Mundo! -exclama El Chamuco regresando de Recuerdo al pastor luterano alemán: Kaspar Edelweiss.
la risa. -Lo único que no capeo es cómo le hizo para apaciguar a
Luego mira el gesto de Morán. mis perros. Son muy bravos los cabrones. En fin, ya lo averiguaré.
-No te awites -le dice-. La moto de Samuel tiene que a- Por lo pronto toma este obsequio mío
parecer. Se lo prometo. La vamos a recuperar. Le da una pequeña bolsa de plástico repleta de marihuana
Morán sacude la cabeza, revitalizado, como si la cocaína en greña y, luego, un pase de coca en un envoltorio de papel
le hubiera surtido efecto en ese preciso instante. -Diviértanse y no se me preocupe, Morán. Acuérdese
-Nomás te pido que me des quebrada de investigar por mi que con el diablo no se juega. Nos vemos, pinche Mundo, regresa
cuenta, Morán. Cero chota. pronto, a lo mejor sí me animo a comprar tu alma.
~¿Qué pues, mi Chamuco? Somos campas.
-Bien -intervine-, es hora de partir de estos infernales
· recintos y permitir que las almas purguen sus penas a gusto.
-¿Cómo que se van?-gruñe El Chamuco-. Quédense, ba-
tos. Ahorita vienen los mariachis.
-It has been a pleasure -me despido de Helenita de Tro-
ya. Realmente el único atractivo del infierno.
-Same here -me contesta.
Adiós, adiós.
Cuando Morán pone en marcha la traca vemos salir a El
Chamuco.
Camina sin apuro hasta la ventanilla junto al volante.
-Ése, Morán. La neta es que sí hay un sospechoso. Nomás
que no podía decírtelo allá adentro. Es el jaino de Helen. Un grin-
go loco de Kentucky que vive aquí en Juaritos. Es el único que
coincide con la descripción del ruquito. El bato está prendi-
dísimo de la chiva. Sólo le interesa inyectarse. Hasta prodolinas.
Un caso perdido. Mandó a la gringuita para que le comprara un
fix con un camarada del barrio. Nomás que lo que no sabe el gringo
pendejo es que Helenita de Troya se va a quedar conmigo, empe-

66 67
 T
garon la bienaventuranza.
XXIII -Fue en una madrugada de navidad de 1989.
-Hay testimonios de antes del suceso.
1LAGRACIA -Y también testimonios posteriores.
-Pero nadie presenció el momento en que a Edelweiss le
regresó la maldición.

f~ra el tiempo de la bienaventuranza.

~ La feliz era de la misión.
Era el tiempo de La Gracia.
Centro de Rehabilitación para Drogadictos.
Nosotros fuimos testigos de la conversión del pastor
Kaspar Edelweiss.
Venció su adicción gracias al amor de Jesucristo y al
tratamiento del doctor Ruiz Palafox.
Comenzó a predicar el Evangelio y fundó la clínica.
Nosotros vimos ese milagro.
Aquélla era una vieja casa de adobe mal mantenida. El
pastor llegó en su traje oscuro y cargando una pequeña maleta.
Lo primero que hizo fue conseguir dinero para adquirir imple-
mentos de limpieza y material de construcción.
Y así comenzó el milagro, porque entonces dos viciosos
conocidos -El Farol y El Blue Demon- acudieron a colaborar
con el pastor; lo que le permitió salir a predicar el Evangelio.
Todavía son recordadas sus fervorosas prédicas en la Pla-
za de Armas y en el Monumento a Benito Juárez; y también en
la Plaza de los Lagartos en El Paso.
Para quienes lo escuchaban les era imposible no sentir la
luz de sus palabras.
Así que después, cuando el pastor solicitaba ayuda econó-
mica para la clínica, las aportaciones eran generosas.
En unos cuantos meses la clínica quedó debidamente ins-
talada; incluso tenía un pequeño jardín frente a la fachada. Rosales
y sábilas.
Pero ninguno de nosotros fue testigo de los sucesos que se-

