Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
La Psicolingüística describe las conductas pero también debe inferir qué sucede en la mente
de los hablantes, los estados mentales que son la causa de la conducta observada.
La Psicolingüística es una disciplina experimental. Uno de sus objetivos es la validación
mental de los modelos gramaticales, por ejemplo, que Sujeto y Predicado son categorías mentales y
no sólo gramaticales.
La Psicolingüística describe las conductas pero también debe inferir qué sucede en la mente
de los hablantes, los estados mentales que son la causa de la conducta observada. Para esto plantea
modelos de funcionamiento.
La mente es el resultado de la organización peculiar del cerebro, que le confiere determinadas
propiedades funcionales. Entiende que la mente no es una sustancia distinta del cerebro.
La psicolingüística es una disciplina experimental. Para que tengamos claro los alcances de
esta afirmación digamos que uno de sus objetivos es la validación mental de modelos gramaticales.
Si una teoría gramatical afirmara que las oraciones tienen sujeto y predicado, que el sujeto es
aquello de lo que se habla y el predicado es lo que se dice del sujeto, la psicolingüística debería
poder mostrar que, efectivamente, sujeto y predicado son entidades mentales, no solo oracionales.
La psicolingüística no puede limitarse a observar; quien observa no puede ver más que
aquello que se le aparece ante sus ojos, por lo que se le ocultan los verdaderos fenómenos.
Para entender el funcionamiento de la mente, necesitamos contar con un modelo de
funcionamiento. Si disponemos de un modelo, armado de modo hipotético a partir de los datos
disponibles, tendremos la posibilidad de buscar en la realidad de las conductas lingüísticas
observables los datos que necesitamos en lugar de recibir de un modo pasivo los que se nos ofrecen
de manera espontánea.
Por ejemplo, algunas palabras han sido clasificadas históricamente como ambiguas, algunas
como polisémicas, algunas como homónimas, muchas veces superponiendo las clasificaciones.
Si queremos indagar si esta noción tiene entidad mental, además de ser una distinción útil en
una teoría gramatical, debemos poder demostrar que sucede algo diferente cuando se utiliza este
tipo de palabra que cuando se utiliza una palabra de las llamadas no ambiguas. Por ejemplo, si se
tarda más tiempo en reconocer una palabra ambigua que una no ambigua, si se tarda más tiempo en
leerla, en escribirla, etcétera. Si no encontramos ninguna diferencia, nos deberemos preguntar
seriamente si la ambigüedad es una realidad del lenguaje o simplemente una necesidad de la teoría
lingüística. ¿Cómo podemos hacerlo? Una buena posibilidad es diseñar un experimento.
En psicolingüística podremos medir el tiempo que demora un sujeto en responder a un
estímulo lingüístico al margen de sus motivaciones, intenciones, buen o mal humor, cultura, grado
de escolarización, etcétera. Los experimentos son importantes porque para entender las causas del
lenguaje no tenemos otro camino que inferir de las conductas observables lo que sucede en el
cerebro: como dijimos, no podemos abrir la cabeza de una persona como si fuese un melón para ver
si encontramos allí la ambigüedad o la polisemia.
Para comprobar, entonces, la ambigüedad o la polisemia de una palabra deberemos recurrir
a una situación artificial, experimental, en la que las palabras aparezcan sin la intención
comunicativa del hablante y del oyente; aparecerán aisladas, en soporte sonoro o escrito. En esta
situación experimental podremos ver qué validez mental tiene hablar de ambigüedad de las
palabras; en el habla cotidiana esto es muy difícil porque el contexto puede seleccionar uno de los
significados posibles con lo que la supuesta ambigüedad desaparecería.
