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M .

a
V I C T O R I A M O L I N S

s . t. j .

ALEXIA
e x p e r i e n c i a

d e a m o r y d o l o r v i v i d a

p o r u n a a d o l e s c e n t e
NIHIL OBSTAT
El Censor
Francisco Muñoz Alarcón, Pbro.
Barcelona, 18 abril 1988

Imprimase
Jaime Traserra, Pbro.
Vicario General

WWW.EDICIONESSTJ.COM

© M Victoria Molins
a

EDICIONES STJ
Ganduxer 85 - 08022 Barcelona

ISBN: 978-84-85034-47-5
I S B N eBook: 978-84-96588-74-5
Decimo primera edición
Depósito legal: B-29.730-2007 Unión Europea

Printed by Publidisa
A Moncha, su madre, que es la
verdadera autora de este libro.
Ella, testigo presencial de esta
bellísima experiencia, es quien
me la comunicó, con todos los
detalles. Sin sus palabras, sin sus
escritos, sin sus recuerdos tantas
veces evocados en nuestras con-
versaciones, no hubiera sido po-
sible que viera hoy la luz esta
historia de Alexia.
PRÓLOGO A LA 11." EDICIÓN

Cuando nos disponemos a publicar una nueva edición


de «ALEXIA: Experiencia de amor y dolor vivida por una
adolescente», han cambiado en algún aspecto las cosas.
El pasado 14 de abril de 1993 fue introducida la Causa de
Canonización de esta niña ya querida y admirada por infi-
nidad de personas del mundo entero.

Desde aquel momento ha entrado en el número de los


bienaventurados que los hombres sometemos, en cierto sen-
tido, a un juicio. Se trata de probar algo distinto de lo que
tantos otros juicios humanos intentan probar: las virtudes
de aquella niña en grado heroico. Este libro, que tiene la
ingenuidad de primera mano, puede ayudar a ese juicio.
Vero, sobre todo, puede seguir produciendo esos testimo-
nios bellísimos, que año tras año se multiplican, de gente
que entra en la dinámica de Dios a partir de una lectura
emocionada de sus páginas.

Me gusta este apelativo que la Iglesia da a los bienaven-


turados cuya Causa de canonización se ha introducido ya:
«siervos de Dios». Así puede llamarse a Alexia desde el 14
de abril de 1993. Y creo que le sienta de maravilla ese nom-
bre. Sí, ella, como María, también quiso ser la sierva del
Señor, y, como Ella, deseó solamente que se cumpliera en
su vida la voluntad de Dios. Así lo expresó muchas veces en
su conocida oración: «Señor, que yo haga siempre lo que Tú
quieres.»
Que la lectura de este librito nos ayude a «vivir con fe
y sencillez los acontecimientos de cada día», para que tam-
bién sepamos seguir al Señor «alegremente por el camino
de la Cruz», como lo hizo Alexia.

Barcelona, 14 de abril de 1994.


PRÓLOGO

Llovían cartas, sonaba continuamente el teléfono...


«¿Dónde puedo encontrar ese libro de Alexia del que me
han hablado?» La reacción que yo había supuesto cuando
se conociera «lo de Alexia» sobrepasó mis cálculos.
La gente ha empezado a pronunciar el nombre de esta
niña como un signo, un símbolo, un modelo. Y lo ha hecho
porque lo necesitaba. Necesitaba que alguien plasmara en
una vida sencilla y cotidiana el deseo de Dios que todos
llevamos dentro. Necesitaba que le convencieran de que aún
hay santidad en la Iglesia y de que él Espíritu se derrama
generoso en el alma de los limpios de corazón.
«Me lo leí de un tirón», «Empecé y no pude dejarlo»,
son frases que se repiten continuamente entre adolescentes
y jóvenes. Alguno lo sabe expresar con la fuerza de su
pluma juvenil y prometedora, como en el caso de este
fragmento de una poesía que hace poco recibí, aludiendo
a sus últimas meditaciones:

«Alexia murió en Belén


una mañana de invierno
arrullando al Niño Dios,
diciendo ¡Jesús, te quiero!
¿Que Alexia murió en Belén?
No es verdad, no me lo creo.
Alexia sigue en Belén,
porque Alexia está en el cielo.»

Y los adultos también se sobrecogen ante esta respuesta


de una niña que nos ha robado, en el tiempo, lo que tarda-
mos tanto en conquistar con nuestras cobardías... «Acabo
de leer un libro-testimonio — es un artículo en un semana-
rio que llega a mis manos — que me ha calado hondo. Re-
sulta que es verdad que siguen dándose casos de auténtica
santidad en este mundo pecador... Y emociona más cuando
se da en una persona que sabe ofrecerlo con ánimo fuerte y
sereno — sin conciencia de que hace algo heroico —, sim-
plemente como quien hace lo que debe hacer, sin pensar
siquiera que podría hacer otra cosa, ya que eso iría en con-
tra de la voluntad de Dios Padre y creador... Si además eso
se da en una adolescente de 14 años, la admiración sube de
grados...»
Tal vez uno de los testimonios más conmovedores me
llegó de un convento de clausura. Allí, en la cercanía de
Dios se captan bien estos detalles de vida entregada: «¡Qué
bien nos ha hecho este librito tan pequeño de tamaño y tan
grande de heroísmo! No sabemos qué admirar más, si a la
hija o a la madre... El libro va de mano en mano y se ha
desgastado ya su forro dos veces... Cuánto hemos aprendi-
do de la sonrisa de Alexia, de la paz de su rostro... Quere-
mos que la juventud la contemple y la imite; pero tal vez
sean los padres los primeros que tendrán que aprender.
¡Alexia sin sus papas no sería Alexia!»
Y yo voy guardando palabras, testimonios, vivencias,
porque se me está alegrando el alma día a día al contemplar
la grandeza de una sencilla inmolación que va a continuar
siendo — estoy segura — una fuerte llamada a la santidad
en las familias cristianas.
En septiembre —después del forzado paréntesis de
agosto — se ponía en venta la primera edición. Hoy, día
de Todos los Santos — providencial coincidencia — escribo
el prólogo de la tercera edición.

M. a
V i c t o r i a M o l i n s , stj
1
introducción

A las 11.05 de la mañana del j u e v e s , 5 de d i c i e m b r e


de 1985, se dormía en los brazos de la V i r g e n A l e x i a
G o n z á l e z - B a r r o s . T e n í a 14 a ñ o s .
Yo la c o n o c í d e s d e muy pequeña en el C o l e g i o de
« J e s ú s M a e s t r o » de M a d r i d y la recordaba fundamental-
mente por d o s c o s a s : porque nunca dejaba de hacer la
V i s i t a al S e ñ o r acompañada de su m a d r e y porque fue a
hacer su P r i m e r a C o m u n i ó n a Roma y allí le había en-
tregado una c a r t a personal al Papa en propia m a n o . C o -
nocía y había tratado m u c h o más a su hermana mayor,
que fue mi alumna.
C u a n d o m e enteré d e l a muerte d e A l e x i a m e p u s e
en contacto con s u s padres, uniéndome a su dolor. No
podía yo entonces imaginarme que iba a pasar horas de-
l i c i o s a s entregada a e s c r i b i r sobre los ú l t i m o s m e s e s de
su vida.
Porque la m i s m a noche que hablé durante largo rato
por t e l é f o n o con s u madre c o n c e b í esta i d e a : los j ó v e -
nes de hoy, nuestros j ó v e n e s , tienen que e n t e r a r s e de
e s t o , tienen que saber que hay santidad en nuestra Igle-
s i a a c t u a l , que a pesar de las n o t i c i a s desagradables que
la prensa se empeña en absolutizar, hay v i d a s extraordi-
narias a nuestro lado que pasan d e s a p e r c i b i d a s . Y sobre
todo, tienen que c o n o c e r los milagros que obra la gracia
de Dios en aquellos que s o n d ó c i l e s a su a c c i ó n .
La C o m p a ñ í a de S a n t a Teresa de J e s ú s , a la que per-
ten ez c o y amo profundamente, s i e n t e la alegría de c o n -
tar entre s u s alumnas a e s t a niña q u e en c a t o r c e años
c o n q u i s t ó la cumbre de la intimidad c o n J e s ú s y c u m -
plió hasta el h e r o í s m o su voluntad.
C u a n d o su m a d r e , respondiendo a mi p e t i c i ó n , e m p e -
zó a mandarme p o r e s c r i t o datos de los ú l t i m o s m e s e s
de la vida de A l e x i a , de su c o m p o r t a m i e n t o e j e m p l a r , de
su heroica r e s i g n a c i ó n , junto c o n la carta q u e e s c r i b i ó a
s u s c o m p a ñ e r a s de c u r s o , lo a p r o v e c h é t o d o en m i s char-
las d e R e t i r o s c o n j ó v e n e s y a d o l e s c e n t e s . A l acabar l a s
reuniones solía preguntar p o r e s c r i t o , entre o t r a s c o s a s :
« ¿ q u é es lo que más te ha impresionado d e l R e t i r o ? »
La r e s p u e s t a unánime en todas las tandas e r a é s t a : « L o
de A l e x i a » .
Por esto quiero p r e s e n t a r o s e n e s t e librito « l o d e
A l e x i a » , para q u e s u l e c c i ó n d e v i d a o s ayude a s e r m e -
j o r e s . Para que no se os ocurra d e c i r , c u a n d o alguien os
presente altos i d e a l e s « ¡ p e r o e s o y a hoy nadie l o v i v e ! »
Enteraos bien. S í , hay q u i e n c r e e en un ideal hasta s u s
últimas c o n s e c u e n c i a s y lo v i v e . A l e x i a es uno de e s t o s
c a s o s . A u n q u e no los c o n o z c á i s , habrá otros m u c h o s .
Porque, gracias a D i o s , ¡el S e ñ o r s i g u e s u s c i t a n d o s a n -
tos en su Iglesia!
2
una carta a sus amigas del
colegio teresiano de Madrid,
«Jesús Maestro»

Pamplona, 25 de noviembre de 1985


Queridas todas:
"Parece mentira, ¿verdad?, hace ya cinco meses que
fui al Colegio a despedirme de todas vosotras, con la idea
de volver, como mucho, a los dos meses. Pero todo se
fue complicando y entre pruebas y operaciones, tratamien-
tos y curas, sigo en Navarra, pero acordándome mucho
de vosotras.
No sé si estaréis al corriente de todo lo que ha pasado
desde junio hasta ahora (aunque supongo que la Madre
Isabel os habrá tenido al tanto). Desde que llegué a la
Clínica no paré de hacer cosas. La primera impresión que
me dio es que era un lugar maravilloso, sin sueros, inyec-
ciones, alcohol, etc., y todo estaba lleno de cuadros y flo-
res, y en donde todas las enfermeras están perfectamente
uniformadas y peinadas, con su cofia, y ¡son tan amables,
tan cariñosas!, y todos los médicos con sus batas impeca-
blemente blancas, que te sonreían aunque no te conocieran
de nada, porque aquí los médicos son amigos tuyos; te
sonríen, te acarician y te quieren.
En seguida, Carmen, la Supervisora General de la
Clínica, muy amable, inmediatamente nos hizo pasar a
la habitación. Una habitación muy grande, con dos am-
bientes y una terraza que da al famoso Campus de la Uni-
versidad y a la Facultad de Medicina, y casi se ve la
Capilla de la Virgen. La Facultad de Medicina, aunque
ya era final de curso, mantenía bastante movimiento de
juventud. Después de ver la habitación, bajé a la Capilla
que, aunque no es muy grande, es muy acogedora, muy
bonita y está muy bien cuidada. Toda la Clínica tiene las
puertas como las de nuestras casas y los ascensores son
normales, es decir, que no es la típica Clínica: que te hace
sentirte en tu casa.
En seguida empezaron a llegar los médicos, todos en-
cantadores, que se preocuparon mucho de qué tal viaje
hicimos y se propusieron que, en cuanto pudiese, una vez
terminadas las pruebas, saliese a visitar Pamplona.
Esto que os cuento, que parece una tontería, da una
sensación muy agradable para una persona que acaba de
llegar, que te traten como lo que eres: una persona, y no
como me trataron en otras Clínicas.
La siguiente semana, entre pruebas, análisis y visitas
a la ciudad, se me pasó en seguida. Pamplona es una ciu-
dad pequeñita, muy agradable. Toda la gente es majísima,
muy amable y que se hace querer; aunque gracias a Dios,
carece de grandes almacenes, y por contra está llena de
pequeñas tiendas en donde puedes comprar de todo y
hace que aquí la gente no vaya uniformada, pues se viste
de forma diferente. Así, como digo, se me pasó la primera
semana.
Pronto empezaron a decir qué iban a hacer conmigo:
decidieron volver a operarme para arreglar el injerto que
en Madrid me habían dejado mal. Al principio tenía mu-
cho miedo, a pesar de mi experiencia, pero en cuanto
empecé a conocer como amigos a todos mis médicos, perdí
ese miedo. El Doctor Chamorro, que es un gran cirujano
de digestivo, y que adora a todos los niños, se hizo muy
amigo mío: él sería el que me pondría el «porta-cats», que
consiste en un catéter fijo con un redondel de silicona
(en donde se pincha) y un tubito que se introduce direc-
tamente en la arteria, queda por debajo de la piel y no se
ve nada, y es un gran invento porque te evita las tremen-
das flebitis que se producen en los brazos con tanto pin-
chazo para sacar sangre para análisis o para ponerte el
tratamiento. Es un hombre encantador, muy bromista, y
que me hizo pasar los días antes de la operación con mu-
cha tranquilidad, sin miedo, y además estuvo en la opera-
ción conmigo; si no llega a ser por él, lo hubiera pasado
mal; aunque después conocí a los médicos que me iban
a operar y cada cual se me mostró más simpático y cari-
ñoso.
La operación duró diecisiete horas, me pusieron una
escayola que me cogía medio cuerpo y en donde se sujeta-
ban dos hierros que, a su vez, mantenían mi cabeza firme
mediante una corona, también de hierro, con cuatro clavos
sujetos en los huesos de la cabeza. Estuve un día y medio
en la U.C.I. con tubos para poder respirar que, más bien,
parecía que eran para ahogarme. Lo pasé mal, pero las
enfermeras eran tan cariñosas y tan preocupadas, que lo
hicieron más fácil. Había hilo musical. El Doctor Cha-
morro vino en seguida a verme e hizo que me quitaran el
tubo respirador, con lo cual me quedé muy aliviada. En
seguida dejaron pasar a mi familia, y mi madre estuvo
conmigo todo el tiempo; no como en otras Clínicas, que
lo tuve que aguantar yo sola. La U.C.I. está llena de
muñequitos.
Después de una semana de post-operatorio, ya tenía
todos los puntos fuera: los de la cadera (tuvieron que
volver a sacarme hueso para el injerto nuevo) y los del
cuello, que me lo hicieron sobre la misma cicatriz de la
operación de Madrid.
Muy pronto recuperé el buen humor y como tuvieron
que darme alimentación por vena, entre esto y que se me
abrió el apetito, engordé mucho, casi me puse como una
vaca, y como la escayola no me dejaba engordar, tuve
problemas, que los resolvía gracias a que estábamos en
plenas fiestas de San Fermín, y con tan buen ambiente
se te pasaba todo. No me perdí un solo encierro televi-
sado, porque en mi habitación tenía televisión. Puse la
habitación «sanferminera» con carteles, la faja, el pañue-
lico, etc. La verdad es que fueron unos días que recuerdo
como muy agradables pese a la escayola y la pérdida de
movimiento que me produjeron las operaciones. Y así se
fue pasando todo el mes de julio, hasta el 9 de agosto en
que me operaron por segunda vez; en esta ocasión estaba
más triste y nerviosa porque no estaba conmigo mi amigo,
el Doctor Chamorro, que se encontraba de vacaciones.
Esta segunda operación duró ocho horas; también me
entubaron y pasé una noche en la U.C.I., con toda mi
familia a mi lado. Aunque más corta, fue más traumática
al ser por detrás y yo lo pasé peor. También ahora me
pusieron injerto y dos plaquitas de metal que mantienen
mi cabeza firme. Después de salir de la U.C.I., y de una
semana de post-operatorio, me quitaron los redones y
los puntos y mi querida e inseparable escayola, que con-
servo y que os enseñaré cuando regrese a Madrid. Lo malo
de tanta operación es que me parece que en vez de ir
hacia adelante voy para atrás, pero yo sé que no es así
y actualmente ya empiezo a andar un poquito y aguanto
bastante andando.
No me aburría nada todo el tiempo que estuve espe-
rando al ortopédico que tenía que ponerme el collarín,
bastante aparatoso, dicho sea de paso. La planta 2. , que
a

es donde yo estoy, está llena de niños encantadores, por-


que es la planta de Pediatría.
Estaba Miguel, un sabio pequeñajo que era el jefe de
toda la planta; a mí me hacía mucha compañía y lo recuer-
do con mucho cariño. También estaba Patricia, una chica
de Madrid, que me gustaría presentaros a mi regreso.
Y sobre todo Carolina y Aída, especialmente esta última,
dos renacuajos, de 4 años Carolina y año y medio Aida.
Ésta era tan simpática, tan alegre, se iba con todo el mun-
do, que le cogí un cariño muy grande; tanto es así que,
aún hoy, la echo mucho de menos. Lo malo de la tar-
danza del dichoso ortopédico fue que, al no poder mo-
verme de la cama y el gran calor que hizo en el verano,
se me abrieron las heridas y pasé un mes muy doloroso
hasta que se cerraron de nuevo con unas curas horribles.
En cuanto todo pasó me colocaron un collarín más cómo-
do de lo que pensaba y en seguida pude levantarme, sen-
tarme en un sillón en la terraza, visitar con mi silla de
ruedas el nido con los niños chiquitines, es decir, lo que
podríamos llamar una vida normal. Y todos los días el
capellán me traía la Comunión que tanto me conforta.
Pero como nada es eterno y lo bueno acaba pronto, el
pobre Doctor Brugarolas, que es el oncólogo que me trata,
vino con una cara hasta el suelo, muy disgustado, para
decirme que, por prevención, debía seguir con la quimio-
terapia. Yo me llevé un gran disgusto pero, aunque no lo
creáis, Dios da las fuerzas necesarias y todavía te dan
ganas de reír un poquito. Desde entonces: adelanto, atra-
so, adelanto, atraso, pero sigo con la rehabilitación cada
día y con la radioterapia que había dejado hace tiempo.
Y como todo pasa aunque parece que no es así, es la ter-
cera semana que estoy en casa, yendo y viniendo para el
tratamiento de quimioterapia, y todos aquellos días de
dolor, aburrimiento, desesperanza, han pasado y ahora
sólo queda la recta final que, aunque es muy dura, es la
recta final.
Tengo muchas ganas de ir a Madrid y, si Dios quiere,
podré hacerlo en diciembre, siempre que no me bajen las
defensas, me salgan aftas o pasen cosas así, que es lo que
me pasa siempre.
El caso es que las Navidades pienso pasarlas con vos-
otras, todas juntas, porque no sabéis cuánto os quiero,
cuánto os echo de menos y cuánto deseo veros. ¡Cómo
se nota que estáis rezando por mí! Seguid haciéndolo para
que pronto estemos juntas, ¡aunque tenga que repetir
curso!
Decidle a la Madre Isabel que me sigo acordando
mucho de ella y dadle besos de mi parte. ¡Le debo tanto!
Sabed que no me olvido de ninguna de vosotras y que
cada día rezo por cada una de vosotras. Os tengo presen-
tes pese a no estar juntas y, si tengo que repetir curso,
estoy segura que vosotras no os olvidaréis de mí.
Quiero deciros que vuestras cartas me hacen muy feliz
y las espero como el mejor regalo y, si de verdad queréis
hacerme uno, no os rompáis la cabeza, escribidme aunque
sólo sea una postal, que eso me hará mucho más feliz que
si me regalarais caramelos o libros o lo que sea.
Os vuelvo a repetir que noto lo mucho que rezáis por
mí y que me tenéis presente. Decidles a las niñas nuevas
que, aunque no las conozco, también las tengo presentes
y que tengo muchas ganas de conocerlas.
No sabría nunca terminar la carta. Me parece que
siempre tengo algo más que contaros, pero ya me he alar-
gado demasiado contando mis batallas y ya tengo que
poner punto final.
MUCHOS BESOS, ABRAZOS Y DE TODO LO
QUE SE OS PUEDA OCURRIR, os quiere mucho y no
os olvida vuestra amiga,

Alexia
3
la larga historia de
una vida corta

LA P E Q U E Ñ A DE SIETE HERMANOS

A l e x i a f u e la p e q u e ñ a de s i e t e hermanos, dos de los


c u a l e s la precedieron en su marcha al c i e l o .
Cuando A l e x i a e n f e r m ó era la única hija de la c a s a ,
ya que su hermana mayor es numeraria del O p u s D e i y
hace años que v i v e en un centro de la O b r a . Los t r e s
hermanos restantes s o n varones. El más p e q u e ñ o le lleva
d i e z a ñ o s , pues e l inmediato mayor a A l e x i a — q u e l e
llevaba s i e t e a ñ o s — había f a l l e c i d o antes d e que ella
naciera.
Fue recibida en la f a m i l i a con gran i l u s i ó n . Era para
todos un regalo dei c i e l o . Su a l e g r í a , la dulzura de su
c a r á c t e r , su natural espontáneo y c a r i ñ o s o , la hacían s e r
una criatura encantadora d e s d e muy pequeñita.
Su « t a t a » C e l e s la adoraba y en una ocasión c o m e n t ó
a su m a d r e : « S e ñ o r i t a , esta niña es un p r e m i o » . A lo
que la madre c o n t e s t ó : « N o , C e l e s , es un regalo. Los
p r e m i o s se m e r e c e n , pero nosotros no nos m e r e c e m o s
tener a A l e x i a . Es un regalo que Dios nos ha hecho.
Un regalo d e l c i e l o » . Y así la llamaba muchas v e c e s su
m a d r e : « M i regalito del c i e l o » .
C e l e s recuerda que en una o c a s i ó n , estando en una
tienda con ella, alguien dijo: «Y esta niña tan guapa,
¿quién e s ? » A l e x i a , rápida, c o n t e s t ó : « Y o soy un rega-
lito del c i e l o » .
Esto fue para los s u y o s : un regalo d e l c i e l o , que la
tuvieron c o m o p r é s t a m o v a l i o s o durante c a t o r c e años.
C u a n d o D i o s la q u i s o para s í , le d e v o l v i e r o n c o n paz y
s e r e n i d a d , pero c o n g r a n d í s i m o dolor, aquel p r e c i o s o
regalo...
A los cuatro años e m p e z ó a ir al C o l e g i o de « J e s ú s
M a e s t r o » , d e l a C o m p a ñ í a d e Santa T e r e s a d e J e s ú s , e n
M a d r i d , donde v i v í a n los G o n z á l e z - B a r r o s .
E m p e z ó e l C o l e g i o c o n gran i l u s i ó n . S u uniforme, e l
m i s m o que había v i s t o llevar a su hermana mayor, le
encantaba. Ésta le llevaba d i e c i s é i s años y hacía d o s
que había c o m e n z a d o s u s estudios u n i v e r s i t a r i o s , cuan-
do A l e x i a empezaba p r e e s c o l a r . Esto hizo imposible que
coincidieran en el C o l e g i o .
D e s d e muy p e q u e ñ a una gran p i e d a d la caracterizaba.
Se la v e í a s i e m p r e h a c e r v i s i t a s al Sagrario con su
madre. Ella m i s m a c o m e n t a b a q u e le daban pena las
niñas que nunca iban a v e r a J e s ú s c o n s u s m a m a s .
C o m o dato c u r i o s o : cuando, al recibir la n o t i c i a de
su muerte, una r e l i g i o s a t e r e s i a n a q u i s i e r a recordar quién
era A l e x i a a la q u e s i n duda había c o n o c i d o durante su
estancia en « J e s ú s M a e s t r o » , bastó q u e otra hermana le
diera e s t e dato, para recordarla en s e g u i d a : « S í , aquella
que desde pequeña iba s i e m p r e a hacer una v i s i t a a
J e s ú s con s u m a m á » .
La v i d a de A l e x i a al llegar a s u s c a t o r c e años tenía
las características propias de su e d a d . Nada en ella
llamaba extraordinariamente la a t e n c i ó n . No se hacía
notar. Pero su p r e s e n c i a c o m u n i c a b a al ambiente e s a s
notas humanas y c r i s t i a n a s que s o l a m e n t e cuando se
quieren definir, se matizan m á s .
La Hermana Isabel O l m e d o , su última tutora en « J e s ú s
M a e s t r o » , <la definirá así:
« E r a A l e x i a una niña normal, pero singularmente ale-
gre, buena c o m p a ñ e r a , muy trabajadora y ordenada. Lo
que en ella llamaba más la a t e n c i ó n , s i n embargo, era
l a piedad. E n e l « C u a r t o d e hora d e o r a c i ó n » — c o s t u m -
bre diaria de los c o l e g i o s de la C o m p a ñ í a de Santa Te-
r e s a — s e l a v e í a muy recogida y atenta. Durante e l
R o s a r i o , s i e m p r e s a c a b a el suyo y rezaba con d e v o c i ó n .
Hacía f r e c u e n t e s v i s i t a s a l o r a t o r i o . »
Pero f u e la larga y d o l o r o s a enfermedad la que puso
a p r u e b a su v i d a , su p i e d a d y su v i r t u d . Y en ella fue
donde el S e ñ o r la halló digna de sí.
« A m í m e h a parecido — d i r á l a H n a . Isabel O l m e -
d o — que D i o s l a h a purificado para llevársela c o m o u n
ángel.»

SERENIDAD EN EL PRIMER D I A G N Ó S T I C O

Una de las c o s a s más d i f í c i l e s , sobre todo en un


a d o l e s c e n t e , es aceptar s e r e n a m e n t e lo que no se e s p e r a .
A l e x i a había tenido hasta e n t o n c e s buena s a l u d . El dolor
f í s i c o se introdujo en su v i d a s ú b i t a m e n t e , s i n pedir
p e r m i s o . Pero e n c o n t r ó un ánimo preparado para la lucha
muy por e n c i m a de las fuerzas naturales. S o n l a s sor-
p r e s a s de la G r a c i a a las que no nos a c o s t u m b r a m o s ,
sobre t o d o en un mundo c o m o el nuestro en el que se
olvida tantas v e c e s la a c c i ó n extraordinaria del E s p í r i t u . . .
Todo e m p e z ó a mediados de enero de 1985. S i n t i ó
unos fuertes d o l o r e s en el c u e l l o que le hacían mantener
la c a b e z a un p o c o inclinada hacia el hombro d e r e c h o .
El año anterior había tenido algunos d o l o r e s de e s p a l d a
que el traumatólogo que la v i o no c o n s i d e r ó importantes,
pensando que s e r i a n d e b i d o s al c r e c i m i e n t o . Por e s a
razón durante aquel c u r s o e s t u v o exenta de la asignatura
de g i m n a s i a en el C o l e g i o .
A l c o m i e n z o del año, d e s p u é s d e las v a c a c i o n e s d e
Navidad, la llevaron al m é d i c o para una r e v i s i ó n general
por si e s o s d o l o r e s podían o b e d e c e r a un proceso reu-
m á t i c o . Los análisis no revelaron nada a n o r m a l , pero
ante los dolores p e r s i s t e n t e s y cada v e z más agudos, el
día 4 de febrero su madre la llevó de nuevo a la consulta
del t r a u m a t ó l o g o . Los días anteriores, a p e s a r de todo,
había continuado yendo al C o l e g i o , haciendo s u s deberes
y su v i d a norma!, aunque el e s c r i b i r era ya para ella un
continuo s u p l i c i o .
C u a n d o el m é d i c o la v i o , no pudo c o m p r e n d e r c ó m o
había podido soportarlo. Ella había manifestado su dolor
sin quejarse extraordinariamente. Lo d e c í a con natura-
lidad, c o m o algo m o l e s t o pero soportable. Esto hacía
que s u f a m i l i a e s t u v i e s e preocupada, p e r o n o a l a r m a d a .
En la nueva v i s i t a médica se le hacen radiografías y
se ve un aplastamiento de las v é r t e b r a s c e r v i c a l e s : algo
extremadamente grave que requiere s e r operado con
rapidez. Ya no saldrá del Hospital hasta dentro de m u -
chos días...
El m é d i c o le d i c e la verdad y le advierte que debe
p er m ane c e r en c a m a , boca arriba, e i n m ó v i l , porque c u a l -
quier m o v i m i e n t o mal hecho puede dejarla paralítica
para s i e m p r e .
A l e x i a e s c u c h ó e l d i a g n ó s t i c o con s e r e n i d a d , una
serenidad impropia d e s u s c a t o r c e a ñ o s . Ú n i c a m e n t e ,
cuando ya en la habitación, se q u e d ó a s o l a s c o n su
madre y su hermano J o s é Damián que les acompañaba,
dijo:
— « M a m i t a , ¿ n o me dejarás ni un momento, verdad?
Tengo m i e d o . »
Su madre trató de a n i m a r l a :
— « E s natural que lo tengas, c a r i ñ o . Todo lo d e s c o -
nocido nos a s u s t a . Pero no te preocupes que no me s e p a -
raré de ti ni un minuto. Cuando tú salgas del Hospital
saldré yo. Esto es un pacto, ¿de a c u e r d o ? »
— « S í , mamá, ya lo s a b í a . »
— «Y ahora, hija mía, v a m o s a o f r e c é r s e l o todo al
S e ñ o r . Tenemos un t e s o r o en las manos. Tú la p r i m e r a .
Pero papá, los hermanos y yo, t a m b i é n . No v a m o s a d e s -
perdiciarlo, ¿ v e r d a d ? »
— « N o , mamá, claro que n o » — a s e g u r ó con f i r m e z a .
Y así, con esta r e a c c i ó n c r i s t i a n a , apoyada en la for-
taleza de C r i s t o y en la fuerza pascual de su cruz, e m -
pezó un proceso de purificación que había de llevar a
A l e x i a y a toda su f a m i l i a a la auténtica alegría p a s c u a l . . .
VISITA POR PRIMERA VEZ EL Q U I R Ó F A N O

