Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
ECOLOGÍA
Palabras claves:
Ética, orientación, aislamiento, asimilación, activismo, imposición, argumentación,
excluir, incluir, satanización, cultura, mito del buen salvaje, ambigüedad, mandato
cultural, panteísmo, inmanencia, trascendencia, teoría Gaia, gnósticos, Platón,
materialismo, alarmismo, calentamiento global, nueva creación, utopía, paraíso,
naturaleza, dominio, reposo.
Objetivo:
Involucrar al estudiante en la reflexión documentada alrededor de las problemáticas
más significativas que afectan al mundo moderno desde el punto de vista de la ética
cristiana y en la acción consecuente, comprometida y responsable que sea más
conveniente y eficaz en el momento que le ha tocado vivir, combatiendo así los pecados
de omisión de los que la iglesia ha sido culpable a este respecto, en particular en lo
concerniente a las causas ecológicas y el cuidado o mayordomía que el ser humano
está llamado a ejercer sobre la creación y la naturaleza para salvar su responsabilidad
ante Dios al respecto.
Resumen:
La iglesia ha asumido tradicionalmente posturas extremas igualmente inconvenientes
en cuanto a su grado de compromiso con la cultura secular y las problemáticas que
afectan a la generalidad del mundo, errando el camino a la hora de asumir su
responsabilidad ante Dios en estos asuntos, pretendiendo aislarse por completo de
ellos o involucrándose en ocasiones tan de lleno que hace del cristianismo un simple
activismo social que no se diferencia del activismo secular al respecto. Se requiere,
pues, de la iglesia una participación en estas problemáticas que no se limite a la
oración pasiva ni a la imposición del punto de vista cristiana sobre los demás desde
posiciones de fuerza, sino que, además de la evangelización, emprenda un discipulado
1
sobre sus miembros que los capacite también para argumentar de manera calificada
sobre estos asuntos trazando cursos de acción recomendables para todos ellos, en
particular en lo que tiene que ver con la responsabilidad ecológica del cristiano,
tradicionalmente dejada de lado por malentendidos alrededor de ella, pero que debe
reasumirse con firme resolución desde posturas auténticamente bíblicas que muestran
la ecología como una de las labores características de la actividad cristiana.
Esta es una materia de ética cristiana aplicada. Porque la reflexión ética del cristiano,
si bien tiene unos fundamentos teológicos y filosóficos que se verán de manera
metódica en la materia de Ética Integral correspondiente al curso de Teología del
Verbo del programa de Facter (octavo semestre); no puede sin embargo esperar a
comprender estos fundamentos para comenzar a aplicarse a las problemáticas
globales específicas que afligen en mayor o menor grado al mundo de hoy y ante las
cuales los cristianos no podemos “pasar agachados”, sino que, por el contrario,
deben generar preocupación, reflexión y participación decisiva en el análisis y
solución de las mismas, habilitados y asistidos para ello como lo estamos por Dios
mismo a través de su revelación en la Biblia, último tribunal de apelación para dirimir
discusiones y encuadrar las posibles soluciones a las problemáticas en cuestión.
2
resurrección de Cristo trasciende los asuntos de este mundo hacia la eternidad. Pero
al mismo tiempo da por sentado que la esperanza cristiana también alimenta
nuestras expectativas para esta vida temporal y no sólo para la eternidad.
En los dos extremos del espectro se encuentran dos tipos de actitudes opuestas
y enfrentadas entre sí: el aislamiento y la asimilación. Así, pues, por una parte,
amplios sectores de la iglesia cristiana evangélica de hoy han optado por aislarse
de todas estas problemáticas, consideradas como propias del mundo, de modo
tal que comprometerse de algún modo en su resolución implicaría participar de
las cosas mundanas y pecaminosas que terminarían así contaminando a la
iglesia. Pero por otra parte, otro sector de la iglesia procedente de los reductos
más liberales de la misma han reaccionado a ello promoviendo un activismo
social en el que el cristianismo queda prácticamente reducido a participar en las
causas sociales, desechando todas aquellas prácticas religiosas de carácter
eclesiástico que, como por ejemplo la oración, definen a la iglesia eliminando así
los linderos que la distinguen y separan del mundo.
En contra de ambos extremos hay que decir que a pesar de que la Biblia declara
que los creyentes no son del mundo, al mismo tiempo afirma que están en el
mundo. Y lo están no para confundirse o asimilarse al mundo, sino para
distinguirse en él siendo la luz del mundo y la sal de la tierra. Y ser la luz del
mundo implica alumbrar al mundo, por lo cual el aislamiento absoluto, además
de ser imposible, es contrario a la voluntad de Dios, pues sería como encender
una luz para colocarla debajo de un cajón y no en la repisa para que alumbre a
3
todos. Por lo tanto el compromiso social es algo que nos concierne. Sobre todo
porque el énfasis en la evangelización y en la predicación de la justificación por
la fe característico de las iglesias protestantes evangélicas desde la Reforma no
puede olvidar que, si bien la buenas obras por sí solas llevan a la muerte si no
están precedidas por la fe, la fe también está muerta sin obras que la sigan (St.
