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Ander Chaverra Salas ITER.

DIOS COMO PADRE SEGÚN TERESA DE ÁVILA

Para Teresa de Ávila Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo; espontaneidad y gracia caracterizan su
trato con Dios y profundidad en el sentido teológico de la oración y acción.
El papel de Padre/Madre ha venido cambiando a través de los tiempos, antes el protagonismo de
ellos era evidente, pero esto se ha enfrentado a diferentes aspectos como mucha libertad, rasgos
autoritarios en algunos casos y por la muerte de padre o madre (distanciamiento) que generan
una serie de problemáticas; como jóvenes desprendidos, desmotivados y sin afecto y a la hora de
hablarles de paternidad divina, genera en ellos incertidumbre y desconfianza llamar a Dios
Padre, por la experiencia que han tenido carente de valores y afecto.

PADRE-HIJO- ESPÍRITU SANTO


Teresa no ha aplicado una teología o doctrina, todo parte de su vivencia. Se refiere a Dios como
El Señor, Su Majestad. Resalta en su autobiografía "Las Mercedes y los regalos" dados por Dios
y la respuesta ruin que da ella al Señor, por los altibajos en su vocación, de los peligros que
estuvo expuesta y la protección de Dios al no perder el camino.
Al padre se llega por medio de Cristo y Jesús lo dice en Mateo 11,27; "Nadie conoce plenamente
al Hijo sino el Padre y nadie conoce plenamente al Padre sino el Hijo" y "Yo lo conozco porque
procedo de él y él me ha enviado (Juan 7,29).

Hay comunicación directa entre el Padre y el Hijo; se conocen se deleitan, hay reciprocidad;
siendo uno sólo son distintos. Para Tomás de Aquino el Padre es el propietario, la primera
persona divina diferente al Hijo y al Espíritu y la filiación es la relación entre la divinidad y
humanidad de Jesús. El Hijo y el Padre viven en entrega de amor y ese amor se abre y dilata en
una entrega común de un tercero y es el resultado de ese sentimiento entre el Padre y el Hijo, el
Espíritu Santo.

En la encarnación, el Hijo se hace hombre y es parte de la Trinidad; de allí la filiación de Jesús,


la paternidad de Dios y el amor del Espíritu. Teresa indica que las tres personas participan en la
encarnación. El Padre la origina, el Hijo la realiza mediante el Espíritu, sin olvidar que son un
solo Dios.
Como cristianos, identifiquemos un solo Dios unido en tres personas distintas (perijóresis), esta
teología tiene su origen y razonamiento en Mt. 28, 119 "Enseñad a todas las gentes
bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta unidad e
indivisibilidad y obrar de la Trinidad, incide en la relación con el hombre; lo que se le haga a uno
se le hace a los tres; si ora a uno se ora a los tres, si se ofende a uno se ofende a los tres.
PADRE NUESTRO
Padre nuestro que estás en los cielos. Entre el Padre y el Hijo hay reciprocidad íntima,
conocimiento mutuo, unidad en el amor, unidad vital del ser. Jesús hace mención al resucitar en
Juan 20,17 "voy a subir a mi Padre y a vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios"; haciendo
diferencia entre ambas filiaciones, esa unidad de Jesús y el Padre se extiende al hombre por
medio de la fe.
Por esta filiación somos liberados del pecado, nos justificamos y nos divinizamos; somos
beneficiarios ante el Padre del perdón de los pecados, Él nos sostiene, renueva y consuela porque
en el Padre hay todo bien cumplido y por medio de Jesús somos coherederos.

Teresa enfatiza en la honra del Padre, admiración del sacrificio de Jesús, en la participación del
Padre en la redención del Hijo, pues el Hijo hace la voluntad del Padre; ellos están unidos en el
querer y la voluntad, en una estrecha relación, una mutua inmanencia (perijóresis) Juan 14, 10-
11.
Según la cosmografía bíblica, el universo tiene tres planos: Cielo, tierra e infierno. La sede de
Dios es el cielo, que trasciende a toda realidad terrena; está unido a su obra creada y presente en
todas partes; dónde está su majestad está la Gloria. Es Dios porque se posee, no tiene fin, no se
contiene, da y mantiene la existencia de todo es la omnipresencia de Dios es inespacial.

