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Alfonso Fern ández Tresguerres

Lms climstrs otrvidmdms


Caza, toros y tilos ofta de Ia religión
Prólogo de Gustavo Bueno

F){-r iri-L\ ["i


jA
llilIlffill[ffillllill
,§i doedosiemprc eltoreo ha ss§citado ffl pro,flm''
d,o lnter,6s enise rnEdios iateleetuales y académi-
,gos de. nuo§tro paf§r en los 'illtirrlos añ:eis tal interés
se vlsto, ei tabe, incrpmpntado,. Fre-:nte a las
rnuehas,teorl'as,que han sldo propuestás p¿rá ex-
plicar el sentrdo últiroo de tal acti\¡idad (profun-
da¡n ent e irrs.ati Sfaetoriosi, ern rsu m:ai¡:'o-r P 4rt e,
eu¿indo no deci idanrenfe «delirantes» y metaffsi-
cas), este libro preseata una teorla a1t€lnativ'a,'§e-
gún la cual, el toreo es, esencialmente. una cere-
ñonia religiosa (entendida la reügiosidad al mo-
do nratcriátista),, por m,6.s que. el ámbito ltidico trt
profano,on el quc sre manifiesta .haya acabad-o por
.ozuJtar e! confexto teligioso del que brota y las
elaves, asirnismo religiosas, desde las que puede
realizarse su comprensién. Aigo similat p.uede
deeirs.e de la gaza, de la que también se o'cupa el
autor en estas páginas, y cuyo análisis' a este res-
pecto,
-Ortegase constituye
en confrontación directa con
y Gasset. Finalmente, el libro examina la
polémi,,ca que. elfrcnta a taurinos y antitaurino-s,
no tanfo pára tomar partido por una de las posi'
cioaes euánto para clarificar la discusi6n rtrisrna.
La conolu¡ri-Ón, que aea§o a prirnera vista pudiera
sorprender al- leetor, e§ que lo que pa{.e'c§ ser un
de-bate sobre ética no lo e§ en realid,ad, ni padría
serlo tafirrpaso, sino urt en&entamient¡' quo, en ri-
gor, tiene más que ver oon la rellgión que eon la
éticaen duanto tal.

PENTALFA EDICIONES
Apartado 360 / 33080 Oviedo (España)
Alftrnso Fcnt¿irrtlcz l rcsgucrrcs (Santo l.,nri-
liano, Mieres, 19.57) cs Doctor cn Filosol'í¿r
por la Universidacl dc Oviedo, tras oblcncr
la Licenciatura en la L-lnivcrsidad dc Sal¿r-
manca. Profesor del Instituto de B¿rchillcr:rto
n" 7 de Oviedo, ha publicadct varios trabajos
en la revista El Basilisco.
Los dioses olvidados es un ens¿ryo clc ltiloso-
fía (no de montería o tauromaquía), y nriis
precisamente de Antropología filostif ica y clc
Filosofía de la Religión; ensayo el¿rbor¿rclo
desde las coordenadas y con Ios instrur-l.lcr.t-
tos del materialismo filosófico dc (ius1¿rvo
Bueno, quien ha escrito: «Bajo el r(rtulo 'l.os
dioses olvidados', Alfonso Trcsgucrrcs r-ros
ofrece las líneas maestras de una pcnetrantc
teoría de la caza y del toreo (...) Una tcorí¿r
que sorprende por la abundancia de los cor-l-
tenidos que consigue asimilar de su camprr
fenoménico, sin recaer en ningún tipo dc
empirismo, utilizando distinciones ccrtcms y
análisis esclarecedores (por ejempkr, cl pri-
rner análisis serio que existe de la cercmtxtia
del toreo)".

Srupo he/tcón .mó


Prólogo

Materialismo filosófico
como materialismo metodológico

<<'Y en lo que se refiere a estas cose$ que pudieran parecer


bajas Parménides- como, por eiemplo, pelo, fango, ba-
-dijo
surs, e incluso lo mtÍs vil e innoble, ¿te hallas en la misma perple-
jidad? ¿Hay o no hay razón para que reconozcamos respecto a
cada una de esqs cosas una idea distinta con existencia indepen'
diente de aquellos objetos con quienes mantenemos comercio?',
'Nada de eso...'-replicó Sócrates-, 'Es que todavía eresioven,
Sócrates Parménides-, y la filosofía no ha tomado aún
-dijo
posesión de ti. Vendrd el tiempo, si no me equivoco, en que la
filosofia te tendrd mds firme en sus gctrras y entonces no despre-
ciartís ni las cosas mtís humildes)> (Platón, Parménides, 130 b).

Bajo el rótulo «Los dioses olvidados», Alfonso Tresguerres


nos ofrece las líneas maestras de una penetrante teoría de lacaza
y del toreo. La cazay el toreo son cuestiones de principal impor-
tancia parala filosofía; no son «cuestiones menores» sobre todo
para quienes vivimos dentro del perímetro de la «piel de toro».
Solo hay cuestiones menores para quien no tiene los instrumen-
tos conceptuales suficientes para advertir el significado mayor de
las cuestiones «más humildes». A Ortega hay que reconocerle el
gran mérito de haber elevado estos temas y toreo- a la
-caza
condición de temas de «filosofía primera». Después de Ortega,
I Gustovo Bueno Prólogo 9

sin embargo, las aguas transparentes, en apariencia, de su teoría ría de Ortega (que sin embargo es precursora suya) me propongo
delacaza y del toreo podría decirse que han permanecido estan- analizar, si bien de un modo sumario, el significado del materia-
cadas. Tresguerres, continuando la tradición orteguiana, ha lo- lismo filosófico en tanto es más una metodología en curso, una
grado romper las esclusas dando paso a una impetuosa corriente energéia, que una doctrina acabada, un ergon; y ello sin perjui-
teórica que, sin duda, logra volver del revés, enturbiándolos, mu- cio de contar con la necesidad de las doctrinas para que el «curso
chos planteamientos orteguianos, aun reconociéndoles su signi- energético» pueda tomar forma. Es, sin duda, imposible hablar
ficado original, y abriendo nuevos cauces en la superficie de los del método (y, desde luego, del materialismo filosófico como mé-
fenómenos. Gracias a Tresguerres podrá decirse que Ia obligada todo, del materialismo en su sentido gnoseológico) al margen de
teoría de la caza y del toreo, dentro de España, lejos de haberse todo tipo de doctrina, de algún «sistema» de materialismo filo-
extinguido o de haber degenerado una vez que Ortega le confirió sófico (en su sentido ontológico). Pero esta imposibilidad no puede
el puesto que merecía, ha logrado remontarse alcanzando un ni- tomarse como base para establecer la equivalencia entre una me-
vel tal que en todo caso hará intolerables a cualesquiera otros cur- todología y una doctrina, siempre que ésta pueda considerarse,
sos de pensamiento sobre la caza y el toreo que discurran en ni- más que como el término final de aquélla, como un principio,
veles más bajos. incluso como un instrumento. En cualquier caso sería preferible
Ahora bien: Tresguerres declara moverse dentro del «mate- lrablar, más que de una doctrina materialista unitaria y acabada,
rialismo filosófico» y su declaración, sin duda, no es vana. ¿No de diversas doctrinas o planteamientos materialistas, relativamente
tendrá nada que ver su materialismo con la «subida de nivel» que independientes entre sí. Pues estas doctrinas no pueden interpre-
Tresguerres ha conseguido dar a la teoría de la caza? Pero ¿aca- tarse como si fueran meros eslabones de una cadena deductiva
so puede decirse que Ortega no se movió también en el horizonte úrnica, puesto que son más bien como el conjunto de los edificios
del materialismo filosófico? Estas preguntas requieren que rea- clue, aun frazados con arreglo a una forma de cimentación y pla-
nalicemos el significado del programa del materialismo filosófi- nificación común, están moldeados cada uno por las exigencias
co, el cual, obviamente, no puede ser reducido a las determina- clel terreno y de los propios materiales de construcción, y han de
ciones que de él hayan podido obtenerse a partir de formulacio- ir acumulándose y reforzándose los unos a los otros y por los
nes abstractas de Ideas tales como el espacio antropológico o el otros.
espacio gnoseológico. Para decirlo de algún modo: no es mate- EI materialismo filosófico habrá de ser entendido en función
rialista una doctrina dada porque se ajusta a la letra de la doctri- de estas doctrinas materialistas ya construidas o por construir;
na de los tres ejes del espacio antropológico; es esta doctrina la cn cualquier caso tanto habrá que decir que una doctrina mate-
que debe aproximarse, más que otras, pero gracias a la doctrina rialista es la aplicación del materialismo filosófico a un dominio
dada, al materialismo filosófico. Según esto, considerar a la teo- cleterminado, cuanto que las doctrinas materialistas son el ejerci-
ría sobre la caza y el toreo de Ortega como fluyendo en un nivel cio mismo del materialismo filosófico y, por tanto, su mismo con-
más bajo de aquél en el que discurre la teoría delacazay el toreo tenido y la única prueba de su verdad si es que ésta puede serle
de Tresguerres, no significa necesariamente que la teoría de Or- reconocida.
tega haya de ser considerada como no materialista (acaso idealis-
ta, o espiritualista, o mentalista). Podría significar que el mate-
rialismo filosófico admite grados, y que muchos de estos grados 2
han de recorrerse de un modo sucesivo, si es que el materialismo
filosófico tiene una historia interna. Se concederá, por otro lado, que sólo tiene sentido hablar
Teniendo a la vista la teoría dela caza y el toreo de Tresgue- rlc metodología cuando se reconoce la posibilidad de otras meto-
rres en cuanto (suponemos) alcanza un nivel más alto que la teo- rlologías alternativas. El materialismo filosófico, en cuanto a me-
l0 Gustavo Bueno Prólogo 11

