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UNIVERSIDAD SALESIANA

DE BOLIVIA

DOSSIER
REVELACION Y FE
Primer Semestre
Gestion I- 2012
 Lic. Mery Villegas Poquechoque ( Carrera Contaduría Pública y
Psicomotricidad)
 Lic. Eva Sixta ballesteros (Carrera Ciencias de la Educación)
 Lic. ………………… (Carrera ……………………)
La materia de Revelación y Fe tiene por objeto contribuir en el proceso de

formación integral del estudiante de la Carrera de Ciencias de la Educación, a

partir de las premisas de fe, y de la revelación de Dios del plan amoroso de

salvación para el ser humano desde un enfoque Trinitario, mediante el

desarrollo de la capacidad crítica en el análisis de contenidos de la problemática

religioso – social que se vive actualmente, orientada a la aplicación a su vida,

con una actitud introspectiva y de práctica en su entorno social.

- Describir los conceptos básicos del tema Revelación y fe en sus


fundamentos doctrinales basados en las fuentes bíblicas y de la
Tradición de la Iglesia.

- Dar a conocer los elementos centrales del proceso de revelación en la


historia de la humanidad – Historia de la Salvación.

- Explicar el tema sobre la revelación a partir de un enfoque centrado en


la persona de Cristo, para luego aplicar a la vida de fe del alumno

- Implementar el Estilo Salesiano en el proceso enseñanza-aprendizaje,


enfatizando en los pilares básicos: RAZÓN, AMOR Y RELIGIÓN

UNIDAD I

El misterio del hombre


El ser humano es un misterio: ansía aquello que no puede alcanzar, pretende
hacer ilimitado lo que se le escapa entre las manos, le gustaría poder evitar lo que
se cierne en su vida como inevitable. Al final, parece que todos sus esfuerzos y
aspiraciones se vuelven vanos ante la realidad incontrovertible de la muerte, que
convierte todo lo vivido en “agua derramada en la tierra”.
En esta U.D. vamos a plantearnos si la vida humana tiene sentido, vamos a
indagar en las respuestas que dan la ciencia y las ideologías, para terminar con la
propuesta de sentido de la religión.

1. El sentido de la vida

2. Las respuestas de la ciencia

3. La respuesta de las ideologías

4. La religión da sentido a la vida

Sumario

Experiencias que cuestionan.

El hombre como misterio profundo

Posibilidades y limitaciones del progreso científico.

Las ciencias humanas

Las ideologías políticas.

La crisis de nuestra é

1. EL SENTIDO DE LA VIDA

Nuestra vida, pasa volando, día tras día, semana tras semana. Normalmente todo
tiene su sitio y su orden. Hasta que un día surge de pronto la pregunta: “Qué
sentido tiene todo, en realidad?” “Adán, ¿dónde estas?”.

Cada generación,...y sobre todo, cada época histórica, tiene su modo de ver las
cosas y desarrolla su estilo de vida. Hoy vivimos este cambio con especial
claridad: ¿qué permanece? ¿Qué podemos transmitir? ¿Dónde podemos
orientarnos? ¿Dónde encontrar un apoyo, dónde un sentido definitivo para nuestra
vida? En todo ello se nos hace presente el misterio del ser humano.
Ya el niño que despierta a la conciencia plantea insistentemente a los adultos
múltiples preguntas:
“Qué es? ¿Por qué es? ¿Para qué es?” Los padres, con frecuencia, no encuentran
una respuesta adecuada y se dan cuenta de que muchas cosas que hasta
entonces les parecían evidentes, no lo son en realidad. En la adolescencia, los
jóvenes comienzan a descubrir su propio yo. A partir de este momento quieren
construirse ellos mismos su vida. Adoptan una actitud de protesta y se enfrentan al
mundo de los adultos. Muchos padres se sienten también cuestionados por la
crítica de sus hijos ya mayores. Así se produce el cambio de las generaciones
El misterio del ser humano:
testimonios
S. Agustín, desconcertado por la muerte de un amigo, escribe: “Yo me había
convertido para mí en una enorme incógnita” (Confesiones, 1. I1? c. 114 PL 32,
679).

En el siglo XVIIJ, Lessing afirma: “El hombre es demasiado malo para ser un dios,
demasiado bueno para ser una casualidad” (Die Religión, Werke 1, edic. Gopfert,
1970,169).

Por su parte, Kierkegaard, queriendo señalar su identidad única, mandó escribir


como epitafio en su tumba: “Sóren Kierkegaard. El individuo. 1813-1855”. Lo
misma idea proclama M. Unamuno: “jN,’,. hay otro yo en el inundo! ¡No hay otro
yo! Los habrá mayores y menores, mejores y peores, pero no hay otro yo” (Del
sentimiento trágico de la vida, Madrid, 1931, 17).
Alexis Carrel titula su antropología como ‘La incógnita del hombre”; Miguel
Federico Sciacca lo hace como “El hombre, este desequilibrado “, y Emerych
Coreth se pregunta “Qué es el hombre?”.

EXPERIENCIAS QUE CUESTIONAN

LA FELICIDAD
La pregunta por el sentido de nuestra vida se le plantea a cada hombre de distinta
manera. Puede presentarse como pregunta por la felicidad.

Experimentamos felicidad de modos muy diferentes: cuando nos sale bien nuestro
trabajo, cuando tenemos éxito, cuando estamos con una persona querida, al
realizar una buena obra, en el sacrificio por los demás, en el deporte y en el juego,
en el arte y en la ciencia.

Pero sabemos que no podemos conseguir la felicidad plena. Puede desvanecerse


en el momento menos pensado. Pueden producirse desengaños amargos. ¿Qué
entonces? ¿Qué sentido tiene la
vida? ¿Cuál es la auténtica felicidad humana?

EL SUFRIMIENTO Y EL MAL
Con mayor intensidad aún se plantea la pregunta por el sentido del hombre en la
experiencia de sufrimiento, sea el sufrimiento propio o ajeno: en la enfermedad
incurable, en la preocupación, la soledad o la necesidad. ¿Qué sentido tiene que
tantos hombres sufran sin culpa? ¿Por qué hay tanta hambre, miseria, injusticia,
en el mundo? ¿Por qué tanto odio, envidia, mentira y violencia?

LA MUERTE
Por último, la experiencia de la muerte; por ejemplo, cuando un amigo, un
conocido o familiar se va de entre nosotros, o cuando nos enfrentamos con la idea
de nuestra propia muerte. ¿Qué hay después de la muerte? ¿De dónde vengo, a
dónde voy? ¿Qué queda de aquello por lo que he trabajado tanto?.

EL HOMBRE COMO MISTERIO PROFUNDO

Las respuestas que podemos dar a estas preguntas nunca nos satisfacen del
todo.

El hombre sigue siendo en definitiva, una pregunta y un misterio profundo.

Esta es su grandeza y su tarea.

Su grandeza, porque el preguntarse por su sentido distingue al hombre de las


cosas inanimadas, que simplemente están ahí, y también de los animales, que con
sus instintos se adaptan inalterablemente a su entorno, La dignidad del hombre se
basa en que es consciente de sí mismo y en que es libre para dar también una
dirección a su vida.

Esta grandeza es, al mismo tiempo, la tarea del ser humano. Al hombre no sólo le
viene dada su vida, sino también encomendada; tiene que darle forma, tomarla en
sus manos. Al ser del hombre no le es entregado el sentido de su ser
directamente. Por eso, el ser humano es una marcha hacia lo abierto y hacia lo
invisible.

Podemos ciertamente esquivar la pregunta por el sentido, rehuirla o despacharla


como incontestable. Para esto hay muchas posibilidades: sumergimos en el
trabajo, en la diversión, en el consumo, en la sexualidad, en el placer, en el alcohol
yen el uso de las drogas. Pero con esta actitud sólo conseguimos engañamos.
Con tales intentos de evasión huimos de nosotros mismos.
El ser humano es una pregunta que forma parte de nuestra dignidad como
hombres. Si el hombre no se hubiera planteado la pregunta acerca de sí mismo,
sólo habría llegado a ser un animal ingenioso. Así, pues, debemos inevitablemente
afrontar la pregunta: ¿Qué es el hombre? ¿Quién soy yo? ¿De dónde
venimos? ¿Adónde vamos? Es la pregunta del Catecismo, antigua pero siempre
nueva: ¿Para qué estamos en la tierra?

2. LAS RESPUESTAS DE LA CIENCIA

POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DEL PROGRESO CIENTÍFICO


Muchos confían encontrar en las ciencias modernas la respuesta a sus preguntas.
Los progresos que se han logrado gracias a las ciencias modernas son
indiscutibles. Ofrecen un saber seguro en sus fundamentos, metódicamente
demostrado y lógicamente coherente. Han podido resolver muchas cuestiones
para las que los siglos anteriores sólo tuvieron respuestas imperfectas o incluso
ninguna respuesta.

Sabemos hoy infinitamente más, por ejemplo, sobre el comienzo del mundo, el
origen de la vida, sobre las leyes que determinan la realidad de la naturaleza y del
hombre y regulan las relaciones de los hombres entre sí.

En virtud de este saber, la vida humana, en múltiples aspectos, se ha hecho más


agradable que en épocas anteriores, con la ayuda de la técnica moderna. Gracias
a la máquina, el hombre ha logrado facilitar el trabajo, extirpar o curar muchas
enfermedades, elevar considerablemente la expectativa media de vida y otras
muchas obras más. La humanidad, gracias a la ciencia y a la técnica, ha
experimentado más transformaciones en los últimos doscientos años que antes en
milenios. Las ventajas y progresos son indiscutibles.

Sin embargo, cada vez se hace también más evidente el reverso del progreso. La
ciencia y la técnica, al tiempo que nos ayudan a resolver determinados problemas,
crean otros nuevos: destrucción del entorno, atrofia y despersonalización de las
relaciones interhumanas, rapidez cada vez más impresionante y, como
consecuencia creciente ‘stress” físico y psíquico.

El progreso es ambivalente. No sólo ofrece posibilidades para el bien, sino que


también origina nuevas posibilidades de destrucción, hasta incluso la posibilidad
de extinguir todo tipo de vida sobre la tierra.
Las modernas técnicas, que nos permiten dominar la naturaleza, ponen también
en nuestras manos la manera de dominar y manipular al hombre, sea mediante la
simple

Ciencia

Para que un saber sea una ciencia es preciso que:


- se dé un conjunto de conocimientos en conexión organizada y sistemática;
- todos se refieran a un mismo objeto fundamental;
- ese objeto sea real y, por ello, pueda generar enunciados verdaderos y ciertos
sobre la realidad;
- se haga una exposición metódica;
- los enunciados sean universales;
- el saber sea etiológico, es decir, que se muestren no sólo los fenómenos sino
sus causas;
- los conocimientos adquiridos se expresen en un lenguaje riguroso y apropiado.

Violencia, sea mediante los sutiles métodos de propaganda o mediante la


selección unilateral de las informaciones.
Por eso, se nos plantea más claramente la pregunta: ¿Nos está permitido hacer
todo aquello que somos capaces de hacer?
Evidentemente, no es este el caso. Tenemos que emplear estos medios
científicos y técnicos para conseguir fines verdaderamente humanos. Pero:

- ¿Qué son fines humanos?

- ¿Nos damos cuenta también, entre las muchas cosas que hoy sabemos, del
valor realmente humano que tiene el saber, o no resulta también desconcertante
para el hombre la multiplicidad de los conocimientos y de sus respectivos
campos?

La técnica: sus riesgos

El primero es desvincular la ética de la


técnica, deforma que todo lo técnicamente
posible, se considere moralmente
realizable (manipulación genética, ensayos
nucleares, alteraciones de ecosistemas etc.).
Existe la tentación de dar más valor a la máquina que a la persona, debido a su
más alta productividad y menor coste económico.
Por otro lado, la maquinaria suplanta a los trabajadores, o hace que éstos tengan
que estar a su servicio, disminuyendo, e incluso anulando, su creatividad.
En definitiva, es preciso estar atentos para que el ser humano no resulte
envilecido al ser tratado como una pieza más del proceso productivo.

LAS CIENCIAS HUMANAS

Volvemos así a nuestra pregunta del principio: ¿Qué es el hombre? Sobre esta
pregunta pueden decirnos detalladamente muchas cosas provechosas sobre todo
las ciencias modernas que se refieren al hombre: las ciencias humanas.
La psicología y la sociología modernas pueden contribuir a solucionar
numerosos trastornos en la vida personal de cada uno y en la convivencia
humana, y a construir la vida con más sentido y perfección. Sin embargo, la
respuesta a la pregunta por el sentido último del hombre transciende las
posibilidades de estas ciencias.

Aunque las ciencias modernas, con la ayuda de sus métodos exactos,


pueden explicar muchos aspectos particulares, sin embargo, precisamente
debido al carácter de los métodos que emplean, tienen también sus
limitaciones

Hay sectores de la realidad que escapan a estos métodos. Y, sobre todo, nada
pueden decirnos sobre el sentido último y el fundamento de lo real en su totalidad.

Por eso, a la vista de las posibilidades positivas y también de las limitaciones y


peligros que traen consigo las ciencias modernas, hoy se nos plantea con más
urgencia que nunca la pregunta: ¿Qué es el hombre?

3. LA RESPUESTA DE LAS IDEOLOGÍAS

A diferencia de las ciencias modernas, las ideologías tratan de proporcionar al


hombre una imagen global y una interpretación total de la realidad.

Casi siempre pretenden que su visión unitaria responde al estado actual del
conocimiento científico y supera las ideas “anticuadas” de la fe cristiana. De esta
manera, se proponen satisfacer la necesidad del hombre de comprenderse a sí
mismo y al mundo. Por esta razón, lo derivan todo del principio único:

- de la materia (ideología materialista),

- del espíritu que todo lo penetra y en todas las cosas se halla simbolizado
(espiritualismo, por ejemplo, en la antroposofía).
Su pretensión de ofrecer una visión total de la realidad las lleva casi siempre a
servirse de los más variados elementos de las religiones, incluso de elementos
cristianos, y a mezclarlos entre sí (sincretismo o mezcla de religiones).

Es indudable que una visión unitaria como ésta no responde ni a la multiplicidad


de los fenómenos ni al abismo del misterio del hombre y del mundo.

El que quiere derivarlo todo de un principio, fácilmente se vuelve totalitario e


intolerante. A estas ideologías hay que negarles la pretensión de cientificidad, ya
que la ciencia sólo puede responder a preguntas particulares, y tratar
sistemáticamente campos delimitados del saber. No está en su mano conseguir
una imagen acabada del mundo, sino que ha de mantenerse siempre abierta a
nuevos conocimientos y preguntas.

Aunque la fe cristiana, no es, sin embargo, una ideología en sentido estricto, sabe
que nosotros en este mundo sólo podemos conocer fragmentaria y oscuramente
(cf. 1 Cor.13,12). Las ideologías, en el fondo, quieren ofrecer demasiado, y por eso
mismo aportan demasiado poco.

LAS IDEOLOGÍAS POLÍTICAS

Una importancia especial tienen hoy las ideologías políticas. En todas las
preguntas por el sentido a que antes hacíamos referencia, lo que está en juego no
es sólo el sentido de nuestra vida personal, sino también el de nuestra vida social.

Nadie vive para sí solo, sino con otros, para otros y de otros. Todos necesitamos
de todos y también todos dependemos de todos. De aquí que la respuesta a la
pregunta por el sentido de nuestra vida personal se halle íntimamente vinculada a
la realización de un orden político que haga posible la libertad y la justicia para
todos. Sería una ilusión replegarse en la felicidad privada.

La responsabilidad y la acción política nos conciernen a todos. Por ello nos


formulamos las siguientes preguntas:
¿Cómo podemos organizar y construir humanamente nuestra
vida social?
¿Cómo conseguir que en nuestra sociedad reinen no el poder del
más fuerte, la simple violencia, la envidia y el odio, sino la dignidad
del hombre, la verdad, la libertad, la justicia y la paz?

¿Cómo es posible armonizar los más diversos intereses de los


hombres, de los pueblos, de las razas y las clases?
La existencia de ideologías políticas y la importancia de la acción política para la
mejora de las condiciones de la vida humana son indiscutibles. Fracasa, sin
embargo, cuando pretenden dar una respuesta última.

Lo que hemos dicho de la materia o del espíritu, debe decirse también de la


sociedad:
tampoco ella puede constituirse en un todo único. La pregunta por la felicidad
personal o por la muerte no se puede aplazar hasta que un día exista un orden
perfecto y justo. En este mundo, de todos modos, no es posible realizar una
justicia perfecta; lo único que se puede intentar es aproximarse a ella más o
menos. Es decir, que hasta tanto el individuo no alcance la salvación, no puede
haber una sociedad perfecta. Mientras tanto existirán también en la sociedad el
odio, la envidia, y el conflicto de intereses.

Incluso aunque todos los problemas políticos se resolvieran, permanecería todavía


la pregunta por el sentido de la propia vida, de la culpa personal, de la muerte, que
cada uno tiene que afrontar. Por todo ello, siempre existirá una tensión entre lo
individual y el todo. El hombre concreto, con sus necesidades, preocupaciones,
alegrías y miserias, nunca es absorbido por el proceso social.
Así, pues, la vida social tiene que orientarse al hombre. De este modo, también en
el campo político se plantea la pregunta: ¿Qué es el hombre?
LA CRISIS DE NUESTRA ÉPOCA
Es cierto que las ciencias y las ideologías políticas nos dan, cada una en su
campo, importantes respuestas a nuestras preguntas. Pero a la pregunta por el
sentido de la vida humana no pueden responder. Ahora bien, sin esta respuesta se
quedan faltas de orientación. En esta falta de orientación consiste la crisis de
nuestra época.

¿Qué es el hombre?
De la respuesta dada a esta pregunta, van a depender después los
conceptos que sobre el mundo, la familia, la sociedad, la religión, la moral,
se tengan. Si el hombre no es más que “un mono desnudo” (D. Morris), “un
producto del azar y de la necesidad” (J. Monod), “un sufrimiento inútil” (J.P.
Sartre), “un conjunto de relaciones económicas y sociales” (Marx); si, como
ha escrito Esperanza Guisán, “en el ,mundo de los hombres el goce es el alfa
y omega, principio y fin” (Manifiesto Hedonista, Madrid ¡990, p.140), se
pueden intuir las escalas de valores, las pautas de comportamiento y las
motivaciones que de estos pensamientos se desprenden.

Las ideas comunes sobre los valores y los fines, de las que han vivido los siglos
pasados, se han vuelto para muchos problemáticas. Faltan ideas vibrantes,
grandes perspectivas de futuro, valores últimos por los que entusiasmarse y
sacrificarse. El escepticismo y la resignación se están extendiendo. Especialmente
los jóvenes sienten un vacío terrible.
La producción, el consumo y el bienestar solos no solucionan a la larga todos los
problemas. Es cierto que el hombre necesita pan para vivir, y es un escándalo que
muchos no lo tengan, o no lo tengan en la medida suficiente, mientras que otros
se ven en problemas porque lo tienen en abundancia. Pero el hombre no vive sólo
de pan, ni tampoco de trabajo, de placer o de protesta. El hombre es algo más.
Necesita amor, sentido y esperanza. Quiere no sólo tener más, sino también ser
más. En consecuencia, nuestra situación nos obliga a reflexionar de nuevo, más
radicalmente y con mayor profundidad, sobre el fundamento y el fin del ser
humano.
4. LA RELIGIÓN DA SENTIDO A LA VIDA
Podemos afirmar, siguiendo a Olegario González de Cardedal, que el hombre
religioso se vive en relación personal con un más allá de sí mismo, personal y
absoluto, que sin ser radicalmente idéntico a él, no le es radicalmente ajeno.

La experiencia religiosa aparece así como una forma de vivir que desarrolla
el ser humano cuando ha reconocido su existencia como don, tarea y
despliegue ante Alguien, que no viene a suplantar nada de lo humano, ni a
entrar en pequeños detalles, sino a iluminar todo colocándolo en una nueva
perspectiva.

Aristóteles decía que las cosas existen en la luz, en la oscuridad, las cosas
existen, pero no se perciben como tales. Para el hombre religioso, la realidad
humana aparece tal como es, en su auténtico ser, cuando es iluminada por la
experiencia religiosa.

El hombre religioso llega a creer no mediante la huida del mundo, de la realidad


humana y las situaciones históricas. El resultado de una experiencia religiosa
auténtica, es la aparición de una luz que ayuda a discernir entre lo absoluto y lo
relativo, entre lo trascendente y lo contingente, entre lo último y lo penúltimo,
dando a cada realidad su justo lugar.

Desde esta perspectiva, el mundo procede de Alguien, que es su Señor, que lo


dona al hombre, como destinatario. No hay lugar en él para ídolos o diosecillos;
este mundo no es amenaza para el ser humano, sino el ámbito en el que puede
desarrollar su libertad y sus capacidades de humanización.

La religión tiende a esclarecer el sentido de todo lo que existe y acontece; a


iluminar el que hacer mismo del hombre; a proponer un destino existente, pero
desconocido, que al descubrirse libera; a dar cohesión al conjunto de la
existencia humana, procurando una orientación. Esto no significa que la vida
del creyente quede asegurada y carente de riesgos e incertidumbres, sino
que adquiere una densidad que la hace más humana si cabe.
CONCLUSION
La respuesta al sentido de la vida no procede del conocimiento intelectual o de la
reducción de todo lo existente a un principio Único. Por el contrario, el sentido de
la vida humana se ilumina desde el reconocimiento de la presencia de un Alguien,
ante quien el hombre se sitúa desplegando su vida.

La Palabra nos guía


Salmo 8
Juan 17,3
1 Timoteo 2,3-4
1 Juan 1,1-4

La Iglesia nos dice


Gaudium et Spes nn. 4-10

Para orar
Eclesiastés 3

LA VIDA MISMA

Preste atención a expresiones sociales que manifiestan la búsqueda


de sentido, el dar sentido a la vida.

UNIDAD II

El hombre es capaz de Dios


El ser humano vive en una constante tensión entre la propia finitud e imperfección
y el deseo de lo infinito, absoluto y perfecto, el deseo de Dios. En esta Unidad
Didáctica nos vamos a ocupar de este deseo humano de Dios, y de como la razón
nos ayuda a encaminarnos hacia Él.

Sumario

1. El deseo de Dios
2. Las vías de acceso al conocimiento de Dios
3. Doctrina de la Iglesia sobre el conocimiento natural de Dios
4. El misterio de Dios desborda la limitación humana
Inscrito en el corazón humano

Pude ser rechazado u olvidado


‘Que se alegren los que buscan al Señor’ (Sal 105,3)
Ponerse en marcha
La realidad del mundo
La realidad del hombre
Concilio Vaticano I
Concilio Vaticano II
La limitación humana
El misterio de Dios y del hombre

1. EL DESEO DE Dios ( cf, CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 2


7-30)
INSCRITO EN EL CORAZÓN HUMANO

El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre


ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios no cesa de atraer al hombre hacia
si, y solo en
Dios encontrara el hombre la verdad y la dicha que no deja de buscar.

“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la
comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su
nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado
siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce
libremente aquel amor y se entrega a su Creador “.
(GS 19,1)

De múltiples maneras hasta el día de hoy, los hombres han expresado su


búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos
(oraciones, sacrificios, cultos, etc.).
A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión
son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso:

“El creó de un sólo hombre todo el linaje humano para que habitara en toda la
tierra, fijando a cada pueblo las épocas y los límites de su territorio, con el fin de
que buscaran a Dios, por si, escudriñando a tientas, lo podían encontrar. En
realidad no está lejos de cada uno de nosotros, ya que en él vivimos, nos
movemos y existimos”.
(Hech 17,26-28)
PUEDE SER RECHAZADO U OLVIDADO
Pero esta “unión íntima y vital con Dios” (GS 19,1) puede ser olvidada,
desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre.
Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos (cf GS 19-21): la rebelión
contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del
mundo y de las riquezas (cf Mt 13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las
corrientes de pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del
hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (cf Gn 3,8-10) y huye de su
llamada (cf Jon 1,3).

“QUE SE ALEGREN LOS QUE BUSCAN AL SEÑOR” (SAL 105,3)

Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo


hombre para que le busque y así viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda
exige del hombre:
- todo el esfuerzo de su inteligencia;
- la rectitud de su voluntad, “un corazón recto”;
- y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
22 El hombre es capaz de Dios

2. LAS VÍAS DE ACCESO AL CONOCIMIENTO DE DIOS


PONERSE EN MARCHA
Para mostrar la racionalidad de la fe en Dios, la teología ha desarrollado las
llamadas pruebas de la existencia de Dios. Evidentemente, no se trata de pruebas
como las que nos resultan naturales por las ciencias naturales o las matemáticas.
Dios no es un hecho sensible que está abierto a una demostración general.

Sin embargo, se puede invitar al hombre a que recorra el camino del discurso
racional. Tomás de Aquino, uno de los grandes teólogos de la Edad Media, que
contribuyó particularmente a forjar estas pruebas de la existencia de Dios, no en
vano nos habla de vías .
Hay que seguir un camino para llegar a lugares hermosos. Igualmente, también en
el conocimiento de Dios hay que estar dispuesto a recorrer un camino,
abandonando los propios prejuicios y abriéndose al misterio de Dios. En tal caso
puede verse con claridad que la fe en Dios no es irracional, sino que responde
plenamente al misterio que se manifiesta en la razón del hombre.
No podríamos, por supuesto, hacernos la pregunta sobre Dios si nunca
hubiéramos oído hablar de Él, si su realidad no se hubiera hecho presente en
nuestro interior, si no hubiéramos tenido la suerte de tener algún tipo de
experiencia de Dios.