2:14, 17). El servicio y la acción social forman entonces una parte importante de
la práctica cristiana, sin perjuicio de la evangelización sino más bien como
complemento natural de ella.
Ahora bien, uno de los factores que puede llegar a intimidar e inhibir la
participación de la iglesia en la resolución de las problemáticas que afectan al
mundo en la actualidad es la evidente complejidad de esas problemáticas.
Complejidad que no sólo nos obliga a pensar concienzudamente, asumiendo una
correcta y bien documentada perspectiva bíblica, sino también a documentarnos
igualmente en relación con las situaciones actuales en las que pretendemos
intervenir para que no lo hagamos de manera simplista e ingenua. Después de
todo el ser humano es la realidad más compleja y paradójica de la creación de
Dios. Es en sí mismo un microcosmos que, en virtud de la imagen y semejanza
divinas plasmadas en él (Gén. 1:26), contiene lo mejor y más sublime del universo,
pero al mismo tiempo, por causa de la caída en pecado (Gén. 3:6-7), contiene
también lo peor y más bajo del mismo. Todos estos elementos se hallan
inseparable y caóticamente unidos en la existencia humana de modo que no se
equivocó Pascal cuando se refirió así al género humano: “¿Qué quimera es, pues,
el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, que caos, que motivo de contradicción,
qué prodigio! ¡Juez de todas las cosas, imbécil gusano de la tierra, depositario de
la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y oprobio del Universo!”. No
es de extrañar entonces la complejidad de las problemáticas que afectan al
mundo y a la cultura humana, agravada sensiblemente por el hecho de que la
Biblia nos revela la existencia de Satanás y sus demonios quienes se hallan en
pie de guerra contra Dios y la humanidad en general, contribuyendo así aún más
4
a la complejidad de las problemáticas actuales.
Sin embargo, esto no debe intimidarnos sino más bien estimularnos a la reflexión
profunda y la participación calificada, pues no en vano la Biblia afirma que
nosotros “tenemos la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16) o, como lo expresó C. S.
Lewis: “La persona que está intentando de corazón ser un cristiano pronto
descubrirá que su inteligencia se ha afilado”. Con todo, esa paradójica condición
humana a la que no escapamos tampoco los cristianos debe llevarnos a ser
cautos en nuestras expectativas y a no pensar que, por haber sido redimidos,
nos encontramos ya por encima de estas problemáticas, pues éstas pueden
afectarnos a todos y con frecuencia nosotros también podemos estar
contribuyendo inadvertidamente a ellas. Debemos suscribir entonces lo dicho por
Nicolás Gómez Dávila en el sentido de que: “La sabiduría no consiste en resolver
problemas sino en amansarlos”. Al amparo de esta realidad y de la esperanza
que suscribimos según sea la postura que asumamos en relación con el milenio
(que será abordada también en la materia de escatología de este mismo curso)
los posmilenialistas piensan y se esfuerzan tal vez de manera loable pero
ingenuamente optimista en resolver todos los problemas pensando que la iglesia
logrará este cometido algún día antes del regreso de Cristo. Los amilenialistas
piensan más bien que los problemas, en realidad, ya están resueltos desde la
primera venida de Cristo, aunque la evidencia al respecto en la experiencia
humana sea más bien contradictoria y esté muy lejos de ser concluyente. Y los
premilenialistas, si bien reconocemos de manera realista los problemas y
creemos que éstos únicamente se resolverán de manera definitiva con la
segunda venida de Cristo, a la sombra de esto podemos renunciar de manera
irresponsable a siquiera intentar amansarlos de algún modo antes de su regreso.
Por eso, todos los cristianos independiente de la postura y convicción interior
que suscriban en relación con los eventos de los últimos tiempos deben ser
conscientes de los problemas que afectan al mundo aún después de la primera
venida de Cristo y del deber que la iglesia tiene de intentar resolverlos, para
lograr siquiera amansarlos haciéndolos más llevaderos, aunque no logre
5
finalmente resolverlos hasta que Cristo vuelva. Después de todo, la Biblia da por
sentada la existencia de problemas antes y también después de Cristo. Sin
embargo, señala también que el temor de Dios y la conducta que de él se deriva
ayuda a amansarlos de tal modo que no nos quiten el sueño. La inquietud
expresada por el Señor sobre si hallaría fe en la tierra a su regreso, tiene que ver
con encontrar a la iglesia trabajando con fe para amansar los problemas en
todos los frentes (Lc. 12:43), con plena confianza en que el Señor finalmente los
resolverá en su regreso (Lc. 18:8), reconociendo, entre tanto, lo siguiente:
“Francamente, »mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe,
más se sufre.»” (Ecl. 1:18).
