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Abuso sexual

infantil intrafamiliar
Introducción
En el presente trabajo puntualizaremos algunas cuestiones acerca del abuso sexual en la infancia
generado al interior de la familia, donde el abusador es el padre, la madre, un, hermano mayor,
tío padrastro u otro integrante de la misma. La salvedad se debe a que el tema en cuestión es muy
amplio y el lugar del abuso también puede estar fuera de la familia, en instituciones deportivas,
educativas, religiosas, internados, etc. En ese caso el abusador es habitualmente un sujeto que
ocupa un lugar de jerarquía: como directivo de una institución, sacerdotes, profesores, etc. en
contacto con niños, por lo tanto esta segunda situación amerita un encuadre específico que no
será tratada aquí a otra explicitación necesaria es que lo abordado aquí privilegia dos temas:
características del vínculo incestuoso y algunos aspectos de la configuración familiar del niñ@
abusado a fin de que el alumn@ (a quien va destinada esta lectura) logre una aproximación
inicial al tema.

Abuso sexual infantil intrafamiliar

El abuso sexual infantil, constituye una de las formas mas extremas de violencia en tanto
arremete contra el desvalimiento y la vulnerabilidad del niñ@. En relación al tema propuesto
podemos decir desde el sentido común que estamos frente a un adulto excitado con un cuerpo
infantil que apela a todas las estrategias posibles para acceder sexualmente al niñ@ con
el objetivo de lograr su goce personal. Se lo podría comparar con un depredador volando
sigilosamente sobre la presa elegida.

Tradicionalmente el imaginario social cree que es un “pobre” o “borracho” arrojándose todas


las noches con violencia sobre el cuerpo de su pequeña hija. Por ello es necesario aclarar que
el abuso sexual de niñ@s no es por lo general una violación que irrumpe de de golpe en la vida
cotidiana, sino una situación promovida por un miembro de la familia a través de seducción o
atrapamiento psicológico y físico, de niñ@s aproximadamente desde los 3 años en adelante.
Diversos estudios dan cuenta que cesa alrededor de los 22 años o antes si la víctima amenaza
con denunciar o romper el silencio.

“Se considera abuso sexual infantil al hecho de involucrar a un niño/a en actividades sexuales
que no llega a comprender totalmente, a las cuales no está en condiciones de dar consentimiento
informado o para las cuales está evolutivamente inmaduro y tampoco puede dar consentimiento,
o en actividades sexuales que transgreden las leyes y las restricciones sociales. El abuso sexual
infantil se manifiesta entre un niño y un adulto o entre un niño y otra persona que por su edad
y su desarrollo, se encuentra en posición de responsabilidad, confianza o poder.
Estas actividades cuyo fin es gratificar o satisfacer las actividades de la otra persona- abarcan
pero no se limitan a la inducción a que un niño se involucre en cualquier tipo de actividad
sexual ilegal, sino, también a la explotación de niños a través de la prostitución o de cualquier
otra forma de prácticas ilegales y la explotación de niños en la producción de materiales y
exhibiciones pornográficas.”
Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) 2001

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Intentemos desglosar aspectos de esta definición. El involucramiento del adulto con el niño/a
tiene un objetivo primordial: satisfacer las necesidades sexuales y de poder del adulto, por lo
tanto todas las acciones se desplegarán en torno al logro de ese objetivo.

El adulto es un sujeto con experiencia y desarrollo de su sexualidad, con conocimiento suficiente


para resguardarse del entorno y de las leyes. En consecuencia el abusador es consciente de
sus actos y actúa voluntariamente para mantener la relación en secreto. Es justamente esta
capacidad de discernimiento la que lo obliga a desplegar una serie de “destrezas” para, entre
otras, ocultar el hecho.

Estrategias implementadas por el abusador

Este abusador, ubicado dentro de la familia, toma a la niñ@ como si fuera un adulto y le atribuye
deseos y sentimientos, como, así también, le demanda correspondencia erótica semejante a las
de un adulto.
El abuso en todos los casos incluye coacción de modo implícito o explicito; la víctima no accede
por propia voluntad, el abusador despliega para lograr su cometido una serie de estrategias de
atrapamiento.