Las pruebas de Dios, por lo tanto, no sustituyen la fe por un saber, sino que, a la
inversa, invitan a la fe, fortalecen en la fe y dan razón de la fe. Responden a la
exhortación de la Escritura: “Estad. siempre dispuestos a dar razón”. de vuestra
esperanza a todo el que os pida explicaciones” (1 Pe 3,15).

Las vías de Santo Tomás


Son cinco y tienen un desarrollo análogo, aunque difieren en su punto de partida.
La primera vía parte del devenir, en virtud del cual las cosas se presentan capaces
de desarrollo, de perfeccionamiento; la segunda arranca de la causalidad, o sea
de la comprobación de que todas las cosas comienzan a ser tienen una causa. La
tercera vía tiene su origen en la contingencia, por lo que las cosas son, pero
pueden dejar de ser; la cuarta arranca de los diversos grados de perfección, o sea
de la comprobación de que las cosas manifiestan una verdad, una bondad, etc.,
mayor o menor La última vía parte del orden que reina en la creación.

A partir de estos datos de experiencia, Sto. Tomás afirma que Dios es el que
explica el devenir y el perfeccionamiento, porque es perfección absoluta, que no
deviene; explica el origen del ser, porque es la única causa sin causa; en él
encuentra explicación la contingencia, porque él es el ser necesario, que por tanto
es y no puede no ser A Dios remiten los grados de perfección de las
criaturas, porque en él las perfecciones se encuentran realizadas en un grado
absoluto (él es verdad y bondad absolutas);finalmente, es Dios el que explica el
orden’ la finalidad presente de las cosas, porque es justamente el ordenador del
universo. J

Catecismo de la Iglesia Católica, n 35


“Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios
personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido
revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger esa revelación en la fe. Sin
embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y ayudar a
ver que la fe no se opone a la razón humana.”
LA REALIDAD DEL MUNDO

“Y es que lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, se ha hecho visible


desde la creación del mundo, a través de las cosas creadas “..
(ROM 1,20)

EL CAMBIO PERMANENTE Y EL ORDEN DEL MUNDO

La primera, la más antigua de las pruebas de la existencia de Dios se basa en la


realidad del mundo. El mundo está en constante movimiento y en cambio
permanente. Ahora bien, todo lo que se mueve es movido por otro: ¿Qué o quién
provoca este cambio? Pero, además, reina en el mundo un orden. ¿De dónde
procede este orden? Y podríamos seguir preguntando.

LA CAUSA PRIMERA

Cualquier causa, de las que caen bajo nuestra experiencia, es producida por otras;
todo está condicionado por todo. Ahora bien, resulta claro que aquí no se puede
proceder indefinidamente. En alguna parte tiene que haber una primera causa, un
primer comienzo del movimiento y del cambio.
Es posible remitirse a un átomo original o a una célula primera de la vida. Pero
est9 no basta. Porque ¿de dónde procede este principio y de dónde recibe esa
inmensa energía para hacer salir de sí toda la evolución posterior? No se trata
solamente de explicar cómo ha llegado a ser el mundo. Sobre esto puede decir
muchas cosas la ciencia actual. De lo que se trata es de explicar también por qué
hay algo, en general.

EL FUNDAMENTO ÚLTIMO

Si se remite aquí sólo a la materia original, nada se explica. Porque ¿se explica la
materia original por sí misma? Esta, desde luego, está sometida al cambio y, por lo
tanto, es sumamente imperfecta.
El fundamento último, por el contrario, sólo puede ser algo que sea perfecto y
completo en sí, que exista por sí mismo como la plenitud más pura del ser y de la
vida. Pero es esto justamente lo que pensamos cuando hablamos de Dios. Sólo
en Dios tiene la realidad del mundo su fundamento; sin Él carecería de razón de
ser y, en consecuencia, de sentido. Sin Él, en definitiva, nada existiría. Ahora bien,
como la realidad existe y como presenta un orden con sentido, tiene también
sentido creer que Dios existe como fundamento del ser y del orden del mundo.

EL SENTIDO DEL MUNDO

Creer en Dios significa optar contra el primado de la materia. El que cree en Dios
afirma que el espíritu no aparece sólo al final de una larga evolución, sino que está
ya al comienzo, e incluso que el espíritu es el poder que todo lo hace, todo lo
sostiene, todo lo determina y todo lo ordena según medida, número y peso (cf.
Sab 11,21). Por lo tanto, el que 0pta por Dios, 0pta por el sentido del mundo.

Estas estructuras de sentido las encuentra el científico a cada paso. ¿Cómo


podría comprender la realidad si ésta no fuera comprensible? Y cómo podría ser
comprensible si no hubiera sido formada por un espíritu y no presentara
estructuras inteligibles? Luego nuestro pensamiento sobre el mundo sólo es
posible, en definitiva, como una reflexión de las ideas de Dios.

La fe en Dios, por consiguiente, nada tiene que ver con una negación del
pensamiento; es, por el contrario, el fundamento último del pensamiento y una
exhortación e invitación del constante a pensar.

• Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 32-3 3

“A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza


del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo”.
Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su
libertad la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el
hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe
signos de su alma espiritual. La “semilla de eternidad que lleva en si al ser
irreductible a la sola materia” (GS 18,1; cf 14,2), su alma, no puede tener origen
más que en Dios “.

LA REALIDAD DEL HOMBRE

La segunda forma, más moderna, de las pruebas de Dios no se basa


directamente en el ese mundo, sino en la realidad del hombre. El hombre es un
ser totalmente finito, dependiente y amenazado por la naturaleza que le rodea,
sujeto a la muerte.
LA VOZ DE L4 CONCIENCIA

tema Sin embargo, en el hombre se dan también indicios de algo incondicionado y


absoluto. Por ejemplo, en la voz de la conciencia, que continuamente se hace
escuchar en nuestro interior advirtiendo, reprendiendo, aprobando. Es cierto que
muchas normas morales están condicionadas históricamente. Sin embargo, es
absoluta la orientación radical a hacer el
o en bien y evitar el mal.

Tendríamos que renunciar a nosotros mismos para no protestar contra las


injusticias que claman al cielo, como, por ejemplo, el homicidio intencionado de un
niño inocente. Esperamos firmemente que el asesino no triunfe al final sobre la
víctima inocente. Aunque ser y en ninguna parte del mundo encontremos la justicia
perfecta, e incluso no podamos contar con poder realizarla alguna vez, no
podemos abandonar la lucha por ella.

EL AMOR ENTRE LAS PERSONAS

Lo incondicionado y absoluto, además de en la voz de la conciencia, se nos


revela también en el amor interhumano.

En una persona amada todo puede volverse nuevo de repente. En un instante


psíquico se suspende totalmente el curso del tiempo; desde el centro mismo del
tiempo tocarnos la eternidad. ¿Puede todo esto reducirse a la nada?

EL DESEO DEL ABSOLUTO

Así, pues, vivimos siempre en tensión entre nuestra propia finitud e imperfección.
por una parte, y el deseo de lo infinito, absoluto y perfecto, por otra. Esta
tensión es la causa del desasosiego, la inquietud y la insatisfacción que
continuamente nos habita. ¿Es este un deseo absurdo? ¿Tenemos que
resignarnos y olvidarlo? En este supuesto tendríamos que hacer caso omiso del
misterio de nuestro ser humano.

Por lo tanto, si el hombre no puede ser, en definitiva, un ser absurdo y sin


sentido, a nuestra esperanza en lo absoluto debe corresponderle la realidad de un
absoluto; nuestras preguntas y búsquedas deben ser eco y reflejo de la llamada
de Dios que se escucha en la conciencia del hombre. Pretender salvar un sentido
absoluto prescindiendo de Dios seria invento vano (M.lorkheimer).
Sólo Dios es la respuesta a la grandeza y a la indigencia del ser humano. El que
cree en el puede hacer justicia a la grandeza del hombre, sin tener que rechazar
su indigencia. El que cree en Dios puede ser enteramente realista.

Reconocer la existencia de Dios significa, por todo lo dicho, optar por el


hombre. Porque solo si Dios existe y si es libertad absoluta que todo lo abarca,
todo lo gobierna y dirige, tienen los hombres en este mundo un espacio de
libertad.
La fe en Dios implica, pues, creer en la libertad y en la dignidad incondicionada
del hombre.
Solo si Dios existe, el hombre no es un ser accesorio en un cosmos insensible a
sus preguntas y necesidades. Pero si Dios existe, esto significa, en definitiva, que
el mundo no se halla regido por leyes objetivas abstractas, ni por el azar ciego, ni
tampoco por un destino anónimo.

La fe en Dios permite, e incluso exige, que nos aceptemos incondicionalmente a


nosotros mismos y a todos los hombres, porque somos aceptados
incondicionalmente. Posibilita una confianza fundamental en la realidad, sin la que
nadie puede vivir, amar y trabajar.

La fe en Dios no oprime la libertad humana; al contrario, fundamenta la convicción


de su valor incondicionado y obligado al respeto incondicionado de cualquier
hombre y a la acción por un orden de libertades justo entre los hombres.

Si Dios hubiera muerto, también el hombre habría muerto. La esperanza del


hombre es que Dios ha muerto, sino que vive.

3. DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE

EL CONOCIMIENTO NATURAL DE Dios


CONCILIO VATICANO I

El Concilio Vaticano I (1869-1870) resumió el testimonio bíblico sobre la


cognoscibilidad de la Dios de la siguiente manera:

“Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz
natural de la razón humana a partir de las criaturas”.
(DS 3004)
El Concilio tuvo también conciencia de las dificultades para conocer a Dios en la
situación actual del género humano. Por eso, no enseña que todos los hombres
conocen a Dios con seguridad, e incluso tampoco dice que haya habido alguna
vez hombres que han conocido a Dios con absoluta certeza sin ayuda de la
Revelación.

Sólo enseña que se puede conocer a Dios por el mundo con ayuda de la razón. El
Concilio quiso sostener con esto que a cualquier hombre se le puede hablar de
Dios con sentido, de modo que la fe cristiana no es algo irracional, ni tampoco
antirracional.

No hay contradicción alguna entre fe y razón, porque en la verdad revelada


encontramos al mismo Dios que descubrimos como creador del mundo cuando
reflexionamos sobre la realidad. El creyente, por lo tanto, puede confiar en que su
fe hallará siempre sólida confirmación en la experiencia humana y en el
pensamiento.

CONCILIO VATICANO II

El Concilio Vaticano II(1962-1965) recoge la doctrina del Concilio Vaticano I ¡ y,


teniendo a la vista el fenómeno del ateísmo moderno, la concreta y la amplía. El
Concilio parte de la idea de que al hombre sólo se le puede comprender sobre la
base de su origen y fin en Dios:

“La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la


dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y
perfección... Cuando, por el contrario faltan ese fundamento divino y esa
esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas -es lo
que hoy con frecuencia sucede- y los enigmas de la
vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no
raramente al hombre a la desesperación “. (GS 21)

El ateísmo, en última instancia, no sólo pierde la verdad de Dios, sino también


la del hombre. Por eso, el Concilio lo condena resueltamente.

Sólo en el misterio de Dios tiene respuesta el misterio de nuestro ser humano,


respuesta que no soluciona el misterio, sino que lo acepta y profundiza. Sólo el
que conoce a Dios conoce también al hombre (R. Guardini; cf GS 22).
4. EL MISTERIO DE Dios DESBORDA LA LIMITACIÓN
HUMANA
LA LIMITACIÓN HUMANA

El creyente está convencido de que el misterio de Dios es la única respuesta


posible al misterio del hombre

Sin embargo, todo lo que podemos saber sobre el misterio de Dios no son más
que imágenes y comparaciones. A través de ellas sólo alcanzamos a vislumbrar
oscuramente, como desde lejos, el misterio de Dios. Así lo dicen las palabras del
apóstol Pablo:
“Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente...”
(1 Cor 13,12)
Espejo” y “comparación” significan que nuestras imágenes y conceptos pueden,
en términos absolutos, enunciar “algo” sobre Dios.

También Jesús, por supuesto, habla con parábolas y utiliza procedimientos


cotidianos para explicar a los hombres el hecho de Dios. No podemos hablar de
Dios más que sirviéndonos del lenguaje del mundo.

A pesar de todo, Dios es infinitamente más grande que nuestras imágenes y


conceptos. Es aquello por encima de lo cual no puede pensarse nada mas grande;
es incluso más grande que todo lo que puede pensarse (Anselmo de Canterbury).

En el fondo, todos nuestros conceptos e imágenes expresan, más bien, lo que


Dios no es, que lo que es (Tomás de Aquino).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 40


“Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje lo es
también. No podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas, y según
nuestro modo humano limitado de conocer y pensar”

EL MISTERIO DE DIOS Y EL HOMBRE

Dios no se adapta a ningún sistema y no funda ninguna concepción del mundo


cerrada en sí misma. Al contrario, la fe en Dios hace saltar todos los esquemas de
nuestras concepciones del mundo, para hacerle sitio al misterio cada vez más
grande de Dios y del hombre. Por eso, el Concilio IV de Letrán (1215) proclamó:
“Porque entre el Creador y la criatura no puede señalarse una semejanza, sin ver
que la desemejanza es aún mayor”.
(DS 806)

Por consiguiente, todo lo que nosotros decimos y pensamos de Dios sólo resulta
válido cuando se afirma en un sentido enteramente único, infinitamente perfecto.

Todos los conceptos e imágenes que aplicamos a Dios son sólo como una flecha
indicadora. En ninguno de ellos “tenemos’ a Dios. Todos nos remiten más bien al
camino que a El conduce. Son iniciaciones a un misterio, al que sólo se le hace
justicia en la actitud de adoración. Deben disponemos de continuo para prestar
atención a lo que Dios tiene que decirnos con sus palabras y obras en la historia.

Sólo en Jesucristo se nos transmite definitivamente el misterio de Dios y el


misterio del hombre En Jesucristo, Dios nos revela su misterio como misterio de
su amor insondable.

Por lo tanto, también en su revelación -y en esta sobre todo- continúa siendo el


Dios oculto, cuyo amor sólo podemos comprender por medio de imágenes y
comparaciones. En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el
misterio del Verbo encamado (cf GS 22).

DOCUMENTOS
A pesar de que la razón humana, hablando simplemente, pueda verdaderamente
por sus fuerzas y su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de
un dios personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, as como de
una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos
obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder
natural; porque las verdades que se refieren a dios y a los hombres sobrepasan
absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en
actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí
mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad
por porte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos
nacidos del pecado original, be ahí procede que en semejantes materias los
hombres se persuadan fácilmente de la falsedad o al menos de la incertidumbre
de las cosas que no quisieran que fuesen verdaderas.

Documento: Encíclica “Humani generis”


Autor: Pío XII
CONCLUSIÓN

Dios es la respuesta a la grandeza y a la indigencia del ser


humano; si Dios existe es posible la confianza fundamental en la
realidad y obliga al respeto incondicionado a todo hombre.

La Palabra nos guía


Sabiduría 1 y 2
Mateo2,1-12
Marcos 7,24-30
Lucas 18,35-43; 19,1-10
Juan 3,1-21
Hechos de los Apóstoles 8,26-40

La Iglesia nos dice


Catecismo de la Iglesia Católica nn. 31-49
Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II, nn. 12-22

Para orar
Isaías 55,1-11

La vida misma

Fíjese en los diversos síntomas que, en la sociedad donde vive, expresan una búsqueda de
Dios o de la Trascendencia. Reflexione sobre ellos.

UNIDAD DIDÁCTICA III

PRINCIPIOS, CRITERIOS y ORIENTACIONES DE LA DSI


Después de presentar las características fundamentales de la DSI, y disponiendo de una visión histórica
de la DSI, pasamos ahora a estudiar; aunque de modo genérico y con una mirada panorámica, los
contenidos generales de la Doctrina Social de la Iglesia.

El contenido total de la Parte General de la DSI se divide en tres sectores o bloques, según las
"Orientaciones" que nos sirven de pauta: principios generales, criterios para enjuiciar; y normas
comunes de acción social.

Todos estos elementos poseen valor permanente y tienen aplicación necesaria y directa sobre los temas
concretos particulares que se estudian en la Parte Especial de la DSI. Esta distinción ternaria reitera lo
establecido por Pablo VI en OA: principios de reflexión, normas de enjuiciamiento crítico, y directrices
para la acción.

Con el estudio de esta U.D. tenemos como objetivos:


- conocer los elementos que componen la parte General de la DSI; / - descubrir en qué consisten;
- valorar su importancia para la vida social.

Para ello, vamos a trabajar los siguientes apartados:

- Los principios generales de la DSI .


- Los criterios de juicio para enjuiciar correctamente las realidades sociales - Las directrices para la
acción social

1. Los principios generales de la DSI

La DSI, como corpus de enseñanzas oficiales y como disciplina científicamente estructurada, dispone de
un cuadro de principios generales, de carácter permanente y valor universal, que gravitan sobre todas y
cada una de las áreas particulares de la convivencia.

Hemos visto que su formulación no se ha producido de forma instantánea y global, sino de manera
sucesiva y por agregación. Su desarrollo y definición los ha ido determinando el servicio del hombre y,
por consiguiente, su defensa y promoción, dentro del contexto de cada época y de las necesidades
planteadas.

Aunque los documentos sociales del Magisterio no tienen una exposición sistematizada de tales
principios, desde 1989 se deben tener presentes los criterios oficiales de las "Orientaciones para ~J
estudio y la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la formación de íos sacerdotes", de la
Congregación para la Educación Católica.

Los principios generales son pocos en número y están divididos en dos grandes grupos: los principales y
los derivados de aquellos. Por claridad expositiva se pueden denominar principios de primer grado y de
segundo grado.

Los cuatro principios originarios o de primer grado

Este primer gran sector está formado por cuatro principios escalonados, que expresan las realidades
fundamentales y constituyen la base inamovible de toda la DSI. Son el principio teológico, el
cristológico, el antropológico, y el ius naturalista o del orden natural en su relación con el hombre.
Dicho con palabras concretas: Dios, Jesucristo, el hombre, y la naturaleza.

El principio teológico

Afirma la realidad suprema y primera: "Dios existe; ha creado el universo y el hombre". Es el principio
originario número uno de la DSI.

De categoría primordial. Afirma la trascendencia absoluta de Dios y su acción creadora y providente.


Subraya el origen divino de la dimensión social del hombre en todas sus manifestaciones correctas. Dios
es la causa primera, el fundamento último, y la finalidad de toda forma social.

Este principio es de razón y también de fe. En él se basa la recta razón y se funda menta y se justifica la
estima sincera que la DSI profesa respecto de toda fe religiosa monoteísta no cristiana.

El principio cristológico
El segundo principio originario, que prolonga y complementa el anterior, afirma que Jesucristo es Dios hecho hombre. Ha
entrado en la historia de la humanidad y ha redimido definitivamente al hombre. Este principio pertenece por entero al
área de la fe cristiana. La DSI presupone, afirma y proclama la divinidad de Jesús de Nazaret.

El principio ha tenido un desarrollo notorio en el Magisterio social de la Iglesia de la época contemporánea:

- La encíclica Quas primas (8) afirma que "bajo la autoridad de Cristo se halla toda la humanidad... Cristo tiene
autoridad sobre todas y cada una de las realidades sociales del hombre".

( - El Concilio Vaticano II lo reitera en la Constitución Gaudium et spes (22; 32; . 38; 45): todo lo comunitario tiene en
Cristo su asiento y fundamento últimos.

- Las Orientaciones (63) lo recogen para la DSI, "la cual hunde sus raíces en la historia misma de la salvación y
encuentra su origen en la misión salvífica y liberadora de Jesucristo y de la Iglesia". La .DSI es "una exigencia de la fe
a )t'! luz de la realeza de Cristo".

El principio antropológico

Afirma este tercer principio la primacía total -subordinada a Dios ya Cristo- del hombre por encima de todo el orden
material y en todas las formas y ámbitos de la convivencia humana.

Es el principio que define la dignidad del ser, de la persona humana. El hombre, todo hombre, es señor de las realidades
temporales. Es "imago Del' en el1iempo y en el espacio, administra solidariamente y usa responsablemente todos los
bienes de la creación.

Su directa, necesaria e intrínseca conexión con los dos principios anteriores, establece la dignidad inviolable y permanente
de la persona humana. En la DSI las dos formulaciones de este principio, principio antropológico y principio de la
dignidad humana, son sinónimas y su concepción del hombre brota conjuntamente de la razón y de la fe.

El principio del derecho natural

Está en conexión con los tres anteriores y afirma la existencia de la naturaleza, de un orden en la misma, y de su origen
divino.

Debe fijarse con exactitud el sentido de este principio, ante la variedad de significaciones y aun de contenidos que el término tiene en la
historia de la filosofía y del derecho.

Este principio sobre el orden de la naturaleza se reduce a afirmar el tema básico del destino universal de todos los bienes
materiales creados, para todos los hombres y para todos los pueblos. Es el gran principio que regula, por ejemplo, en lo
económico, el tema del desarrollo; en 10 jurídico, la institución de la propiedad; y en 10 filosófico, el grave problema de
un derecho justo y de un derecho injusto.

EL DERECHO NATURAL EN EL MAGISTERIO RECIENTE

Pío XII afirmaba que la Iglesia se ha preocupado siempre por suscita¡:; mantener despiertos y hacer eficaces
el conocimiento y la conciencia de un derecho natural claro y determ,inado, reguIador del cosmos irracional
y de la humanidad. El Concilio reiteró esta enseñanza (as, 16; 23; 74).

Sobre esa afirmación, Pablo VI propuso tres preguntas a las que dio sendas respuestas:

- ¿Existe realmente un derecho natural? Sí, la ley natural, la no escrita.

- ¿Es suficiente esta ley natural para guiar la vida social del hombre? No, necesita ex,. presión positiva,
codificada, social.
- ¿Es el derecho positivo por sí mismo un derecho justo? Sí, si se ajusta al derecho natural; de lo contrario,
no.

Los seis principios generales de segundo orden

Son los principios que proceden de los cuatro principios originarios o de primer orden. Aquí los enumeramos,
dejando su desarrollo para las unidades siguientes:

- la solidaridad, como expresión social de la radical fraternidad humana.


- el bien común o convergencia y colaboración de todos.
- la subsidiariedad, afecta directa y permanentemente a la autoridad social. - la participación, propia de los
gobernados.
- la vida social, concebida armónicamente.
- la justicia social.

Todos estos principios, que son derivados y universales, son de aplicación necesaria en todas las dimensiones
sociales del hombre, de acuerdo con el origen, naturaleza, objeto, y sentido de cada una de ellas.

2. Los criterios de juicio


para enjuiciar correctamente las realidades sociales

Pasamos al segundo bloque del contenido genérico de la DSI, al nivel medio, a los criterios permanentes,
siempre válidos, para enjuiciar de forma correcta las situaciones sociales.

La DSI no tiene como finalidad la mera contemplación especulativa ni el simple estudio de los grandes
principios indicados en el epígrafe anterior, sino promover y canalizar la acción social de los católicos,
histórica y localmente configurada, a la luz de los referidos principios. No es disciplina puramente abstracta,
sino impulso orientador para la vida diaria. Pertenece, por ello, a la DSI facilitar y garantizar un acierto
objetivo en el juicio crítico, nunca apriorístico, sobre las situaciones entre las que se mueve y concreta el
dinamismo social.

Los criterios de juicio

Por discernimiento se entiende la operación subjetiva, personal o institucionalizada, que analiza y emite un juicio
concreto ante una situación dada. Sujetos activos del discernimiento son el Magisterio ViVo de la Iglesia y también
loS particulares.

Tomados del Magisterio, pueden señalarse loS siguientes criterios prácticos:

- El conocimiento cierto del objeto o situación social que se enjuicia, y de la identidad cultural de cada comúnidad,
pueblo o agrupación social. Para ello están la capacidad personal de observación objetiva y la ayuda de las ciencias
humanas y sociales. .

- La capacitación profesional y la experiencia Correspondiente para juzgar con serio- Conocimiento de causa la
materia respectiva. Esta capacitación se requiere tanto en los autores calificados de la DSI Como en el ámbito de
loS particulares, de loS laicos, agentes de la evangelización o sujetos activos de las realidades temporales. Conviene
no olvidar a este propósito, la mayor competencia de loS seglares en buena parte del material social enjuiciable.

- Vigilancia, cautela e inventi va, para evitar que en el proceso de formación del juicio crítico se introduzcan
elementos procedentes de sistemas y métodos de análisis contrarios a la razón ya la fe, y para crear e inventar y
abrir nuevas vías de solución o proyectos nuevos de vida social. Ni apego inmovilista al pasado, ni ciega pasión por
lo nuevo.

Pero es fundamental la asimilación personal, honda y coherente, de los grandes principios, que en realidad actúan
también, a la hora de enjuiciar situaciones, como otros tantos criterios o valores para el discernimiento.

EL DEBER DE LA IGLESIA DE EMITIR JUICIOS

El Magisterio tiene el debe¡; y consiguientemente el derecho de "emitir su juicio moral, incluso sobre
materias referentes al orden político, cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la
salvación de las almas, utilizando todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de
todos, según la diversidad de tiempos y de situaciones" (GS, 76).

La Iglesia no puede ser neutral en el campo de la moralidad, ni puede practicar por sistema la abstención o
el silencio.