La primera noche, d e s p u é s de anunciarle la operación


urgente, la p a s ó , c o m o le había dicho el m é d i c o , i n m ó v i l ,
boca arriba, c o m o pasaría los diez m e s e s de su enfer-
m e d a d . Esa postura le impedía conciliar el s u e ñ o , pero
estuvo tranquila, rezando, s i n impacient arse en ningún
mom ento.
Ya de madrugada, dijo:
— « M a m á , estoy contenta. No te p r e o c u p e s . »
Poco d e s p u é s se quedó d o r m i d a .
A <Ia mañana siguiente le p u s i e r o n un aparato para
fijarle el cuello y t e n é r s e l o en t r a c c i ó n . C a d a ocho horas
le colgaban una pesa de 500 g r a m o s . A s í p e r m a n e c i ó
hasta el día 9, sábado, en que fue operada.
A pesar de la t r a c c i ó n , empezaba a perder m o v i l i d a d .
S o b r e todo, en el brazo derecho y en las p i e r n a s . . .
Durante toda la s e m a n a le hicieron una s e r i e de prue-
bas: análisis, radiografías, un s c a n n e r . . . Todo lo llevó
con una gran entereza. Tenía horror a las i n y e c c i o n e s .
C o m o había sido una niña muy sana hasta entonces, no
habían tenido que pincharle nunca — a e x c e p c i ó n d e las
vacunas i n f a n t i l e s — . Por eso para ella las inyecciones
eran algo profundamente desagradable, a lo que nunca
se a c o s t u m b r ó pero que aceptaba resignadamente.
Pidió e n seguida que v i n i e r a Don M a n u e l M a r t í n — s u
director espiritual — para c o n f e s a r l a . Lo hizo el día antes
de la o p e r a c i ó n .
Todos los días recibía la c o m u n i ó n y pasaba un largo
rato dando gracias.
La v í s p e r a de la o p e r a c i ó n , por la tarde, fueron a
verla s u s c o m p a ñ e r a s de c l a s e con la Hermana tutora,
Isabel O l m e d o . ¡ C ó m o lo a g r a d e c i ó ! Estuvo r i é n d o s e
con ellas, feliz y encantada de su v i s i t a . En ningún mo-
mento dejó t r a s l u c i r inquietud por la inminente opera-
c i ó n . C u a n d o se fueron lamentaba no haber podido estar
más rato con e l l a s , p u e s entraban de dos en dos — t o d a s
no cabían en la h a b i t a c i ó n — y le p a r e c í a muy poco
t i e m p o el que había estado con cada una.
Las niñas le llevaron un m u ñ e c o muy gracioso de
flecos blancos con un gran lazo a z u l . En seguida le dijo
a su madre:
— « M a m á , c o l o c á d m e l o donde pueda v e r l o . » Esto era
bastante c o m p l i c a d o , porque su inmovilidad le hacía es-
tar mirando al t e c h o , pero su padre y s u s hermanos se
lo colgaron en lo alto de una c o r t i n a para que pudiera
contemplarlo.
A primera hora de la mañana del día 9 le llevaron la
c o m u n i ó n y a las nueve entraba en el quirófano.
S e r e n a , tranquila, muy contenta de q u e la interven-
c i ó n f u e r a e n sábado — d í a consagrado a l a V i r g e n — .
D u r ó cuatro horas. Fue c o m p l i c a d a y d i f í c i l , pues el lugar
— las c e r v i c a l e s — la hacía e s p e c i a l m e n t e p e l i g r o s a .
Por otra parte, era necesario hacerle un injerto, para lo
cual le sacaron una pequeña cantidad de hueso de la
cadera.
Durante todo e s t e t i e m p o s u s p a d r e s y hermanos
p e r m a n e c i e r o n de rodillas en la c a p i l l a orando. C u a n d o
la fe es el c l i m a habitual en q u e vive una f a m i l i a , brota
espontánea la o r a c i ó n : de p e t i c i ó n , de alabanza, de s ú -
p l i c a , de a c e p t a c i ó n . . . Ésa fue la oración de todos aque-
llos s e r e s q u e r i d o s que tanto iban a tener que ayudar
a A l e x i a en el martirio que, s i n saberlo ninguno de e l l o s ,
comenzaba con aquella o p e r a c i ó n . Sí, necesitarían de la
fuerza extraordinaria de la o r a c i ó n .
El signo de aquella o p e r a c i ó n fue desde el principio
la serenidad y la paz. Estas c a r a c t e r í s t i c a s iban a serlo
también de los diez m e s e s que s i g u i e r o n . Hasta una
religiosa que asistió a la o p e r a c i ó n comentaba que era
la primera vez que había v i s t o un quirófano tan s i l e n -
c i o s o , tan tranquilo. C o m o s i A l e x i a transmitiera paz.
C u a n d o lo habitual es que el ambiente de una s a l a de
operaciones s e a ruidoso, t e n s o . Esta vez todo era dife-
rente. A l l í reinaba una gran c a l m a .
Se repuso fácilmente de la o p e r a c i ó n . En cuanto
d e s p e r t ó de la a n e s t e s i a , ya estaba sonriendo a los
s uyos.
El resultado de las biopsias fue favorable: ningún
tejido analizado — d e las t r e s m u e s t r a s q u e s e manda-
ron a dos anatomopatólogos d i f e r e n t e s — d i o s i g n o s de
malignidad.
A u n q u e su e s t a d o de salud era muy bueno y se repo-
nía con f a c i l i d a d , el t e n e r que llevar día y n o c h e un
aparato m e t á l i c o q u e le inmovilizaba el c u e l l o , llegó a
s e r una tortura. Por el roce continuo se le f o r m a r o n d o s
llagas profundas en la n u c a , que no había f o r m a de a l i -
v i a r l e , porque no p o d í a p r e s c i n d i r de é l . El t e n e r d o s
largas c i c a t r i c e s , c o n un ro sario de puntos, una en el
c u e l l o , y otra en la c a d e r a , y los c o r r e s p o n d i e n t e s dre-
najes, v e n í a a aumentar el c ú m u l o de m o l e s t i a s . A e s t o
s e l e unió — a los pocos d í a s — f u e r t e s d o l o r e s e n bra-
zos y piernas, debidos a la r e c u p e r a c i ó n de la s e n s i b i l i -
dad que había perdido.
Pasó d í a s y n o c h e s s i n dormir. C u a n d o el c a n s a n c i o
la r e n d í a , lograba, ya de madrugada, c o n c i l i a r el s u e ñ o ,
pero s ó l o a ratos.
Fue aquí c u a n d o e m p e z ó a m o s t r a r s e su fortaleza de
ánimo y su c o n f o r m i d a d . Nunca se quejó y o b e d e c í a
absolutamente en todo haciendo los e j e r c i c i o s de recu-
p e r a c i ó n q u e le d e c í a n . A u n q u e la cansaban en extremo,
nunca se n e g ó a h a c e r l o s .
En cuanto e m p e z ó a recuperarse y a s e n t i r s e mejor,
toda su p r e o c u p a c i ó n se centraba en volver al C o l e g i o
cuanto antes para no perder el c u r s o .

SOLEDAD Y CRUZ: SEGUNDA I N T E R V E N C I Ó N


QUIRÚRGICA

El domingo, 17 de marzo, a los cuarenta y d o s días


de haber ingresado por primera vez en el H o s p i t a l , fue
dada de a l t a . A c o g i ó la noticia con una alegría i n m e n s a .
Pero a los p o c o s días de estar en c a s a , e m p e z ó a
s e n t i r s e torpe para andar. El día de S a n J o s é fue a m i s a
al Hospital — c o m o había p r o m e t i d o a las r e l i g i o s a s que
la a s i s t i e r o n —, y ya lo hizo c o n gran d i f i c u l t a d . La falta
de movilidad fue h a c i é n d o s e más aguda y produjo una
gran alarma en s u s padres, que concertaron inmediata-
mente una v i s i t a con un eminente neurocirujano.
Su alarma fue confirmada el día 27 de marzo, cuando,
nada más ver el scanner, el médico d i a g n o s t i c a que
A l e x i a tiene u n tumor — n o detectado e n l a operación
a n t e r i o r — , por lo que ha de s e r de nuevo operada inme-
diatamente.
Una serie de pruebas y... al día siguiente A l e x i a en-
tra de nuevo en el quirófano.
Esta vez el S e ñ o r e m p e z ó a pedirle nuevas renuncias.
El dolor f í s i c o no era bastante para que A l e x i a , c o m o el
grano de trigo, muriera para dar fruto abundante. En esta
operación le esperaba un dolor m o r a l , una soledad y un
desamparo mucho mayor que en la i n t e r v e n c i ó n anterior.
Fue desde el principio un doloroso impacto para A l e x i a :
una nueva c l í n i c a , m é d i c o s , enfermeras d i s t i n t a s , un
ambiente d i f e r e n t e . . . h o s t i l .
El S e ñ o r permitió que todo s i r v i e r a para purificarla
más. Ella dirá más tarde que p e n s ó que se moría. No le
dieron, además, demasiado ánimo las e n f e r m e r a s ; antes
de entrar en el quirófano, p r e g u n t ó a una de e l l a s :
— « ¿ M i o p e r a c i ó n es g r a v e ? »
— « S í , muy g r a v e » — l e c o n t e s t ó .
— « ¿ C r e e usted que s a l d r é de la a n e s t e s i a ? »
— « E s p e r a m o s que s í » — f u e l a e s c u e t a r e s p u e s t a .
— «Y entonces — añadió al contarlo — c r e í que me
moría.»
S i n e m b a r g o , lo duro de la realidad no le hizo perder
aquella paz que la caracterizaba y q u e fue el a s o m b r o de
todos los que la trataron los últimos m e s e s . Tuvo el v a -
lor suficiente c o m o para recordar al equipo m é d i c o que,
aprovechando la a n e s t e s i a , le m i r a s e n la herida de la
cadera — d e donde l e habían sacado e l hueso para e l
injerto en la primera o p e r a c i ó n — porque la tenía infec-
tada. No le había cerrado nunca, lo que hacía s o s p e c h a r
que habían dejado un cuerpo e x t r a ñ o en su interior;
s o s p e c h a que se confirmó cuando, al abrir, encontraron
dos gasas que habían olvidado retirar.
Uno de s u s mayores s u f r i m i e n t o s lo c o n s t i t u y ó el
tenerse que quedar sola en la UVI sin nadie de los suyos
al lado. Ella estaba acostumbrada a no separarse espe-
cialmente de su madre en toda la enfermedad y eso
suponía una prueba que, no obstante, aceptó s u m i s a .
Lo pasó mal aquella noche. S u s s u f r i m i e n t o s f í s i c o s
fueron acompañados por los m o r a l e s , aún más d o l o r o s o s .
Las enfermeras no fueron p r e c i s a m e n t e c a r i ñ o s a s . C u a n -
do pidió, por favor, que le movieran las piernas, ya que
al tenerlas inmóviles durante largo rato le molestaba
mucho, una de ellas le c o n t e s t ó s e c a m e n t e : « ¿ Q u é pasa,
es que tú no p u e d e s ? » No se habían preocupado de pre-
guntar qué le pasaba a aquella niña. Ignoraban que estu-
v i e s e paralítica.
Cuando ella lo contaba más tarde, lo hacía s e n c i l l a -
mente, s i n darle demasiada importancia y sin guardarles
rencor. Era c o n s c i e n t e de que todas e s a s c o s a s las per-
m i t e D i o s y se iba acostumbrando a aceptarlas con la
s o n r i s a en los labios y o f r e c i é n d o l a s a J e s ú s en su
interior.
Una segunda prueba la esperaba. También fue p e r m i -
s i ó n de D i o s . S u s f a m i l i a r e s aguardaban fuera, a n s i o s o s
de tenerla junto a sí. A las s i e t e de la mañana habían
bajado ya a preguntar a las enfermeras de la UVI c ó m o
había pasado la noche. Una de e l l a s les i n f o r m ó : « H a
dormido a ratos. Se encuentra bien, aunque ese asque-
r o s o aparato es una lata. Hacia las nueve se la subirá
a la habitación. P e r o ya les a v i s a r e m o s » .
Nadie a v i s ó . Pasadas las nueve y media la suben a
la habitación y el camillero les d i c e : « Q u é , ¿se habían
olvidado de la n i ñ a ? » Se le c o n t e s t ó que nadie había
avisado para bajar a recogerla. Precisamente se les ha-
bía hecho eterna aquella m e d i a hora.
M o m e n t o s d e s p u é s A l e x i a , ya sola con los suyos,
c o m e n t ó alegremente:
— « M e dijeron que os habíais olvidado de mí. Yo
s a b í a que no era verdad. Por eso les dije: ¿ s e g u r o que
han a v i s a d o ? »
Su s e r e n i d a d , su claridad de juicio y su insobornable
o p t i m i s m o eran extraordinarios.
Los días s i g u i e n t e s fueron de grandes m o l e s t i a s :
s u e r o s , c u r a s , fiebres, d o l o r e s ; dos nuevas i n c i s i o n e s :
una en la parte posterior del cuello, la cadera c o s i d a de
nuevo y los drenajes c o r r e s p o n d i e n t e s .
Para su f a m i l i a , días de gran angustia, porque al do-
lor de verla sufrir, se añadía la incertidumbre del r e s u l -
tado de la b i o p s i a . El día 9 de abril se confirma el t e m i d o
diagnóstico: Alexia tenía sarcoma de Ewing.

UN NUEVO TRASLADO

Había que aplicar con urgencia la radioterapia, y


c o m o la clínica en donde estaba hospitalizada es ú n i c a -
mente q u i r ú r g i c a , era n e c e s a r i o trasladarla a otro centro
sanitario en donde se le p u d i e r a dar el tratamiento ade-
cuado.
¿ C ó m o explicarle que aún no habían terminado s u s
pruebas y que había que llevarla a otro hospital? Efla
había c r e í d o — y e n principio también s u f a m i l i a — que
la e s t a n c i a en la c l í n i c a , d e s p u é s de e s t a segunda opera-
c i ó n , se reduciría a unos quince días lo m á s ; y así hu-
biera s i d o si el tumor extirpado hubiese s i d o benigno.
Se le dijo que en otra c l í n i c a adecuada para ello se
le podría hacer una rehabilitación más intensa y además
se le darían unas corrientes para a c e l e r a r su c u r a c i ó n .
Su d e s i l u s i ó n esta vez fue grande porque deseaba
vivamente regresar a c a s a y abrigaba la ilusión de v o l v e r
pronto al C o l e g i o . Llevaba más de dos m e s e s hospitali-
zada y una e s t a n c i a tan larga s u e l e afectar psíquica-
mente a los e n f e r m o s .
Pero A l e x i a , a pesar de todo, se remontó fácilmente
en s e g u i d a . ¡ Q u é d o s i s de f e , de s e r e n i d a d , de fortaleza
de ánimo tenía que poner a prueba cada v e z que las
cosas se complicaban! Alexia sacaba recursos de su
trato cada vez más f e r v o r o s o con J e s ú s . M á s adelante
lo v e r e m o s .
El día 10 de abril es trasladada en ambulancia a la
nueva c l í n i c a .
La e s t a n c i a allí fue muy d u r a . No se e n c o n t r ó el lugar
de reposo y r e c u p e r a c i ó n que se e s p e r a b a . Por el c o n -
trario, tuvo que enfrentarse a toda c l a s e de pruebas c o m -
plicadas y d o l o r o s a s . Durante v a r i o s días no la dejaron
en paz. Era un continuo ir y v e n i r de un lado al otro de
la clínica que la fatigaba m u c h í s i m o .
Pero el S e ñ o r la iba preparando con tanta mortifica-
c i ó n a mayores pruebas y s u f r i m i e n t o s , mientras iba
f o r ta l e c i endo cada v e z más su ánimo que parecía cre-
c e r s e ante las dificultades. En v i s t a de los r e s u l t a d o s ,
los m é d i c o s tuvieron que d e c i d i r s e — y cuanto antes —
p o r e l tratamiento d e q u i m i o t e r a p i a . Y a s a b e m o s que
e s t e tratamiento entraña m i l m o l e s t i a s : m a r e o s , v ó m i t o s ,
bajada de defensas y... caída total del p e l o . ¡ S u p r e c i o s o
pelo rubio! S a b e m o s lo que son los catorce años y c ó m o
gusta a e s a edad cuidar el f í s i c o que parece d e s c u b r i r
en e s o s años todos s u s atractivos. A l e x i a no era d i s -
tinta a las demás niñas. C u i d a b a su p r e c i o s o pelo y lo
c e p i l l a b a c o n s t a n t e m e n t e . ¿ C ó m o d e c i r l e que se le iba
a empezar a c a e r rápidamente a m e c h o n e s ?
Pero se le dijo y lo aceptó t a m b i é n esta vez s i n nin-
guna protesta. En p o c o s días se q u e d ó c o m p l e t a m e n t e
c a l v a . En ningún m o m e n t o — ni a lo largo de la enferme-
d a d — l e dio ninguna importancia. Tampoco hacía nada
por d i s i m u l a r l o . Se ponía un turbante para protegerse del
sol o una peluca c u a n d o llegó el f r í o . Pero se lo quitaba
todo cuando estaba en su h a b i t a c i ó n .
El tratamiento fue para ella t e r r i b l e m e n t e a g r e s i v o , y
por s u s c o n d i c i o n e s de inmovilidad, d o b l e m e n t e p e n o s o .
Le producía violentos v ó m i t o s . Hubo v e c e s que estuvo
vomitando cada d i e z m i n u t o s durante veinticuatro horas.
Ella no podía adoptar una postura adecuada. T e n í a que
recibir el v ó m i t o boca arriba. S i n poder girar la c a b e z a
en ningún sentido, lo que hacía que — a u n q u e se la ro-
deaba de toallas y se tenía el m á x i m o c u i d a d o — a v e c e s
fuera inevitable que se m a n c h a r a . Entonces, muy tran-
q u i l a , d u l c e m e n t e , d e c í a : « M a m á , por favor, creo que me
he manchado un poco por a q u í » . Y con gran d o c i l i d a d ,
s i n mostrar i m p a c i e n c i a , se dejaba limpiar.
Cuando los v ó m i t o s la dejaban, los mareos solían
m o l e s t a r l a durante dos o t r e s días más. Días que pasaba
en penumbra tratando de d e s c a n s a r , en s i l e n c i o . A v e c e s
su madre le contaba algo para d i s t r a e r l a , pero todo la
mareaba.
El tratamiento de quimioterapia requiere tener una
vena abierta v a r i o s d í a s . A l e x i a tenía unas venas delga^
das — c o m o todas las personas d e s u e d a d — , l o que
hacía difícil introducir un c a t é t e r . T e n í a n que pincharla
varias v e c e s hasta encontrar la vena y conseguir colo-
c a r l o ; la r e p e t i c i ó n sistemática hizo que los brazos se
le llenaran de flebitis y durante muchos días estuvo c o n
ellos en cruz, s i n poderlos mover para nada, hinchados y
llenos de hematomas.

«MAMÁ, ¡ S O Ñ É QUE A N D A B A ! »

Los contratiempos iban aumentando: un c a t é t e r se


o b t u r ó : le habían introducido uno largo que recorría el
brazo hasta la v e n a c a v a , tratando de evitar las f l e b i t i s .
Pocos días d e s p u é s le introducían otro más largo,
e s t a vez en el cuello, a la altura de la yugular.
La e s t a n c i a en la c l í n i c a se prolongó hasta el día 13
d e mayo — f i e s t a d e l a V i r g e n d e F á t i m a — e n que los
m é d i c o s autorizaron su vuelta a c a s a . Era c o m o un rega-
lo de la V i r g e n a la que tanto quería. D e s d e su llegada
a la c l í n i c a tenía en su habitación una capillita de la
M i l a g r o s a que le trajo S o r María L u i s a , la religiosa que
estaba en la planta. Al m a r c h a r s e , A l e x i a le dio encare-
c i d a m e n t e las gracias por habérsela dejado aquel tiempo
allí, y S o r María Luisa la dijo: « S ó l o la llevo a las habita-
c i o n e s donde sé que la van a querer m u c h o , por e s o te
la traje a t i » . A l e x i a lo agradeció profundamente y para
s i e m p r e la recordaría en s u s o r a c i o n e s .
El volver a c a s a la hacía f e l i z . Habían s i d o d e m a s i a -
dos días hospitalizada. C u a l q u i e r p e r s o n a menos t e m p l a -
da que ella se habría desmoronado. A l e x i a seguía con
ánimo. S i e m p r e recibió las v i s i t a s con alegría y las agra-
d e c i ó m u c h í s i m o aun cuando e s t u v i e s e c a n s a d a .
Cuando llegó la fecha señalada, el 13 de mayo, su
ilusión era enorme. ¡Por fin a c a s a ! S u s padres y h e r m a -
nos le habían preparado una habitación adecuada, con
cama de h o s p i t a l . La habían llenado de flores y regalos.
A l e x i a estaba radiante, f e l i z .
A h o r a su terrible d o l o r era la parálisis, aquella inmo-
vilidad absoluta que e l l a ignoraba hasta cuándo iba a
durar, a pesar de s u s constantes e j e r c i c i o s de rehabilita-
c i ó n en l o s que ponía grandísima voluntad. Se s e n t í a
c o m o atrapada, caída en una trampa de la que no podía
s a l i r a pesar de s u s e s f u e r z o s . ¡ C u á n t o s u f r i m i e n t o le
producía esto!
M u c h o s d í a s , al d e s p e r t a r s e , su madre la oía llorar
bajito:
— « ¿ Q u é t e p a s a , m i vida? ¿ Q u é t i e n e s ? » — l e pre-
guntaba.
— « M a m á , ¡ s o ñ é que a n d a b a ! » , era su única res-
puesta.
Entre s u s carpetas de C o l e g i o apareció una redacción
e s c r i t a por ella. Se trataba de un cuento de Navidad.
En el relato, un soldado se encuentra en el campo de
batalla, en una t r i n c h e r a , f u s i l en mano. M e t i d o en una
guerra que no entiende pero de la que no puede huir.
Es N a v i d a d . V i e n e n a su m e m o r i a los recuerdos de otros
años. Estaba en su c a s a , todo era alegría y bullicio en
la preparación de la c e n a . Estaba en el j a r d í n . En v e z de
f u s i l tiene una pala en las manos para retirar la nieve.
A t r a v é s de la ventana ve el árbol con s u s l u c e s y s u s
bolas de c o l o r e s . En la c h i m e n e a arde un fuego vivo que
caldea toda la habitación. Se respira un c l i m a de amor,
allí todo es d u l c e , amable. Pero la dura realidad ahora es
otra. Él está allí en el frente, s o l o , hace f r í o , apenas
brillan las estrellas y además le ronda la m u e r t e . . .
Este relato e s c r i t o m e s e s antes de e n f e r m a r es c a s i
una p r e m o n i c i ó n . T a m b i é n A l e x i a está librando una dura
batalla. Todo es dolor, dificultad y lucha. A ñ o r a su c a s a ,
s u c o l e g i o , s u s a l u d , s u s m o v i m i e n t o s . S e siente atra-
pada y s i n s a l i d a . Postrada boca arriba, indefensa.
De todos m o d o s , a pesar del c a n s a n c i o , del dolor y
la inmovilidad fueron los días m á s agradables de su en-
f e r m e d a d . El m a r c o era d i s t i n t o , ¡estaba en c a s a ! La
e s t a n c i a s e r í a breve, pues dos s e m a n a s m á s tarde ten-
dría que v o l v e r a la clínica para un nuevo c i c l o del trata-
miento, pero todos los días iba el fisioterapeuta a c a s a
para que no perdiera la p o c a movilidad que t e n í a . Duran-
te una hora diaria hacía e j e r c i c i o s de rehabilitación.
También a lo largo del día s u s padres y s u s hermanos
le movían los brazos y las piernas, p u e s la inmovilidad
le era muy p e n o s a .
La vuelta a la c l í n i c a , el 22 de mayo, le c o s t ó muchí-
s i m o y ya días antes de la f e c h a p r e v i s t a e s t a b a inquieta.
Iba a estar únicamente t r e s o cuatro días de tratamiento,
pero el enfrentarse a todo lo que e l l o llevaba c o n s i g o
— abrir v e n a , v ó m i t o s , m a r e o s — le abrumaba.
Lo pasó también con la p a c i e n c i a que iba cada día
c r e c i e n d o en ella y al terminar el tratamiento, aun encon-
t r á n d o s e francamente mal y mareada, r e g r e s ó en cuanto
se lo permitieron los m é d i c o s , a los t r e s d í a s . Estaba
agotada, pero el e s t a r en su c a s a le hacía f e l i z .
No sabía entonces lo que el S e ñ o r , porque la amaba
en extremo, le tenía r e s e r v a d o . . .

PAMPLONA, FINAL DE UN RECORRIDO

La p o s i b i l i d a d de mejores m e d i o s para tratarla — en-


tre e l l o s la c o l o c a c i ó n de un « p o r t a - c a t s » , c a t é t e r fijo en
v e n a , d e c i d i ó a su f a m i l i a a trasladarla a la C l í n i c a U n i -
v e r s i t a r i a d e Navarra, e n Pamplona.
Hubo que e x p l i c a r l e las razones de un nuevo c a m b i o .
Esta v e z n o s ó l o f u e r a d e s u c a s a , s i n o d e s u c i u d a d .
Esto significaría la lejanía de s u s hermanos y de s u s
a m i g a s . A l e x i a l o a c e p t ó u n a v e z más s i n quejas, s i n
poner dificultades. De nuevo hacía f á c i l e s a los s u y o s las
situaciones difíciles y complicadas.
Fue a Pamplona c o n la ilusión de que le pusieran un
« p o r t a - c a t s » : s e acabarían los pinchazos e n b u s c a d e
v e n a y las f l e b i t i s , le p o d r í a n pasar la m e d i c a c i ó n , trans-
f u s i o n e s y extraer sangre para los a n á l i s i s . Se agarraba
a c u a l q u i e r c o s a que pudiera ilusionarla o que mejorase
en algo su situación y t o d o lo agradecía olvidando los
m a l o s ratos.
El día 12 de junio s a l i e r o n para P a m p l o n a , p e r o antes
quiso d e s p e d i r s e d e s u s compañeras d e c l a s e . R e a l m e n -
te lo que quería e r a d e s p e d i r s e de su C o l e g i o . Hizo que
compraran flores para la c a p i l l a y bombones para s u s
profesoras y c o m p a ñ e r a s . La llevaron al C o l e g i o c o n gran
i l u s i ó n . Entraron el c o c h e hasta el patio, y d e s d e allí, en
s u s i l l a d e ruedas, hasta l a oíase. L a H n a . Isabel — s u
entrañable tutora — la condujo. Hubo gran revuelo en el
patio en donde estaban las pequeñas jugando. M i r a b a n
entre c u r i o s a s y sorprendidas a aquella niña inválida.
Pero e l l a estaba en « s u c o l e g i o » , en el patio en el que
tantos años había disfrutado. A l e x i a no se sentía c o h i b i d a
ni v i o l e n t a . S o n r e í a a t o d a s . . .
A n t e s que nada q u i s o ir a su C a p i l l a a dejar a la
V i r g e n el ramo de flores que llevaba para Ella. H i z o la
V i s i t a al S a n t í s i m o , c o m o tantos y tantos d í a s cuando
estaba buena. A l l í le había dicho al S e ñ o r m u c h a s v e c e s
d e s d e q u e e r a p e q u e ñ a unas palabras que más tarde
recordaría ante su m a d r e : « J e s ú s , que yo haga siempre
lo que Tú q u i e r a s » .
A h o r a , en aquella despedida y en aquella mirada al
Sagrario que tantas v e c e s la acogió, había implícita o
e x p l í c i t a la m i s m a o r a c i ó n . Y de ese Sagrario emanaba
la fuerza n e c e s a r i a para c u m p l i r hasta el fin e s a voluntad
divina...
El día que la trasladaron a Pamplona hacía m u c h o
calor y c i n c o horas de viaje en c o c h e se hacían pesadas,
pero ella no dio m u e s t r a s de cansancio a pesar de no
poder m o v e r s e durante todo este t i e m p o .
Al llegar, fueron directamente a la c l í n i c a . Les e s t a -
ban e s p e r a n d o . Su habitación estaba d i s p u e s t a y la s u -
bieron inmediatamente, dejando para más tarde el pape-
leo de ingreso.
Desde el p r i m e r momento se e n c o n t r ó a gusto. A ella
— tan o b s e r v a d o r a — no le pasaron d e s a p e r c i b i d o s i o s
c e n t r o s de flores sobre las m e s a s de los p a s i l l o s y v e s -
t í b u l o s y los cuadros que adornaban las p a r e d e s .
Su habitación era alegre, l u m i n o s a y muy acogedora.
A los pies de la c a m a , un crucifijo, y a su lado una bonita
imagen de la V i r g e n con el N i ñ o . D e s d e la terraza se
divisaba la e r m i t a del C a m p u s U niv ersit a rio . ¡ C u á n t a s
v e c e s a lo largo de los s e i s m e s e s de e s t a n c i a allí v o l -
v e r í a s u s ojos hacia la ermita suplicando ayuda a la M a -
dre de D i o s ! Y cuando s u s padres o s u s hermanos se
acercaban a v i s i t a r a ia V i r g e n d e l A m o r H e r m o s o , el
ruego era s i e m p r e el m i s m o : « D a d l e un beso de mi
parte».
A pesar del c a n s a n c i o , una vez v i o su habitación,
pidió bajar al Oratorio. Q u e r í a , antes q u e nada, saludar
al S e ñ o r . C a d a d í a se le hacía más i m p r e s c i n d i b l e . . .
¿ D e dónde si no habría de s a c a r aquellas fuerzas muy
s u p e r i o r e s a su edad? Durante un buen rato rezó ante
el Sagrario. Le encantó la c a p i l l a . Al salir, dijo a s u s
p a d r e s : « A q u í se reza a g u s t o » .
La s u p e r v i s o r a que la r e c i b i ó , la acogió con c a r i ñ o .
Las enfermeras l e s o n r e í a n . L e preguntaban — y anota-
ban c u i d a d o s a m e n t e — las c o m i d a s que p r e f e r í a para
d e s e c h a r de los menús cualquier alimento que le des-
agradara. Intentaban, con e s o , a l i v i a r en algo tantos dolo-
res que su enfermedad llevaba c o n s i g o . La informaron
del horario de M i s a s y de las horas en que los sacer-
dotes distribuían la c o m u n i ó n a los que no p o d í a n bajar
al oratorio. M á s tarde v i n o el capellán a saludarla, c o n la
agradable s o r p r e s a de s e r un antiguo c o n o c i d o de A l f r e -
do, su hermano mayor.
Todos e s o s detalles de atención y cariño y aquel
c l i m a de vida espiritual que a ella tanto la llenaba, hizo
que se s i n t i e r a d e s d e el p r i m e r m o m e n t o c ó m o d a y
acogida.
En cuanto estuvo instalada, vinieron a v e r l a varios
doctores — e l j e f e del s e r v i c i o d e O n c o l o g í a a l frente
d e e l l o s — , c o r d i a l e s , atentos. Hablaron con e l l a , tratán-
dola no c o m o a una niña pequeña, s i n o c o n la m i s m a
d e f e r e n c i a y atención con que lo harían con una persona
Alexia entrega al P a p a
u n a carta « p e r s o n a l » el día de
su Primera C o m u n i ó n
mayor. Le explicaron que le harían p r u e b a s , pero « s ó l o
por las mañanas, para que por las tardes te puedan lle-
var a c o n o c e r P a m p l o n a » .
A l e x i a estaba encantada, contenta. T e n í a un tacto
e s p e c i a l para captar lo agradable de la v i d a en medio de
las p e n a l i d a d e s . Y ahora se s e n t í a a gusto. Le p a r e c i ó
que aquella c l í n i c a , a falta de su c a s a , era lo mejor que
podía tener, y no d e j ó de repetir aquella noche: « M a m á ,
¡ q u é suerte tenemos de estar a q u í ! » Q u i e n la h u b i e r a
v i s t o crucificada de d o l o r e s e inmovilizada se hubiera
admirado de la alegría c o n que sabía r e c i b i r los peque-
ños a l i c i e n t e s de la v i d a . . .
Efectivamente, p a s ó allí el t i e m p o más feliz de su
e n f e r m e d a d , a pesar de s u f r i r dos operaciones m á s y
padecer múltiples c o m p l i c a c i o n e s . C o m p l i c a c i o n e s no
producidas exactamente por el c u r s o de su enfermedad,
sino anejas a e l l a : roces en la e s c a y o l a , el que se abrie-
ran las heridas a causa del calor y la inmovilidad, llagas
en la boca e innumerables dolores.
D e s p u é s de una cuidadosa r e v i s i ó n general, los mé-
d i c o s d e c i d i e r o n la c o n v e n i e n c i a de una nueva interven-
c i ó n . El injerto que le habían puesto en M a d r i d había
que rehacerlo y al m i s m o t i e m p o le radiarían intraopera-
toriamente la zona afectada para e l i m i n a r los p o s i b l e s
residuos del tumor.
De nuevo hubo que c o m u n i c a r la d e c i s i ó n a A l e x i a .
Esta vez los m é d i c o s le explicaron c o n todo detalle en
qué iba a c o n s i s t i r la o p e r a c i ó n : ie abrirían el cuello por
delante, exactamente por la p r i m e r a c i c a t r i z y también
la tendrían que e s c a y o l a r para asegurarle una buena fija-
c i ó n de las c e r v i c a l e s , así c o m o sacarle hueso para un
nuevo injerto. El único c o n s u e l o es que, aprovechando la
a n e s t e s i a , le pondrían el « p o r t a - c a t s » .
Esta vez la p e r s p e c t i v a era bien dura. Una v e z más
A l e x i a la aceptó s i n protestar. S ó l o p r e g u n t ó si tendría
que quedarse en C u i d a d o s Intensivos. Se ve que las
experiencias anteriores la hacían temblar. Le dijeron que
sí, pero que su madre podría quedarse junto a e l l a . Esto
le produjo un gran alivio.
Se fijó la f e c h a de e s t a i n t e r v e n c i ó n para el día 27 de
junio, j u e v e s .
La noche anterior — a pesar de t e n e r fuertes d o l o r e s
de brazos — c o n s i g u i ó d o r m i r . Era m u y r e a c i a a los c a l -
m a n t e s . T e n í a la suficiente madurez c o m o para darse
cuenta de que e xi s t ía el peligro de que se a c o s t u m b r a s e
a ellos y no le h i c i e s e n e f e c t o si aumentaban más tarde
los d o l o r e s . . . Por e s o p r e f e r í a aguantar lo más p o s i b l e .
De hecho, a lo largo de su enfermedad t o m ó muy p o c o s
y los t o m ó s u a v e s , a n a l g é s i c o s c o r r i e n t e s , los que la
mayoría de las personas toman ante un dolor de c a b e z a .

