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LA LENGUA

EN EL SIGLO XVI
ANDRÉS FREIRE. PROFESOR DE LENGUA ESPAÑOLA Y LITERATURA

El siglo XVI marca el comienzo de la modernidad. Los reinos


medievales devienen incipientes estados y a este desarro-
llo le acompañan los varios signos de un estado moderno:
la ciudad capital (hasta entonces, la corte acompaña al rey
donde éste se encuentra), las fronteras marcadas, la buro-
cracia creciente y uniforme, y con ella, la necesidad de una
lengua modelo con normas y ortografía.

No es coincidencia que este fenómeno acompañe a la con-


solidación de las fronteras. Los reinos empiezan a ser na-
ciones, y no patrimonio personal de los reyes, permutables
mediante matrimonio o herencia. Así, el siglo XVI es el siglo
en que se consolida el mapa (casi) definitivo de la penín-
sula: Navarra es anexionada; Portugal se escinde del resto,
creando su propio estado, y su propia idea nacional. Por
primera vez, Hispania/España no es sinónimo de península
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literario por el castellano. En Galicia el proceso es aún más
agudo. El gallego había ido desapareciendo de su uso es-
crito, allí donde llevaba un siglo siendo usado: documentos
públicos, privados y eclesiásticos, crónicas, relaciones… Y
aparecía el primero de los escritores gallegos importantes
en castellano: Juan Rodríguez del Padrón. Tampoco al pue-
blo le era una lengua ajena. Al cabo, el grito de la Santa
Hermandad de Galicia (irmandiño es una innovación lin-
güística del galleguismo) era Viva el Rey.

El siglo XVI expande esta tendencia. Las reformas burocráti-


cas de Castilla traen a nuestra tierra a funcionarios y religio-
sos de otras partes del reino. Llegan comerciantes incluso
de fuera de la península. Es una movilidad de doble vuelta,
y los gallegos saldrán de sus fronteras para participar en las
glorias e infiernos de la España imperial.
ibérica. Quedan en ella aún reinos heterogéneos, pero son
ya dos incipientes estados. Tras siglos de cambios de fortu- Nótese que esta tendencia apenas es comentada por los
na y fronteras, la península consolida un mapa que la jerga contemporáneos. Frente al mundo creado a partir del na-
económica calificaría de equilibrio subóptimo. cionalismo, que considera a la lengua como “el alma del
pueblo”, vivimos en una época en que la población se iden-
Y una mirada al mapa basta para comprobar quién es el tifica a sí misma en torno a la religión y como súbditos del
gran dañado de esta organización territorial, que inclina las rey. Según avanza el siglo XVI, será cada vez más impor-
fuerzas económicas hacia el Mediterráneo y el Sur, y traza tante ser considerado como “cristiano viejo”. Los gallegos,
progresivamente una raya fronteriza en el río Miño: una Ga- como casi todas las gentes del norte, serán vistos como
licia que queda allá alejada, lejanía que acrece el dominio limpios de sangre, libres pues de la sospecha de albergar
inglés de los mares atlánticos. Asombra que, con tanta tinta en sus venas sangre semita.
gastada en los problemas de España y Galicia, pocas veces
recordemos esta obviedad. Por consiguiente, las referencias metalingüísticas son espo-
rádicas. Tenemos que leer en ellas más de lo que los auto-
La expansión del castellano, sin embargo, es anterior a este res dicen; tenemos que fiarnos de ellas a falta de otras fuen-
proceso de construcción de un estado. A finales del siglo tes. Así Juan de Valdés recuerda en su Diálogo de la lengua
XV había quedado establecido como modelo de romance la expansión del castellano por toda España y que “esto aun
hispano culto. Su cultivo se expande más allá de los reinos entre gente vulgar, porque entre la gente noble tanto bien se
de Castilla y alcanza a Portugal (en él escriben Gil Vicen- habla en el resto de España“. Una gramática española anó-
te y Sá de Miranda) y a la corona aragonesa, que ve cómo nima, escrita probablemente por un errabundo judío se-
el dialecto valenciano en auge es reemplazado en su uso fardita, llama al castellano “lengua común española” porque
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es entendida y hablada por todo el reino. Entre nosotros,
el licenciado Molina, en su Descripción del Reino de Galicia
afirma que en Santiago “aun la lengua gallega no permane-
ce aquí mucho”. Contra este último comentario, el profesor
Monteagudo nos trae los comentarios de un peregrino
francés asegurando que, en la misma ciudad, el francés
era una lengua muy escuchada. Concluye pues que ambas
afirmaciones son muy exageradas. Sin embargo, acaso esta
diversidad fuera más normal entonces de lo que creemos
hoy. Las fronteras entre lenguas eran más fluidas que los
compartimentos estancos creados por la formalización lin-
güística, la enseñanza obligatoria y los medios de masas.