Innatismo
Piaget supone que nacemos con lo que él llama Núcleo Innato Básico (NIB) general para
todos los dominios cognitivos. Este NIB es un conjunto (reducido) de información genética, es
decir, lo tenemos todos al nacer como miembros de la especie. Cuando decimos que la inteligencia
y el mecanismo general de aprendizaje operan en todos los dominios queremos decir que tanto una
como el otro se aplican tanto para aprender (luego dominar, controlar y producir) el lenguaje, los
ejercicios o problemas matemáticos, lograr caminar y correr, andar en bicicleta, cocinar, tocar un
instrumento, dibujar, etcétera. Cuando nace, un bebé no sabe hablar, ni caminar, ni dibujar, ni
manejar bicicletas o tocar un instrumento, por lo que deberá aprender a hacerlo; aplicará la
inteligencia en todos los dominios. Si decimos que uno de los mecanismos de aprendizaje es, por
ejemplo, la prueba y el error, esto será válido siempre. Para Piaget la especie humana “aprendió” a
hablar en algún momento de la evolución, en el origen de los tiempos; logró hacerlo por poseer una
inteligencia superior a las otras especies. Una vez conquistado este instrumento, se transmitió y se
transmite de generación en generación: es un tesoro que transmitimos y cuidamos porque es
imprescindible para el correcto funcionamiento social. Este proceso evolutivo no tiene, es claro,
vuelta hacia atrás: hoy, a esta altura de la evolución como especie y a esta altura de la evolución
social, necesitamos del lenguaje y por eso lo enseñamos a nuestros hijos e hijas. El medio en que se
desenvolverá la cría humana obliga al aprendizaje del lenguaje
Para Chomsky, por el contrario, dentro de la información genética que tenemos como
miembros de la especie humana, está la capacidad lingüística, el lenguaje. Los seres humanos,
también como consecuencia de esa herencia genética, tenemos un cerebro configurado en distintos
módulos, dentro de esos módulos está el módulo del lenguaje. Los módulos son relativamente
autónomos, es decir, no se conectan entre sí. Cada módulo se ocupa de un dominio específico, es
decir, el módulo lingüístico se ocupa del lenguaje, no de resolver dibujos, tocar un instrumento,
resolver ejercicios matemáticos ni caminar. Para decirlo en términos sencillos y para contraponerlo
con Piaget, los seres humanos estamos condenados a hablar, a producir y comprender oraciones; los
bebés no eligen hablar, no tienen más remedio que hablar. Por este motivo, según Chomsky y sus
seguidores, no podemos hablar de aprendizaje del lenguaje. Aprendemos a andar en bicicleta, a
tocar la flauta, a resolver ejercicios de tres simple o de raíz cuadrada porque no estamos
genéticamente dotados de un modo específico para ello, pero no aprendemos a hablar ni a caminar,
porque estamos genéticamente obligados a hacerlo. Hablar y caminar es como que nos crezcan los
brazos, digerir los alimentos o llegar a la pubertad: ninguno deja de hacerlo y lo hacemos desde que
existimos como especie. En cambio, no todos aprenderemos a tocar la flauta, a andar en bicicleta o
a hacer huevos fritos.
Para Vygotski el lenguaje humano es también el resultado de un proceso evolutivo pero, a
diferencia de Piaget, no es un producto de la inteligencia sino del trabajo. Para este autor, el pasaje
del antecesor homínido al ser humano se da cuando deja de ser un recolector o cazador que vive en
manada pero realiza las tareas en forma individual guiado sólo por sus instintos y reflejos para
proceder al trabajo y a la división social del trabajo. El lenguaje es un instrumento imprescindible
para garantizar el éxito de esta división. El trabajo es una tarea que sólo realiza la especie humana,
implica la transformación de la naturaleza, una modificación del hábitat y no un mero apropiarse de
los frutos que la naturaleza ofrece. Implica, por ejemplo, que la manada no se limita a satisfacer sus
necesidades: realiza tareas porque no quiere sufrir necesidades; no cuida a sus hijas o hijos y
ancianos por instinto sino porque prepara a unas para que los reemplacen y a otras para aprovechar
su experiencia y sabiduría. El lenguaje surgió para facilitar el trabajo, pero no nació de un modo
súbito. El lenguaje debió haber tenido un desarrollo propio. En efecto, de cubrir una necesidad
inmediata para que los miembros de un pequeño grupo se pudieran comunicar para coordinar sus
tareas pasó a ser instrumento de expresión, de formación de conceptos completos, de soporte
material de la conciencia. Ya conocemos, en general, las tendencias contrapuestas que intentan
explicar la naturaleza del lenguaje, en los capítulos siguientes veremos cómo funciona.
Presupuestos básicos de la psicología cognitiva
El presupuesto mentalista supone que a la actividad humana no puede ser entendida ni explicada
cientificamente sin apelar a constructos internos (mentales), como antecedentes causales del
comportamiento.
El presupuesto funcionalista, en cambio supone que la mente es una sustancia distinta del cerebro
y el resultado de la organización peculiar de éste que le confiere determinadas propiedades
funcionales.
El presupuesto computacional supone una forma válida de describir los fenomenos mentales con
fines explicativos como procesos de cómputo.