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DIRECCIÓN:
Paola Koot
PERSONAJES:
Ariadna, hermana mayor es seria y resuelta, Fedra es muy infantil. Las dos
hermanas corren por los intrincadísimos corredores. Llegan a un borde y
juegan elástico mientras hablan.
FEDRA: ¿Estás convencida de que hay que matarlo?, ¿No podría ser de otra
manera? Minotastasio es muy joven, es un niño, no ha vivido y mi mamá lo
quiere mucho… y…
ARIADNA: Así son, hermana. Y no, nada de eso: piensa que ella también
será libre… Ahora está siempre angustiada, no piensa más que en él,
siempre esta triste, vigilándolo, dándole sus alimentos, pensando en que le
puede suceder al día siguiente, y anda siguiéndolo, y se levanta a media
noche a ver qué le pasa, si está bien, si todavía está ahí … ¿Crees que eso
es vida? (Sale entristecida, Fedra la sigue).
Escena ll
PASIFAE: He visto muchos, hijo. Hay salones llenos de agua azul y verde
con peces de colores. Otros son amarillos y muy grandes con animales de
plomo que muerden y pican…
PASIFAE: Otros tienen techos muy altos, enormes bóvedas azules con
muchísimos pájaros luminosos que se mueven muy despacio, y un pájaro
que a veces parece que se ríe. Hay escaleras interminables. Nadie los
conoce todos… Pero, ¿Por qué haces tantas preguntas hoy?
Doña Pasifae se desplaza hacia uno de los laterales del laberinto, abre paso
a Minotastasio quien pasa feroz y hambriento a comer los animales que su
mamá a traído para él. La acción de Minotastasio no debe ser vista por el
público pero con el sonido se debe percibir como devora a las bestias.
Escena III
PASIFAE: ¡Cállate!
FEDRA: ¡Ojalá hubiera nacido gigante, con cuernos, plumas y rabo! (Sale
haciendo una rabieta)
Escena lV
PASIFAE: Veo, doctor que sigue usted descuidando sus obligaciones, ¿eh?
DOCTOR: No, no, no hay que descuidar las obligaciones. Pero, hay que
discurrir aprisa por la casa, discurrir a prisa… Ir rápidamente de un lado a
otro lado… trotando, corriendo, volando.
PASIFAE: Cállese doctor. Deje usted esa cosa. Dígame, doctor, ¿Cómo
pudieron atreverse mis hijas a invitar a ese sujeto, a ese desconocido, a la
casa? Saben muy bien que aquí no queremos intrusos, gente que hace
preguntas, no queremos que entre nadie… y menos ese que ha de ser un
vago y un malviviente…
DOCTOR: Mire, señora, mire... Como personas humanas que son sus hijas
de usted, tienen que crecer, puesto que todo lo que nace crece… Ahora bien,
cuando una niña crece, principia a sentir apetitos que antes le eran ajenos, ya
que sus cuerpos se disponen para las altas funciones reproductoras. Ariadna
y Fedra han crecido. Son dos hermosos animalitos conscientes. Estos son
hechos naturales señora, y no lo puede usted negar.
PASIFAE: No, no doctor ¿Cómo es posible que mis hijas quieran abandonar
a Minotastasio? Él es muy bueno, lo alegra tanto ver a las niñas…
PASIFAE: Si, y por cierto, doctor, esta casa va resultando ya enorme: el otro
día me perdí en el ala de los dos años entrando a tres. ¿No sería mejor,
doctor, rehacer algunas de las salas ya existentes, en vez de iniciar la nueva
construcción?
PASIFAE: (Disgustada) ¿Qué cosas, doctor? ¿Qué cosas? ¿De qué está
usted hablando?
DOCTOR: Hay que callar, hay que callar… pero le digo que considere usted
a sus hijitas, considérelas usted.
DOCTOR: Sí, hay que callar. Hay que callar, estar atentos y observar… Hay
que callar… Callar…
Escena V
DOCTOR: Ya voy, ya voy. Es la primera vez que alguien llama a las puertas
de esta casa ¿Qué va a pasar aquí? Debo ir preparando la forma de escapar.
Se abre la gran puerta y entra Teseo, joven marino con su clásica bolsa al
hombro. El Doctor lo espera como si se tratase de un delincuente.
TESEO: Es que aquí podría vivir un ejército, que digo un ejército, muchos
ejércitos. Aquí podrían librarse batallas. En esta casa cabe una tempestad…
Escena Vl
Llegan a una sala, el Doctor sale y Teseo se queda solo con las muchachas
que visten sus vestuarios modificados para ser provocativos. Las
muchachas se disputan al marino, la fiesta se acaba cuando entra Pasifae y
el Doctor que coloca una mesa.
PASIFAE: Nadie puede ver todas las estrellas. Y usted, joven, parece no
entender nada. Y ustedes dos parecen bobas.
TESEO: Creí oír algo. (Aparte) Algo dijo la vieja. (A las jóvenes) ¿Ustedes
han navegado?