Las polémicas lingüísticas serán otras en este siglo. La más


importante, y generalizada en toda Europa, es la disputa
entre las lenguas romances y el latín. Hasta el siglo XV, las
Lemos, aunque su figura se adentre un par de décadas en
el XVII. Fernández de Castro no sólo es un político de primer
rango y mecenas de la mejor literatura española (Góngora
y Cervantes); también fue un autor de cierta importancia,
y escritor de la primera obra reivindicativa de los derechos
de Galicia: El búho gallego, opúsculo satírico que reclamaba
voto en las cortes para nuestra tierra.

Fuera del canon tradicional quedan dos autores injusta-


mente ignorados. El primero de ellos es Francisco Sánchez,
médico y filósofo nacido en Tuy de origen judío. El doctor
escéptico, le llamaban, y las razones de su olvido son las
mismas que las de otros muchos autores europeos de esta
época: escribieron sus obras en latín, y hoy no tienen quien
los rememore. Los latinistas prefieren la época clásica ro-
mana; los romancistas los ignoran.
primeras eran vistas como lenguas vulgares inapropiadas
para usos cultos. Juan de Mena, que tanto hizo por con- El otro es Juan de Betanzos. Marchó a América como mu-
vertir el castellano en lengua culta, decía aún de él que era chos, y allí llevó una de esas vidas aventureras de nuestros
“rudo y desierto”. Muchos escritores, sin embargo, lucharon antepasados, que asombraron y espantaron al mundo.
por elevar los romances a la altura de las lenguas clásicas. Casó con una princesa inca y sus relaciones familiares le
No lo hicieron sin problemas. El latín siguió reservado para impulsaron a escribir una Suma y Narración de los Incas.
los textos sagrados, la educación, la Universidad, las cien- La fortuna se ha aliado con él recientemente. De su texto
cias rigurosas. apenas se conservaban unos capítulos y una investigadora
halló hace pocos años el texto completo. Su obra es ahora
No son muchos los escritores gallegos descollantes en este fundamental para conocer la historia precolombina.
siglo. Casi todos ellos, por desgracia, olvidados. A pesar de
no ser gallego, hemos de citar al licenciado Molina, un ecle- En conclusión, la lengua gallega se acomoda estos años a
siástico malagueño radicado en Mondoñedo, donde editó un uso familiar y oral. La lengua castellana se expande en
su preciosa Descripción del Reino de Galicia, joya de la edi- Galicia como lengua de cultura en lucha contra el latín. Sin
ción galaica. No podemos olvidar tampoco al fraile Jeróni- embargo, un esqueje surgido de Galicia y lanzado hacia el
mo Bermúdez de Castro, importante poeta en castellano sur, se libera del dominio castellano e inicia su proceso de
y latín, y primer autor de tragedias en lengua castellana. Y valorización, que culmina en el siglo XVI con Os Lusíadas. El
a Vasco Da Ponte, que escribió una relación sobre algunos autor de esta obra es Luis de Camôes y es incluso poético
de los grandes linajes de Galicia, que nos da datos esencia- que su apellido nos sugiera unas raíces familiares en la pa-
les sobre la historia de la aristocracia gallega. Es de justicia rroquia de Camos en Nigrán.
incluir también entre los autores de este siglo al Conde de
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