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Minotastasio y su familia

Farsa- trágica familiar de


Hugo Hiriart

DIRECCIÓN:
Paola Koot

Apoyo de producción y logística: Yaimy Mendoza

PERSONAJES:

PASIFAE- Bertha Merodio


MINOTASTASIO- José Luis Cumi
ARIADNA- Aida Segura
FEDRA- Deisy Corro
DOCTOR (DÉDALO)- Erick Silva
TESEO- Jesús Padrón
Escena I

Ariadna, hermana mayor es seria y resuelta, Fedra es muy infantil. Las dos
hermanas corren por los intrincadísimos corredores. Llegan a un borde y
juegan elástico mientras hablan.

ARIADNA: Ya todo va a terminar hermana.

FEDRA: ¿Encontraste a alguien en los muelles?

ARIADNA: Sí, hermana, hallé uno. Es un marino. Su barco zarpará


mañana. Es perfecto, lo sé, ideal para nuestros planes.

FEDRA: ¿Lo destruirá? ¿Él lo destruirá? Dime, ¿Tanto te desea que lo


matará por ti? ¿Lo crees?

ARIADNA: No solo es cosa de deseos. El marino necesita una hazaña y


nosotras se la vamos a dar.

FEDRA: Y ¿Crees que por mí lo mataría?

ARIADNA: Depende de tres cosas: la primera, encontrar un héroe; la


segunda, darle una hazaña; y la tercera, la voluntad de ser su premio. Y
tienes una: se te nota en los ojos que quieres ser el premio de un héroe.

FEDRA: ¿Estás convencida de que hay que matarlo?, ¿No podría ser de otra
manera? Minotastasio es muy joven, es un niño, no ha vivido y mi mamá lo
quiere mucho… y…

ARIADNA: (Interrumpe) ¿Y nosotras, hermana, hemos vivido?, ¿Llamas vida


a este encierro? Ya hemos hablado muchas veces de lo que podemos hacer
y sabemos perfectamente bien que no hay otro modo de acabar con todo
esto. Es preciso que lo mate. Mira, las otras reciben a muchachos, las otras
ríen y hablan y se arreglan y salen, y van a los bailes; bailan hermana,
bailan… Nosotras no. Si tú quieres esperarte hasta que seas una anciana
lamentable, idiota y amarga, allá tú; yo no quiero eso para mí.

Ariadna empuja a Fedra, quien pierde el equilibrio y cae. Al darse la vuelta


Ariadna se enreda con el elástico y también va al suelo.

FEDRA: (Asustada, intenta ayudar a su hermana a levantarse) Podríamos


huir, irnos a otra parte, salir de aquí y no volver nunca.

ARIADNA: (Furiosa, se levanta rechazando la ayuda de Fedra) ¿Qué te


pasa? ¿Tienes miedo? No, no, entiéndelo, no vamos a ir a ninguna parte, ya
lo sabemos muy bien. ¿Quieres andar por ahí mendigando como una perra?
Además, hermana, y es lo más importante, esta también en nuestra casa y
ella también es nuestra madre… También, también, también, siempre tener
que decir “también”… ¿Somos nada?, ¿Nacimos del aire y ella no es nuestra
madre?, ¿Qué solo existe Minotastasio, nada más Minotastasio? ¿O no?
Piensa, hermana, piensa.

FEDRA: Pero, lo ama demasiado, si muere Minotastasio, ella se morirá de


tristeza. ¿Por qué tienen que ser así las cosas?

ARIADNA: Así son, hermana. Y no, nada de eso: piensa que ella también
será libre… Ahora está siempre angustiada, no piensa más que en él,
siempre esta triste, vigilándolo, dándole sus alimentos, pensando en que le
puede suceder al día siguiente, y anda siguiéndolo, y se levanta a media
noche a ver qué le pasa, si está bien, si todavía está ahí … ¿Crees que eso
es vida? (Sale entristecida, Fedra la sigue).

Escena ll

Entra Doña Pasifae atravesando el laberinto, buscando angustiada.

PASIFAE: (Llama a gritos.) ¡Minotastasio! ¡Minotastasio! ¡Minotastasio! (Lo


encuentra). ¡Ah! ¡Aquí andabas! Te he dicho Minotastasio que no te
escondas. Sabes muy bien que me aflige mucho no saber dónde estás;
prométeme que no lo volverás a hacer.

MINOTASTASIO: (Asomando desde el interior del laberinto) No me escondía


mamá. A mí también me gusta que sepas siempre dónde estoy. Y me gusta
saber dónde estás tú, pero es que me puse a andar porque quería llegar al
último salón. Mamá, salgo de un salón y entro en otro diferente, camino por
corredores con lámparas, subo y bajo escaleras, cruzo otros salones… Dime,
¿No tienen fin los cuartos? He andado y andado y no llego al último salón.

PASIFAE: Despacio, hijo, articula bien. La casa es grandísima. Al-úl-ti-mo-sa-


lón. No hay último salón, siempre hay un cuarto que sigue a otro y a otro y a
otro. Ya no busques.

MINOTASTASIO: Debe haber muchos salones ¿Verdad? Dime, ¿Cuántos


has visitado? Tú lo sabes todo mejor que yo.

PASIFAE: He visto muchos, hijo. Hay salones llenos de agua azul y verde
con peces de colores. Otros son amarillos y muy grandes con animales de
plomo que muerden y pican…

MINOTASTASIO: ¡Uy! ¡Uy! Muerden y pican…

PASIFAE: Otros tienen techos muy altos, enormes bóvedas azules con
muchísimos pájaros luminosos que se mueven muy despacio, y un pájaro
que a veces parece que se ríe. Hay escaleras interminables. Nadie los
conoce todos… Pero, ¿Por qué haces tantas preguntas hoy?