68
69
 Un misterio curva sus labios.
XXIV Les dice:
-Aunque tal vez Lutero todavía esté aquí.
~OFÍA La autoridad de su voz intimida a Genovés y a El Griego.
-Si ustedes lo andan buscando es porque él los llama ...
Ella irradia una extraña belleza verde.
-La última vez que lo vi se hospedaba en el Hotel Río.
~ ébil luz verde. El rayo desciende a una mesa. Cantina El
~Tiro.
En la penumbra está Sofía y su ebria indiferencia.
Encandece la brasa de su cigarrillo.
-Lutero, mi amor, ya no está con nosotros. Ya se fue.
Papadakis mira a Genovés.
-¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
Pero la mujer está consigo misma, visitando una devas-
tada ciudad interior.
Ante una mesa no muy lejana, un trío (Los Tréboles) co-
mienza a cantar:

Es que te has convertido

en parte de mi alma,
ya nada me interesa
si no estás tú también.

Más allá de tus labios,

del sol y las estrellas,
amada mía,
estoy.

-Creo que ya hemos trabajado suficiente por este día -

Genovés mira a El Griego y levanta su vaso-. Además me parece
que ha llegado la hora de Dionisia.
-Por la vid de Baca -brinda Papadakis.
Ella retorna de la ciudad y los contempla un momento.

71
70
 r
XXV XXVI
Sexto Libro de Kaspar
comúnmente llamado
QCANCIÓN
DE CUNA
~POCALIPSIS

<![:. apítulo 1
1Y adoraron al Dragón que había dado potestad a la Bes-
tia, y adoraron a la Bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la
Bestia, y quién podrá lidiar con ella?
Capítulo 2
1Y según Isaac Viento el número de la Bestia es:
r:frrbol de Navidad.
..i::::t. La Nochebuena de 1989.Edelweiss organizó un convi-
vio en la clínica con los pacientes, sus carnales.
Cenaron, escucharon música y jugaron al póquer.
Después de la medianoche, antes de retirarse a sus ha-
bitaciones, oraron.
Edelweiss permaneció en la cocina de la clínica leyendo
la Biblia.
En la primera hora de la madrugada un canto interrum-
pió su lectura.
Era una canción de cuna que su madre solía cantarle en
Alemania. La voz parecía provenir de los dormitorios.
Edelweiss salió al frío y caminó por el pasillo. Se detuvo
en la puerta del dormitorionúmero 6. Abrió. En la oscuridad cre-
yó distinguir una silueta sentada sobre la cama:
-Vater?
Encendió la luz y descubrió a El Tirilón, que sonreía des-
de la cama. Una aguja hipodérmica en su mano.
-Ése, mi Gaspar. ¿Creíste que te ibas a deshacer de mí
tan fácilmente? ¿Qué pues, mi loco?Órale. Shíngate un shot de
shiva. Ja. No me digas que no quieres, Santa shiva.
Edelweiss le tomó del cabello y empezó golpear su
cabeza contra la pared. El Tirilón no opuso defensa. Sólo emitía
una forzada risa.
A punto de desmayado, Edelweiss lo soltó de pronto. Se
dio cuenta que la cabeza que estaba golpeandocontra la pared,
y que sangraba ya, era la suya.