6
identificar, valorar y rescatar todos los aportes positivos que cada cultura puede
hacer al entendimiento de la verdad (1 Tes. 5:21), pero sin sacrificar en el
proceso la singularidad del cristianismo como tal, en cuanto éste registra y
divulga de manera única la revelación que Dios hace de sí mismo con miras a la
salvación de los hombres. Con mayor razón si consideramos que muchas
expresiones culturales actuales son de carácter contracultural, fomentando
evidentes anti-valores que terminan a la larga destruyendo los logros y las
instituciones más apreciadas de las sociedades que las consienten. Hay que
volver entonces a la fuerza de los argumentos, debatidos más que discutidos 1,
en un espíritu de amor y respeto en pro de la gloria de Dios, del bien común, de
la dignidad humana y de la calidad de vida de la persona, en consonancia con la
voluntad de Dios expresada en su Palabra.
1
Alguien decía que la diferencia entre una discusión y un debate es que la discusión es un
intercambio de ignorancias, mientras que el debate es un intercambio de inteligencias.
7
cristiana en el mundo.
8
manera literal en la traducción de la Biblia conocida como Reina Valera del 60.
Para entender mejor el meollo del asunto debemos comprender primero qué es
la cultura, palabra conocida, llevada y traída por muchos, pero poco
comprendida. Tal vez la mejor y más escueta definición de cultura corre por
cuenta de Ortega y Gasset quien se refirió a ella como todo aquello de artificial
que hay en el hombre. Es decir, todo aquello que no nos viene dado en la
naturaleza virgen, sino que implica un trabajo por parte del ser humano que
aporte un valor agregado a lo que la naturaleza provee. La ropa, por ejemplo,
para no ir tan lejos, es cultura, puesto que la naturaleza nos arroja desnudos al
mundo. Toda construcción humana producto del trabajo y la creatividad del
hombre es, pues, cultura. Y la verdad es que los ataques contra la cultura no
provienen únicamente de toldas cristianas en particular sus sectores más
fundamentalistas y legalistas sino también del pensamiento secular. Así, en la
edad moderna Rousseau puso de moda la idea de que el retorno del ser humano
a vivir de manera sencilla en contacto con la naturaleza era la solución a toda las
problemáticas generadas por la cultura humana en el complejo contexto de la
sociedad, a través de su conocida frase: “El hombre nace puro, pero la sociedad
lo corrompe”.
9
definió a la cultura es visto con sospecha pues está muy devaluado al
contrastarlo con lo “natural” que ha sido a su vez exaltado y sobrevalorado.
Basta observar como la publicidad exalta lo natural como si lo artificial fuera
malo por sí mismo en un velado regreso al panteísmo2 de muchos pueblos
paganos de la antigüedad, como si de este modo se quisieran expiar en algo los
excesos y abusos culturales en los que han incurrido las grandes civilizaciones,
tanto modernas como antiguas, a lo largo de la historia.
Para reforzar esta imagen negativa de la cultura, grupos sectarios como los
Testigos de Jehová y otros similares logran cautivar a sus oyentes vendiéndoles
la idea de un futuro reino de Dios descrito e ilustrado con imágenes paradisíacas
de un mundo en total contacto con la naturaleza en donde el león habita
pacíficamente con el cordero y el niño de brazos juega con la serpiente
imágenes bíblicas que suscribimos, por supuesto para proceder luego a ubicar
al ser humano mismo vestido prácticamente con taparrabos y viviendo en
cuevas, pues los edificios y el cemento en general, así como las comodidades, la
tecnología y toda la infraestructura urbana y global de comunicaciones y
transporte construida por el hombre estaría mandada a recoger. El llamado “mito
del buen salvaje”3 cobra fuerza ya no sólo en medios cristianos, sino también en
el campo secular.
2
Concepción de Dios que lo identifica con el universo y la naturaleza de tal manera que la
naturaleza es Dios y Dios es la naturaleza, sin que haya una diferencia o distinción entre ambos.
3
La creencia de los europeos en la bondad inherente a muchas de las comunidades primitivas
nativas de América y otros lugares colonizados que viven de manera sencilla, en contacto directo
con la naturaleza y sin toda la presuntamente cuestionable parafernalia cultural asociada a las
grandes civilizaciones. Este mito fue recreado recientemente en la película Apocalypto por el
director Mel Gibson, quien contrasta en ella al “buen salvaje” con los perversos y crueles
representantes de la civilización azteca.