MINOTASTASIO: Escúchame, en esos salones que no conozco, ¿No hay


otros? Quiero decir, ¿Solo estamos mis hermanas Ariadna y Fedra, el doctor,
tú y yo? Porque tal vez en la casa haya otros que hablan como tú y como
yo…

PASIFAE: Solo estamos nosotros; tus dos hermanas, el doctor, tú y yo.

MINOTASTASIO: No quiero contradecirte mamá, pero si no has visto todos


los cuartos ¿Cómo puedes saber que no hay en algún salón alguien que
hable como nosotros? (Pausa). Tal vez en algún cuarto que no has visitado
haya alguien como yo… (Pausa) Alguien como yo, que hable y tenga cuernos
y rabo… (Pausa) ¿Por qué, mamá, porque soy diferente de mis hermanas,
diferente del doctor y de ti? (Pausa) ¿Sabes? El otro día quise levantar una
taza como esas en las que beben ustedes, pero la rompí: rompí muchas y no
pude levantar ninguna. Me dio mucha pena, mamá, sentí vergüenza…

PASIFAE: No tienes ninguna razón de apenarte, hijo. Yo tampoco puedo


levantar el tazón de bronce donde bebes agua… (Pausa) Pero, ¿Por qué
haces tantas preguntas hoy? ¿No estás contento, hijo, te aburres? (Pausa)
Ya es hora de merendar, ¿No tienes hambre?

Doña Pasifae se desplaza hacia uno de los laterales del laberinto, abre paso
a Minotastasio quien pasa feroz y hambriento a comer los animales que su
mamá a traído para él. La acción de Minotastasio no debe ser vista por el
público pero con el sonido se debe percibir como devora a las bestias.

PASIFAE: (Mientras sucede lo anterior.) ¡Gallinas, hijito, gallinas y de las


rojas, de las que te gustan! Mira, una deliciosa y azucarada viborita, ¡Ah! Está
muy buena. Acábatela, Minotastasio, acábatela. Eso es. Ahora, unos pájaros,
unos pájaros suavecitos… Despacio, hijo, despacio, no te atragantes. Muy
bien, vamos a ver que más hay… ¡Ah! Una sorpresa, Mino, una sorpresita.
(Pasifae advierte a un animal queriendo escapar) No, no, avanza monstruo,
avanza, para allá a donde está el niño, camina, camina ¡Al niño, al niño!...
(Pasifae permanece viendo como devora Minotastasio) ¡Escupe ese hueso!
Está muy grande, ¡Escúpelo! Eso es, eso es… Acábatelo, todo, todo. ¿Eh?
Todavía hay algo más… Bueno, me voy, te lo acabas todo. Despacio, hijo,
despacio, pero acábatelo.

Escena III

Las niñas se encuentran con Doña Pasifae. El doctor va a mirar a


Minotastasio en su banquete.
FEDRA: Minotastasio tiene buen apetito esta tarde. ¡Qué bueno! Ayer casi no
comió… últimamente ha estado muy raro. Mamá ¿Sigue haciendo
preguntas?

PASIFAE: Hoy me estuvo haciendo muchas preguntas… El doctor dice que


su inteligencia se va avivando… Aunque es un niño ya entiende muchas
cosas. ¿Verdad, doctor?

DOCTOR: Sí, se aviva, se va avivando, creciendo. (Los ruidos del comedero


van cesando).

FEDRA: Bueno, ya acabó de cenar.

Pasifae se sienta en la falsa mecedora, Ariadna y Fedra en el piso. A una


señal de Pasifae, comienzan a tejer.

ARIADNA: Mamá, queremos hablar contigo.

PASIFAE: Dime, hija.

ARIADNA: Ya no soportamos la soledad en la que vivimos. Estamos presas,


como si hubiéramos cometido algún delito. Tú no sabes lo que es levantarse
todos los días sin esperar nada ni a nadie…

PASIFAE: ¿Qué estás diciendo? Hablas como una loca.

ARIADNA: Decidí, con mi hermana, romper el encierro…

PASIFAE: ¿Qué cosa?

ARIADNA: Invitamos a un joven amigo nuestro a pasar algunos días a la


casa. Viene de muy lejos, madre, y es necesario atenderlo bien…

PASIFAE:¿Qué? ¡Estás loca! ¡Ese sujeto no entrará aquí! Y si entra, ¡No


sale! Te lo digo de una vez, Ariadna: los intrusos no vuelven a ver más
paredes que las de esta casa.

Silencio. Vuelven a tejer, pero ahora el movimiento es más atacado, violento,


que se va apaciguando poco a poco.

ARIADNA: (Como quien ha pensado en todo) La casa es muy grande,


mamá, y nuestro invitado no tiene porque conocer a todos los que vivimos
aquí. Cálmate, lo hemos pensado todo muy bien. Mira, lo alojaremos en el ala
norte, podrá bajar a la sala octagonal, subir a los salones amarillos.
Minotastasio nunca anda por ahí. Puede comer en la sala de las codornices o
en la del alabastro, subirá y bajará por la escalera de los pulpos y atravesará
la sala amaranto por el corredor de las estatuas terracota. Dormirá en la
recámara de los tapices de delfín. Además, mamá, podemos cerrar las tres
puertas de plata y ya no tendremos ningún problema, ninguno, mamá. Solo
por unos días, mamá, por favor.

PASIFAE: Pero, ¿Por qué no me avisaste?, ¿Por qué no me consultaste? No


debiste invitarlo sin antes decírmelo.

FEDRA: (Sollozando) Pero no puedes dejarnos acabar así, mamá. Piensa


que nosotras también somos tus hijas…

PASIFAE: ¡Cállate!

ARIADNA: Sí, cállate.

PASIFAE: ¡Cállense, cállense las dos!

