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Domingo de la Semana 25ª del Tiempo Ordinario.

Ciclo C – 22 de septiembre de 2019


«No podéis servir a Dios y al dinero»

Lectura del libro del profeta Amós 8,4-7

«Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra, diciendo: "¿Cuándo
pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, para achicar la medida
y aumentar el peso, falsificando balanzas de fraude, para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un
par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?" Ha jurado Yahveh por el orgullo de Jacob: ¡Jamás
he de olvidar todas sus obras!»

Lectura de la primera carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8

«Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los
hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila
y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.

Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre
también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo
oportuno, y de este testimonio - digo la verdad, no miento - yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro
de los gentiles en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el
cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones.»

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 16,1-13

«Decía también a sus discípulos: "Era un hombre rico que tenía un mayordomo a quien acusaron ante él de
malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque
ya no podrás seguir administrando." Se dijo a sí mismo el mayordomo. "¿Qué haré, pues mi señor me quita
la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando
sea removido de la administración me reciban en sus casas." "Y convocando uno por uno a los deudores de
su señor, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" Respondió: "Cien medidas de aceite." Él le dijo:
"Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta." Después dijo a otro: "Tú, ¿cuánto debes?"
Contestó: "Cien cargas de trigo." Dícele: "Toma tu recibo y escribe ochenta." "El señor alabó al mayordomo
injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su
generación que los hijos de la luz.

"Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas
moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también
lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no
fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? "Ningún criado puede servir a dos señores, porque
aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y
al Dinero".»

 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

En el fondo vemos como en los textos litúrgicos se plantea la pregunta: ¿dónde está la verdadera riqueza?
Ciertamente no puede coincidir con la ambición y la avaricia en perjuicio de los más pobres y necesitados,
leemos en la Primera Lectura (Amós 8,4-7). Tampoco reside en la habilidad para hacerse «amigos» con
las riquezas de otros. La verdadera riqueza es la riqueza de la fe, que poseen los hijos de la luz ya que no
se puede servir a dos señores al mismo tiempo. En el fondo lo que está en juego es el ser recibidos o
rechazados en las «moradas eternas» (San Lucas 16,1-13). Esta manera de entender las cosas sólo la
podremos conseguir en la medida que seamos realmente «amigos de Jesús» y esto se logra en el ámbito
de la oración (primera carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8).
 Una parábola desconcertante

El Domingo pasado hemos leído todo el capítulo 15 del Evangelio de San Lucas y hemos visto que su finalidad
es mostrar que en la actitud de Jesús se revela la misericordia de Dios, que «no quiere la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva». Este Domingo comenzamos a leer el capítulo 16, que reúne sentencias de Jesús
sobre el uso de los bienes materiales. Jesús ilustra su enseñanza por medio de dos parábolas: la del
administrador astuto y la del rico y Lázaro. Este Domingo veremos la primera de estas parábolas y la conclusión
de Jesús. Jesús expone el caso de «un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de
malbaratar su hacienda».

El señor lo llama para pedirle cuenta de su administración y le anuncia que será despedido. En ese momento
el administrador comienza a sentirse en dificultad, porque su situación actual termina y el tiempo urge. Se
pregunta: «¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración?» Entonces diseña un plan y convoca a los
deudores de su señor, dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?'. Respondió: 'Cien medidas de aceite'. Él le
dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta'. Después dijo a otro: 'Tú, ¿cuánto debes?'
Contestó: 'Cien cargas de trigo'. Le dice: 'Toma tu recibo y escribe ochenta'». Nadie se puede quedar sin
reaccionar ante esta conducta del administrador despedido. También reacciona el señor. Pero lo hace de
manera desconcertante: mientras se esperaría que lo hiciera con indignación, «el señor alabó al administrador
injusto porque había obrado astutamente1».

 Una interpretación de la parábola

La mayor dificultad de la parábola está en la felicitación que el amo dirige a su administrador al conocer las
rebajas a sus acreedores de sus propias deudas. Jesús parece sumarse a tal alabanza, pues lo pone como
ejemplo para los hijos de la luz. Aclaremos el malentendido. El amo no aprueba la gestión anterior de su
mayordomo2, al que precisamente despide por fraude, sino que alaba su previsión del futuro, queriendo
granjearse amigos para los tiempos malos que se le avecinan.