DOLOR Y... HUMOR: « P A R E Z C O F R A N K E N S T E I N »

Llegó el día de la o p e r a c i ó n . Por la mañana, a las


s i e t e , le llevaron la c o m u n i ó n . Era su m á x i m a alegría y
su fortaleza. Durante largo rato estuvo muy r e c o g i d a
dando gracias.
D e s p u é s e s p e r ó tranquila, charlando con s u s h e r m a -
nos, bromeando.
A las ocho de la mañana la bajaron al quirófano. La
acompañó su madre. En seguida apareció el Dr. C h a m o -
rro, entrañable, y a quien A l e x i a llegó a querer c o m o a
un hermano. Estaba encantada de tenerlo a su lado, le
daba s e g u r i d a d , era c o m o un ángel c u s t o d i o para ella y
estaba tranquila porque sabía que la iba a acompañar
constantemente hasta que f u e r a a n e s t e s i a d a .
C u a l q u i e r detalle la c o n m o v í a . El hecho de que para
e s c a y o l a r l a , antes de la o p e r a c i ó n , la cogieran en brazos
entre los d o s m é d i c o s , la i m p r e s i o n ó y lo c o m e n t ó más
tarde.
La o p e r a c i ó n fue larga. D e s d e que entró en el quiró-
fano hasta q u e salió transcurrieron d i e c i s i e t e horas.
V a r i o s equipos de m é d i c o s se fueron turnando, s ó l o el
Dr. V i l l a s p e r m a n e c i ó hasta el f i n a l . A menudo se fue
informando a la f a m i l i a del t r a n s c u r s o de la operación
y de lo que se le estaba haciendo en cada m o m e n t o :
cuándo la radiaban, cómo soportaba la a n e s t e s i a . . . e t c .
A las ocho de la tarde ©I propio cirujano l e s habló d e s d e
el quirófano para a n i m a r l e s . A s u s padres les preocupa-
ba t a m b i é n la r e s i s t e n c i a de los m é d i c o s . A lo largo de
t o d o el d í a la f a m i l i a p e r m a n e c i ó en el Oratorio. S ó l o
cuando a las 11 de la noche lo c e r r a r o n , se retiraron a la
h a b i t a c i ó n . A la 1 de Üa madrugada se abrió la puerta y el
Dr. V i l l a s vino a d a r l e s c u e n t a del resultado de la opera-
c i ó n : A l e x i a e s t a b a p e r f e c t a m e n t e . E n todo m o m e n t o
r e s p o n d i ó con é x i t o , s i n c a u s a r ninguna p r e o c u p a c i ó n
a p e s a r de lo prolongado de la a n e s t e s i a . L e s e x p l i c ó
que le había s i d o c o l o c a d a una e s c a y o l a y un halo metá-
l i c o alrededor d e l a c a b e z a , s u j e t o con cuatro tornillos
que a t r a v é s de la p i e l se apoyaban en el c r á n e o . De
e s t e modo la fijación de las c e r v i c a l e s e r a p e r f e c t a .
« E l artilugio — I e s d i j o — e s aparatoso, pero n o incó-
m o d o » . Les autorizó a v e r l a en la UCI aunque les advir-
tió que aquella noche no podría quedarse c o n ella su
m a d r e . Los c u i d a d o s que se requerían eran muy e s p e -
c i a l e s y, por otra parte, ella estaría i n c o n s c i e n t e durante
varias horas.
Cuando la vieron a t r a v é s de los c r i s t a l e s , el aspecto
que presentaba A l e x i a era verdaderamente i m p r e s i o n a n -
te. S u hermano A l f r e d o — q u e por otra parte tiene u n
gran t e m p l e — por poco s e m a r e a . C o n buen criterio s e
d e c i d i ó que el padre, que es cardíaco, no la v i e s e . El
aparato, la intubación, los múltiples c a b l e s que vigilaban
s u s constantes le daban un a s p e c t o alucinante. El m é d i -
co que la v i g i l ó durante toda la noche les informó de
que se encontraba bien, aunque t e n d r í a que p a s a r unos
o c h o d í a s en la UCI, pero que a 'la mañana siguiente
p od rí an estar con e l l a .
La noche se la pasaron la f a m i l i a en v e l a esperando
el amanecer. A c u d i e r o n a la primera m i s a y esperaron
imp ac i ente s a que les avisaran para poder v e r l a . A las
nueve de la mañana el Dr. C h a m o r r o les invita a s u b i r .
Encuentran a A l e x i a tranquila, sonriente y, sobre t o d o ,
f e l i z de v e r s e de nuevo rodeada de los s u y o s . Le han
retirado la Intubación y el aspecto a pesar de la e s c a -
yola y el aparato, es bastante normal. Su e s t a d o general
es excelente y contra todo p r o n ó s t i c o aquella m i s m a tar-
de s e r á llevada a la habitación.
La r e c u p e r a c i ó n fue espectacular. En s e g u i d a empezó
a c o m e r con gran apetito. C o m o le habían suspendido
la q u i m i o t e r a p i a , el estado general m e j o r ó m u c h o . Tenía
ganas de c o m e r a todas horas y todo le apetecía. El verla
disfrutar de la c o m i d a era verdaderamente reconfortante
para los suyos d e s p u é s de v a r i o s m e s e s de a l i m e n t a r s e
a la fuerza, de encontrarse constantemente desganada.
Todo hacía c o n c e b i r e s p e r a n z a s . . .
Los m é d i c o s dudaban aún si t endrían que operarla de
nuevo, esta vez por la parte p o s t e r i o r del c u e l l o , para
asegurar una mayor limpieza de la parte afectada. Duda-
ban también respecto a reanudar el tratamiento de qui-
mioterapia, por si hubiera alguna posibilidad de que se
tratara de un t u m o r de menor malignidad. Q u e r í a n hacer
nuevas b i o p s i a s .
A l e x i a estaba encantada, a n i m o s a . N o s e quejó para
nada del aparato. C a d a diez días le apretaban los torni-
llos para mantener la m i s m a p r e s i ó n . Su sentido del hu-
mor no se p e r d í a . A v e c e s comentaba d i v e r t i d a : « L a
verdad es que con este aparato parezco F r a n k e n s t e i n » .

« S E N C I L L A M E N T E , ES QUE DIOS ME A Y U D A »

De otro modo es difícil de entender la entereza de


A l e x i a ante una continua m u l t i p l i c a c i ó n de pruebas, so-
bre todo cuando los resultados aparentes le c o m u n i c a n
a menudo e s p e r a n z a s , para volver a pedirle de nuevo a
su e s p í r i t u la fuerza n e c e s a r i a para afrontar otra s i t u a -
ción d i f í c i l .
A l e x i a tendrá que volver al quirófano y sufrir otro
desagradable p o s t o p e r a t o r i o . . .
Los m é d i c o s que l a atienden — o n c ó i o g o s , t r a u m a -
t ó l o g o s y n e u r ó l o g o s — celebran varias s e s i o n e s c l í n i c a s
para determinar lo que s e a más conveniente y d e c i d e n
una nueva i n t e r v e n c i ó n , esta v e z abordando por detrás
para radiar la zona intraoperatoriamente y ponerle una
plaquita metálica a a m b o s lados del cuello para una fija-
c i ó n definitiva.
De nuevo A l e x i a lo acepta s u m i s a m e n t e . Esto se d i c e
demasiado pronto, pero es p r e c i s o c a l i b r a r toda la fuerza
interior que n e c e s i t a una n i ñ a de c a t o r c e años para s o -
portar aquella tormenta de s u f r i m i e n t o s que irrumpen en
su vida tranquila e instalada s i n c a u s a r la más mínima
d e p r e s i ó n . Esto cuando tantas v e c e s o b s e r v a m o s a nues-
tro alrededor angustias, f r a c a s o s , derrumbes p s i c o l ó g i -
c o s a la menor dificultad. Una fuerza m i s t e r i o s a , divina,
daba alas al espíritu de A l e x i a para aceptar s e n c i l l a -
mente lo que D i o s , con su infinito amor, le regalaba.
Y el día 9 de agosto a las o c h o de la mañana, des-
pués de haber comulgado, c o m o de c o s t u m b r e , A l e x i a
se enfrentaba c o n su cuarta o p e r a c i ó n . En c i n c o m e s e s
ia habían abierto o c h o v e c e s : d o s por delante y dos por
atrás, e n e l c u e l l o , t r e s e n l a c a d e r a — d o s v e c e s para
s a c a r l e huesos para el injerto y una para retirar las g a -
s a s olvidadas en la anterior o p e r a c i ó n — y por ú l t i m o ,
la p e q u e ñ a e s c i s i ó n en el pecho para ponerle su « p o r t a -
c a t s » , el aparato q u e tan út'ú le fue y le evitó tantas
m o l e s t i a s . Ella, acostumbrada a encontrar lo bueno que
Dios en todo le deparaba, solía d e c i r con f r e c u e n c i a :
« ¡ D i o s bendiga al que lo i n v e n t ó y a los que lo p o n e n ! »
La operación duró ocho horas y fue llevada de nuevo
a la UCI. Pronto subieron a verla s u s padres y s u s her-
manos. Su madre pudo quedarse a su lado desde ese
m i s m o m om ento.
En los ratos que permanece despierta durante la no-
c h e s o n r í e a su madre y a las enfermeras que están
admiradas de aquella entereza y s e r e n i d a d .
S u estado general e s — c o m o otras v e c e s — exce-
lente. Cuando el pediatra encargado de la UCI pasa a
v i s i t a r l a la encuentra muy bien y le pregunta qué tal
e s t á . Ella, sonriente c o m o s i e m p r e , contesta con rapidez:
« ¡ M u y b i e n ! » M i e n t r a s esperaban l a orden del Dr. V i l l a s
para que se la lleve a la habitación, una r e l i g i o s a , admi-
rada de ver a aquella niña s i e m p r e contenta y sonriendo
a pesar de tantas pruebas, le d i c e :
— « ¡ Q u é valiente e r e s , A l e x i a ! »
— « N o , Sor Patro, sencillamente, es que Dios me
ayuda.»
S o r Patro, v i s i b l e m e n t e e m o c i o n a d a , añade:
— « ¡ H i j a , qué alegría o í r t e d e c i r e s t o ! »

EL S E Ñ O R VA PREPARANDO A ALEXIA
PARA SU ENCUENTRO C O N É L . . .

C o m o en otras o c a s i o n e s , la r e c u p e r a c i ó n es rápida
y supera con su buen talante habitual el que le saquen
los puntos, los drenajes, y que le hagan las c u r a s . A nada
pone dificultades.
Recibe numerosas v i s i t a s : los s a c e r d o t e s de la clí-
nica pasan con ella m u c h o s ratos, los m é d i c o s que van
con s u s al u m nos, las R e l i g i o s a s de la C o m p a ñ í a de Santa
Teresa, que tienen c o l e g i o en P a m p l o n a , gente q u e o c a -
s i o n a l m e n t e pasa por la ciudad y le traen recados de
a m i g o s , f a m i l i a r e s y de su C o l e g i o de M a d r i d . Todos se
van admirados de su s o n r i s a y c o n m o v i d o s de v e r l a lle-
var el s u f r i m i e n t o c o n tanta alegría. Incluso p e r s o n a s
d e s c o n o c i d a s que iban p o r c o r t e s í a a llevar un saludo
de parte de alguna a m i s t a d c o m ú n , estaban c o n e l l a un
gran rato y repetían la v i s i t a . A l e x i a d e c í a a todos al
d e s p e d i r l e s : « G r a c i a s por haber v e n i d o » . N u n c a d e m o s -
t r ó cansancio y mucho menos desagrado, aunque la gen-
te f u e s e en un m o m e n t o muy inoportuno.
Durante algún t i e m p o los m é d i c o s contemplaron la
posibilidad de que A l e x i a p u d i e r a librarse de la q u i m i o -
terapia, pero por d e s g r a c i a no fue así: el s a r c o m a de
Ewing se confirmó y aunque no hubiera e v i d e n c i a abso-
luta de que quedaran residuos t a m p o c o la había de que
no e x i s t i e r a n . A n t e el d i l e m a , y por prudencia, d e c i d i e -
ron reanudar el tratamiento durante algunos m e s e s m á s .
C u a n d o el d í a 22, se le c o m u n i c ó a A l e x i a , é s t a per-
maneció aparentemente tranquila e i m p a s i b l e . Su d e l i -
cada p e r c e p c i ó n le hacía darse cuenta de que el m i s m o
doctor estaba pasando un mal rato al c o m u n i c á r s e l o y
ella no quería h a c é r s e l o más d i f í c i l . C u a n d o el m é d i c o
le p r e g u n t ó :
— « ¿ Q u é dices t ú ? »
— « Q u e me parece bien si usted lo considera nece-
s a r i o » — c o n t e s t ó s o n r i e n d o . Y s i n e s p e r a r más, pre-
guntó en s e g u i d a :
— «¿Cuándo empezaré?»
— « A h o r a m i s m o » — le c o n t e s t ó el doctor.
Efectivamente, cuando salió el doctor, e n t r ó ia enfer-
mera con el s u e r o para p o n e r l e el tratamiento.
Fue en ese m o m e n t o cuando se le llenaron l o s ojos
de lágrimas. Se enfrentaba a un nuevo c a l v a r i o . A h o r a c o -
nocía muy bien las c o n s e c u e n c i a s y sabía lo que le e s p e -
raba. Lo t e m í a . C u a n d o su madre le dijo c o n c a r i ñ o :
« L l o r a , hija, si q u i e r e s . Te hará b i e n » , e l l a c o n t e s t ó en
seguida s o b r e p o n i é n d o s e : « N o mamá, ¿para q u é ? » N o
quería agobiar a los s u y o s . . .
Pasó veinticuatro horas vomitando, m a r e a d a , c o n un
terrible malestar. Q u e d ó agotada. En ella el c a n s a n c i o
e r a mayor p o r lo forzado de la p o s t u r a . A d e m á s nunca
se quedaba c o m p l e t a m e n t e c ó m o d a , porque al e s t a r boca
arriba no lograba v a c i a r el e s t ó m a g o y e s o aumentaba
c o n s i d e r a b l e m e n t e las m o l e s t i a s .
El calor, lo forzado de la i n m o v i l i d a d , unido a lo agre-
s i v o de la quimioterapia y la radioterapia retrasan la
c i c a t r i z a c i ó n d e las heridas. A l n o poder airearse conve-
nientemente las c i c a t r i c e s , éstas e m p i e z a n a a b r i r s e .
Las heridas s o n i m p r e s o n a n t e s . Tienen que hacerle dos
curas diarias. C u r a s muy d o l o r o s a s , pues hay que limpiar
a fondo y raspar p a r a que no se produzca una i n f e c c i ó n .
Hubo días en que las c u r a s se prolongaron más de hora
y media.
Esta tortura duró c a s i d o s s e m a n a s .
Para aumentar el aporte de p r o t e í n a s , se le s u m i n i s -
tra alimentación parenteral. Se trata de colaborar a la
c i c a t r i z a c i ó n de las heridas. Éstas eran de tal importan-
c i a que hubo que llamar al cirujano plástico de la C l í n i c a
pensando en la p o s i b i l i d a d de hacer un injerto de p i e l .
Las proteínas actúan efectivamente y las heridas c i c a t r i -
zan s o l a m e n t e con las c u r a s . No hay necesidad de acudir
a otros m e d i o s .
Pero cuando se ha alcanzado una m e t a , aparece otra
dificultad. La alimentación parenteral también le produce
m a r e o s . A s í va e n c a d e n á n d o s e una dificultad a o t r a . . .
Parece voluntad de D i o s el tenerla constantemente so-
m e t i d a a prueba.
Todos e s t o s inconvenientes no detienen s u s s e s i o n e s
diarias de rehabilitación ni agotan su voluntad de ir recu-
perando la m o v i l i d a d . Puede m o v e r ya algo el brazo
izquierdo, no así el d e r e c h o , constantemente pesado y
dolorido. El Dr. Narbona, el n e u r ó l o g o que la trata, la
anima a que ejercite el brazo izquierdo y que e m p i e c e
a e s c r i b i r con él aunque s e a con letra de imprenta. Ella
obedece en seguida y pone toda su atención en aquel
ejercicio d i f í c i l . En un cuaderno, con rotulador e m p i e z a
a e s c r i b i r c o n grandes letras: « E l universo, el c o s m o s ,
es la totalidad de lo c r e a d o . . . » A s í comenzaba una de
las últimas fichas que había hecho en el C o l e g i o . Su
mente y su c oraz ón están allí...
El día 12 de octubre — f e s t i v i d a d de la V i r g e n del
P i l a r — deja la clínica para volver a c a s a . Esta vez un
piso que su f a m i l i a alquila en Pamplona al ver que se
prolonga el tratamiento. V o l v e r á a la clínica s o l a m e n t e
cuando tenga que recibir las s e s i o n e s de quimioterapia.
El p i s o es bastante a m p l i o , pero t i e n e un a s c e n s o r
muy p e q u e ñ o y significa un verdadero p r o b l e m a c a d a vez
que tía de entrar y s a l i r con la s i l l a de ruedas. Otro tanto
ocurre al meterla y sacarla del c o c h e cuando hay que ir
a la clínica para s u s diarias s e s i o n e s de rehabilitación.
A pesar de todo esto, para dar satisfacción a los
suyos y mostrarse s i e m p r e animada, aún hace que la
lleven a c o n o c e r los p u e b l o s c e r c a n o s a Pamplona.
El día 29 de octubre regresa a la clínica para otro
c i c l o de quimioterapia. C o m o s i e m p r e , pasa veinticuatro
horas de v ó m i t o s y m a r e o s . Pero haciendo un gran es-
fuerzo regresan a c a s a a los tres d í a s . A l l í pasa varios
más en penumbra, sin ganas de nada, c o n un constante
mareo.
Tiene una gran ilusión por volver a M a d r i d . Los m é d i -
c o s y las enfermeras la animan mucho y le ayudan a
hacerse p l a n e s . . . S e esfuerza e n c o m e r para reponerse
y p a r a que no le bajen las d e f e n s a s . Esta p e q u e ñ a e s c a -
pada ahora s e r í a un ensayo para el viaje en Navidad.
S u e ñ a c o n p a s a r allí las v a c a c i o n e s navideñas.
Todo parecía ir bien cuando una nueva prueba, que
hubiera hecho sucumbir al más fuerte, es para ella algo
así c o m o una llamada inminente a su encuentro defini-
tivo con D i o s . Empieza a presentir algo. Unos dolores
lumbares muy m o l e s t o s no la dejan d o r m i r . La radiogra-
fía que se le hace no revela nada anormal y se atribuye
a un s i m p l e lumbago. P e r o . . . ya no puede viajar.
Por primera vez A l e x i a se v i o s u m i d a en una enorme
t r i s t e z a . Pero, sorprendentemente, en lugar de protestar,
dijo con s e n c i l l e z :
— « M a m á , ya quiero irme al cielo. Estoy muy can-
sada».
— « E s o s e r í a una huida — i n t e n t ó bromear su m a -
d r e — , t e n e m o s que quedarnos aquí para dar gloria a
D i o s y hablarle a la gente de Él para que le conozcan y
le quieran. En el c i e l o todas las almas le están dando
gloria, en c a m b i o aquí, se le ofende m u c h o y nosotros
t e n e m o s que d e s a g r a v i a r l e » .
— « Y a lo s é , mamá, pero ¡ e s t o y tan c a n s a d a ! » — res-
pondió.
— « S í , c a r i ñ o — c o n t i n u ó s u m a d r e — pero n o olvi-
des que las batallas las ganan los soldados cansados.
A d e m á s , ¿no piensas lo t r i s t e s que nos quedaríamos
papá, los hermanos y yo si tú nos d e j a r a s ? »
— « N o , mamá, estaríais muy contentos de saber que
yo e s t a r é muy feliz en el cielo, porque — añadió — ¡ s u -
pongo que d e s p u é s de todo lo que estoy pasando me i r é
al c i e l o ! »
— « C l a r o que sí, m i v i d a » — l e c o n t e s t ó s u madre
emocionada.
El S e ñ o r la iba preparando para su e n c u e n t r o . . . No
cabía duda.
El día 12 de noviembre le empieza a doler la c a b e z a :
dolores que a m e d i d a que pasan los días se intensifican.
Toma algún analgésico que le proporciona e s c a s o a l i v i o ,
p e r o no deja de ir al g i m n a s i o para 1a r e h a b i l i t a c i ó n .
El d í a 21 e r a la fecha prevista p a r a el otro c i c l o del
tratamiento. S i n embargo v o l v e r á a c a s a s i n p o n é r s e l o :
tenía m u y pocas plaquetas y era m u y arriesgado aplicar-
lo en e s e estado. Otro nuevo r e t r a s o . . .
C a d a día está m á s c a n s a d a . Las dificultades s e a c u -
mulan y nota que le faltan fuerzas. Los dolores de cabeza
p e r s i s t e n y le impiden dormir. P a s a las n o c h e insomne
y la falta de d e s c a n s o la agota.
Cuando le preguntan:
— « ¿ T e d u e l e m u c h o ? » , ella c o n t e s t a c o n c l a r i d a d :
— « E s un dolor brutal, brutal, de muerte... —y r e p i t e
d e s p a c i o — de muerte, de m u e r t e . . . »
El día 25 d i c t a a su padre una larga c a r t a a s u s a m i -
gas — la que figura en la I n t r o d u c c i ó n — enumerando
con una sobriedad y s e n c i l l e z i n c r e í b l e s toda la l i s t a de
contratiempos sin d a r l e s importancia, c o n tal objetividad
que p a r e c e que se refieran a una t e r c e r a p e r s o n a . Y su
tono es alegre, pensando en los d e m á s , a pesar de su
terrible d o l o r d e cabeza. A q u e l l a c a r t a s e r á para s u s
compañeras c o m o un t e s t a m e n t o . . .
Un hemograma pone de manifiesto que está en c o n -
d i c i o n e s para la quimioterapia y se va a c o m e n z a r en
s e g u i d a . S a l e n a l día siguiente d e c a s a , d e s p u é s d e co-
mer, d i s p u e s t o s a dar algunas vueltas por Pamplona has-
ta que llegue la hora. Para hacer t i e m p o s a l e n a la carre-
t e r a y se alejan v a r i o s kilómetros, pero A l e x i a ya no se
entera. D u e r m e c o n una profundidad extraordinaria. Inten-
tan llamar su atención pero ella — s i n abrir los ojos —
les d i c e : « P o r favor, dejadme d o r m i r » .
C o m o había pasado tantos días de i n s o m n i o , p e n s a -
ron que al relajarse la t e n s i ó n pasada, s u s nervios se
habían aflojado y p o r e s o dormía ahora con tranquilidad.
Llegaron a la clínica a la hora convenida. Se la acues-
ta d o r m i d a . A p e n a s abre los ojos p a r a saludar a las en-
f e r m e r a s y se vuelve a d o r m i r . Cuando le preguntan d i c e
que le sigue doliendo m u c h o la cabeza. Por p r i m e r a vez,
d e s d e q u e el Dr. Brugarolas la c o n o c e , oye e s t a s pala-
bras de s u s labios, al preguntarle c ó m o se e n c u e n t r a :
— « M a l , me encuentro muy m a l » .
Esto d e s c o n c i e r t a al m é d i c o de tal m o d o que se
expresa así: « E s t o y preocupado. Por p r i m e r a v e z A l e x i a
no p a r e c e tener ganas de l u c h a r » .
Y a s ó l o tenía d e s e o s d e D i o s . . .
En la radiografía de c r á n e o que se le hizo en s e g u i d a
no se d e s c u b r i ó nada a n o r m a l . Hubo que recurrir al
scanner. A p r i m e r a hora del día 30 la bajan para h a c é r s e l o .
Las enfermeras tienen entonces la d e l i c a d e z a de prepa-
rarle la habitación 205 en la que s i e m p r e había estado
y que ahora ha quedado libre.
Los dolores de c a b e z a , a p e s a r de los c a l m a n t e s ,
p e r s i s t e n . La noche anterior había abierto los ojos y
había dicho a s u s p a d r e s :
— « V e o doble. Os veo d o b l e » .
S u s padres sufrieron un terrible s o b r e s a l t o que trata-
ron de d i s i m u l a r quitando importancia al asunto. A l e x i a
volvió a decir:
— « M i r a d m e a los ojos. M a m á , ¿ n o estoy b i z c a ? »
— « ¡ N o hija, qué v a ! » — Y era verdad que e n aquel
m o m e n t o s u s ojos presentaban un aspecto n o r m a l . No
así dos días d e s p u é s , que empezaron a ponerse ligera-
mente e s t r á b i c o s .
— « P u e s yo me siento completamente b i r o l l a » — c o -
mentó con un resto de su habitual humor y s i n alterarse
lo más m í n i m o .
A las doce de la mañana del sábado, los m é d i c o s
— d e s o l a d o s — anunciaron a su padre que A l e x i a tenía
una metástasis en las meninges y que le quedaba muy
poco t i e m p o de v i d a , pocos días, muy p o c o s .
C u a n d o su madre subió de m i s a se lo e n c o n t r ó en
el p a s i l l o . Su rostro demudado hacía presagiar lo peor.
Le c o m u n i c ó la fatal n o t i c i a : la niña se les moría i r r e m i -
s i b l e m e n t e . Su niña adorada, la que había s i d o la alegría
de la c a s a , un rayo de sol en s u s v i d a s . . . ¡El S e ñ o r se la
llevaba!
¡Tantos m e s e s de lucha, tanto dolor para nada! ¿Para
nada? N o , ¡para m u c h o ! , porque A l e x i a y los s u y o s lo
habían ofrecido a D i o s desde el p r i m e r momento y e s e
o f r e c i m i e n t o fue actualizado día a día, minuto a minuto.
Fueron s i e m p r e muy c o n s c i e n t e s de que tenían un t e s o -
ro en s u s m a n o s ; que tanto dolor tenía un s e n t i d o ; que
s u niña estaba c o r r e d i m i e n d o — m u y unida a J e s ú s e n
todo m o m e n t o — y sobre todo que el S e ñ o r no era mez-
quino con e l l o s . A l e x i a había s i d o un préstamo v a l i o s o ,
¡más a ú n ! , ¡un regalo del c i e l o ! , del que, s i n m e r e c e r l o ,
habían disfrutado durante catorce años. Tenerla había
sido un privilegio y daban gracias a D i o s por ello.
A l e x i a y los s u y o s están ya preparados para la última
batalla, la que va a librarse durante varios d í a s ; días en
los que la habitación 205 de la C l í n i c a de la U n i v e r s i d a d
de Navarra va a convertirse en una antesala del c i e l o , en
un oratorio en donde aquella niña de catorce años que
ha sabido aceptar con valentía toda c l a s e de dolores y
angustias, se enfrente con el dolor y la muerte para
encontrarse definitivamente con el gozo y la v i d a , con
Jesús.
4
tocada por la gracia