72 73
 "P
d

da y alegre y burlona. Dotada con la bendita capacidad de saberse

XXVII reír de sí misma y de la vida. Alcohólica y feliz.
-Pues resulta que la muy bruta se pasó con unas pastas.
1LAS LUNAS De esas que usted le regaló. Eso fue anoche después del trabajo.
DEL RÍO Una amiga suya, que también vive en el hotel, la escuchó cuan·
do estaba vomitando. Tuvieron que llamar a la Cruz Roja... Es
su turno, señor Assid...
Agito los dados dentro del cubilete. Par de ases y par de
A ecreto azar esférico. nueves.
'(;1J Ocupo un banco ante la barra y colocoel portafolio ne· Secreto azar esférico.
gro con las muestras médicas en el banco contiguo. ***
Oscuro río inmóvil. Aquella madrugada Lisha llegó al Hotel Río a bordo de
-Buenas noches, señor Assid. un taxi. Su borrachera era jocosa. «Hasta mañana, amable carbón»,
Bar Onassis. Mejía e Internacional. Juárez. Primavera se despidió de Sammy, un negro viejo, que siempre usaba una
de 1975. gorra de capitán de barco y que trabajaba en un sitio de la ave·
La grata sonrisa de Mariana. nida Juárez. Lisha pidió en la recepción la llave de su cuarto.
-¿Le sirvo lo de siempre? «Hasta mañana, mi amable Búho», se despidió de don Juan. Su-
En la penumbra neón-rojiza distingo al agente Núñez y bió sonriendo, con teatral cuidado, por la escalera. «Ya llegué,
al doctor Ruiz Palafox. Beben y conversan en una lejana mesa. mi amor» dijo al entrar a la solitaria habitación.
Turbios Negocios. Encendió la lámpara del buró y fue al baño a lavarse los
Un golpe sobre fa barra. El cubilete. Par de cincos y par dientes. «Buenas noches, vieja borracha», se despidió en el espe-
de dieces. Los clientes juegan. El perdedor comprará pesetas pa- jo antes de salir del baño. Entonces la vio. Una mujer, de cabello
ra la rocola. negro y bellas facciones, vestida a la moda de los años 50, esta·
-¿Cómo ha estado, señor Assid? ba sentada cómodamente en su cama. En su rostro había un
Un vaso con whiskey. Straight American. Otro vaso con gesto de tristeza. Le dijo:
agua mineral. Un billete de cinco dólares. -No tienes caso que te resistas. Tu vida es un fracaso y
-Bien, gracias. lo sabes bien. Eres una cantinera ya vieja, sabes que vas a termi-
Exacto juego infinito. nar como puta barata, amante del vejete que pueda pagar tus
Y no me aburro. Cumplo con mi deber. Soy el Enviado. gastos más indispensables, sin que tengas la cara para ver a la
Par de sietes, reina y rey. hija que abandonaste en tu pueblo... Tómate estas pastillas ...
-¿Qué me platica de nuevo? ***
-Pues deje le cuento que la Lisha tuvo un accidente. Por -¿Se acuerda de la última vez que estuvo usted aquí, se·
eso estoy atendiendo sola. ñor Assid, hace un mes? Pues déjeme le cuento que la Lisha se
Lisha, la víctima, una mujer de treinta y tantos años. Gor- volvió pasar lo mismo. Otra sobredosis.
Mariana escucha el pedido de un cliente y acude a servirle.

