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La parábola de las diez jóvenes

Los discípulos se le acercaron para preguntarle, ¿por qué enseñas en parábolas? Jesús
respondió: Es que a ustedes se les ha dado conocer los misterios del Reino de los
Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no
tiene, aún lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no
ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: «Oír,
oirán, pero no entenderán, mirar, mirarán, pero no verán.»
Mateo 13, 11-14.En la vida cotidiana, en muchas ocasiones, utilizamos metáforas
o comparaciones para explicar alguna idea o concepto. Jesús que era un gran
predicador y comunicador, utilizaba frecuentemente parábolas para enseñar en
qué consistía el Reino que él anunciaba. Pero, ¿qué son las parábolas? Y ¿por
qué Jesús enseñaba con ellas? Las parábolas son relatos, breves historias,
sencillas y claras, cuya finalidad es transmitir una enseñanza del modo más
comprensible y fácil de recordar. Son una breve comparación basada en una
experiencia cuyo fin es enseñar una verdad espiritual. No son fábulas ni
alegorías porque se basan en un hecho o una observación real o por lo menos
verosímil.
Jesús utilizaba parábolas para predicar y les daba contenidos ricos y amplios. La
gente que seguía al Señor, era sencilla y humilde. Y entendían con más claridad
los relatos en forma de parábola, que difíciles discursos y conceptos teológicos.
La utilización de parábolas es una invitación al oyente a reflexionar, a pensar
cuál es su mensaje (muchas de ellas carecen de conclusión). Requiere un
oyente activo, bien dispuesto a recibir la enseñanza y que busque los caminos
de Dios. Para aquellos que no tenían el corazón abierto, las parábolas de Jesús,
resultaban oscuras. Por eso el Señor decía al concluirlas: «quién tenga oídos
para oír, que oiga».
Los invitamos a adentrarse en las parábolas de Jesús, para que la Buena Noticia
pueda dar frutos al ciento por uno en nuestro corazón.

Se lee y anuncia la Palabra de Dios:


Mt 25, 1-13 «Parábola de las diez jóvenes»

«Escuchen, pues, lo que pasará entonces en el Reino de los Cielos. Diez


jóvenes salieron con sus lámparas para salir al encuentro del novio. Cinco de
ellas eran descuidadas y las otras cinco precavidas.
Las descuidadas tomaron sus lámparas como estaban, sin llevar más aceite
consigo. Las precavidas, en cambio, junto con las lámparas, llevaron sus
botellas de aceite. Como el novio se demoraba en llegar, se adormecieron todas
y al fin se quedaron dormidas.
A medianoche se oyó un grito: «¡Viene el novio, salgan a su
encuentro!». Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Entonces las descuidadas dijeron a las precavidas: «Dennos un poco de su
aceite, porque nuestras lámparas se están apagando».
Las precavidas dijeron: «No habría bastante para ustedes y para nosotras;
vayan mejor a donde lo venden, y compren para ustedes».
Mientras fueron a comprar el aceite llegó el novio; las que estaban listas
entraron con él a la fiesta de las bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron las otras jóvenes y llamaron: «Señor, Señor, ábrenos». Pero
él respondió: «En verdad se lo digo: no las conozco».
Por tanto, estén despiertos, porque no saben el día ni la hora».

Para comprender mejor la parábola:


El matrimonio judío se celebraba con grandes festejos que duraban varios días
y se realizaban por separado en casa de ambos esposos. Al llegar la noche del
último día, el esposo, rodeado de sus amigos que llevaban antorchas, se dirigía
a la casa de la esposa, donde esta lo esperaba junto con sus amigas, que
tenían lámparas de aceite encendidas. Después, todos se encaminaban a la
casa del esposo donde se realizaba la gran cena de bodas.
La parábola nos puede hablar de muchos temas («porque la Palabra de Dios es
viva y eficaz» Heb 4, 12a):