Pero la DSI, al formular juicios morales sobre situaciones, estructuras y sistemas sociales, no se reviste del
mismo grado de continuidad, propio del Magisterio de la Iglesia, cuando ésta se pronuncia sobre los
principios fundamentales. O lo que es igual: los criterios de juicio son siempre los mismos, pero el juicio
particular y concreto que resulte de aplicar esos criterios a los datos históricos, puede y aún debe varia¡;
porque tal juicio es contingente, depende de la conformidad o disconformidad de los datos de situación con
los grandes principios (Orientaciones,8).

Al cambiar objetivamente las situaciones examinadas, se modifica el juicio oral dado por la Iglesia en otra
situación anterior diferente. y debe añadirse que el juicio moral precedente, dado en su momento, sigue
siendo válido para aquella, situación. En definitiva, el enjuiciamiento "consiste en llega¡; a la luz de los
principios permanentes, a un juicio objetivo sobre la realidad social, ya concreta¡; según las posibilidades y
oportunidades ofrecidas por las circunstancias! ras opciones más adecuadas que eliminen las injusticias y
favorezcan las transformaciones políticas, económicas y culturales necesarias en cada caso particular".

3. Las directrices para la acción social

Es el tercer bloque del contenido genérico de la DSI, el terreno de la realidad inmediata, de las realidades
sociales diarias. Se mira a la determinación de las pautas o directrices de la acción, que forman parte también
de la DSI.

Estas pautas de acción, siguiendo las indicaciones de las Orientaciones, son las cinco siguientes: el respeto al
hombre, el ejercicio del diálogo, la lucha por la justicia, la experiencia de la vida y el compromiso político del
cristiano.

El respeto al hombre
A todo hombre, sin discriminaciones, ya todo el hombre, sin reduccionismos deformadores y unilaterales. En
cualquier medio y situación, porque el hombre es el prójimo, el sujeto activo y pasivo del segundo mandamiento.
Este respeto, como directriz de la acción social, no se limita a adoptar una actitud meramente pasiva e inoperante
sino que incluye un esfuerzo personal y diario para promover la total dignidad del prójimo, individuo o colectividad.
Las parábolas del buen samaritano (Lc 10,30-37) y del rico epulón (Lc 16,19-31) mantienen el valor de arquetipo
exigente -en la acción y en la omisión- de esta norma.

El ejercicio del diálogo


Este diálogo debe tener las siguientes características: respeto y coherencia, lealtad y realismo, intra y
extraeclesialidad, para hallar vías de solución eficaces que exijan la colaboración de todos.

Las dificultades al mismo pueden venir de los sistemas y de las instituciones que niegan un orden moral objetivo,
porque mantienen un léxico común con el nuestro, pero con términos de significación totalmente contraria. Es una
situación paradójica; pero no nueva.

En el ejercicio del diálogo debe distinguirse siempre entre el error y el sujeto que lo profesa, porque el equivocado
de hoy puede mañana liberarse del error. y hay que distinguir también los sistemas ideológicos en su estadio inicial
puro y los movimientos históricos nacidos de esos sistemas. Con el paso del tiempo pueden éstos liberarse de la
rigidez de aquéllos (MM, 205-297; PT, 158-159).

En el uso del dialogo, el cristiano debe combinar y alternar la dialéctica de la asimilación de los valores positivos del
interlocutor y el rechazo de aquello que no puede aceptar. Dialogar no es dejarse llevar por modas, presiones,
amenazas, sobornos o halagos (GS, 28).

La lucha por la justicia

Nos referimos a la lucha, noble y razonada, por la justicia social y por la solidaridad. La lucha por la justicia exige
una ascética, a la luz de la razón y sobre todo de la fe, para superar dos escollos:

- la cobardía, superable por la fortaleza del espíritu para eliminar injusticias y crear situaciones de justicia
consolidada;

- el impulso desordenado, ajustable por el criterio de la evolución, no el de la revolución.

La experiencia de la vida

Apunta esta orientación principalmente a los laicos, aunque abarque también a los pastores en su radio de acción.
La experiencia es, en todo orden de cosas, producto de la vida diaria conscientemente llevada.

La experiencia, de la que habla la DSI, se obtiene por dos vías no intercambiables, pero sí complementarias:

- la experiencia profesional, o saber práctico, es el conocimiento personal adquirido y aquilatado con los años, que
una persona logra en una realidad temporal determinada;

- la experiencia religiosa es también una necesidad práctica, no siempre atendida en grado suficiente, pero que para
la acción social cristiana es un requisito absolutamente necesario.

El compromiso político del cristiano


Este tipo de compromiso precisa disponer de ideas claras, que evite confusión y oscuridades. La fe cristiana
tiene en gran estima la dimensión política de la vida humana cuando atribuye un carácter natural a la
comunidad política, un origen divino último a la autoridad y la dignidad consiguiente de la obediencia, la
primacía ontológica y final del ciudadano, etc. Es una obligación del creyente hacer presente la fe católica en el
campo político. Esa fe generalmente subraya los valores naturales conocidos por la sola razón.

Esa presencia, que obliga a dar primacía a la fe en el campo de la política, y en otros campos, no elimina ni
reduce la autonomía correcta de lo temporal. Al contrario, la reconoce y refuerza. Pero en lo que toca a las
personas, hay que distinguir la acción que corresponde a la autoridad -universal y local- de la Iglesia, como
autora de la DSI, y la acción que corresponde, con preferencia siempre, a los seglares. Su desarrollo
pormenorizado se estudia al tratar el tema de la política

Conviene distinguir dos realidades en este campo:


- la alta política donde la primera, la Iglesia, en cuanto tal, y por tanto su autoridad, puede y debe juzgar los
sistemas y las decisiones políticas, cuando éstas se adentran indebidamente por el territorio de la moral;

- el compromiso político inmediato, entendido como toma de decisiones concretas, establecimiento y ejecución
de programas, organización de campañas, representación y defensa de intereses. .

En una palabra, ejercicio práctico del poder político, en el que los pastores deben mantenerse al margen. El
compromiso político inmediato, tarea obligada de los seglares, es un deber no delegado a los laicos por la
jerarquía, sino propio de su condición de bautizados y confirmados.

SINTESIS DE LA UNIDAD DIDÁCTICA

Principios, criterios y orientaciones de la DSI

Todos los principios generales son universales, permanentes, constantes. Pueden ser de dos tipos:

. Principios originarios o de primer grado, que son cuatro principios escalonados, que expresan realidades
fundamentales y constituyen la base inamovible de la DSI. Son:
- el principio teológico
- el principio cristológico
- el principio antropológico
- el principio del derecho natural.

. principios de segundo orden o derivados: que proceden de los anteriores. Son la solidaridad, el bien común, la
subsidiariedad, la participación, la vida social, la justicia social.

Los criterios de juicio son las normas siempre válidas para juzgar sistemas, estructuras, instituciones y situaciones
sociales concretas. Pueden señalarse los siguientes:
- conocimiento cierto del objeto o situación social;
- capacitación profesional y experiencia;
- formación de la conciencia social y de la sensibilidad social cristiana;
- vigilancia, cautela e inventiva.

Las directrices para la acción social están fijadas y son urgidas por el Magisterio. Por su universalidad son
aplicables a todos los sectores de la vida en sociedad. Los sujetos activos de estas directrices son, en primer
término, los laicos, y en segundo plano los pastores. Son: el respeto al hombre, el ejercicio del diálogo, la lucha
por la justicia, la experiencia de la vida, el compromiso político del cristiano.

~ Ficha de lectura

CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. "Orientaciones para el e,\'tudio y la enseñanza de la


Doctrina Social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes", Roma 1989.
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción "Libertad cristiana y liberación ", nn 7 I -96.

UNIDAD DIDACTICA IV

DIOS SE REVELA AL HOMBRE


Ahora vamos a realizar una afirmación inesperada y sorprendente: Dios ha descubierto su secreto
profundo al hombre y le comunica su vida. Esta afirmación, propia de la fe cristiana, es la que
constituye el objeto de esta U. D.

Sumario

1. La Revelación de Dios En qué consiste


Cómo se realiza

2. La Revelación es un diálogo entre amigos La Palabra, cauce de relación


personal
La Palabra, soporte de testimonio
La Palabra, vehículo de comunión

3. La Revelación acontece en la historia La Palabra y los hechos


La Palabra de Dios, palabra
encarnada

3. La Revelación se realiza mediante signos

4. Cristo Jesús, “mediador y plenitud de toda


la revelación” Dios ha hecho todo en su Verbo
No habrá otra revelación

1. LA REVELACION DE DIOS

La palabra “Revelación” proviene del término latino “revelatio”, “revelare”, que traduce el griego
“apokalitein” que significa “quitar el velo”, “desvelar”. En sentido literal, hablar de Revelación divina
es lo mismo que decir que Dios desvela, se despoja del velo que le cubre mostrando su rostro.

En la primera carta de Juan (1 Jn 1.2-3) se concreta en qué consiste la Revelación:

“…la Palabra de vida –pues la vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos
testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba junto al Padre y se nos manifestó-,
lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión
con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo”.

El objeto de esta Revelación es, para el autor del texto, “la vida eterna que estaba junto al Padre”,
la misma vida de Dios. La manifestación de la Palabra de la vida, de la que se da testimonio, es
el mismo Jesucristo, a través del que Dios quiere manifestarse a los hombres. La finalidad de
esta manifestación es la unión con los testigos de esta Revelación, que es lo mismo que decir “la
comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo”.

Es decir, que Dios manifiesta su vida y su intimidad en Jesucristo, para unir al hombre
consigo y darle la salvación, y esto se comunica a todos los hombres por testigos que han
visto y oído.

El número 2 de la Dei Verbum presenta la Revelación como una conversación entre Dios y los
hombres, entablada por iniciativa divina a impulsos de su amor:

“Dios invisible, movido por su gran amor, habla a los hombres como amigos y habita con
ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”.

Esta conversación se realiza mediante hechos y palabras a lo largo de la Historia de Salvación:

“Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre
sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la Salvación manifiestan y
confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su
parte, proclaman las obras y esclaren el misterio contenido en ellas.”

La plenitud de esta manifestación se realiza en Jesucristo, “la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros” (Jn 1.14):

“Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta
por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de la Revelación”.

De este texto conciliar podemos deducir tres rasgos que caracterizan la Revelación divina: es
un diálogo entre Dios y el hombre, que acontece en la historia (encarnación) y se realiza
mediante palabras y obras (signos).

2. LA REVELACIÓN ES UN DIÁLOGO ENTRE AMIGOS

En el número dos de la Constitución conciliar Dei Verbum, se describe la revelación divina como
un diálogo entre amigos. Dios, al revelarse, reconoce al hombre como un ser con capacidad para
escucharle, acogerle y responderle.

Por analogía con el diálogo humano, la revelación se realiza mediante la Palabra que se
convierte así en cauce de relación personal, soporte de testimonio y vehículo de comunión.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 52

“Dios, que “habita una luz inaccesible” (1 Tim 6,16), quiere comunicar su propia vida divina
a los hombres libremente creados por Él, para hacer de ellos, en su Hijo Único, hijos
adoptivos (cf. 1,4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de
responderle, de reconocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces con sus
propias fuerzas”.
LA PALABRA CAUCE DE RELACIÓN PERSONAL

Las palabras son instrumentos que transmiten, desvelan, implican, transforman, y


comprometen. Mediante su utilización las personas se comunican y establecen diferentes tipos
de relaciones. Entre todas ellas, la más profunda es la relación de amistad y amor.

Por su propia naturaleza, el coloquio entre Dios y el hombre reviste unas peculiaridades que le
diferencian de cualquier otro. A través de la Revelación, Dios comunica al hombre la intimidad de
su ser, su vida, para darle la salvación.

La Revelación es un diálogo entre amigos, es una relación que toma como modelo la
culminación de toda relación humana: el amor, la amistad.

En la relación amistosa, gestos y palabras se confirman mutuamente, desvelando su sentido


más profundo. Lo mismo ocurre en el diálogo de Dios con el hombre: gestos y palabras
expresan la identidad única de esta relación, que se renueva permanentemente.

LA PALABRA, SOPORTE DE TESTIMONIO

Testigo de un acontecimiento es quien, habiéndolo visto y oído, reconoce haberlo


presenciado. El testigo compromete su persona con lo que dice, y solicita de quienes le
escuchan su confianza: confianza en su persona, confianza en sus palabras.

A dios nadie le ha visto; la Palabra es quien nos desvela su intimidad, su ser más profundo, su
voluntad salvadora. Jesucristo es, al tiempo, Palabra y testigo. En su persona, el Padre
manifiesta su amor y cercanía a los hombres: “nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre; y quién
es el padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Lc 10,22).

En la cruz, Jesucristo manifiesta de forma suprema quien es Dios; por la Resurrección, el Padre
proclama su identificación con el Hijo. De estos hechos son constituidos testigos algunas
personas que, mediante la Palabra, van a ser enviados a congregar al nuevo Pueblo de Dios, la
Iglesia.

LA PALABRA, VEHÍCULO DE COMUNIÓN

Cuando las palabras que proceden del corazón humano, son acogidas y correspondidas,
provocan la comunión entre las personas. La comunión de vida, pese ha ser anhelada por todo
ser humano, habitualmente no es posible, apareciendo frecuentemente rebajada y frustrada en
sucedáneos que la desvirtúan.

La Palabra posibilita la …..


UNIDAD DIDÁCTICA V

LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN

1. La Tradición

La palabra “tradición” (traditio) designa en general, la acción de entregar o


transmitir algo a alguien.

Cuando hablamos de tradición pensamos, normalmente, en costumbres de antaño


que se valoran por su antigüedad o se desechan por su anacronismo. Actualmente
crece la convicción de que sin conexión con la tradición se pierde la orientación en
el presente y de cara al futuro.

Pero esta claro que lo antiguo no es bueno por el mero hecho de serlo. Existen
costumbres que han quedado desfasadas con el paso del tiempo, igual que
muchas cosas que actualmente están de moda, no resistirán el paso de los años.

El mismo Jesús critica “la tradición de los antiguos” (Mc 7,3.5), porque los judíos
habían sustituido el mandamiento de Dios por la “tradición humana” (Mc 7,8). Pero
en muchas cosas siguió la tradición de su pueblo, inspirándose abundantemente
en el Antiguo Testamento, aun cuando sustituyo la interpretación de los rabinos
por la suya propia: “Pero yo os digo” (Mt 5,22 y otros). Con esto vino a decir: “lo
que es tradición real y verdadera yo os digo”.

Así, el apóstol Pablo transmite lo que ha recibido de los cristianos y de las


comunidades anteriores a él (cf. 1 Cor 15,3). El principio de esta cadena de
tradición es Jesucristo: ”Del Señor recibí la tradición que os he transmitido” ( 1 Cor
11,23). Para Pablo, Jesucristo es la única y definitiva tradición es el mismo
Jesucristo como señor que está presente y activo en la Iglesia.

a) La Tradición Apostólica

Los propios Apóstoles, junto a otros cristianos muy cercanos a ellos, pusieron por
escrito esta Tradición. Desde la muerte de los Apóstoles, sus sucesores tienen
como encargo transmitir fielmente lo que de ellos recibieron a sucesivas
generaciones:
“Para este evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los
apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, dejando a su cargo el
magisterio”

Llamamos Tradición Apostólica a todo aquello que los Apóstoles


recibieron de Jesucristo y aprendieron por la acción del Espíritu
Santo y ellos, a su vez, transmitieron mediante la predicación, el
testimonio de su vida y diversas instituciones.

La tradición apostólica quedó constituida de este modo en origen y norma de toda


la Tradición posterior de la Iglesia. Esta tradición, que proviene de los apóstoles,
esta integrada por:

 Palabras orales y escritas;


 Formas de vida comunitaria y litúrgica;
 Modelos y estilos de vida cristiana;
 Instituciones y tradiciones eclesiales.

Son parte viva de esta tradición las enseñanzas de antiguos escritores que
llamamos padres de la Iglesia y Doctores de la Iglesia, las liturgias antiguas, la
vida de los grandes Santos, el arte cristiano, ciertas formas de servicio al prójimo,
y diversas manifestaciones del estilo de vivir de la comunidad cristiana.

Esta tradición eclesial no es un tesoro muerto, que las generaciones cristianas


reciben o dan sin más. La tradición, en la Iglesia, progresa bajo la asistencia del
Espíritu Santo. La Iglesia comprende con mayor profundidad todo lo que, desde
Jesús y los apóstoles, ha ido transmitiéndose en su seno. A ello han contribuido y
construyen la meditación y reflexión de los creyentes, la inteligencia de la
experiencia cristiana; También de la predicación de sus pastores.

Contribuye, además, a este mayor conocimiento y expresión de la tradición, la


implantación de la Iglesia en tantos pueblos de tan diversas culturas: tal
implantación obliga a la Iglesia a investigar y comprender mas profundamente el
ministerio de Cristo y expresarlo mejor en la celebración litúrgica y en la vida de la
comunidad (GS 58).

b) El Deposito de la Fe y el Magisterio de la Iglesia

Él depósito sagrado de la fe (“deppositum fidei”), contenido en la Sagrada


Tradición y en la Sagrada Escritura, fue confiado por los apóstoles al conjunto
de la Iglesia:
“Fiel a dicho deposito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores,
persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y
en la oración, y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles
en conservar, practicar y profesar la fe recibida”.

Con la asistencia del Espíritu Santo, el Magisterio enseña puramente lo


transmitido como depósito de la fe, “lo escucha devotamente, lo custodia
celosamente, lo explica fielmente” y saca de él todo lo que propone como
revelación de Dios para ser creído.

El Magisterio vivo de la Iglesia esta ejercido, en nombre de Jesucristo, por los


obispos en comunión con el Papa, sucesor de Pedro. Por este servicio, todo el
Pueblo de Dios puede permanecer en la verdad que libera, profesando sin error
la fe autentica.

La Iglesia no dejara de caminar hacia la plenitud de la verdad divina mientras dure


el tiempo de este mundo. Las palabras, formulaciones y símbolos que ya en esta
tierra apuntan realmente hacia la verdad, solo serán comprendidos del todo,
cuando una vez consumada la historia, alcancen su total cumplimiento. Entonces
se comunicara a los santos la clara luz de la verdad, que es Dios mismo, y las
promesas de salvación plenamente realizadas resplandecerán en toda verdad.

2. La Biblia, palabra inspirada

a) La enseñanza de la Biblia

Los cristianos tenemos conocimiento de la inspiración divina por la Biblia, siendo


después de la Iglesia quien establece y define la inspiración.

En la Biblia hay toda una serie de afirmaciones según las cuales sabemos que su
contenido es “Palabra de Dios”. El hecho de que la expresión “palabra de Yahvé”
aparezca 241 veces sólo en los escritos del Antiguo Testamento, es señal
inequívoca de que los autores bíblicos eran los primeros convencidos de esta
verdad singular: la palabra de la Biblia es Palabra de Dios.

Esto se ve, sobre todo, en los escritos de los profetas: aquellos hombres tenían el
convencimiento de que sus propias palabras eran palabra de Dios para las
generaciones futuras. Por eso, con frecuencia, las palabras de los profetas son
coleccionadas bajo él titulo: ”Palabra del Señor que recibió…”

Pero sin duda, los testimonios más claros a favor de la inspiración de la Biblia se
encuentran en el Nuevo Testamento. Estos testimonios son concretamente tres:
 “(A los apóstoles) Les fue revelado que las cosas que ahora os anuncian
quienes os proclaman el Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo enviado
desde el cielo, no eran para ellos, sino para vosotros. Cosas que los mismos
ángeles desean contemplar”.

En este texto se dice claramente que el Evangelio es el medio por el que el


Espíritu Santo se ha comunicado con los hombres. Por lo tanto, el evangelio se
atribuye al Espíritu Santo.

 “Sabed que ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por


cuenta propia, pues ninguna profecía procede de la voluntad humana, sino
que, impulsados por el Espíritu santo, algunos hombres hablaron de parte
de Dios.”

Aquí se habla de la palabra profética, no solo la pronunciada oralmente, sino


también la escrita. Y de todo eso se afirma que lo escribieron los hombres
“movidos por el Espíritu Santo”. Por consiguiente, el Espíritu Santo ha intervenido
de manera decisiva en la formación y composición de los escritos de la Biblia.

 “Toda Escritura ha sido inspirada por dios, y es útil para enseñar, para
persuadir, para reprender, para educar en la rectitud”.

Aquí la palabra clave es el término griego “Zeópneustos”, que se compone de dos


palabras: “Zeos” (Dios) y del verbo “pneo”, que significa “inspirar”. Por tanto,
quiere decir “inspirado por Dios”. En consecuencia, el texto afirma que la Escritura
ha sido inspirada por Dios.

b) En que consiste la inspiración

La Iglesia enseña, en su doctrina oficial, que la Biblia ha sido inspirada por Dios.
Sobre este tema, el Concilio Vaticano II hace cuatro afirmaciones
fundamentales:

- Todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento han sido escritos por
inspiración del Espíritu Santo;
- Tienen a Dios como su autor;
- Como tales, han sido confiados a la Iglesia;
- Los escritores inspirados son también verdaderos autores literarios de los
libros sagrados (Dei Verbum 11).

Por consiguiente, aquí nos encontramos con una doble afirmación, que interesa
directamente a nuestro tema:

- Dios es el autor de todos los libros de la Biblia;


- Esos libros tienen sus autores humanos que son verdaderos autores
literarios.

¿Cómo compaginar estas dos afirmaciones?

Por una parte, esta claro que afirmamos que Dios es verdadero autor de la Biblia,
no nos referimos a la sola intervención general de su providencia. Por que, en ese
sentido, se podría decir, de alguna manera que Dios es autor de todo. Por lo tanto,
se trata de una intervención especial de Dios, en el caso de los escritos
bíblicos.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los autores humanos de la Biblia son
autores verdaderos, es decir, personas que han actuado con todas sus
facultades al escribir sus obras. Entonces, ¿en qué sentido se puede decir que
Dios es verdadero autor de la Biblia?

Para responder a esta cuestión, vamos a ver primero lo que no es inspiración.


La inspiración no consiste:

- En un mandato o invitación de Dios al escritor, dejado, después, solo con sus


propios recursos en la composición de la obra.

- En un especial cuidado, por parte del Espíritu Santo, para que el autor
humano no se equivoque, ya que eso es mas bien lo propio de la infalibilidad
del Papa o de un Concilio Ecuménico.

- En el solo hecho de que la Iglesia de su aprobación a un libro determinado.

- En una especie de dictado mecánico que Dios haría al autor humano porque,
en ese caso, el autor no seria verdadero autor y se reduciría a la simple
condición de un secretario o amanuense.

La inspiración de la Escritura implica un influjo especifico positivo del


Espíritu Santo en las facultades del escritor, de tal profundidad y
eficacia que se puede decir que la obra escrita tiene al Espíritu Santo
como autor principal.

Con todo, al afirmar esta acción inspiradora del Espíritu Santo, no hemos de
imaginar la actividad del escritor sagrado como la de un mecanógrafo o secretario
que escribiera al dictado. Los escritores bíblicos son verdaderos autores literarios
de sus escritos en un grado no inferior al de cualquier otro autor humano. Y, sin
embargo, Dios es el autor en un sentido mas pleno y radical que el escritor
sagrado, aunque en un nivel diferente.

c) El canon Bíblico

La palabra griega Kanon designa una caña larga que era utilizada para medir
longitudes. De ahí que se traduzca por “medida”, ”regla”, ”norma”.

De entre los 73 libros que forman parte de la Biblia (cf Mensaje Cristiano II, Biblia
y Jesucristo, U.D. 1) la mayoría fueron considerados inspirados siempre y en
todas las comunidades cristianas. Se denominan protocanónicos.

Sin embargo, algunos libros de la Biblia (catorce en concreto) no estuvieron


siempre y en todas partes en el canon; son llamados deuterocanónicos, o que
entraron en el canon en un segundo momento.

Con todo, se debe afirmar que tanto los protocanónicos como los
deuterocanónicos están igualmente inspirados, ya que un escrito cuando se
le reconoce como inspirado.

Para que un libro sea reconocido como inspirado, el criterio normativo es la


práctica de la Iglesia, la consideración que ese libro tuvo en las comunidades
cristianas. El concilio de Trento indica dos datos de referencia:

- El uso de leer tales libros en la Iglesia católica;

- Su presencia en la vulgata, la traducción latina de la Biblia realizada por S.


Jerónimo en los siglos IV y V.

3. Unidad y verdad de la Biblia

a) La unidad de la Biblia

Hemos dicho que la Biblia no es libro, sino un conjunto de libros que hablan de
cuestiones muy diversas: historia, leyes, culto, poesía, oraciones, profecías, etc.

Esta diversidad de libros y temas nos puede hacer pensar que la Biblia es un
conjunto de libros sin unidad alguna, que se han adjuntado de una manera mas o
menos artificial. Pero eso no es así. Se puede y se debe afirmar que la Biblia
forma un todo homogéneo y contiene una unidad muy profunda. Esta unidad se
evidencia por el hecho de que dios es el autor de todos los libros de la Biblia, en el
sentido anteriormente explicado. Pero, sobre todo, la unidad de la Biblia se explica
por el acontecimiento de Cristo:
Cristo es el centro de toda la Biblia, de tal manera que el Antiguo
Testamento es profecía y promesa, que apunta al acontecimiento de
Cristo, mientras que el Nuevo Testamento es la presentación y la
explicación de ese acontecimiento ya realizado.

En ese sentido, resulta elocuente lo que el propio Jesús les dijo a los discípulos de
Emaús:

“Y, empezando por Moisés y siguiendo por todos los Profetas, les explico lo
que decían de Él las escrituras”.