74 75

Carnales sombras ebrias.
El Onassis otra vez.
-Hoy fui a visitarla en el hospital. Me dijo que había vis-
to a una mujer que le dijo que se tomara las pastillas. ¿Usted,
cree? Me dijo que ya iba a dejar de tomar por un rato ...
Eternas lunas fugaces.
-Buenas noches, señor Assid. Me permite hablar con usted.
El doctor Ruiz Palafox.
-Es sólo una recomendación hecha con todo respeto. Se
trata de la muchacha que trabaja aquí, Alicia; Lisha. A mí me
consultó por un problema de insomnio. Le receté somníferos. Pe-
ro ahora, por su protección, he dejado de extenderle las recetas.
Le pido por favor que me ayude y que no le surta más las pas-
tillas.
***
Sammy recuerda que esa madrugada dejó en el hotel a Li-
sha con una borrachera infeliz.
Al regresar al sitio de taxis advirtió que ella había olvidado
la bolsa y decidió regresar. Cuando llamó a la puerta de su cuar-
to escuchó un ruido. Convenció a don Juan de que abriera. Lisha
yacía desmayada sobre elpiso del baño. Mientras don Juan seco-
municaba con la Cruz Roja, Sammy metió a Lisha bajo el chorro
de agua fría.
Al día siguiente Lisha le contó sobre la mujer.
Sammy recordó un episodio de su niñez en Luisiana y se
quedó callado.
***
Rito consumado es
Un mes después estoy de regreso en el Onassis.
-Fue un suicidio, señor Assid. Mariana, m'hija, sírvanos
igual ...
La ronca voz de Núñez, el agente judicial.
Oscuro río inmóvil.
76
-Le digo que fue un suicidio porque estuvo a mí cargo la
investigación del caso. Así lo dictaminé: muerte por sobredosis de
barbitúricos. Mire, Assid, en el departamento de homicidios uno
se acostumbra a tratar con cadáveres. La muerte es un suceso
tan cotidiano que se convierte en una especie de compañera de
trabajo; pero esta vez me resultó penoso revisar el cadáver de la
Lisha. ¿Por qué se suicidó? Quién sabe. Tal vez una crisis depre-
siva lo explique. ¿Dónde conseguía las pastillas? Usted se las
obsequiaba, pero también las pudo conseguir en cualquier otra
parte. ¿Verdad?
Esférico azar secreto.
***
-Hasta mañana, mi estimado Búho.
Don Juan oye el eco redondo que producen los tacones de
Lisha al subir por la escalera del Hotel Río.
En el pasillo ella apura el paso cuando cruza frente a su
antiguo aposento.
El metálico número 16, incrustado en la puerta de madera,
le ocasiona un escalofrío. Todavía. No obstante que han transcu-
rrido casi dos meses desde la última crisis.
Entra a su habitación. Se dirige al baño y observa sin á-
nimo su rostro en el espejo. Las ruinas del tiempo.
Entonces cree ver -<le soslayo- una movediza sombra en
la recámara. Pero el cuarto está vacío.
Se recuesta sobre la cama, cierra los ojos y emite un sus-
piro de descanso.
Piensa -sin saber la razón- en el señor Assid.
Ve la imagen de una bola de cristal.
Entonces abre los párpados.
La mujer está ahí otra vez. Tan cercana que percibe el
olor de su cuerpo. Sostiene entre sus dedos la pequeña botella
con pastillas.
Lisha se repliega en la cabecera elela cama y le grita:
77
 -¡Ya estuvo suave! Esta vez estoy sobria y sabe qué: yo XXVIII
creo en la Virgen de Guadalupe. ¡Así que en su nombre le orde-
no que-se vaya mucho a la fregada! Séptimo Libro de Kaspar
La mujer curva plenamente los labios en una sonrisa. comúnmente llamado
Deposita la botella sobre el buró en el aro de luz amarilla de la
lámpara. :ffiORADA
Lisha afronta su mirada. Adiós. La mujer -en su entallado
vestido de los años cincuenta- se inclina ante el sillón para tomar
su bolso de mano y sale por la puerta.
El sonido de los tacones que se alejan por el pasillo
El silencio retorna. {!C apítulo 1
El tiempo parece ahora girar lentamente en un círculo
1 Y en los últimos tiempos el Hotel Río fue mi morada.
hasta que Lisha escucha voces en el pasillo.
-No. Ya te lo dije. Conmigo no.
-Pero la empatía ...
-Eso ve y díselo a tu tía.
Enseguida el portazo.
Una joven está dentro de la habitación, recargada contra
la puerta, mira hacia el techo con un gesto de ebrio fastidio.
Huele a perfume y cerveza.
Es pequeña y robusta. Viste un extraño atuendo. Le lla-
ma la atenéión de inmediato las botas; son botas militares que
bien pudieran pertenecer a un soldado. Usa un austero vestido
de minifalda negro y carga una mochila, negra también, que ha
dejado caer sobre el sillón. No lleva medias. El cabello -teñido pe-
lirrojo- tiene un corte masculino, inclusive está rapada su nuca.
La joven pasa al baño.
Lisha comprende entonces -sin temor ni odio- la realidad.
Sabe que el tiempo ya es otro, 1995. Sabe quién es la mu-
chacha. Sabe cómo debe proceder.
-¿Qué está haciendo usted en mi cama! -dice la joven con
semblante de niña asustada.
Lisha responde:
-Es inútil. Tu vida es inútil. No tiene caso que te resistas.
Tómate estas pastillas. Déjame descansar ...

