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Durante ese día estuve todo el día frente al computador.

Estaba arreglando los preparativos


para el viaje. Quedan menos de dos semanas para volar a Australia y comenzar una nueva
etapa en mi vida. Partir de cero no es fácil, lo sé, pero son los costos de seguir tu intuición y
recorrer el camino que elegí.
Envié varios mails importantes, a varios hostales para saber si podía trabajar por
alojamiento, ya que dinero no hay mucho, envié otro buscando trabajo en un centro para
cuidados de adultos y personas con discapacidad enfocado en el bienestar y la integración
multicultural, y uno al centro de yoga donde quiero participar preguntando si podía hacer
karma yoga, o trabajar a cambio de clases.

Mi mente se sentía cansada (de redactar en inglés y estar tanto rato frente al computador),
mis ojos también, me sentía un poco ahogada, el calor y la humedad era mucha, y
aprovechando que tenía tiempo y me encontraba sola sin Nick, decidí salir a caminar para
tomar aire y despejarme un poco. Hace mucho tiempo que quería ir a un lugar en
específico.
Frente a la casa de los padres de Nick hay un cerro increíblemente verde, lleno de
vegetación y en medio de este paisaje hay una casa muy grande y antigua. Siempre me
llamó la atención ir hasta allá, pero como no se ve camino para llegar, y aunque llegase,
probablemente no podría acceder a ese lugar ya que se ve que es propiedad privada. Lo
bueno es que al caminar un par de cuadras por la calle principal de Orte, se puede ver que
por el otro lado del cerro hay una pequeña iglesia, en las mismas condiciones que la casa
que queda a nuestra vista de todos los días. Una iglesia antigua, muy pequeña, blanca y
rodeada de vegetación, sin nada alrededor.
Así que sin dudarlo armé mi mochila con agua, algo de lectura y salí con rumbo a esa
iglesia. Busqué en el mapa del celular y estaba más cerca de lo que creía, solo 20 minutos
caminando.

Luego de caminar por la calle principal e ir dejando atrás la ciudad, me adentre por un
camino muy pequeño y solitario el cual se iba haciendo más empinado a medida que
avanzaba. La vegetación empezó a apoderarse de todo el lugar, incluso formando una
especie de túnel verde.
Una vez que llegue arriba, lo primero que me maravilló al llegar fue la increíble vista que se
tenía de la ciudad de Ortel y su centro histórico que está asentado sobre una gran roca
gigante. Desde donde me encontraba, podía ver la gran iglesia del centro y la antigua
arquitectura romana de la ciudad. Que belleza! Que afortunada me sentía!.

Caminé sobre la gran terraza que se formaba frente a la iglesia como si fuese un mirador.
La iglesia estaba cerrada con una cadena pero frente a las rejas había una mesita con
algunos flyers que hablaban de la historia de la iglesia, velas para ser prendidas, 2
encendedores y una caja de metal unida a la reja que supuse que era para ofrendas de
dinero.
Mientras miraba y recorría con la mirada las pinturas que habían dentro, las bancas para
sentarse y el gran cuadro que había de la virgen María, pensaba en la religión católica.
Pensaba que por una parte rechazaba la institución de la iglesia y en todo lo que se había
convertido (especialmente después de recorrer la iglesia de San Pedro en Roma bañada en
oro y ver a curas, al parecer “importantes”, subiéndose en autos de lujo), y por otra parte
respetaba mucho que ese lugar había sido construido con una motivación espiritual, para
conectarse con lo divino, motivo que sí me atraía mucho a recorrer iglesias y templos. Lo
siguiente que pensé fue en si dejar algo de dinero o no en la caja y decidí que no lo haría ya
que nuevamente veía en mi cabeza la imagen de los curas subiéndose a ese auto con
chofer. Lo que sí hice fue prender una vela para honrar este hermoso lugar que para
muchos era una conexión con Dios.

Caminé por todo el lugar, tratando de llegar a todos los rincones. Subiendo unas escaleras
a la derecha de la iglesia había otra pequeña terraza con una gruta con la virgen María.
Este espacio se encontraba más protegido, lleno de flores, cubierto por un armazón de
fierros que ayudaba a que la vegetación formara una especie de techo. También había un
lugar para sentarse que me pareció perfecto para volver después a descansar.
Subí otras escaleras y llegué hasta la parte más alta de la gran pared de piedra que hacía
de fondo a esta linda y pequeña iglesia.
Luego de recorrer por completo el lugar volví a la terraza de la gruta de la virgen y me senté
a tomar agua y a admirar la increíble vista que tenía en frente.

Respire profundo para poder captar con mayor intensidad el momento y sentí que era un
buen momento y lugar para meditar.
Recordé que durante esta semana había estado pensando mucho en el tema de la
manifestación de lo que queremos. Ese tema me llega mucho en este momento ya que el
viaje está a la vuelta de la esquina y hay muchas cosas que me gustaría que fuera como las
estoy planeando.
Sin darme cuenta comencé a hablar con una voz muy baja, tal vez solo para mi. Ahora lo
siento como si fuese una conversación con el Universo o con Dios, donde le pedía que me
ayudara a manifestar lo que quería. Describí las cosas que quería que pasaran y el por qué
y para qué. Me conecté mucho con mis deseos y me sentí muy clara en relación a mi
propósito, en lo que me quiero convertir y lo que quiero que sea mi vida. Le manifesté
humildemente mis intenciones, le pedí que me guiara y le dije que confiaba plenamente en
el plan que tenía. Había trabajado todo el día realizando cosas concretas para lograr mis
objetivos y ahora dejaba en sus manos el paso siguiente. Sentí que depositaba mi confianza
en que todo pasa por algo y todo es perfecto.
Luego cerré los ojos y respire profundo, era un buen momento para meditar.

