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La Comodificación de los Territorios Urbanizables y la Degradación Ambiental en


Santiago de Chile

Hugo Romero y Alexis Vásquez


Departamento de Geografía de la Universidad de Chile
Proyecto Fondecyt 1050423

1. Introducción

Chile es el país de economía más liberalizada en Latinoamérica y para ello ha considerado


la privatización de los recursos naturales y de los medios de producción, y formulado una
política de desarrollo que ha privilegiado la generación y funcionamiento de los mercados
en la asignación y decisión de los proyectos de inversión, especialmente los pertenecientes
al sector inmobiliario, junto a la reducción del tamaño e ingerencia del Estado y de las
funciones e intervenciones públicas. En el caso de la ciudad de Santiago, se está
concretando la inversión de más de cinco mil millones de dólares en la construcción de
megaproyectos inmobiliarios (El Mercurio, 3 de mayo de 2005, B1), lo que significa no
solamente que este sector concentre las más importantes inversiones de capital en el país,
sino que además, agregar cerca de doscientas mil nuevas viviendas y expandir la ocupación
urbana de los territorios por miles de hectáreas. Ello no se puede realizar sin tener en cuenta
las externalidades negativas, especialmente ambientales, que implica, por ejemplo,
aumentar la contaminación atmosférica como consecuencia de los más largos recorridos
entre los hogares dispersos y los lugares centrales de servicios, estudio y trabajo. Estas
grandes transformaciones urbanas no son evaluadas ambientalmente en forma acumulativa
y sinérgica, sino que a lo más, como proyectos aislados y autónomos. Tampoco forman
parte de las evaluaciones de este tipo, los cambios ambientales provocados por la
sustitución de suelos agrícolas y coberturas naturales por áreas urbanas, con la consiguiente
generación de islas de calor, de humedad y de ventilación, así como la impermeabilización
de tierras y con ello la pérdida de áreas de recarga de agua en el subsuelo, incremento de la
escorrentía superficial y aumento de los riesgos de inundación. Ni mucho menos se
consideran los efectos ambientales adversos sobre la ecología de los paisajes que significa
la pérdida de biodiversidad, calidad paisajística y fragmentación de hábitats. Ello produce
la reducción o pérdida de servicios y funciones ambientales y ecosistémicos que dependen
de la mantención de áreas vegetadas al interior de las cuencas donde se asientan las
ciudades.

La expansión incontrolada de las superficies urbanizadas se basa en la sustitución


sistemática de las restricciones al crecimiento espacial de la ciudad establecidas por los
instrumentos territoriales, como los planes reguladores comunales e intercomunales, que
determinaban –al menos en teoría- el límite de la ciudad y asignaban los usos del suelo,
protegiendo las tierras agrícolas, silvoagropecuarias o destinadas a la conservación de la
naturaleza. Las nuevas reglamentaciones para la ocupación del suelo sólo condicionan la
instalación de megaproyectos inmobiliarios, fuera del límite urbano, al cumplimiento de un
1
TEXTO DE ARTÍCULO A SER PUBLICADO EN EL LIBRO “RETOS Y PERSPECTIVAS
URBANAS”, RODRIGO HIDALGO (EDITOR), INSTITUTO DE GEOGRAFÍA DE LA PONTIFICIA
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE, 2006 (EN PRENSAS).
conjunto de requisitos, tales como la ocupación de superficies de por lo menos 100 hás.,
determinadas densidades de construcción, existencia de vías de circulación y de colectores
de aguas lluvias y plantas de tratamiento de las aguas servidas, aspectos que son tratados en
forma puntual y caso a caso y no en virtud de una zonificación previa que anticipaba la
existencia de áreas urbanizables. También se considera la inclusión de determinados
porcentajes de viviendas de bajo costo subsidiadas por el Estado, entre las residencias
destinadas a habitantes de altos ingresos, bajo el concepto de contribuir a reducir la
segregación socio-espacial que caracteriza a la ciudad de Santiago y se expresa en la
instalación de condominios cerrados.

La liberalización de los usos del suelo, que facilita la urbanización de las áreas rurales, se
basa en el hecho de que los territorios, los paisajes naturales y culturales, los recursos de
agua y tierra del suelo y subsuelo, han sido fragmentados, separados, y concedidos en
propiedad a actores nacionales y extranjeros, que pueden hacer de ellos lo que indique la
maximización de las rentabilidades económicas y no lo que regule las políticas públicas.
Ante lo omisión del Estado o la permisividad cedida al sector privado, los proyectos
inmobiliarios han sustituido indiscriminadamente los usos agrícolas, forestales y de
conservación de la naturaleza, sin que se haya realizado una evaluación ambiental de sus
efectos acumulativos ante una ciudad, como Santiago, caracterizada por importantes
concentraciones de contaminantes en el are, agua y suelos, así como por una significativa
pérdida de biodiversidad y de servicios ambientales (Romero et al., 2003; Romero y
Órdenes, 2004; Romero, 2004 y Romero et al., 2005). Uno de los problemas consiste en
comprender las razones generales que explican la relación entre este proceso de expansión
urbana, liberalización de los recursos y aumento de la degradación ambiental.

