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1
Cf. HIDALGO DÍAZ, Pedro. Aspectos dogmáticos de la teología litúrgica. Lima: FTPCL, 2011. (Apuntes de
clase)
2
SAN AGUSTÍN. De civitate Dei, X, 5. En: Obras completas de San Agustín. Tomo XXVIII. Madrid: BAC, pp.
444-446.
3
DS 1638.
4
Catecismo del Concilio de Trento, parte 2a., cap. 1, n° 4.
5
SC 59.
6
Cf. ARNAU, Ramón. Tratado general de los Sacramentos. Madrid: BAC, 2007, pp. 177-178.
7
SC 59.
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El Catecismo afirma:
«Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan (cf C.
de Trento: DS 1605 y 1606). Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; […]. El
Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epíclesis de cada
sacramento, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo
que toca, así el Espíritu Santo transforma en Vida divina lo que se somete a su poder»
(CEC 1127).
El Catecismo explica que “el sacramento no actúa en virtud de la justicia del hombre que lo da o
que lo recibe, sino por el poder de Dios” (S. Th. III q. 68, a. 8). En consecuencia, siempre que un
sacramento es celebrado conforme a la intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa
en él y por él, independientemente de la santidad personal del ministro. (CEC 1128)
1.1.2. Fructuosidad del Sacramento
Sin embargo – continúa el Catecismo – «los frutos de los sacramentos dependen también de las
disposiciones del que los recibe» (CCE 1128).
La Iglesia ofrece los medios de salvación, pero que exige un compromiso de la parte del hombre.
Esta salvación debe ser aceptada libremente por el hombre y los efectos de la gracia están
proporcionados al grado de aceptación volitiva del ser humano, que coopera con la acción de Cristo a
través su fe personal.
El sacramento actúa siempre ex opere operato, pero esto no significa ningún tipo de
automatismo que prescinda de la persona receptora. No se produce cualquier gracia si el que recibe el
sacramento coloca obstáculos8. La abundancia de la gracia comunicada depende de la cualidad de las
disposiciones de quien la recibe, es decir, de la atención, devoción, deseo de mejorar, etc.9
Así la plena fructuosidad de los sacramentos requiere también el opus operantis o el esfuerzo de
conversión del sujeto, en función del cual los efectos serán más o menos abundantes según la fe y la
respuesta personal del receptor.
La disposición del sujeto puede afectar negativamente a la gracia sacramental de dos modos: o
impidiendo la recepción de la misma en el momento en que se le ha administrado el sacramento, o
perdiéndola después de haberla recibido por seguir un comportamiento moral incompatible con el don
de Dios (pecado mortal).10
Resumiendo: La eficacia del Sacramento depende de Cristo y es oferta de gracia mediante la
aplicación de la materia y de la forma de los sacramentos. La fructuosidad es la fecundidad de esa
acción salvífica en el sujeto que la recibe; depende del individuo que no debe poner obstáculos.
Nota: Los sacramentos se distinguen de los sacramentales. Estos son señales que la Iglesia
ofrece para la santificación de los fieles fuera de los sacramentos: medallas, bendiciones, agua bendita,
etc. No actúan ex opere operato, pero tienen la eficacia de la oración de la Iglesia, por eso actúan ex
opere operantis Ecclesiae. 11
1.2. Efectos del Sacramento
Los sacramentos causan la gracia que significan (res sacramenti), pero la permanencia de esta
gracia dura mientras se dan las circunstancias para las que está ordenado el sacramento, a esto se
denomina res et sacramentum. Esta permanencia puede variar de acuerdo con cada sacramento:
• Eucaristía: la presencia real permanece mientras las especies duran materialmente.
• Matrimonio: el lazo conyugal permanece indisolublemente mientras viven los dos
cónyuges.
• Unción de los enfermos: la gracia producida permanece mientras dura la situación doliente.
• Penitencia: la gracia santificante subsiste mientras no la destruye un nuevo pecado.
• En los otros tres sacramentos, la res et sacramentum es permanente y por eso imprimen
8
Cf. Concilio de Trento. (DS 1606).
9
Cf. Concilio de Trento. (DS 1529); CEC 1128.
10
Cf. ARNAU, Ramón. Op. cit., p. 307.
11
Cf. BETTENCOURT, Estevão Tavares. Curso de iniciação teológica. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 1998, pp.
119-120.