todología, se nos presenta, sin duda, en el plano gnoseológico, Se sigue de inmediato, al asignar al formalismo Ia condición
como alternativa a otras metodologías, tales como «el idealismo» de fuente común de las diferentes «desviaciones» del materialis-
(considerado precisamente como una metodología) o «el espiri- mo filosófico, que la oposición entre el materialismo y formalis-
tualismo» o «el mentalismo»: englobaremos a todas ellas, en tanto mo ha de entenderse con carácter disyuntivo. Si identificamos el
suponemos se aleian del materialismo en virtud de unos ((meca- materialismo como verdadera filosofía, el formalismo conducirá
nismos de abstracción» similares, bajo el nombre común de «for- a falsas filosofías, o a desviaciones de la verdadera filosofía.
malismo». En cualquier caso, y desde el principio, quisiéramos La relación disyuntiva entre materialismo y formalismo obli-
referirnos siempre al idealismo
-o al espiritualismo, o al ga a concluir también la imposibilidad lógica de una posición neu-
mentalismo- en tanto puedan ser tratados como metodologías, tral. Sólo serán posibles, a este nivel de discriminación, dos tipos
más que como doctrinas o dogmáticas que pudieran tener un sen- de filosofía, las únicas opciones generalísimas que estamos dibu-
tido en el ámbito de sus propias proposiciones absolutas. Con esto, jando. De donde se siguen que cuando estamos proponiendo esta
estamos diciendo que lo que llamamos «idealismo», por ejem- disyunción con pleno sentido, es porque nos situamos o bien en
plo, tendremos que entenderlo, reconduciéndolo a sus referen- la perspectiva de algún formalismo, o bien en la perspectiva del
cias materiales que elic le asignemos, en lo que pueda tener de rnaterialismo. Esta conclusión no la proponemos, por nuestra par-
«modo de enfoque» de las realidades o de los problemas del pre- 1e, como novedad: Fichte conoció la disyunción desde la pers-
sente referencial, y no en lo que pueda tener de sistema doctrinal ¡rectiva del idealismo; Lenin conoció esta misma disyunción des-
y acabado que tuviese un sentido en sí mismo. El idealismo sub- cle la perspectiva del materialismo.
jetivo de Fichte, por ejemplo, lo interpretaremos no ya tanto como Luego quien está situado en alguna de tales metodologías ten-
el sistema de proposiciones determinable en sus escritos (entre drá que ver a su alternativa dialécticamente, como negación o des-
ellas: «El Yo es actividad pura»; «El No-Yo es la posición del viación de la suya propia. Y si la sigue entendiendo como filoso-
Yo») sino, más bien, como un conjunto de «reglas», frente a otras l'ía, aunque sea como falsa filosofía, es porque se cree capaz de
alternativas, para el análisis y la comprensión de situaciones da- ¡rresentarla como una degeneración de la que estima genuina, o
das en nuestra propia experiencia (por ejemplo: «¿hasta qué punto Ircaso como una pre-formación de ésta, que, en tal caso, podría
cabe considerar a los cuerpos celestes o a las relaciones no para- ¿rparecer como negación de aquella negación. Desde la perspecti-
métricas de Dirac en función de mi propia actividad gnoseo- va del materialismo filosófico, por tanto, ha de ser posible intro-
lógica?»). tlucir el formalismo como una degeneración o preformación suya
Quisiéramos subrayar la significación del materialismo filo- (habrá de ser posible «dar cuenta» de un formalismo determina-
sófico, en lo que tenga de metodología, no como una alternativa tlo desde el materialismo). Otro tanto habría que decir si nos si-
dada entre otras múltiples metodologías posibles, sino como la Irrásemos en la perspectiva del formalismo. Esto nos lleva a la
única metodología (muy genérica, sin duda) a las variedades de ¡rosibilidad, y aun a la necesidad, de presentar dialécticamente
formalismo (o de in-materialismo). El formalismo lo entendere- rrl materialismo como un resultado histórico de la crítica (nega-
mos a su vez como un concepto genérico muy amplio susceptible eión, rectificación) del formalismo (del idealismo, del espiritua-
de diversas modalidades, entre las cuales hemos citado el idealis- lismo, &c.), así como, de la misma manera, el idealismo podría
mo, el espiritualismo y el mentalismo, pero también podíamos scr entendido por sus defensores como resultado de la crítica al
citar el abstraccionismo reductor, del que más tarde hablaremos. ruaterialismo y como conformándose precisamente en esta crítica.
Por supuesto supondremos que la metodología del materialismo ¿No tenemos que sentirnos obligados, a la vista de la situa-
filosófico es el ejercicio de la metodología racionalista, cuando t iirn expuesta, a considerar la oposición entre materialismo y for-
no está desviada de sus objetivos propios; por consiguiente Ia única rrralismo como una oposición meramente posicional, paralela a
metodología de la «verdadera filosofía». ll que media entre los valores 0,1 de la lógica de proposiciones?
12 Gusfavo Bueno Prólogo l3

La equivalencia posicional de las relaciones mutuas entre ambas entenderse como procedentes de algún o algunos factores siste-
metodologías sólo tiene lugar, sin embargo, en abstracto. Como máticos y no meramente aleatorios o accidentales, cabría reco-
veremos, los términos de Ia oposición no son simétricos, en el mo_ nocer en algún formalismo un cierto contenido positivo cuya pre-
mento en que abandonamos el eje meramente sintáctico, en el mo_ sencia constante pudiera dar cuenta de la constitución de meto-
mento en que introducimos nuevos términos, o que nos situamos dologías explícitas que, aun siendo falsas filosofías, se presentan
en el eje semántico. en la apariencia como siendo del mismo orden (o dadas en el mis-
En cambio, sí es legítimo considerar al materialismo y al for_ mo plano fenoménico, histórico, académico, cultural) que la ver-
malismo no como dos opciones que nos ofrecen desde fuera, en dadera filosofía. Conviene advertir en todo caso que el concepto
las que pudiéramos entrar o salir, sino como una disyuntiva en de una falsa filosofía está ampliamente utilizado, entre filósofos
la que estamos situados desde el principio. Si el formalismo, en «profesionales», como cuando, por ejemplo, Schopenhauer, o
alguna de sus determinaciones, es consiclerado desde el materia- Gratry, o Popper, o Piaget, consideran a la obra de Hegel, que
lismo como una degeneración o desviación (que debe poder ser ha sido estimada por la mayoría como la más profunda realiza-
explicada desde el propio materialismo) entonces tendremos que ción de la filosofía alemana, como pura «logomaquia)) o como
admitir la gran probabilidad que debe haber para el paso de una un «delirio ridículo».
orientación materialista a una orientación formalista en filoso- De donde se sigue, recíprocamente, que si hemos podido diag-
fía. Pues, al menos desde el materialismo, no concebimos estas nosticar a una filosofía determinada como «falsa filosofía» es por-
dos metodologías, al modo de Fichte quizá de Manes-, como que hemos podido ver en ella alguna referencia a la «problemáti-
-y
dos cauces incomunicables y permanentemente diferentes, sino ca materialista» y porque nos sentimos en condiciones de deter-
como dos orientaciones opuestas que puede, con mayor o menor minar los puntos en los cuales ha tenido lugar la desviación y sus
probabilidad en cada momento, tomar el curso del pensamiento motivos. De este modo, sólo será posible criticar al idealismo his-
filosófico; dos orientaciones comparables a las que puede en cacla tórico de Hegel, pongamos por caso, cuando hayamos podido de-
momento tomar el curso de la vida orgánica, la salud y la enfer_ terminar en ese idealismo referencias y aun componentes carac-
medad. Si identificamos el materialismo filosófico con la salud terísticos del materialismo histórico; en el mismo idealismo ma-
filosófica (con la «sana filosofía»), entonces los formalismos po- terial de Berkeley o en el idealismo absoluto de Fichte, si consti-
drán ser interpretados como enfermeclades crónicas o pasajeras tuyen posiciones filosóficas (aunque sean negativas), ha de ser
de todo o de parte del pensamiento filosófico. Enfermedades que posible reconocer sus referencias materialistas. La Historia de la
pueden tener causas diversas, desde la presión ejercida por deter- filosofía no podrá, según esto profesión de escepticismo
-salvo
minadas dogmáticas, que desempeñan funciones ideológicas, has- radical-, ser presentada como la exposición de las múltiples e
ta el «contagio» con métodos de pensamiento no filosófico, sino irreductibles maneras de concebir las cosas, ofrecidas a la libre
mitológicos, o físicos, o matemáticos; desde la degeneración de- elección, o a la mera enunciación histórica, sino como las múlti-
terminada por algún factor sistemático pueda serlo la pro_ ples maneras de aproximarse, desviarse y extraviarse en cada caso
-comopasajero
pia enseñanza académica-, hasta el extravío del camino recto (tal sería el programa de una historia crítica)
explicable
por la misma complejidad de la materia de referencia. Desde este que, por otra parte, sólo puede «encontrarse a sí mismo» en el
punto de vista hay que dudar, desde luego, sobre si el nombre mismo proceso de la rectificación de sus desviaciones previas. Aquí
de formalismo puede remitirnos a algún concepto unívoco y no reside el fundamento para la idea de una «philosophia perennis».
más bien cubre a todas desviaciones, degeneraciones o extravíos, Una «philosophia perennis» que haríamos consistir tanto más que
de suerte que al formalismo habría que conferirle principalmen- en una doctrina invariable y acabada, en un conjunto de nega-
te un sentido negativo. En todo caso, y aunque así sea en gene_ ciones críticas que se orientan hacia la metodología materialista
ral, y en la medida en que las desviaciones, errores, &c., puedan o racionalista.
l1 Gustavo Bueno Próktgo 15

