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Este término, que se basa en los principios de la Convención sobre el Estatuto de los
Refugiados de 1951, implica que un país puede negarse a conceder asilo a una persona y
remitirla a un tercer país que sea considerado “seguro”. En este caso, quienes migren hacia
el norte del continente desde Centroamérica tendrían que pedir asilo primero en México o
en Guatemala.
El otro único país con el que EE.UU. tiene un acuerdo de tercer país seguro es Canadá. Fue
firmado en 2002, con el objetivo de evitar que las personas a las que les fuera negada la
solicitud en Estados Unidos pudieran aplicar en Canadá. Al poco tiempo de ser
implementadas las medidas, se redujo “drásticamente” el flujo de migrantes desde EE.UU.
a Canadá, explicó a la Voz de América Sarah Fisher, investigadora del Migration Policy
Institute.
Si se llegara a aplicar una política similar hacia México, dijo Fisher, tendría un efecto
disuasorio en las personas que buscan asilo en EE.UU. en la frontera sur.
Existen dos maneras de interpretar el concepto de tercer país seguro. La forma menos
estricta es la de un sitio que ofrezca “protecciones básicas, un estatus legal, autorización de
trabajo y servicios sociales básicos”, de acuerdo con Fisher.
Sin embargo, de acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados
(ACNUR), un país seguro es en el que se respete la vida y libertad de las personas y donde
no sean perseguidas por motivos de raza, religión, opinión política, nacionalidad o por
pertenecer a algún grupo social particular.
“Lo más básico es que tiene que ser [un sitio] seguro”, dijo a la VOA Michael Camilleri,
abogado y ex funcionario del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental.
“Sabemos que hay redes de pandillas que existen en varios países de Centroamérica y
obligar a las personas a quedarse en Guatemala podría exponerlos a las mismas amenazas
que los obligaron a huir de sus propios países”, añadió.
Algo similar sucede en México, de acuerdo con la ONG Women’s Refugee Commission, los
migrantes que atraviesan el país en su camino a Estados Unidos son frecuentemente
víctimas del crimen organizado. Entre 2014 y 2016, fueron reportados 5,284 delitos contra
migrantes en los estados de Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Sonora y Coahuila.
Por ahora, no se ha concretado ningún acuerdo de este tipo y, según dijo un funcionario del
Departamento de Estado a la VOA, EE.UU. busca en sus negociaciones encontrar
iniciativas para reducir la migración, “incluyendo el desarrollo de capacidades, el
fortalecimiento de las instituciones locales y un mejor procesamiento de asilos”.
¿Qué significa ser tercer país seguro y qué implicaría para Guatemala?
Todo nace en la Convención de Ginebra de 1951 que originalmente sirvió para atender a
los refugiados de la Europa de la posguerra, luego ampliado por el Protocolo sobre el
Estatuto de los Refugiados de 1967 a otras circunstancias. Ambos instrumentos fueron
ratificados por Guatemala en 1983.
En términos muy sencillos y generales, esta normativa regula el derecho de asilo, al cual
pueden recurrir una persona que busca protección en otro país si en su país de origen o
residencia tiene temores fundados de ser perseguido por motivos de raza, religión,
nacionalidad, posiciones políticas, identidad de género o preferencia sexual.
Es cierto, Estados Unidos nos daría dinero para hacer frente a estas obligaciones. Pero
como lo ha expuesto mi colega Arturo Villagrán, Guatemala es signatario de tratados
internacionales en materia de Derechos Humanos y está bajo la jurisdicción de la CIDH y
de la Corte IDH. Si Guatemala llega a violar derechos humanos de refugiados, seríamos
responsables como Estado y el gobierno de EEUU no respondería de ninguna manera por
ello.
La experiencia europea de designar a Turquía como tercer país seguro ha sido objeto
de señalamientos de violaciones de derechos humanos a refugiados, lo mismo que ocurrió
en Papúa Nueva Guinea que lo fue de Australia. Las organizaciones de derechos humanos
en EEUU tienen claro que Guatemala no puede ser un país seguro.
¿Pueden Degenhart o Jimmy Morales firmar el acuerdo sin el consentimiento, o sin
que el Congreso lo apruebe?