Generalmente lo hago con música y con una aplicación, lo que me ayuda a no distraerme
de los sonidos que hay alrededor mío, pero esta vez el sonido de los pájaros se
transformaron en mi fondo acústico.
Respire profundo y recordé una meditación que había escuchado hace poco. Cuando
inhalas dices en silencio “Yo” y cuando exhalas dices “Soy”. Me fue fácil conectar con mi
silencio interno, lograba identificar mis pensamientos y dejarlos ir y con el pasar de los
minutos mi silencio fue aumentando cada vez más y la sensación de “solo estar” siendo
consciente de todo se hizo más profunda. No sé cuánto tiempo estuve meditando, lo
suficiente para sentirme tranquila y sentir que estoy haciendo las cosas bien. Sin mencionar
que los mosquitos me tenían un poco loca ya.
Cuando abrí los ojos me volví a sorprender de la increíble postal que tenía frente a mí, y
recordé que estaba en Italia, viviendo un sueño y me sentí muy feliz.
El momento se convertía en perfecto para ponerme a leer. Siempre he creído que los libros
llegan a nosotros justo en el momento perfecto. Estoy terminando de leer “Morir para ser
yo”, de Anita Moorjani. Me lo recomendó una compañera de la Universidad a través de
Instagram. El libro habla de la experiencia cercana a la muerte que tuvo Anita luego de
batallar con un cáncer. Ella cuenta sobre lo que experimentó al estar al borde de la muerte,
sobre como logró convertirse en el todo, en amor, uniéndose a la consciencia universal y
como esto cambió su vida al decidir volver a su cuerpo, recuperándose completamente del
cáncer, y como entendió que lo más importante en la vida es ser fieles a nosotros mismos, a
nuestra esencia. Uf! Que difícil poner en palabras lo que ella describe en su libro. Creo que
aunque intente describirlo no llega a la altura de lo que este libro ha dejado en mi.
Los capítulos que leí hablaban de lo que ella había aprendido en esta experiencia, y de lo
importante que era enfocarse en “ser” y no en “hacer”, ya que la mente es la que nos limita
el cómo vemos las cosas y la realidad que creemos vivir.

Cuando termine el capítulo y sintiéndome más que inspirada por todo lo que había sentido
durante mi visita a esa iglesia, me preparé para volver a casa. Con la mente despejada y
sintiéndome muy agradecida del momento, volví a mirar por última vez la iglesia por dentro
y ver si la vela que había encendido se había consumido o aún seguía llameando.

Lo increíble pasó cuando apenas me asomé, en el mismo segundo que puse mi mirada
hacia dentro, una luz se encendió!!... iluminando por los bordes el cuadro de la virgen.
Casi se me salió el corazón de la impresión! Miré para todos lados a ver si había alguien
que la había encendido y no encontré a nadie. Al segundo siguiente pensé en lo que había
leído en mi libro: “deja tu mente fuera de esto y solo siente”. Habrá sido casualidad? Alguien
me habrá visto y encendió la luz justo cuando aparecí yo?
Decidí silenciar mi mente y tomarlo como una sincronicidad hermosa, una señal de que
había sido escuchada por Dios. Me emocioné mucho, sonreí y aún luchaba con la
incredulidad de lo que había pasado. Esto cerraba de manera mágica mi tarde en ese lugar,
con esa energía tan poderosa que había sentido.

Aún sin querer creerlo comencé a caminar dejando el lugar atrás. Me sentía en las nubes,
ese lugar tenía una energía que de alguna forma me había marcado, muy clara, muy viva.
Solo había caminado unos 20 metros cuando pasé enfrente de otra gruta que estaba inserta
en una gran muralla de roca en el camino. Quería ver que había dentro ya que cuando
llegué mi atención estaba enfocada en la vista que había de la ciudad más que en los
detalles del lugar.
Cuando me acerqué, justo al pasar enfrente, el farol que había sobre la gruta se encendió!
Se encendió!!! “Qué está pasando?! Habrá alguien que está prendiendo las luces
esperando que yo pase? Y si fuese así...qué? Que lindo gesto...Que mágico…. Y si no? Y si
creo que es otra señal de lo increíble que puede ser el Universo? Y si me callo y disfruto el
momento?”
No lo podía creer, que sensación más increíble. Se me paraban los pelos. Sentí que había
sido escuchada, me sentí conectada al Universo, a mi propósito, a mi esencia. Sentí que
todo era perfecto y que cuando dejamos de hablar y de pensar podemos abrirle la puerta a
lo imposible, a lo sincrónico, a lo divino.

Caminé de regreso “siendo”, viviendo las emociones, mirando a la gente, completamente


llena de luz, inspirada. Cuando aparecía un pensamiento, especialmente los de auto boicot -
“y si fue alguien que las prendió?”-, gentilmente me decía a mi misma “Y qué?, y qué pasa
si fue así? sigue siendo mágico y sincrónico”, y volvía tranquilamente al “ser” en vez de
“hacer”, dejando el pensamiento de lado, que es el que nos limita.

Deje mis preocupaciones de lado con respecto a buscar trabajo, donde dormir, que voy a
hacer, y me entregué a que pasara lo que tenga que pasar, y será justo lo que necesitaré.

Me sentí en paz, sonreí.


Respire profundo y volví a agradecer.

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