FEDRA: ¡Ojalá hubiera nacido gigante, con cuernos, plumas y rabo! (Sale
haciendo una rabieta)

Escena lV

Estamos en el laboratorio del doctor. El lugar recuerda los trabajos de un


alquimista, un mecánico, un inventor. El Doctor está absorto en su
investigación, Pasifae lo observa con curiosidad. Él se percata de su
presencia.

DOCTOR: Este animal, señora, andará solo, solo… Es un animal autómata.


Voy a usarlo para desplazarme por la casa, para andar de aquí para allá, de
allá para acá, para no subir escaleras, para…

PASIFAE: Veo, doctor que sigue usted descuidando sus obligaciones, ¿eh?

DOCTOR: No, no, no hay que descuidar las obligaciones. Pero, hay que
discurrir aprisa por la casa, discurrir a prisa… Ir rápidamente de un lado a
otro lado… trotando, corriendo, volando.

PASIFAE: Cállese doctor. Deje usted esa cosa. Dígame, doctor, ¿Cómo
pudieron atreverse mis hijas a invitar a ese sujeto, a ese desconocido, a la
casa? Saben muy bien que aquí no queremos intrusos, gente que hace
preguntas, no queremos que entre nadie… y menos ese que ha de ser un
vago y un malviviente…

DOCTOR: Mire, señora, mire... Como personas humanas que son sus hijas
de usted, tienen que crecer, puesto que todo lo que nace crece… Ahora bien,
cuando una niña crece, principia a sentir apetitos que antes le eran ajenos, ya
que sus cuerpos se disponen para las altas funciones reproductoras. Ariadna
y Fedra han crecido. Son dos hermosos animalitos conscientes. Estos son
hechos naturales señora, y no lo puede usted negar.

PASIFAE: Lo sé doctor, lo sé muy bien. Recuerdo cuando me hice mujer.


Pero no sé porque ellas tienen tanta prisa…

DOCTOR: Discrepo de usted, señora; es justamente en la edad de sus hijitas


de usted cuando el impulso amoroso es más fuerte… Usted sabe bien,
señora, la devoción con que me he entregado al buen Minotastasio. A él
dediqué mi esfuerzo, le enseñe, le enseñamos, a hablar y razonar. Usted
sabe, señora, cuantos empeño puse, pusimos, en que articulara palabra el
buen Minotastasio, y cuantos años me llevó lograr que hilvanara
razonamientos. Pero, considere usted a sus hijas… Considérelas usted.

PASIFAE: No, no doctor ¿Cómo es posible que mis hijas quieran abandonar
a Minotastasio? Él es muy bueno, lo alegra tanto ver a las niñas…

DOCTOR: Lo que es verdaderamente singular, singular, señora, es que pide


usted el sacrificio de las niñas… esta gran casa la fuimos construyendo para
el buen Minotastasio, con los años fue creciendo; a los centímetros, o mejor,
a los metros del buen Minotastasio fueron correspondiendo salones,
escaleras, corredores...

PASIFAE: Si, y por cierto, doctor, esta casa va resultando ya enorme: el otro
día me perdí en el ala de los dos años entrando a tres. ¿No sería mejor,
doctor, rehacer algunas de las salas ya existentes, en vez de iniciar la nueva
construcción?

DOCTOR: Habría que demoler y rehacer. Doble e inútil esfuerzo. No, no


podemos proceder así. El crecimiento del buen Minotastasio es totalmente
imprevisible. No sabemos, no sabemos, ignoramos, cuando habrá de parar,
de detenerse. Puede llegar a tener el tamaño de cuatro montañas y la
refinada inteligencia de un poeta o o de un matemático o un constructor de
casas como ésta. Podrían suceder otras cosas, otras cosas, cosas
inesperadas…

PASIFAE: (Disgustada) ¿Qué cosas, doctor? ¿Qué cosas? ¿De qué está
usted hablando?

DOCTOR: Podría principiar de golpe a achicarse, a empezar a


empequeñecer, y llegar a tener el tamaño de un insecto, un insecto… de
hecho ya he principiado a tomar providencias en ese sentido…

Saca de su bata múltiples muebles miniatura.

PASIFAE: Le he dicho, doctor, que no especule…


DOCTOR: No, no hay que especular, no hay que especular.

PASIFAE: Bueno, bueno, ya está bien, dígame doctor, Minotastasio sigue


haciendo preguntas ¿Cómo lo ve usted?

DOCTOR: Minotastasio, Minotastasio… El crecimiento del buen Minotastasio


es totalmente imprevisible, señora. El otro día advertí una protuberancia en
un costado que con el tiempo, bien podría ser como un muslo, o tal vez un
ala… Es preciso estar atentos y esperar, atentos, sí, hay que estar atentos…

PASIFAE: Ya doctor, cállese. ¿No puede dejar de hablar?

DOCTOR: Hay que callar, hay que callar… pero le digo que considere usted
a sus hijitas, considérelas usted.

PASIFAE: Nada de nada, si ese sujeto entra aquí yo me encargare de él.

DOCTOR: Señora, lo que usted llama “encargarse de él” no es cosa fácil


hasta donde yo sé, se poco, muy poco, poquitísimo, no sé nada…

PASIFAE: ¡Cállese, doctor! ¡Cállese! (Sale).

DOCTOR: Sí, hay que callar. Hay que callar, estar atentos y observar… Hay
que callar… Callar…
Escena V

Se escucha el llamado monumental de una campana.

DOCTOR: Ya voy, ya voy. Es la primera vez que alguien llama a las puertas
de esta casa ¿Qué va a pasar aquí? Debo ir preparando la forma de escapar.

Se abre la gran puerta y entra Teseo, joven marino con su clásica bolsa al
hombro. El Doctor lo espera como si se tratase de un delincuente.

TESEO: Buenas noches.


DOCTOR: ¿Responde usted al nombre de Teseo?