La Corte de Constitucionalidad prohibió la firma del documento. Antes tenía que conocerlo
el Congreso. Sin embargo, el presidente ha sugerido que, por no haber comprometido
fondos públicos, no es necesario que el Congreso lo hiciera. Edgar Gutiérrez, excanciller,
sostiene que no: «Este acuerdo modifica aspectos del código migratorio», señala, «la
constitución dice que cuando un convenio modifica una ley aprobada por el congreso, el
congreso mismo debe ratificar este convenio». Añade Gutiérrez que según el Artículo 171
de la Constitución, este acuerdo podría vulnerar la integridad de la nación. Por lo tanto, el
Congreso sí tuvo que haber conocido el acuerdo que firmó Degenhart. A esto agrega la
constitucionalista Sonia Lucía Valenzuela que el Congreso tiene que aprobarlo y ratificarlo
también. «Todos los tratados de Derechos Humanos y de materia internacional deben ser
gestionados por el ministro de relaciones exterior y este los debe traer a Guatemala para
que surtan efecto jurídico en el país», dice. Así mismo, afirma que le llama la atención que
Degenhart haya sido quien firmó el acuerdo. «Él como ministro no tiene las facultades para
firmar este tipo de acuerdos», señala. Ayer, durante conferencia de prensa, Degenhart
señaló que el presidente Morales le otorgó el poder legal de firmar los acuerdos, pero por el
momento no hay evidencia de ese mandato.
¿Qué consecuencias políticas tiene esta supuesta desobediencia? ¿Es posible darle
marcha atrás al acuerdo?
Esto significa que Morales no puede firmar el convenio de tercer país seguro con Estados
Unidos sin el mecanismo correspondiente, ya que esto va contra la normatividad
contemplada.
SEGÚN ENGEL
La misiva ofrece información sobre las condiciones mínimas que deben ofrecer los terceros
países seguros, como “que la vida o la libertad del extranjero no se vean amenazadas por
motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social particular u opinión
política”, pero “los informes de derechos sobre Guatemala y México dejan claro que
Guatemala y México no cumplen con estos estándares”.
Finalmente, en sus redes sociales, Engel afirma que “el presidente Trump es adicto al caos
a expensas del pueblo estadounidense, por lo que a veces es fácil perder el rastro de la
última crisis. Pero, no podemos permitir que Trump negocie acuerdos ilegales que pondrían
en peligro las vidas de los niños y familias centroamericanos que huyen”.
No. Desde Amnistía Internacional consideramos que Guatemala no tiene las condiciones
para ser un país seguro. Son dos razones principales.
La principal es que tiene un sistema de asilo bastante débil. Las leyes vigentes en
Guatemala para temas de asilo tienen vacíos que no permiten un proceso claro que distinga
entre la gente que busca protección por razones de violencia o situaciones de grave peligro
o gente que está migrando por otras razones.
De enero a mayo del 2019 las personas que Migración dice que han sido albergadas en
Guatemala y Honduras son 163, y del El Salvador 37, pero hemos visto que han sido
caravanas de dos mil o más personas atravesando su territorio, y los números no alcanzan
un porcentaje mínimo de esas personas.
Lea también: Acuerdo entre EE. UU. para declarar a Guatemala como tercer país seguro
debería llegar antes de la segunda vuelta electoral
Para el 2018, la Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados publicó una guía para
las personas que buscan protección en Guatemala y en ella muestran la existencia de
cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad, así como la existencia de maras que
actúan en Guatemala con mucha impunidad.
Si bien es cierto que ha habido esa reducción, hay lugares que siguen siendo muy violentos
y en el que continúa habiendo un alto índice de homicidios. El informe del Alto
Comisionado para los Refugiados señala así a ciudad Guatemala, Mixco, Villa Nueva con
alta persistencia de homicidios y alta presencia de maras.
Adicional se tiene el serio problema de violencia contra la mujer, con altos índices de
violencia doméstica, violencia sexual, violencia perpetrada por las maras y las redes de
crimen organizado. En el 2014 Guatemala era segundo país con el número más altos de
femicidios.
También hay que tomar en cuenta la situación de la comunidad LGTBI y las razones por la
que han tenido que salir del país debido a la violencia que enfrentan en Guatemala.
Además, se muestra que hay un esfuerzo por las altas esferas de gobierno de acabar con el
sistema de justicia y el sistema judicial no tiene posibilidad de investigar y sancionar a los
perpetradores de toda esta violencia.