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¿Facinerosos contra cajetillas?

La conflictividad social rural en Buenos Aires


durante la década de 1820 y los montoneras federales-Fradkin
-Introducción: palabras, pasado y presente: los cortes de rutas se han transformado
desde mediados de la década de 1990 en una nueva forma de protesta social cada
vez más frecuente en Argentina. Los grupos sociales excluidos por el ajuste neoliberal
expresan sus demandas y adquieren visibilidad en los medios de comunicación. Se
desarrolla una nueva identidad colectiva: la de piqueteros y emplean un lenguaje y un
vocabulario de fuertes evocaciones y apelaciones históricas. Un mujer que integraba
un piquete de varios miles de manifestaciones en La Matanza decía a la prensa
“Somos pobres, no somos facinerosos”. ¿Qué es un facineroso? Malhechor,
delincuente habitual, hombre malvado, facinerosos, malhechores, malvados,
malévolos, palabras empleadas para califica las gavillas de ladrones y salteadores de
caminos en Buenos Aires (1810-1820), pero se refería también a los montoneros, para
aludir a los integrantes de un modo de acción militar irregular. Los contemporáneos
destacaron tres rasgos de las montoneras: su composición social rural, sus jefaturas
locales surgidas de la propia lucha y su inclinación al anarquismo. Perspectiva que
marco las primeras aproximaciones al tema en la historiografía argentina de fines del
XIX. Las montoneras no tenían objetivos políticos, eran simples correrías delictivas,
orgias de saqueo y destrucción.
Desde los 60 la historiografía redefinió el tema y las montoneras fueron presentadas
de dos modos divergentes: se postuló una imagen de reacción popular, espontanea e
instintiva de los pueblos del interior contra la oligarquía porteña; también eran la
manifestación por excelencia de la capacidad de manipulación de los caudillos para
manipular sector subalternos rurales, apelando a relaciones de clientelismo y
protección.
Ambas perspectivas compartían una negociación común basada en eludir la
consolidación de la cultura política campesina y sus modos específicos de
interpretación e interpelación.
En América Latina, las montoneras empezaron a ser pensadas como la expresión de
una evidencia más amplia, que contribuyó a profundizar y generalizar el bandolerismo.
Perspectiva que ha permitido el desarrollo de solidas investigaciones empíricas que
han posibilitado una visión más compleja, se trató de un tipo de acción colectiva
desarrollada por pobladores rurales dotados de un cierto margen de autonomía y
movilidad y que pudo canalizarse a través de variadas y contrapuestas expresiones
políticas que contenían coaliciones sociales amplias y heterogéneas.
En Argentina, pese a la centralidad del fenómeno hasta la década de 1870 son
escasos los estudios empíricos sistemáticos. Para la campaña bonaerense son
prácticamente nulos, el bandido rural forma parte sustancial de la poesía, la literatura,
el cancionero y humor gráfico. La historiografía reconoció dos momentos críticos en la
década de 1820: cuando los caudillos federales de Santa Fe y Entre Ríos derrotaron al
Directorio, provocando la disolución del poder central y una aguda crisis política, o sea
que se desarrolló la presencia de bandas armadas que actuaban en colaboración con
grupos indígenas. El otro momento, un verdadero alzamiento rural en el marco de una
guerra civil provincial protagonizado por partidas montoneras de orientación federal, la
cual generó as condiciones para la llegada de Juan Manuel de Rosas al poder. Hay
que reconocer la activa presencia de gavillas de bandidos y de grupos indígenas
pampeanos.
¿Cómo se vinculan estas situaciones críticas con las transformaciones agrarias que se
aceleraron en esta década? ¿Qué relación pudieron tener con la construcción e un
nuevo orden estatal en el mundo rural? ¿Qué cambios en la cultura política campesina
estaban manifestando? Se dará una respuesta a través del análisis de tres casos
sucedidos durante la década de 1820, tratando de indagar formas de imbricación entre
las nociones y valores de la tradición colonial por un lado y las que trajo la revolución
por otro. Lo que implica repensar la emergencia del caudillismo como construcción
política en esta sociedad rural: la acción política campesina no podía articularse ni en
lazos étnicos ni en comunidad de aldeas y qué la influencia del caudillo se ejerció
sobre una población libre, mercantilizada y en condiciones de ejercer un amplio
margen de autonomía.