2. La comodificación de los recursos naturales en Chile: neoliberalizando la


naturaleza o la naturaleza del neoliberalismo

Los fundamentos filosóficos y políticos y el carácter omnipresente del modelo neoliberal


han persistido en Chile por casi treinta años, dejando de considerar prácticamente todo tipo
de intervenciones estatales que son necesarias para mantener el concepto de ciudad como
producto social e histórico colectivo y para compensar las asimetrías sociales y políticas
entre sus habitantes.

En efecto, la construcción de la ciudad implica en sí mismo la comodificación del medio


ambiente en la medida que determinadas porciones de territorio son apropiadas por el
Estado, los empresarios o los pobladores, para destinarlos a usos urbanos. Dados los
servicios, accesibilidad e infraestructura que se requiere para transformar a estas porciones
de territorios en espacios urbanos, se deben realizar grandes inversiones públicas o más
recientemente, financiadas en forma conjunta por los sectores públicos y privados. La
consideración específica de la totalidad espacial que significa la ciudad se puede establecer
justamente a partir de las inversiones públicas, que han sido realizadas con fondos
aportados por la sociedad para favorecer a todos los habitantes que residen en este
territorio.
Sin embargo y como es bien sabido, la ciudad es un producto económico-social que
reproduce los principios de acumulación y reproducción del capital. El medio ambiente
urbano, como consecuencia de la construcción social del espacio, refleja las divisiones
socio-económicas de sus habitantes, las que están controladas por los niveles de ingresos.
La segregación socio-espacial es la principal variable que determina la ocupación de cada
área de la ciudad de acuerdo al valor del suelo y con ello la accesibilidad de sólo un
determinado estrato social (Azócar et al., 2005). Cada uno de dichos estratos socio-
económicos accede también a un determinado tipo de medio ambiente, que se diferencia en
cuanto a calidad, cantidad y complejidad. Se puede afirmar que al interior de la ciudad
existe también una significativa segregación socio-ambiental y que ésta ha aumentado en
función de la comodificación y privatización de los recursos naturales y servicios
ambientales.

Los sectores más acomodados se localizan en áreas exclusivas que presentan la mejor
calidad ambiental -en términos aparentes al menos-, del aire, las aguas y los suelos, así
como la mayor cantidad de amenidades, los mejores paisajes públicos y privados, las
mayores concentraciones y extensiones de áreas verdes y las más bellas panorámicas.
Igualmente se trata de los espacios que ofertan mayor seguridad ciudadana y menores
riesgos naturales, tales como inundaciones, aluviones y remociones en masa. Los sectores
más pobre, por el contrario, se sitúan en las áreas topográficamente más deprimidas y por
ello, las que concentran la contaminación atmosférica, las inundaciones, la peor calidad
paisajística y los más bajos niveles de seguridad ciudadana y ante los riesgos naturales.

Los estratos de mayores ingresos contribuyen eficazmente al financiamiento de sus propios


medio ambientes urbanos, además se localizan en lugares alejados de las fuentes de
contaminación o riesgos, o bien pasan buena parte del año en segundas o terceras
residencias ubicadas en sitios de alta calidad ambiental. Los sectores de menores ingresos,
por el contrario, dependen casi exclusivamente de las áreas verdes, amenidades y
seguridades otorgadas por las políticas e instituciones del Estado, no pueden escapar de los
eventos de contaminación y riesgos y deben soportar graves problemas de patologías
sociales.

Desde el punto de vista de la contaminación atmosférica, por ejemplo, los sectores más
acomodados contribuyen con la mayor cantidad de fuentes al concentrar las más altas tasas
de automóviles por personas y los más largos recorridos y número de viajes. Por otro lado,
son los sectores que también consumen las mayores cantidades de agua y energía, se
expanden ilimitadamente en el espacio, producen las mayores cantidades de residuos
sólidos, autogeneran sus propios servicios de seguridad, ocupan completamente los
equipamientos e infraestructuras urbanas, y, sin embargo, no internalizan de ninguna
manera las externalidades negativas generadas a la totalidad de la ciudad y sus habitantes
con sus costos y estilos de vida.

