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Las Organizaciones de la Sociedad civil en un nuevo contexto político

Trabajo presentado en el marco del 1º Encuentro Virtual Latinoamericano


de Emprendedores Sociales.

Sergio De Piero*

Introducción
¿Qué es hoy de la vida de las organizaciones de la sociedad civil? Algunos años atrás
habían cobrado un notable protagonismo en los medios, pero también en debates
académicos y principalmente en las políticas públicas, en particular las que buscaban
responder a la cuestión social.
En estas líneas, quisiera referirme a las nuevas realidades que las OSC viven en América
Latina, a las demandas sociales en las que actúan y a su nueva relación con el Estado.

La irrupción en los ‘90


Su marcada ponderación en la década del `90, por parte de distintos sectores de la
sociedad, provenía de distintos factores, pero el principal sin duda era la crisis de los partidos
políticos y de la “política” en general. Fueron concebidas básicamente como un espacio de
reconstitución de cierta ética pública que parecía perdida; no se esperaba que fueran
capaces, por caso, de formar un gobierno, sino que el malestar con la democracia, se
comenzó a expresar antes que en el rechazo al sistema de gobierno democrático en sí (la
experiencia trágica de la dictadura lo impedía) hacia quienes eran percibidos como sus
principales protagonistas: los políticos profesionales y los partidos.
Pero no era este el único elemento aglutinante. Las reformas de mercado neoliberales
centradas en la desregulación de los mercados, las privatizaciones de los servicios públicos y
el “achicamiento” del Estado.
De allí que los discursos que circulaban atribuían a organizaciones de diverso tipo, pero
cuya característica central era su no participación electoral, ni perseguir la acumulación de
capital, dos roles fundamentales en el proceso de reformas que se estaba viviendo. Por una
parte se les atribuyó convertirse en el refugio de una ética pública devaluada y por lo tanto
jugar el papel de guardianas y controladoras de las acciones del Estado (la política concebida
como control), produciendo un distanciamiento mayor entre sociedad civil y sociedad política.
Por la otra, hubo un extendido mensaje respecto a que las organizaciones sociales, podrían
resolver la cuestión social, o al menos amortiguar su cara más oscura mientras el mercado,
con el paso del tiempo, derramara en beneficio del conjunto.

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Del primer aspecto hubo poco o mas bien nada; algunas acciones aisladas para
establecer mecanismos de control, herramientas como auditorias ciudadanas a nivel local,
pero lejos de constituir un nuevo modo de ejercer el control sobre los gobiernos.
¿Por qué este desarrollo limitado? Mi impresión es que la propuesta acerca del control social
– institucional sobre las acciones de gobiernos, tiene mucho de prescriptiva, pero no se ancla
en las reales posibilidades de las organizaciones sociales para ejercerla. No aparece en las
argumentaciones de este tipo, las condiciones sociales y las capacidades necesarias para
llevar adelante este tipo de acciones. Incluso, y no es menor, desatiende el tipo de cultura
política que subyace a estas acciones (la cual proviene de la corrientes anglosajonas, no
vinculadas a las realidades de América latina). En este sentido cabe la necesidad de
plantearse a qué nos estamos refiriendo cunado se menciona la existencia de una crisis ética
o de valores. ¿Cuáles son los que estarían en crisis? ¿Cuáles son sus causas? En este
sentido existen miradas disímiles, ya que mientras algunos manifiestan sus críticas a la
modernidad, otros anclan en otro tipo de crisis vinculada al modelo de Estado. Tener un
diagnóstico sobre esta cuestión, se hace indispensable para buscar espacio para una
reconstrucción de una ética pública.
Finalmente, estas propuestas, no han especificado con profundidad el modo en que un
grupo de organizaciones obtendría la legitimidad para ejercer un rol clave de la democracia,
no siendo sometidas al voto popular.1 Parte de la redefinición de la ética pública involucra el
debate acerca de la legitimidad del poder público en nuestras democracias. Si el voto
universal es la principal herramienta, surge la necesidad de alumbrar nuevas formas para
legitimar la participación ciudadana en las políticas públicas, que resguarden los principios
democráticos.
Por otra parte, habría que poner en cuestión el supuesto respecto a que la sociedad
demanda espacios de participación en controles hacia el Estado. Pareciera más cierto que se
exige el cumplimiento de políticas, y que en ocasiones puede incluir el participar de ese modo,
pero no como condición imprescindible. La participación requiere a su vez de dos bienes
escasos: tiempo e información. Pocos ciudadanos y ciudadanas poseen en abundancia del
primero y respecto del segundo su tenencia puede ser fluctuante, contando con mucha
información sobre algún tema y escasa sobre otros (Font; 2004).
Respecto de lo social, allí la realidad es mucho más variada y rica. Muchas
organizaciones desplegaron acciones positivas en favor de quienes quedaron “afuera” del
modelo. Las más de las veces, lo hicieron aplicando programas del Estado nacional, que

