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Cultura y significados 1
Lectura 2 5
Niveles de cultura 5
El nivel de los artefactos y rituales 6
El nivel de los valores 7
Elementos internos o endógenos 9
Elementos externos o exógenos 9
El nivel de los supuestos básicos 10
Lectura 3 11
Funciones y tipos de culturas 11
La comunicación y la cultura de la velocidad 16
Lectura 4 17
Socialización organizacional 17
Antes del ingreso 19
El encuentro 19
La metamorfosis 20
Lectura 1
Cultura y significados
La cultura de una organización es lo que la define, distingue y la hace única frente a otras.
Es el conjunto de normas, hábitos, símbolos, creencias y valores que configuran su
identidad.
Las organizaciones cuentan con una razón de ser (misión) y un horizonte al que desean
alcanzar (visión). Estos aspectos, forman parte de su cultura y junto con los valores,
normas y creencias, hacen posible y definen el camino para alcanzar a los primeros.
2. A finales del siglo XIX, con el surgimiento del capitalismo moderno, y hasta 1970, se
produce una evolución en cuanto al protagonismo de los trabajadores en las
empresas: se los reconoce e integra. Esta etapa conocida como cultura empresarial
industrial tiene como valor la implantación del principio científico y racional del
trabajo; no priman los valores compartidos, sino los valores que anteponen los
objetivos de la empresa a los colectivos. Los símbolos se agrupan en torno al
director. Las relaciones son jerárquicas; la comunicación, vertical y descendente.
Entre los significados que tiene la cultura para una organización, podemos mencionar:
● La identificación: es lo que distingue a una organización de otras. El interrogante al
que responde este punto es “¿quiénes somos?”; hace a la personalidad corporativa.
Robbins (2002) define siete características que hacen a la cultura de una organización,
que resultan aspectos claves al momento de definir qué relevar en un diagnóstico, y que, a
su vez, servirán de indicadores de estudio:
1. innovación y toma de riesgo;
2. atención al detalle;
3. orientación a los resultados;
4. orientación a las personas;
5. orientación al equipo;
6. energía;
7. estabilidad.
Robbins (2002) define a la cultura como “un sistema de significado compartido por sus
miembros” (p. 595). Este término implica la necesidad de que todos los que trabajan en la
empresa cuenten con determinados valores y características que serán las competencias
genéricas esenciales para pertenecer a la organización y que serán definidas y requeridas
en los diferentes procesos.
Las organizaciones que alcanzan el éxito tienen culturas coherentes y vigorosas que atraen,
retienen y recompensan a la gente por desempeñar roles y cumplir metas con miras a la
excelencia. Uno de los roles más importantes de la alta dirección es dar forma a la cultura
que, con personalidad, tendrá un efecto importante en la filosofía y el estilo directivo y, a su
vez, guiará la conducta de sus miembros.
Lectura 2
Niveles de cultura
Tal como hemos visto hasta ahora, la cultura describe internamente a una organización. Es
la que le da identidad, la distingue y hace única.
Por otra parte, otro aspecto de este mismo nivel son los rituales: prácticas que la
organización implementa y realiza ante determinadas situaciones y que se mantienen en el
tiempo. Por ejemplo:
● reunión para las nuevas incorporaciones;
● inducción;
● aniversarios;
● promociones;
● jornada de puertas abiertas;
Michael Ritter (2008), en su libro Cultura Organizacional, sostiene que en este nivel se
encuentran todas las historias que se tejen a través del tiempo alrededor de la organización
y que incluyen la de los fundadores y de las primeras camadas, las que construyeron los
cimientos de la empresa. También aquí se ubican las leyendas, aquello que nadie sabe si
es realmente cierto u ocurrió, los mitos, (…), las anécdotas sobre hechos, lugares y
personajes y los héroes, los forjadores, innovadores, transgresores, los valientes y los
emprendedores.
Los héroes, “son individuos que personifican los valores de la cultura y como tales
proporcionan modelos tangibles de roles que deben desempeñar los empleados” (p. 59).
Estos autores sostienen, además, que “las compañías inteligentes (…) intervienen
directamente en la selección de aquellos que desempeñan estos papeles heroicos,
sabiendo muy bien que los demás tratarán de imitar su comportamiento”.
Lo cierto es que, en la medida en que los individuos vean que las propuestas de su superior
son positivas y prosperan, lograrán contagiarse de la misma energía para alcanzar las
metas, y a su vez, esas propuestas se convertirán en creencias y modos de actuar
inconscientes y arraigados a la personalidad de los individuos.
Sin embargo, no siempre los valores generan la transformación deseada. Esto puede
deberse a que la solución asociada a un valor no ha dado resultado, o porque simplemente
no puede verificarse su éxito.
El hecho de compartir los mismos valores hace que las personas sean productivas en su
puesto de trabajo, tengan la moral alta, prosperen, colaboren y estén orgullosas de trabajar
en la compañía; genera estabilidad y disminuye la rotación de personal.
Esto no solo impacta internamente, sino que se refleja en el entorno en el cual se halla
inserta la organización, la convierte en un buen lugar para trabajar, atrae talentos, genera
confianza en la comunidad y una imagen de empresa responsable.