TESEO: Sí, sí, creo que sí.

DOCTOR: Pase usted, pase, pase, entre, entre.

TESEO: ¡Que casa tan enorme! ¿Quiénes viven aquí?

DOCTOR: No estoy autorizado para proporcionarle a usted ninguna


información, ninguna.

TESEO: Es que aquí podría vivir un ejército, que digo un ejército, muchos
ejércitos. Aquí podrían librarse batallas. En esta casa cabe una tempestad…

DOCTOR: Le repito a usted, le vuelvo a decir, que no estoy autorizado para


proporcionarle a usted ninguna información. Mis instrucciones se reducen a
acompañarlo hasta sus habitaciones. Sígame usted.

El doctor y Teseo se internan en la casa, se oyen ruidos de Minotastasio.

Escena Vl

Llegan a una sala, el Doctor sale y Teseo se queda solo con las muchachas
que visten sus vestuarios modificados para ser provocativos. Las
muchachas se disputan al marino, la fiesta se acaba cuando entra Pasifae y
el Doctor que coloca una mesa.

DOCTOR: (Mientras pone la mesa) El tenedor es un invento que se debe


agradecer. Se imagina atacar un filete a la pimienta con palitos chinos. Basta
el tenedor para distinguir las civilizaciones orientales de las occidentales.
Entre nosotros el trinchar alimentos ha sido elevado al arte, lo llamamos arte
cisoria.
Comienzan a cenar, en medio de una gran tensión

TESEO: La cena está deliciosa, señora.

PASIFAE: Ahórrese los cumplidos, joven, (despacio, con hostilidad) la


hicieron aquí mis hijitas.

TESEO: ¡Qué grande es su casa, señora! ¿No se pierden ustedes entre


tantos corredores y escaleras?

ARIADNA: No, no, solamente habitamos unos salones. La casa es muy


grande para tres mujeres y un doctor, pero aquí nos gusta vivir.

PASIFAE: (A Fedra) Te dije que iba a empezar a hacer preguntas.

FEDRA: Mamá, por favor.

TESEO: Es que es impresionante, nunca había visto casa así en toda mi


vida. Y tiene además una forma tan rara; no acierto a comprender a que estilo
arquitectónico pertenece… (Aparece Minotastasio haciendo un gran
estruendo, como si de un temblor se tratara. El Doctor lo saca a la fuerza,
Teseo se alarma levemente) ¿Qué fue eso?

FEDRA: (A gritos desesperados) ¡Nada! ¡Nada!

ARIADNA: (Le aplica conminatoriamente un pellizco a su hermana) Nada, no


fue nada. Es el viento que mueve las lámparas. Otro día le contaremos la
historia de estas lámparas.

PASIFAE: (A Fedra) Ya ves, ya ves…

TESEO: ¿Decía usted, señora?

PASIFAE: No estoy hablando con usted, joven. (Pausa)


TESEO: (Incómodamente, como para llenar el silencio) ¿Saben una cosa?

ARIADNA Y FEDRA: ¿Cuál?

TESEO: En el mar uno puede estar sólo…

ARIADNA Y FEDRA: ¿Sólo?

TESEO: Sólo y viendo las estrellas…

ARIADNA Y FEDRA: ¿Estrellas?

TESEO: No se cansa uno de verlas a todas, a todas…

ARIADNA Y FEDRA: ¿Todas?

PASIFAE: Nadie puede ver todas las estrellas. Y usted, joven, parece no
entender nada. Y ustedes dos parecen bobas.

ARIADNA Y FEDRA: ¿Bobas?

TESEO: ¿Perdón, señora, decía usted? (Aparte) Esta mujer no me quiere


bien… ¿Qué me decía?

PASIFAE: Nada, muchachito, nada.

TESEO: Creí oír algo. (Aparte) Algo dijo la vieja. (A las jóvenes) ¿Ustedes
han navegado?

PASIFAE: Y dale…

TESEO: Perdón, señora ¿Decía usted?

ARIADNA Y FEDRA: Nada, nada, no se preocupe usted


ARIADNA: Mi mamá muchas veces habla sola

TESEO: (Aparte) Debí suponer que la vieja está loca… (A las jóvenes) ¡Ah!
Sí, sola, sola. (Aparte) En esta casa puede pasar cualquier cosa, me
pregunto si debí haber venido.

PASIFAE: ¿Ya ven? Mejor llévenselo de aquí hoy mismo en la noche, antes
de que salga el sol.

TESEO: ¿El sol? (Aparte) La vieja delira

FEDRA: Decía mi mamá que mañana habrá mucho sol

ARIADNA: (Vuelve a pellizcar el brazo de su hermana) ¡El sol! ¡El sol! ¿Qué
importa el sol? Mejor, cuéntenos de usted, nos decía... ¿Qué nos decía? ¡Ah!
¡Sí! ¡Qué ha viajado mucho por el mar!

TESEO: Sí, desde muy niño me gustó el mar. Pero, no crean ustedes, la vida
del navegante es dura, la comida es mala y se trabaja mucho… pero se está
al sereno lejos de las ciudades, se conocen tierras, gentes con costumbres
extrañas… (Aparte) como esta familia. Y cuando uno se pasea por el
entrepuente en las noches claras se experimenta una emoción incomparable.
Yo no soy de los que se pueden quedar mucho tiempo en un solo lugar;
pronto me siento encerrado, asfixiado. Yo creo que a todos nos pasa lo
mismo.

ARIADNA Y FEDRA: Sí, claro, a quien le va a gustar estar encerrado.

Reaparece Minotastasio de forma más ruidosa, ahora Teseo alcanzar a ver


algo, pero Ariadna lo tapa. El Doctor saca a Minotastasio.

TESEO: ¡Que fue eso! ¡Qué es eso!