1
Los mejores trabajos al respecto pueden encontrarse en Cunnill Grau; 2010.

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implicaban la tercerización: un organismo internacional de crédito o una agencia estatal
diseñaba el programa y un grupo de organizaciones lo ejecutaba. O bien en proyecto mucho
más sencillos, como los comedores. La tensión en estos caso se daba entre quienes
sostenían que estas políticas ayudaban a fortalecer las capacidades de las organizaciones y
de sus miembros (cuando los beneficiarios de los programa eran ellos mismos) y aquellos que
señalaban la raíz asistencialista de estos programas que atendían las causas, mientras el
modelo neoliberal, socavaba las condiciones de vida.
Otro grupo, direccionó su accionar en torno de las variantes de la idea de desarrollo:
microemprendimientos, economía social, desarrollo local, cadenas productivas, talleres
comunitarios, educación popular. Espacios que buscaban acrecentar prácticas participativas y
productivas antes que meramente instrumentales. Nuevamente el contexto no colaboraba en
esa dirección. ¿Cómo acrecentar la participación y fortalecer los lazos comunitarios, en un
contexto de fuerte exclusión social. No afirmo que fuera imposible, peor la experiencia enseñó
que si el orden social conducido por el Estado apunta al individualismo, ir contra la corriente,
es una tarea altamente compleja.
Pero cuando la crisis se hizo más evidente, surgieron organizaciones que tomaron la
protesta y la ocupación del espacio público como un recurso clave en sus reclamos. Mientras
llevaban adelante acciones como las recién descriptas (para solucionar le reclamo inmediato),
apostaban a la movilización y a la protesta, e incluso a la construcción política, bajo diversas
formas; en ocasiones con un fuerte peso sindical, en tanto trabajadores desocupados; en
otras con la intención de la construcción de una alternativa política.
Muchas experiencias significaron agua en medio del desierto, no sólo por asistir con
bienes, sino por ayudar a sostener el tejido social, que el desempleo y el “sálvese quien
pueda” iba destruyendo. La nueva cuestión social, presentó un escenario de enorme
vulnerabilidad para millones de personas, cuya reconstrucción no es clara. Así ante este tipo
de emergencia, las OSC cumplieron un rol a destacar y los movimientos de protesta hicieron
visible un conflicto. El error era suponer que esa capacidad de trabajo les otorgaría el
certificado para resolver la cuestión social, cuando el modelo generaba concentración de
ingresos. No era posible que hiciesen ese trabajo por dos motivos fundamentales: uno por su
capacidad limitada de acción, la voluntad no lo puede todo, y se precisan recursos y
estructuras a escala para resolver los problemas que planteó la cuestión social. El otro, refiere
a que la resolución de los temas públicos no puede quedar en manos de organizaciones
particulares; la lógica de la modernidad política lo hace inviable.