Una de ellas la vehiculiza través de la comunicación cuyo objetivo es crear confusión, culpa,
alternando ternura y violencia, gratificación y amenazas veladas. La mentira permanente del
abusador aprovechándose de la confianza de la víctima inmersa en una relación desigual,
altamente asimétrica “… le hace creer al niño que es normal que la relación se organice de
ese modo, puesto que en todas las familias los padres tienen relaciones semejantes con sus
hijos. Los argumentos apuntan a que la víctima se crea que es la única beneficiaria o la única
sacrificada del grupo. Esta impostura confunde a la víctima colocándola en un lugar ambiguo,
creándole la “ilusión” de que es la destinataria elegida, la preferida, dotada de cualidades
superiores a las de sus hermanos, la encargada de mantener el secreto y la unidad familiar. Para
lograr este cometido el abusador utiliza un discurso conminativo que le impide a la víctima
toda posibilidad de discernimiento, de reflexión. En este sentido el abusador se reafirma en
su propósito de apropiación y cosificación del niñ@ dejándola inerme y obturando todas
las posibilidades de salida. Esta situación, instalada en el tiempo, provoca en la víctima el
denominado síndrome de acomodación del niño/a al abuso sexual infantil.

En este proceso de abuso el niño/a atraviesa situaciones confusas, ambiguas, indefinidas que
lo llevarán a consolidar aquellos aspectos que el abusador persigue tenazmente: mantener el
secreto, convencer al niño/a de que nadie debe enterarse aunque la víctima percibe que lo
que está sucediendo no es bueno; introducirle el temor a la desprotección; este sentimiento
le produce profunda angustia y ante la amenaza de perder el amor o la seguridad familiar
continua sometiéndose sumisamente a los episodios sexuales previstos por su abusador.

A través de las estrategias de captación, es decir, lograr la confianza plena de la víctima,


con el objetivo de lograr un atrapamiento sin posibilidad de salida, el abusador se vale de
contactos visuales, táctiles, verbales que provocarán una mayor vulnerabilidad en el infante
que justamente atraviesa una etapa etárea donde la demanda de protección, la confianza y los
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aprendizajes se encuentran en pleno desarrollo.
El contacto visual constituye una vía de captación poderosa en tanto es usada por el abusador
operando en la víctima sentimientos confusos, actitudes paralizantes, en tanto porta la intensidad
del deseo sexual:

“Los niños señalan la confusión que les causaba la mirada del abusador. Para la víctima el
mensaje que pasa a través de la mirada es indecible y al mismo tiempo inevitable, porque
anuncia el paso al acto y excluye las escapatorias. Estas miradas descritas como ilegibles,
imposibles de decodificar, confunden las fronteras entre la ternura, el amor, el deseo sexual y
el crimen.”

El contacto corporal para el abusador tiene una finalidad sexual pero, al niñ@ lo sumerge en
un abismo cada vez mas hondo en tanto no logra descifrar el significado de los tocamientos en
los genitales, los besos en la boca, por ejemplo, y el comportamiento del adulto excitado que
acompaña los mismos con mensajes persuasivos o amenazantes a fin de arribar a su objetivo.
El avasallamiento en el cuerpo del niño/a va sumiendo a este/a en estados de confusión,
aturdimiento al mismo tiempo que es iniciado en sensaciones de placer inexplicables para
él./a Perrone R. aportó el concepto de “hechizo” como el arma decisiva del abusador para
lograr el atrapamiento de su víctima. El término hechizo lo utiliza marcando la diferencia con
la “seducción”. Define al primero como “…. una forma extrema de la relación no igualitaria,
el hechizo se caracteriza por la influencia que una persona ejerce sobre la otra, sin que ésta lo
sepa, este aspecto es esencial y específico.”

En la seducción, si bien opera la atracción, el embelesamiento, la fascinación y hasta el engaño,


no obstante el otro tiene conocimiento y libertad de aceptar o rechazar. En este caso la víctima
no tiene opción dadas las condiciones de indefensión en las que se encuentra al ser invadido
en casi todos los territorios, produciendo por lo tanto un debilitamiento y confusión progresiva
que obnubila sus acciones y pensamientos.

Todo lo anterior explica la conducta del niñ@ abusado que finalmente obedece, se somete,
pacta, se avergüenza, y se adueña de ell@ un poderoso sentimiento de fatalidad.

Aproximación a estudios sobre la personalidad del abusador.