Para Teresa, el cielo no es un lugar en el espacio donde está Dios; la gloria comienza ya en esta
vida. Dios es presencia porque está presente en su obra, potencia porque su poder se conserva en
su obra y esencia porque se identifica con su operación. Ella desde su experiencia mística
profundiza en la eucaristía; en las Exclamaciones, allí describe las oraciones después de la
comunión; en su cercanía con Dios reconoce sus limitaciones siendo consciente de su ruindad.
Al acercarse a Dios, la divinidad se va reflejando; somos como un diamante o espejo y todo el
actuar se refleja allí. En nuestro encuentro con Dios, la creación se revela, eso es un misterio;
donde el alma conoce a Dios recibiendo su luz y espíritu que ilumina no desde fuera sino desde
adentro. Al vivir esa Omnipresencia Divina se trasciende a todo. En en la contemplación
teresiana uno vuelve hacia sí mismo, a vivir la presencia de Dios como una forma de vida, una
relación basada en el amor y la amistad que crece y se desarrolla. Esta relación filial con Dios se
vive de manera auténtica desde el Hijo, participante de la comunión sustancial que él tiene con el
Padre; Él nos ha dado lo más preciado, su Hijo, al Espíritu Santo y a la Virgen, lo esencial y más
amado que posee; no siendo paternalista protege y ama a sus hijos. Esta filiación-divinización
del ser humano se desarrolla mediante el matrimonio espiritual: La oración, generando un
compromiso evangélico y acciones en donde surgen obras nuevas

SANTO Y SANTIFICADOR
"Santificado sea tu nombre" el hombre, en el acto de santificar, glorificar, alabar y bendecir al
Señor ha sido poco y pobre. La santidad sólo le pertenece a Dios, sólo quienes se relacionan con
lo divino participan de ellos y sólo Dios la santifica por el Padre en Cristo y en su Espíritu Santo.
La acción santificadora llega al hombre con mayor intensidad y él la santifica cuando en su vida
refleja el actuar de Dios, quien lo acoge como Padre de Jesús y de toda la humanidad.
El clamar por que venga el reino de Dios, nos ayuda a cumplir su voluntad porque el hombre
solo no puede hacerlo y mediante la oración auténtica nos lleva abandonarnos a la voluntad
divina. Jesús nos enseña a relacionarnos con Dios, mediante la palabra Padre, consecuencia de
su relación íntima Padre-Hijo.
La experiencia mística de Teresa no refleja nuevos conocimientos en la fe, sino que la hace vivir
más intensa y que nos hace buscar a Dios para vivir una transformación personal, movidos por el
amor a Dios, al prójimo, orando, actuando y siguiendo la relación Cristo-Padre y el servicio al
hermano.
.
ARGUMENTACIÓN SANTO Y SANTIFICADOR
En nuestra oración del Padrenuestro decimos: "santificado sea tu nombre". Es como un desearle
el bien a Dios. ¿Podemos nosotros santificar el Nombre de Dios que es santo?

El hombre creado por Dios, le corresponde bendecir a su Creador por lo que Él es y por los
beneficios que ha recibido de Él.
Es nuestro deber como hijos agradecer, bendecir, respetar a los padres, quienes nos dieron la
vida. Cuando hablamos de que hemos sido creados, comprendemos que lo hemos recibido todo
de Dios, ¡incluidos nuestros padres!

Santificar el Nombre de Dios significa ponerlo por encima de todo, honrarlo, alabarlo, reconocer
su santidad, su majestad, la maravilla de sus dones, confiarse a Él, reconocer su omnipotencia,
cantar y celebrar su belleza. El corazón humano se ensancha cuando bendice a su Creador y
Padre.

Jesucristo nos dio a conocer el Nombre de Dios (Jn 17,6) y con su ejemplo, nos enseñó a
alabarlo: "Padre, glorifica tu Nombre." (Jn 12,28). También María nos enseñó a alabar a Dios
cuando en el Magníficat glorifica la grandeza del Señor.

El nombre de Dios revela su santidad, su divinidad. No es que nuestras oraciones santifiquen a


Dios, pues Dios ya es santo, sino que, además de bendecirle y alabarle, le pedimos a Él que su
Nombre sea santificado en nosotros. Es una súplica por nuestra perseverancia en la carrera a la
santidad que iniciamos en el bautismo. Tenemos necesidad de continua conversión. Por eso
todos los días, al rezar el padrenuestro, lo que hacemos es pedir a Dios que nos lave, que nos
santifique, que nos purifique.