En tiempo de Jesús, los administradores podían disponer de los bienes del señor y prestarlos libremente,
exigiendo de los acreedores la devolución de una cantidad mayor para hacerse, en esta forma, un salario. El
administrador habría prestado 50 barriles de aceite y habría exigido la devolución de 100 (un interés del 100%
es usurario, y en esto consistiría su injusticia); habría prestado 80 cargas de trigo y habría exigido la devolución
de 100 (25% de interés). En este sentido, su decisión consiste en no exigir más que lo prestado, es decir, en
renunciar a su parte, para suscitar la gratitud de los acreedores. La conclusión es entonces comprensible
cuando: «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente». El administrador era injusto
y abusador porque en su gestión siempre había aplicado intereses usurarios; pero, en este momento, renunció
a esa ganancia injusta esperando el beneficio mayor de ser acogido por los deudores favorecidos, cuando se
viera privado de su cargo. Por otro lado, es difícil pensar que un propietario alabe a su propio administrador
porque éste le roba y regala sus bienes para granjearse amigos.

Siguiendo esta interpretación se explica mejor la conclusión de Jesús: «Haceos amigos con el dinero injusto,
para que cuando llegue a faltar, os reciban en las moradas eternas». Recordemos que el dinero es llamado de
«injusto» porque suele impulsar a las personas hacia la falta de honradez. Jesús, por otro lado, quiere enseñar
que nuestra vida también tendrá un fin y que, en comparación con la eternidad, ese fin es inminente. Nuestra
situación ante Dios es como la del administrador: poseemos «dinero injusto». Por eso, en el breve tiempo que
nos queda de vida, antes de que se nos pida cuenta de nuestra administración, debemos usar el dinero que
poseemos para hacer el bien a los demás. El tiempo urge. Por tanto, la decisión debe ser ahora; mañana será
demasiado tarde...

La parábola está dicha para fundamentar esta observación de Jesús: «Los hijos de este mundo son más
astutos con los de su generación que los hijos de la luz». No es algo que Jesús apruebe; es algo que Jesús
lamenta. Lo dice como un reproche para interpelarnos y hacernos reaccionar. A menudo quedamos
sorprendidos por la habilidad y la decisión con que actúan los obradores del mal para alcanzar sus objetivos
perversos. Los hijos de la luz deberían ser más astutos, más decididos y más generosos en la promoción
del bien, porque el bien es más apetecible. Esto es lo que desea Jesús; por eso, manda a sus discípulos
con estas instrucciones: «Sed astutos como las serpientes y sencillos como las palomas» (Mt 10,16).

1
La palabra griega es Fronímos que quiere decir sagazmente. No alabó su maldad sino su astucia, su sagacidad.
2
Mayordomo: encargado de la administración de los bienes o empresa de otro. El término Oikonómos conlleva la idea tanto de
administración como de superintendencia, control de asuntos internos, al servicio del señor.
 El uso adecuado de las riquezas

Sigue una serie de sentencias acerca del buen uso de las riquezas. Llama la atención la triple repetición de
la palabra Dinero (con mayúscula, como un nombre propio). Es que traduce la palabra «mamoná» que en
el texto griego original del Evangelio se conserva sin traducir. Ésta fue ciertamente la palabra usada por el
mismo Jesús en arameo. Es una palabra de origen incierto. Algunos especialistas sostienen que proviene
de la raíz «amén» y, por tanto, significa: «aquello en lo cual se confía». En la lengua original de Jesús hay
entonces un juego de palabras, porque la misma raíz tienen los adjetivos «fiel» y «verdadero» y también el
verbo “confiar”: «Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero?». El
«mamoná» es injusto, porque siempre engaña. Su mismo nombre es un engaño: se ofrece como algo en lo
cual se puede confiar; pero defrauda. Así lo muestra Jesús en la parábola del hombre cuyo campo produjo
mucho fruto. Pensó que podía confiar en sus riquezas y que ellas le darían seguridad por muchos años:
«Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años...”. Pero, esos bienes no le pudieron asegurar
ni siquiera un día: “Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma’» (Lc 12,19-20).

 La mejor inversión…

El dinero tiene que usarse con una sola finalidad: hacerse amigos en las «moradas eternas», es decir, entre
los ángeles y santos del cielo. Y ¿cómo se logra esto? ¿Cómo se puede lograr que el dinero de esta tierra
rinda en el cielo? Esto se logra de una sola manera: liberándonos de él. Es lo que Jesús enseña: «Vended
vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos» (Lc
12, 33). Y una aplicación concreta de esta enseñanza está en la invitación que hace Jesús al joven rico:
«Todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos» (Lc 18,22). Pero
él prefirió sus bienes de esta tierra, dejando así en evidencia lo que Jesús concluye: «No podéis servir a
Dios y al Dinero”. Jesús exige que toda la confianza se ponga en Él solo. Si se confía en “mamoná”, no se
puede ser discípulo suyo: “El que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mio» (Lc 14,33).