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El nuevo escenario
Frente a esta situación las OSC, que lo repetimos, son muchas y variadas en métodos,
ideología y campos de acción, fortalecieron su identidad en tanto la contracara de un Estado
que parecía ausente. De este modo las OSC podían definir su identidad desde la orientación
general que tomaba el Estado: o se era el rostro social de las reformas, acompañándolas
como proyecto, o bien se demandaba al Estado por abandonar su lugar al tiempo que se
intentaba “reemplazarlo”. No estaba ausente en estas prácticas cierto discurso confuso y
complejo respecto al rol de las mismas organizaciones.
Pero las crisis que se manifestaron entre los años 1999 y 20032, también tuvieron
consecuencias para las OSC. No sabemos aún cuanto de bisagra han tenido esos días sobre
la historia de América Latina, pero puede percibirse, por de pronto, una reorientación en los
fundamentos de las políticas económicas, nuevas alianzas sectoriales en los gobiernos y en
general un replanteo de la relaciones Estado – sociedad. Las políticas económicas han
tendido a reposicionar al Estado como eje del desarrollo, otorgándole mayor incidencia en la
economía, como actor regulador en favor de fortalecer el mercado interno (baja del
desempleo, políticas de subsidios, retenciones a las exportaciones, control del tipo de cambio,
etc.), o bien de manera directa re - comprando empresas que habían sido privatizadas. Junto
a otras decisiones, otorgaron al Estado un protagonismo más alto y de alguna manera la
centralidad en la asignación de los recursos, retomando en alguna medida el modelo previo a
las reformas de los ‘90.
En este proceso de transformaciones, podemos notar también que la sociedad civil no es
la misma que hace 20 o 30 años. Los cambios económicos, políticos, culturales, afectan su
constitución; el industrialismo y los movimientos de masas habían delineado una sociedad en
buena parte homogénea, centrada en el trabajo asalariado y la cultura nacional; por el
contrario la heterogeneidad se convierte en su característica actual, acorde a los cambios,
con la irrupción de la economía de servicios y la emergencia de distintas raíces identitarias.
Por eso la conformación de las demandas sociales ya no será del mismo tipo. En este sentido
pueden percibirse dos orientaciones centrales: las que provienen de la cuestión social y las
apoyadas sobre dimensiones subjetivas. Desde luego estos ejes temáticos no agotan la
complejidad, ya que dentro de cada uno de ellos existen situaciones estructuralmente
diferenciadas y culturas políticas muy diversas que las llevan adelante, pero ayudan a
comprender de modo general el panorama.

2
Me refiero a presidentes que no logran finalizar sus mandatos, jornadas de protestas sociales, “puebladas”, etc.

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Respecto de la nueva cuestión social, tomando la expresión acuñada por Rosanvallon,
sus principales expresiones la constituyen el aumento notable de los índices de pobreza e
indigencia, el desempleo, la precarización laboral, y la erosión de la clase media,
conformando lo que varios autores denominaron los nuevos pobres, caracterizados por su
pertenencia cultural a sectores incluidos, pero con crecientes problemas de ingresos para
permanecer en la clase media; para estos sectores la vulnerabilidad se convirtió en un rasgo
característico. Sin embargo la cuestión social no se explica sólo por el empobrecimiento, sino
que debe incluirse en su caracterización la puja distributiva. Con la mirada puesta en la
presente década, las tasas sostenidas de crecimiento de la economía, permitió la
recuperación de varios sectores de la producción de bienes y servicios y la mejora de los
indicadores sociales; en este contexto, comenzó una abierta puja por la distribución de la
renta, que en cada país de la región se manifestó en distintas expresiones involucrando a
sectores de la economía, sea el agro, la industria, la minería, o diversas combinaciones3.
Cada uno de estos conflictos, dio muestra que estaba en juego la discusión acerca del modo
en que se distribuye la renta, cuya expresión fue la ocupación del espacio público, los debates
abiertos, el surgimiento de nuevos actores representantes del mundo de la producción, y la
toma de posición de diversos espacios. Coherente con esta dinámica, en el mismo período
puede hallarse también un importante aumento de la conflictividad en el mundo del trabajo,
con la realización de huelgas en distintos rubros de la economía, especialmente en el sector
servicios que pasa a convertirse en la rama central de la producción, a pesar de los esfuerzos
por la reindustrialización.
Todo ello manifiesta una tendencia repetida: la mejora de la situación económica es fruto
de un acrecentamiento del conflicto social y económico, pues los diversos sectores saben que
tienen más por ganar, frente a períodos de crisis económicas, donde las luchas se concentran
en la sobrevivencia.
Este escenario era novedoso y difícil de asimilar para muchas OSC, cuya relación con el
conflicto social abierto, era compleja de interpretar, acostumbrada a una concepción binaria
de lo social, visto como un enfrenamiento entre Estado y sociedad. El re-ingreso al espacio
político y público de actores que no lo ocupaban hasta ese momento4, plantea una realidad