ARIADNA: (Muy calmada) Nada, nada…


TESEO: (Asustado) Creí ver pasar una especie de canguro; no, no, un
cocodrilo… (Como quien acierta) No, era un toro, sí, sí, un toro… ¿Tienen
muchos animales sueltos aquí dentro de la casa? Que digo, animales, bestias
feroces…

ARIADNA: Sí, sí, muchos, muchos.

FEDRA: No, no, algunos, algunos.

TESEO: ¡A dónde vine a dar! La casa esta, la vieja loca y los animales
sueltos en la casa…

PASIFAE: (Se levanta) Se los dije, se los dije, ahora ustedes se atienen a las
consecuencias…

TESEO: (A Ariadna) Que curiosita es su mamá, ¿Verdad?

ARIADNA: No se preocupe usted, así es ella.

TESEO: (Aparte) ¿Cómo no me voy a preocupar? ¿Mi cuarto cierra por


dentro?

ARIADNA: Otro día le contaremos la historia de esta casa, ya es hora de


irnos a dormir. El doctor lo llevará hasta sus habitaciones.

TESEO: Y tendré que ir con el científico loco; menos mal que este parece
menso

ARIADNA: Luego seguimos platicando.

Teseo sale detrás del doctor


Escena VlI

PASIFAE: Ven, ven ustedes, preguntas y más preguntas… ¿Para qué


trajeron a ese bobo? Parece un malviviente…

FEDRA: Mamá, por favor, mira…

PASIFAE: ¡Qué por favor ni que nada! Yo no me haré cargo de este sujeto…

ARIADNA Y FEDRA: ¡Mamá!

PASIFAE: ¡Cállense! (Sale Pasifae e inmediatamente entra el Doctor, las


muchachas no se dan cuenta de su presencia)

FEDRA: Ya no podemos retroceder.

ARIADNA: Ya no. No se nos vaya a adelantar mi mamá.

FEDRA: (Sollozante) ¿Por qué tienen que ser así las cosas?

ARIADNA: (Imperiosa) Porque así son. (Salen)

DOCTOR: Tengo que irme de aquí. Yo no estoy hecho para estas cosas,
estas cosas. Yo que pensaba que este era un apacible lugar, un paraje
ameno de los estudios y las invenciones. Tengo que marcharme de aquí, irme
a otra parte, migrar, irme…

Escena VlII

En la habitación de Teseo. Teseo duerme.

ARIADNA: (Muy quedo) Teseo… Teseo… Teseo… (El héroe no despierta,


ella lo toca).
TESEO: (Despertando, sorprendido) ¡Ariadna! (Tímido, no sabe que hacer)
Este yo… quiero decir… es que, usted…

ARIADNA: (Ariadna se acerca más a Teseo y rápidamente le pone el dedo


sobre la boca) No diga nada.

TESEO: Ariadna, llegaste hasta aquí. (Aparte) Nadie me lo va a creer.

Ariadna lo mira con seriedad

ARIADNA: ¡Cuántas cosas te han sucedido, Teseo! Y cuántas te van a


suceder.

TESEO: ¿A mí, Ariadna, a mí? ¿Por qué a mí? (Aparte) Llegó, llegó y con las
velas desplegadas; nadie me lo va a creer.

ARIADNA: Porque a los héroes siempre les pasan muchas cosas.

TESEO: (Aparte) Quieran los dioses del mar que me pasen muchas cosas
así…

ARIADNA: ¿Qué dices, Teseo?

TESEO: Que nunca he visto unos ojos como los tuyos, brillan más que el sol
cuando se derrama sobre la espalda del mar; el sol se mira en ti como un
espejo viviente. (Aparte) ¡Qué bien estoy hablando! (A Ariadna) Yo quiero
navegar en tus ojos, quiero surcar ese mar, perderme allí y no volver nunca.

ARIADNA: Hablas bien, Teseo, hablas como un clásico.

TESEO: Es que Ariadna, ni las sirenas que hacen sus nidos en los arrecifes,
ni las diosas que acechan en cavernas deslumbrantes, ni los monstruos
marinos suntuosamente deformes y tornasolados como las perlas pueden
igualarte. En todos mis viajes, en todas las playas asombrosas y en todos los
puertos tumultuosos que he tocado, he visto nada como tú; ningún tesoro
puede igualarte.

ARIADNA: ¿Lo dices de verdad, Teseo?

TESEO: ¿Cómo podría engañarte? (Aparte) Aunque he de advertir que en


Lesbos, famosa por su vino y sus mujeres, vi en un mercado de esclavos a
una mujer casi tan hermosa como Ariadna. No pude comprarla; también es
cierto que no la he podido olvidar.

ARIADNA: Teseo, Teseo, Teseo… Tanto navegar para llegar hasta aquí,
reposa Teseo, ya llegaste.

TESEO: ¿Y quién puede pensar en reposar? ¿Acaso duerme el mar cuando


sus anchos lomos beben los relámpagos y la lluvia? (Aparte) Yo llevo en mis
manos el timón. (A Ariadna) Quiero nadar en ti como un delfín en las
corrientes.

ARIADNA: ¿De verdad?

TESEO: Envuélveme en tu seno con la solemnidad de una noche. Ven


Ariadna, ven.

Intenta abrazarla

ARIADNA: (Lo rechaza) Aquí no, aquí no, (Él persiste) Te digo que aquí no.

TESEO: ¿Entonces dónde? ¿Qué más te da un lugar que otro lugar?


(Aparte) Tiene que ser aquí y ahora; ésta no se me va. Dioses, nadie me lo
va a creer. (A Ariadna) ven, ven.

ARIADNA: (Prosigue su acoso) Te digo que aquí no, tienes que esperar.

TESEO: Ven, te lo suplico.

ARIADNA: No supliques, no debes hacerlo.


TESEO: Entonces, te lo mando.