Los valores son las prioridades que la empresa tiene. Es por ello que tanto sus clientes
internos como externos deben conocerlos. Es fundamental que los trabajadores no sólo
sepan cuáles son, sino lo que significan para la empresa.
La familiarización con la cultura organizacional comienza en la inducción del nuevo
empleado, con el proceso de socialización, y es recomendable recordarlos a los de mayor
antigüedad. ¿Cómo? A través de tecnología y mensajería interna, paneles, intranet, revistas
internas, capacitaciones, etcétera.
Los valores elementales o humanos son aquellos compartidos por todas las personas
independientemente de su cultura o lugar de residencia. Son valores universales, como: la
justicia, el amor, la libertad y la religión.
Los valores instrumentales son utilizados de manera cotidiana, en nuestro día a día, de
manera habitual. Por ejemplo: la franqueza.
Ninguna persona utiliza todos los valores en el mismo momento. Por ello, se los debe
seleccionar, analizar y priorizar, con lo cual y de hecho, estableciendo así una dinámica y
jerarquía de valores. Debemos seleccionar entre dos o más, en función de aquel con el que
nos identificamos más.
Las organizaciones, al estar constituidas por personas y ser fundadas por ellas, tienen
valores y no son ajenas a lo anteriormente mencionado.
Algunos valores son: flexibilidad, estabilidad, innovación, atención a detalles, iniciativa,
reflexión, seguridad en el empleo, apoyo, agresividad, bajo nivel de conflicto, entre otros.
Ahora bien, ¿de dónde surgen los valores? Wechsler (1991, citado por Ritter, 2008)
establece que “los valores de una organización surgen de su propia filosofía corporativa
manifestada a través de 3 elementos internos o endógenos y 3 elementos externos o
exógenos”.
3. los accionistas: este grupo busca empresas que les ofrezcan importantes retornos
de la inversión realizada. Por lo tanto, es objetivo de toda empresa lograr el superávit
y capital.
Los supuestos básicos definen cómo las personas piensan, sienten y actúan. Son
construidos a partir de resultados acertados.
Este tipo de supuestos son paradigmas, juicios, modelos mentales que las personas tienen
incorporados y que actúan como condicionantes en su comportamiento.
A través de estos elementos, las personas justifican sus acciones con frases del tipo: “este
es el camino adecuado para hacer esto”; “siempre se ha realizado de esta manera”;
“nuestro jefe solicita que hagamos la tarea de este modo”.
Según Schein (1992) están relacionados a la concepción del tiempo, el espacio, la verdad,
la relación entre las personas, la familia, los roles de la mujer y del hombre, entre otros.
La cultura de un grupo puede ser estudiada en tres niveles –el nivel de sus artefactos, el
nivel de sus valores, y el nivel de los supuestos básicos– si uno no descifra el nivel de los
supuestos básicos, que estén operando, no se sabrá cómo interpretar los artefactos
correctamente o cuánta credibilidad dar a los valores adoptados. En otras palabras, la
esencia de la cultura radica en el patrón de supuestos básicos subyacentes, y una vez que
se comprende este, se puede comprender fácilmente los otros niveles que son más
superficiales.
Desde sus orígenes, las organizaciones han trabajado de determinada manera, de acuerdo
a sus valores, su razón de ser y sus objetivos. Las empresas reflejan sus modelos a través
de sus diferentes procesos, sus recursos y su know-how.
Cuando la organización formaliza estos procesos, su misión, su identidad, legitima su
personalidad corporativa, y a su vez, requiere contar con significados compartidos por
quienes la componen.
En la mayoría de los sistemas organizacionales y dentro de una cultura dominante
encontramos subculturas. En estas suelen generarse diferentes situaciones problemáticas,
por ejemplo: entre los intereses de una subcultura y los de otra, la no comunicación entre
ellas, etcétera. Por esta razón, es necesario implementar procesos comunicacionales a
través de canales multidireccionales que tiendan a conocer las diferencias y puntos de vista.
Robbins (2002) sostiene que una cultura fuerte se caracteriza porque los valores centrales
de la organización, jerarquizados en función de su importancia, están definidos,
ampliamente difundidos y se aceptan con firmeza. Mientras más sean los miembros que se
adhieren a ella, más fuerte será su cultura y, por lo tanto, mayor será el grado de influencia
que ejercerá sobre sus miembros. Algunos indicadores que dan la pauta de una cultura
fuerte son: el bajo índice de rotación de personal, el bajo nivel de ausentismo, la antigüedad
de sus empleados, entre otros.
Existen diferentes factores que caracterizan a los distintos tipos de organizaciones, entre los
cuales podemos mencionar:
● los significados compartidos entre sus miembros;
● valores, misión y visión compartida y conocida por quienes integran la empresa;
● proactividad-reactividad;
● percepciones.