a
r ) . Así mismo, la Frenología de Gall que, por su contenido in-
rr rr

r( rrcional, implica una concepción materialista en Antropología,


Hasta aquí hemos caracterizado al materialismo filosófico ¡,rrr'cle sin embargo considerarse gnoseológicamente como la eje-
atendiendo principalmente a sus relaciones sintácticoposiciona- , rrtión de un programa formalista fantástico y apriorístico. Por
les con el formalismo. Pero es evidente que esta caracterización , I contrario, la Filosofía de la Historia de Hegel, prototipo del
puede ser trasladada al propio formalismo. Por ello tampoco ade- r,lerLlismo histórico cuando se atiende a slls contenidos intencio-
lantaríamos gran cosa si agregásemos a la caracterización sintác- rr;rlcs representativos («los ensayos del Espíritu en el proceso de
tica formulaciones doctrinales o predicados semánticos muy ge- r¡ rrutoconocimiento»...), se encuentra una y otra vez mucho más
nerales (por ejemplo definir al materialismo por su pretensión de , r'rc¿r del materialismo histórico de lo que pudieran estarlo las Va-
mantenerse en contacto con la realidad, o con «las cosas mismas») ttttt'¡ones de Bossuet, por su tratamiento del material histórico,
que podrían también ser compartidos por el idealismo, el espiri- ¡,,,r la organización de las épocas, coordinables con mucha apro-
tualismo, &c. Porque «realidad» o «ir a las cosas mismas» son .rrración con las que Marx estableciera en su doctrina sobre la
expresiones que pueden ser reivindicadas por cada uno de los tér- ur'csión de los modos de producción.
minos de la oposición central. Para un solipsista la realidad se- No es, por lo tanto, mediante la exposición de ciertos predi-
rán sus «representaciones». Otro tanto ocurre con las mismas , .rrlos destinados a caracterizar el materialismo y el formalismo
ideas de materia o de espíritu usadas de modo general. ¿Qué más , , nro podemos obtener una definiciórr capaz de desbordar los Ií-
f

da decir que el materialismo pone a Ia materia como fundamen- rrilcs meramente posicionales de sus diferencias; es la referencia
to de la realidad o decir que el espiritualismo define ese funda- ,r orros conjuntos de términos a los cuales haya que aplicar las
mento como espíritu, si ni materia ni espíritu se declaran por re- rrrt'todologías materialistas o formalistas y que habrán de figurar
ferencia a terceros términos? En cualquier caso, materialismo y , ('nro referencias obligadas tanto del materialismo como del es-
formalismo pueden entenderse según sus significados ontológi- ¡,rr itualismo más radical. ¿Cómo establecer este «conjunto refe-
cointencionales, tal y como ellos mismos se los representan, o bien r,rrcial>>? Por de pronto determinando alguna de sus partes a la
según su significado gnoseológico efectivo. El significado onto- ,¡rrt'se l€ pueda dar la consideración de ineludible, «transcenden-

-o del idealismo, &c.- es


lógico intencional del materialismo r rlrrrcnte ligada» a la misma actividad racional (científica o filo-
,

en cierto modo el significado recogido en la perspectiva emic d.el ., , I i ca) . Desde hace muchos años, y en la forma de un argumen-

propio sectario del materialismo ,' ili¿rléctico ad hominem, venimos proponiendo como referen-
-o del idealismo-.
cado gnoseológico efectivo del materialismo
El signifi-
queremos entender- , r.r ,(transcendental» (a las demás partes del conjunto de referen-
1o primariamente como un significado que se recoge en una pers- r,r), ineludible en una perspectiva filosófica, al sujeto corpóreo
pectiva e/ic gnoseológica que tendría fuerza para aplicarse ad ho- (\ r() por ejemplo aun cogito cartesiano). Porque ni siquiera el
minem al propio espiritualismo o idealismo. La doctrina epicú- , ,¡riritualista más radical podría dejar de referirse a su cuerpo aun-
rea de los átomos, aplicada a campos biológicos o psicológicos, , ¡rt úste sea representado por él como mera apariencia del espíri-

será sin duda considerada por sus partidarios como un mecani- Lu. lrl docetista tendría que comer (,apariencias de alimentos cor-
cismo (ontológico); sin embargo, desde una perspectiva gnoseo- t),,reos)) y su subjetividad aparentemente corpórea aun sintién-
lógica es muy dudoso que el atomismo clásico, como método de ,1,)\e inmersa enlapaz perpetua de Ia conciencia pura, reaccio-
análisis de la vida orgánica o psicológica, pueda considerarse como ,r,rrirL normalmente de modo agresivo ante la eventual agresión
materialismo y no más bien como formalismo. (Las contraposi- ,li ()lr.o sujeto corpóreo aparente.
ciones consabidas entre el materialismo mecánico o vulgar y el lln todo caso, el sujeto corpóreo es sólo una parte del con-
materialismo dialéctico acaso podrían quedar mejor recogidas por ¡rrrrlo referencial que presuponemos, y no el conjunto íntegro.
medio de la contraposición entre el formalismo y el materialis- l'( r(r este conjunto referencial no es un recinto neutral que pu-
l6 Gusl(tvo Bueno Prólogo 17

diera ser tratado como algo independiente del materialismo y del ¡rlo, Ios nombres de Platón y Aristóteles y 1o que esos nombres
idealismo, por ejemplo. Sería suficiente una independencía sine- rcpresentan (no sólo las sensaciones); figura también el Estado
coide para poder hablar de ese conjunto referencial como un lu- tlc los Ptolomeos o el califato de Córdoba (y no sólo las proposi-
gar de intersección o punto de encuentro entre el materialismo , iones protocolares); figura el sistema solar, tal como se nos ofrece
y el idealismo (a la manera como el complejo de aristas, ángulos ,'n los Principia de Newton o en la teoría de la relatividad de Eins-
y caras de una configuración cúbica reversible a Ia percepción, lein (y no sólo los términos del lenguaje ordinario). Convendrá,
mantienen su independencia sinecoide respecto de las dos únicas ¡ror tanto, que nuestro «conjunto referencial» sin necesidad de
disposiciones según las cuales cabe percibirla). itlentificarse con una ciencia dada (la Geometría, la Mecánica,
No podemos entrar aquí en la cuestión relativa a la posibili- ,tc.) esté dado a escala gnoseológica más que a escala psicológica
dad de determinar conjuntos de términos capaces de desempeñar ,, teológica. Nuestro conjunto referencial deberá contener, por
el papel de un «conjunto referencial» en el sentido dicho. Sin duda liurto, operaciones, fenómenos, estructuras, teoremas (y no pre-
parece posible Ia existencia de más de uno. Como parte de ese , is¿rmente «sensaciones» o «evidencias originarias» o «vivencias
conjunto referencial podría tomarse un problema (por ejemplo, rrrísticas>>); pero incluyendo en las operaciones, por ejemplo, tanto
el «problema de Molyneux») o un teorema (por ejemplo, el <<teo- l;rs operaciones comunes de la vida precientífica o tecnológica,
rema de la gravitación» de Newton) o bien un contenido tenido , orno las operaciones de la vida científica o resultantes de ella;
como primitivo, simple o elemental (el cogito, según Descartes, t;ulto el frontón triangular tallado por un cantero, como el trián-
el principio A:A según Fichte, la sensaciones, según Mach, o 1,.rrlo rectángulo pitagórico. Nuestro conjunto referencial no pre-
las «proposiciones protocolares» del Wiener Kreis) o un conteni- tL'rrcle aproximarse a la condición de un conjunto originario o pri-
do tenido como complejo y, no por ello, acaso menos «primiti- nr ilivo de términos o de proposiciones que estuviese a la base de
vo». Es evidente que no por ser idealista una filosofía podría man- ( uirlquier conocimiento, sino al mundo práctico (fenoménico, ope-
tenerse al margen de la gravitación newtoniana, amparándose en rrrlrrrio), al mundus adspectabilis propio de un estadio histórico
que puesto que el mundo físico es irreal, el teorema de la gravita- ,rr,:Urzado, aquel en el que hayan podido conformarse los térmi-
ción entre las cosas físicas puede ponerse entre paréntesis; ni, por rrrs ¿rbstractos «materialismo)> o «idealismo» y otros semejantes.
ser materialista una filosofía podría dejar de considerar el cogito Nrrcstro conjunto fenoménico referencial, en cuanto que es un
cartesiano. O 1o que es lo mismo: la gravitación newtoniana o ( ()njLrnto práctico y gramaticalizado a cierta escala, puede anali-
el cogito cartesiano son «lugares de encuentro» del materialismo .iusc como una «sintaxis» (en un sentido similar al que ese tér-
y del formalismo. rrrirrcr tomó en la Megalé syntqxis de Ptolomeo).
-<<colección»-
llrur sintaxis
Así pues, la elección de un conjunto referencial entre otros de términos, relaciones y operaciones.
posibles está en función de los propósitos en cuyo contexto se esté Nuestro conjunto referencial se extiende, en resolución, tanto
planteando la confrontación entre el materialismo y el idealismo . rllo s€ extiende «el mundo de los fenónemos)), el mundo de las
(o el espiritualismo, o cualquier otro tipo de formalismo). La in- Ir ir nlos o configuraciones prácticas tales como «colmillos», «ha-
terpretación del conjunto referencial como si fuera un punto de , llrs», <<árboles>>, <<canoas», «autopistas)), «automóviles», &c. Es
partida originario, o incluso como si debiera definirse como el ''l utttndus adspectabilis que incluye, desde luego, además de los
conjunto nulo de premisas (en nombre de una «filosofía sin su- r,'r nlinos y relaciones, a los sujetos corpóreos operatorios «inter-
puestos»), pueden también considerarse como resultados de un , .rlrrrlos>> entre los fenómenos y entretejidos según diversas rela-
criterio de elección según propósitos implícitos. , r,)ilcs políticas, lenguajes gramaficalizados, &c. Las transforma-
Nuestro propósito es definir el materialismo y el formalis- , r( )ncs operatorias de unos fenómenos en otros están en relación
mo como metodologías disyuntivas que suponemos ya dadas in ,,,rr cl mismo concepto de «materia determinada», en cuanto se
medias res, en un curso contextual en el que figuran, por ejem- , ( n I r.aponen a las formas que se destruyen o que aparecen en las
'
18 Gustavo Bueno Prólogo 19

