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Licenciatura en filosofía
Es menester aclarar que sólo podemos tener conocimiento de la referencia a través del
conocimiento de su sentido, pero de una forma indirecta ya que aquí se establece como
verdadero la igualdad de la oración a=b incluso si ambas partes tuvieran un valor
cognoscitivo distinto, pero deben referir en todo caso a un mismo objeto. Recordemos que
nuestro conocimiento sobre el objeto no es preciso o exacto, sino que sólo son
aproximaciones que podemos hacer sobre las cosas, afirmamos que un mismo objeto puede
ser identificado mediante dos sentidos cognoscitivos sin contradecirse, no debe suponerse
de que en realidad está tratando de dos objetos y no de uno. Veamos en este punto el
ejemplo del lucero vespertino-lucero matutino pues ambos refieren a un mismo objeto,
contienen sentidos cognoscitivos de las observaciones de esta, por un lado, (1)
el Lucero del matutino (a veces llamado "Estrella del alba") es una denominación popular
para referirse al planeta Venus, cuando es visible en el cielo al amanecer; mientras que el
lucero vespertino describe el paso visible de este en horas de la tarde. Comprendemos que
siguen refiriéndose al mismo objeto, pero nos entregan un conocimiento distinto del
movimiento de este. Como afirma García-Carpintero: una manifestación de objetividad de
una entidad es que pueda ser identificada a través de características distintas a aquellas a
que se recurre inicialmente para pensar en ella, o designarla. (García-Carpintero 211). La
diferencia de valor cognoscitivo tiene en mente no sólo el objeto sino también el modo de
presentación del objeto que es experiencia del sujeto. Es importante resaltar que la noción
de sentido y de referencia es distinta. Sentido, es este caso, sería la realización de un
consenso, por ejemplo, de la utilización de un signo “x” en específico para denominar tal o
cual objeto sensible. En efecto:
Frege es quien ha propuesto su teoría como un mecanismo para explicar cómo un nombre
propio refiere a un objeto. Basándonos es este punto podemos establecer una diferencia de
la teoría de referencia indirecta respecto de la directa, en donde las expresiones lingüísticas
(los nombres propios) tiene un papel lógico meramente referencial, siendo así que sesgan y
agotan el rico significado de estas expresiones y su accionar en lo que se refiere al modo en
que se presentan las cosas, para reducirlas sólo a una función de referencialista1. El nombre
sólo sería la etiqueta que marca la referencia del objeto referido, agotando su significado en
el objeto de referencia. La relación de referencia que cabe en el método lógico de Frege
entre el signo y su referente queda mediada por el sentido, la podemos representar como la
función de una composición, en la medida en que cada función hace concordar cada
expresión del lenguaje con el sentido del conjunto del modo en que estas se presentan. La
relación referencial indirecta es una función producto de las funciones lingüísticas.
1
La referencia directa coacta el valor de verdad de un enunciado en la mera relación con el objeto.
razón suficiente para considerar la existencia de una referencia “el primer número primo”
no tiene una referencia real. Si un pensamiento o enunciado posee en algunas de sus
palabras un sentido dudoso de referencia pierde validez e importancia. De modo que se
evidencia la importancia de un examen exhaustivo para verificar el fundamento de los
valores de verdad de nuestros discursos.
Los sentidos pueden ser múltiples para una referencia pero no pueden existir más de dos
(referencias) para una misma. Lucero vespertino y lucero matutino son dos diversos
pensamientos que señalan un mismo objeto de referencia: Venus. En lo que decimos el
sentido se mantiene un ámbito objetivo de los pensamientos en consenso común, ámbito
objetivo no esta soportada ni en la representación ni en la subjetividad del agente del
pensamiento en la medida en que el sentido se conforma de múltiples signos que encajan en
una referencia. El sentido refiere a la generalidad del consenso común para señalar la
relación entre la palabra y su referencia con un objeto singular del mundo sensible, una
propiedad común de muchos. El pensamiento individual de alguna subjetividad no
fundamenta el valor del sentido de la generalidad, en efecto: “puede ser propiedad común
de muchos y, por tanto, no es parte o modo de la mente individual”. Sin embargo, en estos
no se encuentra el contenido de la referencia en lo real, en la medida en que son sólo modos
de acercamiento a la cosa real.