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un carácter en el sujeto que los recibe.12
Así, todos los sacramentos producen la gracia santificante y la gracia sacramental. Esta segunda
es propia a cada uno de ellos: aumenta la gracia santificante y ayuda a cumplir las obligaciones que
derivan del sacramento.
El carácter (del griego caraktér = marca, sello) es la señal espiritual impresa en el alma del
cristiano por los tres sacramentos que no pueden ser repetidos: el Bautismo, la Confirmación y el
Orden. Es una señal indeleble, que permanece en el sujeto aunque perdiera su fe o incluso abandonase
la Iglesia. Los demás sacramentos pueden imprimir un cuasicarácter, dependiente de la fidelidad del
sujeto a Cristo. Eso se da, por ejemplo, en las personas que se casan en pecado mortal. No reciben la
gracia santificante, pero contraen el vínculo conyugal (cuasicarácter).
1.3. Sacramentos y vida cristiana
Los sacramentos corresponden a las acciones teándricas o a los misterios de la vida de Cristo,
por eso ellos acompañan todo el desarrollo de la vida humana del cristiano, elevándola a un plano
sobrenatural.
Podemos hacer un cuadro comparativo entre la vida natural y la vida sacramental:
NACER CRECER ALIMENTARSE MEDICINA ELECCIÓN DE LUCHA FINAL
Para la Para no morirse Corporal ESTADO DE VIDA
vida mortal físicamente
12
Cf. ARNAU, Ramón. Op. cit., p. 308.
13
BETTENCOURT, Estevão. Curso sobre os Sacramentos. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 2002, p. 32.
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b. El Concilio de Florencia (1439-1442) enseña:
«Todos los sacramentos constan de tres elementos: las cosas que son la materia,
las palabras, que son la forma y la persona del ministro, que confiere el
sacramento. En el caso de faltar uno de estos componentes, no hay Sacramento»
(DS 1312).
c. El Concilio de Trento (1545-1563) afirma que el Bautismo y la Penitencia difieren entre sí
por la materia y por la forma que constituyen la esencia del sacramento (DS 1671).
d. Con más precisión, afirma León XIII, en la Carta Apostolicae curae, de 1896, que el
significado del sacramento es manifestado principalmente por la forma, la materia es el elemento que
la forma determina. (DS 3315).
Las palabras utilizadas como forma de los sacramentos indican la infusión de la gracia debida a
la eficacia del sacramento. Esto está muy claro en el sacramento de la Penitencia, en que el sacerdote
no pide a Dios que perdone el pecado, sino que afirma: “Yo te absuelvo de tus pecados”, puesto que el
propio sacramento debidamente aplicado por el ministro, es canal de la gracia divina.14
1.4. Ministro del Sacramento
El ministro del sacramento es la persona hábil para administrar el mismo y puede variar de
acuerdo con cada sacramento. Cristo es el ministro de toda acción eclesial. La Iglesia ocupa un lugar
vicario en esas acciones, que se fundamenta en el mandato de Cristo a sus Apóstoles y en la Sucesión
Apostólica.
El ministro es así un representante simultáneo de Cristo, en cuyo nombre actúa y de la Iglesia,
dentro de la cual administra los sacramentos. Los concilios de Florencia y de Trento afirman que el
ministro debe tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia15. Santo Tomás explica que aunque el
ministro no tenga fe en el sacramento que administra, pero quiere hacer lo que la Iglesia realiza, esta
intención es suficiente para la validez del sacramento.16
Por otro lado, San Agustín explica que la validez del sacramento no está vinculada a las
disposiciones morales del ministro. Por eso, para la validez del sacramento no se requiere ni la fe ni el
estado de gracia en el ministro. Pero, excepto en caso de grave necesidad, para que la administración
del sacramento sea lícita, se requiere, bajo pecado grave, el estado de gracia del ministro.
El Sacramento es la presencia real y actual de la gracia santificante entre los hombres, actuando
de manera inequívoca (ex opere operato). Por eso debemos buscar la frecuencia de los sacramentos y
su recepción con fe y amor a Dios, para alcanzar mayor fructuosidad para nuestra salvación y para la
santificación de todos los miembros de la Santa Iglesia.
14
Cf. BETTENCOURT, ESTEVÃO. Op. cit., pp. 43-45.
15
DS 1312; 1315; 1611.
16
Cf. S.Th. III, q. 64, a. 9.
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