SU FORTALEZA

Una de las c o s a s que más admira al repasar los últi-


mos a c o n t e c i m i e n t o s de la vida de A l e x i a es su fortaleza
inquebrantable, se diría que a toda prueba. Dejaba sobre-
cog i dos a cuantos se acercaban a e l l a .
A la menor oportunidad se remontaba. No se dejaba
abatir. Cuando su padre, en cierta o c a s i ó n , c o m e n t ó :
« N o s han tocado en la parte más débil de la f a m i l i a » , ella
repuso en s e g u i d a : « ¡ Y o no soy la parte más d é b i l ! »
Efectivamente, no lo e r a . En todo momento d e m o s t r ó
una fortaleza h e r o i c a , un ánimo bien templado y una ma-
durez impropia de su edad. Se podía v e r la gracia de
Dios actuando e n s u a l m a . A s í soportaba con valentía
lo q u e humanamente es d i f í c i l de soportar.
— « Y o no soy una enferma. Soy una persona que
tiene un p r o b l e m a » , dijo en c i e r t a o c a s i ó n .
Pero los problemas se acumulaban. El tratamiento de
quimioterapia, d e s d e el primer momento de su aplicación,
le produjo bajada de d e f e n s a s , lo que suponía el tener
que darle unas intensísimas dosjs de antibióticos para
prevenir cualquier p o s i b l e i n f e c c i ó n . Transfusiones de
sangre y el a i s l a m i e n t o de los d e m á s . Ya no podría r e c i -
bir v i s i t a s . Ya no podrían estar todos los s u y o s con ella,
acompañándola. Ú n i c a m e n t e su madre p o d í a per m a n e c e r
a su lado. El resto de la f a m i l i a podía s ó l o v e r l a breve-
mente, y por supuesto nadie m á s .
Los antibióticos le produjeron una fuerte e s t o m a t i t i s :
la b o c a se le llenó de llagas. A p e n a s podía tragar y
hablaba con dificultad. ¡ Y a no p o d í a cantar! Durante v a -
rios d í a s el c o m e r y el beber fueron auténtico tormento.
A la v e z q u e o c u r r í a t o d o esto, las pruebas no c e s a -
ban. Un día vinieron a hacerle una e s p e c i a l m e n t e dolo-
r o s a : se trataba de una p u n c i ó n en la c o l u m n a . El m é d i c o
a d v i r t i ó : « T e va a do ler, pero si te e s t á s quieta, te dole-
rá m e n o s » . Los ojos se le llenaron de lágrimas. T e n í a el
c u e r p o machacado. Todo le dolía y además estaba iner-
m e . En e s a s c o n d i c i o n e s una p u n c i ó n era doblemente
dolorosa.
— « A l e x i a , c a r i ñ o — le dijo su madre al o í d o — es la
hora del A n g e l u s . O f r é c e l o , y quizás algún problema de
la Iglesia se s o l u c i o n a r á » . Ella, inmediatamente, s o r b i é n -
dose las lágrimas, dejó de llorar.
C u a n d o superaba una dificultad, en seguida aparecía
otr a , pero en los b r e v e s lapsos de t i e m p o en que se
encontraba mejor, se remontaba c o n rapidez. Estaba c o n -
tenta, de buen humor, se reía y bromeaba olvidando su
parálisis.
A l g u n a s v e c e s cuando d e s d e la c a m a — a t r a v é s del
ventanal d e s u habitación del p r i m e r p i s o — v e í a a l a
gente ir y v e n i r murmuraba bajito, p e n s a t i v a : « ¡ L a gente
a n d a ! » Y a c o n t i n u a c i ó n añadía: « ¿ Q u é me ha pasado?
¡ N o lo entiendo! Yo estaba bien, ¿ q u é me ha o c u r r i d o ? »
Y otras v e c e s : « Y o andaba tan bien. ¿ V e r d a d , mamá,
que andaba muy b i e n ? » Efectivamente, andaba muy ergui-
d a , tenía una gran e l e g a n c i a de m o v i m i e n t o s . Era pausada
en su f o r m a de andar y en su f o r m a de s e r .
Pero el S e ñ o r quería probarla, quitándole todo aque-
llo que más s a t i s f a c c i o n e s le hubiera p o d i d o dar. Le es-
peraban, s i n duda, otro t i p o distinto de gozos y s a t i s -
facciones...
El quitar importancia a las c o s a s era también otra
manifestación de su f o r t a l e z a . Hablaba de su enferme-
dad y de todas s u s c o n s e c u e n c i a s con una gran natura-
lidad, s i n hacerse la v í c t i m a . Es e s t o tal vez lo que más
llamó la atención de s u s c o m p a ñ e r a s tanto cuando la
iban a ver c o m o al leer la admirable carta que les e n v i ó
desde Pamplona:
« L o q u e a mí me ha impresionado más ha s i d o la
aceptación d e s u e n f e r m e d a d » — d e c í a una d e e l l a s .
« M u y a final del c u r s o v i n o a d e s p e d i r s e de las niñas
y no le importaba tener que h a c e r l o en una s i l l a de rue-
das y c o m p l e t a m e n t e c a l v a . »
Bellísimos los t e s t i m o n i o s d e s u s c o m p a ñ e r a s :
« C u a n d o comenzaron los d o l o r e s del h o m b r o en nin-
g ú n m o m e n t o s e q u e j ó ; nosotras nos enteramos c a s i
c u a n d o la habían ingresado. Y c u a n d o la íbamos a ver
al H o s p i t a l , s i e m p r e estaba sonriendo y gastando bro-
mas.»
« D u r a n t e su estancia en c a s a la íbamos a ver. Ella se
mos t raba s i n c o m p l e j o s ante las r e p e r c u s i o n e s que le
había producido el tratamiento. La enfermedad la hizo
madurar m u c h o . »
En una ocasión c o m e n t ó a su madre:
— « M e alegro de que me haya ocurrido esto. Me es-
taba volviendo muy presumida. Me encantaba estar de-
lante del espejo a r r e g l á n d o m e el pelo y c e p i l l á n d o m e l o . »
— « E s o es normal a tu e d a d . N o s ha ocurrido a t o d a s »
— le c o n t e s t ó su m a d r e — , « e s cuando se e m p i e z a a pre-
s u m i r y nos ponemos un p o c o tontas. Es la edad del
pavo».
— « S í , pero a lo mejor acababa c o n v i r t i é n d o m e en
una frivola. De ahora en adelante estoy segura de que
voy a valorar mucho todo y no dar importancia a tonte-
rías. ¿ S a b e s mamá? Antes cuando no q u e r í a s hacerme
un vestido o comprarme algo que me a p e t e c í a , me enfa-
daba por d e n t r o . »
En lo que su madre puede recordar, s i n embargo,
jamás la v i o exteriorizar e s e enfado cuando se la c o n -
trariaba y nunca i n v o c ó el que a otras niñas sí le c o m -
praban unas u otras c o s a s .
En una ocasión en que los dolores arreciaron, su m a -
dre le s u g i r i ó la conveniencia de tomar algo, p e r o ella
no q u i s o . C u a n d o en su ronda nocturna vino una enfer-
mera y la vio pasándolo tan m a l , llamó inmediatamente
a la doctora que estaba de guardia. Al llegar ésta y reco-
n o c e r l a , la e n c o n t r ó s u d o r o s a . Le preguntó a su madre
si la había mojado c o n agua f r í a o c o l o n i a , porque estaba
empapada. Cuando le dijo que no, que era sudor, se
q u e d ó asombrada y ordenó que le dieran un sedante
para que se relajara y pudiera dormir. A l e x i a le insinuó
que aún podía aguantar, a lo que la doctora c o n t e s t ó
con el mayor c a r i ñ o : « P e r o yo no quiero que aguantes
ni un minuto más. Y de ahora en adelante no quiero que
soportes ni un dolor que te podamos aliviar. Si esto que
te van a dar no es suficiente, avisaré que te den otra
cosa».
Pero A l e x i a se durmió en s e g u i d a . El medicamento,
unido a su cansancio largamente soportado, la hizo caer
rendida.
A c e p t a b a todo con el m i s m o talante: ya f u e s e n los
grandes dolores que hacían que su conducta rayara en
el heroísmo, c o m o los pequeños detalles m o l e s t o s ,
que precisamente por ser p e q u e ñ o s , s o n en o c a s i o n e s
más difíciles de soportar.
Un gran sacrificio para ella era el no poder d u c h a r s e ;
desde que e n f e r m ó no pudo hacerlo. Para A l e x i a , que
muchos días se duchaba dos v e c e s , el diario baño con
esponja no le parecía suficiente. Soñaba con m e t e r s e en
un baño con e s p u m a . Tampoco pudo v e r c u m p l i d o ese
d e s e o . A l g o más que o f r e c e r . . .
Un día las e n f e r m e r a s estaban conmovidas de su ca-
pacidad de aguante y le dijeron:
— « A l e x i a , ¡quéjate, c h i l l a , si q u i e r e s ! »
— « N o p u e d o » — J e s c o n t e s t ó sonriendo. Y es que
aquellos días se había quedado s i n voz. No podía tener
ni el alivio de quejarse. Su único desanogo e r a :
— «¿Falta mucho?»
A pesar de los esfuerzos y dificultades, ella no se
rendía. Luchaba tenaz, animosamente. Su madre le recor-
daba aquello de Santa Teresa: « Y a s a b e s , hija, tú — c o m o
decía Santa Teresa — " c u e s t e lo que costara, aunque se
hunda el mundo, aunque m u e r a . . . ' . ' » A l e x i a sonreía y
seguía luchando.
D í a s antes de que se le declarara
su enfermedad
Todo le resultaba d i f í c i l , trabajoso, d o l o r o s o . La pos-
tura boca arriba constante la c a n s a b a . Si se la intentaba
ladear, aunque f u e s e por unos instantes, apenas lo podía
soportar porque era t o d a v í a m á s i n c ó m o d o . Cuando se
la sentaba en la s i l l a de ruedas, a pesar de hacerlo entre
t r e s personas y con el m á x i m o cuidado, era inevitable
el lastimarla porque no había lugar del cuerpo que no
e s t u v i e r a dolorido.
C o m e r era otra mortificación porque el tratamiento
de quimioterapia le quitaba el apetito. Ú n i c a m e n t e podía
beber agua o manzanilla. La leche que a ella tanto le gus-
taba no le apetecía entonces y la tenía que tomar, c o m o
todo, a la fuerza. Le repugnaba t a m b i é n cualquier bebida
refrescante. Otro tanto le s u c e d í a con los o l o r e s . A ella
que le gustaban mucho los p e r f u m e s , ahora se le hacía
insoportable hasta el olor del j a b ó n . Utilizaba uno anti-
s é p t i c o s i n olor.
A ella que había sido lectora impenitente, le cansaba
l e e r . . . Todos s u s gustos s e habían apagado. S i e m p r e
había disfrutado con la l e c t u r a , d e s d e bien pequeña, y
no podía d o r m i r s e s i n leer un rato. Una amiga de su
madre — c a t e d r á t i c o de la U n i v e r s i d a d — recuerda lo
sorprendida que q u e d ó cuando fue a v e r l a a M a d r i d y se
la e n c o n t r ó leyendo a Beroeo.
Lo m i s m o le ocurría con la m ú s i c a . Era una gran afi-
cionada y d e s d e p e q u e ñ a iba con s u s padres o los her-
manos a los c o n c i e r t o s del Teatro R e a l . En su c a s a se
oía m ú s i c a c l á s i c a . Por e s o e n una o c a s i ó n — n o tendría
más de s e i s años — se pasó todo el verano tarareando
los c o n c i e r t o s de trompa de M o z a r t que s u s hermanos
oían constantemente. Por s u p u e s t o , era una entusiasta
de la m ú s i c a pop y estaba al tanto de los f e s t i v a l e s .
S i n embargo, en los últimos m e s e s de su enfermedad,
tampoco soportaba la m ú s i c a . Ú n i c a m e n t e le apetecía
el silencio.
Toda ilusión parecía destinada últimamente a f r u s -
t r a r s e . Era el S e ñ o r que la quería para sí y la iba des-
prendiendo poco a poco de t o d o . . . Es su manera de d e s -
pojarnos para d e s p u é s hacernos s u m a m e n t e ricos con
su riqueza. Y A l e x i a , porque intuía esto, aceptaba tantas
y tantas d e s i l u s i o n e s de s u s p e q u e ñ o s d e s e o s de ado-
lescente.
D e s d e pequeñita s e g u í a con mucho interés el fe s ti va l
de E u r o v i s i ó n . A q u e l año se c e l e b r a b a en el m e s de
mayo en S u e c i a . Al principio de su enfermedad le había
dicho a su padre que en cuanto se repusiera tenía que
llevarla a p r e s e n c i a r ©I de E s t o c o l m o . Su padre, d e s e o s o
de darle todo lo que pudiera hacerla f e l i z , le había dicho
que sí. A c a r i c i ó e s a idea durante mucho t i e m p o . No s ó l o
no fue, s i n o que el d í a que se c e l e b r a b a estaba con un
c i c l o de q u i m i o t e r a p i a , t e r r i b l e m e n t e mareada, y no pudo
presenciarlo en la t e l e v i s i ó n .
A l g o s i m i l a r le o c u r r i ó c o n otro festival que se iba
a c e l e b r a r en S e v i l l a — l u g a r más asequible por la cer-
c a n í a — en ©I m e s de s e p t i e m b r e . Le dijeron que la lle-
v a r í a n , pues para entonces ya estaría buena. Ella s o n r i ó
escéptica y comentó:
— « V e r e m o s nevar en Pamplona.»
Y v i o nevar en Pamplona y d e s p u é s de pasar el vera-
no y el otoño, y a las puertas del invierno se fue al c i e l o .
A l l í ya no n e c e s i t ó de f e s t i v a l e s , de viajes, ni de
m ú s i c a . Su goce s e r í a definitivo. El premio a tanta renun-
c i a soportada con una fortaleza muy superior a su e d a d .

A L E G R Í A Y SENTIDO DEL HUMOR

De la mano de la fortaleza, su alegría y su sentido


del humor. Fue otra de las características que acompañó
a su largo período de prueba.
Una de s u s compañeras la define así: « E r a tímida e
introvertida a p r i m e r a v i s t a , perp cuando se la c o n o c í a
bien, era una compañera muy divertida, s i e m p r e estaba
gastando bromas, aunque p o s e í a un gran fondo e s p i r i -
tual».
Explicando la impresión que les causaba el v i s i t a r l a ,
ya e n f e r m a , dice ot ra: « E n alguna o c a s i ó n , con el humor
que s i e m p r e tenía, nos d e c í a : « S i no os importa me voy
a quitar esto. (Se r e f e r í a a un turbante que llevaba en
la c a b e z a , ya que se le había c a í d o el pelo.) Es que me
da mucho calor. ¿ N u n c a h a b é i s sentido la curiosidad de
saber el aspecto que t e n d r í a i s si fueseis calvas? Pues,
a pesar de todo, hasta tengo la suerte de s a b e r l o » .
En e f e c t o , a pesar de tantos c o n t r a t i e m p o s , en cuanto
estaba un poco b i e n , se ponía contenta, se a n i m a b a , in-
c l u s o cantaba — sobre todo s e v i l l a n a s — . T e n í a una bo-
nita voz y había aprendido a bailar, c o s a que hacía c o n
mucha gracia y buen e s t i l o , en un club de actividades
e x t r a e s c o l a r e s , en donde, aparte de bailar, le daban
charlas de f o r m a c i ó n .
Cantaba y le gustaba que los suyos cantasen con
e l l a ; e s p e c i a l m e n t e una sevillana rociera que d i c e :

« S u e ñ a la margarita con s e r romero


para ir con la V i r g e n en el s o m b r e r o . »

P r e c i s a m e n t e por e s a alegría y ganas de vivir que


tenía, le gustaba todo lo que fuera bello, artístico y lo
agradecía profundamente cuando alguien se esforzaba
por o f r e c é r s e l o . A l g u n a s v e c e s c o m e n t a b a :
— « L o s techos de los hospitales d e b e r í a n estar ador-
nados con pinturas. No os p o d é i s imaginar lo m o n ó t o n o
que es un techo b l a n c o . »
Una de las v e c e s que r e g r e s ó a su c a s a d e s p u é s de
s u s largas e s t a n c i a s en el h o s p i t a l , s u s hermanos habían
decorado la habitación con c a r t e l e s alegres y a n i m o s o s .
T e n í a también en ella m u ñ e c o s que le habían ido rega-
lando. Incluso le llevaron un p e z . La ilusión de A l e x i a
era un cachorro. En la finca de Cataluña tenía c i n c o
perros y c a s i había convencido a s u s padres para tener
en M a d r i d uno p e q u e ñ o . Los hermanos estaban a la bus-
ca de un « c o c k e r » para c u a n d o regresara a c a s a , pero
su constante estancia en las c l í n i c a s no lo hizo p o s i b l e .
Otra ilusión frustrada. S i e m p r e había algo más para ofre-
c e r al S e ñ o r . Era claro que Dios quería que A l e x i a renun-
ciara a todo lo que a m a b a . . . Y que lo hiciera con a l e g r í a .
Esta alegría la llevaba a ver todo lo positivo de la
vida y a gozar con los mínimos detalles agradables en
medio de una multitud de p e q u e ñ o s y grandes s u f r i -
mientos.
A s í , cuando llegó a la C l í n i c a Universitaria de Nava-
rra, A l e x i a estaba encantada. A q u e l l a clínica era lo m e -
jor a falta de su c a s a y durante aquella noche no hizo
más que repetir a su m a d r e : « M a m á ¡qué suerte tene-
mos de estar a q u í ! »
Efectivamente, allí pasó el t i e m p o más f e l i z de su
e n f e r m e d a d , a pesar de s u f r i r d o s operaciones más y
p a d e c e r múltiples c o m p l i c a c i o n e s . A l l í d i s f r u t ó también
de Jos n i ñ o s , s u s c o m p a ñ e r o s de s u f r i m i e n t o , y g o z ó
c o n s u s c o s a s . Y es que la encantaban los niños. Le gus-
taba que fueran a v e r l e los p e q u e ñ o s de la planta. T e n í a
s i e m p r e un c e s t i t o c o n c a r a m e l o s y c h i c l e s para invi-
tarles cuando vinieran a v e r l a . Su d i s t r a c c i ó n preferida
era que la llevasen en la s i l l a de ruedas al « n i d o » donde
estaban los r e c i é n nacidos y allí, c o n t e m p l á n d o l o s , se
pasaba largos ratos. T e n í a p r e d i l e c c i ó n por A i d a , una
niña de año y m e d i o , alegre, e x p r e s i v a , c a r i ñ o s a , que no
se asustaba del halo que rodeaba la c a b e z a de A l e x i a ,
ni de la e s c a y o l a . Cuando la oía corretear por el p a s i l l o ,
en seguida le decía a su m a d r e : « M a m á , por favor, tráe-
me a Aida un r a t i t o » . S i n embargo, C a r o l i n a , c o n s u s
cuatro años, miraba a A l e x i a c o n c i e r t o r e c e l o : al con-
trario que a A i d a , el aspecto un tanto aparatoso de A l e x i a
le intimidaba. A pesar de todo, v e n c í a su t e m o r y entra-
ba a v e r l a y... a buscar los c h i c l e s y c a r a m e l o s que le
ofrecía.
M i g u e l , « u n sabio p e q u e ñ a j o » como l e llamará A l e x i a ,
era su contertulio habitual. Divertido, a m e n o , inteligente
y — c o n apenas d i e z a ñ o s — una e n c i c l o p e d i a v i v i e n t e .
Divertía mucho a Alexia.
A i t o r , M ó n i c a , S u s a n i t a , O s c a r , P a t r i c i a , Ornar... todos
los niños de la planta le preocupaban, rezaba y se inte-
resaba por e l l o s . Cuando tenían que operar a alguno,
pedía a s u s padres y hermanos que preguntasen por
e l l o s , que le llevasen cuentos y que fueran a v e r l o s .
Siendo el suyo el c a s o más dramático de la planta, no
obstante se olvidaba de s u s dolores y se c o n m o v í a por
lo que sufrían los d e m á s . Un día, d e s p u é s de ver el
aparato que S u s a n i t a llevaba en la pierna, dijo: « P o b r e
Susanita, andar con esos clavos en la pierna... Le tienen
que molestar m u c h o » . Y s i n embargo, S u s a n i t a andaba
y el aparato que llevaba era s ó l o t e m p o r a l .
Su alegría comunicativa la hacía o l v i d a r s e de sí y
v o l c a r s e en los d e m á s . . .
Al llegar las fiestas de San F e r m í n , ella se m e t i ó de
lleno en el ambiente, a pesar de estar recluida en su ha-
bitación. A t r a v é s de la t e l e v i s i ó n vio todos los encierros
y por la noche pidió que le s a c a s e n al p a s i l l o d e s d e
donde se v e í a n l o s fuegos artificiales. La clínica también
se v i s t i ó de fiesta y los niños hospitalizados iban con
s u s pañuelicos rojos y s u s trajes blancos. Ella no s e r í a
m e n o s . T a m b i é n se p u s o su pañuelo y su faja roja, e s c a -
yolada c o m o e s t a b a . La habitación tenía ambiente « s a n -
f e r m i n e r o » . S u s hermanos le pusieron en las paredes
los c a r t e l e s d e las corridas d e toros. S o b r e s u c a m a ,
un c u a d r o de S a n F e r m í n que Je había traído M i l a g r o s
— su f i s i o t e r a p e u t a — , una p e r s o n a encantadora con
quien A l e x i a s e e n c a r i ñ ó e n s e g u i d a .
En o c a s i o n e s su alegría se unía a la fuerza de v o l u n -
tad extraordinaria para no dejarse abatir. Por ejemplo,
un día le habían puesto la radio para que escuchara m ú -
s i c a . Sonaba una c a n c i ó n que le gustaba m u c h o . Pidió
que la c e r r a s e n y e x p l i c ó :
— « E s a c a n c i ó n me da n á u s e a s , porque la canta-
ba cuando me p o n í a n el tratamiento, y ahora me lo
recuerda».
Era tal su fuerza de voluntad que mientras estaba
vomitando, t r e m e n d a m e n t e mareada, cantaba interior-
mente para evadirse. A lo largo de su enfermedad y
en cuanto estaba un p o c o b i e n , era f r e c u e n t e oírla c a n -
tar. A su padre le hacía mucha gracia c ó m o cantaba el
viejo c h o t i s de « P i c h i » . Lo entonaba con mucha gracia,
marcando el acento madrileño. El día anterior al último
scanner que se le hizo, para espabilarla del sopor, su
padre le p i d i ó :
— Nena, cántame el « P i c h i » .
Ella, por c o m p l a c e r l e — ¡le quería tanto! — , l o cantó
a pesar de no tener c a s i voz. Cuando su madre intentó
acompañarla, la i n t e r r u m p i ó :
— « ¡ C a l l a , que se lo quiero cantar yo s o l a ! »
Y lo cantó en voz baja, c o n 1a gracia de s i e m p r e ,
e s f o r z á n d o s e por o f r e c e r a su padre \a c a n c i ó n c o m o un
regalo. S i e m p r e supo olvidarse de sí m i s m a para agradar
a los demás. V i v i ó el d e s p r e n d i m e i n t o con heroica s e n -
cillez.

GRATITUD

Todas las compañeras de c l a s e recordarán también


e s a nota de la generosidad y el amor de A l e x i a : el agra-
decimiento.
Cuando cumplió s u s catorce años en el H o s p i t a l , aún
en M a d r i d , no s ó l o no se lamentó de t e n e r que c e l e -
brarlo en esas c o n d i c i o n e s , s i n o que se manifestó muy
contenta y agradecida por todas las m u e s t r a s de cariño
r e c i b i d a s . A p a g ó sonriente las 14 v e l a s de la tarta y se
s i n t i ó f e l i z . Pidió que los ramos de flores recibidos se
bajaran a la capilla y se los pusieran a la V i r g e n , reser-
v á n d o s e un p e q u e ñ o ramo para ponerlo a la imagen que
tenía en su habitación.
Por ese m i s m o motivo, por su capacidad de agrade-
c e r y reconocer lo que le pudiera ayudar, cobraba mucho
cariño a todas aquellas personas que p o r su p r o f e s i ó n
estuvieron c e r c a de ella en la enfermedad y a todos los
que la v i s i t a b a n . La M a d r e Isabel O l m e d o iba a verla con
f r e c u e n c i a , mientras estuvo en M a d r i d , a las di fe r e n te s
c l í n i c a s . En cuanto la llevaron a c a s a , d e s p u é s de la pri-
mera o p e r a c i ó n , fue a darle un abrazo. Lo m i s m o s u s
compañeras del C o l e g i o e n cuanto salían d e c l a s e . Pasa-
ba con ellas momentos muy a l e g r e s . S i e m p r e lo agra-
d e c i ó mucho.
Profesaba un gran afecto a todas las enfermeras que
l a atendían: Pilar, M a r y F e , Inmaculada, M . Á n g e l e s , a

A m a y a , M e r c h e , C a r m e n , N i e v e s , P r e s e n , Isabel. A cada
una le encontraba algo e s p e c i a l , para cada una tenía una
palabra amable y una s o n r i s a c o n s t a n t e . Estaba pendien-
te de los días de s u s santos para poder t e n e r c o n ellas
un detalle. V a r i a s tuvieron un niño durante la e s t a n c i a
de A l e x i a en la c l í n i c a y pedía a su madre que les hiciera
un jersey para el r e c i é n n a c i d o .
Ésa era una c o n d i c i ó n de su c a r á c t e r : s e r agradecida.
Valoraba mucho cualquier detalle de atención o cariño
que tuvieran con e l l a , daba las gracias s i e m p r e y se en-
cariñaba con las p e r s o n a s c o n q u i e n e s trataba. Rezaba por
l o s m é d i c o s y las e n f e r m e r a s que la atendían y le gus-
taba que su f a m i l i a tuviera alguna atención con e l l o s .