10
manera por demás infructuosa, el remedio termina siendo peor que la
enfermedad. Entre otras cosas porque Dios ordenó al ser humano hacer cultura
cuando, aún antes de la caída en pecado de nuestros primeros padres, lo puso
“… en el Jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidará” (Gén. 2:15). Después
de todo cultivar y cuidar los recursos naturales no es más que hacer cultura de la
manera ordenada. No en vano la palabra “cultura” proviene etimológicamente
del verbo “cultivar”. Debido a lo anterior la tradición cristiana reformada se
refiere a este versículo bíblico complementado por Génesis 1:28-29 como “el
mandato cultural” que todos debemos obedecer al margen de que la caída en
pecado haya llegado a hacer de la cultura algo ambiguo y en muchos casos
perverso que en vez de cultivar y cuidar se dedica más bien a cultivar, explotar y
desvirtuar los lineamientos éticos seguros revelados por Dios al hombre en la
Biblia, dentro de los cuales deberíamos ejercer nuestra actividad cultural. La
cultura no es, entonces, lo opuesto a la naturaleza, sino su complemento que
debería llevarla a su punto más elevado, pero no para la auto exaltación del
hombre, sino para la glorificación de Dios. Dicho de otro modo, la cultura bien
entendida no está en contra de Dios y la naturaleza, sino que la cultura es lo
natural en el hombre si de obedecer a Dios se trata.
11
prueba aferrándonos a lo bueno (1 Tes. 5:21).
Finalmente, para aterrizar este tema de nuevo en la vida diaria del creyente a
manera de ilustración y fácil ejemplo en conexión con lo ya mencionado en
relación con el baile y la música; hay situaciones de nuestra tradición cultural
que no son en sí mismas pecaminosas y son moralmente indiferentes y por eso
no se pueden condenar sin más, relacionadas con actividades como el baile y la
bebida, tales como un coctel de trabajo, un brindis por los novios o por la
quinceañera, un vals con alguna de las dos, novia o quinceañera, etc. Pero si
estas situaciones culturales se terminan forzando hasta los límites en que estas
conductas son aceptables desde la perspectiva del evangelio, pueden
representar ya terreno peligroso para el creyente por el potencial cada vez mayor
que pueden llegar a adquirir para inducirlo al pecado. Esto no significa que sea lo
mismo beber algunas contadas, inofensivas e incluso reconfortantes copas de
vino como aperitivo o acompañante al almuerzo o en un evento social como de
hecho lo hacían y lo continúan haciendo los judíos hasta hoy desde mucho antes
de la época del Señor Jesús, sin que Él los condenara en su momento a
embriagarse y perder la sobriedad necesaria de la vida cristiana.
12
Por eso no se puede ser dogmático a este respecto y pretender fiscalizar de una
forma a la postre inútil todas las actividades culturales de este tipo que el
creyente emprenda; sino que hay que ilustrarlo, advirtiéndole sobre los posibles
excesos en que puede llegar a incurrir y dejar que cada uno ejerza su libertad
cristiana de manera responsable y a conciencia bajo su propia cuenta y riesgo y
bajo la mirada y la guía atenta del Dios que todo lo ve.
La ecología parece ser una ciencia de hoy que emerge sin relación alguna con el
cristianismo histórico, hallándose con frecuencia enfrentada a él. Pero esa es una
percepción muy superficial y equivocada, tanto de lo que es la auténtica ecología
como de lo que es el auténtico cristianismo. Si bien es cierto que la ecología se ha
erigido en nuestros días bajo presupuestos contrarios a la doctrina cristiana, eso no
significa que la ecología como tal sea censurable si se encauza dentro de las pautas
reveladas en las Escrituras para su sano y provechoso desarrollo. Por eso
identifiquemos en primer lugar cual es la ecología cuyos presupuestos o postulados
básicos debemos denunciar y combatir desde la óptica cristiana escritural.
13
tanto, todas las cosas, y nosotros mismos, formamos parte de la divinidad”
procediendo a hacer enseguida una aclaración que debería resultar más que obvia:
“Pero Dios es una Persona, un Individuo independiente de su propia creación”,
como lo señaló en su momento con claridad diáfana el apóstol Pablo a los filósofos
estoicos y epicúreos de la antigua Atenas: “El Dios que hizo el mundo y todo lo que
hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por
hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el
contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas” (Hc. 17:24-
25).