Por el contrario, los sectores más pobres deben asumir muchas de dichas externalidades
negativas, al localizarse, como se ha indicado, en los sitios de peor calidad ambiental, y
recibir permanentemente los flujos de aire contaminado, aguas servidas, residuos sólidos y
otros impactos ambientales en el origen de los cuales participan escasamente. No es extraño
que durante los episodios de mayor contaminación atmosférica, por ejemplo, sean los
hospitales de los sectores más modestos de la ciudad, los que se ven superados por las
enfermedades asociadas, o que registren áreas inundadas después de cada temporal, o que
carezcan completamente de plazas y parques o de sitios de recreación. Las aguas
contaminadas de los ríos y esteros de Santiago, así como los vertederos de residuos sólidos,
legales e ilegales, se concentran en el interior o en las cercanías de las viviendas de los
habitantes más pobres.

Como se puede apreciar, existe una significativa falta de justicia ambiental entre los
habitantes de Santiago de Chile y su reposición y tratamiento es necesariamente una
responsabilidad de las políticas e instituciones públicas, incluyendo el diseño e
implementación de mecanismos de compensación entre quienes producen la contaminación
y la degradación ambiental y quiénes sufren sus efectos en forma directa. Debido a que
esta injusticia ambiental es producida principalmente por la interesada comodificación y
privatización del espacio y sus recursos, resulta imposible administrar eficientemente un
sistema ambiental complejo e integrado como la ciudad. Es necesario entonces fortalecer la
noción holística de la ciudad como totalidad ambiental, natural, socio-económica y cultural,
aumentando en sus habitantes los sentidos de lugar, pertenencia e identidad, que conduzcan
a incrementar los niveles de participación y responsabilidad en su cuidado y preservación.
De igual manera, es necesario fortalecer la ética de los actores y agentes del desarrollo
urbano, enfatizando los valores de reciprocidad, solidaridad y esfuerzo compartido, que
deben concurrir para la construcción social de la ciudad. Ello es especialmente relevante
si se quiere evitar que la segregación socio-ambiental continúe explicando los altos niveles
de degradación ambiental de la ciudad, que constituye el nicho ecológico por excelencia de
la población nacional.

Sin embargo, lo que predomina en la actualidad corresponde a los principios e


implementaciones de un modelo economicista de administración y gestión de la ciudad, que
se establecieron sin debate ni oposición alguna bajo una férrea dictadura, y por ello, que
refleja cabalmente lo más ortodoxo de las recetas sugeridas por los organismos financieros
internacionales y las más sentidas aspiraciones de los grupos económicos que han visto en
el mercado inmobiliario y en la ciudad una de sus principales fuentes de ganancias y
especulación financiera. Como lo han indicado McCarthy and Prudhan (2004), el
neoliberalismo ha implicado un fortalecimiento del mercado como el mecanismo para
asignar la totalidad de los bienes y servicios, y central como metáfora para organizar y
evaluar el desempeño institucional.

El neoliberalismo tenía que ser también un proyecto ambiental y reestructurar las relaciones
entre sociedad y naturaleza, reliberalizando la propiedad de esta última, “es decir,
separándola de las restricciones sociales y ubicándola bajo los auspicios de los mercados
autoregulatorios y bajo lo que Harvey (2003) ha denominado “la acumulación capitalista
por despojo”

Para McCarthy and Pruham (op.cit), los proyectos de gobernabilidad neoliberal han
implicado también:
 Un profundo recorte a la capacidad de fiscalización y a los recursos administrativos
y funciones del Estado, reduciendo las labores destinadas a contrarrestar los efectos
social y ambientalmente destructivos de la producción capitalista
 Privatización de bienes y servicios a través de esquemas basados en el mercado
 Re-escalamiento de la gobernabilidad “hacia abajo” mediante el vaciamiento del
“Estado-Nación” y el traspaso de las responsabilidades regulatorias al nivel local,
sin que ello implique necesariamente la transferencia proporcional del poder o
capacidad de gestión.
 Re-escalamiento “hacia arriba”, traspasando capacidades regulatorias desde el
Estado hacia organizaciones internacionales con poca o ninguna transparencia ni
accountability (necesidad de dar cuenta de sus actos y desempeños).
 Abandono de los marcos regulatorios obligatorios y su reemplazo por los no
regulatorios, incluyendo estándares indicativos antes que normativos,
autorregulados, de cooperación público-privado.
 Reemplazo de la noción de ciudadano por una de acción social re-empaquetada bajo
la imagen del homus economicus y su ideal como empresario-emprendedor.

La consolidación del mercado como exclusivo mecanismo de construcción del medio


ambiente urbano, ha requerido la profundización de la comodificación, es decir, la
transformación de la totalidad de los bienes y servicios, incluyendo los ambientales, en
commodities o productos de consumo, transables libremente en el mercado. Para ello ha
sido necesario segregar los bienes y servicios que son mayormente demandados por el
mercado, de la matriz territorial o ecológica que les sirve de sustento y cuya administración
y planificación conjunta había sido asumida hasta ahora por las políticas e instituciones
públicas. El agua, la tierra, el paisaje o la flora y fauna, han debido ser privatizados y
asignados como propiedad individual para facilitar el funcionamiento de los mercados.