PASIFAE: Y dale…
TESEO: (Aparte) Debí suponer que la vieja está loca… (A las jóvenes) ¡Ah!
Sí, sola, sola. (Aparte) En esta casa puede pasar cualquier cosa, me
pregunto si debí haber venido.
PASIFAE: ¿Ya ven? Mejor llévenselo de aquí hoy mismo en la noche, antes
de que salga el sol.
ARIADNA: (Vuelve a pellizcar el brazo de su hermana) ¡El sol! ¡El sol! ¿Qué
importa el sol? Mejor, cuéntenos de usted, nos decía... ¿Qué nos decía? ¡Ah!
¡Sí! ¡Qué ha viajado mucho por el mar!
TESEO: Sí, desde muy niño me gustó el mar. Pero, no crean ustedes, la vida
del navegante es dura, la comida es mala y se trabaja mucho… pero se está
al sereno lejos de las ciudades, se conocen tierras, gentes con costumbres
extrañas… (Aparte) como esta familia. Y cuando uno se pasea por el
entrepuente en las noches claras se experimenta una emoción incomparable.
Yo no soy de los que se pueden quedar mucho tiempo en un solo lugar;
pronto me siento encerrado, asfixiado. Yo creo que a todos nos pasa lo
mismo.
TESEO: ¡A dónde vine a dar! La casa esta, la vieja loca y los animales
sueltos en la casa…
PASIFAE: (Se levanta) Se los dije, se los dije, ahora ustedes se atienen a las
consecuencias…
TESEO: Y tendré que ir con el científico loco; menos mal que este parece
menso
PASIFAE: ¡Qué por favor ni que nada! Yo no me haré cargo de este sujeto…
FEDRA: (Sollozante) ¿Por qué tienen que ser así las cosas?
DOCTOR: Tengo que irme de aquí. Yo no estoy hecho para estas cosas,
estas cosas. Yo que pensaba que este era un apacible lugar, un paraje
ameno de los estudios y las invenciones. Tengo que marcharme de aquí, irme
a otra parte, migrar, irme…
Escena VlII
TESEO: ¿A mí, Ariadna, a mí? ¿Por qué a mí? (Aparte) Llegó, llegó y con las
velas desplegadas; nadie me lo va a creer.
TESEO: (Aparte) Quieran los dioses del mar que me pasen muchas cosas
así…
TESEO: Que nunca he visto unos ojos como los tuyos, brillan más que el sol
cuando se derrama sobre la espalda del mar; el sol se mira en ti como un
espejo viviente. (Aparte) ¡Qué bien estoy hablando! (A Ariadna) Yo quiero
navegar en tus ojos, quiero surcar ese mar, perderme allí y no volver nunca.
TESEO: Es que Ariadna, ni las sirenas que hacen sus nidos en los arrecifes,
ni las diosas que acechan en cavernas deslumbrantes, ni los monstruos
marinos suntuosamente deformes y tornasolados como las perlas pueden
igualarte. En todos mis viajes, en todas las playas asombrosas y en todos los
puertos tumultuosos que he tocado, he visto nada como tú; ningún tesoro
puede igualarte.
ARIADNA: Teseo, Teseo, Teseo… Tanto navegar para llegar hasta aquí,
reposa Teseo, ya llegaste.
Intenta abrazarla
ARIADNA: (Lo rechaza) Aquí no, aquí no, (Él persiste) Te digo que aquí no.
ARIADNA: (Prosigue su acoso) Te digo que aquí no, tienes que esperar.
TESEO: ¿Yo?
ARIADNA: Tú, sí, tú. Toma esto también… (Le entrega una pistola) estas
navegaciones también pueden ser peligrosas.
TESEO: ¿Una pistola? (Aparte) Dioses, ¿Por qué tiene que ser siempre la
misma cosa? ¿Nada se da porque sí?
Escena IX
DOCTOR: Mira, Minotastasio, mira, si yo me voy por unos días, unos días
nada más, no te olvides de todo lo que te enseñado, lo que has aprendido.
DOCTOR: ¡No se puede! ¡No se puede! Tendría que echar a volar toda la
casa y no puedo, eso no lo puedo hacer…
MINOTASTASIO: Sí, sí, estabas hablando de que la casa iba a volar… ¿Qué
quieres decir? No te entiendo…
DOCTOR: (Llora) No, no, Minotastasio, las lágrimas, las lágrimas son un
humor cristalino y salado, y su función principal es lubricar. ¡Ay, lubricar! Las
secreta la glándula lagrimal ¡Ay, la glándula! También hacen de la córnea una
superficie óptica lisa ¡Ay, ay, una superficie óptica lisa! (Se repone un poco)
No, no hay que estar triste… Mira (El doctor saca a escena un enorme ábaco
con bolas de colores) ¿Te gusta?