transformaciones. Damos por supuesto que los fenómenos de so[ía no es, por tanto, una ciencia, sin que por ello tenga que de-
nuestro conjunto de referencia son muy heterogéneos y son sus- ilLr de ser racional.
ceptibles a preparaciones tecnológicas previas- de cons- Pero es la tesis central del materialismo como me-
-gracias
tituirse en círculos categoriales en cuyo seno se configuran «con- todología- -y lasésta
Ideas no «flotan» como Ideas separadas en un
ceptos» rigurosos de estirpe científica estricta; conceptos de «tér- nlundo distinto del «conjunto de referencia»; las Ideas sólo se
minos» y de «relaciones» que llegan a desbordar el mismo hori- tlan y actúan a través de los contenidos del conjunto de refe-
zonte operatorio imponiéndose objetivamente a las mismas r cncia. Y esto no equivale a decir, que, por tanto, las Ideas ca-

operaciones de los sujetos, a los cuales «segregan». Un polígono r ccen de realidad (o de causalidad) histórica. Equivale a decir

perceptual es una figura fenoménica, pero las relaciones entre de- t¡tre , si, por ejemplo, se da por buena la tesis de los sociólogos
terminados puntos de ese polígono combinadas pueden dar lu- scgún la cual la propagación del automóvil en la sociedad in-
gar a una configuración objetiva (esencial) tlrrstrial fue una de las causas más importantes del cambio so-
-por ejemplo las re-
laciones del teorema de Brianchón- que se imponen a los pro- L iiil de nuestro siglo (incluyendo a la perestroika en este cam-

pios sujetos operatorios que construyeron «libremente» el polí- lrio), es porque el «automóvil» es ya una Idea en movimiento,
gono de partida. Suponemos que lo que llamamos «racionalidad» ()
l)orque la Idea que mueve el cambio se determina , inter alia,
del mundo o de la vida tiene que ver con Ia misma composición ,'rr los automóviles. Pero ¿cómo concebir una filosofía a la que
operatoria de unos fenómenos con otros, ya sea tecnológicamen- It' liemos asignado el «análisis y concatenación de las ideas» si
te ya sea científicamente. No es necesario, por tanto, ver a la ra- nlilntenemos la tesis de Ia inmanencia de 1as Ideas con respecto
cionalidad como una forma o superestructura añadida a los fe- .r Ios contenidos del conjunto de referencia? La tradición filo-
..til'ica
nómenos, puesto que ella puede ser la intraestructura constitui-
-en virtud de una dialéctica interna-
puede creer que
da por los mismos círculos de fenómenos que son, junto con las lr;r logrado desprender importantes conjuntos de Ideas, apar-
operaciones de los sujetos corpóreos, la mqteriq misma de la cons- rir de la recepción y comentario de los escritos de los grandes
trucción racional. Supondremos, por último, que los círculos ca- lrltisofos (el Acto Puro de Aristóteles, la Sustancia de Espino-
tegoriales en los cuales se concatenan racionalmente los conteni- ',rr, cl Espíritu de Hegel). La filosofía académica tendría sufi-
dos (o materiales) del conjunto de referencia, no son circulos dis- , icnte tarea con la reconsideración de estas Ideas heredadas de
yuntos, «megáricos», incomunicados; antes al contrario, ellos es- l;r t ladición; incluso la reconsideración de tales Ideas constitui-
tán «atravesados» por múltiples hilos que identificamos con las ¡ irr l¿r base para los planteamientos filosóficos de los problemas

Ideas, muy heterogéneas y diversas entre sí (en cuanto a su al- ,lt'l ¡rresente y la propia «formación filosófica», como tarea pe-
cance y a su profundidad, en su dignidad y en su humildad). Las ,l:rp,rigica, llegará a concebirse en función de la exposición de
Ideas no pueden encerrarse en el recinto de un campo categorial, trlcs Ideas. «Hacer filosofía» o «hablar de filosofía>> equival-
pues pasan por varios y de distinto modo. Podría decirse que los rlr í¿r entonces a ocuparse con las Ideas con las cuales los gran-
círculos categoriales se relacionan a través de las Ideas, así como ,lt s l'ilósofos se han ocupado, entrando en «diálogo con ellos».
éstas se relacionan a través de los conceptos categoriales. Pero I )t' lrecho, Ias autoconcepciones que muchos miembros del cuer-

las ideas se entretejen entre sí formando <<sistemas>>, sin que es- tr() l)rofesoral filosófico mantienen se aproximan notablemen-
tos sistemas constituyan «cierres categoriales» (en cuyo caso la rr' ;l csta definición. Sin embargo, por nuestra parte tenemos que
diferencia entre las ideas y las categorías desaparecería). Dadas ,, rnsiderarla completamente equivocada, vacia, «formalista».
estas coordenadas, definimos a la filosofía en sentido estricto (su- l'r¡r's ni siquiera las Ideas «ofrecidas por la tradición filosófi-
puesto que es imposible definir a la filosofía independientemente , ir,,pueden considerarse como Ideas «desprendidas» de los con-
de todo sistema de coordenadas), en tanto se contradistingue de r( ni(los del conjunto de referencia más que en la superficie fe-
las ciencias categoriales, por su ocupación por las Ideas; la filo- n()nl¿'nica y verbal de un mundo escolar (escolástico). Los gran-
20 Gustavo Bueno Pró logo 21

des filósofos tomaron contacto con esas Ideas a partir de con- 4


tenidos muy precisos del «conjunto de referencia» y si con ellas
podemos tener trato aun hoy es porque, como intérpretes, se- Por respecto del «conjunto referencial» podemos, por tan-
guimos teniendo el pie puesto en contenidos de un conjunto dado Io, redefinir el materialismo y el formalismo como dos orienta-
en el presente práctico, el cual ha de tener alguna conexión con , iones alternativas que puede tomar la construcción filosófica.
el conjunto referencial a partir del cual se dibujo la Idea en cues- Son dos «magnitudes filosóficas», antes que científicas o tecno-
tión. Según esto, lo que se llama «ocuparse de las Ideas» o ((ocu- Irigicas o poéticas, &c. Una ciencia, en virtud de su cierre catego-
parse del cultivo de las Ideas»>, o «dedicarse al cultivo de la fi- t iul, ejercita necesariamente el materialismo
losofía» es sólo una manera oscura y confusa, acaso oblicua o -y si no lo ejercita,
rtt cierra-; pero la filosofía no es una ciencia y, por ello, los
indirecta, de decir que estamos hablando de las realidades del r'r iterios del materialismo, en filosofía, son mucho más débiles
presente. Propiamente habría que decir que no cabe «hablar de v c¿rmbiantes. En efecto: o bien la concatenación entre los fenó-
filosofía» o «sobre filosofía». Y no decimos esto en el sentido nrcnos del conjunto de referencia tiene lugar de suerte que sean
de la contraposición kantiana de la filosofía con el filosofar, Ios mismos fenómenos (la materia, el contenido) aquellos que se
sino en el sentido de la filosofía como «saber de segundo gra- vinculan unos a otros según formas identificadas con los mismos
do». Por ello, mejor que decir, por ejemplo: «hablar de filoso- t i¡ros de enlace; o bien esto no ocurre así, si es que los fenómenos