Es decir, todas las Escrituras de Antiguo Testamento se refieren, como profecía y


anuncio el acontecimiento de Jesús, el Cristo.

Pues bien, a la luz de este acontecimiento, se han de leer todos los libros de la
Biblia, buscando en ellos lo que no quieren decir acerca de Cristo. El
acontecimiento de Cristo no es amenaza y condena, sino salvación y
esperanza. Por lo tanto, desde ese punto de vista hay que leer toda la Biblia,
porque en esto consiste su mensaje profundo. El centro de la Biblia es el
Evangelio, la “buena noticia” que es el mensaje de la salvación y de la esperanza.

b) La verdad de la Biblia

El Concilio Vaticano II en la Dei Verbum número 11 hace sobre este tema las
siguientes afirmaciones:

- Lo que quieren decir los autores inspirados ha de tenerse como afirmado


por el Espíritu Santo.

- Las Sagradas Escrituras enseñan la verdad que Dios quiso consignar en


ellas para nuestra salvación.

- Las Sagradas Escrituras enseñan esta verdad firmemente, con fidelidad y


sin error.

Según la enseñanza de la Iglesia, en la Biblia no se contiene error alguno. Ahora


bien, en la Biblia hay afirmaciones que no están de acuerdo con lo que nos
enseña la ciencia, por ejemplo, que Dios creó el mundo en seis días o que el sol
se paro en el cielo, como si fuera el sol el que da vueltas alrededor de la tierra.
¿Qué pensar de éstas y otras cosas semejantes?
Para responder a esta cuestión, hay que tener en cuenta que la verdad que nos
enseña la Biblia es un mensaje religioso, no de una certeza científica.

Dicho de otra manera, lo que la Biblia nos quiere decir enseñar es la


gran verdad de nuestra salvación en Cristo y por Cristo. Y en eso la
Biblia no se equivoca.

Los libros de la Biblia se escribieron en un tiempo en que los conocimientos,


científicos eran muy escasos y, naturalmente, los autores de la Biblia hablan de las
cosas como hablaba la gente en aquellos tiempos. Por lo tanto, no se tiene el
calentarse la cabeza para ver como conseguimos poner de acuerdo a la Biblia con
la ciencia moderna. La Biblia no es un libro de ciencia, sino un libro religioso.
Desde ese punto de vista, se ha de interpretar todo lo demás.

Muchas veces los autores bíblicos hablan de tal manera que nos parece extraño lo
que dicen. En esos, hay que tener en cuenta él genero literario que utilizan (cf.
Mensaje Cristiano II, Biblia y Jesucristo, U.D.1). Por ejemplo, el evangelio dice que
llegara el día en que: “el sol sé oscurecerá y la luna no dará resplandor, las
estrellas caerán del cielo, y las fuerzas celestes se tambalearan” (Mc 13,24-25).

Esas palabras están dichas en genero apocalíptico y en ese genero literario


quieren expresar la conmoción de toda la realidad la humana sobre todo por la
intervención ultima y definitiva de Dios.

c) La enseñanza moral en la Biblia

Queda todavía una cuestión por aclarar. A veces, en el Antiguo Testamento se


cuentan cosas que nos parecen poco edificantes, incluso en determinados casos,
autenticas barbaridades. ¿Qué pensar de estas cosas? ¿No parece que, de esta
manera, la Biblia nos incita a practicar el mal?

Por ejemplo, las matanzas humanas que organizaron los israelitas cuando
conquistaron la tierra de Canaán, el sacrificio de la hija de Jefté por su
propio padre, o simplemente, las mentiras de Abraham y de Jacob (Jos
6,17-26; Jue 11,29-40; Gen 27).

Ante todo, hay que tener en cuenta que, en la mayoría de los casos, el autor no
reprueba ni recomienda la conducta moral de aquellas personas. El autor no
presenta a los personajes bíblicos como autores ejemplares en todo. Ni mucho
menos. La Biblia presenta la vida tal como es, con su crudeza y realismo.
Porque lo maravilloso es que precisamente a través de la Biblia todas estas
peripecias, Dios ha querido comunicarse con los hombres y darse a ellos. Eso es
lo maravilloso del mensaje bíblico.
Por otra parte hay que tener presente que la Biblia, en especial el Antiguo
Testamento, no es un código moral. La Biblia es historia de salvación, pero
una historia en la que son protagonistas los hombres, con sus miserias y sus
virtudes, sus violencias y sus maldades. En esta historia, Dios manifiesta su
fidelidad, su misericordia, su propósito de salvar a los hombres a pesar de
todos los pecados y maldades del mundo. De esa manera, la Biblia nos lleva al
acontecimiento central de Cristo. Y es a partir de Cristo desde donde los
creyentes tenemos que organizar nuestra conducta. A eso apunta toda la
enseñanza moral de la Biblia.

4. Diversos sentidos de la Escritura

Siguiendo el documento de la Pontificia Comisión Bíblica “La interpretación de la


Biblia en la Iglesia”, podemos distinguir tres sentidos en la Escritura: el literal, el
espiritual y el pleno.

a) Sentido Literal

Es el que pretende definir el sentido preciso de los textos tal y como


han sido escritos por sus autores. No sólo es importante hacerlo, sino
imprescindible.

El sentido literal es el que ha sido expresado por los autores humanos inspirados.
Debido a que es el fruto de la inspiración, puede deducirse que es el sentido
querido por Dios, autor principal. Se puede llegar mediante un análisis preciso del
texto, situándolo en su contexto literario e histórico. Esta es la tarea de los que
ocupan del estudio de la Biblia.

El sentido literal no debe confundirse con el sentido literalista: no basta


traducir un texto palabra por palabra para encontrar el sentido literal.

En un texto metafórico, su sentido literal no es el que resulta de la comprensión


inmediata palabra por palabra: “Tened ceñida la cintura” es un dicho evangélico
cuyo sentido literal va mas allá de lo apretado que este el cinturón. De semejante
forma, en un relato, no todo lo narrado quiere afirmar que los hechos se han
producido de esa manera. Para ello será preciso tener en cuenta él genero literario
empleado en el relato de los acontecimientos.

b) Sentido Espiritual

El sentido espiritual es el expresado por los textos bíblicos cuando se


leen bajo la influencia de Espíritu Santo en el contexto del ministerio
pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él.
Entre el sentido espiritual y el sentido literal existe una profunda relación:

- Siempre que se refieran al ministerio pascual de Cristo o a la vida nueva


que se resulta de él no hay distinción entre los dos sentidos; Por ello, en el
Antiguo Testamento, son numerosas las ocasiones en que coinciden ambos
sentidos, reconociendo la fe cristiana una relación anticipada con la vida nueva
traída por Cristo.

- Cuando hay distinción, el sentido espiritual nunca puede carecer de la relación


con el sentido literal, ya que sino seria imposible hablar de cumplimiento de la
Escritura.

- El sentido espiritual relaciona el texto con el acontecimiento pascual. La lectura


individual o comunitaria precisa relacionar tres niveles de realidad que se
complementan: el texto bíblico, el misterio pascual y las circunstancias
presentes de vida en el Espíritu.

c) Sentido Pleno

Se puede considerar el sentido pleno como otro modo de designar el sentido


espiritual de un texto bíblico, en los casos en que el sentido espiritual se distingue
del sentido literal. Su fundamento es que el Espíritu Santo, autor principal de la
Biblia, puede guiar al autor humano en la elección de sus expresiones de tal
modo que ellas expresen una verdad de la cual él no percibe toda su
profundidad.

El sentido pleno se define como un sentido profundo del texto, querido


por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano.

Se descubre la existencia de este sentido en un texto bíblico, cuando se lo


estudia a la luz de otros textos bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el
desarrollo interno de la revelación. Se trata, pues, del significado que un autor
bíblico atribuye a un texto bíblico anterior, cuando lo vuelve a emplear en un
contexto que le confiere un sentido literal nuevo; o bien de un significado, que una
tradición doctrinal autentica o una definición conciliar, da a un texto de la Biblia.

Por ejemplo, Mateo 1,23 da un sentido pleno al oráculo de Is 7,14 sobre la


joven que concebirá, al utilizar la traducción griega que dice “la virgen
concebirá”. Así mismo, la definición de pecado original del Concilio de
Trento proporciona el sentido pleno a la enseñanza de Pablo en Rm 5,12-
21, a propósito de las consecuencias del pecado de Adán para la
humanidad.

UNIDAD DIDÁCTICA VI

CREO, CREEMOS

1. Creo

A Dios, que se revela como Creador y como Padre e inicia de este modo él
dialogo con el hombre, este le responde con la “obediencia de la fe” (cf. Rom 1,5;
16,26). Por la fe sometemos nuestra inteligencia y voluntad a Dios y a todo lo que
Él nos ha dicho y revelado.

La fe cristiana es mucho más que “dar por verdadero” una serie de enunciados
abstractos que no se pueden demostrar. Para la Sagrada Escritura, “creer”
significa sentirse seguro de Dios, confiar en Él y contar con Él, basar en Él la
existencia y encontrar en Él apoyo y estabilidad (cf. Is 7,9).

En este sentido, la fe no es ni un puro asentimiento intelectual, ni tampoco un


mero sentimiento, sino que implica la entrega de todo nuestro ser a Aquel que
es mayor que nosotros. En una palabra, es un acto de confianza absoluta.

Como el que hizo Abraham que “por la fe, obedeció y salió para el lugar que había
de recibir en herencia, y salió sin saber a donde iba a ir” (Heb 11,8). O como el
que realizo María al decir: ”He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu
palabra” (Lc 1,38).

En el nuevo testamento, “creer” significa caminar en seguimiento de Cristo, en


comunión con Él, quien ha confiado en el Padre y lo ha obedecido hasta la cruz:
desde el aparente abandono de la muerte, Jesús ha recibido el auxilio del Padre,
que lo ha resucitado. La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe,
del camino que han de recorrer todos los cristianos, fundados en la esperanza,
que nos permite conocer el fin.

En este sentido, la fe cristiana es un proyecto de vida que lo abarca todo, una


actitud integral de la existencia, en la que el creyente se identifica con la
actitud fundamental y más intima de Jesús. Por este motivo, la fe lleva consigo
la transformación mas profunda del hombre, de sus ideas y de us vida:
significa ser hechos, en Cristo, nuevas criaturas (cf. Gál 6,15; 2 Cor 5,17).
a) La fe, don de Dios

Esta confianza absoluta en Dios nos abre a una nueva visión de la realidad,
porque nos hace capaces de ver con los ojos de Dios. Por que la fe es respuesta
a la llamada previa de Dios, es encuentro personal con Dios que se revela (“creo
en ti”) antes de ser asentimiento a lo que Dios revela (“creo lo que tu me dices”).

En este abandono confiado en Dios, el creyente no cree porque conoce, sino que
conoce porque cree. Y lo que conoce es el amor de Dios, al que no puede
responder de otro modo que con el amor de Dios, a lo que es y a lo que nos dice.
Así, solo cuando nos ponemos totalmente en manos de Dios, Él nos revela el
ministerio de us ser y de su voluntad.

Ciertamente ni la entrega que supone la fe ni la nueva luz que concede es obra


nuestra, sino obra de Dios, gracia que se recibe gratis. Cuando San Pedro
confeso que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, Jesús le aclaró:

“Esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que esta


en los cielos” (Mt 16,17).

Por eso la Iglesia afirma:

“Para dar respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto al auxilio
interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige Dios, abre los ojos del Espíritu y concede a
todos gusto en aceptar y creer la verdad.” (DV, 5)

b) La fe, acto humano

Sin embargo, esto no quiere decir que el hombre reciba este don sin poner nada
de su parte. La fe es también un acto plenamente humano y, como tal,
esencialmente libre:
“El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe estar obligado contra su voluntad
a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza.” (DH, 10)

De ahí que la fe sea también una tarea. Debemos cuidarla y hacerla crecer
alimentándola con la Palabra de Dios, la oración y los sacramentos y ponerla
en practica para que impregne toda nuestra vida. De este modo, la fe se realiza
en la vida y la vida expresa la fe (cf. Mt 7-,24-27).

c) La fe es cierta, pero también oscura


La fe es cierta y firme, más cierta que todo el conocimiento humano, porque se
funda en la Palabra misma de Dios que no puede engañarse. Pero, al mismo
tiempo, es oscura, porque las verdades que nos descubre hacen referencia al
misterio de Dios, no son plenamente comprensibles por nuestra inteligencia
humana.

Por eso podemos experimentar dificultades y dudas, que, lejos de disminuir la


certeza de nuestra fe, la purifican y la hacen crecer. Porque estas dificultades
nos hacen caer en la cuenta de que la fe supera nuestras capacidades
naturales. Al experimentarlas, el creyente recurre una y otra vez a la oración:
“Creo, Señor, pero ayuda a mi pobre fe” (Mc 9,24).

d) La fe, acto personal y eclesial

Y aún nos queda por constatar algo importante. La fe es un acto personal, pero
no un acto que hace el individuo de forma aislada. Porque nadie se ha dado así
mismo la fe, sino que la ha recibido de quienes ya creían antes que él: la fe de la
Iglesia precede a mi fe personal.

Por eso, nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo:

- En primer lugar, porque todos recibimos la fe a través de otros: los padres,


los educadores, la comunidad cristiana; en definitiva, a través de la Iglesia,
que es la que engendra, conduce, alimenta y sostiene nuestra fe. Creemos por
la Iglesia y en la Iglesia.

- Pero es que, además, creemos también para los demás hombres. Si Dios nos
ha dado el don de la fe de modo totalmente inmerecido, es para que lo
transmitamos a otros. Todo creyente es misionero, porque es enviado a
proclamar y difundir la fe.

2. La fe, centro y fundamento de la vida del cristiano

La fe no puede relegarse a la periferia de la vida, o a la “privacidad”. Si Dios es el


fundamento y está en el centro de la vida del hombre, la adhesión, y la
obediencia de la fe que el hombre presta a Dios, esta también en el centro.

La fe cristiana es verdadera fe cuando toda la existencia del cristiano se


estructura y desarrolla en torno a ella, de modo que la fe no es algo añadido a
su persona, sino que es el principio motivador y operante de toda su vida.

La fe se convierte, entonces, en la fuerza que transforma e inspira “los


criterios del juicio, los valores determinantes, los puntos del interés, las
líneas del pensamiento las fuentes inspiradoras y los modelos de vida”.
(EN, 19) del cristiano.
Así es como el cristiano “vive de su fe” (Rom 1,17); desplegando desde ella todo
su proyecto vital, procura que nada quede al margen de ella; y en la medida en
que se cultiva y madura, va creciendo sin cesar fecundando la totalidad de su
existencia. En esto consiste la deseada síntesis entre la fe y la vida.

Por eso no podemos considerar la fe como algo que tenemos “de una vez para
siempre”, como una “posesión preciosa”. Tampoco tiene respuestas prefabricadas
para todas las situaciones de la vida.

La fe cristiana vive de la relación amorosa, viva y personal con Dios, no sólo


de la practicas piadosas o de la formulas con que solemos confesarlas.

En una época de crisis como la actual, la fe cristiana solo puede cimentarse en la


escucha de Dios, en la intimidad con Él y en la puesta en practica de su
palabra, pues:

“El que escucha mis palabras y las pone en practica es como aquel hombre que
edifico su casa sobre roca. Cayo la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los
vientos y se abatieron sobre la casa, pero no se derrumbo, porqué estaba
cimentada sobre roca.” (Mt 7,24-25).

a) Tener experiencia de la fe

En el pasaje de la samaritana descubrimos que su testimonio ante sus paisanos


hubiera sido impensable e ineficaz antes de descubrir a “ese hombre” como el
Mesías. Solo cuando se ha producido en el encuentro y reconocimiento por su
parte de que Jesús es el Mesías, es creíble su testimonio.

Creer en Dios, vivir la fe, significa:

- Tener experiencia personal de Dios y de Jesucristo. Una experiencia que


brota y arranca del encuentro personal con Él y que lleva a descubrir que
solamente Él da respuesta a los interrogantes, anhelos y preguntas mas
intimas y vitales.

- Que cuanto creemos no es un conjunto de verdades, de palabras o de


formulas, sino que nuestra fe es adhesión a una persona a quien creemos y
en quien hemos puesto toda nuestra confianza, fruto de una constante
relación interpersonal que solo el amor hace crecer.
Tener experiencia de fe es mantener una relación interpersonal con el dios
vivo y verdadero, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

En esta relación interpersonal con Dios:

- Se nutre de la escucha de su Palabra y de la oración, es decir, de leer la


Sagrada Escritura como lo que es: “Palabra de Dios”, y de orar a Dios en
Jesucristo como hijos suyos;

- Se traduce en vivir como “hijos de Dios”, haciendo la voluntad del Padre,


amando a los hombres como hermanos. Quien tiene esta experiencia se
convierte en “sal de la tierra” y ”luz del mundo” (cf. Mt 5,13-16).

3. Creemos

El cristiano no vive su fe en solitario. La fe cristiana es comunitaria porque se es


cristiano en la Iglesia y gracias a la Iglesia. La Iglesia no es algo opcional para el
cristiano, en el sentido de que pueda optar y vivir la fe cristiana pero “al margen” o
“fuera” de la Iglesia. Fe personal y fe eclesial se requieren mutuamente.

Ciertamente, la fe es un acto personal. Pero llegamos a la fe, podemos decir “yo


creo”, gracias al “nosotros creemos” que pronuncia la Iglesia:

- Es la Iglesia la que nos ha hecho y hace llegar continuamente la palabra de


Dios y su presencia salvadora en los sacramentos;

- Es ella la primera que nos anuncia a Cristo Salvador y Señor nuestro;

- Por eso es en ella donde la fe cristianan se alimenta, purifica y enriquece;

- Es en ella donde la fe se nutre y expresa en un lenguaje común el de los


cristianos.

Es nuestra cultura individualista y fragmentada, la fe cristiana necesitada hoy


patentizar su dimensión comunitaria. Nuestra fe personal precisa de la fe de los
demás cristianos, necesita expresarse y celebrase en común:
- Que sea la Iglesia la que nos convoque como pueblo de Dios redimido y
salvado;

- Que sea la fe que cree vínculos de unidad y fraternidad, porque rebasa los
lazos normales de vecindad o paisanaje;
- Que sea la fe eclesial la que nos convoque y reúna para celebrar la salvación
que Dios nos ha otorgado gratuitamente en Cristo en los sacramentos y, sobre
todo en la Eucaristía;

- La que nos envía a anunciar el Evangelio y a transformar el mundo con la


fuerza del Espíritu Santo.

Al vivir y compartir la fe en comunidad, es la propia fe, iluminada por la Palabra de


Dios, la que nos lleva a:

- Crecer en la fe;

- Descubrir los carismas, ministerios y tareas que el Espíritu va haciendo surgir y


a secundarlos;

- Sostenernos en momentos de dificultad y alegrarnos en los momentos de


gozo;

- Apoyarnos en las debilidades y a madurar para alcanzar la talla de Cristo.

4. La fe, encarnada y testimoniada

La encarnación de Cristo es la mayor prueba de que Dios no es enemigo del


mundo; pero también es prueba de que no es posible creer en el Dios y Padre de
Jesucristo al margen o huyendo de este mundo. Y la razón es bien clara: “Tanto
amo dios al mundo que le entrego a su Hijo único” (Jn 3,16).

El Concilio lo expreso bellamente:

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada
hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón […] La
Iglesia por ello se siente intima y realmente solidaria del genero humano y
de us historia.” (GS, 1)

Por eso, él campó del mundo es el lugar de la siembra de la semilla de la Palabra,


el ámbito en el que va creciendo, no sin dificultades, el Reino de Dios, la era en
que se bate el trigo y la cizaña, pero también el lugar donde se recoge la cosecha,
en el que los jornaleros de Dios que somos los cristianos vamos sembrando no sin
fatiga lo que nos dice el Señor Jesús.
Así vamos transformado el mundo según Dios. Una fe que no encarne en el
mundo corre el riesgo de ideologizarse, de convertirse en teoría sobre Dios, pero
no en adhesión al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

a) Una fe testimonial

Decía S. Pablo:

“Si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón
que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvaras.” (Rom 10,9).

Es decir, la fe no es “para uso privado” del cristiano; tampoco para recurrir a ella
en momentos de dificultad, ni mucho menos para tenerla como “tapa agujeros”. La
fe es para anunciarla a todo el mundo sin ningún complejo de superioridad, porque
servimos al Reino de Dios; pero igualmente sin ningún complejo de inferioridad,
como pidiendo permiso para anunciarla.

La fe, por tanto, no se vive en lo privado, en la “clandestinidad” y a escondidas,


como quien disfruta de un hermoso cuadro de us colección privada. El cristiano
vive su fe en el anuncio gozoso de quien ha encontrado al Mesías (cf. Jn 1,46)
para que quien lo oiga participe también de la vida de comunión con el Padre
gracias a Cristo.

No puede vivirse la fe con la actitud vergonzante del silencio. Todo el que ha oído
a Cristo y se ha adherido a Él, se convierte en testigo de Cristo. Por eso, el
testimonio nos es hoy más necesario que nunca.

Pablo VI dijo, referido a la Iglesia, pero valido para cada cristiano:

“Hay que subrayar esto: para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en el testimonio de
vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir a la vez
consagrada igualmente al prójimo con un celo sin limites. El hombre contemporáneo escucha mas a gusto
a los que dan testimonio que a los que enseñan […] o si escuchan a los que enseñan es porque dan
testimonio.” (EN, 41)

b) Una fe que se vive en el amor

No es tarea fácil vivir como cristianos en un mundo secularizado, desunido y a


veces enfrentado. Por eso el Papa, en la Tertio Millennio Adveniente, afirma la
necesidad de que cada cristiano sea testigo y agente de una nueva forma de
vida, derivada de su seguimiento en Cristo y de su compromiso por el Reino de
Dios.

En efecto, Juan Pablo II ha señalado:


“Recordando, además, que “Cristo […] en la misma revelación del
ministerio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al
propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” […] será
oportuno afrontar la vasta problemática de la crisis de civilización, que se
ha ido manifestando sobre todo en el Occidente tecnológicamente mas
desarrolla, pero interiormente empobrecido por el olvido y la marginación de
Dios. A la crisis de civilización hay que responder con la civilización del
amor, fundada sobre los valores universales de la paz, solidaridad, justicia y
libertad, que encuentran en Cristo su plena realización.”

A esa tarea estamos convocados todos los cristianos en estos tiempos de cambio
de época en que nos ha tocado vivir. En ello le va mucho, no- solo a la civilización
occidental, sino al mundo y a nuestra identidad cristiana:

“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los


ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro,
renovar a la misma humanidad: “He aquí que hago nuevas todas las
cosas.” Pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay, en
primer lugar, hombres nuevos, con la novedad del Bautismo y de la vida
según el Evangelio.” (EN, 18)

UNIDAD VII
CREO EN DIOS PADRE

1. DIOS, PADRE DEL ISRAEL


2. DIOS EDUCA Y CONDUCE A SU PUEBLO COMO UN PADRE
a. DIOS EDUCA A SU PUEBLO
b. LA REBELDÍA DE ISRAEL
3. DIOS, PADRE DE MISERICORDIA Y DE PERDON
4. DIOS, PADRE DE JESUCRISTO Y DIOS NUESTRO
a. JESÚS REVELA AL PADRE
b. LA RELACION UNICA DE JESÚS CON DIOS, SU
PADRE.
c. LA RELACION DEL PADRE Y EL HIJO EN EL
NUEVO TESTAMENTO
d. HIJOS EN EL HIJO, POR EL ESPIRITU
5. DIOS SE REVELA COMO TRINIDAD.

1. DIOS, PADRE DEL ISARAEL


En el Antiguo Testamento no aparece nunca la idea de Dios Padre del individuo, sino Padre del pueblo. La
expresión “hijos de Yavé” designa al pueblo de Dios. (Dt. 14:1-2)
La idea de la filiación colectiva está en los mismos orígenes de la historia de la salvación y se
formula explícitamente a propósito de la intervención de Yavé frente al Faraón (Ex. 4:21-23)

Dios hizo al hombre libre, y libre quiso a su pueblo, a su hijo primogénito  . Si alguien pretende
retener como esclavo a su hijo, Yavé reclama su libertad y la exige con brazo poderoso. El
pueblo hebreo no es el sucesor de Dios vivo, pero en él puede peligrar el proyecto histórico de
Dios. De ahí la importancia de la victoria de Dios, Padre de Israel, que sale a defender la liberta
de su hijo primogénito.

Teniendo en cuenta la pedagogía de Dios, el pueblo hebreo aparece como un personaje


histórico que representa y anticipa el cumplimiento de esa realidad divina que se hará
patente en el hecho de Cristo.
2. DIOS EDUCA Y CONDUCE A SU PUEBLO COMO UN PADRE.
Y es que Dios no se desentiende de los suyos: prometió a Abraham y a su descendencia una
tierra; la infidelidad de los descendientes de Abraham no invalida la fidelidad de Dios, que se
siente como Padre responsable de lo que le ocurre a su hijo.

Aunque no haya una declaración formal de la paternidad divina abundan los textos en los que
Israel figura como pueblo de Yavé, pueblo de su propiedad; como grupo de hijos, los hijos de
Israel llevan el nombre de su Dios y lo hacen resonar por toda la tierra. (Is. 43:1-7).