La campaña bonaerense se encontraba en un proceso de intensa transformación en
un contexto de frontera abierta y en tensión. Los bienes pecuarios se convertían en los
principales bienes exportables. Transformación que se expresó también en la
construcción de un estado provincial y su implantación efectiva en el medio rural.
-Una amenaza de montonera en San Pedro: “Es ya llegado el tiempo en que se llenen
las promesas del gobierno”: en 1822 el orden parecía volver a la provincia. La
construcción de un férreo orden social rural estaba lejos de ser alcanzada. En
diciembre de ese año, el juez de primera instancia del tercer Departamento sostenía
que el comisario de policía le había informado sobre su intento de proceder al desalojo
de hombres vagos que infestan aquel territorio, pero que se encontró con que
comprehenden multitud de milicianos filiados sujetos a la jurisdicción militar y que en
todo aquel departamento no hay casi ninguno de que no disfrute del fuero de guerra.
El conocimiento de esta perspectiva los ensoberbese del tal modo, que con el
escándalo y desprecio de la justa ordinaria se entregan a todo género de excesos. El
juez agregaba que las denuncias eran disimuladas por sus jefes o levemente
castigadas y declaraba la incapacidad para actuar de la incipiente estructura de jueces
de Paz, alcaldes y comisarios. No era posible perseguir a los vagos, perjudiciales, al
sinnúmero de criminales que infestan estos desgraciados pueblos, a los facinerosos y
malvados. Entre sus efectos se encontraba la masiva presencia de desertores en
busca de refugio en jurisdicciones vecinas o del otro lado de la frontera, así como la
extendida conciencia entre los paisanos de los derechos inherentes a su condición de
milicianos. En 1825 los propietarios volvían a pedir el desalojo. La mensura se realizó
de acuerdo con las normas fijadas por el Departamento Topográfico e incluyó una
modificación de los deslindes previamente reconocidos y alteró las demarcaciones
sobre el bañado del frente de la estancia y en las sobras del fondo, áreas de usufructo
campesino libre de cargas y pensiones. Se abría un conflicto con los vecinos linderos y
con los campesinos instalados dentro de la propiedad. El agrimensor y el apoderado
solicitaron a la justicia el desalojo de la propiedad en el plazo de un mes.
La reacción de los intrusos fue negativa, ya que no tenían pensado salir del lugar. Las
respuestas que dieron transmiten una clara conciencia de sus posibilidades de presión
en tal coyuntura, la relación que a través de la milicia mantienen con el Estado y de las
actitudes más frecuentes son: el desafío abierto combinado con la solicitud de
alargamiento de los plazos de desalojo. Actitudes que se combinan con estrategias
que respondían a algunas cláusulas de la legislación de raigambre castellana vigente,
la cual reconocía el derecho de los labradores a permanecer en el campo que
cultivaban al menos hasta poder levantar las cosechas; estos milicianos estaban en
condiciones de ampliar las áreas de cultivo y con ello mejorar su capacidad de resistir
al desalojo, era una estrategia que se inscribía en el orden jurídico aceptado. Sus
actitudes dejan en evidencia el temor de las autoridades locales. Dentro de las
expectativas de las autoridades locales esta posibilidad aparecía como una alternativa
real y factible.
Lo que los intrusos reclamaban era el cumplimiento de promesas y acuerdos verbales,
e impugnaban la posibilidad de su desalojo, pues solo debía aplicarse a todos los
vecinos que pueden ser perjudiciales y aceptaban pagar un moderado arrendamiento.
Una resolución indica que entre los intrusos había al menos dos grupos distintos y que
el requerimiento sólo era aplicable a los hijos del pays, sin abarcar por el momento a
los Coronderos que eran familias provenientes de Coronda y que en las guerras civiles
combatieron del lado de Buenos Aires, por lo que se transformaron en milicianos a
quienes el gobierno porteño permitió instalarse en esos campos.
Dos principios y dos necesidades aparecen enfrentadas: el propietario de los títulos
que exigia la subordinación a la orden judicial y una defensa del derecho de propiedad
y el Estado que dudaba frente a sus necesidades políticas y militares. La defensa de
los coronderos fue asumida por el procurador general de la provincia.