14
los puentes de nuestras ciudades. Madres pordioseras paren en las alcantarillas, y
la gata de ojos fosforescentes lo hace en sofisticada clínica felina de la city
londinense”. Si bien estas ofensivas actitudes no caracterizan necesariamente a
todos los ecologistas seculares, si es uno de sus brotes más extremos que hacen
carrera en las sociedades de hoy y que, como tales, deben ser censurados
Una vez identificadas las formas cuestionables que la ecología adquiere podemos
ya ocuparnos de la auténtica ecología cristiana que de cualquier modo demanda
del creyente un compromiso firme y serio para promover el cuidado de la
naturaleza. No olvidemos que el ya citado “mandato cultural” que justifica la
actividad cultural del hombre no se limita a ordenar al hombre cultivar los recursos
naturales provistos por Dios en la creación, sino también cuidarlos, es decir,
cultivarlos responsablemente, lo cual va en línea con la consciencia que hoy se
fomenta en cuanto al carácter limitado de los recursos naturales (como por ejemplo
los combustibles fósiles) y el concepto actual de desarrollo sostenible.
15
temas ecológicos no obedece del todo a la reacción contra el panteísmo que suele
acompañar a la actual ecología. Sus orígenes son mucho más antiguos y hunden
sus raíces en el pensamiento griego de personajes como los antiguos gnósticos
que se infiltraron en la iglesia a finales del siglo I y durante el siglo II de nuestra era
hasta ser plenamente identificados y expulsados de ella y, posteriormente, a través
del pensamiento de Platón introducido en la teología cristiana por el gran teólogo
Agustín de Hipona, quien llevó a cabo una síntesis entre Platón y el cristianismo que
llegó a dominar el pensamiento cristiano durante casi toda la edad media. Así,
pues, ciertos aspectos del pensamiento de los gnósticos rechazado en principio por
la iglesia, llegó después a colarse oficialmente en ella gracias a la acogida que
Agustín dio a Platón, quien quedó así avalado por el bien ganado prestigio universal
del famoso teólogo de Hipona. En consecuencia, de la mano del pensamiento
procedente de los griegos que consideraban que el espíritu es bueno y la materia
mala (gnósticos), o por lo menos que la realidad material percibida por los sentidos
es inferior y menos real que la realidad intangible e inmaterial del mundo puro de
las ideas (Platón); los cristianos terminaron menospreciando sutilmente la creación
material de Dios y desentendiéndose en buena medida de ella, en contravía con lo
revelado en la Biblia cuando afirma tajantemente que cuando Dios miró todo lo
que había hecho, es decir su creación material debidamente concluida:
“consideró que era muy bueno” (Gén. 1:31), añadiendo luego que: “Dios hizo
todo hermoso en su momento” (Ecl. 3:11). El mundo material es, entonces, parte
de la buena creación de Dios. Y este punto ciego en la visión de la iglesia abonó
en ella el terreno para que con el tiempo fuera germinando la ausencia de una
auténtica conciencia ecológica.
16
importancia a los ojos de estos cristianos. Como resultado de ello la resurrección
del cuerpo y la renovación de este mundo material anunciada por Dios en su
Palabra para los últimos tiempos deja de ser un motivo que guíe la acción de
estos creyentes.
Nos permitimos citar una vez más un par de párrafos del pastor Darío Silva-Silva
que ilustran bien y de una manera coloquial la importancia de la materia en la
historia que da pie a las creencias cristianas. Dice nuestro aludido autor que: “El
17
Dios-Hombre tuvo un cuerpo tomado del polvo del planeta; y, en su tránsito
terrenal, fue ministrado por la Naturaleza: cierto fenómeno astronómico (Kepler
afirma que fue una ‘nova’), anunció su nacimiento; la mula y el buey calentaron
sus primeras horas con un vaho amoroso en el pesebre; por medio del oro, el
incienso y la mirra le rindieron adoración los sabios de Oriente; el agua lo
empapó en el bautismo, el olivo dio el aceite para su unción, el trigo produjo el
pan que simboliza su cuerpo, y la vid, el vino que recuerda su sangre. Los ramos
recién cortados entretejieron la ‘alfombra roja’ para su entrada triunfal a la
santa ciudad, el burro prestó sus lomos para transportarlo, el espino sirvió para
confeccionar su corona, el árbol donó la materia prima para su cruz, el hierro
proporcionó los clavos para sus manos y sus pies, así como la lanza que hirió su
costado, y, transitoriamente, la roca le sirvió de sepulcro; el cordero entregó su
carne para su póstuma cena, y el pescado dio la suya para su primer desayuno
como resucitado”. Como puede verse con esta rápida relación, la materia juega
un insoslayable e importante papel en la vida cristiana.
18
‘balas amigas’ jamás producido por la mala conciencia occidental”
4
Tales como clasificar las basuras, no contaminar, no usar productos en aerosol, racionar el agua y
la energía eléctrica y otras medidas menores, que por costos, son tal vez las únicas que estamos
en condiciones de implementar en los países tercermundistas, por contraste con el primer mundo
que es sobre el papel, si hemos de creer a los “profetas del desastre”, el principal responsable
del llamado “efecto invernadero” que presuntamente da origen al calentamiento global.