fía política»> sería decir: «hablar del Estado filosóficamente». n() se entretejen por sí mismos (según sus propios contenidos) sino
Hablar de Kant, sin haber estudiado los Principia de Newton l,or formas conceptuales lejanas o vagas o porque las Ideas no
que forman parte del conjunto referencial de Kant, es sin duda .i( cntretejen a través de los fenómenos pertinentes, sino solamente
una exigencia de la misma dialéctica de la tradición filosófica; ;r lravés de algunos momentos suyos, de suerte que pudiera de-
pero es una exigencia que conduce a un nuevo tipo de formalis- , irse que son formas vacías, si no ya de todo contenido (puesto
mo, auna falsificación de la filosofía kantiana. En cierto modo 1¡rc esto sería imposible), sí de aquellos que se consideran perti-
cabria decir que «filosofar» no es hablar o pensar en Kant, sino rr'ntes. De un modo u otro cabría decir que el materialismo en-
en Newton a través de Kant o de Einstein. Y si Newton, Eins- tie nde las partes («hechos», «fenómenos>>) del conjunto de refe-
tein o cualquier otro contenido del «conjunto de referencia» nos ri-'ncia como los materiales mismos con los cuales se construyen
obligan a determinados planteamientos filosóficos es porque las l,rs conocimientos científicos y filosóficos, así como puede afir-
Ideas que brotan a través de sus conceptos se parecen o con- nr¿rrse que los sonidos son los «materiales>» con los cuales se cons-
trastan o corroboran a otras ideas categorizadas en campos muy tr rrye la música (sin los sonidos la música no existe). En este mis-
distintos, en los campos de la política, de la historia o de la vida. rrro sentido ha de afirmarse que los hechos o los fenómenos del
Asimismo, la acción o influencia que pueda corresponder a la \'()njunto de referencia son los materiales con los que se constru-
filosofía como institución social (como formación filosófica de ve cl conocimiento científico o filosófico; no son los «verificado-
los ciudadanos) tampoco podrá imputarse a esas supuestas Ideas rcs» o <<falsadores» de supuestos sistemas de conceptos, proposi-
desprendidas por los filósofos que se analizan, sino a la acción , iones o ideas (toda teoría de la ciencia o de la filosofía que in-
de determinados contenidos materiales positivos con los cuales rr'r'l)rete esas partes del conjunto de referencia como verificado-
las Ideas se muestran identificadas frente a terceros contenidos rt's o falsadores de supuestos sistemas proposicionales estaría
materiales fenoménicos. La influencia que puede corresponder cctada de formalismo).
.r I
a la filosofía está siempre mediada, por tanto, por alguna ideo-
logía partidista: al menos ésta es la única conclusión compati- I.-Hablaremos de formalismo (efectivo, ejercitado) siem-
ble con el materialismo. l)r e que podamos constatar que en una construcción intenciona-
rlrrrrente racional las Ideas no se vinculan entre sí a través de los
22 Gustavo Bueno Prólogo 23

fenómenos (contenidos, materiales) pertinentes, sino que su vin- L onstrucción de los fenómenos (cuando en realidad no es otra cosa
culación se establece en un plano independiente de los fenóme- :rirro un pleonasmo de estos fenómenos), o bien una reconstruc-
nos constitutivos de la región pertinente del conjunto de referen- ,:icin del conjunto referencial si bien sólo a un nivel genérico (por
cia. Formalismo, en su sentido filosófico más general, vendría L'.icmplo, subgenérico, recto u oblicuo): hablaríamos entonces de
a designar la «desviación» que puede padecer un proceso racio- lormalismos genéricos, de reducciones débiles, como pudieran ser-
nal dado respecto de una región del conjunto fenoménico de re- Io, por ejemplo, el reduccionismo economicista o etologista en
ferencia, cuando se deja arrastrar por determinaciones o cone- tcoría política (lo que no excluye que a través de estas reduccio-
xiones entre Ideas tales que la materia por ellas cubierta quede rrcs puedan alcanzarse determinaciones de relaciones significati-
al margen (segregada) del proceso de construcción. Desde una \ irs entre los fenómenos). Todo reduccionismo débil (es decir, sin
perspectiva materialista, el formalismo puede concebirse como rrtorno) podrá considerarse como un formalismo. Otras veces las
resultado de un regress¿.¿s desde el conjunto fenoménico de refe- l()rrnas separadas se alejan tanto de los fenómenos a los que se
rencia hacia Ideas componentes que, en lugar de ser tratadas como rcl'ieren y de un modo tan oblicuo que constituyen auténticos
que, mediante la ,,
¡runtos de fuga», formalismos metafísicos, como ocurre con las
-es decir, como componentes abstractos,
tales
conexión con los fenómenos se hacen capaces de reanudar un cur- ,,e neralidades puras primogenéricas del atomismo que acabamos
so propio (como ocurre con las formas geométricas enlas Princi- rlc citar o con los sujetos puros segundogenéricos, cuando se les
pia de Newton)- son hipostasiados (sustantificados) como «for- r rt iliza como punto de partida de la teoría política (en Ia doctrina

mas separadas» de la región específica de fenómenos a los que ,lt' lrichte) o bien con ldeas puras terciogenéricas. Tan sólo cuan-
se refieren. Unas veces, estas Ideas, aunque mantienen una pre- ,to el regressus del conjunto fenoménico de referencia se aleja de
tensión de inmanencia (respecto del conjunto referencial), per- ,1, como negatividad pura, cabe hablar de una Idea próxima a
manecen, sin embargo, en virtud de la naturaleza de su generici- l:r Idea de materia transcendental. En cualquier caso, el regres-
,,//.\ a estas «formas sin retorno» puede tener lugar bien sea a par-
dad (oblicuidad, por ejemplo), tan alejadas de los fenómenos es-
pecíficos a los que se refieren que no logran engranar con ellos. rrr rle los «términos del conjunto de referencia», bien sea a partir
Propiamente se diría que «borran» los fenómenos del conjunto ,1,' ltts operaciones que en este conjunto puedan darse, bien sea
referencial, porque la reducción que han logrado es una reduc- .r tr'¿rvés de las relaciones. El regressus nos conduce a Ideas in-
ción débil, sin retorno: es el caso de las Ideas De- , r )r)sistentes, en la medida en que contengan confusivamente mor-
-átomos- de
mócrito aplicadas al análisis de la estructura del campo de la Quí- lologí&s de órdenes muy distintos a los que sólo pueden «cubrir»
mica. Otras veces, las Ideas logran incorporar importantes ma- ,lc rrn modo aparente. Así, los términos nos remitirán a multipli-
sas de fenómenos del conjunto referencial, pero en cambio resul- , ¡,lacles puras de objetos cualesquiera similares a los cuerpos (cor-
tan estar construidas según una «ley interna>» tal que las empuja t,rsculares), pero invisibles (átomos); las operaciones a sujetos
a pretender aplicarse más allá del conjunto de referencia, como l,rrros, similares a los objetos corpóreos, pero sin serlo, al estar
si quisieran desbordarlo para resolverse en una realidad intencio- ,l, linidos como formas separadas, como actividad pura; las rela-
nalmente transcendente; que no es otra cosa (no puede serlo, si r roncs o estructuras similares (homonímicas) a los fenómenos,

ha de ser inteligible) sino una reproducción o duplicación del con- t,('ro dotados de una eternidad paradigmática.
junto de parlida (es el caso de la «teoría de la visión» de Berkeley A) El formalismo primogenérico se nos presenta principal-
en su /egres.rus ala Idea de un «espíritu incorpóreo», desprovis- ,,rr'ntc mediante conceptos mecánicos (moléculas, átomos) utili-
to de sentido del tacto, pero dotado del sentido de la vista). Unas .rtlos para dar cuenta de las morfologías biológicas, etológicas,
veces, por tanto, las formas a las que se ha regresado no incluyen ,r., . l|.r efecto, las Ideas del atomismo clásico (mezcla de concep-
una separación absoluta, pues conservan una materialidad mor- r,
''. ¡rratemáticos y mecánicos) serían meramente formales respecto
fológica positiva que hace posible o bien una apariencia de re- ,1, los contenidos fenoménicos dados en el conjunto de referen-
Prólogo 25
24 Gustavo Bueno