Debemos considerar no solamente lo que Dios hace para santificarnos, también lo que él pide
que hagamos para cooperar en este trabajo bilateral. Reconocemos que la santificación es la obra
de Dios, aunque el hombre tratare de santificarse a sí mismo no sería santo. Pero Dios jamás
santifica a nadie a la fuerza; Dios santifica a los que cumplen sus requisitos. Contribuye a nuestra
santificación: La Santísima Trinidad, la Palabra de Dios y la fe.

APLICACIÓN PASTORAL

En que aporta la espiritualidad de Teresa de Ávila.


Teresa de Ávila nos recuerda una vez más que el Dios cristiano es un Dios Trinitario, un Dios
unitario, el cual tenemos una manera de acceso o conocimiento: La experiencia de Jesús; nadie
puede conocer al Padre engendrado sino llega al conocimiento del Hijo; conocer el Hijo es verle
y vivenciar al Padre, porque el Hijo procede del Padre, Él lo ha enviado. La filiación no puede
ser un caso fuera de la realidad que vive el Hijo, podemos observar fácilmente en la realidad de
Teresa de Ávila como sale a relucir la experiencia del Señor como procedente de toda la
experiencia trinitaria. No viene Jesús a hacer o estar en medio de nosotros como un hombre que
no tiene nada con la humanidad, antes bien; es el hombre que tiene una comunicación directa
como Hijo ante su Padre. Hay una reciprocidad mutua e íntima que nos invita por medio de la
contemplación a volver a sí; a experimentar en el alma el reflejo de la santidad que nos regala el
Padre. Ese volver a nosotros mismos solo lo podemos realizar cuando nuestra vida fluye como
un caudal hacia Dios Padre nuestro como Señor Trinitario

Elementos relevantes para el cristiano de hoy


Unidad en el amor, eso lo podemos detallar en la Perícopa de Jn 20, 17 donde Jesús después de
resucitar va decir: “Voy a subir a mi Padre y a Vuestro Padre, mi Dios y Vuestro Dios.” A pesar
de nosotros no entenderlo a él, Jesús nos sigue justificando y nos asume como hermanos suyos.
Teresa de Ávila nos insiste en que debemos honrar a Dios, por medio de su extasía gracia dada
por Dios, de su experiencia profunda con Jesús donde ha identificado su filiación de hija, nos
compromete a estar siempre en frecuente relación con Dios como principio y fuente de todo
nuestro compromiso de bautizados, hacemos la voluntad de Padre; somos hijo suyo. Por esta
razón los cristianos somos redimidos por que el Dios que nos creó y además de crearnos asume
nuestras flaquezas.

Compromisos pastorales para la comunidad cristiana


El vivir la experiencia del DIOS cristiano, del Dios trinitario la santa NOS va decir que es
necesario volver hacia sí mismo, indicándonos que implica vivir la presencia de Dios como una
forma o estilo de vida, todo ello para acrecentar y abrirnos a la gracia de Dios, el sello definitivo
nos lo dará la vivencia filial como hijos partiendo con esa comunión perijorésica como la gran
unión perfecta de las tres divinas personas.
El entender la santidad como asunto de Dios, que solo quien tiene una relación con Él puede
obtenerla en el Hijo por el Espíritu santo. Esto debe ser de gran importancia para la catequesis
cristiana hoy. Esto nos confronta ante la realidad del espíritu y tendríamos que preguntarnos en
nuestras comunidades de fe. ¿Tenemos al Espíritu como parte fundante en nuestra realidad de fe?
¿Nuestras estructuras físicas como son los Templos, refleja la realidad que nos suscita esta
experiencia trinitaria? ¿Nuestra planeación compone todos los elementos y significancia de la
relación entre el Padre-Hijo-Espíritu santo? Hoy más que nunca la vida de santa Teresa de Ávila
nos da muchas luces para hacer de la teología pastoral caminos conscientes que nos permitan
llegar a puerto seguros, donde sea la acción del espíritu Santo como tercera persona de la trinidad
que guíe nuestra forma de integrar la realidad trinitaria.

BIBLIOGRAFIA

-Schökel, Luis Alfonso. La Biblia de Nuestro Pueblo.

-García Mateo, Rogelio. Dios como Padre según Teresa de Ávila. Estudios Eclesiásticos: Revista
de investigaciones e información teológica y canónica ISSN 0210-1610 Vol. 88 No. 344, Págs.
119-142.

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