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Mauricio Hernández Norambuena y Los Miserables

La fotografía está fechada el 25 de agosto. Reportajes, página 8 del diario La Tercera. La


imagen nos muestra un hombre que podría tener entre cincuenta y sesenta años, casi calvo,
con lentes negros y ojos enrojecidos, tal vez por cansancio. El retrato ocupa la totalidad de
la página, podría ir acompañada del recurrente SE BUSCA, pero Mauricio Hernández
Norambuena, el comandante Ramiro, está en Chile.
Nos podríamos quedar ahí. En el preso rematado. En la cortina de humo de la misión
cumplida. Ello supone, subsumir la presencia de Hernández a un tema solo jurídico. Si
fuera así, el espíritu de Javert, el oscuro personaje elaborado por Víctor Hugo en Los
Miserables, parece aflorar con arrogancia.
“Javert en esos momentos estaba en los cielos. Sin darse cuenta con claridad, pero, no
obstante, con una intuición confusa de su necesidad y de su éxito, él, Javert, era la
personificación de la justicia, de la luz y de la verdad en su cometido celestial de aplastar el
mal”. (Víctor Hugo.pág.360)
Para evitarnos las suspicacias. Ramiro no es Jean Valjan. Lea bien: No. Mauricio es el
otrora muchacho futbolero, integrante de las juventudes comunistas, en los tiempos de La
Política de Rebelión Popular, imposible de entender sin el historial de represión de una
dictadura sanguinaria, es más, el régimen militar logra con su acción genocida, transformar
un partido de reconocida tradición reformista, a uno que planteará para Chile, una salida
insurreccional.
Hernández, se convirtió en un combatiente avezado de la resistencia, en 1987 opta por
quienes decidieron escindirse de su tronco histórico. Seguros de su opción, propusieron
como alternativa a la transición pactada, la estrategia de la Guerra Patriótica Nacional entre
los años 1987-1994. Mauricio, se integra a la dirección de la orgánica naciente. Los delitos
por los que fue extraditado, se enmarcan en esa función.
La presencia de Norambuena, expone inequidades, desata ese aire de lamido privilegio, de
pasada de cuenta “al parado en la hilacha” en la prensa uniformada. No obstante, su
traslado entre gallos y medianoche, nos induce a la reflexión, a saltar la valla de antiguas
añoranzas y desilusiones. Las izquierdas en Chile no le temen a la historia, ni a los
contextos históricos, ninguna de esas variantes puede justificar crímenes, punto.
Aun así, la tentación del espíritu de Javert, es juzgar a Hernández como un simple
pistolero, reducirlo, fetichizarlo como si fuera la extensión de un arma. Entendible
razonamiento, por la odiosidad que provoca en los fans de la transición su estampa, como
se huele en la columna de Ascanio Cavallo1 -y con mayor razón- en las huestes
conservadoras, en especial la Fundación Jaime Guzmán y su mañosa interpretación
sobre la violencia política2. O en lenguaje académico: reduccionista.
Así lo argumentó el Manifiesto de Historiadores del año 19993, ante las mismas
evidencias falaces, pero el documento de La Fundación no se detiene ahí, dentro de su
propia lógica, hace vista gorda de hechos que estremecieron al país, al excluir el
asesinato del General René Schneider en 1970; del Edecán del Presidente Allende,
Arturo Araya, en julio de 1973 de su “preocupación por la violencia en Chile”. En ambos
crímenes, los responsables pertenecían a Patria y Libertad.
En el Chile actual, no se sabe del paradero de 1201 detenidos desaparecidos, la querida
Ana González, entre tantos y tantas, falleció sin lograr ubicar a sus familiares. Las lágrimas
de Príamo4 en Chile, han caído en el desierto. Ningún uniformado de los autoproclamados
redentores, ha mostrado un dejo de humanidad, como lo hizo Aquiles.
“Sólo uno defendía a mi ciudad y a mis pueblos, Héctor, a quien acabas de matar cuando
combatía por su patria. Y por él vengo a las naves de los aqueos; y para rescatarle te traigo
presentes infinitos. Respeta a los dioses, Aquiles, y acordándote de tu padre, ten piedad de
mí que soy más desdichado que él, pues me he visto obligado a hacer lo que no hizo en la
tierra ningún hombre, a acercar mi boca a las manos del que mató a mis hijos”. (Canto XXIV
de La Iliada).
En esta historia, la que se palpa frente a nuestros ojos, las palabras de los familiares de las
víctimas, recibieron por respuesta la prepotente negación, para luego albergarse en la
superioridad del silencio: 46 años de mudez. A los negados, los perseguidos, los
deshumanizados, se les invoca el espíritu de misericordia. Mientras los pensionados VIP
de uniforme y sus cómplices civiles, continúan en su actitud altanera.
En el 2019, los señores Délano y Lavin, continuarán sus clases de ética a la medida. Los
que asaltaron las arcas del Estado, civiles y uniformados, esperan algún pronunciamiento
del Servicio de Impuestos Internos, del Tribunal Constitucional. Aquellos fanáticos de las
colusiones, piden con desesperación tomar clases con los académicos que instruyen a
Délano y Lavín, con ellos se aprende. Hay certeza que los pensionados y por pensionar,
seguirán esperando, tanto o más que el último de la lista, en la atención hospitalaria. En las
poblaciones la droga continuará extendiéndose, ante la indolencia de las autoridades,
preocupadas de arrinconar a los estudiantes, atacar el proyecto de las 40 horas de trabajo.
Nos acercamos a septiembre…otra vez septiembre, donde la agenda de impunidad y
negación tendrá distintos rostros y formas, pero la memoria…
En el grotesco Chile de los tiempos mejores. Las instituciones funcionan, para los menos.
El preso Hernández Norambuena, esperará lo que resuelva el juez Carroza. La familia y
amigos, podrán visitarlo. En la obra de Víctor Hugo, hay unos versos finales, ubicados en
una vieja lápida.
“Duerme. Y, aunque el destino le dio andadura extraña,
vivía. Y se murió cuando perdió a su ángel;
sin más, sencillamente, le sucedió ese trance,
como llega la noche cuando el día se marcha”.

Por Omar Cid


Escritor
Crónica Digital, Santiago 28 de agosto 2019
1
https://www.latercera.com/reportajes/noticia/columna-ascanio-cavallo-historia-dos-prisiones/795341/
2
https://www.fjguzman.cl/wp-content/uploads/2019/03/IP_267_violencia.pdf
3
https://www.archivochile.com/Ceme/recup_memoria/cemememo0003.pdf
4
Rey mítico de Troya, Padre de Héctor al que vio morir por la espada de Aquiles.

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