ARIADNA: No, no mandes; ni supliques ni mandes.

TESEO: ¿Entonces qué hago?

ARIADNA: Toma este hilo. (Le entrega un hilo)

TESEO: ¿Un hilo? ¿Qué es esto?

ARIADNA: Te llevará hasta mi alcoba. Síguelo.

TESEO: (Aparte) ¿Ir a su alcoba? (A Ariadna) Aquí, ahora, yace aquí


conmigo. Ven Ariadna, ven…

ARIADNA: Sigue este hilo.

TESEO: ¿Yo?

ARIADNA: Tú, sí, tú. Toma esto también… (Le entrega una pistola) estas
navegaciones también pueden ser peligrosas.

TESEO: ¿Una pistola? (Aparte) Dioses, ¿Por qué tiene que ser siempre la
misma cosa? ¿Nada se da porque sí?

ARIADNA: Te habrás dado cuenta de que en la casa hay animalitos sueltos.


(Lo acaricia) Para ti todo estará siempre lejos. Si te acometen defiéndete.

TESEO: (Aparte) ¡Los Animales! (A Ariadna) ¿Y qué hago?

ARIADNA: Si no quieres venir, no vengas, quédate aquí sólo y vete


mañana…(Perplejidad de Teseo) Yo me voy y te estaré esperando ¿Me vas a
olvidar?
TESEO: No, aquí, ahora, aquí, quédate, quédate aquí.

ARIADNA: Aquí no. Tienes el hilo y la pistola. Tú decides, yo me voy. (Sale)

TESEO: ¿Qué hago? ¿Qué hago?

Escena IX

Minotastasio duerme. Entra el Doctor. Se oye la rítmica respiración de


Minotastasio, también ruidos extraños que emite entre sueños.

DOCTOR: Minotastasio... Minotastasio… Minotastasio…

MINOTASTASIO: (Despertando) Doctor, Doctor… ¿Ya es hora de clase? Me


había quedado dormido.

DOCTOR: ¿Tenías mucho sueño, sueño? ¿Tenías ganas de seguir


durmiendo?

MINOTASTASIO: No, no, ya no. Prefiero jugar contigo ¿Vamos a cantar?


¿Cantamos?

Minotastasio canta ruidosamente.

DOCTOR: No, Minotastasio, no, hoy no vamos a cantar. Hoy no entonaremos


canciones… Minotastasio, cállate, hay que hablar, hablar, conversar… ya no
cantes, si no me voy.

Al advertir que el doctor se retira, Minotastasio se calla.

MINOTASTASIO: No, no te vayas ¿Jugamos a las letras?

DOCTOR: No, no, Minotastasio, hoy no va a haber clases, clases, hoy no


jugaremos, no hay que jugar hoy. Quiero hablar contigo, conversar.
MINOTASTASIO: ¿Qué tienes? Te veo muy raro, ¿Qué tienes? ¡Ay! Estás
triste…

DOCTOR: No, no, Minotastasio, no hay porque ponerse triste, no hay


ninguna razón…

MINOTASTASIO: Entonces ¿Por qué estás triste?

DOCTOR: Mira, Minotastasio, mira, si yo me voy por unos días, unos días
nada más, no te olvides de todo lo que te enseñado, lo que has aprendido.

MINOTASTASIO: (Grita) ¿A dónde vas a ir? ¿A cuál salón de la casa? ¡No te


vayas! ¡Ay! Voy a estar muy muy sólo.

DOCTOR: No, Minotastasio, ya sabes hacer muchas cosas, cosas, tú ya eres


un…

MINOTASTASIO: ¡Llévame contigo! ¡No me dejes sólo! Te prometo que me


porto bien, camino despacio y con cuidado y no grito ni rompo nada. Te
prometo que no vuelvo a morder las paredes. Te lo prometo de veras.

DOCTOR: ¡No se puede! ¡No se puede! Tendría que echar a volar toda la
casa y no puedo, eso no lo puedo hacer…

MINOTASTASIO: ¿Qué dijiste?

DOCTOR: Nada, nada, Minotastasio, no decía nada…

MINOTASTASIO: Sí, sí, estabas hablando de que la casa iba a volar… ¿Qué
quieres decir? No te entiendo…

DOCTOR: Mira, te traje un regalo, un regalito…

MINOTASTASIO: ¡Qué bueno! Un regalo, un regalito…pero ¿Qué te pasa?


¿Qué te está pasando?
DOCTOR: (Se pone a llorar) ¡Ay, Minotastasio! ¡Ay, Minotastasio! ¡Ay,
Minotastasio!
MINOTASTASIO: Estás llorando, estas llorando. Ya ves que sí estás muy
triste.

DOCTOR: (Llora) No, no, Minotastasio, las lágrimas, las lágrimas son un
humor cristalino y salado, y su función principal es lubricar. ¡Ay, lubricar! Las
secreta la glándula lagrimal ¡Ay, la glándula! También hacen de la córnea una
superficie óptica lisa ¡Ay, ay, una superficie óptica lisa! (Se repone un poco)
No, no hay que estar triste… Mira (El doctor saca a escena un enorme ábaco
con bolas de colores) ¿Te gusta?

MINOTASTASIO: Sí, sí ¿Qué es?

DOCTOR: Es un ábaco, un ábaco, un enorme ábaco…

MINOTASTASIO: ¿Y qué se hace con él?

DOCTOR: Es para jugar a los números, a los números, pueden hacerse


muchos juegos de números, números…

MINOTASTASIO: ¿Puedo tocarlo? Lo agarro con cuidado, te prometo que no


lo rompo, no le hago nada…

DOCTOR: Sí, Minotastasio, es para ti, es tuyo, lo fabriqué para que juegues
con él (Minotastasio toma el ábaco con una de sus enormes y singulares
extremidades) Bueno Minotastasio, me voy.