La privatización de las tierras, del aire, de las aguas, de la flora y fauna, de los paisajes
naturales y culturales, y la transferencia de la propiedad de los bienes y servicios públicos
a las empresas nacionales y extranjeras, ha resultado ser un paso fundamental para asegurar
este modo de construir la ciudad, en especial en las áreas metropolitanas donde estos
recursos son especialmente escasos y valiosos. Con la propiedad privada, garantizada por la
Constitución Política de la Nación, se otorga a perpetuidad el derecho de uso de los
recursos, en la forma que sus propietarios estimen conveniente, reduciendo
consecuentemente las competencias y posibilidades de existencia de políticas e
instrumentos públicos que representen al bien común de la ciudad, como proyecto social
colectivo.

Con el fin de favorecer la reasignación de los recursos a nuevos propietarios, más eficientes
desde el punto de vista económico, el Estado revocó la Ley de Reforma Agraria que
pudiera interferir en la privatización de las tierras, promulgó el Código de Aguas en 1981 –
que consagró la existencia del mercado de venta de derechos de uso consuntivo de las
aguas entre privados como bienes separados de la tierra y sin considerar sus valores
ecológicos y ambientales- y restó todo tipo de subsidios que pudieran favorecer la
propiedad de recursos en manos de agentes no “eficientes”, como sucedería con las
comunidades locales agrarias y ganaderas o indígenas. En los paisajes urbanos, en la
práctica sustituyó los planes reguladores comunales e intercomunales a través de los cuales
la autoridad pública delimitaba los espacios urbanizables, zonificaba los usos del suelo y
establecía las densidades y tipos de construcciones. En el caso de los paisajes rurales, la
autoridad se reservaba las autorizaciones de cambio usos del suelo, restringiendo en
particular las transformaciones de tierras ocupadas por usos agrícolas, como una forma de
conservar los recursos de agua y suelos, lo que desaparece con las nuevas facilidades para
urbanizar cualquier territorio. Las áreas de conservación dejan de ser función exclusiva del
Estado, en la medida que se permite la existencia de sitios privados destinados a estos fines.
En el caso del aire, la existencia de permisos transables de emisión implica una
privatización de hecho de la columna atmosférica y con ello del derecho de contaminar por
parte de los empresarios privados.

Los intentos de introducir instrumentos y planes de ordenación territorial, Evaluación


Ambiental Estratégica, planificación ambiental o de protección de la naturaleza, se estrellan
inequívocamente con los representantes del sector privado, que observan en ello prácticas
erróneas e históricamente fallidas de intervención estatal. No obstante, los conflictos
ambientales también se han ido agravando y hechos como la muerte de cisnes en un
Santuario de la Naturaleza en Valdivia, desecamiento de salares o traslado de glaciares del
altiplano andino del Norte de Chile por parte de las mineras o el envenenamiento de
humedales en los alrededores de Santiago, se han constituido en eventos impresentables
ante la sociedad nacional y extranjera. El reciente informe ambiental de la OECD
recomienda numerosas acciones destinadas a salvaguardar el medio ambiente, fortalecer la
institucionalidad pública y relacionar la protección del medio ambiente con el concepto de
desarrollo sustentable. Especial mención se hace reiteradamente de la necesidad de
introducir y perfeccionar las políticas, planes y programas de ordenamiento territorial. Sin
embargo y a pesar de ello, se manifiesta que sería el exceso de regulaciones ambientales y
la arbitrariedad con que actúan las autoridades del sector, la causa de la postergación y
obstaculización para localizar inversiones productivas que contribuirían decididamente a
alcanzar los estándares de país desarrollado. Otras tantas veces se pregona la peregrina idea
de que en el actual estado de desarrollo del país sólo resta esperar que se alcancen
determinados niveles de ingreso para preocuparse de los asuntos ambientales.

3. Los proyectos inmobiliarios emblemáticos y la comodificación del medio ambiente


urbano.

Bajo el amparo de los principios y mecanismos neoliberales, la ejecución de megaproyectos


inmobiliarios, tales como el Portal Bicentenario de Cerrillos –que sustituye las áreas
ocupadas por un aeropuerto y su cono de aproximación cubierto por coberturas rurales y
naturales- habría requerido de una cuidadosa evaluación ambiental, tanto respecto a las
áreas en que se pretende implantar, como en cuanto a los efectos provocados por la
urbanización de tierras que hasta ahora han estado destinadas a otros usos y a brindar
valiosos servicios ambientales a la ciudad. Estos proyectos inmobiliarios deben cumplir
con la legislación ambiental vigente en el país y por ello, presentar un Estudio de
Evaluación de Impacto Ambiental, tal como corresponde a proyectos específicos de
desarrollo que perturban severamente y en forma irreversible los ecosistemas que existen
previamente a la construcción de la ciudad. Sin embargo, la mayoría de ellos sólo da a
conocer una Declaración de Impacto Ambiental, en la cual se asegura que el proyecto no
produce impactos, desconociendo de paso el significado ambiental de la urbanización. Por
otro lado, no es menos cierto que por sus impactos acumulativos y de largo plazo, este tipo
de proyectos requerirían de una Evaluación Ambiental Estratégica, en la medida que las
significativas transformaciones urbanas y ambientales que generarán sobre toda la ciudad
superan en mucho los efectos que se pueden esperar de un simple proyecto individual.