3
En el caso de Argentina, alcanzó su expresión más alta con la Resolución 125 del Ministerio de Economía de la
Nación en el año 2008, que disponía la implementación de retenciones móviles a los productos del agro. Hasta que
la medida fue rechazada por el Senado las entidades de los productores agropecuarios, mantuvieron un cerrado
enfrentamiento con el gobierno nacional, que movilizó, desde ambas partes, a un buen número de ciudadanos y
ciudadanas.
4
O que lo ocupaban de un modo menos explícito como las cámaras empresarias, tal vez en un modo
exclusivamente de defensa de intereses corporativos y no en una articulación política, como hemos visto en lso
últimos años.

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frente a la cual no conocen claramente las acciones y los argumentos con los que deben
responder. En no pocas ocasiones, la lectura liberal clásica ya mencionada, hizo ver a
muchas OSC que cualquier sector social que se alzara contra el Estado, era un potencial
aliado, sin distinguir las aristas y cuestiones en juego en cada conflicto.
A ello debe sumarse el rol que cumplen los medios masivos de comunicación, concebidos
anteriormente como aliados. ¿Cómo funcionan los canales de información? ¿Qué tipo de
lecturas realizan las organizaciones y movimientos acerca del modo en que los grandes
medios comunican? ¿Se piensan (las OSC y los movimientos) asimismos como espacios de
comunicación? Me parece que son preguntas no siempre planteadas por estos espacios, y
que en ocasiones los hace buscar en los grandes medios los únicos canales posibles para ser
visualizados.
Por eso muchas organizaciones comenzaron a esbozar otras estrategias, donde las
acciones ya no se dirigían hacia la ayuda inmediata, sino tomando una posición en el conflicto
político - económico, a pesar que en ocasiones puedan sentirse superadas por las
implicancias. De allí que las organizaciones “piqueteras”5 se encontraran más cómodas en
este contexto, pues su misma cultura política está más vinculada al conflicto.
El segundo eje que propongo se relaciona con lo que se denomina la subjetividad
vinculada al mundo de vida. (Donde podemos partir desde los planteos de Habermas)
Durante la misma etapa emergen lentamente nuevas temáticas, reclamos y demandas hacia
el Estado, que ya no pueden explicarse exclusivamente en derredor del eje capital – trabajo.
De todos modos, que las manifestaciones se vinculen con elementos subjetivos no quiere
decir que dejen de estar relacionadas con cuestiones estructurales del capitalismo del siglo
XXI. Pero lo cierto es que, en el espacio público, desde hace al menos treinta años,
comienzan a manifestarse múltiples demandas que se presentan como no articuladas con los
reclamos y los discursos propios de las luchas sindicales del siglo XX, como así tampoco en
consonancia con los discursos y tradiciones políticas que protagonizaron ese siglo. Se trata
de expresiones variadas en su forma organizativa, ya que pueden constituirse en torno de un
liderazgo, pero también en red. En cuanto a los discursos, estos se estructuran sobre una
demanda más o menos puntual y, claramente, con escasa capacidad de agregar otros
reclamos, de unir a distintos grupos, cuyas necesidades no sean las mismas o no estén
planteadas en términos semejantes. Finalmente, si nos preguntamos por los contenidos de
estas expresiones, el paisaje se amplía a temáticas tan diversas como pueden ser las

5
Esta denominación es especialmente aplicable a la Argentina: se trata de organizaciones de desocupados que
hincaron sus manifestaciones cortaron ruta y calles, en reclamos de políticas estatales. Con la misma metodología
y composición pueden encontrarse por toda América Latina.