El dinero es una espada de dos filos, según se use para el bien o el mal, es decir para Dios y los demás o
solamente para sí excluyendo a los otros. Para vivir como hijos de la luz tenemos que vivir el mandamiento del
amor y servicio a los hermanos; algo imposible para aquel que vive al servicio del dinero. Si no convertimos
nuestro corazón a los criterios de Jesús, no podemos ser de los suyos. De nada serviría llevar una vida piadosa
y observante, como los mercaderes a quienes fustiga el profeta Amós3 en la Primera Lectura, que esperaban
impacientes el cese del descanso sabático para seguir aprovechándose del pobre.

En cambio, San Pablo, en su carta a Timoteo, habla de hacer oración «alzando santas manos, limpias de ira y
divisiones», como prueba de fiel servicio a Dios y comunión con todos los hombres por quienes rezamos en la
oración de los fieles. Timoteo era un cristiano de Listra y fue amigo y colaborador de Pablo. Su madre era
judeocristiana; su padre, griego. Pablo le elige como colaborador durante su segundo viaje misionero. Después
que Pablo hubo partido de Tesalónica, Timoteo regresó a aquella ciudad para animar a los cristianos de allí.
Más tarde, Pablo lo envió de Éfeso a Corinto para que instruyera a los cristianos de esa ciudad. Finalmente,
Timoteo llegó a ser dirigente de la ciudad de Éfeso. A veces tenía poca confianza en sí mismo, y necesitaba de
los alientos de su padre espiritual, Pablo, de quien fue siempre leal y fiel colaborador. Las dos cartas de San
Pablo a éste joven están llenas de sabios consejos sobre cómo dirigir una comunidad cristiana.

 Una palabra del Santo Padre:

«Y el pueblo brasileño, especialmente las personas más sencillas, pueden dar al mundo una valiosa lección
de solidaridad, una palabra —esta palabra solidaridad— a menudo olvidada u omitida, porque es incomoda.
Casi da la impresión de una palabra rara… solidaridad. Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen
más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia
social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer
indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y
responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es, no es la cultura
del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un
mundo más habitable; no es ésta, sino la cultura de la solidaridad; la cultura de la solidaridad no es ver en
el otro un competidor o un número, sino un hermano. Y todos nosotros somos hermanos.

3
Amós: es uno de los primeros profetas que pusieron por escrito sus mensajes. Amós vivió en el siglo VIII a.C. Era pastor y ganadero
y recogía el fruto de las higueras en las laderas de las montañas de Judá. Pero Dios lo envió al norte: a Betel en Israel donde el rey
Jeroboán II había erigido como ídolo un becerro de oro. Amós proclamó con valentía el mensaje divino en un medio adverso.
Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para integrar todas las partes de su
cuerpo, incluidas las que más sufren o están necesitadas, a través de la lucha contra el hambre y la miseria.
Ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora,
que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece
a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella. No dejemos, no dejemos entrar en nuestro
corazón la cultura del descarte. No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte, porque somos
hermanos. No hay que descartar a nadie. Recordémoslo siempre: sólo cuando se es capaz de compartir,
llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. Pensemos en la multiplicación de los panes
de Jesús. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien
está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza.

También quisiera decir que la Iglesia, «abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables
desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo» (Documento de Aparecida, 395), desea ofrecer
su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el
hombre. Queridos amigos, ciertamente es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia.
Pero hay también un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar. Hambre
de dignidad. No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre,
cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales: la vida, que
es un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar y promover; la familia, fundamento de la convivencia
y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión
de información con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de la
persona, incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana convivencia; la
seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón
humano».
Papa Francisco. Visita a la Comunidad de Varginha. Río de Janeiro. Jueves 25 de julio de 2013.

 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. ¿Cuál es mi actitud ante los bienes materiales? ¿Pongo en ellos mi corazón?

2. ¿Soy generoso y solidario con mis hermanos? ¿De qué manera concreta?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2401-2418. 2443 -2449

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