Al reflexionar sobre el modo de nuestra manera de referirnos a los objetos nos encontramos
con la ontología. En el lenguaje cotidiano tendemos a realizar juicios de valores de verdad
sin pararnos a reflexionar si esa palabra o concepto corresponde realmente al valor de
verdad de lo referido y juzgado. Para llevar a cabo este análisis lógico Frege se ocupa de
otro tipo de expresiones distintas a los nombres propios que según él ya están saturados por
su naturaleza de referencia netamente al objeto singular, estas expresiones lingüísticas son
los conceptos. Los conceptos son términos generales y gracias a su naturaleza no objetual
son expresiones lingüísticas no saturadas que resultan más adecuados para ser predicados
gramaticales que los nombres propios. Estos cumplen una función especial en la semántica,
ya que son funciones de un argumento, cumpliendo de mejor manera el papel de predicado
de una oración. Un ejemplo del que podemos partir de una oración afirmativa “el rey Ciro
llevó a la independencia a los persas” donde el rey Ciro señala el nombre propio saturado
ya con su referencia objetual, y por otro lado tenemos “llevó a la independencia a los
persas” que es el predicado del enunciado, la parte no saturada, que como función lleva
consigo un lugar vacío como función de un argumento y por tanto conlleva como función
de un objeto, un valor veritativo. Al confirmar el enunciado como verdadero se establece
que el objeto que se especifica como argumento de la función cae bajo el concepto y estos,
a su vez, son funciones que tienen como vía valores de verdad y como referencia objetos de
forma general. “En singular, el artículo determinado siempre indica un objeto, mientras
que el indeterminado acompaña un término conceptual” (Frege, Escritos filosóficos 210). Si
decimos “el hombre es un animal racional” el hombre corresponde al objeto del enunciado
(un nombre propio saturado), mientas que es un animal racional es la función insaturada y
esta refiere al concepto. “El concepto es la referencia de un predicado, pero el objeto es lo
que nunca puede ser la referencia de un predicado, aunque puede ser la referencia de un
sujeto”. (pág. 213)
El estudio que realiza Frege no se queda sólo en el análisis de estos términos singulares en
su relación con los términos generales, sino que centrará su estudio también en los
enunciados en la medida en que estos son expresiones lingüísticas complejas. De estas
tomas principal atención en los nombres propios para demostrar que si sustituyéramos un
nombre propio por otra expresión que tenga un sentido diferente pero la misma referencia
del enunciado completo, se evidenciaría que su valor de verdad permanecerá in-
modificado, pues es necesario atender al sentido del pensamiento del enunciado para
comprender la referencia objetual: “en la referencia del enunciado, todo lo singular
desaparece. Por tanto, para diferenciar un enunciado de otro con el mismo valor de verdad,
hay que atender al sentido que corresponde a ese enunciado”. En este sentido, se deben
identificar las partes de la oración, sus categorías, el modo de presentación que corresponde
tanto a los términos singulares como al sentido de los términos generales bajo los que
lógicamente cae un objeto concreto (conceptos), para la identificación del pensamiento (que
se expresa mediante oraciones), y especificar las condiciones de verdad particular de cada
enunciado. Frege establece que este es el método para toda ciencia que vaya en busca de la
verdad, y por tanto debe guiarse y progresar del sentido a la referencia.
Bertrand Russell plantea por medio de su teoría de la referencia directa que los términos
singulares o nombres propios son netamente referenciales, es decir, la relación de significar
consiste solamente en denotar (designar). Entre el nombre y el objeto de referencia no
existe ninguna intermediación en su relación en lo referente al valor de verdad. Russell
refuta la distinción que hace Frege entre sentido y referencia, recordemos que al
diferenciarlos se argumenta que podemos conocer lo referido gracias a una instancia que
media la relación entre el nombre y el objeto de la referencia, esta instancia sería el sentido.
Este proporciona las diversas descripciones que se hacen del objeto de referencia y por
medio del conocimiento que nos proporciona los diferentes sentidos identificamos las
diversas descripciones y características del objeto de referencia. Russell no acepta que la
teoría de la referencia indirecta de Frege tenga una aplicación en los casos de los nombres
lógicamente propios, restringiendo esta solamente a los casos de los nombres ordinarios y
de las descripciones. En consecuencia el significado de los nombres propios o signos se
agota en su función de referenciar un objeto.
En el capítulo quinto Conocimiento directo y conocimiento por referencia Russell indica
que es necesario dar un valor de verdad a lo que predicamos sobre las cosas, un
conocimiento directo de la referencia. Debemos conocer directamente el objeto del que
estamos hablando. Esto implica el conocimiento de verdades que constituyan su fuente y
su fundamento desde donde se fundamenta la noción de verdad de lo que referimos. En este
capítulo se expone el conocimiento directo y el conocimiento por referencia en donde es
necesario el conocimiento directo del objeto particular sensible para dar un valor de
veracidad a la relación entre el signo y lo que predicamos del objeto referencial. En este
sentido también se afirma que para tener una noción de valor la referencia no debe
fundamentarse en de las apreciaciones subjetivas, sino que antes bien es necesario salir de
estas para tener una experiencia directamente del objeto, para tener una apreciación más
objetiva que fundamente el valor de verdad.