El elemento afectivo “te aprecio, te quiero” ocupa un lugar central en los textos que muestran la
“paternidad” de Dios con su pueblo. Así, pro ejemplo, Yavé aparece como “padre del
huérfanos, protector de viudad” (Sal 68). Mejorando la situación del huérfano que gana con la
adopción: “auque mi padre y mi madre me abandonen, Yavé me acogerá” (Ez. 16 y Sal. 27:10)

a. DIOS EDUCA A SU PUEBLO

El cuidado de Yavé por su pueblo no es sólo para protegerle y defenderle frente a los peligros, sino
también para educar en la vida.

Son frecuentes en el libro de los proverbios los versos que nos hablan de la educación familiar(1:8;
2:1; 3:1) La educación se adquiere en este ambiente de afecto paterno, materno y filial, lo que no
quiere decir una ambiente permisivo que excluya la corrección y disciplina. (4:1-6; 3:11-12)

La reprensión, incluso el castigo, forma parte de la educación. En el libreo del Deuteronomio se


presentan las aflicciones pasadas en el desierto como pedagogía paternal (Dt 8:1-8).

b. LA REBELDÍA DE ISRAEL
El pueblo elegido, primogénito de Dios, no siempre aceptó de buen grado las
instrucciones de Yavé; quizá porque no acabó de entender bien la relación filial
que le unía con Dios (Is 1:2-3)
La educación de Dios de Dios al pueblo no consiste en transmitirle preceptos sino en desarrollar su
capacidad para conocer la voluntad de Dios. Cuando el pueblo no responde, los hijos resultan
degenerados, hasta el punto de que Oseas se atreve a llamarles hijos bastardos (Os 2:6) En el

HIJO PRIMOGÉNITO: Al hablar de Israel como “primogénito”, se está diciendo que es el pueblo elegido
de Dios. La categoría de pueblo elegido de Dios respondo al favor especial de Dios; al pueblo le corresponden
privilegios especiales, pero siempre depende de Dios su Padre. Dios se cuida de su “primogénito”, amenazado
por el faraón, y lo carga de una responsabilidad especial.
libro de Deuteronomio pone de relieve la gravedad del pecado en el ámbito de las relaciones
paternofiliales.

La pena capital que prevé la ley en Dt. 21:18-21 debe resonar en nuestros corazones como el grito
de dolor del Padre por la rebeldía del hijo amado, grito que concluye en denuncia, pero no en
renuncia: Dios sigue siendo fiel a su hijo.

3. DIOS, PADRE DE MISERICORDIA Y DE PERDON


Si Yavé se queja de la conducta de sus hijos es por ver cómo ellos se alejan de su propio bien.
Quizás se ha insitito en demasía en el honor ofendido de Dios y mucho menos en la ruptura de una
relación filial con el propio Dios Padre.

La querella que dios entabla con su pueblo acaba siempre con una invitación al perdón; es el clima
de toda conducta penitencial que comienza el verdadero retorno hacia Dios. Reconocer la maldad
o el pecado no es suficiente para conseguir el perdón; lo importante es restablecer la relación filial,
que reconoce el amor paterno y ya no teme el castigo, pues es muy superior la confianza en el
perdón del Padre Is. 64:7-11.

En el proceso de conversión, el reconocimiento del pecado nos lleva a penetrar en la intimidad de


Dios, en esa actitud paterna de verdadero afecto por su hijo rebelde, a quien ha continuado
llamando a pesar de su reveldía. En Oseas la deslealtad filial es el pecado de la idolatría: Os 11:3-
4.

El afecto de Dios pro hijo se expresa en el perdón que concede al hijo que reacciona ante la
corrección divina: Jer. 31:18-20.

4. DIOS, PADRE DE JESUCRISTO Y DIOS NUESTRO

La revelación absolutamente nueva de Dios como Padre acontece en Jesús. Es decir, en continuidad con
el Antiguo Testamento, Jesús nos da una imagen de Dios totalmente nueva y perfecta: Dios es su Padre.

a. JESÚS REVELA AL PADRE


Sólo Jesús conoce al Padre en su identidad más verdadera y sólo Él lo puede revelar:” nadie
conoce al Padre más que el Hijo” (Mt 11:27) Su misión consiste precisamente en dar a conocer a
los hombres su nombre y glorificarlo. Jn. 14:4-6. Por medio de Jesús, el Padre se manifiesta como
amor sin límites: ama a los justos y pecadores, a los que sufren y a los oprimidos, a los que
maldicen y persiguen; perdona incluso a los asesinos de su Hijo.

El Hijo viene del Padre y va al Padre (Jn 16:28) y todo en Él procede del Padre como don y vuelve
al Padre como alabanza, agradecimiento y obediencia.

b. LA RELACION UNICA DE JESÚS CON DIOS, SU PADRE


Jesús se dirige y habla con Dios como Padre de un modo completamente único, se atreve a
llamarlo con una palabra familiar y llena de confianza”abba” Mc. 14:36. Como dice San Cirilo de
Alejandría” Padre es, en cierto modo, el nombre más verdadero de Dios, su nombre propio por
excelencia”.

Ciertamente, Jesús solo puede hablar así de Dios, vivir de Dios, vivir de Dios, con
Él y para Él, porque su relación con Dios-Padre es verdaderamente única y
distinta de la que nosotros podemos tener. Su relación con Dios es tan particular y
única que nunca está al mismo nivel que los discípulos. Jesús dice: “Mi Padre” o
“el Padre”, nunca dice “nuestro Padre” en el sentido de igualares a los hombres.
Por eso Jesús está por encima de Moisés, de los profetas, de la Ley y del mismo templo; hasta se
atreve a perdonar los pecados que sólo Dios puede perdonar. Él es más que un profeta y sabe que
está en una relación única de Hijo con su Padre. Es el Hijo único del Padre a quien el Padre se lo
ha revelado y entregado todo.

c. LA RELACION DEL PADRE Y EL HIJO EN EL NUEVO TESTAMENTO


El Nuevo Testamento ha desarrollado el sentido de la relación del Hijo, Jesucristo,
con el Padre. Afirma que Jesús es el Hijo (Mc 1:11) y el Hijo Dios (Mt 16:16) Y a la
inversa: Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Como Hijo engendrado
antes de todos los siglos, Jesús es la imagen, el icono del Padre (2Cor 4:4) En El,
el Hijo amado del Padre, Dios se hace visible como un Dios con rostro humano.

En Jesucristo, dios se ha manifestado definitiva y totalmente de tal


modo que la fe cristiana ya no puede hablar de Dios al margen de su
Hijo, Jesucristo. Por eso sabemos, (y confesamos en la fe)que la
relación de Hijo que Jesús mantiene con su Padre forma parte de mismo
ser de Dios.

d. HIJOS EN EL HIJO, POR EL ESPIRITU


En el Hijo, nos ha hecho a todos hijos suyos y hermanos de Jesucristo. Jesús,
cumpliendo el designio salvador del Padre nos ha elevado a la condición de hijos
de Dios, derramando sobre nosotros su Espíritu. (Rom 8:15-17)
Paternidad de Dios Padre que, en su Hijo genera y funda la fraternidad universal, superando con
ella la sola solidaridad humana.

5. DIOS SE REVELA COMO TRINIDAD.


Si en Jesucristo, dios ha llevado a su plenitud su revelación a los hombres, quiere decirse que en
Él, Dios deja transparentar lo más íntimo de su misterio escondido.

En efecto, la vida y la historia de Cristo, no son vida e historia de una sola y única persona. En Él,
el Dios desconocido se revela como misterio de comunión y amor. Es decir, Dios es Padre, Hijo y
Espíritu Santo.

Basta recurrir a la vida de Jesús para darnos cuenta de la fe cristiana es una fe trinitaria, porque en
él se hace presente el Padre y nos es dado el Espíritu Santo. La vida e historia de Jesús es una
vida e historia trinitaria de principio a fin. Bástenos recordar algunos momentos de la vida de Jesús
para percatarnos de ello:

 en la concepción, el Padre ha elegido a María; para que su Hijo tome carne


humana por medio del poder del Espíritu Santo (Lc 1:29-35)
 En el bautismo, la voz del Padre que dice: “este es mi Hijo Amado” y el
Espíritu desciendo sobre Él.
 Jesús hace presente, en sus milagros, el Reino del Padre y que llega con la
fuerza del Espíritu.
 Jesús ora y exulta en el Espíritu Santo que se eleva al Padre Lc 10:21-22
 Jesús se entrega con los pecadores a la muerte, y es el Espíritu eterno que
Cristo recibe del Padre el que transforma la cruz en sacrificio redentor.
 Jesús resucita como Señor y Salvador, pero es el Padre que los resucita
con el poder del Espíritu Santo.

Por esto la fe cristiana confiesa que dios es uno y único; pero que ese Dios,
que se manifiesta como uno y único es Padre, Hijo y Espíritu Santo porque las
La fe cristiana es cristológica y trinitaria.
tres personas actúan siempre juntas, pero cada una con una relación y
característica propia: el Padre creando, el Hijo salvando, el Espíritu Santo,
santificando.

CONCLUSIÓN
En continuidad con el Antiguo Testamento, Jesús nos da una imagen de Dios totalmente nueva y
perfecta: Dios es u Padre. Ye en la singular filiación de Jesucristo, el Primogénito de entre muchos
hermanos, hemos sido constituidos hijos de adopción por el Espíritu.

UNIDAD VIII
CREO EN JESUCRISTO

1. LAS CONFESIONES DE FE.


2. JESÚS ES EL CRISTO (MESIAS)
3. JESÚS ES EL SEÑOR
4. JESÚS ES EL HIJO DE DIOS
a. JESÚS LLAMA A DIOS “ABBA”
b. EL ENVIADO POR EL PADRE.
c. JESÚS , HIJO UNICO Y ETERNO DE DIOS
5. EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN
a. CENTRAL EN LA FE CRISTIANA
b. OBRA DE LA LIBRE INICIATIVA DE DIOS
6. JESÚS ES VERDADERO HOMBRE
a. AUTENTICO HOMBRE
b. LA SANTIDAD DE JESÚS

1. LAS CONFESIONES DE FE.


El origen de nuestra fe en Jesucristo se encuentra en las abundantes confesiones de fe que
aparecen en los distintos autores y tradiciones del Nuevo Testamento. Son proclamaciones de
fe en Cristo, procedentes de las primeras comunidades cristianas.

En efecto, las comunidades primitivas comprendieron muy pronto que Jesús, muerto y
resucitado, no era simplemente un hombre. Jesús , además, era Dios. El hecho de la
resurrección, ante todo, pero también la actuación de Jesús, durante su vida mortal, les
llevaron a esta conclusión.

En el Nuevo Testamento encontramos afirmaciones fundamentales de la fe cristina, referidas a


Jesucristo, que son el núcleo fundamental de la fe.
- Jesús es el Mesías (Cristo) : Mt 16:16.20. Hch 2:36. Rom 8:11.34
- Jesús es el Señor: Hech 2:36 Rom 4:24 Ef 4:5.
- Jesús es el Hijo de Dios. Mt16:16 Hch. 9:20

2. JESÚS ES EL CRISTO (MESIAS)


La expresión griega “cristo” en hebreo significa “mesías” que significa ungido. Este título vino a ser en la
época apostólica el nombre propio de Jesús. En tiempo de Jesús se espera la llegada inminente de un
Mesías, y los seguidores por el mensaje, por la autoridad y los signos que realiza se preguntan “acaso éste
no es el mesías” Mt 12:23. aunque no hay unidad de respuesta Jn 7:43, 10:24.

Jesús ante esta situación adopta una situación reservada. Porque el ideal de los judíos es un
mesianismo como rey terrenal y político, por lo cual Jesús actúa con cautela para evitar
equívocos, aún actúa con prohibiciones Lc4:41 y se deja llamar hijo de David. Jesús purifica la
concepción mesiánica de los discípulo, proponiéndoles un Mesías como siervo doliente 

- En el proceso religioso Jesús no rechaza el título pero interpreta en perspectiva


trascendente Mt 26:64.
- A partir de la resurrección los discípulos comprenden el sentido del mesianismo
propuesto por Jesús Lc 24:26
- La comunidad primitiva a la luz de la pascua, une al nombre de Cristo al de Jesús=
JESUCRISTO, que significa Mesías glorificado

A partir de la pascua, los discípulos comprenden el verdadero sentido


del mesianismo de Jesús: es el verdadero hijo de David, para llevar a
efecto definitivamente el Reinado de Dios en la tierra. Jesús es el Mesías
de una reino universal, que se realiza en la historia, pero que, al mismo
tiempo, la trasciende y la supera.
3. JESÚS ES EL SEÑOR
Es un título utilizado en los primeros tiempos de la confesión de la fe cristiana, aparece en el discurso de
Pedro Hch 2:26. Como también Pablo Rom 10:9. 1Cor 12:3.
El título Señor tiene una resonancia especial en el ámbito religioso judío. Los antiguos traductores griegos
tradujeron el término Yahvé por el término “Kyrios” =Señor, es decir, soberano de Israel y del universo.


El siervo del Señor es una figura entre real y profética.
- En él Dios ha puesto su espíritu para llevar la salvación a todos los confines
- No recurrirá a violencia.
- Por sus sufrimientos expiará los pecados de todos.
- Por su entrega tendrá éxito los planes del señor Is 42:1-7
En el texto a los felipenses encontramos el origen litúrgico del señorío de Jesucristo Flp. 2:5-11. El texto
manifiesta la confesión de fe y una enseñanza para los cristianos “Jesús, el Mesías, es el Señor” ante
quien hay que doblar la rodilla y reconocer como el único Señor del universo y ante quien todos somos
iguales.

Apocalipsis dice a él honor, alabanza y gloria Ap 5:13.

4. JESÚS ES EL HIJO DE DIOS


a. JESÚS LLAMA A DIOS “ABBA”
En la oración Jesús se dirige invocando “PADRE” o “Padre mío” con la palabra
aramea=Abba, que equivale a una expresión del hijo al Padre, con esto Jesús
manifiesta:
- Relación filial y única, familiaridad e intimidad con el Padre.
- La obediencia total del Hijo al Padre Mc 14:36

b. EL ENVIADO POR EL PADRE


La conciencia de Jesús es ser ENVIADO para instaurar el Reino de Dios que se
funda en su relación con el Padre. Como enviado tiene la misión de revelar al
Padre Mt 11:27

c. JESÚS ES LA IMAGEN DE DIOS


Jesús es la imagen de Dios Padre 2Cor 4:4. Jesús como su Imagen, hace
presente a Dios y su Reinado en este mundo Jn 14:10. Jesús, el Hijo, revela el
amor del Padre, entregándose total e incondicionalmente a él en amor y
obediencia.

d. JESÚS , HIJO UNICO Y ETERNO DE DIOS


“Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo la ley para rescatar a los que estaban bajo la ley y para que
recibiéramos el ser hijos por adopación” Ga 4:4s. Juan dice: Dios envió a su Hijo
único 3:15.

Jesús ha sido desde siempre el Hijo único de Dios: la filiación divina es su


identidad personal. Por eso, antes de aparece en su realidad débil, pobre y mortal.
Durante su existencia mortal no dejó de ser Jesús el Hijo único y eterno de Dios, y
como se escucha en el bautismo y transfiguración “este es mi hijo amado” Mt 3:17,
17:5.

5. EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN: Dios se hace hombre.

El himno cristiano primitivo de filipenses, ya citado, el apóstol San Juan en el prólogo de su


evangelio dice “y la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” Jn 1:14.
El símbolo niceno-constantinopolitano, dice: “por obra del Espíritu Santo se encarnó de María
Virgen, y se hizo hombre”

a. CENTRAL EN LA FE CRISTIANA
El misterio de la encarnación es central en la fe cristiana: la caracteriza y la
distingue de cualquier otro credo religioso 1Jn. 4:2. Esta encarnación se realizó
una vez y para siempre: Dios se ha unido en su Hijo definitivamente con el hombre
y con su creación.
b. OBRA DE LA LIBRE INICIATIVA DE DIOS
La encarnación es la libre iniciativa y amorosa de Dios, es obra común de la
santísima trinidad.
- El padre toma iniciativa en envía al Hijo amado.
- El Hijo es quien se encarna y se hace hombre, como acto de obediencia y en total
unidad de voluntad al Padre.
- El Espíritu Santo es el “Amor en persona” entre el Padre y el Hijo.
La encarnación nos descubre el misterio de la vida íntima de Dios, en la que por gracia divina,
hemos sido introducidos Gal 4:4-6.

6. JESÚS ES VERDADERO HOMBRE


El Hijo encarnado de Dios ha pasado, en su forma de vida, pro dos etapas:
hombre débil y mortal y después hombre espiritual, lleno de poder y de gloria Rm
1:3.
a. AUTENTICO HOMBRE
La encarnación ha significado un anonadamiento y despojo voluntario (Kénosis)
pero sin caer en pecado alguno, sino en total obediencia a Dios.
Como auténtico hombre Jesús estuvo sujeto a las leyes del mundo, en las experiencia de la vida,
adquiriendo conocimientos Lc 2:52, Mc 6:38.

La humanidad de Jesús estuvo históricamente condicionada y limitada;


vivió en el horizonte de su tiempo y de su comunidad judía. Todo ello
correspondía a su condición de abajamiento, libremente asumida por
nuestra salvación. Pero en Jesús, el hombre condicionado históricamente
por su tiempo, vino a ser el hombre universal de todos los tiempos

b. LA SANTIDAD DE JESÚS
La conciencia de Jesús es de haber venido a salvar y no de ser salvado.
Precisamente por su plenitud de justicia y santidad 1Pe 2:22-24.
El concilio de Calcedonia dice, Jesús estuvo exenta de Pecado. La total pertenencia de a la
humanidad se traduce en su impecabilidad, aunque esto no suprime su libertad.

La libertad de Cristo consiste en adherirse por sí mismo, plenamente y por amor, a la voluntad de su padre
CONCLUSIÓN.
Jesucristo es el Hijo único y eterno del Padre, al que reconocemos como
Mesías (Cristo) esperado por el pueblo de Israel, al que proclamamos Señor
de nuestra vida. El misterio de la Encarnación es central en la fe cristiana.
Jesús es el auténtico hombre, que asume la condición humana y de la vida
sin pecado alguno.
UNIDAD IX
El ESPIRITU SANTO
INTRODUCCIÓN
Quien dice yo creo “Yo creo”, dice “Yo me adhiero a lo que nosotros queremos”. La comunicación
en la fé necesita un lenguaje común de la fé.

La ignorancia y las falsas ideas respecto al espíritu están bastante extendidas entre los cristianos.

EL CREDO
Símbolo de los Apóstoles Credo de Niceo-Constantinopla
Creo en Dios, Creo en un solo Dios,
Padre Todopoderoso, Padre todopoderoso
Creador del cielo y de la tierra. Creador del cielo y de la tierra, de
todo lo visible y los invisible.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Creo en un solo Señor, Jesucristo,


Nuestro Señor. Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y
por nuestra salvación bajó del cielo,

que fue concebido por obra y y por obra del Espíritu Santo se
gracia del Espíritu Santo, encarnó de maría, la Virgen, y se hizo hombre;
nació de Santa María Virgen,
y por nuestra causa fue crucificado
padeció bajo el poder de Poncio en tiempos de Poncio Pilato;
Pitalo, padeció
fue crucificado, y fue sepultado,
muerto y sepultado,
y resucitó al tercer día, según las
descendió a los infiernos, Escrituras,
al tercer día resucitó de entre
los muertos, y subió al cielo,
subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre;
y está sentado a la derecha
de Dios, Padre todopoderoso. y de nuevo vendrá con gloria para
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos,
juzgar a vivos y muertos. y su reino no tendrá fin.
Creo en el espíritu Santo,
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria,
que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una,


la santa Iglesia católica, santa, católica y apostólica.
la comunión de los santos, Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
el perdón de los pecados, Espero la resurrección de los muertos
la resurrección de la carne y la vida del mundo futuro.
y la vida eterna. Amén.
Amén.
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

“Nadie puede decir: ‘Jesús es Señor!’ sino por influjo del Espíritu Santo”. “Dios ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que dama ¡Abbá, Padre!”. Este conocimiento de fe no es
posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente
haber sido atraído por el Espíritu Santo. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe.
Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos
ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia:
El Bautismo nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el
Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es
decir, al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por
tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al
Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por
el Espíritu Santo (San Ireneo, dem. 7).

El Espíritu Santo con su gracia es el “primero” que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida
nueva que es: “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo”. No
obstante, es el “último” en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. San Gregorio
Nacianceno, “el Teólogo”, explica esta progresión por medio de la pedagogía de la
“condescendencia” divina:
El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más oscuramente al Hijo. El Nuevo
Testamento revela al Hijo y hace entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho
de ciudadanía entre nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo. En efecto, no era
prudente, cuando todavía no se confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del
Hijo y, cuando la divinidad del Hijo no era aún admitida, añadir el Espíritu Santo como un fardo
suplementario si empleamos una expresión un poco atrevida... Así por avances y progresos de
gloria en gloria”, es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez más espléndidos
(San Gregorio Nacíanceno. or theol 5 26)

Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la
Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, “que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria” (Símbolo de Nicea-Constantinopla). Por eso se ha hablado del misterio
divino del Espíritu Santo en la “teología” trinitaria, en tanto que aquí no se tratará del Espí ritu Santo
sino en la “Economía” divina.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra
salvación y hasta su consumación. Pero es en los “últimos tiempos”, inaugurados con la Encar-
nación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y
acogido como persotta. Entonces, este Designio Divino, que se consuma en Cristo, “primogénito” y
Cabeza de la nueva creación, se realiza en la humanidad por el Espíritu que nos es dado: la
Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados. la resurrección de la carne, la vida
eterna.

“CREO EN EL ESPIRITU SANTO”

“Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios”. Pues bien, su Espíritu que lo revela nos
hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que “habló por
los profetas” nos hace oir la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la
obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de
verdad que nos “desvela” a Cristo “no habla de sí mismo”. Un ocultamiento tan discreto,
propiamente divino, explica por qué “el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce”,
mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos.
La Iglesia, comunión viviente en la fe de los apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro
conocimiento del Espíritu Santo:
— en las Escrituras que El ha inspirado;
— en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
— en el Magisterio de la Iglesia, al que El asiste;
— en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu
Santo nos pone en comunión con Cristo;
— en la oración en la cual El intercede por nosotros;
— en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
— en los signos de vida apostólica y misionera;
— en el testimonio de los santos, donde El manifiesta su santidad y continúa la obra de la
salvación.

LA MISIÓN CONJUNTA DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU

Aquél al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo es realmente Dios.
Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida ínti ma de la Trinidad
como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante,
consubstancial e individible, la fe de lá Iglesia profesa también la distinción de las Personas.
Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el
Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta,
Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.
Jesús es Cristo, “ungido”, porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la
Encarnación mana de esta plenitud. Cuando por fin Cristo es glorificado, puede a su vez, de junto
al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: El les comunica su Gloria, es decir, el Espíritu
Santo que lo glorifica. La misión conjunta y mutua se desplegará desde entonces en los hijos
adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a
Cristo y hacerles vivir en El.

La noción de la unción sugiere... que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto,
de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los
sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu.., de tal
modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto
necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo.
Por eso es por lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos
que la aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe
(San Gregorio Niceno, Spir. 3, 1).

EL NOMBRE, LOS APELATIVOS


Y LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO
El nombre propio del Espíritu Santo
“Espíritu Santo”, tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el
Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el bautismo de sus nuevos hijos.
El término “Espíritu” traduce el término hebreo “Ruah”, que en su primera acepción significa soplo,
aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la
novedad trascendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino. Por otra parte,
Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos
términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu
Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los términos “espíritu” y “santo”.
Los apelativos del Espíritu Santo
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el “Paráclito”, literalmente
“aquel que es llamado junto a uno”, “advocatus”. “Paráclito” se traduce habitualmente por “Consolador”,
siendo Jesús el primer consolador. El mismo Señor llama al Espíritu Santo “Espíritu de Verdad”Además
de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los
apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa, el Espíritu
de adopción, el Espíritu de Cristo, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios. y en San Pedro, el Espíritu
de gloria.