vr fiat «pone el mundo», o lo pone de un modo más bien que


cia tales como colores, sabores, pero también «garras», «prcos»
de otro. Concedemos, pues, que el regresszs al sujeto a partir del
&c., o bien con respecto a las operaciones de los sujetos corpó-
para- conjunto fenoménico de referencia es un camino abierto que ha
reos. Nos encontramos así, de este modo, en la situación
de ser siempre recorrido y en este sentido el idealismo podría ser
dójica de un formalismo materialista: formalismo, por su méto-
considerado como un «horizonte filosófico». Sin embargo, y dado
¿o, por su ejercicio, y materialista por su intención representati-
qlue el progresszs desde el sujeto puro, divino o humano, hacia
,u. 6ot átomos de Demócrito son corpúsculos, hemos dicho' pero
como los fenómenos es imposible, salvo por un decreto creador irra-
corpúsculos invisibles y en este sentido son tan metafísicos
Por eso preferiríamos hablar de cional, estaríamos autorizados a considerar al idealismo regresi-
los'«espíritus» del animismo.)
y no materialista, al menos en el vo como un fracaso del proyecto de construcción racional, que
«formalismo corpuscularista»,
ha de ser evitado apagógicamente (para 1o cual habrá de haber
plano
- gipfgnoseológico.
sido iniciado). De este modo cabrá afirmar que el materialismo
formalismo segundogenérico se constituye por la pre-
se nos presenta como una rectificación del idealismo, como una
tensión de reducir los contenidos dados en el conjunto fenomé-
lccuperación del proyecto racionalista quebrado por el hiato que
nico de referencia a la condición de expresiones, afecciones o de-
princi- cl punto de fuga subjetivista abrió entre el regressus y elprogres-
terminaciones de sujetos operatorios (o de cualquier otro
,rus del conjunto fenoménico de referencia.
pio concebido al modo de un sujeto operatorio)' Podemos ha-
Por lo demás es bien sabido que el idealismo subjetivo, en
blar también en este caso de formalismo por cuanto ahora ocurre
sus límites más radicales, equivale a la disolución misma de todo
como si la forma de la subjetividad operatoria (que suponemos
presente en el conjunto de referencia) hubiera sido desprendida l)royecto racionalista, puesto que él ha de verse empujado a con-
siderar cualquier tipo de fenómenos dados en el conjunto de re-
áe su materia propia: el concepto filosófico de «espíritu» tiene
Ierencia como gratuito, indeterminado, efímero, casi una apa-
que yer, sin duáa, con estas <<formas separadas>» (véase la dispu-
icncia o una nada (Jacobi acuñó precisamente el nombre de «ui-
tación 35 de Francisco Suárez)' El espiritualismo, entendido como
r

puede ser lrilismo» para designar al idealismo de Fichte, en tanto que éste
un formalismo segundogenérico, en su desarrollo límite
tanto en sus versiones teo- ,,liquidaba» todo resto de sustancia y existencia real del mundo).
identificado con el idealismo subjetivo,
hipostasiado se hace equivalente a un C) En tercer lugar, los formalismos terciogenéricos se nos
lógicas (cuando el sujeto
versiones psicologistas (cuan- rrrirnifiestan como una apelación a estructuras racionales hipos-
suJeto divino infinito), como en sus
t usiadas (aritméticas, geométricas, cristalográficas) en tanto sus-
do el sujeto hipostasiado se hace equivalente al sujeto humano'
trtuyen a las conexiones materiales dadas en el conjunto fenomé-
uel yor, &c.). Por Io demás, es innegable la afinidad histórica
rri«l de referencia. Sin duda, las conexiones entre las formas idea-
entrl el ideatismo subjetivo teológico (el «idealismo material» de
(el lcs ¡:ueden ser, en su género de materialidad, efectivas (como si,
Berkeley) y el idealismo subjetivo psicológico o antropológico
históri- r.rr (ieometría, establecemos la conexión entre el triángulo rectán-
«idealismo absoluto» de Fichte). Desde el punto de vista
grrkr y la superficie cónica mediante la operación <<rotación por
co, el idealismo absoluto de Fichte sólo se explica como evolu-
un crteto»); pero si esta conexión ideal (terciogenérica) se hipos-
ción del cristianismo idealista de Berkeley'
lrrsiirse, para ser ttilizada como esquema genético de configura-
Ahora bien, el idealismo subjetivo (o simplemente' el men-
liorrcs físicas de forma cónica, estaríamos cultivando una suerte
talismo psicológico) podía ser considerado como un formalismo
rlr «idealismo objetivo>> metodológico, un formalismo cuyo va-
qr..o.tát'r." al racionalismo por caminos degenerativos (aun cuan-
Ior heurístico no puede negarse (ahí está la Geometría de Apolo-
áo deban ser explorados), en la medida en la cual las concatena-
han rrio y la Astronomía de Ptolomeo). La teoría geométrica de los
ciones buscadas entre las partes del conjunto de referencia
de ser sustituidas, por conexiones derivadas de operaciones me- lrolicdros regulares, utilizada en Astrofísica, al modo del Timeo
pura de un sujeto que mediante ¡rlrrtrinico (o bien al modo de Kepler), podría servir de ejemplo
tafísicas vacías, de la actividad
26 Gustavo Buen.o Prólogo 27

de desviación formalista del método racional. Aquí estamos den- la cantidad de contenidos o materiales conductuales asimilados;
tro de un concepto más científico-categorial que filosófico; pero pero la doctrina freudiana de la libido tiene mucho de formalis-
el idealismo objetivo, como filosofía, puede considerarse como mo psicológico subjetivo, comparada con otras doctrinas alter-
una generalización del mismo idealismo objetivo categorial ejer- rrativas (económicas, por ejemplo) capaces de asimilar importantes
cido. También es un formalismo terciogenérico la teoría del es- contenidos de la conducta amorosa del místico o del político, con-
pacio físico de Newton-Kant: las partes de este espacio absoluto tenidos que quedan fuera del (<cono de luz» proyectado por el
no se relacionan a través de los fenómenos, sino que se supone reductor pansexualista.
que son partes de una forma a priori (materialista será en cam- Desde estos puntos de vista, el materialismo, en cuanto se
bio la teoría del espacio de Leibniz o de Einstein). opone al formalismo, se nos presenta como una filosofíaposi/i
ya. El formalismo, en cambio (sea idealista, sea espiritualista, sea
IL-Hablaremos de moterialismo siempre que podamos de- rrrentalista), habría que reinterpretarlo como una fllosofía nega-
mostrar que en una construcción racional dada los contenidos o /iva, incluso como un nihilismo, según hemos dicho. (Para el con-
materiales mismos del campo de referencia entran por sí mismos cepto de una filosofía positiva su diferencia con el positivis-
o son asimilados «in integrum» (al menos en el límite) en el pro- -en
rno de Comte- ver el libro de Manuel F. Lorenzo, La última ori'
ceso de reducción fuerte. (Es decir, en una reducción que hace llq. Introducción q la filosofía de Schelling, Pentalfa, Oviedo
posible el retorno.) El materialismo se nos presenta así, ante todo, 1989). EI concepto de filosofía positiva no debe confundirse, desde
como el ejercicio mismo del racionalismo crítico (crítico del for- luego, con el positivismo o con el neopositivismo, ya sea de ten-
malismo). Esto está de acuerdo con la idea de «materialismo» en rlencia fenomenoló gica, ya sea de tendencia empirista. El positi-
el sentido gnoseológico o metodológico que hemos esbozado an- vismo clásico de Comte y, más aun, la fenonemología de Husserl
teriormente y según el cual el materialismo no puede ser reduci- o el empirismo lógico descripcionista del Círculo de Viena, aun-
do a un sistema de tesis ontológicas fijas, dotadas de un signifi- r¡ue contenían importantes componentes materialistas (« ¡ a las co-
cado absoluto que pudiera ser ofrecido a la consideración de los sas mismas !>> Husserl, quien consideraba a Ia fenomeno-
mortales, puesto que es, sobre todo, una orientación de signifi- -decía
logía como «verdadero positivismo>») terminaron siendo metodo-
cado relativo que está en función de los materiales «morfológi- logías idealistas o espiritualistas o solipsistas. Ello se debía, sin
cos)) que la realidad misma vaya ofreciendo y de los formalismos rluda, a que los fenómenos se consideraban como un primum in-
según los cuales estos materiales hayan sido tratados. La Astro- corregible (aunque este punto se discutió ampliamente). Al no te-
nomía ptolemaica, (fenomenológica, cinemática) alcanzó un grado nerse en cuenta el contexto gnoseológico, y por tanto, el carácter
de materialismo superior al que el que fuera posible conceder a rlialéctico de la racionalidad de los procesos de construcción (que
la Astronomía mitológica de Santo Tomás; pero seguía siendo irnplican rectificaciones, negaciones en los propios fenómenos,
formalista, e incluso venía a recaer en una suerte de idealismo &c.), todo lo que es dado (según criterios llamados «epistemoló-
objetivo de las órbitas circulares (epiciclos, ecuantes, &c.) en tanto gicos>>, en rigor, psicológicos-subjetivos, apelaciones a la evidencia
sólo pretendía «salvar los fenómenos». Por su parte, la doctrina clela conciencia o cosas por el estilo) había de ser nivelado como
freudiana (pansexualista) de la libido es materialista o, al menos, l'enómeno. El solipsismo (de cuño idealista) fue el sumidero ha-
alcanza valores materialistas más altos, cuando se la utiliza como cia el cual derivaron una y otra vez las metodologías positivistas.
guía para el análisis motivacional de la conducta amorosa de un l)ero la filosofía positiva filosofía
místico ante su Dios, o de un político carismático ante sus ma- -o el materialismo, como
¡lositiva- no puede reducirse al postulado de ir «a las cosas mis-
sas, que las doctrinas alternativas, disponibles al efecto (espiri- mas)), a «la experiencia» como único baluarte contra la especu-
tualistas, idealistas) de carácter teológico o patriótico; el criterio lación gratuita y metafísica. El postulado clave del materialismo
para medir estos grados de materialismo tendría que fundarse en I'ilosófico, en cuanto filosofía positiva, estriba más bien en tra-
28 Gustsvo Bueno Prólogo 29