El Portal Bicentenario de Cerrillos constituye una particular y atractiva invitación para


urbanizar un área que hasta ahora había permanecido como una intrusión de áreas verdes y
rurales en la ciudad, debido a que está conformada por el Cono de Aproximación y las
instalaciones del Aeropuerto de Cerrillos. Esta intrusión era una de las pocas áreas en las
cuales la mancha urbana no se había extendido hacia la periferia en forma continua. Ello
significaba un área que había mantenido coberturas superficiales y usos del suelo
correspondientes a áreas agrícolas, remanentes de vegetación natural y que comenzaba
gradualmente a manifestar transformaciones a usos urbanos en los últimos años.

El Cono de Aproximación al Aeropuerto de Cerrillos resulta de la proyección de un


portezuelo de la Cordillera de las Costa, hacia la Depresión Intermedia, llanura fluvial
ocupada por la convergencia de los ríos Maipo y Mapocho. Por esta razón, la geometría del
cono está orientada de SW a NE y se acopla con los vientos regionales que soplan con esa
dirección predominante. El Cono de Aproximación es un efectivo corredor de ventilación
que puede ser gravemente alterado por la transformación de los usos del suelo, pasando de
ser un eje de ventilación, a un eje de contaminación, además de privar a la ciudad de uno de
las pocas fuentes de aire limpio, necesarias para mitigar los perniciosos efectos de su
condición de atmósfera saturada por contaminantes atmosféricos.

Con el propósito de contribuir a una discusión académica sólida y referirse a los efectos de
la urbanización sobre indicadores ambientales críticos, este trabajo analiza lo ocurrido con
una urbanización reciente, de características parecidas, que ha tenido lugar en un triángulo
espacial ubicado en la Comuna de Maipú, al sur de la Carretera 68. Para poder disponer de
informaciones ambientales previas y posteriores a la urbanización de estas tierras, se han
empleado imágenes satelitales, comparando la situación de las temperaturas superficiales,
la humedad del suelo, la biomasa y la productividad vegetal que existían en 1989 y lo
sucedido en 2003.

Se concluye que las transformaciones urbanas ocurridas en Maipú han sido adversas para la
salud ambiental de la ciudad, y que no difieren de los efectos negativos causados por la
urbanización reciente en los bordes de toda la ciudad, que han implicado enormes pérdidas
en los servicios ambientales de la Cuenca de Santiago.

El dilema más importante generado por el Portal Cerrillos consiste, entonces, por un lado,
en cómo evitar los efectos ambientales adversos que resultan de urbanizar extensamente
una de las escasísimas áreas que se había salvado hasta ahora de este proceso de
crecimiento de la ciudad, en virtud de las regulaciones adoptadas por la propia autoridad
pública. Se subentiende que la autoridad pública representó en estas regulaciones el
conocimiento científico disponible, los acuerdos societales necesarios y sus estrategias de
desarrollo correspondientes, y que estos principios y antecedentes no habrían cambiado los
últimos años, como para justificar a su vez, las transformaciones propuestas.
Alternativamente, habría sido posible que las políticas públicas y sus planes de
implementación en las áreas urbanas reconocieran la posición estratégica de esta área, y
hubiesen propuesto mantener sus usos actuales del suelo y fortalecer de esta forma las
funciones y servicios ambientales significativos que presta como consecuencia de conservar
los suelos agrícolas y paisajes naturales que la componen.

Una tercera posición sería que los planes de urbanización propuestos, reconociendo la
sensibilidad ambiental del área, hubiesen considerado explícitamente la planificación
ambiental del proyecto en su formulación estratégica, diseño del mismo y evaluación de
impactos.

El crecimiento de las superficies urbanas experimentado por la ciudad de Santiago entre


1989 y 2003 ha implicado un proceso de acreción de las tierras ocupadas por coberturas
naturales y por usos del suelo agrícolas y que se encuentran en los bordes de la ciudad o
bien a lo largo de los caminos de acceso más importantes. A comienzos del período,
algunas áreas interrumpían el crecimiento continuo de la ciudad, existiendo zonas
vegetadas que se presentaban como verdaderas cuñas o intrusiones rurales en los espacios
urbanizados. La existencia de estas intrusiones rurales en la ciudad, es un fenómeno
especialmente apreciado por las tendencias más modernas de diseño ambiental o
sustentable de las ciudades. Las áreas en cuestión correspondían al borde norte del río
Mapocho y vecindades del aeropuerto de Pudahuel; el triángulo de Maipú, el Cono de
Aproximación del Aeropuerto de Cerrillos y las tierras agrícolas de la comuna de La
Pintana.