78 79
 XXIX -Eso está allá arriba
-Sí.
-Bien. Pues quiero un cuarto allá arriba, en la misma a -
<!EL ENCUENTRO la. Debe ser la mejor. Aquí tiene el importe de una semana. Quiero
subir a revisarlo y cuando baje le doy los datos. Permítame la
llave.
i -Cuarto 15.
1
/.i% s casi medianoche. Genovés estaciona el Mercedes Benz en Genovés y El Griegovan al cuarto 16.
/ "1,..t1a acera frente al Hotel Río. Oscura calle Galeana. Observa Llaman a la puerta y aguardan. No hay respuesta. Papa·
/ junto con Papadakis durante un momento la puerta arqueada del
dakis extrae una llave, la inserta en la cerradura y la abre. Empuja
l., edificio. Fría luz solitaria. lentamente. Entran.
- =Voy a entrar a...
Iluminado por una pequeña lámpara de pantalla ama-
-¡Mira! -lo interrumpe El Griego.
rilla, sobre el buró, un cuaderno abierto resplandece. Penumbra
En el umbral, a contraluz, un hombre alto, rubio, de tra-
es el resto del ámbito.
je negro. Kaspar Edelweiss. Permanece ahí detenido. No saben
Genovés lo recoge y lee en silencio:
si los está viendo. Luego gira y camina en calma rumbo a la ca-
lle Lerdo. PREMONICION
-Voy a seguirlo -apresura Papadakis.
-No-lo detiene Genovés-. No lleva maleta y además
Capítulo 1
tenemos que cerciorarnos que es él.
1 Y aquellos hombres (vosotros) entrarán a mi aposento,
Dejan el automóvil y entran al lobby del hotel.
y hallarán este cuaderno y leerán estas palabras.
Sucios mosaicos azules. Un buen hotel descuidado y vie-
2 Y después no podrán encontrarme, jamás;
jo. El recepcionista es un hombre viejo y somnoliento, que denota
3 Porque de mí sólo quedará este Verbo.
escasa inteligencia.
-Buenas noches, señor -dice Genovés impostando autori-
Al finalizar mira a Papadakis con franca incredulidad y
dad-. Una persona, conocida de nosotros, llega a la ciudad esta
le entrega el cuaderno.
noche. Piensa quedarse una semana. Nos recomendaron mucho
-¡Por Zeus! -exclama El Griego y lo arroja, como si le hu-
este hotel. Nos dijeron que incluso aquí se hospedan turistas ex-
biera quemado las manos, cuando termina de leer.
tranjeros. ¿Es cierto?
-Sí, señor.
Genovés lo mira con escepticismo.
-¿Tienen hospedado algún extranjero ahorita?
-Sí señor.
-¿En qué cuarto?
-En el 16.

80 81
 XXX
Octavo Libro de Kaspar
comúnmente llamado

f)REMONICIÓN

(!C apítulo 1
1 Y aquellos hombres (vosotros) entrarán a mi aposento,
y hallarán este cuaderno y leerán estas palabras.
2 Y después no podrán encontrarme, jamás;
3 Porque de mí sólo quedará este Verbo.

jfIN
 Índice

®énesis / 1

11
Ji.os Buenos Luteranos /6

III
$!anta Shiva / 11

IV
fltlax ! 12

V
$!odoma I 15

VI
~ar La Unión/ 16

VII
QEISermón de los Gnósticos I / 18

VIII
¡l)or Zeus! / 28

IX
QEISermón ele los Gnósticos r 1 I 25
X
~\eh1mpagos ck~Arena / 29

XI
<fl Sermón de los Herejes / B1

XTI
QEl Fa rol I :3:3
 XIII XXVI
~gustín / 36 Qf:anción de cuna I 73

XIV XXVII
JLa Maldición I 38 JLas lunas del río I 74
XXVII
XV
;flflorada I 79
JLa Shina I 42
XXVIII
XVI
Qeonversación con el Ángel I 43
er encuentro I 80

XXIX
XVII
~rernonición I 82
QElEvangelio I 44

XVIII
=! JLas Ovejas y el Pastor/ 46
,.
~~
XIX
3T ehová y el médico I 50
~
1 XX
Job/ 52

XXI
JLa Tentación I 55

XXII
QElotro Charnuco / 59

XXIII
~ienaventuranza I 66

XXIV
~ofía / 70

XXV
~pocalipsis / 72