Los símbolos del Espíritu Santo


El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya
que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz
del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en
el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da
en el Espíritu Santo. Pero “bautizados en un solo Espíritu”, también “hemos bebido de un solo Es -
píritu”: el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado
como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna.
La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta
el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo. En la iniciación cristiana es el signo
sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente “Crísmación”. Pero
para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el
Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo [“Mesías” en hebreo] significa “Ungido” del Espíritu de Dios. En
la Antigua Alianza hubo “ungidos” del Señor, de forma eminente el rey David. Pero Jesús es el
Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente “ungida por
el Espíritu Santo”. Jesús es constituido “Cristo” por el Espíritu Santo. La Virgen María concibe a
Cristo del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento e
impulsa a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo del Señor; es de quien Cristo está lleno y cuyo
poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones salvíficas. Es él en fin quien resucita a
Jesús de entre los muertos. Por tanto, constituido plenamente “Cristo” en su Humanidad victoriosa
de la muerte, Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que “los santos” constituyan,
en su unión con la Humanidad del Hijo de Dios, “ese Hombre perfecto... que realiza la plenitud de
Cristo”: “el Cristo total” según la expresión de San Agustín.
El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el
Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El
profeta Elías que “surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha”, con su oración,
atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo, figura del fuego del Espíritu Santo
que transforma lo que toca. Juan Bautista, “que precede al Señor con el espíritu y el poder de
Elías”, anuncia a Cristo como el que “bautizará en el Espíritu Santo y el fuego”, Espíritu del cual
Jesús dirá: “He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡ cuánto desearía que ya estuviese
encendido!”. Bajo la forma de lenguas “como de fuego”, el Espíritu Santo se posó sobre los
discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él. La tradición espiritual conservará este
simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf San Juan
de la Cruz, Llama de amor viva). “No extingáis el Espíritu”.
La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo.
Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al
Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la trascendencia de su Gloria: con Moisés en la
montaña del Sinaí, en la Tienda de la Reunión y durante la marcha por el desierto; con Salomón en
la dedicación del Templo. Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. El
es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre “con su sombra” para que ella conciba y dé a
luz a Jesús. En la montaña de la Transfiguración es El quien “vino en una nube y cubrió con su
sombra” a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y “se oyó una voz desde la nube
que decía: ‘Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle”. Es, finalmente, la misma nube la que “ocultó a
Jesús a los ojos” de los discípulos el día de la Ascensión, y la que lo revelará como Hijo del hombre
en su Gloria el Día de su Advenimiento.
El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien “Dios ha marcado con
su sello” y el Padre nos marca también en él con su sello. Como la imagen del sello [“sphragis”]
indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la
Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para
expresar el “carácter” imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser
reiterados.
La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. En su Nombre,
los apóstoles harán lo mismo. Más aún, mediante la imposición de manos de los apóstoles el
Espíritu Santo nos es dado . En la carta a los Hebreos, la imposi ción de las manos figura en el
número de los “artículos fundamentales” de su enseñanza. Este signo de la efusión todopoderosa
del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epiclesis sacramentales.
El dedo. “Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios”. Si la Ley de Dios ha sido escrita
en tablas de piedra “por el dedo de Dios”, la “carta de Cristo” entregada a los apóstoles “está
escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de
carne del corazón”. El himno “Veni Creator” invoca al Espíritu Santo como “digitus paternae
dexterae” (“dedo de la diestra del Padre”).
La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé
vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo.
Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa
sobre él. El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. En algunos
templos, la santa Reserva eucarística se conserva en un receptáculo metálico en forma de paloma
(el columbarium), suspendido por encima del altar. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu
Santo es tradicional en la iconografía cristiana.

EL ESPIRITU Y LA PALABRA DE DIOS


EN EL TIEMPO DE LAS PROMESAS

Desde el comienzo y hasta “la plenitud de los tiempos”, la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu
del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del
Mesías, y ambos, sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser
esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el Antiguo
Testamento, investiga en él lo que el Espíritu, “que habló por los profetas”, quiere decirnos acerca
de Cristo.

Por “profetas”, la fe de la Iglesia entiende aquí a todos los que el Espíritu Santo ha inspirado en la
redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La tradición judía
distingue la Ley [los cinco primeros libros o Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los
libros históricos y proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos.
En la Creación
La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y la vida de toda criatura:
Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial
al Padre y al Hijo... A El se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el
Padre por el Hijo (Liturgia bizantina, Tropario de maitines, domingos del segundo modo).
“En cuanto al hombre, es con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] como Dios lo
hizo... y El dibujó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese
visible llevase la forma divina”.
El Espíritu de la promesa

Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo “a imagen de Dios”, a
imagen del Hijo, pero “privado de la Gloria de Dios”, privado de la “semejanza”. La Promesa hecha
a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá “la
imagen” y la restaurará en “la semejanza” con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu “que
da la Vida”.
Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y
del poder del Espíritu Santo. En ella serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Esta
descendencia será Cristo en quien la efusión del Espíritu Santo formará “la unidad de los hijos de
Dios dispersos”. Comprometiéndose con juramento, Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado y al
don del “Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda... para redención del Pueblo de su
posesión”.

En las Teofanías y en la Ley

Las Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a
Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La
tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y
oír, a la vez revelado y “cubierto” por la nube del Espíritu Santo.

Esta pedagogía de Dios aparece especialmente en el don de la Ley. La letra de la Ley fue da da
como un “pedagogo” para conducir al Pueblo hacia Cristo. Pero su impotencia para salvar al hombre
privado de la “semejanza” divina y el conocimiento creciente qué ella da del pecado suscitan el
deseo del Espíritu Santo. Los gemidos de los Salmos lo atestiguan.

En el Reino y en el Exilio

La Ley, signo de la Promesa y de la Alianza, habría debido regir el corazón y las instituciones del
Pueblo salido de la fe de Abraham. “Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza..., seréis
para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”. Pero, después de David, Israel sucumbe a la
tentación de convertirse en un reino como las demás naciones. Pues bien, el Reino objeto de la
promesa hecha a David será obra del Espíritu Santo; pertenecerá a los pobres según el Espíritu.

El olvido de la Ley y la infidelidad a la Alianza llevan a la muerte: el Exilio, aparente fracaso de las
Promesas, es en realidad fidelidad misteriosa del Dios Salvador y comienzo de una restauración
prometida, pero según el Espíritu. Era necesario que el Pueblo de Dios sufriese esta purificación; el
Exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el Designio de Dios, y el Resto de pobres que vuelven del
Exilio es una de las figuras más transparentes de la Iglesia.

La espera del Mesías y de su Espíritu

“He aquí que yo lo renuevo”: dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera del
Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el
pueblo de los Pobres, que aguardan en la esperanza la “consolación de Israel” y “la redención de
Jerusalén”.
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a El se refieren. A continuación se describen
aquéllas en que aparece sobre todo la relación del Mesías y de su Espíritu.

Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Emmanuel
(“cuando Isaías tuvo la visión de la Gloria” de Cristo), en particular en:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y
de fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor.

Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo después, y en fin. Estos
cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo
para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra “condición de es-
clavos” . Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.

Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en los
que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del “amor y
de la fidelidad”, cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés. Según estas
promesas, en los “últimos tiempos”, el Espíritu del Señor renovará el corazón de los hombres
grabando en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a los pueblos dispersos y divididos;
transformará la primera creación y Dios habitará en ella con los hombres en la paz.

El Pueblo de los “pobres”, los humildes y los mansos, totalmente entrega dos a los designios
misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los hombres sino del Mesías, todo esto es,
finalmente, la gran obra de la Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las
Promesas para preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo, purificado e
iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos pobres, el Espíritu prepara para
el Señor “un pueblo bien dispuesto”.

EL ESPIRITU DE CRISTO EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS

Juan, Precursor, Profeta y Bautista

“Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Juan fue “lleno del Espíritu Santo ya
desde el seno de su madre” por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir
del Espíritu Santo. La “visitación” de María a Isabel se convirtió así en “visita de Dios a su pueblo”.
Juan es “Elías que debe venir”: El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como
“precursor”] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la
obra de “preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Juan es “más que un profeta”. En él, el Espíritu Santo eonsuma el “hablar por los profetas”. Juan
termina el cielo de los profetas inaugurado por Elías. Anuncia la inminencia de la consolación de
Israel, es la “voz” del Consolador que llega. Como lo hará el Espíritu de Verdad, “vino como testigo
para dar testimonio de la luz”. Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las “indagaciones de los
profetas” y la ansiedad de los ángeles: “Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda
sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo... Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste
es el Elegido de Dios... He ahí el Cordero de Dios”.
En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en
Cristo: volver a dar al hombre la “semejanza” divina. El bautismo de Juan era para el arre-
pentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento.

“Alégrate, llena de gracia”

María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del
Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque
su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden
habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la sabiduría, la tradi ción de la
Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María: María es cantada y representada en
la Liturgia corno el trono de la “Sabiduría”.
En ella comienzan a manifestarse las “maravillas de Dios”, que el Espíritu va a realizar en Cristo y
en la Iglesia:

El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese “llena de gracia” la madre de
Aquel en quien “reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente”. Ella fue concebida sin
pecado. por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el
don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la “Hija de Sión”:
“Alégrate”. Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, es la acción de gracias de todo el Pueblo de Dios,
y por tanto de la Iglesia, esa acción de gracias que ella eleva en su cántico al Padre en el Espíritu
Santo.

En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz
al Hijo de Dios con y por medio del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única
por medio del poder del Espíritu y de la fe.
En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza
ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su
carne dándolo a conocer a los pobres y a las primicias de las naciones.
En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en Comunión con Cristo a los
hombres “objeto del amor benevolente de Dios”, y los humildes son siempre los primeros en
recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.
Al término de esta Misión del Espíritu, María se convierte en la “Mujer”, nueva Eva “madre de los
vivientes”, Madre del “Cristo total”. Así es como ella está presente con los Doce, que “perseveraban
en la oración, con un mismo espíritu”, en el amanecer de los “últimos tiempos” que el Espí ritu va a
inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.
Cristo Jesús

Toda la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos se resume en que el Hijo
es el Ungido del Padre desde su Encarnación: Jesús es Cristo, el Mesías.

Todo el segundo capítulo del Símbolo de la fe hay que leerlo a la luz de esto. Toda la obra de Cristo
es misión conjunta del Hijo y del Espíritu Santo. Aquí se mencionará solamente lo que se refiere a
la promesa del Espíritu Santo hecha por Jesús y su don realizado por el Señor glorificado.

Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que él mismo no ha sido glorificado por su
Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco, incluso en su enseñanza a la mu-
chedumbre, cuando revela que su Carne será alimento para la vida del mundo. Lo sugiere también
a Nicodemo, a la Samaritana y a los que participan en la fiesta de los Tabernáculos. A sus
discípulos les habla de él abiertamente a propósito de la oración y del testimonio que tendrán que
dar.
Solamente cuando ha llegado la hora en que va a ser glorificado, Jesús promete la venida del
Espíritu Santo, ya que su Muerte y su Resurrección serán el cumplimiento de la Promesa hecha a
los Padres: El Espíritu de Verdad, el otro Paráclito, será dado por el Padre en virtud de la oración
de Jesús; será enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto al Padre
porque él ha salido del Padre. El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con
nosotros para siempre, permanecerá con nosotros; nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo
que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de El; nos conducirá a la verdad eompleta y glorificará a
Cristo. En cuanto al mundo, lo acusará en materia de pecado, de justicia y de juicio.
Por fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento en
que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que, “resucitado de los muertos por la Gloria
del Padre”, en seguida da a sus discípulos el Espíritu Santo dirigiendo sobre ellos su aliento. A partir
de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: “Como el Padre
me envió, también yo os envío”.

EL ESPÍRITU Y LA IGLESIA EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS


Pentecostés

El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se
consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina:
desde su plenitud, Cristo, el Señor, derrama profusamente el Espíritu.
En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado
porCristo está abierto a todos los que creen en El: en la humildad de la carne y en la fe, participan
ya en la Comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace
entrar al mundo en los “últimos tiempos”, el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero toda-
vía no consumado:

Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera
fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado (Liturgia bizantina, Tropario de
Vísperas de Pentecostés; empleado también en las liturgias eucarísticas después de la comunión).

El Espíritu Santo, el Don de Dios

“Dios es Amor” y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor “Dios lo ha
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don
del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo es la que, en la
Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.
El nos da entonces las “arras” o las “primicias” de nuestra herencia: la Vida misma de la Santísima
Trinidad que es amar “como él nos ha amado”. Este amor (la caridad de 1 Co 13) es el principio de
la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos “recibido una fuerza, la del Espíritu Santo”.
Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado
en la Vid verdadera hará que demos “el fruto del Espíritu que es caridad, alegría. paz, pa ciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. “El Espíritu es nuestra Vida”: cuanto más
renunciamos a nosotros mismos, más “obramos también según el Espíritu”:
Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos
lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de
participar en la gracia de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna
(San Basilio, Spir. 15, 36).

El Espíritu Santo y la Iglesia


La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del
Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su Comunión con
el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia,
para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su
mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el Misterio de Cristo, sobre
todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la Comunión con Dios, para que den
“mucho fruto”.
Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su
sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar
testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad (esto
será el objeto del próximo artículo):

Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos
hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos
separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros,
este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre
sí... y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él.
Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en
los que ella se encuentra formen un solo cuerpo. pienso que también de la misma manera el
Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual (San
Cirilo de Alejandría, Jo. 12).

Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo
distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas,
vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el
mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y
Santificador, a los miembros de su Cuerpo (esto será el objeto de la Segunda parte del Catecismo).

Estas “maravillas de Dios”, ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen
sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu (esto será el objeto de la Tercera parte del
Catecismo).

“El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene;
mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”. El Espíritu Santo, artífice de
las obras de Dios, es el Maestro de la oración (esto será el objeto de la Cuarta parte del
Catecismo).

RESUMEN

“La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo
que dama: Abbá, Padre”.
Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, cuando Dios envía a su Hijo, envía
siempre a su Espíritu: la misión de ambos es conjunta e inseparable.

En la plenitud de los tiempos, el Espíritu Santo realiza en María todas las preparaciones para la
venida de Cristo al Pueblo de Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en ella, el Padre da al
mundo el Emmanuel, “Dios con nosotros”.
El Hijo de Dios es consagrado Cristo [Mesías] mediante la Unción del Espíritu Santo en su
Encarnación.
Por su Muerte y su Resurrección, Jesús es constituido Señor y Cristo en la gloria. De su plenitud,
derrama el Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Iglesia.
El Espíritu Santo que Cristo, Cabeza, derrama sobre sus miembros, construye, anima y santifica a
la Iglesia. Ella es el sacramento de la Comunión de la Santísima Trinidad con los hombres.

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO


Según Santo Tomas de Aquino.
Como ya se dijo, el Verbo de Dios es el Hijo de Dios, así como el verbo del hombre es una
concepción de su inteligencia. Pero a veces el hombre tiene un verbo muerto: así es cuando el
hombre piensa lo que debe hacer, pero no hay en él la voluntad de hacerlo: como cuando el
hombre cree y no obra, se dice que su fe está muerta, como en. Pero el Verbo de Dios está vivo:
“Ciertamente es viva la palabra de Dios’; por lo cual necesariamente Dios tiene en si voluntad y
amor. Por lo cual dice San Agustín en el libro sobre la Trinidad: “El Verbo del que tratamos de dar
una idea es un conocimiento con amor”. Ahora bien, como el Verbo de Dios es el Hijo de Dios, así
el amor de Dios es el Espíritu Santo. De aquí que el hombre posee al Éspíritu Santo cuando ama e
Dios. Dice el Apóstol: El Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo, que nos ha sido dado”.
Pero hubo algunos que opinando erróneamente acerca del Espíritu Santo, dijeron que es una
criatura, que es inferior al Padre y el Hijo y que era el esclavo y el servidor de Dios. Por lo cual,
para rechazar esos errores, se agregaron cinco palabras en otro símbolo sobre el Espíritu Santo.
Primeramente, que aun cuando hay otros espíritus, los Angeles, que si son servidores de Dios,
según aquello del Apóstol: “Todos ellos son espíritus servidores”; en cambio, el Espíritu Santo es
Señor: “El Espíritu es Dios”; y el Apóstol, en: “El Señor es el Espíritu”; por lo cual donde esté el
Espíritu del Señor, allí hay libertad, como se dice en. Y la razón de ello es que hace amar 1 El
símbolo de Nicea Constantinopla a Dios y quita el amor al mundo. Por lo cual se dice: Creo “En el
Espíritu Santo, que es Señor”.

En segundo lugar, que la vida del alma consiste en unirse a Dios, porque Dios mismo es la vida del
alma, así como el alma es la vida del cuerpo. Pues bien, el Espíritu Santo une a Dios por amor,
porque El mismo es el amor de Dios, y por eso vivifica. “El Espíritu es el que vivifica”. Por lo cual se
dice: “Y viviricante”
En tercer lugar, que el Espíritu Santo es de la misma substancia con el Padre y el Hijo; porque
como el Hijo es el Verbo del Padre, así el Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo, y por lo
mismo procede del uno y del otro; y así como el Verbo de Dios es de una misma sustancia con el
Padre, así también el Amor con el Padre y con el Hijo. Por lo cual se dice: “Que procede del Padre
y del Hijo”. Luego también por esto consta que no es una criatura.
En cuarto lugar, que es igual al Padre y al hijo en cuanto al culto. “Los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. “Enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Esptritu Santo”. Por lo cual se dice: “Que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración”.
En quinto lugar, lo que prueba que el Espíritu Santo es Igual a Dios es que los Santos Profetas
hablaron por Dios. En efecto, es clero que si el Espíritu no fuese Dios, no se diría que los Profetas
hablaran por Dios. Pero San Pedro dice que “santos hombres de Dios han hablado inspirados por
el Espíritu Santo”. “Me envió el Señor Dios y su Espíritu”. Por lo cual aquí se dice: “Que habló por
los Profetas”.
Con esto se destruyen dos errores: el error de los Maniqueos, que dijeron que el Antiguo
Testamento no es de Dios, lo cual es falso, porque por los Profetas habló el Espíritu Santo. Y
también el error de Priscila y de Montano, que dijeron que los Profetas no hablaron por el Espíritu
Santo, sino como dementes.
Pues bien, del Espíritu Santo provienen para nosotros variados frutos.
En primer lugar, nos purifica de los pecados. La razón es que a quien hace una cosa le
corresponde rehacerla Pues bien, el alma es creada por el Espíritu Santo, porque Dios hace todas
las cosas por El. En efecto, amando su propia bondad es como Dios produce todas tas cosas.
“Amas todo lo que existe, y nada de lo que hiciste aborreces”. Dice Dionisio en el cap. 4 de Los
Nombres divinos: “El amor de Dios no le permitió permanecer sin vástago”. Es forzoso, pues, que
el corazón del hombre destruido por el pecado sea rehecho por el Espíritu Santo. “Envía tu
Espíritu y los seres serán creados, y renovarás la faz de la tierra. Ni es de admirar que el Espíritu
purifique, porque todos los pecados se perdonan por el amor. “Sus muchos pecados le son
perdonados porque amo mucho”. “La caridad cubre todos los delitos”. Y también. “La caridad cubre
la multitud de los pecados”.

En segundo lugar. ilumina el entendimiento, porque todo lo que sabemos, lo hemos aprendido del
Espíritu Santo. “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo
enseñará todo, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Y también: “La Unción os enseñará
acerca de todas las cosas”.
En tercer lugar, el Espíritu Santo nos ayuda y de cierta manera nos obliga a guardar los
mandamientos. En efecto, nadie puede guardar los mandamientos de Dios si no ama a Dios. “Si
alguno me ama guardará mi palabra”. Pues bien, el Espíritu Santo nos hace amar a Dios, por lo
cual nos ayuda “Os daré un corazón nuevo, y en medio de vosotros pondré un espíritu nuevo; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra; y os daré un corazón de carne; y pondré mi espíritu
en medio de vosotros; y haré que marchéis según mis preceptos, y observaréis mis leyes y las
practicaréis”.

En cuarto lugar, confirma la esperanza de la vida eterna, porque El es como la prenda de su


herencia. Dice el Apóstol: “Fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es prenda de
nuestra herencia”. El es, pues, como las arras de la vida eterna. Y la razón de cito es que la vida
eterna le es debida al hombre en cuanto es hecho hijo de Dios, y viene a serlo haciéndose
semejante a Cristo. Ahora bien, se asemeja uno a Cristo por poseer al Espíritu de Cristo, que es el
Espíritu Santo. Dice el Apóstol: “No recibisteis un espíritu de esclavitud para recaer en el temor,
sino que recibisteis el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: Abba, Padre. El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”. Y: “Porque sois hijos de Dios,
Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su 1 lijo, que dama: Abba, Padre”.
En quinto lugar, nos aconseja en nuestras dudas y nos enseña cuál sea la voluntad de Dios: “El
que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. “Lo escuchará como a Maestro”.

UNIDAD X
LA VIDA ETERNA

“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque este muerto, vivirá.”
Juan 11,25

I)
INTRODUCCION.- Vivir integramente, vivir para siempre, no en eterno reposo, sino en
inconcebible plenitud, no tener miedo ya a nada ni a nadie, ni siquiera a las propias debilidades; ser
la persona que Dios quería que fuese, vivir con El, satisfacer el anhelo por una plenitud de vida
mas allá de la muerte, en otras palabras celebrar la fiesta de la VIDA ETERNA. Pero surge una
pregunta: ¿Quién podrá decir exactamente lo que eso será?

Desde que existió la humanidad, existen evidencias de que el hombre ha llevado consigo ,
estrechamente ligado a él , tal vez encajado muy dentro de su corazón el anhelo de eternidad,
perpetuidad. Existen indicios en las diferentes culturas que han existido y poblado este planeta, de
una esperanza en la creencia de que la vida, no termina con la muerte, incluso algunas culturas
como el hinduismo y budismo, sostienen que vivimos no solo una vida, sino que millares y
decenas de millares de vidas a través de la reencarnación, los egipcios enterraban con todas sus
pertenencias a sus muertos, con alimentos e incluidos sus servidores, con el fin de que no les
faltare nada en sus viaje al más allá. Pero nada de lo que el hombre haga puede cambiar el
designio que el Eterno fijó para su creación y es su naturaleza mortal.
Los cristianos creemos en la resurrección de Jesús de entre los muertos. Y esto tiene que
ver con Dios, con todos los hombres y con todo lo creado. Nuestro lenguaje, nuestras palabras, se
refieren a este mundo y a su realidad y no son suficientes para designar el mundo de Dios y su
realidad. Entonces nos damos cuenta de lo que ya los primeros cristianos se dieron cuenta, que
para los innumerables cuestionamientos que se suscitan al respecto, no conocemos mejor
respuesta que la que dio Pablo en su carta que dirige a la
comunidad de Corinto.

“Lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió, eso es lo que Dios tiene preparado para
quienes lo aman”.
1 Corintios 2,9

II.- MARCO CONCEPTUAL

II-1¿QUE ES LA VIDA? – Es el término que se utiliza para englobar desde las algas unicelulares,
hasta las plantas y animales superiores. Del don de vida como sinónimo de existencia y vitalidad.
“Espacio de tiempo que transcurre en el ser vivo desde el nacimiento hasta la muerte”

II-2 ¿QUE ES LA VIDA ETERNA?


- Para tratar de entender más profundamente lo que es la VIDA ETERNA a uno de los doctores de
la iglesia, San Agustín, escribía:“Entonces seremos libres y veremos, veremos y amaremos,
amaremos y alabaremos. He aquí lo que sucederá al fin sin fin”.

Los profetas de Israel y el vidente San Juan, el profeta cristiano que vaticina sobre el fin de
los tiempos, hablan en metáforas como ha de ser para nosotros esa VIDA ETERNA. No hablan del
cielo como de algo inimaginable que existe en algún lugar. El cielo esta donde esta Dios donde hay
personas que viven con El como su pueblo. La vieja Tierra, cargada de culpas, profanada por el
hombre, ha pasado ya. Una nueva Tierra tal como Dios lo concibió y quiso desde un principio, se
convierte en la patria del hombre. Un mundo en el que también Dios se halla a gusto y es su luz y
su vida. ¡Un lugar donde Dios mismo esta y habita entre los hombres!

Según el libro del Profeta ISAIAS, en el capitulo 11, versos del 6 al 8, podemos leer sobre
la existencia de una Tierra nueva y fértil, donde brotan manantiales en el desierto, crecen árboles y
producen frutos: doce veces al año. Un mundo en el que ningún ser vivo constituye una amenaza
para otro ser vivo. El cordero y el lobo conviven fraternalmente. Un niño pequeño mete su mano en
un nido de víboras y no sufre mordeduras.
Un lugar donde los hombres experimentan lo que es una vida humana plena y sin fragilidades: no
hay enfermedad ni muerte ni soledad ni lamento ni lágrimas ni enemistad ni opresión.

Es entendida también como vida futura. Según el diccionario de las religiones se considera
como vida futura, a la vida más allá de la que ahora vivimos. “creer en una vida futura “ significa
que pensamos que la muerte no es el fin de todo, que continuamos viviendo, que sobrevivimos en
una forma o en otra a la disolución final de nuestro cuerpo.

III.- COMO CONSIBEN LA VIDA ETERNA OTRAS CULTURAS.-

III-1) LOS CRISTIANOS Y LA VIDA ETERNA.- El Hijo de Dios nació como hombre. Y como
hombre murió en la cruz. Su cadáver fue depositado en la tumba. De ello hay testigos. No solo los
hombres y las mujeres que vinieron con el a Jerusalén. También los acusadores, los verdugos,
Ponsio Pilatos y los soldados romanos.

A primera hora de la mañana del día de Pascua, unas mujeres acuden a la tumba de
Jesús. Cuando llegan al sepulcro ven que alguien ha retirado la piedra redonda que cerraba la
entrada; las mujeres entran al sepulcro y ven sentado al lado derecho a un hombre con vestiduras
blancas. Se asustan. Pero un ángel les dice: “¿Buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado? ¡Ha
resucitado! ¡No esta aquí! Miren el lugar donde lo pusieron. Vayan pues, a decir a sus discípulos y
especialmente a Pedro: El va camino de Galilea”. Otro pasaje de la Biblia refiere que Maria
Magdalena, en la mañana del día de Pascua , encuentra al Resucitado; ella esta llorando junto al
sepulcro vacío, entonces ve a Jesús pero no le reconoce. Tan solo cuando Jesús la llama por su
nombre: “¡Maria!” se le abren los ojos. El Resucitado le da el siguiente encargo: “Ve y di a mis
hermanos que voy a mi Padre que es el Padre de ustedes; a mi Dios que es también su Dios”.
Jesús ha resucitado, no ha terminado su historia y los hombres y mujeres que proclaman este
increíble mensaje son testigos del mismo; para todos estos testigos, fue una señal importante el
sepulcro vacío y el encuentro con el Resucitado se convirtió en su vocación: tienen que transmitir
a otros lo que han visto. Su fe es tan firme y segura que están dispuestos a morir por ella. EN LA
FE DE ESOS DISCIPULOS SE FUNDAMENTA LA FE NUESTRA, que como Jesús resucito y
regreso de la muerte a la Vida Eterna, de la misma manera todos los que morimos con esa
esperanza, resucitaremos a la eternidad al lado de Nuestro Padre.