Entre los años 2000 y 2003 prácticamente desaparecieron todas estas intrusiones rurales,
restando sólo parcialmente las áreas del Cono de Aproximación del Aeropuerto de Cerrillos
y las tierras agrícolas del Sector Sur, ambas en virtud de la protección brindada por el Plan
Regulador Metropolitano de 1994. Los servicios ambientales se refieren a los beneficios
que obtiene la ciudadanía como consecuencia de aprovechar los efectos positivos que
resultan del funcionamiento de los ecosistemas (sistemas ecológicos) y sistemas
ambientales (sistemas ecológicos y socio-culturales). Dentro de estos servicios destacan los
beneficios ofrecidos por las áreas verdes, tales como disminución de las temperaturas por
los efectos de sombra y el consumo de calor producido por el proceso de
evapotranspiración, que evitan la generación de islas de calor urbanas; la capacidad del
suelo para infiltrar y almacenar las aguas lluvias, asegurando la recarga de los acuíferos y
controlando el escurrimiento superficial, las inundaciones y la contaminación de las aguas;
el filtro de las partículas en suspensión atmosférica y el reciclaje de gases y contaminantes
atmosféricos; la generación de parches y corredores ecológicos que se constituyen en
hábitats naturales para la conservación de la biodiversidad; mitigación de ruidos; y la oferta
de sitios de recreación y ocio para las poblaciones urbanas, con lo cual aumenta la calidad
de vida de los habitantes.

La inexistencia de evaluaciones ambientales estratégicas, planificación ambiental y una real


Evaluación del Impacto Ambiental de los proyectos urbanos y planes reguladores, señala
claramente la ninguna consideración de los servicios ambientales en las transformaciones
irreversibles y deletéreas infringidas a la naturaleza a través de la construcción de las
ciudades. Ello implica que el crecimiento de la ciudad de Santiago entre los años 1989 y
2003 haya significado la pérdida de más de 14.000 há de tierras arables, de las cuales cerca
de 8.000 há correspondían a suelos con Capacidad de Uso I y II, es decir, a los suelos de
mayor calidad agrícola a escala mundial, que no solo garantizaban la seguridad alimentaria,
sino que favorecían la infiltración de las aguas lluvias y por lo tanto, la recarga de los
acuíferos, en una ciudad en que predominan los ambientes áridos y la escasez de agua
durante los frecuentes períodos de sequía., sin dejar de mencionar el control de los riesgos
que implican inundaciones y aluviones causados por las tormentas.

6790 há diminuyeron su productividad biológica y 6.654 há redujeron su biomasa, con lo


cual se perdieron valiosas funciones ambientales prestadas por las áreas verdes, cultivadas
y naturales. El desaparecimiento de la vegetación y el reemplazo por superficies
urbanizadas, implicó a su vez, que 6654 há de suelo disminuyeran su capacidad de
almacenamiento de humedad y que muchas de estas tierras se transformaran desde zonas de
recarga de los acuíferos, a áreas de descarga, lo que significa sustituir sus funciones sobre la
infiltración de las aguas lluvias, por productoras de inundaciones y escurrimientos rápidos.
Finalmente, los cambios en las coberturas y usos del suelo implicaron que 11.781 há
aumentaran su temperatura superficial en más de 4ºC, contribuyendo a generar islas de
calor urbanas (Romero y Órdenes, 2003 a y b). Estos cambios en la emisión de temperatura
desde el suelo a la atmósfera generan transformaciones climáticas que tornan cada vez más
inconfortable la vida urbana.

Los efectos anteriores no han sido nunca considerados por la planificación territorial y
urbana y son la más elocuente denuncia sobre la necesidad urgente de implementar los
instrumentos de evaluación ambiental estratégica, ordenamiento territorial, planificación
ambiental de las ciudades y evaluación ecológica y ambiental de los proyectos. No se
puede continuar urbanizando en la forma que se está haciendo porque los desarrolladores
urbanos no están asumiendo los costos ambientales y ecológicos, los que son traspasados
como externalidades a la población en general y a los más pobres en particular. En efecto,
las comunas más pobre son las que poseen menor cubierta vegetal y por ello menores
servicios ambientales, por lo que concentran la contaminación ambiental y sus efectos
sobre la salud de los sectores más vulnerables. Por ello se habla en la actualidad de falta de
justicia ambiental en las ciudades, en la medida que los sectores más ricos son los que más
contaminan, mientras que los sectores más pobre son los que sufren mayormente los efectos
adversos sobre la salud y calidad de vida. La única forma de restituir las bases de la justicia
ambiental es distribuyendo en el espacio-tiempo los costos y beneficios asociados a la
urbanización, comprendiendo que la ciudad consiste en un ecosistema o sistema ambiental
semi-cerrado y utilizado colectivamente por la totalidad de la sociedad. La ciudad debe ser
un producto del bien común y no la representación de intereses corporativos o sectoriales
efímeros que benefician sólo a unos pocos y perjudican a la totalidad.