La importancia principal del conocimiento por referencia es que nos hace capaces
de ir más allá de los límites de nuestra experiencia privada. A pesar del hecho de
que no podemos conocer verdades que no estén compuestas exclusivamente de
términos que hayamos experimentado por un conocimiento directo, podemos tener
un conocimiento por referencia de cosas que no hemos experimentado jamás.
(Russell, pág. 38)
Es preciso que concedamos algún sentido a las palabras que usamos, si queremos hablar de
un modo significativo y, no sólo emitir unos ruidos, y el sentido que atribuimos a las
palabras debe ser algo de lo cual tengamos un conocimiento directo. Si formulamos, por
ejemplo, un juicio sobre Julio César, es evidente que Julio César mismo no está presente en
nuestro espíritu, puesto que no tenemos un conocimiento directo de él. Tenemos en el
espíritu alguna referencia de Julio César: «El hombre que fue asesinado en los Idus de
marzo», «el fundador del Imperio romano», o acaso simplemente, «el hombre cuyo nombre
era Julio César». (En esta última definición, Julio César es un ruido del cual tenemos un
conocimiento directo.) Así, nuestro juicio no significa exactamente lo que parece
significar, sino que significa algo que envuelve, en lugar de Julio César, alguna definición
de él, compuesta exclusivamente de particulares y universales, de los cuales tenemos un
conocimiento directo.( Russell, pág.38)
De acuerdo con lo anterior, comprendemos que lo que nos diferencia del modo de
comunicación entre animales, en la medida en que le otorgamos un sentido a los diferentes
sonidos o palabras que emitimos. Según Russel el sentido que le damos a las palabras debe
ser algo de lo que tengamos un conocimiento directo, en la medida en que si formulamos
un juicio sobre algo en particular para que esta referencia tenga un valor veritativo
2
En referencia a esto Russell afirma en qué consisten esos valores de verdad: Por ejemplo, «el
hombre que ha vivido más largo tiempo» es una referencia que contiene sólo universales y debe aplicarse a
algún hombre. Pero no podemos enunciar sobre este hombre juicios que envuelven el conocimiento de él, más
allá de lo que nos da la referencia. Pero si decimos: «El primer canciller del Imperio de Alemania fue un
diplomático astuto», no podemos estar seguros de la verdad de nuestro juicio sino en virtud de algo de lo cual
tengamos un conocimiento directo, generalmente un testimonio oído o leído. (Russell, pág. 36)
debemos tener un experiencia inmediata con el objeto de la referencia, de lo contrario
estaríamos dando un juicio de otra cosa, tal como puede ser una definición o un prejuicio
sobre el objeto que pretendíamos referenciar, y en ese caso el valor de verdad descansaría
en otra cosa, y no en la referencia directa.
En la teoría de referencia directa donde los signos se agotan en su función referencial surge
un inconveniente a la hora del cómo identificar el objeto de la referencia y como
diferenciarlo de otros objetos semejantes. Frege se soluciona esto gracias a su
diferenciación entre sentido y referencia, pues las diferentes descripciones que se den de un
mismo objeto nos proporcionan sus características tanto generales como particulares,
posibilitando una referencia más exacta con el objeto particular sensible. La diferenciación
entre sentido como algo diferente al objeto referenciado originan un problema teniendo en
cuenta que de un mismo objeto se podrían dar descripciones distintas, como en el caso
anteriormente planteado del lucero matutino y el lucero vespertino. Los signos no se
sesgarían a una sola función como lo es referenciar, sino que nos ampliarían lo que
conocemos de una cosa, logrando una descripción más precisa del objeto particular por
medio del conocimiento del sentido general.