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vivencias desde la subjetividad: discapacidad, género, emergentes culturales, nuevas
identidades, conflictos familiares (en particular, violencia doméstica hacia la mujer, pero
también disputas por la tenencia de los hijos), la cuestión indígena, temas propios de las
distintas realidades etarias, víctimas o familiares de víctimas de tragedias naturales o no,
afectados por una enfermedad particular o una adicción, opciones de consumo como los
vegetarianos. En fin, las múltiples manifestaciones, que implican los procesos diferenciados
que caracterizan a la vida (post)moderna, en la cual la exclusión puede entenderse de
múltiples formas. Buena parte de estas realidades no son nuevas, están presentes desde
hace décadas, pero se distinguen hoy por el ingreso a la agenda política, cada una de ellas
con su propio peso. O bien eran temas que podían resolverse a través de otros canales como
los partidos políticos cuya característica justamente era la de agregar demandas y
organizarlas frente al aparato estatal.
De este modo si ha variado la composición de la demanda, es razonable esperar que las
prácticas y los modos organizativos de la sociedad civil, sufran modificaciones. Las marcos
sociológicos de interacción entre los actores (como ya lo señalara Touraine hace varios años)
nos ayudan a comprender los cambios en la acción colectiva y en las premisas que activan
esa movilización.

Planteos pendientes
Las organizaciones de la sociedad civil son fruto de los procesos de socialización, bajo la
influencia del Estado, donde se cruzan prácticas, discursos, acciones, estrategias y alianzas
diversas y cambiantes. Con el modelo neoliberal, las OSC con mayor crecimiento fueron las
que atendieron la cuestión social con acciones de asistencia directa y las que plantearon un
rol de control sobre las políticas públicas. (Las hubo también que plantearon un tipo de
desarrollo con eje en la participación, pero el contexto del “discurso único” les fue claramente
perjudicial para su incidencia).
En el presente las OSC se ven, entonces, atravesadas por dos procesos: el primero
refiere al cambio y heterogeneidad de la demanda, donde emergen tanto la conflictividad
socioeconómica (con otros actores) que comparten la esfera pública con los reclamos
vinculados al mundo de vida. Esto genera que nuevas organizaciones, logren ocupar el
espacio público y se conviertan en eje de importantes discusiones que ocupan a buena parte
de la sociedad. Esto se traduce también en la disputa entre las mismas organizaciones por
ganar en la incidencia sobre la agenda política. Aquí surgen espacios de competencia entre