tar a los fenómenos no tanto como datos que aparecen y desapa- de un modo más débil, o incluso azanas no reconstruibles cienti
recen al sujeto, o como datos que han de tratarse como verifica- ficamente en absoluto? Si reconocemos unos límites, en el Uni-
dores o falsadores de sistemas de proposiciones encadenadas en verso, a los campos cultivados por las ciencias categoriales (y ra-
un plano relativamente autónomo, sino como datos que están en- cionales), ¿no son legítimos los postulados de las filosofías idea-
trelazados o co-determinados los unos por los otros, pero tam- listas o espiritualistas o teológicas o irracionalistas, al menos cuan-
bién desligados de algunos terceros. La filosofía positiva, en cuan- do vayan referidas a las regiones del Universo no racionalizadas
to materialismo, se orienta decididamente hacia el reconocimiento científicamente? Reservemos el racionalismo (materialista) para
de la efectividad de concatenaciones objetivas entre fenómenos, aquellas regiones del Universo que han podido ser iluminadas por
que, aunque hayan sido operatoriamente establecidas, sin embar- las ciencias positivas; pero admitamos al menos la posibilidad de
go pueden presentarse como teniendo lugar tras la segregación filosofías praeter racionales posibilidad y la necesidad de la
-la
fe teológica por ejemplo- en el momento en que transpasemos
del sujeto operatorio. Por tanto, no cabrá fundar propiamente
el materialismo filosófico en ningún otro lugar que en la roca de los «límites de la razón>>. No es esta la ocasión para abordar de
las ciencias categoriales tales como la Geometría o la Mecánica, frente esta cuestión decisiva. (Me remito al artículo que sobre el
la Termodinámica o la Química. No entendemos la posibilidad Ignoramus lgnorabimus de Du Bois-Reymond publicó El Basi-
de un materialismo filosófico, racionalista (no meramente meta- lisco, 2" época, n" 4, marzo-abril 1990, con motivo de la apari-
físico, aunque sea crítico de teogonías o cosmogonías mitológi- ción del libro homónimo de Ferdinando Vidoni). Basten de mo-
cas), que esté desarrollado previamente a la constitución de los mento estas dos consideraciones:
círculos categoriales correlativos a las construcciones científicas 1. La admisión de un comportamiento irracional (esto es, no
estrictas, constitución que tiene lugar a lo largo de un proceso material) en las regiones o fases del universo que suponemos exis-
histórico. El materialismo filosófico se apoya en las ciencias ri- ten más allá de los límites de las ciencias positivas pondría en pe-
gurosas, como en sus columnas más firmes y seguras. Esto no ligro la racionalidad de los propios campos categoriales. Una sub-
significa concebir al materialismo filosófico como una simple reex- jetividad dominadora, capaz de subvertir las conexiones objeti-
posición de las ciencias positivas o, al menos, de sus resultados vas establecidas científicamente, capaz de hacer por milagro, en
más generales, como «metafísica inductiva». En primer lugar, por- virtud de su omnipotencia, lo imposible, el perpetuum mobile,
que aun en los momentos en los que el materialismo filosófico o de conocer, en virtud de su omnisciencia, lo inescible, el curso
se mantiene en el ámbito de los campos categoriales roturados de un sistema caótico, no puede ser aceptada después de admiti-
por las ciencias positivas, no se reduce a ellas. El materialismo da la efectividad de las ciencias categoriales respectivas.
filosófico, como filosofía positiva, supone e! regressus hacia la 2. La admisión, más allá de los límites del mundo racional,
ontología (materialista) implícita en los diferentes círculos cate- de entidades «envolventes» suprarracionales constituye también
goriales ya constituidos; requiere el trazado de las coordenadas el límite de la filosofía y todo Io que consista en representarse
más generales que permitan desenvolverse en los diversos cam- «modelos de comportamiento» de estas entidades sobreraciona-
pos; en segundo lugar, porque el materialismo filosófico desbor- les cae fuera del ámbito de la filosofía.
da la extensión definida por los campos categoriales y se aplica El materialismo filosófico, como también el científico ejerci-
universalmente a la omnitudo rerum. Pero como esfa omnitudo do, se afirma a sí mismo como negación del formalismo. Pero la
rerum no puede concebirse como «íntegramente roturada>> por negación o rectificación del formalismo no es algo que pueda lle-
las ciencias categoriales, cabría siempre levantar la duda sobre varse a cabo de Ltnayez para siempre y de un modo global. La
la solidez de los fundamentos del materialismo filosófico. Si he- rectificación del formalismo hay que llevarla a cabo en cada caso.
mos apoyado a éste en los campos reconstruidos por las ciencias Por ejemplo, el formalismo atomístico de los antiguos pen-
más estrictas, ¿no es gratuito extenderlo a campos reconstruidos sadores griegos inmensa y diversificada influencia a lo lar-
-cuya
i0 Gustavo Bueno Prólogo 31

go de más de dos milenios es bien conocida- habrá sido rectifi- sidad del Universo y de su lejano e invisible Arquitecto que con
cado en el proceso mismo de constitución de la Química moder- rrn sentimiento religioso positivo capaz precisamente de hacer in-
na mediante la incorporación de abundantes componentes «resi- tcligible la oración, la plegaria, o de ponerse en disposición de es-
duales» dados en los fenómenos (tales como comportamientos cuchar un mensaje revelado); será simplemente ridícula la acción
eléctricos, colores espectroscópicos, pesos atómicos, &c.) que lle- tlc esconderse pretendían esconderse Adán y Eva después
-como
varon a la necesidad de descomponer el átomo según líneas im- tlel pecado- ante un Dios omnisciente; nada tendrá que ver con
previstas en el formalismo atomístico. Nuevos y nuevos conteni- kr religión el edificar templos para «encerrar en ellos» a un Dios
dos materiales (isótopos, orbitales, hadrones y leptones) enrique- ubicuo. Pero todo esto equivale a reconocer que la filosofía espi-
cerán el cuadro. ritualista de la religión es un formalismo que tiene que dejar fuera
El formalismo espiritualista inherente a la teoría de la reli- ilc su visión racionalista a la mayor parte (por no decir a la totali-
gión propia del subjetivismo teológico («la religión es la relación tlad) de los contenidos no asimilables por esa filosofía de las reli-
o «religación» de la conciencia subjetiva humana y Ia conciencia lriones positivas. El único método alternativo para rectificar ese
divina») o del subjetivismo antropológico («la religión es la reli- lirrmalismo que se declaraincapaz de ofrecer esquemas de conca-
gación de la conciencia humana consigo misma o de las concien- tcnación entre los fenómenos religiosos será el método materialis-
cias humanas entre sí») habría conducido a una filosofía de la re- tl. Una filosofía materialista de Ia religión, desde este punto de
ligión, que, de hecho, es de índole estrictamente negativa, en cuanto r ista, es ante todo una filosofía que ante el material fenomenoló-

filosofía, puesto que la materia, es decir, los contenidos más ca- 1,ico (templos, oraciones, plegarias) resulta estar dotada de poten-
racterísticos de las religiones positivas (tales como ceremonias de , ia racional suficiente para dar cuenta de su enlace inteligible. Es

adoración, templos, sacerdotes, conductas de ocultación de los fie- rrna filosofía positiva (una filosofía de las religiones positivas) y
les) no podrán ser incorporadas internamente a una idea tan me- ¡ror ello debe rectificar la idea espiritualista de la religión como
tafísica de religión como la que se expresa en las fórmulas citadas. rcligación entre conciencias puras, sustituyendo la idea tradicio-
Todos estos contenidos quedarán como residuos y de ellos a lo rrll de religión por la idea de una «religación» entre sujetos corpó-
sumo se dirá que mantienen relaciones accidentales, oblicuas o ad- rcos (hombres o animales).
venticias (por ejemplo «supersticiosas») con la esencia de la reli- Otro ejemplo de lo que podría significar una «rectificación
gión. En efecto, desde una perspectiva estrictamente espiritualista rrraterialista>> de la conducta proléptica requerida una vez que se
(especialmente cuando uno de los sujetos implicados, el sujeto di- lrrr constatado Ia incapacidad explicativa de Ia doctrina formalista-
vino, se nos presenta como infinito e incorpóreo, tal como se les rrrcntalista de la finalidad, nos lo ofrece la teoría de la anamne-
,,is. La doctrina tradicional concibe a los fines como propósitos
presentó a los filósofos de la Ilustración y, en general, a los defen-
sores de la doctrina de la «religión natural») sólo será concebible l()r'mulados por una mente que, tomando del futuro sus conteni-
una filosofía de la religión negativa, es decir, una filosofía que con- ,los los presenta a las «potencias ejecutivas)), a fin de llevarlos
siste en negar las religiones positivas como campo propio de la fi- ,r la práctica («el fin es lo primero en la intención, lo último en
losofía (de la religión). Los contenidos o materia de las religiones l;r c jecución»; «la abeja todavía Marx- se diferencia del
-decía
positivas serán o «superstición>> o <<revelación». Desde el punto rrr r¡uitecto en que no se representa la futura edificación y éste sí»).