Los creyentes somos miembros del cuerpo de Cristo y según 1 Corintios 6: 14,15 se puede
decir, con toda lógica, que Cristo resucitado no esta completo hasta que resucitemos todos los que
formamos su cuerpo; nuestra resurrección y vida eterna, completa lo que aun le falta a la
resurrección del Señor.

III.2) EL JUDAISMO.- El judaísmo dentro de su doctrina plantea la existencia de una vida eterna.
Enseña sobre la (2) “inmortalidad del alma”. El profesor Yehuda P. afirma que “ lo que te toque vivir
ya sea el paraíso o el infierno son el resultado directo de nuestras acciones en esta vida”. Con
esta declaración afirma sobre una vida eterna que enfrentará cada quién de acuerdo a como haya
vivido. También dice que al morir la persona, el cuerpo, lo físico que somos retorna a su origen, que
es la naturaleza. A decir del profesor del profesor Yehuda “las acciones que realizamos en este
mundo, son las que nos prepara para la vida futura.
Y se pregunta ¿Qué es lo que hay después de la vida?. Es la vida exclusivamente
espiritual. Esta concepción por parte de los judios de la vida después de la vida , se encuentra
desde antes de Cristo, como se lee en II Macabeos 7:9 (biblia católica). Al llegar a su último suspiro
dijo: “tu criminal nos privas de la vida presente ,pero el rey del mundo a
nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna”.

III.3)EL HINDUISMO.- El hinduismo cree en la resurrección, cuantas veces sea necesario, en


cada reencarnación la vida se va perfeccionando hasta volverse perfecto para así llegar a la vida
eterna.
III.4) LOS MUSULMANES.- Su propósito es cumplir con los mandamientos de ALA que
significa Dios, creen en la vida eterna después de la muerte pero basándose en sus actos.
IV) ¿QUE ES LA MUERTE? – El concepto respecto a que constituye la muerte varia según las
diferentes culturas y épocas. Algunas autoridades argumentan que la muerte debe ser considerada
como perdida de la capacidad para la interacción consciente o social. El signo de la muerte según
este principio es la ausencia de actividad en los centros cerebrales superiores.

En las sociedades occidentales, la muerte ha sido considerada tradicionalmente como la


separación del alma del cuerpo; en esta creencia, la esencia del ser humano es independiente de
las propiedades físicas.

La muerte marca el final de la vida terrena, el comienzo de la vide eterna: el alma se


separa del cuerpo, que se corrompe y se encuentra con Dios en el juicio particular. En el Día de
Dios, cuando Jesucristo venga de nuevo en gloria, todos los muertos resucitaran, sus almas se
unirán con el cuerpo transformado.

La muerte inspira miedo a los hombres, incluso a los que confiamos en Dios. Porque la
muerte significa despedida y separación. Todo lo que constituía la vida de un hombre –cosas y
personas- se queda atrás. Cada uno muere su propia muerte, y muere con las manos vacías.

Desde el punto de vista cristiano, el castigo resultante de nuestro pecado es la muerte. Se


entiende la muerte de la siguiente manera:

(3) a)Muerte Física.- La separación del alma del cuerpo, la cuál afecta a la humanidad
como resultado del pecado.
a) Muerte Espiritual.- La separación del alma de Dios, esta condición nos fue transmitida
a nosotros desde Adán, lo mismo que la muerte física.

c) Muerte Eterna.- La culminación y la extinción de la muerte espiritual es la separación


eterna de el alma de Dios.

IV) ¿QUE ES LA RESURRECCION? - Creemos con fe que en la muerte Dios viene a nuestro
encuentro, los ojos que la muerte cierra se nos abren, nos hallamos ante Dios: cada uno con su
propia historia, con su amor y con su culpa. Con lo que el ha hecho, sea bueno o malo, creemos
que ese encuentro es vitalmente decisivo. Los profetas de Israel y también Jesús designan esa
experiencia como un juicio. Los ojos de Dios penetran con su mirada hasta lo mas profundo, no es
posible ocultar nada. En ese juicio se da una sentencia que puede ser de recompensa o castigo.

Al igual que el ser humano, tiene cierta esperanza o fé depositada de que exista vida
después de la muerte, así también creemos de que algún día resucitaremos, especialmente
creemos en esto los que somos cristianos, puesto que Cristo resucitado ha abierto las puertas
para que nuestros cuerpos también resuciten cuando llegue el momento. Los cristianos no solo
creemos en la resurrección de Jesús, sino también en la resurrección de la carne, de todos los
hombres como dice San Pablo: Por que habiendo venido por un hombre la muerte, también por un
hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos,
así también todos vivirán en Cristo 1Cor.15:21-22.Un cuerpo transformado y glorificado, sin
limitaciones de cuerpo mortal (1Cor. 15:52).

V) CONCLUSION.- La vida eterna es un don de Dios, recibido por medio de Jesucristo y su


sacrificio en la cruz (Juan 14:14-15). Recibimos la vida eterna como, un regalo de nuestro Dios a
través de la salvación que es Cristo Jesús, solo a través de él logramos gozar de una vida eterna.
La vida eterna se logra siempre que nuestro arrepentimiento fuere sincero, la vida eterna es la
promesa de Dios para nosotros. La vida eterna es el pasar de la vida terrenal a la vida celestial.

BIBLIOGRAFIA.-

PASAJES BIBLICOS QUE NOS HABLAN DE LA VIDA ETERNA:

Daniel 12:2 Juan 3:16 Juan 5:24


Romanos 6:23 Juan 3:36 Juan 3:15
Gálatas 6:8 1 Tim.1:16 Juan 6:27
Juan 12:25 1 Tim. 6:12 1 Juan 5:26
Juan 6:24 Juan 10:28 Juan 12:56
DICCIONARIO DE LAS RELIGIONES
(2) DICCIONARIO LAROUSSE
(3)WWW.CORAZONES.ORG.DICCIONARIO/RESURRECCION.HTM.
YO CREO (PEQUEÑO CATECISMO CATOLICO) Pag. 84-89
DICCIONARIO DE LA SANTA BIBLIA Pag. 437,550

LA RESURECCIÓN
La resurrección de Jesús es medular para la fe cristiana.
Si El no hubiera resucitado de entre los muertos, entonces la fe cristiana no
tendría validez, siendo que Jesús mismo declaró que resucitaría de entre los
muertos al tercer día. Por otro lado, si Jesús resucitó de entre los muertos,
entonces todas sus afirmaciones son verdad y ahora podemos estar seguros que
sí hay vida después de la muerte.
Jesús mismo predijo su muerte y resurrección, y estos eventos sucedieron
exactamente como él los había anunciado.
Juan 2:19-21 "Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo
levantaré. 20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este
templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Mas él hablaba del templo de su
cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se
acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús
había dicho."
Juan 10:17 "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a
tomar."
Juan 16:16-23 "Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis;
porque yo voy al Padre. 17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a
otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un
poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? 18 Decían, pues: ¿Qué quiere decir
con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla. 19 Jesús conoció que querían
preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía
un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? 20 De cierto, de cierto os
digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque
vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer cuando
da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz
un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un
hombre en el mundo. 22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a
ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. 23 En aquel día
no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al
Padre en mi nombre, os lo dará.
Mateo 12:40 "Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres
noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres
noches."
Mateo 16:21 "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le
era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales
sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día."
Lucas 18:31-33 "Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén,
y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del
Hombre. 32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y
escupido. 33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día
resucitará."
Este evento está bien documentado por numerosos recursos históricos y
confiables.
Historiadores como Josefo (c.37-110 DC), Ignacio (c.50-115 DC), Justino Mártir
(c.100-165 DC) y Tertuliano (c.160-220 DC) estuvieron convencidos de la
autenticidad de la resurrección. Sus escritos validan los relatos de los escritores
bíblicos, quienes conforme a los teólogos bíblicos, registraron el evento tan
temprano como el año 37 DC y no más tarde del año 64 DC.
Además, otros historiadores del primer y segundo siglo incluyendo a Cornelio
Tácito, Suetonio, Plinio Segundo, y Luciano de Samosata reconocieron el impacto
que este evento increíble tuvo sobre la gente de esa época.
La resurrección es la única explicación aceptable del sepulcro vacío.
Los soldados romanos celosamente vigilaban la tumba donde el cuerpo de Jesús
se encontraba. Además, la entrada al sepulcro estaba sellada con una enorme
roca. La guardia romana, que normalmente se componía de 16 miembros,
hubiesen hecho imposible para los discípulos--quienes, a propósito, estaban
acobardados por el miedo a perder sus propias vidas--robar el cuerpo. Si, como
algunos aseguran, Jesús no estaba muerto, sino solamente debilitado, los
soldados y la roca hubiesen evitado su escape. Después de haber sido golpeado
y flagelado, colgado en una cruz por seis horas, traspasado con una lanza por su
verdugos para asegurar su muerte, y envuelto, como la costumbre, en 100 libras
de lino y especias, Jesús no hubiese estado en condición alguna para rodar una
roca de dos toneladas cuesta arriba, ni ser más ágil que 16 soldados romanos y
después aparecerse radiantemente a sus discípulos.
Los líderes judíos de la época fácilmente pudieron haber refutado todas las
aseveraciones sobre la resurrección simplemente al reponer el cuerpo, pero no
pudieron porque no había cuerpo.
Hubieron numerosos testigos de la resurrección.
Después de que él resucitó de entre los muertos, Jesús apareció por lo menos
diez veces a los que le conocían y a más de 500 personas a la misma vez. Estas
apariciones no fueron alucinacíones; Jesús comió y habló con sus seguidores y
ellos le tocaron su cuerpo resucitado.
Lucas 24:36-39 "Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en
medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 37 Entonces, espantados y atemorizados,
pensaban que veían espíritu. 38 Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen
a vuestro corazón estos pensamientos? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo
mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis
que yo tengo."
Juan 20:26-29 "Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con
ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les
dijo: Paz a vosotros. 27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y
acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 28
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Jesús le dijo:
Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y
creyeron."
1 Corintios 15:3-8 "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció
a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos
a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció
a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un
abortivo, me apareció a mí."
La resurrección es la única explicación razonable para el comienzo del
movimiento Cristiano.
La Iglesia Cristiana nació en la misma ciudad donde Jesús fue públicamente
ejecutado y sepultado. La creencia en un Jesús resucitado tuvo que haber sido
auténtica para haberse enraizado en Jerusalén y crecido hasta abarcar el mundo
entero. La Iglesia Cristiana es ahora la institución más grande que existe y ha
existido en la historia de la humanidad. Claramente, esto hubiese sido imposible
si la resurrección fuese solamente un cuento.

La resurrección es la única explicación lógica para la transformación de los


discípulos.
Ellos abadonaron y negaron a Jesús antes de su juicio público; después de su
muerte ellos estaban desalentados y temerosos. Aún, después de su resurrección
y su experiecia en Pentecostés, estos mismos desalentados hombres y mujeres
fueron transformados por el sobrenatural poder de Cristo resucitado. En su
nombre, ellos pusieron de cabeza al mundo . Muchos perdieron la vida por su fe,
otros fueron terriblemente perseguidos. Su valiente comportamiento no tiene
sentido aparte de su convicción de que Jesucristo fue verdaderamente resucitado
de entre los muertos- un hecho digno por el cual morir.

A través de los siglos, los grandes teólogos que han considerado las pruebas de la
resurrección han creído, y todavía creen, que Jesús está vivo.
Después de haber sopesado la evidencia de la resurrección dada por los
escritores de los Evangelios, Simon Greenleaf, una eminencia sobre asuntos
legales de la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard, concluyó:
"Sería imposible que ellos hubieran persistido en afirmar las verdades que han
narrado, de no ser por el hecho de que Jesús sí resucitó de entre los muertos."

Jesús, comida para perros


Si los romanos no observaron el decreto del Deuteronomio, el cuerpo de Jesús se
habría dejado en la cruz, para las bestias salvajes. Y sus seguidores, que habían
huido, lo sabrían. Si los romanos observaron el decreto, los soldados se habrían
asegurado de que Jesús estuviera muerto y ellos mismos lo habrían enterrado
como parte de su trabajo. En cualquiera de los dos casos -su cuerpo abandonado
en la cruz o en una tumba superficial apenas cubierta de polvo y piedras- le
esperaban los perros. Y sus seguidores, que habían huido, demasiado bien lo
sabían. Observemos, entonces, cómo el horror de esa verdad brutal se sublima en
su contrario mediante la esperanza y la imaginación.
Dicho de otra forma: el cadáver de Jesús era comida para perros desde hacía
mucho tiempo, pero puesto que los apóstoles eran muy buenos en psicosis
religiosas y en hacer limonada sin limones, podemos decir que la Resurrección
está llena de "esperanza" en un sentido que solamente pueden entender teólogos
sumamente avanzados como Crossan.
Hay otros que resuelven el problema de la Resurrección no dejando que Jesús
muera. En esta visión, otra persona es crucificada en Viernes Santo (alguien que
realmente lo mereciese, como Judas Iscariote), mientras Jesús se va a una
jubilación bien ganada en algún sitio. Dependiendo de qué leyenda o Libro
Impactante elijamos (por ejemplo, Holy Blood, Holy Grail, de Michael Baigent) ese
"algún sitio" puede estar en cualquier lugar desde Japón a Francia. A menudo los
escenarios del tipo "Jesús no murió" ofrecen finales de flores y corazoncitos, de
los que gustan en Hollywood, en los que el Hijo del Hombre, jubilado, finalmente
se lleva a su chica, como Clark Kent en Superman II, y ya no tiene que seguir su
ingrata tarea de proclamar verdades. Por lo general, se le envía a algún viñedo
con María Magdalena, para fundar una dinastía de Merovingios o algo similar. En
lugar de ahorrarle del todo la crucifixión, algunas variantes admiten que fue
crucificado pero insisten en que sólo se desmayó (posiblemente con la ayuda de
un poco de vino drogado) y recobró la conciencia más tarde. Pero la reclamación
central de todas estas variantes es que Jesús realmente no murió en la Cruz.

¿Un Jesús ilusorio o un cadáver robado?


Otros, a menudo involucrados en el movimiento de la Nueva Era, solucionan el
problema diciendo que Jesús sólo era un espíritu (divino o angélico, dependiendo
de la preferencia del autor) que parecía ser un hombre, como una especie de
visión sagrada. Esto resuelve el problema de Su muerte haciendo de ella una
ilusión: una limpia disposición de una crucifixión fastidiosa que preserva el final
feliz. Mientras tanto, otros tienen explicaciones mucho más sencillas y más crudas:
los discípulos robaron el cadáver, mintieron y fundaron un culto para su propia
ganancia egoísta y por poder.
Un poco más amable que ésta es la Teoría de Alucinación Histérica, que dice que
los bienintencionados apóstoles "alucinaron" la Resurrección.
Otros dicen que fue una generación posterior de cristianos la que añadió la
Resurrección al Nuevo Testamento. Originalmente, era sólo una colección de
memorias apostólicas sobre el Difunto Maestro y sus ingeniosas enseñanzas.
Muchos creen que San Pablo está detrás de todo (véase, por ejemplo,
Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity, de Hyam Maccoby). Bajo la
influencia del mito pagano, San Pablo supuestamente transformó a aquel rabino
judío corriente en una figura del Cristo Cósmico. Los apóstoles originales, según
esta escuela, estarían horrorizados por lo que Pablo le hizo a las enseñanzas del
gentil e ingenioso Yeshuá.
Las teorías alternativas no encajan entre ellas
Una de las dificultades obvias de todas estas teorías es que no encajan bien entre
ellas. Si tenemos que echarle la culpa a las generaciones posteriores de importar
mitos sobre la Resurrección, no podemos culpar a las primeras. Si todo es culpa
de Pablo, entonces no es de Pedro. Si los Once son ladrones de cadáveres,
entonces no son alucinadores bienintencionados, y viceversa. Tales teorías
demuestran lo que C.S. Lewis denominaba "la incansable fertilidad del
desconcierto", y mucho más cuando sus adherentes intentan obviar la montaña de
evidencias sólidas que apoyan la verdad de la propuesta cristiana. No es de
extrañar, ya que estas "explicaciones alternativas" son todas mucho más difíciles
de creer que la explicación cristiana de la Resurrección, que es bien resumida por
San Pablo en 1 Corintios 15:1-14:
"Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el
cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como
os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer
lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que
se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos
hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.
Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último
término se me apareció también a mí, como a un abortivo.

Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber
perseguido a la Iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la
gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos
ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. Pues bien, tanto ellos
como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.

Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo
andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si
no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó
Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe."
Éste, el primer resumen del Credo de la Fe, da base a mi primera e ignorante
noción del significado y la naturaleza de la Resurrección. Ya que demuestra
claramente que el alma y el corazón real de la enseñanza del Nuevo Testamento
sobre Jesús no es que fuese un predicador, taumaturgo, reformador, sabio o
transmisor de profundas verdades y buenas ocurrencias, y muestra que la
Resurrección no eran unos efectos especiales para impresionarnos y animarnos a
seguir sus buenos consejos.
Sin Resurrección, no hay Evangelio
El primer hecho del Evangelio cristiano, según el Nuevo Testamento, es la Pasión
y Resurrección de Cristo. Sin la Resurrección, no tienes un Evangelio "original" de
dichos ingeniosos, prudentes consejos y ejemplos modernos. Simplemente, te
quedas sin Evangelio. Esa es la razón por la que cada uno de los Evangelios
dedica una cuarta parte a un periodo de 72 horas en la vida de Jesús de Nazaret:
Su Pasión y Resurrección.
Por eso el resto del Nuevo Testamento está concentrado, de forma abrumadora,
en el significado de esa muerte y de la Resurrección, no en Sus gestos o dichos
(casi ninguno de los cuales se preservan fuera de los Evangelios). Es por eso por
lo que hoy prácticamente nadie, excepto los presentadores de televisión más
ignorantes, mantienen la antaño popular idea de que la Resurrección fue añadida
al Nuevo Testamento por generaciones tardías de cristianos tras la muerte de los
apóstoles.
El hecho es que intentar explicar algo del Nuevo Testamento sin poner la
Resurrección en el centro es como decir que la verdad sobre Abraham Lincoln
consiste en tópicos sobre la paz y la justicia y que eso de la "guerra civil" fue sólo
un mito inventado por hagiógrafos posteriores que no forma parte de la historia
original. Si el "Evangelio original" era sólo una colección de cuentos sobre Jesús
que iban diciendo "es bueno ser bueno", la pregunta que surge es: ¿qué era
exactamente lo que resultaba tan interesante acerca de Él?
La única respuesta se encuentra en los mismos documentos del Nuevo
Testamento, que empezaron a componerse en los 20 años que siguieron a la
muerte de Jesús. Éstos ya contienen cosas como el credo previamente
mencionado y la insistencia en que el Evangelio trata sobre nada más y nada
menos que Jesús y la Resurrección (Actas 17:18).
¿San Pablo se inventaba cosas?
Muy bien, no podemos culpar a "generaciones posteriores" por inventarse la
historia de la Resurrección. Por lo tanto, dicen algunos, echémosle la culpa a
Pablo. El problema de esta teoría es que el mismo Pablo, y los testigos que
conocen a Pablo (como Lucas), así como testigos no influenciados por Pablo
(como Mateo y Juan) parecen tener la impresión de que el núcleo básico de la
historia que cuenta Pablo no es invención de Pablo.
"Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí", o más prosaicamente, "os
estoy dando la Tradición que me enseñaron". ¿Que le enseñó y quién? En el caso
de Pablo, los apóstoles (Gálatas 1:18-21) y la catequesis primitiva normal, que se
impartía en lugares como la Iglesia de Antioquia, donde Pablo vivió muchos años
antes de empezar misión alguna (Hechos 13).
Pablo dice este tipo de cosas continuamente y parece que da por hecho no
solamente que lo que tiene que decir sobre Jesús es conocimiento común a todos
los cristianos (no sólo aquellos que él ha convertido) sino que ninguno de los otros
apóstoles que se paseaban por el Mediterráneo -y ninguna de las Iglesias que
ellos fundaron- iban a pelearse con Él por decir que Cristo ha resucitado. Si Pablo
se hubiese inventado el mito del Cristo Resucitado mientras el resto de los
apóstoles vagaban de aquí para allá compartiendo anécdotas sobre Su Amigo el
Mártir Nazareno, podríamos pensar que alguien se habría dado cuenta.
En resumen, si la fe en la Resurrección es tan vieja como Pablo, es que es tan
viejo como los apóstoles mismos. Él la predica por la misma razón que lo hacen
ellos: realmente cree que él vio al Cristo Resucitado, igual que ellos dicen que
vieron al Cristo Resucitado.
La invasión de los ladrones de cuerpos
Ah, sí. Dicen que Lo vieron. ¿Pero por qué los deberíamos creer? ¿Y si los Once
eran sólo ladrones de cuerpos, robando el cadáver de Cristo para retratarse como
los mejores camaradas del mártir y para fundar un culto con Jesús como cabeza
putativa siendo ellos el Gran Queso que adorar?
Las dificultades de esta hipótesis son numerosas. En primer lugar, no actúan como
ningún líder de culto que conozcamos. Los registros que nos han dejado no
describen dinamos de coraje apostólico intrépidas, brillantes, felices, llenas de fe,
perspicacia teológica y agilidad intelectual. Nos muestran un grupo de hombres
cuya honradez los obligaba a dejar cuidadosamente registrado ante el público el
hecho de que eran necios, esnobs, rencorosos, cobardes, partidistas, lentos de
reflejos, ambiciosos, ciegos, egoístas y, cuándo llegó la prueba suprema, bastante
deseosos de salir corriendo en la hora de la prueba terrible de su Capitán.
Comparemos esto con las exhalaciones adoradoras de la prensa de Corea del
Norte acerca de las Incontables Virtudes de los Líderes Intrépidos, o la perfección
inmaculada de Stalin según la prensa estalinista de los años treinta, o la
hagiografía nazi de Hitler. Los apóstoles se aseguran de que su predicación en
público y los registros públicos incluyen una recitación fiel de sus muchos, muchos
pecados. Además, continúan predicando la Resurrección durante décadas, a
pesar de la separación, persecución, pobreza, amenazas, tortura, y martirio
(excepto Juan, que tuvo el placer de ver como ejecutaban a su hermano Santiago
por su testimonio). En resumen, hablan y actúan como hombres sinceros, no como
hombres que quieren ganar dinero o adquirir poder.
En efecto, tan sinceros son ellos que incluso hacen que Jesús parezca bastante
poco divino. A Jesús nos lo presentan mostrando debilidad, miedo, confesando
ignorancia y haciendo preguntas. Lo describen como incapaz de hacer ciertas
cosas. El registro oficial de los discípulos Le hace decir cosas que suenan como
peligrosas negaciones de su divinidad, como ¿Por qué me llamas bueno? Sólo
Dios es bueno (Marcos 10:18) o "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? (Mateo 27:46).¿Hemos de creer que unos mentirosos astutos que
cuidadosamente inventaron toda la historia para hacer aparecer a Jesús como el
Señor Resucitado no se dieron cuenta de estos detalles perturbadores en su
historia?
No. Lo que aparece con fuerza tremenda en el Nuevo Testamento es que el
testimonio lo han dado personas que dicen la verdad, incluso acerca de hechos
incómodos, que no favorecen inmediatamente sus tesis. Parece gente que
auténticamente cree que Cristo ha resucitado, no personas que mienten sobre un
cuerpo que saben perfectamente bien que fue robado o comido por los perros.
Durante el resto de sus vidas (a través de la tortura y la ejecución), los apóstoles
se comportaron como hombres completamente convencidos de que se habían
encontrado al Cristo Resucitado.
¿Testigos inventados?
En efecto, están tan convencidos que incluyen numerosos detalles que,
francamente, ningún mentiroso inventaría. Así, por ejemplo, ningún mentiroso
judío del primer siglo llamaría como su primer testigo a María Magdalena. Porque
la Magdalena era un testigo sin credibilidad por dos razones para una audiencia
judía del primer siglo. Primero, porque era una mujer; segundo, porque era una
mujer de la que se suponía que le habían expulsado 7 demonios… lo que marca
un perfil psicológico más bien turbio (Marcos 16:9). Los Evangelios se leen como
registros de personas honradas impactadas por los hechos, incluyendo el hecho
de que una de las primeras testigos de la Resurrección fuese una mujer de
reputación incierta.
Por supuesto, algunos replicarán que esto demuestra demasiado y que
normalmente no prestaríamos atención al testimonio de un sicótico (esto es,
"demoníaco"), así que ¿por qué molestarnos con María?
Porque María está entre los primeros testigos, no los últimos. Los registros
señalan a cientos de testigos -la mayoría aún vivos en los tiempos en que se
escribió 1Corintios- y dan un testimonio de la Resurrección que es, en general,
coherente.
Una aparición a las mujeres, a los Doce en diversos momentos dentro y alrededor
de Jerusalén, y a otros más en Galilea, seguida de una aparición a Pablo algunos
años después (sin contar varios fenómenos de visiones, que son de un orden
diferente). Los quisquillosos son aficionados a hablar de las discrepancias entre
los Evangelios (libros escritos con décadas de diferencia para audiencias
diferentes y con distintos propósitos teológicos). Pero lo que realmente destaca es
qué parecida es la historia en todos ellos. Si las discrepancias menores que los
distinguen realmente significan que son falsos, entonces debemos concluir
también que John Fitgerald Kennedy nunca fue asesinado, dadas las numerosas
discrepancias en los testimonios de los testigos.
En efecto, son a menudo los detalles los que resultan más persuasivos. De esta
forma, otra cosa que nadie haría nunca es inventarse el lugar del entierro de
Cristo: la tumba de José de Arimatea, un miembro del Sanedrín. Es exactamente
el tipo de detalle que da a los Evangelios el aroma de la realidad. Si uno se
inventa la historia, pondrá el cuerpo en la tumba de algún discípulo devoto, no en
el sitio de descanso final de un miembro del organismo dominador al que
oponemos lo más amargo del mensaje.
La tumba vacía, ¿no sería otra tumba?
La mención de la tumba conduce a algunos a otra de las teorías favoritas:
concretamente, que los discípulos fueron a la tumba equivocada y llegaron a la
conclusión de que Cristo había resucitado. Uno no puede sino preguntarse ¿de
qué creen estos teóricos que está hecha la gente?
Que los apóstoles concluyan que Jesús es el Señor Resucitado y glorioso de todo
lo creado, en base a una tal pifia, requeriría una estupidez sobrenatural no
solamente por su parte sino por parte de las autoridades de Jerusalén. Aunque
toda la Iglesia primitiva fuese tan obtusa que no pudiese encontrar el lugar de
reposo final del Hombre que era el foco de su devoción, seguro que alguien en la
élite de Jerusalén opuesta a la secta creciente de los nazarenos podría haber
dicho: "Esto…, ¿chicos? Aquí está el cadáver. Estabais mirando en el lugar
equivocado. La próxima vez preguntad para no perderos." José de Arimatea
podría haber sido de ayuda aquí. Y también las mujeres, que vieron dónde se Le
ponía. Una teoría así resulta el doble de tonta cuando tenemos en cuenta la
fascinación de la Iglesia primitiva con las reliquias y las tumbas. Las primeras
liturgias tendían a celebrarse en lugares funerarios, y sin embargo no hay culto en
torno a la tumba más importante de todas. ¿Por qué? Es como si la tumba
estuviese vacía o algo así…
"Jesús no murió, sólo quedó malherido y escapó"
Lo que nos lleva, en nuestra taxonomía de alternativas a la Resurrección, a las
diversas teorías de "escapatoria de la muerte - desmayo", la idea de que Jesús de
algún modo evitó la muerte, bien abandonando la ciudad y dejando un pelele que
ocupase Su lugar, o soportando la crucifixión y escapándose de la tumba. Es difícil
decir qué versión de esta teoría es más ridícula. Si hay un hecho histórico que no
ha sido discutido ni siquiera por los historiadores más ateos, es el hecho de Su
muerte. Aunque no supiésemos nada más sobre Él, sabríamos al menos que
murió crucificado fuera de los muros de Jerusalén alrededor del 30 d. C.
Y aun así algunos insisten en que no murió. Como una especie de Elvis del siglo I,
asumió una jubilación repentina y misteriosa, en contradicción aguda con todo lo
que había dicho y hecho antes, para fundar una dinastía o estudiar filosofía o algo
así en una tierra remota. ¿Cuáles son las pruebas de esto? Bien, en realidad no
hay ninguna, sólo indicios, suposiciones, y "qué-pasaría-si"… Se parece bastante
al pensamiento que subyace detrás de los libros de Von Daniken, Los Carros de
los Dioses, sobre el origen extraterrestre de la raza humana. Es un caso de teoría
en busca de pruebas, no de pruebas que dan lugar a una teoría.
Mientras tanto, la gente que estaba allí da testimonio, no de que Jesús dejase la
ciudad justo después de la Última Cena (una cena en la cual específicamente
predijo Su Pasión con una exactitud extraña que reduciría a Pedro a lágrimas
cuando se cumplió) sino que Jesús se dirigió hacia la traición, el juicio y la
crucifixión. Y de nuevo, ¿para qué los fundadores del nuevo culto se habrían
inventado esta profecía y su embarazoso cumplimiento? En efecto, testigos
oculares como Juan vieron a Jesús tanto en el juicio como en la crucifixión. Así
que no hay muchas formas de que Jesús escapase de la ciudad dejando a alguien
que cargase con el fardo.
¡Ah! Pero es que Juan sólo creyó que veía morir a Jesús. En realidad el Nazareno
recibió un vino drogado: se desmayó luego y despertó en una tumba, fría como un
congelador, en una fresca mañana de abril. ¡El escenario perfecto para
recuperarse drásticamente de los azotes, la crucifixión, la pérdida masiva de
sangre, el impacto y una herida de lanza en el corazón, como recomiendan nueve
de cada diez doctores! Entonces salió tambaleándose (después de librarse de
algún modo de las vendas selladas a Su carne rota) y empujando la piedra de un
montón de toneladas que sellaba la tumba, se fue a donde los discípulos cojeando
con Sus pies ensangrentados, les enseñó Sus manos (completas con pulgares
permanentemente inmóviles debido a un daño nervioso irreparable), y jadeó una
especie de saludo entre puñaladas de dolor espantoso por la herida de lanza.
La mayor parte de la gente, enfrentada con un espectáculo tan horroroso,
marcaría el 911. Los discípulos, en cambio, lo saludaron como el Conquistador
Glorioso de la Muerte y Señor del Universo y fundaron una religión.
La teoría de las alucinaciones masivas tangibles que comen pescado
"Vale, de acuerdo", dice el escéptico inasequible al desaliento, "Jesús murió. Y los
discípulos no robaron el cuerpo y no mintieron. Simplemente alucinaron. Juntos.
Los quinientos. Durante 40 días. No, si realmente..."
Incluso dejando a un lado el molesto tema de la tumba vacía (con los ropajes
funerarios vacíos en su interior) queda aún un problema acerca de la naturaleza
de las alucinaciones. La alucinación de masas es sumamente rara. Tan rara, de
hecho, que se invoca normalmente sólo para explicar cosas como, ¡vaya!, la
Resurrección. El resto del tiempo, cuando 500 personas dicen que vieron a
alguien y hablaron con él, los creemos, especialmente cuando no tienen nada que
ganar con ello… o cuando por decirlo se les condena rutinariamente a muerte.
Y tenemos otros problemas que tratar si queremos considerar la Teoría de la
Alucinación Masiva. Ante todo, está el hecho curioso de que se supone que
alucinaciones como esta son el resultado de fantasías que intensamente se
desean ver cumplidas. Los testigos probablemente querían que Jesús estuviera
vivo con tanta fuerza que se autoengañaron y pensaron que Lo veían. Sin
embargo, sus discípulos no supieron reconocerlo en al menos tres ocasiones. Se
nos dice que estaban tan desesperados por verlo que se autoengañaron para
verlo, pero al mismo tiempo vemos que caminaron con Él medio día y no se dieron
cuenta. Extraño. Y más aún, ¿qué alucinación se puede tocar y come pescado?
El Jesús-ilusión de los neognósticos
Ello nos lleva a la escuela de pensamiento gnóstico o New Age de Jesús-como-
ilusión-divina. Pero si el Cristo Resucitado fue realmente una ilusión puramente
espiritual enviada por la Divinidad para enseñarnos elevadas verdades sobre la
insignificancia del cuerpo y la necesidad de superar nuestra humanidad, ¿existe
algo que oscurezca más esta enseñanza que un cuerpo que Tomás podía tocar,
un cuerpo que respira aire y come pescado? De todas formas, no parece que los
apóstoles se hayan quedado con esas verdades superiores. Por el contrario,
enseñan que Cristo Resucitado ha resucitado corporalmente, y que no sólo es
completamente Dios sino también completamente humano, aunque glorificado.
Un cuerpo resucitado. Glorificado. Completamente Dios y completamente hombre.
Cuando las alternativas se han consumido todas en una estéril demanda de
nuestra atención, es la vieja historia cristiana lo que nos persuade. Es la historia
del Conquistador de la Muerte que ha sufrido el aguijón de la muerte y ha elevado
nuestra naturaleza humana sacándola del sepulcro para que también nosotros
seamos resucitados. Lo puedes leer todo en el Nuevo testamento, sin
explicaciones alternativas. Un libro de lo más convincente, especialmente cuando
tantos escépticos nos llevan a murmurar "¡casi me persuades de hacerme
cristiano!".
La Resurrección es la piedra angular objetiva de la fe cristiana. Sin ella, no tienes
un Evangelio purificado de superstición. Lo que tienes es una basura de
conclusiones "reales" de renta baja para la historia de Cristo que son mucho más
difíciles de comprar que la explicación cristiana. Al final del día, lo que permanece
es que "si Cristo no ha resucitado, vano es entonces que prediquemos, y en vano
es nuestra fe" y "de todos los hombres, somos los más dignos de lástima" (1
Corintios 15:14, 19). Pero eso nunca pareció preocupar a Pablo, ya que "la verdad
es que Cristo ha sido resucitado de entre los muertos, la primicia de entre los que
duermen". (1 Corintios 15:20).
La verdad es que en el mundo descreído que hoy vivimos, sobre todo para la
juventud, pensar en la resurrección de Jesús parece como un despropósito. Y es
que, hoy, no se está con el mundo de las Escrituras Sagradas, ni con lo que el
mismo Jesús quiso para sus apóstoles y los que le amaran, y en general tampoco
se va más allá con lo de la interioridad humana, que al no haber sido, nunca, vida
propia en su credo, los jóvenes ven con más posibilidades una creencia
incoherente, como la reencarnación, - ¿será quizás, por la idea de rehuir toda
responsabilidad personal en el caso?- tan contraria a una visión personal del
hombre, y en contra evidente de una concepción personal filosófica seria. La
globalización, permite hoy estas cosas en nuestra cultura.
Qué concepción, por otra parte, tenemos de lo sagrado, que de vivirlo, pudiera
ayudarnos a nuestra realización personal. Claro, de alguna manera, sí
permanecen algunas cosas que consideramos como sagradas para nosotros..
Pensad en unas vacaciones que hemos venido trabajando desde largo ha, y por lo
que sea, al final, porque la gerencia del negocio donde trabajamos, ve las cosas
de otra manera, se me frustran las vacaciones,... sentimos que no se nos respeta
nuestro mundo sagrado. Lo sagrado es aquí, lo que hemos puesto aparte del todo,
en nuestro ser personal, al margen de otra consideración humana posible.
De cualquier manera sabemos que lo sagrado siempre significa una realidad
puesta aparte y que se diferencia de todo lo demás por mi estima, en la común
vida nuestra. Y cuando hablamos de nuestro Dios, lo vemos como una realidad
totalmente aparte de toda otra realidad. De manera que esta consideración de lo
sagrado me incluye a mí, como totalmente dependiente de lo sagrado. Y lo mismo
digamos de las cosas que están referidas a Dios mismo, por ejemplo el

sacerdote, o el sacrificio etc, etc.


Pero, todas estas son consideraciones, que obviamente llaman la atención por su
poca funcionalidad en nuestro momento histórico, y que al mismo tiempo, nos
separan de una visión profunda de todo lo que tiene que ver con la concepción
personal de uno mismo, no nos ayudan mucho, a la hora de la verdad . Por ende,
sin la fe, en una dimensión apropiada de lo divino-humano, no podemos hablar
de temas tan solventes para el hombre, como pueden ser lo sagrado, y en
concreto, del hecho tan significativo y único de la Resurrección de Jesús.

A este propósito, los discursos de Pedro después de Pentecostés, tal y como los
transmiten los Hechos, están centrados sobre el acontecimiento que ha
conmocionado su vida y cambiado por completo su visión de Dios y de su obra
salvadora: la Pasión y la Resurrección de Jesús. Sin la Pascua, la vida de Cristo
se habría saldado con un enorme fracaso: la muerte en la cruz y abandonado por
sus amigos.
Pero... ¿Cómo se explica que esta muerte se vea seguida por un prodigioso
resurgimiento de la fe en este Cristo despreciado y aparentemente derrotado para
siempre?.
Es solo un siglo, y a pesar de las persecuciones, Jesucristo será conocido, amado
seguido, adorado en todo el perímetro de la cuenca mediterránea, y aun más allá.
¿Cómo ha podido esta fe enraizarse en más de mil millones de hombres,
hablando solo de los católicos, en el mundo de hoy?...

Sin embargo, para el hombre, todo hombre, sin la resurrección nada seria
posible, ni igual en el hombre. ¿Has pensado esto? Desde luego que en un plan
de realismo humano, este tema debería cuestionarnos. Nadie, un poco en sí
mismo, deja de aceptar el hecho de que la eternidad es parte nuestra, si con ella a
la postre tanto jugamos en nuestra vida una y mil veces, y seamos honestos, qué
mal nos avenimos a renunciar a ella.
Solo en un planteamiento serio de este tema en tiempos de S Pablo, se concibe
que él pudiera decir, que, si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra
esperanza. Y lo hace así en la seguridad que tiene de que el tema importaba a los
hombres del siglo I d.C, y por supuesto a nosotros. Por eso nos asegura que Él,
Cristo, en su responsabilidad de entrega a la voluntad de su Padre, resucitó... Y
desde luego Pablo, que era enemigo en principio, y un buen crítico, en todo
momento, lo aceptó de tal manera, que toda su vida la cifró en dar a conocer a
este, su Señor Resucitado.
El misterio de la Pascua de Cristo, precisamente por eso, involucra la historia de la
humanidad, pero al mismo tiempo la trasciende. El mismo pensamiento y el
lenguaje humano pueden, en cierto sentido, comprender y comunicar este
misterio, pero no agotarlo. Por eso, el Nuevo Testamento, a pesar de que habla de
«resurrección», como atestigua el antiguo Credo que el mismo Pablo recibió y
transmite en la Primera Carta a los Corintios (cf. 15,3-5), recurre también a otra
formulación para delinear el significado de la Pascua. Particularmente en Juan y
Pablo, se presenta como «exaltación» o «glorificación» del crucificado. De este
modo, para el cuarto evangelista la cruz de Cristo ya es ese trono real, que se
apoya en la tierra pero que penetra en los cielos. Cristo se sienta como Salvador y
Señor de la historia.
Este mundo de hoy, me da la impresión de que es verdaderamente crucificado,
los horrores que ha sufrido este siglo, así lo atestiguarían, y sin embargo, ni cree,
ni espera su glorificación...en ese contexto de falto y cansado de la cruz, del
esfuerzo diario, por definir de una manera segura su futuro. Y es que la
incapacidad para el sacrificio nos aparta de todo y cualquier caminar
verdaderamente personal, y, sobre todo, la negativa a dejarnos, equivocadamente,
manipular, como defiende el post-modernismo, y con él, muchos otros que se
ajustan a este ideario, nos impide volver al transcendente Dios que nos ama.
Porque jamás manipuló a nadie Jesús, en su historia humana-divina, y a muchos
consoló, y dio sentido a su vida: recordemos a la Magdalena del evangelio, a los
apóstoles, y a los mil y un cristianos de hoy, que son ejemplo para el mundo,
porque Cristo ha buscado siempre nuestro bien, y se nos presenta como
Salvador y Señor de la historia.

Cristo, después de haber recorrido los caminos de la historia y de entrar en la


oscuridad de la muerte, frontera de nuestra condición finita y salario del pecado
(cf. Romanos 6,23), regresa a la gloria, que desde la eternidad (cf. Juan 17, 5)
comparte con el Padre y con el Espíritu Santo. Y consigo guía a la humanidad
redimida. De hecho, la Carta a los Efesios afirma que «Dios, rico en misericordia,
por el grande amor con que nos amó..., nos vivificó juntamente con Cristo... y nos
hizo sentarnos con él en los cielos» (Efesios 2, 4-6). Esto es válido sobre todo
para la Madre de Jesús, María, testigo de su resurrección, y cuya asunción es
primicia de nuestra ascensión a los cielos, pero también qué duda cabe, es
gloria, felicidad y dicha para todos los hombres que esperamos en El.
Por eso, quizás, nos haga falta un poco del espíritu que canta la Iglesia el día de
Pascua, de María Magdalena, esa gran pecadora, pero, que tan bien supo
responder a su Señor: "Qué has visto de camino, María en la mañana? A mi
Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

La tumba perfumada lo proclama: ¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas: le disteis la


bebida y alimento y él os lleva en su carne florecida!
La tumba santa dice a las mujeres: ¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas la noticia
feliz a los que esperan, y colmad a los hombres de alegría!
¡Vive el Señor Jesús, está delante, está por dentro, está emanando vida! ¡Cante la
vida el triunfo del Señor, su gloria con nosotros compartida! Porque...

UNIDAD XI
MARIA, MADRE DE JESÚS
ANTIGUO TESTAMENTO
Algunos libros del Antiguo Testamento “iluminan con signos proféticos la figura de la madre del
Redentor”
Entre los signos proféticos, recogidos por le Concilio Vaticano II, del Antiguo Testamento podemos
señalar los siguientes:
 Maria aparece insinuada proféticamente como nueva Eva y como madre de los vivientes
Maria es designada como la madre del Mesías.
 Maria aparece proféticamente formado parte de los pobres de Yahvé del resto fin del
pueblo elegido, portador de la esperanza mesiánica.
 Maria aparece designada proféticamente como la nueva hija de sioin encarnación del
nuevo pueblo mesiánico, donde se cumple la plenitud de los tiempos e inaugura la
nueva economía de la salvación
 Maria aparece designada proféticamente como Madre del Mesías.

NUEVO TESTAMENTO

El nuevo testamento describe el cumplimiento de las personas de Dios en la persona de Jesús y en


la iglesia. En este contexto aparecen descritos diversos momentos de la vida la Virgen Maria que
debe considerados, según el concilio Vaticano II, como expresión de la asociación de la Madre a la
obra salvivica y a la persona de Jesús dicha asociación se manifiesta desde la concepción virginal
de cristo hasta su muerte.
Infancia de Jesús
Los capítulos I y II del evangelio de Mateo y Lucas descubren los acontecimientos relacionados
con el nacimiento y la infancia de Jesús, en los que a María aparece en un lugar destacado. La
figura de Maria que se nos descubre a lo largo de estos capítulos podemos sintetizarla:

 Maria signo de la presencia de la liberadora de Dios.


 Maria la llena de gracia
 Maria la pobre de Yahvé.
 Maria la mujer creyente

Vida Pública de Jesús:


Hace varios meses que Jesús dejo Nazareth para dedicarse ala predicación fue la Jordán para
hacerse bautizar con Juan.
Y al pasar Canaan asistió a unas bodas, otra pasaje interesante a la vida publica a Jesús se cuenta
en los que hacen la voluntada de Dios. Maria es la Madre del Cristo total.
En Lucas hay una alabanza en boca de Jesús que confirma el pasaje anterior bien dichoso los que
oyen la palabra de Dios y la guardan.

Pasión y Muerte de Jesús:


Maria estuvo en el calvario compartiendo en su corazón los dolores de la muerte de Jesús en los
últimos momentos de su vida.
En Canaan enciende con fe la fe de los discípulos provocando el milagro al pie de de la cruz toma
como custodia a la comunidad creyente, representada en el discípulo amado.
Jesús revela la maternidad de su madre al discípulo prototipo de los que le siguen a Jesús y la
afiliación de este respecto de aquello.

Comunidad Apostólica:
Lucas utiliza los mismos verbos y describe de forma paralela la venida del espíritu santo sobre
María y sobre la iglesia Maria esta presente en dos ocasiones como modelo de receptividad y se
convierte en prototipo de la iglesia en su relación con el espíritu para interiorización de Cristo y su
nacimiento en el mundo.
La mujer vestida de sol, es ante todo un arquetipo de la iglesia histórica contemporánea al autor del
Apocalipsis, acosada por los poderes del mundo y de la iglesia eterna.
Pero este símbolo se ha hecho concreto en la figura de Maria ejemplar del cristiano fiel, madre
física de Jesús, participe de los sufrimientos de Cristo en la Cruz testigo de su entronización ala
derecha de Dios y mas tarde testigo también del sufrimiento del resto de sus hijos.

MARIA DEFINITIVAMENTE GLORIFICADA

Según el dogma la virgen Maria, luego de terminar la vida aquí en la tierra,


inmediatamente fue elevada a los cielos en cuerpo, alma así confirme y
determina el papa Pio XII, a su vez definió en el año 1950 en la (Bula
Municonticiomos Deus) en esta y en algunos declaraciones dicen que no se murió
Maria, en su mayoría por los entendidos teólogos católicos romanos, también
como Jesús se remetió de muerte sin saber cometió pecado, fue crucificado y
muerto , resucito al tercer día, entonces afirman y confirman las teologías que
Maria también pase la misma que Jesucristo los mismos padecimientos y por
ser mudo mas su madre de Jesús y paso a asumir la gloria, también fue tomado
cuerpo poco a poco en el transcurrir el tiempo y la tradición eclesial su
definitiva dog matización en el año 1950 por el mismo papa Pio XII en contraste
se afirma que no gusto la muerte si la resurrección universal de la carne sino se
fue directo a la gloria para interceder por los cristianos que creen en le también se
dice sin duda es una prenda de la iglesia católica remana, peregrina como
comunidad es católica de salvación y esperanza de una futura y clarificada.

MARIA MADRE DE LA IGLESIA


El Papa VI al estar en una clausura en la tercera etapa conselial en diciembre
once de 1969 el significado en una exsertencion apostólica (Signun Maganúm) en
1967 y el significado del titulo en las dogmas es la primera en aparecer Maria
madre de Jesús y la iglesia católica romana, se sale por el hecho de ser madre
de Jesús como fue su intima compañera en la nueva economía en el cual asumió
, la naturaleza humana, porque también compadece en todo el mundo de la
humanidad y las virtudes también es una verdad, se dice que es muy consolador
por la fe voluntad de Dios en parte interesante del misterio de la salutación
humana , que cristina católica nóminas se comenta también a comprender el
puesto de Maria dentro de la comunidad no se la sacan la autoridad por encima
de los demás del cuerpo de cristo que es la iglesia, igualmente es excepcional es
repetible entre los humanos hermanos de Jesús , también se dice es hija Adán
reclamado en culto y hermana de todas los hombres está asociado a la obra de
la bendición y la cooperación de la iglesia católica apostólica romana, es por ese
que invocáis como madre de la Iglesia de Jesús.

MARIA EN EL CULTO CRISTIANO


- El culto a Maria es una forma del único culto dirigido a Dios:
Al amar y venerar a Maria, amamos y glorificamos a Dios en ella.
MARIA.- Recibe un culto singular en la iglesia en correspondencia con el
puesto singular que ocupa en el plan salvación de Dios.
- La finalidad ultima del culto a la bien aventurada virgen Maria es glorificar
a Dios y empezar a los cristianos en una vida absolutamente conforme a
su voluntad (of. MC. 39).
Por esta razón la piedad Mariana se traduce en la vida práctica de la fe
tanto en una veneración existencial, es decir un hacer propias las virtudes
de la virgen, como en una veneración cultural que nos lleva a glorificar a
Dios en ella y a confiar la nuestras suplicas.
LA VENERACIÓN EXISTENCIAL
Las actividades fundamentales que Maria encarna son la fe y el cumplimiento
en la voluntad de Dios.
- Estas dos actividades creyentes de la Virgen Maria tomar o forman
concreta en cada lugar y en cada época, sin embargo, los seguidores de
Jesús, tanto personalmente o como Iglesia, debemos hacerlos presentes
para ser fieles a nuestras a nuestra condición de bautizados Maria, por su
confianza y su finalidad, se toma como modelo de creyentes que acoge la
palabra la medidas en su corazón y transforma su vida en fecundidad.
Desde esta perspectiva es madre de los creyentes y de la iglesia porque su
fe la hace ser felicidades por todas las generaciones.

LA VENERACIÓN CULTURAL

En la pasado de la iglesia encontramos algunos actividades erróneas en


ciertas formas de culto Mariano pablo bien la “Marialis cultus” propuso la
orientación adecuados para que se renovara equilibramente la veneración
a la virgen.
- La piedad Mariana debe inspirarse en la sagrada escritura, estar en
armonía con la liturgia ser sensible al movimiento y manifestar sin
ambiquedades la humanidad de Maria
- El culto Mariano debe tener presente la indisociable relación de la virgen
con Jesucristo la acción de la trinidad en su misión de ser madre del
salvador y su condición de modelo de creyente para la iglesia.
La piedad hacia la madre del ser modelo de aquel culto que hace de la
propia vida una afirda a Dios tiene una gran eficacia pastoral y constituye
una fuerza veneradora de la vida cristiana.
- El hombre contemporáneo sometido a múltiples tentaciones
desconcentradas y dirigidas por la aparente oposición entre sus deseos y
posibilidades y sus limitaciones puede encontrar en la figura de la madre
del señor una respuesta adecuada y sus aspiraciones.
La profunda fe de la Maria y el (S) dado a plan invitación a convertir la
obediencia al padre en un camino y medio de realización personal.
- El culto Mariano se manifiesta tanto, en la confesión de fe
maravillosamente expresada la liturgia de la iglesia como en las ricas y
múltiples de la piedad
popular.
- En esta nueva época marcada por la renovación litúrgica del Vaticano II, la
iglesia busca a través de una pastoral fiel a la tradición y abierta a las
exigencias de los tiempos actuales la mutua fecundación entre litúrgica y
religiosidad popular para candar de forma adecuada las alabanzas de
aquella a la que según sus palabras proféticos llamaron bienaventurada
todas las generaciones etc.

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