Ante las evidencias acumuladas, se podría esperar que las autoridades públicas apreciaran y
evaluaran positivamente la existencia y mantención de las actuales áreas verdes, como
sucede con el Cono de Aproximación de Cerrillos, al margen del destino que se quiera dar
al actual aeropuerto. En realidad cualquier ciudad debiera alegrarse de disponer de estas
intrusiones agrícolas y rurales dentro de su trama urbana y estar dispuesta a conservarlas,
restaurarlas, fortalecerlas y articularlas con el resto del sistema de áreas verdes que se
desarrollan al interior de cuencas como Santiago. El área de influencia del Cono de
Aproximación y las tendencias esperadas de urbanización, una vez que desaparezcan las
restricciones, se puede observar en la figura 1.

Como se ha indicado y con el fin de poder estimar los efectos ambientales provocados por
este tipo de transformaciones urbanas, se ha examinado lo sucedido con las áreas verdes en
el sector de Maipú, que, como se aprecia en la figura 4, reemplazó casi la totalidad de sus
coberturas por superficies urbanizadas entre 1989 y 2003. Los resultados ambientales,
nunca evaluados ni considerados, consistieron en 1184 há que aumentaron sus temperaturas
superficiales (fig. 2), 694 y 759 há que disminuyeron la humedad del suelo (fig. 3) y la
productividad vegetal (fig. 4), respectivamente, y 898 há que decrecieron su biomasa (fig.
5). La pérdida de suelos con capacidad óptima de uso agrícola se presenta en la fig. 6, y
corresponde a 992 há de suelos de clase I, 156 de clase II y 37 de clase III.

La urbanización del Cono de Cerrillos, si bien compromete aparentemente sólo a 245 há,
estimulará la urbanización de las tierras agrícolas y naturales conexas en una superficie de
7432 há, que corresponden a 1169 há de suelos agrícolas de Clase I, 2755 há de Clase II y
3467 de Clase III, cuya distribución de observa en la fig. 7.

Como se puede advertir, la urbanización del Cono de Aproximación de Cerrillos permite


estimar las pérdidas ambientales a partir de lo sucedido en Maipú, comparación que se
presenta en la tabla 1.

Tabla 1: Valor promedio de los indicadores ambientales para ambos sectores, año 2003.
INDICADOR AMBIENTAL CONO SECTOR DE
CERRILLOS CONTROL
Contenido de Biomasa en el Suelo -8.99 -28.90
Contenido de Humedad en el Suelo -2.39 -6.94
NDVI 0.1486 -0.0158
Temperaturas de Emisión del Suelo 39.73 ºC 42.02 ºC

Fuente: análisis imagen satelital Landsat TM febrero 2003.

Otra de las cuestiones ambientales fundamentales dice relación con la perturbación de los
sistemas de vientos. Anteriores artículos han informado sobre la existencia de a lo menos
tres principales tipos de ventilación en la ciudad de Santiago (Romero et al., 1999). El
primero corresponde al predominio de los vientos del SW asociados a las posiciones del
centro de altas presiones regionales o Anticiclón del Pacífico Sur, que sólo es interrumpido
en invierno por el paso de las depresiones frontales que causan lluvias y se hacen
acompañar de vientos del Norte y NW. El segundo flujo dice relación con los vientos
locales asociados al desarrollo de las brisas de mar a continente y v/v y de valle a montaña
y v/v que presentan el predominio de vientos del Oeste durante el día y del Este durante las
noches y madrugadas, especialmente canalizados por los lechos de quebradas, esteros y
ríos.
Grafico 1: Variación indicadores ambientales en el sector de control, 1989-2003.
.
. vientos se acoplan a los regionales para soplar especialmente del SW a NE durante
Estos el
día y del NE al SW durante las noches y madrugadas, transportando en ambos casos la
contaminación ambiental a través de la cuenca aérea del Mapocho-Maipo y pasando a
través de portezuelos como el que se desarrolla al Norte del Cerro Chena, es decir en el
Corredor de Cerrillos.

El tercer tipo de brisas, dice relación con la circulación termal inducida por la isla del calor
del centro de la ciudad y que explica los flujos desde las periferias rurales.