de vista formal de la religión natural de la Ilustración, por ejem- ,,\lrora bien, apelar ad hoc a una mente capaz de crear un fin (o
plo, resultará absurda, irracional, o simplemente estúpida la cate- , rlraerlo del futuro) es tanto como renunciar a entender racio-
goría misma de la oración, en tanto ella va orientada a conseguir rr:rlmente el proceso de la formulación de los fines por el sujeto
mudar las invariables disposiciones divinas (el «respeto>>, al cual ¡rroléptico; solamente una metodología materialista -que trata
el deísmo pretendió reducir el sentimiento religioso, tendría más ,lt'dar cuenta de esa prolepsis a partir de otros contenidos mate-
que ver con el sentimiento estético de lo «sublime)) ante la inmen- r irrles que han de suponerse ya dados- puede rectificar la doc-
32 Gustovo Bueno Prólogo JJ

trina mentalista de los fines. La doctrina materialista de la finali- por acoso: «iremos dividiendo y subdividiendo hasta que logre-
dad proléptica se nos manifiesta así como la ejecución misma del mos acorralar alapieza en alguno de los lugares de la división»).
proyecto racionalista. Tresguerres subraya la importancia de la distinción orteguiana en-
Como último ejemplo: el formalismo astronómico («tercio- tre caza y lucha. Sin embargo se diría que Ortega se sitúa en el
genérico») que cabe apreciar, según hemos dicho, no sólo en la entendimiento del platonismo (acaso por influencia del esencialis-
Astronomía de Ptolomeo (las esferas homocéntricas, los epici- mo de Husserl o de Scheler) al modo de los megáricos, es decir,
clos...) sino en la de Kepler («el idealismo de las elipses») y que en la perspectiva de una ontología de signo formalista, preocupa-
es preciso considerar como propio de la fase precientífica de la da por alcanzar esencias o «mismidades» inmutables («la caza no
Astronomía, encontrará su rectificación racionalista (aunque no ¡ruede en lo esencial progresar»). El diagnóstico de Tresguerres nos
definitiva) en el materialismo newtoniano (el materialismo de su l)arece certero: Ortega se habría mantenido dentro de los modos
Mecánica, que se abre camino en medio de los pensamientos teo- de la conceptuación «porfiriana» de los esquemas porfi-
-dentro
rianos de la esencia distributiva- y ello le conduciría a una suerte
lógicos que lo envolvían). Pues como desarrollo materialista cabe
interpretar ya la proposición I, teorema I de la sección II del Li- de reduccionismo etologista en virtud del cual la «mismidad» de
bro Primero delos Principia áreas que los cuerpos en re- la caza se percibirá de un modo unívoco, dejando de lado las dife-
-<<las rencias, esenciales también, que es preciso constatar en el terreno
volución describen mediante radios trazados hasta un centro de
fuerza inmóvil, se encuentran en los mismos planos inmóviles y de los fenómenos. Pero no cabe hablar de una teoría de la caza
son proporcionales a los tiempos en los que se describen»-, por y del toreo si las propias diferencias constatables en su campo ma-
cuanto aquí la forma geométrica de la elipse o de la circunferen- terial (determinadas, por ejemplo, por el progreso de la tecnolo-
cia deja de ser una forma a priori, o un ideal cósmico, al cual gía) no pueden ser asimiladas teoréticamente. La «querencia» for-
habrían de ajustarse las materias físicas, para comenzar a ser el rnalista de Ortega sería la razón de su deslizamiento hacia posicio-
resultado de la composición de trayectorias inerciales de estas ma- nes etologistas, deslizamiento que le habría impedido construir una
terias físicas interactuando en condiciones definidas. teoría de la caza. Tresguerres es aquí terminante: Ortega no tiene
rrna teoría de la caza, ni, por ello, tampoco tiene una teoría del
toreo. Ni la podría tener nosotros- si tomamos en se-
5 lio su formalismo. Pues -diríamos
Ortega 1o que ha hecho habría sido una
tcoría formalista de la caza. Si se quiere, ha ofrecido la «forma
El libro de Alfonso Tresguerres sobre la caza y el toreo, que rxterna» de una teoría, que, por ejemplo, intenta resolver el paso
el lector tiene entre sus manos, podría verse como la rectifica- tle la caza animal a la caza específicamente humana apelando al
ción materialista de las tenaces tendencias formalistas que habría irrgenioso concepto ad hoc de las «vacaciones de humanidad», de
que considerar actuando tras las concepciones habituales y, muy la «deshumanización». Le era imposible desarrollar una teoría ma-
en particular, tras las concepciones de Ortega. Sería interesante tcrialista dela caza, es decir, una teoría capaz de incorporar la ma-
analizar el libro de Tresguerres, punto por punto, desde esta pers- tcria misma de las realidades venatorias.
pectiva, pero ello exigiría una reexposición en segundo grado de En consecuencia, tampoco pudo escribir ese libro sobre los
la práctica totalidad de sus proposiciones. Limitémosnos a algu- loros que siempre estuvo prometiendo y deseando escribir. Pues
nas indicaciones muy generales, confiando en que el lector pue- :;i el toreo no es caza ni es lucha, ¿qué puede ser, dentro de las
da continuar el análisis, si le interesa, con tanta o mayor preci- ( oordenadas orteguianas? Las interpretaciones habituales de la

sión como podríamos hacerlo nosotros. liesta de los toros adolecen también de formalismo en la medida
Ortega ha logrado, sin duda, importantes resultados en su em- r'n que se limitan a acogerse a ideas abstractas tales como «vida»
peño de <<cazar>> la caza y el toreo al modo platónico (una caza () «muerte)) de las cuales el toro v el torero serían sim-
-dentro
34 Gustavo Bueno

ples símbolos- o incluso a la idea «espiritualista», transcenden-


te, de «divinidad» entendida en un sentido difuso, vagamente pan-
teísta (al modo de Jensen, o de Willamovitz) que se supondría
disuelto en el terrible certamen de la vida y de la muerte (<<la caza
deportiva sumerge al hombre deliberadamente en ese formidable Introducción
misterio y por eso tiene algo de rito y de emoción religiosas en
que rinde culto a lo que hay de divino y transcendente en las le-
yes de la Naturaleza»).
El libro de Alfonso Tresguerres constituye, por tanto, a nues-
tro juicio, una enérgica rectificación, certeramente conducida, del
formalismo orteguiano. Rectificación posible porque el campo ro-
turado por Ortega era ya él mismo un campo material, el campo
dela caza y de los toros. Las ((cosas mismas», según su propia
escala, estaban ya más o menos insinuadas pero era preciso coor-
denarlas, codeterminarlas por medio de una teoría auténticamen-
te material (materialista). Una teoría que sorprende por la abun- Los dos ensayos que componen este libro pueden ser leídos
dancia de los contenidos que consigue asimilar de su campo feno- independientemente uno del otro. Espero que cada uno de ellos
ménico, sin recaer en ningún tipo de empirismo, utilizando distin- tenga sentido pleno y autónomo, mas confío también que, en al-
ciones certeras y análisis esclarecedores (por ejemplo el primer gunos aspectos, se iluminen entre sí y se complementen.
análisis serio que existe de la ceremonia del toreo). Lo más para- El primero habla principalmente de caza; el segundo, de to-
dójico (al menos para quienes mantienen concepciones convencio- ros. Los dos aspiran a que, sin necesidad de postular una excesi-
nales «terciarias» sobre la naturaleza de la religiosidad) será acaso va benevolencia por parte del lector, se les pueda considerar una
esta constatación (si se da por buena): que el punto en el cual la introducción aceptable a lo que debería ser un análisis verdade-
teoría de Tresguerres alcafiza su nivel de materialismo más pro- ramente filosófico y antropológico de ambas cuestiones.
fundo es aquél en el que se descubre el contenido religioso de la No aspiro a haberlo dicho todo, pero me gustaría creer que
relación entre el toro, el torero y el público. La paradoja se aquie- sí he señalado lo esencial; sin embargo, no descarto, ni mucho
ta si se tiene en cuenta que la religiosidad no es entendida aquí, menos, volver algún día sobre estos temas.
a su vez, originariamente al modo formalista (el del espiritualis- El escrito sobre la caza nació (como de inmediato advertirá
mo, o incluso el de un panteísmo naturalista), sino al modo mate- el lector) de una «discusión» con Ortega y Gasset. Pronto creí
rialista; no es entendida como una relación (en rigor, una pseudo- percatarme de que sus indecisiones y titubeos al hablar de toros,
relación) más o menos simbólica entre el hombre y lo divino me- y, finalmente, la ausencia en su obra de una teoría del toreo, pese
tafísico y transcendente (algo que podría hacerse también presen- a ser cosa muy anhelada por nuestro filósofo, y también muy pro-
te en otros fenómenos naturales, el rayo o el trueno, al lado del metida, provenían de las deficiencias de su teoría de la caza. En
bramido del toro), sino como una relación estricta entre el hom- consecuencia, me decidí a realizar un análisis detenido de la mis-
bre y ciertos animales que existieron y existen realmente y que ac- ma, y en su transcurso fue tomando forma la teoría alternativa
tuaron o actúan, incluso en un horizonte terciario, como es el caso, que propongo.
de modo eminente, entre tantos pueblos mediterráneos, del toro. El ensayo sobre las corridas de toros, por el contrario, no
le debe nada a Ortega, ni siquiera el impulso para su redacción.
Gusravo BusNo Era éste un asunto del que yo me venía ocupando desde tiempo

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