Según cómo estén dados y desarrollados estos factores, las culturas pueden ser fuertes o
débiles, funcionales o disfuncionales. Y a partir de esto, las sintetizaremos en cuatro grupos:
● Cultura de mercado: son culturas que miden la rentabilidad de sus metas. Son
empresas competitivas y con índices de utilidad definidos. Las relaciones laborales
son de intercambio. Se evalúa el rendimiento de cada uno de los miembros de estos
sistemas y se los retribuye en función de los resultados.
● Organización orientada a las personas: son organizaciones que buscan que sus
miembros estén satisfechos con el trabajo que realizan. Otorgan gran importancia al
clima de trabajo: es fundamental que las personas se sientan identificadas con la
organización. Este tipo de sistema organizacional cuenta con procesos de
planeación de Recursos Humanos donde se diseña un plan de carrera para cada
trabajador, a fin de que cada uno pueda autorrealizarse dentro del mismo.
Ejemplo: grupos de profesionales especializados, directorios de compañías.
En la tabla siguiente, vemos como Schein (1992) sintetiza en tres momentos la evolución de
una empresa, e indica aspectos centrales de la cultura en cada uno de ellos:
De acuerdo a Michael Ritter (2008), son seis los factores determinantes que requiere la
cultura de la velocidad:
1. Fuertes líderes.
2. Talento.
3. Objetivos claros.
4. Rápida adaptación al cambio.
5. Comunicación rápida.
6. Horizonte de tiempo reducido.
Lectura 4
Socialización organizacional
Como suele ser normal en la vida cotidiana, la primera impresión cuando nos encontramos
con una persona tiene gran valor; por eso suele decirse que “la primera impresión es la que
cuenta”. De igual manera le sucede a una persona cuando se incorpora por primera vez a
una empresa. Sin embargo, es frecuente encontrarse con situaciones en las que el recién
ingresado tiene que descubrir por sí solo la mayoría de los aspectos que lo rodean: puesto
de trabajo, compañeros, jefes, cultura.
En muchas ocasiones, la adaptación o socialización se da por los errores cometidos en el
trabajo por falta de información y de apoyo inicial, y con el pasar del tiempo el ingresante se
va dando cuenta de lo que está y no está permitido.
Este panorama encierra consecuencias negativas tanto para la persona, como para la
empresa. Para la persona, porque tiene una carga de estrés añadida por la situación de
cambio e incertidumbre que toda incorporación a una empresa lleva consigo; porque le hace
dudar incluso de lo acertado de su decisión y, en el mejor de los casos, llega a resignarse
pensando que en la mayoría de las empresas sucede lo mismo. Y para las empresas, las
Para prevenir estas situaciones se aconseja a las empresas llevar a cabo un plan de
inducción o socialización. Este consiste en un proceso que incluye el aprendizaje de todos
los procedimientos, para que el trabajador recién incorporado a la empresa se encuentre lo
más satisfecho posible desde el primer momento.
Este proceso acelera la integración del individuo en la organización, lo cual supone que se
va a hacer uso de su potencial más rápidamente posible. Es importante, por tanto, dedicar
esfuerzos, presupuesto y tiempo para que el recién incorporado consiga alcanzar lo antes
posible un alto nivel de desempeño.
El protocolo general consiste en la recepción por parte del gerente general de la empresa y
su jefe directo, visita a las instalaciones, presentación a compañeros, información sobre la
empresa, principales clientes, productos o servicios ofrecidos. Es importante informar sobre
todo lo que pueda afectar directamente su puesto de trabajo y el nivel de responsabilidades.
Las empresas que tienen experiencia en esta práctica suelen informar claramente el
protocolo de bienvenida, y disponen de un documento que entregan a cada nueva
incorporación, denominado manual de inducción.
Los manuales de inducción suelen ser una guía para el personal ya vinculado con la
empresa, ya que recoge de manera clara los aspectos más representativos de la cultura
organizacional.
La inducción es la primera aproximación formal que tiene una persona con la cultura
organizacional de la empresa donde trabaja. Sin embargo, no es el único momento dentro
del proceso de socialización.
Desde el momento en que la empresa define el perfil del puesto y lo publica con el fin de
atraer a candidatos idóneos está transmitiendo su cultura, es por eso que hay que prestar
especial atención a esta instancia, y procurar atraer y contratar a personas compatibles con
la organización.
El encuentro
Una vez que el candidato ha sido contratado, entramos en la segunda etapa. En esta
instancia, el nuevo empleado ve a la empresa como es, y aquí surge un problema común: la
disonancia cognitiva. Esto ocurre cuando las expectativas que tenía el candidato no
coinciden con la realidad de la organización, o cuando las expectativas que tenía la
organización, del candidato, no coinciden con el real desempeño del nuevo empleado.
Cuando difieren las expectativas es cuando más importancia toma el proceso de
socialización; la organización debe ayudar a desaprender viejas costumbres y hábitos, y a
adquirir nuevos.
Los autores distinguen entre dos tipos de socialización: un proceso formal y otro informal.
Sostienen que:
● la socialización formal está constituida por aquellas prácticas mediante las cuales
el individuo que ingresa a la empresa es, en mayor o menor medida, segregado de
los restantes miembros de organización mientras se lo somete a un sistema de
experiencias especialmente concebidas para los recién llegados.