En los casos de los nombres propios niega la distinción entre sentido y referencia e indica
que en el caso de las definiciones tal distinción resulta útil. En este sentido defendemos por
un lado la teoría de la referencia indirecta de Frege, con respeto al valor de verdad de la
referencia de los enunciados generales, en la medida en que debemos recurrir en este caso
al sentido para poder comprender ese mismo valor de verdad en la oración, en el caso de los
enunciados singulares la referencia y el sentido siguen siendo diferentes, el sentido en este
caso nos ampliaría la información objetiva que se tiene de ese objeto, y nos indicaría de
mejor forma lo que se comprende por ese objeto. En contraposición, Russell plantea que es
importante abrir la corroboración con el particular al conocimiento directo que cada uno
puede tener con el objeto referenciado, ya que al ir directamente al objeto comprobamos la
veracidad del sentido que se tiene de él en general, en la medida en que en el conocimiento
de experiencia directa -aunque no podamos conocer la cosa en sí del objeto- al dirigirse
hacia las cosas sin ningún prejuicio premeditado nos abre la posibilidad de crear nuevos
sentidos, pero en este caso sería de suma importancia la diferenciación que hace Frege entre
sentido y referencia, en la medida en que el sentido no se puede agotar en la función de
referenciar.
Según Russell el análisis gramatical hecho por Frege es superficial, no son expresiones
completas o unidades de significación. En enunciados tales como frege es calvo, el actual
de presidente Rusia es calvo, algún filósofo es calvo se componen de dos partes o unidades
de significación, es decir, sujeto y predicado. Tenemos por un lado el sujeto del cual se
predica la calvicie en este caso: Frege, el actual presidente de Rusia, y algún filósofo, y a
pesar de contener la misma estructura sintáctica de sujeto y predicado contiene más de estos
dos componentes, de modo que en el análisis gramático sólo se logra entrever estos dos. Se
hace necesario un análisis lógico sintáctico más profundo, en la medida en que el sujeto
gramatical no es idéntico al sujeto lógico.
Sin embargo, Russell muestra en un análisis más profundo (lógico-sintáctico) que esos
mismos enunciados constan de más de dos componentes y, por tanto, las unidades
semánticas que para análisis superficial parecen expresiones completas, en un análisis
lógico se revelan como expresiones incompletas, algo que el mismo Frege en su
Begriffsschritt (Conceptografía) de 1879, ya había advertido para los enunciados
particulares como “algún filósofo es calvo” y universales como “todos los filósofos son
calvos”. El problema es que Frege no aplica este mismo análisis para enunciados singulares
como “Frege es calvo” o para descripciones definidas como “el actual rey de Francia es
calvo”. Lo que muestra el análisis lógico-sintáctico russelliano es que también estos
enunciados son expresiones incompletas y si en un análisis superficial parecen tener la
misma estructura sintáctica sujeto-predicado, en un análisis profundo (lógico), sujeto-
predicado no son componentes o piezas del enunciado; dicho análisis muestra que el sujeto
gramatical no es idéntico al sujeto lógico. (Juan Manuel Jaramillo Uribe, 2012. Pág. 199)
Lo que expone el análisis es que la forma lógica general de todas las descripciones
definidas, no es igual a la forma lógica gramatical de sujeto y predicado, en la medida en
que son descripciones definidas e invariables como el concepto que se establecen como
formas generales de verdad general, no singulares, ya que no refieren a ningún objeto en
particular en la medida en que no se presentan nombres propios. Sólo se presentan términos
generales dentro de la estructura de la oración. Son funciones proporciónales en los que
términos variables se pueden reemplazar por un nombre propio que refiera a un singular,
para establecer el valor de verdad de la oración.
En la medida en que no podemos tener un conocimiento directo o exacto del objeto del
mundo sensible, no podemos conocer la cosa en sí, no tenemos un conociendo inmediato
del exterior, sino que sólo podemos hacer aproximaciones mediados por los datos de los
sentidos y las diversas descripciones de los modos diversos de presentación de lo referido,
el sentido del censo común establecido en el lenguaje. Cabe aclarar que sólo tenemos un
conocimiento inmediato de las afecciones de nuestro espíritu “Del mismo modo podemos
ser conscientes de nuestro sentimiento de placer o de pena, y, en general, de los
acaecimientos que ocurren en nuestro espíritu. Esta clase de conocimiento directo que
puede ser denominado autoconsciencia, es la fuente de nuestro conocimiento de los objetos
mentales. Es evidente que sólo lo que ocurre en nuestro propio espíritu puede ser conocido
de este modo inmediato” (Russell, pág. 32 – 5) es decir el hombre es autoconsciente de las
afecciones, pensamientos y sentimientos de su propio espíritu y esta conciencia de sí
mismo, le permite comprender ese fenómeno en otro, e identificar por ejemplo la tristeza o
alegría que experimenta otro. Por tanto, las cosas exteriores a nuestro cuerpo no pueden ser
objeto de conocimiento directo, sino que antes bien el conocimiento los datos exteriores
dependen de la mediación de los sentidos.
Referencias