AMOR A TODOS

S u C o l e g i o t e r e s i a n o , « J e s ú s M a e s t r o » , ocupaba uno
de los primeros p u e s t o s en e s t e amor. A l l í transcurrie-
ron los mejores años de su v i d a — l o s ú n i c o s c a s i — por-
que pasó del C o l e g i o a la C l í n i c a y de allí al c i e l o .
Mantuvo su v i n c u l a c i ó n con el C o l e g i o durante toda
ia enfermedad, i n c l u s o hasta d e s p u é s de su m u e r t e . . .
El impacto de é s t a y de su conducta durante los m e s e s
que le precedieron ha s i d o grande entre Jas niñas y las
profesoras.
Durante su enfermedad r e c i b i ó muchísimas cartas
de s u s compañeras de d í a s e . A g r a d e c í a e n o r m e m e n t e y
c o r r e s p o n d í a con el mayor c a r i ñ o a las que repetidamen-
te se acordaban de e l l a . S i n embargo, no m a n i f e s t a b a
ninguna acritud hacia aquellas otras que, o no lo h i c i e -
ron, o e s c r i b i e r o n una carta de puro c o m p r o m i s o . Si a c a -
s o , refiriéndose a e s t a s últimas, comentaba s o n r i e n d o :
« S o n poco fieles a la a m i s t a d » . Pero s i n darle d e m a s i a d a
importancia.
En cuanto e m p e z a b a a mejorar, su máxima i l u s i ó n e r a
volver al C o l e g i o . Estaba d i s p u e s t a a hacerlo aunque
f u e s e en la s i l l a de r u e d a s : « E n el Colegio hay ascensor
para subir a las c l a s e s » — c o m e n t a b a , d e s e a n d o allanar
obstáculos.
Y cuando v o l v i e r o n a hospitalizarla, d e s p u é s de la
primera recaída, una de s u s preocupaciones era no po-
der a s i s t i r a Jas c l a s e s o, al m e n o s , estar c e r c a del
C o l e g i o — su c a s a estaba a c i e n m e t r o s de « J e s ú s M a e s -
t r o » — . L a M . Isabel O l m e d o — s u t u t o r a — s e había
ofrecido en numerosas o c a s i o n e s para ir a darle oíase.
Habían hecho planes para que s u s c o m p a ñ e r a s , t u r n á n -
d o s e , fueran diariamente a comentarle los t e m a s del día
y así ayudarla a proseguir sus e s t u d i o s . Todos e s o s pla-
nes le hacían mucha i l u s i ó n , pero era voluntad de Dios
que é s t o s , c o m o m u c h o s otros proyectos, no pudiera
verlos cumplidos.
— « M a m á , ¿ s e darán cuenta las niñas de lo felices
que son al poder ir al C o l e g i o ? » — le d e c í a muchas v e c e s
a su madre. Y añadía: « Y o siempre he ido muy contenta,
pero ahora no sé lo que daría por poder ir; aunque tu-
viera que levantarme t e m p r a n í s i m o , aunque tuviera que
quedarme a estudiar hasta muy tarde. M a m á , ¡ c u á n t o
me g u s t a r í a volver al C o l e g i o ! » E f e c t i v a m e n t e , desde
que a los cuatro años e m p e z ó a ir al C o l e g i o , s i e m p r e
fue encantada. Recibía — c o m o e s n a t u r a l — con gran
alegría las v a c a c i o n e s , pero, a finales de agosto, ya es-
taba deseando volver a v e r s e c o n s u s c o m p a ñ e r a s y
reemprender s u s actividades e s c o l a r e s .
Por aquellas f e c h a s ella aún tenía la esperanza de
reanudar s u s c l a s e s d e s p u é s de S e m a n a S a n t a . Esperan-
za no compartida p o r su f a m i l i a , pero que no se atrevían
a defraudar. Sabían la ilusión que le hacía volver al C o -
l e g i o aunque f u e s e en s i l l a de r u e d a s . . .
M á s tarde, cuando v i o que la c o s a se alargaba, les
pidió a los m é d i c o s el programa de su tratamiento para
saber cuánto t i e m p o y con qué f r e c u e n c i a tenían que
p o n é r s e l o . Q u e r í a saber c ó m o podría ordenar s u v i d a .
Los e s t u d i o s , el perder el c u r s o , era su mayor preocupa-
c i ó n . La posibilidad de quedar descolgada de s u s c o m -
pañeras la d i s g u s t a b a . Había estado junto a la mayoría
de ellas d e s d e los cuatro años.
Una m u e s t r a palpable de su amor al C o l e g i o , a s u s
compañeras y p r o f e s o r a s , es la carta que les e s c r i b i ó
llena de expresiones de cariño y confianza. C a r t a que ha
hecho un profundo bien a aquellas niñas.
Y fueron s u s padres y hermanos los que quisieron
prolongar d e s p u é s d e s u muerte — s e g u r o s d e c u m p l i r
con ello un d e s e o de A l e x i a — el amor a su C o l e g i o
t e r e s i a n o . Ella había d i c h o en la carta del 25 de noviem-
bre a s u s c o m p a ñ e r a s :
« T e n g o muchas ganas de ir a Madrid y, si Dios quie-
re, p o d r é hacerlo en diciembre, siempre que no me bajen
las defensas, me salgan aftas o pasen cosas a s í . . . que
es lo que me pasa s i e m p r e » .
Y en d i c i e m b r e fue a M a d r i d , y pasó por el C o l e g i o .
Pero era el cuerpo de A l e x i a , que s i n vida esperaba
la r e s u r r e c c i ó n , gozo del que su espíritu ya disfrutaba,
el que recibieron emocionadas s u s c o m p a ñ e r a s .
A h o r a s e r í a Ja d e s p e d i d a . . .
Llegaron en el m o m e n t o en que su querida tutora,
la M a d r e Isabel, con un centro de flores blancas, estaba
a punto de s a l i r para el c e m e n t e r i o acompañada de otra
r e l i g i o s a y de una amiga de la f a m i l i a que las esperaba
en su coche.
La s o r p r e s a fue indescript ible. C a s i no p o d í a c r e e r
que A l e x i a f u e r a llevada hast a allí. Inmediatamente fue
avisada la M. S u p e r i o r a y bajó acompañada de otras
R e l i g i o s a s y profesoras para darle el último a d i ó s .
A v i s a r o n d e s p u é s a las compañeras que en un pro-
fundo y s o b r e c o g e d o r s i l e n c i o bajaron a d e s p e d i r l a .
Rezaron, lloraron, incluso la d e s p i d i e r o n c o n s u s pa-
ñuelos al aire. C l a r a , indistinta, se o y ó la voz de una de
ellas:
— «¡Adiós, Alexia!»
Era la última d e s p e d i d a . La definitiva. Para s i e m p r e .
Era difícil quizá de entender para unas niñas llenas de
v i d a por qué y c ó m o en pocos m e s e s se habían ido irre-
m i s i b l e m e n t e d o s c o m p a ñ e r a s . Porque se daba la cir-
c u n s t a n c i a de que una de s u s mejores amigas, Laura,
había muerto también en el verano de a c c i d e n t e ; y ahora
A l e x i a , d e s p u é s de una larga y c r u e l enfermedad. ¡Ellas
que habían rezado tanto! ¿ C ó m o e x p l i c a r l e s que s u s
oraciones no habían sido en vano, que lo ocurrido había
s i d o lo mejor para las dos?
Tenían que aprender a aceptar la voluntad de D i o s ;
sobre todo cuando no son fáciles de entender s u s d e s i g -
nios, cuando s u s planes no son nuestros p l a n e s . Una
dura lección que e l t i e m p o — y l a gracia d e D i o s — les
hará comprender.
Todos los que vivieron c o n e l l a , e s p e c i a l m e n t e en los
últimos m e s e s , recibieron el influjo de su c a r i d a d . Se
sintieron queridos por e l l a .
Son palabras de su tutora, que la conocía b i e n : « C o n
sus compañeras era muy buena a m i g a . La prueba es que
las niñas se volcaron en cuanto c a y ó e n f e r m a . Me acuer-
do que a v e c e s se ofrecía para explicar algo a otra niña
que había f a l t a d o » .
Las quería de verdad, con e s e amor auténtico que se
fue purificando hasta desear sólo el verdadero bien para
ellas:
« C u a n d o s e iba a Pamplona — c o n t i n ú a l a M . O l m e -
d o — pasó por Ol C o l e g i o para d e s p e d i r s e y llevó un
ramo a la V i r g e n y una caja de bombones para \a oíase.
Al f i n a l , sonriendo, dijo a s u s c o m p a ñ e r a s : « B u e n o , que
a p r o b é i s , pero yo lo que pido es que v i v á i s en g r a c i a » .
Una profesora que estaba allí delante, tuvo que irse con
d i s i m u l o . No podía contener la e m o c i ó n .
« L a he v i s t o en la enfermedad s i e m p r e sonriendo y
diciendo que todos eran buenísimos con e l l a . A g r a d e c í a
muchísimo ©1 q u e fuera a v e r l a y no sabía ella que la que
tenía que estar agradecida era yo, pues me hacía mucho
bien.»
« H i z o también mucho bien a s u s c o m p a ñ e r a s . Cuan-
do, ya m u e r t a , trajeron al C o l e g i o su f é r e t r o , las niñas
se conmovieron profundamente. Una de ellas que estaba
un poco d e s p i s t a d a y muy f r í a , dio desde aquel m o m e n t o
un cambiazo e n o r m e . »
Las niñas captaron perfectamente aquella faceta de
su caridad que es fruto del desprendimiento y que hace
agradable la vida de los que nos rodean:
« E r a muy desprendida — d i c e una d e e l l a s — , ofrecía
todo lo que t e n í a . Era d e t a l l i s t a y estaba pendiente de
poder dar a c a d a una lo que sabía que le g u s t a b a . »
Una profesora del C o l e g i o Teresiano de Pamplona que
iba a v e r l a , dijo d e s p u é s :
« F u e muy grato para mí c o n o c e r a A l e x i a . Es un re-
c u e r d o inolvidable " a q u e l l a s o n r i s a " que no pasa por
a l t o ; y c r e e d m e que me alegré y doy gracias a D i o s por
haberla c o n o c i d o . »
Y una doctora del s e r v i c i o de O n c o l o g í a :
« ¡ Q u é suerte t e n e m o s ! Digo t e n e m o s , porque m e
siento incluida entre las personas que A l e x i a q u e r í a .
¡ C u á n t a s c o s a s nos e n s e ñ ó en estos m e s e s que estuvo
entre n o s o t r o s ! »
Este amor a los demás, que tan claro sintieron los
que vivieron junto a e l l a , nacía, sin duda, de su amor a
D i o s , fuente de todo a m o r verdadero; pero tenía s u s
m a n i f e s t a c i o n e s en los más p e q u e ñ o s detalles de s e n s i -
bilidad para no hacer sufrir a nadie.
En c i e r t a o c a s i ó n , muy cercana ya su muerte y aco-
sada por el dolor y los s u f r i m i e n t o s , dijo:
— « P o r favor, iros un rato, dejadme sola. Quiero llorar
y no os quiero contagiar a v o s o t r o s . »
Su delicadeza era tan extremada que hasta se d i s -
culpaba por llorar. No quería agobiar a s u s padres y her-
manos, que no sabían qué hacer para animarla. Salió su
padre de la habitación v i s i b l e m e n t e t r i s t e , apenado por
que no tenía palabras para consolar a su hija. Su madre
se q u e d ó con e l l a . La acarició y le d i j o :
— « N o llores, mi vida, que papaíto se pone m u y t r i s t e .
Si quieres esta noche, cuando nos q u e d e m o s tú y yo so-
las, lloramos. Yo a v e c e s también tengo ganas de llorar
porque v e o que te duele mucho la cabeza y no podemos
ayudarte. Eso me da mucha pena.»
— « S í , esta noche lloraremos tú y yo juntas. Ahora
dile a papá que v e n g a . »
Se olvidaba de sí m i s m a para pensar en los d e m á s .
« N u n c a c a u s ó un dolor que pudiera e v i t a r » , d i r á su
madre.
S i e m p r e había sido así. M i g u e l — e l c h ó f e r d e l a
c a s a — recuerda, cuando l a llevaba a l C l u b A l c a l á des-
pués de c l a s e , c ó m o iba con otras niñas que no paraban
de m o v e r s e y alborotar. Tiraban los papeles de l o s cara-
m e l o s o las pipas al suelo y A l e x i a sentía verdadero
apuro hasta recoger ella los papeles del suelo a pesar
de que el c h ó f e r le dijera: « N o se preocupe, s e ñ o r i t a , ya
los r e c o g e r é y o » . Ella no quería c o n s e n t i r l o . Recuerda
también que cuando la dejaba de vuelta en c a s a le d e c í a :
« ¿ Q u i e r e que pregunte si tiene usted algo que hacer?
Es para que no espere sin n e c e s i d a d » . Y Migue'l apre-
ciaba mucho estos detalles de d e l i c a d e z a .
No era en absoluto rencorosa. Olvidaba c o n facilidad
los agravios. J a m á s d e m o s t r ó animosidad contra los mé-
d i c o s que se equivocaron en la primera operación y no
l e sacaron e l tumor — a causa d e ello estaba paralíti-
c a — . Ú n i c a m e n t e c o m e n t ó , con dulzura, s i n amargura:
« ¡ R e a l m e n t e , lo que han hecho conmigo... Me han estro-
peado la v i d a ! »
T e n í a gran capacidad de p e r d ó n . C i e r t a v e z una enfer-
mera e s p e c i a l m e n t e d e s c o n s i d e r a d a , en una de las c l í n i -
c a s de M a d r i d , la dejó c a e r sobre el borde de una m e s a
de Rayos X, golpeándole la c o l u m n a . Se había negado
a dejarse ayudar por la madre y uno de los hermanos
que tenían c o s t u m b r e de manejarla. Cuando intentó c o l o -
c a r l a no pudo, y la dejó caer sobre el borde metálico.
A l e x i a hizo un gesto de dolor, pero no dijo nada. Ú n i c a -
mente, cuando regresaron a la habitación, ante los co-
mentarios indignados de los s u y o s , c o n c l u y ó irónicamen-
t e : « V e r d a d e r a m e n t e , era un poco b r u t a » .
Su amor y su caridad tenían la e x p r e s i ó n s e n c i l l a del
cariño, que manifestaba a cuantos se acercaban a ella.
Ya muy avanzada su e n f e r m e d a d , un día que se e n -
contraba aletargada por la fiebre y el dolor, al desper-
tarse, v i o a Elena, una enfermera a la que quería m u c h o ,
y la saludó d i c i é n d o l e :
— « E l e n a , te quiero mucho, dame un b e s o . »
Elena, c a r i ñ o s a , le r e s p o n d i ó :
— « Y a me gustaría, A l e x i a , pero no puedo, porque
estoy un poco acatarrada; por eso me he puesto e s t a
m a s c a r i l l a ; s i n o , claro que te lo daría, no uno, sino
¡cuatrocientos!»
E l l a , no obstante, i n s i s t i ó :
— « N o importa. Dame un beso, Elena, por favor. El
último.»
A u n q u e aún nada hacía presagiar un p r ó x i m o d e s e n -
lace, todos quedaron s o b r e c o g i d o s . Para desdramatizar
el m o m e n t o , su madre le dijo en tono aparentemente
alegre:
— « ¡ Q u é trascendente se nos ha p u e s t o ! Bueno, Ele-
na, dale un b e s o . »
A l d á r s e l o , A l e x i a repitió una vez m á s :
— « T e quiero, E l e n a . »
— «Y yo también a t i . Te quiero m u c h o , b o n i t a » .
— fue la r e s p u e s t a emocionada de la e n f e r m e r a .
Eso m i s m o o palabras parecidas les dijo a otras en-
f e r m e r a s y auxiliares. Para todas tenía una palabra de
c a r i ñ o . C u a n d o salían de su habitación, s i e m p r e hacía
algún c o m e n t a r i o de este e s t i l o :
— « ¡ Q u é buena es Celia, o Charo, o N a t i ! . . . »
Cuando iba a verla el Dr. C h a m o r r o , le d e c í a :
— « A u r e l i o , te quiero mucho y rezo por t i . »
— « Y a l o s é , A l e x i a — l e respondía e l m é d i c o — y
lo noto en mi alma.»
— « P e r o no te creas que mi c a r i ñ o es interesado
— r e s p o n d i ó ella en c i e r t a o c a s i ó n —, cuando me ponga
buena te s e g u i r é q u e r i e n d o . »
En e l l a el agradecimiento por las atenciones r e c i b i -
das pronto se c o n v e r t í a en un verdadero cariño y este
cariño se traducía en o r a c i ó n ; diariamente, cuando daba
gracias en la C o m u n i ó n , d e c í a :
— « S e ñ o r , a todos los que recen por mí, d e v u é l v e l e s
las oraciones multiplicadas. A todos los que me hagan
un favor, por p e q u e ñ o que sea, d e v u é l v e s e l o t a m b i é n
multiplicado.»
T e n í a una larga l i s t a de p e t i c i o n e s , pero un día que
se encontraba muy m o l e s t a le dijo a su madre:
— « M a m á , tengo miedo de olvidarme de alguien por
los que pido siempre, porque estoy muy m a r e a d a . »
— « S i q u i e r e s , h a c e m o s una lista — l e propuso s u
m a d r e — , tú me dictas y yo voy e s c r i b i e n d o . Luego la
m e t e m o s en un sobre y cuando no te encuentres b i e n ,
le d i c e s al S e ñ o r : J e s ú s , yo te pido por todas e s a s inten-
c i o n e s ; y es c o m o si se las dijeras una a una, J e s ú s lo
entenderá.»
A s í lo h i c i e r o n . Y desde aquel día, d e s p u é s de c o m u l -
gar, le ponían el sobre en el pecho. Ella lo sujetaba con
su mano mientras pedía al S e ñ o r con todas s u s fuerzas.

PIEDAD A TODA PRUEBA

Tal vez s e a ést e el rasgo más c a r a c t e r í s t i c o de A l e -


x i a . Yo diría que su amor filial al Padre y su entrañable
unión con J e s ú s y con la V i r g e n fueron el s o s t é n de su
v i d a , su enfermedad y su muerte. S i n e s a fuerza que re-
cibía en la o r a c i ó n , no se puede comprender tal s e r e n i -
dad ante el dolor en una niña de apenas catorce años de
edad.
Era la suya una piedad honda que se transparentaba,
por otra parte, en toda su v i d a . Los que la conocieron
no dudan en afirmarlo. Empezando por s u s compañeras
de c l a s e que admiraban este aspecto de su personalidad
y les llamaba profundamente la a t e n c i ó n . Son muchas
las que lo afirman al hablar de e l l a : « S u s padres le ha-
bían inculcado una profunda e d u c a c i ó n r e l i g i o s a ; nos-
otras lo notábamos en muchas o c a s i o n e s durante la
clase».
A ella la preocupaban mucho s u s compañeras y una
de las p e t i c i o n e s que tenía anotadas en su p r e c i o s a
« l i s t a » d e intenciones era é s t a :
« P o r el Colegio de " J e s ú s Maestro", profesoras,
alumnas y alumnos, para que vivan en gracia todos los
días de su v i d a . »
S u tutora, M . Isabel O l m e d o , dirá d e A l e x i a : « M e lla-
maba la atención lo piadosa que e r a . En el Cuarto de
Hora de O r a c i ó n se la v e í a muy recogida y atenta. D u -
rante el Rosario era la única que sacaba el suyo m i e n -
tras rezábamos. Por supuesto, que la v e í a muy a menudo
hacer V i s i t a s en el O r a t o r i o . »
La hermana de un m é d i c o que pasó unos días en
Pamplona e s c r i b i ó d e s p u é s de su m u e r t e :
« ¡ Q u é envidia le tengo! Su v i d a interior era extra-
ordinaria. Lo intuí al poco rato de estar a su l a d o . . . D i o s
no puede negar nada a quien desde pequeñita le ha dicho
que quería hacer s i e m p r e su voluntad y ha sabido s e r
tan heroicamente consecuente con s u s palabras. Yo ya
me he encomendado a su i n t e r c e s i ó n . »
En efecto, aquella petición infantil que acompañaba
al acto de la genuflexión en s u s V i s i t a s al Santísimo
— « J e s ú s , que yo haga siempre lo que Tú q u i e r a s » —
fue sin duda escuchada por el S e ñ o r que, a t r a v é s de la
prueba, la atrajo hacia sí.
A n t e el primer d i a g n ó s t i c o de la gravedad de su m a l ,
cuando la ingresan rápidamente para la segunda opera-
c i ó n , su oración vuelve a s e r la de C r i s t o en la agonía
del H u e r t o : « Q u e no se haga mi voluntad, sino la t u y a » .
Esto en una niña, entonces de 13 años, no deja de s e r
admirable. Fue una oración t i e r n a , profunda — l a hacía
en voz alta y su madre pudo oírla —, tratando a Dios con
una gran confianza, c o m o a Padre. Durante media hora
estuvo hablando con el S e ñ o r con la mayor intimidad,
c o m o quien tiene un trato asiduo con É l . Y esto no se
puede i m p r o v i s a r . . .
Al t e r m i n a r , dijo: « J e s ú s , yo quiero ponerme buena,
quiero curarme, pero si Tú no quieres, yo quiero lo que
Tú q u i e r a s » . A continuación e m p e z ó a hablar s e r e n a m e n -
te con su madre: « M a m á — le d i j o — , ¿sabes?, yo siem-
pre tuve la i m p r e s i ó n de que me operarían otra v e z » .
— « ¿ P o r qué, hija? Lo lógico es que te hubieran v i s t o
el quiste en la primera o p e r a c i ó n , pero ya v e r á s , en cuan-
to te lo quiten, te pondrás buena en s e g u i d a . »
— « P u e s , ¿ s a b e s una cosa? — a ñ a d i ó — , tengo el
presentimiento de que a ú n me operarán más v e c e s . »
Conociendo el historial de A l e x i a , ahora, d e s p u é s de
su muerte, uno se pregunta: ¿qué extraordinaria luz le
dio el S e ñ o r en aquella fervorosa oración de aceptación
para que ella presintiera lo que había de pasar y lo a s u -
miera con la serenidad de quien está maduro para s u -
frir?
A n t e s de d e s p e d i r s e , pues no les permitían estar con
ella en la UVI, y d e s p u é s de haber penetrado en s u s s e n -
t i m i e n t o s de o r a c i ó n , su madre le dijo:
— « H i j a , ¿te acuerdas de G e t s e m a n í ? »
— « S í , m a m á . » — E l año anterior había estado toda la
f a m i l i a en S e m a n a Santa en Israel para c e l e b r a r el 30
aniversario de las bodas de s u s p a d r e s . Recorrieron Tie-
rra Santa en una emocionante p e r e g r i n a c i ó n . V i s i t a r los
Santos Lugares en donde v i v i ó y m u r i ó C r i s t o había de-
jado en todos ellos una profunda h u e l l a .
— «Pues ya sabes — c o n t i n u ó su m a d r e — lo solo
que estuvo el S e ñ o r . Hasta los d i s c í p u l o s se d u r m i e r o n ;
pero seguro que la Virgen no se d u r m i ó , que su c o r a z ó n
estaría con É l , aunque no pudiese estar a su lado. Pues
tú igual, mi v i d a , aunque e s t é s aquí s o l a , entre gente
d e s c o n o c i d a , mamá, papá y l o s hermanos, aun estando
allá arriba, e s t a m o s c o n t i g o . »
— « S í , mamá, ya lo s é . »
— « A h o r a t ú , hija mía, ponte en los brazos de la Vir-
g e n , acurrúcate contra Ella y trata de d o r m i r . »
— « S í , mamaíta, cuando e n t r é en el q u i r ó f a n o , tam-
b i é n e n t r é con J e s ú s , como me dijo F r a n c i s c o . »
A s í , en los brazos de J e s ú s y de M a r í a — su gran y
tierno a m o r — s e dormía confiada.
Cuando ella contaba sobre e s t a segunda o p e r a c i ó n ,
la más arriesgada, tal vez, d e c í a :
— « E n t o n c e s yo me metía para adentro. Me ponía en
los brazos de la Virgen y rezaba el Rosario. — Hablaba
de la U V I . — A s í me d o r m í a . Cuando despertaba, ya ha-
bía pasado una hora. De este modo se me hacía el tiem-
po más corto esperando que fueran las nueve de la ma-
ñana que es cuando habían prometido llevarme a la habi-
tación.»
J e s ú s fue su verdadero c o m p a ñ e r o y amigo en las
penas y en las alegrías durante su enfermedad. Una vez
le introdujeron un c a t é t e r a lo largo del brazo hasta la
C o n su madre
en la Clínica de Navarra
vena c a v a , tratando de evitar l a s f l e b i t i s . Es algo des-
agradable y t r a u m á t i c o , p e r o A l e x i a lo afrontó c o n su
habitual s e r e n i d a d ; lo ú n i c o que pidió fue que su madre
estuviera junto a e l l a . Desafortunadamente, el c a t é t e r era
muy fino, y al pasarle la sangre, se o b t u r ó . Era m e d i a
noche, vino el médj'co de guardia, dijo que había que
s a c a r l e el catéter y abrirle otra v í a para pasarle la s a n -
gre. A l e x i a — a n g u s t i a d a — d i j o en s e g u i d a a su madre
y a su h e r m a n a : « V a m o s a rezar para que no tengan que
h a c é r m e l o » . Y e m p e z ó a rezar c o n el m a y o r fervor. D e s -
graciadamente, hubo que s a c á r s e l o . Le pincharon varias
v e c e s tratando d e encontrar una v e n a , s i n é x i t o . A l final,
tuvo que v e n i r un a n e s t e s i s t a , que l o g r ó introducir el
c a t é t e r . Todo ello fue una verdadera c a r n i c e r í a , pero, al
terminar, A l e x i a dijo d u l c e m e n t e :
— « A h o r a vamos a dar gracias a J e s ú s porque todo
ha salido b i e n . »
Su madre y su hermana se miraron a s o m b r a d a s . Todo
había salido rematadamente m a l , pero no obstante A l e x i a
daba gracias a D i o s . Las tres durante un rato rezaron
fervorosamente...
Otro día, d i r i g i é n d o s e a J e s ú s en uno de s u s peores
ratos de angustia, le dijo c o n confianza:
— « J e s ú s , ¿ p o r q u é no me ayudas? ¡Por favor, sáca-
me este dolor de cabeza! S ó l o un ratito, aunque no sea
m á s que un rato. ¡ D e verdad que no puedo m á s ! ¿Por qué
me haces esto? ¡ Y o que te he querido desde p e q u e ñ a ,
que te he rezado siempre! ¿ P o r q u é no me ayudas? Pido
cosas para los d e m á s y me las concedes, pero si son
para mí no me haces caso. Eso es porque no me quie-
res... Si me quisieras, me a y u d a r í a s . ¡ N o me quieres,
J e s ú s , no me quieres!... Pues ¿ s a b e s lo que te digo?:
yo tampoco te voy a querer a T i . . . »
Su madre que la estaba oyendo, d e j ó que durante un
rato se desahogase, c o m o J o b , de s u s s u f r i m i e n t o s , pero
d e s p u é s la i n t e r r u m p i ó :
— « B u e n o , A l e x i a , ya está b i e n . Eso no se d i c e . »
Entonces ella — rápida, cambiando el tono de su voz
hasta entonces q u e j u m b r o s o — dijo con gran f i r m e z a :
— « M a m á , J e s ú s ya sabe que no se lo digo en s e r i o . »
La intimidad y la filial confianza que tenía con el S e -
ñ o r era ilimitada. Sabía que era su A m i g o fiel a quien
podía hasta q u e j a r s e . . .
T e n í a d e t a l l e s de amor c o n J e s ú s y con la V i r g e n .
Por ejemplo, todos los sábados su f a m i l i a encargaba las
flores para la capilla d e l H o s p i t a l . Eran un obsequio de
A l e x i a para l a V i r g e n . E n cuanto ella pudo moverse — e n
una s i l l a d e r u e d a s — i a p r i m e r a v i s i t a fue para J e s ú s
en el Sagrario y s i e m p r e , cada vez que iba o venía de la
habitación al g i m n a s i o , pasaba por la capilla a saludar al
Señor.
Junto a e s e grandísimo amor a J e s ú s y a M a r í a , iba
c r e c i e n d o en ella los d e s e o s del c i e l o y la esperanza de
p o s e e r l o . Ú l t i m a m e n t e hablaba c o n f r e c u e n c i a del c i e l o ,
de c ó m o s e r í a , y preguntaba a c a d a uno de los s u y o s
c ó m o se lo imaginaban. Era m o t i v o de largas c o n v e r s a -
c i o n e s . Había opiniones d e todas c l a s e s : d e s d e e x p l i c a -
c i o n e s t e o l ó g i c a s , hasta opiniones personales de c ó m o
q u e r r í a c a d a uno que f u e s e . Preguntaba también si s u s
dos hermanos — Ramón M a r í a y Javier, que habían muer-
to de p e q u e ñ o s — la c o n o c e r í a n cuando ella llegase, y lo
m i s m o decía de uno de s u s abuelos al que t a m p o c o ha-
bía c o n o c i d o . Recordaba m u c h o a una tía suya fallecida
s i e t e años antes y que, cuando estaba e n f e r m a , había
vivido en su c a s a una t e m p o r a d a .
La piedad tiene una de s u s m a n i f e s t a c i o n e s más ge-
nuinas en la d e v o c i ó n o d e v o c i o n e s . Cuando ésta o é s t a s
d e s a p a r e c e n , aquélla s u e l e languidecer. Por eso A l e x i a
las v i v i ó c o n intensidad.
En p r i m e r lugar, d e v o c i ó n filial a la V i r g e n , c o n ia que
se sentía m u y unida y e s p e c i a l m e n t e lo estuvo a lo largo
de su e n f e r m e d a d .
T e n í a gran p r e d i l e c c i ó n por los Santuarios m a r i a n o s .
Estando en Pamplona y con grandes esfuerzos, por-
que no tenía ánimo para nada, v i s i t ó Leyre y R o n c e s -
valles.
S i e m p r e había rezado el Rosario c o n m u c h a d e v o c i ó n .
Por e s o , los ú l t i m o s d í a s , cuando e s t a b a toda la jornada
c o m o s u m i d a en un profundo letargo, se animaba en
cuanto empezaban a su alrededor el R o s a r i o .
Fue p r e c i s a m e n t e a mitad de la Novena de la Inmacu-
lada cuando el S e ñ o r se la llevó con Ella, pero los c i n c o
días que la s i g u i ó , lo hizo rezando devotamente.
Durante e l m e s d e mayo — d e s d e p e q u e ñ i t a — l e gus-
taba adornar con flores una imagen de la V i r g e n que te-
nía en la habitación y que entonces trasladaba a la terra-
za mirador de su cuarto. A l l í le ponía también una v e l a
j