En el debate conceptual que se lleva a cargo se expresa no solo las dificultades para
implantar el derecho de propiedad como un principio absoluto sino también el
incremento que por entonces se había producido en los desalojos.
La resistencia combinaba acciones directas y judiciales y se apoyaba en la falta de
decisión y fortaleza de las autoridades locales para hacer cumplir las órdenes de
desalojo. El apoderado de los Obligado denuncio que las autoridades locales eran
remisas a hacer cumplir la orden de desalojo. El escrito del apoderado nos muestra
otra estrategia, la resistencia abierta y la utilización de armas como medio de
disuasión, los pedidos de postergación de plazo de desalojo, el aumento de las tierras
aradas y sembradas y la apelación directa al gobierno se sumaba a que han llamado a
una porción de personas extrañas y que puede ser que ya sea más el número que
ellos mismo, para que vengan a poblarse en los terrenos con ellos, para con el fin de
aumentar así la población y ver si hacen más fuerza para que no se les levante el
terreno. Se implica una estrategia ofensiva que apuntaba a acrecentar sus
posibilidades de resistencia y extender su articulación colectiva.
Los coronderos emplean una estrategia netamente política: la emigración colectiva, la
cual se presentaba como una alternativa válida frente a lo que se consideraba la
ruptura de un pacto previamente establecido con el gobierno. Además apelaron a la
entrega de tierras valdías por parte del gobierno y a la generosa protección que el
mismo debía brindarles. Querían lograr así la formación de este pueblo. Se apelaba
así a varias ideas imperantes sobre la construcción de un nuevo orden rural para
fundamentar una pretensión de máxima autonomía posible en este contexto: la
entrega en propiedad de las tierras y la formación de un pueblo. Estrategias con
implicación políticas y les llevaba a expresar la perspectiva desde la cual explicaban y
denunciaban los motivos de la solicitud de desalojo y a interpretar los cambios.
Condenaban la codicia de los propietarios y a los métodos científicos de mensura que
expresaba bien el rechazo a los nuevos valores, percibidos como una amenaza,
agravio a los derechos consuetudinariamente consagrados.
Los Obligado presentaban a Reynoso como el agente principal de los intrusos,
calificándolo de caudillo de todos los demás. Se le acusaba de ingratitud, resistencia a
la sumisión y se apelaba a calificarlo como el corifeo. La criminalización de las
prácticas sociales y su asociación directa con el caudillismo es una característica de
esta época.
El conflicto ha puesta en evidencia una implicancia aun poco reconocida ente la guerra
civil y la formación de las milicias. La instalación de migrantes santafesinos no era una
novedad pero si el que su militarización hubiera servido para sustentar una acción
colectiva que se desplego a través de una serie de estrategias y se estructuró a través
de un doble liderazgo surgido del mismo grupo. Aparecía como un líder propio
actuando de mediador entre el gobierno, las autoridades milicianas, los propietarios y
encargados de la estancia, jueces y comisarios. Las posibilidades de movilidad y
acceso a la tierra convertían la migración en un autentica estrategia de resistencia
frente a la subordinación. Las estrategias que utilizaban se articulaban con la
búsqueda de algún patrocinio. Lo más destacable es la pretensión de transformarse en
pueblos autónomos.
-El miedo a la montonera en Morón: que los cagetillas irán a parar al infierno: el miedo
hacia que los rumores se desplazaran con más rapidez y adquieran más verosimilitud.
El 13 de octubre de 1826 una alarma cundió por la campaña oeste. Los rumores
hicieron creer que la Capilla de Merlo y el pueblo de Morón iban a ser asaltados y
saqueados por una banda armada. Los rumores hablaban de unos 50 hombres, solo
fueron detenidos ochos. El propósito del ataque era el saqueo. El cabecilla Fermín
Zepeda había dicho que debían entrar al pueblo diciendo y gritando viva la Patria, viva
la reunión tirando tiros y colocando centinelas en las bocas calles para hacerse el
saqueo y que al primero que debían atacar era al juez de Paz. Uno de los detenidos
dijo que se trataba de asaltar Morón para robar. Ambas menciones resultan
sugerentes ya que la gavilla buscaba reclutar gente y el asalto y el saqueo era
presentada como una montonera o revolución con objetivos precisos ataque a pueblos
y a autoridades locales y cajetillas, hombres presumidos y afectados.
