Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Orientaciones pastorales
Teniendo en cuenta esta labor de investigación en el campo de las ciencias teológicas y sociales, así como las expe-
riencias de quienes ya han emprendido la tarea de atender pastoralmente a los homosexuales, podemos ofrecer con
cierto grado de seguridad moral las siguientes orientaciones pastorales:
1
predominantemente homosexual, por oposición al homosexual «transicional», es decir, el que pasa en esos
momentos por una fase temporal del desarrollo psicológico. En el caso de los verdaderos homosexuales, la
terapia profesional podrá servir para ayudarles a aceptar positivamente su condición, pero nunca deberá
aconsejarse la terapia de forma que suscite falsas esperanzas de un remedio o modificación de la
homosexualidad.
2
buenas. No hay que considerar estas amistades como una ocasión próxima de pecado. La amistad es siempre
positivamente buena. Las dificultades surgen de la orientación homosexual, no de la amistad.
Cada vez son más frecuentes las ocasiones en que se pide a un pastor que bendiga o solemnice
litúrgicamente el llamado «matrimonio homosexual». Históricamente se ha entendido el matrimonio como una
unión heterosexual, por lo que nos parece equívoco o inadecuado describir la unión estable entre dos
homosexuales como «matrimonio». Todo lo que pudiera sugerir una celebración sacramental del matrimonio, por
consiguiente, nos parecería igualmente inadecuado y equívoco. Por otra parte, la oración, e incluso la oración
comunitaria en favor de dos personas que se esfuerzan por vivir cristianamente, encarnando los valores de
fidelidad, sinceridad y amor, no es cosa que quede fuera de las posibilidades pastorales de una Iglesia cuya
tradición ritual incluye una rica variedad de bendiciones. La conveniencia de tales actos deberá ser determinada
por la prudencia pastoral, teniendo en cuenta todas las consecuencias posibles, entre ellas las repercusiones
sociales.
3
10. Compromiso frente a la discriminación e injusticia contra los homosexuales
La tradicional actitud cristiana ante la homosexualidad a lo largo de muchos siglos hace a la Iglesia responsable
al menos indirectamente de muchos prejuicios y de la discriminación que sufren actualmente en la sociedad los
homosexuales. Como representantes de Jesucristo, los dirigentes de la Iglesia tienen una grave responsabilidad
que les exige trabajar en pro de la eliminación de las injusticias que todavía sufren los homosexuales en nuestra
sociedad. Entre estas injusticias se incluyen ciertas prácticas discriminatorias en cuanto al alojamiento y el
trabajo. Especialmente en el ámbito de la legislación y los derechos civiles, la autoridad eclesiástica haría muy
bien en atenerse a las orientaciones establecidas por el Informe Westminster, encargado por el antiguo arzobispo
católico de Londres, Bernard Griffin (1956): «No están justificadas las sanciones penales con el fin de procurar la
restricción de los pecados cometidos contra la moral sexual en privado por adultos responsables». Al año
siguiente, 1957, el célebre Informe Wollenden, elevado al Parlamento Británico con la recomendación positiva de
la Iglesia de Inglaterra, formulaba las mismas recomendaciones: «El comportamiento homosexual entre adultos
libres y en privado no debe constituir en adelante un delito criminal».
No debería ser mucho pedir que la Iglesia y sus dirigentes se comportaran como algo más que barómetro de
la pública opinión moral y que se pusieran a la cabeza del movimiento que trata de defender, adelantándose a los
tribunales, los derechos civiles de los homosexuales, procurando cambiar una situación social injusta, a pesar
incluso de que no se trate de una causa muy popular. Si hoy se intenta eliminar cualquier discriminación por
motivo de raza o religión, esta actitud debería extenderse lógicamente a la eliminación de las discriminaciones e
injusticias que se fundan en la orientación sexual.