que encendía cuando llegaba del C o l e g i o , normalmente


al mediodía, y durante un buen rato, le rezaba.
T a m b i é n tenía un gran c a r i ñ o a San J o s é . Había sido
bautizada el día 19 de marzo y nació el día 7, domingo,
uno de los siete consagrados al Santo Patriarca. C i e r t a
vez — e r a aún muy p e q u e ñ a — y ante l a i n s i s t e n c i a d e
su madre de hablarle de la d e v o c i ó n a la V i r g e n , ella le
p r e g u n t ó rápida:
— « ¿ Q u é pasa?, ¿ e s que San J o s é no está de m o d a ? »
Su madre le a s e g u r ó que sí, que S a n J o s é « e s t a b a de
m o d a » y que ella tenía que quererle mucho y pedirle
que la protegiese y la cuidara c o m o había cuidado al
N i ñ o J e s ú s . Esta e x p l i c a c i ó n pareció dejarla muy c o n -
forme.
Era muy teresiana y le gustaba recitar las máximas
de Santa Teresa, muchas de las c u a l e s se sabía de me-
m o r i a , así c o m o cantar las c a n c i o n e s del C o l e g i o . Repe-
tía a menudo « S ó l o Dios b a s t a » y la estrofa que s u s
padres pusieron en el Recordatorio: « V u e s t r a soy, para
V o s nací, ¿qué q u e r é i s , S e ñ o r d e m í ? »
Invocaba mucho al Beato Enrique de O s s ó , Fundador
de la C o m p a ñ í a de Santa T e r e s a , a la que p e r t e n e c í a su
Colegio.
Sentía un e s p e c i a l c a r i ñ o por S a n t a Teresita de Li-
sieux. Su madre le había contado que cuando la estaban
esperando había rezado mucho a Santa Teresita pidién-
dole por ella. M á s tarde le había comprado un libro
— muy bien i l u s t r a d o — que contaba la vida de la Santa.
A A l e x i a le gustaba mucho. Un día, d e s p u é s de haberlo
leído, c o m e n t ó :
— « ¿ S a b e s , mamá? Verdaderamente Teresita y yo te-
nemos muchas cosas en c o m ú n ; v e r á s : t a m b i é n se le
murieron varios hermanitos antes de que ella naciera;
era la ú l t i m a , como yo; hizo su primera c o m u n i ó n un
d í a 8 de mayo, y cuando le o c u r r í a algo importante, ne-
vaba. Tú me contaste que el d í a en que yo nací nevaba
muchísimo.»
Efectivamente, el día 7 de marzo de 1971 c a y ó en
M a d r i d una impresionante nevada. Nada lo hacía pre-
sagiar el día anterior que hacía un sol e s t u p e n d o ; tanto
que s u s padres dieron un largo p a s e o . Pero al día s i g u i e n -
te nevó con tal intensidad q u e a s u s hermanos se les
hizo difícil llegar hasta el sanatorio donde A l e x i a había
nacido.
Hoy p o d r í a m o s añadir una nueva c o i n c i d e n c i a : Santa
Teresita de Lisieux y A l e x i a se fueron al c i e l o e x t r e m a -
damente j ó v e n e s ; c o n 24 y 14 años r e s p e c t i v a m e n t e . Se
fueron pronto, pero no p r e m a t u r a m e n t e . El S e ñ o r se las
llevó cuando estaban m a d u r a s .
Igualmente p r o f e s a b a un gran c a r i ñ o a M o n s e ñ o r Es-
c r i v á d e Balaguer — fundador del O p u s Dei — . C u a n d o
se p u s o e n f e r m a , una p e r s o n a que le había c o n o c i d o
llevó a A l e x i a un rosario que le p e r t e n e c i ó , con el que
rezaba a d i a r i o y d e s d e que r e c i b i ó los últimos s a c r a -
m e n t o s hasta su ú l t i m o s u s p i r o lo tuvo en s u s m a n o s
c o n s t a n t e m e n t e . Ella había hecho su P r i m e r a C o m u n i ó n
en R o m a , en el Oratorio donde se veneran los r e s t o s
m o r t a l e s del S i e r v o de D i o s . Allí, ante su t u m b a , recibió
por primera vez a J e s ú s .
A m a b a mucho al Papa y a la Iglesia. Tuvo el p r i v i l e -
gio de que el Papa la b e s a r a y ¡le h i c i e r a la señal de la
c r u z en la frente. Le había e s c r i t o una carta y quería
dársela en la mano. A p e s a r de q u e se le dijo que ello
s e r í a i m p o s i b l e — c u a n d o e l S a n t o Padre acabó d e hablar
en su habitual audiencia de l o s m i é r c o l e s — saltó la valla
ayudada por un miembro de la guardia noble y fue co-
rriendo hacia su Santidad. Y s i n el m e n o r azaro, c o n gran
s e n c i l l e z Je e n t r e g ó la c a r t a . Bl Papa la b e s ó c o n todo c a -
riño y le hizo la señal de la c r u z en la frente. A l e x i a y
su f a m i l i a conservaron la fotografía de ese momento con
especial veneración.
Pedía mucho p o r la Iglesia y le preocupaban s u s co-
s a s , las que estaban a su a l c a n c e . A s í e n c o m e n d ó muoho
a D i o s el S í n o d o de O b i s p o s que por aquellas f e c h a s , las
de su e n f e r m e d a d , se c e l e b r a b a en R o m a . Tres días d e s -
p u é s de su marcha al c i e l o se c l a u s u r a b a . Seguro que,
y a muy c e r c a del S e ñ o r , A l e x i a rogaría i n s i s t e n t e m e n t e
para que de un aco nt ecimient o tan importante, se d e r i -
varan grandes frutos para la Iglesia. En el buen é x i t o de
s u s c o n c l u s i o n e s p u s o A l e x i a el granito de arena de su
oración y su s u f r i m i e n t o .
No había en su p i e d a d nada exagerado ni ñoño, por
el c o n t r a r i o , era muy espontánea y natural, muy s e n c i l l a .
Digno de e s p e c i a l mención fue su a m o r al ángel de
la guarda al q u e había p u e s t o nombre. Cuando e r a pe-
q u e ñ a , c o n libros apropiados a su edad, su madre le leía
durante un rato. Un día en uno de ellos se leía c ó m o un
ángel de la guarda había s i d o c u s t o d i o de una niña m u y
buena y muy tranquila y ahora lo era de una niña muy
t r a v i e s a . Al llegar a e s t e punto, A l e x i a interrumpió a su
madre:
— « E s p e r a , espera, ¿ e s que mi Custodio era antes el
á n g e l de la guarda de otra n i ñ a ? »
— « H i j a , n o 'lo s é — l e c o n t e s t ó s u m a d r e — , pero s i
te interesa mucho p r e g ú n t a s e l o a Don M a n u e l cuando
vayas a c o n f e s a r t e . »
Efectivamente, en la p r i m e r a o c a s i ó n , se lo p r e g u n t ó :
— « D o n Manuel, ¿mi á n g e l de la guarda es s ó l o mío
o ha sido antes de otra n i ñ a ? »
— « P u e s , A l e x i a , es algo que no me he planteado
nunca — c o n t e s t ó — pero, v a m o s a ver, ¿tú qué prefie-
res que fuera s ó l o tuyo o que lo haya sido de otras
niñas?»
— « Y o p r e f e r i r í a que fuera s ó l o m í o » — le repuso.
— « P u e s seguro que e s o es lo que ocurre, que es s ó l o
t u y o » — r e s p o n d i ó diplomáticamente Don M a n u e l — .
Y más tarde le comentaba a su madre: « T u hija hace pre-
guntas de alta t e o l o g í a » .
Un día, poco antes de hacer su Primera C o m u n i ó n ,
le dijo a su m a d r e :
— « Y o quiero que mi á n g e l custodio tenga un nom-
bre. Eso de llamarle "custodio" como todo el mundo, no
me g u s t a . »
— « M e parece bien. Y ¿ c ó m o quieres llamarte?»
— « H u g o » — respondió s i n titubear.
— « ¿ H u g o ? — s e e x t r a ñ ó s u m a d r e — e s u n nombre
muy p o c o c o r r i e n t e . ¿Por qué H u g o ? »
— « P o r q u e es un nombre perfecto para un c u s t o d i o »
— fue su rotunda r e s p u e s t a .
Y así lo llamó s i e m p r e , c o n gran i n t i m i d a d ; c o m o
aquella vez que se manchó el babi del C o l e g i o , r e c i é n
estrenado, y pidió ayuda a su hermano J o s é D a m i á n :
« P o r favor, reza conmigo al á n g e l de la guarda para que
desaparezca la m a n c h a » . Su hermano le e x p l i c ó que no
había por qué pedir e s o al c u s t o d i o , que era m á s razo-
nable pedir para que su madre no la r i ñ e r a . . .
En los m o m e n t o s más angustiosos de su larga enfer-
medad acudía muchas v e c e s a su á n g e l . Cuando le arre-
ciaron los dolores de cabeza, aquellos dolores que ella
calificaría « d e m u e r t e » , s e l a o y ó rezar así:
— « ¡ H u g o , a y ú d a m e ! ¡ H a z que se me pase este dolor
de cabeza! ¿ D ó n d e e s t á s , despistado, que no me ayu-
das?»
Hay algo en su enfermedad que s o b r e c o g e y pone en
evidencia lo que a v e c e s tratamos de olvidar: la presen-
c i a del maligno, de la t e n t a c i ó n . A l e x i a la p e r c i b i ó Clarí-
s i m a en tres o c a s i o n e s y luchó c o n ella mediante el arma
de la oración y de los s a c r a m e n t a l e s , c o m o el agua ben-
d i t a . Una noche, cuando ya su padre se había ido a c a s a ,
y quedaban c o n ella su madre y un hermano, de repente
la oyeron decir con voz muy s e r e n a :
— « H u g o se ha i d o . »
— « N o , hija — l e d i c e s u m a d r e — n o s e puede ir.
¡Buen ángel de la guarda estaría hecho si se fuera y te
dejara s o l a ! N o , seguro que está c o n t i g o . »
— « N o —y en voz baja, en tono confidencial, aña-
d i ó — : es que está aquí el d e m o n i o . »
Su madre y su h e r m a n o se miraron a s o m b r a d o s :
— « N o , hija — i n s i s t i ó s u m a d r e — , n o p u e d e estar
aquí el demonio. Los t r e s e s t a m o s c o n el a l m a en gracia,
y el d e m o n i o no e s t á donde se quiere al S e ñ o r . A d e m á s ,
m i r a , voy a echar agua b e n d i t a . »
— « N o — s i g u i ó d i c i e n d o A l e x i a en voz baja —, que
se va a e n f a d a r . »
— « P u e s que se enfade — replicó su m a d r e , mientras
c o g í a el f r a s c o y empezaba a rociar la c a m a con el agua
b e n d i t a — , lo que q u e r e m o s es que el d e m o n i o rabie,
por e s o tratamos de s e r b u e n o s . »
A l e x i a p e r m a n e c i ó muy s e r e n a . A los p o c o s m i n u t o s
dijo muy t r a n q u i l a :
— « Y a se ha ido. Ya ha vuelto H u g o . »
Su madre y su hermano quedaron s o b r e c o g i d o s pero
no hicieron c o m e n t a r i o s . A m b o s sabían perfectamente
q u e nada puede el d e m o n i o c o n un alma en gracia. A lo
s u m o p o d r í a inquietarla. De hecho, grandes santos se
habían v i s t o importunados por el d e m o n i o .
P o c o s días antes de morir, v o l v i ó el tentador. De re-
pente a n u n c i ó :
— « H a y una cara f e a . »
Su madre, refiriéndose a la enfermera que acababa
de salir, dijo:
— « N o , A l e x i a , es guapa.»
Ella i n s i s t i ó :
— « E s una cara fea, endemoniada; se r í e . »
Se miraron unos a otros un p o c o inquietos. Al fin su
madre p r e g u n t ó :
— « ¿ T e asustas, hija?»
— « N o , te asustas t ú . A mí no me puede hacer n a d a »
— contestó dulcemente.
En e f e c t o , su madre se había sobresaltado y añadió:
— « S í , me a s u s t o . No me gusta eso que d i c e s de las
caras f e a s . V o y a echarte agua bendita y v a m o s a llamar
a la V i r g e n y a ios ángeles c u s t o d i o s para que vengan a
estar c o n nosotros. A q u í todos e s t a m o s en g r a c i a y por
lo tanto todos s o m o s g u a p í s i m o s . . . »
Le hablaba en un tono ligero, tratando de d e s d r a m a t i -
zar la situación porque todos estaban m u y impresiona-
d o s . Al cabo de unos instantes, d e s p u é s de que echaran
agua bendita, c o m e n t ó con la m i s m a voz serena y pau-
sada:
— « Y a se ha ¡ d o . »
Todos recobraron la c a l m a , excepto ella, que ni un
solo momento la había perdido. No traslucía el menor
d e s a s o s i e g o ; al contrario, transmitía paz.
La tercera vez fue el día anterior a su muerte. Se diría
que las fuerzas del mal sentían la derrota de aquella niña
que era capaz de v e n c e r l e s c o n la fuerza del E s p í r i t u .
A l e x i a v o l v i ó a hablar de la p r e s e n c i a d e l demonio, y
curiosamente le daba un nombre semejante al que usara
Santa Teresa hablando de e l l o s ; también los v e í a c o m o
« n e g r i l l o s » f e o s y desagradables. Fue en el delirio de
s u s 40 grados de fiebre, pero con la lucidez que d e m o s -
tró hasta el último m o m e n t o :
— « E s t a noche me voy a s u i c i d a r » — d i j o inesperada-
mente, con voz débil y entrecortada.
— « ¿ C ó m o has d i c h o ? » — l e pregunta s u hermano
Francisco que teme no haber entendido b i e n .
Ella repite exactamente las m i s m a s palabras:
— « E s t a noche me voy a s u i c i d a r . »
Su madre sale apresuradamente del cuarto de baño,
en donde se estaba cambiando de ropa, alarmada por lo
que había c r e í d o o í r :
— « ¿ H a s d i c h o s u i c i d a r ? » — insiste F r a n c i s c o .
— «Sí.»
— « ¿ Y p o r q u é d i c e s e s a t o n t e r í a ? » — l e pregunta
alarmado su hermano.
— « P o r el n e g r o . »
— « ¿ H a y negros a q u í ? » — l e vuelven a preguntar.
— « S í , está lleno de n e g r o s » — e s la respuesta sor-
prendente.
Francisco — q u e y a había tomado e l agua bendita,
le hacía repetidamente la señal de la cruz en la cabeza,
las m a n o s . . . Su madre, s o b r e c o g i d a , le d i c e :
— « N o , mi v i d a , aquí no puede haber ningún negro.
Están contigo la V i r g e n , Hugo, tu c u s t o d i o , tus hermanos
Ramón M a r í a y Javier, s u s á n g e l e s . . . M o m e n t o s d e s p u é s
F r a n c i s c o le pregunta:
— « ¿ H a vuelto H u g o ? »
— « S í , ya e s t á a q u í » — r e s p o n d e tranquilamente.
— « ¿ V e r d a d que han venido también Ramón M a r í a y
J a v i e r con m u c h o s á n g e l e s ? »
— « S í , e s t á n todos a q u í . »
Cuando llega su hermana M a r í a J o s é le comentan lo
ocurrido y también ella se siente s o b r e s a l t a d a . . . Pero
A l e x i a no está intranquila, ni a s u s t a d a . Se s i e n t e s e g u r a .
C o m o había dicho anteriormente: «A mí no me puede
hacer n a d a » .
— « H u g o está s i e m p r e contigo, ¿ v e r d a d ? » — p r e g u n -
t ó María J o s é .
— « N o , siempre no. Algunas veces se v a . »
— « N o puede i r s e . D i o s pone al ángel de la guarda
para que n o s e separe nunca d e n o s o t r o s » — l e dijo s u
hermana.
A l e x i a durante un momento p a r e c i ó reflexionar. Luego
dijo:
— « E n t o n c e s Hugo y yo nos moriremos el mismo d í a . »
— « N o , Hugo no puede morir, es un e s p í r i t u y los
espíritus no mueren.»
— « B u e n o , entonces que me a c o m p a ñ e al cielo y una
vez allí le d i r é que si se quiere ir con los d e m á s á n g e l e s
que a mí ya no me i m p o r t a . »
A q u e l l a ingenua e infantil r e s p u e s t a encerraba en el
fondo u n a maravillosa c o n v i c c i ó n de lo que es la v i d a en
p l e n i t u d . A l l í no necesitaría ya nada, porque lo p o s e e r í a
todo: v e r í a a D i o s c a r a a c a r a .
Fue entonces cuando su hermana v o l v i ó a preguntarle
sobre el nombre que había puesto a su ángel de pequeña
y que a todos había e x t r a ñ a d o :
— « P o r c i e r t o , A l e x i a , ¿ p o r qué le p u s i s t e el nombre
de Hugo?»
— « P o r q u e es un nombre perfecto para un c u s t o d i o »
— respondió exactamente igual que lo había dicho hacía
m u c h o s años.
— « ¿ P o r qué d i c e s que e s p e r f e c t o ? » — i n s i s t i ó .
— « E s e v i d e n t e » — f u e s u lacónica r e s p u e s t a .
Y no s i g u i ó hablando.
S ó l o Dios y ella sabían por q u é Hugo era, evidente-
mente, el nombre perfecto para un ángel c u s t o d i o .
Y J e s ú s triunfó definitivamente en aquella niña que
tanto le había amado. La paz y la serenidad de su último
« s í » fueron la manifestación más c l a r a de su honda y
sincera piedad, que le hará gozar ya para s i e m p r e de la
p o s e s i ó n de D i o s .
5

«el tener padres virtuosos


y temerosos de Dios»

EL AMBIENTE FAMILIAR

A s í empezaba Teresa de J e s ú s la historia de s u v i d a :


« E l tener padres v i r t u o s o s y t e m e r o s o s de D i o s me bas-
t a r a , si yo no f u e r a tan ruin, c o n lo que el S e ñ o r me
f a v o r e c i ó , para s e r b u e n a » .
Y con e s t a s m i s m a s palabras quiero empezar e s t e
capítulo dedicado a un t e m a que me p a r e c e t r a s c e n d e n -
tal tratándose de narrar la vida de una niña.
Es en el hogar — « l a Iglesia d o m é s t i c a » — en donde
deberían encontrar los niños y los j ó v e n e s una verdadera
e s c u e l a de santidad.
No es e x t r a ñ o que el Beato Enrique de O s s ó , c o n s u s
grandes dotes p e d a g ó g i c a s , diera tanta importancia a la
f o r m a c i ó n de la mujer, « c o r a z ó n de la f a m i l i a » , c o m o él
la llamaba. De ella depende muchas v e c e s el c r e c i m i e n t o
espiritual de los hijos.
Indudablemente el que se haya metido ya de Heno en
las páginas de este libro, se estará preguntando: ¿a quién
admirar más, a A l e x i a o a su f a m i l i a ? Las r e a c c i o n e s de
fe que se viven en el hogar marcan para toda la v i d a .
Y cuando ésta la t o m a el S e ñ o r para sí en plena juven-
t u d , es de suponer que la ha encontrado madura. ¡ D i c h o -
so el hogar que da frutos tempranos de santidad gracias
a la fe vivida en f a m i l i a !
En el c a s o de A l e x i a , no es e x t r a ñ o que s u s m i s m a s
c o m p a ñ e r a s lo percibieran claramente y hasta lo envi-
diaran. De ellas es este t e s t i m o n i o :
« T u v o la suerte de tener unos padres que se p r e o c u -
paban por la educación y cultura de s u s hijos; les incul-
caban una profunda f o r m a c i ó n r e l i g i o s a que nosotras
p e r c i b í a m o s e n muchas o c a s i o n e s . »
Y la M. Isabel O l m e d o d i r á : «Para mí no s ó l o la niña
s i n o su madre ha s i d o un ejemplo. La ha s o s t e n i d o c o n -
tinuamente para que o f r e c i e r a todo a Dios y se alegrara
del " r e g a l o " de la cruz. Su padre y s u s h e r m a n o s , t a m -
bién a d m i r a b l e s » .
V e r d a d e r a m e n t e , A l e x i a tuvo la suerte de tener unos
padres que se entregaran de lleno a la educación de la
fe y de crear a su alrededor un ambiente p r o p i c i o para
crecer en ella.
« A l e x i a lo valoraba mucho y lo a g r a d e c í a » , c o m o reco-
n o c e r á n también s u s compañeras d e c l a s e .
Ella recordaría s i e m p r e , durante su enfermedad, aque-
llas v i s i t a s a la C a p i l l a de su C o l e g i o , que s i e n d o peque-
ña hacía con su m a d r e cuando é s t a la v e n í a a recocjer
al acabar las o l a s e s de mediodía.
Fue en una de e s a s v i s i t a s cuando, al s a l i r , le dijo:
— « ¿ S a b e s mamá?, a mí me dan mucha pena las
niñas que no hacen la visita con sus m a m a s . »
D e s d e p e q u e ñ a t a m b i é n la a c o s t u m b r ó a hacer ©I
o f r e c i m i e n t o de obras por la mañana y, juntas madre e
hija, rezaban, ya c a m i n o del C o l e g i o , una oración a la
V i r g e n o f r e c i é n d o l e todo su s e r .
En un hogar así, donde reina un ambiente de p i e d a d ,
alegría, amor, no es e x t r a ñ o que el alma de A l e x i a fuera
c a d a día m á s agradable a J e s ú s . . .

RODEADA DE AMOR

A s í se había sent ido d e s d e niña y se sintió en su


enfermedad.
S i e m p r e había estado muy unida a s u s hermanos y
todos eran « s u hermano p r e f e r i d o » . C a d a uno tenía para
ella algo e s p e c i a l y lo resaltaba con f r e c u e n c i a . Tenía
una particular delicadeza para destacar s u s virtudes y
d i s i m u l a r s u s d e f e c t o s . Se volcaban con ella y ella lo
sabía agradecer y valorar.
En una o c a s i ó n dijo a su f a m i l i a : « V a l o r o mucho lo
que h a c é i s conmigo, pero h a c é i s lo que t e n é i s que hacer.
Yo habría hecho lo m i s m o » .
Y es que fue durante su enfermedad cuando aquel
amor auténtico d e s b o r d ó por ambas partes. Ella era enor-
memente delicada con los s u y o s y muy preocupada del
sufrimiento que su enfermedad suponía para s u s padres
y hermanos. De forma especial estaba pendiente de la
salud de su padre que había sufrido un infarto s i e t e años
a n t e s : « M a m á — d e c í a con f r e c u e n c i a — hay que cuidar
el c o r a z ó n de papá. ¡Pobre papaíto, c u á n t o sufre conmi-
go! Cuando le digo que le quiero mucho, que es mi amor
y le hago una caricia, se le saltan las l á g r i m a s » . T e n í a
c o n él una gran confianza. Le preguntaba sobre su enfer-
m e d a d : cuál iba a s e r el tratamiento, qué decían los
m é d i c o s y qué plazo le daban p a r a su r e c u p e r a c i ó n . Le
preocupaba, a s i m i s m o , el gran gasto ocasionado por su
enfermedad. Cuando le mandaban una nueva medicación
preguntaba: « Y esto, ¿cuánto c o s t a r á ? »
En todo momento se le explicaba lo que se le iba a
hacer y en qué c o n s i s t í a n los tratamientos. No obstante,
muchas v e c e s no tenían e x p l i c a c i ó n para algunas c o s a s ;
ella lo percibía y c o m e n t a b a c o n su m a d r e : « ¡ Q u é en-
canto es papá, me cuenta todo, me lo explica todo! ¡In-
cluso trata de explicarme lo que ni él mismo e n t i e n d e ! »
El amor a los suyos — q u e la animaban continuamen-
t e — , el c l i m a de paz que trataban de crear a su alrede-
dor, y sobre t o d o la fe que tenía en las d e c i s i o n e s que
tomaba su padre, s i e m p r e d e s p u é s de consultarlas con
e l l a , le hacían superar las dificultades, olvidando lo dra-
mático de su s i t u a c i ó n : cada vez más i n m ó v i l , más dolo-
rida y más limitada.
S u madre — c u a n d o y a l a gravedad era e x t r e m a — l e
hablaba durante horas para entretenerla. Lo hacía en voz
baja, en un tono monocorde, para ver si de ese modo
c o n s e g u í a que concillara el s u e ñ o . A l e x i a , aunque era
fuerte y con una capacidad de s u f r i m i e n t o que no tendría
a v e c e s un adulto, sentía la n e c e s i d a d de su madre, de
su cariño, de ser tratada como una niña pequeña, y le
pedía:
— « M a m á , dime cosas b o n i t a s . »
Entonces su madre, mientras le acariciaba la cara y
les manos, le iba diciendo bajito:
— « M i v i d a , mi amor, mi reina, mi c o r a z ó n , mi tesoro,
mi cariño, mi s o l , mi lucero, mi niña chiquitita. ¿ Q u i é n
te quiere a ti? ¿ Q u i é n es la niña más querida dei mun-
do?»
Ella, dulcemente, murmuraba con gran c o n v e n c i m i e n -
to:
— «¡Yo!»
T e n í a necesidad de amor y lo recibía a manos llenas.
Todos los suyos s o n por temperamento muy c a r i ñ o s o s
y entre ellos habían s i d o s i e m p r e espontáneas las m u e s -
tras de afecto. A h o r a que su pequeña les necesitaba se
volcaban a prodigarle amor, a darle toda c l a s e de cuida-
dos llenos de cariño.
— « ¡ M e g u s t a r í a tanto que me abrazarais! — les dijo
un d í a — , pero no p o d é i s porque me h a c é i s d a ñ o . »
Efectivamente, se fue al c i e l o llena de b e s o s , rodeada
de amor, pero el S e ñ o r le negó el c o n s u e l o de s e n t i r s e
abrazada, apretada contra el c o r a z ó n de sus padres y
hermanos que habrían dado lo que fuera por poder estre-
charla entre s u s brazos.
Por otra parte, tampoco en este aspecto del amor
familiar le fue ahorrado ningún s u f r i m i e n t o , incluso el
de la p r e o c u p a c i ó n por la salud de s u s padres. Tenía
s i e m p r e muy presente la dolencia cardíaca de su padre
y, para c o l m o , a últimos de noviembre a su madre le
detectaron un bulto en un pecho. Fueron días de inquie-
tud para todos y por m u c h o que intentaban quitarle i m -
portancia, A í e x i a captaba perfectamente que podría tra-
tarse de algo grave. No obstante, a su madre \e decía
animosa:
— « Y a v e r á s como no es nada, seguro que no es
nada.»
En c a m b i o , a su padre le preguntaba preocupada:
— « P a p á , mamá no t e n d r á nada malo, ¿ v e r d a d ? »
Un nuevo sufrimiento se añadió a los suyos propios:
la posibilidad de que tuvieran que operar a su madre
— y por lo tanto separarse de e l l a — la llenó de inquie-
tud. C o m o s i e m p r e , trataba de allanar las dificultades y
l e s d e c í a : « S i mamá tiene que operarse, no os preocu-
p é i s : papá y J o s é Damián que se vayan con ella a ia
c l í n i c a . Yo me quedo en casa con M.* J o s é y Francisco
que me c u i d a r á n muy bien, y si Alfredo puede venir,
mejor t o d a v í a » .
S i n embargo, cuando dijeron que su madre no tendría
que s e r operada, se s i n t i ó aliviada, feliz por no tener que
separarse de e l l a . Por su parte, la p r e o c u p a c i ó n que su
madre tenía no era tanto por su d o l e n c i a , c o m o por t e n e r
que dejar de cuidar a su hija. A f o r t u n a d a m e n t e , s i e m p r e
estuvieron juntas. Era un favor impagable por el que d a -
ban gracias a Dios todos los d í a s . Su madre le d e c í a :
— « A l e x i a , hija, aunque yo no estuviera contigo, tú
estás en los brazos de la V i r g e n . Ella te c u i d a , te abraza
y te estrecha contra su c o r a z ó n . ¡Te quiere tanto! E s t á s
rodeada de una nube de a m o r : de amor de D i o s , de amor
de la V i r g e n , de amor de tus padres y h e r m a n o s . . . Es una
nube blanca, suave, en la que tú f l o t a s . . . ¿ V e r d a d que lo
notas, h i j a ? »
Ella, con gran c o n v e n c i m i e n t o , r e s p o n d í a :
— « S í mamá, ¡claro que lo n o t o ! »
Fue una niña que s i e m p r e se s i n t i ó muy f e l i z . No fue
m i m a d a , p e r o sí profundamente querida, con e s e amor
de v e r d a d , entregado, generoso, s e n c i l l o , s i n c e r o y leal,
al que ella c o r r e s p o n d í a de la m i s m a m a n e r a . Era dulce
y c a r i ñ o s a . Toda ella transmitía amor. Y c o r r e s p o n d í a a
todo ese c a r i ñ o , no s ó l o o f r e c i é n d o l o , sino p r e o c u p á n -
d o s e por todos hasta el punto de olvidar por ellos s u s
mismas dolencias.
A S Í SE MUERE EN UN HOGAR SANTO

Cuando la f a m i l i a de A l e x i a recibió de los m é d i c o s


la noticia de que le quedaban pocas horas de v i d a , no
hizo más que poner en práctica lo que muchas v e c e s se
habían propuesto v i v i r : aceptar con generosidad la volun-
tad de D i o s , por c o s t o s a que f u e r a .
Y éstas fueron las p r i m e r a s palabras de la madre
cuando su marido le c o m u n i c ó la noticia de la metástasis
en las m e n i n g e s :
« T e n e m o s que aceptar la voluntad de D i o s . Él sabe
más y cuando ha d i s p u e s t o llevarse a nuestra niña, s e g u -
ro que es lo mejor para ella. Hoy e m p i e z a la novena de
la Inmaculada. La V i r g e n se la va a llevar en volandas
al c i e l o . »
Poco a poco la noticia va llegando a los hermanos y
s u s reacciones son s i m i l a r e s .
Dentro de la habitación A l e x i a está tranquila, la a c o m -
paña J o s é D a m i á n , que aún ignora la n o t i c i a . Hay que
avisar a los hermanos que están en M a d r i d . Uno de ellos
— F r a n c i s c o — ya está en c a m i n o . V i e n e todos los fines
de s e m a n a para e s t a r al lado de A l e x i a . C u a n d o los pa-
dres van hacia la cabina t e l e f ó n i c a , para no hablar d e s d e
la habitación, se lo encuentran en el v e s t í b u l o . V i e n e ,
c o m o s i e m p r e , cargado d e regalos. A l g o v e e n l a cara
de s u s padres que le inquieta y pregunta en s e g u i d a :
— « ¿ Q u é tal la n i ñ a ? »
— « H i j o — le d i c e n — A l e x i a se nos v a . Le han detec-
tado una metástasis en las m e n i n g e s . Se acaba. Tene-
mos que s e r fuertes y aceptar 'la voluntad de D i o s . »
Durante unos instantes tiene que apoyarse en la pa-
red. El inesperado golpe es d e m a s i a d o fuerte y tarda
unos m o m e n t o s en reaccionar. Se sobrepone y sube a
la h a b i t a c i ó n . Encuentra a A l e x i a profundamente d o r m i -
d a . Cuando se d e s p i e r t a , le d i c e : « A h o r a tienes que
ayudarme mucho. Todos t e n é i s que ayudarme m u c h o »
— c o m o si intuyese su p r ó x i m o fin.
Hacen s a l i r a J o s é Damián de la habitación y su m a -
dre le c o m u n i c a la terrible n o t i c i a . Le parece i m p o s i b l e .
Alexia está con Dios
La s o r p r e s a es tan grande que durante unos m o m e n t o s
se niega a c r e e r l o . Cuando la verdad se convierte en
certeza, abraza a su madre llorando.
M a r í a J o s é y A l f r e d o , l o s hermanos que están en
M a d r i d , se ponen inmediatamente en c a m i n o . Ellos fue-
ron s u s padrinos de bautismo y ahora corren a estar con
ella en s u s últimos m o m e n t o s . La s o r p r e s a y el dolor
les embarga y durante todo el camino rezan s i n c e s a r .
Su madre ya no se separará de la c a b e c e r a de la
c a m a . Hora tras hora irá desgranando o r a c i o n e s , histo-
rias d e l i c i o s a s sobre J e s ú s y la V i r g e n en las que A l e x i a
s e r á la protagonista. Todo c o n t r i b u i r á a hacer de aquella
habitación una antesala del c i e l o para su hija.
Por e s o A l e x i a gozará con su compañía y no q u e r r á
que la deje ni un instante. Lo ú n i c o que d e s e a r á es que
su madre le hable, le cuente c o s a s , le ayude a orar...
M u c h a s v e c e s le había d i c h o : « M a m a í t a , tú y yo siempre
j u n t a s . . . » A s í han estado s i e m p r e y así estarán hasta el
final. Juntas, muy unidas, c o n s c i e n t e s las dos de que
están esperando la llegada del S e ñ o r . Q u i e r e n que cuan-
do Él llegue, A l e x i a le reciba lúcida y c o n s c i e n t e .
Hasta el ú l t i m o instante rezaron junto a e l l a . Incluso
d e s p u é s de que A l e x i a hubiera muerto las palabras de
su madre seguían resonando en la habitación 205. C o n
toda su alma s i g u i ó pidiendo. I n v o c ó a la V i r g e n , a S a n
J o s é , a los Á n g e l e s c u s t o d i o s , a Santa T e r e s a , a M o n s e -
ñor E s c r i v á de Balaguer, a s u s hermanos que la habían
precedido en su marcha al c i e l o . . . C o n toda su alma
pidió:
— « ¡ M a d r e mía: tómala! ¡Te la entrego! ¡ Q u e de m i s
manos pase a las tuyas! ¡ N o me la dejes s o l a , abrázala
fuerte contra Ti! T ú , que e r e s su M a d r e , ¡no la abando-
n e s ! , ¡te quiso m u c h o ! ¡Dile a J e s ú s lo mucho que le ha
querido, lo mucho que le quiere! ¡Ramón M a r í a , Javier,
hijos m í o s , salid a su encuentro! ¡ H u g o , acompáñala, que
no se sienta s o l a ! »
Una voz — la de la Doctora A r i a s — dice a su madre,
cariñosamente:
— « S e ñ o r a , ya no la o y e . »
— « N o s é s i m e oye — l e r e s p o n d e — pero, por s i
me oye quiero seguir habiéndole.»
Durante más de media hora, su madre siguió d i c i é n -
dole c o s a s . Le e n c o m e n d ó la Iglesia, el Papa, el O p u s
D e i , todos los que en su vida la habían amado y ayuda-
do, s u querido C o l e g i o — a l que e l l a s e sentía tan uni-
d a — . A l e x i a era y a una mensajera directa con e l c i e l o
y tenía que llevar consigo muchas p e t i c i o n e s , del m i s m o
modo que se iba con las manos llenas de m é r i t o s .
6
tan cerca de ti, Señor...