• de la constancia y fidelidad necesarias en la vida de la fe,


• de la entrega que requiere la vida del cristiano,
• de la necesidad de la vigilancia para todos porque no sabemos cuando vendrá
el «esposo».
Trabajaremos sobre la necesidad de la vida interior, «la lámpara», que debe ser
alimentada con «el aceite» de la Palabra de Dios, de la oración y de la vida
sacramental, especialmente de la eucaristía. Por eso, después de comentar el
texto bíblico, proponemos un tiempo de reflexión personal
• ¿Con qué frecuencia acudo a la Palabra de Dios?
• ¿Hago una búsqueda sincera para que la Palabra ilumine mi vida concreta?
• ¿Entro en diálogo con Dios a través de su Palabra?
• ¿Encuentro el tiempo y los espacios para encontrarme con Dos en la oración?
• ¿Cómo caracterizaría mi oración en este momento de mi camino?
• ¿Qué necesito pedirle al Señor para que la oración gane espacios interiores en
mi?
Tercer momento: reflexión grupal

Cada joven tomará, al azar, una tarjeta donde hay una serie de preguntas que
orientarán el tiempo personal de reflexión.
Se preparan tarjetas con forma de lámpara (en alusión a la parábola) en tres
variantes, que abordarán distintos medios (aceite) para mantener encendida
nuestra interioridad. Los medios son: «La Palabra», «La Oración», «La
Eucaristía». Detrás de las tarjetas cada participante encontrará las preguntas
que orientarán la meditación:

PALABRA
• ¿Con qué frecuencia
acudo a la Palabra de
Dios?

• ¿Hago una búsqueda


sincera para que la
Palabra ilumine mi vida
concreta?

• ¿Entro en diálogo con


Dios a través de su
Palabra?

ORACION

• ¿Encuentro el tiempo y los espacios para encontrarme con Dos en la oración?

• ¿Cómo caracterizaría mi oración en este momento de mi camino?

• ¿Qué necesito pedirle al Señor para que la oración gane espacios interiores en mi?

EUCARISTIA

• ¿Cómo vivo la celebración de la fe en la eucaristía?

• ¿A qué me compromete comulgar con Jesús y los hermanos en la eucaristía?

• Escribí una oración a Jesús eucaristía.


Terminada esta actividad que se junten los que recibieron la misma tarjeta. En esos
grupos comparten las conclusiones personales y, además, trabajan con las siguientes
consignas:

Para el grupo de «La Palabra»:


• ¿Qué lugar tiene la Palabra en la vida de nuestro grupo? ¿Cómo la escuchamos?
¿Cómo buscamos hacerla vida?

Para el grupo de «La Oración»:


• ¿Cómo es nuestra oración grupal? ¿Qué espacio tiene la oración en nuestro grupo?

Para el grupo de «La Eucaristía»:


• ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas? ¿Participamos juntos y son
expresión de la vida comunitaria que queremos?

Después, pondrán en común con todo el grupo.

Cuarto momento: oración

Sentados en ronda proponemos hacer la oración final con el canto «Mi lámpara
encendida» de Daniel Poli (track 1 del CD del mismo nombre;
http://www.reddemusicacatolica.com):

«Señor aquí tienes mi lámpara encendida, enséñame a llevar tu luz por toda mi vida,
para que cuando vengas a mi puerta a golpear, yo pueda tu rostro contemplar».

Con una pequeña lámpara de aceite (o una vela encendida) comenzaremos el canto. El
coordinador le dará la vela (o lámpara) a un integrante y este hará su oración
sustituyendo la frase «mi lámpara encendida» por otra que espontáneamente le surja.

Ejemplos:
«Señor aquí tienes mi corazón dispuesto...»;
«Señor aquí tienes mis ganas de seguirte...»;
«Señor aquí tienes los dones que me diste...».

Una vez expresada su oración le pasará la vela a otro integrante, que a su vez aportará
lo propio en el canto. De esta manera construiremos una oración grupal con el aporte
de cada participante.

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