19
corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores
de parto” (Rom. 8:19-22), aligerando en algo el peso de nuestra culpa personal,
pues es la voluntad de Dios y no la humana la que marca el final de este mundo:
“Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos
desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por
el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será
destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda,
siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día
de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se
derretirán con el calor de las llamas” (2 P. 3:10-12) y también es su voluntad la
que dará inicio al mundo renovado: “Pero, según su promesa, esperamos un
cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia” (2 P. 3:13).
Sin embargo, debemos tener en cuenta que esta gloriosa “ecología” escatológica
que se realizará en toda su plenitud al final de los tiempos ya ha comenzado hoy
en nosotros. Porque como lo dijera el teólogo José Miguez Bonino: “La vida en la
fe se ubica en un nuevo proyecto total, la nueva creación”. Así es. Veámoslo con
más detalle: La Biblia afirma que Jesucristo es “… el primogénito de toda
creación” (Col. 1:15), es decir Aquel que tiene la primacía sobre toda creación y
no simplemente sobre la creación, en singular. Porque en la Biblia se nos revela
también que no existe una sola creación, sino dos: la vieja creación narrada en el
primer capítulo del Génesis (Gén. 1:1-2:4), que por causa del pecado humano se
vio frustrada y quedó sometida a la corrupción y el irreversible deterioro que
experimentamos y lamentamos desde entonces, cuya descripción en la Biblia ya
hemos citado (Gén. 3:17-19; Rom. 8:19-23), que se hace incluso evidente para
la ciencia en la entropía5; y la nueva creación inaugurada con la resurrección de
5
Nombre que recibe la segunda ley de la termodinámica que, en términos sencillos y populares,
afirma lo que la experiencia humana cotidiana confirma: esto es, que dejado a su suerte, todo
tiende al desorden y al deterioro.
20
Cristo –“… el primogénito de la resurrección” (Col. 1:18)– con un cuerpo
inmortal, glorioso e incorruptible que no padece, por lo tanto del deterioro al que
se halla sometida la vieja creación.
Pero Cristo no sólo inaugura en sí mismo la nueva creación, sino que marca el
camino que debemos seguir todos los que deseemos participar de ella. En
efecto, la fe que comenzamos a ejercer en el acto de conversión a Cristo nos
introduce desde ya en la nueva creación inaugurada con su resurrección: “Por lo
tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha
llegado ya lo nuevo!” (2 Cor. 5:17). Una nueva creación de la que nuestro cuerpo
aún no participa, sometido como se encuentra todavía al deterioro y corrupción
propios de la vieja creación caída, pero de la cual nuestro ser interior
eficazmente redimido ya participa efectivamente (2 Cor. 4:16; cf. Pr. 4:18; Jn.
1:16; 2 Cor. 3:18; Col. 3:10; Tito 3:5), a la espera del momento en que Cristo
regrese y la vieja creación ceda paso de lleno a la nueva, caracterizada por ese
cielo nuevo y esa tierra nueva mencionada por el apóstol Pedro en los pasajes ya
citados de su segunda epístola, en los cuales “no habrá muerte, ni llanto, ni
lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir…” (Apo. 21:4-
5) y en los que a su vez disfrutaremos –una vez hayamos experimentado la
resurrección de los muertos– de cuerpos inmortales e incorruptibles (1 Cor.
15:52-55), a semejanza de Cristo.
21
cristiano comprometido también con el cuidado de su entorno y del medio
ambiente en general. De lo contrario, con nuestra pasividad también
quedaremos implicados en la acusación de Emile Cioran cuando dijo: “El hombre
no sólo no merece el paraíso, sino que lo saquea y lo destruye…”.
22
Dios, recordando no obstante que éstas no alcanzarán nunca la plenitud que
sólo podrán adquirir por fin en la consumación de los tiempos, cuando
Jesucristo, el Rey mismo, destruya lo imperfecto y corruptible y cree lo perfecto e
incorruptible, inaugurando formalmente ese cielo nuevo y esa tierra nueva ya
mencionados en los que habitará la justicia, otorgando a los suyos de nuevo el
inmerecido y perdido derecho de acceder al paraíso: “… Al que salga vencedor le
daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (Apo.
2:7)
23
nuestro entorno inmediato que más temprano que tarde se vuelve contra
nosotros. De hecho, la armonía manifiesta que aún se puede apreciar en la
naturaleza a pesar de los efectos que la caída ha tenido sobre ella pasa por el
hecho de que aún la criatura o el ser más modesto tienen un lugar y un papel
que cumplir dentro de ella, contribuyendo así a su grandeza y óptimo
funcionamiento. Y si bien la caída trajo una significativa y dolorosa dosis de
hostilidad de la naturaleza hacia el ser humano y viceversa, de tal modo que las
plagas, los parásitos, las bacterias y los virus parecen ser salidas en falso de la
naturaleza que deberían ser eliminadas; lo cierto es que ya se ha establecido
que, de lograr erradicarlas del todo, los efectos colaterales de ello llegan a ser
más graves y perjudiciales para nuestro entorno y la supervivencia de nuestra
especie que los problemas que se pretenden resolver al eliminarlos. Así, pues, el
problema del mal y del dolor en el mundo no es un argumento lo suficientemente
sólido como para pasar por alto la armonía que subyace en toda la naturaleza y
que otorga a sus creaciones más modestas su correspondiente honor y dignidad.