« T E N G O QUE ESTAR CON J E S Ú S . . . »

A l e x i a s e confesaba con f r e c u e n c i a — n o r m a l m e n t e
cada quince días — por eso no fue para ella una s o r p r e s a
y mucho menos un s u s t o el que su madre le propusiera:
— « H i j a , hoy e m p i e z a la novena de la Inmaculada.
¿ Q u i e r e s que llame a Don M i g u e l Á n g e l para que venga
a confesarte?»
— « S í , mamá, por favor, que v e n g a » — f u e la inme-
diata r e s p u e s t a .
C o m o le pareció que estaba bajo el e f e c t o de un
pequeño sopor, le dijo:
— « H i j a , ¿ q u i e r e s que te ayude a hacer el examen de
conciencia?»
A l e x i a r e s p o n d i ó en seguida con claridad y fi r m e z a :
— « N o , m a m á , el examen tengo que hacerlo y o . »
C o m o Don M i g u e l Á n g e l no pudo ir por encontrarse
enfermo, se llamó a otro sacerdote peruano, Don Juan
Buendía, que t a m b i é n conocía a A l e x i a . Estuvo con ella
un buen rato y cuando salió dijo c o n m o v i d o : « E s t á pre-
paradísima».
Eran las s e i s de la tarde, y c o m o hasta las ocho de
la noche no llegaban de M a d r i d dos de s u s hermanos,
A l f r e d o y M . J o s é , se d e c i d i ó aplazar un par de horas
a

la administración de los Ú l t i m o s S a c r a m e n t o s . M i e n t r a s
tanto, se le administró el V i á t i c o que ella recibió con
gran u n c i ó n . Cuando, ai poco rato, entró la e n f e r m e r a ,
le dijo:
— « A h o r a , por favor, no me molesten, que yo tengo
que estar con J e s ú s . » Y estuvo durante largo rato dando
gracias.
Cuando llegaron sus hermanos tuvo una gran a l e g r í a .
Estaba muy contenta de v e r s e rodeada por todos los
s u y o s . Se le notaba muy f e l i z .
Su madre le dijo que, si le parecía bien, podrían a d m i -
nistrarle los sacramentos que le faltaban: La U n c i ó n de
los Enfermos y la C o n f i r m a c i ó n .
Inmediatamente r e s p o n d i ó :
— « S í mamá, haz el favor de decirle a Don Juan que
venga.»
El sacerdote bajó al Oratorio a buscar lo n e c e s a r i o y
v o l v i ó a los pocos m i n u t o s . S i n embargo, a A l e x i a ya se
le hacía larga la e s p e r a y por dos v e c e s p r e g u n t ó :
— « M a m á , ¿ n o viene Don J u a n ? »
— « S i , hija, viene en s e g u i d a , ha ido al Oratorio y
ahora s u b e . »
En la e s p e r a , sus padres le pusieron el escapulario
de la V i r g e n del C a r m e n que habían traído el año ante-
rior de M o n t e C a r m e l o .
A b s o l u t a m e n t e serena y con plena c o n c i e n c i a , fue
contestando a todas las oraciones del sacerdote. C o n la
única mano que podía mover — l a i z q u i e r d a — , s e s a n -
t i g u ó y golpeó el pecho al rezar ©I acto de c o n t r i c c i ó n .
Al terminar, dio las gracias repetidamente:
— « D o n Juan, muchas gracias... ¡ m u c h a s gracias, Don
Juan!»
— « D e nada, A l e x i a » — l e r e s p o n d i ó e m o c i o n a d o .
D e s d e aquel momento en aquella habitación e m p e z ó
a respirarse una extraña paz. A l e x i a estaba tranquila, con
una dulce placidez. Transmitía tal serenidad que los s u -
y o s , aun teniendo el co ra z ó n destrozado, se sentían inun-
dados de una gozosa paz.
Se diría que la pérdida de s u s facultades no s ó l o
impedía sino aumentaba la capacidad de aceptar s e r e n a -
m e n t e . Su cuerpo estaba i n m ó v i l , incapacitado, pero su
m e n t e y su c o r a z ó n estuvieron d e s p i e r t o s hasta el final.
Le bastaban para pensar en J e s ú s y para a m a r l e . . . Esto
es lo que hizo e x c l u s i v a m e n t e en aquellos últimos días
de v i d a a las puertas del c i e l o .
D e s d e aquel momento hablaba m i s t e r i o s a m e n t e de
« a q u í » y « a h í » . Designaba con ello c o m o dos estratos
de v i d a : la suya, tan c e r c a n a ya a J e s ú s , y la de los s u -
y o s , que aún estaban anclados a la v i d a t e r r e n a , e s p e c -
tadores s o b r e c o g i d o s de un maravilloso e n c u e n t r o . . .

UN ADVIENTO MUY ESPECIAL

Los últimos c i n c o días de su vida van a c o i n c i d i r con


los p r i m e r o s de A d v i e n t o . Los v i v i r á intensamente en
e s p e r a . . . Una espera fervorosa gracias a aquel ambiente
que ella y los suyos sabrán crear.
A q u e l l a m i s m a noche, d e s p u é s de recibir los s a c r a -
m e n t o s , su madre le pregunta:
— « ¿ E s t á s contenta, hija m í a ? »
— « S í , mamá, muy c o n t e n t a . »
Habla con s u s padres y hermanos, rezan juntos el
R o s a r i o y empiezan la novena a la Inmaculada.
Unas horas d e s p u é s dijo que ya no le dolía la cabeza.
No obstante la f a m i l i a se quedó con ella toda la noche,
por t e m o r a un fatal d e s e n l a c e . Esa m i s m a tarde había te-
nido una fuerte c r i s i s y decidieron no m o v e r s e de su lado.
Tardó mucho en d o r m i r s e . Su madre le cantaba bajito,
a su lado, la m i s m a nana que había c o m p u e s t o para ella
cuando era p e q u e ñ a :

« A l e x i a tiene un ángel de la guarda,


un ángel ohiquitito y j u g u e t ó n
que anda todo el día por la c a s a ,
volando con s u s alas de a l g o d ó n .
Mi niña tiene un ángel chiquitito,
un ángel pequeñito y bonachón
que tiene las mejillas sonrosadas
y en el pelo brillan rayos de s o l . »
El tono susurrante y la proximidad de la madre que
la a c a r i c i a hacen que, finalmente, se quede d o r m i d a .
Pasa la noche tranquila. El dolor de c a b e z a ya no la ator-
menta. Tiene fiebre alta desde la tarde, pero consigue
descansar.
A la mañana siguiente — p r i m e r domingo de A d v i e n -
t o — , cuando sus padres subieron d e M i s a l a oyeron
canturrear.
— « ¿ Q u é cantas, hija?»
— « C a n t o una canción del C o l e g i o » — c o n t e s t a con
mucha dificultad, pues le fatiga mucho hablar.
— « ¿ Q u é c a n c i ó n ? » — l e preguntan.
— « V e n , ven S e ñ o r no tardes / ven que te espera-
m o s » — entonó con la voz muy quebrada.
— « E s una canción d e A d v i e n t o » — l e d i c e n .
— « S í , ya lo s é » — responde.
— « L a acabamos de cantar en M i s a , pero yo no la sé
e n t e r a » — c o m e n t a s u madre.
Ella hace un esfuerzo para recordar y c o n t i n ú a :
— « . . . e l mundo muere de f r í o , el mundo no tiene
luz...» Y durante un largo rato sigue cantando.
M o m e n t o s d e s p u é s empezó a rezar con su madre.
H i c i e r o n el ofrecimiento de obras y la c o m u n i ó n e s p i r i -
t u a l . A l terminar. A l e x i a d i c e : « M á s » . Entonces e m p e z ó
a recitarle máximas de Santa Teresa que tanto le gusta-
ban y que ella repetía con f r e c u e n c i a . Y a continuación,
el p o e m a : « N o me mueve, mi Dios, para q u e r e r t e . . . » Al
terminar, c o m o haciendo un acto de amor, repite una y
otra vez con gran u n c i ó n : « . . . p o r q u e aunque lo que es-
pero no esperara, lo mismo que te quiero te q u i s i e r a » .
Se sentía confiada en los brazos de su Padre y el aban-
dono era absoluto.
Los diálogos que durante aquellos días se dieron a
menudo entre madre e hija s o n toda una lección mara-
v i l l o s a de lo que la f a m i l i a puede s e r para vivir intensa-
mente la vida r e l i g i o s a . Fueron c o n v e r s a c i o n e s de c i e l o
más que de tierra. A A l e x i a ya no le interesaba otra c o s a
y tuvo la suerte de tener una madre a su lado que la
ayudara a vivirlo con intensidad.
Es su madre la que le dice que la V i r g e n le e s t á pre-
parando una c a m i t a Wanda y confortable donde ella va
a dormir a gusto, d á n d o s e vuelta a un lado y a otro. Ya
no tendrá que estar más boca arriba, porque ya no estará
inmóvil.
— «¿Verdad, hija?»
Ella s o n r í e c o n v e n c i d a :
— «Sí, mamá.»
Le gustaba que le hablaran de la V i r g e n , de J e s ú s , de
San J o s é . M e j o r dicho, ya s ó l o le gustaba que le hablaran
de e s o . En las largas horas de v i g i l i a su m a d r e le habla
continuamente. A pesar de estar con los ojos cerrados
y aparentemente dormida, su madre distingue p e r f e c t a -
mente cuándo A l e x i a está despierta o cuándo d u e r m e .
C u a n d o sabe que v e l a , le habla para que no se s i e n ta
aislada, aunque tiene a todos los suyos a su lado cons-
tantemente. Le tiene la mano cogida y de vez en cuando
le mueve las piernas, pues le m o l e s t a mucho tenerlas
completamente inmóviles.
Su madre quiere que se sienta muy c e r c a del S e ñ o r
en todo m o m e n t o : por eso le cuenta una historia muy
larga de la que ella es protagonista:
« A l e x i a es una niña que vive en Nazareth. En una
casa cercana a la de la Sagrada F a m i l i a . Todos l o s días
va a cuidar del N i ñ o J e s ú s para que la V i r g e n pueda
dedicarse a otras tareas: lo v i s t e , lo arregla, le da de
c o m e r , le s a c a de paseo o le lleva con ella a b u s c a r
agua a la f u e n t e . »
Son historias precisamente muy largas en las que
ella se ve s e r v i c i a l y á g i l , llevando a J e s ú s en brazos
de un lado a otro, jugando con Él y sobre todo estre-
chándolo contra su c o r a z ó n . Ella que s i e m p r e tuvo gran
cariño por los niños — y verdadera p r e d i l e c c i ó n por los
b e b é s — s i e n t e a l N i ñ o J e s ú s muy c e r c a y s e v e t e n i é n -
dolo en los brazos con la c a b e c i t a sobre su hombro,
meciéndole para que se duerma, mientras le d i c e bajito
m i l c o s a s tiernas.
« H a b l a con la V i r g e n y San J o s é mientras el N i ñ o
d e s c a n s a y les ayuda en las tareas d o m é s t i c a s . Se ve
alegre y diligente, s i e n d o ú t i l , feliz, demostrándoles
cariño.»
A l e x i a sigue perfectamente el relato. Está m e t i d a en
la c a s a de Nazareth. S o n r í e du lcement e y su e x p r e s i ó n
es de f e l i c i d a d cuando su madre le cuenta cómo la Vir-
gen le d i c e :
— « A l e x i a , no te c r e a s que yo le confiaría a cualquier
persona el cuidado de J e s ú s . Te lo dejo a ti porque sé
que lo quieres m u c h o y que me lo cuidarás muy b i e n . »
Tan metida e s t á en el relato que en un momento en
que su madre le dice que tiene que acostar al N i ñ o para
que d e s c a n s e d e s p u é s de c o m e r , y que le saca el abri-
guito y lo arropa para que se d u e r m a , ella d i c e : « A ú n
no le he sacado los z a p a t i t o s » . Está i n m e r s a en lo que
le cuentan. « V i v i ó verdaderamente en la casa de Naza-
r e t h » , dirá s u madre.
Pasó el domingo tranquilla a pesar de tener mucha
fiebre, que no le bajaba con los a n t i p i r é t i c o s . Ú n i c a m e n t e
las c o m p r e s a s de agua fría en la frente y en las axilas
lograban r e f r e s c a r l a un p o c o . T e n í a 160 p u l s a c i o n e s por
minuto. Su c oraz ón latía con tal fuerza que parecía que
se le iba a romper. No obstante, nada en ella dejaba
t r a s l u c i r inquietud.
A las nueve de la mañana del lunes empezaron a for-
m á r s e l e unas s e c r e c i o n e s muy d e n s a s que apenas podía
expulsar por su agotamiento. Respiraba con dificultad y
hubo que empezar a s u m i n i s t r a r l e o x í g e n o . C o n gran
c a r i ñ o , m é d i c o s y enfermeras trataban de extraerle las
flemas con una so nda, pero s i n conseguir e l i m i n a r l a s .
Al auscultarla los m é d i c o s detectaron también un
encharcamiento de los p u l m o n e s , que si s e g u í a aumen-
tando podría asfixiarla. Recomendaron que no injeriera
líquidos, porque el peligro de atragantarse era grande.
Por la tarde, el m é d i c o la encuentra respirando fati-
gosamente y le pregunta:
— « A l e x i a , lo estás pasando m a l , ¿ v e r d a d ? »
Ella asiente con una m e d i a s o n r i s a . C o n gran v i s i ó n
sobrenatural, el m é d i c o le s u g i e r e :
— « O f r é c e l o por el Papa.»
S u a v e m e n t e , A l e x i a responde:
— « S í , y por tu amigo A n t o n i o . »
El m é d i c o , asombrado, se deja caer en un asiento,
donde permanece largo rato. Hacía unas t r e s s e m a n a s
se había encontrado con A l e x i a por un p a s i l l o cuando
ella iba a rehabilitación. Paró la s i l l a de ruedas y le p i d i ó :
— « A l e x i a , reza por un amigo m í o que se llama A n t o -
nio. ¿Lo harás? Es muy i m p o r t a n t e . »
— « S í , doctor F r i z e l l » — l e p r o m e t i ó sonriendo — .
Y lo c u m p l i ó , pedía por él todos los d í a s .
El doctor no salía de su a s o m b r o viendo c ó m o , aun
en e s o s m o m e n t o s d i f í c i l e s , A l e x i a no se olvidaba de lo
que había p r o m e t i d o : rezar por su amigo A n t o n i o .
A las cuatro de la tarde se d e s p i e r t a . Es aproximada-
m e n t e la hora en que el sacerdote pasa a distribuir la
C o m u n i ó n . S u madre l e d i c e :
— « A l e x i a , no podrás c o m u l g a r . . . »
Y e l l a , c o n voz inesperadamente fuerte, pide:
— «Sí.»
Fue un sí rotundo, f i r m e , c o m o quien da una o r d e n .
Rápidamente, uno de s u s hermanos s a l e a avisar al
s a c e r d o t e que ya se retiraba al oratorio. Una de las
enfermeras se ofrece a localizarlo y lo encuentra al s a l i r
del a s c e n s o r . A los pocos m i n u t o s vuelve y le da de
c o m u l g a r con una pequeña partícula. A l e x i a traga s i n
dificultad y durante un gran rato está dando gracias. Las
manos sobre el pecho — abrazando al S e ñ o r — entre los
d e d o s el Rosario, que no abandona ya ni un mo m e n to, y
c o n s u « l i s t a d e p e t i c i o n e s » muy c e r c a del c o r a z ó n .
Father David Cavanagh c o m e n t a r í a más tarde que se
e x t r a ñ ó m u c h o cuando la enfermera le dijo que A l e x i a
no comulgaría y p e n s ó para sí: « M u y grave debe estar
cuando no puede c o m u l g a r » . Por e s o le dio una gran ale-
gría cuando, al abrir la puerta del a s c e n s o r , e n c o n t r ó a
ia e n f e r m e r a que lo estaba buscando porque A l e x i a ha-
bía pedido la c o m u n i ó n .
Esto m i s m o o c u r r i ó durante los días s i g u i e n t e s . A las
cuatro de la tarde, s i n que nadie la avisara, y a pesar de
estar aletargada, despertaba puntualmente para pedir la
c o m u n i ó n . Era c o m o si el S e ñ o r la llamara para su diaria
c i t a con É l .
A las nueve de la noche, inesperadamente, le des-
aparecieron las flemas que tanto la habían molestado
durante doce horas. Su r e s p i r a c i ó n se hizo más tranquila
a pesar de que la fiebre no le bajaba de 39 grados, supe-
rando algunas v e c e s los 40.

A T M Ó S F E R A DE CIELO

Poco a poco aquella habitación iba ejerciendo un


influjo e s p e c i a l . Todos se sentían atraídos a e l l a . S i e m -
pre estaba c o n c u r r i d í s i m a . M é d i c o s y enfermeras que la
habían tratado a lo largo de los s e i s m e s e s de estancia
allí, v e n í a n a interesarse por A l e x i a . Ella agradecía todo
sin perder, incluso, su humor. Les decía a las enferme-
ras que estaban guapas, les dedicaba alguna palabra
c a r i ñ o s a . . . Y cuando perdió la v i s t a no m o s t r ó por ello
la más mínima inquietud. Parecía estar muy por e n c i m a
de todo e s o .
A su p r i m a S i l v i a que estudiaba en Pamplona y fue
a v i s i t a r l a le dijo:
— « G r a c i a s por venir. No puedo decirte si e s t á s gua-
pa o fea porque no te v e o . »
Sí, realmente, estaba ya por e n c i m a de todo. Era
c o m o si el sufrimiento ya no la alcanzara. Una dulce
serenidad la e n v o l v í a y eso t r a s c e n d í a a los que la ro-
deaban.
El Dr. Frizell llamó a s u s padres f u e r a de la habita-
ción para d e c i r l e s :
— « T o d a la planta está c o n m o v i d a viendo a A l e x i a .
Hay q u i e n d i c e q u e le c u e s t a entrar en la habitación
porque su serenidad no es n o r m a l . Les s o b r e c o g e . Una
enfermera me decía hace un m o m e n t o : ¿ C ó m o se puede
morir así?, ¡con e s a paz! Le he contestado que para
m o r i r c o m o A l e x i a hay que vivir c o m o e l l a . C r é a n m e ,
hay gente que en e s t e m o m e n t o se e s t á replanteando
su vida ante el ejemplo de su hija.»
En otro momento el pediatra que había estado un
ratito con ella, dijo a la s u p e r v i s o r a al s a l i r :
— « P i l a r , c r é e m e , e s t o es la antesala del c i e l o . »
Era v e r d a d . El c l i m a reinante en torno a A l e x i a tras-
cendía la normalidad. A los que v e n í a n a v e r l a les c o s t a -
ba separarse de su lado. Cuando se iban — con los ojos
llenos de l á g r i m a s — sentían una gran alegría interior:
la que A l e x i a contagiaba con su s o n r i s a .
Llegó a t e n e r una capacidad de p e r c e p c i ó n extraordi-
naria. E n c i e r t o mo ment o , c o n voz d a r á — a p e s a r d e
estar aparentemente s o ñ o l i e n t a — e x c l a m ó :
— « A l f r e d o tiene e n v i d i a . »
Todos se quedaron e x t r a ñ a d o s , pero su hermano c o n -
testó emocionado:
— « S í , bonita, tengo envidia de t i . . . »
M á s tarde, A l f r e d o comentaba a s u s p a d r e s c o n a s o m -
bro: « J u s t o e n e s e m o m e n t o y o estaba p e n s a n d o : A l e x i a ,
qué envidia me d a s ; así me gustaría a mí m o r i r . »
En otro momento le dijo a su padre:
— « P a p á , ¿cuándo nos v a m o s ? »
— «¿Adonde, hija?»
— « A d o n d e me están e s p e r a n d o . »
Sabía ya que iba al c i e l o . A e s e c i e l o tan esperado
al que hacía referencia continuamente. A n s i a b a ya des-
cansar en los brazos a m o r o s o s de la V i r g e n , d e s c a n s a r
en e s a c a m a bendita de la que su m a d r e le hablaba con
f r e c u e n c i a , en la c u a l p o d r í a m o v e r s e a gusto. Era el fin
del sufrimiento y el gozoso encuentro c o n J e s ú s , al que
tanto invocaba cuando hacía la c o m u n i ó n e s p i r i t u a l .

« Q U I E N PASTOR, P A S T O R . . . »

C o n f o r m e avanzaba su estado de gravedad y se apro-


x i m a b a el fin, s u s c o n v e r s a c i o n e s estaban más alejadas
d e este m u n d o . G e n e r a l m e n t e oraba. Una noche — y a
muy t a r d e — empezó a rezar la v i s i t a al S a n t í s i m o , ter-
minó con la c o m u n i ó n espiritual y las jaculatorias a la
V i r g e n , c o m o s i s e encontrara ante e l Sagrario. S u c o r a -
z ó n iba, c o m o tantas v e c e s había ido e l l a , a decirle a
J e s ú s que l e q u e r í a .
Una de l a s c o n v e r s a c i o n e s <más sorprendentes y que
había de quedar d e s p u é s grabada en cuantos la oyeron,
fue la s i g u i e n t e : s a l i e n d o c o m o de un sopor, dijo:
— « ¿ H a b é i s visto las nuevas estampas en las que
pone algo así como... quien pastor, pastor; quien vaca,
vaca?»
A n t e lo insólito de la f r a s e , su madre, y sus herma-
nos se rieron. Ella, c o n voz m u y firme, les interrumpió,
explicándoles:
— « H a y quien es pastor... — y d e s p u é s de una p a u s a
c o n t i n u ó —: « Y o soy pastor. Aitor es p a s t o r . »
Su madre y sus hermanos se miraron asombrados.
A i t o r era un niño de cuatro años que había fallecido unas
s e m a n a s antes, pero A l e x i a no Jo sabía, es d e c i r no se
lo habían d i c h o . Su madre, pensando que recordaba a los
niños de la planta, le p r e g u n t ó :
— « ¿ Y Susanita?»
— « S u s a n i t a t a m b i é n es p a s t o r » — a s e g u r ó .
— « N o , yo no c r e o que Susanita s e a p a s t o r » — le dijo
su madre.
Susanita era una niña que estaba en vías de c u r a c i ó n ,
pero A l e x i a i n s i s t i ó :
— « S í , es p a s t o r . »
— « ¡ Y A i d a , O s c a r , M ó n i c a . . . ? — s i g u i ó preguntando.
— « N o , esos no son p a s t o r e s . »
— « E n t o n c e s , ¿son v a c a s ? »
— « N o , tampoco — d u d ó un m o m e n t o — , no son
nada.»
— « Y , ¿qué hacéis los pastores? — s i g u i e r o n d i c i é n -
d o l e — , ¿cuidáis ovejitas c o m o aquellas que v i m o s e n
el valle de Ulzama?
— « S í , las cuidamos y... a veces v o m i t a m o s . »
— « P u e s vaya unos pastores que os pasáis el rato
v o m i t a n d o » — intentó bromear su hermano.
— « P o r favor, Dami, no te burles de m í . »
Y se quedó callada.
Luego, en otras o c a s i o n e s repitió la m i s m a idea.
Cuando, más tarde, su f a m i l i a r e d a c t ó el texto del recor-
datorio, p u s o las f r a s e s que ella había dicho c o n f r e c u e n -
c i a . Por e s o d e c i d i e r o n incluir t a m b i é n l a d e : « q u i e n
pastor, p a s t o r . . . » , interpretando q u e tras e l l a había todo
un m e n s a j e : hay q u i e n es pastor, y se preocupa de los
d e m á s , y quienes s o n v a c a s , s e r e s a m o r f o s , indolentes,
i n c a p a c e s d e t e n e r iniciat iv as. S ó l o c u a n d o las v i e r o n
i m p r e s a s , s e d i e r o n c u e n t a d e que A l e x i a — s i n que-
r e r — les había anticipado las e s t a m p a s que p o n í a . . .
« q u i e n pastor, p a s t o r » .
Efectivamente, ahora v e í a n unas nuevas e s t a m p a s
que acuñaban e s a f r a s e . Recordaron también que sobre
el t e m a del Buen Pastor había desarrollado su homilía el
Papa Juan Pablo II en la audiencia d e l m i é r c o l e s , 9 de
m a y o de 1979, al día siguiente de la Primera C o m u n i ó n
de A l e x i a . En ella s u b r a y ó el Santo Padre la n e c e s i d a d de
que todos fueran buenos p a s t o r e s , r e s p o n s a b l e s de ayu-
darse los unos a los otros en el c a m i n o h a c i a D i o s .
Ella había s i d o c o n su ejemplo un buen pastor. Diaria-
mente rezaba p o r los demás pidiendo sobre todo que
v i v i e s e n en gracia todos los días de su v i d a , e s t i m u l á n -
d o l e s a q u e rezasen por e l l a . Repartió m u c h a s e s t a m p a s
p i d i e n d o o r a c i o n e s . La enfermedad de A l e x i a hizo que
m u c h o s q u e no rezaban lo h i c i e s e n p o r cariño hacia e l l a ,
y que los que ya rezaban que rezasen más.
Hacer oraoión le daba fuerzas, la intimidad con D i o s
la s o s t e n í a , daba alegría y sent ido a su v i d a . Por e s o
quería t r a n s m i t i r l o a los d e m á s . S e g u í a las oraciones
f e r v o r o s a m e n t e y c o n gran a t e n c i ó n . C u a n d o en un m o -
mento la e m o c i ó n q u e b r ó la voz de su m a d r e , ella c o n la
suya muy d é b i l , retomó la o r a c i ó n serenamente hasta
el final.