La personalidad del abusador de niñ@s tiene conductas semejantes a la del hombre que ejerce
violencia de género, por ejemplo, y desde un punto de vista social en muchos casos se presenta
también con la “doble fachada”; sujeto atractivo con puesto jerárquico, respetado por la
comunidad, padre afectuoso, presente en la escuela de su hij@, amigo solidario o compañero
de trabajo insospechable; suele llevar a ese colectivo de su entorno a dudar o minimizar los
hechos.
Es que ante la evidencia del horror el psiquismo humano necesita protegerse y levanta
mecanismos defensivos que le permitan negar lo que ve, sentir que aquello que se corrobora,
no es tal, es decir: aquello que está ahí, no está.

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Esto explica en parte por qué la familia, o allegados del abusador, así como miembros de
instituciones educativas tienden, frente a la denuncia evidente, a negar y pronunciarse por la
defensa acérrima del victimario, aferrándose a los mitos tranquilizadores como la atribución de
los hechos a “viejos verdes”, “gente pobre y borrachos”, “gente de mal vivir”, “degenerados”,
etc. y caer a su vez en el lugar común y temible por la injusticia que suele desencadenar con
la víctima: “el niño inventa”, “fabula”, “es imaginativo”, “estas cosas las ve en la televisión o
Internet”, o “la madre no está nunca para controlarlo”

Desde el punto de vista psicológico estos abusadores intrafamiliares o incestuosos se los


denomina pedófilos porque su preferencia sexual está centrada en niñ@s prepúberes sin
capacidad orgásmica y una situación de desvalimiento de la víctima que les facilita el accionar
impune.

La conducta de estos sujetos fluctúa entre la bonhomía y la violencia, son ciclotímicos y


esta oscilación también se observa en su vida sexual. Algunos han tenido relaciones adultas
satisfactorias, otros por el contrario solamente permanecen fijados a la exclusiva atracción
infantil persiguiendo siempre el goce de sus propias necesidades sin lograr empatía con la
víctima.
En las relaciones laborales también existe una marcada diferencia en las conductas.
Aquellos que prefieren niños más pequeños refieren una patología más acentuada. Presentan
importantes rasgos de inmadurez e inadecuación. “El desempeño laboral está por debajo de sus
potencialidades ya que prefieren los puestos donde cumplen tares pasivas y de servidumbre. Se
muestran temerosos tanto de sus pares como de otros adultos que tengan las mismas dificultades
que ellos. El pronostico -aún con psicoterapia- es malo, ya que se han observado muy pocos
cambios inclusive con tratamientos prolongados”

Es posible describir algunos rasgos típicos del abusador sexual infantil aunque no haya un
perfil de personalidad exclusivo (Intevi 1989).
La racionalización: buscan una constante justificación a lo actuado considerando que no
ejecutaron ningún daño en tanto la victima accedía a sus requerimientos sexuales. Minimizan
los hechos argumentando que no infligieron daño y que finalmente solo cometieron algo que
no es legal.
La negación: se valen de la mentira constante, nunca admiten los hechos, situación esta, que
les permite desconcertar y salir airoso sobre todo con personas cercanas de su entorno.
-Labilidad en los sentimientos: se considera que no tienen capacidad para sentir afectos
profundos y genuinos por los demás aunque el trato suele ser afable nunca es intenso y duradero.
-Incapacidad para empatizar con las víctimas, no logra colocarse en el lugar del otro ni poder
reconocer el sufrimiento de su víctima
-Egocentrismo: excesivo centramiento en sí mismo, sentimiento que lo obliga a perseguir
tenazmente su objetivo apelando a conductas de extrema violencia si el mismo se viera
obstaculizado.

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Entorno familiar del niño abusado

Frente a la situación de abuso intrafamiliar surgen interrogantes acerca de la familia: ¿Qué tipo
de familia es? ¿Nadie vio nada ni sospechó siquiera? ¿Dónde estaba la madre?. Los interrogantes
son inquietantes y han promovido investigaciones expuestas a través de profesionales a cargo
de instituciones encargados del resguardo y atención de niñ@s en situación de violencia
sexual. Así como numerosas historias clínicas dan cuenta de hipótesis que explican en parte la
particularidad de configuraciones familiares donde es perpetrado el incesto.