El expediente dejar ver con claridad el tipo de personas que realizaba esos asaltos:
facineroso en superlativo grado, desertores enrolados en el ejército, regimiento de
milicias y cuartel de destino y la mayoría era oriundos de la provincia. La montonera
había aglutinado gente oriunda como migrantes que tenían en común no ser vecinos
reconocidos. El perfil característico era que eran parte de la población rural.
El expediente pone de manifiesto el valor de los rumores y el terror existente.
-El asalto de los pueblos de Navarro y Luján: empezaron a dar voces montoneros,
montoneros: amenazas y temores se hicieron realidad el 13 de diciembre de 1826, una
numerosa partida armada ocupo el pueblo de Navarro y Luján. La gente que avanzaba
era montera dirigida contra el comisario y el método de reclutamiento el envite. El
asalto a Navarro representa la imagen de un movimiento con fines políticos y con una
condición firme. Hacen firmar a 32 vecinos más destacadas para comprometerse a
ayudar a los federales.
Aparecen diferentes opiniones, las autoridades decían que se trataba de bandas de
ladrones y los vecinos de una montonera. Esto era así porque tenían criterios claves:
sus antecedentes: ladrones conocidos; armamento, vestimentas y distintivos: no era
uniforme ni metódico; y el tipo de acciones desarrolladas: invasión de pueblos,
amenazas y vejaciones.
En el asalto a Luján, se incrementó la fuerza y se dispone de armamento militar. Los
dos puntos claves dirigida contra autoridades locales judiciales, policiales e impositivas
para deponerlos y sustituirlos (no contra curas)ya que estos eran instrumentos para
posibilitar el cumplimiento de las nuevas exigencias que pesaban sobre la población
rural y se identifican como federales bajo las ordenes de Rosas para legitimar el
movimiento. Sin embargo no hay evidencia que eran instrumento de él. Exigían
contribuciones forzosas y los saqueos solo a pulperos, en su mayoría contra
españoles, ya que tenían un sentimiento antiextranjero y antieuropeo, la dicotomía era
hijos de dios enfrentados a autoridades y extranjeros. Utilizaban a Rosas para
legitimar y ampliar sus bases de sustentación, ya que su idea era ponerlo en lugar de
Rivadavia, como comandante general de campaña o gobernador de la misma.
El autor del asalto, Benítez, justificaba su acción mediante la apelación a motivos
personales y pasionales. Esto se relaciona con la típica situación presentada por los
textos de literatura para relatar como un paisano se desgracia y se enfrenta a la
justicia, autoridades y pueblerinos.
La montonera no permitía la violencia, comportamiento que implicaba estrategias de
alianzas, consensos e identificación precisa de los enemigos. Además esto se
combinó con el pago que iban a recibir y que serían indultados de sus delitos. Se
difundía así, un discurso de reparación y la promesa de un indulto general. Y otro
discurso era que la mudanza del gobierno cesaría el pagar derechos sobre tierras
valdías.
Los montoneras apelaban a una serie de lazos sociales previos de parentesco y
vecindad, otros forjados experiencia de sociabilidad: ejército, milicia y pulpería y
predominaba el desprecio social del que eran objeto, estaban asociadas a la
proliferación de gavillas de salteadores. El incremento de la criminalidad estaba
asociado a la creciente presión estatal sobre los paisanos de la campaña.
-Conclusión: en San Pedro el conflicto se articulaba en torno a una solicitud de
desalojo y a una disputa abierta por la tierra. En Navarro la cuestión aparecía más
difusa, aludida ocasionalmente como un reclamo frente a las nuevas pautas y cargas
que comenzaban a regir el acceso a ella. En ambos casos la cuestión de tierra y el
conjunto de los recursos es inseparable de las percepciones populares de su relación
con el Estado. En ambos caos el objetivo era preservar y ejercer la autonomía, se
trataba de opciones y estrategias políticas diferentes pero con objetivos precisos.

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