24
recibió sobre la creación (Gén. 2:18-30; Sal. 8:3-8) nunca ha dejado de ser un
dominio delegado del que finalmente tendremos que dar cuenta. Después de
todo: “Del SEÑOR es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo
habitan” (Sal. 24:1) y su dueño pide cuentas de ella y castiga a los
administradores o mayordomos infieles que en vez de cultivarla y cuidarla, la
explotan y la destruyen: “… pero ha llegado tu castigo, el momento de juzgar a
los muertos… y de destruir a los que destruyen la tierra.»” (Apo. 11:18).
25
dándole de paso ocasión a Satanás para ejercer a su vez un dominio de hecho
sobre la humanidad caída que queda así –aún sin proponérselo expresamente–
al servicio de su ancestral rebelión contra Dios condenada también al fracaso. La
fe en Cristo tiene el potencial de revertir favorablemente este estado de cosas
(Rom. 6:14; Col. 1:13), facultándonos en primer lugar para no dejarnos dominar,
sino, por el contrario, comenzar a ejercer un dominio eficaz sobre los apetitos de
nuestra propia naturaleza pecaminosa y, de manera consecuente, llegar a
ejercer también un constructivo dominio sobre nuestro entorno en preparación
para ese momento en que participemos del cumplimiento de lo anunciado por el
apóstol Juan en el libro del Apocalipsis: “De ellos hiciste un reino; los hiciste
sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.»” (Apo. 5:10).
Nuestra preparación para reinar con Cristo sobre la tierra requiere así que nos
entrenemos ahora asumiendo nuestra responsabilidad ecológica en la tierra,
para poder ejercerla luego con Él sobre toda la tierra renovada y recreada en su
regreso.
Finalicemos este capítulo dejando que sea Darío Silva-Silva, nuestro pastor
presidente, quien concluya lo expuesto con las siguientes ideas extractadas de
algunos de sus libros:
Todo el planeta Tierra, en el plan divino, está sometido a una predestinación del
regreso, a un volver a ser lo que Dios quiso que fuera, y que se frustró con la
caída. Después de la catástrofe edénica, el proto-evangelio [Gén. 3:15] ya nos
anuncia una escatología que, a través del Dios Humanado, trae a la tierra las
claves que aseguran la plena restauración del propósito divino para el hombre.
Todo cristiano debe defender el entorno que Dios nos regaló en su infinita
26
misericordia, pues es un crimen de lesa humanidad destruir los recursos
naturales. Oramos y actuamos por la recuperación de los ríos y los bosques,
como administradores y no destructores de la creación material de Dios, que
evidencia ante nuestros ojos asombrados Su Poder y Majestad y que, también
recibirá redención.
En las Sagradas Escrituras Dios entrega al hombre el señorío sobre todas las
especies zoológicas y vegetales, lo cual indica que debe cuidar de ellas para
preservarlas y mejorarlas, nunca para demeritarlas. Ecología cristiana.
LA NATURALEZA DEBE REPOSAR. Un tema como para los ecólogos. Digamos con
claridad, de una vez por todas, que hay también ecología cristiana, aunque
casi toda la ecología actual sea pagana, orientada por la Nueva Era.
Durante seis años sembrarás tus campos, podarás tus viñas y cosecharás sus
productos; pero llegado el séptimo año la tierra gozará de un año de reposo
en honor al Señor. No sembrarás tus campos. Ni podarás tus viñas; no
segarás lo que haya brotado por sí mismo ni vendimiarás las uvas de tus
viñas no cultivadas. La tierra gozará de un año completo de reposo. Sin
embargo, de todo lo que la tierra produzca durante ese año sabático, podrán
comer no sólo tú sino también tu siervo y tu sierva, el jornalero y el residente
transitorio entre ustedes. También podrán alimentarse tu ganado y los
animales que haya en el país. Todo lo que la tierra produzca ese año será sólo
para el consumo diario. Levítico 25:3-7.