En relación a la configuración familiar una de las características predominantes de estas familias


es la alteración de roles, en tanto se rompe la configuración tradicional de los padres como
figuras protectoras de sus hijos. Recordemos que la víctima elegida por el abusador ocupa un
lugar predominante otorgado por éste, pero a la vez aquella se convierte en su prisionera, debido
a que es fiscalizada permanente en sus actos y en sus relaciones extrafamiliares; asimismo
su interacción con pares se ve obstruida constantemente. La madre queda marginada en un
lugar secundario, impedida, desvalorizada, sin conocimiento para actuar su rol. De esta forma
quedan alterados los aprendizajes relacionales y fuertemente instalada una desjerarquización
de aquellas figuras que tradicionalmente se constituyen en cuidadores de los hijos.

En estos casos los hallazgos dan cuenta de una mujer sorprendida donde el despliegue tiránico
y arbitrario de su cónyuge fue alterando sus percepciones y minando su capacidad crítica y
defensiva. Es común que en situación de denuncia ante un juzgado declare que nunca vio nada
y que el trato de él le parecía normal. “Sus percepciones de los acontecimientos familiares
son objeto de una selección automática que marcha a la par de un pensamiento reduccionista.
Por ejemplo la madre puede negar, olvidar y quitar valor informativo a un hecho digno de
preocupación como ser que el padre se encierre con su hija en el baño.” . O restar importancia
a la confesión de la niña abusada por su padre.

Si bien las razones son muchas y complejas, no obstante suele caer todo el peso en la madre,
culpabilizada por negligencia o simplemente abandono de su rol materno, quedando obturada
la violencia de género que en muchas ocasiones ella también está sufriendo.

En el caso que estamos tratando específicamente referido a la madre del niño abusado
debemos reconocer que ella también es víctima sobre todo de violencia psicológica en tanto
es dañada en su autoestima al ser desestimado su lugar a través de la intimidación, coacción
y desvalorización, a la vez que humillada sexualmente por su pareja. Esta vulneración de sus
derechos se traduce en secuelas que alteran sus percepciones, presentando síntomas como
confusión, irritabilidad, embotamiento emocional, ideación suicida etc.

Estas realidades son alarmantes sin duda, no obstante es necesario aclarar que sumado al
sometimiento y degradación, hay casos en que las razones de su desconocimiento se deben
a otros factores, como por ejemplo su prolongada ausencia del hogar por razones de trabajo,
situación que no le permite un contacto prolongado con su hijos, quienes quedan entonces al
cuidado de un miembro de la familia (abuelo, tío o padre) considerado insospechable por el
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vínculo, en primer lugar; de allí la decisión de dejar a sus hijos bajo la protección de la figura
familiar más confiable e idónea.

Otra de las razones posibles es que, dada la disfuncionalidad familiar, se crea la necesidad
de mantener el secreto, lo cual permite que el abuso se transforme en una situación crónica
y el resto de la familia insista en mantener una complicidad a través de mentiras “que
conducen indefectiblemente a la distorsión de percepciones de todos los integrantes y a la
construcción de un laberíntico sistema de creencias utilizado para minimizar y justificar hasta
los acontecimientos más trágicos….”

Conclusión

Esta temática es necesario analizarla desde la perspectiva de Género en tanto la misma


constituye una herramienta fundamental que interpela las contradicciones naturalizadas por
el atravesamiento de las relaciones unilaterales de poder. Ha permitido visibilizar el abuso, en
este caso y la situación de niños y niñas como sujetos de Derechos que han sido vulnerados y
afectados en su condición humana.

Esta teoría ha provocado una ruptura epistemológica y política en las ciencias sociales en
tanto instala un alerta roja, en este caso denunciando todas aquellas formas de socialización
donde predomina una atribución de roles asimétricos inculcados desde la primera infancia,
que no permiten el crecimiento en igualdad de oportunidades y que a su vez inciden en la
construcción de una subjetividad particularizada donde el poder es patrimonio del varón,
en primera instancia, así como hasta hace unas décadas: la patria potestad; situación que le
permitió instalar la ley en su familia y también subvertirla arbitrariamente. Estos privilegios
han favorecido la pedofilia acompañada por la impunidad que todavía persiste en ciertos
recursos legales y jurídicos producto de la ideología patriarcal ínsita, aún, en la mentalidad de
magistrados que terminan convirtiendo al victimario en víctima.

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Referencias
• Giordano R. E, . Abuso sexual infantil intrafamiliar.

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