La ubicación del Portal Bicentenario en medio del flujo de ventilación más importante de
Santiago, donde se acoplan los sistemas al cruzar la Cordillera de la Costa y proyectarse a
través de la llanura, le confiere a esta situación una condición estratégica y altamente
sensible ante los cambios de usos de la tierra. La urbanización implica el desarrollo del
llamado efecto de rugosidad, debido a la obstaculización que generan las construcciones
sobre los flujos de ventilación. Si bien es cierto, el diseño urbano original del proyecto
Portal Bicentenario considera en parte este efecto al dejar un corredor central paralelo a la
dirección predominante de los vientos, no se han tomado en cuenta los impactos
acumulativos que generará el aumento del efecto de rugosidad como resultado de la
urbanización una vez que desaparezca las restricciones sobre el cono de aproximación del
aeródromo de Cerrillos. En este caso no existe ninguna certeza que los múltiples proyectos
inmobiliarios que se desencadenarán consideren un diseño urbano que minimice las
perturbaciones a los flujos de ventilación.

La figura 8 (Oke, 1988) indica los efectos, directamente causados por la urbanización,
que debieran esperarse en términos de perturbación de los flujos de ventilación. En primer
lugar es importante considerar la distancia y altura de la perturbación en la ventilación que
provoca la obstaculización de los flujos de aire por edificaciones. Un edificio de altura h.
comienza a afectar las corrientes de aire en una distancia a barlovento que es a lo menos
tres veces la altura de los edificios. La perturbación alcanza, por otro lado, una altura de
tres veces el obstáculo que se interpone en forma perpendicular a la circulación del viento.
El freno de la ventilación alcanza su máximo en la llamada Zona de Cavidad que se ubica
inmediatamente detrás del obstáculo. La estela de perturbación o distancia de reducción de
la velocidad del viento, que se desarrolla a sotavento y a continuación de la Zona de
Cavidad, alcanza una distancia de 10-15 veces la altura de los edificios, antes de que se
recupere la velocidad y desarrollo de los flujos que tenían antes de enfrentarse con los
proyectos urbanos.

Las figuras 9 a y 9 b (Oke, op.cit.) indican el impacto de un edificio, sobre las corrientes de
ventilación, observándose nuevamente la distancia que se requeriría para reponer la
dirección e intensidad de los flujos de aire al interior de la ciudad. Ello implicaría la
existencia de grandes espacios abiertos entre los edificios sólo para poder mantener los
flujos de aire. La figuras 9 c y d, representan, por su parte, la importancia de localizar las
edificaciones en forma perpendicular u oblicua a los flujos de vientos y sus efectos en el
desarrollo de las zonas de cavidad. Las fachadas perpendiculares a los flujos de aire son las
más negativas.

La figura 10, por su parte es una secuencia gráfica de los efectos producidos por el diseño
de las edificaciones sobre la generación de “cañones urbanos”. Se trata de las
configuraciones espaciales que resultan de transformar un espacio generalizadamente
plano, en una secuencia de edificaciones y calles o espacios intersticiales entre ellos.
Cuando estos espacios, ocupados por calles, plazas o patios en las ciudades, son más
reducidos que las alturas que alcanzan las fachadas de los edificios, la forma se asemeja a
los “cañones”, o valles fluviales encajonados en medio de montañas de paredes altas y
abruptas, tales como el “Cañón del Colorado” Estos cañones urbanos concentran la
contaminación atmosférica, lo que obliga a adoptar especiales medidas de prevención en
términos de los diseños de edificaciones y espacios libres. La relación entre el ancho de los
espacios entre las edificaciones y la altura de las fachadas es un factor clave de tener en
cuenta frente al comportamiento que asumirá la concentración de la contaminación
atmosférica, tanto al interior de las áreas construidas como fuera de ellas.

Un punto importante a tener en cuenta en este sentido dice relación con que en la actualidad
el Corredor de Cerrillos permite que el aire contaminado por la ciudad se desplace aguas
abajo, fuera de la cuenca durante las noches y la madrugada, y que durante el da, las masas
de aire provenientes de la costa o de la áreas rurales puedan contribuir sistemática y
regularmente a mejorar la calidad atmosférica. La instalación de una urbanización
compuesta por 25-30.000 viviendas, 80.000 habitantes y por lo menos 10.000 vehículos,
implica una perturbación de gran alcance frente a las condiciones actuales, cuyas
mitigaciones específicas deberían haber sido exigidas por el Estudio de Impacto Ambiental.

Esta última condición, acompañada de la participación ciudadana y por lo tanto de la


consideración de las opiniones y conocimientos de las comunidades locales, los académicos
y los científicos, es fundamental para otorgar viabilidad a este tipo de iniciativas urbanas,
en medio del reconocimiento pleno de que al construir la ciudad se trata de construir
también el futuro de la sociedad en su totalidad.

Referencias Bibliográficas

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