Una orden expresa de Dios a los israelitas que, de haberse cumplido, habría
hecho inocua la nueva ciencia que llaman ecología. ¿Qué fue lo que realmente
pasó? La tierra nunca reposó. El Señor ordena seis años continuos de labores;
pero el hombre, la bestia y la tierra tienen que descansar el séptimo año. Es
27
reposo para la tierra. Los animales podrán comer libremente, no serán
obligados a trabajar durante todo ese año. De alguna manera, los judíos
trajeron esa costumbre a occidente y, en cierta medida, se está practicando:
Las personas que dirigen grandes compañías o empresas descansan el
séptimo año. El famoso año sabático. Observemos el principio bíblico: Cada
seis días, un día; cada seis años, un año. Los grandes ejecutivos dedican el
año sabático a vacaciones, viajes y cursos, o para escribir algún libro. Esta
costumbre moderna está manteniendo un principio bíblico. Los sociólogos, los
ingenieros industriales, los sicólogos, los jefes de personal, hablan hoy de este
asunto. Y es absolutamente necesario que volvamos al principio bíblico para
darle calidad a la vida humana. Por supuesto, no es prudente en sociedades
como la nuestra la práctica del año sabático. ¿Se imaginan lo que pasaría?
Todos se volverían sabatistas, tomarían de a tres meses durante varios años
para completar su año sabático, y cosas así. Somos sinuosos por naturaleza.
Esto ha traído como consecuencia, en la cultura occidental, que el hombre
debe reposar las vacaciones anuales. Y está bien que así se haga, porque la
suma de tales vacaciones le puede dar a usted, en el tiempo prudente, un año
sabático de manera exacta. La observación pertinente es: el reposo está
establecido por Dios para el individuo y para la naturaleza. Cada seis días, un
día. Cada seis años, un año. Como la Biblia nos enseña claramente, el
reposo es personal y natural.
28
por los siglos de los siglos. Amén.
4. ¿A qué se debe que las problemáticas que afectan al mundo sean tan complejas?
6. ¿Cuáles son los dos extremos del espectro en cuanto a las maneras en que la
iglesia puede contribuir a resolver los problemas sociales?
9. ¿Qué características deben reunir los argumentos de los cristianos para ser
pertinentes y eficaces en la resolución de los problemas que afectan a la
humanidad en la actualidad?
10. ¿A qué se debe que la relación del cristianismo con la cultura haya sido
problemática y accidentada a lo largo de la historia?
29
11. ¿Es el origen de la cultura algo malo o bueno?
12. En una palabra ¿qué es lo que el cristiano debe hacer con la cultura?
14. ¿Cuáles son los atributos de Dios que deben balancearse adecuadamente para no
ceder a los peligros que subyacen en la ecología secular?
15. ¿Cuál es la razón histórica de fondo que fomenta y explica en buena medida el
automarginamiento culpable de los cristianos en relación con los temas ecológicos?
16. ¿Qué diferencia se debe marcar entre la ecología secular y la ecología cristiana en
relación con el calentamiento global?
17. Sin perjuicio del activo ejercicio de la responsabilidad ecológica por parte del
cristiano ¿cuáles son las dos afirmaciones contrarias pero igualmente presuntuosas
del humanismo secular en relación con la ecología que el cristiano debe corregir?
18. ¿Qué es lo que Cristo ya inició con su resurrección y de lo cual ya hemos comenzado
a participar los creyentes desde el momento de la conversión que nos impulsa a su
vez a actuar desde ya con conciencia ecológica?
19. ¿De qué manera debe ejercer el hombre su dominio sobre la naturaleza para
hacerlo de manera responsable y provechosa para todos?
20. ¿Cuáles son las características que debemos recordar en relación con el dominio
ejercido por el hombre sobre la naturaleza para que logre ajustarse a la Biblia?
21. ¿Cuál es la actividad que ejerceremos con Cristo a partir de su regreso y por toda la
eternidad que nos debería estimular a asumir desde ahora nuestra responsabilidad
ecológica con toda la seriedad del caso como entrenamiento para lo que nos
espera?
22. ¿Cuál es esa consideración ecológica ordenada en la Biblia que se debería caer de
30
su peso y que de haberse cumplido hubiera hecho en gran medida inocua a la
ecología actual?
Recursos Adicionales:
Diapositivas Compromiso cultural cristiano y la Ecología
Bibliografía Básica:
Compromiso cultural cristiano y la ecología.pdf
Bibliografía complementaria:
Stott John R. W., La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos, Libros Desafío,
Grand Rapids, 1999
Stott John R. W., Los problemas que los cristianos enfrentamos hoy, Vida, Miami, 2007
Criterios de Evaluación:
Capacidad de determinar el grado de compromiso requerido por parte del cristiano en
cuanto a su participación en la cultura secular, así como la manera más adecuada y
eficaz de manifestar este compromiso para el tratamiento de los problemas que afectan
al mundo de hoy, comenzando por el compromiso ecológico que concierne a cada
cristiano, sorteando los peligros de la ecología secular y corrigiendo los malentendidos
históricos al respecto en el pensamiento cristiano
31