AHORA SU V O C A C I Ó N . . . EL CIELO

Durante la mañana del martes e s t u v o igualmente tran-


q u i l a ; hablando a ratos y pidiendo q u e !e cantaran para
que s e d u r m i e r a . S u padre l e cantaba — c o m o cuando
era p e q u e ñ a — una vieja nana: « A l e x i a , c o m o e s pobre,
no tiene c u n a . Su papá que es carpintero, le va a hacer
u n a » . Por !a tarde, mientras su f a m i l i a cantaba a su alre-
dedor l a c a n c i ó n predilecta del Papa — q u e l o e r a t a m -
bién d e e l l a — : « E l p e s c a d o r d e h o m b r e s » , entró e l cape-
llán de la c l í n i c a . Cantaban a c o r o : « T ú has venido a la
o r i l l a , no has buscado ni a s a b i o s ni a r i c o s , tan s ó l o
q u i e r e s que y o t e s i g a . . . » Don M i g u e l Á n g e l s e q u e d ó
parado oyendo y , profundamente c o n m o v i d o , dijo: « ¡ M e
emocionáis!»
A l e x i a preparaba s u marcha a l c i e l o c o n c a n c i o n e s ,
alegremente; y los suyos la acompañaban — c o n el cora-
z ó n r o t o — s e r e n o s , haciéndole c o r o y arropándola con
su amor.
Eran c o n s c i e n t e s de estar viviendo m o m e n t o s me-
morables que iban a marcar un hito en sus vidas. J e s ú s
pasaba a s u lado — m u y c e r c a — c o m o p a s a s i e m p r e
al lado de los que q u i e r e : con la cruz. Esa cruz que
A l e x i a había llevado a p l o m o , pero con garbo, s i n rehuir-
l a . Ellos tenían q u e acompañarle c o n el m i s m o talante,
aunque el dolor fuera infinito.
E s a m i s m a tarde s u f r i ó una c r i s i s que a todos p a r e c i ó
que iba a s e r el d e s e n l a c e . El e s f u e r z o que s o p o r t ó al
c a m b i a r l e l a c a m a , con los m o v i m i e n t o s — q u e aunque
lentos y c u i d a d o s o s la fatigaban muoho — y las incomodi-
dades que ello lleva c o n s i g o , le produjeron una falta r e s p i -
ratoria. En pocos segundos su piel t o m ó el c o l o r azulado
de la c i a n o s i s . La r e s p i r a c i ó n se h i z o más forzada. Rápi-
damente, se le abrió la llave del o x í g e n o . El co raz ón latía
con ritmo ac el erad ísimo . La t e n s i ó n para todos era enor-
m e . Ella seguía c o n la paz y serenidad de s i e m p r e , s i n
alterarse. Pasaba el t i e m p o y nada parecía hacer variar
su estado. Finalmente, la piel v o l v i ó a tomar su c o l o r
rosado de s i e m p r e . La r e s p i r a c i ó n se fue normalizando y
los latidos de su c o r a z ó n se fueron h a c i e n d o más a c o m -
pasados. Para su f a m i l i a fue un p r e l u d i o del dolor que
sabían que les e s p e r a b a . . .
A la mañana siguiente e x p e r i m e n t ó una notable me-
j o r í a . Lo que se presentaba c o m o un inminente d e s e n l a c e
p a s ó a haberse convertido en una s i t u a c i ó n est a c i on a r i a
que podría prolongarse durante varios d í a s .
Fue entonces cuando m a n i f e s t ó a su hermana M a r í a
J o s é que hace años s e g u í a a C r i s t o más de c e r c a c o m o
numeraria del O p u s D e i , s u d e s e o d e i m i t a r l a .
Unos m e s e s antes lo había comentado con su madre
que la animó a que rezara por su v o c a c i ó n en cuanto la
inmovilidad de su p a r á l i s i s « t r a n s i t o r i a » se lo p e r m i t i e r a .
Dos s e m a n a s antes de irse al c i e l o había vuelto a c o m e n -
tar con su madre:
— « C l a r o que es una gracia especial que Dios no se
la da a todo el mundo, pero al que se la da y es fiel, es
lo mejor que le puede ocurrir. Ya ves, M." J o s é no tiene
nada y lo tiene t o d o . »
A s í , de e s a f o r m a tan s e n c i l l a pero tan e l o c u e n t e ,
r e s u m í a la grandeza de la v o c a c i ó n d i v i n a : tenerlo todo
p r e c i s a m e n t e , por no p o s e e r nada. Y añadió:
— «A mí no me i m p o r t a r í a irme lejos; que me manda-
sen, por ejemplo, a Costa de Marfil. Lo que encuentro
d i f í c i l de verdad es hacer la o r a c i ó n bien todos los d í a s . »
C o n ese don d e sabiduría d i v i n a q u e e l E s p í r i t u Santo
infunde a las almas entregadas a É l , había captado que
lo importante — lo verdaderamente heroico — no es la
valentía de un m o m e n t o , sino el s e r fiel c a d a día en el
trato íntimo c o n el S e ñ o r , el c u i d a r la vida interior.
Por e s o no es de extrañar que la Hna. Isabel O l m e d o ,
su tutora en el C o l e g i o Teresiano, recordara s i e m p r e
la d e v o c i ó n y el recogimiento de A l e x i a cuando c a d a
mañana, siguiendo una c o s t u m b r e propia del c a r i s m a de
la C o m p a ñ í a de Santa T e r e s a , heredado de su Fundador,
Enrique d e O s s ó , h a c í a s u « C u a r t o d e h o r a » d e o r a c i ó n .
T a m b i é n e s o había llamado la atención de más de una
compañera.
La tarde del m i é r c o l e s día 4 — la v í s p e r a de su muer-
t e — estaban s o l a s e n l a habitación A l e x i a y s u madre.
El resto de la f a m i l i a había bajado a cenar algo. Había
venido a v i s i t a r l a un s a c e r d o t e amigo, D. Luis Prados.
La e n c o n t r ó hablando, p r e c i s a m e n t e de la v o c a c i ó n , y
A l e x i a le hizo una c o n f i d e n c i a :
— « Y o rezo mucho a J e s ú s por mi v o c a c i ó n . »
— « ¿ P o r q u é no p i d e s la admisión en la O b r a ? » — le
pregunta D. Luis.
— « ¿ Q u i e r e s , A l e x i a — interviene su madre — que le
e s c r i b a m o s a>l Padre para decirle que q u i e r e s s e r de la
Obra?»
— « S i , mamá, dile por favor, que quiero ser de la
Obra.»
Pero era otra la llamada de A l e x i a . El S e ñ o r tenía bas-
tante c o n s u s d e s e o s de entrega. Era una d e c i s i ó n madu-
rada — no un impulso e m o c i o n a l — que se había pro-
bado suficientemente c o n su o r a c i ó n continua por la
vocación.
A h o r a , madura ya d e s p u é s de aquel largo p r o c e s o de
s u f r i m i e n t o s que tanto la habían acercado a D i o s , su
e s p í r i t u e s t a b a preparado para la entrega más absoluta.
Su madurez se manifestaba de modo palpable en todo
su comportamiento. En ella todo era reposado, meditado,
c o n un peso y una gravedad impropios de su edad y que
tenía su fundamento, precisamente en el sufrimiento ale-
gremente soportado, en aquel largo calvario de contradic-
c i o n e s vividas m u y c e r c a d e D i o s . Por e s o A l e x i a estaba
a punto de ver c u m p l i d o s s u s d e s e o s de entrega, su ver-
dadera v o c a c i ó n . . .
— « A l e x i a , hija mía, ¿ e s t á s c o n t e n t a ? » — l e pregunta
su madre.
Y ella responde s e g u r a :
— «Sí, mamá.»
— « ¿ E r e s f e l i z , hija m í a ? »
— « S í , mamá, muy f e l i z » —y c o m o remachando e s a
afirmación, r e p i t i ó — : « d e verdad, de verdad, ¡ m u y f e l i z ! »
El sacerdote que la c o n t e m p l a se e m o c i o n a . La fe de
A l e x i a es c o n m o v e d o r a , su confianza en D i o s , i l i m i t a d a .
Tiene la certeza absoluta de que el S e ñ o r la espera y no
t e m e el trance final e incierto de la muerte. Ella e s t á
bien segura de que J e s ú s la a m a , que la V i r g e n la aguar-
da con los brazos abiertos y que cuando cruce la fron-
tera de la otra v i d a , v e r á el rostro sonriente del S e ñ o r .
¡ V e r á c u m p l i d o s s u s d e s e o s y su v o c a c i ó n !
LOS Ú L T I M O S MOMENTOS CON J E S Ú S .
EL « S í » FINAL

Es la última noche. A l e x i a está d e s v e l a d a ; tranquila,


s e r e n a , pero sin poder d o r m i r . D e c i d e n e s t a b l e c e r turnos
para d e s c a n s a r . La m a d r e logra c o n v e n c e r a los herma-
nos para que ellos d e s c a n s e n la p r i m e r a parte de la
noche y luego lo hará e l l a . Están todos m u y c a n s a d o s .
Largas v i g i l i a s , la t e n s i ó n e m o c i o n a l y el d o l o r contenido
les ha agotado. Tienen el p r o p ó s i t o de no d o r m i r s e , s ó l o
e c h a r s e . Pero ©I s u e ñ o l e s rinde.
A l e x i a está d e s v e l a d a . El s u e ñ o no v i e n e y su madre
le habla continuamente, en voz baja. Tiene los ojos c e r r a -
dos, pero está completamente lúcida. C a d a veinte m i n u -
t o s le ponen o x í g e n o durante otros diez. La fiebre es
altísima y constantemente le cambian las c o m p r e s a s de
agua f r í a , pero nada de e s o altera a A l e x i a que está
insomne p e r o tranquila. De v e z en cuando d i c e suave-
m e n t e : « M e parece que no me voy a d o r m i r » .
Su madre le sugiere llamar a la e n f e r m e r a para ver
si le pueden dar alguna c o s a . Realmente p r e f e r i r í a que
se durmiera e s p o n t á n e a m e n t e ; le da m i e d o que cualquier
s o m n í f e r o — p o r suave q u e s e a — pueda s u m i r l a e n u n
sopor profundo e irreversible. A l e x i a no quiere que le
den nada. Lo ú n i c o que d e s e a es que su madre le hable,
l e explique c o s a s , s e n t i r l a c e r c a , acariciándola.
Su madre sigue desgranando historias. Le cuenta que
A l e x i a está con J e s ú s , M a r í a y J o s é en Nazareth; de lo
f e l i z que es de estar c o n e l l o s ; de lo m u c h o que la quie-
ren y de c ó m o juega y cuida al N i ñ o J e s ú s . S o n l a r g u í s i -
m a s historias, m i n u c i o s a s , llenas de p e q u e ñ o s detalles
de la v i d a d o m é s t i c a de la Sagrada F a m i l i a y allí, en
m e d i o d e Ellos, A l e x i a c o m o uno más.
La noche va transcurriendo a p a c i b l e m e n t e . Los h e r m a -
nos duermen muy c e r c a , A l e x i a y su madre — en v e l a —
ven c ó m o pasan las horas y pronto amanecerá. Es su ú l t i -
m a n o c h e . S o n s u s últimas horas j u n t a s . . .
Una v e z m á s la e n f e r m e r a llega a la habitación. Esta
vez no pregunta. Cuando oye que A l e x i a — c r e y e n d o que
están solas — d i c e a su madre: « M e parece que no me
voy a d o r m i r » , sale en b u s c a del Dr. Bonilla y a los p o c o s
minutos regresa con u n a i n y e c c i ó n . C o n e n o r m e cariño
— mientras el doctor la a u s c u l t a — la enfermera va in-
yectando lentamente el s o m n í f e r o ; pero el c o r a z ó n de
A l e x i a late con fuerza y s u p u l s o — a pesar d e estar
a g o t a d a — e s f i r m e . A l acabar l a i n y e c c i ó n les d a las
gracias y minutos d e s p u é s duerme plácidamente.
S o n las cinco de la mañana cuando s u s hermanos
d e s p i e r t a n . Protestan porque su madre no l e s ha llamado
a la hora c o n v e n i d a . Le siguen aplicando o x í g e n o con
regularidad y duerme tranquila y d u l c e m e n t e .
A las ocho de la mañana y puesto que A l e x i a d e s -
c a n s a con tanta placidez, bajan a M i s a M . J o s é y su
a

madre. Su padre y J o s é Damián se quedan en la habi-


tación.
Cuando a las nueve menos cuarto suben del oratorio,
nada más o í r los p a s o s de su m a d r e , A l e x i a l l a m a :
« M a m á , ¡dile a J e s ú s que le q u i e r o ! » C o r r e a su lado,
la a c a r i c i a la frente y c o m i e n z a a hablarle. Sabe lo que
A l e x i a quiere y no puede decir porque le faltan las fuer-
z a s : que haga oración en voz alta. N e c e s i t a orar, decirle
al S e ñ o r q u e le q u i e r e , que Él es su único a m o r . . . Su
madre habla y ella repite interiormente al S e ñ o r lo que
su madre va expresando con p a l a b r a s :
— « J e s ú s , A l e x i a te quiere, te quiere m u c h o : con
toda su a l m a . No puede vivir s i n Ti, y aunque pudiera,
no q u e r r í a , ¿ v e r d a d , hija m í a ? »
— « ¡ S í ! » — r e s p o n d e con f i r m e z a .
— « S a b e s , J e s ú s — c o n t i n ú a — , aunque le dieras lo
mejor del mundo, A l e x i a no lo q u e r r í a , porque no te
quiere más que a Ti. Lo único que le importa eres T ú ,
¿verdad, cariño?»
— « ¡ S í ! » — r e p e t í a . Era un sí intenso, en el que po-
nía todo su amor.
Su madre s i g u i ó rezando. Primero el o f r e c i m i e n t o de
obras — q u e A l e x i a tenía costumbre d e hacer d e s d e pe-
q u e ñ a — , luego una oración a la V i r g e n que solía rezar
con su madre c a m i n o del C o l e g i o :
« ¡ O h S e ñ o r a m í a , o h M a d r e m í a ! , y o m e ofrezco
enteramente a V o s y, en prueba de mi filial afecto,
os ofrezco en este día m i s ojos, m i s o í d o s , mi
lengua, mi c o r a z ó n . En una palabra, todo mi ser.
Ya que soy toda v u e s t r a , oh M a d r e de bondad,
tenedme y guardadme c o m o c o s a y p o s e s i ó n vues-
tra. A m é n . »

C o n t i n u ó con la C o m u n i ó n e s p i r i t u a l :

« Y o q u i s i e r a , S e ñ o r , recibiros con aquella pureza,


humildad y d e v o c i ó n c o n que os recibió vuestra
Santísima M a d r e , con el e s p í r i t u y fervor de los
santos.»

Al llegar a este punto, su madre se interrumpió y


le dijo:
— « D e n t r o de unos días, la Virgen tendrá al N i ñ o en
los brazos, pronto s e r á Navidad y Ella le estará esperan-
d o con tanta i l u s i ó n . . . A s í l e esperas t ú , ¿verdad? C o n
el m i s m o c a r i ñ o que la V i r g e n le preparaba todas las
c o s a s a su hijito. A s í le preparas tú tu c o r a z ó n , ¿ v e r d a d ? »
— « ¡ S í ! » — v o l v i ó a d e c i r firmemente.
Su madre continuó habiéndole de lo c e r c a que ella
estaba de J e s ú s y de la V i r g e n . J o s é y M a r í a iban de
c a m i n o hacia B e l é n , donde nacería el N i ñ o :
— « ¿ T e acuerdas de B e l é n , hija m í a ? »
— «Sí.»
Entonces su madre empezó a hilvanar una historia
de las muchas que le contaba a menudo. No podía dete-
nerse ni un minuto, porque en seguida A l e x i a insistía:
« M á s » . A h o r a la a c c i ó n t r a n s c u r r í a en B e l é n . La noche
en que J e s ú s n a c i ó . . . Los ángeles anuncian a los pasto-
res la Buena Nueva del nacimiento d e l M e s í a s . Allí, en-
tre ellos, está también A l e x i a que quiere llevarle un
regalo a J e s ú s . C o m o es pobre, no tiene nada, pero va
cortando ramas de acebo para adornar el p e s e b r e que
está viejo y apelillado. C o r t a muchas ramas. Lleva un
gran haz de acebo en los brazos. Su madre le d i c e :
— « ¡ Q u é ramo tan grande y tan bonito! Las ramas
parecen de charol y las bayas rojas son p r e c i o s a s . Pin-
chan un p o c o , ¿ v e r d a d ? »
— « P i n c h a n fuerte — e s l a a s o m b r o s a r e s p u e s t a — ,
pero no i m p o r t a » .
V i v í a la e s c e n a . Se v e í a abrazada al áspero ramo de
acebo que la pinchaba, p e r o ¡no importaba! Tan grande
era la ilusión de llevárselo a J e s ú s .
C o n t i n ú a el relato y ella va adornando el pesebre que
queda convertido en un brillante jardín verde donde lu-
c e n bolitas rojas.
— « A h o r a vamos a buscar musgo» — d i c e su madre.
— « ¿ M u s g o ? No, ¿para q u é ? » — p r e g u n t a intrigada.
— «Para hacerle una alfombra a la V i r g e n — l e con-
t e s t a — . C u b r i m o s e l suelo que e s d e t i e r r a y está muy
feo y así la V i r g e n y S a n J o s é pisan blandito.»
— « ¡ A h , s í ! » — d i j o rápidamente, c o m o entusiasmada
con la idea.
La historia sigue s i n parar: A l e x i a les prepara la co-
m i d a , m e c e al N i ñ o para d o r m i r l o y San J o s é y la V i r g e n
hablan entre sí:
— « J o s é , ¡qué niña tan buena es A l e x i a ! ¿Tú c r e e s
que q u e r r á venir con n o s o t r o s para cuidar a J e s ú s ? »
—• « S e g u r o que sí. N o s quiere mucho. ¿ H a s v i s t o
c ó m o m i m a al Niño? ¡ Q u é bien le t r a t a ! »
N o era posible d e t e n e r s e porque A l e x i a reclamaba
c o n t i n u a m e n t e : « M á s » . N o s ó l o e s c u c h a b a . Estaba e n s i -
m i s m a d a en la h i s t o r i a . Se sentía en Belén muy c e r c a de
J e s ú s , J o s é y M a r í a , a los que continuamente invocaba
con tanto amor.
La r e s p i r a c i ó n se iba haciendo más lenta. Los latidos
del corazón se iban espaciando. A l e x i a agonizaba lenta-
mente.
— « Q u i e r e s mucho a J e s ú s , ¿ v e r d a d , mi v i d a ? »
— « S í » — r e s p o n d i ó ya f a t i g o s a m e n t e .
— « É l te está esperando, hija m í a , porque te quiere
m u c h o . La V i r g e n y San J o s é también te esperan, amor
m í o , para darte un abrazo muy fuerte. La V i r g e n te quie-
re. Te quiere m u c h í s i m o . Te quiere más que yo: aunque
yo no puedo imaginar que nadie -5-ni la V i r g e n — te
quiera más de lo que yo te quiero, pero te quiere, mi
v i d a , te quiere más, muoho más que y o . »
— «Sí.»
Y diciendo este sí e x h a l ó su último s u s p i r o .
Era la confirmación de aquella p e t i c i ó n suya hecha
cuando apenas tenía u s o de r a z ó n : « J e s ú s , que yo haga
s i e m p r e l o que T ú q u i e r a s . »
Una enorme lágrima c o r r i ó por su mejilla, s í m b o l o de
las muchas que no derramó — p a r a no e n t r i s t e c e r a los
s u y o s — de tanto s u f r i m i e n t o alegremente soportado.
Las últimas palabras que p r o n u n c i ó fueron más y sí.
M á s para p e d i r q u e le hablaran de D i o s . Sí, para aceptar
su voluntad y afirmar que le quería y estaba d i s p u e s t a
a dejar su v i d a joven.
El S e ñ o r se la llevó pronto porque e s t a b a m a d u r a .
C o r t ó su v i d a c o m o un jardinero corta s u s rosas cuando
están en el m e j o r m o m e n t o . . .
7
«por sus frutos
los conoceréis»
POST MORTEM

La habitación se había llenado de g e n t e : m é d i c o s y


enfermeras acudieron con rapidez y — c o n gran respeto,
lleno d e c a r i ñ o — presenciaron e l t r á n s i t o d e A l e x i a .
S u s padres y hermanos la rodeaban arropándola con su
amor. Ese a m o r que durante m e s e s le expresaron de m i l
m a n e r a s . A l g o de todos ellos estaba m u r i e n d o en aquel
mo m ento. A l e x i a no había muerto, se iba al c i e l o , pero
con su m a r c h a la soledad había entrado en s u s v i d a s ;
un hueco infinito que no podrían llenar hasta la eter-
nidad.

En su tránsito no es p o s i b l e hablar de agonía. Estuvo


lúcida hasta su último instante, s i n inquietud, s e r e n a ,
apacible. No hubo en ella el m e n o r síntoma de sufrir un
trance b r u s c o ; p o r el contrario, muy du lcement e pasó de
la v i d a . . . a la V i d a .

A las once y c i n c o de la mañana del 5 de d i c i e m b r e


de 1985, A l e x i a decía su último sí en la t i e r r a ; nacía
a l a v i d a eterna — a u n s í perpetuo, i n e x t i n g u i b l e — por
m é r i t o s propios, por su a m o r o s a fidelidad a la voluntad
divina. El S e ñ o r la llevaba a la gloria dulce y amorosa-
mente.
Es amortajada con infinito cariño por su madre y tres
e n f e r m e r a s — C e l i a , Pilar, s u p e r v i s o r a de la planta, y
C a r m e n , s u p e r v i s o r a general d e l a C l í n i c a — . C u a n d o l a
están arreglando, ven s u e s p a l d a macerada — c o m o s i
hubiera s i d o golpeada b r u t a l m e n t e — , la tiene llena de
moretones por su forzada y dilatada inmovilidad. En la
c a b e z a , la huella de los c u a t r o tornillos que s o s t e n í a n el
halo, y en las m a n o s , las señales de los pinchazos para
los últimos análisis de sangre. Es la imagen de C r i s t o
dolorido, el sufrimiento h e c h o c a r n e .

Pero ya no s u f r e , es d i o h o s a . El dolor, la inmovilidad,


las l i m i t a c i o n e s , h a n pasado y a . A l e x i a ha dado el gran
salto y ahora c o r r e , c o r r e por el c i e l o s i n cansancio ni
fatiga: ¡feliz!
La envuelven en el sudario y cuando C a r m e n — q u e
ha tenido para ella y los s u y o s detalles i n o l v i d a b l e s — le
acomoda l o s p l i e g u e s alrededor de la cara, queda c o n -
vertida en la auténtica A l e x i a de Nazareth. A s í s e r í a la
V i r g e n cuando tenía su e d a d . Su e x p r e s i ó n es la de una
paz s i n límite, de un profundo s o s i e g o .
No hay en su rostro huellas de dolor. Ha recuperado
s u s f a c c i o n e s de s i e m p r e , pero iluminadas con una be-
lleza extraordinaria. S u s mejillas pálidas recobran el
color y s u s rasgos se perfilan s u a v e m e n t e .
La bajan al velatorio. En el instante en que entran,
llega un ramo de lirios b l a n c o s , con una entrañable y
breve d e d i c a t o r i a : « T u s e n f e r m e r a s » . Esas dos palabras
resumen el cariño que s i e m p r e le han demostrado, y
e s a s flores son el m á s delicado homenaje al que A l e x i a
sabrá responder generosamente d e s d e el c i e l o , con el
m i s m o amor que les tuvo aquí en la t i e r r a .

El lugar donde es depositada p a r e c e un p e q u e ñ o Ora-


t o r i o . Todo en él está c u i d a d í s i m o . En su altar, los sacer-
dotes de la C l í n i c a se s u c e d e n celebrando M i s a s . El p r i -
m e r o , Don M i g u e l Á n g e l , con el que en tantas o c a s i o n e s
se ha confesado y que s i e m p r e estaba dispuesto a darle
la C o m u n i ó n , a cualquier hora, cuando desde su c a s a iba
a la C l í n i c a para hacer rehabilitación. Pronuncia unas
palabras llenas de c a r i ñ o y de v i s i ó n sobrenatural, que
denotan el s i n c e r o c a r i ñ o que s i e m p r e d e m o s t r ó a A l e x i a
y a su f a m i l i a .
El Dr. C h a m o r r o , oustodio de A l e x i a durante e s o s
s e i s m e s e s de e n f e r m e d a d , p i d e a l o s hermanos s e r él
quien ayude al s a c e r d o t e en 1a M i s a . Lo h a c e lleno de
e m o c i ó n y s i n poder ocultar las lágrimas. M á s que lágri-
m a s de dolor por su a u s e n c i a , son lágrimas de e m o c i ó n
por su ejemplo: A l e x i a ha s i d o una m u e s t r a viviente del
s u f r i m i e n t o c r i s t i a n o . D í a s más tarde comentaría a los
p a d r e s : « ¿ P o r qué c r e í a i s que llevaba a m i s alumnos a
v i s i t a r a A l e x i a ? Para q u e aprendieran lo que es sufrir
con a l e g r í a » . El e s c a p u l a r i o de la V i r g e n del C a r m e n , que
A l e x i a llevó d e s d e que recibió el V i á t i c o hasta su muerte,
le fue entregado, c o m o d e s e o unánime de s u s padres
y hermanos.

A u n q u e cuando llegaron a Pamplona s u s padres no


c o n o c í a n más q u e a una f a m i l i a con la que les unía una
vieja a m i s t a d , A l e x i a recibe e l homenaje — h e c h o ora-
c i ó n — de m u c h í s i m a s p e r s o n a s . M é d i c o s y enfermeras
se turnan en las M i s a s y a s i s t e n a ellas e m o c i o n a d o s .
A l g u n o s q u e no están de s e r v i c i o s o n avisados por s u s
c o m p a ñ e r o s . A u x i l i a r e s y a l u m n o s de e n f e r m e r í a que
durante e s t e t i e m p o han estado haciendo p r á c t i c a s en
la planta s e g u n d a , acuden a darle su último a d i ó s . Todos
s a l e n impresionados de la belleza de A l e x i a , de su ex-
p r e s i ó n de paz. La s o n r i s a que s i e m p r e tuvo en v i d a ,
parece haber t r a s c e n d i d o la muerte.

En ningún m o m e n t o se forman c o r r i l l o s , ni hay c o n -


v e r s a c i o n e s o c i o s a s . El ambiente es de r e c o g i m i e n t o ,
de o r a c i ó n . La gente va a rezar, y lo hace con respeto.
Es frecuente que al s a l i r c o m e n t e n : « N o he rezado por
e l l a , me he encomendado a ella que tiene que estar muy
c e r c a de D i o s » . O t r o s d i c e n a s u s p a d r e s : « N o puedo
daros el p é s a m e . Os doy la enhorabuena. ¡ Q u é afortuna-
dos s o i s , t e n é i s una gran intercesora en el c i e l o ! ¡ Q u é
envidia!»
Nadie que estuvo a su lado q u e d ó indiferente. Su
ejemplo aleccionador fue un e s t í m u l o para m u c h o s y
ahora era un grato recuerdo para t o d o s .
Durante toda la noche es velada por s u s padres y
hermanos. Hasta altas horas son acompañados por per-
sonas entrañables que así le d e m u e s t r a n su cariño.

* * *

A las s i e t e de la mañana s a l e n para M a d r i d donde


s u s restos mortales serán inhumados en el panteón f a m i -
liar. E s d e s p e d i d a por uno d e los s a c e r d o t e s que — e n
nombre de todos — viene a d e c i r l e adiós c o n un respon-
s o . Una amiga de la f a m i l i a , una de las enfermeras-jefe
y J o s é — « m i c a m i l l e r o f a v o r i t o » — les acompañan e n
estos m o m e n t o s .

En el f u r g ó n va su hermano J o s é Damián — insepara-


ble e n tantas o c a s i o n e s — s i g u i é n d o l e inmediatamente
el resto de la f a m i l i a que emprenden así el regreso a
M a d r i d , adonde A l e x i a — h a c e apenas d i e z d í a s — pen-
saba v o l v e r para pasar la Navidad.
Todavía es de noche cuando emprenden el c a m i n o .
Poco d e s p u é s , una débil luz en el horizonte anuncia el
a m a n e c e r . H a c i a él marcha A l e x i a . A t r á s quedan las tinie-
blas del dolor, y el s u f r i m i e n t o es s ó l o un recuerdo dolo-
roso para los s u y o s . Ella va hacia la luz que no se apaga,
hacia e l S o l que todo l o i l u m i n a . A l e x i a e s t á c o n D i o s .

* * *

D e s d e su marcha al c i e l o s o n m u c h a s las personas


que dan t e s t i m o n i o de lo mucho que el ejemplo de A l e x i a
significó en s u s v i d a s . Todos c o i n c i d e n en d e c i r que
transmitía alegría y paz.
M é d i c o s y enfermeras de la clínica en donde falleció,
personas que tuvieron contacto con ella por d i v e r s a s
c i r c u n s t a n c i a s , consideran un privilegio el haberla tra-
tado, y aseguran que ha s i d o un ejemplo de fe y forta-
leza que ha hecho impacto en s u s v i d a s .

El sacrificio de A l e x i a no ha s i d o en vano. Ha dejado


un p o s o de f e , un rastro de paz.
C R O N O L O G Í A DE ALEXIA EN SU'
«EXPERIENCIA DE AMOR Y DOLOR»

Mediados de enero de 1985: Empieza a sentir fuertes dolo-


res en el cuello. Tiene 13 años de edad.
4 de febrero: consultan con el traumatólogo y después de
hacerle radiografías, se produce la alarma consiguiente.
Es algo extremadamente grave.
9 de febrero: Primera operación, en Madrid.
17 de marzo: se le da de alta a los 42 días de haber ingre-
sado en el Hospital.
7 de marzo: Alexia cumple 14 años.
27 de marzo: Al empezar a detectar síntomas de inmovi-
lidad, se le hace un scanner y se diagnostica: un tumor.
28 de marzo: Segunda operación.
9 de abril: se confirma la malignidad del tumor: Alexia
tiene un Sarcoma de Ewing.
10 de abril: Es trasladada en una ambulancia a otra clínica
en donde se le pueda aplicar radioterapia.
13 de mayo: Puede volver, de momento, a casa. Es el día
de la Festividad de Ntra. Señora de Fátima.
22 de mayo: Vuelve a la clínica para un nuevo ciclo del
tratamiento.
12 de junio: Sale hacia Pamplona, a la Clínica Universitaria
donde podrán aplicarle un catéter fijo y atender mejor las
complicaciones que van surgiendo.
27 de junio: Tercera operación. Esta nueva intervención
es necesaria para rehacer el injerto que le habían hecho
en Madrid y extirpar los residuos del tumor. Entonces le
pondrán el «porta-cats».
9 de agosto: Cuarta operación.
22 de agosto: De nuevo, la quimioterapia.
12 de octubre: Deja de momento la clínica. Es la festivi-
dad de Ntra. Señora del Pilar.
29 de octubre: Regresa a la clínica para otro nuevo ciclo
del tratamiento.
12 de noviembre: Empiezan unos dolores de cabeza que
ella llamará «brutales, de muerte».
25 de noviembre: Dicta a su padre una bellísima carta
dirigida a sus compañeras de curso — 1 . " de BUP— del
Colegio teresiano de «Jesús Maestro».
30 de noviembre: Nuevo scanner y terrible diagnóstico:
metástasis en las meninges. Tiene los días contados.
Comienza a vivir en una atmósfera de cielo. Un maravilloso
Adviento. Recibe los últimos Sacramentos.
5 de diciembre de 1985: A las 11 de la mañana, Alexia
pronuncia su último si en la tierra.
Había nacido el día 7 de marzo de 1971. Tiene 14 años.
Í N D I C E

Prólogo a la tercera edición 7


1. Introducción 9
2. Una carta a sus amigas del Colegio Teresiano . . . 11
3. La larga historia de una vida corta 17
La pequeña de siete hermanos 17
Serenidad ante el primer diagnóstico 19
Visita por primera vez el quirófano 21
Soledad y cruz: segunda intervención quirúrgica . . . 23
Un nuevo traslado 26
«Mamá, ¡soñé que andaba!» 28
Pamplona, final de un recorrido 30
Dolor y humor: «parezco Frankenstein» 34
«Sencillamente, es que Dios me ayuda» 36
El Señor va preparando a Alexia para su encuentro
con Él 38
4. Tocada por la gracia 45
Su fortaleza 45
Alegría y sentido del humor 50
Gratitud 54
Amor a todos 55
Piedad a toda prueba 62
5. «£/ tener padres virtuosos y temerosos de D/'os» . . 75
El ambiente familiar 75
Rodeada de amor 76
Así se muere en un hogar santo 80
6. Tan cerca de Ti, Señor 83
«Tengo que estar con J e s ú s . . . » 83
Un Adviento muy especial 85
Atmósfera de cielo 90
«Quien pastor, pastor...» 91
Ahora su vocación... el cielo 93
Los últimos momentos con Jesús... el « s í » f i n a l . . . 96
7. «Por sus frutos los conoceréis: (Post mortem) . . . 103
Cronología de Alexia en su «Experiencia de amor y
dolor» 109

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