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las organizaciones, a veces por recursos, en ocasiones por relevancia y valoración por parte
del resto de los actores; en cualquier caso puede no tratarse de un proceso virtuoso.
Por el otro, la redefinición del Estado y sus políticas, que modifican la relación con la
sociedad, no alcanzando a reconstruir el modelo del Estado social, pero si presentándose
como un actor centralizador y activo en las respuestas a esas demandas (el éxito o fracaso de
esas respuestas, forma parte de otro aspecto), pero lo que está claro es que el Estado ocupa
un nuevo lugar en la búsqueda del desarrollo, como indica Zurbriggen. Así las organizaciones
de la sociedad civil, reposicionan su rol en el espacio público, pero lo que parece faltarles es
una reflexión política desde ellas mismas sobre esta nueva etapa, donde puedan responderse
preguntas sobre su rol en los conflictos que inevitablemente las atraviesan: ¿Cuáles políticas
estatales discutir? ¿Quiénes son sus aliados del resto de la sociedad civil? ¿De cuál modo
deben relacionarse con las cámaras empresariales, los sindicatos y los partidos políticos? Por
de pronto lo único que quisiera señalar es que el lugar que ha vuelto a ocupar el Estado, debe
ser saludado por las OSC, como una etapa que puede ir en la dirección de ayudar a
consolidar las demandas sociales por las cuales trabajaban. Desde luego esto no implica el
apoyo irrestricto a las acciones de los gobiernos, por temor al retorno neoliberal. Por el
contrario, la definición de esta nueva etapa de desarrollo implica que el Estado incorpore las
nuevas demandas y subjetividades en la construcción de un modelo desarrollo que debe
replantear tanto la simbología y la territorialidad, como el lugar de los y las ciudadanos y
ciudadanas de sus organizaciones y movimientos.
Me parece que para este reposicionamiento, las organizaciones y movimientos, deberían
discutir las siguientes cuestiones
1. Generar espacios de consensos entre las propias organizaciones y movimientos, en
ocasiones este no existe, incluso (o especialmente), entre las que trabajan en la misma área
temática.
2. Representación: está claro que el principio de la representación política es un rol que
le compete a los partidos políticos, peor para incidir sobre las políticas públicas, las
organizaciones y movimientos, deberían generar espacios de representación ante el Estado y
el resto de la sociedad, de manera autónoma y dinámico, de manera que puedan articular sus
voces y poder arribar a consensos (y señalar las disidencias) de manera mas firme con esos
otros actores.
3. Poseer una lectura propia sobre los conflictos políticos, sociales y económicos que
siempre, aunque no sea de modo directo, afectan su propios accionar.

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4. Plantear la posibilidad de marcos normativos que regularicen la incidencia de las
organizaciones en los procesos de formación de leyes y en la planificación de políticas
públicas o programas, sin que esto implique someter al Estado a erosionar su autoridad
soberana (poder que está por encima de otros poderes) ni dejar de reconocer en él una
instancia posible de consensos mas amplios a favor de bienes comunes.
Las organizaciones y movimientos de la sociedad civil, se han ganado su espacio en
agenda pública y en la discusión política. Dependerá de la posibilidad de plantearse y
responderse, algunas de estas cuestiones, la incidencia que en esa agenda y en esas
discusiones puedan mantener.

Bibliografía

De Piero Sergio (2005) Organizaciones de la sociedad civil. Tensiones de una agenda en


construcción. Paidos, Buenos Aires

Joan Font (2004) “Participación ciudadana y decisiones públicas: conceptos, experiencias


y metodologías”. Disponible en www.urbared.ungs.edu.ar

Habermas Jünger (1981) Teoría de la acción Comunicativa, Taurus, Madrid

Rosanvallon Pierre (1995) La Nueva Cuestión Social, Manantial, Buenos Aires.


Zurbriggen Cristina (2008) “La nueva agenda del desarrollo. ¿Dónde queda el Estado?,
Documento Base, Nueva Sociedad, Buenos Aires.

Nuria Cunill Grau (2010) “El control social en América Latina” Documento preparado por la
profesora Nuria Cunill Grau, en el marco del Fondo de Control Social Ciudadanos al Cuidado
de lo Público. Evento Nacional de Intercambio de Experiencia de Control Social, Bogotá el 28
de abril de 2010.

* Politólogo de la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Ciencia Política y Sociología


por FLACSO Argentina, donde también realizó su doctorado. Es investigador del Programa
Estado y Políticas Públicas de la misma institución y secretario académico y docente de la
Maestría en Políticas Públicas para le Desarrollo con Inclusión. Es profesor de la carrera de
Ciencia Política de la UBA y es o ha sido docente de las universidades de San Martín, IUNA,
San Luis, UCES, profesor de intercambio de la Universidad de Campinas (Brasil). Asesor del
Instituto Nacional de Administración Pública (INAP – Argentina). Ha publicado acerca de la
historia política argentina reciente y sobre organizaciones sociales. En 2005 en editorial

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Paidos publicó su libro Organizaciones de la Sociedad Civil. Tensiones de una agenda en
construcción.

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