DOCTOR: Sí, Minotastasio, es para ti, es tuyo, lo fabriqué para que juegues
con él (Minotastasio toma el ábaco con una de sus enormes y singulares
extremidades) Bueno Minotastasio, me voy.
Escena XI
MINOTASTASIO: ¡Qué bueno! ¡Qué bueno! ¡Yo sabía que había otros!
¡Bienvenido!... ¿Cómo te llamas? Pareces un niño… (El marino principia a
correr y a gritar) ¿De dónde vienes?... Háblame… ¿Jugamos a las letras?
Escena XII
TESEO: ¡Ay, ay! ¡El loco vuela! ¿Qué es esto? Dioses ¡Auxilio! ¡Auxilio!
¡Sáquenme de aquí! ¡Sáquenme de aquí!
Escena XIII
Ataviada por una capa de viaje, Fedra acecha al aterrado Teseo, quien
empavorecido corre de aquí para allá.
TESEO: ¡Perdí el hilo, Dioses, perdí el hilo! ¡Ay! ¿Cómo podré salir de aquí?
¿Qué otras criaturas habrá aquí? Hay cosas que se arrastran y que vuelan,
toros que hablan. ¡Dioses! ¡Tire la pistola! ¡Auxilio, ayúdenme!
TESEO: ¡Ay! ¡No, no! ¡Suéltame, suéltame! ¿Qué es esto? ¡No! ¡Por favor!
TESEO: No, no, aquí no… Sácame de aquí. (Se libra de Fedra y se mueve
desesperadamente) ¿Por dónde? ¿Por dónde? (Fedra lo aguarda sonriendo
con lujuria) (Aparte) ¿A dónde puedo ir yo? ¿Por dónde se sale? (A Fedra)
¡Fedra, sácame de aquí!
FEDRA: Ven a mí, seamos aquí uno tú y yo… ¡Oh, ven, amor mío!
TESEO: (Se acerca y toma con cuidado a Fedra de una mano, es obvio que
no quiere que ella lo atrape) No, no, aquí no, dime donde está la salida.
FEDRA: (Abrazada a Teseo) No, no, ven, aquí, aquí; Teseo, tómame…
TESEO: Dime por donde se sale. (Arrastra a Fedra) (Aparte) ¡No puede ser!
¡Esta mujer está loca! ¡Tengo que salir de aquí!
TESEO: Fedra, por favor… ¡Ay! ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¿Qué es eso?
¡Ay!
FEDRA. (Abrazando a Teseo que mira para todas partes) Vámonos, amado
mío, vámonos, llévame contigo al mar donde no hay muros, ni techos, ni
corredores, ni escaleras, ni lámparas, ni…
TESEO: Camina Fedra, date prisa, date prisa ¿Por dónde? ¿Por dónde?
(Salen)
Escena XIV
Entra Pasifae, con el gorro de Minotastasio en brazos. Tras ella entre
Ariadna.
PASIFAE: Pobrecito del buen Minotastasio, que vida le di, para qué lo traje al
mundo… Él era inocente, hijita. Yo lo amé, lo amé de verdad… ¿A dónde se
fue el doctor?
PASIFAE: ¡Qué ojos tan dulces tenía! (Abatida) Tú no sabes de estas cosas,
y la verdad no tienes por qué saber. ¡Ay, qué vida les di a los tres!
PASIFAE: Tenía suaves las plumas y grandes los cuernos y ¡Qué manera de
mirar! ¿Te acuerdas cuando echó abajo las torres de los potros y cuando se
dejo caer al foso de las filigranas? Estaba muy apenado, pobrecito, quería
dar a entender que no había podido hacer lo que había querido. Pobrecito,
pobre inocente, no sabía nada… (Cambia bruscamente y regresa a su actitud
feroz) No, no es cierto, sabía muchas cosas, tal vez más que tú y que yo. ¿Y
el doctor? ¿Tenía que irse ahora?
PASIFAE: (Otra vez tristísima) Para mí, para mí, ¿Qué he pedido yo para mí?
Nada, nada, hijita. Esta enorme casa no fue suficientemente buena para el
buen Minotastasio.
PASIFAE: (Muy triste) Cállate, Ariadna, cállate, por favor, no digas más, te lo
suplico.
PASIFAE: Tú, tú eres igual a mí. Estorbamos hija… como diría el doctor (lo
imita) “rebasamos, colmamos la medida”. Hijita, abrázame. ¡Pobre del buen
Minotastasio!
ARIADNA: Consuélate, mamá, ya no te tortures. Ya se fue el doctor, ¿Quién
le construirá el ataúd a Minotastasio?
PASIFAE: No hay ataúd hijita. O, sí, el ataúd del buen Minotastasio es esta
enorme casa. Toda la casa. (Toman un enorme manto negro. Pasifae se lo
pone y también envuelve a Ariadna) Y ahora hijita, viviremos aquí, dentro de
un ataúd. Tú y yo, que somos iguales, en la casa del buen Minotastasio.
Telón.