Sunteți pe pagina 1din 2

Notas a la Escritura

1.0. La sencillez del mensaje del evangelio no debe confundirse con lo simple. El
mensaje del evangelio, tal y como Jesús lo predicó goza de una sencillez que por
momentos deja al estudioso no solo impresionado sino también pasmado. Jesús
no solo fue capaz de vaciar las grandes verdades espirituales en los comunes
moldes de la vida diaria, sino que hizo que estos moldes contuvieran insondables
revelaciones sobre el mundo espiritual. Solo por tomar un ejemplo, escuchemos
las palabras que le dirigió a la mujer de Samaria: «Respondió Jesús y le dijo: —
Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed. Pero cualquiera que beba del
agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será
en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4.13,14). Hay pocas
imágenes tan comunes como el agua. El buscar agua en un pozo era parte del
diario vivir de las personas en aquel tiempo. Pero Jesús toma aquel momento
cotidiano para convertirlo en una de las enseñanzas más hermosas de la
Escritura. Grandes mentes y predicadores se han vertido sobre este pasaje a lo
largo de los siglos del cristianismo. Predicadores de todas las tallas, oradores
consumados, principiantes, analfabetos, etc. Han tomado este pasaje para llegar
al corazón de millones.
2.0. Jesús tomo lo cotidiano y lo convirtió en extraordinario. Él vertió en esos moldes
desgastados, viejos y maltratados un contenido nuevo, fresco, santo, puro y
eterno. A diferencia de muchos hoy, que guardan sus mejores discursos para
audiencias sofisticadas, Jesús compartió con la samaritana una «perla de gran
precio». Oigamos una vez más su voz: «Dios es espíritu; y es necesario que los
que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad» (Juan 4.24). De estas palabras
se han escrito miles de páginas. La profundidad de las palabras de Jesús supera
todo escrutinio. Es como saltar en medio del océano e intentar llegar al fondo
del mismo sin ningún equipo de buceo. En estas palabras se nos da un destello
de gloria sobre la naturaleza de Dios y sobre la naturaleza de la adoración que a
Él debe ser rendida. Percibimos un rayo de luz, pero nos quedamos sin poder ver
el sol. «Dios es espíritu…» ¿Y qué es un espíritu? ¿Lo podemos palpar, oír,
sentir, pesar, medir, oler? ¿Podemos relacionarnos con él? Si la respuesta es sí,
¿cómo podemos hacerlo? Un punto que pasa desapercibido para muchos en este
pasaje es que solo podemos conocer lo que es un espíritu si este espíritu entra en
algún tipo de relación con nosotros. Desde nuestra posición solo podemos
especular. Esta es la gran revelación, la base y fundamento de toda teología que
se precie de ser llamada así. Dios a entrado en relación con nosotros. Dios se ha
revelado. Se ha dado a conocer. Esto no es una mera especulación. En las
palabras que siguen a esta primera afirmación Jesús añade «…y es necesario que
los que le adoran, le adoren en espíritu y verdad». Creo que el rio es demasiado
profundo ya, pero intentaremos llegar a la otra orilla.
3.0. Primero, es posible entra en una relación de adoración con este Dios. Pero esa
adoración tiene que darse bajo dos condiciones sine qua non. Ante todo, se debe
adorar al mismo nivel de aquel que es adorado «en espíritu». Dios no quiere un
pollo, una oveja o un becerro. Él quiere un compromiso total del ser, lo más
recóndito, la esencia misma de la persona: su espíritu. No es que el cuerpo sea
un estorbo o que el mismo pueda contaminar la adoración no. Jesús está
diciendo: «Si has de adorarme tu adoración tiene que surgir de lo más profundo
de tu ser, tienes que comprometer la totalidad de tu persona». En el sistema de
los sacrificios el oferente podía divorciarse del acto. Podía presentar la ofrenda
mientras pensaba en como iba a desfalcar a su prójimo. Jesús le da la vuelta a
esta situación y nos pone contra las cuerdas. El adorador tiene que arder en el
altar de la adoración con el fuego de la entrega. Es todo o nada.
4.0. Nos queda un punto. La adoración debe ser «en verdad». Aunque no estoy de
acuerdo con las posturas actuales del autor de la versión dinámica de las
Escrituras, The Message, en inglés, su traducción de este pasaje es esclarecedora:
«Your worship must engage your spirit in the pursuit of truth .» Una posible
traducción sería: «Tú debes comprometer tu espíritu en la búsqueda de la
verdad». Hay una forma correcta de adorar a Dios y no tiene nada que ver con
el estilo de música ni los instrumentos que se usan sino con la intención del
corazón. Adorar es reconocer, es hacer confesión de dependencia, es humillar el
ser frente a un poder más alto y sublime. Una adoración que no reconoce la
majestad de Dios, que no proclama nuestra absoluta dependencia de Él, que no
se siente humillada ante su grandeza no es adoración sino un acto vano e
insustancial. Es solo cuando estas dos condiciones se cumplen que el adorador
avanza hacia la revelación. Recordemos, Dios ya ha camino el tramo más difícil.
Se ha revelado en Su Palabra y en sus actos portentosos. Nuestra tarea es avanzar
por medio de la adoración y la obediencia en el camino que Él ya ha abierto.
Solo a aquellos que tiemblan ante su Palabra pueden avanzar hacia las aguas de
su gracia y la luz de su revelación.

S-ar putea să vă placă și