MINOTASTASIO: Si no regresas, te voy a ir a buscar, llegues al salón que


llegues, allí voy a llegar yo. Te voy a buscar aunque tenga que caminar
mucho, mucho, mucho…

DOCTOR: (Vuelve a llorar) Adiós, Minotastasio. Adiós, adiós.


Sale el Doctor.
Escena X

Esta escena es la más larga de la caminata de Teseo por la casa, en ella se


muestra la bastedad del laberinto. Teseo recorre los lugares que ya hemos
visto, y otros, para rematar o recalcar, como él diría, en el comedero de
Minotastasio. A lo largo de la caminata Teseo, que va mirando asombrado
para aquí y para allá, solo pronuncia las siguientes palabras. El hilo de
Ariadna ahora es una cuerda larga.

TESEO: Me pregunto si ya había pasado por aquí. Me vuelvo a preguntar si


ya había preguntado al pasar por aquí si ya había pasado por aquí. Esto no
puede ser. ¿Me pregunto si debía haber venido? ¿Me pregunto qué pasaría
si se rompiera el hilo? Me muevo en la casa como la barca de un náufrago en
el mar. No, el océano es un juguete de cuerda en comparación con esta casa.
¿Me pregunto si debía haber venido? Las estrellas no están tan lejos como
esas lámparas. ¿Subo o bajo, avanzo o retrocedo, voy para un lado o para el
otro? ¿Qué pasa si grito? Mejor ya no me pregunto nada, porque ya no
puedo hacer nada.

Escena XI

El marino descubre, finalmente, a Minotastasio.

MINOTASTASIO: ¡Qué bueno! ¡Qué bueno! ¡Yo sabía que había otros!
¡Bienvenido!... ¿Cómo te llamas? Pareces un niño… (El marino principia a
correr y a gritar) ¿De dónde vienes?... Háblame… ¿Jugamos a las letras?

TESEO: ¡Ay! ¡Aléjate! ¡Quítate, quítate!

MINOTASTASIO: ¿Por qué gritas así? ¿Quieres que yo también grite,


hermanito? ¿Es un juego gritar?... (Grita estrepitosamente) ¡Qué bueno que
viniste! Hoy me sentía muy solo… ¿Vendrás todos los días a jugar conmigo?
¿Verdad? Más gritos… Gritar es bonito juego, nunca lo había jugado.
Gritos juguetones de Minotastasio, alaridos de Teseo.

TESEO: No, no, por favor.

Teseo huye aterrado, Minotastasio lo sigue y cree que se trata de un juego,


pero su falta de control causa daño a Teseo. Al final Teseo arroja tierra a los
ojos de Minotastasio y aprovecha su desconcierto para sacar la pistola y le
dispara en dos ocasiones. Teseo logra huir.

MINOTASTASIO: ¡Ay! Me duele… ¿Qué pasa? ¿Por qué me haces esto? Me


duele mucho… no veo bien… ¿Qué juego es este? Me duele… ¡No!...
¡Mamá! ¡Mami, ven! ¡Mamá! ¡Por favor, mamacita! Mamá…

Escena XII

En esta escena volvemos al lugar de la escena cuarta, es decir, el taller del


doctor. El doctor está subiendo a un mecanismo de vuelo.

DOCTOR: Yo me voy de aquí. En esto de la venganza, con frecuencia unos


pagan por otros. Así que lo mejor es que remonte el vuelo. Esperemos que
esta cosa esté bien diseñada. No solo para mi buena fama de artífice, sino
para que no dé con todos mis huesos en el suelo de la casa. Vámonos.

El doctor emprende vuelo, cuando ha huido entra aterrado Teseo.

TESEO: ¡Ay, ay! ¡El loco vuela! ¿Qué es esto? Dioses ¡Auxilio! ¡Auxilio!
¡Sáquenme de aquí! ¡Sáquenme de aquí!

PASIFAE: (Fuera de escena) ¡Minotastasio! ¡Minotastasio! ¡Minotastasio! ¡Ay,


Minotastasio! ¿Qué te hicieron, hijito? ¿Qué te hicieron? ¡Minotastasio!

Escena XIII
Ataviada por una capa de viaje, Fedra acecha al aterrado Teseo, quien
empavorecido corre de aquí para allá.

FEDRA: Teseo… Teseo… (El héroe no la oye; está aterrorizado, vuelve la


cabeza para todas partes).

TESEO: ¡Perdí el hilo, Dioses, perdí el hilo! ¡Ay! ¿Cómo podré salir de aquí?
¿Qué otras criaturas habrá aquí? Hay cosas que se arrastran y que vuelan,
toros que hablan. ¡Dioses! ¡Tire la pistola! ¡Auxilio, ayúdenme!

FEDRA: (Con voz lúbrica) Teseo… (Corre hacia él y lo envuelve en su capa)

TESEO: ¡Ay! ¡No, no! ¡Suéltame, suéltame! ¿Qué es esto? ¡No! ¡Por favor!

FEDRA: Teseo, soy yo, soy Fedra.

TESEO: ¡Fedra! ¡Fedra, por favor, sácame de aquí! ¡Tú no me traiciones,


Fedra, por favor!

FEDRA: No, ven, Teseo, ven, amor mío, ven.

Fedra abraza a Teseo, éste lucha por desasirse.

TESEO: (Aterrado) ¿Por dónde se sale de aquí? ¡Sácame de aquí! ¿Por


dónde? ¿Por dónde?

FEDRA: Teseo, ven aquí, ámame, ámame aquí.

TESEO: No, no, aquí no… Sácame de aquí. (Se libra de Fedra y se mueve
desesperadamente) ¿Por dónde? ¿Por dónde? (Fedra lo aguarda sonriendo
con lujuria) (Aparte) ¿A dónde puedo ir yo? ¿Por dónde se sale? (A Fedra)
¡Fedra, sácame de aquí!

FEDRA: Ven a mí, seamos aquí uno tú y yo… ¡Oh, ven, amor mío!
TESEO: (Se acerca y toma con cuidado a Fedra de una mano, es obvio que
no quiere que ella lo atrape) No, no, aquí no, dime donde está la salida.

FEDRA: (Abrazada a Teseo) No, no, ven, aquí, aquí; Teseo, tómame…

TESEO: Dime por donde se sale. (Arrastra a Fedra) (Aparte) ¡No puede ser!
¡Esta mujer está loca! ¡Tengo que salir de aquí!

FEDRA: Teseo, Teseo, bésame...

TESEO: Fedra, por favor… ¡Ay! ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¿Qué es eso?
¡Ay!

FEDRA: ¡Nada, nada!... (Besa a Teseo) ¿Qué es esto?

TESEO: (Olvida por un momento el terror y hace una gesto de placer,


mientras ve por el escote de Fedra) ¿Un lunar? No, no espérate…

FEDRA: Así, así, ven, abrázame.

TESEO: No, aquí no ¿Dónde está la salida?

FEDRA: Llévame entonces contigo al mar.

TESEO: Te llevo a donde quieras, pero sácame de aquí.

FEDRA: Si te digo donde está la salida, ¿No volveremos a separarnos?

TESEO: Nunca, nunca, te lo prometo. ¿Por dónde se sale? Dime, dime.

FEDRA. (Abrazando a Teseo que mira para todas partes) Vámonos, amado
mío, vámonos, llévame contigo al mar donde no hay muros, ni techos, ni
corredores, ni escaleras, ni lámparas, ni…

TESEO: Camina Fedra, date prisa, date prisa ¿Por dónde? ¿Por dónde?
(Salen)

Escena XIV
Entra Pasifae, con el gorro de Minotastasio en brazos. Tras ella entre
Ariadna.

ARIADNA: Ya todo va a terminar, mamá.

PASIFAE: Ya todo terminó.

ARIADNA: No, no es verdad. Consuélate, mamá. Entiende: ya no sufrirás.


Entiende: la casa terminó de crecer y ya no estarás vigilando de día y de
noche. Entiende: ya no te sorprenderá Minotastasio. Mamá, por favor
entiende que eres libre. Somos libres mamá.

PASIFAE: Pobrecito del buen Minotastasio, que vida le di, para qué lo traje al
mundo… Él era inocente, hijita. Yo lo amé, lo amé de verdad… ¿A dónde se
fue el doctor?

ARIADNA: (Interrumpe) Mamá, por favor…

PASIFAE: ¡Qué ojos tan dulces tenía! (Abatida) Tú no sabes de estas cosas,
y la verdad no tienes por qué saber. ¡Ay, qué vida les di a los tres!

ARIADNA: A los tres. Pero ahora estamos tú y yo solas, solas, mamá.

PASIFAE: Tenía suaves las plumas y grandes los cuernos y ¡Qué manera de
mirar! ¿Te acuerdas cuando echó abajo las torres de los potros y cuando se
dejo caer al foso de las filigranas? Estaba muy apenado, pobrecito, quería
dar a entender que no había podido hacer lo que había querido. Pobrecito,
pobre inocente, no sabía nada… (Cambia bruscamente y regresa a su actitud
feroz) No, no es cierto, sabía muchas cosas, tal vez más que tú y que yo. ¿Y
el doctor? ¿Tenía que irse ahora?

ARIADNA: Lo ves, mamá, lo ves. Nada era suficientemente bueno para el


buen Minotastasio, ni siquiera el doctor, el más hábil de todos los artífices, el
de las manos más industriosas y puras…

PASIFAE: No me hables de él.

ARIADNA: Él hizo esta enorme casa, mamá, la hizo para el buen


Minotastasio, pero aún eso no es suficientemente bueno para ti.

PASIFAE: (Otra vez tristísima) Para mí, para mí, ¿Qué he pedido yo para mí?
Nada, nada, hijita. Esta enorme casa no fue suficientemente buena para el
buen Minotastasio.

ARIADNA: Lo ves, lo ves, nada era suficientemente bueno para


Minotastasio, ni siquiera nosotras, tus hijas. Y sin embargo, recuerda que
nunca te pidió nada. Eran cosas tuyas, no de él.

PASIFAE: (Muy triste) Cállate, Ariadna, cállate, por favor, no digas más, te lo
suplico.

ARIADNA: Mamá, yo quería liberarte, que fueras libre, yo mamá…

PASIFAE: Ariadna, tú también eres mi hija. Y Fedra también es mi hija.


(Furiosa) ¿El doctor se fue volando?

ARIADNA: Sí, mamá, ya estamos solas, mamá…

PASIFAE: Abrázame, hija. (Ariadna se acerca para abrazarla, se


avergüenza) Cuídate hija, tú eres como yo.

ARIADNA: (Perpleja) ¿Yo?

PASIFAE: Tú, tú eres igual a mí. Estorbamos hija… como diría el doctor (lo
imita) “rebasamos, colmamos la medida”. Hijita, abrázame. ¡Pobre del buen
Minotastasio!
ARIADNA: Consuélate, mamá, ya no te tortures. Ya se fue el doctor, ¿Quién
le construirá el ataúd a Minotastasio?

PASIFAE: No hay ataúd hijita. O, sí, el ataúd del buen Minotastasio es esta
enorme casa. Toda la casa. (Toman un enorme manto negro. Pasifae se lo
pone y también envuelve a Ariadna) Y ahora hijita, viviremos aquí, dentro de
un ataúd. Tú y yo, que somos iguales, en la casa del buen Minotastasio.

ARIADNA: Consuélate, mamá, la casa terminó de crecer, la casa terminó de


crecer.

Telón.

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